You are on page 1of 13

Poder Político (J. A.

Piqueras Arenas):
Cacicato en la Restauración Española.
Comparación con el Clientelismo Latinoamericano.
El rol de la Religión y sus condicionamientos en el caciquismo.

INTRODUCCION:
El papel que la religión juega en la formación de las actitudes sociales caciquiles, se halla originariamente
presente en los estudios de Baumgarten, historiador especializado en España, tío y maestro de Max Weber.
A partir de la lectura de la novela de Vicente Blasco Ibáñez, “Entre naranjos”, y de la capacidad de observación
de la realidad que revela este autor, se examina el caciquismo rural en la España de la Restauración como el
elemento más característico del sistema social y político de ese entonces.
La pregunta que intenta responder este ensayo, es cual es la vinculación que existe entre catolicismo y
caciquismo, examinados a la luz de estos dos autores, y de sus obras.
La hipótesis requiere descender a aspectos filosóficos y psicoanalíticos, para entender porque en ciertos países
católicos se dio el caciquismo en mayor medida, con rasgos propios y con mayor persistencia que en otros
países de religiones distintas.
En el trasfondo, la pregunta Weberiana también es, si el Sistema de Gobierno (Monarquía, Dictadura,
Aristocracia, Democracia) y sus formas Parlamentarias o Presidencialistas, son sensibles a la religión practicada
por los habitantes de un país, cristalizada en su ética secularizada.

CACIQUISMO EN LA ESPAÑA DE LA RESTAURACION:


El sistema canovista resultaba falsamente democrático, aún después de la implantación del sufragio universal en
1890. La ampliación del derecho electoral, que al dar posibilidades de participación a los más modestos podía
tener importantes repercusiones, no puso nunca en peligro las ancestrales relaciones de dominio político,
económico y social consustanciales a la región. Y es que el sistema tenía en el caciquismo su método de
supervivencia y garantía de perpetuación de aquellas situaciones.
Con partidos políticos formados por reducidos grupos de notables, una parte importante de la oligarquía agraria
optó por la vocación política y por debajo de estos representantes elegidos, se situaban los caciques locales,
diseminados por las poblaciones, quienes atraían el voto a la opción elegida por éstos, gracias a su
preeminencia socioeconómica y llegado el caso, apelando a todo tipo de maniobras espurias. Siempre ganaba el
partido que las convocaba, con riguroso respeto al sistema de turno pacífico de conservadores y liberales,
funcionando esto hasta que la crisis de los partidos dinásticos introdujo una fuerte dispersión del voto.
El cacique controlaba las elecciones de una manera u otra, encubierta, a través del encasillado o de forma
fraudulenta a través del pucherazo. El caciquismo es entonces, en el aspecto electoral, la manipulación de voto
de la población a través de los caciques, que controlan a la población de su zona, beneficiándoles o
perjudicándoles según el voto. La política pues es poco representativa con el pueblo y como tal, empieza a surgir
en consecuencia, una serie de nuevas ideologías fuertes como el socialismo o el anarquismo, que tendrán un
gran acogimiento en las clases inferiores y enorme impacto en el resto de Europa y América.
Baumgarten, historiador especializado en España, se preocupa por mostrar la relación que existe entre las
posiciones respecto a las medidas económicas y políticas y la mentalidad de los diferentes grupos sociales, en
particular criticando al reaccionismo social que caracterizaba el espíritu de 'despotismo católico', es decir, la
postura práctica de la Iglesia católica en asuntos políticos.
Baumgarten, afirma que en aquel contexto el gran responsable de la desmotivación y por tanto del atraso de las
clases populares se debe a su catolicismo. Sánchez Blanco al respecto afirma que eI carácter paradigmático de
la situación española adquiere claridad al desencadenarse la guerra civil entre carlistas y cristinos, que
representan las opciones políticas contemporáneas: “una sociedad de hombres desiguales en derechos y
obligaciones, tal y como la desean el clero y la aristocracia, o una sociedad secularizada e igualitaria”. La labor
de Baumgarten como historiador permite visualizar una decadencia ya preformada en la estructura social y la
base espiritual del Imperio. Una monarquía que anula la representatividad popular, retiene los particularismos y
las diferencias feudales, adoptando el sistema inquisitorial para velar sobre la inteligencia y la conciencia de sus
súbditos, que termina con la paralización de las energías populares y con el aborto de cualquier intento
renovador fundado en las luces de la razón, siendo el Siglo de Oro también otra muestra acabada del sistema
político que él denomina 'despotismo católico'. 1
Baumgarten cree en que, en oposición a la mentalidad clerical y aristocrática, lo burgués y cívico es la nota
positiva del nuevo pensamiento, es un modernista influido por las ideas de la Revolución Francesa.

1
La Revolución Española y el liberalismo Alemán del siglo XIX”: Hermann Baumgarten y la historia
de España, Francisco Sánchez-Blanco, pp269-275
Las consecuencias de la aplicación de esa lógica a las estructuras del Estado son la supresión de señoríos y de
las jurisdicciones exentas (católicas y nobiliarias) provenientes de la época feudal, simplificación y unificación de
los impuestos y finalmente, abolición de aduanas provinciales y locales. Baumgarten piensa que la revolución
liberal, no es tal ya que los reformadores que no estaban imbuidos del materialismo francés no fueron oídos a
tiempo en los países católicos.
España es un ejemplo claro de que habría sido posible anticiparse a la revolución, si la Ilustración hubiera tenido
más fuerza entre las clases dirigentes.
Vemos aquí dos líneas de pensamiento que se clarifican en Baumgarten, por un lado citamos a Platón. Pareciera
que comparten la misma escala de bondad respecto a las formas de gobierno.
En función de lo dicho lo largo de la República, Platón realiza un análisis de las formas de gobierno, que irá
graduando desde la mejor hasta la peor. En primer lugar sitúa la aristocracia, es decir, el gobierno de los
mejores, que vendría representado por el gobierno de la República ideal; en ella los mejores son los que
conocen las Ideas, los filósofos, y su gobierno estaría dominado por la sabiduría. La segunda mejor forma de
gobierno la representaría la timocracia, el gobierno de la clase los guardianes, que no estaría ya dirigida por la
sabiduría, sino por la virtud propia de la parte irascible del alma, que es la propia de dicha clase, abriendo las
puertas al desarrollo de la ambición, que predominaría en la siguiente forma de gobierno; la oligarquía, el
gobierno de los ricos, y cuyo único deseo se cifra en la acumulación de riquezas. Posteriormente encontramos la
democracia, cuyo lema sería la libertad e igualdad entre todos los individuos y cuyo resultado, según Platón, es
la pérdida total del sentido de los valores y de la estabilidad social. Por último, en el lugar más bajo de la escala,
se encuentra la tiranía, que representaría el gobierno del despotismo y de la ignorancia, dominado el tirano por
las pasiones de la parte más baja del alma, dando lugar al dominio de la crueldad y de la brutalidad.
Por otro lado tenemos afinidad con el concepto de Democracia de Aristóteles que, en cambio, nos propone una
teoría de las formas de gobierno basada en una clasificación que toma como referencia si el gobierno procura el
interés común o busca su propio interés. Cada una de estas clases se divide a su vez en tres formas de
gobierno, o tres tipos de constitución: las buenas constituciones y las malas o desviadas. Las consideradas
buenas formas de gobierno son la Monarquía, la Aristocracia y la Democracia (Politeia); las consideradas malas,
y que representan la degeneración de aquellas son la Tiranía, la Oligarquía y la Democracia extrema o
Demagogia. Dentro de las buenas, la Democracia moderada o "Politeia" es considerada por Aristóteles la mejor
forma de gobierno, que le hace rechazar, o considerar inferiores, las otras formas buenas de gobierno es su
inadecuación al tipo de sociedad que imagina, considerándolas adecuadas para sociedades o menos complejas
y más rurales o tradicionales; pero también el peligro de su degeneración en Tiranía u Oligarquía, lo que
representaría un grave daño para los intereses comunes de los ciudadanos.
En Baumgarten por tanto conviven el riesgo Aristotélico detectado ante la degeneración de la democracia en
oligarquía, y el mejor gobierno Platónico posible, el de la Aristocracia iluminada. Es a partir de este esquema
ideal, donde él comienza el proceso de crítica, comprensión y explicación, utilizando como herramienta a la
religión.
La historia del siglo XIX es la de la superación definitiva del Antiguo Régimen. La España antigua del despotismo
pertenece definitivamente al pasado a pesar de la resistencia que oponen los carlistas y los más reaccionarios
dentro del campo liberal. De alguna manera se afirma el principio de la representatividad y de la soberanía
popular; en la economía, gracias a la desamortización; el mercado nacional se uniformiza a consecuencia de la
supresión de aduanas y de la unificación de impuestos; el bienestar general de la población crece con el
desarrollo de la industria y del comercio. Todo esto se hace realidad, independientemente de si los
acontecimientos particulares fueron o no producto de la falta de visión o de las pasiones de algunos individuos.
Lo que Baumgarten echa de menos en el proceso revolucionario español es la influencia moderadora de la moral
burguesa, es decir, del amor por el conocimiento positivo, de la laboriosidad, de la honradez, del valor de la
familia, etc.
Señala que el catolicismo no favoreció una ética familiar, lo mismo que tampoco dispuso de un concepto positivo
del trabajo en el contexto económico, ni fomentó el sentimiento de unidad del Estado nacional como lo hizo el
protestantismo en Holanda y en Inglaterra (interesante visión luego retomada por su sobrino en La ética
protestante y el espíritu del capitalismo). Mientras España no incorpore, pues, a su espíritu nacional elementos
de la moral protestante no cristalizará el nuevo Estado, esta es pues la tesis que Baumgarten sostiene en un
artículo dedicado especialmente a la cuestión religiosa en España.
El catolicismo, tanto en la ciencia como en la política, se opone a toda novedad. El enfrentamiento entre las
confesiones católicas y protestante no tiene lugar en el campo de la teología, sino en el de la política, y esto
dentro de la discusión de si un liberalismo consecuente, como lo exigen los protestantes, puede servir de dique
al movimiento revolucionario y al enfrentamiento de clases que se avecina.
La mirada de Baumgarten ve a una España dominada desde sus orígenes como Estado, por la Iglesia y por una
monarquía aliada, instrumental. De tal manera que el único camino para lograr su incorporación a la civilización
europea consiste en el abandono de lo que llama la tradición de la monarquía católica, liberándose de un
embrutecido clero y de unos gobernantes absolutos, creando así las circunstancias adecuadas para el desarrollo
del individuo ético burgués.
Este gobierno absoluto de la Edad de Oro, tiene su continuador en las prácticas caciquiles a mi entender, signo
de la modernización tardía a la que hacía alusión Baumgarten.
El impedimento del liberalismo consiste en que la tradición de la monarquía católica se había encarnado hasta
tal punto en el natural de los españoles (modos de actuar, de hacer, ética, ascesis), alentando sus inclinaciones
mas insanas, que los ha hecho en principio incapaces de juicio ético, sentido del deber, razón y tolerancia,
apelando en los momentos de radicalismo y reacción política a todo un arsenal de violencia, fanatismo,
inconstancia y superstición.
La instauración de una monarquía constitucional para Baumgarten (Aristocracia Platónica) es la mejor de las
existentes, pero necesita contar con un pueblo con existencia de fundamento ético-cultural y con una dinastía
dedicada y capaz. España carece de lo primero y no tanto de lo segundo para Baumgarten, asumiendo una
polémica que hizo furor tras 1870, la de la inferioridad de los pueblos latinos, afirmando en última instancia que
en el fondo, la cuestión del futuro español es también el futuro de toda la familia latina, un futuro que depende de
la medida en que el catolicismo sea capaz de conciliarse con el mundo moderno. Por ello el sostiene que lo
sucedido en España en el siglo XIX afectará no solo a Europa, sino también a América.2

