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Forma de los actos jurídicos en el Derecho Internacional Privado

El principio “Locus Regit Actum”

En el ámbito del Derecho Internacional Privado, en lo atinente a forma de los actos


jurídicos, la regla de raíz estatutaria “locus regit actum” se formuló y extendió como
general y absoluta, y dado su falta de localización se entendió que el lugar que rige al acto
es el de su celebración.

Este principio consiste en una fórmula latina, inventada por los pos glosadores, según
la cual un acto jurídico está sometido a las condiciones de forma impuestas por
la legislación vigente en el país donde fue concluido. Su significado es que los
actos jurídicos son regidos por la ley del lugar de su celebración. En consecuencia,
cualquiera que sea la nacionalidad de las partes y el lugar en que haya de realizarse el
negocio, la ley local determina las formalidades extrínsecas de los actos jurídicos. Es el
fin de la regla locus regit actum asegurar la validez de la forma de los actos en el orden
internacional.

Origen

La regla locus regit actum reconoce su origen en las escuelas estatutarias. Los
Glosadores y Pos glosadores se dieron cuenta de la imposibilidad de resolver mediante
unas cuantas normas de carácter general las dificultades que planteaba dicha rama del
derecho; por cuya razón optaron por el sistema de dividir y subdividir “las diversas
materias”, elaborado para cada una de ellas una regla “especial”. Fueron, pues los
precursores de la regla “Locus Regit Actum”, de universal aplicación en la actualidad.

El antiguo y universal empleo de esta regla encuentra fundamento en razones de orden


práctico, derivadas de las exigencias del
tráfico jurídico internacional. La regla que encarna el estatuto formal opera merced a la
costumbre internacional y la recíproca aceptación que le dan los Estados en el seno de la
comunidad internacional.

Partiendo de su concepto del objeto del derecho internacional privado, Pablo Voét,
Huber, Hertius, en el siglo XVII, y Story, Merlín y Massé, en el XIX, conexionan la
máxima a una idea de sumisión voluntaria y momentánea del extranjero a la ley del lugar
de celebración del acto.

Lo cierto es que la regla locus regit actum dista mucho de estar fundada en una
sumisión voluntaria de las partes a la soberanía del país donde obran; esa sería una razón
capaz de validar el acto dentro de sus límites territoriales, pero no justificaría su
reconocimiento fuera de ella, y justamente uno de sus caracteres más importantes es la
extraterritorialidad, en cuya virtud el acto realizado conforme a la lex loci es plenamente
válido en todas partes y en especial en los países a los cuales pertenece el autor por su ley
personal.
A su vez, la teoría de Merlín tiene sus puntos de contacto con el grupo anterior al
sostener que: “ En efecto, los actos reciben el ser en el lugar en que son celebrados, es la
ley de ese lugar la que les da vida, es ella, en consecuencia, la que debe afectarlos,
modificarlos y reglamentar la forma. Desde luego, cada país tiene sus leyes para la forma
probante de los actos, estas leyes están todas fundadas sobre motivos diferentes. (…) Así
todo depende en esta materia de la opinión que el legislador ha tenido de sus súbditos y,
por consiguiente, las leyes relativas a la forma probante de los actos, están fundadas sobre
razones puramente locales y particulares a cada territorio. (…) Sólo la ley del lugar de
celebración es capaz de atestiguar la verdad; las del domicilio de las partes o de la
situación de los bienes no tienen ese poder porque las razones que han determinado sus
disposiciones, son todas diferentes de aquellas que han dictado las formalidades
prescriptas en el lugar del contrato”.

Lo cierto es que la teoría de Merlín es incompleta y podrían dispensársele las mismas


críticas que a la anterior.

Según André Weiss, la regla “Locus Regit Actum” se justifica por dos razones: una
teórica y la otra de utilidad práctica.

Por un lado sostiene que parece racional, a priori, declarar válido todo acto con el cual
se han satisfecho las condiciones de forma exigidas por la ley local. Las formas exteriores
del acto jurídico, tiene por fin proteger a las partes celebrantes, contra todo fraude y toda
presión. Esas formas varían necesariamente con la situación moral del país y con el
carácter de sus habitantes. Tal medida de precaución o de desconfianza, absolutamente
indispensable aquí, será superflua en el estado vecino. A la ley territorial sola, pertenece
apreciar cuáles son las garantías con las cuales deberá rodearse el acto para presumirse su
sinceridad. Habiéndose observado las formas exigidas por ella, la veracidad del acto es
probable y se comprende que ese título pueda ser invocado en todas partes.

Por otra parte, opina que la regla locus regit actum es de una utilidad o de una
necesidad práctica incontestable. Es a menudo imposible observar, realizando un acto
sobre un territorio dado, las condiciones de forma establecidas por la ley nacional de las
partes.

Ambos elementos, la necesidad y la utilidad junto con el fundamento teórico inicial,


suministran a nuestra máxima una respetable base racional.

En esta línea de pensamiento se encuentra la opinión de que, dada la imposibilidad de


realizar en un lugar un acto auténtico en forma distinta a como se utiliza en dicho lugar,
resulta imprescindible que, para actuar válidamente en el extranjero, el individuo se ajuste
a las formas previstas en las Leyes del país extranjero de que se trate.

Por su parte, Calandrelli sostiene que en el fondo de la regla locus regit actum hay
ideas de necesidad, costumbre internacional, consentimiento general y soberanía
territorial, que concurren a formar el complejo y sólido fundamento en que se apoya,
pudiendo concluirse que, inspirada e impuesta por la necesidad y considerada por las
naciones como una derivación de la soberanía territorial, ha logrado, por virtud de la
comunidad de derecho que a aquellas vincula, la concesión recíproca de su aplicación en
los diversos países.

Según Savigny, 'la forma del acto jurídico debía ser reglada por el derecho local al cual
se acto está. sometido. Así, los contratos deberían hacerse en las formas legales exigidas
en el lugar de ejecución; los matrimonios, en la prescriptas en el domicilio del marido;
los testamentos, en las fijadas en el domicilio del testador.

