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De Casonas y Rejas

Trabajar en pleno microcentro porteño no sería una rareza sobre todo si se


tratara de alguna actividad bancaria, pero hacerlo en una casona colonial, más pre-
cisamente aquella que habitara la familia Mitre entre 1860 y 1906, sin duda es algo
singular. Gracias a su rápida conversión en Museo en 1907, en la calle San Martín
336, contamos con una impronta edilicia que desafía al paisaje contextual al evocar
tiempos lejanos. Por cierto esta tensión trasciende los límites adyacentes en tanto
son muy escasas las oportunidades que tenemos en toda la ciudad de Buenos Aires
de recorrer una autentica casonal colonial, cuyos orígenes constructivos se remon-
ten, como en este caso, a 1785.

Más cerca de formar parte de nuestro patrimonio intangible, estas viviendas


coloniales están arraigadas en nuestro imaginario colectivo gracias al gran conjunto
de descripciones y de estudios realizados; de anhelarse nuevas respuestas la ar-
queología urbana tendrá un papel preponderante sobre todo en lo que atañe a la
vida cotidiana porque sin duda uno de los mayores desafíos pasaría por tratar de
recuperar las vivencias, aquellos usos y costumbres que estaban regulados por una
organización espacial en torno de patios que generaba un criterio de circulación y
disposición de las diferentes habitaciones muy diferentes a los actuales. Hoy en día
que nos debatimos con conceptos tales como los "no lugares" de Marc Augé se nos
hace más dificil alcanzar a comprender la importancia de lo que tanto en los planos
de la ciudad como en los de una vivienda aparecen como "vacíos": En el espacio
público, la Plaza Mayor que era el espacio simbólico por excelencia, hacia el cual
confluía toda la vida urbana generando una fuerte centralidad, no era otra cosa que
una o dos manzanas sin construir; en el espacio privado, los patios también eran un
vacío a partir del cual se organizaba toda la vida doméstica. Se trataba de los princi-
pales espacios de la sociabilidad, cuyos preceptos perduraron en el tiempo y sin los
cuales, por ejemplo, sería muy dificil de entender que aquello que definía a los con-
ventillos, más allá de tipologías, fueron los patios donde se gestó toda una cultura
popular tan bien ilustrada en sainetes y letras de tangos.

La construcción de una identidad urbana

Los estudios sobre la vivienda colonial porteña adquirieron gran relevancia en


las primeras décadas del siglo XX, gracias al esfuerzo de investigadores, que se
propusieron recopilar la documentación existente, clasificarla y sistematizarla. Sin
duda aportaron toda una resignificación sobre un patrimonio material que había sido
desacreditado sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX, por ser el remanente de
un pasado que pretendía ocultarse y en lo posible reemplazarse por manifestaciones
de diversos "modernismos" de cuna europea. Se trató de un proceso de revaloriza-
ción de lo colonial que desembocó inclusive en una suerte "revival" con el estilo "ne-
ocolonial" del cual contamos con un número mucho mayor de obras que del propio
estilo original.

Un trabajo pionero sobre la evolución de la vivienda en Buenos Aires, fue el


que realizó Carlos María Morales, titulado "La Edificación", para el Censo de la Capi-
tal Federal de 1904. En el mismo se descató el hecho de haberse dado en nuestro
actual territorio, un estilo colonial "puro" en tanto no existía una arquitectura local
previa a la colonización castellana. Para el autor, la vivienda inicial fue el rancho con

1
"paredes formadas con estructuras de ramas, cubiertas con una especie de reboque
de arcilla y techo de paja", de larga persistencia en tanto todavía aparecen carac-
terísticas similares a mediados del siglo XVII, siendo todavía muy incipiente el uso
de ladrillos y tejas:

