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LA PARÁBOLA DEL DARDO

Así se expresó Buda dirigiéndose a sus discípulos:

"Cuando una persona común que no conoce la enseñanza experimenta una


sensación dolorosa se inquieta y se aflige, se lamenta, se golpea el pecho y llora y
está muy turbada. Es como si un hombre fuera traspasado por un dardo y, a
continuación del primer impacto, fuera herido por otro dardo. Así, pues, esa
persona experimentará las sensaciones causadas por los dos dardos. Ocurre lo
mismo con una persona común que no conoce la enseñanza: cuando es tocada por
una sensación dolorosa, se inquieta y se aflige y sufre, se lamenta, golpea el pecho,
llora y está muy turbada. Así experimenta dos sensaciones: la sensación corporal y
la sensación mental.

"Pero en el caso de un noble discípulo bien enseñado, cuando es tocado por una
sensación dolorosa, no se inquieta, no se aflige ni se lamenta, no se golpea el pecho
y llora, ni está muy turbado. Experimenta una sensación: la corporal, pero no la
mental. Es como un hombre que ha sido traspasado por un dardo, pero no es herido
por un segundo que sigue al primero. Así esa persona experimenta las sensaciones
causadas por un solo dardo. Ocurre lo mismo con un noble discípulo que conoce la
enseñanza, cuando es tocado por una sensación dolorosa, no se inquieta, no se
aflige, ni se lamenta, no se golpea el pecho y llora, ni está muy turbado.
Experimenta una sola sensación, la corporal".

REFLEXIÓN:

La mente ordinaria vive en los estrechos límites del apego y la aversión, generando
continuado sufrimiento. Solo en la media en que mediante el autodesarrollo y la
meditación sea posible acceder a otra dimensión de mente liberada del
aferramiento y el resentimiento, será posible crear un estado mental de equilibrio y
bienestar.

Cuando aparece una sensación agradable, la mente se apega y aferra a ella y entra
en dependencia o servidumbre; quiere reasegurarla, repetirla, intensificarla, hacerla
permanente y así sobreviene la adicción, la avidez descontrolada y, si la sensación
grata desaparece, la frustración y el sufrimiento. Pero cuando se trata de una
sensación desagradable, la mente se resiste y se resiente, la rechaza, origina ira o
rabia, en suma, crea dolor sobre el dolor. ¡Sufrimos tanto por no querer sufrir! La
ignorancia básica de la mente, crea ofuscación, avaricia y odio, o sea tribulación y
sufrimiento. Por falta de visión clara, entendimiento de que todo es inestable y
ausencia de ecuanimidad, generamos mucho sufrimiento que podríamos evitarnos
y añadimos aflicción a la aflicción. Reaccionamos desorbitadamente y eso causa
dolor sobre el dolor y nos ponemos el segundo dardo. Hay que aprender a disfrutar
sin tanto apego y a sufrir lo inevitable sin tanto resentimiento y frustración.
Mediante una visión más clara y la ecuanimidad, no reaccionaremos tan
desmesurada y neuróticamente. A través de la meditación superamos muchos
viejos patrones de pensamiento productores de ignorancia y de sufrimiento y
vamos abonando un especio de paz interior.

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