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Abogado (del latín advocatus, ‘llamado en auxilio’) es aquella persona que ejerce
profesionalmente la defensa jurídica de una de las partes en juicio, así como los procesos
judiciales y administrativos ocasionados o sufridos por ella.1 Además, asesora y da consejo en
materias jurídicas. En la mayoría de los ordenamientos de los diversos países, para el ejercicio
de esta profesión se requieren estudios universitarios en Derecho —licenciatura en
Derecho—, estar inscrito en un colegio de abogados o bien tener una autorización del Estado
para ejercer.
El abogado que ejerce de forma altruista por causas públicas es un abogado pro bono, también
llamado ad honorem; y el que defiende a los ciudadanos sin recursos es el abogado de oficio o
de turno.
Mientras que las costumbres se conservaron sencillas y austeras en Roma, en tanto que las
dignidades y los empleos fueron la recompensa de los talentos y el favor del pueblo un título
para obtenerlos, los abogados desempeñaron su profesión de la manera más honorífica y
mostraron el mayor desinterés, pero cuando los servicios prestados gratuitamente a la patria
dejaron de ser medios para adquirir los honores y las distinciones, entonces pasaron a ser
hombres mercenarios. El tribuno Cincius se empeñó en vano para que los abogados volviesen a
ejercer su facultad con la delicadeza y desinterés que en tiempos antiguos. Augusto se había
creído intimidarles con una pena que ellos supieron eludir y todos sus sucesores no pudieron
hacer más que coartar muy poco su avaricia.
Claudio prohibió que pudiesen exigir más de diez sestercios por una causa. En tiempos
de Plinio el Joven, la mayor parte de los abogados vendían su ministerio y a la gloria, en otros
tiempos el único precio de un empleo tan noble, habían sustituido un vil interés. El emperador
Trajano, para contener este desorden, expidió un decreto por el que mandaba a todos los que
tuviesen pleitos que jurasen no haber dado, prometido, ni hecho prometer cosa alguna a aquel
que se había encargado de su causa. Y terminado el pleito, solo permitía dar o gratificar hasta
la cantidad de diez mil sestercios.
En los primeros tiempos de la República romana no había más que un solo abogado para
defender una causa, así como uno solo era el que acusaba; pero después se siguieron con más
aparato y su número regularmente era el de cuatro por cada parte. Asconius observa que
antes de la causa de Scaurus no había visto que ningún acusado hubiese tenido más de cuatro
abogados; y que este fue el primero que tuvo hasta seis; que fueron Cicerón, Hortensio, P.
Clodio, M. Marcelo, M. Calidio y M. Mesalo Niger. Añade también que este número se aumentó
mucho después de las guerras civiles, hasta el exceso de tener una persona doce abogados
para defender una sola causa. Dicho abuso parece que se cortó un tanto con la publicación de
la ley Julia que señalaba solo tres abogados al acusado en las causas de mayor importancia.
Calpurnia, según otros Calfurnia, mujer de César, fue causa de que se prohibiese ya
antiguamente el que las mujeres pudiesen presentarse en el foro a ejercer la abogacía. Esta
mujer de genio travieso habiendo perdido una causa que ella defendía, se irritó de tal manera
contra los jueces que se levantó los vestidos en medio del tribunal e hizo una acción impúdica
en desprecio de los jueces. Otros dicen que lo que obligó a privar que las mujeres pudiesen
dedicarse a la jurisprudencia fue los grandes gritos que daba aquella mujer sabia pero
desvergonzada, con los que aturdía a los jueces.
Había también oradores o abogados en Grecia que se dedicaban a componer alegatos para los
que tenían necesidad de ellos, aunque esta práctica era contraria a la disposición de las leyes,
que mandaban se defendiesen las partes a si mismas sin emplear socorros extraños.
Cuando Sócrates fue llamado ante los jueces para dar cuenta de sus opiniones sobre la
religión, Lisias célebre y elegante orador ateniense le llevó un alegato que había trabajado con
el mayor esmero para persuadir a los jueces; pero Sócrates, después de reconocer y celebrar
su mérito, no quiso valerse de él, diciendo que aquello era poco correspondiente al carácter y
fortaleza que debía manifestar un filósofo.
En el Areopago hubo un tiempo en que no se permitió que asistiesen abogados: el reo o las
partes exponían sencillamente y sin floreos su acción.
