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CAMINO DE PERFECCION

(Para la Chinita)
El protagonista de la novela es Fernando Ossorio, un joven de espíritu confuso que vive
atormentado por un fuerte existencialismo. El libro relata el viaje purificador que emprende
el personaje principal desde Madrid hasta Levante, durante el cual intenta superar sus
desequilibrios y su indolencia.
Los primeros dos capítulos de la novela están narrados por ex un compañero de universidad
de Fernando, en la época en que este estudiaba medicina. De este joven, de cuyo nombre no
nos enteramos, recibimos las primeras descripciones del protagonista. El hombre explica
cómo desde un principio le había llamado la atención Ossorio, aquel joven solitario, apático,
que no mostraba mucho interés por la carrera. Algunos pensaban que tenía talento, mientras
que otros lo consideraban un alumno pobretón. Ossorio dibujada en un croquis figuras locas,
estiradas, achaparradas, grotescas, risibles, llenas de espíritu y vida. Un día, conversando con
él, le manifiesta lo poco clara que le resulta su persona, por juntarse con un estúpido como
Santana, Ossorio le responde que Santana siento un odio profundo hacia él, lo que hace le
genera respeto. Fernando cuenta un poco de su vida: cómo de pequeño todos creían que sería
un genio, como el fanatismo religioso de su nodriza y el ateísmo de su abuelo habían estado
presentes en su niñez, y cómo la muerte de este último y desengaños familiares lo habían
cambiado, volviéndolo torpe y huraño. Le cuenta que luego de todo aquello se fue a estudiar
a un colegio de escolapios en Yécora, donde adquirió vicios. En resumidas cuentas, él, que
había sido de niño un prodigio, ahora no era un alumno promedio siquiera. Un tiempo
después, el narrador de estos primeros capítulos se entera de que Fernando había dejado la
carrera.
Años más tarde, el mismo joven, ex compañero de Fernando, ve una pintura de Ossorio en
la Exposición de Bellas Artes. La pintura estaba entre lo peor catalogado por el jurado. Se
encuentra con Fernando y conversan. Le menciona lo hermosa que encuentra su pintura, y a
raíz de esto surge una conversación sobre el arte. Ossorio cree que el arte no es un conjunto
de reglas, sino que es la vida: el espíritu del hombre. Lo demás es técnica y estudio.
Descripción de la pintura: El cuadro representaba una habitación pobre con un sofá verde,
y encima un retrato al óleo. En el sofá, sentados, dos muchachos altos, pálidos,
elegantemente vestidos de negro, y una joven de quince o diez y seis años; de pie, sobre el
hombro del hermano mayor, apoyaba el brazo una niña de falda corta, también vestida de
negro. Por la ventana, abierta, se veían los tejados de un pueblo industrial, el cielo cruzado
por alambres y cables gruesos y el humo de las chimeneas de cien fábricas que iba subiendo
lentamente en el aire. El cuadro se llamaba Horas de silencio. Estaba pintado con
desigualdad; pero había en todo él una atmósfera de sufrimiento contenido, una angustia,
algo tan vagamente doloroso, que afligía el alma. Aquellos jóvenes enlutados, en el cuarto
abandonado y triste, frente a la vida y al trabajo de una gran capital, daban miedo. En las
caras alargadas, pálidas y aristocráticas de los cuatro se adivinaba una existencia de
refinamiento, se comprendía que en el cuarto había pasado algo muy doloroso; quizá el
epílogo triste de una vida. Se adivinaba en lontananza una terrible catástrofe; aquella gran
capital, con sus chimeneas, era el monstruo que había de tragar a los hermanos
abandonados.
Ossorio manifiesta que su intención de exponer es que: ¡Pchs! No me importa. Yo quería que
alguno de esos críticos imbéciles de los periódicos, porque mira que son brutos, se hubieran
ocupado de mi cuadro, con la idea romántica de que una mujer que me gusta supiera que yo
soy hombre capaz de pintar cuadros. ¡Una necedad! Ya ves tú, a las mujeres qué les
importará que un hombre tenga talento o no.
—Habrá algunas...
—¡Ca! Todas son imbéciles. ¿Vámonos? A mí esta Exposición me pone enfermo.
Bajando por la Castellana hacia Madrid, el protagonista le menciona que siente su vida vacía:
Ossorio siente cansado, se levanta y despierta ya cansado. Posee un pensamiento amargo, por
herencia supone, pues se refiere a la influencia histérica de su familia. Está molesta por no
ser tomado en cuenta. Desea saber qué hacer. No quiere ser médica por asquearlo el
componente humano. Desea ser escultor, un trabajo espiritual y manual, hacer todo a
puñetazos. Su ex compañero le da sugerencias: que se case, que trabaje más. Ossorio replica
que se siente cansado, que no tiene voluntad. La conversación termina cuando Fernando se
despide y va a la siga de una mujer de negro. Seguir a la mujer de negro es su único
entusiasmo, esperanza. Ossorio no desea a la mujer de negro carnalmente, sino que
cerebralmente
En el tercer capítulo se produce un cambio de narrador: ahora es Fernando quien cuenta la
historia. Este es invitado a una fiesta, y en ella observa a la mujer de negro por quien sentía
interés. Explica que no experimentaba hacia ella deseo sexual, sino una atracción espiritual,
metafísica. En la medida en que la joven va cobrando humanidad, sin embargo, Fernando va
perdiendo el interés. Y cuando esta se le acerca él la rechaza. Ossorio afirma no haber querido
nunca a nadie. Cuando niño, doce años, estuvo enamorado de una muchacha de ojos
ribeteados que no se atrevía a mirar. Cuando estudiando también esperaba a una modista y ,
al cruzarse, temblada. Finalmente se va a su casa, su habitación está sucia y oscura. y se
acuesta, pero está insomne.
En el capítulo cuatro, Fernando recibe una carta de su tía Laura diciéndole que su tío abuelo
había muerto. Se presenta en la casa del difunto. Se había reunido allí toda la familia. y el
juez lee el testamento. Gran parte de la herencia se va para la hija de una querida del tío.
Fernando comparte con los personajes aristocráticos de su familia. Sale en auto con sus
primos, hijos del marqués. Durante el paseo se van topando con hombres y mujeres de la alta
sociedad madrileña y los primos de Ossorio van contando historias sobre todos, pintando así
un cuadro de la clase alta de Madrid: una sociedad de lujo, envidias, hipocresía, una vida
superficialmente fastuosa e íntimamente miserable y pobre.
En el capítulo cinco, Fernando se halla en su nueva casa, herencia de su tío, a la cual había
sido llevado a vivir junto a sus tías. A pesar de que ahora tiene medios para vivir con libertad,
no tiene deseos ni voluntad, ni fuerza para nada. El cambio de medio influye en la vida del
protagonista: comienza a asistir a los teatros y se junta con jóvenes de buena sociedad. Una
noche, cuando volvía a casa, Fernando encuentra a su tía Laura haciendo té.
