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“He pensado en la novela. No la comenzaré con mi fancia y su perfume/ a pájaro acariciado.” (Pi-
infancia. El solo hecho de recordarla (me) cu- zarnik, 2009: 76).
bre de cenizas la sangre” (Pizarnik, 2007: 119). 3
“Arcano sueño/ antepasado de mi sonrisa/ el
2
Se trata del poema “Tiempo”: “Yo no sé de la mundo está demacrado/ y hay candado pero no
infancia/ más que un miedo luminoso/ y una llaves/ y hay pavor pero no lágrimas.” Del
mano que me arrastra/ a mi otra orilla.// Mi in- poema “Cenizas” (Pizarnik, 2009: 55).
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Las cenizas rel reino.
El hermoso delirio de Alejandra Pizarnik
contra la locura es la inocencia de lo hechos”4. que tirita en su penuria e ignora cómo dominar
Dos años más tarde, en Las aventuras perdidas el miedo que la abertura arroja5.
resurge la dedicatoria a Astrov, esta vez me-
diante el poema “El despertar”, en el que
En ese paisaje espectral, poblado de “ne-
nuevamente recurre a la sinécdoque como
gras mañanas de sol”, la conciencia alumbra
expresión de la carencia y de la ansiedad, pero
imágenes donde la infancia, una vez más, se
en esta ocasión no sólo para materializar la
tiñe de senectud, confirmando el dictamen de
relación entre lo cerrado y lo abierto (como se
Delfina Muschietti, según el cual nos hallamos
observa en el verso “Y hay candado pero no
“ante el exceso de una obsesión”6: “Recuerdo
llaves”, anteriormente citado), sino para ex-
mi niñez/ cuando yo era una anciana. / Las
tender el ámbito de la angustia en el territorio
flores morían en mis manos/ porque la danza
esquivo de la paradoja, donde el vínculo entre
salvaje de la alegría/ les destruía el corazón”
la parte y el todo halla su liberación en el
(Pizarnik, 2009: 94). El apóstrofe denuncia la
poema, aunque no en la experiencia que éste
historia de una desposesión, esa “miseria de
designa, la que marca esa imposible apertura
amor” que tan nítidamente concibió Vallejo en
del otro candado, el que enclaustra la plenitud
la “cocina a oscuras” de un ágape imposible, y
del ser. “Señor/ La jaula se ha vuelto pájaro/
que Pizarnik admite como legado para su ico-
y se ha volado/ y mi corazón está loco/ porque
nografía particular: “Señor/ He consumado mi
aúlla a la muerte/ y sonríe detrás del viento/ a
vida en un instante/ La última inocencia esta-
mis delirios” (Pizarnik, 2009: 92). La invoca-
lló/ Ahora es nunca o jamás” (Pizarnik, 2009:
ción al dominio divino atraviesa el escenario
93)7. Y así el poema “El despertar”, no en vano
del psicoanálisis, que la dedicatoria exhibe,
dedicado a su analista, también remite al pri-
para hallar otro aposento de riqueza iniguala-
mero de la colección, “La jaula”, donde los
ble, un reino donde el eco de los dados lanza-
planos entre lo externo y lo interno remachan
dos al vacío por César Vallejo es la eterna mo-
el mismo clavo de la desolación. El sol que
rada: “Dios mío, estoy llorando el ser que vi-
brilla para todos, en ese “afuera” tan desaso-
vo;/ me pesa haber tomádote tu pan;/ pero
segante, no puede calentar su corazón. El alma
este pobre barro pensativo/ no es costra fer-
se halla desnuda y tiene frío, porque el cuerpo
mentada en tu costado: / tú no tienes Marías
que la protegía voló como el pájaro que fue
que se van!” (Vallejo, 1988: 96). Como el autor
de Trilce, cabría esclarecer la imagen de Ale-
jandra desde la metáfora del ser como “pobre 5
barro pensativo”, que llora esa eterna ausen- No por azar, en 1965 dedicará un ensayo a Antonin
cia en que se cifra el oficio de vivir. Pero ade- Artaud titulado “El Verbo encarnado”, que pu-
más, el poema de Alejandra rinde tributo rít- blicará Sur en su número 294, donde la refe-
rencia evangélica servirá de nuevo a la autora
mico y semántico al versículo de san Juan,
para establecer la inversión de planos tan de su
donde la teología cristiana halla plenitud en el gusto literario: “Sí, el Verbo se hizo carne. Y
misterio ontológico de la encarnación primor- también, y sobre todo en Artaud, el cuerpo se
dial (“el verbo se hizo carne y habitó entre hizo verbo. ¿En dónde, ahora, su viejo lamento
nosotros”), con la diferencia sustancial de que de separado de las palabras?...” (Pizarnik,
para Pizarnik la transubstanciación de la jaula 2002: 273).
en el pájaro que encierra no invoca un naci- 6
“En Pizarnik, el exceso está del lado de una obse-
miento redentor, ni siquiera el origen del “lo- sión: viajar hacia la niña, hacia el agua animal
gos” de la pureza sino, de modo inverso y mal- cuando todavía se estaba al acecho del rapto.”
dito, la consumación de una desnudez esencial (Muschietti, 1995: 83).