Obviando esa falta de flexibilidad en los principios, que puede llegar hasta impedir la
realización de ciertos actos y más a menudo exponerlos a nulidades resultantes de la
inobservancia de las formas competentes, ha nacido, en concepto del mismo autor, un
derecho consuetudinario, cada vez más reconocido, cuya. Expresión es la regla Locus
regit actum.

*falta apuntes de escuelas estatutarias + Savigny*

Sobre las formas de los actos jurídicos

En sentido amplio, podemos considerar a la forma como el vehículo o medio de


expresión del que se sirven las partes para emitir su declaración de voluntad. En este
sentido, es imprescindible la existencia de una forma, pues de otro modo sería imposible
llegar al conocimiento de la existencia de un acto.

La forma de los actos jurídicos funcionalmente atiende a satisfacer cuatro aspectos; en


primer lugar es el medio de probar la existencia y contenido del negocio, en segundo lugar
garantiza la expresión libre y consciente del compromiso contraído, en tercero se encarga
de salvaguardar derechos de terceros y un último aspecto tiende al objetivo de controlar
la correcta utilización del Derecho Privado por parte de los particulares.

En principio podemos partir de la determinación de tres grandes categorías.

Una es la de los actos informales en donde el legislador deja librado a la autonomía de


la voluntad la elección de la forma en que han de concertarlo; otra es la integrada por los
actos jurídicos que adquieren la relevancia de formales; y por último, los actos que
requieren para su constitución de la aprobación de una autoridad pública en los que se
enrolan los actos que requieren registración bien sea, jurisdiccionales o puramente
notariales.

La doctrina precisó con acierto que la ley del lugar de celebración del acto rige su
propio instrumento.

Han surgido interpretaciones conforme al grado de coercitividad en lo que hace a su


observancia. Otorgar carácter imperativo a la regla “locus” es aún hoy día la de mayor
adhesión como el caso de nuestro país, y por la cual debe aplicarse a actos jurídicos
celebrados u otorgados dentro o fuera del país que surtan efectos en el territorio nacional.
Otra posición se inclina por su carácter facultativo en pro de facilitar la negociación
internacional, sentando mínimas excepciones. Finalmente, la intermedia imprime de
obligatoriedad a la regla “locus” sólo cuando se tratare de actos volcados en instrumento
público por así requerirlo el ordenamiento del país donde se va a ejecutar o a ejercer.

Lo cierto es que la forma es primariamente diferenciada en oral o escrita, conforme


sea su manifestación y en actos formales y no formales, según se conceda o no espacio a
la autonomía de la voluntad. En general, la forma “en sentido estricto” es documental y
por ende, es escrita o puede volcarse a un medio escrito. Dentro de la forma escrita se
distingue entre la auténtica y la escrita privada. A la forma auténtica la caracteriza la
intervención de un notario o de una autoridad competente asimilable en la función y que
no debe confundirse con la forma solemne que condiciona absolutamente la validez del
acto. Inmersa en todas ésta categorías aparece la distribución del derecho aplicable
diferenciando la ley impositiva y la ley reguladora, que equivale a concluir en que la ley
que rige al acto jurídico en cuestión determina la forma impuesta.

Leading case

El leading case que consagro esta máxima fue el “affaire Pommereu.


Mr. Pommereu, gobernador de Douai, original de Paris, había testado en el lugar de su
residencia en forma ológrafa. A su muerte, en 1719, herederos y legatarios pleitearon
acerca de la validez del testamento. Los herederos sostenían que el testamento ológrafo
no era admitido en Douai estando regida esta ciudad por el edicto perpetuo de 1611, según
el cual los testamentos debían ser firmados por el testador y dos testigos, y recibidos por
un notario, un cura o un vicario; que el testador tenía su domicilio en Douai y que, aun
teniendo su domicilio en Paris, debía seguir la Coutume de Douai para la redacción de su
testamento. La sentencia de Requets du Palais anulo el testamento por la segunda de las
razones enunciadas, lo que era eludir el conflicto de leyes y dejar sin resolver la tercera
cuestión. Al ir en apelación ante la gran cámara del parlamento de parís, el abogado
general, Gilbert des Voisins, se pronunció en el mismo sentido, aunque difiriendo en los
considerandos. A su juicio el testador estaba domiciliado en Paris, pero al redactar su
testamento, conforme lo sostenían los herederos, debió haber aplicado la máxima locus
regit actum. La sentencia, dictada el 15 de enero de 1721, confirmo su parecer.

Código Civil de Vélez

El Código Civil sustituido consagraba en el art. 12 la regla universal locus regit actum,
sometiendo las formas y solemnidades de los contratos y de todo instrumento público a
las leyes del país donde se hubieren otorgado.
Lo mismo hizo en el art. 950 para la validez o nulidad formal de los actos jurídicos,
con una pequeña variante: a la elección de las leyes, el codificador le agregó los usos del
lugar en que se realizaren los actos.
En el art. 1180, volvió a fijar la misma regla para la forma de los contratos entre
presentes sometiéndolos a las leyes y usos del lugar en que hubieran sido concluidos.

Tratados de Montevideo
Los tratados de Montevideo de Derecho Civil Internacional, en su versión de 1889
también consagran la regla locus regit actum para los instrumentos públicos (art 39), no
así para los privados, que se rigen por la ley del lugar de cumplimiento del contrato (art
32).
El tratado de 1940 en su artículo 36, en cambio, dispone que la ley que rige los actos
jurídicos decide sobre la calidad del documento correspondiente. Las formas y
solemnidades de los actos jurídicos se rigen por la ley del lugar en donde se celebran u
otorgan. Los medios de publicidad, por la ley de cada Estado

Convención de La Haya de 1961.

"Convención sobre Supresión de la Exigencia de Legalización de los Documentos


Públicos Extranjeros", cuya finalidad primordial de este instrumento internacional es la
abolición de cualquier recaudo de legalización para los documentos públicos
provenientes de los Estados contratantes.

Artículo 1: establece que se aplicara a los documentos públicos que hayan sido
extendidos en el territorio de un Estado contratante y que deban ser presentados en el
territorio de otro Estado contratante.

