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SOCIEDAD GLOBAL

REVISTA DE RELACIONES INTERNACIONALES Y CIENCIAS POLÍTICAS


PUBLICACIÓN DE LA UNIVERSIDAD ABIERTA INTERAMERICANA.
SOCIEDAD GLOBAL

Directora General: Mg. María Susana Durán Sáenz Fabio Fossati – Università degli Studi di Trieste, Italia.
Giuseppe Galassi – Università degli Studi di Parma, Italia.
Co-directores: Juan Cruz Vazquez y Leonardo Granato Alfonso Galindo Lucas – Universidad de Cádiz, España.
Christian Ghymers – Institut Catholique des Hautes Etudes
Editor Responsable: Silvia Contardi Commerciales, Bélgica.
Piero Graglia – Università degli Studi di Milano, Italia.
Secretaria de Redacción: Alicia Cusinato Waldemar Hummer – Universität Innsbruck, Austria.
Franz Kernic – Universität Innsbruck, Austria.
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Tito Carlos Machado de Oliveira – Universidade Federal de
Mato Grosso do Sul, Brasil.
Lisa Martin - Harvard University, Estados Unidos.
CONSEJO ASESOR INTERNACIONAL Miguel Ángel Martín López – Universidad de Sevilla, España.
Juan Carlos Martínez Coll – Universidad de Málaga, España.
Manuel Alcántara Sáez – Universidad de Salamanca, España. Enrique Martínez Larrechea – Facultad Latinoamericana de
Fulvio Attinà – Università degli Studi di Catania, Italia. Ciencias Sociales, Uruguay.
Mauricio Baquero Herrera – Universidad del Externado, Antonio Martínez Puñal – Universidade Santiago de Com-
Colombia. postela, España.
Kenneth E. Bauzon – Saint Joseph’s College at New Carlos Francisco Molina del Pozo – Universidad de Alcalá de
York, Estados Unidos. Henares, España.
Marco Brunazzo – Università degli Studi di Pavia, Italia. Gianfranco Pasquino – Università degli Studi di Bologna, Italia.
Amado Luiz Cervo – Universidade de Brasília, Brasil. Charles Pennaforte – Director del Centro de Estudos em
Marie-France Christophe-Tchakaloff – Université Paris Geopolítica e Relações Internacionais, Brasil.
1 Panthéon-Sorbonne, Francia. Marcos Aurélio Pereira Vadalão – Universidade Católica de
Andrea Cilloni – Università degli Studi di Parma, Italia. Brasília, Brasil.
Marco Clementi – Università degli Studi di Pavia, Italia. Erick Augusto Pereira Caldas – Faculdade de Ciências e
Antonio Colomer Viadel – Universidad Politécnica de Tecnologia Mater Christi, Brasil.
Valencia, España. Raanan Rein – Tel Aviv University, Israel.
Darc Costa – Escuela Superior de Guerra, Brasil. José Luis Rhi-Sausi – Centro Studi di Politica Internazionale, Italia.
Paulo Roberto de Almeida – Centro Universitário de Pedro Rodrigues Caldas Neto – Escola da Magistratura do Rio
Brasília, Brasil. Grande do Norte, Brasil.
Juan Manuel de Faramiñán Gilbert – Universidad de James N. Rosenau – The George Washington University at
Jaén, España. New York, Estados Unidos.
Celestino Del Arenal – Universidad Complutense de José Antonio Sanahuja – Universidad Complutense de
Madrid, España. Madrid, España.
Sergio Fabbrini – Director de la Escuela de Gobierno en la Jaume Saura Estapà – Universitat de Barcelona, España.
Universidad Luiss de Roma Franciscu Sedda – Università La Sapienza di Roma, Italia.
Alcino Ferreira Câmara Neto – Universida de Federal Arno Tausch - Universität Innsbruck, Austria.
do Rio de Janeiro, Brasil. José María Trepat Cases – Universidade Municipal de São
Xavier Fernández Pons – Universitat de Barcelona, España. Caetano do Sul, Brasil.
Jorge Fonseca Castro – Universidad Complutense de Stephan van Evera – Massachusetts Institute of Technology,
Madrid, España. Estados Unidos.
COLABORARON EN ESTE NÚMERO AUTORIDADES DE LA FACULTAD
Fernanda Collinao DE DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS
Juan Gabriel Cristante
Bruno Danelon Decano
Manuela Vázquez Dr. Marcos Córdoba

AUTORIDADES DE LA UNIVERSIDAD Vicedecano


ABIERTA INTERAMERICANA Dr. Alejandro Laje

Rector Emérito Secretaria Académica


Dr. Edgardo Néstor De Vincenzi Dra. Alejandra Pasquet

Rector Directora de la Carrera de Relaciones


Mg. Rodolfo N. De Vincenzi Internacionales y Ciencias Políticas
Mg. Lic. María Susana Durán Sáenz
Vicerrector Académico
Dr. Francisco Esteban Secretaria Técnica
Dra. Marilina Micceli (Sede Buenos Aires)
Vicerrector de Gestión Dra. Verónica Castro (Sede Rosario)
Dr. Marcelo De Vincenzi
Consejo Asesor
Vicerrector Administrativo Dr. Carlos María Cloppet
Cdor. Jorge Fernández Dr. Marcelo Hersalís
Dra. Alejandra Pasquet
Vicerrector de Extensión Dr. Carlos Agostinelli
Ing. Luis Franchi Dr. Roberto Paradis
PROPIETARIO: REVISTA DE RELACIONES
UNIVERSIDAD ABIERTA INTERAMERICANA (UAI) INTERNACIONALES Y CIENCIAS 5
POLÍTICAS
ISSN 1851-6262
CHACABUCO 90- PISO 3 (C1069AAB). BUENOS AIRES, VOL 4 - Nº 1/2 ENE- DIC 2010
ARGENTINA. TEL: (54-11) 4342-7788 INT. 185 / 292

Sumario .................................. 5
Presentación
Por María Susana Durán Sáenz .................................. 7

ARTÍCULOS
Reforma policial en la provincia de Buenos Aires
Por Andrés H. Escudero ............................ 9 - 25
La arquitectura política y la institucionalidad de la integración sudamericana
Por Ingrid Sarti ............................ 27 - 41
Integración regional y política exterior: del interés nacional a la política regional
Por Emanuel Porcelli ............................ 43 - 59
Ayer, hoy y ¿siempre?: la integración regional sudamericana en el Siglo XXI
Por Daniela Perrotta ............................ 61 - 85

ENSAYOS
Palcos enfrentados: miradas de Benjamin y Adorno sobre el cine
Por Juan Cruz Vazquez ............................ 87 - 116
América del Sur: un estado continental posible. Alberto Methol Ferré (1929-2009)
Por Enrique Martínez Larrechea ............................ 117 - 120

PONENCIAS
Los caminos de la Modernidad: una visión sobre la neutralización y la despoliti-
zación
Por Ricardo Tomás Ferreyra y Emiliano Giorgis ............................ 121 - 137
Los Poderes Constitucionales de los Jefes de Gobierno de la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires: un análisis comparativo de las gestiones de Ibarra, Telerman y Macri
Por María Carolina Molinari, Melina Adelchanow y Silvia La Ruffa ............................ 147 - 181

RESEÑA
- Carl Schmitt. Diálogo sobre el poder político y el acceso al poderoso
Por María Alicia Cusinato ............................ 173 - 175
- Daniel Miguez. Los pibes chorros. Estigma y marginación
Por Juan Gabriel Cristante ............................ 177 - 180
- Aníbal Pérez-Liñán. Juicio político al presidente y nueva inestabilidad política en
América Latina
Por Leonardo Granato ............................ 181 - 183

NORMAS DE PUBLICACIÓN ............................ 185 - 188

REVISTA SOCIEDAD GLOBAL VOL. 4. Nº 1/2 ENE-DIC 2010


EDITORIAL

Uno de los principales interrogantes que existen hoy en el mundo académico (y habría que
responder) es hasta qué punto las instituciones influyen, condicionan, estructuran o determinan
las estrategias de los actores y los resultados del “juego político”. Esta pregunta, que se puede
plantear para cualquier situación política, obtiene respuestas diferentes. La dinámica de las
relaciones intra- e- interestatales logran imbricarse de forma tal que continúan definiendo
perfiles particulares para cada región.
La asimetría es un tema común a toda América Latina, y una de las múltiples aristas en la que
se manifiesta es el hecho de que otras regiones como Norteamérica, Europa o Asia son más
importantes para América Latina de lo que América Latina es para ellas. La economía mundial
se encuentra en proceso de transición con, por un lado, América del Norte y la Unión Europea
en declive, y, por el otro, un eje económico dominante orientado cada vez más hacia Asia.
En este contexto, a pesar del enorme potencial derivado de su dotación de recursos naturales,
América Latina, no puede cambiar su posición de manera dramática. Por otro lado, sin las rígidas
estructuras ideológicas y geoestratégicas de la Guerra Fría, las naciones latinoamericanas
reciben menos atención que antes por parte de los poderes mundiales y enfrentan el riesgo de
la marginación o la irrelevancia.
Un segundo aspecto destacable como factor común a los países latinoamericanos (el entorno
de la seguridad en proceso de cambio) incluye la consolidación de la región, en especial de
Sudamérica, como una zona de paz; y un nuevo panorama de seguridad caracterizado por
amenazas y conflictos que son a la vez internos y externos; es decir «intermésticos».
Finalmente, el tercer punto en común, en el contexto de la economía política, alude sobre todo
a los efectos de la globalización, que han tenido un impacto significativo pero desparejo en el
desarrollo político, social y económico de América Latina.
En Sociedad Global, la dinámica de esta globalidad nos hace repensar en cómo mejorar y
adaptar la revista a estas nuevas condiciones que hemos someramente mencionado; y, de esa
manera, es que hemos decidido reacondicionar la estructura que primigeniamente iniciaramos,
dejando de lado las secciones de “Estado del arte” y “Presentación de proyectos” para tener la
posibilidad de incorporar nuevos artículos que aporten a la nueva dinámica a la que aludimos
anteriormente.

María Susana Durán Sáenz


ARTÍCULO

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REFORMA POLICIAL EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES

POLICE REFORM IN THE PROVINCIA DE BUENOS AIRES

Por Andrés H. Escudero


POLITÓLOGO (UNIVERSIDAD DE BELGRANO) Y POSGRADUADO EN CONTROL Y GESTIÓN DE POLÍTICAS PÚBLICAS

(FLACSO). PROFESOR DE LAS UNIVERSIDADES DE BELGRANO (UB) Y CATÓLICA DE SANTIAGO DEL ESTERO (UCSE).

E-mail: escudero_andres@hotmail.com

RESUMEN
Normalmente, la expresión reforma policial se define a través de un matiz ideo-
lógico progresista. En esta ocasión, asumiremos un concepto un tanto más
neutro de reforma, y la entenderemos como cualquier intervención sobre la
fuerza policial cuya finalidad sea modificar algún aspecto sustancial de la po-
licía en tanto organización: estrategias, personas, cultura, estructura y tecno-
logía. En este marco, el objeto principal del presente artículo es realizar una
exploración de las características más relevantes de los procesos de reforma de
la policía de la Provincia de Buenos Aires entre 1998 y 2010 y adelantar una
serie de conclusiones preliminares acerca de las variables que condicionan fuer-
temente las posibilidades de éxito de una reforma policial. Tomaremos como
objeto empírico cinco intervenciones distintas identificadas con la propuesta
de política pública de un Ministro en particular y sus funcionarios: León Arsla-
nián (1998 y 2004/2007), Juan Pablo Cafiero / Marcelo Saín (2002), Juan José
Álvarez (2003) y Carlos Stornelli (2007/2010).

PALABRAS CLAVE
Policía, Seguridad, Reforma policial, Provincia de Buenos Aires.

ABSTRACT
Usually, police reform is an expression defined by or associated to a progressist
ideological lens. In this case, the concept of reform it will be assumed in a
more neutral way, and will be defined as any intervention over a police force
with the intention of modifying some substantial aspect of the Police as an
organization: strategies, people, culture, structure and technology. With this

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background, the primary objective of this article is to explore the more relevant
characteristics and processes of the Provincia de Buenos Aires police force in the
1998-2010 timeframe and to achieve a set of preliminary conclusions about
the variables that condition in a strong way the success possibilities of a police
reform. The article will take as an empirical matrix five different interventions,
identified each one with the public policy proposal of a particular Minister and
its staff: León Arslanián (1998 and 2004/2007), Juan Pablo Cafiero / Marcelo
Sain (2002), Juan José Álvarez (2003) and Carlos Stornelli (2007/2010).

KEY WORDS
Police, Security, Police reform, Provincia of Buenos Aires

RESUMO
Usualmente, a expressão reforma policial se encontra definida por meio de um
matiz ideológico progressista. Em este trabalho, se assumirá o conceito de refor-
ma de uma maneira mais neutral, y será entendida como qualquer intervenção
de uma polícia que tenha como finalidade a modificação de algum aspecto
substancial da polícia em tanto organização: estratégias, pessoas, cultura, es-
trutura y tecnologia. Com este marco, o objeto principal do presente artigo
é fazer uma exploração das características mais relevantes dos processos de
reforma na polícia da Provincia de Buenos Aires entre os anos 1998 y 2010 y,
a partir de essa análise, adiantar uma serie de conclusões preliminares acercas
de aquelas variáveis que limitam fortemente as possibilidades de êxito de uma
reforma policial. O trabalho tomará como base empírica cinco intervenções
diferentes identificadas com uma proposta de política pública de um Ministro
em particular y seus funcionários: León Arslanián (1998 e 2004/2007), Juan
Pablo Cafiero / Marcelo Saín (2002), Juan José Álvarez (2003) e Carlos Stornelli
(2007/2010).

PALABRAS CHAVE
Polícia, Seguridade, Reforma Policial, Provincia de Buenos Aires

Introducción

El presente artículo está basado en mi proyecto de tesis para la Maestría en Administración


Pública de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, el que llevará

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por título “Políticas de seguridad en la Provincia de Buenos Aires. Las reformas de la policía
bonaerense 1998 / 2010”. De ella se desprende el objeto principal del presente artículo: realizar
una exploración de las características más relevantes de los procesos de reforma de la Policía de
la Provincia de Buenos Aires entre 1998 y 2010 y adelantar una serie de conclusiones prelimi-
nares acerca de las variables que determinan –o que al menos condicionan fuertemente, si de
evitar el determinismo se trata– las posibilidades de éxito de una reforma policial.
Tomaremos como objeto empírico cinco intervenciones distintas, bien definidas temporal-
mente, que se identifican con la propuesta de política pública de un Ministro en particular y su
grupo de funcionarios: León Arslanián (1998 y 2004/2007), Juan Pablo Cafiero / Marcelo Saín
(2002), Juan José Álvarez (2003) y Carlos Stornelli (2007/2010). El primer intento de reforma
tuvo lugar durante la administración del Gobernador Eduardo Duhalde; el segundo, tercero y
cuarto durante el gobierno del Ing. Felipe Solá; y el quinto y último, en los primeros años de
gestión del actual gobernador Daniel Scioli.
Es necesario comenzar con una aclaración. Normalmente, la expresión reforma policial se
define a través de un matiz ideológico progresista. Desde este punto de vista, la reforma policial
es entendida como un proceso a través del cual se busca intervenir en la cultura organizacional y
en las prácticas policiales con el objeto de modificarlas radicalmente. Se sostiene que la situación
vigente reporta altos grados de corrupción y una práctica policial represiva, basada en interven-
ciones violentas que se caracterizan por el paradigma de la mano dura, y que la cultura insti-
tucional tiene un alto nivel de corporativismo. Este panorama organizacional, donde la policía
se dedica más a gestionar el delito que a combatirlo, hace imposible la implementación exitosa
de cualquier política de seguridad. En este sentido, se impone una intervención radical sobre la
fuerza policial con el objeto de ponerla en sintonía con una política de respeto de los derechos
humanos y con un abordaje profesional y eficiente de la problemática delictiva. Hemos asumido
esta perspectiva en otras oportunidades1.
En esta ocasión, asumiremos un concepto un tanto más neutro de reforma, y la entendere-
mos como cualquier intervención sobre la fuerza policial cuya finalidad sea modificar algún as-
pecto sustancial de la policía en tanto organización. Entre los aspectos sustanciales se cuentan:
la cultura policial; la estrategia de gestión; los recursos humanos; la estructura organizacional
y los procesos de trabajo; y la tecnología. La ampliación del concepto nos permite incorporar a
la comparación otras experiencias en el área de seguridad en la Provincia de Buenos Aires que
hasta el momento no habíamos abordado en trabajos anteriores.
Así, las cinco experiencias de gestión que hemos recogido representan de alguna u otra

1 Escudero, Andrés H. (2010). “La ¿crisis? de la seguridad pública. Reflexiones sobre las capacidades estatales en la gestión
policial. El caso de la Provincia de Buenos Aires”. Ponencia presentada en las VI Jornadas Internacionales de Estado
y Sociedad. Estado y Crisis ¿nuevos roles o viejas responsabilidades?, 9 al 11 de junio. Buenos Aires: FCE-UBA /
CEDES.

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manera intentos de reforma policial. Una diferencia fundamental entre ellas ha sido su grado de
éxito en la implementación de las políticas propuestas.

Características institucionales de las Policías de la Provincia de Buenos Aires

La cultura institucional de la Policía bonaerense es el resultado de la tolerancia de ciertas


prácticas ilegales a lo largo de décadas. Por su cercanía con el mundo delictivo, las fuerzas poli-
ciales pueden relacionarse con su entorno a través de una doble modalidad: por un lado, actúan
como antagonistas de la actividad delictiva; por otro, funcionan como reguladores del delito,
enraizando su comportamiento cotidiano en una trama de complicidades que liga a la policía
con las diversas ramas del mundo delictivo. En los últimos treinta años de historia institucional,
las relaciones entre el poder civil y la institución policial bonaerense han tenido como eje esta
segunda faceta.
Durante la última dictadura militar (1976-1983), la policía bonaerense desempeñó un rol
central en la represión ilegal y fue un instrumento clave en el ejercicio del terrorismo de estado.
Muchos agentes policiales que desempeñaron funciones durante ese período se encuentran
implicados en causas por violaciones a los Derechos Humanos y delitos de lesa humanidad. La
condena a reclusión perpetua del ex Director General de Investigaciones Miguel Etchecolatz por
parte del Tribunal Federal nro. 1 de la Plata, resulta un botón de muestra del grado de complici-
dad institucional de la policía bonaerense.
La participación de la agencia policial en el terrorismo de estado permitió la adquisición de
“habilidades delictivas” por parte de muchos efectivos, una suerte de know how de la ilegali-
dad que implicaba conocimientos prácticos en materia de secuestros de personas, intimidación,
circulación ilegal de armas, etc.
Dichas prácticas se conjugaron con una matriz organizacional de corte militar. Históricamen-
te, el surgimiento y desarrollo de la fuerza policial bonaerense ponderó a las Fuerzas Armadas
como modelo organizativo a seguir. El contexto de la guerra fría, en muchos casos, colocó a las
estructuras policiales al servicio del conflicto ideológico. En América Latina, la forma típica de
intervención fue la represión ilegal de partidos populares y organizaciones revolucionarias. Esta
matriz militar se basaba en el respeto irrestricto de las jerarquías internas y en una disciplina
sustentada en la obediencia debida; elementos más propios de la lógica de la guerra que de las
funciones de una agencia policial.
Esta matriz hizo sentir su influencia durante los gobiernos democráticos. A partir de 1983, la
gestión de la seguridad pública fue tomando la forma de un “desgobierno político” de la fuerza
policial. Durante las décadas de 1980 y 1990, el origen de la violencia social ya no provenía de
los conflictos ideológicos y de las luchas políticas sino del crecimiento sostenido de la actividad

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delictiva, tanto del crimen organizado como del pequeño delito urbano. En el contexto de las
consecuencias sociales del ajuste neoliberal, la política de seguridad en la Provincia de Buenos
Aires se caracterizó por la vigencia de un pacto implícito entre la corporación política y la policial:
impunidad y autogobierno a cambio de niveles públicamente “tolerables” de actividad delictiva.
En la Argentina, uno de los problemas crónicos de los organismos policiales es el des-
financiamiento: el presupuesto asignado no alcanza para cubrir los gastos operacionales. La
costumbre del autogobierno policial, las prácticas aprendidas durante la represión ilegal y la
matriz organizacional militarista se conjugaron para que la corporación policial continuara de-
mandando autonomía respecto del poder político y se reciclara mediante la inserción de muchos
de sus agentes de calle en los circuitos delictivos (prostitución, juego ilegal, tráfico de drogas,
robo de automotores, etc.). La inserción en dichos circuitos permite la obtención de recursos que
se destinan tanto a la corrupción policial como a paliar el déficit crónico.
En conclusión, las características de autogobierno, mano dura, prácticas ilegales y vinculación
con el delito de la fuerza policial bonaerense, se expandieron durante la última dictadura militar,
colocando a la institución al servicio del terrorismo de estado y la represión ilegal, y siguieron
vigentes durante las primeras décadas de democracia en el marco de un pacto corporativo entre la
dirigencia política y las cúpulas policiales. Esta condición del sistema policial constituye un hecho
de suma gravedad puesto que transforma a la policía en “gerente” del delito y atenta contra el de-
sarrollo de capacidades institucionales para la implementación exitosa de políticas de seguridad2.

Cinco intentos de reforma institucional

El rasgo saliente en materia de políticas de seguridad en la Provincia de Buenos Aires fue


la imposibilidad de implementar una reforma institucional de la fuerza policial sostenible en el
tiempo. Los diversos intentos han tenido serias dificultades para sobrevivir a los cambios de
gobierno y a los vaivenes de la opinión pública. El proceso que logró mayores resultados fue la
segunda intervención de León Arslanián como Ministro de Seguridad durante la gestión del Go-
bernador Felipe Solá (2003-2007). En el presente apartado resumimos las principales políticas
implementadas en los últimos quince años, con el objeto de identificar similitudes y diferencias
y detectar las causas de sus éxitos o fracasos.

El primer intento de reforma: Arslanián 1998

2 Sobre las características institucionales de la Policía de la Provincia de Buenos Aires puede consultarse: Sain, Marcelo
(2003). Seguridad, democracia y reforma del sistema policial en la Argentina. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica;
Sain, Marcelo (2008). El Leviatán azul. Policía y política en la Argentina. Buenos Aires: Siglo XXI; Dutil, Carlos y Ricardo
Ragendorfer (1997). Historia criminal de la policía bonaerense. Buenos Aires: Planeta; Kessler, Gabriel (2004). Sociología del
delito amateur. Buenos Aires: Paidos; Vallespir, Alejandra (2002). La policía que supimos conseguir. Buenos Aires: Planeta.

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Durante los primeros años de la administración del Gobernador E. Duhalde no existió un


ministerio específico para la gestión de los asuntos de seguridad pública. La policía bonaerense
dependía del Ministerio de Gobierno y el Gobernador mantuvo el modelo de autogestión policial
heredado de la dictadura y de los anteriores gobiernos democráticos.
El aumento sostenido de la actividad delictiva y los reiterados casos de gatillo fácil coloca-
ron de manifiesto la incapacidad de este modelo para hacer frente a los problemas de la nueva
criminalidad. El Gobernador decidió entonces crear el Ministerio de Seguridad y Justicia al frente
del cual nombró al ex Juez León Arslanián. Durante esta primera etapa de reformas se sancionó
la Ley 12.154 de Seguridad Pública que creó los Foros Vecinales y Municipales de Seguridad
como instancias de participación popular en el diseño, control e implementación de la política
de seguridad; instituyó la figura del Defensor Municipal de la Seguridad (cuya implementación
se alcanzó plenamente en muy pocos distritos) y estableció taxativamente el mando de las
autoridades civiles sobre todo el sistema de seguridad. Se sancionó al mismo tiempo la Ley
12.155, conocida como Ley de Organización de las Policías de la Provincia de Buenos Aires, que
estableció la “dependencia institucional” de la agencia policial al Ministerio de Seguridad y Jus-
ticia, eliminó el cargo de Jefe de Policía, y otorgó rango legal al principio de “descentralización
operativa” como pilar organizacional de la nueva policía.
Además de promover ante la Legislatura la sanción de una nueva normativa, el Ministro
Arslanián decidió pasar a retiro a más de 250 comisarios. Este tipo de iniciativas promovieron
la conformación de una alianza opositora a la política de reforma policial encabezada por la
estructura policial bonaerense, magistrados del Poder Judicial en desacuerdo con la reforma del
Código Procesal Penal, legisladores del propio partido de gobierno e Intendentes Municipales
del conurbano. Dicha oposición se hizo sentir en los debates parlamentarios y en la disputa
constante que los legisladores sostuvieron con el Ministro3. Estas disputas y la cercanía de las
elecciones fueron erosionando la viabilidad política de la reforma. En conclusión, puede decirse
que el primer intento de reforma policial fracasó por la conjunción de dos factores predominan-
tes: (i) la resistencia institucional al cambio por parte de la policía y (ii) la falta de un consenso
político suficiente.
Las elecciones para Gobernador del año 1999 fueron ganadas por el candidato justicialista
Carlos Ruckauf. Durante el período 1999-2001 se retornó al modelo más puro de autogestión
policial en base al criterio de “mano dura”. El Ministerio de Seguridad fue encomendado al ex
militar Aldo Rico, quien promovió el retorno a la figura del Jefe de Policía, nombrando en el
cargo de Superintendente General al Comisario retirado Ramón Orestes Verón. La retórica de los
funcionarios competentes dio cuenta rápidamente de la nueva orientación de la política: el Go-
bernador Ruckauf planteaba la gestión de la seguridad en términos de “guerra contra el delito”

3 “Ofensiva de los legisladores peronistas sobre Arslanián”, diario Clarín, 5 de junio de 1998.

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y el Ministro Aldo Rico manifestó en su primer acto público al frente del Ministerio su pretensión
de transformar a la policía bonaerense en “una milicia de hombres alegres”4. El Gobierno
provincial promovió un endurecimiento del procedimiento penal a través de la reforma de la Ley
11.922 (Código Procesal Penal) que extendió los plazos y el alcance de la prisión preventiva y el
otorgamiento de mayores facultades investigativas a la policía. Durante los dos años de gestión
del Gobernador Ruckauf la tasa de encarcelamiento se duplicó, aumentaron los muertos por
gatillo fácil y el nivel de actividad delictiva siguió en aumento.
Luego de la crisis política y económica que precipitó la renuncia de los ex Presidentes Fer-
nando De la Rúa y Adolfo Rodríguez Saa, el entonces Senador por la Provincia de Bs. As.,
Eduardo Duhalde, se hizo cargo de Poder Ejecutivo Nacional y convocó a Carlos Ruckauf para
que integrara su gabinete. Asumió en la gobernación bonaerense el Vicegobernador Felipe Solá.
Su gestión registra dos intentos de reforma policial, el primero más radical que el segundo, hasta
que la gestión se estabilizó con el regreso de León Arslanián al gabinete provincial.

Reforma policial y conflicto político: el binomio J. P. Cafiero / Marcelo Saín

El primer intento fue impulsado por el Ministro Juan Pablo Cafiero y su Subsecretario de
Planificación y Logística, Marcelo Sain. Durante este período, como consecuencia de la aguda
crisis, los delitos alcanzaron el nivel más alto que se registra hasta el momento. En 2002, el total
de homicidios en ocasión de robo duplicó el registrado para los años 2000 y 2004; el robo y
hurto de automotores creció de 51.865 casos denunciados en 2000 a 78.326 casos en 2002,
para volver a descender a 28.727 casos en 2005. En este contexto, el Gobierno provincial inició
un proceso de reforma que pretendía profundizar la descentralización operativa y la dependencia
institucional de la fuerza policial. El Subsecretario Sain identificó la resistencia al cambio de los
dirigentes del justicialismo bonaerense como una grave amenaza a la reforma. Encontrándose
aún en funciones, declaró que “…nosotros molestamos por dos razones: no pertenecemos
al peronismo de la provincia y no estamos dispuestos a que el Ministerio avale ningún tipo
de financiamiento de la política utilizando algún sector policial”5. La resistencia al cambio de
la dirigencia justicialista, la oposición de sectores policiales vinculados a la recaudación extra-
institucional, el contexto de profunda crisis socioeconómica y las exigencias de un año electoral
conspiraron contra la implementación exitosa de este segundo proceso de reformas.

La corta intervención de Juan José Álvarez

4 “Rico: milicia de hombres alegres”, diario Clarín, 16 de diciembre de 1999.


5 “Desdoblan el Ministerio, pero Solá dice que Cafiero se queda”, diario Clarín, 14 de agosto de 2002.

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“Juanjo” Álvarez es un dirigente del peronismo bonaerense con larga experiencia en el área
de la seguridad pública. Fue Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires bajo la gober-
nación de Felipe Solá, Secretario de Seguridad Interior y luego Ministro de Justicia y Seguridad de
la Nación durante la administración de Eduardo Duhalde en la crisis de 2001/2002, y secretario
de Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires a posteriori del cimbronazo político desatado por el
siniestro ocurrido en el boliche República Cromañón.
El ex Ministro parece tener una visión heterodoxa de la política de seguridad, difícil de
encasillar en cualquiera de los dos paradigmas contrapuestos que mencionamos más arriba, y
con un énfasis fuertemente político en la conducción del sistema de seguridad, coherente con
su trayectoria, más política que técnica. Durante los dos meses en que estuvo al frente de la
seguridad en la Provincia, Álvarez planteó la necesidad de reformar la policía bonaerense y hasta
denunció haber recibido amenazas de sectores policiales inquietos por la posibilidad de una pur-
ga6. Desde un punto de vista operativo, implementó una reforma del enfoque policial preventivo
basado en famoso “sistema de cuadrículas”, dividiendo la provincia en sectores y asignándoles
un patrullaje intensivo7. Este sistema se alinea con la idea de una policía de proximidad e impli-
ca un mayor énfasis en la prevención8. El eje preventivo, así como el fuerte incentivo a la lucha
contra los desarmaderos de autos como forma de combatir la creciente cantidad de homicidios
en ocasión de robo de automotor, fueron políticas continuadas por la gestión de León Arslanián.
Álvarez renunció en diciembre de 2003 al Ministerio de Seguridad bonaerense para asumir
su cargo de diputado por la Provincia de Buenos Aires en el Congreso de la Nación. Su corta
gestión al frente del Ministerio, desde nuestro punto de vista, representa otro caso de gestión en
el cual, a pesar de existir un programa de seguridad con objetivos claros, la falta de apoyo po-
lítico frustró la implementación del plan. Si bien es evidente que a causa de la opacidad natural
de las negociaciones políticas nada puede afirmarse taxativamente, todo indica que el gobierno
nacional, entonces encabezado por el Presidente Néstor Kirchner, no tenía confianza en el enfo-
que propuesto por Álvarez ni en su persona, lo cual generó tensiones políticas que frustraron su
gestión. Nuevamente, el problema no se explica por la falta de un plan de seguridad sino por la
ausencia de condiciones políticas favorables para su implementación.
Esto puede afirmarse incluso más allá de las cuestiones ideológicas. Las gestion9 es pos-
teriores de León Arslanián y de Carlos Stornelli tuvieron orientaciones ideológicas muy enfren-

6 Cfr. “Juanjo Álvarez ya cambió dos veces su custodia”, diario La Nación, 16 de octubre de 2003.
7 “Saturando el Conurbano de patrulleros”, diario Página/12, 22 de octubre de 2003.
8 Sobre los modelos policiales y la policía de proximidad puede consultarse: Ruiz Vázquez, Juan Carlos (2004): “Policía
exitosa, policía indolente: nuevas tendencias en seguridad ciudadana”, en Seminario Internacional de Política Pública
de Seguridad Ciudadana, 24 al 26 de marzo. Quito, Guayaquil y Cuenca: FLACSO; y Bayley, David H. (2010). Modelos
de actividad policial. Un análisis comparativo internacional. Buenos Aires: Prometeo.
9 Cfr. “Nueva crisis en la seguridad bonaerense: renunció Alvarez”, diario Clarín, 2 de diciembre de 2003.

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tadas. Sin embargo, ambas reformas fueron relativamente exitosas en el sentido de que logra-
ron una plasmación considerable –aunque nunca plena– de los programas propuestos. Tanto
Arslanián como Stornelli sustentaron la administración de la política de seguridad en el apoyo
incondicional y explícito de sus respectivos Gobernadores. En el primer caso, los sectores pro-
gresistas de la alianza de gobierno apoyaron la orientación de una reforma que incluyó una
confrontación directa con los sectores más conservadores de la corporación policial. Mientras
que en el segundo, puede suponerse la existencia de un acuerdo político tácito según el cual la
gestión de la seguridad constituía un área de política pública reservada al Gobernador Scioli,
lo cual queda evidenciado en la ausencia de disputas públicas entre el gobierno nacional y el
provincial. Recién en los meses anteriores a la redacción de este artículo, ya con el Dr. Ricardo
Casal al frente del Ministerio, la discusión sobre las políticas de seguridad volvió a tener un lugar
importante en la agenda pública del país. Con este nuevo panorama, será interesante seguir el
desarrollo de la política de seguridad en los próximos meses a la luz de las conclusiones obte-
nidas en este artículo.

El retorno al gabinete de León Arslanián: un caso de reforma policial exitosa

El Gobernador Felipe Solá obtuvo la reelección en octubre de 2003 y en abril del año si-
guiente nombró al Dr. León Arslanián como Ministro de Seguridad, dando comienzo al proceso
de reforma policial progresista más exitoso y duradero hasta el momento. La gestión Arslanián
implementó una serie de medidas tendientes a profundizar la desconcentración operativa de la
fuerza, consolidar el mando civil y separar de la institución a efectivos sospechados de cometer
delitos en el ejercicio de sus funciones.
Entre mayo de 2004 y diciembre de 2007 se sancionaron tres emergencias orgánico-fun-
cionales de las Policías de la Provincia de Buenos Aires, otorgando al PE amplias facultades en
materia de compras y contrataciones y gestión de recursos humanos y económicos. En el marco
de las emergencias, el Ministro separó de la fuerza a cerca de 1.600 efectivos bajo la forma de
exoneraciones o adelanto de retiro; y ordenó la adquisición de camionetas para patrullaje, armas
reglamentarias, equipos de comunicación y chalecos antibalas bajo la forma de contrataciones
directas.
Con el objeto de aumentar la presencia de efectivos en el espacio público se crearon dos
nuevos cuerpos policiales: la Policía Buenos Aires II (Ley 13.202) y las Policías Comunales de
Seguridad (Ley 13.210). La Policía Comunal es un cuerpo policial que funciona en los Munici-
pios con menos de 70.000 habitantes que hayan firmado convenio con la Provincia; dependen
funcionalmente del Intendente Municipal y orgánicamente del Ministerio de Seguridad. Por su
parte, la PBA II dependía totalmente del ejecutivo provincial y su funcionamiento era supervisado

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a través de la Superintendencia de Coordinación Operativa; desempeñó funciones de vigilancia;


tuvo un perfil netamente preventivo y fue conformada en su gran mayoría con jóvenes agentes
reclutados especialmente para formar parte de este cuerpo policial.
En agosto de 2006 se creó mediante la Resolución Ministerial 1350/06 el Programa “Líderes
para el Cambio de la Cultura Institucional”, con el objeto de eliminar las prácticas ilegales más
comunes en la actividad policial. La cultura institucional es un conjunto de criterios que un grupo
de personas incorpora consciente o inconscientemente como una forma válida de desempeñar
su tarea al interior de una organización10. En el caso de la policía bonaerense, estos criterios
vienen normalmente ligados a prácticas no escritas de carácter ilegal tendientes a garantizar el
financiamiento de la fuerza y el enriquecimiento ilícito de los miembros jerárquicos de la insti-
tución. El objetivo del Programa era detectar perfiles de liderazgo que satisfagan los criterios de
una nueva cultura institucional ligada al respeto de las normas y a la transparencia en el ejercicio
de las funciones policiales.
La política de incorporaciones impulsada por Arslanián encontró serios problemas de imple-
mentación. En primer lugar, la comunicación institucional no logró revertir significativamente la
imagen negativa de la policía bonaerense. Ello, sumado a las malas condiciones laborales que
aun persisten contribuyeron al fracaso de las metas establecidas. Según datos que constan en el
Mensaje del Proyecto de Ley A-30 06/07, convertido en Ley 13.704 el día 11 de julio de 2007,
las Policías de la Provincia de Buenos Aires contaban entonces con 35.446 efectivos. De acuerdo
al cálculo del Ministerio, el número ideal sería 60.300. Es decir, hasta fines del año anterior
faltaban incorporar 24.900 efectivos. Teniendo en cuenta que el ritmo de incorporación es de
3.500 efectivos por año, y suponiendo que no existieran exoneraciones, retiros ni expulsiones de
ningún tipo, lo cual es absolutamente improbable, tomaría 7 años de incorporación sostenida
cubrir los lugares necesarios. Antes de enviar el Proyecto de Ley a la legislatura provincial, el
Ministro Arslanián había manifestado que el objetivo de incorporación era de 5.000 nuevos
agentes por año; lo cual implica una merma de las expectativas de incorporación de un 30%:
un error de cálculo no menor. La gestión Solá/Arslanián fracasó en el intento por jerarquizar la
función policial, no logró mejoras significativas en las condiciones laborales y no diseñó una
estrategia de comunicación eficaz que permitiera mejorar el ritmo de incorporación a la fuerza11.
Podemos identificar una serie de variables que se conjugaron para garantizar la viabilidad
de este tercer proceso de reformas. En primer lugar, los anteriores intentos, aunque fracasaron
en sus objetivos más ambiciosos, tuvieron el efecto de instalar la problemática de la reforma

10 Sobre la cultura policial en América Latina y en la Argentina puede consultarse: Waldmann, Peter (2003). “¿Protección
o extorsión? Aproximación al perfil real de la policía en América Latina”, en Peter Waldmann. El Estado anómico. Dere-
cho, seguridad pública y vida cotidiana en América Latina. Caracas: Nueva Sociedad (pp. 111-138).
11 Para un balance de esta gestión puede consultarse: Arslanián, León Carlos (2008). Un cambio posible. Delito,
inseguridad y reforma policial en la Provincia de Buenos Aires. Buenos Aires: Edhasa.

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institucional de la policía bonaerense. Por un lado, esto permitió que parte de la opinión públi-
ca incorporara poco a poco la convicción de que la corrupción policial gravitaba fuertemente
sobre los niveles de inseguridad. Por otro lado, las dos intervenciones anteriores ayudaron a
concientizar a ciertos sectores policiales de la necesidad de un proceso de profesionalización de
la fuerza que terminara con la autorregulación, la impunidad corporativa y la política de mano
dura. Esto dio lugar al surgimiento de algunos cuadros policiales que sobrevivieron con esfuerzo
a los vaivenes de la política y que ayudaron al progreso de la reforma, permitiendo debilitar el
carácter corporativo de las relaciones internas. Si bien muchos de los vicios reseñados persisten,
ciertos principios, como el mando civil sobre la fuerza policial, se están incorporando poco a
poco a la cultura institucional.
En segundo lugar, la merma en el nivel de actividad delictiva producto de la recuperación
económica y la salida de la crisis, permitió a la gestión del Gobernador Solá exhibir algunos
éxitos. Los secuestros extorsivos, tan caros a la cobertura mediática, y el robo de automotores
descendieron notablemente.
Sin embargo, no puede obviarse el hecho de que la sensación de inseguridad tiene poco que
ver con las estadísticas. Dicha sensación se acrecienta conforme aumenta la cobertura mediá-
tica del tema, y dispara protestas y manifestaciones populares cada vez que un hecho puntual
conmueve a la ciudadanía. En este sentido, aun a pesar de los cuestionamientos constantes
de sectores de la oposición y de actores de diversa procedencia a las políticas de Arslanián, el
Gobernador Solá sostuvo políticamente a su Ministro: la voluntad política del gobierno provincial
de seguir adelante con la reforma institucional fue un recurso clave para su éxito.

Un cambio de dirección: la política de seguridad del gobierno de Daniel Scioli

Desde su asunción en diciembre de 2007 hasta la actualidad, el Gobernador Daniel Scioli


ha designado dos Ministros de Seguridad: el fiscal federal Carlos Stornelli y el hasta entonces
Ministro de Justicia Ricardo Casal. Si bien la supremacía del poder político sobre las fuerzas
de seguridad está fuera de discusión, la nueva gestión retornó, en muchos aspectos, sobre los
pasos de la reforma de Arslanián. Ambos ministros implementaron una política de seguridad que
contó con el apoyo permanente del Gobernador y que, en sus trazos generales, se diferenciaron
muy poco. El actual gobierno tiene un enfoque de la seguridad muy enfrentado con el garan-
tismo, a tal punto que los legisladores oficialistas han presentado iniciativas en el Consejo de
la Magistratura provincial promoviendo el juicio político a jueces que, según su entender, fallan
reiteradamente con excesiva escrupulosidad en materia de garantías procesales, dejando libres
a “delincuentes peligrosos”12.

12 Ocurrió, por ejemplo, con el Juez Nicolás Schiavo, titular del Juzgado de Garantías Nº 5 del Departamento Judicial San

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En este sentido, la administración Scioli hizo sentir desde el inicio que la política de se-
guridad daría un viraje de 180 grados. En primer lugar, hubo un endurecimiento del discurso:
se habló reiteradamente de darle “mayor poder de fuego a la bonaerense” y de devolverle
confianza a la policía para que intervenga “sin miedo” a sanciones. El Gobernador calificó a los
delincuentes con el adjetivo de “bestias”13 y en diversas oportunidades se insistió con la baja de
la edad de imputabilidad. La estigmatización de los menores en conflicto con la ley penal llegó
a su paroxismo cuando el Jefe de Policía Daniel Salcedo defendió públicamente el inexacto y
exagerado dato de que en la Provincia había un millón de delitos cometidos por menores14. El
Ministro Carlos Stornelli, arrancó su gestión haciendo una arenga lombrosiana nada menos que
ante los cadetes que egresaban de la Vucetich: “no queremos más familias desmembradas por
delincuentes incorregibles (sic)”.15
Sin embargo, el giro no sólo se limitó a la inyección de una dosis importante de populismo
penal en el discurso. También hubo una serie de medidas concretas, la mayoría exitosas, otras
abandonadas a mitad de camino, que tendieron a reconstituir el escenario previo a la gestión
Arslanián. Incluso el gobierno provincial buscó diferenciar su modelo de gestión oponiéndolo
diametralmente a aquel que impulsara durante cuatro años el ex fiscal del juicio a las Juntas, a
quien acusaron de haberle dejado una “provincia en llamas”16. Curiosa acusación, puesto que
todos los indicadores mostraban una merma de la actividad delictiva entre 2003 y 2007.
En primer lugar, le devolvió a la bonaerense la figura del Jefe Policial a través del cargo de
“Superintendente General de Policía”, que Arslanián había suprimido con la intención de tener
un control directo sobre los Superintendentes de las distintas áreas, y que debió ser creado por
una resolución especial puesto que no se encuentra contemplado en la ley que regula la organi-
zación policial17. Tener un jefe máximo en la cima de la pirámide policial ha sido una demanda
permanente de la policía provincial. Para la bonaerense corporativa, sin jefe no hay policía.
Segundo, restableció el predominio del ascenso por antigüedad. El art. 41 de la Ley 13.982

Martín, por el otorgamiento de libertad condicional con uso de pulseras magnéticas.


13 El Gobernador Scioli pronunció en más de una ocasión las siguientes frases: “no puede ser que los policías no actúen
porque tienen miedo de que después los sancionen”, “hay que devolverle la confianza a la policía”, “hay que darle mayor
poder de fuego a la bonaerense”. Lo más sintomático es que Scioli suele usar la palabra “bestias” para referirse a los delin-
cuentes: “tengo que seguir luchando contra estas bestias que con desprecio por la vida alteran el orden y la tranquilidad”,
dijo el 4/10/2010 en ocasión del homicidio de Matías Berardi, y “vamos a ponerle coto a estas bestias”, en el homicidio
de Santiago Urbani en Tigre.
14 “Un millón de delitos al año son cometidos por menores”, TELAM, 24 de octubre de 2008.
15 “Stornelli prometió más poder de fuego para la bonaerense”, diario Clarín, 14 de diciembre de 2007.
16 “Stornelli: Arslanián dejó una provincia en llamas”, diario Infobae, 21 de noviembre de 2009.
17 Véanse los fundamentos del Mensajes del PE al Congreso Provincial del proyecto que terminó sancionado bajo el número
de ley 13.982. Se argumenta que el ingreso lateral es una práctica inconstitucional por vulnerar el “derecho a la carrera”
establecido en el artículo 103, inc. 12 de la Constitución Provincial.

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de personal policial establece el siguiente sistema: 2/3 del total de los agentes ascienden au-
tomáticamente por antigüedad mientras que el tercio restante puede concursar o ascender por
mérito. Sumado a ello, eliminó la posibilidad del llamado “ingreso lateral”, utilizado en distintos
procesos de reforma policial (Pierce, 2010; Lewis, 2010) como una forma de oxigenar institucio-
nes muy burocratizadas fomentando la incorporación de profesionales en estamentos medios de
la carrera policial. En instituciones como la policía bonaerense, premiar la antigüedad implica
darle valor a la capacidad para sobrevivir en una organización que muchas veces obliga a sus
miembros a confundir compañerismo con complicidad y a desarrollar una lealtad canina hacia
los superiores, lo cual obtura el progreso de la profesionalización. El deber de un policía no es
ser profesional sino ser leal a su superior y funcionar como un ladrillo más del muro de silen-
cio que separa a la policía de la sociedad (Waldmann, 2003; Osse, 2006). Por último, decidió
volver al doble escalafón, con oficiales y suboficiales. Las policías modernas tienden a tener un
único escalafón, el de oficiales, y garantizan que cualquier agente pueda ascender desde la
base hasta los cargos policiales más altos. Entre las fuerzas federales de nuestro país, la Policía
de Seguridad Aeroportuaria implementó este sistema (PSA; 2006). Tener dos escalafones que
nunca se cruzan, como en el ejército, genera una organización más elitista, dividida en castas,
que refuerza la lógica corporativa y la obediencia debida. Desde nuestro punto de vista, estas
características organizacionales (ascenso por antigüedad, prohibición del ingreso lateral y doble
escalafón) dan cuenta de una organización de rasgos corporativos y conservadores y atentan
contra la posibilidad de construir una policía moderna y profesional.
Tercero y último, el gobierno provincial impulsó un endurecimiento de la legislación penal y
contravencional. Se promovieron una serie de reformas para endurecer el Código Procesal Penal
de la provincia y la ley de Ejecución Penal. La más significativa fue el endurecimiento de las
condiciones de excarcelación. De hecho, el nuevo código permite la excarcelación en los casos
de personas con enfermedad terminal, adultos mayores y mujeres embarazadas o con hijos
menores a 5 años. Así, la regla del derecho penal que indica que todo acusado debe esperar su
condena en libertad, se ve invertida. La prisión preventiva debe ser la excepción porque implica
la prisión de un inocente. El art. 159 del CPPP es considerado inconstitucional con bastante
consenso por numerosos penalistas. Además de la normativa penal, el Poder Ejecutivo promovió
un nuevo Código de Faltas de fuerte sesgo punitivo18. Entre otras cosas, permitía meter presos a
vagabundos, mendigos, merodeadores, alcohólicos, trapitos, travestis, prostitutas, limpiavidrios,
vendedores ambulantes, etc. Incluso restablecía la prisión por deudas. Por ejemplo, en el caso de
los “trapitos”, la multa podía llegar hasta los 7 mil pesos, y en caso de insolvencia, correspondía

18 Para esta afirmación se estudió el anteproyecto del nuevo código que circuló en las comisiones pertinentes de la legis-
latura provincial. El documento “Grave amenaza a la libertad de los bonaerenses. La democracia malherida”, que implicó
un fuerte rechazo de la iniciativa oficial, fue firmado por casi un centenar de organizaciones y profesionales de renombre.

