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Trabajando para el uribismo. Hoy Vargas Lleras está donde el uribismo quiere
tenerlo: no tiene cómo recoger votos de centro y la derecha lo considera un santista
solapado.
La derecha recalcitrante de este país está rezando para que Gustavo Petro siga
creciendo en las encuestas, después de las elecciones del 11 de marzo. Y no
precisamente porque se hayan convertido al petrismo –¡por dios, con esa chusma
maloliente no se mezclan!–, sino porque les conviene. Tienen claro que si en la
segunda vuelta Duque, su candidato, se enfrenta con Petro, el triunfo del uribismo
sería arrollador, mientras que si el contrincante es Sergio Fajardo o Germán Vargas,
las posibilidades de que pierdan son bastante altas.
La campaña de Vargas insiste en que Pinzón vale su peso en oro porque trae
consigo a una gran parte del Partido Conservador, versión que no coincide ni con el
análisis de La Silla Vacía, ni con las pesquisas que yo he hecho entre las toldas
azules. En cambio, sí es evidente que con el nombramiento de Pinzón, Vargas
Lleras se corre a la derecha y se aleja aún más del centro, un espectro que por
cuenta del miedo a Petro parece interesarle cada vez menos. Hoy Vargas Lleras
está donde el uribismo quiere tenerlo: no tiene cómo recoger votos de centro y la
derecha lo considera un santista solapado –al fin y al cabo, Pinzón fue el ministro
de Defensa de Santos y su embajador en Washington–.
Por el temor a Petro, los verdes, los liberales y hasta Germán Vargas han terminado
haciéndole campaña al uribismo. Ojalá se den cuenta a tiempo.