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COLETTE SOLER EN LA UBA

“LA HISTERIA AUN”

Gabriel Lombardi: tengo el enorme agrado de presentar a Colette Soler, lo hago


desde la Cátedra I de Clínica de Adultos de esta Facultad. En principio quiero
agradecer la colaboración que he tenido de las autoridades de la Facultad,
particularmente la Sra. Decana y del profesor Laznik, y de los colaboradores de la
Secretaría de Posgrado, para la organización de esto que veo que se ha
transformado en un evento, con mucho público que quiere conocer a Colette
Soler, quien sin duda tiene una trayectoria que avala esta respuesta que ustedes
dan con su presencia aquí.
Colette Soler practica el psicoanálisis y lo enseña desde hace bastante tiempo, es
catedrática universitaria en Filosofía, diplomada en Psicopatología en la
Universidad de París V y doctorada en Psicología en la Universidad de París VII. Su
encuentro con la enseñanza y el trato personal con Jacques Lacan la llevó a
elegir el Psicoanálisis -como ella misma ha declarado más de una vez. Perteneció
a la antigua Escuela Freudiana de Psicoanálisis, disuelta por Jacques Lacan en
1980. Participó activamente en la creación de la Nueva Escuela de la Causa
Freudiana -la última que fundó Lacan-, fue nombrada inmediatamente Directora
Adjunta de la Causa Freudiana en 1980, y después Primera Directora de esa
Escuela, de la Escuela de la Causa Freudiana, en el primer periodo que fue entre
1981 y 1983. Fue miembro y Presidente de su Consejo y miembro de sus
instancias de garantía: la Comisión de Garantía, Carteles del Pase en más de una
oportunidad.
Fue también afiliada de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, donde contribuyó
de manera continua para el desarrollo internacional de los seminarios del Campo
Freudiano. En 1998, cuando se produjo la resonada crisis de la AMP, estuvo en el
origen del Movimiento de los Foros del Campo Lacaniano, y trabajó como
representante para la zona de habla francesa.
Fue Directora del Espacio-Escuela de los Foros del Campo Lacaniano y ha
participado del Colegio de Representantes y ahora participa como integrante de
la Comisión Internacional de la Garantía de dicha Escuela.
Ha publicado más de 250 –ya no sé cuántos son- artículos, numerosos libros en
Francia, y en el exterior también hay publicaciones en lengua española, que
seguramente ustedes conocen, sobre la formación, la clínica, la formación del
analista, la ética del Psicoanálisis. Menciono algunas de las últimas obras
editadas, han sido: “La maldición sobre el sexo” –bien conocida en Buenos Aires-,
“La psicosis inspirada”, donde habla de Russeau, de Joyce y de Pessoa, que fue
recientemente editado en Medellín –si no me equivoco- en Colombia, y “El
psicoanálisis de la civilización”, en Río de Janeiro. Y también tengo el gusto de
anunciarles que acaba de aparecer un libro que acaba de editarse recientemente
aquí, llamado “El inconsciente a cielo abierto de la psicosis”, que es una
continuación –podríamos decir- que pone en serie un conjunto de textos con el
conocido libro “Estudio de la psicosis” publicado en su momento por Manantial.
Este libro ha sido editado por Juan Ventura Esquivel, bien conocido dentro de la
Facultad, y a modo de breve comentario quisiera destacar el abordaje clínico,
siempre preciso y tan útil a la lectura, que da en este caso Colette Soler sobre la
psicosis, donde verdaderamente se ve hasta qué punto en la perspectiva en que
ella enfoca la clínica de la psicosis lo opone al psicoterapeuta, en particular daría
como ejemplo a Jung, que en tanto psicoterapeuta protesta en un texto
hermosísimo de todos modos –recién lo comentábamos con Colette- un texto
hermosísimo de Jung que se llama “Ulises, un monólogo” en donde Jung protesta
porque Joyce, con su manera peculiar de elaborar la literatura, con la manera en
que él intersecta entre lo simbólico y lo real, tratando de dejar de lado toda
mediación imaginaria en muchos casos, el psicoterapeuta protesta porque dice
que siempre ejerce la terapia y para el psicoterapeuta la irritación de Joyce
supone que “aún no has visto lo que hay detrás”. “Aún no has visto lo que hay
detrás, ni lo verás”, constata también eso Jung, que no hay “lo que está detrás”
en el estilo del texto joyceano, que no hay una significación oculta. Entonces,
plantear el inconsciente a cielo abierto de la psicosis –que creo que es una
expresión originariamente de Lacan, como título de un texto y como límite del
trabajo en relación a la psicosis- nos ubica en una perspectiva donde justamente
no se trata de interpretar al psicótico –tampoco se trata de dejarlo en su
monólogo-: se trata de alojar su estilo peculiar de asumir la no-intersubjetividad
que condiciona el lenguaje. Y entonces, este modo de Colette Soler de abordar la
psicosis, tal como lo testimonia sus textos de “El inconsciente a cielo abierto...”,
lo puedo resumir y puedo resumir su posición ética con el primer párrafo de la
conclusión que ella propone al final del texto, dice así:

