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iasremlas del HABITAR LA aETESPOLi EMILIO DUHAU Y ANGELA GIGLIA del [ DE SORDENS HABITAR LA METROPOLI EMILIO DUHAU Y ANGELA GIGLIA = bor eee mM TEM i eC) Ciudad de México ya no es posible encontrar un principio de unidad, un arden urbano. Es tal \a variedad de experiencias & Ss. PCOS erence TM ICUN CMT ee can cun ES eee CUCM RTC CTR en TC ey IM CRAM een aes cc CM Een ieee en ee cco CMe ee eam cer eee ecu mm n eatey urbanas en las grandes metropolis. {Pero significa esto que COU C MTS ST eM SLMaMC Pe aS CRS TC ee ee eC SCS en riey entender la complejidad de las metrépolis contempordneas Cm Uae mC om aT med ZF SSIs Ream ey BA F particular: la Ciudad de México, la cual comparte muchos de P los rasgos que.pleden atribuirse a las “megaciudades”, pero al mismo tiempo presenta rasgos aropios, algunos de ellas en Pee Oe re ee aS to que se trata en este libro es de revelar el orden escondido ‘gh p : A ~~ detras del desorden, 0 mejor dicho, de desentraiar las reglas eee UACM Biblioteca Cuautepec a 8-14885, LAS REGLAS DEL DESORDEN: HABITAR LA METROPOLI por EMILIO DUHAU J ANGELA GIGLIA uwversionD > -<4| ‘AUTONOMA METROPOLITANA iglo si cass bens a verpo Ancapotzalco veintiuno editores siglo xxi editores, s.a. de c.v. (CERRO DEL AGUA 248, ROMERO DE TERREROS, 04310, MEXICO, DF. Siglo xxi editores, s.a. TUCUMAN 1621, 7°N, C1OSOAAG, BUENOS AIRES, ARGENTINA, siglo xxi de espafia editores, s.a. MENENDEZ PIDAL 3 81S, 28036, MADRID, ESPANA HY127.7 D84 2008 Duhau, Emilio Las reglas del desorden : habitar la metrépoli / por Emilio Duhau y Angela Giglia. — México : Siglo XXI Editores : Universidad Autonoma Me- tropolitana, Unidad Azcapowzaleo, 2008. 570 p.—~ (Arquitectura y urbanismo) ISBN-13: 978-968-23-2760-5, 1. Urbanizaci6n — Ciudad de México — Siglo XXII. Giglia, Ange- Ja, coaut. II. t. TH. Ser. primera edicién, 2008 © siglo xxi editores, s. a. de c. v. en coedicién con la universidad auténoma metropolitana, unidad azcapoizalco isbn 978-968-23-2760-5 derechos reservados conforme a la ley, se prohibe la reproduccién total o parcial por cualquier medio mecanico 0 electrénico sin permiso escrito del editor. impreso y hecho en méxico. impreso en litografica tauro andrés molina enriquez 4428, col. viaducto piedad, 08200, méxico, d. f. RECONOCIMIENTOS Detrés de un libro, los conocimientos y el oficio que supone, es posible rastrear muiltiples vinculos y deudas cuya importancia va mucho més alld de lo estricta- mente intelectual. Y ms en el caso de un libro como éste, que es el resultado del encuentro entre dos recorridos intelectuales y biograficos muy distintos, no s6lo por la diversidad de las disciplinas de procedencia, sociologia y antropologia, sino por los diferentes contextos en que adquirieron la formacién basica en sus respectivas disciplinas, y por el tiempo de arraigo en la Ciudad de México, donde Emilio Duhau legé hacia fines de los afios setenta y Angela Giglia aitos después, en los noventa. Nuestro primer reconocimiento va al Consejo Nacional de Ciencia y Teconolo- gia que hizo posible la investigacién que dio origen a este libro mediante el finan- ciamiento del Proyecto “Espacio Piiblico y Orden Urbano en la Ciudad de México”. En segundo lugar, queremos mencionar nuestros lugares de trabajo, el Area de Sociologia Urbana de la UAM-Azcapotzalco y el Departamento de Antropologia de la vaselztapalapa, por haber sido espacios abiertos y estimulantes en los cuales hemos podido encontrar y mantener relaciones de intercambio intelectual’suma- mente fructiferas. Para Emilio Duhau, ha sido especialmente importante en relaci6n con la visién de la metrépoli adoptada en este libro, la experiencia compartida con los colegas de su grupo de trabajo en la UAM-A, en particular René Coulomb y Priscilla Connolly, en torno a la construccién del Observatorio de la Ciudad de México. Con René Coulomb, Emilio Duhau ha compartido diversas iniciativas académicas e intelec- tuales que marcaron indudablemente su perspectiva actual sobre la ciudad. Entre ellas es necesario recordar la organizacién de tres sucesivos Coloquios nacionales de investigadores urbanos, que fueron el antecedente principal de la creacién, desde 1992, de] Observatorio de la Ciudad de México (oc), una iniciativa en la que participaron también de forma destacada Priscilla Connolly y Alejandro Suarez Pareyon, director del Centro de Ja Vivienda y Estudios Urbanos (cENvr), quienes aportaron las bases para la construccién de un Sistema de Informacién Geografica para la zona metropolitana de la ciudad de México, elemento fundamental en la construccién del Observatorio, ademds de los otros miembros actuales del area de sociologia urbana: Ma. Soledad Cruz, Ma. Ana Maria Duran, Maria Teresa Esquivel, Gristina Sénchez Mejorada y Judith Villavicencio. Fue a partir de las discusiones del equipo del ocim que surgieron los tipos de poblamiento, un modelo de ana- lisis que, en este libro, aunque reelaborado y aplicado de forma especifica, ha sido (71 8 RECONOCIMIENTOS una herramienta metodol6gica fundamental en el andlisis de la estructura del es- pacio met:opolitano, Es importante seftalar que se trata de un modelo de analisis que debe ser considerado como un genuino producto colectivo del ocim. En par- ticular, hay que subrayar el aporte de Priscilla Connolly, en fa coordinacion del ocim durante los tiltimos afios. A José Castro, nuestro agradecimiento por su ge- nerosa disposicién para aportar sus conocimientos y su tiempo en relacién con el aprovechamiento del ociM-sic para los propésitos de este libro. A Lidia Girola, Emilio Duhau desea reconocer en particular su indudable in- fluencia en Ja construccién de una visién en torno a la relacin entre ciudad y modemidad. A partir del trabajo elaborado conjuntamente en torno a la ciudad y la modernidad inconclusa, la lectura de los textos de Lidia en torno a los avatares de Ia modernidad latinoamericana, han sido para él un acicate permanente, asi como un antecedente decisivo para reflexionar sobre la ciudad moderna. Igualmente, desea subrayar como un antecedente importante en la construccién de una visién de conjunto sobre la Giudad de México, el trabajo de Martha Schte- ingart sobre los productores del espacio habitable. En aiios recientes, la iniciativa de Patrice Melé, Alain Bourdin y Marie-Pierre Lefeuvre de llevar adelante un pro- yecto internacional en torno al papel de las calificaciones juridicas del espacio en la construccién de referentes de confianza y certidumbre respecto del espacio local, y la invitacion del primero para participar en dicho proyecto, proporcionaron la ocasién para que Emilio Duhau abordara de modo sistemitico la cuestion del papel de las normas juridicas que califican el espacio urbano y de los derechos de propiedad, en distintos contextos socio-espaciales. Para Angela Giglia, las deudas intelectuales més importantes son con Amalia Sig- norelli, Gérard Althabe y Néstor Garcia Clanclini. Amalia Signorelli le abrié el camino en el estudio antropolégico del espacio y del habitar, y ha sido un ejemplo a seguir en el uso riguroso de las herramientas metodolégicas y el didlogo con otras disciplinas, especialmente la arquitectura, el urbanismo y la sociologia. Pese ala distancia, el intercambio con Amalia no ha dejado de ser un poderoso estimu- lo para el trabajo de investigacién, ademas de representar siempre un punto de referencia en los momentos importantes, buenos y malos. Gérard Althabe ha sido un maestro irreemplazable en lo que hoy se conoce come el punta de vista reflexi- vo: una mirada sobre el mundo actual en la que el investigador se considera a sf mismo como parte del contexto estudiado, asumiendo conscientemente las impli- caciones de esta postura. Néstor Garcia Canclini ha sido un interlocutor generoso y estimulante en el acercamiento a la Ciudad de México, especialmente desde el Angulo de la produccién cultural. Buena parte del interés por estudiar los diferen- tes aspectos de la experiencia metropolitana surgié del intercambio intelectual con los miembros del grupo de estudio sobre Cultura Urbana que se retine desde hace més de 15 aiios alrededor de Néstor Garcfa Canclini. Angela Giglia quiere agradecer también a Judith Villavicencio por su invitacion a tabajar en un estudio sobre las expectativas y visiones de los habitantes de la vivienda de interés social, junto con Ana Marja Duran y Maria Teresa Esquivel. A RECONOCIMIENTOS 9 Marfa Ana Portal por su invitacién a participar en dos proyectos interdisciplinarios que le han ofrecido la oportunidad de conocer diferentes aspectos de la realidad metropolitana. Y a Jeréme Monnet, por Ja oportunidad de pensar la Ciudad de México en comparacién con otras metrépolis americanas, oportunidad que fue posible a partir de dos proyectos internacionales financiados por el Plan Urbanis- mo, Construction, Architecture (puca) dei Ministerio francés del urbanismo, uno relativo a los fenémenos de identificacién socio-espacial y otro relativo a los pro- cesos de segregaci6n residencial. Finalmente, deseamos conjuntamente hacer mencién de las propicias condiciones de trabajo proporcionadas por la Unidad Azcapotzalco de la Universidad Auténo- ma Metropolitana, la Division de Ciencias Sociales y Humanidades y el Departa- mento de Sociologia, y el apoyo brindado por sus respectivos titulares en distintos momentos del desarrollo del proyecto que ha dado origen a este libro, Forma- ron parte del equipo de investigacién un conjunto de estudiantes que realizaron sus respectivas investigaciones para la elaboracién de sus trabajos terminales de licenciatura, en este caso como becarios de investigacion, o de tesis de maestrfa, en el marco del proyecto. A Maria del Rocié Echeverria, Edgar Gutiérrez y Hugo Soto, Laura Carrillo, Oscar Godinez, Eduardo Granados, Esperanza Pacheco, Clau- dia Higuera y Raymundo Rosas, va nuestro reconocimiento por su excelente dis- posicién para participar en un proyecto que demandé de su parte considerables esfuerzos, no s6lo en la realizacién del trabajo de campo sino también en el gran ntimero de sesiones del taller de investigacién asociado al proyecto. Se traté de una experiencia que esperamos haya sido enriquecedora para ellos y que induda- blemente lo fue para nosotros. Eduardo Granados, después de haber participado como estudiante en Ia etapa de trabajo de campo del proyecto, se desempeiié durante casi dos aiios como asistente de investigacién de Emilio Duhau, lapso durante el cual realizé un con- junto de valiosas y muy laboriosas tareas asociadas al proyecto. Guadalupe Flores, secretaria de la Maestria en Planeacién y Politicas Metropolitanas, colaboré con los autores y en particular con Emilio Duhau, de multiples maneras, entre otras la gestion admini~rativa y la trascripcién de entrevistas. Diversos resultados parciaies de la investigacién fueron presentados en diferen- tes momentos, a lo largo de los iiltimos cinco aiios por Emilio Duhau y Angela Giglia, individual 0 conjuntamente, en diversos foros académicos y a través de ar- ticulos, La discusién de sucesivas versiones del texto “Conflictos por el espacio y orden urbano en la ciudad de México”, publicado en la revista Estudios Demogra- ficos y Urbanos (Duhau y Giglia, 2004), y en el que se condensan varias de las ideas a partir de las cuales se organiza este libro, resultaron de gran utilidad para los autores. En particular deseamos agradecer los comentarios y criticas de Néstor Garcfa Canclini, Eduardo Nivén, Ravil Nieto y Miguel Angel Aguilar, planteados a propésito de un encuentro del Grupo de Cultura Urbana que coordinaba el pri- mero, asi como las aportaciones de los colegas del seminario sobre Contflicto, de- recho y orden social que coordinaba Antonio Azuela en el Instituto de Investiga- 10 RECONOCIMIENTOS ciones Sociales de la UNAM. Igualmente resultaron de gran utilidad las observaciones y criticas realizadas por los lectores andnimos que fungieron como Arbitros del articulo mencionado. La participacién en el seminario sobre Comercio y movilidades en tiempos de globalizacién, organizado por la uaM, la Universidad Iberoamericana y €l CEMCA y promovido en particular por su entonces director Jérome Monnet, y en una de las sesiones del seminario sobre movilidad urbana auspiciado también por el cx- McA y la UAM y coordinado por Guénola Capron, Salomén Gonzalez y Martha de Alba, proporcionaron importantes ocasiones para organizar nuestras ideas en tor no al consumo y la division social del espacio. Dichas ideas fueron puestas en blanco y negro en un articulo recientemente publicado en la revista EURE (Duhau y Giglia, 2007). Las minuciosas criticas y observaciones realizadas por los arbitros anénimos a la primera version de dicho articulo, nos ayudaron a desarrollar de forma ms s6lida nuestros argumentos y evidencias en torno a estas cuestiones. Buena parte de las ideas y conceptos en torno al orden urbano y la division social del espacio metropolitano fueron discutidas y clarificados por los autores en sendas sesiones de los seminarios de estudio coordinados respectivamente por Marfa Ana Portal y Mario Camarena en la vAM y en el INAH; y por Claudia Zamo- rano y Fernando Salmerén en el ciesas, Nuestro agradecimiento por el espacio. brindado y por las atinadas preguntas y observaciones que recibimos en aquellas ocasiones. Antonio Azuela, René Coulomb, Marfa Ana Portal y Jorge Robles, aceptaron generosamente leer y comentar la primera version completa de este libro. Al equi- po editorial de Siglo XXI Editores, y en particular a Ricardo Valdés y Alejandro Reza, nuestro reconocimiento por el cuidadoso trabajo de edicion y revision del texto original. Finalmente no esté demés sefialar que las deudas y antecedentes intelectuales hasta aqui mencionados, no eximen a los autores de la completa y compartida responsabilidad de lo que sigue. PROLOGO. ORDEN, DESORDEN Y CONFLICTO, La crénica periodistica de la Ciudad de México esta llena de relatos que muestran la proliferacién generalizada de lamentaciones, desacuerdos y conflictos en