Tía Laura: Laura tenía de treinta a treinta y cinco años. Era morena, de ojos algo claros,
el pelo muy negro, la nariz gruesa, los labios abultados; la voz fuerte, hombruna, que a veces
se hacía opaca, como en sus hermanas; gangueaba algo, por haberse educado en un colegio
de monjas de París, una sucursal de Lesbos, en donde se rendía culto a la joie imparfaite.
Los andares de Laura eran decididos, de marimacho; vestía con mucha frecuencia trajes
que las mujeres llaman de sastre, y sus enaguas se ceñían estrechamente a la carne.
Siente deseo por la mujer, y se abalanza sobre ella para besarla. Así comienzan una aventura,
la cual se prolonga hasta el capítulo siete. El protagonista se va cansando poco a poco, y en
el capítulo seis se pone hacerle el amor a Blanca, la muchacha de negro. Laura se entera y
no se incomoda.
Una noche, al entrar a la cama, se le aparece a Ossorio un Cristo sobre el papel de su cuarto.
Se asusta y apaga la luz, sin embargo, no puede dormir presa del pánico.
Cristo: De noche, al entrar en la cama, sin saber por qué, se le apareció claramente sobre
el papel de su cuarto un Cristo grande que le contemplaba. No era un Cristo vivo de carne,
ni una imagen del Cristo: era un Cristo momia. Fernando veía que el cabello era de alguna
mujer, la piel de pergamino; los ojos debían. de ser de otra persona. Era un Cristo momia,
que parecía haber resucitado de entre los muertos, con carne y huesos y cabellos prestados.
Se levanta y sale a caminar. En Fornos se encuentra con Paco Sánchez de Ulloa, un joven
de familia ilustre que se había gastado toda su fortuna. Fernando le cuenta el episodio del
Cristo, y el hombre le resta importancia. Salen a caminar y se alejan de Madrid. Ossorio
vuelve a su casa en la madrugada.
A la mañana siguiente, Fernando se despierta adolorido, y aun pensando en el fenómeno de
la noche anterior. Su intranquilidad va en aumento, se siente presa de un creciente pánico,
comienza a ver sombras, oír lamentos. Se relatan sus miedos y dolores.
Miedos y dolores: Siempre había sido inclinado a la creencia en lo sobrenatural, pero nunca
de una manera tan rotunda como entonces. La época de la pubertad de Fernando, además
de ser dolorosa por sus descubrimientos desagradables y penosos, lo fue también por el
miedo. De noche, en su cuarto, oía siempre la respiración de un hombre que estaba detrás
de la puerta. Además, era sonámbulo; se levantaba de la cama muchas veces, salía al
comedor y se escondía debajo de la mesa; cuando el frío de las baldosas le despertaba,
volvía a la cama sin asombrarse. Tenía dolores de distinto carácter; de distinto color le
parecía a él. Cuando todavía era muchacho fue a ver cómo agarrotaban a los tres reos de
la Guindalera, llevado por una curiosidad malsana, y por la noche, al meterse en la cama,
se pasó hasta el amanecer temblando; durante mucho tiempo, al abrir la puerta de un cuarto
oscuro veía en el fondo la silueta de los tres ajusticiados: la mujer en medio, con la cabeza
para abajo; uno de los hombres, aplastado sobre el banquillo; el otro, en una postura
jacarandosa, con el brazo apoyado en una pierna. Pero, aunque el miedo hubiera sido un
huésped continuo de su alma, nunca había llegado a una tan grande intranquilidad, de todos
los momentos. Desde aquella noche la vida de Fernando fue imposible. Parecía que la fuerza
de su cerebro se disolvía, y, con una fe extraña en un hombre incrédulo, intentaba levantar
por la voluntad las mesas y las sillas y los objetos más pesados. Fue una época terrible de
inquietudes y dolores. Unas veces veía. sombras, resplandores de luz, ruidos, lamentos; se
creía transportado en los aires o que le marchaba del cuerpo un brazo o una mano. Otra vez
se le ocurrió que los fenómenos medianímicos que a él le ocurrían tenían como causa
principal el demonio. En su cerebro débil, todas las ideas locas mordían y se agarraban,
pero aquélla, no; por más que quiso aferrarse y creer en Satanás, la idea se le escapaba.
Íntimamente su miedo era creer que los fenómenos que experimentaba eran única y
exclusivamente síntomas de locura o de anemia cerebral. Al mismo tiempo sentía una gran
opresión en la columna vertebral, y vértigos y zumbidos, y la tierra le parecía como si
estuviera algodonada.
Al mismo tiempo empieza a sentir malestares físicos. Un día se encuentra con un amigo y le
pide consejo. Este le sugiere que salga de Madrid.
En el capítulo nueve Fernando siguiendo el consejo, Fernando se va de Madrid, donde
llegando a la Castellana se encuentra con dos “consumeros” quienes le indican la dirección
de los dos caminos con los que se encontró, uno llega a la Castellana y la otra a Cuatro
caminos, se va por este último. Camina hasta el amanecer hasta llegar a una taberna donde
pregunta el nombre de la carretera donde se encuentra, la cual se llama “Fuencarral”, sigue
caminando por ahí mismo con mucho calor y cansancio hasta que divisa un cobertizo, donde
lo reciben muy bien. El dueño del cobertizo era un basurero y le da comida y algo para dormir
sin cobrarle nada, el dueño le indica el camino que va a Francia y el que va a Colmena,
Fernando continua en dirección a Colmena, pero antes ´pasa a Fuencarral.
Capitulo X – Llega a Colmenar y duerme en una posada hasta tarde, espera que se oscurezca
para seguir si viaje; de noche siguió su rumbo bastante miedo, se encuentra con un perro al
que ahuyenta con un balazo, luego con una vaca o un toro, al que por intentar evitar tomando
un camino aledaño se lastima la rodilla, después algo perdido, se encuentra con un jinete al
cual le pregunta si esta carretera va a Manzanares, el jinete en un primer momento lo ignora
y cuando ya está lejos le responde, esto porque debió confundirlo con un bandido. Después
de esto, llega a un pueblo y se queda en una posada donde hay gente de tipo bestial, ahí come
una sopa muy mala y se acuesta.
