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La historia del pueblo sarayaku es uno de los casos emblemáticos de la resistencia indígena por la defensa de su territorio.

Este pueblo kichwa de Pastaza, luego de una larga lucha, consigue del gobierno de Rodrigo Borja el título propiedad de más
de un millón de hectáreas, en 1992. Sin embargo, cuatro años más tarde, el Estado concesionó a favor de la Compañía
General de Combustibles (CGC) el bloque petrolero 23, que comprendía 200 000 hectáreas. El 65% de esa concesión afectó al
territorio de Sarayaku, sin haberlo consultado y menos aún pedir consentimiento al pueblo. En el 2002, Sarayaku se declara en
emergencia durante siete meses para detener la campaña sísmica. Hombres, mujeres, jóvenes y niños se movilizaron y
establecieron los denominados “campos de vida” en medio de la selva. Las cosas se complicaron el 25 de enero del 2003:
efectivos del Ejército y trabajadores de la CGC secuestraron a cuatro jóvenes de la comunidad. Ese mismo año, los dirigentes
de la población acudieron ante la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos y solicitan su intervención para
salvaguardar sus derechos. La Comisión acogió su pedido en mayo de ese mismo año y dictó medidas cautelares, pero el
Estado ecuatoriano las desoyó. En julio del 2004, la Corte Interamericana de Derechos humanos dictó medidas provisionales
favor de los sarayakus. Estas medidas buscan proteger la vida e integridad de los miembros de Sarayaku. La investigación de
los hechos de violencia cometidos en su contra y la garantía efectiva del derecho al libre tránsito violentado por el arbitrario
bloqueo del Río Bobonaza efectuado por aliados de la petrolera, sirvió como medida de presión para que Sarayaku desista de
las acciones legales emprendidas. El Estado ecuatoriano no cumplió ninguna disposición de la Corte que no solamente ratificó
las medidas sino que dispuso que, además, se retirasen, de manera urgente, los explosivos dejador por la CGC. El Estado
tomó su propia iniciativa en el 2006 y presentó, en una nueva audiencia, a kichwas de Pastaza para que declarasen en su
contra. Con ello, la Procuraduría General del Estado propuso una solución: retiro voluntario de la empresa CGC del bloque 23 y
reconocimiento y disculpas públicas por violaciones de Derechos Humanos cometidas en contra de Sarayaku.

El 6 de julio del 2011 se realizó una audiencia entre el Estado y el pueblo indígena Sarayaku, en la Corte Interamericana de
Derechos Humanos con el fin de juzgar al Estado Ecuatoriano por el otorgamiento de una concesión petrolera en tierras
ancestrales del pueblo Sarayaku, sin contar con el consentimiento previo de las comunidades y la violación de los derechos
humanos de los indígenas. La audiencia duró dos días y se desarrolló en la ciudad de San José en Costa Rica. El 26 de julio
de 2012, la comunidad indígena sarayaku, asentada en el centro de la Amazonía, expresó su satisfacción por la condena
emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) contra el Estado, por la vulneración de sus derechos. Ese
tribunal condenó a Ecuador por otorgar a inicios de los años 90 una concesión petrolera en territorios de los sarayaku sin
consultar con las comunidades nativas, opuestas al proyecto. La sentencia obliga al Estado a organizar un acto público de
reconocimiento de su responsabilidad en este caso, el pago de una indemnización y el retiro de todos los explosivos
“sembrados” por la petrolera en la selva.

Entre el año 2002 y 2003, empleados petroleros y guardias de


seguridad de la empresa Argentina, Compañía General de
Combustibles (CGC), y militares del ejército ecuatoriano ingresaron
al territorio de Sarayaku sin autorización y contra su voluntad para
realizar actividades sísmicas para la exploración de petróleo. Con el
fin de detener esta invasión, el pueblo kichwa de Sarayaku se
declaró en estado de emergencia durante siete meses y formó los
Campos de Paz y Vida para defender su territorio. Esta decisión
implicó graves riesgos para la vida, integridad, salud, alimentación,
educación, cultura y espiritualidad de los miembros de Sarayaku.

Entre el año 2002 y 2003, empleados petroleros y guardias de seguridad de la


empresa Argentina, Compañía General de Combustibles (CGC), y militares del
ejército ecuatoriano ingresaron al territorio de Sarayaku sin autorización y contra
su voluntad para realizar actividades sísmicas para la exploración de petróleo. Con
el fin de detener esta invasión, el pueblo kichwa de Sarayaku se declaró en estado
de emergencia durante siete meses y formó los Campos de Paz y Vida para
defender su territorio. Esta decisión implicó graves riesgos para la vida, integridad,
salud, alimentación, educación, cultura y espiritualidad de los miembros de
Sarayaku.
La empresa CGC habia obtenido en el año 1996 la concesión del bloque 23, el
cual se superpone en un 60% del territorio de Sarayaku. Dicha concesión fue
entregada por parte del estado ecuatoriano sin que haya un proceso de
información, consulta o pedido de consentimiento de la población de Sarayaku.
Durante las investigaciones sísmicas realizadas en el territorio de Sarayaku, la
empresa petrolera sembró en differentes lugares del territorio una gran cantidad de
cargas de pentolita. Este explosivo de alto poder destructivo fue sembrado sin
haber informado y consultado con anticipación a la población de Sarayaku y contra
su voluntad en sus lugares de caza, en sitios donde también niños y jóvenes
transitan en busca del sustento.
El pueblo de Sarayaku acudió en primera instancia a la justicia ecuatoriana y dado
que ésta no ofreció ninguna solución, acudió a la justicia internacional. En el año
2003 el pueblo de Sarayaku solicitó a la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos su intervención en salvaguardia de sus derechos violentados.
¿Cuáles fueron los derechos del Pueblo Kichwa de Sarayaku que fueron
vulnerados por el Estado ecuatoriano?

Varios derechos fueron vulnerados, entre ellos: el derecho a la propiedad


(consagrado en la Convención Americana de Derechos Humanos), el derecho a la
consulta y el derecho al consentimiento previo, libre e informado (contenido en la
Constitución ecuatoriana y el Convenio 169 de la OIT), el derecho a la integridad
física, el derecho a la vida y a la educación.
¿Qué exige el Pueblo Kichwa de Sarayaku a través de la demanda?
El Pueblo Kichwa de Sarayaku demanda en primera instancia que la Corte
Interamericana de Derechos Humanos reconozca que el estado ecuatoriano
violó sus derechos al permitir que ingrese la empresa petrolera sin consultar y sin
obtener el consentimiento del pueblo, así como haber permitido las violaciones a
los derechos ocurridas durante la invasión. El pueblo de Sarayaku exige que se
repare por las violaciones a los derechos, principalmente que: se reconozca al
territorio de Sarayaku como Kawsay Sacha (selva viva), territorio biocultural de la
nacionalidad kichwa; su territorio permanecerá libre de industría extractiva; se
retiren todos los explosivos sembrados por la CGC (según información oficial de
2005, la cantidad de pentolita es de 1433kg aún enterrada a 12 metros de
profundidad) y que se reforesten las áreas donde se construyeron las trochas.
¿Cuál sería la consecuencia de un fallo favorable en el caso Sarayaku contra
el estado ecuatoriano?

En primer lugar será demostrado que la causa de Sarayaku es justa,


adicionalmente se establecería un precedente obligatorio para todos los países de
las Américas respecto a la obligación de los estados de cumplir con el derecho a la
consulta y el consentimiento de los pueblos indígenas cuando se plané realizar
actividades que provoquen graves impactos en sus territorios, culturas y vidas.
El Pueblo Originario Kichwa de Sarayaku esta ubicado en la provincia de Pastaza,
en el centro sur de la Amazonía ecuatoriana. Está conformado por 5 comunidades,
Sarayakillo, Kali Kali, Shiwacocha, Chontayaku y Sarayaku centro. El número total
de habitantes identificados es de 1223.
El gobierno de Ecuador debe de hacer más para proteger los derechos humanos del Pueblo
Kichwa de Sarayaku para cumplir plenamente con el fallo de una corte internacional, señala
Amnistía Internacional.
Hoy
hace un año la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) publicó la sentencia
por la cual Ecuador debe disculparse, consultar y recompensar al pueblo Sarayaku por un
proyecto de explotación petrolera que dañó sus tierras ancestrales en la región amazónica del
este de Ecuador y puso sus vidas en riesgo.
“Aunque ha habido algunos progresos hacia la implementación de la sentencia, el gobierno de
Ecuador todavía tiene que disculparse con el pueblo Sarayaku y regular adecuadamente el
derecho a la consulta. Debe garantizar el derecho al consentimiento libre, previo e informado
antes de llevar a cabo proyectos en su territorio” dijo Guadalupe Marengo, directora del
Programa para América de Amnistía Internacional.

“El gobierno también tiene que acelerar la eliminación segura de 1.4 toneladas de explosivos
de alta potencia que la compañía petrolera dejó en su territorio, conforme a los deseos de la
comunidad”.

La sentencia de la Corte IDH en julio de 2012 fue aclamada como un gran paso adelante en la
protección de los derechos humanos de los pueblos indígenas en el país y en la región.

“El fallo dio a Ecuador la oportunidad de dar ejemplo a toda la región sobre cómo evitar nuevas
violaciones de derechos humanos como las sufridas por el pueblo Sarayaku”, ha dicho
Guadalupe Marengo.

“Ecuador debe cumplir plenamente e introducir una legislación avanzada, conforme a los
estándares internacionales sobre el derecho a un consentimiento libre, previo e informado”.

La Corte IDH dictaminó que el pueblo de Sarayaku no fue debidamente consultado sobre el
proyecto petrolero realizado por la empresa argentina Compañía General de Combustibles en
su territorio, en la región amazónica del Ecuador. Dijo que el Estado había violado el derecho
de propiedad de la comunidad, su identidad cultural y había puesto en riesgo la supervivencia
de la misma.

En el año 2012 el Gobierno aprobó un decreto ejecutivo que proporciona un marco legislativo
para la consulta en las zonas afectadas por los proyectos de petróleo y gas. Sin embargo,
Amnistía Internacional no cree que sea conforme a las normas internacionales.
“Este decreto no fue consultado y acordado con los pueblos indígenas conforme con los
estándares internacionales y muchos de ellos han expresado serias dudas sobre el proceso de
consulta que tuvo lugar hasta ahora bajo este decreto”, ha dicho Marengo.

A finales de noviembre de 2012, Ecuador inició un proceso de licitación pública para la apertura
de grandes áreas de la región amazónica del sureste de Ecuador para proyectos petrolero.
Compañías petroleras alrededor del mundo fueron invitadas para presentar ofertas con el fin de
llevar a cabo la exploración y explotación del petróleo. El proceso de licitación pública sigue
abierto.

El caso Sarayaku
Los Sarayaku son un Pueblo Indígena Kichwa de unos 1.200 miembros cuyos territorios
ancestrales están situados en un área remota de la región amazónica al este de Ecuador.

En el 2002 una compañía petrolera ocupó parte del territorio ancestral de la comunidad
indígena Sarayaku. El Estado ecuatoriano había dado a la compañía el permiso para buscar
petróleo sin consultar previamente con el pueblo Sarayaku.