"Las casas del pueblo son construidas de barro, porque hay poca piedra en
todos estos paises hasta llegar al Perú; estan techadas con cañas y paja y no tienen
altos; todas las piezas son de un solo piso y muy espaciosas; tienen grandes patios,
y detrás de las casas grandes huertas, llenas de naranjos, limoneros, higueras,
manzanos, peros y otros árboles frutales, con legumbres en abundancia como coles,
cebollas, ajos, lechuga, alberjas y habas; sus melones especialmente son excelen-
tes pues la tierra es muy fertil y buena;/.../" 1

La lentitud en la evolución fue explicada por Mario J. Buschiazzo en el capítu-


lo "La Arquitectura Colonial" de la Colección Historia General del Arte en la Argenti-
na. A su entender había que partir de una realidad contundente: "Buenos Aires segu-
ía siendo el extremo de aquel largo y azaroso camino que se iniciaba en Lima y ven-
ía a morir en un villorio, que otra cosa no fue hasta llegar al siglo XVIII". Hay consen-
so entre los historiadores urbanos en señalar al siglo XVIII como el período en el
cual se marcaron las diferencias más profundas respecto a los inicios: "Con la intro-
ducción del ladrillo en las construcciones, se fueron levantando casas más sólidas y
de mayores dimensiones, pero, casi sin excepción, con techos de teja, representan-
do con su arquitectura el tipo de las casas españolas, con sus grandes patios plan-
tados de naranjos y plantas de flores, rodeados por una amplia galería cubierta, pro-
longación del techo de las habitaciones, y sostenidas por maderos verticales que
hacían las veces de columnas. En el fondo de los terrenos había huertas con árboles
frutales y legumbres".(Morales, 456)

Transformaciones constructivas que se insertaron en la refuncionalización del


territorio hispanoamericano que introdujeron los Borbornes, por el cual la ciudad de
Buenos Aires pasó de una marginalidad funcional para el sistema de comercializa-
ción por carecer de metales preciosos a la máxima jerarquización posible al ser de-
clarada Capital del Virreinato del Río de la Plata en 1776. El crecimiento inusitado en
la función comercial a partir del Reglamento de Libro Comercio (1778) que posibilitó
el contacto directo con la metrópoli, trajo aparejado un crecimiento demográfico que
marcó un salto inusitado respecto a la lenta evolución que se registraba desde los
tiempos de Garay. Por el Censo que mandó a efectuar el Virrey Vértiz (1778) la ciu-
dad de Buenos Aires contaba con 24.205 habitantes y su campaña 12.925 habitan-
tes. Respecto a la composición étnica de la jurisdicción, se componía de 25.451
Blancos; 2.087 Naturales; 8.918 Negros y 674 Mestizos. Al final del período virreinal
(1810) se calcula que la población de la ciudad prácticamente había alcanzado los
50.000 habitantes.

1
ASCARATE DU BISCAY (1657) "Relación de los viajes de Monsieur Ascarate du Biscay al Río de
la Plata, y desde aquí por tierra hasta el Perú, con observaciones sobre estos países". Traducida por
Daniel Maxwell en: NAVARRO VIOLA, Miguel (y) Vicente G. QUESADA (Dir) La Revista de Buenos
Aires. Buenos Aires: Imprenta de Mayo, 1867.

2
En 1774 una ordenanza obliga en Buenos Aires a trazar planos de lo que se va
a construir, con el objetivo de "prevenir en lo sucesivo el notable desorden experimen-
tado hasta hoy en la libertad abritraria con que los vecinos emprenden la construcción
de muchas casas y la ninguna uniformidad y daños reciprocos, que tanto al público
como a ellos mismo resultan de faltarse en esta parte a las reglas y métodos fijos de
policia"2

Mediante un conjunto de ordenanzas se procuró terminar con el desarreglo de


los frentes (5/8/1784); regular la construcción, aún en áreas periféricas, obedeciendo
a los reglamentos vigentes poniéndose veredas y postes para que la gente transite
con comodidad, y que las rejas, o ventanas guarden orden, sin que sobresalgan de
la pared (6/10/1788); la obligación de cercar los predios despoblados y construir
medianeras divisorias entre las propiedades (10/12/1802).