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la prisión. El proyecto no pudo concretarse por la fuerte oposición que encontró en una amplia
gama de partidos políticos y organizaciones sociales y civiles.

Conclusiones

Esta reseña de las políticas implementadas en la Provincia de Buenos Aires da cuenta de


la carencia de una dirección compartida entre los diversos gobiernos. Incluso durante el trans-
curso de una misma gestión, como es el caso de las administraciones Duhalde (1991/1995 y
1995/1999), podemos identificar políticas de seguridad claramente contrapuestas entre sí. La
necesidad de reclutar nuevos efectivos y la promoción de mayor presencia preventiva son las
notas comunes a todas las gestiones de los últimos 15 años; mientras que la orientación ideoló-
gica de la política, el predominio de las autoridades democráticas sobre la política de seguridad
y la forma de procesar la resistencia política y policial al cambio institucional han ido variando
significativamente.
Teniendo en cuenta que este artículo es el reflejo del estado de situación de una investiga-
ción más amplia, las consideraciones que desarrollamos en este último apartado no pueden ser
otra cosa que conclusiones preliminares.
En este sentido, es evidente que son muchas las variables a tener en cuenta a la hora de
analizar la seguridad como un campo de política pública. Ninguna medida de gobierno, espe-
cialmente una tan ambiciosa como una reforma policial, puede prescindir de un presupuesto
adecuado y de un equipo de gestión con una visión compartida. Mientras que la inversión en
seguridad creció sostenidamente en los últimos años, especialmente en el nivel del gasto público
provincial, los equipos de gestión aceitados son más difíciles de encontrar, y suelen construirse
sobre la marcha de la gestión. Es notable la diferencia que hay entre la cantidad de profesiona-
les dedicados a las políticas educativas, sanitarias y sociales, por un lado, y los dedicados a las
políticas de seguridad, defensa y justicia, por otro. La seguridad fue durante mucho tiempo un
campo reservado a policías y –a lo sumo– abogados; tendencia que ha empezado a revertirse
hace poco tiempo.
También parece que un contexto político y socioeconómico favorable facilitan la continui-
dad de las políticas. La expectativa de una relativa estabilidad del elenco gubernamental y el
crecimiento económico post 2003 parecen haber ayudado a que las políticas de seguridad, en
especial la profunda reforma policial implementada durante la segunda gestión del Ministro
Arslanián, tengan cierta continuidad. Sin embargo, la evidencia evaluada hasta el momento,
sugiere que la variable más importante es la política. El apoyo de las autoridades políticas a las
medidas de reforma policial influyen fuertemente sobre su posibilidad de éxito, puesto que aún
teniendo planes detallados, presupuesto suficiente y crecimiento económico –el cual, si viene

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acompañado por la inclusión social impacta directamente sobre el nivel de actividad delictiva–,
es necesario que los gobernantes estén convencidos de la necesidad de la reforma y le brinden
el insustituible insumo de la legitimidad democrática.
Es claro que la política de seguridad es siempre un campo de conflicto entre distintos acto-
res: los medios de comunicación, los grupos civiles y no gubernamentales, los partidos políticos,
los Intendentes municipales, los ejecutivos nacional y provincial, la legislatura, los jueces, el Mi-
nisterio Público y la propia policía, son los actores que interactúan en ese campo conflictivo. Una
sólida alianza sociopolítica que sostenga la dirección elegida parece ser el más fuerte condicio-
nante de los intentos de reforma policial. Puesto que el conflicto es inevitable, es imprescindible
sortearlo con una fuerte dosis decisión política.

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24 ANDRÉS H. ESCUDERO

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y vida cotidiana en América Latina. Caracas: Nueva Sociedad.

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REFORMA POLICIAL EN LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES
PP: 9 - 25 25

FUENTES PERIODÍSTICAS
Agencia TELAM “Agencia Nacional de Noticias de la República Argentina”. En: www.telam.com.ar
Diario “Clarín”. En: www.clarin.com.ar
Diario “La Nación”. En: www.lanacion.com.ar
Diario “Página 12”. En: www.pagina12.com.ar
Diario “Infobae”. En: www.infobae.com.ar

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ARTÍCULO

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LA ARQUITECTURA POLÍTICA Y LA INSTITUCIONALIDAD DE LA


INTEGRACION SUDAMERICANA*

THE POLITICAL ARCHITECTURE AND THE INSTITUTIONALITY OF SOUTH AMERICAN INTEGRATION

Por Ingrid Sarti


DOCTORA EN CIENCIA POLITICA. PROFESORA DEL PROGRAMA DE POSTGRADO EN ECONOMIA POLITICA DE LA

UNIVERSIDAD FEDERAL DE RIO DE JANEIRO (UFRJ).

E- mail: ingrid.sarti@ufrj.br

RESUMEN
El trabajo sostiene que la teoría cuanto la institucionalidad del MERCOSUR están por deba-
jo de la dinámica integracionista promovida tanto por los gobiernos como por las sociedades
sudamericanas. Si bien se indican avances y obstáculos del proceso integracionista, el énfa-
sis recae en la importancia de perfeccionar los instrumentos teórico-analíticos con miras al
abordaje de la etapa vigente de la integración de América del Sur, incluyéndose la necesidad
de repensarse el papel del Estado como locus de poder en el siglo XXI.

PALABRAS CLAVE
Integración, Estado, Institucionalidad, Pensamiento crítico, Hegemonía.

ABSTRACT
In this paper, it is argued that the theory and the institutionalization of the MERCOSUR
are below the dynamics of integration which are promoted by the governments and the
South American societies. Despite the advances and obstacles in the integration process
which are indicated, the article emphasizes the importance of improving the theoretical and
analytical tools which should be aimed at addressing the current stage of the integration
of South America, including the need to rethink the role of the state as a power locus of in
the twenty-first century.

* Trabajo presentado en la mesa sobre “La arquitectura política y los determinantes institucionales del desarrollo integrado
de América del Sur”. Fórum Universitario Mercosur – FoMerco, Buenos Aires, 2010. Traducción al español de
Leonardo Granato.

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KEY WORDS
Integration, State, Institutionalization, Critical Thinking, Hegemony.

RESUMO
O texto sustenta que não só a teoria, mas também a institucionalidade do Mercosul, estão
aquém da dinâmica da integração promovida tanto pelos governos como pelas sociedades
sul-americanas. Aponta avanços e obstáculos que se percebem no processo integracionista,
mas sua ênfase recai sobre a importância de se refinarem os instrumentos teórico-analíticos
específicamente voltados à etapa vigente da integração da América do Sul, incluindo-se a
necessidade de se repensar o papel do Estado como locus de poder no século XXI.

PALAVRAS CHAVE
Integração, Estado, Instituicionalidade, Pensamento crítico, Hegemonia.

Introducción

La atribución de un papel significativo a Sudamérica en este milenio aparece con frecuencia


en el debate crítico sobre las grandes tendencias contemporáneas del sistema global. En línea
con las interpretaciones que sostienen una pérdida relativa de la hegemonía de los Estados
Unidos provocada por la crisis del sistema productivo y, sobre todo por la acérrima competen-
cia inter-capitalista (Chesnais, 1994, 2005; Harvey, 2008), emergieron proyecciones de futuro
superadoras de la herencia del siglo XX que, en las palabras de Therborn (2000: 46), “no nos
dieron instituciones perfectas ni armas poderosas de transformación social, pero nos ha dejado
el legado de una rica experiencia de crítica y de reflexión autocrítica”.
A pesar de analizar en clave crítica a la generalización de las interpretaciones del sistema
mundo, Cox (2009) percibe un cierto grado de cooperación y hasta de armonía entre Estados,
gobiernos y pueblos en una tendencia contra-hegemónica presente en las nuevas relaciones
de la política mundial. El autor reconoce el potencial revolucionario de ese proceso, no como
emergente de alguna fuerza social en particular o de un movimiento político específico, sino
como producto de las luchas nacionales, firmemente apoyadas en la solidaridad transnacional
como estrategia de construcción de fuerza: “Dessa maneira, as tentativas de cooptação dos
movimentos contra-hegemônicos em um dos países poderão ser contrarrestadas pela resistência
dos movimentos em todos os outros países. Trata-se de uma questão de construção de forças”
(Cox, 2009).
De modo contundente, Boaventura de Souza Santos (2007) percibe que el socialismo volvió

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LA ARQUITECTURA POLÍTICA Y LA INSTITUCIONALIDAD DE LA INTEGRACION SUDAMERICANA
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a aparecer en la agenda política de algunos países de Sudamérica, de forma aún indefinida pero
eficaz, que introduce el desafio de reflexionar sobre un modelo alternativo al capitalismo –no
debe confundirse con las denominadas terceras vías de la década de los años noventa que “bus-
cavam achar no capitalismo a solução dos problemas que o socialismo não soubera resolver”.
En las condiciones actuales, diría el autor, “parece mais difícil que nunca implantar o socialismo
num só país, mas, por outro lado, não se imagina que o mesmo modelo se aplique em diferentes
países”.
En el proyecto de un futuro indefinido, una mirada favorable al continente se apoya menos
en indicadores económicos relativos que la región obtuvo durante su enfrentamiento a la crisis
del capitalismo en estos aproximadamente últimos dos años y, mucho más en el reconocimiento
de la batalla por formas alternativas de hegemonía, liderada por gobiernos progresistas demo-
cráticamente electos en la región. Para Harvey (2009), la ascención de gobiernos progresistas al
poder estatal es “um dos sinais mais promissores da renovação de uma nova forma de estatismo
de esquerda”, que sea capaz de incorporar a todas las fuerzas sociales dedicadas “a produzir um
futuro diferente” de aquel que el capitalismo ofrece. Wallerstein (2004, 2009) también subraya
el rol significativo reservado al continente, vinculando su éxito a la capacidad de integración de
gobiernos y sociedades organizadas en franca estrategia anticapitalista.
Las elaboraciones del pensamiento crítico acerca del potencial sudamericano producido
dentro y fuera del continente se basan en los proyectos de desarrollo e integración adoptados
como estrategia de inserción regional en el sistema mundial por parte de los gobiernos pro-
gresistas electos en democracias representativas consolidadas en este milenio1. El interés que
esas experiencias aún en construcción despiertan, reside justamente en el carácter invocado e
inacabado de su propuesta, que distingue el proyecto de integración vigente de los modelos
tradicionales adoptados en Europa y, anteriormente, en la propia América Latina. Y es en este
proyecto de integración vigente que se depositan las expectativas de una alternativa al capita-
lismo, en cada Estado autorice la inserción soberana de la región en un nuevo orden mundial,
sobre la égida de un proceso contra-hegemónico.

La integración y algunas implicancias históricas para el Sur

La experiencia de integración de la Unión Europea ha sido, desde su origen, una referencia


para la producción analítica de los procesos de integración, al punto que con frecuencia se
confunden las teorías de integración con las interpretaciones del proceso histórico europeo.

1 A partir de 2002, representantes de partidos considerados progresistas por tener en común la oposición a la orientación
neoliberal vigente en los gobiernos de los años noventa y la prioridad de promover políticas públicas de reducción de las des-
igualdades, vencieron las elecciones en Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Uruguay y Venezuela, seguidos por Paraguay.
En América Central, los resultados electorales de El Salvador aumentaron la relación expresiva de los gobiernos progresistas.

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30 INGRID SARTI

Como observara Schmitter (2004), hasta aquellas teorías que emergieron bajo diferentes de-
nominaciones precedidas del prefijo “neo”, no son más que “linguagens menos elaboradas”
que se limitan a explicar las recientes transformaciones de la Unión Europea. Por lo tanto, el
modelo de análisis de la integración propuesto actualmente en América del Sur expresa impone
la necesidad de percibir las herramientas que pueden haber sido útiles para el análisis del caso
europeo, pero que no por ello serán las adecuadas para la interpretación y estudio del proceso
sudamericano (Mariano, 2007).
En este orden de ideas, conocer las especificidades es también el primer paso para una
teorización no abstracta pero contextualizada de la integración. Especialmente porque la noción
de integración tiene implicancias teóricas y sentidos diversos, únicamente comprensibles cuando
son contextualizados históricamente. No obstante sea posible afirmar de modo general que,
como explicita Camargo (2007) la integración interpela la relación tradicional entre soberanía,
territorio, nacionalidad y función del Estado; es preciso recordar cuanto difieren los regiona-
lismos según las directrices de desarrollo económico-social y de política externa vigentes en
regiones, Estados y períodos determinados.
Inicialmente, se destaca la naturaleza geopolítica de la integración como su marca de ori-
gen. La propuesta de regionalismo es concebida como instrumento de disputa de poder po-
tencialmente capaz de fortalecer las naciones en el marco del sistema competitivo de Estados
nacionales. En este sentido, List (1841/1999), a mediados del siglo XIX, en su Sistema Nacional
de Economía Política, desafía la geopolítica y concibe una propuesta de unión aduanera en la
Europa central como contrapunto a la hegemonía inglesa. En sentido propio de la economía po-
lítica liberal, el autor aboga por la intervención del Estado en la inducción del proteccionismo en
la Europa continental y considera el desarrollo de la industria y el fortalecimiento del mercado in-
terno como el divisor de poder entre las naciones: “as nações manafutureiras só atingem o ápice
do poder quando trocam produtos manufaturados por agrícolas e matérias primas” (List, 1999:
249). Nótese entonces que la integración es concebida como una herramienta que naturaliza
la distribución desigual del capitalismo mundial –no es de extrañar que el autor haya recibido
una crítica tan ácida de parte de Marx2. Y, como es sabido, el carácter de territorio productor de
materias primas garantizó a América Latina el lugar cautivo en la periferia del capitalismo. Cabe
enfatizar que es de la tentativa de salir de ese lugar periférico que se postula la integración en
América del Sur.
Debe observarse que el tema de la integración de América Latina remonta a un pasado dis-
tante con especial referencia a las grandes utopías libertarias que denunciaran el aniquilamiento

2 El panfleto crítico sobre el libro de List, Marx lo llama de “el filistino germânico” y lo define como “the slave-driver who
flourishes the whip of protective tariffs in order to instil in his nation the spirit of ‘industrial education’ and teach it to exerci-
se its muscular powers: p. 15. http://www.marxists.org/archive/marx/works/1845/03/list.htm em 21/12/2009.

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de la identidad colectiva y la sumisión de sus pueblos primitivos a la dominación ejercida por el


poder colonial, desde Bolívar y principalmente con Mariátegui (1928, 2005) en los años veinte.
Hasta hoy la integración es una categoría presente en el imaginario de superación del colonia-
lismo preservada a lo largo de los siglos, bajo la perspectiva euro-céntrica de la modernidad que
se instaló en el continente (Quijano, 2005).
No obstante, la experiencia más próxima y de corta duración que ocurrió en la post guerra3
no pretendía tener ese alcance. La integración que se buscaba entonces era la de los mercados
del continente y, para eso, el modelo recomendaba la intervención directa de los Estados como
promotores de una estrategia económica desarrollista basada en el fortalecimiento del mercado
interno y en la industrialización que debería sustituir a las importaciones (Tavares, 1976). Ese
modelo fue frustrado por la crisis del capitalismo de los años setenta y por los nuevos rumbos
políticos de los regímenes autoritarios que ocuparan el poder progresivamente, por dos décadas,
desde los años sesenta.
En este sentido, es importante distinguir las etapas de ese largo proceso diferenciado en sus
metas y proyectos realizados. Es válido observar que en Brasil, el desarrollismo resurgirá muy
distante de la nación de integración, bajo la óptica nacionalista militar de modernización del
Estado y del comando del general presidente Geisel en 1974, que promovió las inversiones mul-
tinacionales en mega proyectos de infraestructura. Y cuando el tema de la integración retorna
en la década de los años noventa, bajo el liderazgo de gobiernos sudamericanos seguidores de
reformas neoliberales y de las políticas promovidas por la potencia hegemónica, la propuesta es
la de un nuevo regionalismo abierto a los mercados, que implicaba la suscripción de acuerdos
de libre comercio (principalmente con los Estados Unidos) como pauta de inserción subordinada
de los países periféricos al sistema internacional4. En ese contexto debemos situar también la
consolidación del Mercado Común del Sur, o MERCOSUR, cuya función era la de garantir las
bases de un mercado comercialmente integrado entre sus Estados Parte –principalmente entre
Argentina y Brasil. Cabe aclarar el carácter selectivo que privilegió las tentativas de fortalecer
el intercambio comercial en las relaciones entre Argentina y Brasil en la década de los años
noventa, toda vez que sus políticas externas acentuaban el grado de alineamiento a los Estados
Unidos (Ferrer, 2006). En suma, un modelo tan distante de los ideales libertarios del imaginario
latinoamericano de integración, tan próximo de un “Mercosur fenicio”, según la feliz expresión
de Caetano (2007).

3 Por inspiración de Raúl Prebisch (19492, 1964) y Celso Furtado (1959/2009) y gestión de la Comisión Económica para
América Latina y el Caribe, CEPAL. Ver Tavares, 2000; Costa Lima y David, 2008; y Bielschowsky, 2000.
4 Celso Furtado (1992) reflexionó sobre las consecuencias de largo plazo de esa estrategia, llegando a preguntarse si
estaría interrumpida la construcción de Estados nacionales en América Latina. En el Brasil, temía que las graves tensiones
inter-regionales en el campo político y la formación de bolsones de miseria pudiesen causar la inviabilización del país como
proyecto nacional (ver Fiori, 2008).

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Durante ese extenso recorrido, inclusive circunscripto al ámbito económico, la descolonización


en el continente no llegó a formar un sistema integrado y competitivo de Estados nacionales, cuestión
que se verá reflejada en la trayectoria diplomática de sus relaciones de cooperación internacional.
Hasta el siglo XX, como el lugar ocupado por Sudamérica fue el de “socio menor” de la he-
gemonía continental norteamericana (Fiori, 2009; Guimarães, 2008), la política integracionista
sudamericana alternó períodos de mayor o menor adhesión/resistencia a las directrices hege-
mónicas, toda vez que mantuvo constante el patrón de relaciones inter-estatales determinado
por las conveniencias de naturaleza estrictamente comercial y por los intereses estratégicos de
defensa (Vigevani y Cepaluni, 2007).
En una extensa travesía que acumula diferentes concepciones de desarrollo y de autonomía
en las estrategias de política internacional, la constatación de que el proyecto integracionista, no
obstante revele características y grados distintos, forma parte del acervo histórico consolidado
de las relaciones internacionales brasileñas, es consenso en la literatura (Vigevani y Cepaluni,
2007; Lima, 2007).

Un nuevo modelo de integración en tela

La naturaleza política de la propuesta de integración sudamericana vigente en este milenio


se manifiesta a partir de una nueva forma de inserción soberana de la región y de superación
de su estatus de periferia del capitalismo vis-à-vis concibe las metas de un desarrollo nacional
orientado para la superación de las graves desigualdades sociales al interior de cada país.
En sentido amplio, el modelo de integración adoptado por la mayoría de los gobiernos
sudamericanos en la actualidad, posibilita la plena conversión de las políticas externas de los
países sudamericanos a la multipolaridad en las relaciones internacionales como condición para
la consolidación de la democracia en los países de América del Sur. Subrayamos la importancia
de la formación del boque regional como un nuevo polo capaz de contrarrestar la tendencia
hegemónica del poder global: “O impulso atual à integração foi possível porque se adquiriu
uma convicção compartilhada entre os governos e povos sul-americanos de que o fenôme-
no da globalização, que proporcionou níveis inéditos de crescimento econômico e trocas
comerciais globais, é o mesmo que, em sua face perversa, aprofunda assimetrias e contribui
para a marginalização econômica, social e política de dezenas de países e bilhões de seres
humanos” (Taunay F., 2007).
Durante la revitalización de las democracias sudamericanas en este milenio, algunos go-
bernantes pusieron en práctica niveles de regulación del Estado e interrumpieron el proceso de
privatizaciones en curso desde los años noventa, y otros fueron más lejos aún buscando refun-
dar sus Estados (Sader, 2009). En el caso de estos últimos, la aprobación popular de cambios

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radicales en sus textos constitucionales destaca el papel de un nuevo constitucionalismo en el


continente propendiendo al ejercicio de un Estado plurinacional y a una sociedad justa y eco-
lógicamente equilibrada en la utilización de los recursos naturales (Acosta, 2010; Prada, 2009;
Gargarella, 2010).
Con estilos y recursos propios –y sin perjuicio de las diversidades de cada Estado, como su-
giere el diseño asimétrico de la geopolítica continental– en líneas generales, todos los gobiernos
privilegian las políticas de inclusión social y mantienen la meta de la autonomía en el escenario
internacional estimulada por la doble estrategia de formación del bloque regional y aproxima-
ción a otros países emergentes de Asia y Africa.
La búsqueda de una aproximación que supere los circuitos comerciales y diplomáticos, par-
ticularmente en fronteras que ya no se limitan al Cono Sur, es un aspecto distintivo de este
modelo de integración. La tradicional asociación con Argentina permanece crucial, pero ahora
acompañada del entendimiento que una integración dinámica debe amparar las complejas di-
versidades y apuntar soluciones para las drásticas asimetrías internas e inter-estatales de Amé-
rica del Sur (Ferrer, 2006; Sallum, 2004).
Se trata de una concepción amplia de integración, con implicancia económica, política, social
y cultural. Abarca aspectos tan diversos como la territorialidad y consolidación de una infraes-
tructura que garantice la integración física del continente, con una red de energía eléctrica, de
rutas y ferrovías y de telecomunicaciones (Bertoni, 2009), hasta la promoción de conocimiento y
de los derechos de la ciudadanía y circulación de la población en lo referido a educación, salud,
ciencia, tecnología, cultura e instituciones (Guimarães, 2005). Envuelve también la legislación
laboral y demanda nuevas formas de pensar la educación y la institucionalización –se destaca
en este sentido el desempeño creativo de las universidades y de los parlamentos (Sarti, 2008,
2009)– y la creación de mecanismos regulatorios que expresen las necesidades surgidas en el
proceso democrático de integración. Incluye iniciativas de producción y circulación de cultura
–de las artesanías hasta las tecnologías de medios– de acuerdo con los intereses de los pueblos
de la región (García Canclini, 2002). En suma, la meta es alcanzar una “integración solidaria”
que no sólo reconozca sino que opere en pos de la reducción de las asimetrías existentes.
Sin detenernos en el análisis del proceso de implantación de este modelo, es posible comen-
tar preliminarmente que hubo considerables avances en la aún incipiente institucionalización de
la integración. Resultado de la voluntad política de muchos gobiernos es el proceso de creación
de la denominada Unión Suramericana de Naciones – UNASUR5, en diciembre de 2008, que
abarca la implementación de Consejos sectoriales destinados a ejercer un papel clave en la con-
ducción de cuestiones relevantes para el desarrollo de la región, como el Consejo de Defensa, de

5 Vale observar que la UNASUR comprende 390 millones de habitantes y un producto bruto regional próximo a 3,9 trillones
de dólares.

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Energía, de Infraestructura y, más recientemente, el de Educación, Cultura, Ciencia, Tecnología


e Innovación.
Las inversiones (con la colaboración de Venezuela) fueron expandidas hasta la creación
de un Fondo de Convergencia Estructural del MERCOSUR, FOCEM, destinado a reducir las asi-
metrías del bloque. A pesar la modestia de las primeras contribuciones, más relevante que los
propios números tal vez sea registrar el carácter estratégico del órgano símbolo del avance
experimentado por la institucionalidad integradora del MERCOSUR.
El Banco del Sur continúa su lento proceso de consolidación e inclusive, en otros bloques
regionales, como la Comunidad Andina de Naciones CAN, y la Alianza Bolivariana para los
Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos, ALBA-TCP, y de manera
creciente, la integración avanza entre gobiernos sub-nacionales y municipios en particular (Wan-
derley y Vigevani, 2004; Martin López y Oddone, 2010).
La creación del PARLASUR con la propuesta de convertirse, a partir de 2010, en un órgano
de representantes electos por sufragio universal en cada uno de los Estados Parte fue otro
paso relevante rumbo a la solución institucional de conflictos inter-estatales y a la incorporación
efectiva de los ciudadanos de la región por la vía de la representación legítima de sus intereses.
Lamentablemente, entre tanto, la expectativa de fortalecimiento del diálogo y de la producción
de consenso expreso en mecanismos regulatorios favorables a la democratización regional sufrió
un revés impuesto por la dificultad de llegar a un consenso en ese sentido que acabó resultando
en la decisión de posponer la elección directa para 2014 (Sarti, 2009).
Con innegable protagonismo brasileño (Lima, 2006; Vigevani, 2007), se abrió la puerta
al dialogo y el MERCOSUR ampliado fue fortalecido a raíz de la preocupación de resolver el
“déficit democrático” (Caetano, 2009). Se consolidaron progresivamente espacios instituciona-
les de participación social de cuño sectorial, educación, salud, trabajo, derechos: “O Mercosul
hoje possui ações positivas em todos essas áreas, com resultados tangíveis que beneficiam
milhares de cidadãos brasileiros como a contagem do tempo de serviço em qualquer um dos
Estados Partes para efeito de aposentadoria; o atendimento médico em cidades de fronteira;
a harmonização das políticas de aquisição e distribuição de medicamentos; a promoção de
políticas comuns de equidade de gênero; acesso ao fundo de garantias da pequena e média
empresa; acesso ao fundo da agricultura familiar; o apoio à expansão dos Pontos de Cultura
para o Mercosul; a cooperação na área de segurança pública; a promoção da agenda do
trabalho decente, entre outras” (Martins, 2010).
Iniciativas como MERCOSUR Social y las Cúpulas Sociales fueron desarrolladas con el obje-
tivo explícito de promover la participación de la sociedad organizada en el proceso decisorio del
MERCOSUR. Se destacan nuevamente las iniciativas de los Consejos, ahora también de aquellos
creados en el ámbito del MERCOSUR y adoptados en larga escala por el gobierno brasileño fa-

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voreciendo la participación organizada de diferentes sectores de la sociedad6. La importancia de


los Consejos está a la espera de un análisis profundo acerca de sus efectos como instrumentos
de renovación del Estado en el continente en este siglo XXI.
Entre tanto, los obstáculos son múltiples y es justamente en el ámbito de la instituciona-
lidad del MERCOSUR que detectamos con nitidez los problemas de una propuesta pensada
para resolver el déficit democrático de la integración (Falero, 2008). El profundo análisis de la
necesidad de una reforma institucional del MERCOSUR coordinada por Caetano (2009) resalta
la insuficiencia de las iniciativas institucionales de la integración vis-à-vis la dinámica y la am-
plitud de las redes y organizaciones activas en la región: “la actual institucionalidad, aún con
los importantes cambios y creaciones incorporados últimamente, resulta disfuncional para
la consecución de logros efectivos en varios de estos planes novedosos de la agenda más
actual” (Caetano, Vázquez y Ventura, 2009: 74).
Cabe, por lo tanto, resaltar la persistencia de un patrón tradicional burocrático de gestión en
el conjunto de la institucionalidad mercosureña que dificulta el proceso de toma de decisiones y
la ejecución de políticas públicas dirigidas para la extensa integración democrática en la región.
Se trata de un patrón que acaba de provocar un descrédito, apartando a los pueblos de la propia
idea de integración, deseada pero aún incipiente.
Otros aspectos que llaman la atención, particularmente entre los investigadores, es la inexis-
tencia de una sistematización de datos relativos a la integración y la dificultad de acceso al
acervo de contenidos de los distintos niveles de debate que se realizan en el ámbito del MERCO-
SUR, ambas cuestiones tan perjudiciales para la producción de conocimiento necesario para la
formulación de políticas públicas regionales.

A modo de conclusión: Estados e gobiernos en la integración

El proyecto político regional de los gobiernos progresistas electos en este milenio tiene un
rasgo que merece ser destacado: su naturaleza inter-gubernamental, que propicia una dinámica
ágil y flexible entre los Estados y, en esta década, favoreció y promovió el diálogo como herra-
mienta fundamental de la democracia en el continente.
La contrapartida de este modelo de cuño fuertemente político es una cierta fragilidad que
proviene justamente de su dependencia coyuntural, más específicamente de los resultados elec-
torales, lo que explica por qué la integración se tornó en un tema diferenciador de las campañas

6 Desde 2005, y a partir de la implementación del programa Somos Mercosul en la presidencia pro tempore de Uruguay,
el gobierno brasileño promovió la interlocución entre las organizaciones sociales y el gobierno federal mediante reuniones
periódicas en el Conselho Brasileiro do Mercosul Social e Participativo (Decreto nº 6.594 de 6/10/2008). Para una discusión
sobre el alcance de estas iniciativas, ver Aguerre y Arboleya (2009) e Sarti (2010).

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presidenciales en el Brasil actual7. Al contrario de lo que ocurre con la institucionalidad suprana-


cional de la Unión Europea, el modelo inter-gubernamental en el ámbito sudamericano tendería
a dificultar una plena institucionalización que adjudique a la integración el estatuto de política
de Estado. Algunos críticos van más lejos aún y consideran que la lógica inter-gubernamentalista
extrema que opera en el MERCOSUR tiene como correlato la ausencia de visión regional que
es un obstáculo a ser superado en la agenda de la integración (Caetano, Vázquez y Ventura,
2009: 50).
En suma, las contradicciones inherentes a la integración pueden atenuar la polémica en el
debate entre los modelos supranacional e inter-gubernamental. Basta recordar que la suprana-
cionalidad de la Unión Europea ha sido indicada como un factor que enyesa las políticas sociales
y permite disolver los últimos vestigios del pacto social original en el proyecto de una Europa
solidaria y próspera que inspiró el Tratado de Roma (Nadal, 2010, Capright, 2010).
Lo que aumenta la complejidad del asunto es el hecho de que la integración, así como las
relaciones internacionales de cooperación, no es ni nunca será una cuestión meramente técnica,
ni restricta a los designios y postulados macroeconómicos. Por el contrario, la integración estará
siempre sujeta a disputas de poder y condicionada a los vaivenes de las voluntades políticas
representadas por los gobiernos de turno.
No obstante ello, son profundamente necesarias sólidas instituciones para enfrentar los
contratiempos y eventuales alteraciones y cambios que puedan ocurrir en la consolidación del
modelo en cuestión. Más importante sea entonces asegurar las transformaciones institucionales
necesarias para que las mismas instituciones consigan promover y profundizar las demandas que
ese modelo ya presentó en la fase inicial de su construcción en esta década.
A modo de observaciones finales, cabe aclarar aún las conexiones que subyacen al poder
de decisión de los gobiernos sobre el rumbo de las relaciones externas y enfatizan los variados
ángulos que el Estado democrático tiene por enfrentar, internamente, en su configuración de
actor nacional y global en el siglo XXI.
En el tablero de la geopolítica de este milenio, en el cual el protagonismo de la política
externa en la disputa global entre naciones hegemónicas y aquellas denominadas “emergentes”
es creciente, la actuación de los gobiernos evidencia una interdependencia cada vez mayor de las
decisiones de política externa e interna. No obstante, lo que llama la atención de la integración
sudamericana es el éxito de la diplomacia presidencial, entendida como un ejercicio de liderazgo
de los gobiernos en la combinación tan peculiar de políticas externa e interna. Vale recordar que
la conducción del Jefe de Estado en este proceso adquiere una importancia sin precedentes en

7 Para el candidato de la oposición, José Serra, el Mercosur “é uma farsa”. Propone substituir el Mercosur y las demás
alianzas regionales por tratados de libre comercio que retomen el liderazgo del poder norte-americano en la región (Be-
instein, 2010).

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la diplomacia global (Danese, 1999).


La proyección internacional del Brasil durante el gobierno de Luis Inácio Lula da Silva cons-
tituye un caso emblemático de diplomacia presidencial que se ha revelado como un instrumento
de fortalecimiento de la propuesta regional de la integración sudamericana (Almeida, 2004;
García, 2010).
El presidente Lula transitó entre las exigencias de una integración solidaria en un mar-
co de profundas asimetrías internas y regionales y los requisitos para la inserción de un actor
periférico en el sistema mundial, inaugurando una estrategia que conjuga una sociabilidad so-
lidaria en el plano regional a la necesidad de disputa incesante en la competición mundial
y desigual inter-estatal, haciendo converger paradigmas clásicos opuestos del estudio de
las relaciones internacionales (desde la sociabilidad de Grocio al realismo de Maquiavelo y
Morgenthau, sin olvidar el concepto de hegemonía de Gramsci).
Tenemos por tanto, notables desafíos con implicancias teóricas y prácticas que permanecen
como tales para la reflexión intelectual académica y para la realización de un proyecto político
capaz de proponer alternativas de poder y de modo de vida a aquellas que el capitalismo ofrece.

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REVISTA SOCIEDAD GLOBAL VOL. 4. Nº 1/2 ENE-DIC 2010


ARTÍCULO

PP: 43 - 59 43

INTEGRACION REGIONAL Y POLÍTICA EXTERIOR: DEL INTERÉS


NACIONAL A LA POLÍTICA REGIONAL1

REGIONAL INTEGRATION AND FOREIGN POLICY: FROM THE NATIONAL INTEREST TO REGIONAL
POLICY

Por Emanuel Porcelli


POLITOLOGO DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES (UBA), MAESTRANDO EN RELACIONES INTERNACIONALES DEL

INSTITUTO DE RELACIONES INTERNACIONALES (IRI), DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE LA PLATA (UNLP), (IRI-UNLP).

COORDINADOR ACADEMICO DE LA MAESTRIA EN POLITICAS PUBLICAS Y GOBIERNO – UNLA. COORDINADOR DEL

PROYECTO “INDENTIDAD MERCOSUR” EN LA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

(UBA). DOCENTE EN LAS UNIVERSIDADES DE BUENOS AIRES (UBA), LA PLATA (UNLP) Y DE LOMAS DE ZAMORA (UNLZ).

E- mail: eporcelli@gmail.com ; eporcelli@identidadmercosur.org

RESUMEN
El presente trabajo tiene como objetivo hacer un aporte en los debates sobre
la necesidad de coordinación de política exterior por parte de Argentina y
Brasil. Pretende discutir con los postulados que suponen que la ausencia de
coordinación de los socios centrales del MERCOSUR es un problema grave
para el éxito del proceso regional. Para ello, se construye una nueva categoría
analítica, el concepto de política regional. La elaboración del mismo obedece a
la necesidad de nuevas herramientas para el análisis del MERCOSUR. Seguida-
mente se analizan algunas políticas llevadas adelante que se pueden reconocer
dentro de la mencionada categoría.

PALABRAS CLAVE
Integración regional, Política Exterior, Argentina, Brasil, MERCOSUR.

ABSTRACT
The present paper aims to make a contribution to the debate on the need for
coordination of foreign policy by Argentina and Brazil. The goal is to discuss
with the arguments that states that the absence of central coordination of
MERCOSUR partners is a serious issue for the success of the regional process.

1 El presente trabajo es una versión preliminar de una investigación en curso. El mismo tiene como fin exponer algunos de
los conceptos teóricos y líneas de trabajo que estamos analizando para someterlas a debate.

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In order to undertake such an objective, we construct a new analytical cate-


gory, the concept of regional policy. The development of this concept relates
to the need for new tools for the analysis of MERCOSUR. Finally, the paper
asses some current policies prompted by the regional integration agreement
and that could be recognized within the above category.

KEYWORDS
Regional Integration, Foreign Policy, Argentina, Brasil, MERCOSUR.

RESUMO
O presente trabalho tem por objetivo contribuir com os debates sobre a ne-
cessidade de coordenação das políticas exteriores por parte da Argentina e
do Brasil. O artigo pretende uma discussão a partir dos postulados de que a
ausência de coordenação dos parceiros centrais do MERCOSUL constitui um
problema grave para o êxito do processo regional. Para isso, é proposta uma
nova categoria analítica, o conceito de política regional. A elaboração deste
conceito obedece à necessidade de novas ferramentas para a análise do MER-
COSUL. Finalmente, são analisadas algumas políticas de integração regional
levadas adiante, que podem ser reconhecidas dentro da categoria em questão.

PALAVRAS-CHAVE:
Integração Regional, Política Exterior, Argentina, Brasil, MERCOSUL.

La alianza estratégica argentino-brasileña constituye el eje de la consolidación y el


éxito del MERCOSUR. Éste, a su vez, constituye el eje de consolidación de la Comunidad
Sudamericana de Naciones, con vistas a llegar a establecer un sistema sudamericano de
libre comercio y cooperación.
Helio Jaguaribe (2005:80)

Introducción

En el campo académico de nuestra región se ha tornado un lugar común en el análisis del


proceso reciente del MERCOSUR señalar cuestiones relativas a: la muerte de la integración y
del MERCOSUR; la impresión de utilización del proceso regional por parte de la política exterior
brasileña en pos de su lanzamiento como global player en el escenario mundial; la subsunción

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INTEGRACION REGIONAL Y POLÍTICA EXTERIOR: DEL INTERÉS NACIONAL A LA POLÍTICA REGIONAL.
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del MERCOSUR a otros esquemas regionales (y conforme los intereses brasileños) como fue el
caso de la Comunidad Sudamericana de Naciones (CSN) que ha devenido en la actual Unión de
Naciones Sudamericanas (UNASUR); o bien la crítica en torno a la falta de una posición común
entre los socios de un proceso de integración en todos los ámbitos de política exterior. Estas
cuatro argumentaciones cuentan con incuestionable asidero, si se las singulariza y contextualiza
bajo ciertos parámetros, pero no por ello pueden instituirse en afirmaciones generalistas y taxa-
tivas en torno al proceso de integración.
En primer lugar, la muerte del proceso de integración refiere exclusivamente a un período
histórico de crisis del modelo de integración entendido única y exclusivamente como integración
comercial. En segundo término, la utilización del MERCOSUR por parte de Brasil, como se afir-
ma, en realidad, se condice con lo que los expertos y las instituciones internacionales consideran
como objetivos y/o ventajas del regionalismo: una plataforma para la acción multilateral (y/o
global). Tercero, la subsunción del MERCOSUR a un esquema como la UNASUR no es tal si eva-
luamos que son dos esquemas diferentes en términos de los objetivos programáticos: el primero
se plantea como integral, mientras que el segundo constituye un proceso de diálogo político
ampliado a Sudamérica. Finalmente, en torno al imperativo categórico señalado respecto de la
coordinación total de las posiciones entre los socios de un proceso de integración en diversos
foros internacionales, se debe distinguir que, dentro de la orientación de política exterior, existen
elementos cuya coordinación son vitales para solidificar y encauzar un acuerdo regional, mien-
tras otros pueden ser deseables (pero no necesarios).
A partir de esta constatación, en este trabajo pretendemos identificar la particularidad de
la “política regional” y, en este proceso, detectar y analizar los elementos de política exterior
que son necesarios para este plano de políticas (y distinguirlos de aquellos que, aunque resulten
deseables, no son imperiosos ni trascendentes) así como las áreas de política pública interna que
se ponen en juego en el citado nivel regional. Se procede, por tanto, a la construcción de esta
categoría a partir del relevamiento de conceptos provenientes de la disciplina de las Relaciones
Internacionales, para dar paso, a partir de este constructo, a la consideración de la política
exterior de Argentina y de Brasil, primero, y del proceso de integración del MERCOSUR, luego.
Finalizamos este trabajo presentando algunas conclusiones preliminares.

1. La política regional: estableciendo límites y dimensiones

En las líneas que siguen se intenta conceptualizar a las políticas regionales a partir de
herramental propuesto por la disciplina de las Relaciones Internacionales. Se toman algunos
conceptos de diferentes corrientes teóricas con el fin de resignificarlas en clave regional, es decir
teniendo al MERCOSUR como horizonte de reflexión. Algunas de ellas provienen de los análisis

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de política exterior mientras que otros obedecen a la Teoría de las Relaciones Internacionales.
En primer lugar, podemos conceptualizar a la integración regional, siguiendo a Lindberg
(1963), como un doble proceso por el cual:
“1)[…] las naciones anteponen el deseo y la capacidad para conducir políticas exteriores e
internas clave de forma independiente entre sí, buscando por el contrario tomar decisiones
conjuntas o delegar su proceso de toma de decisiones a nuevos órganos centrales, y 2) […]
los agentes políticos de diversos escenarios diferentes están convencidos de cambiar sus ex-
pectativas y actividades políticas a un nuevo centro” (Lindberg (1963), citado en Dougherty
y Pfaltzgraff(H), 1993:445).
En segundo término, a partir de la conceptualización anterior, y en vistas a evaluar la posi-
bilidad o ausencia de lo que llamamos política regional, se desprende la necesidad de diferen-
ciar las políticas externas e internas clave. En consecuencia, se torna imperioso recuperar los
conceptos de contexto contiguo y contexto regional desarrollados por James Rosenau (1973)
en su teoría de la vinculación, especialmente en lo que refiere a su observación de los sistemas
políticos como “crecientemente dependientes de su contexto e interdependientes entre sí [...
motivo que lleva a que se produzcan] procesos reactivos, emulativos y [hasta sea…] posible
hallar vinculaciones fusionadas” (Rosenau, 1973:69). El autor discurre que estos contextos,
entre otros, deben ser considerados al momento de estudiar las políticas exteriores. El contexto
contiguo refiere a cualquier agrupamiento de sistemas políticos que se limitan geográficamente
y en los cuales se prestan a consideración fenómenos tales como disputas de límites, rivalidades
históricas, amistades tradicionales y diferentes características que son propias de las relaciones
entre vecinos inmediatos. Claramente podemos ubicar al MERCOSUR ampliado como el contex-
to contiguo para la Argentina y Brasil (profundizaremos sobre este tema en la sección que sigue).
Por su parte, el contexto regional incluye a toda la región o subregión donde está situado el
(o los) sistema(s) político(s) bajo análisis. Este contexto puede ser definido a partir de variables
geográficas, culturales e históricas, así como también diferentes conformaciones de espacios
de integración regional o áreas de libre comercio. En lo que compete al presente artículo, en el
marco de las opciones de política exterior argentino brasilera, podemos ubicar al espacio Suda-
mericano bajo esta categoría.
En tercer lugar, destacamos el aporte realizado por Hocking (1993) a partir del concepto
de lo interméstico en las Relaciones Internacionales, con el que intentaba referenciar aquellas
políticas en donde las dos esferas, la doméstica y la internacional, resultaban indivisibles ya
que las temáticas que las afectan le otorgan ese carácter. A modo de ejemplo se pueden citar
cuestiones medioambientales, de narcotráfico, problemas migratorios, etc. Asimismo, resulta
necesario comprender que en las situaciones en que un Estado forma parte de un proceso de
integración regional, como es el caso del MERCOSUR, la frontera de lo interméstico se expande

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para abarcar gran parte de las esferas de la política doméstica de un país.


En cuarto lugar, también resulta adecuado recuperar aquí el concepto de autonomía re-
lacional desarrollado por Russell y Tolkatlian (2002). Los autores proponen una definición de
autonomía vinculada a la realidad latinoamericana: este concepto se caracteriza por trascender
la perspectiva que define autonomía por oposición a dependencia de cualquier otro agente o
Estado, para dar lugar a una definición de autonomía que se construye con otros, la que ellos
denominan como autonomía relacional. La riqueza de la perspectiva esbozada por los autores
radica en la posibilidad de disminuir la vinculación de los niveles de autonomía a políticas na-
cionales o sub-regionales de aislamiento, de autosuficiencia o de oposición. Al contrario, se le
asigna otro significado a la autonomía como condición: esta autonomía relacional se define
como la capacidad y disposición de los Estados para tomar decisiones con otros en forma inde-
pendiente y para controlar conjuntamente procesos que se producen dentro de sus fronteras. De
este modo, el nivel de autonomía de una acción de política exterior en América Latina se puede
identificar y medir como la habilidad de un país para poner en práctica políticas que sirvan al
interés nacional (Russell y Tokatlian, 2002).
Finalmente, es posible y necesario incorporar los desarrollos del idealismo estructural del
constructivismo de Alexander Wendt (1992, 1994, 1999) en lo que compete a su redefinición
del concepto de interés nacional. Separándose de las categorías de la escuela realista en sus
múltiples variantes, Wendt plantea que la categoría interés nacional es una construcción desde
la identidad de un Estado y su visión del Otro. El autor señala la posibilidad de tres modelos de
estructuras sociales, a las que denomina culturas, en el escenario internacional: la hobbesiana,
la lockeana y la kantiana. A cada una de ellas se relaciona con una posición distinta del Estado,
en la que el Yo y el Otro se construyen respectivamente como enemigos, rivales y amigos. Para
Wendt, es en el marco de la cultura kantiana donde se producen sistemas de seguridad coo-
perativos en los cuales “dependiendo de lo desarrollado que esté el Yo colectivo, se llevarán a
cabo prácticas de seguridad que serán en diferentes grados altruistas” (Wendt, 2005:7). En este
sentido, el interés deja de ser nacional, ya que el Yo en función del cual se definen los intereses
es la comunidad regional.
A partir del relevamiento conceptual indicado, procedemos a definir a la política regional
(dentro de un proceso de integración) como el conjunto de políticas que se desarrollan en el
espacio geográfico del contexto contiguo y regional; las cuales poseen un carácter intermésti-
co; y tienen como objetivo el desarrollo del interés regional establecido en la ampliación de la
autonomía relacional. De nuestra definición de política regional podemos distinguir, entonces,
dos dimensiones de análisis: una en donde las políticas tienen como espacio de aplicación el
contexto contiguo y el eje está ubicado en la coordinación de políticas públicas regionales; y
una segunda dimensión, más amplia, en donde los socios del proceso de integración tienen

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posiciones comunes de los fenómenos políticos que ocurren en su contexto regional. Adicio-
nalmente, retomando la identificación realizada por Lindberg en torno a las “políticas internas
y exteriores clave”, aplicada al nuevo constructo de política regional que aquí definimos, en el
espacio de lo interméstico se ponen en juego las que son clave; mientras que las demás orienta-
ciones de política interna y externa no vitales para un proceso de integración, no tienen por qué
ser sujeto de coordinación entre socios.
Sobre la base de nuestro concepto de política regional y los constructos teóricos que la
componen, damos paso, a continuación, al estudio del caso argentino – brasilero, en general, y
del MERCOSUR, en particular. Para ello, es menester reconstruir la historia de política exterior
separada y a espaldas para comprender la particularidad de la etapa que se abre en los años
ochenta y se profundiza hasta la actualidad.