Durante varios meses, personal de la empresa, acompañados por soldados y guardias de


seguridad privada, llevaron a cabo detonaciones, talaron árboles, excavaron más de 400
pozos, enterraron más de 1.4 toneladas de explosivos de alta potencia y contaminaron el
medio ambiente con el ruido de helicópteros moviendo personas y explosivos alrededor, entre
otras actividades. El Pueblo Sarayaku respondió con denuncias a nivel nacional e internacional
y, finalmente, consiguieron que la empresa dejara el proyecto. Pero las autoridades no se
disculparon, ni proporcionaron alguna reparación por el impacto que el proyecto de explotación
tuvo en la vida de la comunidad, ni realizaron ningún tipo de compromiso para prevenir abusos
similares.

Después de agotar todas las vías internas legales de reparación y garantías para la no
repetición, el Pueblo Sarayaku decidió llevar su caso a la Corte Interamericana de Derechos
Humanos. En julio de 2012 los jueces fallaron a favor de los Sarayaku.

Los Sarayaku y Amnistía Internacional co-produjeron el documental Los descendientes del


Jaguar que trata sobre la lucha de la comunidad para defender sus derechos. La película ganó
el premio como “Mejor Documental” en el año 2012 del All Roads Film Project de National
Geographic que tuvo lugar en Washington en septiembre de 2012, entre otras distinciones.
Soy hijo de un pueblo que ha sido vulnerado sus derechos, soy hermano de mujeres y hombres
que han sido perseguidos tan solo por pedir el derecho a vivir en paz”. Con estas palabras se
presentó ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos Marlon Santi, ex presidente de la
CONAIE y uno de los líderes del pueblo kichwa de Sarayaku (Ecuador).
Así se cerró la primera jornada del denominado “Juicio de la Dignidad”. “Queremos que nos
dejen vivir en paz” terminó señalando Santi. En su momento, Sabino Gualinga, líder espiritual
de Sarayaku, de 89 años de edad, explicó a la Corte los efectos catastróficos que tuvo la
incursión de la petrolera argentina CGC en su selva sagrada.
Ante una pregunta del Juez Manuel Ventura, Sabino Gualinga aclaró que en su cosmovisión la
selva está viva y habitada por seres espirituales que mantienen el equilibrio entre los humanos
y la Naturaleza. “No queremos que entren a nuestra tierra los que quieren hacer estallar con
explosivos sus entrañas” dijo, porque eso implicaría que los seres que cuidan la selva se vayan
y lleguen grandes males para el mundo como enfermedades y cataclismos.
Sarayaku reclama al Estado Ecuatoriano por haber permitido el ingreso de una petrolera en su
territorio sin que se le haya informado, consultado o pedido su consentimiento. La petrolera
CGC dejó, entre 2002 y 2003, una cantidad cercana a la tonelada y media de explosivos
sembrados y desperdigados en un área de 16.000 hectáreas del territorio Sarayaku.
Según informa la agencia EFE, el día 7 de julio intervino el relator especial de la ONU sobre
Pueblos Indígenas, James Anaya, quien participó como perito propuesto por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos. Él afirmó que los estados deben consultar a los
indígenas antes de realizar proyectos de desarrollo en sus tierras. El Estado ecuatoriano
presentó como perito al general Óscar Troya, quien dijo que las Fuerzas Armadas nunca
ingresaron para acompañar a la CGS. Para el Gobierno, la opinión de los pueblos no implica
una imposición de su voluntad.
‘Saquen el explosivo’
Entre los testimonios de la comunidad estuvo el de Ena Santi, quien declaró con su hijo de dos
meses de edad en brazos, pidió a la Corte “que digan a los gobiernos de nuestro país que nos
respeten, les pido también que saquen de nuestro territorio ese explosivo que tanto daño nos
hizo”.
El abogado de Sarayaku, Mario Melo, de la organización ecuatoriana Fundación Pachamama,
dijo “esta primera jornada ha sido muy importante porque los testimonios de las víctimas han
permitido apreciar a la Corte Interamericana la gravedad de los daños que le produjo el ingreso
inconsulto, violento y contra su voluntad, de la petrolera en su territorio”.
El Pueblo de Sarayaku estuvo representado también por Viviana Kristicevik de la organización
regional CEJIL, quien señaló “El pueblo Sarayaku demostró una vez más su valentía y
dignidad al declarar ante la Corte IDH”.
Según explica The Associated Press La audiencia, que se extendió durante casi siete horas el
jueves, culminó con la presentación de los alegatos finales orales por las partes.
Los representantes de los indígenas insistieron en que el retiro de los explosivos es una de las
reparaciones más esperadas por los sarayaku, en tanto el Estado sugirió a la Corte nombrar un
peritaje que determine de qué forma se realizará ese proceso.
El presidente de la Corte, el juez peruano Diego García Sayán, además cerró la fase de
preguntas consultando a la delegación estatal qué veracidad hay en la versión de que Ecuador
prepara una nueva licitación de bloques petroleros para octubre. Los representantes no
pudieron responder la interrogante, por lo que deberán hacerlo en los alegatos escritos.
Las partes tendrán hasta el 8 de agosto para remitir esos documentos, en tanto García Sayán
adelantó que una eventual decisión en este caso podría darse este mismo año.

HISTORIA
La Empresa Estatal de Petróleos del Ecuador y el consorcio CompañÃa General de
Combustibles S.A. y Petrolera Argentina San Jorge S.A. suscribieron un contrato de
participación para la exploración y explotación de petróleo crudo en el bloque 23 de la
Región Amazónica en 1996. El espacio territorial otorgado para ese efecto comprendÃa
una superficie de 200.000 Hectáreas, en las que habitan varias asociaciones,
comunidades y pueblos indÃgenas, como el pueblo Kichwa de Sarayaku.
En noviembre de 2002, ante el ingreso CGC (CompañÃa General del Combustibles) al
territorio de Sarayaku, la comunidad paralizó todas sus actividades económicas,
administrativas y escolares con el propósito de resguardar los lÃmites de su territorio.
La empresa abrió trochas sÃsmicas, habilitó siete helipuertos, destruyó cuevas, fuentes de
agua, y rÃos subterráneos, necesarios para consumo de agua de la comunidad; taló
árboles y plantas de gran valor medioambiental, cultural y de subsistencia alimentaria de
Sarayaku.
La Asociación de Sarayaku envió una comunicación al Ministerio de EnergÃa y Minas
manifestando su oposición a la entrada de compañÃas petroleras en su territorio ancestral.
Entre febrero de 2003 y diciembre de 2004 fueron denunciadas presuntas amenazas y
hostigamientos realizados en perjuicio de miembros de Sarayaku.
8 años más tarde, el 19 de noviembre de 2010, PETROECUADOR firmó con la empresa
CGC un Acta de Terminación por mutuo acuerdo del contrato.
PGE.
El Caso del Pueblo IndÃgena Kichwa de Sarayaku llega a la Corte Interamericana de
Derechos Humanos el 26 de abril del 2010 por efecto de una demanda interpuesta por la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en base a una demanda recibida del
pueblo Sarayacu en diciembre de 2003.
Las pretensiones se relacionaban con una supuesta violación del derecho a la consulta
previa, libre e informada de la comunidad, previo a la suscripción del contrato de concesión
con la CGC en 1996, en conexión con su derecho de propiedad sobre las tierras
ancestrales, y la reanudación de las prospecciones sÃsmicas en 2002.
En torno a esta posición jurÃdica el Estado señaló que, si bien la consulta previa fue
consagrada posteriormente en la Constitución de 1998 y ratificada en la de 2008 (artÃculo
57, numeral 7), ante la ausencia de norma infraconstitucional en la materia, en marzo de
2010 la Corte Constitucional estableció que el resultado de una consulta previa no es
vinculante para el Estado y sus instituciones, y que la opinión de los pueblos consultados
no implica la imposición de su voluntad sobre el Estado.
La defensa del Ecuador sostuvo que debe observarse el principio de equilibrio entre el
interés general y el interés particular reconocido por la CIDH, pues una comunidad indÃ-
gena aunque debe ser respetada y protegida, no puede imponer su voluntad sobre toda la
sociedad.
La PGE destacó que a partir de 2007, el Estado ha destinado importantes recursos para el
desarrollo de la comunidad Sarayaku a través de instituciones como el Instituto para el
Ecodesarrollo Regional Amazónico (ECORAE), el Ministerio de Inclusión Económica y
Social (MIES) y el Ministerio de Desarrollo Urbano y Vivienda (MIDUVI), que han hecho
también inversión social sostenida en la zona. Con el apoyo del Gobierno nacional y de la
cooperación internacional, los habitantes de Sarayacu han podido construir obras de
infraestructura, emprendimientos y servicios, como pistas de aterrizaje aéreo y paneles de
energÃa solar, que redundan en beneficio de su comunidad.
En la audiencia del 6 y 7 de julio de 2011, el Estado ecuatoriano solicitó a la Corte que
modifique el alcance de las medidas provisionales vigentes, de tal suerte que el Estado
ecuatoriano pueda brindar una efectiva protección a las comunidades del rÃo Bobonaza
–igualmente titulares del territorio en donde se ubica el Bloque 23- como Cutucachi,
Jatún Molino y Canelos, que han sido vÃctimas de actos de violencia y agresión por parte
de algunos pobladores de Sarayaku y que, por ello se han visto obligados a desplazarse a
otras zonas.
Por invitación del Estado ecuatoriano, los miembros de la Corte IDH realizaron una visita in
situ el 21 de abril de 2012, al territorio del pueblo Sarakayu, donde acudieron, por parte de
la Corte Interamericana de Derechos Humanos, su Presidente doctor Diego GarcÃa-
Sayán, la magistrada Rhadys Abreu Blondet y el secretario Pablo Saavedra Alessandri.
Durante esta diligencia, el Secretario JurÃdico de la Presidencia de la República, doctor
Alexis Mera dijo que el Estado ecuatoriano condena los actos invasivos ocurridos en años
anteriores y considera que la comunidad tiene derecho a una reparación.
Dentro de la Diligencia In Situ en territorio del Pueblo IndÃgena de Sarayaku, el Secretario
Nacional JurÃdico a nombre del Estado, reconoció la responsabilidad del Estado
ecuatoriano. Por parte de la PGE fueron en delegación el Sub-Director de la Dirección
Nacional de Derechos Humanos, Master Cristian Espinosa y el Abogado, Daniel Noroña,
Asistente JurÃdico. Este asunto fue valorado por la Corte en la sentencia, aunque no fue
un procedimiento formal de allanamiento, sino un reconocimiento unilateral que permitió
que la ciudadanÃa y el propio pueblo de Sarayaku conozcan la voluntad de respeto de
derechos humanos frente a gobiernos anteriores que actuaron con otras polÃticas.
Esta gestión jurÃdica esencial para comprender las complejidades del caso dentro del
territorio, se constituyó en la primera vez en la historia que los jueces de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, que se desplazaron a un Estado para resolver un
caso.
La presentación de evidencia probatoria del Estado ecuatoriano permitió que la Corte
Interamericana de Derechos Humanos señale una reparación proporcional a toda la
comunidad, de 1.404.344, 62 dólares americanos, y no se acepte la propuesta de la
Comunidad de Sarayaku que rebasa ampliamente los estándares de reparación material e
inmaterial por cuanto su pretensión bordeaba la suma de 10 millones de dólares
americanos.
El 27 de junio de 2012, la Corte dictó sentencia de fondo y reparaciones dentro del caso.
La resolución dictaminó pagar indemnizaciones como parte de la remediación por daños
causados en 2002 y 2003. Por ello, el 26 de julio de 2013 el Gobierno Nacional realizó la
transferencia de $ 1,3 millones a las cuentas de la comunidad. Además de disculpas
públicas fueron presentadas el 30 de septiembre de 2014.
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La sentencia pronunciada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos
el 25 de junio de 2012 en el caso Pueblo Originario Kichwa de Sarayaku v.
Ecuador[2], hizo algunos aportes trascendentes para los pueblos indígenas en
el ámbito del Derecho Internacional de los Derechos Humanos, que es
importante analizar:

1. Respecto a la condición de los pueblos indígenas como sujetos de


derechos

Para empezar, fue en esta sentencia cuando, por primera vez dentro de la ya
amplia jurisprudencia interamericana sobre la materia, la Corte reconoció que
los pueblos indígenas, como colectivos, son titulares de derechos humanos y
que esa titularidad y esos derechos son distintos a los de los individuos que
los componen.

