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Ocultamientos

La noticia de la semana intentó ser la toma con fines de extinción de dominio de varias
cadenas de supermercados y mini-mercados, presuntamente por ser lavaderos de dinero
propiedad de testaferros de las FARC. Claro que la Corte Suprema salió a la carrera a darle
una ayudaditas al gobierno y a las FARC, creando una noticia más escandalosa, mediante
el truco de revivir viejas investigaciones contra Álvaro Uribe, las cuales no se cierran ni se
profiere condena, pero permanecen vivas para estimular el ambiente cuando es menester
desviar la atención de las actuaciones del gobierno.
El valor de los bienes incautados se estima en más de 600.000 millones de pesos, casi el
valor estimado total de los bienes y propiedades que, con bombos y platillos, las FARC
entregaron supuestamente como toda su riqueza. La diferencia es que los mini-mercados
y supermercados son bienes tangibles, mientras que la mayoría de los bienes “entregados”
por las FARC son rumores y propiedades gaseosas ubicadas en sitios indeterminados, y
bienes que, como también esta semana lo están afirmando las propias FARC, se están
perdiendo porque el estado no ha tomado posesión de ellos, afirmación con la cual, que
ironía, reconocen que en la realidad, no entregaron efectivamente casi nada.
El ocultamiento de bienes es, según se rumora que se dice en el acuerdo habanero, como
se supone que debería ser lo lógico, un incumplimiento grave de dichos acuerdos e invalida
todas y cada una de las concesiones jurídicas acordadas, especialmente lo relativa a la
suspensión de las acciones judiciales por los delitos cometidos antes de la firma del
acuerdo.
Es claro en el acuerdo que la fecha límite de los delitos que se condonan, perdonan, indultan
o amnistían, o como dice eufemísticamente se dice en el acuerdo, se consideran conexos
con la rebelión armada y están sujetos a la JEP, era la fecha de la firma del acuerdo.
Los supermercados y mini-mercados no fueron entregados, ni declarados ni nada, y sus
dueños continuaron lucrándose de bienes de origen ilícito después de la firma del acuerdo.
Ergo, sus propietarios continuaron delinquiendo.
La pregunta es:
¿Dónde están las órdenes de captura contra los cabecillas de las FARC, propietarios de
esos bienes?
¿Por qué los únicos encartados son los testaferros? ¿Son o no son testaferros y lavadores
de capitales? Si son simples comerciantes independientes, fue un abuso las acciones de la
fiscalía. Si son testaferros, tiene que serlo de alguien, y la Fiscalía debe saber quién es y
tener evidencia sólida de ello (para poder considerar a los titulares nominales de los bienes
simples testaferros), pero por ninguna parte aparecen las ordenes de captura contra los
verdaderos dueños. Si no es una persona específica, pues entonces el dueño debe ser el
colectivo FARC, y los miembros principales de dicha organización deben ser capturados,
sus amnistías revocadas y las condenas vigentes que han sido proferidas en los pasados
50 años ejecutoriadas. Entiendo que ese fue el acuerdo.
¿O es que Santos es tan falso que ni siquiera va a tratar de hacer cumplir su propio acuerdo,
y se va a traicionar a sí mismo?
Supongo que la explicación que va a lanzar las FARC es la siguiente:
“Los bienes incautados eran presuntamente del Mono Jojoy, quien por haber sido vilmente
asesinado por las fuerzas oscuras de los paramilitares encabezados por el estado
colombiano en manos de la derecha uribista, no tuvo la oportunidad de hacer entrega de
dichos bienes como seguramente su buen corazón y disposición de entrega al bien común
se lo hubiese dictado, y unos burgueses oportunistas, seguramente amparados por el
mismo estado derechista en manos de Uribe, se apoderaron de las cadenas de
supermercados; las FARC niegan haber tenido conocimiento de tales bienes, con
anterioridad a las noticias publicadas por la prensa, por lo cual no son responsables de esos
bienes ni de cualquier otro bien que en el futuro aparezca en manos de terceros y haya sido
obtenido con dineros producto de las actividades empresariales de las FARC, cuyo único
objetivo habría sido el financiamiento de la rebelión legítima contra un estado ilegítimo. La
noticia es una infame calumnia que busca desprestigiar la labor social y humanitaria del
partido del común, y se trata de un simple montaje burdo de la derecha para enlodar el
nombre de honestos ciudadanos, que adelantan una campaña legítima en busca del bien
común”.
Lo grave no es lo que van a decir las FARC, quienes han guardado prudente silencio, a la
espera de preparar la respuesta explosiva adecuada.
Lo grave es la actitud del gobierno, el cual, en lugar de exigir el cumplimiento de lo pactado
y la aplicación de las medidas establecidas en caso de incumplimiento, guarda sepulcral
silencio y más bien se dedica a revivir viejos muertos con los cuales desprestigiar la
oposición, al mejor estilo madurista.
¿O será que entre las más de trecientas páginas del mamotreto suscrito entre las partes,
en realidad no hay prevista ninguna sanción concreta en caso de que los miembros de las
FARC sigan delinquiendo, no cuenten la verdad y no reparan a sus víctimas con sus
bienes? Seguramente la interpretación será que esas sanciones solo aplican a las bases,
en el caso de que dichas bases continúen delinquiendo.