El emperador León, en una ley publicada el año 468, mandó que en ningún tribunal pudiese ser
abogado el que no fuese católico.2
EJERCICIO PROFESIONAL
Genéricamente se puede definir el término abogado como: "persona con título de grado
habilitado conforme a la legislación de cada país, que ejerce el Derecho, en asistencia de
terceras personas, siendo un colaborador activo e indispensable en la administración de la
Justicia de un país."
Se denomina también “doctor” (en algunos países latinoamericanos, como Argentina) a este
profesional, aun cuando no haya obtenido eldoctorado y por lo tanto no posea título de doctor.
Tal denominación proviene de la circunstancia que anteriormente el doctorado era una
exigencia ineludible para el ejercicio de la abogacía. Lo mismo ocurre con el juez o el agente
fiscal quienes son denominados "doctor" cuando muchos carecen de dicho grado académico.
El Abogado es un profesional cuyo objetivo fundamental es colaborar en la defensa de
la Justicia. Cuenta con una sólida formación teórica y suficiencia práctica, supervisada por los
Colegios y el Estado.
Interviene en la resolución de conflictos judiciales y extrajudiciales, la función pública, la
magistratura, la enseñanza y la investigación. Se encargan de defender los intereses de una
de las partes en litigio.' Al ser el abogado un profesional específicamente preparado y
especializado en cuestiones jurídicas, es el único profesional que puede ofrecer un enfoque
adecuado del problema legal que tiene el ciudadano o 'justiciable'.
Debe destacarse que además de su intervención en el juicio, una función básica y principal del
abogado es la preventiva. Con su asesoramiento y una correcta redacción de los contratos y
documentos, pueden evitarse conflictos sociales, de forma que el abogado, más que para los
pleitos o juicios, sirve para no llegar a ellos con su mediación extrajudicial. Tanto es así que en
la mayoría de los procedimientos judiciales es obligatorio comparecer ante
los tribunales asistido o defendido por un abogado en calidad de director jurídico, es decir,
todo escrito o presentación judicial debe ir firmada por el cliente (o su representante legal,
el procurador) y por su abogado, lo cual le garantiza un debido ejercicio del derecho a la
defensa durante el proceso.
Un abogado suele tener poderes de su defendido o cliente mediante autorización en
instrumento público, u otorgado apud acta, es decir, por comparecencia en el juzgado o
tribunal, de manera que pueda dirigirlo en juicio, o representarlo en actuaciones legales o
administrativas que no requieran de procurador de los Tribunales, representando así al
interesado, y no sólo dirigiendo su defensa.
La actuación profesional del abogado se basa en los principios de libertad e independencia.
Los principios de confianza y de buena fe presiden de las relaciones entre el cliente y el
abogado, que está sujeto al secreto profesional. El abogado se debe a su cliente, en primer
lugar, y debe litigar de manera consciente respecto a la responsabilidad social en la que se
halla, con un actuar crítico y equilibrado al servicio de la paz social, en la que colabora con los
juzgados y tribunales dentro del sistema judicial de cada país.
A través de los Colegios de abogados u organismos pertinentes, dependiendo del país, existen
servicios de asistencia jurídica gratuita para los ciudadanos que carecen de medios
económicos para pagar los honorarios de un abogado. Son los llamados abogados de oficio, que
asesoran desde Colegios de abogados o directamente desde el Estado.
Las especialidades más importantes en el ejercicio de la abogacía son: Derecho civil, de
familia, penal, comercial, laboral, tributario, constitucional, administrativo, intelectual y
ambiental, aunque no suelen tener su correspondencia con formaciones académicas
específicas, sino con la experiencia, dedicación y mayor conocimiento de ese tipo de caso por
cada abogado.
FORMAS DE ORGANIZACIÓN
Tradicionalmente, los abogados ejercieron su profesión solos o en pequeños grupos. Fue en
Estados Unidos de América a finales del siglo XIX cuando comenzaron a reunirse grupos
mayores, tendencia que pasaría rápidamente a Europa y luego al resto de los países con un
desarrollo relevante de la profesión. Como un caso muy especial pude citarse Francia, donde
aún hoy en día, con algunas contadas excepciones, siguen trabajando solos o en pequeños
grupos.
Generalizando, podría decirse que las formas de organización que los abogados se han dado
son básicamente tres. En primer lugar, y por lejos la forma más usada, son los abogados que
ejercen solos o en pequeños grupos. En segundo, aun cuando es una fórmula que se bate en
retirada, están las comunidades de techo, donde básicamente los abogados comparten la
propiedad de un inmueble o contribuyen comunitariamente a los gastos generales, y cada uno
lleva sus propios clientes.
