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El conflicto social y armado que azota a nuestro país desde hace décadas, ha sido una
tradición a lo largo de la historia de la violencia en colombiana, desde el principio del
presente siglo cobraron auge las denuncias por muertes de personas que posteriormente
aparecían enterradas en fosas comunes o en cementerios clandestinos. En la totalidad de los
casos denunciados, por los familiares de las víctimas manifestaban que sus parientes no
tenían vinculación alguna con grupos armados y afirmaban, con sorpresa, que hasta pocos
días atrás ellos tenían una vida simple y humilde.
Los falsos positivos son asesinatos de civiles inocentes, por parte de las fuerzas militares para
presentarlos como bajas en combate.
Estos se consideran de lesa humanidad porque se está violando el principal y más importante
derecho fundamental que es el derecho a la vida, sin ella no se podría desarrollar ninguno de
los demás derechos que la Constitución y las leyes consagran en favor de nosotros los
colombianos.
Los falsos positivos desde hace varios años se convirtieron en un mecanismo cruel mediante
el cual funcionarios del ejército en complicidad con el gobierno de Uribe quisieron demostrar
resultados frente a ataques en contra de grupos al margen de la ley, específicamente la
guerrilla de las Farc, con el cual se “capturaban” campesinos, trabajadores, personas
discapacitadas y personas del común y que preferiblemente fueran de zonas rurales, en las
que se encontraban las operaciones militares contra la guerrilla con familias de escasos
recursos o desempleados. En otros casos simplemente se buscaban a indigentes o marginados
a quienes nadie reclamaría. Después del reclutamiento los disfrazaban de guerrillero, e
incluso le entregaban munición para generar huellas digitales en el arma. Los mismos
militares eran los encargados de la ejecución a quema ropa, luego se manipulaban las escenas
del crimen para simular una baja legítima producida en combate, muchas veces estas escenas
macabras no tenían coherencia, ya que las víctimas llevaban dos botas del pie izquierdo,
uniformes de tallas muy superiores, o portaba el arma en la derecha siendo zurdo. Esto fue
un hecho ruin y denigrante, que no sólo cegó la vida de los supuestos guerrilleros, sino que
además denigró, mancilló la dignidad y la honra de muchas familias.
Según las Naciones Unidas, los derechos humanos son inherentes al ser humano, sin
distinción de sexo, raza o nacionalidad, religión, lengua o cualquier otra condición, y todos
los Estados deben garantizar a sus habitantes tales derechos, según lo establece la
constitución y las leyes que lo consagran en favor de nosotros.