torno al destino y los usos de los espacios urbanos. Es a partir de la observacién cotidiana, directa o indirecta, de este tipo de situaciones como surgieron muchas de las pre- guntas que guian este libro. Si bien la disputa en torno a los espacios urbanos y el abuso de los mismos por parte de diferentes actores, han llegado en la Ciudad de México a niveles quiza fuera de lo comin, se trata de una problematica que afecta en diferentes grados a muchas otras ciudades en diversas latitudes. ¢Por qué proli- feran los conflictos de este tipo en las metr6polis actuales? ;Por qué es tan dificil reglamentar el uso de estos espacios, y sobre todo lograr consensos al respecto? ¢Por qué proliferan, como es notorio en la Ciudad de México, reglamentos que no se respetan y, al mismo tiempo, se difunden aceleradamente lugares cercados ¢ hiperreglamentados como los centros comerciales y los espacios residenciales cerrados? ¢Existe alguna relacién entre ambos fenémenos? Este panorama de con- flictos, de reglas desatendidas y espacios hiperreglamentados, zdeberfa llevarnos a pensar que ya no hay orden en la metropoli? En efecto, el desorden esta a la vista de todos. Las alteraciones a lo que deberia ser el funcionamiento normal de la metrépoli son tan frecuentes que se convierten en parte de lo que puede esperarse al salir de la casa. Es comtin que haya bloqueos en las vias de circulaci6n mas importantes, es frecuente observar que el espacio publico es invadido por diferentes sujetos, las aceras y los parques se encuentran en muy mal estado, el transporte ptiblico concesionado no inspira confianza ni por su estado de mantenimiento ni por la condici6n legal y el estado mental de quienes lo manejan, los policias no reaccionan frente a infracciones de transito evidentes, hay calles y avenidas donde la numeraci6n no parece ajustarse a ningin criterio discernible por la mente humana. En la ciudad coexisten a toda hora toda clase de vehiculos: las bicicletas, los bicitaxis v las motos compiten en los semaforos con los trailers de carga de veinte metros de longitud. Cualquiera que llegue de fuera y no sepa cémo usar la ciudad, se percata inmediatamente de lo dificil que €s caminar en las aceras, encontrar un recipiente donde dejar un papel 0 un en- vase; trasladarse en transporte piiblico sin padecer distintas dificultades; atravesar vialidades rapidas; enfrentarse en los cruceros con automovilistas que ignoran al peatén. En suma, el peatén que llega de afuera tiene que aprender a sobrevivir en un medio que parece no estar hecho para él. ¥ todo esto, sin mencionar nada de lo que tiene que ver con su seguridad personal y la delincuencia. El escenario del desorden metropolitano es tan amplio y diversificado que la ciudad deberia estar a punto de estallar. El hecho de que esto no suceda deberia fa] 12 AGONIZA PLAZA GARIBALDI ALBERTO GONZALEZ. Reforma, 8 de enero de 2005, Ciudad y Metr6poli, Seccién B. p.4B. La Plaza Garibaldi se ha convertido en un. territorio de inseguridad y escasa ilumina- cién y vigilancia. “La Delegacién (Cuauhté- Tnoc) nos obligé a quitar los toldos en donde teniamos la luz de la calle y no nos han puesto los que nos prometieron, por eso se ye tan obscuro”, comenta Ia encargada de una cantina que est sobre la avenida. En la Plaza la recomendacién es no ca- minar sobre el Eje Central porque, asegu- ran algunos mariachis, el robo es seguro. Las calles més peligrosas de la zona, se- gtin los propios vecinos, son: el entronque de Eje Central y Pedro Moreno, Magno- lia, Riva Palacio, Honduras, Reptiblica de Peri y El Organo. Hay testimonios de que en estos sitios han sido asaltados has- ta los camiones de la basura, les quitan su propina y algunas cosas de las que ya han escogido. En la lateral del Eje Central, a unos pa- sos del Eje Uno Norte, la oscuridad se agu- PROLOGO diza por la cantidad de locales vacios, abandonados y semidestruidos. Hay 20 en- tre la calle Repiiblica de Pert y el Eje Uno, en ambas aceras. Entre estos locales se en- cuentran el Teatro Colonial, un gimnasio, Ja cantina “Internacional”, una libreria, et- cétera. “Lo més seguro es llegar en carro. Vie~ nes sobre el eje, te metes al estacionamien- to y ya no sales”, comenta Mario uno de los mariachis de la plaza. | carril extremo del Eje Central, a la altura de la Plaza, es inyadido por autos estacionados a pesar de que es el carril de contrafiujo de trolebuses y autobuses. Ade- més este carril es invadido por los automo- Vilistas que circulan por fos baches y cola- deras abiertas, La lampara que esta sobre el acceso al taller del Metro no sirve y el espacio es uti- lizado pot los paseantes e indigentes como bafio, por lo cual los vecinos realizaron una pinta: “ojo mariachis y camioneros, se prohibe orinar”. El retrato del deterioro lo resume un vitral sobre la puerta de un edi- ficio con muros desgastados que dice: “Apartamentos Modemos” [...} hacernos pensar en lo que eventualmente se esconde detras del desorden, 0 mejor dicho, en si el desorden que predomina en los espacios urbanos no es mas que la manifestacién de otros fenémenos, mas profundos. Ademias, cabe subrayarlo enfa- ticamente desde ahora, el desorden que todos observamos no nos impide vivir en la metrépoli, disfrutar de ellay querer seguir viviendo en ella: una razén mas, y muy importante, para interrogarnos sobre el significado del desorden més all de su variopinta fenomenologia. Si nos detenemos brevemente en el origen y las caracteristicas de la gran mayo- rfa de los conflictos urbanos contempordneos, nos percatamos rapidamente de que fo que tienen en comin son las disputas y discrepancias acerca del llamado espacio. publico. En Ja literatura internacional sobre estos temas, no hay acuerdo sobre sus uusos, su destino, las razones de su decadencia, las estrategias para su (re) floreci- miento © rescate, su mantenimiento cotidiano, los mecanismos para su valoriza- ci6n, los significados, alcances, beneficios o perjuicios de su privatizacién. Paradé- — ll PROLOGO 13 jicamente, mientras que a nivel internacional se debate acaloradamente sobre la naturaleza y el futuro de los espacios ptiblicos urbanos y, en muchas ciudades, en particular las europeas, se adoptan politicas y planes para su preservacién y valo- rizacin, en un contexto como el de la Ciudad de México, donde para cualquier observador externo resulta evidente el estado critico de los espacios puiblicos tra- dicionales (calles, aceras, plazas y jardines, entre otros), no se observan mas que algunos esporadicos destellos de interés por el tema. El espacio publico no es un asunto que parezca interesar significativamente a quienes gobiernan la ciudad, mucho més preocupados por “enfrentar” la inseguridad, la congestin vial 0 el “ambulantaje”, como si se tratara de otros tantos “problemas” no relacionados entre sf y mucho menos vinculados con la cuestién de los espacios ptiblicos. Sin embargo, es casi imposible pensar la metrépoli sin partir de los espacios publicos. En primer lugar, porque ellos son a ciudad. Hasta tal punto lo son, que los cambios que observamos en ella son el resultado, primero y fundamentalmen- te, de los cambios experimentados por los espacios ptiblicos. Su condicién y carac- teristicas nos hablan de diversas cosas al mismo tiempo: la idea dominante de lo que es la ciudad; las reglas ¢féctivamente vigentes para usarla y convivir en ella; la relacién entre lo propio y lo que es de todos. En suma, los espacios publicos, su condici6n y sus usos, aluden a un orden, es decir a un conjunto de normas y reglas, no siempre explicitas, que es necesario desentraiiar si queremos entender qué pasa con la ciudad. Este libro se dedica precisamente a esta tarea. Si asumiésemos, en cambio, una perspectiva posmoderna, podriamos postular que en una metrépoli como la Ciudad de México, ya no es posible encontrar un principio de unidad, un orden wrbano. Es tal la variedad de experiencias y de espa- cios urbanos que ni en los imaginarios ni en las practicas cotidianas, la ciudad constituye un todo que pudiera proporcionar referentes comunes al conjunto de los citadinos. Sin duda, la relacién de cada uno con el espacio urbano en las gran- des metr6polis no puede sino ser fragmentaria, construida a partir de circuitos especificos, més 0 menos extendidos, pero miiltiples, diferenciados. Circuitos, por consiguiente, que implican la construccion de referentes especificos... hasta cierto punto. Resulta entonces plausible como hipétesis de trabajo, admitir la extrema fragmentacién de la experiencia y las practicas urbanas en las grandes metropolis. Pero significa esto que no existe ni es posible construir claves interpretativas del espacio urbano-metropolitano? Nosotres creemos que no sélo es posible, sino que es imperativo para entender la complejidad de las metrépolis contempordneas. Para construir estas claves nuestro punto de observacién y de anclaje en este libro es el estudio de una metrépoli en particular: la Ciudad de México, la cual com- parte muchos de los rasgos que pueden atribuirse a las “megaciudades”, pero al mismo tiempo presenta rasgos propios, muchos de ellos en comtin con otras me- trépolis latinoamericanas. Un elemento que diferencia una metrépoli como México con respecto a otras es la ostensible presencia de la desigualdad social en el espacio urbano. De acuer- do con Manuel Castells, las megaciudades se caracterizarfan por oponer en su interior un espacio de los flujos a un espacio de los lugares. Se uata de metrdpolis 14 PROLOGO que estan ligadas exteriormente a las redes globales, al mismo tiempo que albergan en sus espacios locales poblaciones pobres que se caracterizan por estar “desconec- tadas” de los flujos globales, y por ser consideradas como funcionalmente initiles © socialmente perturbadoras. Esto para Castells es igualmente cierto respecto de Nueva York como de la Ciudad de México o de Jakarta (Castells, 1996: 455). En ciudades como Nueva York, esto ha llevado a una politica dirigida a contener y si es posible aislar, a los homeless, los excluidos, los delincuentes comunes. Sin embar- go, estas categorfas en conjunto no suman seguramente més del 10 por ciento de la poblacién de esa metrépoli. Pero en la Giudad de México y en otras grandes metrépolis de América Latina, el panorama es bien diferente. En el caso de la primera, las clases medias junto con las élites suman cuando mucho la cuarta parte de la poblacién total. Las mayorias se componen tanto de obreros (sigue siendo una metrépoli industrial) y trabaja- dores en el comercio y los servicios “formales” o legalmente establecidos, como por un ¢jército de prestadores de servicios personales, yendedores ambulantes, trabajadores domésticos, albafiiles, trabajadores en servicios de vigilancia, porteros, choferes, guardaespaldas, indigenas que sobreviven mediante el microcomercio y la mendicidad. Se trata de un mundo popular que, espacialmente, se localiza tanto entremezclado con las clases medias, como segregado en vastas areas socialmente homogéneas. Es un universo de trabajadores que se reproduce en parte a través de las fuentes de trabajo formales proporcionadas por el Estado, las empresas y los “nods” globales, pero también, y cada dia mas, mediante la autogeneracion de sus medios de vida, como es evidente en la proliferacién del comercio callejero, de los taxis y en general de servicios personales prestados informalmente.! Ni los poderosos actores globales, ni las empresas formales en general, ni el gobierno, logran controlar de manera efectiva este mundo popular. Lo que signi- fica que el espacio urbano, y en particular los espacios ptiblicos, donde se desarro- Ilan practicas sociales simultaneas y contiguas, son espacios disputados, y en muchas ocasiones apropiados exitosamente por grupos populares. Valga como ejemplo el caso del desbordante comercio ambulante en el centro histérico, que coexiste de manera conflictiva con las muchas otras actividades presentes en este lugar. La gestion de esta coexistencia, no siempre pacifica, tanto al interior de los mismos sectores populares como entre éstos y los otros actores urbanos, deberia estar en el centro de las preocupaciones de quienes gobiernan y piensan sobre la ciudad. No parece ser asi. En lugar de promover la coexistencia y la integracién de las diferencias, predomina una administracion del conflicto, latente o manifiesto, que Nos referimos a un universo heterogéneo compuesto por masajistas, nanas, peluqueras, baby silters (nifieras), maquillistas, “sanadores” mediante diferentes técnicas (tradicionales 0 no), entre- nadores fisicos, miisicos, repartidores, trabajadores dedicados al mantenimiento de viviendas, enfer- meras, cuidadores de ancianos, acompaiantes y otros, que prestan sus servicios a domicilio, traba- Jando por su cuenta y por lo tanto, sin prestaciones laborales y sin ser contribuyentes fiscales a partir de la actividad que desempenan. Cabe destacar que en las metropolis europeas y tanto de Canada como de Estados Unidos, la mayorfa de estos servicios estan ausentes o destinados a una lite muy reducida. PROLOGO: bi se inclina por la separacién, la segregacién, la atribucién 0 autoatribucién de cotos exclusivos. Por ejemplo, se cede a los lideres de los ambulantes, la facultad de repartir las aceras del centro hist6rico, y se permite que restaurantes, concesiona- tias de automéviles y discotecas invadan y utilicen en beneficio propio las aceras de las mas importantes avenidas. Parece ser que el espacio piiblico sélo interesa cuando puede ser apropiado y privatizado a titulo individual o grupal o cuando puede ser objeto de intercambio por la via de la corrupcién. A partir de este escenario, en este libro intentamos interpretar lo que sucede actualmente en la metrépoli mexicana, por la via de repensar los conceptos de orden, orden urbano y espacio priblico, Es posible que tales conceptos, enunciados en singular, “el” orden o “el” espacio piblico, se hayan vuelto inoperantes frente a la realidad multiforme y proteica de las metrépolis actuales. Por nuestra parte soste- nemos aqui la idea de que existen distintos érdenes y distintos tipos de espacios urbanos. Entender el (des)orden de la metrépoli implica penetrar en los modos de funcionamiento de estos diversos érdenes, que permiten pensar en la metrépoli como en una realidad compleja resultado de la coexistencia (y de la mezcla) de diferentes ciudades. A pesar del aparente “caos” metropolitano, no creemos que la Ciudad de México sea una realidad “desordenada”, es decir inaprensible y carente de sentido. Nuestra experiencia diaria en cuanto habitantes de esta metrépoli y las teflexiones que juntos hemos ido construyendo al respecto, nos han convencido, por el contrario, que por absurdas y extravagante que parezcan, muchas de las cosas de las cuales somos testigos o protagonistas cotidianamente, responden a logicas sociales y muestran regularidades que pueden ser desentraiiadas con las herramientas de las ciencias sociales. Un ejemplo. En las jardineras de las banquetas de la Ciudad de México suelen observarse al pie de los arboles y de los arbustos floridos, o encima del césped recién cortado, unas botellas de plastico transparente llenas de agua, en posicién horizontal. Pese a las apariencias no se trata de basura, sino de un dispositivo que tiene como propésito ahuyentar a los perros para que no defequen en las jardine- ras. No es éste el lugar para discutir sobre la eficacia de este dispositivo basado en una creencia que muchos comparten. Lo que si cabe destacar es que las botellas en las jardineras forman parte del conocimiento local, hasta el grado de que los barrenderos no las recogen, aunque uno esperarfa que fueran consideradas como basura. De modo que lo que a primera vista aparece como incuria y signo de des- orden, se explica con base en una légica, en un orden de las cosas que no es el que podria esperarse como el orden vigente en una metrpoli moderna, sino otro, basado en reglas locales sui generis. La metrépoli es también el resultado de estas otras reglas y de su precaria coexistencia con las reglas formalmente vigentes. 