CATOLICISMO Y CACIQUISMO EN LA AMERICA LATINA DEL S.XIX:


El matrimonio del Catolicismo con la política española, lejos de promover valores democráticos, y una religión
dirigida por una pluralidad de personas, concentró el enfoque religioso en pocas personas. Tanto los
gobernantes como la iglesia Católica alimentaban el caciquismo y el clericalismo. Enseñaban que este orden
jerárquico era el orden de Dios (Amo=Señor=>Esclavo=Siervo). Promovían la idea de que los que estaban en el
pináculo (los políticos o los clérigos), ocupaban ese lugar para el bien de la sociedad. La Iglesia enseñaba que
toda verdad y toda gracia reposaban en ella, y que el individuo no tenía nada que aportar, sino debía llegar a la
Iglesia para conseguir gracia. Las masas no formaban la Iglesia, sino debían acudir a ella. Durante siglos las
sociedades latinas han sido condicionadas a seguir pasivamente a los líderes Católicos, y es bien sabido el
poder y la autoridad que manejaban cualquier sacerdote de rango más bajo en el pueblo más remoto.
Prácticamente tenía la última palabra en cualquier asunto.
Por esto el acierto de Baumgarten es notable, ya que la influencia católica y caciquil en Hispano América,
pareciera un calco de lo sucedido en la España de la Restauración.
Veamos unos casos ilustrativos:
Como nota de color, partimos de lo literario, en "Cien años de soledad" de Gabriel García Márquez se vislumbra
el dominio de Macondo por Arcadio Buendía, siendo este gran libro el mas fiel correlato latinoamericano del
caciquismo de los Brull en “Entre Naranjos”.
Por otro lado autores de principios de siglo como Joaquín Costa y su “Oligarquía y Caciquismo”, tuvieron su
correlato también en Perú por ejemplo, con José Carlos Mariátegui, con su libro “7 ensayos de interpretación de
la realidad peruana” en su referencia al gamonalismo como elemento caciquil en un país con un complejo
entramado de elementos provenientes de la herencia colonial, apenas modificados superficialmente desde
mediados del siglo XIX, y los nuevos elementos que con la implantación dominante del capital monopolista, de
control imperialista, van produciendo una reconfiguración de las bases económicas, sociales y políticas, de la
estructura de la sociedad peruana.3
El clientelismo como práctica política surge en América Latina durante la conformación de los Estados
nacionales de tipo oligárquico, los cuales se caracterizaron por su estrecha base social y exclusión de las
mayorías. Gracias a esto, el clientelismo encuentra su espacio y se desarrolla, sobre todo, en zonas aisladas,
donde la presencia de este Estado en gestación es mínima o aún nula. En estos lugares olvidados y marginados
por toda política pública, la función social es llevada a cabo por los grandes latifundistas, patrones que satisfacen
las necesidades de sus “clientes” a cambio de alguna retribución en otro ámbito, ya sea trabajo, apoyo político
y/o servicios personales.
Los clientes, por su parte, ven en el patrón una figura confiable que los defiende y se preocupa por ellos
(paternalismo); debido a esto le obedecen con complacencia, en el peor de los casos con apatía, casi nunca a
disgusto. Toda relación de explotación y dominación queda así encubierta por los lazos de “amistad” o
parentesco real o ritual que el patrón establece con sus clientes. Esto torna imposible el cambio, pues los
clientes no pueden tomar conciencia de clase, ya que la “amistad” y la “familiaridad” pareciera impedir que surja
el conflicto capital-trabajo, casi emparentado con una suerte de violación al estatuto familiar, donde
psicológicamente la lealtad juega un papel casi edípico, donde la toma de conciencia a partir del conflicto latente
en tal relación, es vista por ambos, casi como una violación incestuosa y profundamente insana. Lealtades
mutuas violadas, justo allí donde hay una relación de afinidad casi familiar…y como corolario ideal, una
acentuación exagerada de la familia y de la pulcra obediencia sumisa gestada por el ideario católico.
2
Razón de Historia: Estudios de Historiografía, Juan José Carreras Ares, Carlos Forcadell. Pp90-95
3
Mariategui Jose Carlos - Siete Ensayos de Interpretacion de La Realidad Peruana. Bibl. Ayacucho. p10.
Se da así un tipo de solidaridad vertical que no permite la transformación de la sociedad, pues los intereses de
clase quedan ocultos. Más aún, la constante pugna entre los diferentes anillos clientelares refuerza los lazos
internos y establece una situación de equilibrio.
Apelando a la lealtad -un elemento de la dominación de tipo tradicional-carismática en términos weberianos
utilizado estratégicamente por los patrones- se puede generar consenso sin establecer coerción. Y en esto es de
notar la gran diferencia entre la violencia generada en la Latinoamérica católica y el modelo clientelar de los
países protestantes centrales, donde los casos de intimidación violenta, son menos numerosos en el senos de
sus propias comunidades, no así hacia la periferia o fuera de sus fronteras nacionales.
Es por ello que el clientelismo decae con la democratización de la política y la consecuente aparición –invocando
nuevamente a Weber- de la dominación de tipo racional-burocrática que torna obsoleta estas prácticas y su
consecuente reformulación. Quizás es por ello entendible como en una sociedad caciquil y clientelar, la
explotación capitalista es mas fácil de realizar, y por medio de Dictaduras, se debilitó sistemáticamente la
democratización política de estos países, para aumentar la rentabilidad explotadora de esta periferia, en el
marco de políticas-militares de los países capitalistas centrales, implementadas a finales del s.XX, como fue la
sangrienta Doctrina de Seguridad Nacional de EEUU, impuesta a todos los países del cono sur, con el fin de
atrasar esta democratización y hacer visible, las contradicciones del modelo neoliberal.
Esto puede ser una tesis para entender porque mas allá del régimen político Parlamentario, Constitucional,
Monárquico o Independentista, la desmotivación del pueblo oprimido, sea ejercido a nivel local por un señor
feudal, un clero inquisidor, un cacique, es moneda común en todos los pueblos hispanos y católicos, hasta
entrado el siglo XX, y en gran parte producido por las manifestaciones de la religión católica en gran parte de la
ciudadanía, que alentaba la intensa desmovilización política de la región, puesta de manifiesto en el elevado
grado de abstencionismo sino también en la fidelidad al poder.
Veamos el caso de Perú y el desarrollo de lo que se llamó “Gamonalismo”, estructura feudal heredada de los
tiempos coloniales.4 En Perú la costa es moderna, de influencia española y mantiene un constante contacto con
el exterior; mientras que la sierra es tierra feudal, atrasada, exclusivamente agrícola y de población aborigen.
Debido a la mentalidad de los latifundistas, encontramos que tanto las áreas mineras como las de mayor
perspectiva económica del país fueron abandonadas a la explotación de capitales extranjeros, mientras que ellos
buscaban tan sólo mantener el monopolio de sus tierras y operaban como simples intermediarios para con los
primeros. Los clientes, en su gran mayoría indígenas despojados de sus tierras, paupérrimos e ignorantes, eran
apropiados por los latifundistas para el cultivo de sus haciendas. Dentro de ellas, el poder de los gamonales se
legitimaba a través del paternalismo. “El y su gente conformaban una especie de gran familia donde podía
ejercer, sin vacilación alguna, su autoridad y su despótica ternura paternal”.5
Respetuoso acérrimo de las costumbres, este patrón vivía con sus colonos aborígenes, compartía su cultura y
rituales, formando parte de la comunidad. Además, su figura poseía un carácter mágico, lo que también
constituía parte de la legitimidad de su dominación. En nombre del más ortodoxo tradicionalismo por las
relaciones afectivas que mantenía con sus colonos, el gamonal perpetuaba su poder basándose más en el
consenso que en la violencia, pues los aborígenes lo consideraban como uno de ellos y le brindaban su apoyo.
Esto, sumado a otras prácticas menos nobles llevadas a cabo por los gamonales para el mantenimiento del
orden vigente, tales como el cultivo del alcoholismo en los colonos y su rechazo a la educación, aumentando la
imposibilidad de un cambio estructural.
Estas prácticas, más violentas que las vistas en España, tenían su causa, entre otras, en la ineficacia relativa de
la religión para cristianizar en la obediencia a Negros e Indígenas. Según Mariátegui, en el terreno de la razón y
la moral, se situaba hace siglos, con mayor energía, o al menos mayor autoridad, la acción religiosa. La suerte
de los indios no varió sustancialmente. 6 El poder de los terratenientes, en la lucha por aquéllas mejores tierras
productivas, ha llegado hasta el extremo de eliminar al poseedor indígena por la violencia o masacrándolo, sin
intercambio alguno de empréstitos, regalos o amedrentamiento, por tanto yendo directamente al fusil, sin reparar
primero en la cruz.
El catolicismo, por su liturgia suntuosa, por su culto patético, estaba dotado de una aptitud tal vez única para
cautivar a una población que no podía elevarse súbitamente a una religiosidad espiritual y abstractista.
La evangelización, la catequización, nunca llegaron a consumarse en su sentido profundo, por esta misma falta
de resistencia indígena, cuando este pueblo que creía que el dominio político comprendía el dominio
eclesiástico. Los misioneros no impusieron el Evangelio; impusieron el culto, la liturgia, adecuándolos
