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Seminario: Tramas de la “ciudad letrada”. Producción cultural latinoamericana y las redes intelectuales.
Informe:
Estado de los estudios de las redes intelectuales en Colombia y América Latina
Esto resulta todavía más llamativo para el contexto latinoamericano, debido a que desde los
orígenes de las repúblicas nuestra producción se ha encontrado marcada por las relaciones que
nuestros intelectuales establecieron entre ellos, pero también, porque estas relaciones se dieron
típicamente en el contexto europeo, y en gran medida bajo la inspiración de los intelectuales
del centro. De esta manera, también debemos pensar que la idea de un Estado-nación como
marco dentro del cual surge “lo propio” resulta limitada, pues, es claro que los vínculos entre
intelectuales se dieron en un espacio mucho más amplio que el de la nación territorial (Maíz y
Fernández Bravo, 2009, p.10). Por ejemplo, el modernismo aunque se reconoce como una
corriente latinoamericana, se gestó en las tertulias de París y en las publicaciones gestadas en el
“antiguo continente”. Las diversas producciones culturales que pudieron darse en un momento
histórico encuentran una conexión intrínseca a través de la consideración de las relaciones que
establecieron los autores entre sí, con lo cual la propia obra adquiere un significado distinto al
que ya tenía, trayéndola de su lugar de abstracción y ubicándola en un espacio de relaciones de
poder y de posicionamientos morales y estéticos.
Para los estudios culturales del continente la realidad y prioridad de las relaciones desde hace
algún tiempo se ha convertido en un tema de análisis, que además ha exigido el compromiso
con una metodología precisa y campos de acción delimitados en el tiempo y el espacio. A partir
de las consideraciones de la escuela de la Teoría del Actor Red (TAR) encabezada por Bruno
Latour, pero también de los acercamientos de Manuel Castells al mundo de la comunicación y
el poder contemporáneas, se ha constituido al concepto de “red” como objeto de análisis al
momento de establecer acercamientos a las producciones culturales del pasado. La red permite
en primer lugar hacer una lectura no reduccionista de la dispersión cultural, no solo en cuanto
a sus objetos (libros, revistas, cartas, películas, etc.), sino también en relación con sus temas o
contenidos; y en segundo lugar, sirve de elemento de conexión de esta dispersión; la red sería la
unidad en la dispersión (Maíz y Fernández Bravo, 2009, p.11).
Otro trabajo pionero es el de Beatriz Colombi, Viaje intelectual (2004), donde la investigadora
argentina, siguiendo la trayectoria de diversos intelectuales latinoamericanos (1880-1915), nos
muestra el carácter central que posee el viaje –en tanto tópico- para los escritores
latinoamericanos. Estos viajes no solo tenían la función de brindar legitimidad social al
escritor, sino que permitía que el viajero se adentrara en una realidad ajena, la europea, de la
cual extraía nuevos símbolos para resignificar su espacio original. En este sentido, el escritor se
convierte en un agente modernizador que posibilita nuevas representaciones metropolitanas
por medio de un desplazamiento en el espacio y la coincidencia entre el sujeto del enunciado y
la enunciación.
En años recientes autores de diversos países han emprendido la tarea de analizar determinados
momentos históricos y determinados personajes a partir de la noción de red intelectual.
Eduardo Devés-Valdés (2007, p. 19) señala los siguientes autores y sus respectivos países:
Guatemala: Marta Casaús y Arturo Taracena, quienes realizan un acercamiento a partir de las
redes de teosofía que resultaron fundamentales en el momento de la construcción del Estado-
nación Centroamericano; Chile: Germán Alburqueque y Javier Pinedo, utilizándola para un
análisis del campo literario; Brasil: Ángela Castro Gómez y Claudio Wasserman, quienes
analizan el surgimiento de la figura del intelectual en su país; Paraguay: Beatríz González, quien
piensa el futuro cultural de su país; y finalmente, Argentina: Claudio Maíz, quien explora las
primera décadas del siglo XX; Eugenia Molina y Florencia Ferreira, quienes buscan las
relaciones entre los intelectuales y los políticos, e Isabel Roccaro, que rastrea las relaciones
intelectuales entre chilenos y argentinos.
En un trabajo previo, Redes intelectuales en América Latina (2007), Devés-Valdéz propuso los
lineamientos metodológicos para el análisis de las redes intelectuales. Propone los siguientes
criterios o formas de relación que pueden darse en una red intelectual: 1. Cara a cara, 2.
Correspondencia, 3. Participación en los mismos congresos, 4. Prolongación, comentario o
presentación de libros, 5. Publicación en los mismos medios, 6. Participación en las mismas
campañas o iniciativas, 7. Diálogos, polémicas, 8. Citaciones recíprocas, 9. Otras posibles.