“Al término de este recorrido, se habrá justipreciado el alcance de la tesis que


hace de la forclusión la condición mayor de la psicosis, ya sea que se explore la
variedad de sus formas, los dinamismos creadores que libera, las libertades que
su alienación a veces engendra; en todas partes se confirma que lo eficaz del
sujeto está ahí operando, tanto y más que en la llamada normalidad. Desde el
primer momento Lacan, psiquiatra de formación como se sabe, denunció la
segregación de la enfermedad mental. Faltaba todavía que se construyese en
acto y en doctrina, una abordaje que fuese efectivamente no segregativo, los
estudios aquí reunidos dan una medida de ello. Puede percibirse cómo rompe con
el abordaje freudiano. Freud, por cierto, manifestó mucho interés por la psicosis,
pero un interés más prudente que finalmente renunció a incluir la psicosis en el
campo definido por su práctica, pues creyó reconocer en la psicosis una objeción
a la libido transferencial.”

El movimiento lacaniano en relación a la psicosis, que Colette Soler lo explica


muy bien, consiste entonces a atenerse a los criterios lacanianos para el
diagnóstico, pero no con fines de segregación, no con fines de selección de los
pacientes, sino con el fin, justamente, de alentar al psicoanalista a que no
retroceda ante el sujeto con sus peculiaridades, con sus déficits y también sus
ventajas, como es el sujeto psicótico.
Por último, quiero agradecer en relación a esta publicación a Bibiana Benítez,
quien ha trabajado mucho por llegar a un cierto establecimiento del texto y
colaborar también en la revisión final.

Del tema de esta noche –del tema de la conferencia de esta noche- sólo conozco
lo que ha propuesto Colette como título, que es “La histeria aún”, y ella nos va a
explicar ahora por qué este título.