2Existe a caso una relacidn entre la coexistencia de estos diferentes érdenes y el aparente desorden de la metrépoli? Este libro se dedica precisamente a responder esta pregunta. Pero desde ahora cabe decir que, en primer término, esa coexisten- cia no necesariamente es pacifica, pues implica la confrontacion de diferentes ex- pectativas sobre los usos del espacio ptiblico. Qué sucederia si ya sea el barrendero, ya sea algiin vecino quitara sistematicamente las botellas que otros han colocado 16 PROLOGO @x profeso? Como veremos, buena parte de los conflictos por el espacio surgen del enfrentamiento entre lecturas distintas acerca de los derechos sobre éste, mientras que la ausencia de conflictos refleja la existencia de acuerdos, no siempre formales sino tacitos, sobre sus usos posibles. En segundo término, esta confrontacién puede resultar exacerbada por Ja ausencia de un referente comin que funcione como Arbitro legitimo, reconocido por la mayoria de los habitantes. Ese referente comin ausente, remite a dos tipos de carencias. Por una parte la de un conjunto de reglas explicitas y aceptadas por la mayorfa, es decir lo que podriamos denominar como un orden reglamentario urbano. Y por otra, [a de una autoridad capaz de aplicar dicho orden en tanto es reconocida como legitima por la mayoria, Al investigar sobre el orden, este libro también tiene uno, que intenta distan- ciarse de las formas de escritura fragmentarias adoptadas por quienes se proponen de esta manera reflejar una realidad que consideran igualmente fragmentaria y evanescente. También nos distanciamos de todos aquellos que han adoptado como nuevo motor inmévil a la globalizaci6n. Si bien de ningdn modo pretende- mos ignorar que hacia los aiios setenta del siglo pasado comienzan a perfilarse nuevos fendmenos de alcance planetario, estamos convencidos de que lo que su- cede actualmente en la(s) metrdpoli(s), s6lo se puede entender si colocamos sus raices en la ciudad modema. Dicho de otro modo, pretender que en metrépolis con muchos millones de habitantes todo ha cambiado durante los tiltimos veinte © treinta afios, nos parece francamente inadecuado. En una metr6poli como la mexicana y como muchas otras en América Latina y en otras latitudes, la pobreza, la segregacién, la fragmentacidn, ¢ incluso la violencia y, por supuesto, el desorden, no son tinicamente un producto de la globalizacién. Detras de estos fendmenos se sittian procesos de muy larga duracién. Solamente a partir de este punto de vista se puede discernir los efectos especificos de las formas recientes adoptadas por la llamada globalizacién. Este libro se organiza en cuatro partes. En los tres primeros capitulos que con- forman la primera, se discuten las problemiticas relativas a la experiencia urbana en relacién con los conceptos de orden socio-espacial y espacio puiblice y la evo- luci6n de las metrépolis en el contexto de la llamada globalizacion. En los capitu- Ios incluidos en Ja segunda parte, se recorre el proceso de metropolizacién de la Giudad de México, se analizan las formas en que ha sido producido el espacio urbano y su relacién con la divisién social del espacio metropolitano tal como se presenta en la actualidad. En la tercera parte se presentan los terrenos o areas 4estigo elegidos para levar a cabo la investigacién en Ia que se basa el libro.’ Estas Areas testigo representan para nosotros los diversos tipos de espacio habitado exis- * La metodologia de las dceas testigo, soporte fundamental de la investigacion que ba dado origen a este libro, constituyé en su momento una de las alternativas que fueron discutidas en el seno del Observatorio de la Ciudad de México, como contrapartida de la observacién a nivel macro de la metrépoli con base en fuentes estadisticas y geogrificas, Una nocién derivada de una perspectiva socio-espacial, como es el concepto de drea testiga, encuentra una feliz correspondencia en la meto- dologia antropologica de los estudios de caso, para hacer posible el andlisis de un objeto sumamente complejo, logrando escapar de la biisqueda de la exhaustividad, por definicién imposible. PROLOGO Ly tentes en la metrépoli, a los que hemos llamado ciudades. Cada una constituye un orden urbano diferente donde son posibles algunas experiencias especfficas de la metrépoli, asf como se muestra en los capitulos de esta parte, que estén dedicados a cada uno de los seis tipos de espacios 0 ciudades. En otras palabras, se trata de una lectura que busca construir Ia inteligibilidad de las practicas urbanas a nivel metropolitano a partir de un esquema analitico que diferencia los espacios en al- gunos grandes tipos con caracteristicas propias. El andlisis cuantitativo y cualitativo de la complejidad de la experiencia urbana se fundamenta en la seleccién de unos cuantos contextos socio-espaciales, considerados representativos de los seis tipos de espacio a partir de los cuales es posible dar cuenta de esa complejidad. Esto quiere decir que a nuestro modo de ver, por compleja -y complicada- que sea la experiencia de la metr6poli, y por mas que existan muchas experiencias diferentes, es posible -por asi decirlo- condensarlas en unos pocos tipos ideales, basados en los seis tipos de ciudades representadas por nuestras dreas testigo (capitulo ‘7). Creemos que esta fusién de miradas, cualitativa y cuantitativa, y la combinacién del andlisis socio-espacial con la interpretacién socio-antropolégica representan un aporte nuevo a los estudios sobre la Ciudad de México. Finalmente, en la cuarta parte, se abordan tres temas de alcance general y metropolitano: las practicas ur banas que vinculan el espacio local con el resto de la metr6poli, la relacién entre actividades vinculadas al consumo y movilidad metropolitana; y lo que llamamos los usos de las reglas, como una forma de hacer referencia a Ja vinculacién entre orden, desorden y conflicto en el espacio metropolitano. Por iiltimo, algunas sugerencias para aquellos lectores que deseen hacer una lectura selectiva o que no quieran o puedan leer de corrido las casi 600 paginas que siguen. Si quieren entender los principales problemas estudiados en el libro asi como su metodologia , les sugerimos leer los capitulos 1, 2, 6 y 7. los demas capitulos, incluidos los que abordan los diferentes 4mbitos urbanos (8 a 18) pue- den, en general, ser leidos de modo independiente. PRIMERA PARTE EXPERIENCIA URBANA, ESPACIO PUBLICO Y METROPOLI 1. INTRODUCCION: ORDEN URBANO Y EXPERIENCIAS METROPOLITANAS En la gran ciudad, usted no esta solo LEMA DEL REPORTE VIAL DE UNA ESTACION DE RADIO DIFERENCIAS Y DESIGUALDADES EN LA EXPERIENCIA DE LA METROPOLI Como ya se ha mencionado en el prdlogo, en este libro intentaremos ilustrar la relaci6n existente entre lo que proponemos llamar orden socio-espacial de la metré- poli y la diversidad de la experiencia metropolitana asociada a dicho orden. Cabe destacar, desde ahora, que no se trata de postular una relacién mecdnica o deter- minista entre la organizacin del espacio y las practicas urbanas, pero si de resaltar y razonar sobre los nexos existentes entre estas dos dimensiones de la realidad metropolitana. Con el término “experiencia metropolitana” nos referimos tanto a las practicas como a las representaciones que hacen posible significar y vivir la metr6poli por parte de sujetos diferentes que residen en diferentes tipos de espacio. El concepto de experiencia alude a las muchas circunstancias de la vida cotidiana en la metré- poli y a las diversas relaciones posibles entre los sujetos y los lugares urbanos, a la variedad de usos y significados de! espacio por parte de diferentes habitantes. Para Alain Bourdin la nocién de experiencia reenvia a los actores, individuos grupos u organizaciones, y a la manera como estructuran las relaciones entre las diferentes situaciones que atraviesan. En el trabajo, luego con su familia, en un lugar de esparcimiento, participando en una ceremonia religiosa, 0 enfrentindose a un acontecimiento imprevisto, zde qué manera ef individuo (o en otros casos el grupo) moviliza sus recursos cognitivos, de relaciones y econémicos para hacer frente a esas dife- rentes situaciones ¢ inscribirse en los “universos sociales” correspondientes? ¢Cémo vincula esas situaciones? :Cémo otorga sentido a cada una de ellas y a su sucesién? Como construye saberes y significados a partir de ésas situaciones sucesivas? Pero también, ccudles cuestiones surgen de esas situaciones, cuales dilemas y retos implican para el actor? :De cudles recursos lo proven y por ende cémo influyen en su comportamiento y la construccién de marcos interpretativos? (Bourdin, 2005: 18-14, traduccién nuestra). El concepto de experiencia implica la vinculaci6n entre, por un lado, los horizontes de saberes y valores —las visiones del mundo- y por otro lado, la dimen- sion de las practicas sociales, ancladas en contextos situacionales. La nocién de experiencia puede considerarse como el lado dindmico de la cultura, 0 como una forma de ver a la cultura urbana en su concreta actualizacin por parte de dife- rentes sujetos y sus miltiples maneras de vivir y de ser parte de la metrépoli. Al reflexionar acerca de la experiencia de la metrépoli, proponemos un enfoque que [21] 22 ORDEN URBANO Y EXPERIENCIAS METROPOLITANAS privilegia “los intercambios, las relaciones interindividuales, las interacciones; lo cual significa prioritariamente desprenderse de las visiones esencialistas, esto €, guardar una actitud critica hacia las categorizaciones étnico-culturales, en términos de identidad colectiva, de tradici6n, eteétera” (Althabe y Sélim, 1998: 84). En suma, hablar de experiencia urbana es para nosotros una manera de focalizar y delimitar las practicas que hacen la metropoli (Signorelli, 1999: 85), en lugar de definir una supuesta esencia cultural de lo urbano y luego, a partir de alli, escoger las practicas urbanas pertinentes. En el anilisis de la experiencia urbana distinguimos entre un espacio local o de proximidad (de dimensiones y formas variables) y un espacio metropolitano mas amplio (de dimensiones y formas igualmente variables). El primero es el espacio en los alrededores de Ia vivienda que corresponde generalmente a un tipo espect- fico de habitat, como el barrio, ta colonia, la unidad habitacional, el conjunto residencial, el pueblo conurbado... En algunos casos, la experiencia del espacio local puede caracterizarse por permitir 0 favorecer una multiplicidad de relaciones sociales, que pueden constituir un tejido relativamente denso y asf fortalecer el sentido de pertenencia y el arraigo local.! El segundo, el espacio metropolitan, igual que el anterior, puede ser el escenario de multiples relaciones, cuya geogra- fia responde a la logica y a las estrategias de movilidad de los sujetos y a sus rela- ciones con la metrépoli, En este espacio, los sujetos dibujan sus relaciones en forma de una telaraiia, mucho menos densa, pero mas amplia, en Ia que las dis- tancias entre un punto y otro de la red pueden Iegar a ser de varias decenas de kil6metros. Las prdcticas rutinarias de la metrSpoli dibujan diferentes mapas 0 regiones de la experiencia metropolitana, que pueden definirse como esas partes de la metr6poli donde predominantemente se desenvuelven ciertos habitantes que residen en determinados lugares, y que definen su radio de accién habitual dentro de la gran ciudad. Estas regiones de la experiencia se refieren, para decirlo de otra manera, al “espacio vivid”, entendido como un espacio “conocido, apropiado y que reasegura” y que se encuentra “en relaci6n estrecha con Ia trama de los equi- pamientos funcionales (comercios, transportes, servicios, etc.) que ocasionant los desplazamientos de Jos individuos”, pero que tiene que ver también con “factores topograficos y sobre todo psico-sociolégicos que restringen o amplian el espacio frecuentado” (Metton y Bertrand, 1974: 137-38). La experiencia de la metr6poli es en buena medida el resultado de nuestra relacién con el espacio vivido, que se realiza en