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Justicia alternativa penal;

¿Se puede cambiar la cultura por decreto?

La Cultura.

¡Oh, justicia de Dios, qué terrible debes ser cuando asestas tales golpes de venganza! – Dante
Alighieri.

Para Terry Eagleton, cultura es el conjunto de valores, costumbres, y creencias que constituyen
la forma de vida de un grupo específico, por lo que es un intangible. Para entender lo anterior
pensemos en un iceberg, lo que se muestra sobre la superficie del agua son reflejos de la cultura:
la música, la danza, la cocina, los trajes típicos, y los juegos tradicionales, y lo que subyace debajo
del agua y no es perceptible a simple vista, son esos valores, costumbres, y creencias. Así, el
mariachi, los tacos, los matlachines, o el juego de la lotería, todos ellos son un reflejo de nuestra
cultura.

Pensemos en la lotería como reflejo de cultura, en este juego encontramos muestras de valores
que como sociedad tenemos en común, ¿recuerda cuál carta está marcada con el número doce?.
El valiente. El valiente retratado en la lotería es un hombre que tiene la camisa desabotonada, el
antebrazo izquierdo protegido por un sarape para resistir los embates del enemigo, y con la
diestra empuña una navaja (en algunas representaciones la navaja está manchada de sangre). En
este retrato se refleja un valor cultural, nuestro entendimiento de lo que significa ser valiente,
ser valiente es ser violento si nos estamos a la definición de cada una de las dos elocuciones.
Según el diccionario de la lengua española, se dice que una persona es valiente cuando es
capaz de llevar a cabo una tarea arriesgada a pesar del peligro que entraña. Por otro lado, el
mismo diccionario define que una persona es violenta
cuando actúa con ímpetu y fuerza y se deja llevar por la ira. Vaya que el valiente está inscrito en
nosotros, no es poco común, sobre todo tratándose de varones que incluso, la vista ofenda, ¿qué
me ves?, ¿soy o me parezco?, ¡me barrió con la mirada!, ¿qué se cree?, en México incluso se
puede despertar al valiente viéndole.

Como cultura, ¿cuál es nuestra respuesta más común ante conductas que nos dañan u ofenden?,
bien, pensemos en la niña o el niño que regresa de la escuela sollozando porque algún compañero
o compañera le ha pegado o halado el cabello, y seamos honestos, ¿qué le dirá la madre o el
padre?, a caso le dirá “es importante que se pongan a platicar y le expliques qué no quieres que
te vuelva a hacer eso”, o le dirá “no te dejes”, o tal vez “pégale más fuerte”. En el mundo de los
adultos, tenemos expresiones, dichos, que reflejan nuestro entendimiento de qué debe pasar
frente a los conflictos de daño u ofensa: “Vamos a ver de qué cuero salen más correas”. Incluso,
aunque no nos salga el valiente, hemos encontrado la forma de desear una retribución o castigo
para quien nos ha ofendido o dañado: “Pero hay un Dios que todo lo ve”.

Como Mexicanos, ¿qué entendemos por justicia? Si le preguntamos a un licenciado en Derecho,


seguramente citará aquella frase que reza: “La justicia es la constante y perpetua voluntad de dar
a cada quien lo que es suyo”, y entonces la justicia será el fallo de un tercero con facultades para
imponer su decisión basado en las normas del derecho. Podríamos también citar a Benito Juárez
quien se dice dijo “A mis amigos justicia y gracia, a mis enemigos justicia a secas” y entonces nos
tendremos que preguntar, si la justicia se puede aplicar de manera diferenciada, ¿sigue siendo
justicia? Por otro lado, Platón, respecto de la idea decretó ”la justicia no es otra cosa que la
conveniencia del más fuerte”, ser el que prevalezca, no dejarse, pegar más fuerte, tal vez esta
idea esté más en consonancia con nuestro entendimiento cultural del término.

Los decretos.

El dieciocho de junio de dos mil ocho se publicó en el diario oficial de la federación la reforma
conocida como de “Seguridad y Justicia”, que modificó, adicionó y reformó diez artículos de la
constitución política de los Estados Unidos Mexicanos, y que significó el inicio de la
instrumentación de un nuevo sistema de justicia penal.

