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décadas del s.XX, la figura del arquitecto Alvar Aalto ha permanecido en diversos análisis a la
sombra de los maestros más populares como Le Corbusier o Mies van der Rohe. Sin embargo, la
exposición que acoge Caixafórum Madrid, Alvar Aalto.1898-1976: Arquitectura orgánica, arte y
diseño, ilustra su evidente talento como arquitecto total, así como una equiparación necesaria con
cualquier figura clave de esta corriente.
La muestra se plantea como un recorrido por la trayectoria del arquitecto finlandés, en la que se
puntúan sus principales hitos.
En los años 30, Aalto, junto con su esposa Aino, desarrollaron obras como el Sanatorio de Paimio
para tuberculosos, donde el confort interior queda orientado a la curación del enfermo, o la
Biblioteca de Viipuri, en la que se ejemplifica una de las máximas características de la arquitectura
de Aalto: el uso de materiales locales, y su combinación con cubiertas curvas e iluminación natural.
Todo ello queda complementado por hechuras de más tardía aparición tales como la Maison Louis
Carré ya en los 50. Esta se eleva sobre un promontorio que dignifica una construcción a imagen y
semejanza del movimiento moderno y que conecta con otra obra clave de Aalto presente en la
exposición: el Ayuntamiento de Saynätsalo. Es precisamente en ella en la que se maneja una
triple distribución de espacios: público, la biblioteca; semipúblico, dependencias administrativas, y
privado, referido a la sala del Consejo, en la parte más alta del complejo.
Sin embargo, no solo de arquitectura vive el hombre, y Caixafórum ilustra, de un modo exagerado,
las capacidades de Aalto, por otra parte extraordinarias, como diseñador de mobiliario. Un gran
número de asientos, lámparas y complementos para la vivienda se agolpan en el espacio central de
la exposición. No en vano, la incesante búsqueda de comodidad y proporción motivó a muchos
arquitectos incluidos dentro de la filosofía de la escuela Bauhaus, como Aalto, a contemplar el
quehacer arquitectónico como una obra total.
Es la obra de Aalto un must si se desean conocer los métodos de creación de la arquitectura del
s.XX. Es un arquitecto preocupado profundamente por el entorno que le rodea. No desde un punto
de vista localista o unitario, sino con imbuido de un deseo de comprensión profunda del territorio
que va a transformar. Su obra permanece calma, reposada, exenta de polémica, preocupada por un
engarce perfecto con lo circundante y por la creación de constantes.
Al contrario de lo que pueda parecer, no son las descritas virtudes muy comunes en la arquitectura
del s.XX, ni tan siquiera en la etapa actual. El ser humano se encuentra con cientos de trampas
arquitectónicas a diario que impiden una adecuada circulación, tanto exterior como interior. Alvar
Aalto se impuso esta suavidad como una ley que, afortunadamente, se mantiene pétrea a través de
su trabajo.
En su momento en este mismo blog le dedicamos un artículo al que es considerado por muchos el
padre de la arquitectura moderna, el suizo Le Corbusier, pero hoy nos referimos al que viene a
ser el gran maestro de la llamada segunda generación del Movimiento Moderno: el finlandés Alvar
Aalto. Revolucionando desde la escena nórdica hasta la Bauahaus, Aalto es equiparado a los más
grandes como el propio Le Corbusier merced sobre todo a su manera de afrontar los proyectos y
solucionarlos.
Arquitectura moderna y local
Lo que identifica a la segunda generación de arquitectos modernos es su idea de incorporar los
elementos de cada región o país a los preceptos de funcionalidad. En ese sentido, Aalto creía que las
construcciones debían representar la cultura y la herencia de cada lugar y no sólo buscar la máxima
eficiencia técnica. Tanto es así que evolucionó desde un funcionalismo puro hasta lo que se llamó
arquitectura orgánica asumiendo una concepción de artista, con una gran influencia de pintores
como Cézanne o Léger.
En esa evolución de estilo tuvo gran peso el hecho de su procedencia, y es que desde los países
nórdicos se asumieron una serie de corrientes modernistas que se acabaron plasmando en la obra de
Aalto. El romanticismo nacional de finales del siglo XIX, el clasicismo nórdico, la adopción del
racionalismo y la llegada hasta el organicismo se plasman a lo largo de sus años de trabajo en la
evolución del mismo. Si a alguien se puede comparar en esa evolución y esas formas que se adaptan
al arquitecto más que el arquitecto a las formas es sin duda a Frank Lloyd Wright, admirado y
seguido por el finlandés.