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¿Feminicidio es causa de autoridad o derechos humanos?

Feminicidio es el crimen cometido por hombres en contra de mujeres y si bien ocurre


en todo el mundo, en nuestra Patria se conoce gracias al esfuerzo de
organizaciones civiles de Ciudad Juárez que salieron a las calles para protestar por
los asesinatos de mujeres jóvenes y niñas que fueron secuestradas, brutalmente
torturadas, violadas y finalmente asesinadas por uno o varios individuos. Crímenes
a la fecha impunes. El feminicidio es una reacción misógina de los hombres
por la supremacía de género que les es asignada socialmente. El patriarcado
utiliza la opresión, discriminación, explotación, desvalorización que provocan el
control absoluto sobre las mujeres y niñas, incrementado por la impunidad judicial
en torno a los delitos en contra de las mujeres, sean estos violencia doméstica en
todas sus modalidades, (física, verbal, sexual, económica, emocional
o institucional)

El feminicidio puede ser cometido por un conocido o desconocido, pero en ambos


casos, son el extremo de variadas formas de discriminación hacia la mujer que se
refleja en maltrato, insultos, desprecio, abandono, hostilidad, degradación.

Los crímenes sin castigo, son las causas que provocan que el fenómeno del
feminicidio continúe en nuestra ciudad y en el resto de los Estados de la República
Mexicana. Las heridas producto de la violencia de género no cicatrizan. Las familias
de las víctimas han sido lastimadas por la ausencia de la verdad y la incompetencia
en las investigaciones criminales y esto contribuye a impedir la reconciliación social.

Las causas que facilitan la violencia de género siguen vigentes, como son la
ausencia de guarderías y de seguridad social, programas preventivos, servicios de
salud y educativos, vivienda digna, una juventud sin esperanza que se dedica a la
droga, problemas provocados por las políticas económicas impuestas por el Fondo
Monetario, sin dejar de lago la falta de voluntad política de las autoridades y la
impunidad que corroe las instituciones encargadas de investigar y castigar los
crímenes.
Feminicidio o femicidio es un crimen de odio, que consiste en el asesinato de una
mujer por el hecho de ser mujer. El concepto define un acto de máxima gravedad,
en un contexto cultural e institucional de discriminación y violencia de género[cita
requerida], que suele ser acompañado por un conjunto de acciones de extrema
violencia y contenido deshumanizante, como torturas, mutilaciones, quemaduras,
ensañamiento y violencia sexual, contra las mujeres y niñas víctimas del mismo.
Diana Russell, promotora inicial del concepto, lo definió como «el asesinato de
mujeres por hombres motivado por el odio, desprecio, placer o sentido de posesión
hacia las mujeres.

Varios países lo han incluido como delito en sus legislaciones penales, con
variaciones en el tipo penal. El feminicidio, representa el extremo de un continuum
de terror anti-femenino que incluye una amplia variedad de abusos verbales como
físicos,tales como violación, tortura, esclavitud sexual (particularmente por
prostitución) abuso sexual infantil incestuoso o extra-familiar, golpizas físicas y
emocionales.

El término femicide registra esporádicos antecedentes de uso en el idioma inglés


desde comienzos del siglo XIX, pero comenzó a difundirse desde que Diana Russell
lo utilizara en 1976 ante el Tribunal Internacional de los Crímenes contra la Mujer, y
sobre todo desde que instalara el concepto con sendas publicaciones realizadas en
1990 y 1992.

La introducción al idioma español se produjo a partir de la segunda mitad de la


década de 1990, a raíz de la traducción del concepto aportado por Russell y en el
marco de las revelaciones sobre impunidad en los asesinatos de mujeres de Ciudad
Juárez en México, para poder expresar la gravedad de una conducta generalizada
en la sociedad contemporáneo, para la que no había una palabra en especial.

El término feminicidio es de uso mayoritario y está reconocido por el Diccionario de


la lengua española, pero en algunos casos se utiliza el término femicidio, con un
significado sinónimo.
Algunas personas en cambio hacen una distinción entre femicidio y feminicidio,
expresando con el primero el asesinato de una mujer por el hecho de ser mujer, y
con el segundo, el «conjunto de femicidios en una situación de absoluta o patente
inactividad de los Estados para la persecución y evitación de tales crímenes

En las décadas de 1970 y 1980 varias investigadoras feministas comenzaron a


aplicar la perspectiva de género en la criminología, especialmente en el homicidio,
detectando una gran cantidad de asesinatos de mujeres, a manos de hombres, por
motivos relacionados con la dominación de género, que dieron lugar a la publicación
de libros como Crimes against women: the proceedings of the International Tribunal
(1982) de Diana Russell y Nicole Van de Ven, Gendercide: the implications of sex
selection (1985) de Mary Anne Warren, The age of sex crime (1987) de Jane Caputi,
The lust to kill (1987) de Deborah Cameron y Elizabeth Frazer y Femicide: the
politics of woman killing (1992) de Diana Russell y Jill Radford.

El feminicidio o femicidio define un acto de violencia extrema contra las mujeres, en


una cultura patriarcal. Forma parte del concepto más amplio de violencia de género
en una sociedad patriarcal. Los científicos sociales y las normas nacionales e
internacionales tienen considerables diferencias tanto en la definición sociológica,
como en la definición jurídica del término, diferencias que se extienden a los
conceptos vinculados de género y violencia de género. El problema de definición
del concepto se agrava por la dualidad feminicidio/femicidio, que en algunos casos
se consideran sinónimos y en otros casos definen diferentes actos y situaciones
sociales.

El concepto se instaló a partir de la década de 1990 para focalizar y estudiar una de


las expresiones más extremas de la violencia de género, como es el asesinato de
mujeres, revelando que se trata un mal global con mecanismos generalizados de
impunidad, que alcanza proporciones epidémicas.

El feminicidio no se circunscribe exclusivamente al acto homicida, sino que se


extiende a un contexto más complejo que incluye la trama social, política, cultural,
institucional y económica que lo propicia, lo encubre y despliega los mecanismos
para que quede impune (Monárrez, 2009). Apunta a hacer visibles las relaciones de
poder de una sociedad masculinizada, que mediante estructura, propaganda, ritos,
tradiciones y acciones cotidianas, reproducen el sometimiento de las mujeres y
establecen los mecanismos para ejercer la violencia de género necesaria para
garantizar su preservación. Para Pierre Bourdieu (2000) actos como matar, violar y
torturar, o el deseo de dominar, explotar y oprimir, se vinculan directamente al temor
de los hombres de ser excluidos del mundo de los hombres. En el mismo sentido
Rita Segato —que incluye en el feminicidio al asesinato de aquellas personas con
cuerpos feminizados— ha puesto de manifiesto la relación del femicidio con la
masculinidad en la sociedad patriarcal moderna, explicando que se trata de un título
precario que debe ser permanentemente revalidado mediante actos de dominación,
para demostrar que cada hombre adhiere y reproduce los valores de supremacía
del género masculino y la heteronormatividad, bajo pena de exclusión del estatus
viril, enviando a la vez mensajes de violencia ilimitada de tipo mafioso a toda la
comunidad, que conforman una "pedagogía de la crueldad".

Diferencias entre homicidio y feminicidio:

Homicidio:

Existe un bien jurídico tutelado, la vida.

Es instantáneo, es decir, son excepcionales las acciones fuera de tiempo a la


comisión del delito.

El sujeto pasivo no requiere una calidad específica del sujeto activo o pasivo.

En los casos específicos como homicidio calificado se tiene que hacer un análisis
de las calificativas, por lo general, alevosía, premeditación y ventaja, las cuales
contienen elementos subjetivos que quedan a la interpretación del operador jurídico
que las interpretará.

En el caso del homicidio se parte de la premisa de que éste puede ser doloso o
culposo, es decir, se parte de la voluntad del sujeto activo para acreditar la conducta.

Feminicidio:
Existen diversos bienes jurídicos tutelados: la vida, la dignidad, la integridad, entre
otros.