Más allá de las reglamentaciones que incidieron en la construcción de vivien-


das es importante tener en cuenta otro fenómeno: la cada vez mayor subdivisión
parcelaria. Un sistema de loteo indicativo tanto del valor de la tierra como de la ne-
cesidad de responder al incremento demográfico, como puede observarse en los
avisos publicados en el Telégrafo Mercantil (1801-1802).

Por otro lado surgieron los cuartos de alquiler tanto en viviendas tradicionales
reacondicionadas o en las especialmente construidas para dicho fin. Un ejemplo de
este último caso son los denominados "Altos", generalmente conocidos por el apelli-
do de su dueño (Escalada, Elorriaga, Riglos, etc.)

Otra innovación apareció a fines del siglo XVIII cuando el techo de "mojinete y
teja" fue reemplazado por la azotea "con tirantes de palmas traídos del Paraguay", y
que ya está claramente caracterizada por Morales:

"Hasta mediados del siglo pasado, puede decirse que existía en esta ciudad
un tipo único de edificio, la antigua casa española de un solo piso, con techo de azo-
tea, pretil macizo de mampostería y ventanas con rejas" (pp.459)

Estas modificaciones posibilitaron que las viviendas más representativas con-


taran con un aljibe. Los techos de azotea funcionaban como colectores de agua de
lluvia que luego por cañería de cerámica posibilitaban su almacenamiento en gran-
des cisternas a modo de sótanos, generalmente debajo del segundo patio. De esta
forma se solucionaba el problema de alta salinidad del agua de las napas subterrá-
neas.

Las rejas

Tradicionalmente en la bibliografía que se refiere a la vivienda "colonial" por-


teña, la reja fue considerada como uno de los componentes que indicaron un salto
constructivo y de ornato respecto a las precarias viviendas que contaba la ciudad

2
Disposición del Intendente De Paula Saenz del 23 de Noviembre de 1784.

3
hasta bien avanzado el siglo XVIII. El Arquitecto Mario J. Buschiazzo3 sostuvo que
"la aparición de rejas voladas hechas con barrotes cuadrados y planchuelas de hie-
rro de Viscaya, elevó un poco el tono de la arquitectura civil". En una línea de pen-
samiento similar el Historiador, José Torre Revello 4 sostuvo que "las rejas voladas
que ostentaron algunos edificios daban cierta gracia a la línea arquitectónica" . Inclu-
so en versiones más recientes como la del Arquitecto Ramón Gutierrez en Arquitec-
tura y Urbanismo en Iberoamérica se destacó la consagración de una tipología "...el
tipo de casa azotea, que se introdujo en Buenos Aires en la segunda mitad del siglo
XVIII, penetró rápidamente en el litoral a partir de la capitalidad virreinal de la ciudad-
puerto. El lenguaje andaluz de los muros blancos y ventanas con rejas y guardapol-
vos se unificó con la tradicional tipología funcional de la casa mediterránea organiza-
da alrededor de los patios".

Hace unos años, con la Licenciada María Rosa Gamondès5 analizamos aque-
llos relatos de viajeros que proveyeron a partir de la reja distintas imágenes, referi-
das en algunos casos a la vivienda y en otros a la ciudad.

Uno de los recursos utilizados en este tipo de relato, fue la comparación y/o
confrontación entre la cultura y paisaje urbano nativo de cada viajero con el local. En
ese sentido, la reja empezó siendo un argumento que rendía cuenta de la brecha
tecnológica existente en la utilización de materiales. Samuel Haigh, por ejemplo, re-
señó que "las ventanas rara vez tienen vidrios, pero están protegidas por rejas de
hierro que producen un aspecto de cárcel"6. Aquí vemos la contraposición de viven-
cias urbanas entre el uso de ventanas con vidrio y aquellas que tenían rejas, y una
primera imagen a partir de su uso en la vivienda, que les otorgaría ese aspecto de
prisión reseñado.

