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INFORME # 2

Desde P. Ricoeur y R. Barthes: la relación entre vida [o mundo], discurso y escritura


para la comprensión filosófica

El Propósito del siguiente informe es establecer la relación entre vida (o mundo),


discurso y escritura para la comprensión filosófica, desde los aportes que hace Paul
Ricoeur, para ello se parte de la lectura y análisis de apartes del texto: Teoría de la
interpretación, discurso y excedente de sentido. Con el fin de lograr el propósito
enunciado, se realizará una selección de las ideas principales de las lecturas, se
harán los comentarios personales, y se cerrará con unas conclusiones. En un
segundo momento se abordará el texto: El grado cero de la escritura. Seguido de
nuevos ensayos críticos de Roland Barthes.

El lenguaje como discurso


Lo primero que plantea Ricoeur en el texto es que gracias a los avances lingüísticos
actuales, se ha hecho latente los problemas existentes entre el lenguaje y el
discurso, pero este problema no es realmente nuevo, pues ya había preocupado a
filósofos antiguos como a Platón, en el caso particular él consideraba que el error y
la verdad eran “afecciones” del discurso, hoy día aparecen nuevos problemas al
estudiar el lenguaje como estructura y sistema y no con su uso, estos problemas
quedan develados precisamente al avance de la lingüística y a la manera como
estudia los procesos del lenguaje, de lo anterior puede deducirse que a pesar de las
nuevas teorías y progresos en ciencias como la lingüística, el lenguaje sigue
presentándose como problemático, imposibilitando que el hombre haga una
comprensión unívoca del mundo que le rodea; por lo tanto éste sigue limitado por
el lenguaje e incapaz de lograr una completa interpretación de su realidad.

La dialéctica del acontecimiento y del sentido


Es este ensayo el autor busca establecer los criterios para diferenciar la semántica
de la semiótica, para ello realiza aproximaciones de la especificidad del lenguaje
como discurso, parte del análisis de la lingüística de la oración tomando los estudios
que sobre este asunto hizo Husserl y el análisis lingüístico hecho por la escuela
angloamericana, lo anterior le permite al autor sustentar la polaridad entre la
dialéctica del acontecimiento y el sentido del discurso.
Para el autor el enfoque unidimensional del lenguaje no permite el rescate del
discurso como elemento determinante en la comprensión filosófica, por ello opone
dos aproximaciones dimensionales en las cuales el lenguaje depende de dos
identidades irreductibles: signos y oraciones, estas visiones son diferentes a las
descritas entre lengua y parole, código y mensaje, en este sentido Ricoeur hace una
propuesta diferente para el análisis este asunto:
Qué el discurso es una dialéctica de acontecimiento y de sentido, del que es posible
lograr una comprensión, a partir del análisis de los signos lingüísticos utilizados para
estructurar el discurso, pues, aquel está revestido de un sentido que debe ser
identificado por parte del intérprete, ya que el texto ha escapado al autor y la tarea
del lector es establecer un diálogo entre esa estructura formal para lograr una
verdadera comprensión del mismo.
Según lo anterior en todo discurso hay una intencionalidad de un sujeto (autor), está
allí su historia, afecciones, emociones y experiencias propias, todo ello imprime de
carácter su obra, la cual es interpretada por un lector que se comprende a partir de
la subjetividad hallada en el texto y del sentido subyacente que hay impresa en ella
y que debe ser descubierto. Sin embargo, ese sentido que logra identificar el
intérprete jamás podrá ser considerado como el único. En esta relación el intérprete
se configura como un ser autónomo capaz de comprenderse a sí mismo y de hacer
la explicación de la obra a partir de su experiencia vital, y de esta misma manera lo
harán otros lectores, por lo tanto, surgirán innumerables interpretaciones
abriéndose incalculables horizontes de comprensión.
Para Ricoeur el discurso como despliegue del lenguaje le da sentido a la vida
misma, por tal razón considera que el mensaje precede al sistema, para el autor el
texto es la comprehensión de un mundo común, además la obra al suspenderse por
un momento de su referente y tiempo posibilita abrirse al intérprete para que él
descubra su sentido y lo nutra con nuevos elementos tomados de la experiencia
propia, desde la propuesta del Ricoeur el lenguaje no es más importante que el
habla, siendo posible la transición de langue a parole, pues el discurso surge en
unas circunstancias particulares. Señala el autor que lo que se halla en juego en el
discurso como acontecimiento es la comprensión del sentido de éste.
Desde la concepción del Ricoeur al buscar la comprensión del sentido del discurso
se deberá tener en cuenta que significar hace referencia a la intención del autor, allí
el interés es permitir que el texto salga de sí y el intérprete pueda comunicarse con
él, para que éste a su vez se constituya como referente, el otro elemento a tener en
cuenta es lo que expresa el autor en la oración como elemento formal de la lengua,
en palabras de Ricoeur “el sentido del interlocutor deja su marca en el sentido de lo
expresado”, esto es posible identificarlo gracias a la semántica, pues el estudio de
la estructura interna de la oración remite al interlocutor, por tanto toda búsqueda de
sentido lleva al acontecimiento verbal, es decir al sujeto que habla, ya que lo
convierte en el responsable de lo expresado, de la intención y de los efectos que
produce en el lector, es allí donde el acontecimiento y el sentido se articulan pues,
todo discurso tiene una intencionalidad y se dirige a un sujeto u objeto, el lenguaje
como comunicación se da cuando ese autor y lector se encuentran y logran una
comunicación, una conexión: lo que el autor expresa me dice algo a mi como lector,
produce una reacción en mí, aceptación, rechazo, inquietud…

