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SOBRE LA REVOLUCIÓN DEL 30…

“El teniente Labocat, al frente de sus cadetes, me decía: — ¡Diga si esta no es una fiesta...!
Efectivamente, de todos los balcones de Callao les tiraban flores. Muchachas trajeadas como si se
tratara de concurrir a una fiesta, abrían desde lo alto paquetes de bombones y los arrojaban a los
caminantes, que desde las cuatro de la mañana no habían probado bocado, como no fuesen algunas
naranjas, etc. etc.”
(Arlt, Roberto. “¡Donde quemaban las papas!” en El Mundo. 7 de setiembre de 1930)

“Esta revolución ha sido macanuda porque no tenía intervalos espaciados, donde los participantes
pasaban bruscamente de un extremo a otro. Por ejemplo, en el recorrido de la calle Callao efectuado el
sábado por los cadetes, todo iba en la gloria pues en los balcones muchachas de todas las edades y
matices pigmentarios, arrojaban chocolatines, bombones, ramitos de violetas y de claveles. (...) En fin,
aquello era un paseo, una revolución sin ser revolución; todas las muchachas batían las manos y lo único
que faltaba era una orquesta para ponerse a bailar. (...) En realidad, si esta revolución tuvo algo de tal, fue
cuando se produjeron los choques frente a La Época y a la tarde en el Molino. Suprimiendo las
persecuciones policiales y las barbaridades de gente que no se daba cuenta qué catástrofe podían
provocar, el panorama popular era de regocijo y de fiesta. Era realmente cosa de decir: “Tutti contenti”. La
población había subido a las azoteas; los aeroplanos describían círculos sobre la ciudad y numerosas
personas se dirigían al centro “para mirar la revolución”. Y es que, si algo puede afirmarse de la población
porteña, es lo siguiente: Somos o constituimos el pueblo más balconeador del planeta. Sin grupo. No nos
afligimos por nada. No nos impresiona nada. (...)
Automóviles con chapas de todos los parajes de la República hacían cola, uno tras otro,
moviéndose despacio por la rúa. Lo único que faltaban eran serpentinas. En serio. Serpentinas y caretas. Y
el orgullo con que la gente miraba a sus prójimos parecía decir: “Bueno: ahora nosotros también tenemos
nuestra revolución”.
(Fuente: Arlt, Roberto. “Balconeando la Revolución” en El Mundo. 8 de setiembre de 1930)

SOBRE LA CORTE SUPREMA DE JUSTICIA…

“En Buenos Aires, a diez días de septiembre de 1930, reunidos en acuerdo extraordinario los
señores ministros de la Corte Suprema de Justicia, doctores don José Figueroa Alcorta, don Roberto
Repetto, don Ricardo Guido Lavalle y don Antonio Sagarna y el señor procurador general de la Nación,
doctor Horacio Rodríguez Larreta, con el fin de tomar en consideración la comunicación dirigida por el señor
presidente del Poder Ejecutivo provisional, teniente don José F. Uriburu, haciendo saber a esta Corte la
constitución de un gobierno provisional para la Nación, dijeron:
1°- Que la susodicha comunicación pone en conocimiento oficial de esta Corte Suprema la constitución de
un gobierno provisional emanado de la revolución triunfante del 6 de septiembre del corriente año.
2°- Que ese gobierno se encuentra en posesión de las fuerzas militares y policiales necesarias para
asegurar la paz y el orden de la Nación y, por consiguiente, para proteger la libertad, la vida y la propiedad
de las personas, y ha declarado, además, en actos públicos, que mantendrá la supremacía de la
Constitución y de las leyes fundamentales del país, en el ejercicio del poder.
Que tales antecedentes caracterizan, sin duda, un gobierno de hecho en cuanto a su constitución y de
cuya naturaleza participan los funcionarios que lo integran actualmente o que se designen en lo sucesivo,
con todas las consecuencias de la doctrina de los gobiernos de facto, respecto de la posibilidad de realizar
válidamente los actos necesarios para el cumplimiento de los fines perseguidos por él. […]
Que el gobierno provisional que acaba de constituirse en el país, es, pues, un gobierno de facto, cuyo
título no puede ser judicialmente discutido con éxito por las personas en cuanto ejercita la función
administrativa y política derivada de su posesión de la fuerza como resorte y de seguridad social.
Que ello no obstante, si normalizada la situación, en el desenvolvimiento de la acción del gobierno de
facto, los funcionarios que lo integran desconocieran las garantías individuales o las de la propiedad u otras
aseguradas por la Constitución, la administración de justicia encargada de hacer cumplir éstas las
restablecería en las mismas condiciones y con el mismo alcance que lo habría hecho con el Poder Ejecutivo
de derecho. […]
En mérito de estas consideraciones, el tribunal resolvió acusar recibo al gobierno provisional, en el día
de la comunicación de referencia mediante el envío de la nota acordada…
(Fuente: Acordada de la Corte Suprema de Justicia, del 10 de septiembre de 1930)

SOBRE LA IGLESIA CATÓLICA…

“I- Los que tienen derecho a votar, están obligados, por regla general, a ejercitar su derecho,
siempre que no se interponga algún obstáculo de gravedad proporcional a la importancia de la religión.
Porque la abstención se convertiría en complicidad y en responsabilidad ante Dios, siempre que ella pueda
contribuir al triunfo de un candidato indigno o a la derrota de un candidato notablemente mejor.
II.- Entre varios candidatos o listas aceptables, desde el punto de vista católico, se ha de votar por
los que, en conciencia, parezcan más aptos para procurar el mayor bien de la religión y de la patria, aunque
no pertenezcan al partido propio. Porque el bien público es superior al bien del partido. […]
III.- Cuando todos los candidatos o listas que se presenten sean inaceptables, desde el punto de
vista católico, se ha de votar por los menos inaceptables, de cuya actuación se pueden temer menos
perjuicios para la religión y para la patria. En este caso, se evitará el peligro del escándalo, sobre todo en el
período de propaganda electoral con oportunas reservas sobre el carácter circunstancial de la adhesión
prestada, sin aprobar el programa total.
IV.- Ningún católico puede afiliarse a partidos o votar a candidatos que inscriban en sus programas
los principios siguientes:
1° La separación de la Iglesia y el Estado, en el sentido antes explicado.
2° La supresión de las disposiciones legales que reconocen los derechos de la religión, y
particularmente del juramento religioso y de las palabras en que nuestra Constitución invoca la protección
de Dios, fuente de toda razón y justicia; porque la supresión equivale a una profesión pública y positiva de
ateísmo nacional.
3° El laicismo escolar.
4° El divorcio legal. Fuente: Pastoral del Episcopado en Criterio, Año IV, N° 188, 8-XI-31)

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