Colette Soler: bueno, primero quisiera decir que con el frío que hace fuera, es un
placer encontrar una acogida tan cálida.
Voy a hablar de la histeria aún, porque pienso que quedan cosas, muchas cosas
para decir siempre de la histeria. Y quiero intentar –si puedo- rectificar la idea
que circula en el discurso común respecto a la histeria. Lo que quedó de todas las
elaboraciones analíticas sobre histeria, muchas veces se resumen en el discurso
común en la idea de que el sujeto histérico –generalmente pensado como una
mujer- el sujeto histérico es alguien con un carácter difícil, alguien más o menos
de “mala leche”, siempre insatisfecho, del cual no se puede confiar y que se
dedica finalmente a las intrigas y protestas espectaculares. Es la idea común
sobre el sujeto histérico, y creo que no tiene nada que ver con el mensaje del
psicoanálisis. Entonces, pienso que una cierta rehabilitación sería útil para los
psicoanalistas mismos.
Puedo empezar observando que en la historia del Psicoanálisis –en las
elaboraciones de Freud y de Lacan después- hay hechos significativos, y voy a
subrayar dos: tanto Freud como Lacan, al principio, los dos, subrayaron dos caras
del sujeto histérico, dos caras. Y Freud mismo habla de los rasgos que llama
“demoníacos” del sujeto histérico. “Demoníaco” es un término fuerte, ¿no? Y
Lacan -mucho más tarde- habla del histero-diabólico del sujeto histérico. Freud
entonces dice: rasgo demoníaco, perversión del carácter, del sujeto que se pone,
que se presenta más bien como siempre enfermo. Pero es sólo una cara, porque
la otra cara, insiste mucho Freud para decir que la histeria es –cito- es “la
enfermedad de los mejores”, y habla del carácter irreprochable del sujeto
histérico. Y subraya que la histeria toca a los sujetos que han asimilado al
máximo los valores morales de la cultura, y termina diciendo que es la
enfermedad muchas veces de las monjas, de las mujeres continentes, de las
personas con disposición hacia el arte y el teatro. Es decir, que Freud habla de la
histeria con mucha simpatía, con además inteligencia y sutileza, y podemos
comprobar el contraste con el estilo del psiquiatra Charcot -que conocen,
supongo- y que es bastante vulgar, no es el caso en Freud.
Lacan retoma las dos caras: histérico-diabólico por un lado, voy a decir como
creo que se lo debe entender; y por otro lado siempre ha subrayado el valor
humano e histórico de la histeria. Incluso saben que utiliza un equívoco de
escritura en francés entre historia e hysterie, poniéndole la “y” griega de la
histeria a historia. Entonces, dos caras. Pero no sólo dos caras, más bien dos
polos. Hay dos polos de la estructura de la histeria, por eso hablé de la histeria
“bipolar” en París. Dos polos que se perciben, que se traducen en la historia del
Psicoanálisis en una diferencia que hay entre Freud y Lacan. Freud, desde el
principio, es decir, antes de los años 1900, Freud habla de la “histeria de
conversión”, es decir, que hace –y lo dice explícitamente- hace de lo que llama la
“disposición a la conversión”, es decir, la disposición –según Freud- a traducir
algo psíquico en algo somático, hace de eso el rasgo paradigmático de la histeria,
y lo dice explícitamente: el rasgo específico es la capacidad de conversión. Para
decirlo en otros términos –que provienen de Lacan- nos indica que Freud desde el
principio se acerca a la histeria como “evento de cuerpo”. “Evento de cuerpo” es
una definición que Lacan da al final de su enseñanza, como definición del
síntoma. Lacan, al contrario, no se acerca a la histeria con la conversión. Desde
el principio, Lacan acentúa en la histeria lo que llama -él mismo- el sujeto
tachado, sujet barré. Y casi podríamos decir que Lacan se acerca a la histeria no
como un evento de cuerpo, pero más bien como un evento-sujeto, si se puede
hablar de un evento-sujeto. Un evento-sujeto que él mismo al principio identifica
al deseo. Más precisamente al vacío del deseo. Y finalmente entonces, Lacan
aborda la histeria como el sujeto mismo del inconsciente. Él lo dice: la histeria es
el inconsciente en ejercicio. Bien, entonces creo que esta oposición nos indica
precisamente dos polos de la estructura histérica. No es que Lacan tenga razón
en contra de Freud, los dos tenían razón, porque son dos aspectos de la
bipolaridad histérica. La bipolaridad histérica no es nada más que la bipolaridad
de la estructura, o sea, la bipolaridad no del lenguaje mismo, pero del efecto del
lenguaje. El lenguaje tiene un efecto doble, es la tesis fundamental de Lacan,
eso que demostró a lo largo de los años, efecto doble: un efecto primero que es
un efecto de negativación de lo real. Primer efecto: el lenguaje introduce un
vacío en lo real y es lo que podemos llamar el “efecto sujeto”. Pero no es el
único efecto del lenguaje: el lenguaje, con los años Lacan terminó demostrando,
diciendo que el lenguaje es también lo que llama “el aparato del goce”. Esa
expresión se encuentra en el Seminario “Aún”, lo que quiere decir que –
sencillamente- al menos en el síntoma, en los síntomas, es el lenguaje también
que determina, que ordena, la parte de goce que queda al ser hablante, sujeto
de la negativación primaria.
Bien, entonces ¿qué cosa Lacan hizo de la conversión freudiana? Porque Lacan no
habla casi de la conversión, es un hecho, habla mucho de la histeria pero no
habla casi nunca de los síntomas de conversión. A pesar de que es cierto, la
histeria tiene síntomas de cuerpo, es verdad, Freud lo decía con razón: “habla la
lengua del cuerpo”, cuando el obsesivo habla más bien la “lengua del
pensamiento”. Lacan finalmente, ¿qué hizo de la conversión freudiana? Es cierto
que no hace de la conversión el rasgo paradigmático de la histeria, eso es seguro,
y sobre este punto refuta a Freud. Parece refutar a Freud, pero no es una
refutación en realidad, en la medida en que Lacan generaliza la tesis de la
conversión. Su tesis, que podemos llamar la tesis del parletre, -del hablante-ser o
ser hablante-, consiste en decir que somos todos organismos convertidos al
lenguaje. Y es lo que dice cuando insiste en “Radiofonía” y después en “El
Atolondradicho”, para decir que el lugar del Otro, siempre definido como lugar
del lenguaje, este lugar del Otro es el cuerpo. Y es lo que dice también cuando
dice en “Aún”: “hablo con mi cuerpo”. Esta frase es la tesis de la conversión
generalizada. Entonces, no es más un rasgo paradigmático. Y de hecho,
clínicamente se encuentran síntomas de cuerpo -conversiones en el sentido
freudiano- en las obsesiones. Dejo de lado la psicosis, que es otro problema.
Si preguntan ¿cómo hablo con el cuerpo? ¿Cómo se puede captar la tesis? Hablo
con mi cuerpo vía mis pulsiones y mis síntomas. O sea, que son mis pulsiones que
dicen lo que quiero. Son mis síntomas que dicen de qué gozo. Podríamos hablar
de pulsiones y síntomas indiscretos, que hablan por mí, y en este sentido vemos
que no es sólo el rey que tiene dos cuerpos. No sé si conocen la tesis de
(inaudible) sobre los dos cuerpos del rey: todos tienen dos cuerpos, el cuerpo
viviente y el cuerpo incorporado del lenguaje. En este sentido, la conversión se
encuentra en todas partes. Por eso Lacan no se focaliza sobre en el problema de
la conversión histérica. Se focaliza más bien sobre el sujeto supuesto a la cadena
de los síntomas descifrados, que se pueden descifrar. Y aquí vemos que cuando
Lacan dice que la histeria es el inconsciente en ejercicio, nos dice –y
explícitamente- de una de las funciones históricas de la histeria, una de ellas fue
–con la ayuda de Freud, por supuesto, pero sin ellas Freud no hubiera hecho