En tercer lugar, independientemente de la estructura societaria elegida, están los estudios de
abogados o estudios jurídicos, en los que generalmente se concentra la mayor parte del
trabajo complejo y relevante que se realiza en un país para empresas, gobierno o personas.
Desde otra perspectiva, podemos decir que los despachos de abogados se clasifican en
pequeños, medianos y grandes. Aun cuando esta nomenclatura tendrá un uso diferente en cada
país, generalmente es aceptado que un despacho pequeño tiene hasta 50 abogados, y que un
estudio es grande cuando alcanza al menos los 100 abogados. Los estudios de abogados se
califican a sí mismos como generalistas y especialistas, o como “one stop shop” y “boutiques”,
para usar un lenguaje más contemporáneo.
Si bien es cierto que en general puede observarse que el tamaño de los estudios de abogados
depende del tamaño de la población y de la economía de un país, existen excelentes ejemplos
de que ello no es una regla cerrada; tal es el caso de Nueva Zelanda y de Irlanda, donde se
encuentran varios estudios con más de 200 abogados, tratándose de poblaciones cercanas a
los cuatro millones de habitantes.
El técnico jurídico es aquella persona que, sin tener licencia para ejercer derecho como
abogado, le brinda asistencia a éstos en sus obligaciones profesionales del día a día. Los
técnicos jurídicos (o paralegals en inglés) son comunes en Norte América (Estados Unidos
incluso otorga certificación separada para este oficio), pero no en el resto del mundo,
especialmente en el Derecho continental. Bajo el Derecho anglosajón (o Common law) de
Estados Unidos, los técnicos jurídicos deben trabajar bajo la supervisión de un abogado, pero
las condiciones laborales varían entre los distintos estados.
Los estudios de abogados más grandes en la actualidad bordean los 4.000 abogados, siendo
verdaderas empresas transnacionales. La mayor parte de los mega estudios (1.000 o más
abogados) tienen su origen en Estados Unidos o en el Reino Unido.
Véase también: Colegio de abogados
ABOGADO INDEPENDIENTE
Cuando se recurre a un abogado hay que pensar para quién está trabajando realmente, es
decir, en un caso normal en el que necesitas asistencia jurídica acudes a un bufete de
abogados y contratas su servicios, tan simple como eso. El problema puede darse si, por
ejemplo, has tenido un accidente de tráfico en el que la búsqueda de un abogado tenga como
objetivo cobrar la indemnización por lo daños sufridos.
Las compañías aseguradoras suelen ofrecerte la asistencia jurídica de su equipo de abogados
pero no siempre el objetivo de la compañía es el mismo objetivo que el del cliente, ya que para
la compañía que paga a este abogado lo mejor será cerrar el caso lo antes posible, sin llegar a
juicio y con una oferta que muchas veces es inferior a lo que la víctima podría conseguir con
un abogado que no tuviera la presión de su compañía.
Aquí es donde surge la figura del abogado independiente, que "no se casa con ninguna
aseguradora" y cuyo objetivo es el mismo que el del cliente ya que normalmente cobran un
porcentaje de la indemnización conseguida. La víctima de una accidente tiene el derecho a la
libre elección de abogado, según el código deontológico aprobado en el Pleno de 27 de
noviembre de 2002 3 , que le permite elegir libremente al profesional que, según su criterio,
considere que va a defender mejor sus intereses por lo que es importante remarcar que esta
labor no es obligatorio que sea realizada por un abogado de la compañía.
DECÁLOGO DEL ABOGADO
El decálogo del abogado, también conocido como los “Mandamientos del Abogado” fue
realizado por el jurista uruguayo Eduardo Couture, ex decano y profesor de la Facultad de
Derecho de la Universidad de la República.
Estudia. El Derecho se transforma constantemente. Si no sigues sus pasos, serás cada
día un poco menos abogado.
Piensa. El Derecho se aprende estudiando, pero se ejerce pensando.
Trabaja. La abogacía es una dura fatiga pues está al servicio de la Justicia.
Lucha. Tu deber es luchar por el Derecho, pero el día que encuentres en conflicto el
Derecho con la Justicia, lucha siempre por la Justicia.