2. Diferentes historias, diferentes visiones, diferentes proyecciones hacia


el mundo

Para describir de manera sucinta la historia y los ejes estructurales de la política exterior
brasileña, resulta ineludible nombrar la figura de José Maria da Silva Paranhos Junior, más co-
nocido como el Barón de Rio Branco. Este cuasi patrono de la diplomacia brasileña estableció
las piedras basales de lo que será la inserción del Brasil en el contexto mundial durante todo el
Siglo XX. Este sustrato fundamental se gestó a partir de los siguientes elementos: a) la Alianza
establecida con Washington a principios de Siglo (diferenciándose de la relación preferencial que
Argentina instaló con Gran Bretaña); b) la utilización, desde el inicio del proceso de industrializa-
ción por sustitución de importaciones, de la política exterior como un insumo para el “desarrollo
nacional”; c) la autonomía de la política exterior (que fue redefiniéndose en su significado) en el
llamado paradigma del Estado Desenvolvimentista (Cervo, 2003), y que se va a continuar hasta
la llegada de Collor a la presidencia. En consecuencia, desarrollo y autonomía política fueron los
dos ejes centrales de la inserción internacional del Brasil.
Esta construcción de la política exterior del Brasil significó la búsqueda unilateral del desa-
rrollo con poca o nula vinculación hacia sus vecinos, más allá de la participación en los esquemas
hemisféricos reinantes durante gran parte del Siglo XX. Salvo durante los años de los gobiernos
de Getulio Vargas, y especialmente con el frustrado relanzamiento del Nuevo Pacto del ABC
(Cisneros y Piñeiro Iñíguez, 2002), no surgirá, hasta la llegada de José Sarney y la democracia,
la posibilidad de acercamiento entre Brasil y el Cono Sur.
Por su parte, en lo que compete a la tradición en la política exterior de Argentina, ésta se
ubica en la construcción de paradigmas de equilibrio triangular, ya sea utilizando como contra-
pesos al Reino Unido y Estados Unidos (hasta 1945) o entre la potencia hemisférica y estrategias

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compensadoras fortaleciendo las relaciones con Europa Occidental y el Bloque Oriental, o bien
optando por esquemas horizontales con Estados de América Latina. Desde la restauración de la
Democracia, la política exterior argentina estuvo atravesada por la tensión entre las tendencias
autonomistas y la búsqueda de una alianza privilegiada con Estados Unidos (Simonoff, 2005).
Vale señalar, en este breve racconto del devenir de la política exterior de Argentina y de
Brasil, que durante la Guerra Fría, la alternativa por el plano regional fue bloqueada por la di-
plomacia norteamericana, fogueando la rivalidad argentino-brasileña. Como mencionamos, en
el escenario de la recuperación de la democracia y con la ausencia de espacios de concertación
política viables en América Latina se torna factible la construcción de una alianza política para el
desarrollo de ambos países de forma gradualista, lo que deriva en los acuerdos de Foz do Iguazú
de 1985 y en julio de 1986 con el Acta para Integración Argentino-Brasileña que estableció el
Programa para la Integración y Cooperación Económica (PICE).
La llegada de Lula Da Silva a la presidencia va a significar un cambio cualitativo en la profun-
dización de la política regional del Brasil. Resulta interesante, por su carácter ilustrativo, retomar
las afirmaciones de Lula en el año 2003:
“...queremos que MERCOSUR sea algo más que una unión aduanera. Queremos que se
transforme en una zona de convergencia en los frentes industrial, agrícola, social y cientí-
fico-tecnológico. Y queremos que promueva un acercamiento cultural efectivo, una unión
entre nuestras universidades y centros de investigación. Para desarrollar al MERCOSUR en
profundidad, debemos contar con instituciones sólidas para la resolución de las contro-
versias y un nuevo Ministerio que pueda producir una coordinación político-administrativa
eficiente y desarrollar una visión estratégica de la integración”. Columna de opinión titulada
“La nueva política exterior de Brasil” publicada en EL PAIS el 24 de febrero de 2003, Madrid.
Es dable señalar, igualmente, que la búsqueda de autonomía por parte de Brasil siempre
estará presente ya que le permite
“alcanzar un reconocimiento como potencia regional [a partir de…] la construcción de
“parcerías estratégicas” con algunos Estados considerados similares en atributos y recursos
y, también, la formulación de estrategias de cooperación e integración a nivel sudamericano.
Dentro de éstas se ubicó el MERCOSUR” (Bernal-Meza, 2008:159).
Por su parte, el asesor especial de asuntos internacionales en la presidencia del Brasil,
Marcel Fortuna Biato, señala que
“Brasil no pretende ejercer liderazgo, pero confía en que sus avances en estabilidad econó-
mica con inclusión social sean de relevancia más allá de sus fronteras […] La integración
regional no es incompatible con la globalización. Más bien al contrario: la capacidad de
actuación soberana de cada país en una economía globalizada se refuerza en el contexto de
un bloque regional” (Fortuna Biato, 2009:33).

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Con respecto a Brasil, se distinguen tres periodos en los que la “visión (Argentina) sobre el
otro (Brasil)”, fue variando. En los inicios del siglo XX, Brasil fue percibido con indiferencia desde
el punto de vista económico, como inferior en lo cultural y como un rival en lo político, al compe-
tir con la Argentina por imponer su liderazgo en la región. En la posguerra y más precisamente
hacia fines de los años cincuenta (luego de la ruptura de los gobiernos de Perón y Vargas), Brasil
fue considerado un rival en términos geopolíticos y militares, que amenazaba la seguridad e in-
tegridad territorial del país. Recién en la recuperación de la democracia se inicia el claro proceso
de acercamiento entre Brasil y Argentina, visualizándose como socios para el desarrollo regional
(Russell y Tokatlian, 2003).

3. Visiones compartidas en los asuntos de vecindario: democracia y


autonomía relacional

En la última mitad de la primera década del Siglo XXI, América Latina, luego de la trans-
formación sin precedentes iniciada años antes con la llegada de gobiernos posneoliberales, se
sucedieron un conjunto de situaciones desafiantes para la democracia y la paz regional. Este
conjunto de fenómenos (que trascendió el espacio geográfico del MERCOSUR) convirtió a los
actores mercosureños en elementos clave para el sostenimiento del status quo regional.
En principio, es necesario destacar la acción coordinada entre Argentina y Brasil para aten-
der la situación de inestabilidad en Bolivia en los años 2003 y 2008. En el primer caso, el rol
central en la consecución del mantenimiento de la institucionalidad democrática en este país
lo tuvo la delegación enviada por la Organización de Estados Americanos (OEA) compuesta,
entre otros, por Marco Aurelio García y Raúl Alconada Sempe, como representantes de Lula y
Kirchner para la cuestión. Una nueva acción coordinada entre los dos países (junto a Chile) se
produjo a partir del respaldo otorgado, en la llamada Declaración de La Moneda, al gobierno
democrático de Morales en la crisis de 2008 derivada de los intentos de secesión de los prefectos
del oriente boliviano2.
Por otro lado, ambos países han tenido un papel relevante en lo que compete a la situación
de Haití: una de extenso conflicto iniciado por la crisis socio-política y profundizado por los de-
sastres naturales en 2010. Actualmente, la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización
de Haití (MINUSTAH) cuenta con representantes de Argentina y Brasil en calidad de comisionado
de la Policía y comandante de la Fuerza Conjunta3, respectivamente.
Sobre este aspecto, retomamos el señalamiento realizado por Llenderrozas:

2 Délano, Manuel “Suramérica da un histórico apoyo a la democracia boliviana”. EL PAIS, Madrid, 16 de septiembre de
2008.
3 http://www.un.org/spanish/Depts/dpko/minustah/facts.html.

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“en cierta forma la idea-fuerza más importante a favor de la iniciativa parece haber sido que
esta misión era una oportunidad para concertar posiciones en el ámbito del MERCOSUR.
Mientras Argentina estaba considerando el envío de las tropas y buscaba la aprobación
parlamentaria, Chile, Brasil, Paraguay y Uruguay ya tenían sus tropas desplegadas en Haití.
La experiencia de participación conjunta de los países del MERCOSUR ampliado constitui-
ría una oportunidad para profundizar el proceso de integración regional” (Llenderrozas,
2006:22).
Resulta necesario señalar, por otro lado, una decisión política adicional y orientada en el
mismo sentido en torno a la situación producida tras el golpe de Estado efectuado en Honduras
en el año 2009. Argentina y Brasil, como el resto del bloque de diálogo político sudamericano
(UNASUR), condenaron de manera categórica las acciones que derivaron con la expulsión de
Manuel Zelaya de su cargo. Como señala Grabendorff:
“Brasil realizó, formal e informalmente, algunas veces con el apoyo de Argentina, gestio-
nes bilaterales para garantizar la estabilidad democrática o para evitar que pudieran surgir
conflictos en la región. Esto ha ocurrido frente a situaciones internas delicadas, como en Pa-
raguay, Bolivia, Honduras y Venezuela, aunque también en la crisis bilateral con Colombia
en 2009” (Grabendorff, 2010:169).
Por su parte, otra área de elevado desarrollo y con una fuerte significación en la relación
bilateral la constituyen las políticas coordinadas de defensa. Los ejercicios de operaciones con-
juntas realizadas de manera frecuente entre los dos Estados (que habían tenido un posible en-
frentamiento como hipótesis de conflicto durante mucho tiempo), permitieron el establecimiento
de espacios de coordinación. Como señala Rojas Aravena:
“en el Cono Sur se han dado pasos extraordinarios en este campo, tanto en la relación
entre Argentina y Brasil como entre Argentina y Chile. El trabajo del Comité Permanente de
Seguridad Argentino-Chileno (Comperseg) se manifiesta en el desarrollo de iniciativas que
son un ejemplo de medidas de construcción de confianza en la región, como la creación de
una fuerza de paz combinada entre ambos países” (Rojas Aravena, 2008: 40).
Asimismo, resulta imperioso destacar los avances conjuntos en temas sensibles, como es el
caso del desarrollo de material para las Fuerzas Armadas: a título ilustrativo, se cuenta con el
proyecto Gaucho, un vehículo militar liviano que se ha comenzado a desarrollar en el 2004 a
partir de la cooperación entre los dos ejércitos. Si bien se trata de un proyecto de envergadura
pequeña, implica el primer paso hacia proyectos mayores4.
Adicionalmente, Argentina y Brasil acordaron crear una planta binacional de enriquecimien-
to de uranio y la fabricación conjunta de un reactor nuclear que dará propulsión a un submarino.

4 “Gaucho: proyecto para enfrentar los caminos extremos del Mercosur”, LA NACION, Viernes 2 de junio de 2006 . http://
www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=810871

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Abordaron, además, cuestiones relativas al intercambio en la industria aeronáutica: la empresa


brasileña Embraer comenzará a explorar fórmulas de trabajo con la fábrica argentina Área Ma-
terial Córdoba (ex Lockheed-Martin), con el fin de desarrollar aviones de uso militar y eventual-
mente civil y para el mantenimiento regular de los aviones. La compra de 20 aviones ERJ-190
por parte de Aerolíneas Argentinas también es una orientación de política en el mismo sentido5.
En las páginas que siguen proseguiremos el estudio de la coordinación argentino brasilera
con el objetivo de, para el caso del bloque regional, identificar las políticas (internas y exteriores)
clave en los últimos años. Partimos de la premisa que para el estudio del MERCOSUR como
proceso de integración no debe ser reducido a un análisis exclusivo en la dimensión económico-
comercial, cayendo en la trampa de la simplificación neoliberal que encontró su expresión en el
llamado modelo del regionalismo abierto.

4. Coordinación de políticas en el marco del MERCOSUR

Al momento, hemos señalado dos cuestiones: por un lado, la historia de la política exterior
de Argentina y de Brasil han seguido opciones diferentes y esto ha derivado, en lo que refiere
a las posiciones en temas globales, en que la discrepancia ha sido la regla en la mayoría de los
casos. Sin embargo, por el otro lado, en lo que refiere al espacio de política regional se visua-
liza un conjunto de políticas comunes y/o compartidas. En consecuencia, dos señalamientos se
desprenden de este argumento: primero, la desmitificación de la contraposición construida entre
nación y región; es decir, es válido que las preferencias de política exterior entre los países que
componen un acuerdo de integración regional no sean compartidas en temas que no afectan el
espacio regional. Segundo, y como corolario del anterior, que los intereses nacionales y los inte-
reses regionales no presentan una división tan tajante: el interés nacional nutre de contenido al
interés regional (y viceversa); pero no por ello debemos entender el interés nacional como único,
sino, debe ser comprendido como intereses nacionales, en plural, donde ciertas preferencias se
plasman y coordinan de manera mancomunada en el espacio regional ya que parte del interés
nacional se transforma en interés regional, mientras ciertas preferencias de política exterior pue-
den seguir orientaciones divergentes (y resulta válido que así sea).
Sobre esta base, por tanto, consideramos que en el espacio de política regional argentino
– brasilero existe un conjunto de políticas compartidas y que tienen asidero en lo que Roseanau
(1973) denomina contexto contiguo. En el marco del mismo, se pueden identificar dos áreas
densas de coordinación de políticas: las posturas similares en asuntos que atienen a la región

5 “Cristina-Lula, cumbre de socios”, LA NACION, Martes 12 de febrero de 2008. http://www.lanacion.com.ar/nota.


asp?nota_id=986317.“Brasil teje una unión militar en la región”, LA NACION, Sábado 23 de febrero de 2008, http://www.
lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=989869

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sudamericana, por un lado; y las políticas relacionadas al plano interno o doméstico, por el otro.
Habiendo ya pasado revista del primer conjunto, a continuación, lo haremos de manera sucinta
con el segundo conjuntos de política, de manera de ilustrar nuestra argumentación.

5. Lo interméstico de la política exterior y la política interior entre Argentina


y Brasil: las políticas regionales del MERCOSUR

Desde los años ochenta a la actualidad, Argentina y Brasil han venido coordinando, como
nunca antes en la historia de las relaciones interestatales, políticas domésticas en el plano re-
gional en diferentes ámbitos. Podemos encontrar tres fases incrementales en este proceso de
coordinación, diferenciadas en términos de los objetivos y la amplitud de las agendas de política
involucradas.
Primero, los acuerdos entre Alfonsín y Sarney desde mediados de la década de los años
ochenta inician una fase de coordinación basada en la cooperación y complementariedad. Des-
de el punto de vista de la cooperación, se pusieron en marcha acuerdos en áreas clave como
el desarrollo científico y tecnológico, en general, y el campo de energía nuclear, en especial.
Igualmente, se incluyeron provisiones en lo que compete a la cooperación en materia educativa.
Desde el punto de vista de la complementariedad, la misma fue objeto de los diversos protocolos
de integración, los cuales aportaron por un desarrollo industrial compartido en sectores clave.
Segundo, la fase que sigue se inicia con la firma del Tratado de Asunción (1991) y la am-
pliación del bloque regional a Uruguay y Paraguay. Esta fase sufre un retroceso respecto de la
anterior en lo que se refiere a los objetivos, dada por la centralidad de la coordinación en política
comercial; pero una amplitud entendida en, por un lado, las áreas sujetas al Programa de Libera-
lización Comercial, primero, y al Arancel Externo Común (luego), serían numéricamente más que
las planteadas en la fase anterior. Mientras, ciertos temas de agenda no comercial pudieron ser
colocados (como cuestiones sociolaborales, educativas, migratorias, ambientales, entre otras)
pero con desarrollo variable en lo que refiere a la aplicabilidad efectiva de las iniciativas. En esta
fase, se conforma la estructura institucional (acorde a los objetivos programáticos de la liberali-
zación comercial) para dar cauce al proceso de coordinación de políticas.
Tercero, la etapa actual del MERCOSUR se inicia con el Programa de Trabajo 2004-2006,
tras una crítica profunda al esquema de integración prevaleciente (fase dos). El citado instrumen-
to surge de un acuerdo bilateral entre Argentina y Brasil (Néstor Kirchner y Lula Da Silva) que se
conoce como el Consenso de Buenos Aires (en una clara alusión al Consenso de Washington
que reino durante los noventas); y plantea el retorno de la planificación integral de un nuevo
modelo de desarrollo. Esta fase, por tanto, se modifican los objetivos del proceso de integración
(y por lo tanto, las cuestiones sujetas a políticas públicas) y se amplía considerablemente la

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agenda regional (Vázquez, 2008).


En las líneas que siguen nos centraremos en esta última fase en pos de la visualización
de la relación entre política doméstica y política regional. Esto permite, a su vez, constatar la
densidad que adquieren las relaciones interestatales argentino – brasileras desde el año 2003
a la actualidad.

5.1. La densidad de las relaciones entre Argentina y Brasil como uno de los soportes
del giro del MERCOSUR contemporáneo

El Programa de Trabajo 2004 – 2006 inaugura una nueva fase en el MERCOSUR y en las
relaciones bilaterales entre sus socios mayores (Argentina y Brasil). En lo que compete al pro-
yecto regional, la agenda del MERCOSUR se amplía en torno de un modelo regional integral
que atienda el desarrollo social, el desarrollo productivo y la participación social y ciudadana
como legitimadora e impulsora del cambio. En lo que compete a las relaciones bilaterales, éstas
aumentan en intensidad del vínculo y en el incremento de temas que surgen de propuestas com-
partidas en el tipo de proyecto doméstico que se promueve en cada caso. Comenzaremos por
ésta última para ver la pertinencia y coherencia de las mismas con el plano regional.
Desde el punto de vista de la política interna, los proyectos nacionales que han puesto
en marcha Lula Da Silva (dos mandatos), en Brasil, y Néstor Kirchner – Cristina Fernández, en
Argentina, pese a las diferencias, se organizan en torno al denominador de lo que se ha llamado
por la literatura reciente como posneoliberalismo (Sader, 2009), el cual se define a partir de la
crítica del modelo neoliberal previo en base a la premisa del retorno del Estado como regulador
de las fuerzas socio-productivas.
Ambos esquemas se centran en la promoción del desarrollo social y –por lo menos desde
el punto de vista retórico– comparten un renovado desarrollismo. Brasil, claramente, es el socio
que ha mantenido una política industrial profunda durante un período más largo de tiempo;
mientras que Argentina, está en un proceso de recomposición del tejido industrial (tras el des-
mantelamiento iniciado con la Dictadura y profundizado durante toda la década de los noven-
tas) sin una línea de política pública fuerte6. Asimismo, los Estados se diferencian en tanto los
cimientos de las nuevas políticas son diferentes: por un lado, Argentina ha iniciado la vía del
crecimiento de su economía y de la promoción social de actores y sectores sobre un escenario
altamente desfavorable signado por la desindustrialización y la descomposición de la trama
social (en línea con la retirada del Estado y la valoración del mercado como regulador social
prevaleciente otrora). Brasil, por su parte, inicia las nuevas políticas de gobierno del Partido de

6 Azpiazu y Schorr afirman que aún no se ha puesto en marcha una batería de políticas industriales, sino que el resurgimien-
to de la industria nacional se relaciona con un contexto favorable en términos macroeconómicos (Azpiazu y Schorr, 2010).

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los Trabalhadores sobre un piso industrial más sólido, pero con una brecha de desigualdad y
exclusión social abrumadora.
Sin embargo, dando paso ahora al plano regional, pese a las diferencias nacionales, se logró
que ciertas líneas de política interna fuertes pasen a formar parte de arreglos bilaterales y del
MERCOSUR en general. A modo de ejemplo:
• El MERCOSUR Social: la necesidad de fortalecer esta agenda surge en el contexto nacional
de gobiernos posneoliberales citado y de un renovado MERCOSUR. En este campo se da inicio
a una serie de políticas impulsadas fuertemente por la delegación nacional argentina y entre los
logros contamos con “la jubilación del MERCOSUR”, es decir, la posibilidad de sumar aportes
previsionales de los Estados Parte del acuerdo regional; y la creación del Instituto Social del
MERCOSUR (Perrotta y Vazquez, 2010; Vazquez, 2010).
• Las Reuniones Especializadas y la participación social: la creación y/o el fortalecimiento de
ciertas Reuniones, como la de Agricultura Familiar o la del Sector Cooperativo, se produce en
el marco de la importancia de ambas agendas en la política interna. En el caso particular de la
Reunión Especializada de Agricultura Familiar, su surgimiento se relaciona con la necesidad de
incluir la agenda del Ministerio de Desarrollo Agrario de Brasil en la arquitectura institucional del
bloque y, por tanto, en la agenda regional; por el lado argentino, su fortalecimiento se relaciona
con un debate doméstico en torno al tipo de inserción internacional (y la crítica al monocultivo
sojero) y el surgimiento de la Subsecretaría de Agricultura Familiar dentro de la Secretaría de
Agricultura (y el posterior pasaje de la misma a Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, con
la elevación de la Subsecretaría a Secretaría).
• La integración productiva: en este campo, que surge de una fuerte crítica en torno a
la centralidad de la agenda del MERCOSUR económico en la política comercial, los avances
iniciados en el año 2003 y profundizados, especialmente, en el 2008, retoma políticas internas
que son clave en las regulaciones brasileras: foros de competitividad y financiamiento. En con-
secuencia, en el plano regional han surgido foros de competitividad en diversas cadenas (siendo
la más movilizada la de Madera y Muebles), así como la necesidad de contar con un fondo de
garantías para las pequeñas y medianas empresas. Estos avances cuentan, en la actualidad, con
un instrumento rector (el Programa de Integración Productiva del MERCOSUR) y una institución
coordinadora (el Grupo de Integración Productiva). Vale señalar que aún los avances en el cam-
po han sido limitados7.
• De lo bilateral a lo regional – la educación y la ciencia y tecnología: como se ha menciona-
do previamente, el inicio de la cooperación educativa y científico – tecnológica entre Argentina
y Brasil se encuentra en el marco de los acuerdos de paz de Alfonsín y Sarney. Muchos de

7 Para un cabal panorama de este proceso, ver los desarrollos de Eugenia Inchauspe y Fernando Porta en el problematiza-
ción de la agenda de Integración Productiva (Inchauspe, 2009; Porta, 2006).

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estos programas continúan vigentes desde los años ochenta e incluso de han regionalizado (el
ejemplo más acabado lo constituye el área de biotecnología: de la Comisión Argentino Brasilera
de Biotecnología –CABBIO– se ha profundizado el lazo ampliado en el Programa MERCOSUR
de Apoyo a la Biotecnología). Por otro lado, el inicio de acuerdos de cooperación bilaterales en
ciencia y tecnología, así como en educación (principalmente en el nivel del posgrado) que han
sido evaluados como exitosos, se han convertido en iniciativas regionales: el Programa Marco de
Ciencia y Tecnología y las acciones encaminadas en el Sector Educativo del MERCOSUR. Por su
parte, el Sector Educativo ha logrado incorporar políticas nacionales en la agenda regional, como
es el caso de la acreditación de la educación superior y la promoción de los Derechos Humanos
(Perrotta, 2009; Perrotta y Vazquez, 2010).
• El más reciente avance en torno a la consolidación de la unión aduanera ha sido el
acuerdo en torno al Código Aduanero Común: el mismo constituye un paso fundamental para
fortalecer el componente comercial del acuerdo regional.
• En lo que compete a la política migratoria, los avances se han dado en torno al recono-
cimiento de los derechos del migrante y la movilidad intra-regional (incluyendo a los Estados
Asociados)8. El Programa “Patria Grande” del gobierno argentino constituye un componente
fundamental en la regularización de la situación migratoria ya que permite a ciudadanos del
MERCOSUR ampliado la posibilidad de tramitar la residencia legal e, inclusive, el documento de
identidad (Pereyra, 2010).
Un señalamiento adicional en lo que compete a la densidad de política interna regionalizada
refiere a la instalación del Parlamento del MERCOSUR (PM) y a la forma de trabajo (y el proceso
de socialización política) que los parlamentarios están llevando a cabo en su seno. El proceso
de coordinación para la instalación del PM conllevó (utilizando la experiencia de la anterior
Comisión Parlamentaria Conjunta) un creciente proceso de encuentro de la lógica de la cultura
política parlamentaria de los miembros del bloque, ya sea en cuestiones de orden operativo
como de fondo (Porcelli, 2009).

Conclusiones

Desde el inicio del proceso de integración entre Argentina y Brasil, más allá de las disputas
de índole comercial derivadas de las diferentes salvaguardas y otras cuestiones vinculadas al
comercio, es necesario señalar, a partir de una mirada más amplia, que la actual coordinación
entre ambos países es la más profunda de toda la historia de la relación interestatal.
Entonces, resulta adecuado señalar que las divergencias de Argentina y Brasil en temas

8 La movilidad refiere al libre movimiento de las personas; ello no significa la libertad de movimiento para los trabajadores,
que es sujeto de políticas en la agenda de servicios.

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sensibles tales como la relación con Irán (cruzada por las acusaciones en torno al atentado terro-
rista de 1994), como las discrepancias en el marco de la Organización Mundial de Comercio, las
disputas entre los proyectos de banca fija o rotativa en el marco de la futura reforma del Consejo
de Seguridad de Naciones Unidas o las preocupaciones argentinas a las nuevas alianzas de
Brasil en el marco del BRIC o IBSA, no deben ser comprendidas como señales de alarma y crisis
sino como parte del juego político-diplomático de ambos países en donde el interés nacional no
es de una total concordancia.
Asimismo, debe señalarse que compete a los liderazgos presidenciales de ambos países (los
cuales han resuelto gran parte de las disputas utilizando la diplomacia presidencial) fortalecer
los mecanismos bilaterales y en el ámbito de MERCOSUR para la resolución de controversias,
especialmente en lo comercial.
También es imperioso señalar que este proceso de coordinación debe ser creciente y ampliar
su base en dos sentidos: a) incluyendo de manera más acabada a los socios menores del bloque
regional (es decir, que los temas de la agenda bilateral puedan regionalizarse); y b) desarrollan-
do una estructura institucional del MERCOSUR que ensanche los espacios de decisión hacia
otros ministerios y agencias de gobierno.
Adicionalmente, de lo analizado en este trabajo se desprende que comprender los procesos
de integración sin el componente de la disputa es un error conceptual importante. Todo proceso
de integración implica negociación constante de intereses nacionales y sectoriales en la dinámica
de los actores de la política que se ven afectados por el proceso de integración (y esto trasciende,
lo económico-comercial).
La construcción de nuevos marcos teóricos que puedan pensarse y aplicarse al escenario
sudamericano nos permite conceptualizar de manera autónoma nuestra realidad, sin desconocer
los aportes disciplinares provenientes de otras latitudes, adoptándolos de manera crítica, con el
cuidado de evitar importarlos linealmente.

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ARTÍCULO

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AYER, HOY Y ¿SIEMPRE?: LA INTEGRACION REGIONAL


SUDAMERICANA EN EL SIGLO XXI

YESTERDAY, TODAY AND ¿ALWAYS?: THE REGIONAL INTEGRATION IN SOUTHAMERICA IN THE XXI
CENTURY

Por Daniela Perrotta


LICENCIADA EN CIENCIA POLITICA (UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES). DOCTORANDA EN CIENCIAS SOLCIALES

(FLACSO). BECARIA INTERNA (TIPO II) DE INVESTIGACION DEL CONSEJO NACIONAL DE INVESTIGACIONES CIENTIFICAS Y

TECNOLÓGICAS (CONICET)

E- mail: dperrotta@identidadmercosur.org ; danielaperrotta@gmail.com

RESUMEN
El trabajo presenta un somero recorrido por las experiencias de integración re-
gional desde mediados del siglo XX en vistas a establecer lineamientos para el
análisis del momento actual de la integración en el macizo sudamericano, así
como esbozar reflexiones sobre la continuidad de los mismos. El caso de estudio
es el MERCOSUR. Nuestra hipótesis de trabajo afirma que en cada proyecto
político de integración regional se pueden encontrar ideas-fuerzas de fases an-
teriores de la integración latinoamericana –que se retrotraen hasta el momento
previo y concomitante al de la lucha por la emancipación e independencia–,
junto con elementos del presente, los que moldean y (re)configuran cada uno de
estos proyectos regionales. A partir de esta hipótesis general, también se reco-
noce aquí que en la década de los años noventa se evidencia una ruptura radical
respecto de ideas-fuerza previas sobre la integración regional ya que en dicho
momento, el auge del Pensamiento Único, totalizador, obturó la posibilidad de
visibilización y viabilidad de ideas contrarias al corpus neoliberal.

PALABRAS CLAVE
Integración Regional, MERCOSUR, Analisis Histórico.

ABSTRACT
The paper presents a brief analysis of regional integration agreements in South
America since the mid-twentieth century in order to establish a framework for
examining the current situation of present regional integration schemes, as well
as reflections on their continuity. The case study is the MERCOSUR. Our wor-
king hypothesis states that in every political project of regional integration the
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ideas can be traced back to the times prior and concomitant to the struggles for
emancipation and independence. From this general hypothesis, it is also recogni-
zed here that in the decade of the nineties, a radical twist was made in line with
the rise of the Unique Thought, which contested the possibility of visibility and
viability of ideas contrary to the neoliberal conceptual corpus.

KEY WORDS
Regional Integration, MERCOSUR, Historical Analysis.

RESUMO
O trabalho apresenta um breve perpassar pelas experiências de integração regio-
nal desde meados do século XX, com vistas a estabelecer delineamentos para a
análise do momento atual da integração no bloco sul-americano, além de propor
uma reflexão sobre a continuidade de tais delineamentos. O caso de estudo é o
MERCOSUL. Nossa hipótese de trabalho sustenta que, em cada projeto político
de integração regional, podem ser encontradas ideias-força de fases anteriores
da integração latino-americana – que podem ser traçadas retrospectivamente
até o momento prévio e concomitante ao da luta pela emancipação e indepen-
dência -, juntamente com elementos do presente, que moldam e (re)configuram
cada um destes projetos regionais. A partir desta hipótese geral, também se
reconhece que, na década dos anos noventa, se evidencia uma ruptura radical
no que diz respeito às ideias-força prévias sobre a integração regional, visto que,
em tal época, o auge do Pensamento Único, totalizador, impediu a possibilidade
de visibilidade e viabilidade de ideias contrárias ao corpus neoliberal.

PALAVRAS-CHAVE
Integração Regional, MERCOSUL, Análise Histórica.

“Un doble movimiento, sucesivo, preside nuestra historia latinoamericana desde la


Independencia de la mayoría de nuestros países en la segunda y tercera década del
siglo XIX. Primero un movimiento de Separación de nuestras repúblicas entre sí, un
aislacionismo vuelto normalidad y una cuasi exclusividad de nuestras relaciones con Eu-
ropa y Estados Unidos. Luego, desde las décadas del 60 y 90 de la segunda mitad del
siglo XX, viene un movimiento creciente de Integración de nuestros países con diversas
agrupaciones. Dos movimientos sucesivos, inversos. Que caminan al revés el uno del
otro. Y abrimos ahora el siglo XXI reafirmando la Integración. Hasta la primera mitad
del siglo XX dominó totalmente la Separación, el cada uno en su casa. Ahora domina
la preocupación por la Integración. Separación e Integración son contrarias. ¿Hasta

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AYER, HOY Y ¿SIEMPRE?: LA INTEGRACION REGIONAL SUDAMERICANA EN EL SIGLO XXI
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dónde llegan? Las gentes parecen no querer pensar esto a fondo, pues implicaría
quizás la ruptura y reversión de todos los hábitos en que se han formado”.
Alberto Methol Ferré (2004)

Introducción

El Siglo XXI, en el marco de los bicentenarios de la independencia de los Estados Nación de


la América Latina de raíz Hispana, nos encuentra reafirmando la integración regional1. Al igual
que ayer, la unidad –hoy conceptualizada como “integración regional”– constituye una condi-
ción de posibilidad para la independencia, re-interpretada como autonomía política y desarrollo
económico integral2. ¿Por qué es aún necesaria la unidad para alcanzar la independencia? Pues
bien, recapitulando la praxis política latinoamericana del siglo XIX y abrevando en el pensamien-
to latinoamericano, se retoma aquí que la idea de unidad entre los pueblos latinoamericanos
estuvo presente en el ideal independentista, pero, una vez alcanzado el resultado de las luchas
emancipadoras –la independencia–, la unidad cedió ante la separación y fragmentación. Methol
Ferré es contundente en este punto al recordar una célebre frase de Simón Bolívar “Hemos per-
dido todo menos la independencia” (es decir, el fracaso de la independencia es la segmentación
generada a partir de ella) y también nos exhorta a la reflexión sobre el proceso de integración
regional actual: “Separación e Integración son contrarias. ¿Hasta dónde llegan? Las gentes
parecen no querer pensar esto a fondo, pues implicaría quizás la ruptura y reversión de todos los
hábitos en que se han formado” (Methol Ferré, 2004). Cada Estado en formación debió crear su
Nación y recrear su geografía, pasando a concebir sus fronteras ya no en términos latinoameri-
canos sino que en términos oceánicos.

1 Entre los años 2004 y 2012 se celebran los 200 años de independencia de los Estados Nación latinoamericanos respecto
del imperio colonial español, a saber: Haití (2004); Ecuador y Bolivia (2009); Argentina, Chile, Colombia, México y Venezue-
la (2010); Uruguay, El Salvador y Paraguay (durante el 2011) y Perú, Costa Rica, Guatemala, Panamá, Nicaragua y Honduras
(celebrarán el próximo 2012). Resulta interesante destacar que, revisitando algunas publicaciones realizadas con motivos de
analizar los bicentenarios, Haití es dejado de lado tanto en el racconto periodístico como en el académico, lo que conduce
a preguntarnos sobre las paradojas de Haití: habiendo sido el primer país en reclamar su independencia y liberarse del yugo
colonial, es hoy uno de los Estados más perjudicados por una historia de conquista, colonización, expoliación y corrupción.
Por su parte, la América Latina de raíz lusitana, Brasil, celebrará sus doscientos años en el 2022, esta autora espera que,
para entonces, la integración regional continué siendo uno de las ideas-fuerza centrales en dicha celebración.
2 La independencia, al decir de los pensadores latinoamericanos y de los líderes políticos de la revolución y de los siglos XX
y XXI, aún no se ha conseguido plenamente: precisamente, algunos hablan de segundas independencias o bien de lograr
la independencia en diferentes campos de acción política (la economía, lo social, lo medioambiental, lo financiero, etc.).
Aquí comulgamos, vale destacar, con la idea de una única e indivisible independencia. Sin embargo, de cara a diversas
manifestaciones de la dependencia –subdesarrollo económico, situación periférica, sobredimensionamiento de la cultura
occidental como vector de modernización, etc.–, la independencia se puede caracterizar bajo las ideas-fuerza de autonomía
política y desarrollo económico integral (es decir, incorporando lo social y lo cultural). Hoy en día, como se analiza aquí, la
consecución de esas dos ideas-fuerza no puede escindirse de la política de integración regional.

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El escenario actual de Sudamérica3 da cuenta de una mirada renovada a “las fronteras latinoa-
mericanas”, como diría Methol Ferré. Las características de la integración regional Sudamericana
en el siglo XXI –que revisitamos en este trabajo– hacen tambalear los esquemas de pensamiento
imperantes en tanto éstos develan su incapacidad para asir un fenómeno que, más allá de sus
tensiones y/o contradicciones internas, destaca la unidad como herramienta política para lograr la
independencia. Por lo tanto, el interrogante que guía este trabajo cuestiona los elementos concu-
rrentes y divergentes entre los proyectos políticos de integración regional en América del Sur a lo
largo de la historia reciente (desde mediados del Siglo XX a nuestros días). Precisamente, de cara
a fenómenos novedosos de integración y a un pensamiento hegemónico incapaz de dar cuenta del
actual escenario político, revisitar estos procesos constituye una tarea de vital importancia para
el científico social preocupado por explicar cabalmente los tiempos que corren. El pensamiento
propio, Latinoamericano, merece ser priorizado respecto de conceptos extranjerizantes, pensados
para otros contextos y no para una traslación acrítica a otras latitudes.
El recorrido por las experiencias de integración regional, acompañado de las ideas que les
brindaron sustento, permite establecer lineamientos para el análisis del momento actual de la
integración en el macizo sudamericano, así como esbozar reflexiones sobre la continuidad de
los mismos. Nuestra hipótesis de trabajo afirma que en cada proyecto político de integración
regional se pueden encontrar ideas-fuerzas de fases anteriores de la integración latinoamericana
–que se retrotraen hasta el momento previo y concomitante al de la lucha por la emancipación
e independencia–, junto con elementos del presente, los que moldean y (re)configuran cada
uno de estos proyectos regionales. A partir de esta hipótesis general, también se reconoce aquí
que en la década de los años noventa se evidencia una ruptura radical respecto de ideas-fuerza
previas sobre la integración regional ya que el auge del Pensamiento Único obturó la posibilidad
de visibilización y viabilidad de ideas contrarias al corpus neoliberal. Es por este motivo que se
entiende el pasaje de la categoría de integración regional a la nominación de regionalismo, cons-
tructo que fue adjetivado para mostrar rupturas y continuidades en el continuum integracionista
(nuevo, viejo, abierto, estratégico, posliberal, etc.).

1. Proyectos políticos e integración regional en la historia reciente de

3 La opción por América del Sur y no por América Latina se refiere a que, desde el punto de vista de los procesos políticos
novedosos y en curso durante los últimos diez años, las posiciones en franca oposición al modelo neoliberal y el recupero de
la necesidad de consolidar autonomía política y desarrollo socioeconómico integral e inclusivo es, a todas luces, un fenóme-
no localizado, geográficamente, en América del Sur (con matices entre cada gobierno: me refiero a los procesos de cambio
político experimentados en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, Uruguay, Argentina y Paraguay). En segundo lugar, la opción
por América del Sur la tomo de los aportes conceptuales al estudio de la integración regional realizados por Alberto Methol
Ferré (2009), como veremos más adelante, la unidad de América Latina se inicia a partir de la unidad de América del Sur
porque en este último se encuentra el núcleo básico de aglutinación del subcontinente, capaz de impulsar la integración en
la parte Sur y, desde aquí, hacia toda América Latina.

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AYER, HOY Y ¿SIEMPRE?: LA INTEGRACION REGIONAL SUDAMERICANA EN EL SIGLO XXI
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América Latina (1960-2001)

La integración regional ha recorrido caminos sinuosos desde el momento en que las elites
criollas de las colonias en América Latina encaminaron procesos revolucionarios para alcanzar la
independencia respecto de la Corona Española4. Será a partir de mediados del siglo XX cuando
se ensayen las primeras experiencias de integración regional, tras un letargo de 150 años de
separación, dando paso, luego, a movimientos sucesivos de integración y fragmentación.

1.1. Los años sesenta y la puesta en marcha de las ideas de la CEPAL

A partir de la creación de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) en el año


1948 bajo el objetivo de contribuir al desarrollo económico de la región a partir de estudios
minuciosos que deriven en propuestas de políticas para los países, la integración regional en
América Latina deja de ser una quimera para cristalizarse en proyectos políticos de largo alcance.
Siguiendo a Miguel Teubal (1968), en un esfuerzo de síntesis de los elementos centrales de la
visión cepalina de la integración regional del período revisitado, se destaca que bajo las premisas
de que el desarrollo y la independencia económica y política de los países de América Latina de-
penden de su industrialización y de que el obstáculo a la industrialización en estos países se debe
al déficit crónico de las balanzas de pagos (estrangulamiento externo), la respuesta consiste en
encaminar dos procesos: por un lado, pasar a una industrialización pesada o difícil (es decir,
sustituir bienes intermedios, como combustibles y bienes de capital, por medio de una industria
capaz de producir maquinaria, equipos, productos químicos de base, etc.); por el otro, promo-
ver de manera masiva de exportaciones (tradicionales o no tradicionales). Vale destacar que el
primero de los caminos no podía ser seguido por todos los países de manera simétrica, sino sólo
los que contaban con una base industrial previa (fueron entonces Argentina, Brasil y México los
beneficiados del proceso de integración regional encaminado entonces). Adicionalmente, esto
conllevó a la paradoja de la industrialización, dada por el aumento de las necesidades de nuevas
importaciones (con mayor valor agregado).
En este contexto, en el año 1960 se creó la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio
(ALALC), con la firma del Tratado de Montevideo (TM60). Su objetivo fue alcanzar una zona
de libre comercio de manera gradual (en un plazo de 12 años) y asociativa. La iniciativa no
devino en un mayor desarrollo –mucho menos equitativo– entre los países que la conformaban:
el mayor desafío que debió sortear (y no pudo hacerlo) fue la situación de grados disímiles de

4 El caso brasilero no se comprende en este movimiento porque la colonización y conquista de la Corona Portuguesa fue
diferente ya que en el año 1808 la familia real y la nobleza portuguesa se traslada al territorio colonial escapando de la
invasión de las tropas de Napoleón Bonaparte en Portugal. El Imperio portugués tuvo, de esta manera, su capital en Río de
Janeiro, hasta el año 1822 (independencia).

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desarrollo entre los socios (en términos actuales: las asimetrías entre los miembros). En efecto,
consolidó los flujos comerciales existentes y benefició a los países que ya contaban con una
base industrial previa (Argentina, Brasil y México o ABRAMEX). Así, la integración regional de
los años sesenta, y su componente eminentemente económico, demostró que no se lograron
llevar adelante mecanismos para: asegurar una distribución más o menos equilibradas de los
beneficios del mercado ampliado, revertir la situación de dependencia tecnológica respecto de
los países centrales, encaminar políticas que propendan a la complementación industrial (en vez
de reforzar las tendencias pre-existentes), etc. Se evidencian así los desafíos que los procesos de
integración regional deben sortear en pos de un proyecto político desarrollista.
Un último elemento a destacar es que en estos años se gesta lo que Devés Valdez (2003)
denomina el “mito de la integración”: es decir, la recapitulación de la integración económica en
una integración también política, social y cultural. A su entender, el exponente de la conforma-
ción de esta versión mítica de la integración es Felipe Herrera, quien elaboró un corpus teórico
globalizante para situar los hechos latinoamericanos en la historia (diagnóstico) y presentar una
propuesta (solución). En otras palabras, la productividad del enfoque de Herrera fue incorporar
al pensamiento económico una vertiente filosófica-política para dotar de sentido la respuesta
por la unidad. De esta manera, Herrera parte de la noción de una América Latina deshecha, frag-
mentada a lo largo de la historia (nótese la similitud con lo antes dicho por Alberto Methol Ferré)
y que la forma para reconstituir la nación balcanizada por la historia es a partir de la integración
regional. Su propuesta consiste en encaminar un nacionalismo continental, de carácter popular,
pragmático y convergente.
A modo de síntesis se destacan los siguientes componentes: 1) el eje dinamizador de las
propuestas de integración fue la economía, donde la integración regional constituyó una he-
rramienta para promover el desarrollo en América Latina (vinculado a una estrategia de indus-
trialización sustitutiva y al aumento de los intercambios); 2) la ausencia de instrumentos para
aminorar las diferencias entre los países que conformaban el acuerdo regional, redundando en
una distribución inequitativa de los beneficios del acceso al mercado ampliado; 3) la construc-
ción de un relato histórico que apela a la visibilización de la fragmentación artificial generada
en el siglo XIX y su consecuente superación por medio de la unidad, la que resulta, primero, de
instrumentos económicos, para luego dar paso a los aspectos sociales y culturales (es decir, el
relato de una América Latina unida que fue despedazada por factores exógenos); 4) el contexto
excepcional de gestación da cuenta de la coincidencia de gobiernos desarrollistas en un esce-
nario mundial que también presenció el surgimiento del proceso de integración regional Europa
Occidental.

1.2. Los años ochenta: un momento de transiciones

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El escenario de los años ochenta es uno de transición ya que los esquemas que se crean dan
cuenta del agotamiento de los proyectos anteriores mientras se erige un nuevo tipo de integra-
ción regional, acorde a los cambios en el escenario internacional, cuyo aspecto más significativo
desde el punto de vista simbólico es sentar las bases para trocar la categoría integración por la
de regionalismo. La noción de transición es útil para comprender tanto los cambios en el orden
económico y político mundial, así como los procesos de retorno a la democracia en el Cono Sur
latinoamericano.
A lo largo de esta década se produjeron profundas modificaciones en la política y las polí-
ticas de los países de América Latina que habilitó la instalación, hacia fines del decenio, de un
enfoque librecambista en la relación con los vecinos y con otros Estados. A nivel mundial se
sucedieron elementos que abonaron al surgimiento de este nuevo tipo de integración, a saber:
primero, la eliminación del conflicto Este–Oeste tras la caída del Muro de Berlín (1989) que
implicó una relativa pérdida de primacía en la agenda internacional de los temas de índole mi-
litar y de seguridad internacional. Segundo, la preponderancia del comercio como denominador
común de las relaciones internacionales y el auge del capitalismo financiero. Las negociaciones
comerciales multilaterales del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT, de acuerdo a
su nombre en inglés) en pos de la re-estructuración del orden comercial internacional5 . Tercero,
este nuevo orden económico mundial se nutre, asimismo, del consenso ideológico en torno
al neoliberalismo. Cuarto, la conformación de una visión fundamentalista de la globalización
(Ferrer, 1998). Quinto, los procesos de transición hacia la democracia en el Cono Sur (Cavarozzi,
1991; Cavarozzi et al. 2004) y la crisis de la deuda externa.
Con todo, en esta década en América del Sur surgen dos procesos de integración regional:
por un lado, se creó la ALADI (con la firma del Tratado de Montevideo de 1980) y, por el otro,
se gestó el proceso de acercamiento entre Argentina y Brasil. A continuación pasamos revista
a cada uno de ellos. La ALADI instauró un sistema de preferencias comerciales entre los países
latinoamericanos, dejando en un segundo plano la conformación de una zona de libre comer-
cio. Por su parte, el proceso de integración regional que se inaugura en la década de los años
ochenta con los acuerdos entre Argentina y Brasil, y que constituye el puntapié del MERCOSUR,
puede ser comprendido a partir de cuatro componentes vinculados a la integración regional:
democracia; conducción política; paz; desarrollo (Perrotta, 2010). Los documentos acordados
entre ambos países fueron: la Declaración de Foz de Iguazú (1985), la Declaración Conjunta
de Cooperación Nuclear (1985), el Acta de Amistad Argentino – Brasileña de Paz, Democracia
y Desarrollo (1986), el Acta para la Integración Argentina – Brasileña (1986) y el Programa de
Integración y Cooperación entre Argentina y Brasil (PICAB, de 1988), el cual devino en Tratado

5 La Ronda Uruguay culminó en el año 1994 (Marrakech) y de sus acuerdos surgió la Organización Mundial de Comercio
(OMC, en funcionamiento desde 1995) en tanto institución rectora de las relaciones comerciales multilaterales.

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(que entró en vigencia el 23 de agosto de 1989). Puntualmente, el PICAB se fundó en los prin-
cipios de gradualidad, flexibilidad, simetría, equilibrio, tratamiento preferencial hacia terceros
mercados, armonización progresiva de políticas y participación del sector privado empresarial en
la ejecución del programa.