Esta imagen, vinculada a un aspecto formal, se instaló fuertemente en los re-


latos de viajeros, siendo utilizada profusamente. Otro tipo de mirada, vinculada en
este caso a la ciudad, gestaron aquellos que deseaban explicar el fracaso de las in-
vasiones inglesas, tal como lo explicita H. Brackenridge: "En todas las ventanas hay
una ligera reja de hierro, que se proyecta como un pie; probablemente resto de los
celos españoles. Lo compacto de la ciudad, lo plano de los techos, la incombusti-
bilidad de las casas, los patios abiertos que semejan áreas de fuertes y las rejas de
hierro, componen una fortificación completa, y no sé de situación peor en que puede
hallarse un enemigo que en una de estas calles. No es de sorprender que una ciu-

3
BUSCHIAZZO, Mario J. "La Arquitectura Colonial" en: Historia General del Arte en la Argentina.
Buenos Aires: Academia Nacional de Bellas Artes, 1982.(pp. 185)
4
TORRE REVELLO, José La Casa en Hispano-América. (pp. 18)

5
GIUNTA, Rodolfo (y) María Rosa GAMONDES "La Reja - Funciones respecto al adentro y el afue-
ra". Ponencia presentada en el Encuentro Multidisciplinario "Imagen, Texto y Ciudad" organizado por
la Facultad de Arquitectura, Montevideo, República Oriental del Uruguay, del 27 al 29 de Septiembre
de 1991.
6
HAIGH, Samuel Sketches of Buenos Ayres, Chile and Peru. London: Effingham Wilson, 1831.
(La versión española es de Carlos A. Aldao en la edición La Nación, de 1920 )

4
dad tan bien fortificada hubiese resistido con tanta eficacia a un ejército de doce mil
hombres, al mando del General Whitelock" 7.

En esta línea de argumentación, presentar a la ciudad como una fortificación


en su conjunto, más que por la existencia de infranqueables Fuertes o Murallas, ser-
ía adecuada porque estaría indicando las dificultades de ingreso a la misma desde el
exterior. Ante lo cual la imagen de prisión, a la que aludíamos, en primera instancia,
podría entenderse como una complementación de esta imagen de fortaleza. Sin em-
bargo, consideramos que ambas imágenes rinden cuenta de fenómenos distintos.
Sobre todo porque la idea de prisión, en sí misma, denota más bien una situación
inversa que se vincula al hecho de no poder salir.

Respecto a las invasiones inglesas la reja estaría separando un afuera, el es-


pacio público, en el cual estaba inserto el enemigo y un adentro, el espacio privado,
desde el cual se defendieron los moradores. Resulta más compleja la diferenciación
de planos respecto a la imagen de prisión. A nuestro entender no posee un referente
explícito, más allá de lo formal, por lo cual consideramos muy probable que la ima-
gen de prisión haya tenido otra connotación, porque se le está poniendo un límite a
los moradores. Cabe preguntarse ¿Cuáles fueron los alcances del mismo? ¿Qué era
lo que esta prisión no les permitía hacer?

Posiblemente el relato de John Miers sea adecuado al respecto: "...confundí


las casas que enfrentaban la playa con cárceles ya que no tenían ventanas de vidrio,
y los vanos abiertos estaban defendidos por rejas de hierro; pero entrando a la ciu-
dad, encontré que todas las casas estaban construidas de la misma manera, en ge-
neral de un solo piso; su apariencia desierta, y exterior descuidado sugería mas la
apariencia de una cárcel que de viviendas de gente industriosa, civilizada y libre" 8.
La primer reflexión que nos surgió es que más allá del aspecto de carcel de las vi-
viendas, bajo ningún concepto podía esgrimirse esta situación, como argumento
válido para señalar la imposibilidad de ser industrioso, civilizado y libre.