7
pero perversa, pues deja aterido un corazón “¡Poesía! ¡Dulce poesía de Huidobro y de Vallejo!
¿Dónde estás?”, reclama en una página de su
diario (25 de noviembre de 1955) (Pizarnik,
2007: 67). Y el 2 de febrero del año siguiente,
4
“Le seul remède contre la folie c´est l´innocence escribe: “Alejandra, esta noche rogaremos por
des faits.” (Pizarnik, 200: 27). La cita es a Jac- nuestros compañeros de angustia: Pascal, Una-
ques Rivière en correspondencia con Antonin muno, Huidobro y Vallejo.” (Pizarnik, 2007:
Artaud. 76).
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VICENTE CERVERA SALINAS
jaula, dejando inerme su sombra que ningún a un origen primigenio, donde queda asociada
sol ilumina. Un sol al que sólo los otros cantan. a la esencia polvorienta del sujeto. En el Anti-
Por ello, el dístico elegíaco en que culmina “La guo Testamento, como recuerdan Chevalier y
jaula” vuelve a conducirnos al punto de parti- Gheerbrant en su Diccionario de los símbolos,
da: “Afuera hay sol. Yo me visto de cenizas” “la ceniza simboliza el sufrimiento, el luto, el
(Pizarnik, 2009: 73). La insistencia en este arrepentimiento” (Chevalier-Gheerbrant, 1986:
símbolo es notable y evidente. No duda la au- 270-271). “Entre el polvo y la ceniza” se dibuja
tora en titular “Cenizas” un nuevo poema de la escena de la contrición final de Job, antes
Las aventuras perdidas para ampliar, en este de que Yavé le restituyera cuanto previamente
caso, el espectro de lo baldío. Ya no contem- le hubo arrebatado (Job, 42-6). El personaje
plamos únicamente la inversión de los territo- exclama: “Por todo me retracto y hago peni-
rios de la iluminación romántica, con la noche tencia, / entre el polvo y la ceniza” (Nácar-
“astillada” de estrellas que ya divisamos en el Colunga, 1944: 849). Pero la humildad del hé-
homónimo poema de La última inocencia. Aho- roe bíblico no rima con el delirio de Alejandra
ra se trata de las cenizas en que se tornan las Pizarnik, para quien “el invisible pueblo de la
palabras escuchadas, prendidas a la historia y memoria más vieja”, moneda en que acuña su
ya gastadas, que han pulverizado su consisten- visión del linaje judío al que pertenece por
cia de signo pleno, y son observadas por la sangre y casta9, le ungió y otorgó una corona
autora desde la soledad absoluta como si fue- que ella prefirió ocultar, jugando a ser escla-
sen arena arrojada al viento: la arena en que va, “perdida por propio designio” y renuncian-
se han disuelto los núcleos significantes y se- do al cabo a su reino “por las cenizas”10. Por
mánticos del signo lingüístico, que tornan im-
posible su lanzamiento al “otro” en el proceso 9
de la comunicación, eviscerando el acto poéti- A propósito del linaje judío de la escritora, véase
co y tornando vana su construcción. Tal como la Tesis Doctoral presentada en 2007 por Ivonne
Reischke en la Friedrich Schiller Universität Je-
señaló Guillermo Sucre, la referencia al acto
na, ¿Qué significa traducirse en palabras? Ale-
de escritura deviene el centro de un esfuerzo jandra Pizarnik und das Thema der Sprache:
por hacer plausible en el poema la pervivencia “Alejandra Pizarnik wuchs in Buenos Aires in
de esa “parte del fuego” a la que aludía Mauri- einer liberalen jüdischen Familie. Ihre Eltern
ce Blanchot8. Pero, aunque el poema no con- waren Anfang der dreißiger Jahre von der
tenga el vocablo que el título convierte en Ukraine über Frankreich in die argentinische
vertebral, las cenizas recogen el único trofeo Hauptstadt und damit in die größte jüdische
posible en la escalada por los versos del poe- Gemeinde Lateinamerikas geflüchtet. Pizarnik
ma: “Hemos dicho palabras,/ palabras para selbst äußerte sich nur selten zu ihrer Reli-
despertar muertos,/ palabras para hacer un gion.” (Reischke, 2007: 91). Este aspecto ya fue
reseñado por Alicia Borinsky en su estudio sobre
fuego,/ palabras donde poder sentarnos/ y
Pizarnik publicado en 2000, donde constata que
sonreír.// (...) Yo estoy ahora sola/ -como la “la sensibilidad de Alejandra es judía por su pa-
avara delirante/ sobre su montaña de oro-/ sión nomádica, por la celebración de lo escrito
arrojando palabras al cielo”: las mismas que como sagrado y la visión de lo secular como una
caerán sobre su rostro desestructuradas y di- suerte de condena. El silencio está allí para ser
sueltas, llenando sus ojos de arena, cubriendo descifrado.” (Borinsky, 2000: 411). En algunos