1.3. Los años noventa: la integración regional pasa a denominarse


regionalismo

La década de los años noventa inaugura una nueva fase en la integración regional a nivel
global conforme al nuevo orden económico y político a nivel mundial (véase ut supra). Una de
las operaciones performativas de mayor relevancia del decenio fue pasar a nominar a la integra-
ción regional en términos de regionalismo. Resulta interesante señalar que fue la CEPAL la que
promovió un conjunto de políticas rotuladas como regionalismo abierto –en contraposición con
las ideas esbozadas con anterioridad– que definido como:
“El proceso que surge (…) de conciliar la interdependencia nacida de acuerdos especiales
de carácter preferencial y aquella impulsada básicamente por las señales del mercado re-
sultantes de la liberalización comercial en general (…) [donde se pretende] que las políticas
explícitas de integración sean compatibles con las políticas tendientes a elevar la competiti-
vidad internacional, y que las complementen; [siendo el elemento distintivo de los acuerdos
de este tipo] la cercanía geográfica y la afinidad cultural de los países de la región” (CEPAL,
1990: 7. El destacado es mío).
Así, para la CEPAL de 1990, las medidas de política que debían de ser adoptadas consistían
en la reducción gradual de la discriminación intrarregional, la estabilización macroeconómica, el
establecimiento de mecanismos adecuados de pago y de facilitación del comercio, la construc-
ción de infraestructura, la armonización o aplicación no discriminatoria de normas comerciales,
regulaciones internas y estándares y la reducción de los costos de transacción y de la discrimina-
ción al interior de la región por medio de políticas sectoriales.
En el marco de los procesos unilaterales y multilaterales de apertura comercial, en esta dé-
cada se crea el Mercado Común del Sur o MERCOSUR (1991)6, el Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN)7, se reformula el Pacto Andino en la Comunidad Andina de Naciones

6 El MERCOSUR se creó en el año 1991 con la firma del Tratado de Asunción entre Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay.
Sus primeros Estados Asociados fueron Chile y Bolivia, luego le siguieron Perú, Colombia y Ecuador. Venezuela se encuentra,
en el momento actual, en proceso de adhesión para ser un Estado Parte.
7 El TLCAN es un acuerdo de libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y México. Entró en vigencia el 1 de enero de
1994, tras la firma del acuerdo en noviembre del año anterior.

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(CAN)8, se negocia el establecimiento de un Área de Libre Comercio para las Américas (ALCA)9
y algunos países (Chile, Colombia, Perú, en Sudamérica) firman tratados de libre comercio (TLC)
con los Estados Unidos y la Unión Europea, en línea con las prerrogativas aperturistas.
Estos procesos fueron catalogados (e impulsados) por el Banco Interamericano de Desarrollo
(BID) bajo el rótulo de nuevo regionalismo, cuya novedad resultó de su composición interna y
de su relación con el sistema de comercio regulado por la OMC. Respecto de la composición
interna, se destaca la participación de Estados de diferentes niveles de desarrollo relativo (asi-
metría), sin incorporar previsiones para tender igualar esta situación (políticas compensatorias).
En lo que compete a la vinculación con la OMC, el nuevo regionalismo plantea una relación de
complementariedad con el multilateralismo (apertura)10. En sus términos, “el nuevo regionalis-
mo se inserta en un marco de reforma de políticas que fomentaba la economía de mercado en un
ambiente institucional democrático y moderno” (BID, 2002: 37). En este marco, el BID identifica
como los objetivos del nuevo regionalismo:

a) el fortalecimiento las reformas económicas estructurales (como vía a la liberalización


económica, donde la maniobra regional es un paso de tres, siendo los otros dos las estrate-
gias unilaterales y las multilaterales);
b) la transformación económica a partir de las nuevas oportunidades de exportación y
diversificación, el mejor acceso a los mercados, y una mayor especialización;
c) la atracción de inversiones externas; por otro lado, ciertas cuestiones de geopolítica como
la promoción de la democracia, el desarme y el aumento del poder negociador en foros

8 La CAN se crea en el año 1996 a partir de la reformulación del Pacto Andino (1969). Forman parte de este proceso
Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Chile. Chile fue miembro entre los años 1969 y 1976; con la dictadura de Pinochet y el
establecimiento de una política aperturista a ultranza, Chile denunció el tratado y se separó. En el año 2006 regresó como
miembro asociado. Venezuela fue miembro entre 1969 y 2006, momento en que se retira e inicia el proceso de adhesión
al MERCOSUR.
9 Las negociaciones para conformar el ALCA se iniciaron en Miami (Estados Unidos) en 1994 con el objetivo de conformar
una gran zona de libre comercio a nivel continental (excluyendo a Cuba) y concluyó en el año 2005 durante la Cumbre de
las Américas celebrada en Mar del Plata (Argentina).
10 De acuerdo a la Secretaría de la OMC, existen 462 acuerdos comerciales regionales notificados en febrero de 2010,
donde 345 fueron notificados de conformidad con el artículo XXIV del GATT de 1947 o el GATT de 1994, 31 de conformidad
con la Cláusula de Habilitación y 86 de conformidad con el artículo V del Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios
(AGCS). Para esa fecha, estaban en vigor 271 acuerdos. durante el funcionamiento del Acuerdo General de Aranceles y
Comercio (GATT, de acuerdo a su sigla en inglés, como es más generalmente conocido) entre los años 1948 y 1994 se
habían notificado 123 experiencias; mientras que a partir del año 1995 el número ascendió en 300 acuerdos adicionales. La
OMC postula que el 90 % constituyen zonas o tratados de libre comercio y el 10 % restante, uniones aduaneras (informa-
ción obtenida en http://www.wto.org/spanish/tratop_s/region_s/region_s.htm, acceso 26.04.2010). Es dable señalar que
de los 462 acuerdos notificados, alrededor de 200 pertenecen al comercio de bienes (es decir, en el marco del GATT): de
éstos los países de América Latina participan en 51 acuerdos de comercio regional. La gran mayoría constituyen acuerdos
de libre comercio y, en menor medida, uniones aduaneras; y dan cuenta del panorama favorable al “nuevo regionalismo”.

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mundiales; y finalmente la cooperación regional funcional (BID, 2002: 37-39. El destacado


es mío).

A raíz de lo expuesto se desprende que, durante los años noventa en los organismos re-
gionales e internacionales, predominó una visión peculiar de la integración regional, definida
como regionalismo y que fue concebida como una meta sí misma: liberalizar la totalidad del
comercio intra e inter regional en bienes, servicios, propiedad intelectual, etc. Concomitante al
pasaje nominal hacia el regionalismo, durante los años noventa, estos mismos organismos defi-
nieron por oposición a las experiencias desarrolladas previamente: la integración regional de los
años sesenta fue catalogada como viejo regionalismo (BID, 2002) o regionalismo cerrado (este
último, marcando su relación de confrontación con un sistema multilateral de libre comercio).
Por supuesto, esta nueva nominación fue productiva en tanto señaló las disfuncionalidades y
los problemas del proyecto político integracionista anterior, señalando las ventajas de los nue-
vos esquemas –podemos establecer un parangón con el discurso hegemónico del Pensamiento
Único que pasó a denostar al Estado en su rol de proveedor de servicios públicos con el objetivo
de “achicar el Estado para agrandar la Nación”; la operación discursiva es la misma: señalar
las falencias de un modelo poco eficaz para erigir el modelo que se intenta imponer–. El cuadro
1 resume las diferencias entre una y otra experiencia, tal como fueran conceptualizadas por el
organismo.
De esta manera, se forma una versión dicotómica (y una visión maniquea) sobre el regio-
nalismo nuevo/viejo – abierto/cerrado, en vistas a identificar las bonanzas del tipo hegemónico:
el discurso hegemónico neoliberal (pensamiento único) tildó de anacrónicas y poco eficaces a
las experiencias previas. Sin embargo, es posible argumentar en contra de la caracterización de
la integración regional de los años sesenta como “cerrada”. En términos de José Briceño Ruiz
(2007) “la propuesta cepalina no excluía de forma absoluta la apertura a los mercados mundia-
les, circunstancia que se consideraba una etapa por la que la región tendría que transitar una vez
que sus bienes lograran ser competitivos en los mercados latinoamericanos […]” (Briceño Ruiz,
2007: 21). Por esto, el autor propone definir estos procesos como regionalismo autonómico, ya
que se combinan dos elementos que, a primera vista, parecen contradictorios: por un lado, en
el marco del retorno del nacionalismo latinoamericano, se prioriza el crecimiento del mercado
interno (con la industria ocupando un rol clave) y la mejora de las condiciones de vidas de la
sociedad (derechos sociales y laborales). Por otro lado, se concierta en torno a la necesidad de
lograr autonomía y reducir la dependencia de la región11.

11 El proceso no fue homogéneo y Briceño Ruiz distingue dos fases del regionalismo autonómico entre los años cincuenta y
mediados de los ochenta: la fase voluntarista que refiere a las primeras iniciativas bilaterales y culmina con la firma del Pacto
Andino; y la fase revisionista, que va entre el anterior hasta inicios de los años ochenta con la creación de la Asociación
Latinoamericana de Integración (ALADI) (Briceño Ruiz, 2007: 22).

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El nuevo regionalismo, así definido, constituye así “la victoria del modelo TLC” como forma
de integración. Las características principales de la integración regional así comprendida son: 1)
la relación de complementación con el sistema multilateral de comercio (BID; 2002); 2) una ins-
titucionalización mínima (Ibáñez, 1999); 3) en relación con lo anterior, la contradicción aparente

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entre el ocultamiento simbólico de lo político y el hecho de que son experiencias impulsadas


por gobiernos (constituyen políticas públicas) (Perrotta, 2010); 4) la participación (directa o
indirecta) de actores y sectores económicos en las decisiones sobre la liberalización comercial
(Sánchez Bajo, 1999).
En suma, pese a la aparente despolitización dada por el énfasis en el libre comercio, este
tipo de experiencia de integración necesaria y exclusivamente económica, constituye, ante todo,
un proyecto político, orientado al mercado más que a la sociedad. La opción por la apertura
unilateral, regional y multilateral es una decisión política (efecto candado). Los sectores y grupos
económicos dominantes (concentrados y multinacionales) lograron hacer sentir su voz; a diferen-
cia de lo que sucedió con otros actores sociales. En este sentido, la conducción general de este
tipo de proceso de integración estuvo colocada en el mercado.

2. Crisis del neoliberalismo y auge de un pensamiento alternativo: la


integración regional en el Siglo XXI

A fines de la década de los años noventa, el orden neoliberal demostró su incapacidad para
generar desarrollo y, a partir de profundas crisis económicas, políticas y sociales en los países
de la región, así como en los procesos de integración regional, se comenzaron a ensayar nuevas
alternativas, las cuales recuperaron el rol del Estado bajo la premisa de desarrollo integral,
movilización popular y participación ciudadana. En consecuencia, el mapa actual de la integra-
ción regional sudamericana se caracteriza por su complejidad: varios esquemas conviven en
relaciones de solapamiento, complementación, convergencia y contraposición. El solapamiento
está dado por la proliferación de acuerdos bilaterales a la par de experiencias regionales exis-
tentes (en otras palabras, todos los países sudamericanos forman parte de por lo menos dos
iniciativas de integración regional, los cuales pueden estar superpuestos en términos de los
objetivos y/o de los instrumentos de integración). Por su parte, la complementación se concibe
a partir de que, en tanto la mayoría de los acuerdos de integración regional revisten un carácter
de tratado de libre comercio, esta liviandad de objetivo de integración no es contradictoria con
la cantidad de procesos del mismo tono. Asimismo, en los casos donde se comparte entre los
acuerdos entrelazados un mismo sentido de la integración regional (como puede ser el caso de
contribuir a un proyecto político vinculado a un modelo de desarrollo integral), los mismos se
tornan convergentes y las experiencias acumuladas en uno constituyen una base de sustento y
ampliación para un esquema más extenso. Sin embargo, al solapamiento y complementación se
adiciona la presencia de modelos de integración regional contrapuestos (caracterizados a modo
de tipos-ideales, a sabiendas de la complejidad de asir en la realidad todas las características
asignadas a un modelo en un proyecto): por un lado, la profundización del nuevo regionalismo

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a partir de la puesta en marcha de los Tratados de Libre Comercio en Perú, Colombia y Chile así
como la propuesta a favor de la creación de una Alianza del Pacífico. Por otro lado, la crítica al
neoliberalismo y a la integración definida como integración comercial en Venezuela, Ecuador,
Bolivia, Brasil, Argentina y Uruguay, junto con la propuesta a favor de una integración centrada
en los pueblos, conducida por los Estados y concebida como una política al servicio de proyectos
políticos desarrollistas.
Consecuentemente, la novedad del regionalismo del siglo XXI, en este escenario complejo,
consiste en el surgimiento de esquemas nuevos o bien en la modificación de existentes en torno
a la dimensión invisibilizada en la época anterior: la política / lo político como eje ordenador
de la distribución de los beneficios. Así, los procesos de integración regional actuales, si bien
conservan su raíz comercial vinculada con el paradigma neoliberal han experimentado modifica-
ciones sustanciales en el transcurso del último quinquenio. A partir del año 2003, y con mayor
fuerza desde el 2005 –tras el rechazo al ALCA– en Sudamérica, los procesos políticos de algunos
países se caracterizan por la presencia de nuevos gobiernos que promueven políticas de corte
nacional popular y/o redistribucionistas que han (re)definido la integración regional a partir de
concebirla como una herramienta para lograr desarrollo productivo y social integral, a la par de
reivindicar la participación ciudadana y recuperar la noción de acceso a derechos. Estos son los
casos de la reciente Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), la Alternativa Bolivariana
para las Américas – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) y del relanzamiento del
MERCOSUR en el año 2003.
En consecuencia, para desentrañar en qué consiste la integración regional del Siglo XXI, el
primer paso es intentar conceptualizar el momento actual (considerado por autores como José
Sanahuja (2008) y Emir Sader (2009), entre otros, en términos de posliberal y/o posneoliberal)
ya que, de la misma manera de la Reforma Estructural operó a favor de un tipo particular de
integración –como forma de inserción en el mundo–, su contestación conllevó a la redefinición
de la estrategia de integración anclada en la liberalización comercial omnicomprensiva.
Brevemente, los procesos políticos latinoamericanos recientes pueden definirse a partir de
la aparición de nuevos gobiernos que, tanto en el plano de las políticas que encaminan como
de sus discursos se separan del modelo previo. Cuentan, asimismo, con ciertos márgenes de
acción para llevar adelante sus orientaciones de política pero se encuentran recortados por
restricciones previas tanto domésticas como del marco regulatorio global que, a modo de “can-
dado”, impiden desandar elementos nodales del neoliberalismo. Al mismo tiempo, se observan
estilos diferenciados entre estos nuevos gobiernos respecto de la profundidad de las medidas de
política adoptadas (en términos de los grados de separación respecto del modelo hegemónico
de los noventa).

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74 DANIELA PERROTTA

2.1. El MERCOSUR en el escenario post-hegemónico

Un nuevo relato del devenir del MERCOSUR se requiere para un análisis certero del rumbo
adoptado con el cambio de siglo así como de los obstáculos que aún persisten. Respecto del
nuevo rumbo, la concertación en el momento actual de nuevos gobiernos orientados a un régi-
men nacional – popular es un factor para nada desdeñable en la explicación de las característi-
cas actuales del proceso. Sin embargo, no debe entenderse por ello que la integración se apoye
únicamente en la presencia de fuertes Presidencialismos (orientados ahora al desarrollo integral
de sus pueblos). En línea con lo esbozado en el acápite anterior, el giro y la contestación a la fase
neoliberal ha sido posible gracias a masivas movilizaciones populares y sociales renovadas. En
lo que a obstáculos refiere, al encontrarse el MERCOSUR y los Estados que lo componen en una
fase de inflexión, se observa la persistencia de lógicas y dinámicas propias de la fase anterior (co-
mercial). La estructura institucional, esencialmente, se encuentra desbordada y anticuada para
dar cauce al renovado modelo de integración. En consecuencia, se desprende el desafío de cómo
lograr cristalizar y consolidar las agendas sociales, productivas y ciudadanas que han surgido en
el período actual. A continuación, se procede al análisis del momento presente del MERCOSUR.
La fase actual del proceso de integración regional descansa sobre la ampliación del eje
económico-comercial a nuevas agendas de política, que surgieron de la fuerte crítica realizada
en el escenario de crisis: el MERCOSUR de los años noventa dejó entrever la grave situación de
asimetrías entre los socios regionales (y entre los actores económico, político y sociales gana-
dores y perdedores); la inequidad del proceso en tanto no se atendieron demandas sociales y
desigualdades profundas; la opacidad, falta de transparencia y ausencia de canales de partici-
pación; en suma, la debilidad de colocar al mercado como motor de la integración. A partir de
este diagnóstico y los recambios gubernamentales, surgieron iniciativas en cada campo: se tornó
imperioso contar con programas de reducción de las asimetrías; lanzar y fortalecer políticas
sociales sobre una base amplia de actores y sectores; la necesidad de una reforma institucional
integral que habilite la participación y la representación ciudadana; apuntalar el sistema de in-
tegración comercial en línea con un modelo de desarrollo integral e inclusivo (Vazquez y Briceño
Ruiz, 2009).
La crítica y ruptura respecto de la fase anterior se marca con el acuerdo entre el Presidente
Luiz Inácio Lula Da Silva (Brasil) y el Presidente Néstor Kirchner (Argentina), en lo que se ha
dado a conocer como el “Consenso de Buenos Aires”, en oposición y crítica al Consenso de
Washington12 (Vazquez y Briceño Ruiz, 2009). La reunión entre los mandatarios se realizó el

12 El término fue acuñado por primera vez por John Williamson para referirse al consenso que existió en la capital estadou-
nidense, la cual congregaba, en pocas cuadras, diversos organismos de peso para el moldeo del orden económico de los
años noventa: el FMI, el Banco Mundial, la Reserva Federal, el Congreso y los órganos de los poderes administrativos de
los EEUU. Elaboró un documento, en el año 1989, de diez punto donde señaló los 10 puntos de las recetas neoliberales de

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AYER, HOY Y ¿SIEMPRE?: LA INTEGRACION REGIONAL SUDAMERICANA EN EL SIGLO XXI
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13 de octubre del año 2003 en la ciudad de Buenos Aires (Argentina) y su resultado se plasmó
en un documento de veintidós puntos que ilustran lo que devendrá para los nuevos gobiernos
nacionales y el tipo de integración regional. Se subrayan a continuación algunas de las afirma-
ciones realizadas:
• destacan y revalorizan el derecho de los pueblos al desarrollo para lograr su bienestar,
reafirmando la voluntad de cooperar bilateral y regionalmente en pos de este objetivo;
• señalan la necesidad de fortalecer la democracia en la región y la responsabilidad
histórica de combatir la pobreza, la desigualdad, el hambre, el analfabetismo y la enfer-
medad ya que éstas constriñen el pleno ejercicio de la ciudadanía;
• indican la preocupación por aumentar la participación social en la región;
• reconocen que la común aspiración al desarrollo implica otorgar una absoluta prioridad
a la educación como herramienta de inclusión social, en tanto su capacidad integra-
dora y equiparadora no ha sido superada por ninguna otra política social;
• afirman su voluntad de redoblar los esfuerzos para que las universidades e institutos
de ciencia y tecnología multipliquen y potencien sus vínculos, con el fin de generar un
polo científico tecnológico regional que profundice las investigaciones básica y aplica-
da, con criterios de sostenibilidad y equidad social;
• reconocen la situación de asimetrías, los desequilibrios y las desigualdades, proponien-
do, entonces, instrumentar políticas de desarrollo regional que contemplen y respeten
la diversidad del territorio;
• ratifican una profunda convicción de que el Mercosur no es sólo un bloque comercial
sino que constituye un espacio catalizador de valores, tradiciones y futuro compar-
tido;
• entienden que la integración regional constituye una opción estratégica para for-
talecer la inserción de nuestros países en el mundo, aumentando su capacidad de
negociación. Una mayor autonomía de decisión permitirá hacer frente más eficazmente
a los movimientos desestabilizadores del capital financiero especulativo y a los intereses
contrapuestos de los bloques más desarrollados, amplificando la voz en los diversos
foros y organismos multilaterales. En este sentido, destacan que la integración sudame-
ricana debe ser promovida en el interés de todos, teniendo por objetivo la conformación
de un modelo de desarrollo en el cual se asocien el crecimiento, la justicia social y la
dignidad de los ciudadanos (Consenso de Buenos Aires, 2003. El destacado es mío).

ese momento, a saber: 1. Disciplina fiscal; 2. Reordenamiento de las prioridades del gasto público; 3. Reforma Impositiva;
4. Liberalización de los tipos de interés; 5. Un tipo de cambio competitivo; 6. Liberalización del comercio internacional; 7.
Liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas; 8. Privatización; 9. Desregulación; 10. Derechos de propie-
dad delimitados (Williamson, 1990).

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76 DANIELA PERROTTA

El Consenso de Buenos Aires se plasmó, luego, en el MERCOSUR en el Programa de Trabajo


2004-2006 (adoptado por la decisión CMC N° 26/03). La tabla que sigue pasa revista a las
áreas de política y los objetivos que se identificaron como prioritarios para esta nueva etapa.

Fuente: Elaboración propia en base a decisión CMC N° 26/03.

A partir de esta planificación de la integración regional entendida como integral, el MER-


COSUR abrió una nueva fase con logros puntuales en diversos puntos del programa. Así, las
orientaciones de política regional y política nacional confluyeron nuevamente: de la misma ma-
nera que la reforma del Estado encontró en el nuevo regionalismo un aliado, ahora el esquema
de integración se orienta en torno a un modelo de desarrollo que contempla beneficios para un
mayor número de actores, en especial aquellos que habían sido relegados en la etapa anterior,
en consonancia con los gobiernos nacionales progresistas y/o de tinte redistribucionista que
delinean el mapa político sudamericano. Las políticas del MERCOSUR no son sino un reflejo y
amplificación / potenciación de las modificaciones experimentadas a nivel doméstico, a la vez
que lo retroalimentan.
En un esfuerzo de síntesis, las principales acciones encaminadas son las siguientes. Primero,
el avance hacia la consolidación de la unión aduanera con la reciente firma del Código Aduanero
Común, por medio de la decisión del CMC N° 27/10 (San Juan, 2010). Esta unificación de posi-

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ciones implica una mayor coherencia en las disposiciones aduaneras y coadyuva a la eliminación
del doble cobro del arancel externo común. A continuación, el lanzamiento de los siguientes
instrumentos en la Cumbre de Tucumán (junio 2008): Programa de Integración Productiva, el
Fondo de Garantía para las Pequeñas y Medianas Empresas, el Grupo de Integración Productiva
y el Programa Marco de Ciencia y Tecnología. Estos instrumentos se suman a la actividad de
los Foros de Competitividad y abonan por un MERCOSUR que de sus primeros pasos hacia la
integración productiva (Inchauspe, 2009). Tercero, respecto de la resolución de las asimetrías
la iniciativa regional la constituyen los Fondos para la Convergencia Estructural del MERCOSUR
(FOCEM), apuntando a resolver las asimetrías estructurales no así las regulatorias (Porta, 2008;
Inchauspe, 2009). Cuarto, en el campo de desarrollo científico y tecnológico, además del Pro-
grama Marco antes citado, se ha dado curso a un Programa de Apoyo a la Biotecnología en la
Plataforma Biotech (Perrotta, 2009). En quinto lugar, en lo que compete a la agenda social, los
avances han sido vastos; en especial si se toma en consideración que se partió de un escenario
de ausencia de políticas en este campo (salvo en casos puntuales como la política educativa). Las
diferentes Reuniones Especializadas han dado cauce a iniciativas en cada uno de sus campos:
agricultura familiar, género, cooperativismo, etc. Asimismo, el Sector Educativo del MERCOSUR
ha logrado consolidar acciones encaminadas en la década anterior (como es el caso de las po-
líticas de educación superior) y de promover nuevas actividades (en especial en lo que refiere a
Derechos Humanos y a una educación para la ciudadanía regional) (Perrotta y Vazquez, 2010).
En el campo de política de desarrollo social en sentido estricto, un avance fundamental ha sido
la creación del Instituto Social del MERCOSUR y las diferentes propuestas que abogan por una
nueva identidad conceptual para el proceso de integración (Vazquez, 2010). Desde la Cumbre
de Córdoba de mediados del 2006 se asiste a un proceso de Cumbres Sociales con alta partici-
pación de la sociedad civil (Inchauspe y Perrotta, 2008).
Si bien la dimensión social del MERCOSUR es una de las características más salientes de la
etapa actual del proceso de integración, resulta imperioso destacar que, durante la fase comer-
cialista, el regionalismo social se plasmó en dos agendas: la sociolaboral y la educativa. Como se
afirmó en otro trabajo, la primera consistió una iniciativa bottom-up en tanto fueron los actores
sociales (los sindicatos nucleados en la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur) los
que presionaron por la discusión en torno a un Protocolo Socio Laboral; mientras que el Sector
Educativo del MERCOSUR se corresponde con a una iniciativa que ingresó en la agenda política
regional desde una perspectiva top-down, ya que fueron los Ministros de Educación los que
ejercieron incidencia para contar con el Sector (Inchauspe y Perrotta, 2008).
Finalmente, la ciudadanía regional se ha visto favorecida por la creación del Parlamento del
MERCOSUR (ParlaSur), una institución orientada a la representación directa de los ciudadanos
del MERCOSUR que se convertirá en la caja de resonancia de la ciudadanía regional (Caetano,

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2006; Porcelli, 2009). Su rol actual consiste en su capacidad de acompañar las demandas de
otras instituciones regionales y canalizar la participación ciudadana de manera de convertirse
en una caja de resonancia para las agendas no comerciales que ven imposibilitado su accionar
por estar a la merced de la estructura institucional de Ouro Preto. Si bien el acuerdo político (en
torno a la cantidad y distribución de los escaños) pudo concretarse en el seno del Parlamento a
principios del año 2009, tras un arduo proceso de negociación, el mismo fue finalmente aproba-
do por el Consejo de Mercado Común (CMC) en octubre de 2010. Así el “criterio de represen-
tación ciudadana” se incorporó en la normativa regional con la Decisión del CMC N° 28/2010.
Sin embargo, en este recorrido de luces y sombras respecto del modelo anterior, se evi-
dencian las disfuncionalidades del modelo institucional. A título ilustrativo, todas las políticas
regionales continúan dependiendo funcionalmente del Consejo del Mercado Común (CMC) (y/o
del Grupo del Mercado Común (GMC), de acuerdo a la delegación de capacidades del primero
sobre el segundo): en otras palabras, los consensos encaminados en la agenda de desarrollo so-
cial, por ejemplo, deben ser remitidos como recomendación al CMC, que los aprueba o rechaza.
Al mismo tiempo, los actores con mayor capacidad de cabildeo (o lobby) siguen siendo, como
en la fase anterior, las grandes empresas multinacionales y/o translatinas (de origen brasilero en
su mayoría)13; y estos actores inciden, en particular, sobre las dos instituciones decisorias (CMC
y GMC). Sobre esto último, por ejemplo, los avances de la dimensión de integración productiva
deben matizarse si consideramos el papel de los actores concentrados, obstaculizando y/o orien-
tando los programas hacia sus intereses14.
A modo de síntesis, el proceso de integración actual se caracteriza por la priorización dada
a “la política”: la conducción del proceso ya no descansa en el libre mercado, sino que son los
gobiernos y los actores sociales y políticos los llamados a ocupar un lugar de relevancia en la
orientación y el ritmo del proceso. Esto implica, en primer término, que los gobiernos de los
Estados Parte (y la mayoría de los asociados) coinciden en asumir un rol de redistribución de
los beneficios de la integración regional. Esta redistribución pretende, por un lado, igualar a los
países (reducción de diversos tipos de asimetrías) y, por el otro, incorporar agendas y actores
que habían permanecido relegados. Este último aspecto constituye el común denominador de
los modelos de desarrollo nacional impulsado en cada Estado Parte; si bien estos modelos no
quedan al margen de las presiones de las elites empresariales, en el marco de la puja redistribu-
tiva, el Estado ocupa un rol central para igualar los beneficios y el acceso a derechos. En segundo
lugar, la dimensión política refiere a la participación creciente de amplios sectores sociales en
diversas agendas del proceso de integración, donde el Estado asume el rol de, no sólo abrir los
canales de participación sino que, además, contribuir a la organización de esa participación. La

13 En lo que compete al papel de las multinacionales, un trabajo pionero ha sido el de Sánchez Bajo (1999).
14 Al respecto, véase: Inchauspe, 2009.

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creación de las Reuniones Especializadas es un ejemplo de ello: no surgen únicamente para que
los actores tengan voz en la formación de determinadas políticas regionales, sino que el propio
proceso estimula los espacios de institucionalización y organización de la participación social15.
Por su parte, la participación ciudadana es canalizada en el ParlaSur. Si bien no todos los Es-
tados Parte han procedido a la elección directa de los parlamentarios, en potencia, implica la
posibilidad que la pluralidad de voces esté presente en la institución, canalizando los conflictos
y demandas a partir de la deliberación.

2.2 . Propuestas de conceptualización: el regionalismo ¿pos(neo)liberal?

Tras haber realizado el análisis de dos de los procesos novedosos en América del Sur, es
posible retomar la discusión en torno de cómo caracterizar al momento actual de la integración
regional. José Sanahuja (2008) ha propuesto, para algunos de los esquemas en curso, la utiliza-
ción de la categoría de regionalismo posliberal, cuyas características estarían dadas por:
a. La primacía de la agenda política, y una menor atención a la agenda económica y comer-
cial, lo que no es ajeno a la llegada al poder de distintos gobiernos de izquierda, al tono
marcadamente nacionalista de esos Gobiernos, y a los intentos de ejercer un mayor lideraz-
go en la región por parte de algunos países, en particular Venezuela y Brasil.
b. El retorno de la “agenda de desarrollo”, en el marco de las agendas económicas del
“post-Consenso de Washington”, con políticas que pretenden distanciarse de las estrate-
gias del regionalismo abierto, centradas en la liberalización comercial.
c. Un mayor papel de los actores estatales, frente al protagonismo de los actores privados y
las fuerzas del mercado del modelo anterior.
d. Un énfasis mayor en la agenda “positiva” de la integración, centrada en la creación
de instituciones y políticas comunes y en una cooperación más intensa en ámbitos no co-
merciales, lo que, como se indicará, ha dado lugar a la ampliación de los mecanismos de
cooperación sur-sur, o la aparición de una agenda renovada de paz y seguridad.
e. Mayor preocupación por las dimensiones sociales y las asimetrías en cuanto a niveles de
desarrollo, y la vinculación entre la integración regional y la reducción de la pobreza y la
desigualdad, en un contexto político en el que la justicia social ha adquirido mayor peso en
la agenda política de la región.

15 Tomo el caso de la REAF como ejemplo de este doble sentido de fortalecimiento de la participación social: como toda
Reunión Especializada, permite que actores sociales participen en las reuniones semestrales (destacando que sigue preva-
leciendo la lógica de funcionamiento por delegaciones nacionales). En el caso del grupo de trabajo Juventud Rural, que
mantiene esta lógica de participación, ha encaminado un curso regional de dos años para jóvenes agricultores familiares
(del cual he participado como docente en los años 2009 y 2010) que contribuyó a la organización de la participación de
estos actores (que se encontraban dispersos).

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f. Mayor preocupación por los “cuellos de botella” y las carencias de la infraestructura


regional, con el objeto de mejorar la articulación de los mercados regionales y, al tiempo,
facilitar el acceso a mercados externos.
g. Más énfasis en la seguridad energética y la búsqueda de complementariedades en este
campo.
h. La búsqueda de fórmulas para promover una mayor participación y la legitimación social
de los procesos de integración (Sanahuja, 2008: 22-23).
La caracterización de “post- liberal” está dada, entonces, por el interés de los gobiernos
sudamericanos por trascender el modelo del nuevo regionalismo. Al respecto, es menester seña-
lar que Sanahuja está realizando estas aseveraciones para dos casos puntuales, novedosos en
el siglo XXI (respecto de las rupturas que representan frente a los esquemas regionales “estilo
TLC”), a saber: el ALBA-TPC y la UNASUR. En sus términos, si bien “ambas expresan una de-
terminad lectura del regionalismo […] ninguna de las dos pude ser considerada una iniciativa
de integración en el sentido clásico del término” (Sanahuja, 2008: 24). Esto es así, a nuestro
entender, a causa de la coexistencia de estos nuevos arreglos y compromisos regionales con los
acuerdos Norte-Sur y el desencantamiento de las estrategias de inserción internacional al estilo
TLC. Con todo, “el momento actual podría ser caracterizado como un período de transición,
sin modelos claros, un mayor grado de politización de las agendas y, como consecuencia, más
dificultades para generar consensos” (Sanahuja, 2008: 25).
Otros autores han avanzado en la caracterización de los procesos regionales recientes, a
saber: para comenzar, en tanto se concibe que la integración regional no sirve de manera única a
propósitos de liberalización comercial y atracción de capitales, Mariana Vazquez (2010) propone
el término de regionalismo social: se afirma que la integración regional es un mecanismo para
la puesta en marcha de políticas sociales regionales que permitan generar estándares sociales,
impulsar políticas redistributivas y fomentar la perspectiva de derechos. Esta visión también
supone la necesidad de reducir las asimetrías entre los socios regionales. Por su parte, Briceño
Ruiz (2010) propone la noción de regionalismo productivo, que se caracteriza por concebir a
la integración como una medio para favorecer y promover la transformación productiva de los
países menos desarrollados un desarrollo industrial conjunto y la búsqueda de unificación de las
economías en base al principio de solidaridad. Este modelo no se presenta como contradictorio
a la apertura comercial y la atracción de capitales foráneos; al contrario, combina en un equili-
brio minucioso los rasgos propios del regionalismo estratégico con proyectos que fomenten la
generación de cadenas productivas a nivel regional.
Coincidimos con los autores respecto de la incapacidad de nominar al momento actual con
una categoría concluyente y la inconveniencia de desarrollar, aún, una nominación certera sobre
estos procesos recientes y novedosos, rescatando su singularidad, la falta de cristalización de

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los cambios y la multiplicidad de elementos a ser considerados (los cuales, aún están siendo
develados).

Conclusiones: ayer, hoy y ¿siempre?

A lo largo de este trabajo se ha intentado demostrar en qué medida cada proyecto político
de integración regional –desde mediados del siglo XX a nuestros días– se gesta sobre la base
de ideas-fuerzas vinculadas a la unidad. La unidad (léase, la integración) es la condición de
posibilidad de la independencia (léase, la autonomía política, el desarrollo económico integral
y la democracia como régimen de gobierno). En este sentido, se ha mostrado por qué el primer
intento de integración se gesta en América del Sur –y entre Argentina y Brasil, puntualmente– y
en qué medida la integración regional se alcanzó, por primera vez, a partir de su reconfigura-
ción en integración económica regional pero que, tibiamente quizás, adicionó el componente
político-filosófico (mítico para algunos) de entender a la unidad como destino inexorable, un
retorno a las raíces de una América Latina deshecha tras los procesos independentistas. Los años
sesenta, así, fueron terreno fértil para el pensamiento y la práctica de la integración regional
concebida como una herramienta de política pública al servicio del desarrollo de los pueblos y la
defensa de la soberanía nacional. Se demostró, bajo la idea de “transición” como permanecen
estas ideas-fuerza durante la década de los años ochenta –como lo demuestra el acercamiento
argentino-brasilero a partir de 1985– pero que, en el marco de las profundas transformaciones
experimentadas en los planos económico, político, cultural y del conocimiento/pensamiento, no
se lograron cuajar esos proyectos políticos, prevaleciendo acuerdos más flexibles… una solución
de compromiso de cara a lo que la historia de los años noventa depararía. En efecto, la segunda
hipótesis de trabajo que orientó este estudio se propuso indagar en qué medida los años noven-
ta dan cuenta de un quiebre en el pensamiento latinoamericano (propio) sobre la integración
regional al unísono del pensamiento único (Neoliberalismo): pues bien, el pasaje de la categoría
“integración regional” por el de “regionalismo” (adjetivado, vale destacar) deja entrever la se-
paración tajante respecto de esas ideas-fuerzas y la confección de un tipo de integración regional
lavada: promover la liberalización comercial regional como el segundo paso (tras la apertura
unilateral) en pos del objetivo de un multilateralismo sin ataduras, libre. El regionalismo de los
años noventa se erigió como la estrategia para lograr competitividad internacional y aumentar el
poder de negociación de los países en vías de desarrollo en los foros multilaterales, denostando
y catalogando de anticuado y anacrónico al tipo de integración previo. Esa búsqueda por la com-
petitividad, que derivó en cierto crecimiento económico, no produjo desarrollo; mucho menos, la
redistribución social equitativa de los beneficios de ese crecimiento.
Sin embargo, el siglo XXI trajo aparejado nuevos horizontes para la política latinoamericana

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y, consecuentemente, para la política de integración regional. Con la crisis del modelo hege-
mónico y el surgimiento de propuestas alternativas, canalizadas electoralmente a partir de la
llegada al poder de nuevos gobiernos en Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Paraguay, Uruguay
y Venezuela (este último, un poco antes de la crisis de fin de década) se renueva el impulso a
los procesos de integración regional en clave a las ideas-fuerza antes señaladas. El MERCOSUR
post 2003 da cuenta de este momento de cambio (respecto de la fase anterior neoliberal) y de
continuidad (con algunos elementos del momento previo pero, en especial, de una continuidad
de largo alcance, con los proyectos de los años sesenta y con los proyectos de los héroes de la
Patria Grande).
Del trabajo se desprende que existe una vinculación entre los proyectos políticos nacionales
y el proyecto de integración regional que se encamina en un momento histórico peculiar. De la
misma manera que esta nueva fase de la integración regional se explica, en buena medida, a
partir de la contestación al Consenso de Washington y la llegada al poder de nuevos gobiernos
de corte nacional-popular (redistribucionistas, como prefiero denominarlos), el regionalismo de
los años noventa se comprende en el marco de gobiernos que encaminaron a rajatabla las medi-
das de Reforma Estructural del Estado. Esta constatación abre un interrogante sobre la fragilidad
o precariedad de la estabilidad del momento posneoliberal y sus conquistas para el campo de
la integración regional. En otras palabras: cambios del color político de los gobiernos en cada
uno de estos países ¿conllevará, necesariamente, a modificaciones en la política y las políticas
regionales encaminadas?, ¿se podrán mantener o sobrevendrá un nuevo momento neoliberal?
Pues bien, la clave es generar –a imagen y semejanza de la receta de los organismos financieros
regionales e internacionales– un nuevo “efecto candado”, aggiornado y adaptado a los tiem-
pos que corren. Esto es, si en los años noventa, la opción de un país a favor de un acuerdo de
integración regional (nuevo regionalismo) tuvo como uno de sus argumentos centrales brindarle
estabilidad y seguridad jurídica a los capitales externos y a las grandes multinacionales benefi-
ciadas de la apertura a partir de la firma de un acuerdo (tratado internacional) difícil de desandar
unilateralmente y sin costos políticos por un país; los acuerdos renovados (como el MERCOSUR,
la UNASUR, el ALBA-TPC) deben de generar en diferentes áreas de políticas este efecto canda-
do, generando consensos en torno a las políticas vinculadas al desarrollo integral de sus pueblos
y cristalizándolas por medio de acuerdos internacionales y una institucionalidad creativa como
para evitar que su “vuelta atrás” sea fácil de desandar.
Partir de la retroalimentación entre los niveles nacional y regional (considerando a la política
regional también y, eminentemente, como una política nacional) es menester alejarse de posicio-
nes que contraponen lo regional y lo nacional. Un proyecto nacional integral puede articularse
y traducirse a un proyecto de desarrollo regional. Esta afirmación, por tanto, nos remonta a las
palabras iniciales de Alberto Methol Ferré: “Separación e Integración son contrarias. ¿Hasta

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dónde llegan? Las gentes parecen no querer pensar esto a fondo, pues implicaría quizás la
ruptura y reversión de todos los hábitos en que se han formado”. Es hora de que se comiencen a
revisar nuestros hábitos para dar cuenta de un MERCOSUR en tiempo largo y de una región con
características nuevas, viejas y por (re)definir.
Finalmente, del artículo se desprende que la región sudamericana experimenta una “disputa
por el modelo” de integración regional. Los dos modelos dicotómicos (a sabiendas de que la
realidad es mucho más compleja que esta presentación al estilo “tipo-ideal”) son el señalado a
partir de la discusión del MERCOSUR y de las categorías de regionalismo posliberal, regionalismo
inclusivo, regionalismo productivo (entre otras denominaciones aún no concluyentes), por un
lado, y de lo que considero “la victoria del modelo TLC”, esto es, la aplicación de los preceptos
sobre el nuevo regionalismo neoliberal. Aún es difícil avizorar cuál de los dos logrará hegemonía
ya que, si bien el mapa sudamericano se asemeja, de manera global, al escenario aquí mos-
trado, el otro modelo, el neoliberal, se encuentra profundamente enraizado. La opción por la
integración regional, entendida como herramienta de política pública al servicio del desarrollo,
la autonomía y la democracia, está a la espera de soluciones creativas a la voracidad del capital
(y la mano invisible del mercado). Será la región, por lo tanto, el campo que permitirá poner en
juego la correlación de fuerzas entre uno y otro modelo. Al mismo tiempo, la disputa por el mo-
delo no se da, únicamente, entre esquemas de integración regional contrarios (la propuesta de
la Alianza del Pacífico versus ALBA-TPC) sino que al interior de las propuestas –como se expuso
para el caso del MERCOSUR, pero vale también para la UNASUR– se encuentran elementos y
actores presionando por uno u otro. Por ello, en el MERCOSUR actual (como escenario de ruptu-
ra) se experimentan continuidades del modelo previo: la deficiencia mayor es el desfasaje de la
estructura institucional (y la toma de decisiones en particular) respecto de las nuevas agendas de
política. La lucha por la reforma institucional, por lo tanto, continúa en la agenda de la integra-
ción. ¿Podrá mantenerse la agenda social, ciudadana y productiva en un escenario de recambio
gubernamental? Como se expuso, a menos que se logre el anclaje de estas nuevas temáticas e
instituciones en una arquitectura que la sustente y en acuerdos internacionales (regionales) que
expresen los consensos entre los Presidentes, el modelo actual tiene una precariedad inherente,
potencial. Este es un momento de responsabilidad histórica de estos nuevos gobiernos de poder
aferrar en estructuras sustentables las modificaciones (conquistas) alcanzadas en estos años.

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ENSAYO

PP: 87 - 116 87

PALCOS ENFRENTADOS: MIRADAS DE BENJAMIN Y ADORNO SOBRE


EL CINE*

Por Juan Cruz Vazquez


POLITÓLOGO. DOCENTE DE LAS UNIVERSIDADES DE BUENOS AIRES (UBA), DE BELGRANO (UB) Y DE MORÓN (UM).

E-mail: juancruzvazquez@yahoo.com.ar

Contagiado por el espíritu teatral del Bertolt Brecht que tanto inspiró a Walter Benjamin, y
faltando a todos los cánones del método historiográfico, me propongo crear en estas páginas
una suerte de “puesta en escena”: un debate guionado entre Walter Benjamin y Theodor W.
Adorno sobre el cine, en el marco de una sala de cine.
Este último hubiera sido el escenario ideal para las reflexiones sobre el tema de parte de
semejantes referentes de la llamada Teoría Crítica o Escuela de Frankfurt1. Sin embargo, las
circunstancias nunca concedieron semejante encuentro, y, si lo hicieron, el mismo todavía no vio
la luz entre la bibliografía especializada en el tema o la biografía de quienes conformaron este
grupo de intelectuales en torno al Instituto de Investigaciones Sociales2.
Dejando de lado las tribulaciones sobre lo acontecido o no, este guión (o debate guionado)
tiene como decorado el interior de una sala cinematográfica de un barrio obrero parisino. La
historia previa a la entrada de los actores en escena cuenta que Adorno realizó, hacia 1939,
un viaje fugaz y secreto para encontrarse con Benjamin y convencerlo (contra los ofrecimientos

* En sentido homenaje y profundo agradecimiento al Profesor José Sazbón (1937-2008), quien -desde el Instituto de Altos
Estudios Sociales / IDAES- fuera el gran instigador, interlocutor, y crítico de este trabajo.
1 “Las expresiones teoría crítica y Escuela de Frankfurt se refieren a lo mismo, una orientada hacia el método y la otra hacia
el aspecto institucional. Designan el rasgo unificador de un grupo de intelectuales de izquierda europeo (judíos alemanes
de perfil cosmopolita) que compartieron desde la década de 1930 hasta 1960 el esfuerzo por desarrollar el conocimiento de
la sociedad de su época sobre la base de una propuesta teórica de corte multidisciplinario y con fuerte inspiración marxista
(…) Se añade a ello la publicación de su ‘Revista de Investigación Social’, Zeitschrift für Sozialforschung, cuyos nueve volú-
menes aparecidos entre 1932 y 1941 (…) representan una de sus contribuciones más permanentes” Cohn, Gabriel (2002).
“Teoría Crítica”, en Carlos Altamirano (director): Términos críticos de Sociología de la Cultura. Buenos Aires: Paidós, p. 227.
2 El Instituto de Investigación Social (Institut für Sozialforschung) es fundado por Félix Weil en 1923 con un decisivo rol
del economista Friederich Pollock, siendo su primer director Carl Grünberg (1924-1927) y ocupando desde 1930 ese cargo
Max Horkheimer. Ante la posterior consolidación nazi en Alemania, el Instituto cierra sus puertas y resguarda sus fondos,
refugiando a sus miembros primeramente en Ginebra. Desde allí, Horkheimer explora las posibilidades de instalarlo en
Inglaterra, radicándolo definitivamente en Nueva York durante el lapso 1933-1934. Ya consolidado institucionalmente en
Estados Unidos, y a partir de 1959, tendría como último director a Theodor Adorno, hasta la muerte de éste en 1969. Ver
al respecto Jay, Martín (1974). “La escuela de Frankfurt y la génesis de la Teoría Crítica”, en Bertell Ollman et. al.: Marx,
Reich y Marcuse. Buenos Aires: Paidós; y Buck-Morss, Susan (1981). Origen de la dialéctica negativa. Buenos Aires: Siglo
XXI editores.

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de Brecht y Scholem) que emigre a los Estados Unidos3. Como se sabe, a esa altura Benjamin
estaba en una “carrera contra el tiempo”4 para finalizar la segunda versión de Sobre algunas
cuestiones en Baudelaire, y ya comenzaba su éxodo francés (donde había insistido permanecer
hasta entonces por su inconclusa Obra de los pasajes) hacia la frontera con España: el nazismo
se extendía a sangre y fuego por Europa y ya no era su producción intelectual sino la propia vida
de Benjamin la que corría un riesgo cierto5.
Durante la breve estadía de Adorno, los dos amigos asisten – un día domingo – a una
proyección cinematográfica en una sala de un barrio obrero de París, y el encuentro queda pri-
meramente registrado por el curioso boletero y encargado del lugar, quien realiza unas endebles
anotaciones que enviaría a Adorno hacia 1964, completando este último desde su memoria los
retazos que no habían sido alcanzados a tejerse en esas rudimentarias notas6.
Luego de este relato introductorio hecho en off, o efectuado en el papel de un presentador/
narrador, se abre paso la primera escena.

