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No hace falta un profundo análisis en nuestro entorno para

darnos cuenta que estamos inmersos en una aguda crisis de


valores del sistema, a la que no escapan las instituciones ni
los partidos políticos, sea cual sea su color, sindicatos, organizaciones
de todo tipo: deportivas, religiosas, empresariales
y, cómo no, la misma masonería, la defensora de una
ética racionalista e impulsora de la ilustración.
Es la consecuencia de los que, hasta ahora, valores tradicionales
y principios éticos, parecen tambalearse en un
mundo cada vez más globalizado, no existe nada sólido,
los cambios son desmesuradamente rápidos, un nuevo
cambio se produce antes de que el anterior pudiera haberse
consolidado, es un «modernismo líquido» como bien lo
define el filósofo Polaco Zygmunt Bauman, es la consecuencia
de la pérdida de referencias estables.

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