de ceniza sus huellas. textos de su “Prosa completa” y en diversos
momentos en la escritura de sus diarios desliza-
rá la poeta referencias biográficas y culturales
Emblema de muerte y penitencia, la cultura al respecto. Anotemos la siguiente: “He com-
judeo-cristiana eleva el simbolismo de la ceni- probado que mis poemas son más profundamen-
za a la consciencia de la extinción y al retorno te sentidos y vividos por personas de –digamos-
clases altas que por las demás. Lo que sucede
es que yo, como judía, no me considero de nin-
8
“Es también muy revelador que su poesía haya guna clase. Y jamás comprendería a quien des-
sido una continua meditación sobre el acto poé- preciara mi origen.” (Pizarnik, 2007: 147).
10
tico mismo y que esa meditación incluya igual- Se trata del monólogo dramático y prosa poética
mente el tema de la muerte.” (Sucre, 1975: “Extracción de la piedra de la locura”, escrita
363). en 1964, que formará parte del poemario ho-
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Las cenizas rel reino.
El hermoso delirio de Alejandra Pizarnik
ello, las “alegorías del reposo” dibujadas en un sado en el concepto nihilista de “haber nacido
muro blanco reflejan siempre a esa “reina loca su muerte”12.
que yace bajo la luna sobre la triste hierba del
viejo jardín” (Pizarnik, 2009: 248). Lejos, muy
Sabemos que la simbología del loco encubre
lejos de la actitud perseverante de Job, las
en su seno la visión del iniciado, aquel que lo
cenizas de Alejandra devienen materia carnal,
sacrifica todo para adquirir a cambio la sabidu-
“como si me hubiera forrado de cenizas la san-
ría o el conocimiento que más anhela. Como el
gre”, según registra en su diario11. La renuncia
joven poeta en busca de la “flor azul”, en el
confesa adquiere en el poema “Extracción de
Heinrich von Ofterdingen de Novalis, la pérdi-
la piedra de la locura” un valor trascendental,
da de las posesiones personales, el alejamiento
pues ilumina, en clave rimbaudiana y surrealis-
de la familia y de la patria “en busca de Kling-
ta, no sólo el linaje espiritual de la autora;
sohr” tienen un fundamento espiritual en el
también, su fatal vinculación con ese reino del
proceso de conquista, que puede desembocar
que no puede sino abdicar. Su conciencia des-
en el advenimiento del simbólico Grial o, con-
doblada le impide retornar a la dimensión on-
trariamente, en el hundimiento progresivo de
tológica donde la escisión retrocede y regresa
una búsqueda perpetua que se torna demen-
a la unidad. Pero, en su caso, el “despertar”
cial. Este último caso es el que ilustra Alejan-
supone una toma de conciencia radical, donde
dra Pizarnik según los enunciados de su propia
lo imposible triunfa y exige la renuncia a toda
obra13. La fascinación que, según constatan las
consagración, a la ósmosis armónica de sus
biografías de Cristina Piña y César Aira, siem-
mitades, de sus “alteridades” que muestran
pre sintió por el ensayo histórico de Albert
siempre al otro yo desintegrado y en lejanía,
Béguin, El alma romántica y el sueño, muestra
por debajo siempre, del observador: “alejan-
su estirpe14, pero al mismo tiempo denuncia el
dra alejandra/ debajo estoy yo/ alejandra”
fracaso de esa utopía romántica en su propia
(Pizarnik, 2009: 65). Un ser que se visualiza
aventura personal y poética. No olvidemos,
como “sólo un nombre”, bajo el cual yace su
según subraya Béguin en su retrato de Novalis,
otra figura. Por ello, poemas como “Exilio” o
que los preceptos poéticos que imbuye el
“La caída” de Las aventuras perdidas son remi-
maestro Klingsohr en el joven iniciado exigen,
siones que completan el universo imaginario y
ante todo, que se trate a la poesía “como un
simbólico de Alejandra Pizarnik en esta clave
arte riguroso”, donde la razón cobije e ilumine
de la disolución cenicienta, de la pérdida del
al sentimiento y donde el “logos” sea la mora-
reino que “estaba para ella”. “Esta manía de
saberme ángel, / sin edad/ sin muerte en que
vivirme, / sin piedad por mi nombre/ ni por
mis huesos que lloran vagando”, leemos en el 12
“Jardín recorrido en lágrimas,/ habitantes que
poema que expresa su destino de “exilio”
besé/ cuando mi muerte aún no había nacido./
permanente (Pizarnik, 2009: 79), y en “La caí- En el viento sagrado/ tejían mi destino.” (Pi-
da” queda fraguado el momento fatal, expre- zarnik, 2009: 81).
