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“Un traje no vale ocho veces más que un sobrero porque represente ocho veces
más de trabajo (relación esta última que se mantiene con independencia del
valor del sombrero y del traje), sino que la sociedad está dispuesta a invertir
ocho veces más trabajo en el traje, porque luego, una vez terminado, valdrá
ocho veces más que un sombrero”.
La idea aquí es que las utilidades del traje y del sombrero determinan sus
precios relativos; y estos determinan las horas que la sociedad está dispuesta a
dedicar para producir traje y sombrero. Mises considera que este es uno de los
dos argumentos centrales para refutar la teoría del valor trabajo. El segundo
argumento dice que la teoría del valor trabajo no puede explicar el valor de los
bienes naturales, por ejemplo, la tierra. No lo tratamos aquí para concentrarnos
en la objeción a la teoría del valor trabajo sintetizada en el pasaje citado. Al
pasar, aprovecho para responder una crítica de Ramón Rallo a Marx, que se
vincula a la de Mises-Ropke.
Así, el hecho de que a Robinson Crusoe le lleve un día producir una cesta y dos
días producir una azada, no es producto de su “decisión”. Esos tiempos de
producción están dados por la tecnología de que dispone, y sus habilidades
manuales, factores que no puede alterar a su capricho. Aunque lo que sí puede
hacer Robinson es, una vez determinados los tiempos de trabajo necesarios
para producir la cesta y la azada, decidir cuánto de su tiempo de trabajo anual,
por caso, dedicará a producir estos bienes. Por ejemplo, si decide producir 4
cestas y 2 azadas, deberá dedicar 2 días de trabajo a cada una de esas
producciones.
Por supuesto, lo mismo se aplicaría a una sociedad socialista que puede decidir
ex ante las cantidades a producir. En este caso, teniendo en cuenta las
necesidades de bienes de consumo, y dadas las cantidades de trabajo
necesarias para producirlos, los ciudadanos decidirían cuánto del total del
trabajo social dedicarían a la producción de cada bien, por ejemplo, de trajes y
sombreros. Por otra parte, si se trata de una sociedad productora de mercancías,
esa decisión social se expresa a través de las demandas relativas de las
mercancías; o sea, se expresa en el mercado, por medio del lenguaje de los
precios.
Por lo tanto, con este enfoque se explica sencillamente cómo inciden los
cambios de la demanda sobre los precios. Para verlo, supongamos que se
produce un cambio en los gustos de los consumidores, de manera que estos
deciden disminuir un 10% la compra de trajes, y aumentar 10% la de sombreros.
Supongamos también que este cambio en la demanda se traduce en una caída
del precio del traje a $72, y un aumento del precio del sombrero a $11. Los
productores de trajes ahora trabajan ocho horas y obtienen $72, en tanto los
productores de sombreros trabajan ocho horas y obtienen $88. Por lo tanto,
algunos productores de trajes pasan a producir sombreros, hasta que se igualan
las ofertas y demandas a la nueva situación (nunca se insistirá lo suficiente en
que la ley del valor trabajo se impone por medio de la competencia). A su vez,
si la tecnología y la productividad del trabajo permanecen iguales, los precios
vuelven a establecerse en $80 y $10 para el traje y el sombrero,
respectivamente. Lo cual demuestra que las variaciones de la oferta y la
demanda solo pueden explicar las oscilaciones de los precios en torno a los
precios determinados por los tiempos de trabajo; una vez que la oferta y la
demanda se igualan, es imposible que expliquen los precios.
Rolando Astarita Argumento austriaco contra la teoría del valor trabajo
Señalemos que la ley del valor trabajo tampoco se pone en cuestión por el hecho
de que al variar las cantidades producidas varíen los rendimientos del trabajo.
Estos últimos pueden ser constantes, decrecientes (por ejemplo, cuando se
explota una mina que se va agotando) o crecientes (por ejemplo, cuando existen
economías a escala). Por eso Marx no hizo ningún supuesto especial sobre
rendimientos para presentar su teoría del valor trabajo.