nada- una de estas funciones históricas fue la de revelar lo que es el cuerpo del
ser hablante, para todos. Y es verdad que fue gracias a sus histéricas que Freud
logró construir su teoría de la pulsión y del síntoma. Entonces, la histeria ha
revelado a Freud, que lo reveló más o menos a la civilización, lo que puedo
llamar “el cuerpo de la perversión polimorfa del adulto”, no sólo del niño sino del
adulto. Perversión que aquí no designa una estructura clínica, de ninguna
manera, designa sencillamente el hecho, las características del goce corporal de
todo ser hablante, que es un goce a la vez limitado y fragmentado. Por eso, este
goce, vamos a decir que debe pasar en la estructura fragmentada de los
significantes, se encuentra evidentemente solidario de lo que Lacan terminó por
llamar “la no-proporción sexual”. [le consulta a G. Lombardi si es correcto
traducir rapport por proporción, y él le sugiere “no-relación sexual”]
El problema es que hay relaciones sexuales, en el sentido común de la palabra, y
cuando Lacan dice no hay rapport sexual –no hay proporción sexual- no quiere
decir que no haya los acercamientos de cuerpos que llamamos relaciones
sexuales. No, entonces prefiero “proporción”. Entonces, he propuesto utilizar la
fórmula siguiente, para resumir todo lo que termino de evocar rápidamente: la
histeria, mártir de la no-proporción sexual. Por supuesto fabrico la expresión
sobre el modelo de otra expresión que es de Lacan, que dice “el psicótico, mártir
del lenguaje”. Mártir de la no-proporción sexual no es la misma cosa que mártir
del lenguaje. Mártir de la no-proporción sexual quiere decir que el histérico o la
histérica, es un sujeto que a la vez sufre y testimonia –es la definición de mártir:
sufrir y testimoniar sufrir- y entonces, el sujeto histérico sufre y testimonia a
través, vía sus pulsiones y síntomas del hecho que no hay proporción sexual.
Habría que hacer un desarrollo que no hago sobre la distinción entre mártir de la
no-proporción sexual y mártir del lenguaje. El mártir del lenguaje se ilustra de
manera más visible en la esquizofrenia, es un mártir del lenguaje pero no
incorporado. El mártir de la no-proporción sexual es el mártir del lenguaje que ha
tomado cuerpo, del lenguaje incorporado, es decir, mártir de lo que llamaba
hace un momentito mártir del efecto doble del lenguaje. Y efectivamente, el
sujeto histérico testimonia de la falta de goce y a la vez del goce siempre
parcial, del goce fragmentado. Y es por eso que este sujeto interpela (inaudible)
al Otro: “Demuestra si eres un hombre”, la interpelación proviene del estatuto
de la falta y de la fragmentación de la cual el sujeto padece. Y Lacan, siempre
justo a, precisa y dice, después de citar esta frase, esta interpelación
“Demuestra si eres un hombre”, dice que el interés no es aquí en demostrar, en
hacer su duelo en la esencia del (inaudible), el interés de la histeria es el de
producir el saber. Producir el saber, o revelar el estatuto del goce por el ser
hablante. Aquí puedo quizás decir un poco algo sobre la posición de la histeria en
la ciencia, puesto que justo termino de evocar el registro del saber. Podría decir
que la histeria es la instigadora del saber que falta a la ciencia. La ciencia, en
efecto, no quiere nada sino el saber. Quiere producir saber, pero no todo el
saber. Y nada del saber sexual ligado al sujeto del inconsciente. Entonces, la
ciencia produce saber excluyendo precisamente el saber de lo sexual. Y en
realidad, este saber de lo sexual es la única cosa que le interesa al sujeto
histérico. Evidentemente, en este sentido, el discurso histérico se encuentra
íntimamente ligado al saber de la ciencia. Podríamos casi decir que lo completa o
lo descompleta –como quieran. El problema es que el saber de lo sexual no es un
saber tan agradable: implica, determina la castración misma y las configuraciones
sintomáticas, las dos, castración y configuración sintomática. Y entonces, es un
saber que refiere a la objeción a la proporción sexual, precisamente. Es el goce
que no convendría para que haya proporción sexual. Y entonces el sujeto
histérico, mártir de la no-proporción, es el mártir de este doble efecto:
castración y síntoma de goce. Y es aquí que denuncio la injusticia que se hace al
sujeto histérico, cuando uno reduce la figura de la histeria a ser sólo este sujeto
que supuestamente quisiera la castración del Otro. Es verdad que la interpelación
histérica tiene un efecto-castración. Pero debemos distinguir el efecto-castración
que proviene del inconsciente en ejercicio y las intenciones de la persona, que
son dos cosas bien distintas. Y no debemos olvidar la virtud propia de la
estructura histérica, tan subrayada por Lacan y que es su incidencia en la
producción de un saber que podemos decir “nuevo”: el saber elaborado desde
Freud sobre lo sexual, puede ser calificado de “nuevo” a pesar de que el
problema de la proporción sexual fue siempre percibido, pero otra cosa es
percibirlo, probarlo y construir la teoría que puede rendir cuenta.
¿Cuál es el resultado de la interpelación histérica? ¿Cómo contesta el interpelado?
Podemos poner en cuestión al interpelado. El mensaje de la histeria tiene un
alcance que llamé universalizante. El mensaje de la histeria, en este sentido
tiene algo parecido a la ciencia: mensaje universalizante quiere decir que vale
para todos, no sólo para un sujeto. Y en este sentido, la histeria ha logrado vía el
psicoanálisis producir un saber sobre lo sexual. Pero ¿qué pasa con este saber? No
tiene el mismo destino que el saber de la ciencia, ahora podemos decir que
comprobamos el triunfo del saber de la ciencia, siempre más. No podemos hablar
de un triunfo del saber de lo sexual revelado en la histeria, al contrario, debemos
decir que más bien es el saber que se rechaza, que el interpelado rechaza.
Evidentemente, porque es un saber que vehiculiza una promesa de castración y
una promesa de impasse de la pareja sexual. ¿Quién puede acoger un tal
mensaje? Y Lacan lo ha subrayado: el efecto fue el reforzamiento del discurso del
amo. Y lo formula explícitamente en su texto de “Radiofonía” donde dice: “el
discurso del amo encuentra su razón –no su causa: su razón- en el discurso
histérico, y es en la medida en que el hombre renuncia a contestar como hombre
a la interpelación histérica y prefiere –dice Lacan- hacerse el agente del
Todopoderoso”, eso dice: interpelación histérica a la cual contesta un
reforzamiento del discurso del amo. Es decir, que hay una cierta paradoja:
porque la histeria –sujeto mismo del inconsciente- produce en retorno un
reforzamiento de la forclusión del sujeto en el discurso del Otro. Lo curioso es
que algo de eso pasó en el Psicoanálisis. Lo ubico en el momento en el
Psicoanálisis, especialmente en Francia, que Lacan denunció, donde los
psicoanalistas mismos –no se puede entender cómo, se cantaron una canción tal-
desarrollaron la tesis del final del análisis con la aparición de la oblatividad
sexual. Es decir, exactamente, era la tesis que consistía en decir que alguien bien
analizado debía ser curado del mensaje inconsciente de la histeria. Y podríamos
mirar otras cosas en la civilización que indican que el mensaje histérico se
rechaza, se borra, se intenta huirle. Quizás el ascenso de algunas
homosexualidades masculinas podrían quizás aclararse un poco con esto también.
¿Qué pasa ahora con la histeria en nuestro tiempo? Una parte del mensaje
histérico, sin embargo -a pesar de lo que acabo de decir, del rechazo de su
