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Arco de Tito

El arco de Tito es un arco de triunfo, situado en la Vía


Sacra, justo al sureste del Foro, en Roma. Fue construido
poco después de la muerte del emperador Tito (nacido en
el año 39 d.C., y emperador entre los años 79 y 81 d.C.).
El arco de Tito rememora las victorias de Tito contra los
judíos. Las figuras que lo adornan se mueven entre lo real
y lo divino, fundiéndose en una misma composición. En
una de las escenas representadas aparece un personaje
con yelmo (la diosa Roma); en otra escena aparece una
“victoria”, que es un ser con alas que coloca la corona de
laureles al emperador.
El arco se apoya en un podio sobre el que se encuentra el
cuerpo formado por una bóveda de cañón asentada sobre
dos pilares decorados con dos pares de columnas
adosadas de capitel compuesto y ventanas ciegas en
medio. Sobre el cuerpo se encuentra el ático, con una
inscripción alusiva a Tito. A diferencia de otros arcos de
triunfo como el Arco de Constantino, los relieves se
concentran en las enjutas donde aparecen las Victorias
que se dirigen a la clave, que destaca sobre el resto del
arco. El entablamento está formado por un arquitrabe a
tres bandas, un friso que representa el desfile triunfal de
las legiones romanas en Jerusalén y una cornisa que
soporta el ático. El intradós está decorado con casetones
y a ambos lados hay representaciones de la entrada de
Tito en Jerusalén, honrado por los soldados que portan
un candelabro de siete brazos procedente del segundo
Templo de Jerusalén.

El arco de Tito es uno de esos monumentos que es por sí


mismo un símbolo de la antigua Roma Imperial, situado
en la Vía Sacra del Foro data del 81 d.C. y su
construcción conmemora las victorias de Tito y
Vespasiano sobre los judíos y la entrada triunfal de las
tropas romanas en Jerusalén.
Desde entonces el arco siempre ha permanecido en pie,
como recordatorio del poder y las hazañas bélicas del
Emperador Tito. Pero el tiempo fue haciendo mella en él,
sabemos que en siglo XVII se encontraba en

un estado ruinoso, tan solo se conservaba el arco


central con los relieves dañados, pues sobre ellos se
ancló un portón para cerrar la muralla.
No deja de ser curioso que un arco que nació para ser
conmemorativo, con el paso de los siglos llegó a servir
como auténtica puerta, ya que se integró en la muralla
medieval de Roma. Así es como aparece en los
maravillosos grabados de Giovan Battista Piranesi o
en varios lienzos como el de Juan Bautista Martínez del
Mazo conservado en el museo del Prado o el de Bernardo
Bellotto que se encuentra en la Galería de la Academia
de Carrara .
Por suerte para el arco, en los primeros años del siglo
XIX, Roma vive un clima de renovación y de interés por el
pasado clásico, que tiene como principal promotor al papa
Pío VII, y el arco se convierte en un objeto de gran
atracción para estudiosos y arqueólogos. Este ambiente
neoclásico era el caldo de cultivo ideal que propició las
primeras restauraciones del monumento.
Desde 1818 a 1821 se encargarán de la restauración del
arco de Tito Raffaele Stern y Giuseppe Valadier, un
hito que se considera el acto fundacional de la
restauración moderna.
Su idea fue recuperar la estructura original del
monumento, para esto reconstruyen los laterales
faltantes, pero en vez de utilizar el tipo de piedra en que
está construido el arco-mármol del Pentélico- emplean
travertino. Además en las partes faltantes las nuevas
piezas se labran con formas simplificadas, por lo que se
trata de una reintegración fácilmente perceptible, pero
que permite una correcta lectura de la obra. La ejecución
de las obras se prolongó durante cuatro años y fue
necesaria la colocación de una cimbra de madera bajo el
arco para desmontarlo entero, numerando las piezas para
volverlo a montar y solucionar los problemas estructurales
que presentaba.
Aunque esta restauración es tenida aún hoy como
ejemplar, se seguía citando en el Anexo A.13 de la Carta
del Restauro de 1972 , hay quien apunta, como el
arquitecto romano P.Marconi, que la forma de restaurar el
arco de Tito no es tanto el resultado de una elección
previa de criterios como de una carencia de medios
económicos que obliga a utilizar un material más barato y
un nivel de acabado menos elaborado.
Sea como sea, el hecho es que la restauración del arco
de Tito marcó un modo de hacer y ha pasado a la historia,
o por lo menos, a la historia de la restauración.

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