I. Primer acto: palcos enfrentados (o sobre las antagónicas amistades de


Benjamin)

Benjamin y Adorno llegan al hall del teatro7 tiempo antes de la primera función, discuten
profusamente sobre las alternativas del primero para escaparse de Francia, y en el trajín se diri-
gen – absortos en su diálogo – a la boletería. Allí los atiende este curioso y misterioso personaje,
que les seguirá durante toda su estadía en el lugar. Le piden boletos para la primera función y,

3 Además del ofrecimiento de Adorno para emigrar a los Estados Unidos, Benjamin tenía ofertas de Scholem y Brecht para
radicarse en Palestina y Dinamarca, respectivamente. Ver al respecto Entel, Alicia, Víctor Lanarduzzi y Diego Gerzovich
(1999). Escuela de Frankfurt: razón, arte y libertad. Buenos Aires: Eudeba.
4 “… el 4 de octubre le escribió a Adorno que la finalización del ensayo [sobre Baudelaire] ‘era una carrera contra el tiempo,
que las condiciones de París eran sofocantes, y que planeaba sacar sus libros de la ciudad’”, en Buck-Morss, Susan (1981).
Origen de la dialéctica negativa, op. cit., p. 315.
5 El relato previo a la primera escena contará que Benjamin no poseía, como Adorno, un salvoconducto que le permitiera
escapar directamente de Europa sin hacer su fatal paso por Port Bou en la frontera franco-española, donde las autoridades
franquistas amenazarían con entregarlo a las autoridades francesas.
6 Así, la obra quedaría “basada en hechos realmente apócrifos”, de allí las disculpas a la historia y su método en el primer
párrafo de este escrito.
7 Recuérdese que, en los orígenes, el cinematógrafo era una novedad como invento técnico y no como expresión artística.
Su funcionamiento (en los tiempos de Lumière y De Méliès) era una curiosidad que generalmente se exponía en salas impro-
visadas y rudimentarias a un público en general muy acotado y selecto. Desde el desembarco del Film D’Art (1908-1914),
y su seguimiento por el impresionismo francés (hacia 1920), la vanguardia (en 1925) y posteriormente el realismo poético
francés (ya en 1930); el cine (especialmente el mudo) se masificaría y se expondría en Salas de Teatro acondicionadas a tal
fin. Al respecto ver Sadoul, Georges (1972). Historia del Cine Mundial. Desde sus orígenes a nuestros días. México: Siglo
XXI editores.

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ante la constatación de que se les habían entregado lugares contiguos, los dos visitantes alema-
nes le exigen su cambio por palcos separados y enfrentados.
El pedido que hacen Benjamin y Adorno no es casual: su relación fue siempre dialéctica8.
A lo largo de su obra, Benjamin estará influenciado por tres amistades predominantes, cada
una de ellas con una fuerte impronta sobre sus escritos. Mientras que discute con Adorno sobre
las posibilidades críticas de la estética y el arte, transita la Cábala judía y su misticismo religioso
de la mano de Gershom Scholem, al tiempo que Bertolt Brecht imprime en él la praxis política y
una muy particular mirada sobre el comunismo y la revolución proletaria9.
Benjamin y Adorno fueron presentados por primera vez a través de Hermann Edler Grab
von Hermannswört: sociólogo, músico y amigo de este último. Pero el encuentro que marcaría
a Adorno (once años más joven que Benjamin) sería aquel que tuvo lugar en el Café Estend am
Opernplatz de Frankfurt. Corría el año 1923 y Adorno escribiría mucho después: “Es difícil que
la memoria me engañe cuando digo que desde el primer momento tuve la impresión de que
Benjamin era uno de los seres humanos más significativos con los que jamás me topé. Yo tenía
20 años en aquel entonces”10.
Y no es para menos, tal como lo explicita Buck-Morss: “La verdadera influencia formativa
sobre Adorno tuvo lugar antes de 1931, y provino de Walter Benjamin (…) después del suicidio
de Benjamin en 1940, su influencia sobre el pensamiento de Adorno permaneció y su mente
brillante y excéntrica ronda incluso en los escritos sociocientíficos más empíricos de Adorno en
los últimos años” (Buck-Morss, 1981: 16-17).
A lo largo de toda su vida, Adorno tendría por Benjamin una admiración y fascinación indis-
cutible: llegó a convertirse en un defensor de sus obras contra el propio revisionismo de su autor
y, en 1955, tiempo después de la muerte de su amigo y mentor, llevaría adelante la recopilación
y publicación de sus trabajos11. En este último cometido encontraría luego un aliado en Scho-
lem, ya que juntos emprenderían en 1966 la laboriosa tarea de editar de manera conjunta una
recopilación de la correspondencia de Benjamin (Briefe). Asimismo, ambos compartirían (por

8 Dialéctica que al final de la obra concebirá un nuevo libreto que esperará a ser escrito para nacer.
9 En palabras de Foster: “… Benjamin eligió el eclecticismo como principio formativo de sus relaciones de amistad, como si,
a través de ese abigarrado y a veces contradictorio mundo de relaciones que marcaron su vida intelectual, hubiera querido
ser consecuente con el sentido profundo de esa deriva, de esa su enorme capacidad para absorber distintos pensamientos
y experiencias”, Foster, Ricardo (1991). W. Benjamin / Th. W. Adorno. El ensayo como filosofía. Buenos Aires: Ediciones
Nueva Visión, p. 13.
10 Cita de Adorno en Buck-Morss, Susan (1981). Origen de la dialéctica negativa, op. cit., p. 30.
11 Asevera Scholem: “En gran parte gracias a la tenaz actividad de Theodor Adorno, que no se cansó en señalar la im-
portancia de Benjamin y llevó adelante la tarea, por entonces [1955] nada fácil, de editar en Suhrkamp los dos tomos de
sus Escritos (…) entre las nuevas generaciones de autores y lectores, Benjamin es considerado como el más significativo
crítico literario de su tiempo…”, en Scholem, Gershom (1998). Walter Benjamin y su ángel. Buenos Aires: Fondo de Cultura
Económica, p. 9.

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razones diferentes) una misma visión funesta por el tercer elemento de esta tríada surrealista12
de amistades benjaminianas: Bertolt Brecht.
Recuérdese que la presente obra de teatro (este debate-guionado) se desarrolla en todas
sus escenas teniendo por decorado una sala de cine, donde no se lee La Torá de Scholem ni se
contempla crítica e individualmente el material artístico que allí se proyecta (el film), tal como
hubiera deseado Adorno. Se está, clara y peligrosamente, en territorio de Bertolt Brecht.
Sobre este último, Adorno detestaba el rol social que le otorgaba al arte, ya que para él el
verdadero cometido revolucionario de dicho material consistía en la crítica y denuncia constante
hacia la realidad empírica: la resistencia social dada por la mutua influencia entre el análisis del
sujeto que contempla el material artístico (en sus momentos de producción, reproducción / y
experiencia crítica en este desarrollo), y su análisis completo de la obra misma. En este sentido,
el arte debía mantenerse en un equilibrio entre su propia esfera y la realidad empírica para poder
desentrañar la verdad que contiene por medio del momento crítico13. De allí que despotrique
contra Brecht como influencia de la postura benjaminiana sobre el arte y su rol social: “Lo que
el arte aporta a la sociedad no es comunicación con ella, sino algo muy mediato, la resisten-
cia social en la cual el desarrollo social se reproduce gracias al desarrollo intraestético sin ser
imitado (…) nada social en el arte lo es de una manera inmediata, ni siquiera donde el arte lo
ambiciona. Hace poco, el socialmente comprometido Brecht tuvo que alejarse de la realidad
social a la que se refieren sus obras de teatro para dar expresión artística a su actitud. Tuvo que
recurrir a manejos jesuíticos para camuflar como realismo socialista lo que él escribía y eludir así
a la inquisición” (Adorno, 2004: 299).
Para Adorno, el potencial de resistencia social del arte se pierde cuando trata de imitar la
realidad social como comunicación con la intención expresa de denunciarla: se convierte en un
como si. Y es justamente el realismo del método brechtiano el que busca la aproximación y no la
toma de distancia, ya que Brecht: “...no aconseja simplemente observar lo usual como si fuese
insólito (lo que sería una simple permutación), sino conservarlo al mismo tiempo como habi-
tual, a fin de que siga siendo concreto. Esta es la clave de su realismo que permite representar
totalidades a través de los detalles cotidianos, sin destruir los detalles como tales, pero sin fingir
tampoco una falsa realidad de esos detalles” (Wekwerth, 1975: 105).
Sumado a este método estético, el énfasis que Brecht impone al compromiso social no sólo
es criticado por Adorno, sino que en ello se mancomuna con Scholem, quien critica ferozmente la
impronta de materialismo histórico con el que el dramaturgo “contaminó” la obra de Benjamin:

12 Fue Jürgen Habermas quien calificó de surrealista la imagen de un eventual encuentro entre Benjamin y sus tres amigos
en una misma (e imposible) mesa.
13 Adorno, Theodor W. (2004). Teoría Estética. España: ediciones Akal, sección “Carácter doble del arte: fait social y
autonomía” (pp. 298-300).

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“Aunque el primer impulso no provino de Brecht, éste tuvo sin duda una gran participación en
el hecho de que Benjamin tratara de incorporar el materialismo histórico a su pensamiento y tra-
bajo, o incluso insertar su pensamiento y su obra en el marco de este método (…) la influencia
de Brecht en la producción de Benjamin de los años treinta resultó funesta y en algunos casos
hasta catastrófica” (Scholem, 2003: 26).
Expresada, entonces, esta feroz crítica adorniana hacia Brecht, Benjamin reivindica en este
punto de la escena a su amigo dramaturgo, en una defensa que coincide con las posibilidades
revolucionarias del arte en su uso social y no meramente en su denuncia desde lo estético14.
La actriz y directora latvia Aja Lacis había presentado Brecht a Benjamin a mediados de la
década del ‘20, y desde entonces la influencia del primero sobre el segundo en sus considera-
ciones estéticas se había hecho evidente. Brecht abogaba por el drama épico15, que constituyó
un nodo central en su estética marxista, y en tal carácter creía que el cometido del trabajo
intelectual era la iluminación crítica de liberar la conciencia del proletariado. Si bien Adorno
coincidía con Brecht en el concepto de iluminación crítica, la conciencia que se debía liberar para
él no era la del proletariado, sino la de otros teóricos y artistas: únicos capaces de comprender
el material artístico e intelectual en su profundidad hasta develar la verdad en ellos a través de
su interpretación crítica.
Si bien se puede hablar de algunas coincidencias con Adorno, Benjamin lleva la marca bre-
chtiana en esta dicotomía: son las nociones del compromiso social y praxis política las que hacen
de todo arte y práctica intelectual un ejercicio válido16.
Es que la predominancia del valor exhibitivo (sobre el cultual) generó una nueva función en
el arte, que ya no era de reverencia sacra sino de potencial revolucionario: esa nueva función se
ve para Benjamin de manera palpable en la fotografía y en el cine, que conquistaron un lugar
privilegiado entre las artes por vía de la reproductibilidad técnica y, por ésta: “… se trastorna la
función íntegra del arte. En lugar de su fundamentación en un ritual aparece su fundamentación
en una praxis distinta, a saber en la política” (Benjamin, 1973: 28). Con esta nueva función, que
se centraba en el aquí y ahora y posibilitaba el nacimiento de imágenes dialécticas17, sus espe-

14 Esta última posición, postulada por Adorno en el marco del desarrollo de su negatividad crítica, será profundizada en
otro acto de la presente obra teatral (o debate-guionado).
15 Brecht “Se relacionó con Edwin Picastor, cuyo teatro proletario era experimental en sus aspectos técnicos y en sus
radicales objetivos izquierdistas de movilizar a las masas. Fue Picastor quien desarrolló por primera vez el ‘drama épico’”,
en Buck-Morss, Susan (1981). Origen de la dialéctica negativa, op. cit., p. 61.
16 Así lo expresaría Benjamin cuando se refiere a que los escritores que importan fundamentan su solidaridad con el
proletariado. Esta posición benjaminiana se hace clara en Benjamin, Walter (1975). “El autor como productor”, en Walter
Benjamin. Tentativas sobre Brecht. Madrid: Taurus.
17 Las imágenes dialécticas “… eran el modo de transmitir la cultura pasada, de manera que iluminara la posibilidad
revolucionaria del presente” Buck-Morss, Susan (2005). Walter Benjamin, escritor revolucionario. Buenos Aires: Interzona,
p. 26. En palabras del propio Benjamin, el historiador que rompe con el continuum de la historia – tejiendo el hoy con

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cialistas/técnicos (los autores - artista e intelectual - como productores) tenían el compromiso de


solidarizarse con el proletariado e implicar en su material la praxis política. Esta última se hacía
imprescindible contra el conformismo y la engañosa idea de progreso, y debía movilizar al autor
y a la clase oprimida de la que formaba parte (desde su esfera propia) contra estos elementos,
desde que “… el ‘estado de excepción’ en que ahora vivimos es en verdad la regla (…) Promo-
ver el verdadero estado de excepción [contra el fascismo y la idea capitalista de progreso lineal]
se nos presentará entonces como tarea nuestra…” (Benjamin, 2007: 28).
La postura conectiva de Benjamin entre arte y praxis política también tenía sostén en el
surrealismo, ese delgado arroyuelo que los apologistas del arte tradicional creían que jamás
impulsará turbinas.
Extraía de esta corriente artística el pesimismo y la desconfianza que la unía con el comu-
nismo contra el optimismo histórico basado en el progreso: “El surrealismo se ha aproximado
más y más a la respuesta comunista. Lo cual significa: pesimismo en toda la línea. Así es y
plenamente. Desconfianza en la suerte de la literatura, desconfianza en la suerte de la libertad,
desconfianza en la suerte de la humanidad europea, pero sobre todo desconfianza, desconfian-
za, desconfianza…” (Benjamin, 1980: 60).
La destrucción del aura18 que practicaba el surrealismo en sus obras era lo que fascinaba a
Benjamin de esta corriente rebelde19: las imágenes y shocks que las obras surrealistas provoca-
ban en su público despertaban al que contemplaba y a la vez re-significaban lo dado. Estas imá-
genes surrealistas (que unían sueño y realidad: de allí en nombre) emulaban decididamente las
imágenes dialécticas de Benjamin que asomaban desde sus tesis Sobre el Concepto de historia.
Desde este modo, el surrealismo también marcaba estéticamente a Benjamin contrapo-
niéndolo a Adorno y aunándolo con André Bretón, quien “… identificaba al progreso con la
‘ilimitada capacidad humana de rechazo’ [y quien proponía] ‘comparar dos objetos tan remotos
como sea posible uno de otro, o, por cualquier otro método, ubicarlos juntos de manera abrupta
y pasmosa…’” (Buck-Morss, 1981: 254-255).
De este modo, Brecht y Breton componían la díada que obliga a los actores en la obra a
tener que sacar boletos en palcos enfrentados, desde que, salvo la visión del artista como pro-
ductor y el arte como mercancía, nada unía en este aspecto a Benjamin y Adorno.

hebras de pasado y presente “…no permite ya que la sucesión de acaecimientos le corra entre los dedos como un rosario.
Aprehende la constelación en la que ha entrado su propia época con una muy determinada época anterior. Funda de esta
manera un concepto del presente como ese ‘tiempo del ahora’ en el que están incrustadas astillas del tiempo mesiánico”
Benjamin, Walter (2007). Sobre el concepto de historia. Tesis y fragmentos. Buenos Aires: Piedras de papel, p. 41.
18 Se verá en otro acto de la obra teatral (debate-guionado) la función central que para Benjamin detenta la destrucción
del aura en las obras de arte para el logro de la praxis política en ellas.
19 Se habla de rebelde y no revolucionaria porque el mismo Benjamin vacilaba en la capacidad del surrealismo en ganar
las fuerzas de la ebriedad para la revolución.

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La teoría de este último nunca incluyó un momento de acción política20. Su aproximación a


Marx se había efectuado a través de György Lukács, y la misma – si bien intensa – había sido
restringida, ya que para Adorno el método cognitivo del marxismo no llevaba a un programa de
acción21. En otras palabras, no había en Adorno una praxis política a la manera de Benjamin, y
por tanto la figura de un proletariado receptor y genuinamente experimentador del material del
autor (artístico y/o intelectual) estaba ausente.
Si bien otro acto de la obra profundizará la cuestión, es prudente destacar que para Ador-
no las obras de arte contribuían al resquebrajamiento del statu quo robándole al presente su
justificación ideológica, siendo su función la de expresar una negatividad crítica que llevaría
a la verdad. Sobre esta base, este pensador abogaba por la autonomía del arte y temía que el
compromiso social afectara la negatividad que ésta conllevaba: “… el arte se vuelve social por
su contraposición con la sociedad, y esta posición no la adopta hasta que es autónomo (…) el
arte sólo se mantiene vivo gracias a su fuerza de resistencia social” (Adorno, 2004: 298-299).
En defensa de esta autonomía Adorno rechazaba todo arte comprometido socialmente en
términos de praxis política explícita, desde que “…absteniéndose de la praxis, el arte se con-
vierte en el esquema de praxis social…” (Adorno, 2004: 302) y, por el contrario, las posturas
políticas que el arte adoptaba constituían epifenómenos que “…perjudican la elaboración de las
obras de arte y a su propio contenido de verdad social” (Adorno, 2004: 306).
Ya se ha visto en páginas anteriores del presente libreto teatral el embate que Adorno
hace en el escenario contra Brecht, pero desde esta concepción también hará lo propio en este
acto con en surrealismo, del que criticaba: su errada utilización de Freud y Marx; su exaltación
exagerada de la irracionalidad; la falta del momento interpretativo iluminador de antagonismos
sobre las obras; su fusión (y no separación) de la relación sujeto-objeto; la inmediatez de sus
obras; y su mitificación (y no desencanto) sobre el material artístico. En sus escritos Adorno
despotrica contra André Masson, contra Salvador Dalí: los enjuicia estéticamente y les acusa
de haber creado un balance entre el escándalo de sus obras y la recepción social de ellas. La
rebeldía de “niños malos” de los surrealistas termina siendo para Adorno una cristalización de
sus obras que pacta finalmente con la sociedad en vez de mantener su autonomía y enfrentarla
críticamente: llega un momento en el que se pasa del primer shock a una naturalización de los
temas y objetos surrealistas, que pasan de rebeldes (Adorno hasta los llega a tildar irónicamente
de revolucionarios) a “sofisticados”. Su arte, socialmente contaminada y comunicativa, fue para
Adorno fagocitada por la realidad empírica: la obra de arte entonces se pierde, como se pierde

20 No es de extrañar, entonces, la reacción de Adorno ante el Mayo Francés en 1968.


21 En este sentido, “Adorno creía posible (…) aceptar el materialismo dialéctico de Lukács como método cognitivo, sin
abrazar su teoría ontológica del proceso histórico o su concepto del proletariado como sujeto-objeto de ese proceso. No era
la intención de Lukács que estos dos niveles pudieran afirmarse por separado (…) la intención de Lukács era convencer a los
intelectuales en revolucionarios”, en Buck-Morss, Susan (1981). Origen de la dialéctica negativa, op. cit, p. 77.

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su carácter de denuncia social y su espíritu de crítica negativa.


Enunciadas las posturas de Benjamin y Adorno sobre el arte y respectivamente el deseo y
rechazo de su praxis política y solidaridad con el proletariado, los dos amigos guardan un minuto
de silencio en el hall, con sus entradas en palcos separados (por influencias y amistades irrecon-
ciliables en este debate), hasta que uno de ellos pregunta la hora y el otro busca la pizarra que
anuncia el inicio de la proyección. Ninguno de ellos sale de escena. Cae el telón.

II. Segundo acto: ante el proyector cinematográfico (o sobre la técnica y el arte)

Entra el boletero en escena, y ante la desorientada imagen de los dos amigos, les informa
que faltan cuarenta minutos para la primera función. El singular personaje ha adivinado desde el
final del acto antecedente la impaciencia de Benjamin y Adorno en su búsqueda frenética de ho-
rarios, que ahora se plasma en un evidente malhumor por parte de ambos. No habiendo un café
en donde erigirse en flâneurs, el boletero toma coraje y les propone visitar la sala del proyector:
en una atención que sólo tendría con los primeros de cada día en sacar boletos para la matineé.
Entre el desinterés y el aburrimiento, nuestros intelectuales siguen a su anfitrión hasta el cuarto
de proyección, y se topan allí con el cinematógrafo. El boletero siente ruidos, se disculpa y se
retira a verificar qué sucede cerca de su ventanilla. Sale el boletero de escena.
Benjamin mira el proyector, y sonríe al yuxtaponer su imagen con la de la cámara: mientras
el primero libera las imágenes, el segundo las encarcela.

La tecnificación y su incidencia en la percepción y recepción de lo cotidiano y


del arte

A partir de estas dos figuras técnicas brota en Benjamin el surrealismo mismo, en la declara-
ción hecha por Apollinaire y Breton: “Las conquistas de la ciencia consisten mucho más que en
un pensamiento lógico en un pensamiento surrealista” (Benjamin, 1980: 52), ya que en ella ve
la anexión de este movimiento al milagro incomprendido de la máquina. En las imágenes contra-
puestas (o puestas en tensión) de las obras surrealistas, Benjamin proyecta la misma capacidad
en la cámara y proyector cinematográfico: imágenes dialécticas (contrapuestas) que permiten
asir lo cotidiano en una cercanía propia, adentrarse en lo enigmático sin subrayarlo como límite
paralizante22, liberar la percepción atrofiada por la urbe cosmopolita en una nueva óptica: “…

22 En la temprana juventud (y luego a lo largo de toda la vida) el cuerpo de una mujer es un enigma que se hace pregunta
a nuestros ojos, pero la reverencia y adoración de ese enigma no debería nunca impedir recorrerlo en su misterio cotidiano
con todos los sentidos: no está hecha la piel sólo para mirarla de lejos en una contemplación que la venera. Lo mismo
acontece con el arte, la ciencia y (como vientre de ambas) la realidad. Es este “hacer propio” lo que rodea al sujeto la
premisa primigenia de Benjamin.

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penetramos el misterio sólo en el grado en que lo reencontramos en lo cotidiano por virtud de


una óptica dialéctica que percibe lo cotidiano como impenetrable y lo impenetrable como coti-
diano” (Benjamin, 1980: 58). La cámara hacía de bisturí: a través del retardador o a partir de los
primeros planos, facultaba al espectador a mirar más detenidamente la realidad, otorgándole
una nueva percepción que no era la sobrecargada por actividades de seguridad: ésa percepción
simmeliana que estaba atenta a lo indispensable en el caminar urbano para no llevarse por de-
lante gente, tranvías, carruajes o pozos. Con la cámara – milagro de la técnica – que enfocaba
el andar de un oficinista yendo al trabajo, un espectador podía percibir el cambio de los movi-
mientos cuando ese apresurado andar se convertía en carrera para tomar un tranvía. Esa misma
escena acontecía en lo cotidiano, pero la percepción no la registraba sino inconscientemente.
¿Y por qué ese énfasis en la percepción? Desde la cosmopolitización de las ciudades eu-
ropeas23, la mirada del transeúnte se volvía hacia lo urgente en su traslado, atendiendo a la
correcta movilización entre la masa o multitud urbana, acostumbrando al ojo a esta percepción
inmediata. Por ello Benjamin cita en este punto a Gogol, al referirse este último a una feria en
Ucrania: “Había tanta gente en movimiento hacia allí que los ojos temblaban. Quizá la visión
cotidiana de una multitud fue durante cierto lapso un espectáculo al cual el ojo debía habituarse
antes” (Benjamin, 1999: 41). Una vez conquistada esta facultad, la percepción se atrofiaba.
Frente a esto, el cine y su tecnificación permitían una vuelta a esa realidad de manera más
pausada (por medio del retardador) y más cercana (por vía de los primeros planos), daba la
posibilidad de acceder al inconsciente óptico que se perdía en el acelerado andar habitual en
la urbe: “… aquí es donde interviene la cámara con sus medios auxiliares (…) Por su virtud
experimentamos el inconsciente óptico, igual que por medio del psicoanálisis nos enteramos de
inconsciente pulsional” (Benjamin, 1973: 48).
La fotografía y el cine, surgidas de la técnica y su capacidad de reproductibilidad de obras de
arte, eran propias del momento histórico en el que vivían Benjamin y Adorno, es por ello que el
primero concordaba con Fucks24 en que: “A cada época le corresponden técnicas reproductivas
muy determinadas. Representan la respectiva posibilidad de desarrollo técnico y son… resultado
de las necesidades de dicha época” (Benjamin, 1973b: 132). De este modo, el mismo desarrollo
técnico que podía ser empleado por el capitalismo para la distracción, o por el fascismo para la

23 Provocada por el capitalismo mismo al convertir las ciudades provincianas europeas en centros productivos industriales:
a partir de ello la gran migración rural hacia las urbes provocaría las multitudes, el aceleramiento y alerta de la vida (¡y
percepción!) cotidiana. Sobre este punto ver Kemp, Tom (1974). La revolución industrial en la Europa del siglo XIX. Barce-
lona: Editorial Fontanella y Braudel, Fernand (1986). La dinámica del capitalismo. México: Fondo de Cultura Económica.
Hobsbawm lo traduce en números: “…Viena pasó de unos 400.000 habitantes en 1846 a 700.000 en 1880; Berlín pasó
de 378.00 (1849) a casi un millón en 1875; París, de 1.000.000 a 1.900.000; Londres, de 2.500.000 a 3.900.000…”
Hobsbawm, Eric (1983). La era del capitalismo (1848-1875). España: Labor Universitaria, p. 207.
24 Quien fue uno de los primeros en desarrollar el carácter específico del arte de masas basado en la reproductibilidad
técnica del material.

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manipulación de las masas, brindaba también una posibilidad revolucionaria al abrir caminos en
la percepción y – esencialmente – al constituirse en destructor del aura de los objetos culturales
heredados. El cine, como su antecesora: la fotografía, podía dar cuenta de los retrocesos de la
sociedad y moverse en dirección contrapuesta al positivismo, que sólo había podido percibir en
el desarrollo de la técnica los progresos de las ciencias naturales25.
Benjamin queda mirando en silencio el proyector cinematográfico en el cuarto, y Adorno
espera prudentemente que se disipe la pasión en las palabras de su amigo, antes de arremeter
contra todas sus aseveraciones.
En primer término, Adorno critica la parcialidad del escrito de Benjamin sobre la reproducti-
bilidad técnica de las obras de arte: “La antítesis simple entre la obra con aura y la obra reprodu-
cida masivamente, que debido a su carácter drástico menosprecia la dialéctica de los dos tipos,
se convierte en presa de una concepción de obra de arte que elige como modelo a la fotografía
y que no es menos bárbara que la concepción del artista como creador” (Adorno, 2004: 80-81).
Es que Adorno separa el doble sentido histórico de la “técnica” entre aquella que se desarrolla
fuera de la obra de arte (extraestética)26 y la que se da dentro del arte misma (intraestética)27,
valiendo esta última y su evolución como medio para desentrañar la verdad contenida en el ma-
terial artístico en relación con sus antecesores. Para Adorno prima la contraposición histórica de
las técnicas artísticas tradicionales, desde que el quid de la cuestión es “cómo hay que organizar
las obras de arte para que sean vinculantes” (Adorno, 2004: 85).
De esta manera, la propuesta estética de Adorno es la interpretación del material artístico
por vía de la técnica, ya que sólo ella (y sus conocedores) pueden hacer a la negatividad crítica
de cada obra autónoma (sin ideología)28 y con éste momento develar la verdad que denuncia la
sociedad y la realidad empírica. En las palabras mismas de Adorno: “La técnica tiene carácter
clave para el conocimiento del arte; sólo ella lleva a la reflexión al interior de las obras; sólo a
quien hable su idioma (…) la técnica no es todo el arte, pero sólo desde su concreción se puede
extrapolar el contenido (…) es la figura determinable del enigma de las obras de arte, racional
y no conceptual a la vez” (Adorno, 2004: 283).

25 El cine podía crear una obra como El huevo de la serpiente (Bergman, 1977), como denuncia de las atrocidades del
nazismo como retroceso social y su idea proto-científica de raza superior o espacio vital “probado científicamente” (apa-
rente avance barnizado de “neopositivismo”). La manipulación de la cientificidad en lo biológico y natural del fascismo
(en contraposición a la postura del Círculo de Viena) se ve claro en Pinto, Julio (2007). “La ciencia política”, en Julio Pinto
(compilador). Introducción a la ciencia política, Buenos Aires, Eudeba.
26 Dígase: la aplicación de la tecnificación a las obras de arte: fotografía y cine entre ellas.
27 Por ejemplo, la revolucionaria técnica del spillover del pintor Jackson Pollock.
28 Se ha visto en el acto anterior que Adorno estaba en contra de todo uso explícitamente social e ideológico de las obras de arte.
Para cumplir su función mediada en la praxis social, éstas debían estar limpias de ideología y detentar autonomía. En este acto, se
suma a ello la técnica artística tradicional (intraestética) como medio para trabajar adornianamente las obras de arte.

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En estas palabras se rescata entrelíneas otro asunto: la técnica mostraba que el arte estaba
hecho por humanos, y que ser técnico en este sentido era para Adorno detentar un oficio. De
ello se desprenden dos nociones: que la técnica artística no podía ser experimentada, llevada a
cabo, ni percibida correctamente por las masas; y que la misma debía escapar a la tecnificación
que le otorgaba reproductibilidad creadora de material de distracción/consumo de las masas en
el capitalismo o manipulación de la chusma29 en el fascismo.
El actor que interpreta a Adorno no despliega todavía su pensamiento sobre este último tipo
de régimen político, sino que contrarresta las aseveraciones y esperanzas de Benjamin en la re-
productibilidad técnica. Donde su amigo ve potencial revolucionario, Adorno ve industrialización
del arte para la distracción y consumo en el capitalismo.
En efecto, la niñez de Adorno en Frankfurt am Main se hace presente en este momento,
y en la escena resuena la voz de una mujer y un piano de fondo. La crianza de Adorno estu-
vo influida por su madre, María Calvelli-Adorno (cantante profesional); y su hermana soltera,
Agathe (pianista profesional que acompañaba a la cantante Adelina Patti). En este ambiente la
música se vivía en cuanto se la reproducía humana y no tecnificadamente:30 “A diferencia de
las grabaciones de radio y fonógrafo, cada reproducción recreaba [la] música, la traía a la vida,
la producía activamente y no [se] consumía en forma pasiva” (Buck-Morss, 1981: 22).
La tecnología (o tecnificación de Benjamin) era uno de los elementos que amenazaba el arte
por fuera (extraestéticamente), desde que mecanizaba su producción y alteraba la experiencia
estética. Vale destacar que no sólo desde afuera el arte corría peligro: internamente ella corría
un serio riesgo en los movimientos artísticos expresionistas y surrealistas, criticados también
(como viera el espectador en el acto anterior) por Adorno.
Así es que Adorno contempla con ojos de tristeza y enfado el mismo cinematógrafo que
ilumina la mirada de Benjamin con tanto optimismo. Grita el interpretante de Adorno sobre el
escenario: ¡la mecanización del arte no trae la potencialidad revolucionaria…genera la industria
cultural!31
Ya se ha visto: la mecanización del arte atentaba contra ella y atrofiaba la correcta recep-
ción del material artístico, cosificándolo y convirtiéndolo en una mercancía susceptible de venta

29 Es éste el apelativo que utiliza Adorno para diferenciar las masas bajo el régimen fascista, tal como consta en Adorno,
Theodor (2005). Ensayos sobre la propaganda fascista. Psicoanálisis del antisemitismo. Buenos Aires: Paradiso.
30 Y es aquí donde rompe aguas con Benjamin en cuanto a las virtudes de la reproductibilidad técnica del arte: la técnica
era humana, y la reproducción de una sinfonía era su ejecución por parte del sujeto (que ejecutaba sobre lo ya producido:
las partituras del compositor) y no la reproducción en un fonógrafo o tocadiscos. Esta bifurcación, recuérdese, trae consigo
otra noción ya aludida: sólo podían reproducir el arte y experimentarla auténticamente quienes tenían dichos conocimientos:
los artistas, no las masas. En este último punto, la filosofía y el arte deben liberar la conciencia de esta esfera y no la del
proletariado: aquí es donde rompe aguas nuevamente, pero con György Lukács.
31 En este punto el eco de la frase se registra en otra voz en off fuera del escenario: la de György Lukács. Su eco viene ahora
al encuentro de Adorno con las reminiscencias del fetichismo de la mercancía…

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(como discos o boletos de cine) que nada tenía de denuncia o crítica social: ésta era trocada en
el esquema de la industria cultural por divertimento a las masas, concebidas y tratadas como
consumidores.
Desgranando este postulado de Adorno, se verá que el arte así generado y transmitido
es la expresión “… de la crisis de la experiencia, [ya que] absorbe lo que la industrialización
ha creado bajo las relaciones de producción dominantes” (Adorno, 2004: 53). El arte no
se experimentaba (ejecutando una obra, pintando un cuadro) sino que se consumía. Este
consumo estaba asegurado por la aplicación del arma del capitalismo en la esfera cultural y
estética: la reproducción fordista del arte en soportes mecánicos y plausibles de distribución
masiva con una clasificación que comprendía todo el espectro de posibles gustos consu-
mistas, velando en ello la cooptación de todos los receptores posibles. Toda distinción de
obras y productos eran diferencias “…acuñadas y difundidas artificialmente” (Horckheimer
y Adorno, 1969: 149).
El arte así cosificado nada tiene de revolucionario al estilo benjaminiano, desde que es con-
cebido para masas que no pueden experimentarlo ni profundizar en él. Su función se deforma
en mera distracción y divertimento, y divertirse “… significa siempre que no hay que pensar
[ejerciendo la] fuga respecto al último pensamiento de resistencia que la realidad puede haber
dejado aún” (Horckheimer y Adorno, 1969: 174).
El arte se corrompe: claudica en su denuncia y negatividad crítica, provocado ello por la inje-
rencia errónea de quienes no pueden acceder al contenido de verdad que expresa la negatividad
crítica: las masas. En esta situación, el capitalismo da su estocada final convirtiendo el arte en
una cosa con valor asignable susceptible de intercambio: en una mercancía que es recibida por
los consumidores para el goce y la distracción, haciendo que “… lo que podría denominarse
valor de uso en la recepción de bienes culturales [sea] sustituido por el valor de intercambio”
(Horckheimer y Adorno, 1969: 311).
El réquiem que entonan Adorno y Lukács refiere a que “Durante toda la era liberal la cultura
cayó a la esfera de la circulación de bienes, y la paulatina consunción de ésta corroe el sistema
nervioso de aquella (…) la comercialización de la cultura llega ya a extremos risibles. Bien ata-
da, administrada y concienzudamente calculada, la cultura va muriendo de inanición” (Adorno,
1973: 233).

El derrocamiento del aura en manos de la fotografía y el cine

Benjamin vuelve a mirar el proyector, lo señala y torna la mirada a Adorno: le dice que ésa es
la piedra que se arroja contra el vidrio para apropiarse de la cosa que se expone en el aparador

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como dada32. La ruptura del cristal en mil pedazos provoca en quien la arroja un shock, que le
despierta del ensimismamiento de mirar la cosa sin apropiársela. Una vez rota la vidriera, la per-
cepción de la cosa tomará más facetas, y desde la noción restringida que tenía por la distancia
dada por el vidrio, nace una cercanía que antes no existía: el sujeto ya no reverencia el objeto en
su valor cultual… la vidriera del pasaje parisino es ahora accesible y su destrucción se prolonga
a los mandatos que separan las clases33.
A partir del primer extrañamiento del espectador de la obra, el interpretante de Benjamin
explica su imagen de la forma que sigue.
Desde sus tesis sobre la historia, la tarea revolucionaria demanda la destrucción del valor
de la tradición en la herencia cultural, y esto se configura de este modo debido a que la idea de
progreso ha planteado una linealidad histórica34 que no deja ver los momentos revolucionarios,
la posibilidad de todo presente, de todo aquí y ahora, de hacer la excepción contra lo dado. Su
consecuencia es la persistencia de la dominación, a través de los objetos culturales y la tradición
que emanan desde todos sus poros. ¿Cómo salir de este tiempo homogéneo y vacío? Benjamin
afirma que “De lo que se trata para el materialismo histórico es de atrapar una imagen del pasa-
do tal como ésta se le enfoca de repente al sujeto histórico en el instante del peligro. El peligro
amenaza tanto a la permanencia de la tradición como los receptores de la misma” (Benjamin,
2007: 25-26). Como ha visto ya el espectador de este debate guionado, se trata de hacer saltar
el continuum de la historia, que insiste en la construcción de la linealidad del tiempo homo-
géneo y vacío en los bienes culturales tradicionales: prueba empírica del pasado así construido
(como un rosario entre las manos del historiador cómplice).
Se dirige entonces Benjamin a Adorno: “… quienes dominan en cada caso son los herede-
ros de todos aquellos que vencieron alguna vez (…) Y como ha sido siempre la costumbre, el
botín de guerra es conducido también en el cortejo triunfal. El nombre que recibe habla de bie-
nes culturales” (Benjamin, 2007: 27). El ataque a la tradición y a su tiempo vacío y homogéneo
(ese cepillar la historia a contrapelo) será entonces el ataque a sus baluartes en el presente, el
aniquilamiento del botín de guerra: los bienes culturales de la tradición y lo que ellos conllevan.
La obra de arte en su figura tradicional (y rol de bien cultural), detenta dos atributos esenciales:
la autenticidad y la autoridad. Destruir estos atributos es la tarea previa que llevará al potencial revo-
lucionario en el presente, desde que ambos remiten a la tradición y su herencia cultural, ambos con-
forman el aura que otorga al bien cultural una praxis ritual en desmedro de una praxis revolucionaria.

32 Desde que “Cada día cobra una vigencia más irrecusable la necesidad de adueñarse de los objetos en la más próxima
de las cercanías”, en Benjamin, Walter (1973). “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica”, op. cit. p. 4.
33 Los oprimidos ya no circulan en los pasajes sin posibilidad de acceso a los negocios: los saquean.
34 Bajo la aceptación y el conformismo de esta linealidad, sólo se logra “…percibir los progresos del dominio sobre la
naturaleza, no los retrocesos de la sociedad”, en Benjamin, Walter (2007). Sobre el concepto de historia. Tesis y fragmen-
tos, op. cit., p. 32.

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Para Benjamin, toda obra de arte tradicional detenta intrínsecamente su autenticidad, des-
de que su original es único y determinado por un autor, su inspiración y un tiempo, imposible
de repetirse en ésa obra particular35. De este modo “La autenticidad de una cosa es la cifra de
todo lo que desde el origen puede transmitirse en ella desde su duración material hasta su tes-
tificación histórica” (Benjamin, 1973a: 22). De la autenticidad proviene la autoridad plena de
una obra: su presencia especial que contiene historia, inspiración, autor y contexto de creación.
Observar el original de La Mona Lisa de Leonardo Da Vinci (que data de 1505) no se compara
con hacer lo propio frente a un afiche encuadrado de la misma en la sala de espera de un consul-
torio médico: ante la primera la contemplación hace una invisible reverencia dedicada al objeto
auténtico lleno de misticismo de pasado y, por ende, de autoridad.
Esa reverencia que hacen los ojos en su contemplación es provocada por el valor cultual de
la obra, que refrenda su nexo con la tradición heredada: la historia de los que vencieron y siguen
venciendo en sus herederos del presente. La autenticidad y la autoridad se resumen ambas en
el concepto de aura de un objeto, y la experiencia de ésta “…reposa por lo tanto sobre una
transferencia de una reacción normal en la sociedad humana a la relación de lo inanimado o de
la naturaleza con el hombre (…) advertir el aura de una cosa significa dotarla de la capacidad
de mirar (…) es ‘la aparición irrepetible de una lejanía’” (Benjamin, 1999: 68-69).
Lo importante de esta última parte de la definición del aura es que, concebida con aura,
detenta una experiencia parasitaria en un ritual: se constituye en el botín de guerra de ese
continuum histórico homogéneo y vacío, desde que “Lo esencialmente lejano es inaccesible: la
inaccesibilidad es una característica esencial de la imagen de culto” (Benjamin, 1999: 69) y la
imagen de culto reclama reverencia y obediencia, respeto por su autoridad, respeto por la cultura
heredada que no deja lugar a convertir la excepción en regla. De allí que también la praxis ritual
no deje lugar a la praxis política, de la acción en el aquí y ahora.
Es aquí donde el proyector cinematográfico se convierte en la piedra contra la vidriera.
Es que, la reproductibilidad permitida por la tecnificación emancipa a la obra de arte en esta
existencia parasitaria ritual: “…la técnica reproductiva desvincula lo reproducido del ámbito de
la tradición. Al multiplicar las reproducciones pone su presencia masiva en el lugar de una pre-
sencia irrepetible” (Benjamin, 1973a: 22), de este modo se dispone de una obra que es cercana
y puede repetirse, que no goza de autenticidad ni autoridad (puesto que ha sido reproducida
técnicamente), que es susceptible de movilidad (saliendo en busca de su destinatario), y que
satisface reiteradamente el deseo de ser experimentada a partir de su masividad y accesibilidad.
Todas estas dotes en conjunto llevan a la destrucción o decadencia del aura y del valor cultural

35 Pablo Picasso como autor inspirado pintó el Guernica en un punto fijo en el tiempo (tardó un mes del año 1937). Si
bien al día siguiente de su creación pudo haber pintado un cuadro idéntico, la inspiración única que lo llevó al Guernica
ya pasó: dio a luz a la obra y murió en la sala de partos. El Guernica, así concebido, es auténtico por su unicidad – o la
unicidad de su versión original.

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del material artístico que la contiene, por vía de “la manifestación repetible de una cercanía”. La
praxis ritual queda entonces liquidada, y deja lugar al momento de la praxis política.
En este cometido la fotografía dio los primeros pasos, desde que en su existencia “…la
mano se descarga por primera vez de las incumbencias artísticas más importantes que en ade-
lante van a concernir únicamente al ojo que mira por el objetivo” (Benjamin, 1973a: 19). En una
“competencia” entre la fotografía y una pintura realista, la primera destruye el aura que contie-
ne la segunda: un cuadro realista que reproduce un atardecer en el campo fidedignamente que-
da derrocado en su valor cultual por la infinidad de copias a partir de los negativos fotográficos y
la inmediatez de su logro, cualidades que a su vez se refuerzan en la posibilidad de distribución
masiva de las copias fotográficas a bajo costo: proveyendo en eso su cercanía y accesibildad los
destinatarios de las mismas36. El valor cultual se transforma entonces en valor exhibitivo.
De lo anterior queda claro que existe un solo principio formal en esta “competencia” entre
obra tradicional y obra susceptible de reproductibilidad: “…para la mirada que no puede saciar-
se nunca con un cuadro la fotografía significa lo que es el alimento para el hambre o la bebida
para la sed” (Benjamin, 1999: 67).
La fotografía sería la antecesora del cine, este último contiene en el celuloide minúsculas
fotografías que se suceden consecutivas unas a otras con una velocidad que les imprime la
noción de movimiento. Benjamin recalca éste como la punta de lanza del nuevo tipo de obra re-
productible técnicamente desde que, aún dando cuenta de la disputa de la fotografía y la pintura
en el siglo XIX, afirma que “… las dificultades que la fotografía deparó a la estética tradicional
fueron juegos de niños comparadas con las que aguardaban a esta última en el cine” (Benjamin,
1973a: 32). La complejidad del cine y su peligrosidad aún mayor para el arte tradicional se es-
grimen por la sucesión de imágenes en su conjunto, con la que cada una aparece prescrita por
la serie que le antecedió. En este sentido, el cine impone – frente a la fotografía – una recepción
simultánea y colectiva, desde que puede crear un sujeto colectivo en todo el público reunido en
una sala que mira la sucesión de imágenes así ordenadas por el equipo que compuso el film,
al tiempo que remite al espectador a una cercanía brechtiana aún mayor a lo habitual o coti-
diano representado, desde que está dotado de movimiento que la fotografía carece, pudiendo
así – con la ayuda del aparato: la cámara de filmación – emular más fidedignamente el mundo
móvil en torno del sujeto. El cine cumplirá también una función específica de reivindicación de
la fotografía, ya que “una de las funciones revolucionarias del cine consistirá en hacer que se
reconozca que la utilización científica de la fotografía y su utilización artística son idénticas.
Antes iban generalmente cada una por su lado” (Benjamin, 1973a: 47).

36 Frente a ello, ese sólo cuadro tendrá limitadas posibilidades de ser observado, desde que su confinamiento a una galería
pública (en el mejor de los casos) o a una colección privada (en el peor de ellos), restringe la accesibilidad a la obra y por
tanto la aleja (ello sin tocar en este acto de la obra la manera de recepción o experiencia que demanda la correcta interpre-
tación adorniana de dicho material, posible sólo para unos pocos).

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La destrucción del aura por parte del cine es multi-direccional, y tiene un solo núcleo en
este hecho: la mediación de la cámara. Tanto el actor como el espectador están separados, no
se genera un “clima aurático” como podría darse en el teatro: uno y otro están mediados en el
cine por la cámara y el proyector que sigue señalando Benjamin en este acto, es decir, por todo
un mecanismo. Pirandello define esta situación como un exilio del actor de cine, ya que a esta
forma artística le importa que el actor se represente a sí mismo ante el mecanismo, teniendo
la posibilidad de no respetar la totalidad de su ejecución (pudiendo quitar de la versión final
del film un montón de escenas donde el actor aparecía). Asimismo, y al igual que otros objetos
que aparecen en la escena de un rodaje, el actor de cine resulta un mero accesorio37 semejante
en muchas oportunidades – como en el caso de los extras – a los objetos inanimados que
componen el todo de una escena. Como si fuera poco, el actor y en general todo el mecanismo
cinematográfico que le rodea, desconoce quiénes serán beneficiarios del producto final: la cinta
cinematográfica.
¿A qué quiere llegar Benjamin con todo este discurso mientras sigue señalando el proyector
a su amigo? Simplemente al hecho que “… por primera vez – y esto es obra del cine – llega
al hombre a la situación de tener que actuar con toda su persona viva, pero renunciando a su
aura” (Benjamin, 1973a: 36).
¿Y el público? El libreto refería en el párrafo ante-anterior que la destrucción del aura en
manos del cine y su mecanismo era multi-direccional, y así de uno y otro lado de las distintas
lentes (la de la cámara y el proyector) el aura se atrofia. Es que no sólo se trata al espectador
como un consumidor al estilo de Adorno (quien se encuentra todavía callado en este acto mien-
tras Benjamin sigue disertando, ya no debatiendo), sino que el espectador constituye el reverso
del actor: no es éste quien está frente aquél, sino la imagen que el cinematógrafo proyecta.
A ello el cine le quita al espectador la experiencia aurática. En este momento el interpre-
tante de Benjamin se dirige a Adorno y le presenta la siguiente imagen: no sólo el actor no está
ejecutando su papel hacia él (como en el caso del teatro), sino que su ejecución ya aconteció
ante la máquina38. No resulta la misma experiencia sentarse frente a frente con un asesino que
comienza a relatarnos su vida de crímenes “en vivo” dirigiéndose como narrador sólo a nosotros
(como si fuésemos Capote escribiendo A sangre fría), que verlo a través de la pantalla hablando
a un todo impersonal. El aura está destruida desde este otro lado de la lente.
Así, nacido de la técnica misma, fundado en ella, el cine es el destructor del aura por ex-
celencia, y se constituye en un “agente encubierto” por las altas ganancias que genera para la

37 De allí la necesidad de los castings que buscan perfiles específicos para cada personaje. Benjamin ilustra esto aludiendo
a un hecho cinematográfico: en su film La Pasión de Juana de Arco (1928), Carl Theodor Dreyer empleó meses hasta en-
contrar los cuarenta actores que representaron el jurado contra la joven doncella de Orleáns, en una procura que se parecía
mucho a la de difíciles accesorios de conseguir.
38 Lo que da por tierra con el aquí y ahora aurático.

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industria cultural: lo que permite su supervivencia desde dentro de la industria cultural como
mercancía representando a la vez un latente y constante peligro para ella.