Por otro lado, es interesante la alusión que hace el autor a la comunicación como
una maravilla y enigma, pues concibe que al estar juntos, condición fundamental
para que pueda darse la comunicación se estaría invadiendo la intimidad
inexplorable de cada ser humano, es decir al comunicarnos muchas cosas se
estarán diciendo, pero muchas otras se quedarán ocultas, sin embargo, si hay una
transferencia de sentido, pese a que la experiencia es intransferible, todo lo anterior
permite un enriquecimiento mutuo que viene a realizar aportes a las experiencias
de vida de unos y otros, ofreciendo nuevos significados a la existencia, pues allí
hay elementos en común como la forma de captar el mundo en una determinado
contexto que aunque nos afecta a todos, lo comprendemos y decimos de manera
distinta.
El discurso, cobra verdadera importancia en la relación acaecida entre el hablante
y el oyente, allí ambos cumplen con roles distintos pero que se interrelacionan para
que pueda darse la comprensión: el primero tiene una intencionalidad, para ello
recurre a un estilo, a unos recursos semánticos, y el segundo debe descubrir cuál
es la respuesta que debe dar al autor, esta interacción de intencionalidades son
formas de estar en el mundo, de comprenderlo y comprenderse así mismo, de tal
manera que el lenguaje posibilita la comprehensión de la vida, al ir cargando de
sentido las experiencias que conlleva la existencia, lo señala bellamente el autor es
esta frase ”entonces, la soledad de la vida es por un momento, de cualquier forma,
iluminado por la luz común del discurso” ( Ricoeur. 33)

