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VOLANDO A CASA

Luis era un niño bueno que siempre se preocupaba por los demás y en especial
por el cuidado del medio ambiente ya que como el mismo decía “la naturaleza no
puede defenderse por si misma, por eso necesita la ayuda de todos nosotros”. Por
eso, el cuidaba que las personas no tiraran basura en la calle y cuando los veía
les llamaba la atención diciéndoles “¿a poco a ustedes les gustaría que yo les
tirara basura en su casa?— ¡Claro que no! – Contestaban – pero yo no estoy
ensuciando tu casa, nada más tiré la basura en la calle que no es de nadie. – El
mundo es nuestra casa y no debemos de ensuciarlo tirando basura en el, antes
bien todos tenemos la responsabilidad de cuidarlo.

Un día, Luis descubrió un nido de patos abandonado con 8 huevitos en él y por


más que buscó a la mamá pata nunca la encontró y pensó que lo más seguro era
que algún cazador de los que abundaban en el lugar la había matado, por lo que
decidió llevarse los huevos a su casa.

Llegó a su casa y le preguntó a su papá. – Papá ¿qué puedo hacer para que
nazcan los patitos que están en estos huevos? – Bueno, como ya no está su
mamá tenemos que buscar la forma de darles calor hasta que estén listos para
salir del cascarón. Entre los dos acomodaron con mucho cuidado los huevitos en
una cajita y los envolvieron con cobijas para que no les faltara el calor suficiente
para que siguieran creciendo en el interior del huevo además les pusieron un foco
prendido.

Cada tarde después de clases, Luis iba a revisar la caja para saber si ya habían
nacido sus patitos, inclusive ahí mismo hacía su tarea pues no quería perderse el
momento del nacimiento. Ese día llegó y asombrado observó como uno a uno los
patitos salieron de su cascarón y como lo primero que vieron al nacer fue a Luis
pensaron que era su mamá y desde entonces lo seguían a todas partes por lo que
la gente lo llamó “el niño de los patitos”.

El siguió criando a sus patitos con ayuda de sus amigos que recolectaban
gusanitos para que comieran. Pero un día su papá le dijo: --Hijo, ya no puedes
tener más tiempo a estos patos aquí ya que ellos tienen que emigrar, como todos
sus compañeros silvestres, a tierras más cálidas para pasar el invierno. – Si papá,
entiendo pero ¿cómo le harán mis patitos si ellos no saben volar pues no tuvieron
a sus padres que les enseñaran? y tampoco saben el camino para llegar al lugar
donde van a pasar el invierno. –Mira Luis, tenemos que buscar la forma de
enseñarlos nosotros mismos y rápido ya que se acerca la temporada en que
habrán de irse pues aquí morirán de frío.

Padre e hijo construyeron una cometa grande en forma de pato que cada tarde
Luis elevaba y mientras el corría los patos lo seguían y no sin mucho esfuerzo
logró enseñarles de esta forma a volar. Pero como el lugar estaba a muchos
kilómetros de distancia tuvieron que elevar la cometa y llevarla jalando mientras
Luis iba en bicicleta, en carro, en tren y hasta a caballo para guiar a sus patitos al
sitio de descanso.

Finalmente, después de un mes de travesía, Luis logró llegar al santuario de patos


justo cuando una compañía quería destruirlo para realizar una unidad habitacional
por lo que con su llegada lo evitó ya que la gente que lo esperaba no lo permitió ya
que Luis se había hecho famoso. No sin mucho pesar, Luis se despidió de sus
patitos y pensó que nunca volvería a verlos, pero en la primavera siguiente, unos
graznidos lo despertaron ¡Eran sus patitos que fueron a visitarlo y a pasar la
primavera y el verano juntos!

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