Este sistema prevé, además de juicios orales, cuatro formas diferentes de resolver el conflicto
penal que no implican necesariamente castigo, venganza social. Dos en forma de salidas alternas
al juicio (criterios de oportunidad y procedimiento abreviado) y otras dos en forma de soluciones
alternas (acuerdos reparatorios y suspensión condicional del proceso), estas últimas entrañan la
posibilidad de que víctima directa o indirecta y la persona responsable puedan, con la asistencia
de un tercero neutral e imparcial, negociar y llegar a un acuerdo respecto de las necesidades y
responsabilidades resultantes de la conducta ilícita.

Los acuerdos reparatorios son los celebrados entre la víctima u ofendido y el imputado que,
aprobados por el Ministerio Público o el Juez de control y cumplidos en sus términos, tienen
como efecto la extinción de la acción penal; y los planes de reparación, base de la suspensión
condicional del proceso, son el planteamiento formulado por el Ministerio Público o por el
imputado, que contendrá un plan detallado sobre el pago de la reparación del daño y el
sometimiento del imputado a una o varias de las condiciones que garanticen una efectiva tutela
de los derechos de la víctima u ofendido y que de cumplirse, dan lugar a la extinción de la acción
penal.

La razón específica de que ahora contemos con la posibilidad de acordar con quien nos ha
ofendido y dañado cómo se va a hacer cargo de los efectos de su conducta, es la adición de un
párrafo al artículo 17 Constitucional, que establece que las leyes preverán mecanismos
alternativos de solución de controversias, y que en materia penal, estas leyes, regularán su
aplicación, asegurarán la reparación del daño y establecerán los casos en los que se requerirá
supervisión judicial. Hay que saber que este artículo es conocido como el contentivo del derecho
humano de acceso a la justicia, su primer párrafo prohíbe al Mexicano hacer justicia por propia
mano, el segundo prevé el sistema de tribunales, y en este mismo precepto, el constituyente
permanente ha incluido, con la misma dignidad constitucional que los juzgadores, a los
facilitadores en Mecanismos Alternativos de Solución de Controversias, como nuevos garantes
del acceso a soluciones justas.
Luego, en veintinueve de diciembre de dos mil catorce, se publicó el decreto por el que se expide
la Ley Nacional de Mecanismos Alternativos de Solución de Controversias en Materia Penal, que
conjuntamente con el Código Nacional de Procedimientos Penales, abrió la posibilidad de que en
cierto tipo de delitos, como los culposos, los patrimoniales sin violencia en las personas, los
perseguibles por querella (para los acuerdos reparatorios), y aquellos en que se haya dictado
auto de vinculación a proceso por un delito cuya media aritmética de la pena de prisión no exceda
de cinco años (para la suspensión condicional del proceso).

De tal manera que, por decreto, los Mexicanos podemos, a través de mecanismos alternativos
de solución de controversias tales como la mediación, la conciliación y la justicia restaurativa,
directamente, con la asistencia de un facilitador, buscar, construir y alcanzar soluciones
satisfactorias que pongan fin al conflicto penal y que, sancionados por la autoridad ministerial o
judicial, pongan fin al proceso penal, de tal manera que no habrá venganza, sino responsabilidad.

La bifurcación de la justicia.

"La caridad empieza en mi casa, y la justicia en la casa de al lado." - Charles Dickens

Supongamos que una persona conduce su vehículo y por contestar un mensaje de alguna
aplicación, se distrae y lastima físicamente a un familiar nuestro, a nuestro esposo o esposa, a
nuestro hijo o hija, a nuestra madre o padre, hermano o hermana, ¿qué nos gustaría que
sucediera con esta persona que nos ha dañado y lastimado? Cambiemos la perspectiva, si la
persona que va conduciendo el vehículo somos nosotros, y por distracción lastimamos a alguien,
¿qué le gustaría a las personas que nos quieren, que nos estiman, que nos pasara?

Esta es la base de la teoría de la bifurcación de la justicia, según mi Maestro Mike Ledwidge,


parecemos tener inscritas en nosotros dos respuestas distintas a las conductas que dañan u
ofenden: Una, la que es para las personas que no son parte de nuestro círculo de relaciones de
afecto y cercanía, la venganza, el castigo; y otra, la que reservamos para aquellas personas que
son importantes en nuestra vida, la oportunidad de que se hagan responsables de sus conductas.