Capitulo XI- Después de una mala noche, y al ver lo bella que esta la naturaleza afuera,
intenta irse, y no puede. El dueño cerró la puerta ante el miedo de que Osorio se fuera sin
pagar, al irse, entra en una iglesia donde la misa estaba terminando, luego de esto se sienta
en una plaza a contemplar a la gente, aburrido de Manzanares, se va de ahí simplemente
caminando por una vereda, a las 5 horas encuentra una nueva aldea donde se va directamente
a una posada para descansar, al ver afuera de la posada una falda color amarillo que traía una
señora, se sintió nuevamente pintor. Dentro ya de la posada, al momento de comer señala
que su vida es vaga y sin objeto, luego de eso, se va de ese lugar sin preguntar direcciones ni
nada, siguió su camino y paro a descasar en una quebrada, al anochecer encontró una nueva
aldea.
XII- Fernando continúa y arrienda un caballo, llega a un pueblo sin posada ni taberna y le
dan un pan de limosna. Sigue andando hasta otro pueblo y tiene un conflicto dentro de la
posada donde se queda, amenaza con su arma a un joven, de muy mala cabeza e hijo de un
hombre influyente, que lo recibió mal. Un guardia civil le aconseja irse del pueblo escapando,
ya que amenazado a alguien de gran importancia y le podía ir mal.
XIII- Después de unas horas andando a caballo llega a Rascafria, un pueblo agradable, allí
se dirige a un monasterio y ve que hay un obispo enterrado en el cementerio del monasterio,
describe la descomposición del cuerpo bajo tierra y señala el entierro el obispo como un
hermoso poema al ser enterrado en un tranquilo y bello monasterio.
XIV- Duerme en el monasterio y al otro día, al querer irse, alguien le pide que se quede,
juntos admiran el paisaje comen y duermen siestas, discuten de lo que le es natural al hombre,
hablan sobre el progreso y Fernando señala que es necesario seguir a la naturaleza para
conseguirlo, su nuevo amigo, Max Schulze dice además que los españoles arreglan todos los
problemas metafísicos negándolos, y Osorio nombra a Nietzsche y dice que es una cura a la
sobreexcitación.
XV- Al otro día, van a subir un cerro, a Fernando le cuesta mucho y necesita descansar cada
cierto rato, Schulze lleva mantas y comidas, anocheciendo este sale en busca de leña y su
fogata en primera instancia fracasa, luego ambos deben salir a buscar leña y ahí si funciona,
justo en ese momento ya empieza a amanecer, admiran juntos la maravilla de la mañana y
continúan su camino sin rumbo, comen donde un cabrero y divisan “Cercedilla” , su próximo
destino, pero como no tenían apuro se quedan hasta el anochecer viendo la puesta de sol y el
bello paisaje, después de eso deciden bajar al pueblo.
XVI- Fernando se separa del alemán Max Schulze y se va a Segovia, llega a una posada
donde no dan comida, solo alojamiento. Salió a conocer la catedral, va a una iglesia románica
y al alcázar. Fue también a un monasterio donde había un rio cerca, se sienta a contemplar el
paisaje y se pone a llover. Decide ir a un café donde observa la tristeza y decadencia del
pueblo, deja de llover y se encamina a las afueras del pueblo, en las colinas se imagina el
cuadro del calvario, sigue contemplando iglesias y capillas.
XVII- A la mañana siguiente se dirige a otra posada dentro de Segovia en busca de
Polentinos, un caballero que iba a Madrid. Polentinos accede a irse con Fernando, durante
el viaje reflexionan sobre que la vida no es nada y que mientras más se tiene más se desea, y
que ser rico no te hace ser feliz, ya que igual se tienen penas. Polentinos cuenta la historia de
sus hijas entre las que repartió su fortuna y estas lo olvidaron, excepto una.
Historia: Vaya. Mire usted, cuando se casaron mis hijas me hice yo este cargo. Si les doy su
parte es posible que se olviden de mí; pero si no se la doy es posible que lleguen a encontrar
que tardo en morirme. Hice las reparticiones, y a cada hija su parte. Bueno, pues por unas
cercas que entraron en la repartición, y porque a un arrendador le perdonaba yo veinticinco
o cuarenta reales al año, este yerno de Illescas, ¿sabe usted lo que hace?, pues nada: despide
al que estaba en la cerca, a un viejo que era un buen pagador y amigo mío, y pone allí a uno
que quiso ser verdugo y ha sido carcelero en la villa de Santa María de Nieva. Figúrese
usted qué hombre será el tal, que el viejo al tener que dejar la cerca le advierte que el fruto
de los huertecillos, unas judías y unas patatas son suyos, como la burra que dejó en el corral,
y el hombre que quiso ser verdugo le arranca toda la fruta y todas las hortalizas. Le escribo
esto a mi yerno, y dice él que tiene razón, y mi hija se pone a su favor en esta cuestión y en
todas. Y la otra hija, lo mismo. Después de haber hecho lo que he podido por ellas. La única
que me quiere es la menor, pero la pobre es desgraciada.
—Pues, ¿qué la pasa?
—Es jorobada. Tuvo de niña una enfermedad.
—¿Vive con usted?
—No; ahora la tengo en Illescas. Voy a recogerla. La pobrecilla...
XVIII- llegan juntos a La Granja, su primera parada y pasean por los jardines. Fernando
decide no bajarse en Madrid y continúa hasta Illecas con Polentinos. Fernando hace una larga
y latera descripción del camino.
XIX- En Illecas van a la casa de las hijas de Polentinos, estas lo reciben mal, exceptuando su
hija jorobada, quien siempre lo ha querido mucho y este se lamenta de que tenga ese mal.
Fernando se va a ver una iglesia mientras Polentinos está en la casa, y se encuentran luego
para comer, después de eso se separan. Fernando se va a Toledo y sufre mucho por el calor,
llega a un pueblo muy empolvado al que deja en seguida, a medianoche para a descansar en
un lugar tétrico y al despertar amanece enfermo, tiene que estar 10 días en cama, luego parte
a Toledo de nuevo.
Enfermedad: A media noche, en un lugarón tétrico, de paredes blanqueadas, se detuvo a
descansar; y al día siguiente, al querer levantarse, se encontró con que no podía abrir los
ojos, que tenía fiebre y le golpeaba la sangre en la garganta. Pasó así diez días, enfermo, en
un cuarto oscuro, viendo hornos, bosques incendiados, terribles irradiaciones luminosas. A
los diez días, todavía enfermo, con los ojos vendados, en un carricoche, al amanecer, salió
para Toledo.
XX- Llego a Toledo y un cochero le recomienda una posada, Fernando no le hace caso y en
vez de ir a la que queda cerca de la plaza de las capuchinas fue al Meson, donde se queda aún
enfermo y nadie de la posada le presta atención.