sagazmente a las costumbres indígenas. El paganismo aborigen subsistió bajo el culto católico.
La pasividad con que los indios se dejaron catequizar, sin comprender el catecismo, enflaqueció espiritualmente
al catolicismo en el Perú, mientras que el esclavo negro prestó al culto católico su sensualismo fetichista, su
oscura superstición.
4
5
Burga, M y Flores Galindo, A, “El consenso y la violencia”, en Falleti, T. Giordano, V. y Rodríguez, G. (comps.),
Clientes y Clientelismo en América Latina, Bs As, 1997, pág. 24.
6
Mariategui Jose Carlos - Siete Ensayos de Interpretacion de La Realidad Peruana. Bibl. Ayacucho. p159.
En resumen si el suntuoso culto y la majestuosa liturgia disponían de un singular poder de sugestión para
imponerse al paganismo indígena, el catolicismo español, como concepción de la vida y disciplina del espíritu,
carecía de aptitud para crear en sus colonias elementos de trabajo y de riqueza.
Es por tal motivo que el catolicismo no fue un elemento tan primordial en el caciquismo Peruano como en el
español, y al no serlo, la herramienta en su reemplazo fue la mayor coacción y coerción en Perú que en España,
aunque persistiera en este último territorio, un recalcitrante medievalismo que lentificaba su transformación
capitalista.
Para Mariátegui, la experiencia de Occidente revela la solidaridad entre capitalismo y protestantismo. El
protestantismo aparece en la historia, como la levadura espiritual del proceso capitalista. La reforma protestante
contenía la esencia, el germen del Estado liberal. El protestantismo y el liberalismo correspondieron, como
corriente religiosa y tendencia política respectivamente, al desarrollo de los factores de la economía capitalista.
El capitalismo y el industrialismo no han fructificado en ninguna parte como en los pueblos protestantes. La
economía capitalista ha llegado a su plenitud sólo en Inglaterra, Estados Unidos y Alemania. Y, dentro de estos
Estados, los pueblos de confesión católica han conservado instintivamente gustos y hábitos rurales y
medioevales. (Baviera católica es también campesina). Y en cuanto a los estados católicos, ninguno ha
alcanzado un grado superior de industrialización. Francia e Italia, son en la época, más agrarios que Industriales.
España, el país más clausurado en su tradición católica, que arrojó de su suelo al judío y al musulmán, presenta
la más retrasada y anémica estructura capitalista de la Europa de la época. 7 En este diagnóstico Mariátegui
coincide con Baumgarten.
Pasamos ahora a otro caso, el del caciquismo Mexicano. Mientras el gamonal peruano se identificaba con un
jefe rural, duro y caudillesco que basaba su legitimidad en el paternalismo, la violencia y no tanto en el
disciplinamiento religioso; “el cacique mexicano es un intermediario que hace uso de de su posición estructural
para establecer un dominio sobre la región, maniobrando, con poder e influencia en dos esferas
simultáneamente.”8 Esto quiere decir que el cacique opera principalmente como negociante entre su comunidad
y el poder supralocal. Esta tarea lo sitúa en medio de dos culturas políticas, por lo que debe mostrarle a ambas
partes la conveniencia de su mediación.
Con su gente se relaciona a través de lazos personales, de amistad y patronazgo. Es considerado en tanto
organizador y unificador de la comunidad. No obstante, cuando no logra mantenerse en el poder mediante el
consenso, puede apelar a la violencia. El cacique es, a su vez, cliente de miembros superiores del gobierno,
relación que le primero aprovecha para aumentar su prestigio; así como intenta, al mismo tiempo, sacar tajada
de cualquier negocio que caiga en sus manos. En tanto opera como bisagra entre los distintos grupos (y se
beneficia con ello), busca a toda costa monopolizar la relación entre ambos y mantener la necesidad de su
intermediación. En esto se equipara con lo analizado por J.A. Piqueras Arenas respecto a “Entre Naranjos”,
cuando afirma que se puede retratar la importancia del funcionamiento del caciquismo tanto desde arriba de la
estructura como desde abajo, acentuando el rol de intermediario gubernamental, del asistencialista, pero desde
un ángulo negativo respecto a la justicia social y a la equitativa distribución de la riqueza estatal.
Los caciques en México en realidad no toman el lugar del Estado, sino que dependen de él para satisfacer las
demandas de su gente. Se ve así manifestado, en estos dos casos, la capacidad de los patrones de prolongar su
dominación recurriendo a la alianza con sus subalternos, quienes, viendo satisfechos sus reclamos, justifican su
poder y responden a su autoridad con conformidad.
Este modelo de caciquismo es más similar al caso Español. En México los católicos mestizos desarrollaron una
visión del mundo a partir de reelaborar ideologías de dominación y supremacía racial en el período colonial e
independentista. Durante el período posrevolucionario, después del proceso de expropiación de las haciendas se
transformaron en intermediarios de poder del Estado con los indígenas generando estructuras de dominio
caciquil, a partir de los setentas se inicia en México un proceso de relativización del poder caciquil y comienzan a
impulsarse políticas de cooptación política de lideres indígenas y mas adelante son francamente cuestionados
por los indígenas de la Iglesia Autóctona. Imbuidos de ideologías racistas y segregacionistas pesan dentro de la
Iglesia Católica impulsando políticas pastorales aculturadoras y asimilacionistas, después del Concilio Vaticano
II, en términos formales habrían quedado sin respaldo doctrinal, mas allá de la secularización propia de la
modernización, sin embargo tienen un fuerte peso institucional por sus capacidades económicas y sus relaciones
políticas.9
En el siglo XIX después de haber consumado su Independencia, México había dejado atrás sus fisonomías
indígena y colonial; el nuevo México, que en el siglo XIX vivió un período de luchas intestinas, dos invasiones
extranjeras (la francesa y la norteamericana) y una guerra civil que terminó con el triunfo de los liberales y el
7
Mariategui Jose Carlos - Siete Ensayos de Interpretacion de La Realidad Peruana. Bibl. Ayacucho. p274.
8
Salmerón CAtro, F., “Caciques. Una revisión teórica sobre el control político local, , en Falleti, Giordano, V. y
Rodríguez, G. (comps.) pp.35-36.
9
Elio Masferrer Kan. Red iberoamericana por las libertades laicas. Las tendencias internas de las Iglesias frente al
Estado mexicano. ENAH-INAH México. p4.
gobierno de Juárez. Éste implantó las Leyes de Reforma, las cuales negaban tanto el pasado indígena como el
catolicismo colonial al promover la disolución de las asociaciones religiosas y la propiedad comunal indígena;
proponían la separación de la Iglesia y el Estado; la desamortización de los bienes eclesiásticos y la libertad de
enseñanza. Juárez quería fundar una nueva sociedad sustituyendo la tradición del catolicismo por una
afirmación igualmente universal: la libertad e igualdad de todos los hombres ante la ley. Pero para los indígenas,
que habían sido despojados de sus tierras, de su religión y de su cultura originaria, el catolicismo había sido un
refugio, un consuelo y una vía de expresión y el liberalismo, al no ser más que una ideología, no consolaba ni
ofrecía un punto de salida. Mientras el catolicismo fue la base de la cultura colonial, la igualdad y libertad fueron
para los indígenas ideas vacías de contenido y así la Reforma fundó a México sobre una idea general del
hombre y no sobre su situación real, y al sacrificar la realidad a las palabras se entregó el país a la voracidad de
los más fuertes. El poder sería de quien lo tomase y Porfirio Díaz, en nombre de la ideología liberal, subió al
poder e implantó una dictadura que duró 30 años.10
La misión de las oligarquías liberales de fines del siglo XIX, luego de haber triunfado sobre los conservadores,
fue supeditar el fenómeno de las masas anárquicas. Se alcanzó así el establecimiento de un Estado fuerte de
corte autoritario, un cacicato, cuyo origen se encuentra, una vez más, en una pereza colectiva. En el humanismo
cristiano, se sugiere que la superioridad humana sólo puede darse en términos tales que no afecte la esencia del
ser humano; habla entonces de superioridades morales, considerando a las multitudes anónimas, vulgares y
mediocres que pueblan las ciudades, como la amenaza de la civilización. El valor de esta forma política reside
en la opción que de que las personas de mayor inteligencia o de mayor mérito moral guíen a la sociedad, en una
clara estrategia oligárquica y con actores ya conocidos como caciques.11
Resumiendo, las características propias de cada caso, España, Perú o México, todas ellas permiten abordar el
estudio del clientelismo según las particularidades de cada región (mayor o menor incidencia de la religión en la
cultura local, mas o menos actos de violencia intimidatoria por parte del cacique, etc) y como estas fueron
determinando la estructura y el funcionamiento de las prácticas clientelísticas. Mas allá de esto, vemos como
existe estructuralmente un mismo problema filosófico, un hilo conductor que podríamos delinear como perenne y
universal en todas las formas de caciquismo, que es la dialéctica Hegeliana del amo y el esclavo , mas el
conflicto capital-trabajo de Marx. En algunos casos donde la violencia es mitigada por la obediente sumisión de
la religión católica, en mayor o menor grado, encontramos también elementos psicoanalíticos de relevancia, que
se inscriben en la microfísica del poder.

