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Lo interesante de It follows es que puede ser interpretada

desde diferentes lecturas. Como una tradicional historia de


terror, como un relato acerca del origen del sida, o como una
adaptación libre de El idiota de Dostoyevski.»
El paso de la adolescencia a la vida adulta puede ser terrorífico. Las diversiones dan paso a las
obligaciones. La tranquilidad de saberse seguro bajo el amparo de nuestros padres se ve
sustituida por la inquietud ante un futuro incierto. Es época de grandes cambios. Algunos,
ansiados. Otros, desconcertantes. Quizá, por todo lo que implica, esta significativa franja vital ha
atraído desde siempre los ojos del cine de todo el mundo.

En los últimos años, películas como ‘Las ventajas de ser un marginado‘ (Stephen Chbosky,
2012) o ‘Boyhood‘ (Richard Linklater, 2014) han explorado qué supone dejar atrás la pubertad y
cómo pueden afectarnos los sucesos que en esta etapa acontecen. El joven cineasta David Robert
Mitchell [Clawson (Michigan), 1974] ya se aproximó a la temática, mediante pinceladas de
drama y comedia, en ‘El mito de la adolescencia‘ (2010), su ópera prima.

Tras su debut al frente de un largometraje, Mitchell pareció seguir interesado en contar las
vicisitudes del momento en el que comenzamos, verdaderamente, a descubrir el mundo. Con su
siguiente trabajo, ‘It follows‘, volvería a abordar la materia, pero, esta vez, en clave de terror.

El film narra la historia de Jay Height, una joven de dieciocho años que, tras su primer encuentro
sexual, se convierte en la víctima portadora de una espantosa maldición. A partir de esta
interesante premisa, Mitchell ofrece una película clásica del género, con evidentes referencias al
Carpenter de ‘La noche de Halloween‘. Pero, a diferencia de la cinta del 78, ‘It follows‘ nos
presenta un mal sin nombre ni rostro (lo tiene, pero cambiante). Y pocas cosas dan más miedo
que no saber a qué se enfrenta uno.

Precisamente, uno de los mayores aciertos de David Robert Mitchell es saber jugar con el pánico
a lo desconocido. De la historia que se nos narra, no conocemos el porqué [no obtendremos
innecesarias explicaciones acerca del origen del ente que da sentido al título (un sugerente Te
sigue)]. Apenas acertamos a intuir el cuándo (tan solo algún elemento, como el libro electrónico
de Yara, una de las amigas de la protagonista, nos ayuda a asentar temporalmente un relato que
bien podría situarse en los años ochenta o noventa). Y tampoco se nos incide en el dónde (hay
que estar atento para leer la palabra Detroit en el panel de la piscina municipal, o acertar a
reconocer los destartalados suburbios de la otrora capital mundial del motor).

El director demuestra gran talento en el empleo dinámico de la cámara (destacando el uso de


numerosos travellings de seguimiento y panorámicas circulares), y, especialmente, en el uso de
la profundidad de campo. La disposición de planos abiertos con el fondo en permanente
desenfoque permite crear logrados instantes de tensión (nunca sabemos si aquella persona que se
acerca a lo lejos supone, o no, una amenaza). La fotografía, de tonos apagados, favorece la
deslocalización temporal de la historia. Pero si hay un elemento que sobresale dentro de la
parcela técnica, ese es, sin duda, la banda sonora. Nuevamente deudora de las melodías que
compuso el propio John Carpenter para ‘La noche de Halloween‘, la música de Richard
Vreeland, más conocido como Disasterpeace, utiliza los sintetizadores de forma magistral,
reforzando la turbadora atmósfera de ‘It follows‘. Brillante.

El realizador se rodea de un jovencísimo y desconocido elenco de intérpretes para otorgar


naturalidad a los inseguros protagonistas. Como suele ocurrir en el género, no recordaremos a ‘It
follows‘ por sus actuaciones. No obstante, Maika Monroe, en el papel de Jay, resulta creíble en
su miedo y desconfianza. El resto del reparto, se limita a no desentonar y a cumplir como amigos
de la protagonista. Si algo sorprende es la práctica desaparición de las figuras adultas.