Sé leal. Leal con tu cliente, al que no debes abandonar hasta que comprendas que es
indigno de ti. Leal para con el adversario, aun cuando él sea desleal contigo. Leal para
con el juez, que ignora los hechos y debe confiar en lo que tú le dices; y que, en cuanto
al Derecho, alguna que otra vez, debe confiar en el que tú le invocas. Intenta ser leal
con todo el mundo y todo el mundo intentará ser leal contigo.
Tolera. Tolera la verdad ajena en la misma medida en que quieres que sea tolerada la
tuya.
Ten paciencia. El tiempo se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.
Ten fe. Ten fe en el Derecho, como el mejor instrumento para la convivencia humana;
en la Justicia, como destino normal del Derecho; en la Paz, como sustituto bondadoso
de la Justicia; y sobre todo, ten fe en la Libertad, sin la cual no hay Derecho, Justicia,
ni Paz.
Olvida. La abogacía es una lucha de pasiones. Si en cada batalla fueras cargando tu alma
de rencor, llegará un día en que la vida será imposible para ti. Concluido el combate,
olvida tan pronto tu victoria como tu derrota.
Ama a tu profesión. Trata de considerar la abogacía de tal manera que el día en que tu
hijo te pida consejo sobre su destino, consideres un honor para ti proponerle que se
haga abogado.
En Roma
Al Abogado en Roma se le conoció como el ¨VIR PROBUS DICENDI PERITUS¨, que significa
hombre probo, perito para hablar porque en él debían brillar, sobre todas las cualidades: la
probidad y la elocuencia; es decir, la honradez en todos su actos y la habilidad para hablar en
las defensas y se le reconoció como símbolo de honor e influencia ya que su remuneración, era
más bien carga y no codicia de estipendio.
En Grecia
La Abogacía fue patrimonio de los ciudadanos libres y selectos. En roma, fue profesión de
Patricios ricos y poderosos. Es que Abogar por los débiles y necesitados era un privilegio de
caballeros y de ciudadanos ejemplares.
Según José María Martínez Val, ¨La Abogacía, antes de ser una profesión, fue una actividad
señera, señoril. Al margen de lo que el humor y la crítica de generaciones de literatos ha
podido acuñar en su contra; al margen de lo que el sentimiento popular ha producido en
refraneros plurilingues, una realidad histórica y social sobre nada y emerge la Abogacía como
defensa de personas, derechos bienes e intereses. Nació en el III milenio a. de J.C. en
Sumeria. Fue en defensa de una mujer gravemente acusada. Está ya en el antiquísimo Código
de Manú. Según él, sabios en las leyes podían ilustrar -sin estipendio alguno- a quién lo hubiere
menester, para sostener su alegación, por sí o por otro, ante autoridades y tribunales. El
Antiguo Testamento recoge idéntica tradición ante los hebreos. Y la hubo en Egipto, donde
era necesario un defensor cuando llevadas las leyes a forma escrita se prohibieron las
alegaciones oratorias, para que la artes persuasoras del defensor, en usos retóricos y hasta
patéticos y gestuales, no pudieran influir en los jueces¨.
Es en Grecia en donde empieza a adquirir valor como profesión. La primera está en que los
griegos acudían a cualquier tribunal acompañados de sus amigos que por sus dotes de oratoria
ayudaban a la defensa, sin tener ninguna retribución, pero con el ejemplo de Antisoaes,
comenzaron a cobrar por sus servicios,. Pericles es señalado como el primer abogado
profesional. En Roma, el principio de defensa estaba atribuido en forma obligatoria, para
defender a su servidor en los juicios.
En verdad, la Abogacía como una profesión tuvo su origen en el más noble interés de servicio a
la justicia y a la sociedad, mas no como la ¨industria de hacer dinero¨, como hoy se la concibe,
y, que con ese objetivo, se atropellan todos los valores éticos con el pretexto de la aplicación
fría de la letra de una Ley injusta y obsoleta creada por una clase dominante y absolutista,
que no ha podido adecuarse a la realidad social que vive un mundo que agoniza sumergido en las
más grandes desigualdades económicas, por culpa de la propia Ley.
Bien nos recuerda el Docor J.M. Martínez Val, que: ¨La Abogacía no es problema de conocer
Derecho puro, y ejercitar o aplicar Derecho práctico. Es, más sencillamente, Derecho Vivo.
Entonces, en la vida real de la abogacía, más que el código debe importar, la vida, la justicia y
el equilibrio social, como una obligación intransferible; y, por eso es que en el ejercicio d esta
sacrificada profesión no deben existir cortapisas a su libertad moral, pero a su libertad
económica honorable.