el habitar. Este concepto hay que definirlo cuidadosamente. Para empe- zar, consideramos al habitar como una de las actividades humanas més elementales y universales, y lo definimos como el proceso de significacién, uso y apropiacién del entorno que se realiza en el tiempo, y que por Jo tanto nunca puede conside- rarse como “acabado” ya que se est haciendo continuamente (Signorelli, 2006). Entre otras cosas, los seres humanos se caracterizan porque continuamente manj- ' La densidad es un atributo de las redes de relaciones. Indica la proporcién de sujeros que se conocen sobre el total de los sujetos que componen una red. Sobre el uso de las redes sociales en sociologia y antropotogia urbana, véase Hannerz, 1986. ‘ORDEN URBANO Y EXPERIENCIAS METROPOLITANAS 23 pulan, modifican y significan el entorno que los rodea, humanizindolo. Para continuar una linea de reflexi6n propuesta por Radkowsky (2002), podemos distin- guir dos distintas acepciones del término habitar, una nocién de habitar mas ins- trumental y otra mas simbélica. La primera se refiere al habitar como al proceso de produccién y establecimiento de una proteccién con respecto a las intemperies ya otros tipos de amenazas. En este sentido habitar quiere decir “sentirse al am- paro”, abrigados? Amparo significa proteccién [...] y existen tantos amparos como maneras de protegerse: contra las precipitaciones atmosféricas, contra el calor, a humedad, los insectos, los anima- les, los hombres, los malos espiritus [...] Por una parte por lo tamto, la morada no asegura jamés la proteccién total sino solamente parcial y muy relativa [...] por la otra no es nece- sario gozar de un habitat para disponer de un amparo: las bojas de un Arbol representan una excelente protecci6n contra el sol (Radkowsky, 2002: 24, waduccién nuestra). Tiene caso preguntarse si esta sensacién de amparo puede realmente ser posible cuando las condiciones materiales de la vivienda dejan mucho que desear (como es el caso de los asentamientos periféricos de autoconstruccién) 0 cuando la com- plejidad de la metrépoli hace que el denominador comin de nuestra relaci6n con ella sea una sensacion de incertidumbre y de estar en riesgo, mas que de certeza y seguridad (Reguillo, 2005). El significado de habitar como “estar amparado” nos parece poco pertinente en el caso de la experiencia de la Ciudad de México. Exis- te otro significado de habitar, que no se basa en la idea de amparo sino en la nocién de presencia en un lugar El habitar es la relacién de un sujeto ~individual © colective— con un lugar y con relacién a sus semejantes, Al estar vinculado con la nocién de presencia, el habitar alude al establecimiento de una centralidad, aunque sea transitoria y cambiante, ya Ia constitucién de un principio de orden, es decir, ordenador de la posicién del sujeto con respecto al entorno. En ese sen- tido, segiin Radkowsky “habitar es igual a ser localizable”. El sujeto lena con su presencia cierta porcién del espacio, determinando asi el limite, y por Jo tanto la forma-espacial del lugar (determinacién directamente proporcional a la exactitud de la localizaci6n) y cierta fracci6n de tiempo durante ta cual él se encuentra en ese lugar, determinando asi el limite, y por lo tanto la forma-temporal de ese lugar (determinando hasta dénde y hasta cuando se extiende esa presencia), Estas dos coordenadas, provistas conjuntamente y mediante la misma operacién son absolutamente indisociables: para que el sujeto sea espacialmente localizable es necesario que esté presente en algdin lugar, que esté alli; y para estar presente se necesita que persista allf durante cierta fraccién de tiempo, asi sea minima [...] Constituido en funcidn de Ia presencia de un sujeto, el lugar la pro- porciona y la libra; su funcién es de dar al sujeto como presente, la de asegurar su presen- * Véase al respecto Bachelard (1965). No puede haber un verdadero sentido del amparo en territorios sujetos a inundaciones recurrentes, a talvaneras, donde la presencia de la luz eléctrica y del agua corriente permanece precaria durante aiios, 24 ORDEN URBANO Y EXPERIENCIAS METROPOLITANAS cia, No en absoluto, evidentemente, sino refativamente: dentro de los limites espacio-tem- porales de ese Ingar, El habitat constituye, por lo tanto, esencialmente el lugar de la presencia. Provee tanto la presencia del sujeto como miembro o representante de una etnia, como la de individuo (Radkowsky, 2002: 29-31, traduccion nuestra). Esta nocién amplia de habitar evoca el concepto de “estar en el mundo” segtin el antropélogo italiano Ernesto De Martino (1977), para quien el concepto de presencia iba mas alld del estar localizado en el espacio fisico. Indicaba también el estar conscientemente en el tiempo, en el sentido filoséfico de “estar presente en la historia” mediante la cultura, Con base en estos dos autores, definimas al ha- bitar como el conjunto de practicas y representaciones que permiten al sujeto colocarse dentro de un orden espacio-temporal, y al mismo tiempo establecerlo, Es el proceso mediante el cual el sujeto se sitiia en el centro de unas coordenadas espacio-temporates, mediante su percepcién y su relacién con el entorno que lo rodea. Habitar la metrépoli alude por lo tanto al conjunto de pricticas y representaciones que hacen posible y articulan la presencia -mds o menos estable, efimera, 0 mévil~ de los sujetos en el espacio urbano y de alli su relacién con otros sujetos. Si el habitar define un conjunto amplio de fenémenos vinculados a la expe- riencia de la metropoli, ya la relaci6n con los espacios en cuanto lugares, es decir espacios geograficamente delimitados, materialmente reconocibles y provistos de significados compartidos,’ el residir alude a la vinculacién con un espacio donde se desempefian las funciones propias de la reproducci6n social (descansar, dormix, comer, guardar sus pertenencias). El espacio donde se reside puede no ser necesa- riamente aquel desde donde se establece una presencia social o la insercién en un orden socio-espacial que nos yincule a los demas. En ese sentido, consideramos que existe una forma de la relacién con el espacio local que es definible como residir sin habitar, Esta modalidad es propia de algunos habitantes de la ciudad, quienes habitan la metrpoli pero no su espacio de proximidad (colonia, condominio, ba- rrio), donde tinicamente residen. En cambio, otros sujetos habitan intensamente el espacio local y mucho menos el de la metrépoli, En ese caso, no necesariamente se debe suponer la existencia de “identidades colectivas” o de “comunidades lo- cales”,‘ pero si una cierta dosis de arraigo, que definimos como el estar vinculado a un lugar mediante la insercién del sujeto en redes de relaciones relativamente densas, situadas en el espacio local? Sobre la nocién de lugar véase la extensa bibliografia citada ea ef ensayo de T. F, Gieryn, 2000. Para el concepto de “no lugar” véase M. Augé, 1992. * Ei autodefinirse en términos de “comunidad” o de “identidad local” es muy comin cuando se quiere connotar el cardcter del lugar donde se vive. Los habitantes de los pueblos conurbados no son os tinicos que apelan a una cierta “esencia” que los definiria como “aparte” y especificos con respecto al resto, sino que podemos encontrar representaciones locales cormunitarias entre los ha- bitantes de ciertos barrios céntricos como es et caso de Tepito o de la Merced; de ciertas unidades habitacionates y de ciertos condominios y fraccionamientos de clase media alta. En las paginas que siguen intentaremos dar cuenta de estas representaciones, como otras tantas formas de significar la experiencia del habitar el espacio focal en una metr6poli cosmopolita. * Sobre el andlisis de redes véase el capitulo 5 “Pensar en redes”, en Hannerz, 1986; 188-228. ORDEN URBANO Y EXPERIENCIAS METROPOLITANAS 25 No existe una sola experiencia urbana, sino muchas y diferentes, segtin la ubi- cacién de los sujetos en diferentes contextos socio-espaciales de la metrépoli. En cuanto a la relacién entre las formas de la experiencia y el espacio urbano, partimos de la hipétesis de que existe un grado significative de correspondencia entre cada forma de produccién del espacio urbano, su forma de organizacién, y las practicas de apropiacién y uso de éste ultimo, tanto en su dimension de espacio local, como también en su dimensién mas amplia de espacio metropolitano, usado e imaginado de diferentes formas. De esta hipétesis se deriva que la experiencia de la metropoli es distinta segtin el tipo de habitat urbano en el que se reside, y a partir del cual se establecen relaciones con el resto del territorio metropolitano. Esta primera hipétesis incluye otra, segvin la cual las experiencias urbanas no cambian sélo a partir de las diferencias culturales, sociales 0 étnicas entre los sujetos, sino a partir de su ubicacién socio-espacial. La tercera hipétesis implicada en este razonamiento consiste en sostener que la ubicacién de los sujetos en cuanto residentes en un determinado espacio urbano puede ser considerada como un efecto y al mismo tiempo como un resultado de su posicion social y cultural en la metr6poli. En otros términos, a partir del andlisis del orden socio-espacial urbano que discutiremos especificamente en el capitulo 6, consideramos pertinente establecer como punto de partida~ la existencia de una relacién de correspondencia (relati- va) entre tipos de experiencias de la metrépoli y tipos de entorno urbano. Es por eso que la lectura que vamos a realizar de la experiencia urbana se organiza con base en las distintas ciudades que se presentardn y discutirdn en la tercera parte del libro. Las ciudades son para nosotros como otros tantos escenarios distintos, por su forma de produccién y su morfologia ~desde donde se hacen posibles practicas yrepresentaciones especificas de la metrépoli—® Al proponer este esquema de lec- tura, nuestro andlisis intenta proponer una vision original de Ia experiencia de la metrépoli, que intenta distinguirse con respecto a las dos tendencias prevalecientes en los andllisis sociolgicos y antropolégicos sobre este tema. La primera tendencia -especialmente presente en el caso de los estudios sobre la Ciudad de México~ es particularista, en el sentido de que se aboca a estudiar contextos locales especificos, devolviéndonos andlisis profundos, pero a menudo con resultados limitados, en el sentido que no son facilmente generalizables. Son éstos los exhaustivos estu- dios sobre vecindarios, barrios 0 grupos especificos, casi siempre muy detallados y originales, pero casi siempre imposibilitados para decir algo sobre el conjunto de la metrépoli.’ La segunda tendencia, en cambio, tiende a ser universalista, en el sentido que pretende hablar sobre /a experiencia de Ia metrépoli, como si esta Uiltima estuviera situada en un espacio indiferenciado, resultando por lo tanto en * Las ciudades son el resultado de distintas formas de produccién del espacio urbano y cada una funciona como un orden socio-espacial especifico, que hemos calificado mediante distintos adjetivos. Para la Ciudad de México se pueden reconocer una ciudad del espacio disputado, del espacio homo- géneo, del espacio colectivizado, del espacio negociado, del espacio ancesiral y del espacio insular. A cada uno de estos tipos de espacio se dedica un capitulo de la tercera parte (del capitulo 8 al 13) ? Véase el cuidadoso andlisis que de estos estudios hacen Maria Ana Portal y Patricia Safa (Por- tal-Safa, 2005) 26 ORDEN URBANO Y EXPERIENCIAS METROPOLITANAS. andlisis a menudo sugerentes, pero inevitablemente genéricos en cuanto despro- vistos de contextos socio-hist6ricos y socio-espaciales precisos. Una subespecie de esta tiltima tendencia es la que pretende hablar de “la metrépoli” en términos generales, mientras en efecto esta hablando -sin decirlo, o sin saberlo- de una metrépoli en particular. En esta tendencia podemos situar un tipo de literatura que enfatiza lo fluido, lo mévil, lo plural y lo indefinido que caracterizaria a la experiencia del espacio piiblico en la metr6poli contemporanea.