Lo interesante de ‘It follows‘ es que puede ser interpretada desde diferentes lecturas. La primera,
y más superficial, como una tradicional historia de terror basada en las leyendas medievales
sobre los súcubos y los íncubos. La segunda, asociada con la estética cuasi ochentera del filme y
con la maldición de transmisión sexual que desencadena los hechos, como un relato acerca del
origen del sida. La tercera, y más trascendental, está ligada al peso que Mitchell le da en la
película a la novela ‘El idiota‘, de Fiódor Dostoyevski. En un momento dado escuchamos un
fragmento del libro: “El dolor más terrible puede no ser el de las heridas, sino el de saber que, en
una hora, diez minutos, medio minuto, ahora, en este instante, el alma abandonará el cuerpo y
uno ya no será una persona. Y eso es algo seguro. Lo peor de todo, es que es algo seguro”. El
final de la adolescencia y el principio de la vida adulta no solo traen consigo las primeras
relaciones sexuales. También la plena consciencia de lo que supone la muerte. De que, fuera de
ese cobijo que han sido nuestros padres durante la infancia, somos vulnerables. De que la
existencia es finita, y el mismo paso del tiempo que nos arrebata la juventud, un día ha de
llevarse la vida. Nuestra vida. Y eso, estaremos todos de acuerdo, aterra. Y mucho.

Resulta irónico que el estado actual del género dé auténtico miedo. A estas alturas, resulta muy
difícil sorprender al gran público. Pero hay excepciones. ‘It follows‘ es una de ellas. Genera gran
tensión y lo hace utilizando herramientas de la vieja escuela. Aún con algunos aspectos negativos
(la escena de la mencionada piscina municipal es absolutamente prescindible), la cinta de David
Robert Mitchell consigue hacernos creer que el terror, en la ficción, todavía tiene mucho que
decir. ¿Futuro film de culto?

Salvo sorpresas de última hora (que puede haberlas con todo el fin de semana por delante), It
Follows repite su categoría de Mejor Película Del Festival -independientemente de palmarés
oficiales, aquí hablamos de calidad real- tras haberme robado el corazón en Sitges.

Acudí al pase del Nocturna, el Festival de Cine Fantástico y de Terror de Madrid, el pasado
miércoles. Buscaba una falla, un problema que me distanciara de mi percepción de estar ante la
película de terror del año. Pero no solo no sucedió tal cosa, sino que lo que en Sitges se me
antojaron pequeñas fisuras, desdeñables problemillas achacables a la inexperiencia de David
Robert Mitchell, en Nocturna el conjunto brilló equilibrado y redondo.

Entre uno y otro festival, la película ha pasado de ser una sorpresa que muchos pillamos de
refilón y a deshoras a convertirse en uno de los grandes fenómenos de culto del año. Se ha
estrenado en cines en Reino Unido y ha vivido una escalada en el número de salas debido a
un boca a oreja inaudito en una película independiente y sin el respaldo de una gran
distribuidora. ¿Qué tiene de especial It Follows para haberse convertido en la sensación del año
para los aficionados, que no solo abarrotaron el Palafox en Madrid sino que recibieron los
créditos finales con una homogénea ovación?

La película cuenta una historia de maldiciones que se transmiten de una persona a otra (y que
recuerda en su planteamiento al horror japonés de la estirpe de The Ring, aunque aquí el modo de
transmisión es algo más orgánico), y que recae en Jay (Maika Monroe, la scream queen del
momento y también brillante en The Guest) tras acostarse con un chico del instituto. A partir de
entonces, algo que toma la forma de una persona a la que la infectada puede conocer o no, va
siguiéndola a todas partes, implacablemente. Más que las propias reglas de la maldición, que se
prolongan y no desvelaremos aquí -porque la virginidad, como en las películas de terror, es
importante para el espectador de It Follows-, lo que importa en la película de David Robert
Mitchell es su abstracta, fría y muy humana percepción del sexo adolescente.

Aquí, lo que hace es conjugar el descubrimiento del sexo y de otros tabúes adolescentes

Mitchell ya había hablado del tema en su anterior película, ajena al género: The Myth of the
American Sleepover. Aquí, lo que hace es conjugar el descubrimiento del sexo y de otros tabúes
adolescentes (la película juega a plantar simbólicas referencias a las drogas, al suicidio o a la
anorexia sin llegar a citarlas del todo) por la vía de la cultura pop: de cómo se ve el sexo en el
cine de terror. Pero primero, lo desmonta todo: el ya merecidamente mítico primer plano de la
película, una preciosidad circular que juega con las ideas preconcebidas del fan medio, avisa de
que esta película de terror es distinta, y de paso plantea uno de los grandes descubrimientos
visuales de la película, el del plano general como receptáculo del pánico.

Y a partir de ahí, It Follows despliega una complejidad accesible y demoledora: sabe ser
empática y emocional, al tiempo que salvaje y asilvestrada. Compone planos de belleza estática,
como instantáneas de terror congeladas en el tiempo, y al mismo tiempo recurre a las viejas
emociones del cine de miedo para adolescentes. Habla del sexo, las cobras y las cosas que
importan, pero sin condescendencia de adulto resabiado. It Follows es, por eso, lo que siempre
habíamos querido que fuera el cine de terror.

