Esta aldea se encuentra ubicada a 17 kilómetros, asentada al sur de la cabecera
Municipal de Taxisco. Es junto a Monterrico, Tepeaco y Nuevo Canchón, una de las aldeas más antiguas de Taxisco. Por más de un siglo en esta vasta extensión de tierra los moradores llevaron una vida primitiva, abundaban las fieras, venados conejos y toda clase de aves que le servían de sustento. Los dueños explotaban esta Hacienda en invierno, los llanos estaban copados de ganado vacuno y caballar. En otros tiempos fue un camino de herradura, en el que se conducía entre veredas y potreros, escuchando un concierto con el canto de aves de distintas especies, entre bramidos de ganado, berreos de chivos; relinche y trotes de caballos. Se cuenta que existió un oratorio, en donde se reunían los dueños de las Grandes Haciendas y celebraban una fiesta llamada LA FIERRA. Esta fiesta consistía en que en un día determinado de cada año previo a la feria de Enero de Taxisco, marcaban el ganado que pertenecía a cada propietario. El cura de Taxisco venía acompañado de algunos vecinos del pueblo, todo era alegre, porque se marcaba el ganado que pertenecía a la cofradía del Señor de Esquipulas. Un día, en una de estas fiestas se dio un hecho sangriento, en el que dos hombres discutieron por una mujer, no respetaron al cura y armaron una riña, quedando uno tendido en la puerta del oratorio. El cura al ver aquel problema nunca más volvió al lugar, la fiesta de la Fierra se Suprimió, después vino la liberación de tierras por parte de Justo Rufino Barrios, los bienes de la iglesia pasaron al Estado y cada quien denunció lo que reconocía como suyo. Así quedaron estos llanos en poder de las familias: Valladares, Castillo, Francia, Ortíz, Álvarez, Pérez, Arévalo, Cojulún, Ibarra, Díaz, De la Peña, Escobar, entre otros. Contaban los antiguos habitantes que a finales del siglo XIX un vecino del Callejón de la muerte, al calor de los tragos ensillaba su caballo tordío y emprendía el camino hacía este lugar, cuando alguien lo encontraba le preguntaba: __Y para dónde vás ohhhhh__ el respondía: a ver a mi Bella Ana. Así algunos empezaron a llamar a estos parajes: La Avellana. Sin embargo Al entrar el Siglo XX, La Avellana fue una Gran Hacienda llamada así propiedad de don Salomón Estrada Bonilla, por el lejano año de 1925 quien fue uno de los que también se cuenta que bautizó al lugar con este nombre; enamorado de la especie de un árbol que no es nativo de esta región, “El árbol de Avellana”, la aldea es rica en parajes impresionantes en donde los atardeceres enamoran la retina de los lugareños y visitantes. La aldea Colinda al Norte con el Caserío San José, al este con Cinco Palos, de Guazacapán, Al sur con el canal y al oeste con la Hacienda San Rafael Chiquihuitán. Entre sus fincas están; La Protección que fue de don Edilberto Ruiz; San Vicente, de Juan José Valladares Este es uno de los lugares por donde pasan muchos turistas Nacionales y extranjeros en su afán por navegar las encantadoras aguas de este canal abierto por el lejano año de 1886 y que posteriormente en épocas del Dr. Juan José Arévalo Bermejo se le diera mayor empuje, al construir su carretera. En 1976 el General Kjell Eugenio Laugerud García asfaltó el antiguo camino de terracería a través de la Compañía CONJESA. Es el punto de encuentro entre la Ruta terrestre y la marítima de Taxisco, en las que lanchas, lanchones y cayucos son el escenario para apreciar majestuosos paisajes. La feria de esta aldea taxisteca se celebra del 31 de enero al 2 de febrero en honor a la Virgen de Candelaria. Sus habitantes son personas hospitalarias y amistosas, la mayor parte de su gente se dedica a la pesca y animales de corral, entre otros. Aquí existió un taller de carpintería que fue propiedad del señor Víctor Cojulun; persona que construyó la mayor parte de las lanchas, lanchones y cayucos que navegaron por las aguas del canal. Al norte de la Aldea está el caserío San José en donde se fábrica ladrillo para construir casa; propiedad de don German Ramos. En otras épocas taxistecos y lugareños recurrieron a sus llanuras a cortar arbolitos de sacramento, los cuales servían como árbol de navidad para adornar los hogares en esta época o para complementar los nacimientos. Sus casas y ranchos son construidos y techados de palma, producto extraído delas fincas cercanas. Hoy, La Avellana sigue siendo el paradisíaco punto de convergencia para internarse a las aguas del Canal que con su frescura y el tastaseo de tulares y manglares lo lleva a una de las playas más famosas del mundo: MONTERRICO.