* Simplificando un poco, prevalecen estos dos extremos: por un lado estudios minuciosos de contextos particulares (el vecindario X, el barrio Tal, la colonia Tal Otra); por el otro, estudios superficiales de contextos demasiado amplios (“Ia cultura -o la experiencia~ de la ciudad contempordnea”). Para escapar a esta doble deriva, en las paginas que siguen, pero sobre todo en la segunda parte, proponemos una lectura que busca construir la inteligibilidad de las practicas urbanas a nivel metropolitano a partir de un esquema analitico, que diferencia los espacios en algunos grandes tipos con caracteristicas propias. Se trata de dar cuenta, en sus términos generales, de la complejidad de la experiencia urbana de una metrépoli en particular, considerando a los contextos socio-espa- ciales como elementos que ordenan y por lo tanto hacen inteligible— esa comple- jidad. Esto quiere decir que a nuestro modo de ver, por compleja que sea la expe- riencia de la metrépoli, y por mas que existan muchas experiencias diferentes, es posible -por asi decitlo- condensarlas en unos pocos tipos ideales, basados en los seis tipos de ciudades representadas por nuestras dreas testigo (capitulo 7). Como una consecuencia de la division social del espacio que se presenta en el capitulo 6, el hecho de residir en un determinado contexto urbano genera un “efecto de Iugar” segiin el termino usado por Bourdieu (2001a: 119-124), que opera como un hecho social duro, esto es, objetivo, que refleja la posicién de los sujetos en el espacio social y dibuja por lo tanto su relacién con la metrépoli. La estructura del espacio social se manifiesta en los contextos més diferentes, en la forma de oposiciones espaciales, en las que el espacio habitado (0 apropiado) funciona como una suerte de simbolizacién esponténea del espacio social, En una sociedad jerérquica no hay espacio que no esté jerarquizado y que no exprese las jerarquias y las distancias sociales, de un modo (mas 0 menos) deformado y sobre todo enmascarado por el efecto de naturali- 2acién que entraiia la inscripcién duradera de las realidades sociales en el mundo natural: asi determinadas diferencias producidas por la lgica historica pueden parecer surgidas de Ja naturaleza de las cosas (basta con pensar en la idea de “frontera natural”) (Bourdieu, 1993: 120). * Un ejemplo especialmente erudito de este enfoque es el ensayo de Manuel Delgado El animal priblico, 1999, subtitulado significativamente “Hacia una antropologia de los espacios urbanos", en el cual el autor logra hacer una recapitulacién de buena parte de la abundante literatura sobre este tema. ‘ORDEN URBANO Y EXPERIENCIAS METROPOLITANAS 27 El propio Bourdieu advierte sobre el cardcter no mecdinica ni lineal de los efectos de lugar. Si la estructura del espacio esta vinculada a la estructura de las relaciones sociales esto es cierto en un doble sentido: por un lado hay que entender a las relaciones sociales para leer el espacio, es decir que hay que ver a este iiltimo como un resultado de ciertas relaciones sociales; y por otro lado, hay que mirar al espa cio para entender las relaciones sociales urbanas. Con esto, cabe subrayarlo, no queremos proponer una suerte de determinismo espacial segtin el cual las pricti- cas sociales relacionadas con el uso del espacio urbano estarian determinadas de manera rigida por la forma y organizaci6n de este tiltimo. Sino mas bien proponer un anilisis de la experiencia de la metrépoli que vincule la organizacién del espa- cio metropolitano con las caracteristicas socio-espaciales del entorno local y la posicin socio-cultural de los habitantes. Cabe decir que este tipo de andlisis no es nuevo para otras metr6polis, aunque para el caso de la Ciudad de México ha sido poco ensayado, Un anilisis de este tipo presupone una lectura socio-espacial del espacio metropolitano como la que se hace en el capitulo 6, y que casi nunca se asocia a un andlisis socio-cultural de las practicas metropolitanas, como se hace en los capftulos de la tercera parte (capitulos 8 a 13). La fusién de estos dos aportes es lo que distingue este libro de otros intentos de lectura de la Ciudad de México. Para regresar a la cuestién de Ja relacién entre la estructura del espacio y las prac ticas metropolitanas, ésta ha sido reconocida desde hace tiempo para metr6polis como Parts. Los grupos socio-profesionales tienden a distribuirse en el espacio arbano recalcando las distancias y las oposiciones que los definen socialmente [...] cada tipo urbano esconde oposiciones internas, en Paris, entre los barrios Hamados residenciales el Faubourg Saint Germain guarda una imagen aristocratica mas tradicional que Ia del xvi arrondissement {...] La segregacién espacial es entonces mucho més “sutil” y mucho més discriminante de lo que se suele pensar, como lo muestra et caso de los altos funcionarios: no existen simple- mente unos barrios burgueses y unos barrios obreros, sino una gama de situaciones residen- ciales cuya complejidad es la del espacio social, de las propias estructuras sociales (Pingon y Pingon-Charlot, 1988: 122, traduccién nuestra). Como veremos més adelante, los diferentes contextos urbanos, © ciudades, configuran para quienes residen en ellos, otros tantos universos de significado y favorecen cierto tipo de practicas urbanas mas que otros. Los habitantes de las diferentes ciudades, se diferencian por tener distintas relaciones con su vivienda, con su entorno y con el resto de la metrépoli. Dibujan diferencias sutiles pero muy claras con quienes habitan en otras ciudades, delimitan espacialmente donde termina su territorio y dénde empieza otro, y a menudo asocian estas diferencias entre contextos urbanos con un tipo de sociabilidad especifica, como si a cada contexto pudiera corresponder una urbanidad caracteristica. En algunos casos el tipo de espacio es usado para definir un tipo de modo de vida o de relaciones so- ciales, como cuando los habitantes de la ciudad central definen a la colonia popular colindante con Ja expresién “alld no tienen banquetas” (véase el capitulo 8). En 28 ORDEN URBANO Y EXPERIENCIAS METROPOLITANAS otros casos sucede al revés, es un cierto tipo de relaciones, o de modo de vida, que es presentado como distintivo de un tipo de espacio, como cuando desde la ciudad central se especifica “ac no hay cohetes”, es decir, nosotros no hacemos fiestas religiosas, luego entonces no somos un pueblo, somos ciudad. Asi como existen “estrategias residenciales” que son legibles como indicios de la pertenencia a cierto sector social, también hay estrategias mas amplias, que tienen que ver con el conjunto de la experiencia del espacio urbano, estrategias vinculadas estrechamente con ciertas representaciones de la metrépoli, ciertas formas de la movilidad y ciertas formas de organizar el tiempo. El moverse en automévil © a pie, el comprar o no en la tiendita de la esquina, el ir 0 no cada mes al Sam’s mds cercano, el desplazarse 20 kilémetros para asistir a un concierto © para visitar amigos o parientes, el salir en la noche o no, el tomar taxi de sitio en lugar de abordarlo en la calle, constituyen otras tantas practicas que remiten a ciertas representaciones, preferencias, elecciones y limitaciones acerca de lo que es pertinente y deseable hacer 0 no hacer en la metrépoli. En otros términos, la experiencia especifica de la metrépoli que se hace desde una ciudad y no otra, remite a lo que podriamos definir como un cierto habitus urbano, entendido como “sentido del juego”, es decir como el conjunto de disposi- ciones posibles a partir de una determinada posicién social y espacial, como el sentido de lo que es posible y oportuno hacer con y en el espacio urbano, en cir cunstancias determinadas y desde una determinada posicin socio-espacial (Bour- dieu y Wacquant, 1995). Para utilizar una imagen espacial, las distintas experiencias configuran distintos mapas (reales ¢ imaginarios) de la metrépoli, caracteristicos de cada contexto urbano. Los mapas pueden en parte superponerse a otros, dis- tintos, y en parte resultar irreconciliables. Como escribe Bauman Jos mapas que guian los desplazamientos de diferentes categorias de habitantes no se su- perponen, al contrario: para que cada mapa tenga sentido, algunas areas de la ciudad deben ser excluidas en cuanto desprovistas de sentido y desde el punto de vista funcional, poco prometedoras. La exclusion de estos lugares permite a todos Jos dems brillar y adquirir un sentido (Bauman, 2002; 116, traduccién nuestra). Una familia de clase media de la colonia Napoles va los fines de semana al centro, para comer en algiin restaurante tipico o para visitar alguna exposicién de arte. Para una familia del municipio conurbado de Ixtapaluca, la visita al centro los fines de semana tiene como objetivo abaratar los costos en la compra de algin insumo para el trabajo cotidiano (comprar al mayoreo para revender al menudeo) © la vida diaria (por ejemplo zapatos y ropa para los nifios al comenzar el afio escolar) y se dirige hacia los mercados de Tepito y de la Lagunilla como a lugares normales y perfectamente frecuentables, cuando estos mismos mercados =por su mala reputacin— no forman parte de la experiencia de la metrépoli de la familia de la colonia Napoles, pero si de su mapa mental de los lugares de riesgo que hay que evitar. Como veremos en los capitulos que siguen, la percepci6n de la diferencia cultural y socio-espacial opera como un reductor de la complejidad metropolitana ‘ORDEN URBANO Y EXPERIENCIAS METROPOLITANAS 29 y provee explicaciones sencillas para Jos conflictos que se generan tanto al interior de los distintos 6rdenes socio-espaciales como entre érdenes diferentes? Al tomar como objeto a la experiencia urbana, nuestra investigacion parte de reconocer que ésta no es homogénea ni neutral, sino que cambia segtin el tipo de ciudad desde la cual distintos sujetos establecen una relacién con el resto de la metrépoli y elaboran el sentido de su posici6n en ella. Las experiencias de la me- trépoli configuran universos de practicas y de representaciones no solo diferentes sino desiguales en cuanto a las posibilidades que ofrecen de aprovechar el espacio urbano como un recurso utilizable, para moverse en él 0 para prescindir de él. Las compras de inicio de aiio que la familia de Ixtapaluca hace en el bullicioso mer- cado de Tepito, la familia de clase alta que reside en Santa Fe las hace en Houston, Orlando 0 Miami, Estados Unidos, en un centro comercial cuya atmésfera etérea alude a las arquitecturas de alguna ciudad europea. Para los sectores sociales mas favorecidos es posible elegir entre distintos espacios y, dentro ciertos limites, pres- cindir de frecuentar los espacios considerados riesgosos, ya sea volando a otro lado o moviéndose dentro de un auto blindado. En lo que se refiere sobre todo a los escenarios del riesgo y de la inseguridad, los imaginarios producidos por los medios de comunicacién pueden jugar un papel decisivo. Zonas enteras de la metrépoli no son frecuentadas por ciertas per- sonas slo con base en lo que han escuchado en la televisién. Sin embargo, en otros casos, el discurso de los medios puede actuar como un reductor de complejidad, al hacer inteligible una realidad metropolitana que desde hace tiempo se ha vuel- to inabarcable.!° Otros imaginarios urbanos, més sofisticados, son los que se pro- ducen y circulan a partir de la copiosa produccién periodistica y literaria sobre la Ciudad de México, tan copiosa que sin duda ameritaria un andlisis aparte. Si los mencionamos aqui es porque reconocemos que estos textos, asi como ofrecen importantes elementos de comprensién de ciertas situaciones 0 contextos, en otros casos se revelan completamente exagerados. Hablar de la experiencia urbana en una ciudad como México significa inevitablemente enfrentarse con ese conjunto de imagenes y discursos donde la protagonista estrella es la propia metrépoli, in- agotable fuente de asombro por parte de novelistas, cronistas, periodistas, intelec- tuales, etc. Cuando se escribe libremente sobre la Ciudad de México es dificil utilizar tonos mesurados y prudentes. Hemos encontrado una sintesis reciente de estas imagenes superlativas en un texto de Rubén Gallo, donde habla de la ciudad como de * Una interesante exploraci6n de la experiencia de la metr6poli basada, entre otras cosas, en Ia selecci6n de seis distintas familias con distintos aiveles socioeconémicos y diferente ubicaci6n en ¢l espacio urbano ha sido realizada por Rail Nieto, 1998, en el marco de una investigacién mas ampkia sobre la periferia de la Ciudad de México. © Remitimos al ensayo de Reguillo, 2005, sobre ciudad y riesgos. Para la funcién de reductor de Ja complejidad de la experiencia urbana que ejercen los medios de comunicacién, véase el caso de los noticieros de radio, en Giglia y Winocur, 1996, y Winocur, 1998; el trabajo de Vernig sobre la television y la experiencia urbana, 1998, 30 ORDEN URBANO Y EXPERIENGIAS METROPOLITANAS. uno de os lugares mas peligrosos del continente [...] Es una de las regiones mas contami- nadas del planeta; hay dias en que el smog es tan espeso que no se alcanza a ver el otro lado de la calle, y las estaciones de radio aconsejan a fos padres que no saquen los nifios a Ia calle. Es un eterno embotellamiento de seis millones de automéviles y mas de cien mil taxis [...] Es un pozo sin fin adonde van a parar todos los rios del pais; una urbe sedienta que vive amenazada por el peligro de quedarse sin agua. Es un mundo sin ley y sus habi- tantes temen tanto a los criminales como a los policfas (que muchos consideran criminales con uniforme). La ciudad de hoy es un monstruo, un desastre urbano, una pesadilla pos- Al preguntarse por qué sus habitantes “zno salen huyendo de] desastre urbano?”, Gallo se muestra consciente de que la Ciudad de México es también “objeto de carifio” por parte de quienes vivimos en ella, y de que posee un sinnémero de atractivos culturales y artisticos. Pero sobre todo, la ciudad es uno de los espacios urbanes mas intensos del mundo. Basta caminar por el cen- tro hist6rico para perderse en calles tlenas de vida y de gente: alli hay parejitas de estudiantes enamorados (zdénde no los hay?) grupos de danzantes neo indigenas, aglomeraciones de vendedores ambulantes, filas de adivinos que leen la mano y manifestaciones de campesinos inconformes. Todos éstos son personajes involuntarios en el gran teatro de la ciudad: un espectaculo delirante, cadtico ¢ interminable (ibidem, 13-14, cursivas nuestras). A diferencia de estas narrativas, tendientes a resaltar lo extraordinario y lo des- mesurado (que sin duda existen) en la metrépoli mexicana, nuestro punto de vista apunta a entender la experiencia de la metrépoli como experiencia de to cotidiano y de lo que pueda considerarse comin y corriente. En suma, por extra- flas que sean a veces, nos interesa comprender el funcionamiento normal de las practicas urbanas. Desde este punto de vista, lo delirante y lo cabtico, si es que son percibidos como tales, se inscriben en la cotidianeidad, como unos ingredientes més de lo que puede considerarse lo normalmente esperable. Precisamente lo que nos parece necesario entender es cémo Io predecible sigue prevaleciendo sobre lo extraordinario, lo desmesurado y lo insGlito. ¥ de hecho, en la experiencia cotidia- na de la Ciudad de México, sigue siendo razonablemente predominante la expec- tativa de regresar con vida a casa después de un dia normal, contra la eventualidad de ser engullido por el monstruo metropolitano, Y esto es posible aun cuando en un dia normal se incluya la posibilidad de toparse con algunos inconvenientes imprevistos. Nos parece, en suma, que en esta metrépoli, que para muchos es el “teino del caos”, nuestras rutinas cotidianas todavia son previsibles. Cuando son interrumpidas por accidentes, éstos también forman parte de lo que uno puede esperarse al salir de su casa, y ademés la radio y en menor medida la televisién o los sistemas de telefonia celular se encargan de ayisar casi en tiempo real de lo que