mensaje- una parte del mensaje ha pasado y es efectivamente como decía, un
siglo después de Freud, todos saben lo que Freud con muchas dificultades,
muchas penas, logró empezar a escribir en sus “Tres Ensayos en la Sexualidad”.
Texto que ahora no tienen nada especialmente impactante, que fue un escándalo
en su tiempo, pero que ahora ha pasado completamente a la civilización, es
decir, el mensaje que dice que hay la perversión generalizada del goce, goce sólo
fragmentado, parcial, insatisfactorio, todos lo saben, todos lo admiten, el
discurso ha captado el mensaje. Es decir que, estamos en un tiempo donde no es
posible hablar del goce, por ejemplo, en términos de un amor infinito. Hubo un
tiempo donde podía hablar del goce bajo la forma del sacrificio amoroso a un
dios, encarnado o no. Ahora se terminó –como Lacan lo diagnosticó- ahora,
nuestro modo de satisfacción se reduce –es una reducción- se reduce a lo que él
ha llamado el “más de goce”. Se reduce al “más de goce” y no se habla de otra
manera que el término “más de goce”. Entonces creo que podemos acentuar,
creo que puedo acentuar una cierta curva de la historia a propósito de la histeria.
La histeria freudiana puso su cuerpo en escena, se representó cerca del saber
psiquiátrico con sus síntomas de conversión, pero no es el caso de la histeria
actual y no fue tampoco el caso de la histeria pre-freudiana. La histeria pre-
freudiana: hablo de Sócrates mismo, histérico perfecto, dice Lacan, incluso,
histérico puro. Sócrates no se presenta en la civilización con sus síntomas de
conversión. Tenía síntomas de conversión, pero no es con sus síntomas de
conversión que se pone enfrente del amo antiguo. Se pone enfrente del amo
antiguo sólo con sus preguntas, interpelando al amo sobre lo que sabe, qué vale
su saber de amo.
La histeria post-freudiana tampoco se presenta con sus conversiones, a pesar de
que tengan algunas conversiones. La histeria actual acentúa –dice Lacan- el
“sujeto-amo”, agente de su discurso. Es decir, que no se distingue por su cuerpo,
pero por su posición de sujeto tachado en el lugar del semblante en su discurso.
Quiero detenerme un poco sobre este sujeto-amo, porque muchas veces se hace
una total confusión: el sujeto-amo es exactamente el contrario de la maestría,
del dominio, es lo contrario a dominio. No es el dominio de una persona, eso no
pertenece mucho a la estructura histérica. El sujeto-amo quiere decir el sujeto
en tanto que enigma irreductible que manda a la producción que interpela y va
hacia una producción hipotética de respuesta: es eso el rasgo demoníaco de la
histeria. Es el inconsciente demoníaco, no es la persona. Contrario del dominio
entonces, y Lacan lo formula explícitamente, además -no es una interpretación
libre que hago yo- lo formula explícitamente: el sujeto en el sitio del agente, es
un sujeto que no tiene acceso a la causa de su división, y entonces padece de la
división misma. Y que va con lo que llama “la pantalla de un yo transparente”.
¿Ven que no se trata de dominio? Como se habla ahora: el sujeto “amo de sí
mismo”. El sujeto-agente es el contrario del sujeto “amo de sí mismo”, dueño de
sí mismo. Entonces, es un sujeto que -decía- padece, mártir de su división. Si
concluyo, puedo concluir que el sujeto-amo es el anti-perverso, el contrario de
un sujeto perverso. ¡Cuidado!: no hay que equivocarse sobre este punto.
En cuanto al goce incluido –aunque se trate de un anti-perverso- en cuanto al
goce que incluye el discurso y la posición histérica, es seguro que se trata de un
goce que pertenece todo al registro del Uno. Y es por eso que Lacan puede decir
–después de haber dicho que la identificación paradigmática de la histeria era la
identificación a la falta de deseo, añade que es también una identificación al
goce del amo castrado. Evidentemente, identificarse a un deseo implica
identificarse al goce ligado a este deseo, por supuesto. Y en este sentido –voy
rápido- el anti-perverso es también –lo pongo en femenino- una anti-mística. Digo
anti-mística en la medida en que el goce que circula en esta estructura es el goce
fragmentado del Uno, no es el goce continuo que se busca en la mística. Y creo
que si seguimos estas dos vertientes de la estructura, podemos entender la
presentación de las histéricas modernas de hoy. Presentan al menos dos caras
bien contrastadas, me parece, porque conocemos la cara desencadenada,
desatada, de las histéricas de hoy, consumidoras de goces diversos: el sexo, el
saber, el poder; y a veces se puede confundir con una voluntad de goce perverso,
pero no es el caso. Si más allá de la observación de la conducta, escuchamos en
análisis a estos sujetos, siempre, siempre –si escuchamos bien en vez de
observar- encontramos la identificación que funda Lacan: identificación
generalmente a un hombre, que puede ser cualquiera: un partenaire, un padre,
etc. La identificación al deseo del Uno y al goce de Uno, en este sentido esta
cara en la cual la histeria “hace de hombre”, como se dice a veces. Pero no
debemos olvidar que la otra cara ligada a la primera, ligada a la insatisfacción de
este goce actual, reducido al “más de goce”, es la cara bien conocida de la
deflación del deseo, la del cansancio, la depresión, es la otra cara de la histeria
actual. Y por eso había utilizado la expresión “anoréxicas de los más de goce”,
anoréxicas que rehusan, que denuncian el sin sentido de este modo de goce. Y
que aspiran aún a encontrar verdaderos amos, que se podrían querer.
Entonces, ¿qué solución para los sujetos histéricos actuales? No podemos esperar
nada de la mística. El modo de “más de goce” lo excluye. No podemos esperar
resucitar los verdaderos amos: el capitalismo los destruye. ¿Qué se puede
anticipar sino esperar? Hay algo que se busca –me parece- del lado de un
principio de colectivización histérica, saben que Freud mismo ha captado -
hablando de las jóvenes de la pensión- cómo se producen a veces fenómenos
grupales, casi epidémicos, en un ambiente entre sujetos, cuando un sujeto capta
–voy a decir- el punto de dolor y de decepción de un otro sujeto, y se identifica
enseguida a este punto de dolor. Entonces, creo que aquí quizás hay un pequeño
principio de colectivización que no sería dentro de un grupo –si hay un grupo
histérico- no es la masa freudiana. La masa freudiana, descripta por Freud, tiene
toda otra estructura: en la masa freudiana el lazo entre cada miembro de la
masa, es condicionado por el lazo de cada uno al jefe, (inaudible) que tiene el
conjunto, es una estructura fuertemente...
Tampoco el grupo histérico es el agregado del discurso capitalista aislado en
agregado. No, es un grupo fundado sobre la identificación recíproca a la falla del
otro. Y en este sentido, ahora creo que en lo que se desarrolla de tantas
asociaciones de defensa de las víctimas, creo que aquí hay algo de la eficiencia
histérica. No digo que no haya que defender a las víctimas, no me meto en este
punto, no es el problema, pero digo que hay una vocación de defensa a la víctima
en el sujeto histérico, es decir, una vocación reparadora, para reparar el
sufrimiento del ser hablante, vamos a decir. Y de este lado quizás alguna
(inaudible) histérica pueda desarrollarse o tener algo, pero no va a solucionar la
desgracia histérica incurable. Incurable, quizás el Psicoanálisis pueda prometer
algo a pesar de lo incurable de la estructura.
El Psicoanálisis puede prometer algo del lado del punto de juntura entre saber
sexual y verdad sexual, pero por supuesto, para que el Psicoanálisis pueda algo,
se necesita que haya psicoanalista. Y será mi conclusión.