Así, cuando en anteriores oportunidades la Corte ha fallado casos referentes a


comunidades y pueblos indígenas y tribales, lo ha hecho declarando
violaciones a los derechos de los miembros o integrantes de dichas
comunidades y pueblos[3]. En la sentencia del Caso Sarayaku, en cambio, la
Corte Interamericana, establece que las consideraciones de derecho que
realiza, deberán entenderse desde una perspectiva colectiva. (Párrafo 231,
Sentencia Caso Sarayaku) y por tanto declara la responsabilidad del Estado
ecuatoriano por la violación de derechos humanos “en perjuicio del Pueblo
Indígena Kichwa de Sarayaku”. (Párrafo 341, Sentencia Caso Sarayaku). De
manera consecuente, en lo referente a las reparaciones, la Corte consideró
parte lesionada en los términos del Artículo 63.1 de la Convención
Americana[4], al Pueblo Indígena Kichwa de Sarayaku que sufrió las
violaciones, por lo que lo considera beneficiario de las reparaciones que
ordena. (Párrafo 284, Sentencia Caso Sarayaku)

Recordemos que la Declaración de Naciones Unidas sobre Derechos de los


Pueblos Indígenas señala que los indígenas “como pueblos o como personas”
tienen derecho al disfrute de todos los derechos humanos y de las libertades
fundamentales (Art. 1). Por su parte, el Convenio 169 de la OIT establece que
sus disposiciones se aplican a los pueblos en países independientes,
considerados indígenas por el hecho de descender de poblaciones que
habitaban en el país o en una región geográfica a la que pertenece el país en
la época de la conquista o la colonización o del establecimiento de las
actuales fronteras estatales y que, cualquiera que sea su situación jurídica,
conserven todas sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y
políticas, o parte de ellas. (Art 1, numeral 1, letra a). También se aplican a los
pueblos tribales en países independientes, cuyas condiciones sociales,
culturales y económicas les distingan de otros sectores de la colectividad
nacional, y que estén regidos total o parcialmente por sus propias costumbres
o tradiciones o por una legislación especial; (Art. 1, numeral 1, letra b)

En 2007, al fallar el Caso Saramaka v. Surinam, la Corte Interamericana de


Derechos Humanos definió un pueblo tribal como un pueblo que no es
indígena a la región (que habita) pero que comparte características similares
con los pueblos indígenas, como tener tradiciones sociales, culturales y
económicas diferentes de otras secciones de la comunidad nacional,
identificarse con sus territorios ancestrales y estar regulados, al menos en
forma parcial, por sus propias normas, costumbres o tradiciones[5], e hizo
uso del Convenio 169 para interpretar la Convención Americana en lo
referente al derecho a la propiedad territorial de los Saramakas, pueblo
afrodescendiente (maroon) de la selvas de Surinam, aunque en esa
oportunidad, como en las anteriores en las que trató violaciones de derechos
de los pueblos o comunidades indígenas y tribales, no llegó a definir con
claridad que la víctima de las violaciones de derechos declaradas por esa
sentencia era el pueblo Saramaka, como colectivo, sino que consideró
víctimas a sus miembros.

La diferencia es trascendental desde el punto de vista jurídico y desde el punto


de vista de la ciencia política, puesto que en la sentencia del Caso Sarayaku, el
más alto Tribunal de Justicia de las Américas, al considerar a dicho pueblo
indígena como sujeto de derechos humanos, reconoció que todos los pueblos
indígenas americanos son titulares de una dignidad colectiva distinta a la de
sus miembros, y que requieren de una especial protección a través del
reconocimiento y ejercicio de derechos colectivos. Al hacerlo, sienta un
precedente muy importante, especialmente para los pueblos indígenas de
aquellos países que aún no son estados parte del Convenio 169 de la OIT ni
han reconocidos a los pueblos indígenas como sujetos de derecho en sus
constituciones nacionales.

2. Respecto al derecho a la consulta

Sin lugar a dudas, el aspecto en el que la sentencia del Caso Sarayaku hace
mayores aportes es la consulta previa a los pueblos indígenas.
2.1 La obligación de consultar es un principio general de Derecho
Internacional

A partir de la constatación de que diversos estados miembros de la OEA, a


través de su legislación interna y de la jurisprudencia de sus altos tribunales
han reconocido la importancia de las consultas y de la propiedad comunitaria
de los pueblos indígenas; de que en varios países de la región que son estados
parte del Convenio 169 de la OIT, los tribunales de justicia han señalado la
necesidad de respetar las normas de consulta previa previstas en dicho
instrumento y que incluso tribunales de estados que no han ratificado el
Convenio 169 de la OIT, dentro y fuera de la región americana, se han
referido a la necesidad de realizar consultas previas con las comunidades
indígenas, autóctonas o tribales sobre decisiones que afecten directamente sus
derechos y sus territorios, la Corte Interamericana concluye que la obligación
de consulta, además de constituir una norma convencional, es también un
principio general de Derecho Internacional. (Párrafo 164, Sentencia Caso
Sarayaku)

Definir la obligación de consultar como un principio general de Derecho


Internacional tiene una enorme importancia desde el punto de vista jurídico.
El artículo 38 del Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, señala a
los principios generales de derecho reconocidos por las naciones
civilizadas, entre las fuentes del Derecho Internacional en base a las cuales la
Corte Internacional de Justicia resuelve las controversias sometidas a su
conocimiento. En otras palabras, los estados tienen el deber de realizar
consultas a los pueblos indígenas, exista o no una norma legal nacional o
internacional que así le obligue.

Este señalamiento zanja la discusión respecto a que si los estados que no son
parte del Convenio 169 de la OIT, de la Convención Americana de Derechos
Humanos, o que no contemplan dicha obligación en su legislación interna,
están jurídicamente obligados a realizar consultas previas a los pueblos
indígenas antes de tomar decisiones que les afecten. También la discusión
planteada por el Estado ecuatoriano en el litigio del Caso Sarayaku, respecto a
que si los estados estaban obligados a realizar consultas previas antes de que
el Convenio 169 entrara en vigor para ellos o se haya incorporado ese deber
en su legislación nacional.

En ambos casos la respuesta es sí. Como ha dicho la Corte, el deber de


consultar no dimana exclusivamente de una fuente legal nacional a o
internacional, sino de un principio general de Derecho, que como ya dijimos,
constituye fuente formal de Derecho Internacional.
2.2 La consulta previa y el derecho a la cultura propia o identidad
cultural

Si bien en anteriores casos la Corte ya señaló que el desconocimiento del


territorio ancestral de las comunidades indígenas podría afectar otros derechos
básicos como el de la identidad cultural[6], la sentencia del Caso Sarayaku
hace importantes desarrollos respecto al derecho a la identidad cultural.

Así, en la sentencia que estamos comentando, la Corte concibe al derecho a la


identidad cultural como un derecho fundamental y de naturaleza colectiva de
las comunidades indígenas, lo cual implica que los Estados tienen la
obligación de garantizar que los pueblos indígenas sean debidamente
consultados sobre asuntos que incidan o pueden incidir en su vida cultural y
social, de acuerdo con sus valores, usos, costumbres y formas de
organización. (Párrafo 217, Sentencia Caso Sarayaku) Más aún, para la
Corte, el reconocimiento del derecho a la identidad cultural es ingrediente y
vía de interpretación transversal para concebir, respetar y garantizar el goce
y ejercicio de los derechos humanos de los pueblos y comunidades
indígenas. (Párrafo 213, Sentencia Caso Sarayaku)

La Corte Interamericana dice que el derecho a la consulta de las comunidades


y pueblos indígenas está cimentado, entre otros, en el respecto a sus derechos
a la cultura propia o identidad cultural y añade que esos derechos deben ser
garantizados, particularmente, en una sociedad pluralista, multicultural y
democrática (párrafo 159, Sentencia Sarayaku).

Los hechos probados durante el litigio del caso, como la destrucción del árbol
sagrado “Lispungo” por parte de trabajadores de la empresa petrolera que
ingresaron al territorio de Sarayaku, la colocación y estallido de explosivos
para realizar la exploración sísmica dentro del territorio ancestral del pueblo,
la imposibilidad de realizar la fiesta tradicional de Sarayaku por varios años
debido a los acontecimientos materia del caso, produjeron profundas
afectaciones a las relaciones sociales y espirituales que los integrantes de la
comunidad pueden tener con los diferentes elementos de la naturaleza que los
rodea cuando son destruidos o menoscabados. (Párrafo 219, Sentencia Caso
Sarayaku). Por tanto la Corte consideró que la falta de consulta afectó la
identidad cultural del Pueblo de Sarayaku, por cuanto no cabe duda que la
intervención y destrucción de su patrimonio cultural implica una falta grave al
respeto debido a su identidad social y cultural, a sus costumbres, tradiciones,
cosmovisión y a su modo de vivir. (Párrafo 220, Sentencia Caso Sarayaku)
2.3 Los Estándares para la realización de las consultas a los pueblos
indígenas

La Corte hace algunos importantes aportes respecto a los estándares de


derechos humanos que se deberán observar al momento de realizar las
consultas a los pueblos y comunidades indígenas:

2.3.1 Las consultas deberán realizarse mediante procesos especiales y


diferenciados cuando se vayan a afectar determinados intereses de las
comunidades y pueblos indígenas. Tales procesos deben respetar el sistema
particular de consulta de cada pueblo o comunidad…(Párrafo 165,
Sentencia Sarayaku)

La Corte ratifica, por una parte, el principio general establecido en el Artículo


6 del Convenio 169 y en el Artículo 9 de la Declaración de Naciones Unidas,
respecto a que los estados deberán hacer consultas a los pueblos indígenas
cada vez que se prevean medidas administrativas y legislativas que los
afecten. Como ha señalado el Relator Especial de Naciones Unidas sobre los
derechos y libertades de los indígenas. James Anaya, el deber de celebrar
consultas a los pueblos indígenas es aplicable siempre que una decisión del
Estado pueda afectar a dichos pueblos en modos no percibidos por otros
individuos de la sociedad.[7]

Por otro lado, la Corte resalta que la modalidad que se vaya a adoptar para
realizar las consultas, debe responder a los patrones tradicionales de cada
pueblo para la toma de decisiones importantes. La reglamentación de los
procesos de consulta a los pueblos indígenas debe ser flexible para incorporar
las particularidades de cada pueblo. El formato de la consulta tiene que ser
previamente acordado entre el Estado consultante y los sujetos consultados.
La imposición de modalidades distintas a las propias de los pueblos da paso a
que la voluntad del consultado pueda resulta viciada por intimidación o
manipulación. (Ibis, 2013)