El alcance de la supresión de la legalización resulta del artículo 2, que establece: "Cada


Estado contratante eximirá de la legalización a los documentos a los que se aplique la
presente Convención, y que deban ser presentados en su territorio. La legalización,
según la presente Convención, solo consistirá en la formalidad por la cual los
funcionarios diplomáticos o consulares del país en cuyo territorio deba ser presentado el
documento, certifican la autenticidad de la firma, el carácter con que actuó el signatario
del documento y, de corresponder, la identidad del sello o timbre que lleva el
documento".
El artículo 3 dispone que "la única formalidad que podrá ser exigida para certificar la
autenticidad de la firma, el carácter con que ha actuado el signatario del documento y,
de corresponder, la identidad del sello o del timbre que lleva el documento, será una
acotación que deberá ser hecha por la autoridad competente del Estado en el cual se
originó el documento".
El texto reemplaza la legalización consular y diplomática por la apostilla. Se trata de
una certificación emanada de la autoridad designada al efecto en el Estado en el cual el
documento es expedido, que en el caso de nuestro país es la Cancillería, la cual lo
canaliza a través de la Dirección de Asuntos Consulares, Departamento de
Legalizaciones.
La apostilla debe:
1) Ser hecha en el mismo documento o en una prolongación del mismo, de conformidad
con un modelo que figura en el Anexo de la Convención;
2) tener la forma de un cuadrado de nueve centímetros de lado como mínimo, con los
ítems numerados y uniformes que podrán ser redactados en el idioma oficial de la
autoridad que lo expida;
3) el título "apostilla" (Convención de La Haya del 5 de octubre de 1961) deberá estar
escrito en francés, para facilitar la individualización y por ende el sometimiento al
régimen de la Convención.
La Convención establece, entre otras disposiciones, que la certificación es otorgada a
pedido del signatario o de cualquier portador del instrumento; que la firma, el sello y
timbre, a su vez, estarán exentos de toda otra constancia; que la autenticidad de la
certificación podrá ser verificada ya que cada autoridad de aplicación debe llevar un
Registro o fichero, donde haga constar el número de orden, el nombre del signatario del
documento público y el carácter que reviste, esto si está firmado, y en el supuesto de no
estarlo, se deberá consignar el nombre de la autoridad que lo ha sellado o timbrado.
Si se trata de un documento que proviene de un país no ratificante del texto legislativo
mencionado, habrá que recurrir al régimen establecido en materia de legalización por el
Reglamento Consular. Este sistema exige una suerte de doble legalización:
1) La legalización del cónsul destacado en el país de su realización, y
2) la del Ministerio de Relaciones Exteriores de nuestro país.

Código Civil y Comercial de la Nación

El CCiv. y Com. destina la Sección 10ª a la forma de los actos jurídicos. En un único
artículo resuelve el tema, reconociendo el perfil sugerido por su antecesor.

Artículo 2694: “Formas y solemnidades. La forma y solemnidades de los actos


jurídicos, su validez o nulidad y la necesidad de publicidad, se juzgan por las leyes y usos
del lugar en que los actos se hubieren celebrado, realizado u otorgado. Cuando la ley
aplicable al fondo de la relación jurídica exija determinada calidad formal, conforme a
ese derecho se debe determinar la equivalencia entre la forma exigida y la forma realizada.
Si los contratantes se encuentran en distintos Estados al tiempo de la celebración, la
validez formal del acto se rige por el derecho del país de donde parte la oferta aceptada
o, en su defecto, por el derecho aplicable al fondo de la relación jurídica”.

En particular, el artículo 2694 puede dividirse en tres tramos que a su vez exponen
aspectos tradicionales y otros innovadores:

- En el primero, sienta un principio de territorialidad sometiendo diversos aspectos


incluidos los relacionados a publicidad, a la tradicional regla “locus regit actum”. De su
texto se desprende la inclusión de la diversidad de actos jurídicos a través de las
acepciones: celebrar, realizar u otorgar.

- En el segundo y vinculado al primero, la sumisión a la “lex causae” es clara pues la ley


que resulta aplicable a un acto jurídico indica la calidad de instrumento en que el mismo
debe documentarse. Con ésta regla se consolida la distribución entre ley que impone y
ley que reglamenta la forma impuesta.

El principio de equivalencia o equiparación formal implica que el mismo derecho, o


sea el que rige al fondo del acto jurídico, determina la calificación de la forma exigida o
impuesta en procura de detectar su equivalente con la forma realizada. Plantea en rigor,
la necesidad de calificar el documento dentro de las categorías del derecho nacional o por
lo menos, la posibilidad de equipararlo y así otorgarle eficacia.

- En el tercer apartado se contempla a la contratación entre ausentes, a distancia o entre


personas situadas en diferentes. Se recoge una añeja regla como es su sometimiento al
derecho de donde partió la oferta aceptada y en su defecto, la ley rectora del fondo del
acto jurídico de que se trate.

Ejemplos Código Civil y Comercial:

 ARTÍCULO 2622.- Derecho aplicable. La capacidad de las personas para contraer


matrimonio, la forma del acto, su existencia y validez, se rigen por el derecho del
lugar de la celebración (…).

 ARTICULO 2645.- Forma. El testamento otorgado en el extranjero es válido en


la República según las formas exigidas por la ley del lugar de su otorgamiento,
por la ley del domicilio, de la residencia habitual, o de la nacionalidad del
testador al momento de testar o por las formas legales argentinas.

 ARTICULO 2667:.- Prevé que los contratos hechos en un país extranjero para
transferir derechos reales sobre inmuebles situados en la Republica, tienen la
misma fuerza que los hechos en el territorio del Estado, siempre que consten en
Instrumento público y se presenten legalizados.