Gabriel Lombardi: vamos a recibir preguntas e intervenciones del público.


1. Piden si se puede explayar más sobre el goce fragmentado del Uno.
2. ¿Cómo entiende una respuesta -si puede entender una respuesta- masculina no
rechazante?
¿Alguien más quiere preguntar algo ahora?

Colette Soler: bueno, el goce fragmentado del Uno. Por supuesto, cada expresión
puede llamar a un desarrollo. Finalmente, para tomar una idea de lo que designo
como goce fragmentado, lo más sencillo es mirar del lado de lo que Freud ha
descripto de las pulsiones parciales. Es decir –y que Lacan ha retomado de
diversas maneras- es decir, un goce que supone el cuerpo, que se inserta al nivel
de las zonas eróticas, como decía Freud, y que en tanto tal, es un goce
fragmentado, como son fragmentados los efectos parciales, las zonas corporales.
¿Por qué decir -entonces así se puede acercar al sentido de “fragmentado”- por
qué hablar de goce fragmentado Uno? Quizás el hecho del Uno, sería mejor decir
“el goce Uno”. ¿Para significar qué? Para significar que el goce –Lacan lo dice de
otra manera- es siempre fálico. Es decir que el goce en sí mismo no hace
relación, en sí mismo. Lo que hace relación ¿qué es? La palabra intenta enlaza, el
amor intenta enlazar, pero el goce mismo no enlaza. Cada uno goza solo,
entonces goce fragmentado pero solo. Y es algo bastante perceptible al nivel de
lo que se llama la vida amorosa. Las tensiones entre cuidar al otro y cuidar su
goce, son dos cosas en las que se puede hacer equilibrio pero nunca
completamente (inaudible).
La respuesta que no sería rechazante respecto a la interpelación, creo que
cuando algo de no rechazante se produce –se encuentra más bien- es siempre en
un sujeto que es –cómo decir- no sé si puedo decir que soporta la castración. Pero
que la soporta en la medida del (inaudible), porque la interpelación castrante
(inaudible). Entonces (inaudible) Lacan considera, y con razón, que el análisis
puede cambiar algo, en los hombres. En las mujeres también. Pero aquí contesto
a la pregunta precisa, sobre las condiciones para que un hombre no sea
rechazante a la interpelación histérica, sabemos bien lo que es la respuesta
rechazante: consiste en decir: “sigue hablando, sigue hablando, quejándote,
basta, basta, voy a mirar el match de fútbol”. La respuesta no rechazante supone
exactamente lo que Lacan en un momento llama, en los años ‘60 hasta el ‘66,
llama “la asunción de la castración”. La asunción de la castración no consiste en
aceptar la privación: todos somos privados de muchas cosas, eso es un destino del
ser limitado que somos. La asunción de la castración, Lacan la define de manera
precisa con diversas expresiones, dice “dar su castración”, o dice también “hacer
servir su castración al otro”. Eso es la asunción de la castración. Y creo que es
una condición, efectivamente, para que un hombre pueda acoger, en cierta
medida, el padecimiento histérico y la interpelación que comporta.