Supongo que la Corte Suprema, al absolver a los cabecillas de las FARC de estas
actividades, conceptuará que “los rendimientos y rentas de patrimonios personales
recibidos con posterioridad a la suscripción del acuerdo, en virtud de que los patrimonios
personales de los dirigentes farianos obtenidos con anterioridad a la suscripción del
acuerdo quedaron absueltos en la medida que dichos patrimonios fueron constituidos como
resultado de actividades que fueron amnistiadas, deben ser consideradas legítimas y no
podrán ser sujetos de entrega para reparación en virtud de haberse obtenido luego de la
suscripción del acuerdo y resultados de actividades legítimas, tales como vender frutas y
verduras”.
El discurso constante de los farianos ha sido siempre que el estado, en alianza con los
paramilitares, fue el culpable de todo y que el estado es quien debe reparar a las víctimas
y que ellos son los primeros de la filas de víctimas, puesto que se ganaron tal derecho por
haberse opuesto a la opresión y la agresión. Parece que ellas decidieron “reparase” de
antemano y “por derecha”.
En la post-verdad fariana uno de los argumentos que están tratando de introducir en la
historia es que su alzamiento y rebelión fue en respuesta a los grupos paramilitares
patrocinados por el estado. El problema es que hay una pequeñísima fisura en tal
argumento. Si el argumento es cierto, los grupos paramilitares tienen más tiempo de
existencia que las FARC, es decir sesenta años, por lo cual, acusar a un bebé en brazos
de su madre, que era la condición de Álvaro Uribe cuando supuestamente se crearon las
FARC, de ser el fundador de los grupos paramilitares suena algo incongruente. Conocí una
foto del bebé Uribe, en brazos de su madre, y no se ve ninguna arma ni motosierra. La
verdad desnuda es que los grupos paramilitares fueron la respuesta de los particulares de
la provincia para defenderse de las salvajadas de los paramilitares que se declaraban de
izquierda (los guerrilleros) y trataban de robarles sus propiedades y bienes, ante la inacción
de un estado encerrado en Bogotá y dedicado a saquear las arcas públicas.
Otra ironía es que los farcsantes exigen a voz en cuello el exterminio de “los paramilitares”,
y chillan porque están asesinando a algunos de sus camaradas, que en realidad son o
fueron paramilitares. De lo contrario, por favor expliquen, cual es la diferencia entre un
grupo de civiles que se arma para defender sus intereses, de otro grupo de civiles que se
arma para defender sus intereses de los ataques del primer grupo. Si las FARC piden la
condena sin cuartel ni atenuantes contra los paramilitares, ellos mismos, siendo
paramilitares, deberían ser los primeros en presentarse en las cárceles a cumplir su
condena. Pero, no según las FARC, hay asesinos buenos y asesinos malos. Según las
FARC, ellos tenían derecho a matar, secuestrar, extorsionar y traficar con drogas en aras
de un bien común, mientras que los otros no, y son seres inhumanos, indignos de vivir, por
no haberse dejado robar y matar sin resistencia.
¡Si! Yo sé que antes de las FARC existía “la violencia”, entre rivales económicos, quienes
disfrazaban esas rivalidades como diferencias políticas, y había grupos paramilitares
liberales y conservadores (cachiporros y chulavitas) y ambos hicieron barbaridades, pero la
realidad es que las FARC son una simple disidencia de uno de esos grupos paramilitares,
que no se desmovilizó y que creó un mito fundacional posterior de lucha de clases, en
consonancia con las doctrinas comunistas en boga en la segunda mitad del siglo XX, para
justificar la continuación de las únicas actividades de un grupo de iletrados e ignorantes que
lo único que sabían hacer era empuñar un azadón o echar bala, y no les gustaba la primera
opción. Lo sé porque mi familia materna fue víctima de esos desplazamientos de “la
violencia”. Irónicamente, no perdí ninguno de mis tíos porque los rivales políticos de
entonces los protegieron, escondieron, y auxiliaron, cuando los paramilitares de entonces
los empezaron a buscar para asesinar. ¿Saben porque? Porque mis tíos eran gente buena.
Muy distintos de los paramilitares de izquierda de ahora, quienes exigen protección del
estado ante los ataques con huevos y gritos de turbas indignadas por su presencia, ataques
resultantes resultado de la ira acumulada desde aquellos tiempos cuando ellos lanzaban
tatucos, cilindros y plomo puro, contra poblaciones inermes, pero sobre todo ira acumulada
por la impotencia de ver esos farcsantes libres, sin haber pagado un día de cárcel, sin haber
entregado sus bienes ni contado la verdad y dándoselas de víctimas.
Un dato interesante de cierre sobre los ocultamientos. Hace poco se anunció en la prensa
que uno de los personajes vinculados con el testaferrato (Mauricio Parra Rodríguez), es el
mismo personaje integrante de las FARC quien inicialmente fue acusado de ser el asesino
intelectual del propietario de otra cadena de supermercados (Surtifruver), quien se negó a
venderles su cadena de tiendas a las FARC, pero a quien se absolvió rápidamente cuando
aparecieron unos mejores sospechosos: la viuda y el hijo del propietario remiso a vender,
con lo cual, de paso se despeja toda sombra de duda sobre la honorabilidad comercial de
los miembros de las FARC.

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