Al respecto la Corte señaló que: … el Estado debe adoptar las medidas


legislativas, administrativas o de otra índole que sean necesarias para poner
plenamente en marcha y hacer efectivo, en un plazo razonable, el derecho a
la consulta previa de los pueblos y comunidades indígenas y tribales y
modificar aquellas que impidan su pleno y libre ejercicio, para lo cual debe
asegurar la participación de las propias comunidades. (Párrafo 301,
Sentencia Caso Sarayaku)
Como lo hemos señalado en trabajos anteriores[8], a menudo las decisiones de
los pueblos indígenas son tomadas en asambleas con participación amplia e
igualitaria de sus miembros. En otras ocasiones las decisiones importantes
son, por motivos culturales, reservadas o órganos especializados como los
Consejos de Sabios. En ocasiones las decisiones son precedidas de ritos o
ceremonias imprescindibles para su validez y legitimidad. Obligar, mediante
reglas impuestas desde fuera, a que las decisiones se adopten mediante
consultas realizadas con formatos rígidos y extraños a la cultura de los
consultados, limita las posibilidades de que un eventual consentimiento
otorgado en esas condiciones, cumpla con el requisito de ser libre. A esto se
refiere el Convenio 169 cuando señala que las consultas a los pueblos
indígenas deben realizarse mediante procedimientos adecuados. (Art. 6,
numeral 2)

2.3.2 Es necesario aclarar que es deber del Estado –y no de los pueblos


indígenas– demostrar efectivamente, en el caso concreto, que todas las
dimensiones del derecho a la consulta previa fueron efectivamente
garantizados (Párrafo 179, Sentencia Caso Sarayaku)

La Corte establece una inversión de la carga de la prueba a favor de los


pueblos indígenas, cuando determina que corresponde al Estado demostrar el
efectivo cumplimiento de todas las dimensiones del derecho a la consulta.

2.3.3 … la misma consulta de buena fe es incompatible con prácticas tales


como los intentos de desintegración de la cohesión social de las
comunidades afectadas, sea a través de la corrupción de los líderes
comunales o del establecimiento de liderazgos paralelos, o por medio de
negociaciones con miembros individuales de las comunidades que son
contrarias a los estándares internacionales. (Párrafo 186, Sentencia Caso
Sarayaku)

El Mecanismo de Expertos de Naciones Unidas sobre los Derechos de los


Pueblos Indígenas destaca que las consultas deben entablarse con buena fe y
de forma adecuada al contexto, lo que requiere que se celebren en un clima de
confianza mutua y transparencia.[9] Por su parte, el Foro Permanente de
Naciones Unidas para las cuestiones indígenas ha dicho, refiriéndose a las
consultas a los pueblos indígenas que Las partes deben establecer un diálogo
que les permita hallar soluciones adecuadas en una atmósfera de respeto
recíproco con buena fe, y una participación plena y equitativa.
Es evidente que las maniobras divisorias de las organizaciones indígenas, la
compra de líderes y otros mecanismos oscuros utilizados para arrancar un sí a
las comunidades consultadas, son incompatibles con la necesidad de generar
un ambiente de confianza entre consultantes y consultados que aparece como
un factor clave para la construcción del consentimiento. Ese ambiente solo es
posible en la medida de que se cultive el respeto mutuo fundado en el
reconocimiento del carácter de sujetos de derechos que tienen los pueblos
indígenas.

La característica de buena fe, tiene que ver, también con la efectividad de la


consulta para lograr un resultado en el proceso de formación de la decisión
consultada. En ese sentido, la consulta es de buena fe si su objetivo final es
logran el consentimiento de los consultados. La Declaración de Naciones
Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas señala que Los Estados
celebrarán consultas y cooperarán de buena fe con los pueblos indígenas
interesados por medio de sus instituciones representativas antes de adoptar y
aplicar medidas legislativas y administrativas que los afecten, para obtener
su consentimiento libre, previo e informado.(Art. 19). El artículo 6, numeral 2
del Convenio 169 de la OIT dice que Las consultas llevadas a cabo en
aplicación de este Convenio deberán efectuarse de buena fe y de una manera
apropiada a las circunstancias, con la finalidad de llegar a un acuerdo o
lograr el consentimiento acerca de las medidas propuestas.

El pleno cumplimiento del objetivo de las consultas a los pueblos indígenas se


refleja en el consentimiento de los consultados. Por lo tanto, si se obtiene el
consentimiento de los consultados, se habrá cumplido el objetivo de las
consultas. Si, por lo contrario, no se llega a dicho consentimiento, las
consultas habrán sido fallidas, truncas e ineficaces. (Ibis, 2013)

La efectividad de la consulta también se observa si es realizada de manera


oportuna, antes de que la decisión que se consulta se haya tomado, desde el
inicio de la planificación del proyecto de que se trate y durante todas sus
etapas. Si la decisión ya está tomada, las concesiones entregadas, los contratos
firmados, la consulta es evidentemente ineficaz y por tanto no es realizada de
buena fe.

Para explicar este punto en algunos talleres posteriores a la publicación de la


sentencia, he usado la siguiente analogía: “supongamos que el organizador del
taller nos consulta a todos los participantes si queremos cenar pollo o pescado.
Luego de deliberar y discutir por un rato entre nosotros sobre los pros y
contras de una y otra opción, unánimemente nos pronunciamos por el
pescado. El organizador, sin embargo, nos dice que nuestra decisión no
importa porque él ya tenía contratado pollo. Entonces, naturalmente, los
participantes le diríamos molestos: si ya lo tenía decidido, ¿para qué nos
pregunta? Esa no es una consulta sino una tomadura de pelo”.

En ese sentido la Corte dijo: El Tribunal recuerda en este sentido que los
procesos de participación y consulta previa deben llevarse a cabo de buena fe
en todas las etapas preparatorias y de planificación de cualquier proyecto de
esa naturaleza. Además, conforme a los estándares internacionales
aplicables, en tales supuestos el Estado debe garantizar efectivamente que el
plan o proyecto que involucre o pueda potencialmente afectar el territorio
ancestral, implique la realización previa de estudios integrales de impacto
ambiental y social, por parte de entidades técnicamente capacitadas e
independientes, y con la participación activa de las comunidades indígenas
involucradas. (Párrafo 300, Sentencia Caso Sarayaku)

2.3.4 Es necesario enfatizar que la obligación de consultar es


responsabilidad del Estado, por lo que la planificación y realización del
proceso de consulta no es un deber que pueda eludirse delegándolo en una
empresa privada o en terceros, mucho menos en la misma empresa
interesada en la explotación de los recursos en el territorio de la comunidad
sujeto de la consulta. (Párrafo 187, Sentencia Caso Sarayaku)

Como señalan los instrumentos internacionales de la materia, los Estados son


los titulares de los deberes de respeto, garantía y tutela de los derechos
consagrados en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos.
Consecuentemente corresponde a los Estados realizar las consultas a los
pueblos indígenas, de conformidad con lo dispuesto en el Artículo 19 de la
Declaración de Naciones Unidas (Los Estados celebrarán consultas…) y en el
Artículo 6, numeral 1 del Convenio 169 de la OIT (Al aplicar las
disposiciones del presente Convenio, los gobiernos deberán: a) consultar a
los pueblos interesados…).

La inconveniencia de que ese deber sea delegado a entidades privadas, peor


aún si son las empresas interesadas en el proyecto que se consulta, es
evidente.

Recientes estudios, refiriéndose a la situación colombiana han afirmado


que pese a los intereses compartidos entre el inversor y el Estado, al momento
de emprender un proyecto de exploración de recursos naturales no
renovables, el Estado relega en los intereses particulares de actores privados
transnacionales buena parte de sus obligaciones. En esa medida, existe un rol
pasivo del Estado, traducido en una desarticulación entre lo asumido por este
bajo la Convención de la OIT y la Constitución y lo ocurrido en la práctica,
lo cual supone la presencia de una institucionalidad poco garante de los
derechos de los indígenas, que para ellos es un desamparo
institucional.[10]Esta situación, observable en otros países, constituye uno de
los mayores obstáculos para el pleno cumplimiento del deber estatal de
consultar a los pueblos indígenas. (Ibis, 2013)

En el mismo sentido, la Corte Interamericana reiteró que la búsqueda de un


“entendimiento” con el Pueblo Sarayaku llevado a cabo por la misma
empresa CGC, no puede ser entendida como una consulta de buena fe en la
diligencia de visita medida que no consistió en un diálogo genuino como
parte de un proceso de participación con miras a alcanzar un
acuerdo. (Párrafo 200, Sentencia Caso Sarayaku)

2.3.5 … el incumplimiento de la obligación de garantizar el derecho a la


propiedad comunal del Pueblo Sarayaku por parte del Estado, permitiendo
la siembra de explosivos en su territorio, ha significado la creación de una
situación permanente de riesgo y amenaza para la vida e integridad
personal de sus miembros.(Párrafo 248)

La inobservancia del deber de consultar, constituyendo en sí misma una


violación de derechos humanos, provoca, además, la violación de otros
derechos conexos e indivisibles. Así, como se ha señalado antes, la falta de
consulta llevó a la vulneración del derecho a la identidad cultural del Pueblo
de Sarayaku.

La Corte Interamericana ha señalado reiteradamente que el derecho a la


consulta previa está vinculado con el derecho a la propiedad comunal,
garantizado por el Artículo 21 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos. Así, en la sentencia del Caso Saramaka v Surinam[11], la Corte
Interamericana consideró que la entrega por parte del Estado, de concesiones
para actividades extractivas dentro de territorios indígenas o tribales,
constituyó una restricción al derecho de propiedad privada comunitaria de
dichos pueblos. Reconoció, no obstante, que el derecho a la propiedad
comunitaria de un pueblo sobre su territorio, puede ser restringidos en la
medida de que dicha restricción no implique una denegación de su vida como
pueblo tribal. Para asegurar aquello, el Estado deberá garantizar al pueblo
cuya propiedad se restringe: a) participación efectiva de conformidad con sus
costumbres y tradiciones, en relación con todo plan de desarrollo, inversión,
exploración o extracción (en adelante “plan de desarrollo o inversión”) que
se lleve a cabo dentro del territorio; b) que los miembros del pueblo afectado
se beneficien razonablemente del plan que se lleve a cabo dentro de su
territorio; c) que no se emita ninguna concesión dentro del territorio del
pueblo afectado a menos y hasta que entidades independientes y técnicamente
capaces, bajo la supervisión del Estado, realicen un estudio previo de
impacto social y ambiental.[12]

La Corte sostiene en el Caso Sarayaku, que la restricción del derecho a la


propiedad territorial derivada de la ausencia de consulta llegó a poner en
peligro, no solo la vida como pueblo, analizada a la luz de las violaciones al
derecho a la identidad cultural descritas en la sentencia, sino incluso del
derecho a la vida e integridad personal de sus miembros.

La gravedad del impacto sobre los derechos producida por la actividad


petrolera al sembrar, a espaldas y sin el consentimiento de los propietarios y
habitantes ancestrales de los territorios afectados, de una importante cantidad
de explosivos de alto poder para realizar la exploración sísmica, y luego
abandonarlos sencillamente ahí, demuestra un alto grado de desprecio por la
dignidad colectiva del pueblo indígena y por la dignidad humana de sus
miembros. Más todavía, dicha operación implicó una manifestación evidente
de desprecio y atentado contra la dignidad de la Madre Tierra cuyos derechos
reconoce la Constitución del Ecuador desde 2008.