El delito se configura una vez que se priva de la vida a una mujer y se actualiza una
de las hipótesis que se puede generar antes o después de la privación de la vida de
una mujer.

El sujeto pasivo tiene como calidad específica el hecho de ser mujer.

Para la acreditación de la hipótesis que acredita el delito no se requiere de medios


comisivos, pues las razones de género no son medios comisivos.

Se requiere la realización de una o varias conductas, la última conducta puede ser


la privación de la vida o viceversa.

Es un delito que en sí mismo es doloso, esto es por las conductas realizadas y por
los bienes jurídicos tutelados diversos.

Tipos de feminicidio

Entre los tipos de feminicidio, se distingue el feminicidio íntimo, que es cometido por
una persona con la cual la víctima tenía o había tenido una relación sentimental
(esposo, exesposos, novios, amantes, etc.), del feminicidio no intimo, que es
cometido por una persona o un grupo de personas que no ha tenido ninguna
relación sentimental con la víctima, ni se encuentran unido a la misma por un vínculo
de parentesco.

Feminicidio en mexico

FEMINICIDIO

Sinaloa en ocho meses cuenta con 59 feminicidios, según cifras oficiales hasta
agosto. El conteo de esta casa editorial es de 62, ya que suma las tres bajas de
mujeres registradas hasta el día 18 de septiembre.

La mayoría de los delitos son cometidos con armas de fuego, seguido por arma
blanca, y en tercer lugar contusiones. Además, las menores de edad ultimadas van
en aumento, ya que de tener tres el año pasado, este año se han registrado diez
asesinatos a menores de edad. Los asesinatos a mujeres han tenido lugar en su
mayoría en la ciudad de Culiacán, a la que le sigue el puerto de Mazatlán (Fiscalía
General del Estado de Sinaloa).

PERMISIBILIDAD

"Evidentemente vemos un aumento en los casos de feminicidio en el país. Esto yo


lo explico porque se mantiene una situación grave de violencia generalizada, pero
en esta violencia generalizada las mujeres se van a llevar siempre la peor parte
porque hay una violencia generalizada por razón de género", dijo Rodolfo Manuel
Domínguez Márquez, coordinador de Justicia, Derechos Humanos y Género del
Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio en entrevista con EL DEBATE.

Domínguez Márquez considera que en México se vive con un sistema que favorece
la impunidad, el cual envía un mensaje de permisibilidad o de tolerancia a los delitos
y pone en mayor riesgo a las mujeres.

Nota sobre feminicidio.

Ciudad de México a 24 de enero de 2017.

El Museo Memoria y Tolerancia inauguró su exposición “Feminicidio en México. ¡Ya


basta!”, el evento contó con la presencia de la Mtra. María de la Luz Estrada,
Coordinadora del Área de Violencia de Género y Derechos Humanos de Católicas
por el Derecho a Decidir y Coordinadora Ejecutiva del Observatorio Ciudadano
Nacional del Feminicidio; Juliette Bannafé, Oficial Nacional de Programas ONU
Mujeres en México; Teresa Margolles, artista conceptual Mexicana; Sra. Norma
Esther Andrade, Fundadora de la organización Nuestras Hijas de Regreso a Casa
y madre de Lilia Alejandra García; Irinea Buendía Cortez, activista del Observatorio
Ciudadano Nacional del Feminicidio y madre de Mariana Lima; Sharon Zaga,
Presidenta del Museo Memoria y Tolerancia y Linda Atach, Directora de
Exposiciones Temporales del Museo.

“Hoy, México es un vertedero de dolor, indignación y ruptura, un escenario de


impunidad donde las sentencias y recomendaciones internacionales, -como la de
2009, emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos por la muerte
violenta de tres jóvenes en el Campo Algodonero, (Ciudad Juárez, Chihuahua)-, no
han sido capaces de evitar que en México mueran siete mujeres cada día”, comentó
Linda Atach, directora de exposiciones temporales del Museo Memoria y Tolerancia.

Esta exposición tiene como objetivo principal sensibilizar, a través de distintas salas
e instalaciones, y generar mayor conciencia pública sobre la violencia contra las
mujeres y las niñas, con el fin de prevenir y combatir la impunidad, protegiendo
mejor a las víctimas e incrementando la responsabilidad en respuesta a esta
pandemia mundial.

La violencia contra las mujeres no es un problema de índole personal o privado,


sino social y que constituye una manifestación de las relaciones de poder
históricamente desiguales entre hombres y mujeres, que han conducido a patrones
sociales violentos. Las manifestaciones culturales, los discursos religiosos y
científicos han contribuido a la justificación y difusión de patrones culturalmente
asignados de subordinación, que generan un ambiente de inseguridad y violencia
para las mujeres y niñas.

Con esta muestra, el Museo Memoria y Tolerancia, hace un homenaje a las víctimas
pero también genera una fuente de prevención para jóvenes de ambos sexos; ya
que ahonda en los altos grados de violencia e impunidad que involucran los
feminicidios en México y hace reflexionar sobre la misoginia y el machismo que
sustentan estos delitos.

¡Ni una más! Un urgente llamado a la acción y a la conciencia.

Si alguien le pregunta “¿cuántos feminicidios hay en México?”, la única respuesta


honesta que usted puede dar es “no sé”. Nadie puede saberlo, ni usted, ni el
gobernador de su estado, ni el secretario de Gobernación, ni el Procurador General,
ni nosotras. Nadie. No existe información suficiente para distinguir con certeza entre
el homicidio de una mujer y un feminicidio. La información de contexto que se
publica junto con los datos de víctimas es insuficiente: sabemos poco o nada del
perpetrador del crimen y del contexto en el que ocurre el asesinato.Sin embargo,
podemos intentar aproximarnos a una cifra, inexactamente, usando la información
contextual que sí acompaña los datos de mortalidad que publica el INEGI para
construir nuestra propia medición de “feminicidio”. Al hacer esto sin duda
subestimamos la magnitud del fenómeno, pero reconocemos y resaltamos que no
todo homicidio de una mujer califica como feminicidio. Alternativamente, podemos
simplemente usar la información que las procuradurías estatales reportan en el
Censo Nacional de Procuración de Justicia Estatal, con la que podemos saber el
total de homicidios que la autoridad considera ser “feminicidios”, una medición que
conlleva otra serie de problemas y sesgos.

Usando nuestra propia estimación, calculamos que al menos 8 mil 913 mujeres en
México han sido asesinadas simplemente por ser mujeres entre 2004 y 2016; un
promedio de 686 mujeres al año, 57 al mes, casi dos al día.

Las diferencias sistemáticas entre los hombres y mujeres asesinados: lo que sí


podemos saber

La violencia que experimentan los hombres y las mujeres en México es muy distinta.
Si bien es cierto que la inmensa ola de violencia que ha inundado al país desde
2006 ha dejado en su mayoría víctimas hombres, hay una violencia constante y
persistente en contra de las mujeres que la precede y sobrevive. Esta violencia no
sube ni baja, siempre está ahí. Es la violencia feminicida. Para poder entenderla,
hay que explorar las diferencias sistemáticas entre los hombres asesinados y las
mujeres asesinadas.Para empezar, un mayor porcentaje de las mujeres asesinadas
mueren en el hogar.

El 32.3% de las mujeres es asesinada en la vivienda, mientras que solo el 12% de


hombres muere ahí. Esto es, mientras que una de cada tres mujeres es asesinada
en la vivienda, solo uno de cada 10 hombres asesinados muere en el mismo lugar.
Es importante notar que en casi el 25% de los homicidios no tenemos información
sobre el lugar de los hechos.

La edad a la que son asesinados los hombres y las mujeres en México también es
sistemáticamente distinta: un mayor porcentaje de niñas y de adultas mayores son
asesinadas. Mientras que las niñas de 0 a 11 años representan el 4.4% de todas
las víctimas mujeres de homicidio, los niños de 0 a 11 años son apenas el .7%. En
el caso de las adultas mayores, éstas son las víctimas del 7.5% de los homicidios
de mujeres entre el año 2004 y 2016, mientras que los hombres de ese mismo grupo
de edad solo representan el 4% del total de víctimas.