El querer decir como significado y referencia


En este apartado el autor señala que la relación entre el querer decir
“intencionalidad del discurso” y el reconocimiento que hace el lector u oyente no
agota el sentido del sentido y por tanto menos la estructura del discurso, allí el autor
considera pertinente hacer la distinción entre el lado objetivo del discurso el “qué”
que hace alusión al significado y el “acerca del que” a su referencia, la distinción
anterior permite dar solidez a la distinción que el autor hace sobre semiótica y
semántica, en este sentido el autor afirma que es el nivel de la oración lo que
permite “distinguir lo que se dice y acerca de lo que está dicho, la oración tiene el
poder de “dirigir el lenguaje más allá de sí mismo” y por otro lado la referencia,
relaciona el lenguaje con el mundo. Es de subrayar que desde este enfoque el
lenguaje adquiere gran relevancia porque sólo a partir de la experiencia se tendrá
algo que decir, por lo tanto, son los sucesos, los acontecimientos que posibilitan la
trascendencia del lenguaje, lo anterior permite afirmar la experiencia ontológica que
es expresada mediante el lenguaje y pone de relieve que es dentro de la estructura
formal del texto donde se encuentra el sentido del mismo.
Lo anterior permite afirmar que todo discurso nos remite al hablante, pero también
al mundo, pues en ese discurso se halla presente la manera como el hablante
intuye, interpreta y es impactado por las experiencias que ha vivido. Para Ricoeur
la vuelta al sujeto y la comprensión de sí y de su mundo ha de darse en la medida
en que el sujeto suspenda la forma particular de concebir su realidad y se abra al
mundo del discurso, del texto o de la obra que tiene frente a sí para interpretarlas
desde su propia realidad.
Ricoeur expreso la necesidad por distinguir la semiótica de la semántica, aunque no
las excluyó, en virtud de que las ciencias de la oración y del sentido posibilitan que
la ciencia del signo tenga una existencia real. Así, la dialéctica del acontecimiento y
del sentido remiten “a un estar en el mundo”, teniendo como fundamento ontológico
al sujeto parlante. Éste se dirige al discurso intencionalmente y lo dota de sentido.
Lo anterior me deja claro que desde Ricoeur, el lenguaje permite expresar las
experiencias, compartirlas, pero a su vez es incapaz de trasmitir todo el sentir, por
ello siempre queda algo oculto para que el intérprete lo devele, el lenguaje posibilita
un poco la comprensión de sí mismo a partir de la comprensión del mundo. La
propuesta de Ricoeur es tomar el distanciamiento que existe entre el lector y la obra
como extrañeza, pero de la que debe hacer una adecuada apropiación para traer la
obra a dialogar con nuestra época, lo anterior posibilita a su vez un enriquecimiento
mutuo para la obra y para el lector, en la medida que el lector logra hacer del sentido
de la obra algo vigente e interesante para el momento presente.

Hace énfasis el autor de que la apropiación no es aferrarse a la obra de manera


egoísta, tampoco es explicar asuntos como determinar las intenciones del autor al
escribir una obra, ni pretender saber que situaciones vivió, subraya que la
apropiación se debe dar del sentido del texto mismo, desde este enfoque pareciera
complejo hacer un ejercicio hermenéutico, pues, es el mundo que constituye la
referencia del texto al que hay que encontrar por tanto se requieren elementos por
parte del lector como una desposesión de sí mismo, para lograr que el sentido de la
obra adquiera un carácter universal, además del conocimiento de las estructuras
propias de la lengua, pues allí subyace el sentido que podrían estar oculto, tras las
palabras que el autor escogió para expresar aquello, que quizás no dijo
abiertamente.
Es importante destacar el carácter que Ricoeur le atribuye al discurso como su
omnitemporalidad, esta característica hace que siempre esté abierto a lectores
distintos y distantes en el tiempo, pero que gracias a la apropiación que pueda
hacerse de la obra es posible actualizarla ya que lo que se busca descubrir allí es
el sentido que permite nuevas experiencias comunicativas, pues lo allí encontrado
es exteriorizado, comentado, vuelto a escribir, entonces aparece nuevos discursos
con nuevas formas de comprensión, productos de una obra que emerge con vida
propia, que se niega a morir, ya que siempre será posible encontrar un lector
inquisitivo que posibilitará la permanencia de la obra.