La presencia de 'It Follows' en la primera edición del #NoOscarFest siempre estuvo fuera de
toda duda. Aclamada por la crítica desde su premiere en el Festival de Cannes de 2014, la
segunda película de David Robert Mitchell se ha convertido en una de las cintas de terror más
alabadas de los últimos tiempos. El planteamiento es sencillo: Jay (Maika Monroe, nueva musa
del cine de género a la que ya pudimos ver en 'The Guest') comienza a ser perseguida por un
espíritu maligno y de aspecto cambiante después de practicar sexo con un chico que únicamente
se acuesta con ella para poder traspasarle "la maldición".

'It Follows' bebe de forma evidente de grandes títulos del género como 'Pesadilla en Elm Street'
(Wes Craven, 1984), 'El resplandor' (Stanley Kubrick, 1980) o la 'La noche de
Halloween' (John Carpenter, 1978). Ese aroma clásico de la película se traduce en una clara
intención de evitar el susto fácil. Aunque no faltan los momentos que hacen saltar al espectador
de la butaca, las escenas más genuinamente terroríficas son aquellas que están rodadas al aire
libre, con la luz del día y haciendo un uso magistral de la profundidad de campo.

El empleo de recursos como los giros de cámara 360º contribuye a crear una sensación de
constante amenaza que nos hace ponernos en la piel de la protagonista. Casi sin darse cuenta, el
espectador se ve obligado a otear el horizonte en cada plano intentando adivinar alguna presencia
sospechosa. Otro elemento que juega un papel fundamental en la construcción de esta asfixiante
atmósfera es la perturbadora música compuesta por Disasterpeace, donde también se aprecia la
influencia de los clásicos de terror de los 70 y 80. Todos los aspectos de la puesta en escena
contribuyen a que 'It Follows' cumpla a la perfección con su principal propósito: ser aterradora.

Pero, a diferencia de lo que podría parecer a primera vista, 'It Follows' no sólo es una película de
terror. El relato sobrenatural también incluye otra historia de terror muy real: la adolescencia. Al
fin y al cabo, el paso de la infancia a la madurez era el tema principal de la primera película del
director: 'El mito de la adolescencia'. Una ópera prima que, pese a no ser un film de terror, ya
estaba rodada como si lo fuera. De hecho, resulta curioso visionar ahora esa primera película y
comprobar cómo Mitchell ha repetido en 'It Follows' varios planos y situaciones que ya estaban
en 'El mito de la adolescencia). No es casualidad que en ambas películas se evite
deliberadamente mostrar a los padres de los jóvenes protagonistas, como si su vida fuera una
continua fiesta de pijamas.

aralelamente a la lucha por la supervivencia de Jay, tenemos el drama personal de Paul (Keil Gilchrist),
uno de los amigos que ayudan a las protagonistas a hacer frente a ese ente infernal. A Paul, lo que
menos le importa es que un espíritu maligno le arrebate la vida. Lo que de verdad le quita el sueño es
que la chica de la que está perdidamente enamorado no le hace ni caso. Probablemente, muchos de los
fans de la cinta puedan (podamos) verse reflejados en este "pagafantas" de manual dispuesto a poner
en peligro su vida con tal de tener sexo con "la reina del baile". No resulta descabellado pensar que
incluso el propio director (y guionista) de la película se siente identificado con él, teniendo en cuenta el
cariño con el que trata al personaje.

El guión es, con diferencia, el elemento más polémico y problemático de la cinta. Hasta el mismísimo
Quentin Tarantino, que se declaró fan de la cinta, aseguró que podría haber sido mejor si "no hubiera
roto su mitología" (a lo que David Robert Mitchell contestó con una soberbia sorprendente en un recién
llegado). La web Cinema Sins incluso dedicó uno de sus vídeos a repasar todos los errores de la
película (algunos muy obvios, otros bastante discutibles). Por mucho que le duela a Mitchell, es cierto
que esa mitología de la que habla Tarantino hace aguas. Todo lo que tiene que ver con "el monstruo"
resulta demasiado arbitrario, como si Mitchell fuera escribiendo las reglas del juego sobre la marcha
según lo que más le convenga en cada momento.

Pero buscarle un sentido a 'It Follows' es un sinsentido en sí mismo. Por su ambientación, la película
podría estar situada en los años 60 o 70. Las televisiones son antiguas, las películas son antiguas, los
coches son antiguos, las revistas porno son antiguas... Y en medio de todo esto, nos encontramos un
smartphone con forma de concha. ¿Acaso se le puede pedir coherencia a una película que tiene lugar en
un universo como este? El espectador que no logre entrar en este mundo tan particular, no podrá ver
nada más que un ejercicio de estilo (presuntamente) vacío. Pero la persona que acepte las normas (o la
ausencia de ellas) que plantea Mitchell, asistirá a una de las experiencias cinematográficas más
estimulantes de los últimos tiempos.

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