Propone una tabla de análisis a partir de la consideración de los sujetos concretos:
Año 1 Año 2 Año 3 Año 4
X1 1,3 4,6,7 1,4 2,5
X2 3 7 9
X3 5,6 4 1 2
Con una periodización anual se establece la relación concreta que entabló el intelectual.
Para Devés- Valdéz son varias las razones que hacen importante el estudio de las redes
intelectuales: a. Establecen una relación no eurocéntrica ni subordinada entre intelectuales, b. el
intelectual deja de ser un Robinson y comienza a ser entendido como agente de poder e
intereses, c. Se determina el papel de la intelectualidad más allá del Estado-nación, d. propicia
(muy interesante) redes intelectuales, e. se comprenden las relaciones de los intelectuales con
otros sectores, f. se identifica el rol del intelectual en los proceso de mundialización.
Carlos Andrés Charry (2011) se concentra en el paso del XIX al XX para describirnos la
manera en que los intelectuales colombianos imaginaron la nación. La particularidad de este
estudio, que puede ser su defecto también, es que en un periodo tan largo resulta imposible
vislumbrar las vicisitudes de diversas redes a partir de acercamientos a los objetos en los que
quedan consignadas las pruebas, cartas, congresos, artículos, revistas, es por eso que el autor
no se refiere a pruebas concretas en su análisis, sino a elementos generales del pensamiento de
diversos intelectuales. Me pregunto hasta qué punto podemos llamar a esto un estudio de
redes, cuando no hay manera de concretar los vínculos, los encuentros, etc.; muchas ocurre en
las ciencias sociales que un concepto sufre un “estiramiento” hasta el punto de que puede ser
utilizado sin ningún rigor y para múltiples propósitos. Más allá de esto, lo interesante de Charry
radica en señalar la doble actividad política y literaria de la mayoría de los intelectuales
colombianos de este período. Aunque en el período liberal que va hasta la regeneración de
Núñez se pudo pensar de otra manera, lo cierto es que los intelectuales colombianos se
caracterizaron por importar formas de identificación europeas y por pretender fundar una
nación a partir de la exclusión de la población, bien sea por cuestiones demográficas, climáticas
o raciales. La constitución del 86, idead por las redes conservadoras del país se propuso crear
una nación a partir del triple imperativo de una sola lengua, una sola raza, un solo Dios. Charry
llega hasta el período de Los nuevos (años 20) para mostrar cómo estos surgieron como
reacción a los principios conservadores, católicos y excluyentes de los inicios de la nación
colombiana.
El autor termina su estudio mencionando el papel central que jugaron Silva y Sanín Cano en
aras de la consolidación del campo intelectual colombiano. El cosmopolitismo de ambos
autores abrió las puertas a las influencias externas que permitieron la consolidación y
acumulación de un capital simbólico previamente precario. La europeización, por otro lado –
siguiendo a Gutiérrez Girardot en este punto-, trajo consigo el cuestionamiento de las
aspiraciones religiosas y monárquicas que cooptaban la mayoría de discursos culturales del
momento.
Quisiera terminar mencionando dos redes que se gestaron y desarrollaron en Colombia, aún no
estudiadas desde un enfoque metodológico preciso, pero que –a primera vista- parecen reunir
las condiciones propuestas por Devés-Valdéz para ser consideradas redes intelectuales. Lo que
quisiera destacar en la descripción de esta redes es el papel que juego la Iglesia católica en su
conformación; se trata de una función bivalente, pues, mientras para la primera significó un
instrumento de cooperación y consenso, para la segunda se trató de un enemigo, señalado de
provocar diversos males a la sociedad. Acá la teoría de la hegemonía tratada por Maíz y
Fernández Bravo adquiere un valor de aplicabilidad importante.
El Mosaico fue probablemente la primera red que se dio en el espacio social colombiano.