Habría que empezar por descartar el referente "vivienda" para esta imagen de
"prisión" en tanto ya supera lo formal. Más bien estaríamos dispuestos a pensar que
la prisión a la que se hace referencia, trasciende la vivienda para cuestionar el sis-
tema colonial español en el cual la sociedad se haya inserto y a su vez propiciar un
nuevo tipo de inserción mundial que garantizace el hecho de ser industrioso, civiliza-
do y libre. Sería respecto a la inserción en el mercado mundial, que la reja funcionar-
ía como una divisoria entre un afuera (libertad) signado por el nuevo orden comercial
y un adentro (prisión) signado por las trabas del sistema colonial español. Situación
esta que en el plano estrictamente formal no se revertiría por el mero reemplazo de
las rejas por ventanas de vidrio.

7
BRACKENRIDGE, H.H. Voyage to South America, performed by order of the American government
in the years 1817 and 1818 in the Frigate Congress. London: John Miller, 1820. Versión española de
Carlos A. Aldao en la edición de Buenos Aires: América Unida, 1927. (tomo I pp 247)
8
MIERS, John Travels in Chile and la Plata, including accounts respecting the Geography, Geology,
Stadistics, Government, Finances, Agriculture, Manners and Customs, and the Mining Operations in
Chile. Collected during a residence of several years in these countries. London: Baldwin, Cradock and
Joy, 1826.

5
Desde esta perspectiva ambas imágenes podrían complementarse en tanto el
acecho británico tuvo un fracaso bélico ocasionado por la fortificación; pero el mismo
se revertiría con la consolidación de un nuevo orden comercial que permitiría tras-
cender los límites de la prisión del sistema colonial. Recurso implícito, además, para
demostrarle a la sociedad local la contradicción existente en el hecho de vanoglo-
riarse de haber salvaguardado su "libertad", cuando el sistema vigente era en si
mismo una prisión.

Respecto a la vida cotidiana de la ciudad de Buenos Aires hubo varios aspec-


tos regulados por la reja. La imágen prevaleciente fue la de protección. Divisoria
clara en este caso entre espacio público y privado pero que conlleva dos intancias
diferentes, por un lado posibilita cierto tipo de interacción social y por otro brinda se-
guridad.

Con referencia a la interacción social Skogman9 describió una situación, evi-


dentemente muy común: "Si se acierta a pasar frente a la casa de una familia cono-
cida y alguno de sus miembros se halla en la ventana, se entabla conversación a
través de la reja".

Ciertamente quienes más disfrutaban de esta posibilidad eran las mujeres,


que accedían, en sus momentos de ocio y recreación, a la distracción que les ofrecía
la calle. Beaumont10 lo describió irónicamente: "En los antepechos de las ventanas,
las damas de Buenos Aires se sientan y gozan del aire fresco, y de los saludos de
los amigos que pasan, que son mantenidos a una distancia prudente por las envidio-
sas barras de hierro que aseguran cada ventana".

Con respecto al tema de seguridad, su uso fue recomendado, al punto tal que
Woodbine Parish11 aseveró: "Estoy convencido de su necesidad en el estado actual
de la sociedad en esos países, sin mencionar la comodidad que significa poder dejar
abierta una ventana en las calurosas noches de verano sin correr el riesgo de una
intrusión". En este caso, además, la reja también le sirvió para rendir cuenta de una
sociedad muy convulsionada.