Por ello, el estándar establecido en el Caso Saramaka respecto a que cuando


se trate de planes de desarrollo o de inversión a gran escala que tendrían un
mayor impacto dentro del territorio Saramaka, el Estado tiene la obligación,
no sólo de consultar a los Saramakas, sino también debe obtener el
consentimiento libre, informado y previo de éstos, según sus costumbres y
tradiciones.[13], es plenamente aplicable en la situación de Sarayaku. En ese
sentido, la Corte ordenó como garantía de no repetición, que en el eventual
caso que se pretenda realizar actividades o proyectos de exploración o
extracción de recursos naturales, o planes de inversión o desarrollo de
cualquier otra índole que impliquen potenciales afectaciones al territorio
Sarayaku o a aspectos esenciales de su cosmovisión o de su vida e identidad
culturales, el Pueblo Sarayaku deberá ser previa, adecuada y efectivamente
consultado, de plena conformidad con los estándares internacionales
aplicables a la materia. (Párrafo 299, Sentencia Caso Sarayaku).
Consecuentemente, al disponer que las consultas se realicen de conformidad
con los estándares internacionales, la sentencia del Caso Sarayaku remite al
estándar de la sentencia de Saramaka respecto al consentimiento.

Como se puede observar, estos estándares sobre consulta, siendo importantes,


son concordantes con los establecidos por importantes instrumentos
internacionales de soft law como los pronunciamientos del Mecanismo de
Expertos sobre Derechos de los Pueblos Indígenas, del Foro Permanente de
Naciones Unidas sobre Cuestiones Indígenas, del Relator Especial de
Naciones Unidas sobre los derechos de los Pueblos Indígenas y la propia
Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas.
El aporte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos es que, al
desarrollarlos en su sentencia, los ha convertido en precedentes
obligatorios (hard law) para los países parte de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos de la cual es intérprete auténtica y fuente de derecho
internacional.

3. Más allá de la sentencia

La sentencia del Caso Sarayaku marca un nuevo hito en el desarrollo de los


derechos indígenas en el Sistema Interamericano y su influencia en los
debates sobre extractivismo se deja sentir a nivel global. Sin embargo, a un
año de pronunciada la sentencia es momento para ensayar algunas reflexiones
en torno a los derroteros por los que se dirigen los debates sobre los derechos
indígenas.

La primera reflexión que surge es una advertencia respecto al peligro de


reducir el debate respecto a los territorios indígenas y las políticas extractivas
a la cuestión de la consulta-consentimiento.

No debería perderse de vista que, aún cuando la Corte Interamericana vincula


la consulta con el ejercicio de la propiedad colectiva sobre los territorios, la
complejidad de los hechos vinculados con el caso Sarayaku y de los derechos
que resultaron violados muestra claramente que el derecho a la propiedad es
un continente estrecho para una problemática tan amplia.

Más aún cuando en los últimos años han surgido dos constituciones en la
región americana, la ecuatoriana y la boliviana, que proclaman sus estados
como plurinacionales, el foco de la discusión debería ir más allá, hacia la
dicotomía colonialismo vs. libre determinación de los pueblos.

Entregar una concesión para actividades extractivas o de infraestructura de


alto impacto a espaldas y/o contra la voluntad de los propietarios ancestrales
de los territorios afectados es, sin duda, un acto colonial, impropio de una
democracia e inconcebible en un estado plurinacional. Cuando esto sucede, el
remedio jurídico que propone la línea jurisprudencial Saramaka-Sarayaku es
la consulta y la obtención del consentimiento libre, previo e informado como
mecanismo de participación que prevenga que la restricción del derecho a la
propiedad territorial de los afectados les impida el ejercicio de su vida como
pueblos.

Ese es un enfoque todavía limitado. Supone que con realizar un buen proceso
de consulta para, eventualmente, obtener el consentimiento, lo que por cierto
sigue sin suceder en la generalidad de los países de la región, el derecho a la
propiedad queda tutelado y el estado puede proceder con políticas y proyectos
de impactos catastróficos en los territorios indígenas.

El Caso Sarayaku es claro al mostrar los límites de ese enfoque. La


destrucción del hábitat de lo sagrado; de la selva viva Kausak Sacha, que
produjo la muerte o desaparición de la mitad de los amos espirituales del
bosque, como señaló el yachag Sabino Gualinga en su testimonio ante la
Corte; la siembra de pentolita en una gran extensión del territorio y su
abandono como una trampa mortal para la vida humana y la Madre Tierra; la
división y conflicto motivado por la empresa petrolera con sus hermanos y
vecinos; la militarización; los atentados y la violencia; la ausencia de tutela
judicial efectiva, no son, ni de lejos, producto de la falta de consulta al pueblo
de Sarayaku. La causa va mucho más allá: es un modelo colonial de ejercicio
del poder público.

Bajo la misma perspectiva y solo para señalar dos de los caso más
emblemáticos de la región, ni la problemática de los pueblos indígenas
afectados por la carretera que atravesará el TIPNIS en Bolivia ni la de los
pueblos cuyos territorios serán inundados por la represa Belo Monte en Brasil
se reduce a la consulta. Va más allá y toca su derecho a ser y vivir como
pueblos diversos, con sus propias culturas, en sus territorios.

Los pueblos indígenas son sujetos de derechos, como lo ha reconocido la


Corte. Son sujetos, al igual que todos los pueblos del mundo, del derecho
fundamental a la libre determinación[14] que, de conformidad con la
Declaración de Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas,
conlleva la facultad de decidir su presente y su futuro y la de autonomía y
autogobierno dentro de su territorio (Arts. 3 y 4). Como se ve, los
instrumentos internacionales ponen la discusión en otro plano.

Los pueblos indígenas deben seguir exigiendo ser consultados y que se


obtenga su consentimiento antes de cualquier decisión que afecte sus
territorios y sus culturas, claro que sí. Y para eso la sentencia del Caso
Sarayaku es una herramienta formidable. Pero no deberían dejarse conducir a
una discusión que se limita a la consulta y el consentimiento cuando lo que
está en juego es la libre determinación. Deberían exigir el pleno ejercicio de
su facultad de decidir su futuro y autogobernarse en su territorio.

La relación entre consultante y consultado es, de todos modos, una relación


vertical entre un estado que tiene el poder de imponer y una comunidad que
tiene el poder de consentir o resistir.

El ejercicio de la libre determinación conlleva mirar la interlocución entre los


pueblos indígenas y los estados de una manera mucho más horizontal y
respetuosa, que será viable en la medida de que los temas de discusión no sean
simplemente dinero por destrucción.

Más aún, en el caso de los estados plurinacionales, el cambio de enfoque es un


imperativo constitucional y conlleva la discusión de una nueva manera de
entender la democracia, la soberanía y el pacto social.

Quito, 25 de julio de 2103

[1] Abogado del Pueblo Kichwa de Sarayaku ante la Corte Interamericana de


Derechos Humanos

[2] Corte Interamericana. Sentencia caso Sarayaku v. Ecuador. 27 de junio de


2012. Párrafo 231

[3] Caso Awas Tigni v. Nicaragua, Caso Moiwana v. Surinam, Caso Yakye
Axa v. Paraguay, Caso Sawhoyamaxa v. Paraguay; Caso Saramaka v.
Surinam; Caso Xkamok Kasek v. Paraguay

[4] Artículo 63
1. Cuando decida que hubo violación de un derecho o libertad protegidos en
esta Convención, la Corte dispondrá que se garantice al lesionado en el goce
de su derecho o libertad conculcados. Dispondrá asimismo, si ello fuera
procedente, que se reparen las consecuencias de la medida o situación que ha
configurado la vulneración de esos derechos y el pago de una justa
indemnización a la parte lesionada.

Los aportes de la sentencia del caso Sarayaku al corpus iuris de los


derechos indígenas
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Imagen: Cultopias
Por Mario Melo (1)
La sentencia pronunciada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos el 25 de
junio de 2012 en el caso Pueblo Originario Kichwa de Sarayaku v. Ecuador (2), hizo
algunos aportes trascendentes para los pueblos indígenas en el ámbito del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos, que es importante analizar:

1. Respecto a la condición de los pueblos indígenas como


sujetos de derechos
Para empezar, fue en esta sentencia cuando, por primera vez dentro de la ya amplia
jurisprudencia interamericana sobre la materia, la Corte reconoció que los pueblos
indígenas, como colectivos, son titulares de derechos humanos y que esa titularidad y
esos derechos son distintos a los de los individuos que los componen.
Así, cuando en anteriores oportunidades la Corte ha fallado casos referentes a
comunidades y pueblos indígenas y tribales, lo ha hecho declarando violaciones a los
derechos de los miembros o integrantes de dichas comunidades y pueblos (3). En la
sentencia del Caso Sarayaku, en cambio, la Corte Interamericana, establece que las
consideraciones de derecho que realiza, deberán entenderse desde una perspectiva
colectiva. (Párrafo 231, Sentencia Caso Sarayaku) y por tanto declara la responsabilidad
del Estado ecuatoriano por la violación de derechos humanos “en perjuicio del Pueblo
Indígena Kichwa de Sarayaku”. (Párrafo 341, Sentencia Caso Sarayaku). De manera
consecuente, en lo referente a las reparaciones, la Corte consideró parte lesionada en los
términos del Artículo 63.1 de la Convención Americana(4), al Pueblo Indígena Kichwa
de Sarayaku que sufrió las violaciones, por lo que lo considera beneficiario de las
reparaciones que ordena. (Párrafo 284, Sentencia Caso Sarayaku)
Recordemos que la Declaración de Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos
Indígenas señala que los indígenas “como pueblos o como personas” tienen derecho al
disfrute de todos los derechos humanos y de las libertades fundamentales (Art. 1). Por
su parte, el Convenio 169 de la OIT establece que sus disposiciones se aplican a los
pueblos en países independientes, considerados indígenas por el hecho de descender de
poblaciones que habitaban en el país o en una región geográfica a la que pertenece el
país en la época de la conquista o la colonización o del establecimiento de las actuales
fronteras estatales y que, cualquiera que sea su situación jurídica, conserven todas sus
propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas. (Art
1, numeral 1, letra a). También se aplican a los pueblos tribales en países
independientes, cuyas condiciones sociales, culturales y económicas les distingan de
otros sectores de la colectividad nacional, y que estén regidos total o parcialmente por
sus propias costumbres o tradiciones o por una legislación especial; (Art. 1, numeral 1,
letra b)
En 2007, al fallar el Caso Saramaka v. Surinam, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos definió un pueblo tribal como un pueblo que no es indígena a la región (que
habita) pero que comparte características similares con los pueblos indígenas, como
tener tradiciones sociales, culturales y económicas diferentes de otras secciones de la
comunidad nacional, identificarse con sus territorios ancestrales y estar regulados, al
menos en forma parcial, por sus propias normas, costumbres o tradiciones (5), e hizo
uso del Convenio 169 para interpretar la Convención Americana en lo referente al
derecho a la propiedad territorial de los Saramakas, pueblo afrodescendiente (maroon)
de la selvas de Surinam, aunque en esa oportunidad, como en las anteriores en las que
trató violaciones de derechos de los pueblos o comunidades indígenas y tribales, no
llegó a definir con claridad que la víctima de las violaciones de derechos declaradas por
esa sentencia era el pueblo Saramaka, como colectivo, sino que consideró víctimas a sus
miembros.
La diferencia es trascendental desde el punto de vista jurídico y desde el punto de vista
de la ciencia política, puesto que en la sentencia del Caso Sarayaku, el más alto Tribunal
de Justicia de las Américas, al considerar a dicho pueblo indígena como sujeto de
derechos humanos, reconoció que todos los pueblos indígenas americanos son titulares
de una dignidad colectiva distinta a la de sus miembros, y que requieren de una especial
protección a través del reconocimiento y ejercicio de derechos colectivos. Al hacerlo,
sienta un precedente muy importante, especialmente para los pueblos indígenas de
aquellos países que aún no son estados parte del Convenio 169 de la OIT ni han
reconocidos a los pueblos indígenas como sujetos de derecho en sus constituciones
nacionales.