EL GRADO CERO DE LA ESCRITURA

El ensayo crítico de Roland Barthes se presenta como una crítica seria al fenómeno
de la literatura en este caso a asuntos específicos como: la escritura y el carácter
que adquiere según los procesos históricos que se viven en el momento en que se
produce una obra.
Lo primero que se destaca en el autor francés es la concepción de la literatura como
lenguaje, haciéndose necesario analizarlo como el resultado de una relación
inevitable entre el autor y un momento histórico, según el autor es posible descubrir
la historia a través del lenguaje, ella se presenta de frente al escritor y éste
consciente o inconscientemente la retrata con su lenguaje, estilo y recursos
literarios, pero también le imprime a la obra lo que siente y piensa de aquello que
sucede. Además, con menor o mayor fuerza logra trasmitirlo a sus lectores, y
aquellos, unos más que otros lograran comprender el sentido de la obra, es así
como el estilo, los rasgos característicos de la escritura de una época obedece a las
ideologías subyacentes en la conciencia de una sociedad, de la que hace parte el
autor, por tanto, el lenguaje adquiere la responsabilidad de ser un objeto universal
y social.

Frente a la pregunta ¿qué es la escritura? Se pueden encontrar varios elementos


que la caracterizan dándole forma, en primera medida la escritura precisa de la
lengua propia de una tradición y de una época, allí la palabra hace entendible lo que
el autor desea expresar, se constituye en un objeto social, porque pertenece a un
colectivo y puede ser comprendido por toda una comunidad, pero también está allí
el estilo de quien escribe, con éste autor expresa su sentir hasta donde el lenguaje
se lo permite, el estilo sale de la intimidad del autor, señala Barthes que “el estilo
es la “cosa” del autor, su esplendor y su prisión, su soledad”(Barthes. 3) es decir,
allí el autor pone de manifiesto su libertad al elegir que de su intimidad se revela en
sus obras, es quizás el estilo lo único propio del autor, capaz de separarse del arte
y ubicarse por encima de la relación que inevitablemente une al escritor con la
sociedad en la que le tocó vivir y para la que decidió escribir.
Por otro lado, señala Barthes que la lengua y el estilo “son productos” naturales del
tiempo y de la persona biológica, mientras que a la escritura la define “como un acto
de solidaridad histórica” va un poco más lejos al afirmar que ésta cumple con una
función que está unida a las grandes crisis de la historia, es decir la escritura
responde a los procesos sociales, económicos, políticos de una época, ahora es
importante señalar ¿qué tipo de función? Esto estará determinado por las ideologías
propias de las que el autor se ha apropiado a lo largo de su experiencia de vida, no
obstante, se reconoce en la escritura su problematicidad en tanto que nace de la
relación entre el autor y la sociedad a la que pertenece y se enfrenta a los hechos
que ocurren ante el escritor como sujeto histórico.
Cuando el autor aborda la problemática de las escrituras políticas enfatiza en
señalar que la escritura obedece a unas intencionalidades siendo las ideologías
políticas las que más han logrado enmarcar las características de ciertas épocas.
Señala que “existe en el fondo de la escritura una “circunstancia” extraña al
lenguaje, como la mirada de una intención que ya no es la del lenguaje” y continúa
diciendo “esa mirada puede muy bien ser una pasión del lenguaje, como en la
escritura literaria; puede ser también la amenaza de un castigo como es las
escrituras políticas” es decir la escritura sirve no sólo como vehículo que tramite
sentimientos entre ellos los miedos y esperanzas de un mundo mejor, sino que
además como ya ha sido demostrado es una forma de justificar y sostener sistemas
de dominación, allí la palabra se muestra poderosa, y la escritura puede estar
plagada de recursos literarios, léxicos propios, fuerzas potentes y falacias que
pondrán a prueba la capacidad crítica de los lectores.
En cuanto a la escritura de la novela el autor destaca el estilo propio que caracteriza
la obra poética del siglo XIX destacando la estrecha relación que existió entre la
historia y la novela, sin embargo, son indiscutibles las notables diferencias entre los
estilos y formas de la narrativa, el rasgo más característico es la utilización de
elementos como el pretérito indefinido con el fin de hacer de la obra que es ficticia
algo creíble, y que además pueda llevar el lector a identificarse con los personajes
y con la propia historia. También es claro que detrás de este recurso literario puede
rastrearse la presencia de un “demiurgo” dueño de los hilos de la historia que
conduce la vida de los personajes por un camino a veces seguro, pero otras tanto
misterioso. Hace el autor el análisis del estilo de varios autores representativos de
esta época como: Jean Cayrol, Kafka, Blazac entre otros y termina señalando que
la modernidad está enmarcada en la búsqueda de una literatura imposible. Es de
anotar que tampoco la novela a pesar de su carácter ficticio puede escapar a la
historia y a los complejos procesos que se dan en una sociedad, la escritura una
vez más “encadena” al autor a una historia de la que no puede escapar.
Tampoco la poética escapa a la mirada del Roland Barthes para su análisis parte
de mostrar la diferencia entre la poesía clásica y la poesía moderna, considera el
autor que esta última se caracteriza por carecer de una prosa ornamentada,
mientras que se proyecta “como una cualidad irreductible y sin herencia” considera
el autor que el estado de la poética es nuestros días es confuso pues los autores la
han asumido no como un “ejercicio espiritual” sino que han dado al lenguaje tal
autonomía desprovisto además de una posición ideológica que se pone en duda el
alcance de la poesía moderna. Para el autor la poesía moderna sólo es cuestión de
estilo, está desprovista de la capacidad de comunicar

