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Rolando Astarita Argumento austriaco contra la teoría del valor trabajo

Argumento austriaco contra la teoría del valor trabajo

Como parte de la crítica a la crítica de los economistas austriacos a la teoría del


valor y la plusvalía de Marx (véase, por ejemplo,​ ​aquí​,​ ​aquí​), en esta nota
examino el argumento de Wilhem Ropke, reproducido por von Mises en ​La
acción humana​, p. 20, nota (Madrid, Unión Editorial). Dicen Mises-Ropke:

“Un traje no vale ocho veces más que un sobrero porque represente ocho veces
más de trabajo (relación esta última que se mantiene con independencia del
valor del sombrero y del traje), sino que la sociedad está dispuesta a invertir
ocho veces más trabajo en el traje, porque luego, una vez terminado, valdrá
ocho veces más que un sombrero”.

La idea aquí es que las utilidades del traje y del sombrero determinan sus
precios relativos; y estos determinan las horas que la sociedad está dispuesta a
dedicar para producir traje y sombrero. Mises considera que este es uno de los
dos argumentos centrales para refutar la teoría del valor trabajo. El segundo
argumento dice que la teoría del valor trabajo no puede explicar el valor de los
bienes naturales, por ejemplo, la tierra. No lo tratamos aquí para concentrarnos
en la objeción a la teoría del valor trabajo sintetizada en el pasaje citado. Al
pasar, aprovecho para responder una crítica de Ramón Rallo a Marx, que se
vincula a la de Mises-Ropke.

Determinación objetiva de los tiempos de trabajo

El problema que plantea el argumento de Mises-Ropke es que parece


desconocer que la sociedad no puede decidir a voluntad cuánto trabajo es
necesario para producir un traje o un sombrero. Esto se debe a que la cantidad
de tiempo de trabajo necesario para producir una mercancía depende, dada una
intensidad media del trabajo, de la tecnología existente. Es una restricción
objetiva​, o sea, no puede eludirse a voluntad. Por este motivo Marx señala que
“la magnitud del valor de la mercancía expresa… una relación ​necesaria e
inmanente​ al proceso de formación de la mercancía con el tiempo de trabajo
necesario de trabajo” (p. 125, t. 1, ​El Capital​, Siglo XXI).
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Así, el hecho de que a Robinson Crusoe le lleve un día producir una cesta y dos
días producir una azada, no es producto de su “decisión”. Esos tiempos de
producción están dados por la tecnología de que dispone, y sus habilidades
manuales, factores que no puede alterar a su capricho. Aunque lo que sí puede
hacer Robinson es, ​una vez determinados los tiempos de trabajo necesarios
para producir la cesta y la azada​, decidir cuánto de su tiempo de trabajo anual,
por caso, dedicará a producir estos bienes. Por ejemplo, si decide producir 4
cestas y 2 azadas, deberá dedicar 2 días de trabajo a cada una de esas
producciones.

Por supuesto, lo mismo se aplicaría a una sociedad socialista que puede decidir
ex ante​ las cantidades a producir. En este caso, teniendo en cuenta las
necesidades de bienes de consumo, ​y dadas las cantidades de trabajo
necesarias para producirlos​, los ciudadanos decidirían cuánto del total del
trabajo social dedicarían a la producción de cada bien, por ejemplo, de trajes y
sombreros. Por otra parte, si se trata de una sociedad productora de mercancías,
esa decisión social se expresa a través de las demandas relativas de las
mercancías; o sea, se expresa en el mercado, por medio del lenguaje de los
precios.

Las dos determinaciones de tiempo de trabajo socialmente necesario

Por lo explicado en el apartado anterior, -y Marx es explícito en esto- existen


dos ​instancias en la determinación del tiempo de trabajo socialmente necesario.
Por un lado, los tiempos de trabajo socialmente necesarios para producir trajes,
sombreros, etcétera. Y por otra parte, la cantidad del tiempo de trabajo total que
dedicará la sociedad a adquirir sombreros, trajes y todas las demás mercancías.
Esta última es la instancia de la demanda: dados los tiempos de trabajo
necesarios para producir trajes, sombreros, etcétera, la sociedad decide entregar
x​ de su tiempo de trabajo total a la adquisición de trajes, ​y​ de su tiempo de
trabajo a la adquisición de sombreros, y así de seguido.

Existe entonces una secuencia lógica. La primera determinación –que explica


Marx en el capítulo 1 de ​El Capital​- establece que la mercancía llega al mercado
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con un precio tentativo, determinado por los tiempos de trabajo invertidos en la


producción (estamos en una sociedad de producción simple de mercancías). Así,
si en la producción de traje se invirtieron ocho horas de trabajo, y el valor de
una hora de trabajo se expresa en $10, el traje llegará al mercado con un precio
tentativo de $80; y si el sombrero insume una hora de trabajo, llegará al
mercado con un precio tentativo de $10.