Surgió como una tertulia y posteriormente se consolidaría como una revista (1858-1872). El
Mosaico se planteó la labor de crear un espacio literario autónomo en la sociedad colombiana a
partir de la publicación de la producción autóctona, dejando por fuera la mayoría de las
contribuciones extranjeras. El fundador Jose María Vergara y Vergara, poseía una clara
preocupación nacionalista que lo llevó a proponer la revista como un espacio para contribuir
en la construcción de la identidad nacional. Pero esto sin caer en ninguna ideología, es decir, la
revista se definió a sí misma como un espacio apolítico, exclusivamente dedicada al fomento de
las artes. A esto se le añadía una cierta hispanofilia que coincidía con el pensamiento de varios
de sus miembros de una España culta:
“Procuramos complacerlos, ofreciéndoles escritos en prosa i verso de escritores nacionales i de cuando en cuando
artículos de los hábiles escritores de la Península. Las cuestiones políticas i los odios personales los dejamos para
mejor ocasión; por ahora publicaremos únicamente lo que se nos envíe relacionado con la ciencias i las glorias del
país donde nacimos” (Citado en Agudelo, 2015, p. 19)
El grupo estaba conformado por los liberales: Salvador Camacho Roldán, Próspero Pereira
Gamba y Anibal Galindo; y por los conservadores: José María Vergara, José Manuel
Marroquín, José David Guarín, José Joaquín Borda y Ricardo Carrasquilla. Todos estos
intelectuales creían que la “alta cultura” permitía crear una imagen de nación urbana y culta
formando la conciencia nacional y al ciudadano. Evidentemente, su supuesta neutralidad
política solo era un ideal, porque en la práctica, es decir, en los escritos que publicaba la revista,
lo importante era instruir a la población bajo la sombra de una ideología muy clara y directa
como lo era la de la Iglesia católica (Cf. Gordillo, 2003, p. 40). Los cuadros de costumbres, un
tipo de escritura usual para la época, fue el modo en que a través de un uso inteligente de la
expresión se pretendieron impartir los ideales católicos y de reverencia a la Madre-Patria. Dice
Vergar y Vergar de su Historia de la literatura en la Nueva Granada: “Quise escribir solamente una
historia literaria [...] Mas, ya que lo que buscaba, las letras, lo encontré siempre en el seno de la
Iglesia misma, no tenía para que negar que me es muy grato reunir las glorias de la Iglesia a las
de la patria” (Vergara y Vergara, 1974, p.24). Para esta red, la función ideológica que poseía la
religión católica resultaba ser un punto de articulación de vital importancia, incluso más que la
propia creación artística porque aquello que tuviera algún rasgo de anticatolicismo era excluido.
Sin entrar tampoco a analizar documentos concretos como cartas, prólogos de libros, etc., sino
refiriéndome a asuntos muy generales (debido al espacio de este informe) quisiera tratar otra
red intelectual colombiana, conocida como los jóvenes Panidas (1915). Al igual que El Mosaico,
la revista Panida surge por la necesidad de determinadas personalidades de lograr consolidar un
espacio de producción cultural autónomo. Surge a partir de tertulias entre personajes (entre
ellos, León de Greiff y Fernando González) que experimentaban el cambio de perspectiva que
significaba el acceder a una serie de lecturas e ideas novedosas, como las de Nietzsche,
Baudelaire y los modernistas. En Medellín, lugar de creación de la revista, se vivía por aquellos
años un ambiente de absoluto catolicismo, Medellín era, como lo dice Fernando Vallejo, un
potrero con obispo, donde el obispo representaba tanto la moralidad como la posibilidad de
adquirir conocimientos, en razón de que manejaban la educación gracias a la hegemonía
conservadora. La Iglesia cumplía el rol de ser la detentadora de la cultura y el orden social. Los
panidas tocan en los temas de su revista asuntos como la queja del artista herido por una
sociedad que no lo reconoce, críticas por no poseer las condiciones sociales para el ejercicio del
arte, la necesidad de la originalidad que no podía venir de una moral tradicional, etc. En todo
caso, el blanco de los ataque era la Iglesia, responsabilizándola del atraso cultural y social del
país. La opinión pública formada por una Iglesia anquilosada en el tiempo, solo podía tener
consideraciones negativas y de indiferencia antes las creaciones del artísticas. La Iglesia tenía
sumida en la ignorancia a la población (Loaiza, 1996). El caso de los Panidas es el caso
contrario a El Mosaico, para ellos la Iglesia era la responsable de su no-lugar en la sociedad
colombiana.
Final y brevemente, se puede decir que en este par de redes de intelectuales de Colombia la
Iglesia católica cumplió un rol central, bien fuera como punto de afirmación y defensa, en este
caso de consenso y homogeneidad, o bien como elemento de negación y oposición. En ambos
casos, siguiendo a Maíz y Fernández Bravo, hubo una articulación hegemónica pero a partir de
la consideración de un mismo elementos de formas diferentes. Esto implica que en lo social las
identidades no surgen a partir de principios claros y transparentes, sino que todo se juega en la
forma en que se crean las relaciones y las interacciones entre los diversos actores.
Referencias
AGUDELO, Ana María. (2015). Devenir escritora. Emergencia y formación de dos narradoras
colombianas en el siglo XIX (1840-1870), Medellín, Universidad de Antioquia
CHARRY, Carlos Andrés. (2011). “Los intelectuales colombianos y el dilema de la
construcción de la identidad nacional (1850-1930)”, European Review of Latin American and
Caribbean Studies, Ámsterdam, nº90.
COLOMBI, Beatriz. (2004). Viaje intelectual, Argentina, Beatriz Viterbo