MOTIVOS SOCIALES Y POLITICOS DEL ATRASO ESPAÑOL:


Para conectar este origen de la desmotivación participativa con el caciquismo, apelamos a Joaquín Costa para
iluminar el cuadro y contexto político. Las consecuencias de este proceso de Restauración, origina el
movimiento regeneracionista que es una línea ideológica que se dio en España a partir de la crisis del 98.
Expresa la situación de atraso y decadencia española y culpa al sistema imperante. El nuevo regeneracionismo
cultural, en parte también político, tiene su líder en Joaquín Costa, que influyó fuertemente sobre esta
generación. En lo político influyó en Maura y Canalejas (partido conservador y liberal), que siguieron lo que se
llamó la “vía dinástica”; otros tomaron la “vía republicana”; un tercer grupo fueron los nacionalistas, proponiendo
una estructura federal para España; y por último la “vía militar”, el “cirujano de hierro” que en Miguel Primo de
Rivera con su dictadura, se plasmo en una vía para cumplir con esta última opción regeneracionista.
En este contexto partidario y político, los actores tipificados en cuestión eran, por un lado los mencionados
caciques, personajes importantes localmente, en lo social y económico, que jerarquizados, se distribuyen a nivel
nacional; por otro lado están los oligarcas, políticos profesionales de la nación que necesitan del cacique para
lograr sus fines. Los oligarcas residen en el centro de la Nación, Madrid, sede de la Monarquía, de las Cortes,
sede principal de los dos partidos dinásticos.
El funcionamiento de este sistema se apoya tanto en los oligarcas como en los caciques. El Gobernador Civil de
cada provincia, en cuanto representante e instrumento del Gobierno central en ella, sirve de nexo entre oligarcas
y caciques, organiza las elecciones y decide su resultado.
Los oligarcas, agrupados en partidos que les representan en las Cortes, se reparten regionalmente la nación en
áreas de influencia política y por ello, según Costa, ni los partidos ni las Cortes representan al país y la nación no
es libre ni soberana por estar prisionera de un régimen oligárquico y caciquil servido por instituciones
aparentemente constitucionales y parlamentarias. En el sistema político, los intereses de los electores quedan
subordinados a los de los que fraudulentamente han sido elegidos. Unos, abusando de su autoridad, y otros,
aprovechándose de su posición y de sus riquezas, son los corruptores de un régimen que, falsamente
representativo (no por incapacidad sino por conveniencia), ignora la voluntad de los que dice representar. Así,
10
Sigal, Silvia. Historia de la cultura y del arte. Mexico en los Siglos XIX y XX. pp. 215-221
11
Marco Urdapilleta. Entre el Conservadurismo y el Liberalismo: Rodó y Bunge en torno al hombre
latinoamericano.UAEM. Cifra Nueva, Trujillo, 7, Enero-Junio 98. p7
tras sufragios fraudulentos, se reparten y adueñan de todas las instituciones administrativas y de gobierno para
actuar a través de ellas en beneficio propio.
En España entonces coexisten dos realidades diferentes: una ficticia o aparente de monarquía parlamentaria,
constitución y elecciones, otra real, ligada al caciquismo oligárquico.
Costa, por defender el régimen parlamentario condena su perversión oligárquica, considerando que este sistema
corrupto compromete la unidad de la nación y fomenta la autonomía y sectarismo político-territorial, perpetuando
estancamente estas divisiones identitarias, en lugar de transformarlas simbólicamente y culturalmente como en
otros estados nación de la misma época, con rasgos menos caciquiles. Los españoles comparativamente, con
su secular atraso cultural, social y económico eran los menos aptos para tal transformación, modernización y
unión nacional.
Respecto al atraso español, hay una coincidencia en el diagnóstico con Baumgarten, siendo este, también el
punto de partida que adopta (nuestro profesor de la UJI) W. Bernecker para afirmar que estos problemas
centrales, zonas de conflicto y déficits estructurales, han afectado el desarrollo del país y que tras el fracaso de
la vía democrática de la revolución burguesa, se ha desembocado en una crisis que incluso llevó a la larga
dictadura franquista, muchos años después.12
Para reflexionar sobre la actualidad entonces, de tales confluencias de la oligarquía y de un pueblo desmotivado,
sin participación política, podemos citar nuevamente a Costa en una faceta más política que religiosa, cuando
afirma que si el pueblo no tiene voluntad, carece de sentido plantearse el que las elecciones la reflejen. El
régimen parlamentario existente funciona sin necesidad de elecciones ni de electores, es un "gobierno
parlamentario sin electores". En él las mayorías y minorías son manipulaciones del partido gobernante. La
representación es inexistente de facto, los diputados representan a las diversas facciones dentro de la oligarquía
(por ello el consenso es fácil entre todos los oligarcas o caciques).
La solución es el régimen constitucional de separación de poderes del Estado ya que en el régimen oligárquico
no existe una ciudadanía madura moral y políticamente. Costa finalmente sostiene la inevitabilidad de la
europeización de España, algo similar a lo recomendado por Baumgarten.
España debe adaptarse a la situación real que le circunda para no ser absorbida por las grandes potencias, al
tiempo que debe asociarse a ellas en lo referido a la modernización. La europeización puede llegar para Costas,
por la colonización económica de España por las grandes potencias europeas (situación que se evidencia luego
de cien años tras la incorporación de España a la UE, condicionando su autonomía financiera y económica, tras
la perdida de soberanía sobre el tipo de cambio de su moneda, al adherir al Euro, entre otros sometimientos) o
porque España se modernice sin dejar de ser España.
Interesante reflexión sobre la soberanía española, para analizarla incluso en el presente, en un estado
secularizado pero con una ética católica persistente, con estadísticas que indican una participación popular en la
política sigue siendo muy baja, desempleo estructural, sindicatos no representativos de la voluntad obrera,
estudiantil ni intelectual, con un bipartidismo estanco y rancio, con una educación libre pero privatizada,
inmiscuido en una profunda crisis económica liberal, con graves impedimentos en la exportación de sus
manufacturas, sin una política de obra pública y de consumo que le permita salir de la crisis por aumento de la
demanda interna, por sus ajustes estructurales recesivos para mantener un déficit fiscal al mínimo, como
recomiendan los organismos internacionales de crédito, a las cuales adscribe en tanto receta política y
económica única, principalmente impuesta desde otros estados acreedores, mucho mas poderosos como
Alemania, Francia, Inglaterra y EEUU, y finalmente, volviendo a lo micro, con un corrupto caciquismo que
preexiste aggiornado a las circunstancias en la vida cotidiana de las diversas regiones autonómicas.