13
También Edgardo Dobry subraya la asociación con
el romanticismo. Comenta al respecto: “Esa es
la estirpe de Pizarnik: la del poeta que está so-
lo en la comunidad de gente normal que la ro-
mónimo, publicado en 1966 y dedicado a su dea.” (Dobry, 2004: 39).
madre. Las prosas de este apartado integran la 14
“Un libro favorito, que leyó traducido al caste-
cuarta y última sección del poemario (Pizarnik, llano, después en francés, y releyó y subrayó
2009: 247-253). con fervor: El alma romántica y el sueño, de
11
La noche del 8 de febrero de 1958 escribe: “Es Albert Béguin. A Hölderlin lo leyó en las traduc-
como si me hubiera tragado un muerto. Como si ciones de Geneviève Banquis, y en las de Cer-
me hubiera forrado de cenizas la sangre. Como nuda (en un librito publicado en México) y so-
si la peste se hubiera enamorado de mi destino. bre todo los “poemas de la locura” traducidos
Como si la palabra jamás huyera del mundo pa- por Pierre Jean Jouve. Rimbaud fue una lectura
ra venir a buscar amparo en mí.” (Pizarnik, constante. Más tarde, Lautréamont sería su au-
2007: 103-104). tor definitivo.” (Aira, 2001: 28).
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VICENTE CERVERA SALINAS
da15. Pero Alejandra Pizarnik es consciente de dos de ese fuego que antaño animó los himnos
haber perdido ya ese reino. Sentirse del reino a la noche, pero que ya no culmina en ninguna
desahuciada implica en ella la asunción de la estrella matutina. La remisión al Eclesiastés
locura. La transfiguración no puede esperarnos tampoco es baladí. Un libro de sabiduría como
al final del camino16. escudo frente a lo funesto, arrostrando en un
último embate las fuerzas de la sinrazón. Un
movimiento que naufraga, empero, ya que
La imagen del Loco florece, así pues, en el
“debajo” de la aurora vuelve a reinar la nada.
universo pizarnikiano como la antítesis de su
“Debajo de mi vestido ardía un campo con
figura complementaria, el Eremita. Y así, pa-
flores alegres como los niños de la mediano-
rece decirnos Alejandra: ¿qué es el poeta, en
che”, son versos que escribe “En un ejemplar
suma, sino un eremita que deambula en pos de
de Les chants du Maldoror (Pizarnik, 2009:
la construcción verbal de su ser, habiendo re-
275). “Debajo”. Siempre este adverbio que
nunciado a cuanto reino sea accesorio y banal,
adquiere categoría sustantiva en la obra de
estéril y entorpecedor, y por lo tanto, un ere-
Alejandra Pizarnik. Levantando planos, simas,
mita que termina reflejando la sombra diabóli-
estratos, niveles, estelas, con el deseo de que
ca del loco? Un eremita que, exiliado de su
algo reste subyacente. Desplegando capas a la
reino, no puede sino iniciar la senda delirante,
noche para que, en su interior, palpiten los
una senda infinita. Extrayendo así la piedra de
rosados dedos la mítica aurora. Pero el brillo
su locura, nos revela la voz de Alejandra: “De
será el de una aurora oscura; el nacimiento, el
repente poseída por un funesto presentimiento
de un negro sol. Lo recalca en su “extracción”
de un viento negro que impide respirar, busqué
funesta: “Allí yo, ebria de mil muertes, hablo
el recuerdo de alguna alegría que me sirviera
de mí conmigo sólo por saber si es verdad que
de escudo, o de arma de defensa, o aun de
estoy debajo de la hierba” (Pizarnik, 2009:
ataque. Parecía el Eclesiastés: busqué en todas
247). Y, tras el esfuerzo, de nuevo la visión de
mis memorias y nada, nada debajo de la auro-
su propio yo desdoblado en el lecho de piedra
ra de dedos negros” (Pizarnik, 2009: 248). No-
de la nada. De ahí, esa poética del delirio o
temos cómo aún se revela el “deseo de la pa-
del “ocultamiento del ser” que, según la abun-
labra” por morar en el ser, por fundarlo y re-
dante crítica aparecida a partir del año 2000,
componerlo. Apreciemos, todavía, los rescol-
desde Ana María Rodríguez Francia (2003) en