2. Respecto al derecho a la consulta


Sin lugar a dudas, el aspecto en el que la sentencia del Caso Sarayaku hace mayores
aportes es la consulta previa a los pueblos indígenas.
2.1 La obligación de consultar es un principio general de Derecho Internacional
A partir de la constatación de que diversos estados miembros de la OEA, a través de su
legislación interna y de la jurisprudencia de sus altos tribunales han reconocido la
importancia de las consultas y de la propiedad comunitaria de los pueblos indígenas; de
que en varios países de la región que son estados parte del Convenio 169 de la OIT, los
tribunales de justicia han señalado la necesidad de respetar las normas de consulta
previa previstas en dicho instrumento y que incluso tribunales de estados que no han
ratificado el Convenio 169 de la OIT, dentro y fuera de la región americana, se han
referido a la necesidad de realizar consultas previas con las comunidades indígenas,
autóctonas o tribales sobre decisiones que afecten directamente sus derechos y sus
territorios, la Corte Interamericana concluye que la obligación de consulta, además de
constituir una norma convencional, es también un principio general de Derecho
Internacional. (Párrafo 164, Sentencia Caso Sarayaku)
Definir la obligación de consultar como un principio general de Derecho Internacional
tiene una enorme importancia desde el punto de vista jurídico. El artículo 38 del
Estatuto de la Corte Internacional de Justicia, señala a los principios generales de
derecho reconocidos por las naciones civilizadas, entre las fuentes del Derecho
Internacional en base a las cuales la Corte Internacional de Justicia resuelve las
controversias sometidas a su conocimiento. En otras palabras, los estados tienen el
deber de realizar consultas a los pueblos indígenas, exista o no una norma legal nacional
o internacional que así le obligue.
Este señalamiento zanja la discusión respecto a que si los estados que no son parte del
Convenio 169 de la OIT, de la Convención Americana de Derechos Humanos, o que no
contemplan dicha obligación en su legislación interna, están jurídicamente obligados a
realizar consultas previas a los pueblos indígenas antes de tomar decisiones que les
afecten. También la discusión planteada por el Estado ecuatoriano en el litigio del Caso
Sarayaku, respecto a que si los estados estaban obligados a realizar consultas previas
antes de que el Convenio 169 entrara en vigor para ellos o se haya incorporado ese
deber en su legislación nacional.
En ambos casos la respuesta es sí. Como ha dicho la Corte, el deber de consultar no
dimana exclusivamente de una fuente legal nacional a o internacional, sino de un
principio general de Derecho, que como ya dijimos, constituye fuente formal de
Derecho Internacional.
2.2 La consulta previa y el derecho a la cultura propia o identidad cultural
Si bien en anteriores casos la Corte ya señaló que el desconocimiento del territorio
ancestral de las comunidades indígenas podría afectar otros derechos básicos como el de
la identidad cultural(6), la sentencia del Caso Sarayaku hace importantes desarrollos
respecto al derecho a la identidad cultural.
Así, en la sentencia que estamos comentando, la Corte concibe al derecho a la identidad
cultural como un derecho fundamental y de naturaleza colectiva de las comunidades
indígenas, lo cual implica que los Estados tienen la obligación de garantizar que los
pueblos indígenas sean debidamente consultados sobre asuntos que incidan o pueden
incidir en su vida cultural y social, de acuerdo con sus valores, usos, costumbres y
formas de organización. (Párrafo 217, Sentencia Caso Sarayaku) Más aún, para la
Corte, el reconocimiento del derecho a la identidad cultural es ingrediente y vía de
interpretación transversal para concebir, respetar y garantizar el goce y ejercicio de
los derechos humanos de los pueblos y comunidades indígenas. (Párrafo 213, Sentencia
Caso Sarayaku)
La Corte Interamericana dice que el derecho a la consulta de las comunidades y pueblos
indígenas está cimentado, entre otros, en el respecto a sus derechos a la cultura propia o
identidad cultural y añade que esos derechos deben ser garantizados, particularmente, en
una sociedad pluralista, multicultural y democrática (párrafo 159, Sentencia Sarayaku).
Los hechos probados durante el litigio del caso, como la destrucción del árbol sagrado
“Lispungo” por parte de trabajadores de la empresa petrolera que ingresaron al territorio
de Sarayaku, la colocación y estallido de explosivos para realizar la exploración sísmica
dentro del territorio ancestral del pueblo, la imposibilidad de realizar la fiesta tradicional
de Sarayaku por varios años debido a los acontecimientos materia del caso,
produjeron profundas afectaciones a las relaciones sociales y espirituales que los
integrantes de la comunidad pueden tener con los diferentes elementos de la naturaleza
que los rodea cuando son destruidos o menoscabados. (Párrafo 219, Sentencia Caso
Sarayaku). Por tanto la Corte consideró que la falta de consulta afectó la identidad
cultural del Pueblo de Sarayaku, por cuanto no cabe duda que la intervención y
destrucción de su patrimonio cultural implica una falta grave al respeto debido a su
identidad social y cultural, a sus costumbres, tradiciones, cosmovisión y a su modo de
vivir. (Párrafo 220, Sentencia Caso Sarayaku)
2.3 Los Estándares para la realización de las consultas a los pueblos indígenas
La Corte hace algunos importantes aportes respecto a los estándares de derechos
humanos que se deberán observar al momento de realizar las consultas a los pueblos y
comunidades indígenas:
2.3.1 Las consultas deberán realizarse mediante procesos especiales y diferenciados
cuando se vayan a afectar determinados intereses de las comunidades y pueblos
indígenas. Tales procesos deben respetar el sistema particular de consulta de cada
pueblo o comunidad… (Párrafo 165, Sentencia Sarayaku)
La Corte ratifica, por una parte, el principio general establecido en el Artículo 6 del
Convenio 169 y en el Artículo 9 de la Declaración de Naciones Unidas, respecto a que
los estados deberán hacer consultas a los pueblos indígenas cada vez que se prevean
medidas administrativas y legislativas que los afecten. Como ha señalado el Relator
Especial de Naciones Unidas sobre los derechos y libertades de los indígenas. James
Anaya, el deber de celebrar consultas a los pueblos indígenas es aplicable siempre que
una decisión del Estado pueda afectar a dichos pueblos en modos no percibidos por
otros individuos de la sociedad.(7)
Por otro lado, la Corte resalta que la modalidad que se vaya a adoptar para realizar las
consultas, debe responder a los patrones tradicionales de cada pueblo para la toma de
decisiones importantes. La reglamentación de los procesos de consulta a los pueblos
indígenas debe ser flexible para incorporar las particularidades de cada pueblo. El
formato de la consulta tiene que ser previamente acordado entre el Estado consultante y
los sujetos consultados. La imposición de modalidades distintas a las propias de los
pueblos da paso a que la voluntad del consultado pueda resulta viciada por intimidación
o manipulación. (Ibis, 2013)
Al respecto la Corte señaló que: … el Estado debe adoptar las medidas legislativas,
administrativas o de otra índole que sean necesarias para poner plenamente en marcha
y hacer efectivo, en un plazo razonable, el derecho a la consulta previa de los pueblos y
comunidades indígenas y tribales y modificar aquellas que impidan su pleno y libre
ejercicio, para lo cual debe asegurar la participación de las propias comunidades.
(Párrafo 301, Sentencia Caso Sarayaku)
Como lo hemos señalado en trabajos anteriores(8), a menudo las decisiones de los
pueblos indígenas son tomadas en asambleas con participación amplia e igualitaria de
sus miembros. En otras ocasiones las decisiones importantes son, por motivos
culturales, reservadas o órganos especializados como los Consejos de Sabios. En
ocasiones las decisiones son precedidas de ritos o ceremonias imprescindibles para su
validez y legitimidad. Obligar, mediante reglas impuestas desde fuera, a que las
decisiones se adopten mediante consultas realizadas con formatos rígidos y extraños a la
cultura de los consultados, limita las posibilidades de que un eventual consentimiento
otorgado en esas condiciones, cumpla con el requisito de ser libre. A esto se refiere el
Convenio 169 cuando señala que las consultas a los pueblos indígenas deben
realizarse mediante procedimientos adecuados. (Art. 6, numeral 2)
2.3.2 Es necesario aclarar que es deber del Estado –y no de los pueblos indígenas–
demostrar efectivamente, en el caso concreto, que todas las dimensiones del
derecho a la consulta previa fueron efectivamente garantizados (Párrafo 179,
Sentencia Caso Sarayaku)
La Corte establece una inversión de la carga de la prueba a favor de los pueblos
indígenas, cuando determina que corresponde al Estado demostrar el efectivo
cumplimiento de todas las dimensiones del derecho a la consulta.
2.3.3 … la misma consulta de buena fe es incompatible con prácticas tales como los
intentos de desintegración de la cohesión social de las comunidades afectadas, sea a
través de la corrupción de los líderes comunales o del establecimiento de liderazgos
paralelos, o por medio de negociaciones con miembros individuales de las
comunidades que son contrarias a los estándares internacionales. (Párrafo 186,
Sentencia Caso Sarayaku)
El Mecanismo de Expertos de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos
Indígenas destaca que las consultas deben entablarse con buena fe y de forma adecuada
al contexto, lo que requiere que se celebren en un clima de confianza mutua y
transparencia.[9] Por su parte, el Foro Permanente de Naciones Unidas para las
cuestiones indígenas ha dicho, refiriéndose a las consultas a los pueblos indígenas
que Las partes deben establecer un diálogo que les permita hallar soluciones
adecuadas en una atmósfera de respeto recíproco con buena fe, y una participación
plena y equitativa.
Es evidente que las maniobras divisorias de las organizaciones indígenas, la compra de
líderes y otros mecanismos oscuros utilizados para arrancar un sí a las comunidades
consultadas, son incompatibles con la necesidad de generar un ambiente de confianza
entre consultantes y consultados que aparece como un factor clave para la construcción
del consentimiento. Ese ambiente solo es posible en la medida de que se cultive el
respeto mutuo fundado en el reconocimiento del carácter de sujetos de derechos que
tienen los pueblos indígenas.
La característica de buena fe, tiene que ver, también con la efectividad de la consulta
para lograr un resultado en el proceso de formación de la decisión consultada. En ese
sentido, la consulta es de buena fe si su objetivo final es logran el consentimiento de los
consultados. La Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos
Indígenas señala que Los Estados celebrarán consultas y cooperarán de buena fe con
los pueblos indígenas interesados por medio de sus instituciones representativas antes
de adoptar y aplicar medidas legislativas y administrativas que los afecten, para
obtener su consentimiento libre, previo e informado. (Art. 19). El artículo 6, numeral 2
del Convenio 169 de la OIT dice que Las consultas llevadas a cabo en aplicación de
este Convenio deberán efectuarse de buena fe y de una manera apropiada a las
circunstancias, con la finalidad de llegar a un acuerdo o lograr el consentimiento
acerca de las medidas propuestas.
El pleno cumplimiento del objetivo de las consultas a los pueblos indígenas se refleja en
el consentimiento de los consultados. Por lo tanto, si se obtiene el consentimiento de los
consultados, se habrá cumplido el objetivo de las consultas. Si, por lo contrario, no se
llega a dicho consentimiento, las consultas habrán sido fallidas, truncas e ineficaces.
(Ibis, 2013)
La efectividad de la consulta también se observa si es realizada de manera oportuna,
antes de que la decisión que se consulta se haya tomado, desde el inicio de la
planificación del proyecto de que se trate y durante todas sus etapas. Si la decisión ya
está tomada, las concesiones entregadas, los contratos firmados, la consulta es
evidentemente ineficaz y por tanto no es realizada de buena fe.
Para explicar este punto en algunos talleres posteriores a la publicación de la sentencia,
he usado la siguiente analogía: “supongamos que el organizador del taller nos consulta a
todos los participantes si queremos cenar pollo o pescado. Luego de deliberar y discutir
por un rato entre nosotros sobre los pros y contras de una y otra opción, unánimemente
nos pronunciamos por el pescado. El organizador, sin embargo, nos dice que nuestra
decisión no importa porque él ya tenía contratado pollo. Entonces, naturalmente, los
participantes le diríamos molestos: si ya lo tenía decidido, ¿para qué nos pregunta? Esa
no es una consulta sino una tomadura de pelo”.
En ese sentido la Corte dijo:
El Tribunal recuerda en este sentido que los procesos de participación y consulta
previa deben llevarse a cabo de buena fe en todas las etapas preparatorias y de
planificación de cualquier proyecto de esa naturaleza. Además, conforme a los
estándares internacionales aplicables, en tales supuestos el Estado debe garantizar
efectivamente que el plan o proyecto que involucre o pueda potencialmente afectar el
territorio ancestral, implique la realización previa de estudios integrales de impacto
ambiental y social, por parte de entidades técnicamente capacitadas e independientes, y
con la participación activa de las comunidades indígenas involucradas. (Párrafo 300,
Sentencia Caso Sarayaku)
2.3.4 Es necesario enfatizar que la obligación de consultar es responsabilidad del
Estado, por lo que la planificación y realización del proceso de consulta no es un
deber que pueda eludirse delegándolo en una empresa privada o en terceros,
mucho menos en la misma empresa interesada en la explotación de los recursos en
el territorio de la comunidad sujeto de la consulta. (Párrafo 187, Sentencia Caso
Sarayaku)
Como señalan los instrumentos internacionales de la materia, los Estados son los
titulares de los deberes de respeto, garantía y tutela de los derechos consagrados en el
Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Consecuentemente corresponde a los
Estados realizar las consultas a los pueblos indígenas, de conformidad con lo dispuesto
en el Artículo 19 de la Declaración de Naciones Unidas (Los Estados celebrarán
consultas…) y en el Artículo 6, numeral 1 del Convenio 169 de la OIT (Al aplicar las