Sin embargo, no basta con que se haya empleado el tiempo de trabajo


socialmente necesario desde el punto de vista tecnológico y de la intensidad
laboral (o sea, desde el punto de vista de la oferta). También es necesario que se
hayan producido trajes, sombreros, etcétera, ​en las cantidades apropiadas a la
demanda existente​. Es que si, por ejemplo, se han producido demasiados
sombreros en relación a lo que demanda la sociedad, el resultado es el mismo
que si cada productor hubiera empleado en su producción individual más tiempo
del socialmente necesario (véase ​ibid​., p. 130-1).

Por lo tanto, con este enfoque se explica sencillamente cómo inciden los
cambios de la demanda sobre los precios. Para verlo, supongamos que se
produce un cambio en los gustos de los consumidores, de manera que estos
deciden disminuir un 10% la compra de trajes, y aumentar 10% la de sombreros.
Supongamos también que este cambio en la demanda se traduce en una caída
del precio del traje a $72, y un aumento del precio del sombrero a $11. Los
productores de trajes ahora trabajan ocho horas y obtienen $72, en tanto los
productores de sombreros trabajan ocho horas y obtienen $88. Por lo tanto,
algunos productores de trajes pasan a producir sombreros, hasta que se igualan
las ofertas y demandas a la nueva situación (nunca se insistirá lo suficiente en
que la ley del valor trabajo se impone por medio de la competencia). A su vez,
si la tecnología y la productividad del trabajo permanecen iguales, los precios
vuelven a establecerse en $80 y $10 para el traje y el sombrero,
respectivamente. Lo cual demuestra que las variaciones de la oferta y la
demanda solo pueden explicar las oscilaciones de los precios en torno a los
precios determinados por los tiempos de trabajo; una vez que la oferta y la
demanda se igualan, es imposible que expliquen los precios.
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Señalemos que la ley del valor trabajo tampoco se pone en cuestión por el hecho
de que al variar las cantidades producidas varíen los rendimientos del trabajo.
Estos últimos pueden ser constantes, decrecientes (por ejemplo, cuando se
explota una mina que se va agotando) o crecientes (por ejemplo, cuando existen
economías a escala). Por eso Marx no hizo ningún supuesto especial sobre
rendimientos para presentar su teoría del valor trabajo.

Por caso, supongamos que al aumentar la producción de sombreros


(respondiendo al incremento de la demanda), aumenta la productividad del
trabajo en un 5%, debido a rendimientos crecientes a escala. El resultado será
que el tiempo de trabajo invertido por sombrero se reducirá un 5%, y con ello su
precio. O sea, dados los precios pre-existentes, la demanda determina la
cantidad producida; esta última, dada la tecnología disponible, incide en la
productividad; la cual determina los tiempos de trabajo socialmente necesarios;
por último, estos se expresan en los precios (que a su vez pueden volver a
incidir en las cantidades demandadas). Lo inverso sucedería si el rendimiento
fuera decreciente. En consecuencia,​ no hay manera de sostener que la demanda
determina el valor de cambio, o el precio​, como pretende Rallo (véase “Los 10
errores básicos de la teoría económica de Marx
(I)”.​https://blogs.elconfidencial.com/economia/laissez-faire/2018-05-11/errores-
basicos-teoria-economica-marx-plusvalia-capitalismo_1560947/-​). La demanda
solo determina la cantidad a producirse; los tiempos de trabajo necesarios para
cubrir esa producción dependerán de otros factores, distintos de la demanda. Las
mediaciones no se pueden alterar a gusto para sacar una crítica “de la galera”.

De nuevo, el valor es objetivo

Tal vez el problema central del argumento de Mises-Ropke es que pretende


desconocer el carácter ​objetivo y social​ de los tiempos de trabajo necesarios
para la producción de sombreros, trajes y demás mercancías. En su afán por
explicar la formación de precios a partir de las ordenaciones de las utilidades
marginales establecidas por los consumidores, Mises-Ropke pasan por alto el
hecho de que la tecnología, y en general el desarrollo de las fuerzas productivas,
están establecidos socialmente. Incluso cuando se produce un cambio
tecnológico, el mismo ocurre sobre la base de la tecnología existente, y en
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entornos sociales, científicos y culturales –por ejemplo, dado un cierto


paradigma tecnológico, un grado de desarrollo de la ciencia, etcétera-
determinados. Por eso el valor es tiempo de trabajo ​socialmente​ determinado.
No hay forma de encajar este hecho ​objetivo​ en la teoría del valor subjetivo de
los austriacos.

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