Argentina –tomando siempre como referencia a
15
“Es por ello” –espeta Klingsohr al “joven poeta” Cristina Piña- o Carolina Depetris (2004), hasta
Heinrich- “que me parece posible concluir que la lectura propuesta por Edgardo Dobry de la
un poeta no puede pasarse todo el día ocupado Extracción de la piedra de la locura (2004)17,
en la caza de imágenes y de sentimientos. Des- representa el imaginario lírico de Alejandra
confiad de los poetas que afirmen tal cosa. Mal
Pizarnik. Delirio que ya había sido intuido por
camino es el suyo. Nuestro arte no es fácil, ni
mucho menos, pues lo que exige, en primer lu- María Zambrano como forma del lenguaje pri-
gar, es disponer de un corazón limpio y puro, mero, “porque en el delirio la palabra brota en
abierto, ágil en la reflexión y de gran habilidad toda su pureza originaria” (Zambrano, 1997:
a la hora de cultivar actividades equilibradas 53-54), pero también como ese “dios oscuro”
que se fecunden recíprocamente.” (Novalis, que busca abrirse camino avasallando con su
1983: 172).
16
“A través de las notas de Novalis podemos adivi-
17
nar más o menos cuál iba a ser el final de esa Así como en otros trabajos académicos inéditos
novela inconclusa (Heinrich von Ofterdingen), y como el de Josefa Fuentes: “La búsqueda onto-
no es difícil suponer que consistiría en el triun- lógica pizarkniana, esa arriesgada forma de vi-
fo de la poesía, concebida así como un instru- vir entre la cordura y el frecuente extravío de
mento de reconciliación mágica, de transfigu- la razón, terminan por trasladar la delirante
ración real del mundo. Después de la muerte de experiencia poética, que para ella es el ejerci-
Mathilde, el dolor permite a Heinrich superar el cio de la escritura, a su propia vida. De manera
estado de presentimiento en que se encontraba que, cuando la fase inicial de la creación, que
a partir de su sueño; llega a una etapa superior, considerábamos un delirio accidental, se incor-
verdaderamente mágica, la de la plena Cons- pora a la vida misma, nace la amenaza de la lo-
ciencia.” (Béguin, 1993: 245). cura” (Fuentes, 2001: 117).
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Las cenizas rel reino.
El hermoso delirio de Alejandra Pizarnik
fuerza vital, la que surge de la muerte y des- parte del poemario Los trabajos y las noches
pierta en primavera (Zambrano, 1986: 43). Mas (1965) reproduce una vez más, y siempre, el
la hierba siempre es “triste” en el universo movimiento sostenido, tenso y vibrante, de la
imaginario de Alejandra, y el delirio sabe que, voz que pugna por arrancar jirones de luz que
más allá de los claros del bosque, se agigante terminan disolviéndose en anillos de un plane-
su sombra compacta. Una sombra que le obliga ta cercano, mas sin vida. Los anillos de un pla-
a hacer “Tabla rasa” en la memoria18. neta de ceniza:
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VICENTE CERVERA SALINAS
plementan. Recuerda vivamente el fantástico y “No puedo hablar con mi voz sino con mis vo-
extenso poema de Lord Byron, “Darkness”, ces” (Pizarnik, 2009: 264). Pues bien, son sus
escrito en 1816 en la famosa villa suiza de Dio- voces, su multiplicidad sonora, su desdobla-
dati, cerca del lago de Ginebra. La visión de miento en las figuras que “debajo” yacen,
Byron recrea otro “hermoso delirio”, descri- quienes se alzan en esta ocasión para solapar
biendo el sueño apocalíptico de la llegada de los otros cánticos, englobados en el ámbito de
un alba que no trajo el nuevo día, sino la resu- lo funesto, y caracterizadas como “dueños del
rrección de las sombras. Y las naciones, con- silencio”. La respuesta de las “voces” de Ale-
vertidas en bestias furiosas, saciaban hosca- jandra procede de un movimiento inconscien-
mente un hambre atroz, engullendo en la pe- te, de raíz onírica y de progenie romántica,
numbra20. Análoga percepción del amanecer ondas y frecuencias que lejanamente derivan