Las víctimas hombres y mujeres se distinguen entre sí también por su estado civil.
Una mayor proporción de las víctimas mujeres que hombres estaba divorciada, 5%
versus 1.6% respectivamente. Por otro lado, un mayor porcentaje de las mujeres
estaba soltera, 37%, respecto a hombres, 34%.

Recientemente se empezó a incluir al momento de reportar los datos de homicidios


una variable para capturar si el homicidio estuvo relacionado con violencia familiar.
Sin embargo, en el 95% de los homicidios de hombres y en el 91% de los de mujeres
la información no está disponible.

En aquellos casos para los cuales contamos con información, podemos ver que una
proporción mucho más grande de asesinatos de mujeres que de hombres tuvieron
un componente de violencia intrafamiliar. Mientras que sólo en el .8% de los
homicidios de hombres se reportó este tipo de violencia, en el 5.2% de los de
mujeres se registró su existencia.

Dadas estas diferencias en los perfiles de las víctimas hombres y mujeres, poca
extrañeza genera que la causa de muerte específica en los homicidios sea
sistemáticamente diferente según el sexo de la víctima.

o más notorio es la diferencia en el porcentaje que representan los homicidios con


arma de fuego para hombres y para mujeres. Mientras que en los últimos 13 años
han sido la causa del 64% de los homicidios de hombres en promedio, causan solo
el 41% de los homicidios de mujeres.

En lugar de morir a causa de disparos de armas, las mujeres son ahorcadas o


ahogadas de manera mucho más frecuente que sus contrapartes hombres; en
promedio en este periodo ahorcamiento o ahogamiento ha sido la causa de muerte
en casi el 20% de los homicidios de mujeres, pero solo en el 6.3% de los homicidios
de hombres.
¿Qué es un feminicidio? Lo que podemos inferir con los datos que tenemos

Entre 2004 y 2016 han sido asesinadas 26 mil 266 mujeres y asesinados 211 mil
436 hombres. Las víctimas y los perpetradores de la violencia en México son
hombres, sin embargo, comparar magnitudes no solo es inútil, sino que sirve para
ofuscar la diferencia entre las violencias que sufren las mujeres y los hombres.

Si comparamos la tasa de homicidios de mujeres y de hombres de los últimos 13


años, vemos que, mientras que la de las primeras se ha mantenido básicamente
constante a lo largo de todo este periodo, la de los hombres ha seguido y explica la
escalada en la violencia nacional. Estamos, como decíamos antes, ante dos tipos
de violencia distintos, causadas por fenómenos diferentes. Las mujeres, aunque
también son víctimas de crecimientos en violencia asociados al crimen organizado,
su nivel de victimización es menos volátil que en el caso de hombres: las mujeres
mueren como resultado de una violencia constante.
Sin embargo, sería un despropósito argumentar que todos los homicidios de
mujeres son feminicidios. No solo estaríamos vaciando de contenido la definición,
volviéndola indistinguible de la de homicidio, sino que estaríamos borrando las
particularidades de la devastadora violencia que sufren las mujeres por el simple
hecho de ser mujeres.

Entonces ¿cuántas mujeres han sido víctimas de feminicidio en México? Primero


tenemos que especificar qué es un feminicidio.

En el ámbito internacional, feminicidio se define como “homicidio por razones de


género” (Ver sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
“González y otras (Campo Algodonero) vs. México”, 2009), definición que responde
al fondo del problema, pero que vuelve la medición puntual difícil. Sin embargo, el
artículo 325 del código penal federal de México establece una tipología más
específica; se considera feminicidio si:

I.- La víctima presente signos de violencia sexual de cualquier tipo;

II.- A la víctima se le hayan infligido lesiones o mutilaciones infamantes o


degradantes, previas o posteriores a la privación de la vida o actos de necrofilia;

III.- Existan antecedentes o datos de cualquier tipo de violencia en el ámbito familiar,


laboral o escolar, del sujeto activo en contra de la víctima.

IV.- Haya existido entre el activo y la víctima una relación sentimental, afectiva o de
confianza;

V.- Existan datos que establezcan que hubo amenazas, relacionadas con el hecho
delictuoso, acoso o lesiones del sujeto activo en contra de la víctima;

VI.- La víctima haya sido incomunicada, cualquiera que sea el tiempo previo a la
privación de la vida;

VII.- El cuerpo de la víctima sea expuesto o exhibido en un lugar público.

Si quisiéramos contar con precisión el total de víctimas de feminicidio deberíamos


poder saber: si la víctima sufrió violencia sexual, aunque ésta no haya sido
necesariamente la causa de su muerte; si sufrió cuerpo lesiones o mutilaciones pre
o post homicidio, la relación de la víctima con el perpetrador (incluyendo si tenían
una relación no solo familiar sino también de confianza); si el asesinato estuvo
precedido de amenazas o acoso y si el cuerpo fue expuesto en un lugar público,
independientemente de donde haya ocurrido el asesinato. Los datos de mortalidad
que publica el Sistema Nacional de Información en Salud (SINAIS) a través del
INEGI resultan insuficientes.

¿Qué sí podemos saber? Donde murió la víctima, quién era y cómo fue asesinada;
además, tenemos la variable de violencia familiar que, como vimos, no contiene
información en 90% de los casos. Con estas herramientas, construimos entonces
nuestra propia categorización de “feminicidio”.

Para incluir los casos en los que la víctima y el perpetrador tenían una relación de
confianza, sentimental o afectiva, contamos como feminicidio todos aquellos casos
en los que el homicidio haya tenido lugar en el hogar, sin importar la causa
específica de muerte. Esta manera de medir “relación” es sin duda imprecisa, pero
es la mejor aproximación que podemos hacer dada la información que tenemos.
Además de homicidios en la vivienda, contamos como “feminicidio” todos aquellos
casos en los que la causa de muerte fue “agresión sexual”, sin importar el lugar en
el que hayan ocurrido. Para terminar, se cuenta como feminicidio siempre que se
haya registrado que sí hubo violencia familiar relacionada al homicidio.

Esta categorización no niega que las mujeres asesinadas en la calle pudieran ser
víctimas de feminicidio como resultado de una violencia sistemática más allá de
relaciones familiares; lo que reconoce en todo caso es que es imposible saberlo, a
menos que se haya documentado abuso sexual o violencia familiar.

Según esta nueva categorización, de las 26 mil 266 mujeres asesinadas entre 2004
y 2016 en México el 34%, 8 mil 913, fue víctima de feminicidio.

Si comparamos la tasa de homicidios de mujeres que no entran a la definición con


aquellos que sí, podemos ver que tienen tendencias muy distintas; mientras que la
tasa de feminicidios por 100 mil mujeres es muy estable, con un mínimo de .8 y un
máximo de 1.4, la de no feminicidios sigue la tendencia nacional: un aumento a
partir de 2007 que llega a un máximo en 2011 y luego vuelve a repuntar en 2015.

Estas diferencias nos dejan entrever, por un lado, que nuestra tipología de
feminicidio está capturando un fenómeno de violencia particular, constante e
invariable, que agrede a las mujeres, independientemente de lo que esté ocurriendo
en el país. Por otro lado, que hay mujeres asesinadas que fueron víctimas de la
misma violencia que la mayoría de los hombres asesinados desde 2006.

Feminicidios según estado

Distinguir entre homicidios de mujeres y feminicidios nos permite poner especial


énfasis en los estados del país en los que el problema es especialmente
preocupante.

En 2016, Tamaulipas fue el estado del país con la tasa de feminicidios más alta, con
3.5 por cada 100 mil mujeres, seguido de Guerrero, Colima y Morelos. Mientras que
Yucatán y Aguascalientes son las entidades con las tasas de feminicidios más
pequeñas.