El montaje y el shock hacia la visión crítica

Hasta aquí el momento destructivo del cine: la trituración del aura; pero Benjamin comienza
ahora a disertar sobre el segundo momento, que resulta constructivo y mucho tiene de paralelis-
mo con el surrealismo. Es que este último practicaba la contraposición de las figuras en tensión
en sus simbolismos en busca de un shock por parte del observador de la obra, un espasmo que
redefiniera la concepción del significado que veía frente a él.
Lo mismo ocurre para Benjamin en el cine: el método del montaje permitía una rápida su-
cesión de imágenes aparentemente desconectadas e incluso contrapuestas, que alumbraban en
ese choque una lógica interna radicalmente diferente a la lógica conceptual lineal de las figuras.
Era hacer historia a contrapelo desde las imágenes, para captar ese instante fugaz de verdad.
Con el montaje el cine podía descubrir ante el espectador imágenes dialécticas que provocaran
en él un shock, despertando así al sujeto colectivo de su ensueño y sugiriendo una visión crítica.
Tal como lo afirma en su tratamiento de Baudelaire: “Llegó el día en que el film correspondió
a una nueva y urgente necesidad de estímulos. En el film la percepción por shocks se afirma
como principio formal. Lo que determina el ritmo de la producción en cadena condiciona, en el
film, el ritmo de la percepción” (Benjamin, 1999: 44-45). El cine no deja pensar al espectador
lo que quiere: no le da tiempo (y allí actúa sobre la memoria involuntaria), ya que las imágenes
se mueven sustituyéndose unas a otras sin posibilidad de fijarlas para caer en el recogimiento de
carácter burgués39. No es sobre la contemplación sino sobre la dispersión (y la percepción atro-
fiada) donde el cine trabaja en sentido revolucionario por medio de los shocks. El interpretante
de Benjamin declamará entonces para el cierre del acto: “… el arte abordará la más difícil e im-
portante [de las tareas] movilizando a las masas. Así lo hace actualmente en el cine. La recepción
en la dispersión (…) que es el síntoma de modificaciones de hondo alcance en la apercepción,
tiene en el cine su instrumento de entrenamiento. El cine corresponde a esa forma receptiva por
efecto de choque” (Benjamin, 1973a: 54). Se hace un silencio y cae el telón.

III. Tercer acto: el celuloide en su lata (o el tratamiento del material


artístico)

El interior de la sala de proyección sigue persistiendo como decorado. Acabada la diserta-

39 El truco es, para Benjamin no caer en el recogimiento (donde el sujeto se sumerge en la obra), sino hacer a la dispersión,
donde el sujeto disperso (o la masa dispersa) sumerge en sí a la obra artística.

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ción/declamación de Benjamin, el interpretante de Adorno mira a su alrededor y encuentra en la


escena un rollo de film en una lata semiabierta, donde asoma una tira de celuloide. Señalándola
mira a su amigo y le responde: no es el producto lo que importa… es el proceso.
Nuevamente resuena en off y de fondo un piano y una voz de mujer, que se hace tenue
mientras distancia la infancia de Adorno con el año 1924. Es entonces cuando parte a estudiar
con Berg con la promesa de iniciarse en el método de composición de Schönberg, a quien admi-
raba (con una profusión semejante a al de Benjamin sobre Brecht) en virtud de la destrucción de
la tonalidad musical que había logrado.
Para Adorno, la obra de arte se escapa del hechizo de la realidad empírica, adoptando una
actitud distante frente a ésta. Distante, pero no desconectada: cada material artístico plasma
dentro de sí los antagonismos irresueltos de la sociedad, y en tanto tal se erige como su crítico
implacable, en una actitud constante de denuncia social.: “Todas las obras de arte, incluso las
afirmativas, son polémicas a priori. La idea de una obra de arte conservadora tiene algo de
disparatado. Al separarse enfáticamente del mundo empírico, de su otro, las obras de arte pro-
claman que el mundo empírico tiene que cambiar: son esquemas inconscientes del cambio en el
mundo empírico” (Adorno, 2004: 236).
Es esta fuerza de resistencia social lo que mantiene vivo al arte y lo salva de caer en la esfera
de circulación de las mercancías, ya que plasmando los antagonismos de la realidad empírica
todo material artístico posee un contenido de verdad. Pero esta última no está a la vista, ni se
esconde dentro de la obra siendo constitutiva exclusiva del objeto. Esta verdad sólo ve la luz
mediante un proceso de mediación entre la esfera estética y la realidad empírica, y en esta tarea
el artista es el mediador: es éste quien debe resolver el enigma que plantea cada obra mediante
la interpretación crítica concebida como una mediación entre la esfera estética y la esfera de
realidad empírica40. Este momento crítico resultaba un tercer escalón en los pasos que conlleva-
ba la obra artística luego de los niveles de producción y reproducción, y como último eslabón,
esta interpretación crítica daba cuenta de los dos precedentes41.
La resolución del enigma que cada obra presentaba como oráculo llevaba a la instancia de
negatividad crítica, y este proceso y su resultado se componía, esencialmente, de dialéctica en

40 Afirma Adorno: “El contenido de verdad de las obras de arte es la resolución objetiva del enigma de cada una. Al recla-
mar una solución, el enigma remite al contenido de verdad. Este sólo se puede obtener mediante la reflexión filosófica (…)
Las obras, sobre todo las de mayor dignidad, esperan ser interpretadas (…) la crítica postula que se comprenda el contenido
de verdad. No se ha comprendido aquello cuya verdad o falsedad no se ha comprendido, y éste es el negocio crítico”, en
Adorno, Theodor (2004). Teoría estética. op. cit., p. 174.
41 Mientras la interpretación crítica era el tercer momento de la obra de arte que escapaba de las influencias de la realidad
empírica, en la obra de arte mutada en mercancía este tercer nivel era trocado por el consumo por parte de las masas en
la industria cultural. La diferencia entre una y otra tenía como núcleo esencial el receptor: de allí que Adorno abogara por
la liberación de la conciencia de los artistas e intelectuales y no, a la manera de Lukács, la liberación de la conciencia del
proletariado.

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todos sus instantes. En primer lugar se debía producir una dialéctica entre el sujeto y el objeto,
donde ambos se influyeran mutuamente sin que uno predominara sobre el otro, produciendo
así una exacta fantasía, y esto solo podría tener lugar entre una obra de arte y un sujeto con
capacidad de comprenderla e interpretarla42: allí es donde entra para Adorno el artista y el
filósofo; y allí es donde este pensador se bifurca de la influencia marxista de Lukács que hasta
entonces había seguido. Es que de este último quería experimentar el marxismo como método
de análisis estético, y no como programa de acción. En este avance (auto) restringido sobre la
teoría lukácsiana es donde Adorno se desvía de la concepción de Benjamin sobre la potenciali-
dad revolucionaria y la praxis política como validez estética.
En segundo lugar, se debía producir una dialéctica entre la autonomía de la obra de arte
y la realidad empírica de la cual provino y en un nivel forma parte. Para ello la obra no debe
renunciar nunca a su autonomía ni a la pertenencia de su propia esfera, y en ello no debe de-
jarse seducir por una praxis política inmediata. Por otro lado, la obra de arte es producida por
personas, por humanos, que forman parte de la realidad empírica con la cual el material estético
está vinculado desde su nacimiento. La tensión entre estas dos instancias es, paradójicamente,
el equilibrio que se debe lograr en pos de llegar a la negatividad crítica43.
La tercera dialéctica se debía producir con la dimensión histórica como núcleo, y es éste el
nodo del problema en la reproducción musical que trata Adorno en sus escritos, por lo que para
este autor en cada ejecución del material (musical en su caso) debía transformarse dicho mate-
rial alterando su tiempo para seguir siendo fiel al mismo componiendo una imagen histórica que
iluminaba las contradicciones antes que negarlas o superarlas. Así: “Una válida reproducción
no era pues una copia al carbón del original: era el resultado de la mediación dialéctica entre
el presente y el pasado, el director de la orquesta y la composición” (Buck-Morss, 1981: 104).
Con la totalidad de todos estos factores y momentos se llegaba a la negatividad crítica, que
tiene por expresión póstuma señalar los antagonismos y contradicciones sociales en la realidad
empírica. En este señalamiento el arte se constituía en una denuncia, pero nunca en la supera-
ción o negación de estos antagonismos que indicaba, tal como pretendían algunas corrientes
pictóricas, musicales y teatrales que tanto detestaba Adorno.
Este aspecto temporal resulta esencial, ya que todo artefacto cultural estaba determinado
socio-económicamente en un marco histórico puntual. Aún así, esto no lo anquilosaba: a pesar
de su tiempo y de las intenciones del creador o artista, de cada artefacto brotaban muy a pesar
de ellos elementos inintencionales, que se solidificaban en verdades inintencionales constitui-

42 Diciendo entonces: “Los últimos cuartetos de Beethoven sólo arrojará al orco de la apariencia obsoleta quien no los
conozca ni comprenda”, en Adorno, Theodor (2004). Teoría estética. op. cit., p. 332.
43 Desde que “El carácter doble del arte como algo que se separa de la realidad empírica y, por tanto, del nexo efectual
social y que empero forma parte de la realidad empírica y de los nexos efectuales sociales sale inmediatamente a la luz en
los fenómenos estéticos. Éstos son las dos cosas, estéticos y faits sociaux”, ibidem, p. 333.

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das en enigmas. La dimensión histórica irrumpía (como aliada) en la interpretación crítica por vía
del devenir técnico (intraestético) que el material artístico mostraba, y por ello cada artefacto
cultural se convertía en acusador de su semejante. Ello hacía, entonces, a este “ida y vuelta”
continuo entre pasado y presente dentro mismo de la esfera estética.
De este modo, la concepción estética de Adorno y su función distaba mucho de la figura del
proyector cinematográfico que le señalaba Benjamin en el acto anterior, y el punto de ruptura en
ambos es la distinta función del arte: para Benjamin detenta una denuncia que puede ser inme-
diata y un potencial revolucionario una vez que se elimina el valor cultual del material estético y
se provoca el shock. Para Adorno, en cambio, la función del arte es denunciar los antagonismos
sociales en la realidad empírica: responde a la crítica (y sus efectos indirectos en la liberación de
la conciencia) y no a la acción directa; siendo la actividad intelectual crítica (artística o filosófica)
revolucionaria en sí misma44.
Donde Benjamin abogaba por una cercanía del material45 (saliendo al encuentro de su re-
ceptor) y un manejo del mismo por parte del montaje, Adorno veía arte inferior, que “… se
introdujo en la cultura como testimonio del fracaso de ésta (…) Las personas embaucadas por la
industria cultural y sedientas de sus mercancías se encuentran más acá del arte (…) La pasión de
manosear, de no dejar ser a las obras lo que son, de alterarlas, de reducir su distancia respecto
del contemplador, es un síntoma inequívoco de esta tendencia” (Adorno, 2004: 29-30).
Del mismo modo, donde Benjamin celebra la reproductibilidad técnica Adorno la maldice:
la iluminación de los antagonismos en el arte se hace por vía de la interpretación crítica de la
técnica intraestética y no por vía de la aplicación la mecánica extraestética: aquella tecnificada
que influye contaminando el arte “desde fuera”46. Y en este último cometido el mediador pre-
dilecto es el artista o ejecutante, y no el proletariado que no comprende ni puede llegar a una
interpretación crítica del material como mero “espectador”.
La película terminada que sigue señalando Adorno en la escena, imposible de ser ejecutada
o reproducida subjetivamente por quienes irían a recibirla (cómo él ejecutara piezas musicales
en su infancia), destruye cada momento dialéctico y el proceso entero que lleva a la negatividad
crítica, intentando vanamente ir más allá de la denuncia de los antagonismos: único aporte del
arte contra la realidad empírica y el contexto de dominación que la vio nacer. Cae el telón.

44 “… la configuración que articula las contradicciones mudas e implícitas tiene rasgos de una praxis que huye no sólo de
la praxis real; satisface al concepto de arte en tanto que modo de comportamiento. El arte es una figura de la praxis y no
tiene que pedir perdón por no actuar directamente: no podría aunque quisiera”, ibidem, p. 307.
45 De la cual, según Adorno, el verdadero arte debía abstenerse tomando una “distancia acusadora”.
46 Ella descansa no sólo en la distinción técnica que ya se ha asentado en el libreto, sino en la distinción entre arte y
ciencia que hace Adorno: “… el arte (…) está vinculada a la agitación, a la inmediatez de la experiencia; de lo contrario no
se podría distinguir de la ciencia: en el mejor de los casos sería un pago a cuenta de la ciencia, por lo general un reportaje
social”, en Adorno, Theodor (2004). Teoría estética, op. cit., p. 341.

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IV. Cuarto acto: la sala llena (o la dicotomía sujeto colectivo vs sujeto


individual)

Se abre el telón e irrumpe en escena el encargado de la proyección, mira extrañado a los dos
amigos y les ordena salir del cuarto frunciendo el entrecejo. Benjamin y Adorno intentan explicar
su presenciada mediada por el boletero tiempo antes, pero este nuevo personaje hace oídos
sordos y repite su frase levantando el tono. Abajo, la sala rebosa ya de espectadores47: el tiempo
en el cuarto de proyección fue otro que el corriente, y no lo marcaron los relojes.
Al ver todos esos asientos ocupados por trabajadores en su día de descanso, propio de un
cine en un barrio obrero parisino, Benjamin siente que la imagen aúna al emisor ideal con el
receptor ideal: el cine y el proletario, la nueva obra de arte (tecnificada y reproducible) con la
clase erigida allí en público.
¿En qué otro lugar podrían ellos estar? Si hubieran atendido al discurso de Adorno sobre
su procedimiento estético, hubieran seguido tan vacíos como antes, ya que – parafraseando a
Fucks – ese conocimiento estético “…trataba de un saber sin acceso a la praxis e incapaz de
enseñar al proletariado en cuanto clase acerca de su situación: esto es, era inocuo para su opre-
sores” (Benjamin, 1973b: 97). Mira entonces a Adorno y le recuerda los postulados de Lukács:
si contemplaran ahora una obra de arte tradicional, igualmente cosificada en mercancía como la
que van a ver, no habría “…rozado en la conciencia de [estos] hombres ni una sola experiencia
auténtica, esto es, política” (Benjamin, 1973b: 102). Es más, continuando con esta apología de
Fucks48 Benjamin dirá que el arte deberá esperar a la victoria político-económica del proletariado
para renacer, siendo extirpada del mercado para restituirse a su lugar genuino.
El cinematógrafo que señalaba Benjamin en el acto II correspondía a la época en curso como
avance de la reproducción técnica mecanizada, lo que hacía de este aparato el medio técnico
para cumplir la revolución en el presente, ya que correspondía, como avance de la técnica de
reproductibilidad del artefacto estético, a la determinada época histórica que se vivía.
Esta reproductibilidad técnica aplicada a la obra de arte “…modifica la relación de la masa
para con la obra de arte” (Benjamin, 1973a: 44), otorgándole al público del cine una actitud
tanto crítica como fruitiva, y a la vez colectiva y simultánea: desde que el cine posee entre todas
las artes un valor exhibitivo preeminente49.
Los trabajadores están en sus butacas: no están allí para contemplar críticamente la obra
que se les va a presentar, están buscando – primeramente – dispersión. Pero, apoltronados en

47 Aquí los interpretantes miran al público de la obra, que serán desde allí los “espectadores” de la sala.
48 Y se dijo: resaltado por Benjamin entre los primeros que dio cuenta del arte de masas.
49 No detentado, por ejemplo, en la pintura: uno de los artefactos culturales tradicionales que Adorno invoca en sus
procesos dialécticos hacia la negatividad crítica.

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ella, se erigen como destinatarios ideales para la recepción del shock que les presentará el film
en su montaje: esa sucesión fotográfica capaz de crear imágenes dialécticas que despertarán al
sujeto (colectivo - en el cine) de su ensueño, imágenes capaces de liberar la conciencia de esos
hombres y arrancarla del conformismo en el que la idea tradicional de progreso la había sumido.
El film, montado de tal manera histórica de “cepillar imágenes a contrapelo”, tenía un solo
destinatario: el sujeto colectivo que en este acto se encuentra en la sala de cine, ya que “… sólo
las clases oprimidas podían experimentar la superposición del pasado y presente de una manera
que motivara la acción revolucionaria, esto es, con ira” (Buck-Morss, 2005: 51).
El cine era, para Benjamin, la manera menos mágica y más científica de proveer de facultad
mimética al sujeto colectivo: “La cámara de filmación podía detener el flujo de la percepción y
capturar el gesto más sutil” (Buck-Morss, 2005: 68). La mimética, empleada por los niños en su
uso y apropiación de las cosas, era la clave para despertar la praxis política50. Lo que acontecía
era que la educación burguesa despojaba a la persona “madura” de tal capacidad dejándola
con las manos vacías y caídas. Para Piaget ello era señal de evolución psicológica, para Benjamin
una evidente involución.
No sólo otorgaba (devolvía) el cine esta facultad a los espectadores, sino que en ese shock
y la experiencia colectiva simultánea generaba al propio sujeto colectivo: éste aparecía ante la
comunión en una sola risa de parte de los espectadores ante una escena determinada de un film
de Chaplin. Del mismo modo, así como provocaba risa, determinaba en comunión un dolor pro-
fundo (y hasta húmedo de ojos) en una de sus tareas secundarias: desde que representando a un
sujeto y sus padecimientos en el lienzo llamaba a todo el colectivo oprimido a enfurecerse51. Es
que la cámara – a través de un camarógrafo que penetraba en la realidad como un cirujano – de-
jaba al espectador en posición de experto, recibiendo en la realidad representada en el lienzo las
imágenes que el inconsciente óptico descartaba en la cotidianeidad. A través de esta exploración
mediada tecnificadamente “… el mundo que se abría a la cámara proporcionaba conocimiento
relevante [no del tipo burgués, inocuo para ser usado contra esta clase] para actuar sobre él”
(Buck-Morss, 2005: 68). Así concebido, transmitido y recibido por el sujeto colectivo oprimido
como destinatario ideal, el cine llamaba a la praxis política que llevaba a la revolución.
La sentencia inmediata de Adorno no se hace esperar en la escena de este acto: “… la teo-
ría de la distracción evasiva, pese a su chocante seducción, no acaba de convencerme. Aunque
sólo fuese por la simple razón de que en la sociedad comunista el trabajo se organizará de tal
modo que los hombres ya no estarán tan cansados ni tan estupidizados para necesitar evadirse

50 Benjamin tenía libros infantiles entre sus tesoros más preciados de coleccionista. Para él, los niños no aceptaban las
cosas como dadas: era el empleo que hacían de ellas y el significado propio que le otorgaban lo que les dotaba de esta
virtud esencial. Una moneda podía ser un escudo para un muñeco de juguete, el niño mismo podía ver una locomotora y
hacer de locomotora imitando su sonido.
51 Esto es, si se pasa de ver Tiempos Modernos (Chaplin, 1936) a Viñas de Ira (Ford, 1940).

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(…) Y el que (…) el reaccionario se convierta en vanguardista por entender objetivamente un


filme de Chaplin, me parece asimismo una completa romantización” (Buck-Morss, 2005: 71).
Mirando desdeñosamente a los espectadores esperando que bajen las luces en la sala,
Adorno le señala a su amigo el cuarto de proyección donde estuvieron, al tiempo que le advierte:
ya lo dije, lo que importa es el proceso y ellos – señalando a los espectadores – no son parte
de él.
Como enunciara Adorno en el tercer acto, un sujeto colectivo jamás podría efectuar bajo
ese carácter el proceso que lleva a la negatividad crítica. Y es que, como medio, el sujeto co-
lectivo está eliminado del procedimiento estético en Adorno porque el fin de la obra de arte es
totalmente diferente al propuesto por Benjamin: denuncia52, y no praxis política. Recuérdese
que uno de los procedimientos dialécticos estéticos aludidos en el acto III se hacía entre sujeto
individual y objeto de arte, y que a su vez requería por parte del sujeto una comprensión tal del
objeto que le permitiera hacer una interpretación crítica de éste. Dividiendo aguas con Lukács,
la conciencia a liberar no era la del sujeto colectivo, sino la del sujeto-individuo, ya que era
éste el único que podía experimentar cognitivamente: la experiencia intelectual (desprovista de
momento político)53 era – tanto en el productor como en el reproductor/ejecutante – individual.
A esta posición le agregaba otro condimento que la reforzaba: “…las reflexiones de Adorno
acerca del sujeto estaban notablemente desprovistas de consideraciones acerca del origen de
clase o de la posición particular del sujeto dentro de las relaciones sociales de producción. Con-
sideraba que burguesía y proletariado eran igualmente susceptibles ante la ideología productora
de falsa conciencia” (Buck-Morss, 1981: 180). Así, los únicos que podrían traer el “redentor” de
verdad eran los intelectuales y artistas que lograban la negatividad crítica.
Aún con todo esto, se añadía otro factor en la destrucción del sujeto colectivo y preservación
del yo individual: la destrucción del idealismo que hace Adorno54. Este factor es otro puente
derrumbado con Benjamin, ya que éste sostuvo hasta último momento las esperanzas en la
revolución por parte del proletariado de la URSS. La plasmación del tratado nazi-soviético de
1939 pudo bien haber sido el desanudo de una última cuerda que aferraba a Benjamin a la vida.
Aunando los dos párrafos antecedentes, puede postularse que la ausencia de idealismo,
por un lado; y la nulidad de origen de clase, por el otro, llevan en Adorno a una gramsciana

52 La función artística de denuncia, que iluminaba los antagonismos de la realidad empírica, traería la liberación de la
conciencia (para pocos) y ello llevaría oportunamente a una praxis social.
53 Recuérdese que para Benjamin la experiencia auténtica era únicamente política (ver cita en texto, p.20).
54 Esta destrucción se hace carne en la liquidación del idealismo de Sören Kieerkegaard plasmado en el trabajo que Adorno
efectuó para obtener un puesto en la Facultad de Filosofía de Frankfurt (Habilitationsschrift). Con el escrito atacaba también
a Hegel y Heidegger junto con Kierkegaard, pero la liquidación del idealismo hacía nacer a la vez la manifestación involun-
taria/inintencional de la verdad.

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hegemonía de la falsa conciencia que impera tanto en el capitalismo como en el fascismo55.


La falsa conciencia se traducía en el capitalismo como industria cultural: aquí (como ya se
vio) el sujeto colectivo eran las masas de consumidores, alimentadas por entretenedores que
clasificaban y administraban sus obras de arte cosificadas como mercancías. Al respecto, en sus
escritos sobre la música sentencia: “Pero si, ya desde la noética griega, la función disciplinadora
de la música fue aceptada como un supremo bien, hoy todos aspiran, más que nunca, a poder
someterse y adaptarse musicalmente, como en otros campos” (Adorno, 1966: 17).
De la cita anterior, la expresión clave que conecta a los escenarios democráticos-capitalistas
con los fascistas-neocorporativistas es función disciplinadora; mientras que aquella que conecta
la música con el cine es como en otros campos. En todos los casos, Adorno reclama al individuo.
En efecto: utilizado en el marco del régimen fascista, el campo del cine se tornaba discipli-
nador en tanto propaganda, convirtiendo a las otrora masas consumistas en masas fanáticas
seguidoras de su líder. Este efecto era logrado por la supresión del sujeto como individuo, y
mostraba su peligro en la idea de compromiso social de la estética: “… a menudo, el compro-
miso no es más que la falta de talento o de tensión, decaimiento de la fuerza. Con su truco más
reciente, que el fascismo ya practicó, la debilidad del yo, la incapacidad de sublimar, se recon-
vierte en algo superior, recompensa a la línea de la menor resistencia con un compromiso moral”
(Adorno, 2004: 331). La debilidad del yo es ni más ni menos la supresión del individuo por la
masa, cuando el primero se sume en esta última perdiendo su condición de sujeto y se dispone a
dejar su racionalidad de lado por un mandato superior. Así es como, emulando la interpretación
de Freud sobre Le Bon a la pregunta ¿qué hace que las masas sean masas?, Adorno postula:
“…aquellos que se incorporan a las masas no son hombres primitivos, mas bien desarrollan
actitudes primitivas que son contradictorias con su comportamiento racional normal” (Adorno,
2005: 28), y ello es causado por las técnicas del demagogo e hipnotizador, que conducen a los
individuos a “…experimentar regresiones que los reducen a meros miembros de un grupo”
(Adorno, 2005: 30). Así es como los individuos, debilitados en el yo y suprimidos en su subje-
tividad, pasaban a conformar las masas fanatizadas que desarrollaban un lazo libidinal con la
imagen del líder “… como ampliación del sujeto: al hacer del líder su ideal [el individuo] se ama
a sí mismo, pero se libra de las manchas de frustración y descontento que deslucen la imagen de
su propio yo empírico” (Adorno, 2005: 34).
Claro está que, suplantando en esta cita al líder fascista por el totalitario, Adorno alude in-
quisidoramente a Stalin en la URSS mientras mira a Benjamin con la esperanza de limpiarlo de su
ingenuidad. El interpretante de Adorno señala entonces al público de la obra (que forzosamente

55 Tal vez inspirado en un “pesimismo de la razón” contra el “optimismo de la voluntad” de Benjamin, Adorno en este
punto se alinea con Antonio Gramsci en sus visiones de fordismo y cesarismo. Al respecto ver Anderson, Perry (2000).
Consideraciones sobre el marxismo occidental. Buenos Aires: Siglo XXI editores.

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PALCOS ENFRENTADOS: MIRADAS DE BENJAMIN Y ADORNO SOBRE EL CINE
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entró en ella cuando el presente acto les convirtió en los espectadores de la sala de cine) y sen-
tencia a Benjamin: son masas de consumidores sólo porque viven en un regímen democrático,
con el “compromiso social” y “praxis política” que se les quiere endilgar a las obras de arte y
con su tecnificación sólo se consigue perpetuar esta situación y las situaciones imperantes en
una de las alternativas no democráticas56… se supera o niega la mera denuncia que es el único
componente genuino del arte contra el dominio opresor imperante… y se sucumbe a la realidad
empírica57.
Benjamin no es ajeno a esto, y toma la palabra recordando su frase de las Tesis de la
historia: No hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de la barbarie.
Desenvainada así la espada de Amocles, Benjamin reconoce que el cine también puede servir a
estos propósitos, y que tal retroceso en este arte se detecta en la sonoridad que se le imprimió,
haciendo que el público quedara limitado por la frontera lingüística “… lo cual ocurría al mismo
tiempo que el fascismo subrayaba los intereses nacionales” (Benjamin, 1973a: 27) y empleaba
la sonoridad para una mejor llegada de la retórica nacionalista de los discursos que nunca hu-
bieran exaltado al espectador de la misma forma en un noticiario fascista mudo58. Pero Benjamin
hace una observación a su amigo, alegando que el uso del cine por parte del fascismo implica la
introducción del valor cultual y su fabricación y masificación en el material que se proyecta: culto
al líder, a la raza, a la causa… todo lo cual desemboca en un esteticismo de la vida política.
Así, la estética avanza sobre la política y no la praxis política sobre el arte. Declama, entonces,
satisfecho: “Este es el esteticismo de la política que el fascismo propugna. El comunismo le con-
testa con la politización del arte” (Benjamin, 1973a: 57). Adorno da allí su golpe de gracia: ¿y
el comunismo no es hoy el caudillo “camarada” Stalin de la Unión Soviética? Benjamin queda
estupefacto y abre la boca para contestar: bajan las luces y resuena el haz brillante del proyector
sobre el lienzo. El film está comenzando. Cae el telón.

V. Último acto: los créditos59 del film (o sobre el rol del artista)

Ya acomodados en sus palcos enfrentados, Benjamin y Adorno observan los créditos al


inicio del film que se proyecta: entre otros aparecen en el lienzo el guionista, cada cameraman,
los responsables de la fotografía, los del montaje de la obra y el director.

56 Es decir: el totalitarismo, la otra alternativa es el autoritarismo. Ver al respecto Morlino, Leonardo (2004). “Las alterna-
tivas no democráticas”, en POSTData. Revista de Reflexión y Análisis Político, n° 10, Buenos Aires: Grupo Interuniversitario
POSTData.
57 En esta defensa democrática contra sus “alternativas”, Adorno se alineaba con Huxley y Orwell.
58 Por cierto, Benjamin destaca también que la sonoridad significaba retroceso en los regímenes democrático-capitalistas,
desde que esta innovación atrajo más capitales al atraer más público al cine.
59 Los créditos solían aparecer, en esa época, al principio y no al final del film que se proyectaba.

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Benjamin ve en todos ellos trabajadores en la forma de técnicos, que mediante su trabajo


hacen a la destrucción del aura, la potenciación de la recepción de shocks, y la creación de
imágenes dialécticas. Todos ellos en conjunto derrumban el mundo cotidiano para erigir al es-
pectador sobre sus ruinas, mostrándole los rincones, el inconsciente óptico: las aventuras que la
habituación y aceleramiento urbano pavimentan bajo la normalidad de cada día60.
Así, el guionista puede narrar esta aventura en el libreto: dotar de vida y acontecimientos
a un sujeto representativo que denuncie en el lienzo lo que sufren los espectadores como opri-
midos en la realidad. El cameraman, por su parte, se adentra en la realidad como un cirujano,
mostrando la periferia o los escombros que cada época histórica arrojó al exilio61: un anuncio
ajado por el tiempo en un callejón, un perro vagabundo hurgando la basura, el lento caminar de
una prostituta en la noche y una lágrima fugitiva de su ojo62. Cada escombro iluminado por la
cámara convierte a los espectadores en traperos baudelerianos, y les abre en la visión un mundo
desconocido escondido dentro del conocido. La fidelidad o infidelidad entre uno y otro mundo
la proporcionan aquellos encargados de la fotografía de cada film en su rol de imitadores de
la realidad o creadores de ciencia ficción. Mediante su labor pueden homologar las fotografías
nítidamente a la realidad que retratan o alterarlas para crear efectos ópticos o especiales. Los
encargados del montaje ensamblaban cada imagen, pudiendo en ello contraponerlas generando
una tensión en su significado, abriendo por su choque uno nuevo al estilo surrealista. Por detrás
de todos ellos, el director disponía de las escenas enteras, pudiendo en su propio montaje recor-
tarlas o agregarlas aumentando su potencialidad en el choque con el espectador. Era él quien
encuadraba, en la película toda, las imágenes, su orden y su tiempo.
Con estas premisas, Benjamin era seducido por el programa de refuncionalización
(umfunktionieren) de Brecht, que enunciaba que “… el papel revolucionario del artista era
el de transformar dialécticamente los avances técnicos dentro de la profesión, invirtiendo su
función, transformándolas de herramientas ideológicas en herramientas para la liberación hu-
mana” (Buck-Morss, 1981: 85). Asimismo, y bajo el paradigma imperante del Círculo de Berlín,
se concebía la creación estética como un sector de la producción63, donde los escritores y artistas
eran trabajadores productivos que se encontraban más cercanos al proletariado que a sus explo-
tadores. En tanto técnicos cumplían para Benjamin este rol productivo, en una situación similar

60 No es casualidad que los niños reproduzcan en sus juegos las aventuras que ven en las películas. Su facultad mimética
les proporciona decorados, accesorios, extras, exteriores y vestuario.
61 El trineo Rosebud en el film El Ciudadano (Wells, 1941), bien puede ser uno de estos escombros exiliados: los objetos
que se pierden en el tiempo pero vuelven en el recuerdo. Lo son también los objetos tabú en el siglo XX, exiliados en los
ahora decadentes Pasajes parisinos del siglo XIX.
62 Su andar triste puede verse detenidamente con el retardador, en un foco que toma de la cintura para abajo. De allí, la
cámara puede subir y en un primer plano mostrar la lágrima que se escurre y cae.
63 De allí su escrito “El autor como productor”, op. cit.

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al del proletariado. Similar pero no idéntica, ya que concordaba con su amigo Adorno que los
intelectuales y artistas actuaban desde una esfera distinta: la estética. En este sentido, todos
los técnicos que interactuaban con el mecanismo cinematográfico debían reconvertir la función
del cine en liberadora mediante el brote en la obra de la praxis política revolucionaria, y en este
accionar imprimían su compromiso social desde la esfera que les era propia64.
Por su parte, Adorno veía susceptible la transformación del artista en un trabajador produc-
tivo (de otro tipo) que podía crear mercancías para la industria cultural cuando éste hacía arte
“inferior”, tornándose allí un entretenedor: “Si antes de la Revolución Francesa los artistas eran
lacayos, hoy son entertainers. La industria cultural llama a sus cracks por su nombre de pila,
igual que a los camareros y a los peluqueros del jet set” (Adorno, 2004: 334). El verdadero rol
del artista estaba ligado para Adorno con su oficio estético, que lo erigía en conocedor y experto
de la técnica de su esfera artística y por tanto como “adivinador” predilecto del enigma que en-
cerraba cada obra en cuanto al contenido de verdad y a la denuncia contra la realidad empírica.
Para él, en “… el lenguaje del arte, palabras como técnica y oficio son sinónimos” (Adorno,
2004: 287). Es por ello que Adorno reservaba al artista el lugar de avant-garde revolucionaria65,
que rechazaba la tradición cultural burguesa, apuntando este rechazo a la falsa conciencia – que
no distinguía entre clases – y a la búsqueda de la liberación de la conciencia (del artista). Que
este rechazo funcionara luego como protesta social directa era una consideración eventual y
secundaria. Es por eso que este último término que reservaba Adorno para sus semejantes era
distinto conceptualmente al de vanguardia revolucionaria que empleara Lukács, desde que
“vanguardia revolucionaria”, además de rechazar la traición burguesa y contener la protesta
implícita contra la noción de intelectual como “vocero del partido”, denostaba que “… el papel
del intelectual era de liderazgo e instrucción política” (Buck-Morss, 1981: 85).
Ubicar al artista como avant-garde estética (y no como vanguardia política) situaba a éste
como un experimentador que tenía el deber de desafiar constantemente el dogma, con un lide-
razgo mas ejemplar que pedagógico-político, librándolo así de la presión política y creando en
torno a él una esfera aséptica de ideología y praxis política donde podía desarrollar al máximo
su verdadero aporte: llevar a cabo la actitud crítica sobre el material estético para iluminarlo
críticamente. Nuevamente el fin de la estética separaba a Adorno de Benjamin, ya que para el
primero: “… los artistas cumplen su función social al ayudar a hablar a las antinomias socia-
les mediante la síntesis de la obra” (Adorno, 2004: 307). Mientras que Brecht propugnaba el
compromiso político del artista y su deber de cambiar las condiciones sociales, Adorno veía a

64 En este sentido, el cine era la esfera ideal: formando una parte imprescindible y central de la industria cultural (adminis-
trada en este arte desde Hollywood), podía destruirla desde adentro.
65 La noción de avant-garde revolucionaria se aplicaba más a la práctica estética y literaria que a la sociopolítica, esfera
esta última donde predominaba el concepto de vanguardia.

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este tipo de artista como apartado de su verdadero propósito de buscar incesantemente la


negatividad crítica66. Mientras que Brecht quería liberar la conciencia del proletariado, Adorno
veía más factible liberar la de los artistas e intelectuales con capacidad de experiencia cognitiva
sobre el material estético y filosófico... que formaban una (¿última?) trinchera de resistencia
contra el ejército de la falsa conciencia. En su baluarte de resistencia, los artistas e intelectuales
debían trabajar de manera autónoma (sin presiones políticas o compromisos con los objetivos
partidarios) y en solitario: “… solitaria y aisladamente el compositor cumple con las demandas
sociales; la propia sociedad habita en células íntimas de los problemas técnicos, y más legítima-
mente registra sus demandas cuanto menor es la presión exterior, arbitraria, y la compulsión de
la regla de la forma” (Buck-Morss, 1981: 90-91).
Quien resumía en carne y hueso el rol del artista para Adorno era Schönberg en su música:
su método composicional y la destrucción de la tonalidad que había hecho lo erigían como el
modelo de artista revolucionario por excelencia.
De esta manera, el interpretante de Adorno mira los créditos del comienzo del film y no ve
artistas cumpliendo su función, sino entretenedores que hacen arte vulgar y que se encuentran
inmersos hasta la médula en las aguas de la industria cultural para brindar una fuga evasiva (y
no de resistencia) al auditorio de espectadores, mancomunados en una masa.
Allí donde Schönberg era el representante de Adorno, Brecht era el de Benjamin: el distinto
fin de la estética para ambos condicionaba necesariamente distintos mediadores de la misma.
Casi como si fueran uno, los dos amigos se levantan de sus respectivos palcos sumidos en
la oscuridad de la sala. Las primeras imágenes de la trama del film ya están sobre el lienzo, pero
ello ya no es de interés para los dos alemanes que transitoriamente se encuentran en el cine de
un barrio parisino, un día domingo. Retirándose del teatro apenas comenzado el film, y bajo la
mirada confusa del boletero que les diera “asilo estético” durante sus diálogos, los dos amigos
salen a la calle y tras intercambiar unas palabras se saludan efusivamente, separando sus cami-
nos. Adorno retornaría a los Estados Unidos, donde Horkheimer había radicado el Instituto. El
destino de Benjamin era incierto: partiría de París dentro de poco, dirigiéndose hacia la frontera
franco-española. Desde allí, escaparía de algún modo. Cae el telón y no se volverá a levantar.

66 “…el artista o el teórico que intencionalmente manipulaba su material para lograr un efecto político particular era en
realidad un idealista que ignoraba las demandas objetivas del históricamente desarrollado y socialmente mediado material
de su oficio”, en Buck-Morss, Susan (1981). Origen de la dialéctica negativa, op.cit, p. 90

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REFERENCIAS
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ENSAYO

PP: 117 - 120 117

AMÉRICA DEL SUR: UN ESTADO CONTINENTAL POSIBLE

ALBERTO METHOL FERRÉ (1929-2009)

Por Enrique Martínez Larrechea


DOCTOR EN RELACIONES INTERNACIONALES POR LA UNIVERSIDAD DEL SALVADOR (USAL). COORDINADOR ACADÉMICO

DEL DIPLOMADO SUPERIOR EN RELACIONES INTERNACIONALES DE LA FACULTAD LATINOAMERICANA DE CIENCIAS

SOCIALES (FLACSO) SEDE URUGUAY. MIEMBRO DEL CONSEJO ASESOR INTERNACIONAL DE SOCIEDAD GLOBAL.

E-mail: emartinez@flacso.edu.uy

El pasado domingo 15 de noviembre falleció Methol Ferré. La prensa ha dado cuenta de esta
pérdida para el país y para nuestra región y en el número de BUSQUEDA se publicaron sendas
cartas de las profesoras Bárbara Díaz y Lucía Cruz, que trasuntan cariño, lucidez y respeto por el
magisterio de Methol. Asimismo, Guillermo Vázquez Franco, en BRECHA del pasado viernes 20
y Lincoln Maiztegui Casas, en El OBSERVADOR del sábado 21 han realizado dignas semblanzas
de Tucho Methol.
Quisiera sumar a estos homenajes, el mío propio, como parte de una generación en la que
Methol ejerció una influencia formativa fundamental. Tucho dirigió mi tesis de doctorado sobre
La política exterior en el Mercosur en la Universidad del Salvador, de Buenos Aires, y estuvo
presente en su defensa pública, el 21 de abril de 2007. Corolario de un largo diálogo que había
comenzado dieciocho años antes.
Nuestra relación comenzó hace veinte años, en 1989, cuando lo conocí junto a otros jóvenes
militantes universitarios, invitado por el profesor Elbio López, a participar en un diálogo con
Methol en el colegio católico de Salto y Soriano. Mi único contacto previo con él había sido tan
solo la lectura de un cuadernillo de la serie de “Nuestra Tierra”, de fines de los sesenta, sobre
las corrientes religiosas en Uruguay. En ese momento, a fines de los ochenta, Methol dirigía y
editaba la segunda época de la histórica revista NEXO, consagrada esta vez a desplegar una
perspectiva histórico-política latinoamericana y católica.
Methol ejerció en quienes allí estuvimos una inmediata fascinación. La originalidad de su
pensamiento, la singularidad de su historia intelectual, y la reflexión sustantiva sobre el telón de
fondo nada menos que de la globalidad mundial, de la ecúmene planetaria, (una actitud fran-
camente subversiva frente a la raquítica modestia de un pensamiento limitadamente municipal,
concentrado ombliguísticamente en problemas exclusivamente locales) convocaba naturalmente

REVISTA SOCIEDAD GLOBAL VOL. 4. Nº 1/2 ENE-DIC 2010


118 ENRIQUE MARTÍNEZ LARRECHEA

a quien, especialmente en la generosa juventud, aspiraba a comprender, a implicarse, a actuar,


a servir.
¿Cómo había llegado Methol a esa notable auto-conciencia intelectual? Me lo pregunto
muchas veces e identifico algunos factores: hijo de una clase social ligada al comercio inter-
nacional de frutos del país, querido por sus padres, afectado de una tartamudez que lo hu-
biera predispuesto al aislamiento social, pero en todo caso a una percepción dolorosamente
autoconsciente del mundo, Methol se empapó tempranamente en la vida política. A los quince
años, dos epopeyas políticas lo marcaron para siempre: la interpelación herrerista que aventó
la amenaza de las bases yanquis y la notable emergencia de las masas argentinas en respaldo
al coronel Perón (el histórico “17 de octubre”). Comprender el pensamiento de Herrera, com-
prender el sentido de la epopeya peronista, en un contexto de transformaciones mundiales pasó
a representar una tarea vital que seguramente el centenario de la muerte de Artigas, en 1950
contribuyó a agudizar. La revista Nexo, editada por él, Reyes Abadie y Ares Pons hacia 1955,
testimonia el primer ensayo de una visión política e intelectual de marcos más amplios. En ese
trayecto intelectual y vital tiene lugar un hecho decisivo, del que estas otras posturas, más o
menos atípicas, eran una señal anticipatoria: su conversión al catolicismo, en el seno de un país
laicista y hasta jacobino. Methol varias veces ha referido su conversión como su liberación de
una historia nacional limitada a los marcos del Uruguay. Como cristiano – católico – Methol
pasó entonces a formar parte de un pueblo universal y de una historia global, la historia de la
humanidad. Su pensamiento se adensó y se diferenció a niveles intolerables para la tibia siesta
de un país autocomplaciente, que se precipitaba por entonces en el tobogán de la crisis y de las
luchas ideológicas entre oriente y occidente.
Activo participante en el nacionalismo herrerista y en movimientos políticos terceristas (ru-
ralismo, Unión Popular, Frente Amplio, siempre con talante herrerista) Methol se oponía en los
sesenta a un frente político con el Partido Comunista, pues con lucidez advertía que, en el rígido
contexto de la guerra fría y en el área de hegemonía norteamericana, la alianza con el partido
pro soviético aceleraba el golpe de estado que se anunciaba en el horizonte tras la emergencia
de la guerrilla. Tucho fue protagonista, a través de su entrañable amigo, Gutiérrez Ruiz, del
intento para unir al PDC y al Partido Nacional, a los senadores Juan Pablo Terra y Wilson Fe-
rreira Aldunate en el intento de alejar el peligro. Pero era muy tarde y las condiciones políticas
volvieron imposible ese lúcido intento de un frente democrático, capaz de postergar o disolver la
amenaza dictatorial. Advenida la dictadura, destituido Methol de su cargo gerencial en la Admi-
nistración Nacional de Puertos, Methol pasa como asesor al Consejo Episcopal Latinoamericano.
Si El Uruguay como problema1 había sido su despedida al Uruguay, para comenzar a pensar
en los marcos históricos contemporáneos, su periplo latinoamericano como asesor eclesial, con-

1 Methol Ferré, Alberto (1967). El Uruguay como problema. Montevideo: Banda Oriental.

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AMÉRICA DEL SUR: UN ESTADO CONTINENTAL POSIBLE
PP: 117 - 120 119

cretiza aquella despedida. Una despedida que, claro está, sigue siendo un diálogo con el país y
con su rol internacional de nexo, de bisagra regional, pero que cada vez más, sitúa al Uruguay
en una reflexión más amplia, que permitiera inteligir las opciones y los derroteros históricos.
Una frase de Luis Alberto de Herrera, refleja esa actitud intelectual: “las costas se defienden en
alta mar”. No hay mayor compromiso con el Uruguay que salir de sus problemas para identificar
su ínsita condición problemática, para intentar situarlo en los contextos contemporáneos en
los que deberá procesar su itinerario. En este sentido, tengo un pequeño matiz de disenso con
Maiztegui y con Vázquez Franco, pues El Uruguay como problema, pese a su centralidad en la
trayectoria de Methol, es solo una estación: su madurez y su gloria intelectual están asociadas a
la democratización y a la creación del Mercosur, y más recientemente a la creación de UNASUR.
Tucho tuvo la alegría de vivir los últimos quince o veinte años de su vida, no sólo en compañía
de sus hijos de madurez, sino en un proceso histórico que ratificaba sus lúcidas percepciones.
América Latina en el Siglo XXI, un diálogo con el periodista italiano Alber Metali, editado en
20062, da cuenta de su pensamiento de madurez. Finalmente Los estados continentales y el
Mercosur3, obra de 2009 (que presentamos con él exactamente un mes antes de su muerte en
la sede de ALADI, con la presencia de su Secretario General, el ex canciller paraguayo Fernández
Estigarribia), constituye un gran legado intelectual: la idea de que nuestra región – y también el
Uruguay en ella – no tendrá destino en el siglo XXI, si no es capaz de transitar los caminos que
la conduzcan a conformar una gran confederación continental que la incluya con vigencia en el
mundo contemporáneo. Las condiciones de esa construcción, reservan un lugar clave a Uruguay
como protagonista, en tanto sea capaz de encarnar (junto a Bolivia y Paraguay) su rol de gran
frontera cultural viva entre la Argentina y el Brasil, que permita que los socios hispanoamerica-
nos de Brasil, desarrollemos junto a él una alianza estratégica en gran escala.
En este sentido, Methol nos sigue ofreciendo una hipótesis de resolución de los “proble-
mas” del Uruguay: el acceso a los mercados, la relación armoniosa con la región, probablemente
no tienen resolución planteados de manera atomística o recurriendo a la vieja y desgastada
tecnología del enano gruñón – que no puede ser seriamente un planteamiento permanente de
política exterior nacional – pero sí en el marco de una perspectiva estratégica que, desde hace
ya una década el Uruguay ha abandonado.
Esta muy breve semblanza quiere ser también el tributo a mi maestro, con quien he con-
traído una deuda intelectual impagable. Tal vez una posible estrategia de pago de esa deuda
sea imitar su capacidad de estudio, de comprensión “a lo grande” de los marcos históricos y
políticos contemporáneos, de profundo compromiso con el destino último de nuestra región y

2 Methol Ferré, Alberto y Alver Metalli (2006). América Latina en el siglo XXI. Buenos Aires: Ediciones Edhasa.
3 Methol Ferré, Alberto (2009). Los estados continentales y el Mercosur. Buenos Aires: Ediciones del Instituto Superior Dr.
Arturo Jauretche / SADOP.

REVISTA SOCIEDAD GLOBAL VOL. 4. Nº 1/2 ENE-DIC 2010


120 ENRIQUE MARTÍNEZ LARRECHEA

de nuestro país.
A lo largo de su vida y hasta su muerte, Methol no dejó de consagrarse con conmovedora
radicalidad a trabajar y profundizar en los temas que le daban sentido a su peripecia vital. Su
testimonio no deja jamás de recordarme la magnífica frase de Sören Kierkegärd: “el colmo de
la pureza es querer una sola cosa”. Y Methol, reunió en una sólida unidad su alma y su vida, al
servicio de la Magna Patria de Rodó, nuestra América.