manifiesta la lírica pizarkniana, pues la noche de un reino pleno de méritos y riquezas, que
se cifra en “un espejo de cenizas”, según re- finalmente ha llegado hasta ella como “tribu
mata el verso conclusivo del poema vigésimo de palabras mutiladas”. El “invisible pueblo de
segundo de Árbol de Diana (Pizarnik, 2009: la memoria más vieja” fluye en la noche hasta
124) y, aun a pesar de su esencia amarga, en su voz buscando asilo, y al fin lo encuentra,
“El corazón de lo que existe”, el sujeto lírico pero a modo de fragmentos y truncas sombras:
enuncia así su petición: “no me entregues, / los ígneos anillos de la noche que el alma ro-
tristísima medianoche, / al impuro mediodía mántica elevó a categoría poética y divina se
blanco” (Pizarnik, 2009: 186). La parte des- transmutan en anillos de ceniza, los únicos que
tructiva que evidencia la ceniza se convierte pueden hallar asilo en su garganta. Mas son los
en materia consustancial a su ser, hasta el únicos capaces de afrontar el dominio que “los
punto de afirmarse en la libertad de su disolu- dueños del silencio” convocan.
ción, la “libertad de ser solo ceniza” (Pizarnik,
2009: 327)21 y en sus “anillos” parece hallar la
Resulta interesante advertir que este espa-
fuerza necesaria para oponer resistencia a esa
cio opresivo tutelado por el “ellos” incoa una
otra dimensión, más hostil e indeseable, que
proliferación metafórica que evoca el paisaje
rige el indefinido canto de “ellos”. El genérico
desnaturalizado de una “residencia en la tie-
se opone en el poema a las voces que emite el
rra”, con el adjetivo “funesto” como guía plás-
sujeto del poema: “Son mis voces cantando/
tico de una red de imágenes desasosegante y
para que no canten ellos”. Una pluralidad in-
propia de la inversión surrealista 22. Y así el
definida frente a la pluralidad sonora del “yo”.
alba ya no despliega claridad y calma; sus pri-
En la prosa poética “Piedra fundamental” de El
meros huéspedes son figuras de conciencia
infierno musical (1971) exclamará Alejandra:
20
“And War, which for a moment was no more, /Did 22
“Dotado de corazón singular y sueños funestos, /
glut himself again: meal was bought/ With precipitadamente pálido, marchito en la fren-
blood, and each sate sullenly apart/ Gorging te,/ y con luto de viudo furioso por cada día de
himself in gloom: no love was left; / All earth la vida”. (Neruda, 1987: 133). Del diario, do-
was but one thought--and that was death/ Im- mingo 27 de octubre de 1957: “Quiero llegar a
mediate and inglorious; and the pang/ Of fam- ser lo que soy. Empecé a leer a Neruda “en se-
ine fed upon all entrails...” Traducción de José rio”. Neruda es un verdadero poeta, un autén-
María Martín Triana: “Y la guerra que durante tico vidente. Sus pies están muy adheridos a es-
un instante desapareciese, / volvía a hartarse: ta tierra pero algo lo lleva a una patria mucho
la comida se compraba/ con sangre y cada uno más original y cierta (hablo de las Residencias).
se saciaba hoscamente aparte, / engullendo en Es curioso que a veces se obliga a detener su
la penumbra: no quedaba amor;/ toda la tierra vuelo poético, como si tuviera miedo de caer
no era sino un pensamiento y ese era muerte/ en la realidad de la fantasía pura. Su insistencia
inmediata y sin gloria; y la punzada/ del ham- en los objetos trizados, en los fragmentos que
bre se alimentaba de todas las entrañas”. (Lord más que dispersión impresionan como una uni-
Byron, 1985: 50-52). dad terrible, romántica, no deja de desalentar.
21
Se trata de otro de los poemas no recogidos en A pesar de su grandeza no suscita en el lector
libro. Comienza con el verso “Una luz, una esa admiración mezclada de amor que sucede
lámpara”. con Rilke, con Hölderlin.” (Pizarnik, 2007: 81).
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Las cenizas rel reino.