Justamente porque la violencia feminicida es distinta que la violencia homicida, hay


estados que tienen bajas tasas de feminicidios, pero altas tasas de homicidios de
mujeres. Por ejemplo, Michoacán tienen una tasa de 4 homicidios por 100 mil
mujeres, la séptima entidad más violenta, pero una tasa de 1.2 feminicidios por 100
mil mujeres.

En general, los estados tienden a tener más homicidios de mujeres que no son
feminicidios que feminicidios, sin embargo, hay seis entidades que son la excepción:
en Tamaulipas, Baja California Sur, Campeche, Tlaxcala, Querétaro y Durango la
tasa de feminicidio es más alta que la de homicidio que no califica como feminicidio.
Desde 2011 el INEGI publica el Censo Nacional de Procuración de Justicia Estatal,
con el cual podemos saber cuántas averiguaciones previas o carpetas de
investigación se iniciaron en los estados por cada delito, al igual que el total de
víctimas. Desde 2014 se incluye el delito “feminicidio” en lo que reporta el Censo.
En 2014, si categorizamos los datos de SINAIS según nuestra propia definición,
hubo 802 feminicidios en el país; en los estados se abrieron 276 investigaciones por
los feminicidios de 322 mujeres.

Al restar el total de víctimas de feminicidio que reportan los estados en el censo con
el total de víctimas de feminicidio según nuestra estimación usando los datos del
SINAIS, vemos que el Estado de México es el que tienen la mayor disparidad.
Mientras que, según nuestra metodología, hubo 127 víctimas de feminicidio ahí ese
año, en el censo reporta solo 48, es decir una diferencia de 79 mujeres asesinadas.

La segunda entidad con mayor discrepancia es Oaxaca, con una diferencia de 58


víctimas de feminicidio. Por el contrario, hay 5 entidades en las que las
procuradurías reportaron más víctimas de feminicidio ese año de las que estimamos
con nuestra metodología. En Aguascalientes tipificaron como feminicidio el
homicidio de una mujer más que nosotros; en Morelos la diferencia fue de 10
víctimas.

Esto es un claro indicio de que lo que califica como “feminicidio” en un estado no


necesariamente sería interpretado como tal en otro y que, por tanto, basarnos en
investigaciones para contar el total de feminicidios en el país es una medida
inexacta y que preserva sesgos estatales.

Todo lo que no sabemos, pero deberíamos poder saber: el Protocolo de Bogotá

El Protocolo de Bogotá sobre la calidad de los datos de homicidio para América


Latina enlista las informaciones mínimas que deben ser registradas en datos de
homicidios. Estas incluyen, además de los datos de la víctima que ya publica
SINAIS, información sobre el hecho del homicidio, fecha y hora no solo del homicidio
sino del hallazgo del cadáver, móvil de la agresión y, algo fundamental si nos
interesa saber con precisión el número de feminicidios, información detallada sobre
el presunto victimario, incluyendo relación con la víctima.

Sin duda nuestra aproximación a medir feminicidios está lejos de ser precisa. Esto
es una consecuencia inevitable de que los datos de homicidios en México, tanto los
de investigaciones que pueden consultarse en el Censo como los de certificados de
defunción que recopila SINAIS y publica INEGI, no incluyen toda la información que
el Protocolo de Bogotá estipula deberían incorporar.

Si queremos saber la magnitud de la violencia feminicida en el país, necesitamos


datos de mejor calidad. Sin embargo, lo que nuestra aproximación deja en claro es
que las mujeres en México sufren una violencia constante y permanente, diferente
a la que sufren los hombres. Queremos y necesitamos mejores datos para poder
medir mejor esta violencia.

A pesar de que las estadísticas en México dependen del momento, la oportunidad


y de quien las presente, sin duda en el caso de los feminicidios diversas fuentes
coinciden en que los números van en aumento; sin piedad y burlándose en la cara
de una sociedad que da la espalda y esconde el rostro a las principales causas del
crecimiento de este mal que ha permeado desde el seno más íntimo de un país: el
hogar y sus "machos".

Era enero de 1993 cuando Alma Chavira Farel con tan sólo trece años de edad fue
asesinada en Ciudad Juárez, Chihuahua; desde ese momento el término feminicidio
y la alarma se encendían, pero no lo suficiente para atender la ola de asesinatos,
porque no fue hasta el 10 de diciembre de 2009 que la Corte Interamericana de
Derechos Humanos imponía la conocida sentencia: Campo Algodonero, la cual
condenaba al Estado mexicano por no garantizar los derechos humanos, en tres
casos de mujeres desaparecidas, torturadas y asesinadas en dicha entidad.

Hoy, a 23 años de aquel incipiente 93, las estadísticas dicen que los feminicidios en
México pasaron de cuatro a siete mujeres asesinadas cada día y esto tiene relación
con lo que indica María José Reyes-Retana, investigadora del Observatorio de la
Ciudad de México al considerar que el fenómeno se ha naturalizado debido a
relaciones de poder relativas al género que contribuyen a la desigualdad entre
mujeres y hombres.

De las estadísticas frías


Como sucedió con los innumerables nombres de mujeres asesinadas en Ciudad
Juárez, ahora en este 2016, Karen Esquivel fue el nombre de la mujer que ‘gritó’ la
situación en la que están viviendo las féminas en el Estado de México, lugar donde
en siete años (de 2006 a 2013) ocurrieron casi 3.000 asesinatos de mujeres.

El Estado de México es uno de los lugares que encabezan las estadísticas de


feminicidios en el país, al grado de que en los primeros cinco meses de este año ya
habían sido ejecutadas 121 mujeres (21 de ellas por violencia de género y 100
homicidios dolosos), además de contar con once municipios con Alerta de Género
desde hace más de un año.

Como si fuera una carrera olímpica, otras entidades que van en incremento de
ataques mortales a mujeres son: Guerrero, Michoacán, entidad que en la que en
este año se declaró la Alerta de Género en 14 municipios, seguidos por Chihuahua,
Jalisco y Oaxaca.

Sin embargo y atendiendo a la frialdad de los números registrados por


organizaciones civiles, Querétaro entró en el espectro de este problema al presentar
22 muertes de mujeres con características de feminicidio, aunado a estos lugares
de la República, Jalisco no se quedó atrás y en 2015 sumó 146 mujeres asesinadas
registradas hasta el 21 de diciembre.

El rostro oculto de las cifras

Parte del ‘rostro oculto’ que no dicen las estadísticas tiene relación directa con las
fuentes que lo presentan y es que, si por un lado alguna organización civil registra
cierto número de feminicidios, por otro las fuentes gubernamentales registran un
número diferente, tal es el caso del INEGI cuando reportó que hace tres años 2 mil
647 mujeres fueron asesinadas, y en contraste el Observatorio Ciudadano Nacional
del Feminicidio (OCNF) indicó que hasta 2013 eran más de 2.500 por año.

Otro aspecto del rostro oculto de los feminicidios y, sin duda, el más importante son
las causas que los provocan y las cuales reflejan la salud de una sociedad, ya que
cuando esta identifica que las autoridades no evitan, resuelven ni castigan a los
agresores, los homicidios se reproducen, de acuerdo con Sergio González
Rodríguez, médico y profesor de la Facultad de Medicina de la UNAM.

Atendiendo al Código Penal del Estado de México, Feminicidio es considerado


como tal si la víctima presenta signos de violencia sexual, si tiene lesiones o
mutilaciones, si existen antecedentes de violencia familiar, laboral o escolar de su
agresor, que haya existido una relación sentimental o amenazas, entre otras
características, de las cuales la violencia cercana permanece como una constante
que hasta el momento la sociedad mexicana no ha logrado resolver.

Esto se confirma con lo que indica la doctora en ciencias sociales, Margarita


Bejarano, en su trabajo ‘Feminicidio, la punta del Iceberg’: “la violencia hacia la
mujer es un fenómeno histórico como un mecanismo de subordinación ante lo
masculino” y aunado a esto es el resultado de una encuesta del Consejo Nacional
para la Prevención de la Discriminación (CONAPRED) que reflejó que un 40% de
los hombres consideran que la mujer debería de realizar labores aptas para su sexo.

