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Desde la antigüedad, los estudiosos se han preguntado los motivos por los que algunas combinaciones
de notas musicales suenan tan dulces, mientras que otras combinaciones resultan claramente
espantosas. En la Grecia Clásica, se creía que las proporciones simples en la longitud de las cuerdas de
los instrumentos musicales eran la clave. Se suponía que ciertas relaciones matemáticas precisas
dotaban a algunos acordes de una calidad especial, incluso divina. En cambio, los compositores del siglo
XX se inclinaron hacia la idea de que en realidad los gustos musicales lo son todo a la hora de decidir si
una estructura musical nos suena agradable o desagradable. Unos investigadores de la Universidad de
Minnesota creen que pueden haberse acercado a la verdad mediante el estudio que han hecho sobre las
preferencias de más de 250 alumnos universitarios de Minnesota por una amplia variedad de sonidos
musicales y no musicales. La pregunta crucial es: ¿qué hace que ciertas combinaciones de notas
musicales sean agradables o desagradables?
Pero claro, la situación se torna peligrosa cuando el sector financiero tiene pocas
regulaciones; corre el dinero fácil; la gente se endeuda demasiado; y luego no tiene
cómo asumir los compromisos.
Si a eso le sumamos políticas económicas que no anticipan los riesgos potenciales, el
escenario se complica.
En los últimos años, el endeudamiento de los consumidores en América Latina ha
aumentado rápidamente, desde un 15% en 2013 a un 20% en 2016 como porcentaje
del Producto Interno Bruto (PIB), según el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Ahora bien, la situación varía muchísimo: Chile lidera el ranking de las personas más
endeudadas en relación al PIB con un 42% y Argentina está en el último lugar con un
4%.