LEY FERREA DE LA OLIGARQUIA Y FILOSOFIA DEL CACIQUISMO:


Robert Michels, discípulo de max Weber realiza un estudio sociológico de la emergencia del liderazgo, la
psicología del poder y las tendencias oligárquicas inevitables de cualquier organización, sostiene que hay una
ley de hierro que lleva de manera automática al establecimiento de una oligarquía dirigente en toda
organización, cuyos intereses acaban predominando frente a los objetivos que la organización defiende y a los
deseos de sus participantes. Michels recoge de Weber la idea de que la sociedad contemporánea es la sociedad
de las organizaciones, por lo que los grandes conglomerados humanos necesitan de una determinada estructura
organizativa para poder actuar en todas las esferas de la vida pública, política o social. Michels sostiene que la
masa tiene una necesidad psíquica y moral de ser conducida por una minoría, compartiendo así las tesis del
elitismo político clásico de Vilfredo Pareto y Gaetano Mosca respecto a la imposibilidad de la democracia, y a
postular finalmente la existencia de una única ley de evolución de las sociedades contemporáneas, sustentada
en una visión cíclica y pesimista del hombre y de la historia.13
Ello obedece a dos tipos de causas: unas, psicológicas y otras, técnicas.
12
Historia Social de España en los siglos XIX y XX. Del Antiguo Regimen hasta la monarquía parlamentaria. Walter
Bernecker. Suhrkamp - Ulrich Wehler
13
Rafael Caparrós Valderrama. Robert Michels y las teorias elitista competitivas de la democracia.Revista
Entelequia. 2008.pp2-3
Entre las causas psicológicas de las masas, este afirma que son "constitucionalmente incapaces de gobernarse"
y que adolecen de una inmadurez objetiva y de una incurable incompetencia. La masa necesita contar con
líderes en los que apoyarse y anhela reconocer su superioridad. Por ello, la dominación de los líderes no es algo
impuesto a las masas, sino que existe un alto grado de aceptación e incluso de necesidad por parte de éstas, lo
que planteará considerables problemas para su recambio.
Aquí podemos entender un poco mas cierta tendencia de los pueblos como el Español, profundamente católico,
en la tendencia psicológica a la tutela por el Amo-Señor, sea este un Cristo o un Cacique, funcionalmente con
similares condicionamientos a la luz de lo que Hegel esboza en la Fenomenología del Espíritu sobre la
dialéctica del amo y el esclavo.
Ahí se nos viene a decir, entre otras cosas, que la relación entre ambos no es sólo la de sometimiento, sino
también la de reconocimiento.
Una breve ilustración podría ser esta: el amo es tal porque el esclavo lo reconoce como amo, sea por razón de
su status, de su valía personal o de cualquier otro atributo, y el esclavo se convierte en esclavo desde el
momento en el que el amo le asigna el papel de esclavo, lo reconoce como tal porque lo necesita y le trata como
esclavo. El amo necesita del esclavo, y en esta necesidad pierde su independencia, y el esclavo, al ser puesto
por el mismo amo como esencial, pierde su condición de "prescindible", quedando como lo más necesario, para
que el amo se considere tal. Este reconocimiento mutuo es por tanto, también inverso, entonces el amo que
depende del trabajo del esclavo termina siendo esclavo del esclavo y el esclavo es en cierto modo el amo del
amo.
Esta dialéctica no es circunstancial sino universal, es el preciso desarrollo de la conciencia humana en el
proceso de conocer el mundo de las cosas, a si misma y a los otros sujetos de conciencia.14
La importancia de este reconocimiento aparece por tanto, en muchos grupos de trabajo en los que las
relaciones no son simétricas. Como más adelante lo hará uno de los fundadores de la prestigiosa Escuela de
Frankfurt, T.W. Adorno, el grupo desea ser gobernado por una fuerza ilimitada, siente una pasión extrema por la
autoridad; en expresión de Le Bon, tiene sed de obediencia. El padre primordial es el ideal del grupo y éste
gobierna el ego en sustitución del ideal del ego.15
Ahora bien, en cuanto a legitimidad de esta paternidad, y a la autoridad que emana de esta, es necesario apelar
a Weber y a su concepto de Carisma.
El diagnostico o punto de partida es similar, Michels parece compartir la contundente y pesimista tesis de la
“jaula de hierro” (termino que popularizo Talcott Parsons refiriéndose al original de Weber: ‘férreo cofre”) de su
profesor Max Weber , que afirmaba que la era del capitalismo victorioso había encerrado al ser humano en esta
jaula asfixiante, simbolizando así nuestra fragilidad ante el inmenso y anónimo poder económico que nos rodea
y por otro lado su carácter mecánico, carente de sustento espiritual y sometido ineluctablemente a la
racionalización de la existencia.16
El proceso de “nacionalización” de la existencia en Weber habilita las condiciones mayores o menores de
posibilidad de que exista esta tendencia a la oligarquización de las organizaciones, sean estas grandes y
estatales, o pequeñas. La jaula es “de hierro” ya que las fuerzas constructoras son la ciencia moderna, el
liberalismo, el capitalismo, la burocratización y el “nuevo hombre” forma parte de un colectivo mecanizado y
empujado por arrolladores procesos técnicos y organizativos, como los que se siguen reproduciendo en el S.XIX
en España.
Sus triunfos son tan importantes y avasalladores que se han convertido en realidades irreversibles, pero
paradójicamente son triunfos que se presentan vacíos de “valores espirituales y culturales”, ya que son
acciones humanas en respuesta al apremio económico o a “pasiones puramente mundanas” en lugar de estar
impulsados por ideales religiosos, éticos y políticos.17
Quizás en esto se pueda justificar el pasaje de un Personaje superior como el Amo-Señor feudal-Clero, a uno
mas secularizado como el Cacique o el Político carismático.
Siguiendo a Weber, podríamos suponer que la ética que se secularizo en la praxis caciquil, en el caso Español,
fue la católica y que de cierta forma, como vimos en Baumgarten, permitió estas prácticas diferidas a las
Protestantes, estén mas próxima a tipificaciones de sumisión y atraso económico.
En esto podemos profundizar más aún, sobre el condicionamiento del pueblo español, mayoritariamente agrario
del s.XIX, al cacicato, en un sentido no solo histórico, sino filosófico y psicológico, basados en la obra de León
Rozitchner18 que extiende y particulariza en el cristianismo, el concepto marxista de desmotivación política por
causa de la miseria religiosa como opio del pueblo.