Además del patrón cultural de la imposición del masculino sobre la mujer a través
de la violencia, existen otras razones que, de acuerdo con fuentes oficiales y
organismos no gubernamentales, subrayan como causas de feminicidio tales como
las redes de trata y represalias entre el crimen organizado.

Las formas de arrancarles la vida a las mujeres que ahora se han convertido en
número, fueron desde dañarlas con objetos punzocortantes y golpearlas, hasta el
ahorcamiento, la asfixia, quemarlas y, en el menor de los casos, balazos.

¿Solución al feminicidio? Sería una gran noticia tener la respuesta, porque si se


considera que la Alerta de Género es el elixir que derrotará un mal que nace desde
el seno de una sociedad y permea a todo aquel varón que se encuentra, aún no da
resultados o al menos así lo dice Amnistía Internacional al indicar en su informe que:
“en el país se asesina a 7 mujeres a diario. Con frecuencia los casos de feminicidio
no se investigan como tales y no son atendidos por la justicia adecuadamente,
generando un patrón de impunidad.”
Y agrega que incluso “la creación de Ley General de Acceso a las Mujeres a una
vida Libre de Violencia (LGAMVLV), la tipificación del delito de feminicidio en 31 de
los 32 códigos penales de las entidades federativas, así como la derogación de
disposiciones normativas discriminatorias y contrarias a los derechos humanos de
las mujeres, los retos siguen siendo numerosos.”

En este contexto de crecimiento constante del feminicidio en México y muy a pesar


de que el mismo Osorio Chong "llamó" a las legislaturas estatales a homologar este
delito en todo el país, parece conveniente reflexionar desde el lugar más íntimo de
los mexicanos sobre algo que compete a todos, para que no suceda y para que se
localice el castigo adecuado a los culpables.

Los derechos humanos más vulnerados

Según datos del INEGI, en 2015, casi dos tercios del total de violaciones
denunciadas se refirieron a actos u omisiones que atentaron contra el Derecho a la
seguridad jurídica y libertad personal (56 mil 364 – 36% –), Derecho a la integridad
y seguridad personales (24 mil 348 – 15% –) y Derecho a la protección de la salud
(16 mil 185 – 10% –).

Otros derechos principalmente afectados por las violaciones denunciadas en 2015


fueron: derechos de las personas privadas de su libertad (10 mil 696), derecho a un
medio ambiente sano, vivienda adecuada, al agua y a la alimentación (9 mil 837) y
los derechos civiles (9 mil 83). Mención especial merece la cantidad de hechos que
atentaron contra el derecho a la vida, que fueron 781, cifra relativamente menor
pero que por su impacto y gravedad es importante visibilizar, y que con respecto a
2014 aumentó el número de casos, ya que en ese año se contabilizaron 503 hechos
que lo vulneraron.

Violencia contra las mujeres, la violación a los derechos humanos más sistemática
e invisibilizada en el mundo

En el Día de los Derechos Humanos, es necesario recordar que la violencia contra


las mujeres es una de las violaciones a los derechos humanos más sistemáticas e
invisibilizadas que existen. La más sistemática porque es la que más ocurre
alrededor del mundo, y la más invisibilizada porque es la que más se ha
naturalizado.

La violencia contra las mujeres se da en todos los ámbitos, desde el privado, ya sea
en la familia, o las relaciones de pareja, como en el ámbito laboral y docente, que
se manifiesta a través de la descalificación del trabajo realizado, amenazas,
intimidación, humillaciones, explotación y todo tipo de discriminación por condición
de género. Otras modalidades de violencia incluyen también la violencia dentro de
la comunidad, la cual se da mediante actos individuales o colectivos que
transgreden derechos fundamentales de las mujeres y propician su denigración,
discriminación, marginación o exclusión en el ámbito público.

La violencia institucional, que se refiere a los actos u omisiones de las y los


servidores públicos de cualquier orden de gobierno que discriminen o tengan como
fin dilatar, obstaculizar o impedir el goce y ejercicio de los derechos humanos de las
mujeres así como su acceso al disfrute de políticas públicas destinadas a prevenir,
atender, investigar, sancionar y erradicar los diferentes tipos de violencia.

Y finalmente la violencia feminicida, que es la forma extrema de violencia de género


contra las mujeres, que puede culminar en la muerte violenta de las mujeres.

Más allá de la labor de las instituciones, el acceso a los servicios públicos e incluso
la aplicación de las leyes, la impartición de justicia y la lucha contra la impunidad,
en este Día de los Derechos Humanos es importante recordar que una gran parte
de la lucha a favor de los Derechos Humanos de las personas, y en especial de las
mujeres, está fuertemente ligada a una transformación cultural y educativa.

En suma, es tarea de todas y todos promover y defender los derechos humanos de


las personas, fomentando ambientes donde impere el respeto, la tolerancia y la
igualdad. Solo así podremos construir sociedades más justas.

Las mujeres que mueren violentamente en el país son víctimas de quien les priva
directamente de la vida y de un sistema omiso, cómplice, que justifica y garantiza
impunidad a quienes los cometen. Existe un entramado jurídico-legal que no se
utiliza, que no se pone en práctica para garantizar la vida y la libertad de las mujeres.
Un Estado que es incapaz de cumplir y hacer cumplir los derechos de las mujeres,
termina siendo un Estado feminicida. Las mujeres que son asesinadas físicamente
también reciben una muerte simbólica, moral, política, cuando se les desfigura el
rostro, se les elimina el nombre, se ocultan las causas, no se investiga ni mucho
menos se sanciona. Carta de impunidad para machistas, misóginos, violentos. El
ataque sistemático y furioso contra el cuerpo de las mujeres, tiene un objetivo
ideológico que debe ser evidenciado claramente, que es el de atacar los derechos
conquistados por las mujeres a través de la lucha feminista que se lograron
mediante la movilización y el combate ideológico, el fortalecimiento político de
mujeres que dan la cara en áreas anteriormente negadas por la sociedad masculina,
como en el mundo del trabajo, en la academia, en la investigación, en la ciencia y
en espacios de poder donde se toman decisiones. El derecho a decidir, en su
cuerpo, en sus vidas y en el ámbito público y privado, hoy es más que nunca
sometido a ataques por parte de quienes se sienten amenazados en sus privilegios
y su autoritarismo.

El feminicidio es la expresión extrema de una violencia cotidiana que se expresa en


todos los ámbitos de la vida pública y privada, cuando la crisis multidimensional del
capitalismo muestra su rostro más horrible de la descomposición de las relaciones
sociales y humanas, deviniendo en una barbarie cotidiana.

Luchar por los derechos de las mujeres se transforma en una lucha que tiene una
herramienta poderosa en los instrumentos de derechos humanos y, sobre todo, en
los procesos de organización, resistencia y articulación de grupos feministas, y
sindicales, sociales y políticos, que consideran los derechos humanos de manera
integral, para todas y todos, que no son asimilables por un sistema excluyente y
depredador, explotador y opresivo, discriminador y que encubre la realidad con la
manipulación ideológica y mediática de los dueños del capital y de los mecanismos
ideológicos del poder.

En Morelos realizamos una amplia labor de documentación de estos graves hechos


y registramos como esta situación de extrema violencia se ha ido acrecentando a lo
largo de los años. Del 2000 al 2005 se reportaron 122 feminicidios en Morelos; en
el 2006 fueron 37; en el 2007 el número de casos aumento a 54; en el 2008 la cifra
de feminicidios creció a 31; en el 2009 se documentaron 37; del 2010 fueron 46; en
el 2011 la cifra fue de 70 y en el 2012 sumaron 92. En lo que va del 2013 son ya 35.