REFERENCIAS
Methol Ferré, Alberto (1967). El Uruguay como problema. Montevideo: Banda Oriental.
Methol Ferré, Alberto y Alver Metalli (2006). América Latina en el siglo XXI. Buenos Aires:
Ediciones Edhasa.
Methol Ferré, Alberto (2009). Los estados continentales y el Mercosur. Buenos Aires: Edi-
ciones del Instituto Superior Dr. Arturo Jauretche / SADOP.

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PONENCIA

PP: 121 - 137 121

LOS CAMINOS DE LA MODERNIDAD: UNA VISION SOBRE LA


NEUTRALIZACION Y DESPOLITIZACION1

THE PATHS OF THE MODERN AGE: NEUTRALIZATION AND DEPOLITIZATION

Por Ricardo Tomás Ferreyra


ESTUDIANTE DE LAS CARRERAS CIENCIA POLITICA Y SOCIOLOGIA DE LA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES UNIVERSIDAD

DE BUENOS AIRES (UBA)

E- mail: rtferreyrapdl@hotmail.com

Por Emiliano Giorgis


ESTUDIANTE DE CIENCIA POLITICA EN LA FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES DE LA UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES

(UBA)

E- mail: emiliano.giorgis@hotmail.com

RESUMEN
Partiendo de las producciones intelectuales de Martin Heidegger, Carl Schmitt
y Hannah Arendt, este trabajo propone un recorrido analítico e integrador de
las visiones que dichos autores tienen acerca de la dirección en la que se dirige
la sociedad moderna. Dicho recorrido, se configura en torno a tres conceptos
“normalización”, “neutralización” y “despolitización”. De este modo, el obje-
tivo será lograr una definición conceptual y operativa de tales nociones, con-
siderándolas como herramientas posibles para dar cuenta de un proceso que
se origina con la aparición de los avances científicos y las nuevas concepciones
filosóficas que dan forma y contenido a la Modernidad.
En ese sentido, el artículo pretende desarrollar analíticamente las característi-
cas “negativas” que adquiere la Modernidad según la interpretación propia
de estos tres autores, con el fin de caracterizar un posible resultado último al
que la sociedad occidental se dirigiese si estas tendencias se mantuvieran en
el tiempo: tal vez una pérdida del sentido del mundo, o dicho de otra forma,
una homogeneización social.

PALABRAS CLAVE
Recorrido Analítico, “Normalización”, “Neutralización”, “Despolitización”,
Modernidad.

1 Una versión preliminar de este trabajo fue presentada en el IX Congreso Nacional de Ciencia Política Centros y periferias:
equilibrios y asimetrías en las relaciones de poder SAAP – Santa Fe (2009): Universidad Nacional del Litoral - Universidad
Católica de Santa Fe.

REVISTA SOCIEDAD GLOBAL VOL. 4. Nº 1/2 ENE-DIC 2010


122 RICARDO TOMÁS FERREYRA Y EMILIANO GIORGIS

ABSTRACT
This article aims to present an integrated overview about the visions that
Martin Heidegger, Carl Schmitt and Hannah Arendt have of the place where
modern society is moving to, as regards the concepts of “standardization”,
“neutralization” and “depoliticization”. Therefore, our main objective will be
to build a conceptual and operative definition of those notions, as we consider
them as useful tools to understand the process that begins with new scientific
developments and philosophical conceptions that shape the Modern Age.
Consequently, after having analyzed the negative features that -according to
the three authors- the Modern Age presents, we tend to arrive to a possible
conclusion; in which Western society would be moving towards a loss in the
sense of the world, or to a state of social homogenization if those negative
tendencies persist.
To conclude, we hope that this analysis will provide us a better understanding
regarding the elements that interact in the dynamic of this process, as well as
the solutions that both Arendt and Schmitt propose in order to prevent the
negative features of the Modern Age from becoming a permanent state.

KEY WORDS
Conceptual analysis, “Standardization”, “Neutralization”, “Depoliticization”,
Modern Age.

RESUMO
Partindo das produções intelectuais de Martin Heidegger, Carl Schmitt e Han-
nah Arendt, este trabalho propõe uma retomada analítica e integradora das
visões que tais autores apresentam sobre a direção a que se dirige a sociedade
moderna. Tal análise se configura em torno de três conceitos: “normalização”,
“neutralização” e “despolitização”. Deste modo, o objetivo do trabalho é ob-
ter uma definição conceitual e operativa de tais noções, considerando-as como
ferramentas possíveis para dar conta de um processo que se origina com a
aparição dos avanços científicos e das novas concepções filosóficas que dão
forma e conteúdo à Modernidade. Nesse sentido, o artigo pretende desenvol-
ver analiticamente as características “negativas” que adquire a Modernidade
segundo a interpretação própria destes três autores, com o fim de caracterizar
um possível resultado último ao qual a sociedade se dirige caso estas ten-
dências se mantenham ao longo do tempo: talvez uma perda de sentido do
mundo, ou, dito de outra forma, uma homogeneização social.

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LOS CAMINOS DE LA MODERNIDAD: UNA VISION SOBRE LA NEUTRALIZACION Y DESPOLITIZACION
PP: 121 - 137 123

PALAVRAS-CHAVE
Análise conceitual, “Normalização”, “Neutralização” , “Despolitização”, Mo-
dernidade.

Introducción

El propósito general que se persigue en el presente trabajo es esbozar una interpretación de


la Modernidad a partir de, en primer lugar, la demarcación de un “horizonte de sentido” común
a tres autores alemanes de primera línea y que comparten en términos generales un contexto
de época (Martin Heidegger, Hannah Arendt y Carl Schmitt), y, en segundo lugar, un alumbra-
miento de la misma en base a los conceptos de normalización, neutralización y despolitización.
Ahora bien, no se intentará en este trabajo dar cuenta de tal objeto en su origen histórico, sino
del despliegue de sus consecuencias, y por supuesto, sólo de algunas de ellas y a partir de la
repercusión que han tenido en los autores mencionados, centrales en el mundo cultural alemán.
En una primera parte se desarrollarán de modo resumido las consideraciones de Martin
Heidegger sobre la “noción del tiempo” y la “esencia de la técnica”2.
En estas consideraciones, Heidegger pone de relieve ciertas características de la Modernidad
que tanto Hannah Arendt como Carl Schmitt señalan como núcleos centrales contra y a partir
de los cuales ofrecen su conceptos y la postura política que, a grandes rasgos, de ellos se puede
derivar. Si bien Martin Heidegger no nos ofrece conceptos políticamente relevantes (lo que no
quiere decir, claro, que no nos ofrezca conceptos políticos)3, intentaremos dilucidar cómo a par-
tir de sus argumentaciones sobre las determinaciones ontológicas fundamentales del Dasein y
sobre la esencia de la técnica nos está ofreciendo un camino de interpretación de la Modernidad
que se encuentra muy próximo al de Arendt y Schmitt y que, tal vez (aunque esto no es algo de
lo que nos vayamos a ocupar aquí), haya tenido cierta influencia sobre estos dos últimos.
De Hannah Arendt nos focalizaremos en su texto Los orígenes del Totalitarismo, y en par-
ticular, en el capítulo 13 de éste, puesto que consideramos que el proceso de absorción de la
esfera pública culmina con la desaparición total de la misma, desaparición que significa el arribo
del régimen totalitario. Creemos, pues, que el estadio final de cierta interpretación sobre la
Modernidad, para Arendt, es el Totalitarismo.
Por el lado de Schmitt centraremos su análisis del “liberalismo” en los conceptos de “entre-
tenimiento” (“esparcimiento” u “ocio”: terminología que depende de la traducción al castella-

2 Estas consideraciones serán extraídas de dos conferencias pronunciadas por Heidegger en 1924 y en 1953. Se trata de
“La noción de tiempo”, y “La pregunta por la técnica”. Las ediciones que de tales conferencias se tomarán serán, respecti-
vamente: El concepto de tiempo. Madrid: Trotta, 1999; y “La pregunta por la técnica”. Época de filosofía, Barcelona, 1985,
Nº 1. Barcelona: Ediciones del Cerbal, 1994.
3 Schmitt, Carl (2005). Teología política. Buenos Aires: Struhart.

REVISTA SOCIEDAD GLOBAL VOL. 4. Nº 1/2 ENE-DIC 2010


124 RICARDO TOMÁS FERREYRA Y EMILIANO GIORGIS

no) y de “juego”. Nos hemos sustentado en lo expuesto por Leo Strauss en sus Anmerkungen
zu Carl Schmitt Der Begriff des “Politischen” acerca de la noción de “esparcimiento”4 para
elegirla como noción estructurante de la concepción que Schmitt tiene de “liberalismo”. Y, por
otro lado, nos hemos basado en las “Observaciones” de Schmitt de 1963 sobre su “El concepto
de lo político” para considerar a la noción de “juego” como otro factor fundamental, y no menos
fundamental que el anterior, del desarrollo del “liberalismo” que Schmitt hace5.
En una segunda parte del trabajo se desarrollará más específicamente los aportes de Arendt
y Schmitt en torno a la progresiva autonomización de la esfera social, en el caso de la primera, y
la paulatina secularización de los conceptos teológicos, en el caso del segundo6. Este desarrollo
tiene el objetivo de presentar los aportes teóricos que son construidos por ellos para dar una op-
ción alternativa a la Modernidad tal como ambos interpretan que es ésta vivida cuando escriben.
Estos aportes rondan en torno a las nociones de “acción” en Arendt y “decisión” en Schmitt.

Hacia una crítica de la Modernidad

El 25 de julio de 1924 Martin Heidegger pronuncia en la Sociedad Teológica de Marburgo


una conferencia titulada “Der Begriff der Zeit” (“El concepto de tiempo”), que es considerada
como la ruptura definitiva de Heidegger con sus vínculos con el catolicismo y la primera exposi-
ción pública de los núcleos centrales de lo que luego sería “Sein und Zeit”7.
En tal conferencia, luego de repasar distintos modos de abordar lo que es el “tiempo”
Heidegger termina concibiendo éste sólo en la relación que tiene con el “ser-ahí”. El tiempo es
para el “ser-ahí” su “acontecer”, su modo de ser-en-el-mundo, su “ahí”.
En tanto el “ser-ahí” se concibe como la “existencia humana singularizada”, como “proyec-

4 “Esparcimiento” es la palabra utilizada en la traducción de Alejandra Obermeier de los Anmerkungen zu Carl Schmitt
Der Begriff des “Politischen” de Strauss. Esta versión es la que hemos utilizado para hacer el trabajo, por lo que cualquier
referencia que hagamos sobre Strauss tendrá como base tal traducción al castellano.
5 Schmitt en 1963 arguye que en lugar de “entretenimiento” debería aparecer el término “juego”. Este dato, a nuestro
entender clave, lo extrajimos del libro Carl Schmitt, Leo Strauss y `El concepto de lo político` de Heinrich Meier. Si bien el au-
tor del libro argumenta que en caso de hacer tal reemplazo entre términos, Schmitt estaría contradiciéndose, consideramos
que la aparición de la noción de “juego” (más allá del “correcto” lugar que debiese ocupar en el texto de El concepto de lo
político) alumbra sobre ciertos aspectos del “liberalismo” que la noción de “esparcimiento” no.
6 Creemos que tanto un concepto como otro sintetizan el análisis que cada uno hace de aquellos rasgos de la Modernidad
que intentan poner en crítica. A diferencia del Totalitarismo y los conceptos de “entretenimiento” y “juego”, los conceptos
de autonomización de la esfera social y de secularización de los conceptos teológicos, remiten a procesos de largo plazo
sobre los cuales tanto Arendt como Schmitt llaman a intervenir y para los cuales construyen los conceptos que deberían
guiar tal intervención.
7 En castellano existen dos traducciones. Heidegger, Martin (1951). Ser y Tiempo. México: Fondo de Cultura Económica, y
Heidegger, Martin (1999). Ser y Tiempo. Madrid: Editorial Trotta,.

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LOS CAMINOS DE LA MODERNIDAD: UNA VISION SOBRE LA NEUTRALIZACION Y DESPOLITIZACION
PP: 121 - 137 125

to yecto”8, como existencia arrojada en el “acontecer”, que se singulariza en tanto se define en


relación con su muerte (dejar-de-ser) que es su futuro, el tiempo cobra su verdadero significado
como el “acontecer” singular de ese ser-ahí. El ser-ahí vive en el tiempo, en el “ahí”, en tanto
que vive en referencia a su desaparición como tal. El futuro del Dasein o ser ahí se actualiza, se
hace presente, en su “ahí”, en su tiempo.
Luego de dar por descontado el abordaje en torno al tiempo contraponiendo éste con la
“eternidad”, por considerarlo no propio de un análisis del concepto de tiempo con que se pre-
tenda “investigar qué significa en definitiva lo que en la filosofía y la ciencia, lo que el discurso
interpretativo del ser-ahí dice acerca de él mismo y acerca del mundo”9.
En tanto, es menester para este abordaje el oponer al concepto de tiempo una fe incues-
tionable en la eternidad, Heidegger intenta una aproximación para la que no sea necesaria un
principio de fe: “Hagamos ante todo una referencia provisional al tiempo que encontramos en la
vida cotidiana, al tiempo de la naturaleza y al tiempo del mundo10”.
Es así como luego de hacer referencia a la física moderna de Albert Einstein, al uso cotidiano
que hacemos del reloj y al ciclo del día y de la noche o “reloj natural”, Heidegger se encuentra
preguntando junto a San Agustín sino será que el tiempo es el propio “espíritu”.
En el libro XI de sus Confesiones San Agustín planteó la pregunta de si el espíritu mismo es
el tiempo. Y luego dejó ahí estancada su pregunta. “In te, anime meus, tempora metior; noli
mihi obstrepere: quod est; noli bibi obstrepere turbis affectionum tuarum. In te, in quam,
tempora metior; affectionem quam res praetereuntes in te faciunt, et cum illae praeterie-
rin manet, ipsam metior praesetem, non eas quae praeterierunt ut fieret: ipsam metior,
cum tempora metior”. Parafraseando el texto según su sentido: “En ti, espíritu mío, mido los
tiempos. A ti te mido cuando mido el tiempo. No te atravieses en mi camino con la pregunta:
¿cómo es esto? No me induzcas a apartar la vista de ti a través de una falsa pregunta y tampoco
obstruyas tu camino con la perturbación de lo que pueda afectarte. En ti -repito una y otra vez-
mido el tiempo. Las cosas que pasan y te salen al encuentro producen en ti una afección que
permanece, mientras ellas desaparecen. Mido la afección en la existencia presente, no las cosas
que pasan produciéndola. Repito que es mi manera de encontrarme lo que yo mido cuando
mido el tiempo”.
La pregunta acerca de qué es el tiempo ha acabado por remitir nuestra investigación al ser-

8 Esta forma de concebir al Dasein heideggeriano encuentra un ulterior desarrollo en Ser y Tiempo, pero nos hemos basado
en el uso que Leo Strauss hace de ésta en “Introducción al existencialismo de Heidegger”. Anders, Günter, Arendt, Hannah,
Jonas, Hans, Löwith, Karl y Strauss, Leo (2008). Sobre Heidegger. Cinco voces judías. Buenos Aires: Manantial, Pp. 28.
9 Heidegger, Martín (1999). El concepto de tiempo. Madrid: Trotta. Pp. 8.
10 Op. Cit. Pp. 8.

REVISTA SOCIEDAD GLOBAL VOL. 4. Nº 1/2 ENE-DIC 2010


126 RICARDO TOMÁS FERREYRA Y EMILIANO GIORGIS

ahí, si por ser-ahí se entiende el ente en su ser que conocemos como vida humana11.
He aquí que el tiempo coincide con el “ser-ahí”. Si bien es necesaria una analítica exis-
tenciaria del “ser-ahí”, sólo presente en Ser y Tiempo, para proseguir con la indagación, el
Heidegger de la conferencia de 1924, nos ofrece ya una serie de “determinaciones ontológicas
fundamentales”12 del ser-ahí, a partir de las cuales se podrían hacer comprensibles los “modos
de la temporalidad”13.
Lo que nos interesa en este trabajo no son tanto las aseveraciones que a nivel ontológico
realiza Heidegger acerca del ser-ahí y la temporalidad, aseveraciones que darán lugar a largos
debates en torno a la temporalidad y a la existencia humana, sino los significados que éstas tie-
nen en la visión acerca de la “realidad social” o en términos heideggerianos la “vida cotidiana”.
Pues bien, si las primeras cuatro determinaciones ontológicas se refieren, respectivamente,
a que el ser-ahí es en el mundo, con los otros, al modo de hablar y siempre siendo sí mismo en
cada momento, y la sexta se refiere a que el ser es también ocuparse, la quinta se refiere a que
ese ser no es sino como es en la cotidianidad, lo que es comúnmente. Ahora bien, como la sép-
tima y la octava determinaciones rezan que el ser cotidiano no es reflexionando sobre sí mismo y
que tal reflexión, en caso de darse, se da según lo que comúnmente se es, es decir, según cómo
se encuentra el ser con la tradición y la cotidianidad, llegamos a que el ser se encuentra y se
expresa en el uno, la tradición y la cotidianidad.
Heidegger termina su conferencia alegando que más allá de estas determinaciones, existe
una más fundamental y que es el carácter yecto del ser. Una interpretación del ser-ahí de sí
mismo que parta de esta determinación más “fundamental” daría cuenta del ser de manera
más auténtica.
No está en los propósitos del trabajo indagar más sobre esto mismo sino ensayar una inter-
pretación que nos permita relacionar los argumentos encontrados en esta conferencia de 1924 y
aquella pronunciada en 1953 titulada “La pregunta por la técnica”. En el desarrollo de la sexta
determinación en la conferencia de 1924, Heidegger dice:
“Del mismo modo que en todo hablar sobre el mundo va inherente un expresarse del ser-
ahí acerca de sí mismo, así también toda actividad de procurarnos cosas es un cuidarse del
ser del ser-ahí. En cierto modo yo mismo soy aquello con lo que trato, aquello de lo que me
ocupo, aquello a lo que me ata mi profesión; y en eso está en juego mi existencia”14.
Pues bien, si tanto el ser en el mundo, el ser con los otros, el habla, el ser sí mismo en cada
momento y la reflexión de sí están determinados por lo que comúnmente se es, así también lo

11 Ibid. Pp. 9.
12 Ibid. Pp. 10.
13 Ibid. Pp. 10.
14 Ibid. Pp. 12.

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LOS CAMINOS DE LA MODERNIDAD: UNA VISION SOBRE LA NEUTRALIZACION Y DESPOLITIZACION
PP: 121 - 137 127

estará el ocuparse. Nos adentraremos, entonces, en lo que la conferencia de 1953 nos puede
alumbrar acerca de ese ocuparse.
Es necesario hacer primeramente algunas salvedades acerca de ciertos conceptos presentes
en el texto antes de ahondar someramente dentro de él.
La “existencia humana singularizada”15 o “Dasein” es arrojada o puesta en un camino
de des-ocultamineto. Este es su “destino”16 : “Siempre que el hombre abre sus ojos y su oído,
franquea su corazón, se entrega a sus pensamientos y afanes, forma y obra, pide y agradece, se
encuentra ya llevado por todas partes a lo no-oculto”17.
Este destino es condición de posibilidad de la “libertad” del ser-ahí o Dasein, entendida
como “lo ocultante que ilumina”18. Acceder a la “libertad” implica, por ende, des-ocultar, ir
hacia lo oculto para que éste ilumine. El “destino” sería, así, el camino hacia la “libertad”.
Pero Heidegger en su conferencia propone un camino inverso. Para hablar de la “libertad”,
en primer lugar traza un recorrido hasta llegar a su perfecto opuesto: la “imposición” o esencia
de la técnica. Desarrollaremos ahora este recorrido.
Pues bien, éste consiste en el pasaje por ciertos estadios intermedios, para llegar desde
la pregunta por la técnica a la esencia de la técnica. Tales estadios intermedios son: la instru-
mentalidad, los cuatro modos de la causalidad, la producción, el des-ocultar. Aquí vale hacer
un comentario. Si des-ocultar es traer-a-la-presencia, coincide con la verdad, con la “rectitud
del representar”, por lo que la técnica será un modo de hacer verdad, de pro-ducir verdad en
aquello que no se des-oculata a sí mismo y cuyo des-oculatamiento resulta indeterminado antes
del propio “acto” de pro-ducción o des-ocultamiento.
Todas estas características son compartidas por la técnica moderna pero ésta es un modo
particular de desocultar, modo consistente en un “provocar que le exige a la Naturaleza”19.
“Su modo de representar (el de la técnica moderna) persigue a la naturaleza en cuanto plexo
calculable de fuerzas”20.
De este modo a los estadios intermedios que constituían una cadena de conceptos que
daban cuenta de la técnica, se les puede agregar: des-ocultar provocante, fondo, imposición:
“lo reunido que requiere al hombre, es decir, lo provoca, a des-ocultar lo real como fondo en el
modo de encargar”. El Dasein es tan “requerido” como la naturaleza.

15 Así es como Pablo Oyarzún Robles traduce el término “Dasein” en su traducción de La noción del tiempo. Ésta se
encuentra disponible en www.philosophia.cl.
16 Heidegger entiende “destino” en su conferencia como “haber sido arrojado en un camino”.
17 Heidegger, M., “La pregunta por la técnica”, en Época de filosofía, Barcelona, 1985, Nº 1. Pp. 16.
18 Op. Cit. Pp. 21.
19 Ibid. Pp. 14.
20 Ibid. Pp. 18.

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128 RICARDO TOMÁS FERREYRA Y EMILIANO GIORGIS

Hasta aquí solo nos hemos aproximado al “peligro en sentido supremo”21. Reside éste en
que la esencia de la técnica, la im-posición, sea el destino del des-ocultamiento, es decir, que
sea el destino del destino del Dasein. Ahora bien, ¿por qué la “im-posición” habría de ser el
camino en que es puesto el camino en que es puesto el Dasein? Porque la “im-posición” oculta
ser un des-ocultar en el modo “requerir”. Requiriendo como fondo de energía a la naturaleza y
al hombre, siendo “neutral”, oculta ser un modo de “des-ocultamiento”. El que el camino en
que está puesto el des-ocultar sea el ocultamiento de ese des-ocultar impide al Dasein percibir
su destino y realizar su libertad. El destino del Dasein se convierte en el destino del destino del
dasein: la “neutralidad” o “el peligro en el sentido supremo” (la im-posición como destino del
des-ocultar: el camino del des-ocultar en que es puesto el camino de des-ocultar del Dasein que
oculta ser un des-ocultar).
Pues bien, quedan clarificados los conceptos de Dasein, destino, libertad, imposición (o
esencia de la técnica moderna) y neutralidad (o peligro en grado supremo).
Pero aún resta un concepto por ser clarificado. Éste es tratado en la última parte de la con-
ferencia. Se trata del concepto de “lo salvador”.
Heidegger asimila lo esencial con lo que “dura” y esto con lo que “perdura”. En este punto,
cita a Goethe para asimilar “lo que perdura” con “lo que continúa otorgando” Esto lo lleva a
concluir que todo lo esencial debe ser “otorgante”22.
Si a lo anterior se agrega que el hombre no puede ser “hombre únicamente de por sí”23,
entonces, la im-posición en tanto “un modo destinal del des-ocultar, a saber, el que provoca”24
en tanto esencia de la técnica moderna, debe encerrar en sí “lo que otorga” al Dasein aquello
que lo define como tal, es decir, aquello que lo arroja al camino del des-ocultar. “Así pues –lo
que menos presumimos–, lo que despliega-su-esencia en la técnica encierra en sí el posible
surgimiento de lo salvador”25.
Heidegger concibe una “salvación” al “peligro en el sentido supremo”. Se trata, pues, de la
posibilidad de que el hombre se reencuentre con su “destino”, el camino de des-ocultamiento,
siendo partícipe de la esencia de la técnica, es decir, de la imposición.
Bajo la hipótesis de que puede considerarse que el ocuparse se da en la Modernidad con-
temporánea de Heidegger según la esencia de la técnica, podemos afirmar que el ser que se da
en el “uno” se ocupa de una manera tal que lo aleja de su destino, es decir, del camino hacia
la libertad.

21 Ibid. Pp. 23.


22 Ibid. Pp. 26.
23 Ibid. Pp. 26.
24 Ibid. Pp. 25.
25 Ibid. Pp. 27.

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LOS CAMINOS DE LA MODERNIDAD: UNA VISION SOBRE LA NEUTRALIZACION Y DESPOLITIZACION
PP: 121 - 137 129

Ahora nos ocuparemos del régimen totalitario tal como éste ha sido tratado en el capítulo
13 de Sobre los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt. Para ello, caracterizaremos al To-
talitarismo bajo tres ejes26: su esencia, el terror; su principio de acción, la lógica del pensamiento
ideológico; y la experiencia humana básica de este tipo de gobierno, el aislamiento, impotencia
o soledad.
El pensamiento ideológico elevado a condición de “Ley de la Historia” o “de la Naturaleza”
supone la desaparición de todo orden positivo, donde la ley funciona como un marco que da
estabilidad y permanencia a la acción. Toda conducta humana pasa a ser interpretada a partir
de esta Ley Fundamental. Todo movimiento no supone cambio alguno, no sienta un pasado y
un futuro, es decir, no establece ningún acontecimiento que alumbre con su arribo al “mundo”,
sino que cualquier movimiento humano no es más que un desarrollo constante de esta ley.
Vemos, entonces, cómo el individuo se encuentra totalmente interpelado por esta ideología, y
cómo se borra su esfera interna hasta el punto en que la única motivación que se encuentra es
el terror (no hay motivaciones contingentes, privadas, individuales que guíen la conducta). El in-
dividuo pierde su contacto consigo mismo, así, su posibilidad de pensamiento, y, de este modo,
su inserción en un destino de des-ocultamiento. El aislamiento y la soledad, son la contracara de
este modo de vivir en el mundo.
Pues, entonces, Arendt nos propone un panorama en el que se encuentran individuos que se
mueven (puesto que ya no se puede decir ni que actúan ni que producen, sino que simplemente
cumplen una función vital, el hombre en el Totalitarismo es un simple “animal laborans”) sólo
impulsados por el terror y donde la experiencia misma de la soledad les impide cualquier re-
flexión sobre su condición y por ende cualquier otra motivación por fuera del terror. La lógica de
la ideología es la imposición de un Destino único que todo lo significa y cuya especificidad es su
imposibilidad de ser refutado puesto que todo lo que acontece puede ser traducido a su lógica.
Este destino único, expresado por tal lógica, es un des-ocultar que no se oculta a sí mismo, sino
que se presenta como único y verdadera forma de des-ocultar aquello oculto que ilumina, por lo
tanto, ocultando otras formas de des-ocultar.
Vemos, de este modo, que para Arendt el hombre es interpelado a un modo único de
des-ocultamiento (el impuesto por la Ley de Naturaleza o de la Historia). No hay para la autora
espacio para la libertad por fuera de la esfera intersubjetiva o pública, por ende, tampoco existe
posibilidad de que el hombre cambie su “destino”. Esta aparente visión pesimista de Arendt
acerca del punto cúlmine de su interpretación sobre cierto posible destino de la Modernidad (el
Totalitarismo) será tratada nuevamente más adelante.
Retomaremos ahora el desarrollo de los conceptos de “entretenimiento” (“esparcimiento”

26 Arendt, Hannah (1999). Los orígenes del totalitarismo. Madrid: Alianza Editorial. Estos ejes son conceptos indicados por
la propia autora. A nuestro entender sintetizan en su conjunción lo que ésta dice sobre el Totalitarismo.

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130 RICARDO TOMÁS FERREYRA Y EMILIANO GIORGIS

u “ocio”) y de “juego” para caracterizar el análisis que hace Schmitt del “liberalismo”.
Comenzaremos a desarrollar el primero de los términos. ¿Qué supone la palabra “entrete-
nimiento”? Siguiendo a Schmitt, podemos decir que para abordar el significado de la palabra
“entretenimiento” hay que oponer este término a lo que a éste se opone de manera directa: la
necesidad, la seriedad. El “entretenimiento” es la negación de la necesidad.
Ahora bien, esta necesidad puede ser abordada y considerada de distintas formas.
En primer lugar, puede tratarse de una necesidad susceptible de ser satisfecha. De este tipo
son las necesidades que dan sustento a la ciencia económica clásica o marginalista.
En segundo lugar, puede ser un tipo de necesidad existencial, imposible de satisfacer y cuyo
sentido es su contraposición con lo “no-necesitado”. Si Schmitt se estuviese refiriendo a este
tipo de necesidad, su indagación terminaría en que prefiere la necesidad al entretenimiento por
mero capricho: el “mérito” de Schmitt consistiría en elegir de entre dos términos contrapuestos
el menos “popular”, imposibilitado de dar algún sustento extra a su elección.
Sabemos que la indagación de Schmitt es más profunda. Sin embargo, si aquello no-necesi-
tado y, por ende, “completo” y “perfecto” perteneciera a una esfera no-humana, sino se tratase
de la “sociedad para el consumo y la cultura”, ¿Schmitt estaría en contra de definir la necesidad
en el segundo sentido que acabamos de mencionar?, es decir, ¿su crítica al liberalismo podría
basarse, en último término, en que éste busca “traer” el “Cielo” a la “Tierra”?
En tercer lugar, la necesidad puede ser considerada como necesidad de estar necesitado.
El sentido de ésta sólo puede hallarse en ella misma. Lo necesario se impone como necesario
porque necesita imponerse. Si Schmitt adhiriera a este modo de definir necesidad, encontraría en
esta definición las de “autoridad” y “obediencia”. Estas dos nociones lo llevarían indirectamen-
te a la búsqueda de un principio último, un “saber íntegro”, un “acontecimiento histórico” que
dé contenido a estas nociones. De modo indirecto, así, Schmitt terminaría de igual modo ape-
lando al polo trascendente, no-necesitado, para dar sentido a la “autoridad” y la “obediencia”.
De un modo u otro de concebir la necesidad, Schmitt apelaría inevitablemente al polo tras-
cendente. Pero un modo y otro son muy distintos.
Pues bien, la noción de “entretenimiento” (“esparcimiento” u “ocio”) culmina en la nega-
ción de la necesidad del segundo o tercer tipo antes desarrollados. De cualquier modo es una
necesidad existencial, irresoluble y ligada al ser del hombre. En el desarrollo de Heidegger esta
necesidad adquiere el nombre de “destino”: el “destino del hombre es ser-puesto en un camino
de des-ocultamiento, y está ligada a la noción de libertad, como “lo oculto que ilumina”. De
tal modo, el hombre en el liberalismo, el hombre no-necesitado, es un hombre no impelido o
no arrojado a la realización de su “libertad”, en tanto se le oculta su “destino” y no tiene po-
sibilidad de des-ocultar lo “oculto que ilumina”: “El hombre está tan decisivamente avasallado
por la provocación, que [a esta] no la percibe como interpelación, no se ve a sí mismo como el

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LOS CAMINOS DE LA MODERNIDAD: UNA VISION SOBRE LA NEUTRALIZACION Y DESPOLITIZACION
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interpelado, y así pasa por alto también todos los modos [que le permitirían comprender] en qué
medida ek-siste a partir de su esencia en el ámbito de un llamamiento y por ello jamás puede
encontrarse sólo a sí mismo”27.
De este modo, el hombre que no es-puesto en el camino del des-ocultar, no arrojado a la
necesidad existencial, es un hombre, al mismo tiempo, no-necesitado y no-libre.

Normalización - neutralización - despolitización

Tomando como punto de partida las críticas al liberalismo, el paso siguiente es clarificar
cómo estos autores advierten una creciente neutralización y despolitización de la sociedad occi-
dental, aclarando las similitudes y diferencias en las teorizaciones de Arendt y Schmitt. En efecto,
ambos partirán desde una posición similar, y aunque haya un abismo ideológico que los separe,
no por ello no coincidirán en los interrogantes que se plantean.
Ambos sostienen la existencia de un proceso que se inicia con la modernidad y que concluye
con un Hombre neutralizado, desprovisto de la su capacidad de generar nuevos acontecimien-
tos, en otras palabras, de un hombre despolitizado en un mundo hecho a su nueva imagen y
semejanza.
La modernidad se inicia con la caída del polo trascendente como forma de legitimidad,
desapareciendo el sentido que la autoridad teocrática le proporcionaba al mundo. Esta “retira-
da” de Dios de la Tierra no sólo deja ésta a merced de la libre voluntad del hombre, sino que
su repliegue se lleva consigo las certezas acerca del devenir, del sentido de la historia y de la
propia existencia.
La modernidad se caracterizó por la irrupción de la ciencia, la cual tuvo un rol protagónico
a la hora de refutar los paradigmas teocéntricos. Pero también fue esencial a la hora de acelerar
la génesis del sistema capitalista y la conformación del sistema económico moderno. El hombre,
se decía, “libre de las cadenas eclesiásticas”, comenzaba a gozar de su libertad.
Sin embargo, a la luz de estos autores, en vez de proveer los medios para la liberación
definitiva del Hombre, el progreso económico y científico no hizo otra cosa más que limitarlo,
atenuarlo.
Para poder llegar a tener bien en claro el concepto de despolitización, es necesario aclarar
que tal situación es el resultado de un proceso que comienza con la normalización del hombre.
Entendemos por normalización a la homogeneización de los miembros de una sociedad en
torno a intereses, actitudes, formas de comportamiento, gustos y opiniones de acuerdo a ciertos
criterios, socialmente aceptados y, por ende, elevados al nivel de norma, hacia los cuales hay
una adecuación de los individuos, produciendo así una igualación entre ellos.

27 Heidegger, M (1985). “La pregunta por la técnica”, en Época de filosofía, Barcelona, Nº 1. Pp. 23.

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132 RICARDO TOMÁS FERREYRA Y EMILIANO GIORGIS

Para Arendt, la normalización del hombre comienza con lo que llama ``el auge de lo social´´.
Ella sostiene que la Modernidad trajo aparejada una modificación de las esferas del espacio pú-
blico y privado28. La del espacio público se contrajo y el elemento económico de la esfera privada
paso a cobrar importancia en la esfera publica, que con el correr del tiempo se transformó en
la actual economía. La ciencia económica alcanza tal estatus en la medida que logra tipificar
comportamientos mediante el uso de la estadística, la cual le permitió desarrollar patrones de
conducta y de consumo, que universalizados a todo el corpus social brindaron la delimitación
entre lo normal y lo anormal, ya que al establecer normas de conducta universales se puede
catalogar de este modo a las personas, dependiendo de su apego, o no, a dichos criterios.
Ocurre una igualación, una baja en las expectativas de lo que se puede esperar del hombre, en
palabras del Arendt, un ``conformismo´´29. El hombre adquiere este rasgo al adoptar la actitud
de conformar a la sociedad mediante su adaptación y apego a lo que la sociedad pretende de el,
resignándose (coacción social de por medio) a lo diferente.
Mientras en el plano social se normalizan los comportamientos y actitudes, a nivel estatal
ocurre una burocratización. El gobierno personal es cambiado por el gobierno de nadie haciendo
del anonimato el rasgo distintivo de ``lo social´´. Gobierno de nadie, sociedad de nadie. En efec-
to, la normalización de los individuos y la reorganización del estado en torno a una burocracia
dedicada a al administración económica hace del anonimato su característica particular, donde
cada uno es indistinto del otro, a lo que se le contrapone una estructura estatal tan uniforme y
conforme como lo social.
En cuanto a Carl Schmitt, la normalización de la sociedad se lleva a cabo en el más estricto
sentido del término.
Compartirá con Arendt su visión acerca de la forma que adquiere el Estado, la de una gran

28 En su elaboración de las características de lo privado y lo público. Arendt retoma las connotaciones que se le daban
en la antigua Grecia, donde ``… la capacidad del hombre para la organización política no solo es diferente, sino que se
haya en directa oposición a la asociación natural, cuyo centro es el hogar, (oikia) y la familia´´. Por lo tanto, debido a la
conformación de los ordenes políticos de las características de las ciudades-estado Griegas, el hombre recibía, además de
su vida privada, una más, de características políticas. Así, la esfera privada se caracteriza por ser el ``reino de la necesidad´´.
Dicha necesidad es la que trae aparejada la vida biológica, aquella asociada a la subsistencia. La esfera privada termina por
ser el lugar del dominio y la falta de libertad. Es el gobierno de la familia en la antigua Grecia, donde no hay igualdad sino
jerarquías, dominada por la economía de la labor y el trabajo, de la producción de necesidades para subsistir. En cambio,
lo público no lleva el sello de la propiedad, sino que es lo comunal (koinon). Lo público adquiere aquí la característica de
ser un lugar de ``aparición´´ del hombre. Es el ver y dejarse ver. Aquí cada hombre tiene exactamente el mismo valor que el
otro, y es portador del logos necesario para llegar a entendimiento. La participación del hombre en la vida pública tiene
su correlato en el éxito de sustraerse a sí mismo de las necesidades. Dicho de otro modo, una vez que cada hombre logre
asegurarse los medios para su supervivencia podrá ser partícipe de ``su otra vida´´. En lo que intentamos poner énfasis es en
la libertad: sólo librándose de la necesidad, el hombre podía ser libre para tener vida pública, y, por ende, política. Véase
Arendt, Hannah (1993). La condición humana. Buenos Aires: Ed. Paidos. Pp. 37-79.
29 Arendt, Hannah. Op. cit. Pp. 52.

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LOS CAMINOS DE LA MODERNIDAD: UNA VISION SOBRE LA NEUTRALIZACION Y DESPOLITIZACION
PP: 121 - 137 133

maquina con lógica propia, advirtiendo sobre las consecuencias que el paradigma de la econo-
mía como el único motor social posible produce.
Comenzando por el Estado, éste termina siendo un corpus monolítico regulado por el im-
perio de la norma. El jurist alemán ve en el positivismo jurídico la sumisión de todos los hechos
al derecho, o sea, la posibilidad de regular de forma extrema las prácticas sociales y el funcio-
namiento de las instituciones. El avance del derecho positivo que culmina con la vigencia de
las leyes por sobre todo, tiene la pretensión última de lograr la autosuficiencia del derecho y
la reproducción del mismo tomando como fundamento una norma superior, donde la norma
fundamente la vigencia de otra norma.
Por el lado de la sociedad civil, Schmitt detecta que se lleva a cabo una reconfiguracion del
sentido y significado de ciertos conceptos propiamente políticos. Las lógicas técnico–económi-
cas tienden a eliminar el carácter polémico de los conceptos. Tal como plantea Schmitt el “El
concepto de lo político” el liberalismo despolitiza y neutraliza los términos, elimina el carácter
polémico de los mismos reconfigurándolos en torno a la ética y la economía30. En la medida en
que los términos son reorientados en torno a cuestiones éticas, técnicas o económicas, se pone
de manifiesto una regulación de las prácticas que son absorbidas por la lógica del liberalismo.
De la misma forma que Arendt sostenía que el avance de la economía supone una tipologi-
zación del comportamiento que conlleva a una actitud conformista en el hombre, para Schmitt
la convergencia del positivismo jurídico y la lógica técnico-económica termina en el imperio de
lo regulado y lo cotidiano. Al reconfigurar y eliminar el carácter polémico de los términos todo
se reduce en la simple cotidianeidad de la rutina de la vida, una vida regularizada por una cons-
trucción normativa que se sostiene por la vigencia absoluta de las leyes. Así la vida humana no
sólo se encuentra limitada y preestablecida, sino que también el actuar del hombre se hace en
un mundo cuyos supuestos son los de la economía, la ética, la técnica y el legalismo.
Ocurre aquí también otra situación de anonimato, ya que en la medida que las prácticas se
hacen para un fin económico, se hace innecesario establecer una distinción entre una u otra.
Cada evento o acción personal, al orientarse o disolverse en torno a los mismos sentidos lleva
a la repetición de los mismos hechos con diferentes individuos, diferentes formas pero mismo
contenido.
Ahora bien, esta normalización del hombre tiene para ambos autores un efecto neutra-
lizador. Impide a los hombres generar nuevos acontecimientos, eliminando la política de las
comunidades humanas.
Al definir ambos autores la esencia de lo político como algo envestido de una naturaleza

30 Tal como dice Schmitt. “el pathos ético y la objetividad económica materialista se unen en toda expresión típicamente
liberal y confieren un rostro diferente a cada concepto político. Así el concepto político de lucha se transforma en el pensa-
miento liberal, por el lado económico en competencia, y por el otro, el lado espiritual, en discusión’’ Véase, Schmitt, Carl
(1996). El concepto de lo político. Buenos Aires: Alianza.

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134 RICARDO TOMÁS FERREYRA Y EMILIANO GIORGIS

excepcional, esta corre el riesgo de perderse en la modernidad.


Para Arendt la acción es una condición propia del ser humano, es “la actividad política por
excelencia’’31. Es la forma con que los hombres nos relacionamos entre nosotros. Ella entiende
que la política es la acción y el discurso que los hombres intercambian para relacionarse entre
sí en el seno de un espacio común. La misma existencia de una comunidad política depende de
ello. Por lo tanto la acción tiene características fundacionales e instituyentes. Es la emergencia de
algo nuevo, impensado. Explica la potencialidad que reside en el hombre de crear, de innovar, de
reinventarse a sí mismo en la pluralidad y de transformar por medio de ésta el mundo.
Para Schmitt, lo político se reviste también de características extraordinarias. Establece lo
político como algo polémico y confrontativo. Para no caer en una definición que tienda a hacer
de lo político algo cotidiano, le da un carácter excepcional. El criterio para definir lo político será
el de amigo/enemigo. Cuando haya una polémica en torno a una “cuestión x” y el grado de
confrontación sea tan alto que logre un agrupamiento de los involucrados en torno a los criterios
de amigo/enemigo y la guerra, o el enfrentamiento armado, se haga posible, estaremos ante
un acontecimiento netamente político. Esta es una definición que no tiende a normalizarse, lo
político pasa a ser una posibilidad. Toda diferencia o enfrentamiento puede devenir en político
dependiendo del grado de intensidad del conflicto que haya entre los bandos opuestos.
La respuesta que tienen ambos autores a los problemas que surgen en la modernidad ra-
dica en la exaltación de lo extraordinario. Como ya se mencionó, Arendt resalta la acción del
hombre como algo capaz de romper con lo viejo, de establecer lo no establecido. Schmitt en
cambio se esfuerza por definir lo político de una forma radical. Ambas teorizaciones revalorizan
lo político no como algo normal o cotidiano, sujeto a limitaciones técnicas o legales, sino como
algo excepcional.
Tanto la decisión Schmittiana como la acción Arendtiana tienen un carácter fundante y
excepcional. Ambos conceptos llevan consigo una naturaleza instituyente y extraordinaria, una
potencialidad que permite la génesis de nuevos órdenes y formas de organización que terminan
por modificar las sociedades en que los hombres viven.
Para Arendt toda acción es como un nuevo nacimiento, es algo novedoso que trasciende
tanto lo cotidiano como a los hombres que la impulsaron. En ello consiste el milagro de la acción;
en ser un nuevo nacimiento, lo inesperado, lo que puede romper con lo establecido. Si bien
también Schmitt equipara la decisión con el milagro, más precisamente el católico, ambas con-
cepciones sobre la fundación de algo nuevo discrepan respecto de los lugares donde repercuten
y los actores que la llevan a cabo. Arendt establece la pluralidad de los hombres en un espacio
público como condición necesaria de la acción, mientras que Schmitt sostiene a la decisión como
algo unipersonal, propio del soberano. La pluralidad de la misma destruiría la soberanía, y por

31 Ibíd. 1. Pp. 23

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LOS CAMINOS DE LA MODERNIDAD: UNA VISION SOBRE LA NEUTRALIZACION Y DESPOLITIZACION
PP: 121 - 137 135

lo tanto, la capacidad de decidir. Arendt, con su soberanía de la acción, le da al acto fundante


una ubicación que abarca a todos los miembros de la comunidad política. Mientras que la ac-
ción política tiene en Arendt un carácter asociativo, en Schmitt lo político es disociativo. En la
primera, los hombres se unen y actúan en conjunto en base a la acción común y al consenso,
y en lo segundo lo político acontece como una separación, una separación radical que puede
llevar a la guerra.
Ahora bien, habiendo aclarado sus visiones acerca de lo político y la política, basta ver el
efecto neutralizador de la normalización social sobre los elementos políticos.
De acuerdo con Arendt, ocurre un ``dejar´´ de la acción, donde esta es reemplazada por
el mero comportamiento. Si es inherente al hombre el actuar, le será de la misma forma su
capacidad de generar algo nuevo, lo cual se ve limitado, obstaculizado y, en casos extremos (el
Totalitarismo) interrumpido ante la normalización del comportamiento. La coacción social que
ata al hombre a determinadas tipologías de conducta, reemplaza la acción por el mero compor-
tamiento mediante una adecuación a las normas. De esta forma, a partir del nacimiento de la
era moderna se corre el riesgo que desaparezca la política debido a la sustitución del actuar por
un hacer y comportarse en base a patrones y expectativas universales arraigadas en el seno de
lo social.
La acción se ve despojada de su potencialidad política no solo porque ya nada nuevo puede
ocurrir en una sociedad conformista, sino porque el ámbito donde la acción se hace presente
y necesaria ha dejado de ser la esfera pública. Con la modernidad la acción se ve acotada al
ámbito de las ciencias duras32, al servicio de ``lo social´´. La acción aplicada el ámbito científico-
técnico termina siendo reducida a un mero instrumento para el progreso económico, dejando
de ser un fin en sí misma. Dicha idea de progreso demanda orden, continuidad, uniformidad,
hacer de la sociedad una máquina que actúe conforme a su lógica y a su teleología. Conformar
una sociedad instrumental, con una razón instrumental, diría Horkheimer33. El hombre se ve
forzado a actuar con una finalidad predeterminada, eliminando la capacidad transformadora
que el actuar en conjunto supo tener. La acción se neutraliza, la política como acontecimiento
deja de ser posible.
En Schmitt, la neutralización provocada por la normalización adquiere al igual que en Arendt

32 Como dice Arendt `` el hecho mismo de las que las Ciencias Naturales se han convertido exclusivamente en ciencias de
proceso y, en su última etapa, en ciencias de un proceso sin retorno, es una clara indicación de que, cualquiera que sea
su fuerza cerebral necesaria para iniciarlas (…) no es capacidad teórica, ni contemplación, ni razón, sino habilidad para
actuar.´´ Ibíd. 1. Pp. 251.
33 Al respecto de este punto, Max Horkheimer hace referencia a la transformación del uso y concepción de la razón que
se produce con la irrupción de la economía como elemento preponderante de las sociedades: ``las fuerzas económicas y
sociales adoptan el carácter de fuerzas de la naturaleza, a las que el hombre, al fin de preservarse, debe dominar mediante
la adaptación a ellas”, Horkheimer, Max (2007). Critica a la razón instrumental. Buenos Aires: Terramar, Pp.99.