Si esa es la filosofía, todos quienes tenemos el honor de llevar la ¨toga¨ en el alma, debemos
buscar el imperio de la justicia social, uniéndonos para dar solidez a ese objetivo, no solo a
través de la Abogacía ecuatoriana, sino Americana y del mundo, que le hace falta para
alcanzar el prestigio necesario para inaugurar una nueva época en la que, la Abogacía vaya de
la mano con el interés público, la cultura jurídica, la vocación de servicio, la dignidad y la
libertad, sin engañarse, ni abdicar del alto pedestal que le corresponde individual y
colectivamente.
Ya en el siglo XIX, al escribir el perfil del Abogado, tenía más razón Paillet al escribir ¨Dad a
un hombre todas las dotes del espíritu, dadle toda las del carácter, haced que todo lo haya
visto, todo lo haya aprendido y retenido todo; que haya trabajado durante 30 años de su vida,
que sea un literato, un crítico, un moralista; que tenga la experiencia de un viejo y la infalible
memoria de un niño y tal vez con esto formaréis un Abogado completo¨.
Como corolario bien se puede concluir que la Abogacía en cada época de la Historia ha tenido
tiempos de esplendor como también de crisis; pero siempre a la vanguardia de la defensa del
equilibrio social porque a su elemento esencial, el Abogado se lo concibe como un sabio del
Derecho, dotado de conocimientos interpretativos de las leyes y códigos que rigen en la
sociedad, hasta convertirse en el protagonista principal en la lucha por alcanzar el bien común
y el respeto de la ley, en forma sabia y heroica, llevando en su vida un sólo ideal, como es la
solución de los problemas humanos, son grandes o pequeños. Es decir, el Abogado como
hombre de leyes, a través del tiempo ha sido y será considerado como el guardián del derecho
y el amante de la justicia.
NORMAS GENERALES
Abuso de Procedimientos
Artículo 6.- El Abogado tiene libertad para aceptar o rechazar los asuntos en
que se solicite su patrocinio, sin necesidad de expresar los motivos de su
resolución, salvo en el caso de nombramiento de oficio, en que la declinación
debe ser justificada. Al resolver, debe prescindir de su interés personal y
cuidar de que no influyan en su ánimo el monto pecuniario, ni el poder o la
fortuna del adversario. No aceptará un asunto en que haya de sostener tesis
contrarias a sus convicciones, inclusive las políticas o religiosas, con mayor
razón si antes las ha defendido, y cuando no esté de acuerdo con el cliente en la
forma de plantearlo o desarrollarlo, o en caso de que pudiera ver menoscabada
su independencia por motivos de amistas, parentesco u otros. En suma, no
deberá hacerse cargo de un asunto sino cuando tenga libertad moral para
dirigirlo.
Defensa de Pobres
Secreto Profesional
Formación de Clientela
Artículo 14.- El Abogado n podrá dar a conocer por ningún medio de publicidad
informaciones sobre un litigio subjudice, salvo para rectificar cuando la justicia
o la moral lo demanden. Concluido un proceso, podrá publicar los escritos y
constancias de autos y comentarios en forma respetuosa y ponderada. Se
exceptúa las informaciones o comentarios formulados con fines exclusivamente
científicos en revistas profesionales conocidas, los que se regirán por los
principios generales de la moral; se omitirán los nombres si la publicación puede
perjudicar a una persona, como cuando se tratan cuestiones de estado civil que
afectan a la honra.
SECCIÓN SEGUNDA
Acusación de Magistrados
Artículo 20.- Las reglas de los dos artículos anteriores se aplicarán respecto
de todo funcionario ante quien habitualmente deben actuar los Abogados en
ejercicio de la profesión.
Artículo 23.- Ningún Abogado debe permitir que se usen sus servicios
profesionales o su nombre, para facilitar o hacer posible el ejercicio de la
profesión por quienes no estén legalmente autorizados para ejercerla. Denigra
su profesión el Abogado que firme escritos en cuya preparación y redacción no
intervino o que preste su intervención sólo para cumplir exigencias legales.
Puntualidad
Artículo 24.- Es deber del Abogado ser puntual en las diligencias y con sus
colegas, sus clientes y las partes contrarias.
SECCIÓN TERCERA
Artículo 25.- Es deber del Abogado para con su cliente servirlo con eficiencia
y empeño para que haga valer sus derechos. No debe supeditar su libertad ni su
conciencia, ni puede exculparse de un acto ilícito, atribuyéndolo a instrucciones
de su clientela.