En 31 de los 33 municipios de la entidad morelense ya forman parte del mapa del


feminicidio: Amacuzac, Atlatlahucan, Axochiapan, Ayala, Coatlán del Río, Cuatla,
Cuernavaca, Emiliano Zapata, Huitzilac, Jantetelco, Jiutepec, Jojutla, Jonacatepec,
Miacatlán, Ocuituco, Puente de Ixtla, Temixco, Temoac, Tepalcingo, Tepoztlan,
Tetecala, Tetela del Volcán, Tlalnepantla, Tlaltizapan, Tlaquiltenango, Tlayacapan,
Totolapan, Xochitepec, Yautepec, Yecapixtla y Zacatepec.

La tipificación del feminicidio en el Código Penal se logró después de casi 20 años


de que se comenzaron a documentar casos de crímenes de mujeres en Ciudad
Juárez. Fue un paso jurídico legal que mandata al Estado Mexicano a sancionar a
quien incurra en este delito específico. Como toda ley, representa un avance, pero
a la vez que muestra sus propias limitaciones.

Un caso emblemático: el triple homicidio cometido contra la familia de Joaquina


Tacuba Benítez

Los hechos ocurrieron el 23 de mayo del 2012 en Axexentla, municipio de Jiutepec,


Morelos, donde murieron: Petra Benítez Barrios, de 65 años de edad, José Adame
Benitez de 23 años y José Ángel de 4 años de edad. Quedó herida Pilar Lugo de 20
años.

Se abrió la Carpeta de Investigación SC01/5363/2012 por parte de la Procuraduría


General de Justicia, sin embargo, no muestra avance alguno en la investigación y
no hay ningún detenido. Se han recibido llamadas de intimidación y amenazas por
vía celular y se vive bajo una amenaza latente en contra de la familia, así como
presencia de personas desconocidas cerca de sus viviendas y donde no aparecen
los elementos policíacos que fueron asignados para garantizar la protección y
seguridad de la familia.

Como organismo de Derechos Humanos acompañamos a la familia en la atención


y seguimiento de este caso, por lo que hemos enviado diversos escritos dirigidos a
la PGJE solicitando información sobre el caso en particular, el último con fecha 27
de febrero del presente, sin que hasta este momento se nos de una respuesta
concreta del caso.

Cabe destacar que el crimen contra la familia de Joaquina Tacuba y de Petra


Benítez, se presentó en el contexto de la puesta en marcha del “Operativo Morelos
Seguro” que solamente significo un crecimiento de la violencia, y muestra de ello es
que en sólo 15 días se hayan presentado más de dos decenas de muertes violentas,
superando 170 casos en 5 meses. Las declaraciones del Coordinador del Consejo
de Seguridad Pública fueron: “Esta dinámica (de muertes violentas) continuará”
porque “se están matando entre ellos”, mostrando la claudicación del Estado en la
defensa del derecho a la vida y la seguridad ciudadana, así como el grado de
omisión frente a quienes privan de la vida a otras personas en la entidad. Los hechos
han sido dados a conocer como si se tratara de uno más de los múltiples asesinatos
ocurridos en la entidad como si fuera derivado de la guerra entre bandas criminales,
lo que generalmente ha significado que queden sin investigación y sin castigo
alguno, en medio de la impunidad y la falta de justicia. Por ello, demandamos de las
autoridades una investigación a fondo y apegada a los procedimientos jurídicos y
legales, de tal manera que este crimen no quede en la impunidad, sin obtener
resultados hasta el momento. A casi un año del feminicidio de Petra Benítez y del
asesinato de su hijo y nieto, seguimos clamando justicia.

La violencia feminicida y el feminicidio como grado máximo de esa violencia son


una afrenta más a la dignidad humana, en medio de la degradación social y la
impunidad prevaleciente, en el estado de Morelos que vive desangrándose
cotidianamente, ante la violencia criminal e institucional en un proceso de
militarización creciente. Este aspecto de toma de conciencia social del feminicidio
nos parece sumamente relevante. En ningún momento bajamos la guardia frente a
esta problemática y en la denuncia de lo que le corresponde realizar al Estado
mexicano, entendido como todas las instituciones del gobierno, pero también nos
dirigimos a la sociedad, no en abstracto ni invocando valores eternos, sino a las
organizaciones que tienen un papel en el proceso de transformación de esta
realidad, y sobre todo a mujeres que se desempeñan en los distintos sectores.
Conseguir una amplia movilización social que permita ir a la raíz de las causas del
feminicidio, para desmontar los aparatos ideológicos de poder y generar dinámicas
de participación para defender los derechos de las mujeres, es fundamental para
cambiar el estado de cosas que prevalecen.

Acciones por la Alerta de Género en Morelos

Debido a que el Feminicidio en el Estado de Morelos se ha incrementado en un acto


nacional iniciamos la “Campaña por la vida y la libertad de las Mujeres en Morelos
y por la Alerta de Violencia de Género”. A la cual se sumaron, abogadas, periodistas,
feministas, sindicalistas y defensoras de derechos humanos, para exigir la
aplicación de la Alerta de Violencia de Género en Morelos. Tomar conciencia de la
gravedad de esta violencia sistemática, institucional, estructural, no resulta fácil,
pero cada vez hay más personas que suman sus voces de protesta y actúan por
diversos medios para que no siga esta violencia criminal y la impunidad que la
alimenta. El antecedente de esta exigencia data del año 2000, fecha en que
iniciamos la tarea de atender a familiares y documentar casos para exigir justicia.

El 16 de abril de 2013, entregamos una carta exigiendo la aplicación de la Alerta de


Violencia de Género en Morelos a la Presidencia de la república, y solicitamos a las
organizaciones sociales se sumaran a esta a una acción urgente, misma que tuvo
una respuesta creciente. Recibimos una respuesta de la Oficina de Atención
Ciudadana de la Presidencia de la República, con fecha 23 de abril de 2013, que
textualmente señala: “le comunico que su escrito ha sido turnado a la Secretaría de
Gobernación para que sea atendido a la brevedad posible” y en el escrito con folio
GR-2200021508-5 dirigido al Lic. Gerardo Alejandro González Espínola, Secretario
Particular del C. Secretario de Gobernación.

La segunda etapa de la Campaña inició el 1o. de mayo, cuando organizaciones


sindicales y sociales expresaron su apoyo a esta exigencia, con la recolección de
firmas, que fueron entregadas directamente en la oficina de Peña Nieto. Por otro
lado, ante la solicitud de información al gobierno de Morelos sobre el grado de
violencia feminicida y las acciones que llevan a cabo, ninguna de sus instancias
respondió positivamente. El 26 de junio las Comisiones Unidas del Congreso de la
Unión, en votación económica aprobaron un punto de acuerdo que exhorta al
Instituto Nacional de las Mujeres, a analizar la factibilidad y procedencia de dar inicio
al procedimiento legal para emitir la declaratoria. El 4 de julio en el Congreso del
Estado de Morelos, con una votación unánime, exhorta al Congreso de la Unión a
dar seguimiento al punto de acuerdo y se exhorta al Instituto Nacional de las Mujeres
que analice y establezca ante el Sistema Nacional Para Prevenir, Atender,
Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres los elementos necesarios para
que se realice la Alerta de Género en Morelos.

El 23 de septiembre, recibimos de una comisión enviada por la Presidencia y de la


Dirección General de Transversalización de la perspectiva de Género del
INMUJERES, un oficio de respuesta a nuestra solicitud de emisión de la alerta de
violencia de género que entregamos el 4 de septiembre del año en curso, donde se
nos solicita formularla en los términos de la ley y su reglamento para dar certeza
jurídica, a la vez que se nos informó que se entregó al Gobierno del Estado un
Programa Emergente para prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia
contra las mujeres, conformado por diversas medidas de intervención inmediata.

La violencia contra las mujeres es una evidencia de la permanencia de las


desigualdades de género en nuestra sociedad. Ningún país del mundo ha logrado
superar esta terrible realidad. Una de las expresiones más cruentas de esta
situación es el feminicidio. Éste es un crimen que afecta únicamente la vida de las
mujeres, y es realizado por agresores cuya intención es dominar, ejercer control y
negar la autoafirmación de las mujeres como sujetas de derechos, a través del uso
de la violencia. Las cifras evidencian esta afirmación:

Según el Ministerio Público 2009 y 2010 se registraron 283 feminicidios.