XXI- Se compra antiparras para dormir hasta que se siente mejor, sintiéndose bien se va de
esa posada a la de la plaza de las Capuchinas, mientras esperaba que esta posada abriera –ya
que fue temprano- vio un espectáculo en la plaza. Ya quedándose en la posada, en un
comienzo, no entabla relaciones con nadie, pero luego conversa con una vieja y una
muchacha, conversan sobre el por qué la joven no está casada y esta le responde porque aún
no quiere y además que sus padres quieren que sea monja. Fernando la describe narrando lo
bella y delicada que es, y señala que ella no conoce Toledo, se la ha pasado la vida encerrada.
Fernando nota que, si decide almorzar temprano, Adela, la muchacha, le servía la comida,
así entonces comenzó todos los días a comer temprano. Según él y bajándole el perfil al
placer que esto le causaba, señala que hace esto porque así aprende de la sabiduría de la vieja
y de la sencillez de la niña.
XXII- A las tres semanas de estar en la pensión ya comienza a relacionarse con todos los
huéspedes, había dos curas, uno; Don Manuel que era malhumorado, distraído y no le
gustaba confesar a la gente, y el otro; Don Pedro que era amable, sonriente y acogedor,
la idea de arte en él había sustituido toda idea religiosa, consideraba a la iglesia como
protectora del arte y ciencias, hasta bromada con lo santo. Otro huésped era el joven
militar que pasaba casi toda la semana en la academia, el ultimo huésped era Teodoro, el
registrador, era pobre y humilde, su padre lo había obligado a casarse y hacerse cargo de un
embarazo que le correspondía a él (a su padre). Teodoro protesto y escapo donde su madre.
Con todas estas conversaciones Fernando nota que Toledo ya no era la ciudad mística de
antes, reinaba la inmoralidad, la fe estaba ausente, y solo poseía un aspecto artístico, de la
ciudad decía que se podía hablar de una fe lejana que ya no existía.
XXIII- Sale Fernando un día a caminar y llega a Santo Tome, entro en una capilla de ambiente
oscuro, lóbrego y tenebroso. Se queda mirando los vitrales, por uno de ellos entro el sol
iluminándolo todo. Con eso Fernando pudo observar severas personas a sus alrededores, de
almas oscuras y duras. El ambiente está rodeado de angustia, había misterio y dudas en sus
caras. De la impresión y el miedo, Fernando deja la iglesia.
XXIV- Un día domingo, Fernando ve a Teresa, hija de doña Antonia y hermana de Adela.
Teresa era la hija que iba en un colegio de monjas, con mucho esfuerzo de la familia, además
de estar becada, doña Antonia se sentía orgullosa de su hija. Teresa reclamaba que no quería
ser monja ni pasarse la vida con esas viejas, era una joven graciosa. Quería casarse con un
hombre rico, en cambio Adela solo con alguien que la quisiera. Osorio esta todo el día
escuchando a las hermanas conversar, luego de eso Teresa vuelve a su internado.
XXV- Llevaba dos meses en Toledo y se encontraba más que feliz que en Madrid, se da
cuenta que influenciaban en las campanas de la iglesia, pero con escepticismo, el no creía ni
dejaba de creer, reflexiona sobre “sentir la divinidad” en el alma a través de los sentidos,
señala que la religión no debía ser más que un culto a los sentidos. La religión lo emocionaba
y sentía fervientemente, pero no lo hacía para no irse al infierno, ni sentarse en el cielo.
Después de esto, sale a caminar, entra en un hospital donde se esta llevando a cabo un
sepulcro, se acerca a verlo y ve el muerto con expresión terrosa, al lado hay un retrato del
fallecido hecho por el Greco.
XXVI- Esa misma tarde Fernando decide entrar a una librería religiosa para comprar un libro
de San Ignacio de Loyola, pensando y esperando que le perturbaría la razón, cosa que no
sucede, pues considera pobre el texto. Se cuestiona sobre si será un espíritu religioso, y que
tal vez por eso no había podido adaptarse a la vida. A medida que pasaban los días, necesitaba
que la fe le atravesara el corazón.
XXVII- Un día Osorio se encuentra con un antiguo conocido, el teniente Arévalo, al que en
realidad no quería mucho, Fernando se siente obligado a invitarlo a comer a su posada y
luego de hacerse el lindo el teniente (su amigo) comienza a cortejar a Adela, lo que a
Fernando le molesta mucho. Se van de la posada y el teniente quiere llevar a Fernando a una
casa de bailarinas a lo que se niega, el teniente le recrimina que ya no es el de antes. El
teniendo incansable en su fin de entretenerlo decide llevarlo a ver al gobernador, van,
nuevamente Fernando sin ánimos, llegan allá y los hacen esperar un rato, y llega un tercer
personaje, el pedagogo, éste cuenta la historia de un cuadro el de Alfonso XII actualmente,
al que le han pintado varias veces encima una cara nueva. Aparece el gobernador a ratos a
firmar papeles, y en un momento llegan representantes del ayuntamiento a denunciar al cura
de su pueblo, el gobernador señala que no puede hacer nada, el gobernador un rato después,
conversa con dos curas, donde se desprende que los retas ya que estos reclaman que “todos
tienen libertades excepto la iglesia”. Mientras sucede la conversación entre los curas y el
gobernador, se encuentra Fernando, el intendente, el pedagogo y un médico que llego hace
poco conversando sobre la monja, señalando que son mujeres sin valor y que viven sin
trabajar, además de decir que las de Toledo son feas. Conversación que salió a causa de que
Osorio creía en la espiritualidad de ellas.
XXVIII- dos días después van: el teniente, Fernando, el pedagogo y el medico a cenar donde
le gobernador. El pedagogo señala su fiel creencia de que el único fin del hombre es vivir y
que inclusive sacara un libro de eso. Los demás creen que es broma. Luego de eso comienza
a hablar del arzobispo de Toledo, que era hereje, majadero, hipnotista modernista. Contaron
anécdotas de él, que era mujeriego y que en tiempos de agitación sería capaz de separar a la
iglesia de Roma. Se pasa a hablar sobre si Toledo tiene un aire místico, el gobernador señala
que no es una ciudad artista, en Toledo se advertia el arte sin raíz. Deciden ir a la iglesia de
noche a ver el efecto que produce un cuadro visto de noche, Fernando consideraba una
pésima idea y finalmente concluye que Toledo está poblada por una burguesía estúpida, un
cura baudeleresco y un gobernador volteriano. Luego de separarse el grupo, Fernando camina
mucho antes de llegar a la posada de doña Antonia.