Jurisprudencia Argentina

CSJN, 26/12/1995 - Méndez Valles, Fernando v. A. M. Pescio S.C.A - JA 1998


- I548. Fallos 318:2639 6 FALLO DE LA CORTE
CSJN, 26/12/95, Méndez Valles, Fernando c. Pescio A. M. s. ejecución de
alquileres.
.
Buenos Aires, diciembre 26 de 1995.-
Considerando: 1°. Que Fernando Méndez Valles promovió, a través de
apoderado, demanda ejecutiva por cobro de alquileres, contra la firma "A. M.
Pescio S.C.A.", en el invocado carácter de cesionario de los derechos y acciones
que tenía Mario J. Copello contra la demandada. Señaló, a ese efecto, que en un
juicio que la locataria ("A. M. Pescio S.C.A.") había entablado anteriormente
contra Copello y que tramitó ante la justicia del fuero civil de la Capital Federal,
se había fijado el valor locativo por cuatro años de arrendamiento de una cantera
de yeso ubicada en las proximidades de Malargüe, Provincia de Mendoza, que la
inquilina adeudaba a aquél (confr. sentencia del 27 de diciembre de 1989).
El actor adjuntó, para acreditar la cesión, un instrumento privado que aparece
suscripto por él y por Copello, fechado el 7 de enero de 1986, en Montevideo,
República Oriental del Uruguay. Dicho documento fue protocolizado ante
escribano público, en la citada ciudad, el 22 de octubre de 1987. También se
agregó una carta documento enviada a "A. M. Pescio S.C.A.", el 16 de octubre
de 1990, en la que se le notificaba la cesión de derechos.
2°. Que la ejecutada opuso, entre otras defensas, la excepción de inhabilidad de
título. Sostuvo, en lo que interesa, que la documentación en la que se fundaba "la
esgrimida e hipotética cesión" era nula, de nulidad manifiesta, puesto que la
cesión de derechos litigiosos debía hacerse de conformidad con lo prescripto en
el art. 1455 del Cód. Civil -es decir, escritura pública o acta judicial hecha en el
respectivo expediente- lo que no () se había cumplimentado en el caso.
3°. Que la sala M de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, al
confirmar la decisión de primera instancia, hizo lugar a la excepción planteada,
por entender que en el "sub examine" eran requeribles las exigencias formales
del art. 1455 del Cód. Civil argentino, de acuerdo -entre otras razones- a la
exégesis que hizo del Tratado de Derecho Civil Internacional de Montevideo
(1940). Contra ese pronunciamiento, el actor interpuso recurso extraordinario,
que fue concedido por el a quo, con fundamento en que "se estaría poniendo en
debate la inteligencia a interpretación del art. 36 del Tratado de Derecho Civil
Internacional de Montevideo de 1940 (art. 14, inc. 3°, ley 48), como así también
en juego la garantía constitucional prevista por el art. 17 de la Constitución
Nacional".
4°. Que el recurso fue bien concedido, pues lo atinente a la interpretación de los
tratados internacionales -ley suprema de la nación (art. 31, de la Constitución
Nacional)- suscita cuestión federal de trascendencia a los efectos de esta vía
extraordinaria (arg. art. 14. inc. 3°. de la ley 48 y art. 280 del Cód. Procesal Civil
y Comercial de la Nación: conf. lo resuelto por la mayoría del Tribunal en
K.51. "Kaufman, Julio c. Sociedad General de Autores", sentencia del 1 de
setiembre de 1992, consid. 4°).
5°. Que ello importa el abandono del distingo formulado en algunos precedentes
de esta Corte, según el cual cuando las normas de un tratado internacional
funcionan como preceptos de derecho común, no constituye cuestión federal su
interpretación (Fallos: 266:151 y 267:37 -LL 126-515-). Dicha jurisprudencia se
vincula a su vez con otra distinción aceptada con anterioridad (Fallos: 189:375),
entre la discusión de un tratado como acuerdo entre naciones independientes,
que pone en cuestión las obligaciones contraídas por la República Argentina con
los países signatarios, y la inteligencia de él en el carácter de ley del país que se
le atribuye, modificatoria de ciertas disposiciones de derecho común y procesal.
Esta última no suscitaría cuestión federal, a diferencia de la primera.
6°. Que el abandono de las distinciones aludidas radica en que cuando el país
ratifica un tratado internacional se obliga internacionalmente a que sus órganos
administrativos y jurisdiccionales lo apliquen a los supuestos que el tratado
contemple, máxime si éstos están descriptos con una concreción tal que permita
su aplicación inmediata. Por ello, la prescindencia de las normas internacionales
por los órganos internos pertinentes puede originar responsabilidad internacional
del Estado argentino (confr. Verdross, "Derecho internacional público", ps. 307
y sigtes., Ed. Aguilar, Madrid, 1963; Rouseau, "Derecho internacional público",
ps. 366 y sigtes., Ed. Ariel, Barcelona, 1961; Pau. "Responsabilitá internazionale
dello Stato per atti di giurisdizione", 1950; Basdevant, "Le role du juge national
das l'interpretation des traités diplomatiques", en Revue Critique de Droit
International Privé, 1949, págs. 413 y sgtes.). La mera posibilidad de que esta
atribución de responsabilidad internacional argentina se vea comprometida por
la interpretación y aplicación de un tratado con una potencia extranjera
configura, de por sí, cuestión federal bastante.
7°. Que resultaría indiferente a los efectos de la eventual responsabilidad
internacional aludida, el hecho de que los preceptos del tratado cuya violación se
invocare funcionen como disposiciones de derecho común, por lo que no es
razonable fundar en esta circunstancia la inexistencia de cuestión federal.
8°. Que por otra parte, la distinción de Fallos: 189:375, en virtud de la cual sólo
suscita cuestión federal la interpretación de un tratado en la medida en que es un
acuerdo entre naciones independientes, pero no en tanto ley del país, también es
susceptible de revisión. En efecto, el orden normativo general creado
internacionalmente por el tratado e incorporado como "ley del país", es
precisamente, contenido del "acuerdo entre las naciones independientes" y es el
objeto de la fusión de las voluntades diferentes de los estados. Luego, interpretar
el alcance del contenido del orden normativo general creado implica interpretar
el objeto mismo del acuerdo.
9°. Que cabe añadir una última consideración respecto de la procedencia del