disposiciones del presente Convenio, los gobiernos deberán: a) consultar a los pueblos
interesados…).
La inconveniencia de que ese deber sea delegado a entidades privadas, peor aún si son
las empresas interesadas en el proyecto que se consulta, es evidente.
Recientes estudios, refiriéndose a la situación colombiana han afirmado que pese a los
intereses compartidos entre el inversor y el Estado, al momento de emprender un
proyecto de exploración de recursos naturales no renovables, el Estado relega en los
intereses particulares de actores privados transnacionales buena parte de sus
obligaciones. En esa medida, existe un rol pasivo del Estado, traducido en una
desarticulación entre lo asumido por este bajo la Convención de la OIT y la
Constitución y lo ocurrido en la práctica, lo cual supone la presencia de una
institucionalidad poco garante de los derechos de los indígenas, que para ellos es un
desamparo institucional.(10)Esta situación, observable en otros países, constituye uno
de los mayores obstáculos para el pleno cumplimiento del deber estatal de consultar a
los pueblos indígenas. (Ibis, 2013)
En el mismo sentido, la Corte Interamericana reiteró que la búsqueda de un
“entendimiento” con el Pueblo Sarayaku llevado a cabo por la misma empresa CGC,
no puede ser entendida como una consulta de buena fe en la diligencia de visita medida
que no consistió en un diálogo genuino como parte de un proceso de participación con
miras a alcanzar un acuerdo. (Párrafo 200, Sentencia Caso Sarayaku)
2.3.5 … el incumplimiento de la obligación de garantizar el derecho a la propiedad
comunal del Pueblo Sarayaku por parte del Estado, permitiendo la siembra de
explosivos en su territorio, ha significado la creación de una situación permanente
de riesgo y amenaza para la vida e integridad personal de sus miembros.(Párrafo
248)
La inobservancia del deber de consultar, constituyendo en sí misma una violación de
derechos humanos, provoca, además, la violación de otros derechos conexos e
indivisibles. Así, como se ha señalado antes, la falta de consulta llevó a la vulneración
del derecho a la identidad cultural del Pueblo de Sarayaku.
La Corte Interamericana ha señalado reiteradamente que el derecho a la consulta previa
está vinculado con el derecho a la propiedad comunal, garantizado por el Artículo 21 de
la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Así, en la sentencia del Caso
Saramaka v Surinam(11), la Corte Interamericana consideró que la entrega por parte del
Estado, de concesiones para actividades extractivas dentro de territorios indígenas o
tribales, constituyó una restricción al derecho de propiedad privada comunitaria de
dichos pueblos. Reconoció, no obstante, que el derecho a la propiedad comunitaria de
un pueblo sobre su territorio, puede ser restringidos en la medida de que dicha
restricción no implique una denegación de su vida como pueblo tribal. Para asegurar
aquello, el Estado deberá garantizar al pueblo cuya propiedad se restringe: a)
participación efectiva de conformidad con sus costumbres y tradiciones, en relación con
todo plan de desarrollo, inversión, exploración o extracción (en adelante “plan de
desarrollo o inversión”) que se lleve a cabo dentro del territorio; b) que los miembros
del pueblo afectado se beneficien razonablemente del plan que se lleve a cabo dentro de
su territorio; c) que no se emita ninguna concesión dentro del territorio del pueblo
afectado a menos y hasta que entidades independientes y técnicamente capaces, bajo la
supervisión del Estado, realicen un estudio previo de impacto social y ambiental.(12)
La Corte sostiene en el Caso Sarayaku, que la restricción del derecho a la propiedad
territorial derivada de la ausencia de consulta llegó a poner en peligro, no solo la vida
como pueblo, analizada a la luz de las violaciones al derecho a la identidad cultural
descritas en la sentencia, sino incluso del derecho a la vida e integridad personal de sus
miembros.
La gravedad del impacto sobre los derechos producida por la actividad petrolera al
sembrar, a espaldas y sin el consentimiento de los propietarios y habitantes ancestrales
de los territorios afectados, de una importante cantidad de explosivos de alto poder para
realizar la exploración sísmica, y luego abandonarlos sencillamente ahí, demuestra un
alto grado de desprecio por la dignidad colectiva del pueblo indígena y por la dignidad
humana de sus miembros. Más todavía, dicha operación implicó una manifestación
evidente de desprecio y atentado contra la dignidad de la Madre Tierra cuyos derechos
reconoce la Constitución del Ecuador desde 2008.
Por ello, el estándar establecido en el Caso Saramaka respecto a que cuando se trate de
planes de desarrollo o de inversión a gran escala que tendrían un mayor impacto
dentro del territorio Saramaka, el Estado tiene la obligación, no sólo de consultar a los
Saramakas, sino también debe obtener el consentimiento libre, informado y previo de
éstos, según sus costumbres y tradiciones.(13), es plenamente aplicable en la situación
de Sarayaku. En ese sentido, la Corte ordenó como garantía de no repetición, que en el
eventual caso que se pretenda realizar actividades o proyectos de exploración o
extracción de recursos naturales, o planes de inversión o desarrollo de cualquier otra
índole que impliquen potenciales afectaciones al territorio Sarayaku o a aspectos
esenciales de su cosmovisión o de su vida e identidad culturales, el Pueblo Sarayaku
deberá ser previa, adecuada y efectivamente consultado, de plena conformidad con los
estándares internacionales aplicables a la materia. (Párrafo 299, Sentencia Caso
Sarayaku). Consecuentemente, al disponer que las consultas se realicen de conformidad
con los estándares internacionales, la sentencia del Caso Sarayaku remite al estándar de
la sentencia de Saramaka respecto al consentimiento.
Como se puede observar, estos estándares sobre consulta, siendo importantes, son
concordantes con los establecidos por importantes instrumentos internacionales de soft
law como los pronunciamientos del Mecanismo de Expertos sobre Derechos de los
Pueblos Indígenas, del Foro Permanente de Naciones Unidas sobre Cuestiones
Indígenas, del Relator Especial de Naciones Unidas sobre los derechos de los Pueblos
Indígenas y la propia Declaración de Naciones Unidas sobre los Derechos de los
Pueblos Indígenas. El aporte de la Corte Interamericana de Derechos Humanos es que,
al desarrollarlos en su sentencia, los ha convertido en precedentes obligatorios (hard
law) para los países parte de la Convención Americana sobre Derechos Humanos de la
cual es intérprete auténtica y fuente de derecho internacional.
3. Más allá de la sentencia
La sentencia del Caso Sarayaku marca un nuevo hito en el desarrollo de los derechos
indígenas en el Sistema Interamericano y su influencia en los debates sobre
extractivismo se deja sentir a nivel global. Sin embargo, a un año de pronunciada la
sentencia es momento para ensayar algunas reflexiones en torno a los derroteros por los
que se dirigen los debates sobre los derechos indígenas.
La primera reflexión que surge es una advertencia respecto al peligro de reducir el
debate respecto a los territorios indígenas y las políticas extractivas a la cuestión de la
consulta-consentimiento.
No debería perderse de vista que, aún cuando la Corte Interamericana vincula la
consulta con el ejercicio de la propiedad colectiva sobre los territorios, la complejidad
de los hechos vinculados con el caso Sarayaku y de los derechos que resultaron violados
muestra claramente que el derecho a la propiedad es un continente estrecho para una
problemática tan amplia.
Más aún cuando en los últimos años han surgido dos constituciones en la región
americana, la ecuatoriana y la boliviana, que proclaman sus estados como
plurinacionales, el foco de la discusión debería ir más allá, hacia la dicotomía
colonialismo vs. libre determinación de los pueblos.
Entregar una concesión para actividades extractivas o de infraestructura de alto impacto
a espaldas y/o contra la voluntad de los propietarios ancestrales de los territorios
afectados es, sin duda, un acto colonial, impropio de una democracia e inconcebible en
un estado plurinacional. Cuando esto sucede, el remedio jurídico que propone la línea
jurisprudencial Saramaka-Sarayaku es la consulta y la obtención del consentimiento
libre, previo e informado como mecanismo de participación que prevenga que la
restricción del derecho a la propiedad territorial de los afectados les impida el ejercicio
de su vida como pueblos.
Ese es un enfoque todavía limitado. Supone que con realizar un buen proceso de
consulta para, eventualmente, obtener el consentimiento, lo que por cierto sigue sin
suceder en la generalidad de los países de la región, el derecho a la propiedad queda
tutelado y el estado puede proceder con políticas y proyectos de impactos catastróficos
en los territorios indígenas.
El Caso Sarayaku es claro al mostrar los límites de ese enfoque. La destrucción del
hábitat de lo sagrado; de la selva viva Kausak Sacha, que produjo la muerte o
desaparición de la mitad de los amos espirituales del bosque, como señaló
el yachag Sabino Gualinga en su testimonio ante la Corte; la siembra de pentolita en
una gran extensión del territorio y su abandono como una trampa mortal para la vida
humana y la Madre Tierra; la división y conflicto motivado por la empresa petrolera con
sus hermanos y vecinos; la militarización; los atentados y la violencia; la ausencia de
tutela judicial efectiva, no son, ni de lejos, producto de la falta de consulta al pueblo de
Sarayaku. La causa va mucho más allá: es un modelo colonial de ejercicio del poder
público.
Bajo la misma perspectiva y solo para señalar dos de los caso más emblemáticos de la
región, ni la problemática de los pueblos indígenas afectados por la carretera que
atravesará el TIPNIS en Bolivia ni la de los pueblos cuyos territorios serán inundados
por la represa Belo Monte en Brasil se reduce a la consulta. Va más allá y toca su
derecho a ser y vivir como pueblos diversos, con sus propias culturas, en sus territorios.
Los pueblos indígenas son sujetos de derechos, como lo ha reconocido la Corte. Son
sujetos, al igual que todos los pueblos del mundo, del derecho fundamental a la libre
determinación[14] que, de conformidad con la Declaración de Naciones Unidas sobre
Derechos de los Pueblos Indígenas, conlleva la facultad de decidir su presente y su
futuro y la de autonomía y autogobierno dentro de su territorio (Arts. 3 y 4). Como se
ve, los instrumentos internacionales ponen la discusión en otro plano.
Los pueblos indígenas deben seguir exigiendo ser consultados y que se obtenga su
consentimiento antes de cualquier decisión que afecte sus territorios y sus culturas, claro
que sí. Y para eso la sentencia del Caso Sarayaku es una herramienta formidable. Pero
no deberían dejarse conducir a una discusión que se limita a la consulta y el
consentimiento cuando lo que está en juego es la libre determinación. Deberían exigir el
pleno ejercicio de su facultad de decidir su futuro y autogobernarse en su territorio.
La relación entre consultante y consultado es, de todos modos, una relación vertical
entre un estado que tiene el poder de imponer y una comunidad que tiene el poder de
consentir o resistir.
El ejercicio de la libre determinación conlleva mirar la interlocución entre los pueblos
indígenas y los estados de una manera mucho más horizontal y respetuosa, que será
viable en la medida de que los temas de discusión no sean simplemente dinero por
destrucción.
Más aún, en el caso de los estados plurinacionales, el cambio de enfoque es un
imperativo constitucional y conlleva la discusión de una nueva manera de entender la
democracia, la soberanía y el pacto social.
Quito, 25 de julio de 2103
Notas:
(1) Abogado del Pueblo Kichwa de Sarayaku ante la Corte Interamericana de Derechos
Humanos
(2) Corte Interamericana. Sentencia caso Sarayaku v. Ecuador. 27 de junio de 2012.
Párrafo 231
(3) Caso Awas Tigni v. Nicaragua, Caso Moiwana v. Surinam, Caso Yakye Axa v.
Paraguay, Caso Sawhoyamaxa v. Paraguay; Caso Saramaka v. Surinam; Caso Xkamok
Kasek v. Paraguay
(4) Artículo 63
1. Cuando decida que hubo violación de un derecho o libertad protegidos en esta
Convención, la Corte dispondrá que se garantice al lesionado en el goce de su derecho o
libertad conculcados. Dispondrá asimismo, si ello fuera procedente, que se reparen las
consecuencias de la medida o situación que ha configurado la vulneración de esos
derechos y el pago de una justa indemnización a la parte lesionada.
(5) Corte Interamericana. Sentencia caso Saramaka v. Suriname. 28 de noviembre de
2007. Párrafo 79
(6) Ver Caso Comunidad Indígena Yakye Axa v. Paraguay
(7) Informe del Relator Especial sobre la situación de los derechos humanos y las
libertades fundamentales de los indígenas, James Anaya. 15 de julio de 2009.
A/HRC/12/34
(8) Ver: IBIS Dinamarca (2013) Directrices para la aplicación de derecho al
Consentimiento Libre, Previo e Informado de los Pueblos Indígenas. La Paz. Disponible
en http://www.slideshare.net/weberbol/directrices-para-la-aplicacion-del-
consentimiento-libre-previo-eh-informado-de-los-pueblos-indigenas
(9) (A/HRC/18/42; página 19; párrafo 9
(10) Castillo, Yadira. El rol de la empresa transnacional extractiva de petróleo en la
consulta previa con los indígenas. La experiencia de Colombia. Revista de Derecho.
Universidad del Norte. Barranquilla, 2012
(11) Corte Interamericana. Sentencia caso Saramaka v. Suriname. 28 de noviembre de
2007
(12) Párrafo 129. Caso Saramaka v. Surinam
(13) Párrafo 134. Caso Saramaka v. Surinam
(14) Ver artículo 1 común al Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
(PIDCP) y al Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales
(PIDESC), (Artículo 1,numeral 1. Todos los pueblos tienen el derecho de libre
determinación. En virtud de este derecho establecen libremente su condición política y
proveen asimismo a su desarrollo económico, social y cultural). El Comité sobre
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, organismo de expertos independientes que
supervisa el cumplimiento del PIDESC, ha interpretado como aplicable a los pueblos
indígenas. (ONU, Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
Consideración de Informes presentados por Estados Partes bajo los Artículos 16 y 17
del Pacto. Observaciones Finales sobre la Federación Rusa (trigésimo primera sesión).
N.U. Doc. E/C.12/1/Add.94, 12 de diciembre de 2003). (Ibis, 2013)