XXIX- Un dia Fernando va al convento del pueblo, el cual estaba cerrado, llama y pide
permiso a las monjas para entrar, estas lo dejan y conversan sobre el convento, señala la
monja guía que hay 13 monjas en ese convento. Al pasear por dentro ve a tres monjas
arrodilladas, las tres lo vieron, la última que miro lo cautivo con una mirada llena de pasión,
tristeza y orgullo. Fernando sintió que esa mirada llego a lo más íntimo de su alma. Después
de eso, Osorio comenzó a ir frecuentemente temprano a oír la misa del convento con la
esperanza de ver a la monja que le había lanzado esa mirada, intento comunicarse con ella a
través de sus superiores, estas se lo negaron. En una ocasión se enteró del nombre de la
monja, se llamaba desamparos e inclusive decide escribirle una carta, la que con mucho
nervio le pasa mientras hacia como que miraba al altar. Con miedo desamparos recoge la
carta, su superior lo había notado. Desde ese día Fernando no vio más a desamparos.
XXX- Días después de este episodio Fernando busco desesperadamente al teniente Arévalo
para que este lo entretuviera y este le dice que lo pasara a buscar para salir a cenar, que lo
espere. Se quedan hasta las tres de la mañana y al otro día Fernando no despierta para ir a la
misa del convento, cuando llega a este, está cerrado, se pasea mucho rato por los alrededores
del convento y luego decide ir a la iglesia, que se encuentra vacía, sale de ella, pasea un rato
y entra a un café. Luego decide ir a observar a una muchacha que siempre veía y no la
encuentra, va a su casa y nada tampoco. Luego empieza a seguir a un loco que lleva un cajón
de un muerto, específicamente de una niña de seis o siete años. Entregado ya el cajón, deja
de seguir al loco y va a un café que tenía pintura detestable.
XXXI- en la posada de doña Antonia ya, Fernando se encuentra conversando con Adela a
solas, doña Antonia y la criada habían salido, Osorio le pregunta si no le da miedo dormir
sola en su habitación, su conversación era bastante incomoda, tenían que decirse muchas
cosas, pero la prudencia impedía que se las dijeran. Al llegar doña Antonia, Fernando sale
abrumado por sus deseos, el creía que la muchacha era suya, reflexionando sobre que si Adela
había aparecido en su vida era por algo y que el solo debía seguir su impulso. Se devuelve a
la casa con la disposición de jugársela. Llega afuera de la habitación de Adela y mira por un
espacio que quedaba, la ve rezar y luego de verse mutuamente se decide a entrar, la cogió en
sus brazos y la besó. Adela palideció, Fernando estremecido sale del cuarto y de la casa,
temblando. Reflexiona sobre que hubiera podido casarse con ella, pero hubieran sido
desgraciados. Mientras camina recuerda a una muchacha de Yécora muy codiciada, a quien
sedujo y con la que intimó, sin nada de cariño. Tanto así que la niña, Ascensión puso
resistencia y luego se entregó sin fuerzas.
XXXII- Al día siguiente, Fernando se va de Toledo, narra como en el tren se va con un padre
y su hija dormida, la que se despertaba cada cierto rato para preguntar por su mamá, el papa
le respondía siempre que “ya viene”. Se baja en la estación de Yécora, donde debe tomar un
coche para llegar a la ciudad. Luego de varios inconvenientes, como por ejemplo que al
cochero se le caía el látigo recurrentemente, llega a Yécora amaneciendo.
XXXIII- ya en Yécora, Fernando describe a este pueblo como un pueblo terrible, no hay
torres románicas, ni en sus plazas crece la hierba verde y lustrosa. No hay místicos del
renacimiento español, ni nada que los antepasados miraban con éxtasis. Todo en Yecora en
nuevo en las cosas y viejo en las almas. En las iglesias los adornos son baratos y traídos de
alguna fabrica alemana o francesa. En Yecora se respira un ambiente hostil a todo lo que sea
elevación de espíritu y simpatía humana, el arte tampoco se hace presente. se refiere al
colegio donde estudio, el de los escolapios como el lugar donde contribuyen a embrutecer
lentamente al pueblo. La vida en Yecora es sombría tétrica y repulsiva. Las cosas son nuevas,
frías y sin matiz.
XXXIV- En Yecora se queda en la casa del administrador de la familia Osorio, luego de
descansar decide salir a buscar a la muchacha Ascensión, a la que había burlado hace muchos
años, llego a la casa y otra persona le señala que la familia hace mucho que se fue, primero
a Las Cuevas, luego a Argel. Toda la familia se fue excepto una hija, que se casó en el pueblo.
XXXV- Al otro día, apenas comparte algunas palabras con la familia y sale en dirección a
Las Cuevas, llegado allá entra a una que era una cantina, y conversa con la cantinera la que
le termina por contar la historia de la familia, le cuenta que una de las hijas, la que se caso
trabaja en el pulpillo, y que el resto de la familia se tuvo que ir porque las tierras que se
supone que tenía no eran del padre realmente, y además el hermano se lo cago con mil
pesetas. Finalmente, el ayuntamiento lo manda a tirar.
XXXVI- Al día siguiente Fernando se levanta muy temprano y sale a la calle mientras el
pueblo estaba silencioso, luego de caminar por las alamedas se dirige al pulpillo en busca de
Ascensión, se acercó a la casa y entro a la cocina, ella lo vio palideciendo. Él se sorprendió
al verla tan demacrada y vieja, con un hijo, además. Ascensión lo recibe muy mal, diciéndole
que se vaya, que no lo quiere oír, que no lo perdonara. Por mucho que Fernando insiste ella
no da su brazo a torcer, y lo echa. Fernando sale pensado en que, si ella hubiera sido buena,
lo hubiera perdonado.
XXXVII- Fernando decide quedarse en el pueblo, a sentar cabeza como dice el
administrador. A Fernando le pareció que si podía resistir y aficionarse al pueblo y sentirse
religioso era porque estaba en decadencia. Por ello esperaba que ahí su voluntad desmayada
se revelase y buscara energías. Los días siguientes fueron monótonos, se juntaba a pasear con
antiguos conocidos, y una tarde deciden entrar en la sacristía de una iglesia destartalada, allí
vieron a un sacristán viejo con cara de bandido. Luego entra un cura joven, con el cual
conversan, y al que los amigos de Fernando le hacen bromas pesadas sin que él, el cura, las
tome en cuenta, luego entra otro cura sobre el que señalan que se acuesta con las dos sobrinas
con las cuales vive. Luego deciden ir a mirar su antiguo colegio, lo triste y lento que habían
sido esos años, cuenta que estar ahí era igual que vivir en la cárcel donde todas las malas
pasiones tenían lugar. Reflexiona sobre que ese colegio lo sometía a ser una máquina de
estudiar, que era una laminadora de cerebros y que mataba los sentimientos de los corazones.
Ese internado idiotizaba a los jóvenes.
XXXVIII- Al otro día va al teatro, a ver una obra simple llena de sentimentalismos y celos,
en el palco estaba junto al alcalde, amigo del administrador, y dos concejales jóvenes.