Hay un lugar para la justicia retributiva, claro está, ha permitido que pongamos como sociedad,
un límite a las conductas que son reprochables, además, a través del sistema de venganza social
o castigo impuesto por tribunales a través del debido proceso, hemos establecido un mecanismo
que permite llamar a cuentas a quienes cruzan la línea del actuar aceptable. Empero, la
retribución tiene límites y retos, el mismo Ledwidge afirma que este sistema de amenazas
funciona bien mientras que la conducta prohibida no se cometa, pero el delito se comente, la
amenaza de castigo se convierte en un acelerador, incentivando al infractor a cometer más
ofensas. Pensemos en alguien que comente el delito de secuestro, la amenaza de venganza social
de ciento cuarenta años de cárcel es el acelerador que le convence de asesinar a la víctima.

La cárcel como castigo y respuesta a las conductas inaceptables es parte del entendimiento
retributivo de la justicia, y su lado positivo es que nos permite, por un tiempo, separar del grupo
social a aquellos que han infringido límites de convivencia armónica, pero, el castigo no es igual
a responsabilidad. Tengo presente un careo constitucional (audiencia, derecho del imputado, de
verse de frente con quién lo señalaba como responsable) en el viejo sistema de justicia penal, en
un delito de violación. En ese entonces el responsable acudía al juzgado y hacía sus
manifestaciones a través de una reja, la rejilla de prácticas. Durante toda la audiencia el
responsable observaba fijamente a la chica que lo señalaba como su victimario, ella bajaba la
mirada, al final, haciendo un gesto obsceno, el procesado dijo: “nunca te voy a olvidar”. El castigo
no implicará siempre que el castigado se haga responsable de su actuar.

El entendimiento restaurativo de la justicia entraña la posibilidad de que quién con su conducta


ha dañado u ofendido, se entere de manera completa y en un ambiente controlado sobre los
efectos que su conducta ha tenido en las personas y sus relaciones, y que y entendiendo lo
anterior, se responsabilice de restaurar, reparar, resarcir, compensar y ayudar a que las cosas
vuelvan en la medida de lo posible a la normalidad. La inclusión de la justicia alternativa en el
sistema de justicia penal es la apuesta por que como sociedad transitemos de relaciones
retributivas o de venganza a un relacionamiento más caritativo y de responsabilidad, pero,
¿estamos listos?

Desde el año 2016 he participado, como facilitador penal, asistiendo a víctimas directas e
indirectas, y ofensores en la búsqueda y consecución de acuerdos reparatorios y planes de
reparación, en delitos tales como homicidios culposos, lesiones graves, robos cometidos sin
violencia sobre las personas, y daños culposos, en muchos de estos casos las partes han logrado
encontrar una solución que parte de la responsabilidad del imputado y que satisface las
necesidades de la víctima, a pesar de nuestra tendencia cultural de buscar venganza frente al
conflicto. No se trata de la apología del delito, no se trata de dejarse, no se trata de perdón
(aunque en ocasiones se da), más bien se trata de la reivindicación de la víctima, que tenga la
oportunidad de contar cómo la conducta del ofensor le ha afectado a ella, a sus familiares y
personas cercanas, para que vuelva a tomar el control y pueda trascender el evento, vaya, que
no se sienta víctima por siempre; y para el ofensor es la oportunidad de reivindicarse frente a su
familia y comunidad, poder decir, me he equivocado, he actuado de una manera de la que me
arrepiento pero me he hecho responsable de ello.

A pesar del reflejo cultural que representa la imagen del valiente, y más allá del eco que en
nuestros recuerdos haga el imperativo “si le pegan, usted péguele más fuerte” que se recetaba
comúnmente como consejo de padres a hijos sobre cómo se deberían abordar los conflictos de
la niñez, me parece que sí estamos listos, me parece que la cultura puede cambiar por decreto,
pero este cambio no es inmediato y no se dará sin resistencias. No comparto la idea de que
culturalmente México no está listo para estas formas diferentes al castigo para atender los
resultados de las conductas ilícitas, porque lo he constatado a través de participar como
facilitador y atestiguando así cómo si los involucrados en un conflicto penal desean arreglarlo
dialógicamente, a través de la mediación, la conciliación y la justicia restaurativa, esto es posible.
¿Usted qué opina?

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