14
Hegel. Fenomenología del Espiritu. FCE, 1966. Capítulo IV, "La verdad de la certeza de sí mismo".
15
T.W.Adorno, The Culture Industry: Selected Esssays on Mass Culture, Routledge, 1991, pág.89.
16
Max Weber, The Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism (London & New York: Routledge,
1992), pp. 181-183.
17
Weber, The Protestant Ethic..., p. 182
18
La Cosa y la Cruz, Leon Rozitchner, Losada, bsas
El propone una tesis, una pregunta, de porque las experiencias revolucionaras llamadas socialistas, antagónicas
a las determinaciones antropológicas, económicas y sociales que se producen bajo el sistema capitalista, han
terminado fracasando en su intento de construir un nuevo hombre, una nueva sociedad, nuevas formas de
relaciones sociales, donde no hay clases, explotados ni explotadores; y lo argumenta porque esa acción política,
no alcanzaba el núcleo duro donde reside el lugar mas tenaz de sometimiento.
Según León, para que haya un sistema donde paulatinamente todas las cualidades humanas, hasta las más
personalizadas, adquieran un precio-valor cuantitativo como “mercancía”, forma generalizada en la valorización
de todo lo existente, fue necesario previamente producir hombres adecuados al sistema en un nivel diferente al
de la mera economía.
La tecnología cristiana, organizadora de la mente y del alma humana, antecede a la tecnología capitalista de los
medios de producción y la prepara.
La ley cristiana disciplina en el cuerpo la sustancia sensible, el goce, imponiendo la sustracción del plus gozar,
habilitando así la extracción de plus valor.
Este sistema religioso con su culto al hombre abstracto, posibilita el surgimiento del trabajo indiferenciado, motor
de la producción de mercancías, sacrificando obedientemente el cuerpo a la plusvalía, al modo de acumulación
y sometimiento capitalista, para obtener la gracia divina de la vida eterna del espíritu, en el pandemónium
sicótico del reino de los cielos, mediante el cotidiano aniquilamiento radical del goce sensible de la vida,
operación que permite inocular el terror cuantitativo en los cuerpos, meros restos, basura desechable del
espíritu, verdadera alma mater de la escena, volviéndolos así, aptos para la explotación y sometimiento.
Rozitchner le va a atribuir a la cosmogonía cristiana, a esta Santa Trinidad sin la más mínima objetivación de
carne, la innovación psíquica en la construcción histórica de la subjetividad, habilitando el aniquilamiento radical
del goce sensible de la vida.
Esto se basa en una especie de determinismo patriarcal freudiano, donde el proceso de identificación que aspira
a conformar el propio yo análogamente al otro, tomado como modelo, ya está atado de antemano con el ideal
del padre. El niño quiere ser como su padre, siempre, quiso ser como su padre, nunca como la madre, a la cual
solo quiere para gozar sexualmente, como mero valor de uso. El niño enfrenta al padre, que le cierra el camino,
porque él también quiere ser la Ley, la única por cierto. La identificación, antes amigable, ahora hostil, estuvo
desde siempre, como una especie de leyenda mitológica que nadie recuerda su origen pero que seguimos
transmitiendo de generación en generación.
El niño no quiere ser esclavo, quiere ser amo, como bien va aprendiendo de su cultura patriarcal, por eso se
bate a duelo con su propio padre, que lo mata de forma canibalesca, porque en la fase oral el sujeto se
incorporaba al objeto ansiado y estimado, comiéndoselo, y al hacerlo así lo destruye.
Pero el amor que por otro lado también se le tiene al Padre hace que el niño le dé vida dentro suyo naciendo de
este modo una nueva conciencia determinada por el súper-yo paterno, La Ley, y lo que aparece allí de algún
modo es una nueva conciencia moral imponiendo un modo de ser con el otro y una forma de pensamiento,
relegando la conciencia anterior, enlazada con la madre, unidad vivida y sentida.
Esta es la intrincada lectura que extrae Rozitchner sobre la identificación en Freud, y como consecuencia de
esto, cuando el niño le da muerte al padre y para luego volver a darle vida dentro suyo por culpa, éste retendrá
la sumisión al padre y no podrá liberarse, ya mas de él.
Esta ley Cristiana, ya no es más externa como en el Antiguo Testamento, donde los judíos circuncidan el pene
del niño para insertar allí, un límite a todo el cuerpo que les prohíbe tomar a la madre como objeto sexual tras
amenazando con castrarlo. El cristianismo en cambio hace su aporte innovador en las tecnologías de
dominación: internaliza la Ley mediante la circuncisión del corazón, lo inmoviliza por culpa, lo desmotiva.
Se peca incluso con el mero pensamiento sin siquiera llevar a cabo el acto. Entonces ahora, con la religión
Cristiana, cada sujeto pasa a ser la Ley misma; es más, ya no hay más un “yo”, ahora solo hay Cosa, Cosa
Cristiana que deviene en cosificación capitalista.
Ya no hay más una ley exterior a cual se pueda desafiar y enfrentar para poder conquistar algún tipo de goce de
liberación mediante la infracción subjetiva que se prolonga en el enfrentamiento colectivo y social contra las
leyes opresoras.
Vemos entonces una explicación, aquí en Rozitchner, como en la clasica dialéctica Hegeliana del amo y el
esclavo, del origen de la sumisión, de una dominación que llevada a cabo por el Cacique, el Clero o por el
moderno aparato burocrático-estatal, tiene por resultado la misma aniquilación de la subjetividad, de la
democracia de sujetos.
Rozitchner para entender los mecanismos de sumisión, le agrega algunos ingredientes mas, como desde lo
religioso son la culpa y la resignación, y desde lo psicológico son la identificación con el Señor, la sumisión a
este y la represión de las pulsiones liberadoras.
Todas estas características parecen retratar y explicar las estructuras de dominación y explotación del
caciquismo al pueblo de la España católica del SXIX.
Es importante aclarar por último, respecto a la religión constructora de subjetividad de Rozitchner, que aunque
no sea practicada masivamente o este en un proceso racionalizador de separación de la política, como dice
Weber, persiste fuertemente en la sociedad española del S.XIX secularizada en la ética católica, tan criticada
por Baumgarten.
El individuo Weberiano, enjaulado en el aparato moderno burocrático-estatal que aparecerá en el siglo XX, se
halla pues aislado y sólo; es un nuevo tipo de hombre que “considera que depende enteramente de sí mismo, en
una terrible soledad, carente de todo poder mágico de salvación”.19
Weber estableció una relación causal entre el proceso de racionalización impulsado por la ciencia moderna, al
estilo de la razón instrumental de Adorno y Horkheimer, y el consiguiente proceso de desencantamiento del
mundo. La ciencia, afirma, ha derruido tradiciones y creencias religiosas, morales, y metafísicas, y ha insistido
en la reducción de nuestro universo espiritual a términos racionalmente explicables, desnudando
progresivamente de sentido nuestra existencia. Este mundo sin misterios y con efectos deshumanizantes como
consecuencia de su desencantamiento, era rechazado por Weber ya que violentaba la necesidad (no racional y
psicológicamente angustiante) que sentimos de hallarle un sentido superior a la existencia de un mundo
irracional en la cual estamos inmersos, en formatos de sistemas racionalizados (formal y sustantivamente) de
convicciones y creencias.
Ante esta situación recomendaba practicar la ciencia como vocación para equilibrar la tensión permanente y
agobiante de la burocracia capitalista que promovía la politica profesional como ordenadora del mundo. Esta
solución era recomendada para no caer en “el abandono del intelecto” del irracionalismo como “salida” a esta
situación, sea por medio de la adhesión a los mitos, al misterio, a lo religioso o a los valores morales
“humanistas” que no se pueden sustentar científicamente.
Para Weber la ciencia que ha racionalizado e intelectualizado y, sobre todo, desmitificado al mundo, provoco
que los valores últimos y más sublimes hayan desaparecido de la vida. A pesar de ello esta ciencia no es que no
tenga objeto alguno; sí lo tiene, y es el de enfrentarnos a este mismo destino con la educada capacidad y
vocación para mirar de frente las realidades de la vida, soportarlas y estar a su altura.20
El desarrollo mismo de la racionalización, por tanto, depende de fuerzas que no son ellas mismas racionales; de
ahí la importancia del carisma en el pensamiento de Weber: el carisma es una fuerza no-racional, ajena a toda
regla; es un elemento revolucionario en la Historia.21, el refugio de la creatividad, la semilla de una posible
salvación de lo más valioso en lo humano, y la posibilidad de “preservar un remanente de humanidad ajeno a la
fragmentación del alma producida por el exclusivo dominio de la burocratización de la existencia”.22
Este carisma se aplica tanto al individuo político como al científico, como dice Wolin: “la ciencia es el carisma de
un tiempo sin Dios y sin profetas”23, un carisma desplegado por personas con la necesaria vocación para
soportar el hecho de que el mundo está desencantado, por personas capaces de enfrentarse descarnadamente
a lo que Weber designó como “hechos incómodos” y que no tratan de escapar a la imperiosa necesidad de
elegir.24
Ante la angustia del mundo desencantado, devenido en una creciente burocracia racional asfixiante, la acción
politica no solo proviene de la organización racional sino también de posibles alternativas no-racionales al
encierro, desplazando a lo religioso y mítico por una democracia carismática.
Weber definió el “carisma” como “la cualidad particular de un individuo, en virtud de la cual su persona se coloca
en una posición aparte de los hombres ordinarios, pues se le considera poseedor de características
excepcionales. Con base a estas condiciones, el individuo en cuestión es tratado como un líder”.25
Weber analiza esta característica de la acción política en el SXX, pero es claramente atribuible a las relaciones
de los caciques del SXIX, que sin renegar de la violencia, efectuaban procesos de identificación carismática con
sus sometidos, logrando de estos la obediente correspondencia de considerarlos seres superiores,
indispensables, extraordinarios, excepcionales, tutores; y lo lograban y mantenían gracias al dominio oligárquico.
Weber enfatizó que el factor carismático tiene una naturaleza peculiar y no racional (cuasi afectivo-psicológico),
que no permite su asimilación a los modelos de autoridad, legitimidad y dominación “racional-burocrático” o
“tradicional” que fundamentan practicas de control rutinario y cotidiano de la acción social y se materializan en
formas institucionales relativamente permanentes.
La legitimidad del factor carismático, al contrario, surge de la creatividad personal, de la psicología del
personaje, de su capacidad para dar respuestas, en determinado tiempo y circunstancias, a la cuestión del
sentido de la acción, más allá de lo establecido y rutinario. El carisma irrumpe en la historia como fuerza