Artículo 27.- Las relaciones del Abogado con su cliente deben ser personales,
por lo que no ha de aceptar el patrocinio de clientes por medio de agentes,
excepto cuando se trate de instituciones altruistas para ayuda de pobres. El
patrocinio de estas instituciones no obliga al Abogado a patrocinar a las
personas físicas que actúan por ella.
Conflicto de Intereses
Artículo 29.- Tan pronto como un cliente solicite para cierto asunto los
servicios de un Abogado, si éste tuviere interés en él o algunas relaciones con
las partes, o se encontrare sujeto a influencias adversas a los intereses de
dicho cliente, lo deberá revelar a éste y abstenerse de prestar ese servicio.
Renuncia al Patrocinio
Honorarios
Artículo 37.- Fuera del caso de cuota litis escriturado con anterioridad a su
intervención profesional, el Abogado no debe adquirir interés pecuniario de
ninguna clase relativo al asunto que patrocina o haya patrocinado.
Tampoco debe adquirir directa o indirectamente bienes de esa índole en los
remates judiciales que sobrevengan.
SECCIÓN CUARTA
Artículo 40.- Entre los Abogados debe haber fraternidad que enaltezca la
profesión, respetándose recíprocamente, sin dejarse influir por la
animadversión de las partes. Se abstendrán cuidadosamente de expresiones
malévolas o injuriosas y de aludir a antecedentes personales, ideológicos,
políticos o de otra naturaleza, de sus colegas.
El Abogado debe ser correcto con sus colegas y facilitarles la solución de
inconvenientes momentáneos, cuando por causas que no le sean imputables, como
ausencia, duelo, enfermedad o de fuerza mayor estén imposibilitados para
servir a su cliente. No faltarán, por apremio del cliente, a su concepto de la
decencia y del honor.
Sustitución en el Patrocinio
Distribución de Honorarios
Artículo 46.- El Abogado solo podrá asociarse para ejercer la profesión con
otros colegas, y en ningún caso con el propósito ostensible o implícito de
aprovechar su influencia para conseguir asuntos.
El nombre de la asociación habrá de ser de uno o más de sus componentes con
exclusión de cualquiera otra designación. Fallecido un miembro, su nombre podrá
mantenerse siempre que se advierta claramente dicha circunstancia.
Si uno de los asociados acepta un puesto oficial incompatible con el ejercicio de
la profesión, deberá retirarse de la asociación a que pertenezca y su nombre
dejará de usarse.
CONSIDERANDO
ACUERDA:
SECCIÓN QUINTA
Artículo 48.- Los Colegios de Abogados del Perú, a traves de sus órganos
deontológicos investigan, de oficio o a solicitud de parte, los actos contrarios a
la ética profesional en que incurran los abogados e imponen las sanciones a
quienes resulten responsables.
Artículo 49.- Constituyen actos contrarios a la ética profesional la trasgresión
de las normas estatutarias del respectivo Colegio, así como aquellas contenidas
en el presente Código. Se comprenden también los actos contrarios a la ética
profesional, la conducta o hechos en que incurren los miembros de la Orden que,
sin haberse producido en el ejercicio profesional, inciden directa o
indirectamente en la calidad del servicio que brinda el abogado y que genera
desmendro o desmerece la profesión.
Artículo 50.- El presente Código es de aplicación para todos los abogados sin
distinción alguna, sea que el acto violatorio de las normas éticas se haya
cometido en el ejercicio de la profesión, en la actividad pública o privada o cual
fuere el cargo que desempeñen, así éste provengade elección popular o por
designación. En consecuencia, el ejercicio de partrocinio judicial y/o
administrativo, la consultaría o asesoría, la función jurisdiccional o notarial y
cualquier otra para lo cual se exija el título de Abogado, queda comprendida en
los alcances del presente Código.
Artículo 51.- Siendo que el presente Código regula la conducta ética y moral
de los abogados, no constituye impedimentos para la instauración del
procedimiento disciplinario respectivo, el hecho que el denunciado sea parte en
un proceso penal, civil, laboral, administrativo o de cualquier otra naturaleza,
toda vez que la resolución que se emite es de índole ética, más no jurisdiccional.
Artículo 53.- Las medidas disciplinarias que impone este Código son:
e) Expulsión.
DISPOSICIONES TRANSITORIAS
SECRETO PROFESIONAL