Por cierto las rejas no fueron siempre un obstáculo para la audacia y el inge-
nio. En este sentido se puede citar una anécdota ilustrativa:

"Existen, no obstante, ladrones ingeniosos en Buenos Aires, como en cual-


quier otro sitio, contra los cuales aún las barras de hierro carecen de utilidad; hubo

9
SKOGMAN, C. Viaje de la fragata sueca "Eugenia" 1851-1853. Buenos Aires: Solar, 1942. (pp
61/71)
10
BEAUMONT, J.A.B. Travels in Buenos Ayres, and the adjacent provinces of the Río de la Plata with
obsevations, intended for the use of persons who contemplate emigrating to that country; or enbarking
capital in its affairs. London: James Ridway, 1828

11
PARISH, Woodbine Buenos Ayres and the Provinces of the Rio de la Plata. London: J. Murray,
1852.

6
casos en los que estos han logrado llevarse ropas de los moradores cuando estaban
dormidos, pescando y extrayéndolas a través de las rejas de las ventanas que se
conservaban abiertas en la noche, todo ello a través de un gancho encastrado a una
de las largas cañas del país: de esta forma en un caso muy mentado, un inglés per-
dió un valioso reloj que fue extraído con un gancho del interior de su bolsillo a la altu-
ra de la cabecera de su cama, siendo despertado por su asustada esposa en el
momento justo como para tener un último vistazo del objeto que parecía danzar
hacia afuera de la ventana para siempre"12

Conjunto de representaciones que fueron sedimentando nuestro imaginario


colectivo sobre las rejas y que a Ezequiel Martinez Estrada en "La Cabeza de Goliat"
le posibilitó una reflexión singular: “A través de la ventana observo el frente de las
casas más allá de la Plaza, con sus ventanas cerradas. No puedo evitar la idea per-
tinaz de que se trata de celdas, con aberturas por donde entran el aire y la luz; y sa-
le, como la mía, la mirada del morador. Se trata de celdas y prisioneros. Me es facil
pensar que todos estamos presos, aunque el guardián haya desaparecido hace
años o siglos. Nos encerró a todos y se fue, o se murió. Hizo la ciudad y nos metió
dentro con la consigna de que no nos marchasemos hasta que volviese. Después se
olvidó él de venir y nosotros de irnos”

Rigidez para la protección de la propiedad y permeabilidad respecto a los


mensajes y las imágenes, fueron las funciones que las rejas desempeñaron en un
período prolongado, regulando la interacción entre espacio público y privado en la
vida cotidiana de nuestra ciudad. En el proceso de consolidación urbana de media-
dos del siglo XVIII, conformó un elemento adecuado para regular tanto la atracción
por gestar toda una interacción social en los límites del espacio público y privado,
como la protección de un fenómeno consolidado gracias a una creciente inserción
en el sistema capitalista: la propiedad privada.

Lo cierto es que más allá de ciertos cuestionamientos con relación a las "rejas
voladas" como aparecen en el libro de José Antonio Wilde13 por un hombre que se
lastimó el brazo, o el caso de una mujer que casi pierde un ojo, la reja formó parte
del "paisaje" de la ciudad, provocando también todo un encanto; el mismo Parish
llegó a decir que: "cuando están pintadas de verde, son bastante más vistosas que
en otras ocasiones, particularmente cuando se les cuelgan guirnaldas de hermosas
plantas aéreas del Paraguay que viven y florecen aún sobre el frío hierro; uno se
siente reconfortado con ellas"14

La casona como modelo de vivienda colonial

Otro tema interesante respecto a las casonas coloniales lo introdujo el Ar-


queólogo y Arquitecto Daniel Schavelzon15, al analizar los 80 planos existentes en el
12
PARISH op. cit.
13
WILDE, José Antonio Buenos Aires desde setenta años atras. Buenos Aires: Imp. de Mayo, 1881.

14
PARISH, op.cit., pp. 104
15
SCHAVELZON, Daniel (1994) "La casa colonial porteña. Notas preliminares sobre tipología y uso
de la vivienda". En Medio Ambiente y Urbanización Año 11, Nº 46. Buenos Aires: IIED-AL.