Según las cifras del Ministerio de la Mujer, entre enero y setiembre del 2011 se ha
podido registrar a nivel nacional 61 casos de feminicidio y 54 casos de tentativa de
feminicidio. Estas cifras muestran que cada mes cerca de 13 mujeres sufren
agresiones que buscan causar su muerte y aproximadamente 7 mueren cada mes
como consecuencia de la violencia de género.

Las regiones con mayor número de casos son: Lima (41%), Arequipa (8%), Junín
(8%), Piura (4%), y Puno (4%).

El 37% de mujeres asesinadas tenía entre 26 a 35 años.

El 80% de víctimas fue agredida por personas de su entorno afectivo y social,


principalmente por esposos, ex esposos, convivientes, ex convivientes,
enamorados, novios, u otra pareja afectiva.

El 45% de agresores señala que cometió el crimen por celos, el 15% ante la
inconformidad por la ruptura de la relación y el 14% por negación de la mujer a
mantener una relación de pareja. Tras estos supuestos motivos se esconde la real
situación de poder que envuelve a estos crímenes; el deseo dominar la vida,
decisiones, cuerpo, sexualidad y subjetividad de las mujeres; quienes continúan
siendo significadas como objetos y no como sujetas de derechos.

Violencia contra la mujer en el ámbito familiar

Tradicionalmente se ha restringido los derechos de las mujeres asumiendo que un


espacio de seguridad para ellas es el hogar. Sin embargo, en sociedades donde la
violencia de género persiste, la inseguridad estará presente tanto ámbitos privados
como públicos.

En lo que va del 2011, el 36% de feminicidios, fue perpetrado en la casa de la


víctima.

Según el Ministerio del Interior a través de la División de la Familia, Participación y


Seguridad Ciudadana – DIRFAPASEC, en el primer trimestre del 2011 se
registraron 15 706 denuncias de violencia familiar en todo el país, de las cuales el
90% corresponde a mujeres. Los principales agresores son los convivientes (7038)
y esposos (3922), seguidos de los ex convivientes y ex esposos (2033).
Según la ENDES 2010, el 38.4% de mujeres ha pasado por una situación de
violencia física y sexual de parte del compañero o conyugue. En el área urbana se
registró una mayor incidencia de estos hechos (39.2), que en área rural (36.5)

De otro lado, esta misma fuente señala que el 21.9% de mujeres en el país, en algún
momento ha experimentado situaciones de violencia verbal a través de expresiones
humillantes por parte de su esposo o compañero; y el 21.1% ha sufrido amenazas
de parte del mismo agresor.

Según el Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público se han registrado

4 591 casos de violación sexual entre enero y julio del 2011, en Lima y Callao.

Trata de mujeres

El diagnóstico del Centro Flora Tristán sobre trata de personas, en 8 ciudades del
Perú, sobre una muestra de 38 casos de víctimas identificadas, casi la totalidad eran
mujeres y el 68% tenía entre 13 y 18 años.

De otro lado, hasta octubre de 2011 desaparecieron 678 peruanos, siendo el


94.24% mujeres, la mayoría proveniente de zonas rurales o lugares periféricos de
las ciudades. Entre enero y octubre del 2011 se han registrado 273 denuncias, el
65.56% de afectadas son mujeres. Al respecto, se estima que siete de cada diez
casos identificados corresponden a la explotación sexual.

El sistema RETA del Ministerio del Interior ha registrado hasta octubre de 2011, 273
personas víctimas de trata, de las cuales 179 eran mujeres.

Con un panorama nacional de 14 estados con solicitudes de Alerta de Violencia de


Género (AVG), y siete entidades más con AVG declaradas, el territorio mexicano se
consolida como una zona de riesgo para las mujeres en una guerra invisible que a
diario cobra la vida de siete mujeres y otro tanto de desaparecidas, víctimas de trata
y tortura sexual, agudizando la desigualdad estructural en la que viven las niñas,
adolescentes y mujeres en México.

Es claro que hay un recrudecimiento de violaciones a los derechos humanos de las


mujeres en México así como en la comisión de delitos graves de alto impacto, que
se suman a los tipos y modalidades de violencia de género consideradas en la Ley
General de Acceso a una Vida Libre de Violencia, particularmente por formas en las
que el propio Estado a través de sus servidores públicos conduce a la conciliación
y la mediación.

Además de que detrás de las solicitudes de AVG hay otras implicaciones y tipos de
violencia que hacen más evidente la violencia sistémica, hablamos de la muerte
materna, la violencia política, la violencia simbólica y por agravios comparados,
entre otras. Frente a este incremento, el Estado mexicano ha dado una respuesta
fragmentada que no alcanza a integrar los esfuerzos, presupuestos y políticas
públicas de atención y prevención a la violencia con el acceso a la justicia para las
mujeres.

En muchos de los estados en los que se ha solicitado y/o emitido la Alerta de


Violencia de Género, las violencias feminicidas están ligadas a la violencia social
derivada del crimen organizado, y se concatenan con el desprecio al cuerpo de las
mujeres, la negación de toda condición de persona, la negativa al derecho a la
justicia, la persistencia de patrones culturales y normas discriminatorias, impunidad,
además de una evidente extensión y apología a la violencia contra las mujeres en
las coberturas periodísticas.

Las siete entidades con Alerta de Violencia de Género Declarada son Morelos,
Estado de México, Michoacán, Jalisco, Veracruz y en noviembre de 2016, Chiapas
y Nuevo León, y los otros 14 (Guerrero, Nayarit, Tlaxcala, Oaxaca, Quintana Roo,
Puebla, Tabasco, Guanajuato, Colima, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Zacatecas
y recientemente Campeche) se encuentran en distintas etapas de solicitud, desde
la integración de los grupos de trabajo hasta los períodos “de gracia” que
noconsidera la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, y otros
que están cumpliendo las observaciones hechas en los Informes de los Grupos de
Trabajo para incidir en las causas estructurales de la violencia contra las mujeres.

Sin embargo, esta condición de los distintos momentos del trámite de la solicitud de
la AVG no es una respuesta a la emergencia que amerita acciones inmediatas
cuando se trata de elevados números de desaparición de mujeres o feminicidios
ligados a la omisión del Estado, para dotar de infraestructura que facilite la
prevención de la violencia.

Es decir, tenemos dos situaciones en las que se amerita una AVG como resultado
de una acumulación de omisiones, acciones y aquiescencia del Estado, incluido el
incumplimiento a la capacitación a investigación con perspectiva de género, la
elaboración de peritajes especializados para visibilizar los contextos sociales de la
violencia de género, y los mecanismos de evaluación a la cadena de justicia para
las mujeres.

Con ello se genera un contexto de violencia sistémica que no solo tolera sino alienta
a la comisión de los delitos contra las mujeres, incluyendo la privación de la libertad
con fines sexuales, la trata-desaparición y el feminicidio, y que están insertos en las
estructuras institucionales y de la sociedad favoreciendo la impunidad en la violencia
contra las mujeres.

Y por otro lado tenemos situaciones en las que lo que se requiere es adoptar
acciones urgentes para iniciar la búsqueda de mujeres que son desaparecidas y
han denunciado violencia de pareja o de un acosador, incluso casos en los que las
mujeres habían solicitado órdenes de protección, y al no darse respuesta inmediata
en plazos de 24 horas por las policías municipales, policías estatales y las propias
Fiscalías para impulsar la búsqueda a través de las unidades especiales de
personas desaparecidas con la emisión de la Alerta Amber, aplicación del Protocolo
Alba y la adopción de investigación con perspectiva de género para establecer la
correlación con los antecedentes de violencia familiar-sexual previamente
denunciados. Incluso de aquellos casos de violencia reiterada en espacios públicos
o rutas y mecanismos de traslado y captación de víctimas de trata claramente
identificados

Mención aparte merecen aquellos casos de feminicidios en los que hay omisión y
negligencia criminal. Son los casos de mujeres que denunciaron y/o solicitaron
órdenes de protección y fueron asesinadas por el sujeto que las amenazaba, y que
con la falta de actuación del Estado -vía servidores públicos- se facilitó la comisión
del delito.
A 2017, este es el escenario que nos habla de una emergencia nacional de una
“guerra contra las mujeres” que evidencia que los millonarios presupuestos
destinados a la “atención y prevención” de la violencia a través de mecanismos de
acceso a la justicia para las mujeres han dado poco resultado por la desarticulación
y falta de claridad en cómo concretar las intervenciones.