recurso extraordinario en el "sub lite". El tratado internacional es una norma
orgánicamente federal, que importa un acto federal complejo, pues el Poder
Ejecutivo Nacional lo concluye y firma (art. 99, inc. 11, Constitución Nacional),
el Congreso Nacional lo desecha o aprueba mediante una ley federal (art. 75,
inc. 22, Constitución Nacional; Fallos: 186:258 -LL 17.877-) y el Poder
Ejecutivo Nacional ratifica el tratado aprobado por ley, emitiendo un acto
federal de autoridad nacional.
10. Que en tales condiciones, la naturaleza federal del tratado alcanza también a
su contenido. Es irrelevante que la materia del tratado sea de las calificadas
como de derecho común, aun cuando se incorporen las normas del tratado a una
ley nacional común. Nada de ello puede enervar la sustancia federal que aquéllas
poseen en virtud de su fuente internacional (contra: Fallos: 150:84).
11. Que en el caso se discute la interpretación del art. 36 del Tratado de Derecho
Civil Internacional de Montevideo (1940). El apelante sostiene que la forma del
contrato de cesión de créditos celebrado en Montevideo entre Copello y él se
rige por la ley uruguaya. Concluye ello a partir de lo prescripto en la norma
mencionada, que establece que: "Las formas y solemnidades de los actos
jurídicos se rigen por la ley del lugar en donde se celebran u otorgan". Ella
consagra, a su modo de ver, el principio 'locus regit actum' que, por otra parte
contaría con una amplia recepción en el Código Civil argentino (arts. 950, 12,
1180 y 1181, parte 1ª).
12. Que de acuerdo a una recomendable metodología de Derecho internacional
privado, para la determinación de la ley aplicable a un contrato con elementos
multinacionales o a un aspecto de él, corresponde en primer lugar indagar si las
partes han ejercido la facultad de elegir el derecho nacional aplicable al contrato
o de incorporar al contrato normas materiales derogatorias de las normas
coactivas del derecho privado rector del negocio -sin perjuicio del orden público
del derecho internacional privado del juez con jurisdicción internacional y de las
normas de policía, que no pueden ser desplazados por la autonomía referida-
(arg. art. 19, Constitución Nacional, art. 1197, Cód. Civil y Fallos: 236:404 y
290:458). En caso contrario, es decir, si las partes no han ejercido ninguno de los
tipos de autonomía mencionados, cabe acudir a las normas de conflicto de fuente
legal que regulan el caso. Tratándose de un asunto planteado ante un juez
argentino, éste aplicará normas de conflicto argentinas para la determinación del
derecho aplicable. Pero ellas pueden ser, a su vez, de fuente interna o de fuente
internacional. Estas desplazan, en lo pertinente, a las otras (arg. art. 31,
Constitución Nacional).
13. Que en el caso son de aplicación las normas del Título XI del Tratado de
Derecho Civil Internacional de Montevideo (1940), pues se trata de un contrato
celebrado en el Uruguay cuyo objeto y sus efectos están localizados en la
Argentina, y ambos países han ratificado el acuerdo mencionado. Además, de
acuerdo a lo que fue tenido por probado en la causa, las partes no han ejercido la
autonomía referida en el considerando anterior.
14. Que si bien el art. 36 del Tratado citado establece que: "Las formas y
solemnidades de los actos jurídicos se rigen por la ley del lugar en donde se
celebran u otorgan", dicha regla está precedida por otra con la que comienza el
texto de la norma: "La ley que rige los actos jurídicos decide sobre la calidad del
documento correspondiente". Por su parte, la norma de conflicto del artículo 37
del mismo tratado determina cuál es la ley que rige los actos jurídicos: "La ley
del lugar en donde los contratos deben cumplirse rige: a) su existencia; b) su
naturaleza; c) su validez; d) sus efectos; e) sus consecuencias; f) su ejecución; g)
en suma, todo cuanto concierne a los contratos, bajo cualquier aspecto que sea".
15. Que existe una aparente contradicción dentro del art. 36 del Tratado respecto
de la ley aplicable a la forma de los actos jurídicos. Por un lado se remite a la ley
que gobierna la cuestión de fondo -"La ley que rige los actos jurídicos decide
sobre la calidad del documento correspondiente"-, es decir, a la ley del lugar en
donde el contrato debe cumplirse (confr. art. 37 citado). Pero a continuación se
hace referencia a la ley del lugar de celebración -"Las formas y solemnidades de
los actos jurídicos se rigen por la ley del lugar en donde se celebran u otorgan"-.
No parece razonable que el autor de la norma haya querido fracturar el derecho
aplicable a los actos jurídicos, estableciendo una ley para la forma y otra
diferente para los demás aspectos de ellos.
16. Que en el informe del delegado argentino Carlos M. Vico, sobre los trabajos
de las comisiones de Derecho civil internacional, se expresa que: "El título de
los 'actos jurídicos' fue extensamente debatido. El régimen en cuanto a la forma
fue modificado en el sentido de admitir la tradicional regla 'locus regit actum',
proscripta en el tratado vigente, manteniendo la ley que rige el fondo del acto
para la calidad del documento en el que conste" (del número X del informe
citado). Por otro lado, el doctor Alvaro Vargas Guillemette -relator de los
trabajos de la comisión de Derecho civil internacional, en la primera etapa de
sesiones- afirmó en su respectivo informe que: "El profesor Vico propuso la
redacción que vuestra Comisión aceptó por unanimidad, distinguiendo entre la
calidad del documento correspondiente, que se rige por la ley que gobierna el
acto jurídico, y sus formas y solemnidades, que siguen la ley del lugar en que se
celebran u otorgan. Tal corrección concilia de manera muy acertada el interés
del Estado cuya ley rige el acto jurídico y el de aquél donde éste se celebra,
facilitando también a las partes la mejor y más segura realización del mismo".
17. Que los informes transcriptos agregan pocos elementos de juicio que ayuden
a desentrañar el sentido del art. 36 del Tratado en lo relativo a la ley aplicable a
la forma de los actos jurídicos, pues sustancialmente se limitan a reiterar, en lo
que a este tema se refiere, las reglas contenidas en él. Por ello, se exhibe en este