En el segundo parte de su ensayo el autor hace referencia a temas como al triunfo


y ruptura de la escritura francesa, el artesano del estilo, la escritura y la revolución,
la escritura y el silencio, la escritura y la palabra, la utopía y el lenguaje, debido a la
cantidad de temas para este informe sólo haré alusión a los que mayor interés me
generan, iniciaré con algunos comentarios sobre el artesano del estilo.
En este tema el autor explica como el estilo pasa a ser de un gran interés, en aras
de lograrlo el autor consume gran parte de su tiempo puliendo un “estilo” que pueda
retratar con más precisión los rasgos propios de su época, es así como el escritor
sacrifica genialidad y libertad, y se convierte en un artesano, un escultor de una obra
que se hace para satisfacer a un público, a unos críticos, tal vez una obra bella pero
no sincera. Entonces es evidente que la escritura posee en este escenario una doble
vía, por un lado, tiene una función, obedece a unos parámetros y se enmarca en
unos paradigmas que quitan a la obra originalidad, pero a su vez también el estilo
es necesario para que la obra pueda ser comprendida y adoptada por el lector que
descubre allí elementos que le posibilitan la aprehensión de ella.
Lo anterior se deriva en una sub-escritura denominada realista y representada por
autores como: Maupassant, de Zola y de Daudent, ellos logran la combinación de
signos formales y de otros no tanto, de allí surge una escritura que deja clara una
posición frente a diversas situaciones sociales, de esto echan manos primero los
burgueses y luego los comunistas utilizando este estilo para justificar sus ideologías,
es así como la escritura no puede desvincularse de la política y la palabra es la
herramienta que permite poner es conocimiento de los otros los ideales e intereses
de determinada clase.