estd sucediendo o de lo que se puede encontrar. Es justamente esta predecibilidad y recursividad de las précticas sociales ta que hay que entender cuando se trata de la experiencia de una metrépoli como ésta, Es mas, podria formularse la hipstesis ORDEN URBANO ¥ EXPERIENCIAS METROPOLITANAS 31 -por comprobar en las paginas que siguen- segiin la cual las practicas urbanas se hacen tanto més rutinarias y predecibles cuanto mds el imaginario de la metropo- li tiende a exaltar lo extraordinario, lo impredecible y \o incontrolable. Sin duda, algo que diferencia la experiencia de la metrépoli contemporanea con respecto a la experiencia ideal tipica de la ciudad moderna, es la actitud del habitante frente a lo imprevisto. Esta actitud se ha vuelto “preventiva”, ya que se basa en la puesta en practica de estrategias tendientes a aminorar Ia impredecibi- lidad."' Para caracterizar la experiencia urbana, Hannerz utiliza el concepto de serendipity que se refiere a la posibilidad, propia de las grandes ciudades, de “en- contrar las cosas cuando no las estamos buscando, porque las cosas siempre estan a nuestro alrededor” (Hannerz, 1998: 263). La experiencia de la serendipity resume elocuentemente la idea segtin la cual la ciudad es sinénimo de oportunidades, pero también -en las condiciones actuales de una metropoli como México~ de imprevistos y de riesgos. Cabria preguntarse si los riesgos difusos no son una ca- racteristica de la época actual, mas que de las metrépolis. En la “ciudad global”, Jo que Hannerz califica positivamente como serendipity -el encontrar continuamen- te algo imprevisto, a menudo titil o agradable— puede adquirir un sentido menos positive y més inquietante. Actualmente con la excepcién de una pequeia élite [...] en todo el mundo las personas sufren una pérdida de control sobre sus vidas, sus entornos, sus puestos de trabajo, sus economias, sus gobiernos, sus paises y, en definitiva, sobre el destino de la tierra (Castells, 1999, v. Ik: 92). Sin embargo, aun reconociendo que los riesgos pululan en nuestra experiencia de la Ciudad de México, y que no tenemos el control de nuestras vidas, nos pare- ce que evocar el caos para entender la metrépoli no sirve para penetrar en sus logicas de funcionamiento, ni para dar cuenta tanto de sus caracteristicas distinti- vas, como de lo que la hace semejante a cualquier otra gran ciudad, de América Latina y del mundo. En ese sentido, las crénicas periodisticas pueden ser de ayuda, en la medida en que la recurrencia de ciertos temas nos hace ver el caracter cré- nico 0 endémico de ciertas problematicas que habitualmente se nos presentan como “emergencias”, “alarmas” y “peligros inminentes”."* Leer las crénicas citadi- nas, tanto Jas periodisticas como las literarias, nos ayuda a destacar el cardcter re- lativamente recurrente y predecible (por lo tanto no caético) de las practicas ur- "No es éste el lugar para pasar en resefia Ia literatura sobre el fenémeno que Wirth denominé como “modo de vida urbano”, resultado de la hiper estimulacién a la que la ciudad somete a sus habitantes, y que los Hevaria a asumir una actitud blasée, de toma de distancia y de evitacién del contacto con el préjimo. Véase al respecto Giglia, 2001a. En un apartado dedicado al tema de la “ciudad ilegible”, Delgado llega a plantear una posicién extrema, en linea con la vision catastrofista mencionada arriba. Sostiene que “cabria preguntarse hasta qué punto toda antropologia urbana no seria sino una variante de la teoria de Tas catdstrofes, en tanto que sus objetos sierapre son terremotos, deslizamientos, hundimientos, incendios, erupcio- nes volcénicas, corrimientos de tierras, imundaciones, derrumbamientos, desbordamientos, avalan- has, cataclismos a veces tan infinitesimales que apenas una tinica sensibilidad llega a percibirlos en el anscurso de un brevisimo lapso” (Delgado, 1999: 16485) 32 ORDEN URBANO Y EXPERIENCIAS METROPOLITANAS banas, como una forma mas de contribuir a la inteligibilidad de la ciudad; esto es, como una forma de afianzar la idea de que la Ciudad de México, lejos de ser un caos absoluto o el escenario de la poscatastrofe, es un lugar habitado por logicas propias, en las cuales, por supuesto, hay que incluir una buena dosis de incerti- dumbre generalizada y de riesgos recurrentes (véase el capitulo 16). Como bien Jo escribe Rossana Reguillo la ciudad, como construccién social, se reinventa cada dia a partir de los pequefios o gran- des colapsos que experimenta en los multiples subsistemas que la componen. Es decir, se trata de un sistema abierto al riesgo, cuyo precario equilibrio deviene inevitable tensién (2005: 320). El que se trate de un sistema abierto, no debe hacernos olvidar el caracter siste- mitico, y recursivo, de los fenémenos metropolitanos. Es justamente esta sistemati- cidad la que pretendemos subrayar en las paginas que siguen en relacién con las practicas metropolitanas. METROPOLI Y URBANIDAD: GENCUENTROS INTERCULTURALES 0 EVITACIONES MUTUAS? Si la ciudad es por definicién un punto de encuentro, la sociabilidad es un coro- lario de la experiencia urbana y al mismo tiempo un requisito y una consecuencia de la vida en la ciudad. Por ser un lugar de aglomeracin y de confluencia, la tolerancia de la diversidad y el respeto de la libertad personal estan presentes en Ia historia de las ciudades més que en otras formas de agrupamiento humano. Con esto no se pretende decir que las ciudades no son al mismo tiempo lugares de conflicto o de exclusién, sino al contrario: “en cada época histérica, si la ciudad representa una oportunidad, lo es para algunos mas que para otros; si representa un riesgo, tal riesgo es para algunos marginal, para otros amenazador” (Signorelli, 1999: 38-39). Sin embargo, incluso los conflictos entre intereses contrapuestos remiten a la sociabilidad y a la idea de la ciudad como “espacio comin”, ya que, desde los griegos, “una ciudad que pertenezca a un solo hombre, no es una ciudad” (Séfocles, Antigona, cit. en Amendola, 1997: 176). Retomaremos el uso del término urbanidad como sindénimo de sociabilidad urbana y también como calidad especifica del medio urbano. Es el uso que propone Jeréme Monnet quien define a la urba- nidad como “el arte de vivir juntos mediado por la ciudad” (Monnet, 1996).”? Asi '* Existe un parentesco etimol6gico entre urbano y urbanidad, civilidad, ciudadania y civilizaci6n, Los principales conceptos étimolégicamente emparentados con la ciudad -urbanidad, civitidad, ciudadania~ implican la experiencia de la sociabilidad, entendida como la disposicién genérica a entablar algin tipo de relacién con otro ser humano, ya que todos aluden a campos de relaciones sociales que se ejercen en el medio urbano y que ademés presuponen y contribuyen a constituir al individuo occidental moderno (Elias, 1982). La aptitud para establecer relaciones con ¢l otro ORDEN URBANO Y EXPERIENCIAS METROPOLITANAS 33 definida, la urbanidad implica tanto el manejo de un cédigo de buenos modales como el del comportamiento apropiado para estar en el ambito puiblico, esto es, para compartir el espacio. Estos cédigos, como productos sociales y culturales, varian segtin los sujetos, su posicion social y cultural y el entorno socio-espacial en el que se mueven. Cabe preguntarse si todavia sirve y es vigente esa actitud de tolerancia y cautelosa disponibilidad hacia lo diferente, la urbanidad, para el habitante que se mueve en la metr6poli, o si no estamos frente a relaciones urbanas cada vez menos urbanas, es decir menos sociables y respetuosas de la heterogeneidad propia del contexto ur- bano. Si en toda ciudad la frecuencia de Jos contactos entre desconocidos impone el uso de ciertas reglas de coexistencia, la modernizacién, la industrializacion y la metropolizacién complican el ejercicio de la sociabilidad hasta volverlo sumamente dificil. De alli se entienden ciertas definiciones aparentemente paraddjicas de la sociabilidad urbana, descrita como una “sociabilidad poco sociable”, ya que con- siste en buena medida en un arte de “administrar el contacto”.'* La diversidad y el gran ntimero de interacciones entre desconocidos a las que obliga cotidianamente la ciudad moderna, imponen la estrategia que Goffman define de “inatencién de urbanidad”: “ésta consiste en mostrarle al otro que lo hemos visto y que estamos atentos a su presencia (el otro debe hacer lo propio) y, un instante més tarde, distraer la atenci6n para hacerle comprender que no es objeto de una curiosidad o de una intencién particular. Al hacer este gesto de cortesia visual, la mirada del primero puede cruzarse con la del otro, sin por ello aceptar un reconocimiento. Cuando el intercambio se desarrolla en la calle, entre dos transetintes, la inaten- cién de urbanidad toma a veces la siguiente forma: miramos al otro a dos metros aproximadamente; durante ese tiempo se reparten gestos por los dos costados de la calle, Iuego se bajan los ojos en el momento en que el otro pasa, coma si se ¢s unt ingrediente importante en la definicién del tipo ideal de individuo en cuanto ser civilizado, consciente de sf mismo, capaz de dominar sus impulsos y de respetar ciertos patrones de conducta frente a los demas. Flias nos recuerda Ja estrecha vinculacién entre proceso de civilizacién y expe- riencia urbana: el proceso de constituci6n de la “urbanidad” ~en cuanto cédigo de comportamiento distintivo que se impone en las cortes de Europa a partir del Renacimiento- incluye elementos tales como el autocontrol, la educaci6n, y la proprelé, caracterfsticos del comportamiento urbano (Elias, 1982). Desde el Renacimiento en adelante el aprendizaje de las buenas maneras permite adquirir tanto el sentido de la posicién social como el dominio de Ia persona, ademas de ser un poderoso instrumento para reconocer al otro, su procedencia, su afinidad o distancia con respecto a uno. ¥ El encuentro en el mbito piiblico se caracterizarfa por ser reservado, superficial, distanciado, desapegado, temporal, efimero. Para Simmel, Ia actitud superficial, desapegada y desencantada del habitante de la metrépoli serfa una reacci6n a la hiperestimulacién que provoca la ciudad en el individuo, debido a un aumento de sus dimensiones més all4 del umbral de lo soportable (Simmel, 1988). Segiin Wirth, esta actitud escasamente sociable serfa una suerte de defensa frente ala acre- centada interdependencia de los roles en Ja vida urbana, ya que “Ios contactos en la ciudad pueden efectivamente ser cara a cara, pero no por eso dejan de ser superficiales, efimeros y segmentados”. La indiferencia y 1a actitud blasée que los citadinos manifiestan en sus relaciones pueden entonces ser consideradas como dispositivos que inmunizan contra las reivindicaciones personales y los ata ques de los demas” (Wirth, 1988: 268, trad. nuestra). Ms recientemente, el autor que mds ha tra- bajado sobre la légica de la sociabilidad en ptiblico es Erwin Goffman, 1957, cuyos andlisis han sido retomados por Joseph, 1988, y aplicados a las relaciones en el espacio puiblico urbano. 34 ORDEN URBANO Y PERIENCIAS METROPOLITANAS tratara de un cambio de semaforos. Ese es, probablemente, el menor de los rituales interpersonales, pero es el que regula constantemente nuestros intercambios en sociedad” (Goffman, cit. en Joseph, 1988: 78). Otro aspecto de la sociabilidad en la ciudad moderna es Ja posibilidad de “desconectar las representaciones”, segtin la expresién de Goffman, esto es, actuar papeles diferentes en ambitos diferentes: aspectos especificos del ser sociable se manifiestan s6lo en ciertos ambitos. Esta acrecentada diferenciacién y fragmentacién de las situaciones y de los vinculos sociales esta relacionada con la posibilidad de multiplicar las facetas de la iden- tidad, una posibilidad que se ofrece en una medida sin precedente al individuo contempordneo (Melucci, 1996). Sin embargo, estas diferentes actuaciones -como las diferentes facetas de la identidad del sujeto— no pueden estar totalmente separa- das unas de otras, ni tampoco estan aisladas de las condiciones materiales, sociales y culturales que cada ciudad ofrece a sus moradores. La hipétesis segiin la cual la experiencia de la metr6poli no es la misma segiin el tipo de entorno urbano al que se pertenece, amerita ser discutida y sostenida en relacién con aquellas visiones de las metrépoli contempordnea que enfatizan su caracter heterogéneo y consideran a los encuentros interculturales como un rasgo caracteristico de la experiencia urbana actual. Sostiene Garcia Canclini que de un mundo multicultural -yuxtaposicién de etnias o grupos en una ciudad o nacién— pa- samos a otro intercultural globalizado, Bajo concepciones multiculturaies se admite la di- versidad de las culturas subrayando su diferencia y proponiendo politicas relativistas de respeto, que a menudo refuerzan la segregacion. En cambio, interculturalidad remite a la confrontacién y al entrelazamiento, a lo que sucede cuando los grupos entran en relaciones ¢ intercambios. Ambos términos implican dos modos de produccién de lo social: multicul- turalidad supone aceptaci6n de lo heterogéneo; interculturalidad implica que los diferentes son lo que son en relaciones de negociacién, conflicto y préstamos reciprocos (Garcia Canelini, 2007: 14.15) Consideramos que el tema de la interculturalidad tiene que ser planteado como problema, a la hora de relacionarlo con el anilisis del orden metropolitano, espe- cialmente considerando que este orden conlleva ciertas implicaciones en cuanto a la posible segregacion y jerarquizacién de los espacios y de los sujetos urbanos. En particular, se trata de preguntarse por el papel del espacio piblico urbano en relacién con Ia interculturalidad de la metrépoli.!