caso como de particular utilidad la regla interpretativa según la cual, al
interpretar una norma no debe dejarse sin efecto ninguna de sus disposiciones
sino que debe hallarse una inteligencia que las concilie, por encima de las
contradicciones que pudieran aparentar.
18. Que en lo atinente al derecho aplicable a la forma de los actos jurídicos
multinacionales, cabe distinguir entre el derecho que impone la forma o que
exime de ella y el derecho que reglamenta la realización de la forma impuesta
(confr. Goldschmidt, "Derecho Internacional Privado. Derecho de la tolerancia",
Nro. 226 a 235). De acuerdo a principios generalmente aceptados de Derecho
internacional privado, fundados en el criterio de razonabilidad mencionado en el
consid. 15 de esta sentencia, el derecho que rige el fondo del negocio es también
el derecho aplicable a la forma, en lo referente a su necesidad y a los efectos de
su ausencia. En cambio, lo referente a los requisitos reglamentarios de la
formalidad exigida por la ley que rige el fondo están sujetos a la regla "locus
regit actum", es decir, a la ley del lugar de celebración del acto.
19. Que el art. 36 del Tratado de Derecho Civil Internacional de Montevideo
(1940) es susceptible de una interpretación acorde con aquellos principios. En
efecto, puede razonablemente entenderse que su primera parte, en consonancia
con lo dispuesto en el artículo siguiente del tratado, remite a la ley que rige el
fondo para la determinación de la forma impuesta, si es que alguna hubiera. A
ello se refiere cuando indica que esa ley decide sobre la calidad del documento
correspondiente. La ley del lugar de cumplimiento del contrato (arg. art. 37)
determina qué calidad debe tener el documento en el que conste el acto (conf. el
informe citado del delegado argentino, número X). Las "formas y solemnidades
de los actos jurídicos, que se rigen, en cambio, por la ley del lugar de
celebración, se refieren a los requisitos reglamentarios que debe revestir la forma
impuesta por la ley que rige el acto jurídico, de conformidad con la distinción
aceptada en el considerando precedente.
20. Que la interpretación expuesta dota de sentido a lo afirmado por uno de los
autores de la norma en el sentido de que la introducción en el Tratado de 1940
de la regla "locus regit actum" facilita a las partes la mejor y más segura
realización del acto jurídico (conf. el informe citado del relator de la comisión de
derecho civil internacional). En efecto, la realización del acto se vería
innecesariamente complicada si la reglamentación de sus solemnidades tuviera
que regirse por una ley extraña a los eventuales funcionarios u otros
participantes en su otorgamiento.
21. Que a la luz del análisis efectuado, el contrato de cesión de créditos
celebrado en el Uruguay, cuyo objeto y efectos están localizados en el país, se
rige por el derecho argentino en lo relativo a la calidad de la forma que deba
revestir, tal como lo decidió la cámara en la sentencia apelada. No obsta a dicha
conclusión la invocada consensualidad del contrato, ya que aunque pudiera
considerarse que se perfeccionó en el Uruguay, el cedente debe cumplir con su
obligación de transferir y garantizar el crédito litigioso en la Argentina, en donde
está radicado el juicio correspondiente.
22. Que, por otra parte, también la ley argentina rige la oponibilidad de la cesión
de créditos celebrada en el Uruguay al deudor cedido domiciliado en la
Argentina. En efecto, si bien dicho aspecto del contrato no está contemplado por
el Tratado de Montevideo de manera específica, ya que él solo contiene normas
sobre categorías generales de contratos, no puede considerarse que la cuestión
sea totalmente ajena a sus reglas en materia de actos jurídicos. Ello es así, ya
que, de acuerdo a su art. 37 "in fine", todo cuanto concierne a los contratos, bajo
cualquier aspecto que sea –lo cual indudablemente incluye la oponibilidad, en el
caso de la cesión de créditos- se rige por la ley del lugar en donde el contrato
debe cumplirse.
23. Que a la misma solución conduce la doctrina internacional según la cual en
esta materia debe distinguirse entre la ley que rige el negocio de cesión y la que
rige la obligación cedida, que pueden o no coincidir (Beuttener, "La cession de
créance en Droit international privé", Géneve, 1971; Sinay-Cytermann, "Les
conflits de lois concernant l'opposabilité des transfrts de créance". Revue
Critique de Droit International Privé, 81 (1) enero-marzo 1992, p. 36). Ella fue
receptada en el artículo 12 de la Convención de Roma de 1980, sobre la ley
aplicable a las obligaciones contractuales, a la que cabe acudir por analogía para
integrar las disposiciones del Tratado de Montevideo que, por su antigüedad,
carecen de la precisión requerida. De acuerdo a dicha doctrina, la ley que rige
originalmente el crédito cedido -y no, la ley del contrato de cesión- determina las
condiciones de oponibilidad de la cesión al deudor. Al tratarse de un crédito por
alquiler de un inmueble situado en la Argentina cuyo monto se discutía al
tiempo de la cesión en un juicio radicado en el país, no cabe duda de que él es
regido por el derecho argentino que determina, en consecuencia, las condiciones
de oponibilidad de su cesión al deudor. Lo cual, además, se compadece con el
principio según el cual las partes del contrato de cesión no pueden empeorar, por
medio de su convención, la situación del deudor cedido (Batiffol, "Les conflits
de lois en matiere de contrats", París 1938, N° 528, p. 427; Batiffol-Lagarde
"Droit International Privé", París 1983, N° 611, p. 339). Ello podría ocurrir si la
oponibilidad del contrato del deudor se rigiera por la ley del contrato de cesión,
ya que las partes -en ejercicio de alguna de las autonomías aludidas en el consid.
12 o por medio de la celebración del contrato en el extranjero, como ocurrió en
el caso- se verían facultadas para elegir un derecho que, por sus menores
exigencias formales, podría perjudicar a aquél.
24. Que por último, no corresponde a esta Corte la determinación del carácter
litigioso del crédito cedido y los efectos que ello pudiera tener de acuerdo al