Me parece importante hacer referencia al momento en que la escritura logra


apropiarse de las palabras que expresan el verdadero contenido de la sociedad, es
decir la forma de hablar que utilizan las personas del común para describir la
realidad, esto permite que el lenguaje se erija como la herramienta capaz de contar
el sentir, las esperanzas, los miedos y las alegrías de las personas. Señala el autor
que “todo hombre es prisionero de su lenguaje” este no tiene el poder de transmitir
el verdadero sentir ya sea porque se hace con la intención de dejar algo oculto o
por los límites naturales que él posee.
Por último, en la utopía del lenguaje se destaca la aseveración que hace el autor
sobre la imposibilidad de escribirse una obra maestra en nuestra época, ya que el
autor actual se haya en una encrucijada, por un lado la de pretender que la forma
de la obra concuerde con las convenciones de la forma existente en esta época y
por tanto se desvincule de la historia presente, pero también que al caer en la
tentación de contar la realidad histórica actual, se encuentre entre la dificultad de
hallar las palabras que cuentan de manera adecuada esa realidad, lo anterior pone
en lucha a un autor que debe combatir contra los elementos literarios que se
imponen a la literatura desde épocas antiguas y esto se refleja en la búsqueda por
parte de algunos de un “no-estilo” o de un “grado cero” que permita dar libertad a la
creación literaria, sin embargo esto parece imposible pues la literatura es la manera
como la vida es contada, compartida por medio de la escritura y ésta está cargada
de convenciones.

Podemos finalizar diciendo que para el autor no es posible un lenguaje trasparente,


pues inclusive en escritura en grado cero se está ante la literatura, es decir hay la
presencia de unos signos que corresponden con unas “convenciones” propias de la
lengua. Es muy importante los aportes de Roland Barthes sobre la literatura, en
especial al dejar claros los argumentos que hacen necesario hacer una crítica
adecuada a la literatura para mostrar de qué manera la relación que se da entre el
autor, y su época pueden permitir una nueva lectura de la obra, que no sea vista
únicamente como un producto que obedece a una circunstancia particular sino
capaz de generar reacciones transformadoras en quién escribió, pero también en
quien lee. Desde la postura de Barthes el lector adquiere una relación directa con la
obra responsable de establecer desde su presente una relación con el pasado.

Para concluir considero muy importante el aporte que hace Barthes sobre la
influencia que ejerce las ideologías, los sistemas políticos y la historia en la
literatura, de allí la necesidad de lectores cada vez más críticos capaces de
identificar elementos sutiles o fuertes de dominio y de engaño, además el lector
adquiere una enorme responsabilidad al asumir una lectura inquisitiva, que penetre
más allá de los signos lingüísticos para encontrar el sentido a lo que subyace en un
discurso que claramente tiene una intencionalidad.
La posición del Roland Barthes frente a la literatura actual, es realista y bastante
preocupante, pues prácticamente pone en duda la posibilidad de que surjan “obras
maestras” en nuestros días, y esto es paradójico, pues, estamos ante una invasión
de todo tipo de autores y de obras que circulan por las calles y librerías, pero que
evidentemente carecen del impacto obtenido por obras clásicas del pasado.
Desde la mirada del autor podría decirse que entre las causas esta la dificultad en
la que se halla el autor al pretender contar una historia y lograr que sea compatible
con las convenciones existentes, el momento histórico actual pero que además el
lenguaje sea compatible y capaz de trasmitir a las nuevas generaciones. Agregaría
que muchos de los lectores contemporáneos no quieren invertir tiempo en descubrir
el sentido de una obra, sólo desean narraciones fáciles de entender que los
entretengan o diviertan, sin embargo de la forma como estos textos están escritos
puede deducirse que estamos ante una sociedad que se complace con temas
triviales y superficiales, temas de superficie, que no se busca la construcción de
nuevas formas de entender el mundo y de entenderse a ellos mismos, porque eso
ya no interesa para muchos, y eso lo han descubierto muchos personas que sin ser
escritores, publican obras especialmente en el campo de la literatura si a eso se le
puede dar ese nombre, con las que sólo buscan lucrarse y que lo que transmiten
muchas veces es la forma de vivir de una sociedad cada vez más decadente.

BIBLIOGRAFÍA
Ricoeur Paul. Teoría de la interpretación, discurso y excedente de sentido. XXI siglo
veintiuno editores y Universidad Iberoamericana.

Barthes Roland. 1997. El grado cero de la escritura, seguida de nuevos ensayos


críticos. Siglo XXI editores.

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