7
Archivo General de la Nación del período virreinal (1784 - 1792), de los cuales sólo
de un tercio se había efectuado su reproducción en alguna publicación. Pero sin du-
da lo más inquietante fue comprobar que de las denominadas "casonas" de 2 o 3
patios, que fueron presentadas como el "modelo" de vivienda colonial sólo existen 8
planos.

Con la arquitecta Alicia Novick16 nos propusimos indagar sobre la gestación


de dicho "modelo" de vivienda colonial para comprender porqué de la gama de vi-
viendas disponible, se focalizó el estudio en uno de los casos otorgándole un grado
de generalización tal que al lector desprevenido le haría pensar que se trataba de la
tipología más difundida en la ciudad.

José Torre Revello en el artículo La casa en Hispano-América planteó el pro-


blema del origen, afirmando que la filiación andaluza era innegable, mostrando las
semejanzas y diferencias con las casas porteñas de antaño: "Una de las caracterís-
ticas principales de la casa antigua sevillana es el primer patio sobre el cual conver-
gen las puertas de las habitaciones principales y cuyos muros se contornean con
graciosos zócalos de azulejos, llenos de vistosidad y color/.../ La casa porteña en el
aspecto señalado fue más recatada por faltarle en sus patios precisamente el azule-
jo que tanto brillo y esplendor da a los similares de Andalucía y de otros distintos
lugares del Nuevo Mundo donde se labraron". Buschiazzo, abrió un poco más el es-
pectro, reconociendo que hubo un fondo andaluz, sobre todo a partir de "la aparición
de rejas voladas, hechas con barrotes cuadrados y planchuelas de hierro de Visca-
ya", sobre el cual se adicionaron aportes lusobrasileños y altoperuanos.

Con Buschiazzo empezaba a delinearse la idea de un modelo: "...si bien hubo


muchas variantes, la gran mayoría de las casas habían adoptado para esa época un
tipo de planta o distribución cuyo uso se prolongaría hasta comienzos de nuestra
época, y cuyo origen se encuentra indudablemente en las zonas mediterráneas, en
las que el patio es el elemento espacial dominante. Es la conocida casa de patio,
segundo patio y huerta, con acceso por un zaguán a veces acodado con respecto al
pasaje que comunicaba ambos patios, para evitar las vistas directas desde la calle.
Al frente, uno o dos locales para negocios; las habitaciones privadas, en enfilada
una tras otra; el comedor separando los patios, y al fondo, la cocina y el lugar
común."

Manuel Augusto Dominguez en el artículo "La vivienda colonial porteña" que


apareció en el Primer Número de los Anales del Instituto de Arte Americano e Inves-
tigaciones Estéticas, se propuso realizar una tipología de la vivienda porteña del si-
glo XVIII, diferenciando cuatro grupos:

Al primero lo denominó Domus al que caracterizó como "la casona principal


de varios patios, netamente clásico, con entrada a fauces, zaguán, un patio anterior
pequeño (recuerdo del atrio), el comerdor puesto de través (tablino), y el, o los an-
drones (zaguanes) que vinculan patios"

16
NOVICK, Alicia (y) GIUNTA, Rodolfo (1994) "La casa de patios y la legislación urbanística. Buenos
Aires a fines del siglo XVIII". En: Medio Ambiente y Urbanización Año 12, Nº 47-48. Buenos Aires:
IIED-AL.

8
El segundo era la Pequeña Domus definida como "la vivienda de menor je-
rarquía, pero dedicada al uso exclusivo de sus dueños y a lo sumo complicada por la
conversión de una sala en cuarto para uso comercial. La entrada se opera en forma
directa o través de un zaguán lateral que abre a un patio pequeño donde ventilan los
ambientes. El tipo nace de la parcelación de los grandes solares en lotes de peque-
ña anchura."

El tercero devenía de una fusión de tipos que denominó Domus-ínsula en el


cual "al exterior ábrense los negocios con sus anexos de viviendas y al interior se
conservan los núcleos básicos de la domus, de una relativa amplitud todavía."