Comentario inaudible

Colette Soler: sí, sí, sí, era la primera idea que me había venido: se necesita un
poco de amor, pero enseguida se impone la pregunta ¿pero qué es amor? El amor,
la definición del amor es eso: aceptar el hacer servir su castración, ponerla en
juego y hacerla servir. Entonces eso es un punto que el análisis toca, (inaudible),
no en todos los casos, puede tocar.

Gabriel Lombardi: allá hay otra pregunta.

Comentario: con lo que sucedió en España, con su participación en la guerra, y


posteriormente con los atentados, que terminó con la caída del gobierno, me
interrogo: ¿podría ser un efecto de esto que usted llama cierta grupalidad
histérica?

Colette Soler: ¿cierta grupalidad histérica? Lo que entendí –quizás no es lo que


preguntó- creo que preguntabas si en la guerra en España y en el efecto de los
atentados, que hicieron caer el gobierno no había una influencia del grupo
histérico.

Comentario: un efecto de la colectividad.

Colette Soler: yo me encuentro un poco reservada en hacer equivalente una


reacción política con una reacción de una estructura clínica, entonces no iría en
esa dirección. No para decir que el sujeto histérico no ha tenido un papel, sin
duda, pero quizás no en tanto grupo.

Gabriel Lombardi: [repitiendo un comentario] Si podría ampliar un poco el punto


de juntura entre...

Comentario: entre el saber sexual y verdad sexual y si el Psicoanálisis podría


prometer algo...

Colette Soler: ah, sí, lo que dijimos al final.

Gabriel Lombardi: y hay otra pregunta: la diferencia entre hombre histérico y


mujer histérica. Allá hay otra pregunta: cómo incluye el tema de la feminidad en
la histeria y el más allá del goce fálico.
Eso fue algo que me sorprendió, que haya una conferencia sobre Histeria donde
no se hable de la femineidad...

Colette Soler: fue a propósito, totalmente.

Gabriel Lombardi: la última pregunta: entre goce fragmentado del Uno y goce
Otro, si el Psicoanálisis puede ser pensado como algo que permite el pasar de un
goce al otro.