derecho civil argentino en relación a alguna exigencia formal y a la oponibilidad
de su cesión al deudor cedido, ya que se trata de materias de hecho y prueba y de
derecho común, ajenas por su naturaleza al ámbito del recurso extraordinario
(Fallos: 111:121).
Por ello, se declara procedente el recurso extraordinario y se confirma la
sentencia apelada. Con costas.- E. Moliné O'Connor. C. S. Fayt (en disidencia).
J. S. Nazareno. A. C. Belluscio (en disidencia). A. Boggiano. G. A. F. López. G.
A. Bossert. A. R. Vázquez (según su voto). E. S. Petracchi (en disidencia).
Voto del Dr. Vázquez
Considerando: Que adhiero al voto de la mayoría y, con particular referencia a lo
expresado en el consid. 9°, señalo que el carácter de "acto federal complejo" que
importa la incorporación de un tratado internacional al derecho vigente, después
de la reforma de la Constitución Nacional de 1994, requiere distinguir entre los
tratados en su concepción anterior a tal enmienda y la posterior. Dentro de esta
última, aquellos que han sido integrados al texto de la Carta Magna debe ser
considerados de una jerarquía superior frente a los que resulten incorporados a la
legislación en vigor -ya sean de derecho público o privado- por aplicación del
mecanismo establecido por la Constitución al respecto (arts. 99, inc. 11 y 75,
inc. 22 y sigtes.).
Una y otra categoría suministran materia federal, pero es menester dejar aclarado
que los primeros tienen "jerarquía cuasi constitucional", asignada por la
Convención Constituyente; en tanto que los segundos, si bien tiene un rango
superior a la ley, su validez y eficacia depende de su conformidad con el respeto
a los principios constitucionales y al procedimiento establecido para su
incorporación al sistema jurídico nacional.
Por ello, se declara procedente el recurso extraordinario y se confirma la
sentencia apelada. Con costas.- A. R. Vázquez.
Disidencia de los Dres. Fayt y Petracchi
Considerando: 1°. Que Fernando Méndez Valles promovió, a través de
apoderado, demanda ejecutiva por cobro de alquileres, contra la firma "A. M.
Pescio S.C.A.", en el invocado carácter de cesionario de los derechos y acciones
que tenía Mario J. Copello contra la demandada. Señaló, a ese efecto, que en un
juicio que la locataria ("A. M. Pescio S.C.A.") había entablado anteriormente
contra Copello y que tramitó ante la justicia del fuero civil de la Capital Federal,
se había fijado el valor locativo por cuatro años de arrendamiento de una cantera
de yeso ubicada en las proximidades de Malargüe, Provincia de Mendoza, que la
inquilina adeudaba a aquél (confr. sentencia del 27 de diciembre de 1989).
El actor adjuntó, para acreditar la cesión, un instrumento privado que aparece
suscripto por él y por Copello, fechado el 7 de enero de 1986, en Montevideo,
República Oriental del Uruguay. Dicho documento fue protocolizado ante
escribano público, en la citada ciudad, el 22 de octubre de 1987. También se
agregó una carta documento enviada a "A. M. Pescio S.C.A.", el 16 de octubre
de 1990, en la que se le notificaba la cesión de derechos.
2°. Que la ejecutada opuso, entre otras defensas, la excepción de inhabilidad de
título. Sostuvo, en lo que interesa, que la documentación en la que se fundaba "la
esgrimida e hipotética cesión" era nula, de nulidad manifiesta, puesto que la
cesión de derechos litigiosos debía hacerse de conformidad con lo prescripto en
el art. 1455 del Cód. Civil -es decir, escritura pública o acta judicial hecha en el
respectivo expediente- lo que no se había cumplimentado en el caso.
3°. Que la sala M de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, al
confirmar la decisión de primera instancia, hizo lugar a la excepción planteada,
por entender que en el "sub examine" eran requeribles las exigencias formales
del art. 1455 del Cód. Civil argentino, de acuerdo -entre otras razones- a la
exégesis que hizo del Tratado de Derecho Civil Internacional de Montevideo
(1940). Contra ese pronunciamiento, el actor interpuso recurso extraordinario,
que fue concedido por el a quo, con fundamento en que "se estaría poniendo en
debate la inteligencia a interpretación del art. 36 del Tratado de Derecho Civil
Internacional de Montevideo de 1940 (art. 14, inc. 3°, ley 48), como así también
en juego la garantía constitucional prevista por el art. 17 de la Constitución
Nacional".
4°. Que el apelante en su recurso ataca a la sentencia, la que considera arbitraria,
formulando distintos agravios que se relacionan con la naturaleza del contrato de
cesión de créditos, su lugar de cumplimiento, el alcance del principio "locus
regit actum" -que estaría consagrado en el tratado mencionado precedentemente-
la índole de la forma prevista en el art. 1455 del Cód. Civil, la necesidad de
conservar el contrato y la falta de carácter litigioso del crédito cedido.
5°. Que el recurso extraordinario, en cuanto fue concedido con base en el art. 14,
inc. 3° de la ley 48 inteligencia del art. 36 del Tratado de Derecho Civil
Internacional de Montevideo- resulta improcedente. En efecto, según la
jurisprudencia de esta Corte, lo atinente a la interpretación de las cláusulas de un
tratado no constituye cuestión federal cuando los preceptos invocados funcionan
como disposiciones de derecho común (Fallos: 266:151; 267:37; 291:602, entre
otros). Ellos lleva a examinar los objetivos y el contenido del tratado, para poder
concluir si su exégesis constituye -o no- una cuestión federal (confr. doctrina de
Fallos: 310:1476, consid. 4°; ídem consid. 6° del voto concurrente).
En el "sub examine", el art. 36 y los restantes que integran el Título XI del
mencionado Tratado, conciernen a la determinación de las leyes que deben
regular distintos aspectos de los actos jurídicos y los contratos -entre los cuales
se halla la forma- que configuran materias reguladas por el derecho común. Lo
apuntado evidencia la inadmisibilidad de esa parte del recurso.
6°. Que tampoco deben prosperar los agravios del recurrente, en cuanto tachan
de arbitraria a la sentencia. Al ser indubitable el carácter litigioso del crédito que
se pretende cedido -lo que surge del mero cotejo de las fechas de la invocada