Fernando aburrido durante la función conversa con el alcalde y este le señala las mujeres
jóvenes y ricas para casarse, y le habla de Lolita Sánchez, la primera actriz de Yécora, traía
a todos vueltos locos. Luego de la función el alcalde junto con Fernando y los demás, van a
los camarines, van al de Lolita y está lleno, Fernando decide escabullirse buscando la salida,
intentando irse se encuentra con dos amigos, quienes representarían la “intelectualidad”
bastante básica, ellos también hablaban de la voluptuosa de Lolita. Fernando se escapa de ahí
y nuevamente busca la salida y entra al camarín de los payasos, los que le incitan a quedarse,
inclusive a sentarse, conversa con ellos un rato y les paga la botella de vino. Después de eso
los payasos le indican la salida y se va.
XXXIX- Un amigo invita a Fernando a Marisparza al verlo muy aburrido, aprovechando que
él debía ir a hacer una diligencia por unos días. A la mañana siguiente su amigo lo pasa a
buscar, en la noche llegan a Marisparza, llegan al anochecer a la casa que queda bastante
alejada, la primera parte de la casa esta desierta, más atrás hay otra casita más pequeña donde
vive un colono con su familia, ahí se quedan.
XI- En la mañana siguiente Fernando temprano sale a caminar por ese pequeño pueblo donde
hay una desolación absoluta, nada es tan seco, tan huraño, tan ardiente como esas tierras.
Vuelve a la casa y conversa con los integrantes de la familia que no había ido a la iglesia, el
amigo que iba por diligencias ya se iba a devolver a Yécora y le pregunta a Fernando si desea
quedarse más tiempo en Marisparza, Osorio accede, comen y su amigo se marcha. Esa tarde
Fernando juega a la pelota con los niños de la casa y conversa con el abuelo quien le pregunta
si se quedara, y le cuenta un par de historias. Los siguientes días son similares, ahí Osorio
nota que la religión católica está en sus últimas fases; seca, adusta, fría, sin arte ni corazón.
En Marisparza la gente era como el campo, sin color y parduscos.
Xli- Todas las mañanas siguientes, Fernando se levantaba temprano y subía a los montes y a
los alrededores y se tendía bajo los árboles. En Marisparza se olvidaba de todas sus
preocupaciones, tenía que esforzarse para pensar en algo. Todo lo le que preocupada
desapareció, la tierra lo hacía entrar en la realidad. Entre los montes encontró un amigo;
Gaspar que era un guarda, ambos caminaban y conversaban de todo, al guarda era como el
maestro para Fernando. En una ocasión Fernando le muestra una planta llamada verónica, le
cuenta que esta planta no tiene raíz, porque una vez el diablo la arranco y la tiro al suelo,
inmediato llego San Blas y la planto en la tierra y pudo continuar viviendo. Fernando no cree
en la historia, y saca la planta del suelo, al verla con raíces se las enseña a Gaspar, este
riéndose lo acusa de ser el diablo. Los días domingos, en que Gaspar no estaba, Fernando se
quedaba en casa jugando con los niños.
XIii- En las fiestas de pascua, van a Yécora llevando a su “familia” de Marisparza, y todos
se quedan en la casa del administrador, los reciben fríamente. Fueron por la noche del
miércoles santo a subir el castillo, y en la tarde del jueves santo Osorio fue a ver la procesión,
la que era larguísima. El ambiente era un silencio grave, todo el pueblo se arrodillaba
fervorosamente. Al final de toda la procesión aparecieron unos disciplinantes tétricos, al
colmo de lo lúgubre, de lo malsano. Fernando tuvo intenciones de protestar ante esa horrible
mascarada. Los disciplinantes lo miraban iracundos ante su irreverencia. Relata la costumbre
de ir de noche a visitar iglesias, y como se arrodillaban y besaban a cristo, unos detrás de
otros.
XIiii- Debido a la persistencia de ir a la iglesia de Fernando, la familia del administrador cree
que lo mejor es catequizarle. Para eso llaman a un escolapio joven, quien empezó a ir
frecuentemente a la casa y a acompañar a Fernando en los paseos. Fernando quien llevaba
un proceso interior propio, no le interesaba hablar ni discutir con el escolapio, a pesar de que
el forzara las conversaciones. Estos momentos perturbaban los pensamientos de Osorio. En
un paseo la conversación pasó a discusión, Fernando se hallaba malhumorado y le señala
que, si la iglesia en España tuviera más poder, el emigraría, ya que le repugna la clerecía. El
escolapio le pregunta si cree en dios luego de que Fernando le dice que no sabe, pero que
alguna vez creyó sentirlo, le dice que eso es misticismo puro. Fernando agrega tiempo
después la existencia de dos principios Dios y una nada de donde se puede sacar algo. Esto
respondiendo al comentario del escolapio de que dios sostiene la materia con su voluntad.
Luego añade que, sin el sostén de dios, todo se aniquilaría. Fernando le señala que es física
y químicamente imposible, solo teológicamente se podría, pero a eso él no le teme. Fernando
no cree que dios sea la razón y causa de todo. Y que cree que en todas las cosas hay algo
invariable, que no se puede aniquilar ni cambiar. Además, agrega que si hay algo supremo
este debe la razón inclusive del mal, ya que la sombra es necesaria para la luz. Continúa
diciendo que la muerte no existe, y que dios no tiene influencia en los hombres. El escolapio
le dice que el hombre merecer un castigo cuando abusa de la libertad de dios, Fernando le
responde que que qué clase de libertad es la de dios, dudando de la existencia de ella. Y para
rematar le dice que, si Dios tuviera influencia real sobre los hombres, su voluntad sería
bastante para evitar lo malo que hicieran, ya que el conocería de antemano todo. Por ultimo
señala que en el mundo físico todo es irrevocable, y en el mundo moral todo revocable. En
la noche fue al casino y se encontró con amigos, ellos le cuentan que el escolapio tiene
amoríos con la mujer del zapatero.
XIiv- Días después la discusión se repite, pero ahora en presencia de la familia del
administrador, el escolapio llevo la pelea a tal nivel que llego a hacer alusiones al desorden
que Fernando tenía en su vida. Indignado se desato en improperios y bestialidades contra el
cura y el administrador, luego se marcha a la calle. Tenía tanta rabia que le hubiera gustado
hacer desaparecer al pueblo completo. Decidió que debía huir de Yécora, hizo sus maletas y
salió sin hacer ruidos, fue al casino donde se encontró con Cabeza de vaca, uno de los payasos
con quien se encontró anteriormente. Este le cuenta que la compañía de teatro se disolvió y
le pide que le compre pan y leche. La familia de Cabeza de vaca se iría a valencia, al igual
que Fernando, al saber Osorio que el payaso no iría con su familia porque no tenía dinero, le
paga el pasaje. Se bajan en la estación siguiente y se encuentran con la característica (esposa)
y sus hijas, allí por influencias de un amigo le abren la taberna. Paso el rato y se subieron al
tren, y se fueron todos cantando, con una guitarra y palmas. Después de un rato Cabeza de
Vaca se aburre y comienza a tocar un tango y Lolita pelándose mientras bailaba hizo como
que caía accidentalmente en las rodillas de Fernando, quien la toma de la cintura. Todos los
molestan.