Colette Soler: pienso que van a tener dentro de poco, espero, la traducción al
castellano de mi libro “Lo que Lacan decía de las mujeres”, donde ya he
contestado estas cosas. Entonces, voy a contestar a las diversas preguntas.
Lo que evocaba cuando hablaba de la diferencia y a la vez de la juntura entre
saber y verdad, aludía al hecho de que en cada discurso que se trate de del
discurso histérico, pero del discurso del amo también, y del discurso analítico
también, hay una hiancia, una diferencia entre el goce producido en este
discurso y la verdad del goce. Podemos hablar de un goce producido en el
discurso, el discurso común, es lo que llamé las ofertas del goce del discurso.
Todo discurso ordena los goces, y define normas de goce, define los goces
prohibidos y los goces prescriptos. Y el síntoma, si hay síntoma en el sentido
patológico del término, es precisamente pero porque el discurso no logra ordenar
todo el goce, y que hay una verdad del goce en cada uno, disidente de las formas
prescriptas. En este sentido hay una oposición entre lo que en el discurso
histérico se produce de saber al sitio del goce y la verdad del goce íntimo del
sujeto. Y en en ese punto el análisis puede revelar algo a alguien que se analiza.
Entonces, ahora, la histeria femenina y la histeria masculina. Lamento
verdaderamente que hoy se piense que la histeria es únicamente femenina, no es
verdad. Entonces, se recibe una mujer y... en seguida: histérica, un hombre...
obsesivo. Realmente, es divertido pero serio. ¡Hemos perdido la clínica!
Realmente, hemos perdido la precisión de la clínica freudiana y lacaniana.
Entonces, hay hombres histéricos, sí, y si preguntan cómo se diferencia, al menos
puedo recordarles o informarles si no saben, la tesis de Lacan, que es una tesis
contundente. Lacan dice –no sólo que Lacan siempre ha considerado la histeria
masculina, al principio, al final, también- pero dice en el ’75 en sus conferencias
sobre Joyce, que en cuanto a la histeria, el hombre tiene superioridad sobre la
mujer. No sólo entonces afirma la existencia de la histeria masculina, pero nos
afirma que es sólo en los hombres que se encuentran las histerias puras. Lacan
dice que Sócrates es un histérico perfecto. ¿Y por qué? Intenté recién contestar
la pregunta, creo que precisamente porque la estructura histérica se identifica
al goce fragmentado, Uno, y que precisamente en las mujeres, la posición
mujer limita a la histeria. Al revés de lo que uno se imagina.
Ahora, histeria y feminidad. Aquí también tenemos una tesis de Lacan
contundente, de la cual no hacemos el caso que merece, y la tesis consiste en
distinguir de manera fuerte, porque incluso va hasta a preguntarse si un análisis
puede hacer de una histérica una mujer. Lo que quiere decir que no lo es. Es la
tesis de Lacan, de distinguir la posición histérica de la posición mujer. Lo que no
impide por supuesto que haya mujeres –anatómicamente mujeres- que puedan
ser histéricas, pero lo define como dos posiciones diversas. ¿Y cuál es el eje de la
distinción? Hay muchos textos de Lacan, los comenté en detalle, pero el eje de la
distinción consiste en decir que la histeria, sujeto tachado, se define al nivel
del deseo, es un sujeto-deseo. Y nunca Lacan ha definido a la mujer al nivel
del deseo, al contrario, ha intentado –cuando intenta, y lo intentó en los textos
del ‘58- contestar a la pregunta ¿Qué quiere una mujer? Y contesta –a pesar de
que no se lee, a veces- contesta: quiere gozar. Quiere gozar de un goce no
fragmentado, no-Uno, continuo –dice en el 58- y que en “Aún” va a llamar un
goce Otro. Y entonces en toda la enseñanza de Lacan sigue el hilo de la
oposición deseo o goce, sujeto-deseo identificado a la falta del deseo, o
sujeto que va hacia el goce femenino. Entonces, les invito efectivamente a
trabajar estas tesis de Lacan que son fuertes y -debo decir- más ajustadas a la
clínica efectiva que a la idea vaga de que la histeria es la mujer, porque no es
así.

Gabriel Lombardi: una última vuelta de preguntas.


La pregunta es respecto de relación de la histérica con el saber científico.
Lo que había concluido Colette respecto de que es necesario que haya
psicoanalista, y si podría haber cierta crisis del psicoanálisis por la hegemonía del
saber científico.

Colette Soler: la última frase donde decía “se supone que haya psicoanalista” es
porque en una parte del medio psicoanalítico se habla del futuro del
Psicoanálisis, y de si se puede decir que el Psicoanálisis vaya a poder continuar en
el Capitalismo. Y se desarrolla la tesis que dice que los analizantes no son más lo
que eran, y la verdad es que los psicoanalistas tampoco lo son. Y por supuesto,
efectivamente, hay un problema, no creo que sea la ciencia que amenaza a los
psicoanalistas, son más los valores del Capitalismo mismo. Eso entonces era
sencillamente, una duda sobre otro tema. Pero por el momento, hay todavía
algunos psicoanalistas.

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