19
Marianne Weber, Biografía de Max Weber, p. 336
20
Weber, El Político y el Científico, pp. 175
21
Véase, Giddens, pp. 67-68
22
Arthur Mitzman, The Iron Cage. An Historical Interpretation of Max Weber (New York: Alfred A.
Knopff, 1970) Palabras de Weber. p. 178
23
, Sheldon S. Wolin, “Max Weber. Legitimation, Method, and the Politics of Theory”, Political
Theory, Vol. 9, # 3, 1981, pp. 417
24
Weber, El Político y El Científico, pp. 215, 222
25
Max Weber, On Charisma and Institution Building (Chicago: The University of Chicago Press, 1968), p. 48
creadora, dirigida a recuperar un margen de significado en medio del casi siempre avasallante predominio del
desencanto del mundo.
Sabemos del cacique que dentro de sus funciones, estaba la de dar respuesta a los problemas, a lo novedoso, y
lo hacía mas allá de lo establecido muchas veces por la ley. Esto los estaba transformando en seres
carismáticos que lograban lo que era casi imposible para un ser normal. Ellos se apropiaban del carisma de un
parlamento no visible a los ojos de sus conciudadanos, en una suerte de carisma falseado sin pretensiones de
salvar el resto de humanidad que quedaba en el mundo desencantado, pero carisma al fin.
La identificación proto-carismática pues, con el cacique en el SXIX, con seguridad confluía en la necesidad no-
racional del ciudadano, de salvación de lo más valioso en lo humano, que antes depositaba en la religión y ahora
estaba en proceso de secularizado traspaso a los aparatos político-burocráticos.
A diferencia de Marx donde el motor de la historia es la colectiva lucha de clases frente al conflicto “capital y
trabajo”, para Weber el proceso histórico es concebido como el terreno de lucha entre la “innovación
carismática” y la “racionalización burocrática”.26
La ciencia racional, la relación racional del hombre con la naturaleza y el Estado racional despojan la existencia
individual de valores e ideales superiores y amenazan la civilización occidental con su osificación y parálisis. Si
este dantesco panorama coincide con la visión marxista donde el capitalismo en su inevitable crisis, también
aliena al hombre de la naturaleza, entonces podemos afirmar que como resultante de tal afinidad, el escenario
decadente esta completo: el hombre se disocia de los valores e ideales superiores, del sentido de su existencia,
de la naturaleza y de los demás hombres.
Para Weber el antídoto contra este peligro y la explicación del cambio social humanizante se halla promovido en
la acción de individuos excepcionales, representantes de la capacidad de iniciativa típica del individualismo
clásico, y comprometidos con una “vocación” creadora27.
Esto precisamente no es lo que sucedió con el caciquismo, y por ello el proceso degradante y decadente esta
asegurado.
Sin embargo es interesante ver como esta necesidad social, fue en ocasiones oportunamente cooptada
falsamente y utilizada en beneficio propio por el cacicato español, aunque en otros casos del s.XX, como en
Argentina, algunos líderes carismáticos bajo la caracterización de Populistas, fueron exitosos en su proceso de
democratización no oligárquica, como en el caso de Juan Domingo Perón.
Llegamos pues a la esfera específicamente política, al problema central de la era moderna para Weber, que es
asegurar el control político sobre la burocracia y garantizar un liderazgo independiente frente a los valores
exclusivamente instrumentales de un Estado rutinizado, así como ante las presiones niveladoras y
espiritualmente esterilizantes de una democracia de masas igualitaria y anti-individualista.
Weber crítica tanto al marxismo como a la religión, desechó la idea de la igualdad de todos los ciudadanos en
una democracia igualitaria a favor de una teoría del liderazgo carismático. También rechazó la idea de la libre
auto-determinación y auto-organización del pueblo soberano.
En la práctica, Weber favoreció el gobierno por parte de una oligarquía calificada por el carisma dentro de un
sistema formalmente constitucional-democrático.28
Al igual que Pareto, Mosca y Michels29, teóricos de la democracia elitista, para Weber lo que realmente
importaba en política eran las élites conductoras; dicho en otras palabras, a su modo de ver la admisión del
principio oligárquico, de la “ley de los pequeños números”, era algo inevitable aún en la democracia.
La participación de las masas en los regímenes democráticos introducía un elemento novedoso en cuanto al
método de selección de los líderes, ya que no se trata de que la masa políticamente pasiva produzca por sí
misma un líder, sino más bien que el líder político recluta a sus seguidores y conquista las masas en virtud de su
atractivo demagógico. Esto funciona así hasta bajo las constituciones más democráticas. 30
Esto es efectivamente lo que fue moneda corriente en las prácticas caciquiles españolas durante la
Restauración, pero en el contexto de un falso sufragio universal, se da el tipo de dominio carismático que se
oculta tras una fachada de legitimidad formalmente derivada de la voluntad de la mayoría, siendo el caso de que
el líder reclute adhirientes, y no hay ocultamiento (atípico) si la masa lo produce y selecciona, como los ejemplos
de liderazgo carismático como los del S.XX, en el caso de personajes como Fidel Castro y el Che Guevara.
Weber nos coloca ante una disyuntiva, que presenta de este modo: “Sólo nos queda elegir entre la democracia
caudillista de liderazgo carismático, o la democracia sin caudillos, es decir, la dominación de políticos
profesionales sin vocación, sin esas cualidades íntimas y carismáticas que hacen al caudillo”.31
26
W. G. Runciman, A Critique of Max Weber’s Philosophy of Social Science
(Cambridge: Cambridge University Press, 1972), p. 5
27
Wolfgang J. Mommsen, The Political and Social Theory of Max Weber (Chicago: The University of Chicago
Press, 1989), pp. 61,62, 112, 150, 156 y 157
28
Mommsen, Max Weber..., p. 406
29
Irving M. Zeitlin, Ideología y Teoría Sociológica (Buenos Aires: Amorrortu Editores), 1982, pp. 181-316
30
David Beetham, Max Weber and the Theory of Modern Politics (London: Polity Press, 1985), pp. 102 y 106
31
Max Weber, El Político y El Científico, p. 150
Esta disyuntiva no tiene solución, la jaula no se abre eligiendo uno u otro camino. El desarrollo mismo de la
racionalización lo impide, solo hay paliativos frente al diagnostico, preservando los remanentes de humanidad
frente al aumento de la organización burocrática del Estado que lleva aparejado el desarrollo del gobierno
democrático, carismático o no.
Esta elección por tanto no asegura el fin del dominio de unos hombres sobre otros, porque como afirma
Giddens: “la ampliación de los derechos democráticos exige el desarrollo de la centralización burocrática, pero a
la inversa no ocurre lo mismo”.32
Weber cuando enfatiza que el factor carismático tiene una naturaleza peculiar y no racional, nos retrotrae a la
tendencia religiosa a seguir al Señor, que en el caso de las prácticas caciquiles, si estas se ejecutan
produciendo carisma, permite su asimilación a los modelos de autoridad de legitimidad y dominación “tradicional-
afectivas” aunque pretendiendo ser “racional-burocráticas”.
En este engaño se sustenta el éxito y pervivencia de los cacicatos en el S.XIX, y ciertos casos en el S.XX, ante
la imposibilidad de superar esta concepción, debido al condicionamiento de un pueblo sometido y atrasado ética,
intelectual y económicamente.