Xlv- Se bajan todos en la estación manchega, a esperar otro tren que se dirigía a Valencia.
Entran a un café a comer con la seguridad de que Fernando pagaría todo. Lolita, sentada junto
al comienza a coquetearle; se echa encima de el con la excusa de que tenía frio, así entonces,
le apoya la cabeza en el hombro y se queda dormida. Fernando dijo que saldría a dar una
vuelta y le apoya la cabeza donde su madre, luego paga el gasto y sale. Llega a la sala de
espera convertida en dormitorio y decide continuar hasta el andén. Justo para un tren hacia
Alicante, al cual se sube para escaparse de los cómicos.
Xlvi- *aparece una nota donde se señala que a partir de ahora la narración comenzara a ser
del propio personaje* al parecer llega a Alicante, y señala que le es imposible vivir allí. Por
lo que tomo el tren y se bajó en la primera estación, y llego a un pueblo encantador. Al no
haber posada se queda en una casa de labor de las afueras del pueblo. Fernando se encuentra
alegra y satisfecho de estar ahí. Está rodeado de sol y campos de verduras, flores, lagos y
animales. Todo allí es jugoso claro y definido. Las mariposas vuelan, los bichos igual. La
primavera se vive hermosamente allí, nunca había sentido un despertar tan profundo en sus
energías, se levanta temprano siempre y ve el azul del cielo puro. Por las tardes camina. Está
llevando una vida de campo, no vive ni hace nada. Ocupa su tiempo en reflexión sobre cuanta
vida esconde la noche y señala que para los animales hay una constantemente lucha por vivir.
Xivii- a pesar de la buena vida que lleva, no deja el hábito de autoanalizarse. Se pregunta que
si una idea pura es la causa del equilibrio que lleva. Se empieza a cansar de ser tan dichoso.
Ya no siente el cumulo de indecisiones que lo ahogaban. Estúpidamente, como reconoce el,
siente nostalgia por las ideas tristes de antes. Llega a tener contactos con un tío médico, que
se casó con la prima de Laura, el tío se llamaba Vicente. Le envía una carta para ir a verle,
pensando en que agradecería el gesto ya que con su familia (la de Fernando) se llevan mal,
ya que el tio Vicente se casó con otra mujer y tuvo hijas, al morir la prima de Laura al año
de matrimonio. Para la familia de Fernando esto constituye un verdadero crimen.
Xlviii- a las diez de la mañana lo recibe el tío en su casa, lo deja en su casa después de
recibirlo bien y se va a trabajar. Al rato llegan las mujeres de la iglesia y lo llaman para
comer, almuerzo que fue incómodo. Conoce al resto de la familia y luego decide ir al casino
para darle libertad a la familiar, cuando vuelve le tienen preparado su cuarto. Un cuarto muy
bonito y con dedicación que tiene un balcón. Se siente muy bien en ese lugar. Desde el balcón
aprecia la torre de un convento, al cual le parece conveniente saludar. Le dice además que, a
pesar de su actitud fiera y rampante, no es un monstruo y que sirve para marcar la dirección
del viento.
XIix- En la casa de su tío lo tratan con gran consideración, pero con bastante desapego. El
tío, por culpa de sus familiares le tiene rechazo a él también. La mujer lo tiene considerado
como aristócrata. La única con quien habla es blanca, la hija menor, quien suele ir a su cuarto
a charlar. Dolores, la mayor se acerca solo a regar las plantitas. A dolores y a Blanca les
apasionan las plantitas. Un día, Fernando espera encontrar a Dolores sola para hablarle,
encuentra el momento y le dice que hicieron mal en darle un cuarto tan bonito, Dolores se
puso roja lo que lo dejo a él azorado, salvo la situación que justo entrara Blanca. Después de
cenar Fernando la busca de nuevo y le pregunta si le molesto que le hablara y que la
disculpara si había sido inconveniente, ella es muy cortante con él y Fernando se levanta
incómodamente. Señala que España es un país de imbéciles. Decide buscar un pretexto e irse
de esa casa.
l- Ese día se levantó con la intención de marcharse, en la tarde se dispone a preparar la maleta
cuando entra Dolores, le pregunta que qué hace y le pregunta si ya se aburrió de estar con
ellos. Fernando le responde que cree que es un estorbo y ella le pide que se esperar una
semana que sea. Luego de eso llega a una buena relación con Dolores y cariñosa amistad con
Blanca. Por la tarde Fernando acompaña a la madre y a las hermanas mientras tejen, y
conversa hasta por los codos, les habla de sus viajes y esas cosas. Señala que delante de su
tío no hablaría esas cosas que ya al ser republicano señalaría que los que tienen dinero para
viajar no sirven para nada. Por la noche se acercan las muchachas a cuidar y apreciar el jardín
lo que le gusta mucho a Fernando. Fernando cuenta que un amigo del casino le dice que que
a él (Fernando) le gusta dolores. Lo que él no cree, ya que no se entienden y se regañan
constantemente.
li- Fernando comenzó a hacer un retrato de dolores, y habiendo pasado la semana que esta
misma le pidió que se quedara, no se va. Cuenta como Dolores no se queda quieta nunca y
que el retrato no le queda bien nunca, y que, además, en un principio Dolores venía muy
maquillada y al empezar hablar el mal de las mujeres que se maquillan, las siguientes veces
ya no se maquillo. Para que le resultara los retratos de dolores y su familiar, le pidió la cámara
fotográfica a su amigo, y luego encima pinto con una capa de barniz y lo ilumino con pintura
al óleo. Fernando conversando con Dolores, la belleza solo está en lo armonioso, y alegre y
“bonito”, nada oscuro ni tortuoso puede tener belleza. Ella cree que las mujeres rubias son
superiores. Fernando no es capaz de convencer de que puede haber belleza en otras cosas.
lii- El fotógrafo intenta convencer a Fernando de la superioridad de ambos por ser
madrileños. Además de eso, se da cuenta que a medida que pasan los días ve en Dolores
mayores encantos, es una muchacha traviesa pero ingenua y de candidez asombrosa. Un día
fueron las amigas de Dolores a la casa, comienzan a hablar a Otero, él les dice que sí y ella
responden que son tunantas y que si fueran hombres ni a la cara las mirarían. Dolores salta a
decir que si ella fuera hombre le gustarían mucho. Después de que las amigas se fueron,
Dolores cuenta a Fernando que tiene una colección de cajas de fosfores y que de ahí conoce
a Otero y demás bailarinas. Hablan sobre por qué se tratan de “usted” y gracias a Blanca
comienzan a tutearse.