cesión y del fallo dictado en el juicio de determinación de valor locativo- no
parece irrazonable la decisión del a quo que consideró aplicable las estrictas
formas previstas en el art. 1455 del Cód. Civil. Por un lado, el proceso que
confiere carácter litigioso al crédito cedido está radicado ante la justicia civil
de la Capital Federal, lo que hace coherente que sea la ley argentina la que
determine las modalidades de la transmisión de aquél. Por el otro, no se advierte
como la situación del deudor cedido -en cuyo interés también aparecen fijadas
las citadas formas del art. 1455 Cód. Civil- podría empeorar con el mero recurso
a una "cesión" (de la que no es parte), que se opta por celebrar en el extranjero.
Por ello, se declara inadmisible el recurso extraordinario. Con costas.- C. S.
Fayt. E. S. Petracchi.
Disidencia del Dr. Belluscio
Considerando: 1°. Que Fernando Méndez Valles promovió, a través de
apoderado, demanda ejecutiva por cobro de alquileres, contra la firma "A. M.
Pescio S.C.A.", en el invocado carácter de cesionario de los derechos y acciones
que tenía Mario J. Copello contra la demandada. Señaló, a ese efecto, que en un
juicio que la locataria ("A. M. Pescio S.C.A.") había entablado anteriormente
contra Copello y que tramitó ante la justicia del fuero civil de la Capital Federal,
se había fijado el valor locativo por cuatro años de arrendamiento de una cantera
de yeso ubicada en las proximidades de Malargüe, provincia de Mendoza, que la
inquilina adeudaba a aquél (confr. sentencia del 27 de diciembre de 1989).
El actor adjuntó, para acreditar la cesión, un instrumento privado que aparece
suscripto por él y por Copello, fechado el 7 de enero de 1986, en Montevideo,
República Oriental del Uruguay. Dicho documento fue protocolizado ante
escribano público, en la citada ciudad, el 22 de octubre de 1987. También se
agregó una carta documento enviada a "A. M. Pescio S.C.A.", el 16 de octubre
de 1990, en la que se le notificaba la cesión de derechos.
2°. Que la ejecutada opuso, entre otras defensas, la excepción de inhabilidad de
título. Sostuvo, en lo que interesa, que la documentación en la que se fundaba "la
esgrimida e hipotética cesión" era nula, de nulidad manifiesta, puesto que la
cesión de derechos litigiosos debía hacerse de conformidad con lo prescripto en
el art. 1455 del Cód. Civil -es decir, escritura pública o acta judicial hecha en el
respectivo expediente- lo que no se había cumplimentado en el caso.
3°. Que la sala M de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, al
confirmar la decisión de primera instancia, hizo lugar a la excepción planteada,
por entender que en el "sub examine" eran requeribles las exigencias formales
del art. 1455 del Cód. Civil argentino, de acuerdo -entre otras razones- a la
exégesis que hizo del Tratado de Derecho Civil Internacional de Montevideo
(1940). Contra ese pronunciamiento, el actor interpuso recurso extraordinario,
que fue concedido por el a quo, con fundamento en que "se estaría poniendo en
debate la inteligencia e interpretación del art. 36 del Tratado de Derecho Civil
Internacional de Montevideo de 1940 (art. 14, inc. 3°, ley 48), como así también
en juego la garantía constitucional prevista por el art. 17 de la Constitución
Nacional".
4°. Que el apelante en su recurso ataca a la sentencia, la que considera arbitraria,
formulando distintos agravios que se relacionan con la naturaleza del contrato de
cesión de créditos, su lugar de cumplimiento, el alcance del principio "locus
regit actum" -que estaría consagrado en el tratado mencionado precedentemente-
la índole de la forma prevista en el art. 1455 del Cód. Civil, la necesidad de
conservar el contrato y la falta de carácter litigiosos del crédito cedido.
5°. Que el recurso extraordinario, en cuanto fue concedido sobre la base en el
art. 14, inc. 3°, de la ley 48 inteligencia del art. 36 del Tratado de Derecho Civil
Internacional de Montevideo de 1940- resulta improcedente en atención a que la
cuestión que regula no guarda relación directa e inmediata con lo que constituye
el objeto de la presente causa, a saber, la oponibilidad de una cesión otorgada en
el extranjero al deudor local, aspecto que no se halla regulado en el citado
tratado internacional.
En efecto, en autos no se discute la validez formal del contrato de cesión entre
cedente y cesionario, cuestión ciertamente comprendida en el ámbito de
aplicación del Tratado de Montevideo. Se debate, en cambio, la oponibilidad de
ese acto a un tercero ajeno a la cesión, cual es el deudor cedido, materia no
contemplada en el citado convenio internacional que, al igual que nuestro
derecho internacional privado de fuente interna, sólo contiene normas sobre
categorías generales de contratos.
En tales condiciones, y dado que la solución -por aplicación de la ley que rige
sustancialmente la obligación cedida- escapa al ámbito del Tratado de
Montevideo, sólo cabe concluir en la inadmisibilidad formal del recurso
extraordinario fundado en esta causal, por ausencia de la relación directa e
inmediata que exige el art. 15 de la ley 48.
6°. Que tampoco deben prosperar los agravios del recurrente, en cuanto tachan
de arbitraria a la sentencia. Al ser indubitable el carácter litigioso del crédito que
se pretende cedido -lo que surge del mero cotejo de las fechas de la invocada
cesión y del fallo dictado en el juicio de determinación de valor locativo- no
parece irrazonable la decisión del a quo que consideró aplicable las estrictas
formas previstas en el art. 1455 del Cód. Civil. Por un lado, el proceso que
confiere carácter litigioso al crédito cedido está radicado ante la justicia civil
de la Capital Federal, lo que hace coherente que sea la ley argentina la que
determine las modalidades de la transmisión de aquél. Por el otro, no se advierte
como la situación del deudor cedido -en cuyo interés también aparecen fijadas
las citadas formas del art. 1455, Cód. Civil- podría empeorar con el mero
recurso a una "cesión" (de la que no es parte), que se opta por celebrar en el
extranjero.
Por ello, se declara inadmisible el recurso extraordinario. Con costas.- A. C.
Belluscio.

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