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No pasó nada grave

Supongo que esa será la explicación que las autoridades darán como explicación a la falta
de tarjetones para la Gran Consulta por Colombia.
El punto es que si pasaron cosas, y muy graves, para la democracia.
Que la falta de tarjetones se hubiese presentado digamos, a las 3:30 pm, cuando ya casi
todo el mundo había votado, vaya y pase. A la Registraduría le quedaba un poco difícil
prever que habría una demanda masiva de tarjetones para esta consulta y hubiese sido
normal que a la hora del cierre en alguna mesa se hubiesen agotado los tarjetones. El
problema fue que se acabaron a las10:00 am, cuando apenas empezaban las consultas. Y
no fue en alguna mesa, fue en más de mil, y justo donde era previsible que iban a votar
más interesados en esta consulta.
Es comprensible que, ante la imposibilidad lógica de que todos los votantes inscritos en
todo el país fuesen de los partidos y grupos que participaban en la GCC, no se imprimiesen
tantos tarjetones como votantes registrados figuraban en el censo electoral. Imprimir 15
millones de tarjetones de una consulta específica, para 36 millones de electores, suena
razonable. La pregunta es ¿Dónde enviaron los tarjetones? Si, según las cuentas de la
Registraduría, en la consulta de la GCC votaron menos de 6 millones de electores, sobraron
9 millones de tarjetones.
Lo curioso es que los tarjetones justo faltaron en las zonas donde era probable que se
presentase la mayor votación para la consulta de la GCC. Según los estirados funcionarios,
los tarjetones se distribuyeron por igual en todo el territorio nacional. Parece que a nadie se
le pasó por la mente que las comunidades de clase media y alta de las principales ciudades,
justo quisiesen votar masivamente en apoyo a la consulta en la cual participaban los
representantes de sus probables preferencias políticas ¿O sí?
Claro que se mandaron tarjetones y en igual cantidad que a cada mesa de Medellín, a los
fortines políticos del gobierno, y sus aliados. Seguro que en Guaviare había 20 mil
tarjetones, así solo hubiese unos 20 mil votantes inscritos. De pronto todos eran uribistas
allí. Todo tarjetón allí, era un tarjetón menos en las zonas de simpatía del CD. Y al fin y al
cabo no pasaba nada. A nadie se le estaba restringiendo el voto por las corporaciones de
senado y cámara, que eran las elecciones que se estaban llevando a cabo ese día, las
consulta fueron un favor que se les hacía a los movimientos políticos, que deberían antes
estar agradecidos de haber podido dirimir sus controversias internas con ayuda del
gobierno. Y a nadie se le ocurrió que los electores se iban a negar a ejercer su derecho al
voto de manera incompleta. ¿O sí?
Con la pelotera que se armó, ¿Cuantas personas renunciaron a votar? Bien sea por
indignación, por la imposibilidad de quedarse 2 o 3 horas esperando debido a otros
compromisos, por aburrimiento, o por limitaciones físicas, se devolvieron para sus casas
sin votar. ¿Y cuántos de esos creen que eran del CD e iban a votar por los candidatos de
este grupo al Congreso? Curioso, los pronósticos anunciaban barrida del CD, con 24
senadores electos por lo menos, y hasta perdió una curul. Claro que la falta de tarjetones
no tuvo nada que ver, al fin y al cabo no era para votar por el Congreso ¿O sí?
Me da la impresión que muchos simpatizantes del CD cayeron en la trampa como
corderitos. Indignados por la imposibilidad de participar en la consulta interna, se
devolvieron sin votar para el Congreso.
Fue una moñona monumental. El gobierno impidió que un buen número de ciudadanos
pertenecientes o simpatizantes de un grupo político específico ejercieran el derecho al voto.
Y lo consiguieron de manera legal.
El ministro del interior le echó la culpa al registrador, como si el registrador fuese de
Holanda, o de la ONU. El registrador es miembro del gobierno de Colombia y obedece
órdenes del presidente. La culpa es del gobierno de Santos.
Para empezar, el registrador debe renunciar ya, sin perjuicio de las sanciones penales,
administrativas a que se haya hecho merecedor. Debe renunciar por vergüenza, debe
renunciar si posee una mínima cantidad de dignidad. Debe renunciar porque probó que era
un delincuente de cuello blanco que falló de manera deliberada y consiente en el
cumplimiento de una de sus dos únicas funciones (Dirigir las elecciones y registrar los
ciudadanos). Nadie se traga el cuento de que era imprevisible. Si en una mesa hay 300
inscritos, con una abstención histórica del 50%, lo mínimo que debía haber era 150
tarjetones y suponiendo que todos los inscritos decidieran participar, los tarjetones se
debían acabar hacia las 12:00, no a las 10.00. Y el delegado de cada sitio debería haber
tenido tarjetones de reserva para entregar a las mesas, en caso de que se acabasen. De
ser necesario, se debería haber autorizado el uso de papeletas hechas a mano que
expresasen la voluntad del elector. Proteger la voluntad del elector es más importante que
la rigurosidad técnica de un proceso.
Los tarjetones no se acabaron en Ciudad Bolivar, pese a los anuncios histriónicos de
Gustavo Petro, que no podía ceder su papel de víctima en tan magna fecha y quien anunció
de manera falsa, pues los periodistas fueron a corroborarlo en vivo, que lo estaban
perjudicando porque se habían acabado los tarjetones de su consulta simulada en Ciudad
Bolivar. También anunció, sin pruebas, que los jurados estaban negándose a entregar los
tarjetones, cuando todo el mundo sabía que la instrucción era que ningún jurado podía
ofrecer estos tarjetones, so pena de incurrir en un delito electoral, por tratarse de un intento
de influenciar al elector. Cada elector debía, si pretendía votar en una consulta, solicitar por
iniciativa propia el respectivo tarjetón de la consulta específica en la cual quería participar.
Le debió doler al bandido de Petro ver por televisión que el montoncito de sus tarjetones
permanecía virgen en muchas mesas, mientras que se agotaban los tarjetones de sus más
enconados y odiados rivales. Se debe iniciar una investigación a Gustavo Petro por su
intento de perturbar el orden público, pues al propalar de manera pública noticias falsas
estaba incitando a un motín. Eran tan falsas sus afirmaciones que ni siquiera sus
simpatizantes más acérrimos se la creyeron y no hubo en todo el territorio nacional ni un
solo amago de protesta a su favor. Por lo pronto Petro es un ciudadano como cualquier
otro, no es un ciudadano electo al cual se le están violando unos derechos especiales, como
alegó cuando era alcalde para librarse d las consecuencias de sus tropelías y
arbitrariedades. ¿Por qué no le mandaron la policía a silenciarlo, como sí lo hicieron con los
septuagenarios que demandaban sus derechos en EAFIT y en El Colegio Palermo, en
Medellín? Hasta el CTI parece que llegó a Unicentro en Bogotá, para iniciar las
investigaciones correspondientes por perturbar la jornada electoral, al tratar los votantes de
exigir su elemental derecho a manifestar su voluntad mediante el voto. Si Pero no entrega
evidencia cierta de las afirmaciones que realizó ante la opinión pública para darse
protagonismo mediático, debe ser procesado por intento de alteración de las elecciones.
Los congresistas y demás funcionarios electos parece que tienen ciertos privilegios que los
protegen aun de sus propias afirmaciones y actos, pero los particulares como Gustavo
Petro, no. Este sujeto no tiene sangre azul, no es un par del reino, ni cuenta con fuero
especial. Trató de sabotear las elecciones, aprovechándose de los perjuicios infligidas por
el gobierno a otros y debe pagar por ello.

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