El hermoso delirio de Alejandra Pizarnik
desdichada, que caminan por las calles “amor- dispersa en su poema de raíz judeo-cristiana
dazados” bajo la égida del gris, y el sonido de imágenes de alas que “ya no son para volar” y
la alondra se ha travestido en la desolación de de huesos que cantan bajo juníperos, de des-
una lluvia no menos sucia. Pero Alejandra Pi- tierros impenitentes y de “desiertos en el jar-
zarnik no puede asumir la estatura heroica del dín” y del “jardín en el desierto” en un mues-
bardo que, con su profética palabra, libera la trario simbólico traspasado por esa falta de
desdicha con anillos de fuego verbal. En su “esperanza”24 con que inicia en obstinado afán
caso, brota el intento y quiere recoger aque- su delirante poema Miércoles de ceniza (1930),
llas palabras que, según Mallarmé, restituirían tan secretamente afín al imaginario pizarknia-
el sentido más puro a las devaluadas voces de no, aunque en Eliot todavía quede inmune un
la tribu. Pero el mismo proceso es la agonía de deseo divino de redención en ese paisaje de
Alejandra. “La cantidad de fragmentos me batallas. Y junto a Eliot, la constelación poéti-
desgarra” (Pizarnik, 2009: 268), confiesa en El ca de Pizarnik atraería el nombre de Georg
infierno musical, y nunca deja de ser conscien- Trakl, citado por la argentina en no pocas oca-
te de su destino: “Mañana/ me vestirán con siones, y poseedor de un sistema de visiones de
cenizas al alba/ me llenarán la boca de flores. análoga resquebrajadura de las esferas idílicas,
/ Aprenderé a dormir/ en la memoria de un atravesado por un similar encelamiento por la
muro,/ en la respiración/ de un animal que idea de muerte. Pizarnik recoge unos versos
sueña.” (Pizarnik, 2009: 202). Por ello, estimo del poeta austriaco como paratexto de Las
que “Anillos de ceniza” representa en buena aventuras perdidas y el cotejo entre ambos
medida su poética particular, una poética del autores nos sugiere infinitas aventuras de co-
hermoso delirio que opone resistencia a la na- rrespondencias y armonías. En un breve poema
da, pero que no puede sino constatar el des- compuesto por Trakl en 1912 leemos: “Oscuro
moronamiento en su proceso, la desintegración es el canto de la lluvia de primavera en la no-
de la materia por el fuego en su ceniza origina- che/ bajo las nubes la llovizna de flores rosa-
ria. das del peral/ fantasmagoría del corazón, cán-
tico y delirio de la noche. / Ángeles de fuego
que surgen de ojos fenecidos ya.” (Trakl, 1994:
Y ya no será la ceniza de la cual predicar un
228), y en la coetánea “Queja nocturna” lanza
más allá en el acto de fe poética, según proce-
imágenes que muy bien podría haber firmado
de de la línea que inauguró Quevedo y que
Alejandra: “un animal salvaje devoró en el
retomará en el siglo XX un contemporáneo de
jardín tu corazón. / Ángel de fuego/ yaces tú
Pizarnik, José Ángel Valente. El “serán ceniza,
con el pecho quebrado en pedregoso campo, /
mas tendrá sentido” se pulveriza, pues ya no
o un ave nocturna en el bosque/ infinita que-
es posible proclamarla “a modo de esperanza”
ja/ siempre repitiéndose en la espinosa enra-
(Valente, 1985: 45). La conexión simbólica de
mada de la noche” (Trakl, 1994: 239)25.
la argentina rompe el tópico y más bien en-
tronca con los poetas que recrean la devasta-
ción de la “tierra baldía”. Las “lilas” que se “Caminos del espejo” (1962) en Extracción de
crían de la tierra muerta, “mezclando memo- la piedra de la locura.
24
ria y deseo” y removiendo “turbias raíces con “Porque no tengo esperanza de volver otra vez/
lluvia de primavera” (Eliot, 1984: 77) en el Porque no tengo esperanza/ Porque no tengo
mítico poema de T. S. Eliot riman ahora con la esperanza de volver/ deseando el don de este
hombre y la capacidad de aquel hombre...”
proliferación de esas flores en el universo poé-
(Eliot, 1984: 109 y ss.).
tico de Alejandra Pizarnik. Porque son flores 25
Se trata de la primera versión. En la segunda, las
que se rompen en la espera. Ella nos habla de
modificaciones no ocultan el lugar preeminente
los “poseídos” y de las “fugas” en las lilas. que en el poema ocupa la imagen de la noche
Flores que, al abrirse, exhiben su ausencia de emergente que surge “sobre la frente devasta-
corazón23. También el autor de Waste Land da” del sujeto que yace “petrificado de dolor”
(Trakl, 1994: 239). Los versos de Trakl escogi-
dos por Alejandra Pizarnik como frontispicio de
23
“Como cuando se abre una flor y revela el cora- Las aventuras perdidas rezan así: “Sobre negros
zón que no tiene” (Pizarnik, 2009: 241). De peñascos/ se precipita, embriagada de muerte,
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VICENTE CERVERA SALINAS
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Las cenizas rel reino.