El cuarto grupo se presentó como La ínsula y que "constituye un tipo de ex-


clusivos móviles comerciales y se complica desde los pequeños núcleos de dos uni-
dades hasta la pluralidad extraordinaria para la época, que ofrecen los altos de Es-
calada. Agrupo en esta categoría no sólo a los cuartos con aposento sino a todas las
combinaciones que hagan predominar el móvil de lucro en la construcción de vivien-
das".

En esta clasificación evidentemente se pretendió destacar dos tipos bien defi-


nidos: domus e ínsula, de los cuales a su vez por pureza tipológica -que se hizo
arrancar en tiempos remotos con la "casa pompeyana"- se destacaba la domus.

¿A qué se debió semejante esfuerzo teórico? Todo parece indicar que en las
primeras décadas del siglo XX se generó un fuerte movimiento nacionalista que tem-
ía por la disolución de sus raíces frente al creciente cosmopolitismo que depararon
las corrientes migratorias. En ese momento el pasado de larga duración cobró un
nuevo sentido: en el discurso historiográfico se pasó del criterio de "ruptura" con el
orden colonial vigente en las primeras construcciones intelectuales de nuestra iden-
tidad que tuvo su hito en las historias sobre San Martín y Belgrano de Bartolomé Mi-
tre, al criterio de las "continuidades" que buscó las filiaciones más lejanas en nuestro
escenario cultural, que en materia de vivienda se vinculaba con lo aportado por el
sistema colonial. Busqueda de raices que demostró la heterogeneidad vigente, pero
que ese momento había que circunscribir a aquello de lo "colonial" que de alguna
manera había perdurado en el tiempo pese a ciertas modificaciones. En el filo de los
siglo XIX y XX, dos tipos de viviendas muy difundidas en los sectores populares fue-
ron la "casa-chorizo" y los "conventillos". ¿Cómo obtener su filiación colonial? Para
explicar el surgimiento de la tipología de las "casa-chorizo" se recurrió como argu-
mento a la partición al medio de una casona colonial de tres patios -la domus- , ori-
ginando 6 unidades de viviendas (los actualmente llamados propiedad horizontal o
simplemente "PH"), de allí que todavía se haga mención al "medio patio" como dan-
do a entender que la "otra mitad" se haya en la vivienda lindante; paradójicamente la
"casa-chorizo" tuvo su mayor difusión en los barrios que fue creando la expansión
demográfica, donde nunca había llegado el trazado colonial, y a lo sumo era ámbito
de casas quintas o cascos de estancias. A su vez el "conventillo" en tanto formación
de unidades habitacionales múltiples y de reducidas dimensiones se lo hizo derivar
del tipo insula, con sus diminutos "cuartos de alquiler". De esta forma se dotaba a la
vivienda porteña del período de una identidad más sólida al insertarla en una trama
cultural sostenida en el tiempo.

9
De hecho la posibilidad de subdividir una casona colonial en varias unidades
habitacionales fue una propuesta inmobiliaria concreta que podemos apreciar en
anuncios de la Revista Caras y Caretas, pero sin duda fue una alternativa para con-
tados casos, en tanto en el período colonial las mismas formaban parte de un esca-
so muestrario radicado en el centro de la ciudad.

Las "representaciones" o "imaginarios" urbanos nos invitan a trascender la


materialidad física para internarnos en los complejos senderos de las construcciones
simbólicas de una sociedad, esto es en su cultura más profunda. El contexto de las
Invasiones Inglesas en el caso de las argumentaciones respecto a las rejas y el con-
texto de las grandes corrientes migratorias con relación a la conformación de todo un
modelo de vivienda colonial nos ilustran claramente de las operaciones intelectuales
que continuamente realizamos, en última instancia para lograr una mayor compren-
sión del momento que vivimos.

10

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