® Porque por una parte no hay duda de que la metrépoli puede ser lefda como un mosaico de representaciones y de practicas culturales diferentes que se entremezclan, se enfrentan, se tensionan y conviven en el mismo entorno urbano. Pero por otra parte cabe preguntarse si ‘© En un texto reciente, Roselyne de Villanova y Genevieve Vermés definen al “mestizaje inter cultural” como un concepto que permite pensar los préstamos y los intercambios culturales en si- tuaciones verticales de dominacién, conflicto y desigualdad: “Mestizaje como produccidn especifica de las relaciones interculturales, como construcci6n sincrética entre desarrollos endégenos y aportes exégenos, como creacién inestable, subversiva o negociada, en situaciones de relaciones sociales asimétricas” (De Villanova y Vermés, 2005: 15-16). TO EE ORDEN URBANO ¥ EXPERIENCIAS METROPOLITANAS 35 este mismo entorno acaso no las separa y las vuelve impermeables. Hasta dénde el orden socio-espacial se convierte en un poderoso factor de segregacion de las diferencias y de las desigualdades? Es ésta una pregunta central que —como veremos en los capitulos que siguen~ no tiene una sola respuesta. En su experiencia con- cteta de la metr6poli, d6nde esta el encuentro entre las mujeres de clase alta, habitantes de los fraccionamientos cerrados y las mujeres pobres de las colonias populares? zEn cudles espacios ptiblicos los diferentes y los desiguales, los ricos y los pobres, se encuentran todos como ciudadanos, es decir en un plan de igualdad de derechos y obligaciones? :Dénde se encuentran los judios que viven en Polan- co con Jos miembros de la iglesia de la Luz del Mundo que habitan en Cuajimalpa? cEn qué lugar y en qué momento de su experiencia de la metrépoli ¢l intelectual que vive en Tlalpan se encuentra con el indigena oaxaqueiio que habita en Chal- co? Es mas facil que estos sujetos, diferentes y desiguales, se encuentren en algvin avidn entre México y los Estados Unidos, o en algiin seminario académico, 0 que se vean y se escuchen por televisién, a que se encuentren cara a cara en un plan de igualdad en algiin espacio piblico de la Ciudad de México. Las experiencias de la metrépoli son desiguales en la medida en que reflejan el poder desigual de los actores en su relacién con el espacio, y en particular en su capacidad para domesticarlo, es decir, para conyertirlo en algo que tiene un significado y un uso para cada quien. Unos actores urbanos ocupan un predio para construir alli una vivienda precaria, y asi convierten en doméstico un espacio hostil y crean lo urbano desde la nada, mediante un largo y fatigoso proceso de humanizacion (capitulo 11). Otros, con otros recursos a disposicin, compran una vivienda en un espacio ya domesticado, donde con macho menos esfuerzo no tardan en establecer su propia relacién de apropiaci6n y de significacién con elentomno: se trata de saber dénde estan los principales servicios y equipamientos y empezar a hacer uso de ellos. Otros mas residen en viviendas exclusivas, en residencias inteligentes, donde muchos de los problemas que hay que solucionar en una casa en cuanto al funcionamiento de la electricidad, el gas, el agua, etc., son monitoreados por una computadora y donde las actividades propias de la reproduccién de la vida cotidiana (abasto, limpieza, pago de servicios, transpor- taci6n, etc.) son tarea exclusiva de la servidumbre y del personal de vigilancia. Estos diferentes actores domestican su espacio en formas no s6lo diferentes sino profundamente desiguales. Cabe preguntarse ahora hasta qué punto estos ac- tores urbanos, diferentes y desiguales, y con experiencias diferentes y desiguales del espacio de la metropoli, pueden eludirse sin encontrarse nunca? ;Y hasta qué punto existen en Ja vida cotidiana de la metrépoli lugares, o situaciones, que propician el encuentro y el cruce de las miradas entre actores diferentes y desiguales? ¢Cudles encuentros interculturales ~y desiguales- nos esperan en las calles y las plazas al salir de nuestras casas? O mejor dicho, zes hoy en dia el espacio ptiblico el lugar para hacer la experiencia de la interculturalidad, en la Giudad de México? Como lo veremos a lo largo de los siguientes capitulos, el encuentro entre sujetos diferentes y desiguales no es lo que més caracteriza al espacio ptiblico en Ja metrépoli mexicana. 36 ORDEN URBANO ¥ EXPERIENCIAS METROPOLITANAS Esto tiene que ver en parte con procesos que atafien a todas las grandes areas metropolitanas, pero que en la Giudad de México, como veremos, presentan face tas especificas. La idea de la ciudad moderna como espacio de encuentros y de libertades, posibles a partir de cierto arte de vivir juntos, que histéricamente se caracteriza por asumir formas diferentes, pero que siempre implica cierta modali- dad de hacer coexistir las diferencias, se adapta s6lo muy parcialmente a la metré- poli contemporinea. Como escribe Bauman en su libro Modemnidad Iiquida, La capacidad de vivir con las diferencias, y mas todavia la de apreciar otro modo de vida y gozarlo, no es una calidad que se adquiere facilmente y mucho menos se ¢la sola. Semejan- te capacidad es un arte y como todo arte requiere estudio y aplicacién. En cambio, la inca- pacidad de hacer frente a Ia irritante pluralidad de los seres humanos y a la ambigiiedad de todas las decisiones clasificatorias se perpettia y se refuerza por si sola [...] El proyecto de escapar al impacto de la multitonalidad urbana y encontrar un refugio en la uniformidad, monotonia y repeticién de la comunidad es tan masoquista cuanto capaz de autorreprodu- cirse (Bauman, 2003: 118). En las metrépolis contempordneas existen, cada vez menos, ambitos puiblicos en el sentido ideal tipico. La plaza o la calle, donde cualquiera puede ir y venir, se vuelven cada vez menos atractivas para los sectores de poblacién medios y altos que ven en estos lugares una multitud de riesgos incontrolables y de molestias y para todos aquellos sujetos urbanos que ven en el encuentro imprevisto con per- sonas distintas una fuente de agobio ms que una oportunidad enriquecedora de la vida urbana. Al mismo tiempo se afirman otros ambitos, restringidos y sclectivos, con acceso filtrado (\inicamente en auto; tinicamente para los socios; tinicamente para quien paga el boleto). La posibilidad de un encuentro inesperado se reduce, mientras crece la posibilidad de encontrarse con gente como uno 0 con gente que esta en tal lugar exactamente haciendo lo que yo también estoy haciendo. Es éste el caso de los lugares para el consumo y el esparcimiento. En estas condiciones, la sociabilidad urbana, entendida como mezcla sui generis de reconocimiento del otro y de reser- va, de interés ¢ indiferencia, tiende a perder su sentido. Las personas con las que se es sociable tienden cada vez més a parecerse entre ellas y las situaciones de encuentro se vuelven estereotipadas. La libertad implicita en la posibilidad de “diferenciar las representaciones” disminuye en la medida en que los sujetos in- teractian en redes de relaciones cada vez mas densas, en las que todos se conocen, © podrian ficilmente legar a conocerse. El anonimato del fléneur en su paseo extasiado por las calles de Paris, “capital del siglo x1x” segiin el famoso ensayo de Benjamin, el anonimato en cuanto requisito positivo de la experiencia urbana de la ciudad moderna, como sinénimo de libertad y oportunidad, ha dejado de ser un ingrediente deseable de la experiencia urbana en la ciudad globalizada: es preferible moverse entre gente y lugares conocidos, 0 por lo menos entre gente y lugares ficilmente reconacibles como aptos y seguros para uno. Sin embargo, algo caracteristico de esta metrpoli es que entre los habitantes de una vivienda precaria y los habitantes de una torre de departamentos inteligen- ‘ORDEN URBANO Y EXPERIENCIAS METROPOLITANAS 37 tes de lujo, la distancia fisica puede ser muy corta, aunque la distancia social sea enorme. La cercania de viviendas precarias y de lujo es un rasgo tipico del sur poniente de la metrépoli. Cabe aqui anticipar algo que se tratara con detenimien- to en el siguiente capitulo, dedicado a un andlisis del espacio piblico. En la histo- ria de la Ciudad de México, los espacios puiblicos no han sido los lugares para el encuentro con lo diferente (y tal vez lo han sido en forma muy limitada también en otras ciudades, incluso Paris). Empero, las diferencias (culturales y étnicas) y las desigualdades (econémicas, de oportunidades, de clase) forman parte de la experiencia cotidiana de los habitantes de la Ciudad de México, en al menos dos dimensiones, una que es propia del mbito privado y otra del ambito piblico. Ninguna de Jas dos tiene que ver con la experiencia de lo ptiblico en cuanto lugar de encuentro entre ciudadanos con igualdad de derechos. La primera dimensi6n tiene que ver con la vida doméstica. Las relaciones inter culturales de desigualdad Ilenan la experiencia del espacio privado y la vida fami Var. En México existe una interculturalidad histérica en la esfera doméstica y privada, por la via del mestizaje y de las relaciones de servidumbre."® Baste recordar aqui la expresién “mandar a un propio” donde el propio es una persona de confianza que es mandada por alguien a hacer diferentes tipos de encargos y servicios. O la abundancia de servicios que es posible recibir en la casa. En la Ciudad de México una familia de clase media puede gozar de un conjunto de servicios que en otras metr6polis del mundo occidental son prerrogativa exclusiva de los mas ricos y que ademés no €s facil encontrar en el mercado laboral. Procedentes de alguna colonia popular o de alguna vivienda de interés social, la masajista, la cosmetéloga, la ni- era, el experto en cémputo, la cocinera, el vendedor de seguros de vida, el jar dinero, el veterinario, 1 enfermera, la astrdloga, el acupunturista, el curandero tradicional, el experto de feng-shui, el repartidor del supermercado 0 de pizzas, el de Ja farmacia y hasta la entrenadora de gimnasia, Hegan al domicilio de las fami- lias de clase media y alta, ademas del normal servicio doméstico, uno o mas dias a Ia semana.” La segunda dimensién tiene que ver con la experiencia de ser consumidor. En lugares como los centros comerciales, los supermercados y los restaurantes abunda el personal cuyo trabajo es, desde una posicién de subordinacin, ayudar al consumidor a consumir, Empacadores, cuidadores de coches, vigilantes y valet 8 Estas relaciones desiguales en el Ambito doméstico empiezan a ser posibles también en las ciudades europeas en la medida en que existe la posibilidad de emplear personal que procede de otros mundos culturales y que se encuentra, por ser ilegal, en condiciones de absoluto desamparo (Miranda: 2003). Sin tener la menor pretensién de ofrecer referencias exhaustivas, sugerimos aqui Yimicamente la lectura del ntimero de Nucva Antropologia coordinado por Alicia Castellanos, 2000, sobre el racismo en México y eh ensayo de Martha de Alba et al, 2006, sobre cl sistema de castas. " La variedad de servicios a bajo costo, propia de una metrépolt como México, salta a la vista cuando nos comparamos con parientes y conocidos que viven en otros paises. Gabe aqui recordar lo que cobra una baby sitter en Los Angeles (12 délares la hora) 0 una trabajadora doméstica en Roma (15 euros por hora), para darse cuenta de los desniveles retributivos propios de México, donde un dia laboral de ocho horas de una trabajadora doméstica cuesta alrededor de 200 0 250 pesos. 38 CORDEN URBANO Y EXPERIENCIAS METROPOLITANAS parkings suelen depender para su sustento de las propinas del consumidor, ya que casi nunca reciben un sueldo por su trabajo." Esta abundancia de personal, asi como la extensa disponibilidad de los servicios a domicilio, tiene que ver con que en la economia mexicana el trabajo es muy barato, en parte como un resultado de la abundancia de oferta laboral no especializada y en parte porque (salvo en algunos pocos sectores protegidos) las relaciones laborales se han flexibilizado hasta alcanzar niveles todavia impensables para los paises europeos desarrollados. Proliferan, por lo tanto, las actividades de servicio a la persona que funcionan con base en redes de relaciones. Todas estas figuras de servidores y ayudantes Henan la experiencia de la metr6poli de relaciones de desigualdad declinadas bajo Ia forma de cliente-prestador de servicio. Tanto en el Ambito doméstico como en Ios lugares de uso pubblico, como supermercados o restaurantes, la enorme desigual- dad que caracteriza estas relaciones de servicio, es vivida como inevitable y casi natural por ambas partes, pasando a formar parte de lo que es tan obvio que se vuelve invisible. Una faceta especifica del ser consumidor en esta gran ciudad es la que hemos propuesto lamar consumidor ambulante, refiriéndonos a la experiencia de ser sujetos en transito que en sus largos recorridos metropolitanos encuentran espacios y tiempos aptos para consumir.”” Probablemente la principal oportunidad de encuen- "© En el supermercado, un adolescente (menos comtinmente una persona mayor) se encarga de poner todo Jo que uno ha comprado en tas bolsas de pléstico. Conforme va llenando las bolsas las pone en el carrito. Pese a no recibir un sueldo sino slo propinas, su trabajo es reconocido por el supermercado, ya que leva una credencial y s6lo puede hacerlo si cumple con ciertos requisitos, por ejemplo -en ef caso de los adolescentes~ tienen que estar regularmente inscritos en la escuela y con buenas calificaciones, ya que las propinas en el supermercado se entienden como una forma de pagar sus estudios, 0 de contribuir a los gastos de su casa mientras estén estudiando. Es un tipo de trabajo muy apreciado por los estudiantes, ya que mientras uno de los adolescentes Ilena las bolsas por lo menos otros tres 0 cuatro estan afuera, sentados en una banca y platicando entre ellos a la espera de que Megue su turno, 0 que la legada de mas clientes haga que se pongan en funcio- namiento més cajas, para asi poder trabajar. Los jovenes que hacen este trabajo se llaman “cerillos” en el lenguaje popular, y cualquier muchacho de clase trabajadora entre diez y dieciséis alos que quiera seguir estudiando después de la escuela primasia, pasa por este oficio en algiin momento de su vida. En una tarde-noche de fin de semana puede llegar a ganar unos doscientos pesos, que a veces ahorra en vista de un gasto grande, y otras veces Io gasta ese mismo dfa y en el mismo super- mercado, comprando una parte de! abasto para su familia, y de vez en cuando algo para si mismo, como por ejemplo unos zapatos deportivos o unos pantalones. Los cerillos trabajan segiin los hora- rios del supermercado, asi que pueden regresar a su casa hacia la media noche, después del cierre de la tienda. Al salir del supermercado, un hombre se acerca y pide si puede ayudar a flevar el ca- rrito hasta el coche y acomodar las bolsas de Jas compras en la cajuela, por lo cual también recibe una propina. En cualquier lugar con estacionamiento ~como es el caso de casi todos los hugares piiblicos- el automovilista encontraré alguien que le ayude a estacionarse a cambio de una propina, ‘0 nn valet parking que se Weve su carto y lo estacione. Al llegar a un restaurante dé mediana calidad, habré una persona encargada de acompaiiar a Tos clientes a su mesa, otra que limpia la mesa (el garrotero), otra que llega para tomar lz orden y otra, el mesero propiamente dicho, que sirve la comida. » Véase el trabajo de Monnet, Giglia y Capron, 2007, sobre el ambulantaje en los cruces de 1a Ciudad de México como un servicio a la movilidad, es decir, un servicio prestado a un cliente en wwansito. ORDEN URBANO V EXPERIENCIAS METROPOLITANAS 39 iros cercanos entre sujetos socialmente y culturalmente muy distantes, se da en los seméaforos, en los cruces viales, donde los automovilistas, detenidos temporalmen- te, son abordados por un sinntimero de vendedores ambulantes y prestadores de servicios, casi siempre no requeridos, como limpiaparabrisas, quitapolvo, mimos, vendedores de periédicos, dulces, contenedores de plistico, mapas de la ciudad o del planeta, mufiecos, pulseras, accesorios para autos, y muchos otros objetos cuya oferta, sélo aparentemente castica, en realidad responde con precision a diferen- tes exigencias y circunstancias de la movilidad metropolitana.”’ Al pasar una y otra vez por los mismos seméforos, a lo largo de las rutas més habituales, se puede legar a reconocer a tal o cual vendedor, e incluso a convertir el encuentro en una parada habitual (0 por lo menos recurrente) para comprar el periédico, un capu- chino, un jugo de frutas, unas gomas de mascar, y de vez en cuando unas cosas més insélitas, como por ejemplo un queso manchego producido en una granja menonita, un juguete para el nifio de la casa, unas flores, en tiempos de calor un abanico para la abuela, una mesita para la cama y hasta una piel de oveja o un pequefio librero. Los cruces de la metrépoli son lugares donde los pobres y los ricos, los gileros® y los morenos, los citadinos y los indigenas recién Iegados del campo, pueden mirasse y eventualmente intercambiar alguna mercancia 0 presta~ cién a cambio de dinero. Pensandolo bien, zn es el intercambio comercial, es decir el mercado, al origen del espacio piiblico como lugar de la interculturalidad por excelencia? El famoso ensayo de Max Weber sobre los tipos de ciudades euro- peas nos recuerda que “toda ciudad es una localidad de mercado” y que muchas ciudades surgieron justamente de los mercados que se establecfan sobre las prin- cipales vias de comunicacién (Weber, 1996: 939). Hoy en dia el intercambio co- mercial -en forma de ambulantaje- es omnipresente en la Ciudad de México. En estos lugares emblematicos de la metrépoli que son los altos a la circulacién, los automovilistas y Jos vendedores ambulantes experimentan simulténeamente su complementariedad de consumidores-vendedores, sus diferencias culturales y ét- nicas y la desigualdad de su condicién. Se miran o se eluden, a menudo se reco- nocen sin hacerlo explicito, ya que los unos y los otros comparten diariamente el mismo lugar, aunque sea por unos minutos, se piden o se evitan recfprocamente, se llaman, regatean, y algunas veces se saludan como viejos conocidos. En muchos casos, como cuando una joven mujer con un bebé en brazos se acerca y limpia con un trapito nuestro espejo retrovisor, 0 cuando se nos acercan unos nifios después ® Los habitantes provistos de automévil representan todavia una minorfa de la poblacién, préc- ticamente coincidente con las clases media y alta y con algunos sectores de clase trabajadora, sobre todo quienes trabajan en forma independiente y necesitan un vehiculo para desemperiar su trabajo {maestros albafiles, plomeros, carpinteros, vendedores de cortinas o de tapicerias, y otros artesanos que prestan sus servicios a domicilio, quienes usan ¢l automévil como un instrumento para trans portar sus herramientas y materiales de trabajo). Sin embargo, la compra de automéviles nuevos se ha incrementado enormemente en los tiltimes aiios dando ugar a un rapido crecimiento del parque vehicular, 2 Giiero es el término cologuial con el que se indica en el espafiol usado en México a las per sonas de piel blanca. Es un término de connotaciones ambiguas, ya que puede ser usado para hae agar a alguien, pero al mismo tiempo es sindnimo de “vacuo” 40 ‘ORDEN URBANO ¥ EXPERIENGIAS METROPOLITANAS. de exhibirse en unas piruetas sobre el asfalto, el pago por la prestacién -o por el espectaculo- se confunde con la Jimosna ya que se acompaiia de un sentimiento de compasién.” En suma, si en el espacio publico urbano es todavia posible topar- se con el otro, hacer la experiencia de la diferencia cultural, no se puede decir que se trate de encuentros interculturales de comunicaci6n e intercambio enire citadinos igualados por compartir el hecho de ser citadinos. En la intimidad de las casas asi como en el bullicio de las calles de la metrépoli, los encuentros entre diferentes son casi siempre encuentros entre desiguales, en relaciones de comple- mentariedad y en posiciones de subordinacién de los unos hacia los otros. COMPRENDER Y EXPLICAR LA EXPERIENCIA DE LA METROPOLI A partir de la hipétesis arriba mencionada, seguin la cual existe un grado significa- tivo de correspondencia entre la ubicacién en cada una de las ciudades (0 contex- tos socio-espaciales) y la forma de la experiencia urbana, éstas son algunas de las preguntas que en este libro se intentan responder: gde qué manera los diferentes actores urbanos, situados en posiciones socioculturales y en ciudades distintas, or- ganizan y significan su experiencia de la metrépoli? ¢Gémo consideran el residir en un determinado tipo de lugar? Desde ese lugar, zcémo se relacionan, practican ¢ interpretan el resto de la metrpoli? zA qué porcién del espacio metropolitano sienten que pertenecen? Qué vinculaciones establecen con el espacio que prac- tican diariamente? En nuestro intento por interpretar la experiencia de la metrépoli y lo que la vuelve hasta cierto punto predecible, nos consideramos simultaneamente como observadores y como parte de la realidad a estudiar. A fo largo tanto de la investi- gacién como de la redaccion de este libro, hemos hecho un esfuerzo consciente por incluir nuestra propia experiencia de citadinos-habitantes, entre las fuentes de informacién a utilizar. Seria equivocado y casi imposible eludir el hecho de ser parte del objeto estudiado. Es mas, no podemas ni queremos soslayar el hecho de tener con este objeto una relacién de implicaci6n, en la medida en que nuestra actitud frente a la ciudad no es neutral o indiferente, es una actitud de habitantes usuarios, consumidores, transetintes automovilistas que diariamente practican ¢ interpretan el espacio urbano, los cambios en Ia calidad del aire, el mantenimien- to de las banquetas, el deteriore de los espacios piiblicos. En cuanto formamos parte de nuestro objeto de estudio, lo que sucede en la ciudad nos importa y nos Desde hace algunos aos el ntimero de vendedores ambulantes ha rebasado con mucho el umbral que permitiria vivir de este trabajo, los mismos lideres de las asociaciones de ambulantes consideran que “ya no es una alternativa de supervivencia”. Ademés, desde hace un poco mas de un aio, el realizar estas actividades ha sido decretado ilegal, mediante una Ley de cultura civica que Jas prohibe explicitamente, pero que ha quedado totalmente inaplicada y se ha convertido mas bien en un instrumento de extorsién para los policfas, quienes dejan que los vendedores permanezcan en sus lugares de trabajo a cambio de una cantidad de dinero que ellos se embolsan. ‘ORDEN URBANO Y EXPERIENCIAS METROPOLITANAS au implica. Como ya lo hicimos en este capitulo, en los que siguen -y especialmente en los capitulos de la tercera y cuarta parte- echaremos mano de nuestra expe- riencia personal de habitantes de esta metrépoli, pero también de otras. En efecto, ambos autores de este libro hemos nacido lejos de la Ciudad de México, y hemos vivido o conocido de cerca otras grandes ciudades del mundo, especialmente Paris, Londres, Roma, Napoles y Buenos Aires. Esperamos asi poder evitar considerar a la Ciudad de México como si fuera la sola metrépoli en el mundo. El haber vivido en otras ciudades y el haber practicado otras formas de urbanidad, se convierte en una posibilidad fructifera de comparacién entre realidades urbanas diferentes, con el objetivo de entender Ja experiencia urbana de la Ciudad de México, tanto en lo que tiene de sui generis, como en Io que Ja acerca a la experiencia de otras me- tr6polis. Como hemos dicho antes, se puede habitar la metrépoli de muchas dife- rentes maneras, Entre ellas, no hay que olvidar que existe también la nuestra, esto es, que también quienes escribimos estas paginas somos sujetos urbanos, unos entre otros. No somos ajenos a nuestro objeto, sino que formamos parte de él. Como escribié Jean Bazin, no se trata de estudiar “variedades de la especie huma- na” sino més bien “unas acciones, nas concatenaciones complejas de acciones”, de las que el observador es parte actuante. ¢Acaso se trata asi como un naturalista va a recolectar in sifu unas plantas para poderlas estudiar como muestras de un medio natural dado, de ix a observar unos comportamientos, grabar unos enunciados, recolectar unos objetos [...] que parecen significativos de un medio social, de una sociedad, de lo que la distingue de otras entidades equivalentes? Especialmente si se compara con Jas ciudades jtalianas, la rapidez con la que se construyen obras publicas en la Ciudad de México es impresionante. En Roma, la tercera (y tltima) linea del metro tard6 mas de diez anos en ser terminada, Esto se debid a relaciones laborales distintas, en las que los horarios de trabajo son més rigidos y los dias de vacaciones no se trabaja. Y al hecho de que continuamente Ios trabajos eran detenidos y desviados por el descubrimiento de restos arqueologe cos. EL ESPAGIO DISPLTADO 235, Bs una de las colonias mas tranquilas, con mayor seguridad en términos generales, y que Jos servicios estan a la mano, practicamente. {Qué le gusta de vivir en la Nueva Santa Maria? Pues todo. La comodidad de que tas calles son amplias, seguras, que tiene todos los servicios, tienes ahi cerca el mercado, tienes cerca... centros educativos, el Centro, simple y sencillamente; o sea, Ia Nueva Santa Marfa es una de las colonias que por estar préctica- mente a orillas de Azcapotzalco pues esta cerca de las demas delegaciones también, Su zona arbolada, es una de tas colonias més arboladas de Azcapowalco. Y su gente, pues es una gente muy aceptable (ibid.). Imagen 8.1. Colonia Nueva Santa Marfa: calle con camell6n central que exhibe todavia el taricter “residencial” tan apreciado por sus habitantes. Fotografia: Eduardo Granados, 2006. Los habitantes que han vivido durante muchos afios en la colonia, la describen no s6lo como un espacio tranguilo y relativamente seguro, sino que la presentan fomo una suerte de comunidad local, donde existen vinculos de parentesco y de amistad y donde existe cierta disponibilidad de los vecinos hacia los demas, repre~ «ntada por la idea de que “si uno toca a una puerta, aun si no te conocen, 1 abren”. Subrayan, en suma, la presencia de un tejido de relaciones calidas y de confianza que alimenta el arraigo local. Quienes fundaron la colonia hoy son 236 EL. ESPAGIO DISPUTADO abuelos, y a menudo sus hijos y nietos siguen viviendo en la Nueva Santa Marfa. EL testimonio que sigue nos da un buen ejemplo de la vinculacién con el espacio local. 2Qué es lo que mas me gusta de vivir aqui? Pues mira, mas que nada yo creo que es el hecho de haber nacido aqui. Aqui tienes a todos tus conocidos, a todos tus amigos. De hecho aqui enfrente vive uno de mis padrinos, dos casas mas adelante vive otro de mis padrinos. Tienes tu vida hecha aqui, siempre has tenido todo aqui, tienes amigos, aqui sabes para dénde moverte, conoces a la gente. Es gente que es buena, no es una colonia complicada. O sea, a pesar de que sf tiene sus bemoles, ahora pues no es tan ficil salir o andar caminando en Ia colonia en la noche, antes era mis facil, ahora ya no verdad? ¢Por qué? Pues por la gran inseguridad que vivimes dentro del pais. Pero a pesar de eso es una colonia tranquila y sabes que en cualquier momento vas caminando y tocas una puerta y aunque no te conoz can te la abren, Q sea, si ti estés en una emergencia te la abren, en otra colonia pues quién sabe zno? Entonces, esta colonia se me hace bonita. Tiene mucha historia a pesar de que no es muy antigua como el centro, pero sf tiene su historia, Entonces me gusta mi colonia, me gusta porque aqui conozco a mi gente, aqui es donde he vivido y bueno también aqui nacid mi hijo cno? (Mujer, 60 aiios, ama de casa, Nueva Santa Marfa). Las relaciones entre vecinos se benefician de un conocimiento de muchos aiios y de una configuracién del espacio en Ia que no existen muchas ocasiones para tener conflictos, por lo menos entre los residentes. Afortunadamente nosotros aqui, munca hemos tenido ni un “si” ni un “no” con los veeinos. Y todavia te puedo decir que al pasar de una calle a otra... eran menos conflictivos tos de mi otra cuadra que ésta. Aqui si, si el perro se pasa y ya se hizo pipi, ya salid el abuelo y ya se enojé. O si ya te estacionaste de m: que conoces de afios. {Qué problemas se legan a dar entre los vecinos?

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