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Sin embargo, hay autores como Emma Daly que entienden esta vocación,
argumentando:
“Hay tantas razones para dedicarse a este oficio como
corresponsales de guerra: urgencia por dar testimonio de la historias
de aquellos cuyas voces nunca se escuchan, gusto por la aventura o
por la brillante intensidad de una vida siempre al borde del abismo”.
(Emma Daly, 2002: 449)
Otra característica histórica, que tienen que padecer los reporteros de guerra
es el acoso continuo, en todo momento, por parte de los bandos en guerra.
Siendo un caso de acoso más fuerte que se pueden estudiar en el mundo
laboral. Así lo cuenta el reportero Manuel Leguineche:
“Los aliados, los alemanes nazis, los japoneses temerosos de una
verdad que les fuera contraria, se afanaron en dirigir, controlar e
intoxicar -como se dice en la jerga de la tribu- a la Prensa y a los
enviados especiales. El periodista debía sufrir constantes censuras
de su material, de una oficina a otra, hasta que la crónica quedaba
adelgazada, desnaturalizada por el lápiz del censor”.
(Leguineche, 2000:53)