Lo más grave es que el Estado Mexicano tuvo información suficiente para saber que
debía implementar acciones emergentes para atender un inminente riesgo ligado a
la militarización y la “guerra contra el narcotráfico”, que no solo afectó y afecta a la
población en general, sino que consolidó una guerra contra las mujeres,
invisibilizada detrás de las violencias sociales, es decir, las mujeres no están
exentas de la violencia social que incluye los efectos del crimen organizado y el
incremento en la inseguridad pública, a estas se suma la violencia de género
recrudecida. Esto es, una doble exposición a dos violencias también recrudecidas.

El resultado es el incremento en los números de víctimas de violencia y feminicidio,


pero también trastoca la vida de muchas más que no aparecen como víctimas pero
están expuestas a un espacio social y familiar de información de feminicidios
cometidos con grave saña y brutalidad, y afectan la percepción de la seguridad para
el uso del espacio público, restringiéndolos por hegemonías discursivas
patriarcales. Además del argumento de que estar afuera es “ponerse en riesgo” y
participar en cualquier actividad pública es aumentar el riesgo de ser víctima.

Y nos queda la duda, ¿esto se pudo prevenir? De primer momento nos viene la idea
de que algo está mal y que han prevalecido acciones desarticuladas. Ya desde
2012, el Informe 7mo y 8vo (CEDAW/C/MEX/CO/7-8) en las observaciones finales
del Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, en la
recomendación general número 11, señala:

Al Comité le preocupa el hecho de que los altos niveles de inseguridad y violencia


en el Estado parte no se limiten a la lucha contra la delincuencia organizada y, en
consecuencia, estén afectando de modo negativo a la población, en particular a las
mujeres y las muchachas, en el disfrute de sus derechos humanos. Le preocupa
profundamente que la estrategia de seguridad pública para luchar contra la
delincuencia organizada, combinada con la impunidad y corrupción persistentes,
haya contribuido a la intensificación de unas pautas ya existentes de discriminación
y violencia generalizadas contra las mujeres en el Estado parte, basadas en
actitudes patriarcales, y a minimizar este fenómeno y hacerlo invisible. Al Comité le
preocupa que las mujeres y las muchachas se vean sometidas a unos niveles cada
vez mayores y a diferentes tipos de violencia por motivos de género como la
violencia doméstica, desapariciones forzosas, torturas y asesinatos, en particular el
feminicidio, por agentes estatales, incluidos funcionarios encargados de hacer
cumplir la ley y fuerzas de seguridad, así como por agentes no estatales como
grupos de delincuentes organizados.

Pese a esta observación, el Estado mexicano continuó con su estrategia de


seguridad pública, y los delitos contra las mujeres quedaron fuera de la agenda
prioritaria sin considerarlos delitos graves, desde un enfoque que reconociera la
violencia contra las mujeres en el espacio público y privado. Se cometió el error de
desligarlo tanto de los planes de acción de intervención como una prioridad para el
Estado, como de los presupuestos destinados a la seguridad pública,
específicamente desatendió la relación del incremento en la violencia derivada del
crimen organizado con los delitos contra las mujeres.

No solo se trata de la falta rumbo, sino de errores de atención estructural y


planeación transversal en las políticas públicas, falta de cumplimiento de los
indicadores mínimos para el cumplimiento de las recomendaciones generales de la
Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la
Mujer (CEDAW), del Informe Hemisférico del Mecanismo de Seguimiento de la
Convención de Belem do Pará (Mesecvi), y de los documentos y compromisos
internacionales como la Plataforma de Beijing o los Objetivos de Desarrollo del
Milenio de la Organización de las Naciones Unidas.
El resultado son las cifras criminales que continúan alarmando a los organismos
defensores de derechos humanos y que comprueban que México es un territorio en
guerra contra la población, específicamente donde ser mujer es un grave riesgo.Las
cifras de la guerra contra las mujeres

Del 2012 a la fecha, los números nos dan un panorama de recrudecimiento:

El Observatorio Ciudadano Nacional de Feminicidio registró de 2007 a junio de 2012


4,112 feminicidios en 13 estados. Un porcentaje fue cometidos por uso excesivo de
la fuerza física como golpes, contusiones, heridas con armas punzocortantes o
asfixia. La mayor problemática de este tipo de violencia contra las mujeres es la
impunidad y la violencia institucional de las autoridades quienes no investigan o no
cuentan con protocolos de investigación, pericial, policial y ministerial con
perspectiva de género y derechos humanos.

Para 2014, los feminicidios se presentaron particularmente en 10 entidades donde


se registra más violencia feminicida contra las mujeres: Chiapas, Chihuahua, DF,
Guerrero, Jalisco, Edomex, Nuevo Léon, Oaxaca, Puebla y Sinaloa con un total de
1,042 asesinatos de mujeres por razones de género.

Prevalecen feminicidios de mujeres/adolescentes/niñas que vivían un continuum de


violencia, contextos estructurales en los que el Estado podría intervenir para
prevenir la violencia feminicida, que afecta a mujeres de entre 15 y 35 años de edad.

En los estados con alta población indígena se registran más feminicidios contra
mujeres de menos de 20 años (36 % de feminicidios cometidos en Oaxaca entre
2012-2013). En zonas turísticas se presentan un importante número de feminicidios
de mujeres extranjeras.

El estudio denominado Carga Global de la Violencia Armada 2015. Cada Cuerpo


Cuenta señala que en seis años más de 1,900 mujeres y niñas fueron asesinadas
de forma violenta en México y casi la mitad de ellas con armas de fuego, lo que nos
da una clara relación entre la existencia de armas y la normalización de su uso en
la violencia feminicida. Esto ubica al país entre los 10 con mayor número de
feminicidios por armas de fuego en el mundo.
El Informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (2016) revela que las
entidades federativas con mayor número de averiguaciones previas iniciadas por el
delito de trata son Puebla con 375, Chiapas 315, Ciudad de México 113, Oaxaca
118 y Baja California Norte y Estado de México con 95 cada una, lo cual representa
el 76 % del total iniciadas en el ámbito local.

De 2,843 víctimas identificadas en el Informe de la CNDH, 87.9 % son mexicanas y


solo 8.4 % extranjeras; 93.4 % mujeres y 6.1 % hombres; 26.5 % son personas
menores de edad y 71.7 % mayores de edad (3.2 % no se identificó edad). El origen
de las víctimas son los países: Estados Unidos, Honduras, Colombia, Argentina, El
Salvador, Guatemala, Cuba, Chile, Nicaragua y Venezuela.

La desaparición a manos de particulares y la desaparición forzada

Los contextos de vulnerabilidad de las mujeres se han acrecentado por un conflicto


armado y las estrategias de seguridad pública, ocasionando actos de extrema
violencia contra las mujeres como la violencia sexual por parte de militares y grupos
del crimen organizado.

El OCNF registró de enero de 2011 a junio de 2012, 3,976 mujeres y niñas


desaparecidas en 15 estados, de éstos el 54 % sucedieron en los estados de
Chihuahua y Estado de México; en 51 % de los casos las mujeres tenían entre 11 y
20 años de edad.

A pesar de ello, la denuncia de desaparición de mujeres y niñas no es prioridad del


Estado, mientras que el contexto de inseguridad ha provocado el incremento en la
venta y explotación de mujeres.

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