https://es.slideshare.net/PresidenciaEc/2-sarayaku-y-visita-cidh-final-36082433
Resumen:
El Pueblo Kichwa de Sarayaku es uno de los asentamientos más antiguos del Pueblo
indígena Kichwa en la provincia de Pastaza de la Amazonia ecuatoriana y cuenta con
aproximadamente 1,300 personas. En el año 1996, Ecuador hizo un contrato de
participación para la exploración de hidrocarburos y explotación de petróleo crudo entre
la Empresa Estatal de Petróleos del Ecuador (PETROECUADOR) y el consorcio
conformado por la CGC (Compañía General deCombustibles, una subsidiaria de
Chevron, en Argentina) y la Petrolera Ecuador San Jorge S.A. Entre el 2002 y 2003, la
empresa CGC, con la ayuda de la Fuerza Pública del Estado, ingresó sin el permiso y
contra la voluntad del pueblo Sarayaku en el territorio de los Sarayaku para realizar
exploración sísmica, sembrando casi una tonelada y media de explosivos dentro del
bosque. Este ingreso inconsulto también causó la destrucción de sitios sagrados y llevó
a enfrentamientos entre los Sarayaku y los agentes de la empresa, y la Fuerza Pública.
La Comisión Interamericana ordenó medidas cautelares a favor del pueblo en el 2003,
pero la Corte no emitió su fallo en el caso hasta el 2012, después de una visita histórica
al pueblo en abril del mismo año. La Corte determinó que Ecuador violó los derechos a
la consulta previa e informada, a la propiedad comunal indígena y a la identidad
cultural. El Estado también fue declarado responsable por poner en grave riesgo los
derechos a la vida e integridad personal y por la violación de los derechos a las garantías
judiciales y a la protección judicial en perjuicio del Pueblo Sarayaku.
La Corte ordenó que Ecuador debe “retirar la pentolita del territorio del Pueblo
Sarayaku”. Ademas, el Estado debe conducir una consulta adecuada, efectiva e plena
antes de empezar proyectos de de extracción de recursos naturales. Debe todavía
realizar “cursos obligatorios” acerca de los derechos de los pueblos indígenas, dirigidos
a funcionarios involucrados con pueblos indígenas, y organizar “un acto público de
reconocimiento de responsabilidad” por las violaciones. Por fin, la Corte estableció que
el Estado debe pagar 90.000 dólares en daños materiales y 1.250.000 de dólares en
daños no materiales al pueblo de Sarayaku.
Ejecución de la decisión y los resultados:
Aunque es muy temprano para evaluar la ejecución, el gobierno ecuatoriano ha
reconocido públicamente su responsabilidad por las violaciones. El Secretario Jurídico
de la Presidencia, Alexis Mero, ha afirmado la intención de Ecuador de cumplir con la
sentencia de la Corte, aunque no ha precisado cuando. Sin embargo, queda por ver si
Ecuador retire los explosivos del territorio de los Sarayaku. Además, mientras Ecuador
afirma que se incluirá la consulta previa en la próxima ronda XI de licitación petrolera,
planeada para 2012, el gobierno ha promulgado el Decreto Ejecutivo No. 1247 del 19 de
julio del 2012, que regula la consulta previa y que, en las palabras del pueblo Sarayaku
y de varias organizaciones indígenas de Ecuador, “pretende suprimir la consulta con un
simple trámite de socialización o información, desconociendo así la sentencia de la
Corte IDH en el Caso Sarayaku”.
Grupos relacionados en el caso:
Fundación Pachamama
CEJIL
Significado del caso:
Según el abogado de los Sarayaku, Mario Melo, la sentencia favorable y la intensa
atención internacional que recibió es el resultado de una estrategia de los Sarayaku que
podría ser utilizado con el mismo éxito por otros pueblos indígenas que enfrentan la
imposición de proyectos de “desarrollo” en sus territorios. Los Sarayaku fueron
ejemplos de unidad, organización, cohesión social y determinación. Además, desde una
perspectiva normativa, la sentencia desarrolla los criterios en cuanto al derecho a la
consulta previa e informada que pueden ser usados en otros casos de violaciones a
derechos indígenas en Latinoamérica (Entrevista de Dejusticia con Mario Melo,
documentos de CEJIL, Amazon Watch, y The Economist).
Enfoque temático de jurisprudencia:
Derechos a la propiedad
Derecho a consulta previa
País:
Ecuador
Decisión:
Sentencia (ESP).pdf
Medidas provisionales de la Corte (2005).pdf
Medidas provisionales de la Corte (2009).pdf
Pronunciamiento-Anti-Ronda-Petrolera-12-de-agosto-pdf.pdf
Pronunc. Sarayaku acerca sentencia 2012.pdf
Recursos relacionados:
Mario Melo. El Caso Sarayaku Pone a Prueba la Democracia y el Estado de Derechos en
el Ecuador. 28 de mayo de 2012. Disponible en:
Andres Reliche. El Gobierno pagará reparación económica al pueblo Sarayaku por los
daños causados en la administración de Lucio Gutiérrez. Andes, 26 de Julio de 2012.
Disponible en:
El Pais. Pueblo Sarayaku celebra victoria en Corte Interamericana. 26 de julio de 2012.
Disponible en:
Sitio oficial del pueblo Sarayaku. Tiene información sobre el caso y la reacción del pueblo
a la sentencia de la Corte: http://sarayaku.org/
El Caso Sarayaku. Documentario realizado con el apoyo de Gobierno de Aragón y EJOLT
(Environmental Justice Organisations Liabilities and Trade). 2012. Disponible en:
Sumak Kawsay: El caso Sarayaku (documentario). Canal Justicia, 2012
César Rodríguez Garavito, Los hijos del jaguar y la locomotora ecuatoriana. El Espectador,
1 Dic 2012

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