El hermoso delirio de Alejandra Pizarnik
oscuras voces de su propia sinrazón, las que deseo de la palabra, por más que la sintiese
jamás alcanzan la expresión incondicionada: la mutilada y perdida: desacralizada. Ya sin la
incandescencia del verbo. Pero Alejandra se unción “del invisible pueblo de la memoria más
supo al cabo inerme frente a la embestida de vieja”. Era la “condición de un hermoso poe-
lo imposible de decir y “en cualquier momen- ma”.
to” resurge ante ella “la fisura en la pared”,
como declara en “El deseo de la palabra” (Pi-
Y así, los dueños del silencio habitaron el
zarnik, 2009: 269) o la decisión de hablar tan
alma sombría de Alejandra Pizarnik. Su obra es
sólo “de lo que sabe”, de ese oscuro silencio
el escenario de ese encuentro encarnizado
que aparece como alacrán al levantar la piedra
entre sus voces y las de “ellos”. Como tributo
de la locura. Así mismo cabe interpretar los
de su lucha quedó el tesoro de sus versos.
“Fragmentos para dominar el silencio” donde
Aunque estuvieran deshechos como “anillos de
llega a confesar que “la muerte ha restituido
ceniza”.
al silencio su prestigio hechizante” (Pizarnik,
2009: 223). Y al fin ese “terreno baldío” atrae
su palabra y su vida hacia el infierno musical BIBLIOGRAFÍA
con la fuerza ineluctable de la gravedad en
una “cascada de cenizas que me arrastra den-
AIRA, César (2001): Alejandra Pizarnik. Barce-
tro de mí con ella que es yo” (Pizarnik, 2009:
lona, Omega.
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mántica y el sueño. México, Fondo de
Una sugerente reflexión diseminada en la Cultura Económica. Trad. Mario Monte-
maraña de sus diarios nos guiará hacia la deri- forte Toledo.
va. Tras la lectura de los ensayos de Simone
BLANCHOT, Maurice (2007) (1ª, 1949): La parte
Weil, traducidos precisamente por su amiga
del fuego. Madrid, ArenaLibros. Colección
Cristina Campo, se opera en Alejandra un cier-
Tiempo al Tiempo. Trad. Isidro Herrera.
to desasosiego de entraña estética. Un miedo
que ella compara al que cabe experimentar BORINSKY, Alicia (2000): “Memoria del vacío.
“cuando se espera indefinidamente en un cuar- Una nota personal en torno a la escritura
to vacío (blanco)”. Se trata de la tentación de y a las raíces judías”. En Revista Iberoame-
saltar del plano estético al ético, sin soltar las ricana, nº 191. Pittsburgh, S., págs 291-
amarras de la belleza. La confesión de Alejan- 302.
dra adquiere categoría de poética personal, CHEVALIER, Jean-GHEERBRANT, Alain (1986):
una poética que, en efecto, se arraiga en el Diccionario de los símbolos. Barcelo-
terreno del hermoso delirio: “Ahora, aunque na, Herder.
me sé confusa, viniendo de mentiras y de fabu- DEPETRIS, Carolina (2004): Aporética de la
laciones, suspendida arbitrariamente de lo muerte: estudio crítico sobre Alejandra
imaginario, debo decir que la justicia ni la Pizarnik. Madrid, Universidad Autóno-
virtud me interesan entrañablemente. En mí ma.
hay alguien que acepta el mal y el sufrimiento
DOBRY, Edgardo (2004): “La poesía de Alejan-
del desorden si ellos son la condición de un
dra Pizarnik: una lectura de Extracción de
hermoso poema. (...) En el poema no hay lugar
la piedra de la locura”. En Cuadernos His-
para la justicia porque el poema nace de la
panoamericanos, nº 644. Dossier: “Aspectos
herida de la injusticia, es decir de la ausencia
de la literatura argentina”, págs 33-44.
de justicia. Y quien invoca a lo ausente no es
mesurado ni justo puesto que su materia de ELIOT, T. S. (1984): Poesía reunida. 1909-1962.
canto o de voz no puede medirse, por el hecho Madrid, Alianza. Col. Alianza Tres.
de no estar presente” (Pizarnik, 2007: 338). No Trad. José María Valverde.
parece extraño que dedicase precisamente a FUENTES, Josefa (2001): Alejandra Pizarnik, la
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