liii- Fernando se entera de que Dolores tiene novio, en el casino le aseguran que recibe cartas
de Pascual Nebot, un hombre guapo de ironía antipática, Fernando no lo cree capaz de
conquistar a su primera, y decide ser fuerte como el hierro. La acompaña a la iglesia ya que
la madre no pudo, y la espera a la salida. Al otro día acompaña a la madre y a las hermanas
a misa, llegan a la casa, Dolores se cambia de ropa y va a ver sus plantas, ahí Fernando le
pide que hablen y le pregunta sobre Pascual, le pide que le conteste que sucede con él, y al
no querer responderle Fernando se declara y le dice que él también la quiere. Ella le dice que
ya lo sabía, él le empieza a decir que sean novios, ella busca excusas para escapar de su lado,
lo logra y se va riendo. Fernando decide a hablar con la madre de dolores, y le asegura que
no es un don juan y es un hombre de bien. Falta decirle al tio quien cree no estará muy feliz
al enterarse.
liv- Pascual Nebot, Fernando no sabe cómo, averiguo la vida que este llevaba en Madrid.
Fernando no supo nada hasta que vio a Dolores enojada, quien, durante un paseo a la casa de
la abuela, lo esquiva todo el rato. Por más que el busca conversarle ella lo ignora. En un
momento en que vio a Dolores más sola, le dice que qué le ocurre, ella lo acusa de mentiroso,
después de un largo rato de discusión, Fernando termina por convencer a Dolores de lo que
dice. Después hablan de su pasado, donde ella se ríe por querer ser ermitaño y luego se
compadece cuando le cuenta las horribles noches que paso. Luego de eso ya arreglados, le
besa con fervor la mano, al ver que los observaban buscan disimular y Dolores se pone a
hablar en exceso.
lv- Después de todo, Pascual Nebot no deja de intentar persuadir a Dolores, le escribe una
carta contándole cosas penosas sobre Fernando. Además de eso el tío favorece a Pascual.
Fernando habla con Dolores para que no caiga ante Pascual y ella le dice que no se preocupe.
Ese día, fue Fernando a buscar a Pascual al casino para decirle que le enviaría dos amigos
para que le pegaran, Nebot quien estaba con sus amigos se burlan de él, Fernando le ofrece
pelear nuevamente recibe una burla por respuesta, muy enojado se lanza encima y le pega
con un taco (garrote) en la cara dejándolo en suelo. Fernando le escribe a su tío lo ocurrido
desde una pensión y espera impaciente la respuesta.
lvi- Nebot se encuentra ya curado del garrotazo, y el pueblo se encuentra divido, los
forasteros y militares se encuentran con Osorio. Fernando se arma de valor y va a la casa de
su tío a pedir la mano de Dolores, al llegar su tío le señala que Pascual esta enfurecido y que
cobrara venganza, Fernando no le tiene miedo. Su tío esta escandalizado, lo trata de holgazán,
Fernando le responde que es igual de honrado que Nebot, pero que es menos orgulloso y
menos déspota. Y acuso a su tío que llamándose republicano y liberal tiranizaba a su familia
y no dejaba que Dolores hiciera su voluntad. Lo trata de intransigente. Luego de eso, su tío
le habla a Dolores y le dice que, si se da cuenta que Fernando no es de su clase, que está
acostumbrado a una vida de lujos y que ella para él no es más que una muchacha sin elegancia
ni mundo, ella le responde que ya lo sabe.
lvii- Dolores y Fernando se casan, y se fueron un mes a Collado. Fernando se sentía amplio
y fuerte, placido y tranquilo. Luego de analizar la fuente de su vida y de su amor, llega a la
conclusión de que la naturaleza se reflejaba en sí mismo. En ese momento comprendía lo que
nunca antes, la grandeza de la mujer y al besar a Dolores sentía que mismo dios la andaba.
Ambos llevaban una vida sencillísima, por las mañanas paseaban, le encantaba abrazarla y
sentir su olor a flores del campo. Fernando estaba desbordando de ternura. Algunas noches
se reunían en fiesta del Collado, todos bailaban y tocaban instrumentos. Aquel baile salvaje
que antes disgustaba a Fernando ahora le producía sensación de vida, en aquel baile la
brutalidad salía a flores, lo sanos instintos naturales y barbaros salían, baila que bastaba para
olvidar toda clase de locuras místicas.
lviii- Después de un mes, dejan el collado, Fernando quiso ir a parís o Madrid, pero Dolores
como toda recién casada quiso ir a Barcelona. Fueron en tren, pasaron por el convento donde
pascual Nebot le dijo a Dolores que Fernando se quería hacer fraile, él le responde que ante
no le hubiera costado mucho trabajo porque no la conocía a ella. El tren se fue por un camino
muy bello, a ratos se acercaba al mar, y veían la costa. Anocheció y contemplan la luna.
lix- Llegan a Tarragona y se hospedan en un hotel, se hospedan en un hotel próximo a una
iglesia, lo primeros días pasean por la orilla del mar, luego se dedican a ver la ciudad. Ellos
sentían como si todo el muro viera su dicha. Entran a la catedral, Fernando le comenta lo que
sabe y ella lo escucha animada. Cansados se sientan y ven pasar algunos canónigos vestidos
por el claustro. Todo dentro era perfecto, se escuchaban las iglesias, los pajaritos. Fernando
sentía que la vida celebraba su placido triunfo. Dolores se veía muy triste, Fernando le
pregunta que le ocurre y ella le confiesa que está muy feliz realmente. Dolores estaba
embarazada, Fernando palideció por la emoción. Volvieron al Collado y 7 meses después
Dolores da a luz a una niña que muere al poco tiempo, Fernando se culpa a el de dar una vida
tan miserable y corta.
lx- Dos años después, tiene un hijo, todo marchaba perfecto, su suegra le hacia ropita y el
clima era perfecto. Fernando contemplaba a su mujer y su hijo, recordaba su antigua vida y
leía la carta que Laura le mando donde lo felicitaba irónicamente. Fernando ya llevaba una
vida de campo, amaba la tierra y de a poco se reintegraba a los instintos naturales. Él bebe
estaba robustamente constituido. Fernando ya no podía arrojar su alma por completo a la
tendencia mística del desconocido y sobrenatural. El dejaría a su hijo vivir en la naturaleza,
saborear el placer de la vida, lo alejaría de los pedagogos aniquiladores, no le dejaría ser un
átono de masa triste. No lo reprimiría. No lo torturaría con ideas tristes ni le enseñara
símbolos misteriosos de religión alguna.

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