CONCLUSION:
En este resumen se destaca el proceso de construcción del cacicato y los medios de que se sirve, políticos,
violentos, religiosos y a los que sirve, conformando una suerte de combinación de factores coactivos y de
consenso, que llevan a la implicación directa de la administración pública, al uso del recurso de la violencia
intimidatoria, a la práctica política corrupta, a la formación de un entramado asociativo de relaciones políticas
oscuras e ilícitas, económicas y personales, en un contexto de falseamiento de los problemas y de la realidad
misma.
Es tan imperante este tema que podemos ver como en la actualidad casos más o menos desagradables, repiten
el patrón del cacicato, más de un siglo después, más allá de las particularidades de cada país, de cada región.
Situación para analizar una vez mas, de los condicionamientos filosóficos y sociológicos que conforman las
condiciones de posibilidad de que tal desintegración de la democracia, siga tan vigente e impune como nunca.
En España el caso más paradigmático de caciquismo hoy en día es el de Carlos Fabra, perteneciente a la
familia con mayor tradición política de Castellón, pues pertenece a la quinta generación de presidentes de la
Diputación, con casi 60 años en el poder desde 1855.
Carlos Fabra está imputado por diversos delitos de tráfico de influencias, cohecho, negociaciones prohibidas,
contra la Administración Pública y fraude fiscal. La Fiscalía Anticorrupción sigue diversos procesos contra él en
la Audiencia Provincial de Castellón. En julio de 2008, el Tribunal Supremo desestimó el recurso de casación
presentado por Fabra, contra la investigación judicial.33
La dudosa parcialidad del sistema Jurídico Español todo, evidenciado en el bochornoso alejamiento del Juez B.
Garzón en el 2010 por parte del Tribunal Supremo, no permitió aun hoy el juicio y encarcelamiento del
personaje, y dista de poder concretarse en el contexto jurídico y político actual del país, bajo la presión
conservadora de la UE en la peor crisis económica de su historia reciente.
Otros casos en otras latitudes, incluyen lo aberrante del crimen absurdo hacia inocentes, como en el caso de
María Soledad Morales en Argentina, un crimen con rasgos crueles y atroces en Catamarca, una pequeña
provincia del empobrecido noroeste argentino, donde fue hallado su cuerpo en una zanja con evidentes signos
de violación y tortura, en una década infame de impunidad, clientelismo político, pobreza (mortalidad de 15.000
niños por año por causas evitables) y salvaje ajuste neoliberal llevado a cabo por los presidentes C. Menem, F.
De la Rúa y el ministro de economía D. Cavallo.
Los catamarqueños inmediatamente acusaron al todopoderoso clan Saadi, no solo de ser los causantes del
crimen como consecuencia de una noche de descontrol extremo en una fiesta, por parte de uno de los hijos del
poder caciquil local para con la víctima, sino por históricas prácticas de clientelismo político, que les permitió
mantenerse en el poder más de 40 años.
Los Saadi han consagrado el nepotismo como forma de gobierno en Catamarca, con más de 78 cargos oficiales
respecto a los 79 adultos de la familia completa de los Saadi, en la época del crimen. El patriarca del clan,
32
Giddens, p. 29
33
El Supremo considera legal investigar las cuentas de Fabra El País, 29-7-2008
Carlos Fabra ingresó seis millones de euros sin justificar entre 1999 y 2004 El País, 26-9-2008
http://www.elpais.com/articulo/espana/Quien/encarga/caso/Fabra/elpepuesp/20080505elpepunac_24/Tes ¿Quién se encarga del
'Caso Fabra'?
El juez imputa a Carlos Fabra por los presuntos delitos de cohecho y tráfico de influencias
La Policía investiga en varios bancos de Castellón las cuentas de Carlos Fabra, 20minutos, 24 de septiembre de 2008.
El Supremo avala investigar al líder del PP de Castellón por presunta corrupción, EFE, vía 20minutos, 28 de julio de 2008.
Fabra cobró 841.000 euros por asesorar a siete empresas mientras ejercía su cargo de presidente de la Diputación de Castellón,
20minutos, 19 de mayor de 2007.
Tras la senda de Carlos Fabra
Vicente Saadi, luego de morir a los 75 años en 1988, dejo en su cargo de Gobernador a su Hijo Ramón Saadi
que gracias al clientelismo, caciquismo y temor del electorado aseguraron una vez mas, la pervivencia del
saadismo gracias sobre todo a los votos del interior de Catamarca.
Para la hermana Marta Pelloni, Soledad "es el cordero inmolado". La monja directora del colegio católico donde
asistía María Soledad, afirma que el crimen cometido en un exceso de confianza, en un contexto de otros
delitos impunes que se venían realizando desde hace años por el clan, y que por ello se ha convertido el caso,
en "una cuestión política. Es el reclamo de justicia de un pueblo sobre crímenes no esclarecidos, robos,
extorsiones, droga y prostitución", donde las repercusiones políticas del caso Morales acabaron, años después
de las movilizaciones populares, juicios y castigos a los culpables (a pesar de sus maniobras de impunidad), con
las aspiraciones del gobernador Ramón Saadi de representar un papel político en el ámbito nacional.34
Desde un primer momento las investigaciones fueron demoradas y manipuladas; en esas condiciones un
diputado nacional por Catamarca, Ángel Luque, implicado en la causa, había declarado que si su hijo hubiera
sido el asesino, el cadáver no habría aparecido. El escándalo llevó a la intervención del Poder Judicial de la
provincia y luego los poderes ejecutivo y legislativo, destituyendo a Ramón Saadi. Hacia 1996 se inició el juicio
oral por el asesinato de María Soledad. Los imputados fueron Guillermo Luque y Luis Tula (ex novio de la
víctima). Los gestos de los jueces acusados de parcialidad, fueron descubiertos y reiterados por los canales de
televisión y produjeron un nuevo escándalo que llevó a la anulación del juicio. En 1998, se realizó un nuevo
juicio. Las condiciones políticas en el país y en la provincia habían cambiado considerablemente, y el 27 de
septiembre Guillermo Luque fue finalmente condenado a 21 años de prisión por el asesinato y violación de María
Soledad Morales, en tanto que Luis Tula fue condenado a 9 años de prisión como partícipe secundario del delito
de violación.35
El tribunal ordenó investigar el encubrimiento, pero nunca se hizo. El encubrimiento podría alcanzar a la plana
mayor de la Policía catamarqueña, el ex gobernador Saadi, el subcomisario Luis Patti (exrepresor de la
dictadura del 76, hoy enjuiciado y encarcelado por crímenes de Lesa humanidad) y al propio ex presidente
Carlos Menem, aliado político de Saadi y cacique en su propia provincia, La Rioja.36
En resumen, hoy en día, la eliminación del caciquismo como forma de gobierno, solo podría darse idealmente
minimizando la dialéctica del amo y el esclavo, en una sociedad democrática distinta a la retratada en la
República por Platón, cuyo lema sería la libertad e igualdad entre todos los individuos y cuyo resultado implica la
pérdida total del sentido de los valores y de la estabilidad social. Más bien, el desafío es apelar a todo lo
contrario, para que la sociedad sea mas justa e igualitaria, minimizando tanto la cantidad de amos, como de
esclavos, y la única forma es intercediendo y controlando lo que sustenta profundamente tal relación, el capital.

34
José Comas - San Fernando. Macondo en Catamarca. El clan Saadi, de origen árabe y filiación peronista,
sospechoso del crimen de una colegiala. - 12/11/1990. Diario El País. España.
35
Condenaron a 21 años de prisión a Guillermo Luque y a 9 a Luis Tula, Clarín, 28 de febrero de 1998. Arg.
36
Diez años después empiezan a investigar el encubrimiento, Clarín, 27 de febrero de 2000. Arg.

You might also like