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136 RICARDO TOMÁS FERREYRA Y EMILIANO GIORGIS

la forma de limitación. Se excluye la posibilidad de llegar a la situación límite, a lo extraordinario,


a la ruptura. Al ser reconfigurados los conceptos propiamente políticos eliminando de ellos su
tonalidad polémica, se excluye la posibilidad de que un hecho llegue a la intensidad propia de la
lucha o de la guerra, ya que se los presenta como mera discusión o competencia. De esta forma
se despolitiza neutralizando la potencialidad de que algo devenga en político, la politicidad
queda en suspenso.
En lo que respecta a la decisión soberana, ésta termina siendo excluida. Se desconoce la
prerrogativa soberana de decidir al confiarle la acción política a un sistema normativo e imper-
sonal. El estado termina siendo solo un aparato de medios limitados a un rol administrador de
lo cotidiano y normal.
De esta forma, la despolitización resultante de la neutralización de los elementos que per-
miten llegar a lo político llevada a cabo por la normalización, adquiere un carácter de ``preven-
ción´´. ¿Que se previene? lo nuevo, la ruptura, lo milagroso.

Conclusión

Trayendo a la presencia todo lo desarrollado al lo largo del trabajo, se puede concluir con
que neutralización y despolitización no son meros conceptos ni hechos aislados, sino un proce-
so en si, necesario para el desenvolvimiento de una idea predominante de progreso.
En efecto, tal concepción economicista y científica que sirve tanto de medida de desarrollo
como de sentido de evolución para la sociedad, tiene la misma lógica de imposición que describe
Heidegger en su reflexión sobre la esencia de la técnica. En la mediada que se constituye una
idea regulativa y evolucionista de las sociedades, ésta en particular, se impone como la única
posible, descalificando, destruyendo y ocultando otros sentidos y otros comienzos y finalidades.
Su actitud totalitaria al respecto de lo que no se adecúa, y hacia la irrupción de ``novedades” es
su condición de posibilidad para su reproducción y funcionamiento. El progreso necesita excluir
la política, prevenir al mundo de lo nuevo. Necesita crear un continium donde la única ruptura
se haga en relación a los avances científicos necesarios para la evolución del sistema.
Esta imposición, al eliminar la irrupción de lo nuevo, oculta otros posibles caminos, otros
destinos, otros medios, escondiendo otras posibilidades de realización del hombre.
Aquellos últimos no se corresponden a lo normal, a lo establecido. Aquellos no son ni orden
ni continuidad. La normalización es necesaria para la aceptación total y pacifica de los dictáme-
nes del sano progreso. Las neutralizaciones y despolitizaciones son la otra cara del mismo Jano,
ya que ambas operaciones profundamente entrelazadas hacen efectivas las pretensiones de la
normalización de la prevención y/o exclusión de la política, de la novedad, del hecho radical
verdaderamente político.

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LOS CAMINOS DE LA MODERNIDAD: UNA VISION SOBRE LA NEUTRALIZACION Y DESPOLITIZACION
PP: 121 - 137 137

En este sentido, el proceso de neutralizaciones y despolitizaciones aparece así como el


registro histórico de la forma en que paulatinamente se separa al mundo de la política, atando
a los hombres a sus propias invenciones.

REFERENCIAS
Anders, Günter, Arendt, Hannah, Jonas, Hans, Löwith, Karl y Strauss, Leo (2008). Sobre
Heidegger. Cinco voces judías. Buenos Aires: Manantial.
Arendt, Hannah (1993). La condición humana. Buenos Aires: Paidós.
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ble en www.philosophia.cl.
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Meier, Heinrich (2008). Carl Schmitt, Leo Strauss y “El concepto de lo político”. Buenos
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PONENCIA

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LOS PODERES CONSTITUCIONALES DE LOS JEFES DE GOBIERNO DE


LA CIUDAD AUTÓNOMA DE BUENOS AIRES: ANALISIS COMPARATIVO
DE LAS GESTIONES DE IBARRA, TELERMAN Y MACRI1

THE CONSTITUTIONAL POWERS OF THE JEFES DE GOBIERNO IN THE CIUDAD AUTÓNOMA


DE BUENOS AIRES: A COMPARATIVE ANALYSIS OF IBARRA’S, TELERMAN’S AND MACRI ´S
ADMINISTRATIONS

Por Silvia La Ruffa, María Carolina Molinari y Melina Adelchanow


UNIVERSIDAD DE BELGRANO (UB)

RESUMEN
El objetivo de este trabajo es evaluar el desempeño institucional de los Jefes
de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a través del uso que
hicieron de sus poderes constitucionales. Para ello se analiza de manera com-
parativa el primer año de gestión de Aníbal Ibarra (en sus dos períodos), Jorge
Telerman y Mauricio Macri en lo que respecta a los vetos que formularon y a
los decretos de necesidad y urgencia que emitieron. De este modo se busca
apreciar si el diseño institucional adoptado por la Ciudad genera incentivos u
obstáculos para que el Ejecutivo pueda llevar adelante su agenda guberna-
mental.

PALABRAS CLAVE
Desempeño institucional, Analisis comparativo, Poderes constitucionales.

ABSTRACT
The objective of this paper is to evaluate the institutional performance of the
Government´s Chiefs of the Ciudad Autónoma de Buenos Aires through the
use of constitutional powers. We examine comparatively the first year of Aní-
bal Ibarra’s (two periods), Jorge Telerman’s and Mauricio Macri’s administra-
tions. We are trying to determine whether the institutional design adopted by
the City creates incentives or disincentives for the Executive to carry out his
government’s agenda.

1 Trabajo presentado IX Congreso Nacional de Ciencia Política Centros y periferias: equilibrios y asimetrías en las relaciones
de poder SAAP – Santa Fe (2009): Universidad Nacional del Litoral - Universidad Católica de Santa Fe

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140 SILVIA LA RUFFA, MARÍA CAROLINA MOLINARI Y MELINA ADELCHANOW

KEY WORDS
Institutional performance, Comparative analysis, Constitutional powers.

RESUMO
O objetivo deste trabalho é avaliar o desempenho institucional dos Chefes de
Governo da Cidade Autônoma de Buenos Aires, através do uso de seus pode-
res constitucionais. Para isso, analisa-se, de maneira comparativa, o primeiro
ano de gestão de Aníbal Ibarra (em seus dois períodos), Jorge Terlerman e
Mauricio Macri, no que diz respeito aos seus vetos e aos decretos de neces-
sidade e urgência por eles emitidos. Deste modo, procura-se apreciar se o
projeto institucional adotado pela Cidade gera incentivos ou obstáculos para
que o Executivo possa levar adiante sua agenda governamental.

PALABRAS CHAVE
Desempenho institucional, Analise comparativo, Poderes constitucionais.

Introducción

El status jurídico de la Ciudad de Buenos Aires cambió sustancialmente a partir de la Re-


forma Constitucional de 1994. La nueva Carta Magna estableció que este distrito tendría un
régimen de gobierno autónomo con facultades de legislación y jurisdicción y que sus habitantes
elegirían directamente a sus gobernantes2.
En 1996 se sancionó el texto constitucional porteño, el cual adoptó el diseño institucio-
nal presidencialista. Las características propias de este régimen político están presentes en la
Constitución de la Ciudad de Buenos Aires: un Poder Ejecutivo (Jefe de Gobierno) electo por el
voto popular directo (mediante el sistema de mayoría absoluta con doble vuelta electoral) con
mandato fijo (dura 4 años en el cargo y puede ser reelecto por un período consecutivo), el Poder
Legislativo (la Legislatura) no tiene voto de censura ni puede remover al Gobierno; el Jefe de
Gobierno elige y remueve a sus ministros y conduce a su gobierno3.
Sin embargo, el diseño porteño presenta diferencias respecto al nacional. La voluntad del
constituyente se inclinó por jerarquizar el rol de la Legislatura local. Sabsay y Onaindia sostienen
que “El balance que surge al respecto es ampliamente positivo, la delegación legislativa ha

2 Las autoras agradecen la valiosa colaboración de la Dra. María Elena Acosta, y de los Licenciados Federico Mandirola y
Jonathan Pacialeo cuyos aportes y comentarios fueron de gran utilidad para la realización de este trabajo.
3 Cfr. Sartori, G.(1994). Ingeniería constitucional de comparada. Mexico: Fondo Economico de Cultura. y Pasquino, G
(2004). Sistemas políticos comparados. Buenos Aires: Prometeo.

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AIRES: ANALISIS COMPARATIVO DE LAS GESTIONES DE IBARRA, TELERMAN Y MACRI PP: 139 - 171 141

sido prohibida, la promulgación parcial aludida requiere el consentimiento de la Legislatura


y, el dictado de reglamentos de necesidad y urgencia está sujeto a controles muy severos y
efectivos que esperamos tornen prácticamente ilusorio el ejercicio abusivo de esta potestad
excepcional del Ejecutivo”4.
De este modo, en la Ciudad de Buenos Aires, la facultad del Jefe de Gobierno de emitir
decretos de necesidad y urgencia está sometida a un mayor control legislativo y la facultad de
vetar leyes se encuentra restringida al sujetar la promulgación parcial al consentimiento de la
Legislatura.
Mainwaring y Shugart, en sus análisis sobre los regímenes políticos imperantes en los países
de América Latina, sostienen que la fortaleza o la debilidad de los presidentes dependen de la
capacidad que tengan para poner su sello en las políticas y llevar a cabo su agenda. Los medios
de que disponen los gobernantes para ejercer esa influencia son dos: los poderes constitucio-
nales inherentes a su cargo y los poderes partidarios que le permiten controlar las mayorías
legislativas. Para estos autores existe una interacción entre los poderes constitucionales y los
partidarios: presidentes con debilidad constitucional pueden ser fuertes si tienen el control de
sus partidos y presidentes con amplios poderes legislativos pueden influir sobre la legislación
aunque no tengan mayorías. En lo que respecta a los poderes constitucionales, expresan que
“Los poderes que permiten al presidente establecer- o tratar de establecer- un nuevo status
quo pueden ser denominados poderes proactivos. El mejor ejemplo es el poder de decreto.
Aquellos que sólo permiten al presidente defender el status quo contra las tentativas de la
mayoría legislativa por cambiarlo pueden ser catalogados como poderes reactivos”5 . Tenien-
do en cuenta esas variables, Mainwaring y Shugart elaboraron una clasificación según la cual,
la autoridad legislativa del presidente es potencialmente dominante cuando éste tiene poder de
decreto, veto fuerte e iniciativa exclusiva, es proactiva cuando tiene poder de decreto pero veto
débil, es reactiva cuando tiene veto fuerte, decreto débil e introducción exclusiva y es potencial-
mente marginal cuando no tiene poder de veto.
De acuerdo a este esquema, la autoridad legislativa del Jefe de Gobierno de la Ciudad Au-
tónoma de Buenos Aires se puede ubicar en la categoría reactiva porque, según la Constitución
local, tiene un poder de veto fuerte y un poder de decreto restringido.
Desde la entrada en vigencia de la Constitución porteña seis Jefes de Gobierno se sucedie-
ron en el Ejecutivo local ¿Cómo utilizaron esos poderes constitucionales los gobernantes de la
ciudad?
El objetivo de este trabajo es analizar el desempeño institucional de los Jefes de Gobierno

4 Sabsay, D.y Miguel Onaindia (1997). La Constitución de los Porteños. Buenos Aires: Errepar p. 213.
5 Mainwaring, S. y Matthew Shugart (Comp.) (2002). Presidencialismo y democracia en América Latina, Buenos Aires:
Paidós, p. 50.

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de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a través del uso que hicieron de los poderes constitu-
cionales para llevar a cabo la agenda gubernamental. Para ello, se tomarán en cuenta los vetos
a las leyes sancionadas por la Legislatura y los decretos de necesidad y urgencia emitidos por el
Poder Ejecutivo en el primer y segundo gobierno de Aníbal Ibarra, en el de Jorge Telerman y en
el de Mauricio Macri durante el primer año de sus respectivas gestiones.
Esta investigación no pondrá énfasis en la utilización de los poderes partidarios de los Jefes
de Gobierno de la Ciudad ni en los efectos que puede tener la configuración del sistema de
partidos en la utilización de los recursos que le asigna la Constitución local al titular del Poder
Ejecutivo. Conviene recordar que la Ciudad se ha caracterizado por un sistema de partidos frag-
mentado, cuyos efectos se evidencian en la composición de la Legislatura, con una gran cantidad
de bloques y constantes realineamientos. Ninguno de los Jefes de Gobierno considerados contó
en su primer año de gestión con quórum propio, es decir, que necesitaron del apoyo de otros
bloques para poder sesionar. Sin embargo, esto no produjo una parálisis institucional sino que
se dio más bien una convivencia en la diversidad6.
Desde 1996 la Ciudad fue conducida por seis Jefes de Gobierno, de los cuales uno sólo pudo
concluir su mandato constitucional. En efecto, el primero de ellos, Fernando De la Rúa, dejó el
gobierno local en diciembre de 1999 para ocupar la presidencia nacional y su vicejefe, Enrique
Olivera, quedó en su lugar hasta agosto del año siguiente. Ibarra elegido en el año 2000, go-
bernó la Ciudad hasta 2003 pero su segundo período terminó abruptamente en 2006 por un
juicio político que votó su destitución. Lo sucedió su vicejefe, Telerman, quien estuvo a cargo
del Ejecutivo porteño durante veinte meses, hasta completar el mandato de su antecesor. Las
elecciones de 2007 otorgaron la Jefatura de Gobierno a Macri hasta el año 2011.
En este trabajo se ha decidido circunscribir el análisis al primer año de cada uno de los go-
biernos, de modo tal de poder incorporar la gestión de Macri y que pueda ser comparable con las
demás. Por otro lado, se han excluido los gobiernos de De La Rúa y Olivera porque no contaron
con el legislativo local. Si bien los porteños eligieron por primera vez a su Jefe de Gobierno en
1996, el Poder Legislativo se constituyó recién a partir de 1997, por lo cual De la Rúa gobernó
17 meses sin Legislatura constituida.
Esta investigación intenta realizar una doble contribución. Por un lado, arrojar luz sobre las
características del funcionamiento institucional de la Ciudad de Buenos Aires después de doce

6 En el primer mandato de Ibarra la coalición gobernante, la Alianza, contaba con 24 bancas. Durante su segundo período
Ibarra cosechó por diferentes listas un total de 23 bancas. Respecto de Telerman no se puede decir que tuviera un bloque
propio en la Legislatura porque llegó al poder a partir de la destitución de su compañero de fórmula luego del juicio político
por la tragedia de Cromagnon. Durante su primer año de gobierno tuvo que funcionar sin bloque legislativo, ya que lo que
se denominó “interbloque T” se formalizó recién en abril de 2007. No obstante, antes contó con aliados políticos dentro de
la Legislatura. Por su parte, Macri al asumir contaba con 28 legisladores propios, apoyo que supo mantener un año después
de comenzado su mandato.

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años de gobierno autónomo y, por el otro, capitalizar esa experiencia como un desafío para
repensar los modelos vigentes.

Los consensos de la democracia y la reforma constitucional de 1994

Con la restauración de la democracia en 1983 se instaló el cuestionamiento acerca del


diseño institucional argentino. ¿Era necesario modificar un texto constitucional cuya rigidez no
evitaba los golpes de Estado? ¿Constituía el presidencialismo un obstáculo para la sustentabi-
lidad de la democracia?
A dos años de iniciar su mandato, el presidente Raúl Alfonsín firmó el decreto 2443/85,
creando el Consejo de Consolidación de la Democracia cuyo objetivo era estudiar una reforma
tendiente a perfeccionar la parte orgánica de la Constitución y mejorar el funcionamiento de los
órganos del Estado. Pocos meses después los expertos elevaron un dictamen en el que se reco-
mendaban varios cambios: elección directa del presidente, reelección inmediata por única vez en
forma consecutiva y un mandato de cuatro años. La propuesta del Consejo se conversó con el
principal partido de la oposición. El mayor punto de divergencia entre los radicales y los justicia-
listas radicaba en la organización de los poderes del Estado: los primeros querían innovar hacia
un modelo semipresidencialista mientras los segundos preferían mantener el presidencialismo.
Pero ese no era el momento para alcanzar los consensos que requería una reforma en demo-
cracia. Las elecciones de 1987 terminaron con el predominio radical en el Congreso y en varios
gobiernos de provincia. Las presidenciales que se realizaron en 1989 consagraron al candidato
del partido justicialista: Carlos Menem. Sin embargo, los intentos por llevar adelante cambios
en el diseño institucional siguieron latentes: en 1993 el justicialismo logró, en el Senado, la
aprobación de un proyecto declarativo de modificación de la Constitución.
El14 de noviembre de ese mismo año, el presidente en ejercicio, Menem, y el líder del
principal partido de la oposición, Alfonsín, firmaron un acuerdo político en la residencia de Oli-
vos mediante el cual se promovía una reforma constitucional consensuada. Equipos de ambos
partidos trabajaron sobre los principales puntos de coincidencias, que comprendían una revisión
de cuestiones institucionales y la incorporación nuevos mecanismos de participación y control7.
Los negociadores corrieron una carrera contra reloj para que el acta pudiera firmarse antes de
fin de año.

7 Una de las voces destacadas de la Convención Constituyente, el Dr. Alberto García Lema, expresó que uno de los objetivos
de la reforma era “la necesidad de obtener una consolidación y perfeccionamiento del sistema democrático. Y a esta idea
responden reformas puntuales tales como la elección directa del presidente y vicepresidente de la Nación y de los senadores
nacionales, del Jefe de Gobierno de la Capital Federal, el acortamiento de los mandatos, la elección de un tercer senador
nacional por la minoría, el nuevo status de la Ciudad de Buenos Aires y otros temas como las formas semidirectas de demo-
cracia, la defensa del orden constitucional…” (Versiones taquigráficas, 27/7/96).

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Ese pacto se transformó en la Ley N° 24.309 que establecía la necesidad de la reforma,


contemplaba un Núcleo de Coincidencias Básicas y habilitaba varios temas para su libre trata-
miento. El artículo 2º determinaba todos los puntos acordados entre los que se encontraba la
elección directa del intendente y la reforma del status jurídico de la ciudad de Buenos Aires. Por
su parte, el artículo 5º establecía que los temas debían ser aprobados en forma conjunta, caso
contrario serían rechazados, lo cual constituía una garantía de que las reformas planteadas en
el Núcleo fueran incluidas en su totalidad. La Cámara de Diputados aprobó el proyecto el 22
de diciembre. La de Senadores, después de zanjar las diferencias sobre el acortamiento de sus
mandatos, el 29 de diciembre.

La Ciudad de Buenos Aires y su nuevo status

La reforma del régimen político de la Ciudad de Buenos Aires era uno de los temas a resol-
ver. En efecto, el punto F del Núcleo de Coincidencias Básicas fijaba que: “a) El pueblo de la ciu-
dad de Buenos Aires elegirá directamente su Jefe de Gobierno. b) La ciudad de Buenos Aires
será dotada de un status constitucional especial, que le reconozca autonomía y facultades
propias de legislación y jurisdicción. c) Una regla especial garantizará los intereses del Estado
nacional, mientras la ciudad de Buenos Aires sea capital de la Nación (Para llevar a cabo
estas modificaciones se aconseja la reforma al artículo 67, inc 27, y al artículo 86, inc 3 de la
Constitución Nacional). d) Disposición transitoria. Hasta tanto se constituyan los poderes que
surjan del nuevo régimen de autonomía de la ciudad de Buenos Aires, el Congreso ejercerá
sobre la capital de la República las facultades establecidas en el inciso 27, del artículo 67”.
El status jurídico de la ciudad de Buenos Aires, por su particular situación de asiento de las
autoridades nacionales, resultó siempre complejo y conflictivo. La historia muestra que, desde la
sanción de la Constitución de 1853, se utilizaron distintos sistemas para elegir los gobernantes
locales. En efecto, una ley sancionada ese mismo año establecía que el intendente debía ser
elegido por el Presidente de la República entre una terna elevada por el Concejo Deliberante, en
1860 una ley municipal disponía que la elección la debía hacer el Concejo Deliberante entre sus
miembros, en 1880, por la Ley 1029, el intendente era designado por el Presidente con acuerdo
del Senado. Recién a partir de 1917 esa decisión quedó como facultad exclusiva del presidente
de la República.
Con la reforma de la Constitución de 1994 la situación jurídico-institucional de la Ciudad
de Buenos Aires varió sustancialmente. El artículo 129º estableció que: “La ciudad de Buenos
Aires tendrá un régimen de gobierno autónomo, con facultades propias de legislación y
jurisdicción, y su jefe de gobierno será elegido directamente por el pueblo de la ciudad.
Una ley garantizará los intereses del Estado Nacional mientras la ciudad de Buenos Aires sea
capital de la Nación. En el marco de lo dispuesto en este artículo, el Congreso de la Nación

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AIRES: ANALISIS COMPARATIVO DE LAS GESTIONES DE IBARRA, TELERMAN Y MACRI PP: 139 - 171 145

convocará a los habitantes de la ciudad de Buenos Aires para que, mediante los representan-
tes que elijan a tal efecto, dicten el Estatuto Organizativo de sus instituciones”. Las cláusulas
transitorias 7º y 15º delimitaron el papel del Congreso Nacional hasta que los poderes locales
estuvieran definitivamente constituidos.
De este modo, para que la Ciudad de Buenos Aires contara con “un régimen de gobierno
autónomo, con facultades propias de legislación y jurisdicción” y con un gobernante elegido
directamente por el pueblo, el artículo 129 establecía que era necesario cumplir con una serie
de pasos:
1.-El Congreso tenía que dictar una ley que precisara los intereses del Estado Nacional que
debían ser garantizados. Con ese objetivo, el 13 de julio de 1995 comenzó a tratarse en la Co-
misión de Asuntos Constitucionales del Honorable Senado de la Nación el expediente 591-S-95
de autoría del senador Antonio Cafiero y otros senadores justicialistas. Una semana después el
Senado aprobó el proyecto con modificaciones al texto original y giró el expediente a la Cámara
de Diputados. Esta Cámara modificó el proyecto remitido por la cámara de origen y el 8 de
noviembre le dio sanción definitiva aceptando el texto que envió la cámara baja, sancionando la
Ley N° 24.588, comúnmente denominada “Ley Cafiero”.
2.-El Congreso debía convocar a los habitantes para elegir convencionales constituyentes
que dictaran el Estatuto Organizativo. Así, tiempo después de publicada la “Ley Cafiero” el
Congreso de la Nación Argentina sancionó la Ley Nº 24.620 que fue promulgada el 28 de
Diciembre de 1995.
Mediante la norma citada se convocó a los habitantes de la Ciudad de Buenos Aires a la
elección de un Jefe y Vice–Jefe de Gobierno y de sesenta representantes, los cuales debían dictar
el Estatuto Organizativo de sus instituciones.
El segundo artículo de dicha norma fue motivo de controversia ya que facultó al Poder Eje-
cutivo Nacional a convocar a la elección de sesenta miembros del Poder Legislativo de la Ciudad
de Buenos Aires, conforme a las disposiciones del Código Electoral Nacional y una vez que los
representantes hayan dictado el Estatuto Organizativo.
Esto es, una vez que el pueblo soberano eligiera a sus representantes para dictar el Estatuto
Organizativo (hoy Constitución de la Ciudad) y que dicha asamblea con poder constituyente defi-
niera las instituciones autónomas de la Ciudad, y con el Jefe de Gobierno ya en funciones, el Po-
der Ejecutivo Nacional debía llamar a elecciones para diputados locales en número de sesenta.
Por otra parte, el artículo tercero de esta ley estableció que: “Los representantes y los
miembros del Poder Legislativo serán elegidos directamente por los habitantes de la Ciudad
de Buenos Aires, conformando a este efecto un distrito único y con arreglo al sistema de
representación proporcional D’Hont, conforme a la ley vigente en la materia para la elección
de diputados nacionales”.
Hasta aquí mediante la Ley N° 24.620 se decidió que la elección para definir la cabeza del

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146 SILVIA LA RUFFA, MARÍA CAROLINA MOLINARI Y MELINA ADELCHANOW

gobierno se haría por binomio, de la misma manera que las provincias eligen Gobernador y
Vicegobernador y no como los municipios que sólo eligen Intendente y también se definió que el
Poder Legislativo local estaría integrado por sesenta miembros.

El diseño institucional de la Ciudad: el debate en la Convención


Constituyente

El 30 de junio de 1996 se realizaron las elecciones para Jefe y Vice-jefe de Gobierno y


convencionales constituyentes. Los urnas mostraron un neto ganador: Fernando De la Rúa con
el 39,9 % de los votos, seguido por Norberto La Porta con el 26,5 %, Jorge Domínguez con el
18,6 % y finalmente Gustavo Beliz con el 13,1 %8. Los resultados para integrar la Convención
Constituyente que debía redactar la Constitución de la Ciudad hicieron posible la conformación
de cuatro bloques políticos: el Frepaso con 25 convencionales, la UCR con 19, el PJ con 11 y
Nueva Dirigencia con 5. La Convención inauguró sus sesiones el 19 de julio.

Uno de los temas a resolver era definir las características que asumiría el Poder Ejecutivo
local.
El artículo 8º de la Ley N° 24.620 establecía que: “La Asamblea de representantes debe-
rá crear todos los órganos de gobierno necesarios para ejercer las funciones administrativas,
jurisdiccionales y legislativas en el territorio de la Ciudad de Buenos Aires en el marco de la
autonomía establecida en el artículo 129 de la Constitución Nacional, y sin afectar lo dispuesto
por la ley que garantiza los intereses del Estado nacional mientras sea Capital de la República,
siendo nulo y de nulidad absoluta todo aquello que sancione la Asamblea, que implique una de-
rogación o modificación de disposiciones constitucionales, de la ley de garantías antes referida
o de la presente ley”9.
En la sesión del 17 de septiembre de 1996, el Convencional radical Hipólito Orlandi infor-
mó: “con beneplácito vengo a informar este dictamen, que es el instrumento para el Poder
Ejecutivo de la ciudad de Buenos Aires y que trata sobre su perfil institucional, la forma de
elección, las atribuciones, funciones y deberes, además de sus relaciones con los otros pode-
res locales, en especial con el Poder Legislativo. Y lo hago con cierto orgullo no sólo debido
a la satisfacción por la tarea cumplida en esta etapa del proceso constituyente sino también
porque este dictamen fue suscripto por la unanimidad de los bloques de esta Asamblea que

8 Al día siguiente el diario Clarín destacó “Como hecho inédito, De la Rúa consiguió que el radicalismo ganara por primera
vez en todas las circunscripciones de la Capital, incluso en aquellas del cordón sur de la ciudad, que fueron siempre un
bastión peronista y que hasta ahora sólo se habían permitido abandonar esa preferencia para consagrar senadora a la
frepasista Fernández Meijide”. Diario Clarin, 1 de julio de 1996.
9 Art. 8 Ley N° 24.620.

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AIRES: ANALISIS COMPARATIVO DE LAS GESTIONES DE IBARRA, TELERMAN Y MACRI PP: 139 - 171 147

integran la comisión”10.
El miembro informante comenzaba su exposición reconociendo que la cuestión sobre el
perfil del Poder Ejecutivo fue objeto de numerosos debates, que resurgía la cuestión de la “vi-
gorosidad” del ejecutivo y fundamentalmente de los frenos y contrapesos reales con que los dos
poderes políticos del Estado de la Ciudad iban a contar para evitar que fueran “meros perga-
minos de papel”. Se buscaba impedir la intromisión de un poder sobre otro y asegurar, de esta
manera, la separación de poderes necesaria para garantizar las libertades individuales y evitar
cualquier tipo de “tiranía”11.
El mismo convencional acotaba: “Es por ello que todo diseño constitucional realista debe
partir de un criterio que privilegie e incentive las relaciones de colaboración entre el Poder
Ejecutivo y el Legislativo. Y eso es lo que hemos tenido en mira en este dictamen de la comi-
sión que hoy traemos al recinto que será complementado seguramente por otro segmento,
por otro dictamen correspondiente a la creación de un Poder Legislativo de relevancia y de
peso institucional que seguramente será motivo de otro debate, íntimamente vinculado con
éste…. El dictamen que venimos a presentar….concibe un Poder Ejecutivo con las capaci-
dades para enfrentar dos campos de acción complejos y problemáticos. El primero, el frente
externo, donde debe concretarse en forma gradual y trabajosa la pretendida autonomía de
la ciudad de Buenos Aires, buscando su espacio y sus recursos para el desarrollo. Esta será
una tarea durísima que deberá cargar sobre sus espaldas el primer gobierno de la ciudad…
En segundo lugar, el frente interno, donde la autonomía redefine las orientaciones de la
acción de gobierno y en donde se deberán reestructurar los organismos administrativos para
dotarlos de la eficacia y de la nueva naturaleza de las demandas que la autonomía erige. Este
Ejecutivo será sin duda para los tiempos, un fuerte productor y demandante de instrumentos
legislativos que irán construyendo las bases de su nuevo status institucional”.
Y el convencional Orlandi concluyó “Es por ello que en aquello que el diseño institucio-
nal pueda contribuir hemos tenido en mira en el presente dictamen procurar morigerar el
hiperpresidencialismo –parafraseando a Nino– propio de los regímenes latinoamericanos”.
Con esa intención, el artículo 103 de la Constitución porteña establece que: “El Poder
Ejecutivo no puede, bajo pena de nulidad, emitir disposiciones de carácter legislativo. Sola-
mente cuando circunstancias excepcionales hicieren imposible seguir los trámites ordinarios
previstos en esta Constitución para la sanción de las leyes y no se trate de normas que re-
gulen las materias procesal penal, tributaria, electoral o el régimen de los partidos políticos,
el Gobernador puede dictar decretos por razones de necesidad y urgencia. Estos decretos
son decididos en acuerdo general de Ministros, quienes deben refrendarlos. Son remitidos

10 Versión Taquigráfica N° 10 de la Convención Constituyente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.


11 Ver Madison, J., Hamilton, A., Jay, J. (1987). El Federalista. México: Fondo de Cultura Económica.

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a la Legislatura para su ratificación dentro de los diez días corridos de su dictado, bajo pena
de nulidad”.
En el diseño constitucional de la Ciudad de Buenos Aires el Jefe de Gobierno sólo puede
emitir disposiciones de carácter legislativo por razones de necesidad y urgencia. Tiene asimismo
restringidas las temáticas y debe remitir inmediatamente el decreto a la Legislatura para su
ratificación. De no cumplir con el plazo establecido, el decreto es nulo.
En este sentido la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires cuenta con recursos institu-
cionales para impedir que los titulares del Poder Ejecutivo hagan uso y abuso de esta facultad
excepcional. El artículo 91 de la Carta Magna local establece que la Legislatura: “Debe ratificar
o rechazar los decretos de necesidad y urgencia dictados por el Poder Ejecutivo, dentro de
los treinta días de su remisión. Si a los veinte días de su envío por el Poder Ejecutivo no tie-
nen despacho de Comisión, deben incorporarse al orden del día inmediato siguiente para su
tratamiento. Pierden vigencia los decretos no ratificados. En caso de receso, la Legislatura se
reúne en sesión extraordinaria por convocatoria del Poder Ejecutivo o se autoconvoca, en el
término de diez días corridos a partir de la recepción del decreto”.
La cuestión no suscitó demasiado debate en el tramo de la discusión en particular. En
realidad, se introdujeron algunos cambios a la redacción original del dictamen de mayoría de la
Comisión de Poder Legislativo y Poder Constituyente que se impuso a un dictamen de minoría
firmado por la Convencional Bullrich en representación del bloque Nueva Dirigencia. En este
último dictamen, se establecía la prohibición absoluta al Poder Ejecutivo de emitir disposicio-
nes de carácter normativo y se proponía la creación de un tratamiento legislativo específico de
urgencia, a solicitud del Jefe de Gobierno, y con un plazo perentorio de 60 días. La Legislatura
podía rechazar el tratamiento especial12.
A diferencia del modelo nacional, en la Ciudad, si un DNU no es expresamente ratificado
por la Legislatura en un plazo máximo de 30 días hábiles de recibido, esta disposición de carác-
ter legislativo emanada del Poder Ejecutivo pierde validez absoluta. En la Ciudad se estableció
que la no expresión formal del rechazo o aceptación implica la negativa del cuerpo a ratificar

12 El dictamen de la Convencional Bullrich establecía: “Artículo .- El Poder Ejecutivo no podrá en ningún caso, bajo pena
de nulidad absoluta e insanable, emitir disposiciones de carácter legislativo.
Art. ... .- En cualquier período de sesiones el Poder Ejecutivo puede enviar a la Legislatura de la ciudad proyectos con pedido
de urgente tratamiento que deberán ser considerados dentro de los sesenta (60) días de su recepción por la Cámara. Si a los
treinta (30) días no tienen despacho de la comisión correspondiente, se incorporarán al Orden del Día inmediato siguiente.
Los proyectos no podrán referirse a normas que regulen en materia penal, tributaria, de reforma de esta Constitución,
electoral o el régimen de los partidos políticos.
Se tendrá por aprobado aquel que dentro del plazo establecido no sea expresamente desechado.
La Legislatura, con excepción del proyecto de distribución de recursos y de los proyectos de presupuesto para la administra-
ción de la ciudad de Buenos Aires, puede dejar sin efecto el procedimiento de urgencia si así lo resuelve una mayoría de dos
tercios de sus miembros presente, en cuyo caso se aplicará a partir de ese momento, el ordinario”.

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el decreto y por ello pierde validez. No hay sanción ficta. El Poder Legislativo es unicameral. No
se requieren mayorías especiales para la ratificación de un DNU, excepto que corresponde a
una temática cuya ley exigiría mayoría absoluta o dos tercios de los miembros de la Legislatura.
Además, el texto constitucional porteño se diferencia del nacional en la medida que la
Legislatura interviene en forma directa e inmediata para rechazar o aprobar el decreto de nece-
sidad y urgencia, mientras que el Congreso debe esperar que se expida la Comisión Bicameral
Permanente.
Más allá de lo establecido en los artículos 91º y 103º de la Constitución, una de las primeras
leyes sancionadas por la Legislatura de la Ciudad fue la Ley N° 15 que reglamenta el proceso
de ratificación o rechazo de los decretos de necesidad y urgencia, lo cual demuestra el grado de
interés del legislador por regular esa materia.
Esta norma establece que la ratificación o el rechazo debe expresarse a través de una reso-
lución de la Legislatura adoptada por simple mayoría de los votos emitidos. El “silencio” de la
Legislatura implica el rechazo del decreto. También especifica las acciones del Poder Ejecutivo
mientras el decreto no haya sido tratado. La Ley N° 15, a su vez, promueve una “garantía de
control” sobre probables desvíos de poder al permitir a la Legislatura revisar otros decretos que
versaran sobre temas de su competencia. Por último, el artículo 10 de dicha norma establece
que los legisladores pueden requerir la declaración de nulidad de los DNU ante el Poder Judicial.
Ahora bien ¿Qué modelo adoptó la Ciudad de Buenos Aires a fin de evitar “la tiranía de la
voluntad general” expresada a través de su Legislatura y la capacidad de los representantes de
insistir con una política pública consensuada por los diferentes bloques parlamentarios?
De acuerdo al diseño constitucional, una vez concluido el debate parlamentario, el proyecto
de ley sancionado por la Legislatura pasa sin más trámite al Poder Ejecutivo para su promul-
gación y publicación y se considera promulgado por el Poder Ejecutivo todo proyecto de ley no
vetado en el término de diez días hábiles, a partir de la recepción13.
El Jefe de Gobierno tiene la posibilidad de rechazar una ley: “El Poder Ejecutivo puede vetar
totalmente un proyecto de ley sancionado por la legislatura expresando los fundamentos.
Cuando esto ocurre el proyecto vuelve a la Legislatura, que puede insistir con mayoría de dos
tercios de sus miembros, en cuyo caso el texto es ley. Si no se logra la mayoría requerida, el
proyecto no puede volver a considerarse en ese año legislativo”14. El titular del Gobierno en-
tonces puede rechazar una iniciativa del otro poder y debe hacerlo de manera fundada, no puede
ser la mera manifestación de una voluntad política. El Poder Legislativo debe reunir una mayoría
calificada para poder insistir con su decisión original. En caso de no lograrse la insistencia, ese
mismo proyecto no puede volver a tratarse ese mismo año.

13 Ver art. 86 Constitución CABA.


14 Art. 87 Constitución CABA.

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Asimismo: “Queda expresamente prohibida la promulgación parcial, sin el consentimien-


to de la Legislatura. El Poder Ejecutivo puede vetar parcialmente un proyecto de ley, en
cuyo caso el proyecto vuelve íntegramente a la Legislatura, que puede aceptar el veto con
la misma mayoría requerida para su sanción o insistir en el proyecto original con mayoría de
dos tercios de sus miembros.” 15 El Jefe de Gobierno de la Ciudad puede vetar parcialmente un
proyecto de ley pero no puede promulgarlo de esa manera, interrumpiendo el acto legislativo,
debiendo remitir el proyecto a la Legislatura para que ésta insista con el texto original con la mis-
ma mayoría calificada que para un veto total (dos tercios de los miembros) o que acepte el veto
parcial y la ley sea promulgada por el Jefe de Gobierno con las modificaciones que él le introdujo.

La utilización de los poderes constitucionales de los Jefes de Gobierno

Decretos de Necesidad y Urgencia

Los decretos de necesidad y urgencia constituyen un poder proactivo de los titulares del Eje-
cutivo ya que permiten establecer un nuevo statu quo. El diseño institucional en la Ciudad prevé
límites en la utilización de este recurso, haciendo intervenir a la Legislatura para ratificarlos, ya
que de otro modo pierden su vigencia.
En su primera gestión, Ibarra dictó cinco decretos de necesidad y urgencia. El primero de
ellos, el DNU Nº 1/00, estableció que la Ley N° 430, que modifica el régimen aplicable a las
fotomultas, entraba en vigencia a partir de la fecha de su publicación en el Boletín Oficial. La
necesidad de esta norma se fundó en que:

“La Ley N° 430 ha omitido consignar su fecha de entrada en vigencia, por aplicación de
lo dispuesto en el artículo 2° del Código Civil, ella regiría a partir de los ocho días siguientes
al de su publicación oficial.

Que, teniendo en cuenta que la voluntad del Legislador ha sido suprimir, como requisito
de acceso a la Justicia, la obligatoriedad del pago previo del cargo administrativo correspon-
diente a la utilización del medio electrónico, resulta necesario modificar la fecha de entrada
en vigencia de la mencionada Ley, toda vez que ésta resulta de aplicación necesaria e inme-
diata a fin de salvaguardar los legítimos derechos de los eventuales contraventores.

Que, en virtud de lo expuesto, y atento que dicho pago afectaría el derecho de propie-

15 Art. 88 Constitución CABA.

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dad y de libre acceso a la justicia de los presuntos contraventores, debe establecerse que la
Ley N° 430 entrará en vigencia a partir del día de su publicación en el Boletín Oficial”.

Este decreto fue ratificado por la Legislatura mediante la Resolución Nº 291/00.

El segundo decreto de necesidad y urgencia de este período es el Nº 1/01. El mismo fue


dictado el día 29 de enero del año 2001, cinco días después de un gran temporal que sufrió
la Ciudad. Por ese motivo, se declaraba el estado de emergencia de las zonas afectadas y se
creaba un fondo de emergencia para el otorgamiento de subsidios para atender las necesidades
que surgieran.
En los fundamentos se explica que el temporal constituyó un fenómeno meteorológico ex-
traordinario que ocasionó inundaciones y anegaciones y que por tanto, era necesario definir un
plan de ayuda con el objetivo de aliviar la situación de los vecinos damnificados. Este segundo
decreto también fue ratificado por la Legislatura, a través de la Resolución Nº 1/01.
El tercer decreto de necesidad y urgencia es el N° 2/01, destinado a aceptar una donación
libre de todo gravamen y con cargo a favor del Gobierno de la Ciudad, del predio donde se
emplazaba la sede de la Embajada del Estado de Israel, para la construcción en el mismo de
una plazoleta seca en memoria de los caídos en el acto terrorista perpetrado contra dicha sede
diplomática el día 17 de marzo de 1992.
La justificación del uso de este instrumento jurídico estuvo en que, atento al receso de la
Legislatura, era necesaria la aceptación por medio fehaciente de la donación en un plazo peren-
torio. Esta norma también obtuvo la requerida ratificación legislativa, a través de la Resolución
N° 6/01.
El cuarto decreto de necesidad y urgencia es el N° 3/01, el cual establece una serie de
requisitos para la habilitación de los automóviles utilizados para la prestación del servicio de
remises. Su dictado se fundamenta en que la Justicia había intimado al Gobierno de la Ciudad a
proceder a la reanudación de los trámites de habilitación de remises, por lo cual se presentaba
la necesidad de establecer las exigencias básicas para la prestación del servicio, adecuándolas a
los avances tecnológicos producidos.
Es por ello que “deviene necesario y razonable adoptar medidas de urgencia que tiendan
a regular el servicio de alquiler de automóviles particulares con conductor remises, salvaguar-
dando a los potenciales usuarios del mismo”. Sin perjuicio de lo mencionado, el citado decreto
no tuvo ratificación legislativa.
El último decreto de necesidad y urgencia de su primer año de gestión es el N° 4/01, el
cual prorrogaba los plazos para la aplicación y puesta en funcionamiento de la Ley N° 591 que
suprimió la Justicia Municipal de Faltas y creó en el ámbito del Poder Ejecutivo la Unidad Admi-
nistrativa de Control de Faltas. Los fundamentos de la citada norma establecían:

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“Que, atento la necesidad de contar con un plazo prudencial para la puesta en funcio-
namiento de la Unidad Administrativa de Control de Faltas, la Ley N° 591, por su artículo
4°, suspendió por el término de treinta días hábiles administrativos los plazos referidos al
tratamiento administrativo de las actas de infracción, autorizándose al Poder Ejecutivo a
prorrogar dicho plazo por quince días más;

Que, haciendo uso de la citada habilitación legal, este Poder Ejecutivo, mediante el De-
creto N° 857/GCBA/2001, prorrogó el plazo;

Que el período otorgado por el artículo 4° de la Ley N° 591 -con la ampliación dispues-
ta por el Decreto N° 857/GCBA/2001- resulta por demás exiguo a los efectos de diseñar,
organizar, instrumentar y poner en funcionamiento una estructura administrativa que, por
su complejidad, debe ser cuidadosamente diseñada y custodiada para evitar su sobrecarga
a través de actividades que generen un paroxismo burocrático imposible de financiar por el
contribuyente;

Que, teniendo en cuenta la consideración expuesta, este Poder Ejecutivo elevó a la Le-
gislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con fecha 3 de julio de 2001, mediante el
Mensaje N° 63/01, un Proyecto de Ley para la ampliación del plazo otorgado;

Que se hace necesario cubrir el salto temporal entre la entrada en vigor del nuevo siste-
ma y la continuación del trámite legislativo del proyecto de ley enviado en tiempo oportuno
por este Poder Ejecutivo pues de lo contrario se obligaría a los habitantes de la Ciudad a la
utilización de un sistema que necesita de ajustes y adecuaciones para cumplir la finalidad
perseguida.”

El citado decreto fue ratificado por la Resolución N° 146/01.

En su segunda gestión, iniciada el 10 de diciembre de 2003, el nuevamente electo Jefe de


Gobierno, Aníbal Ibarra, firmó un solo decreto de necesidad y urgencia. Éste es el N° 1/04 por el
cual se prorrogó la duración en las funciones de los Controladores Administrativos que confor-
maban la primera integración de la Unidad Administrativa de Control de Faltas. Este decreto fue
ratificado por la Resolución N° 399/04.
En el caso de Telerman, sólo hizo uso de esta facultad en una oportunidad. Fue a través del
DNU Nº 2/06 por el cual se disponía la intervención del Instituto de la Vivienda, ente encargado
de la ejecución de las políticas de vivienda que implementa el Poder Ejecutivo de la Ciudad. Entre
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los fundamentos se puede destacar:

“Que del análisis normativo precedente es de realzar que la Ley N° 1.251 ha limitado el
actuar operativo del Poder Ejecutivo en lo que atañe a funciones propias como el diseño e
implementación de las políticas públicas referidas a la construcción de viviendas, situación
que se agrava en coyunturas de emergencia, que no pueden ser enfrentadas con la celeridad
que ameritan, por lo que debe recurrirse a procedimientos excepcionales.

Que, en ese marco de análisis, situaciones como los graves hechos ocurridos, de público
conocimiento, relativos al saqueo y ocupación de ciento sesenta (160) viviendas correspon-
dientes a siete (7) de las veinticuatro (24) torres del Barrio Villa 1-11 y 14 del Barrio de Flores,
muestra una grave crisis institucional del citado organismo.

Que, en consecuencia, para garantizar el adecuado cumplimiento de las funciones y


objetivos encomendados al Instituto de Vivienda de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
resulta imperioso adoptar las medidas conducentes a fin de producir inmediatos cambios en
su organización y funcionamiento.

Que tales medidas se encuentran delineadas en el Anexo que acompaña al presente y


ahondan en mecanismos y procesos que tratan de dotar de celeridad y eficiencia a un ac-
tuar administrativo y burocrático que ha conllevado situaciones no deseadas por este Poder
Ejecutivo.

Que en virtud de ello corresponde adoptar la medida excepcional de la intervención en


el Instituto de Vivienda de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y, teniendo en cuenta la
transitoriedad que conlleva la referida medida, establecer el plazo que durará la intervención
en noventa (90) días.”

En este caso, el decreto no obtuvo el pronunciamiento por parte de la Legislatura y en virtud


de lo determinado por la Constitución, perdió su vigencia en el plazo respectivo. Por ese motivo,
el Poder Ejecutivo optó por el dictado de un decreto simple, que no requería ratificación del Po-
der Legislativo, y que tenía por finalidad poner en práctica lo que no había sido posible a través
del dictado del decreto de necesidad y urgencia.
Por último, Macri dictó en el período analizado, dos decretos de necesidad y urgencia. El
primero de ellos es el Nº 2/07 por el cual se facultaba a distintas áreas del gobierno para que
contraten la prestación de los servicios de transporte para el período comprendido entre el 2
de enero y el 15 de febrero de 2008, con destino a los programas de colonias de vacaciones,
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empleando para ello vehículos de transporte escolar habilitados por la Ciudad Autónoma de
Buenos Aires, así como vehículos de otras jurisdicciones. Los fundamentos de la norma fueron:

“Que la Subsecretaría de Inclusión Escolar y Coordinación Pedagógica del Ministerio de


Educación y la Subsecretaría de Deportes del Ministerio de Desarrollo Social llevan a cabo
cada año diferentes acciones, entre otras, la organización y ejecución de las actividades
programadas para las colonias de vacaciones de verano, las que contribuyen al esparcimien-
to, recreación y desarrollo deportivo individual y social de los niños, niñas y adolescentes
beneficiarios/as.

Que las colonias de vacaciones poseen un fuerte impacto social, por cubrir necesidades
tanto en aspectos pedagógicos y deportivos, como asistenciales en salud y alimentación.

Que es de vital importancia para el cumplimiento de los objetivos propuestos, contar con
un adecuado servicio de transporte con el fin de asegurar la asistencia de los niños, niñas,
adolescentes y personas con necesidades especiales a las sedes y clubes donde se llevarán a
cabo las diversas actividades programadas.

Que no obstante encontrarse configuradas las circunstancias de hecho que permiti-


rían hacer uso de las facultades excepcionales otorgadas por el artículo 5° del Decreto N°
1.289/07, comprometiendo en consecuencia obligaciones que no cumplan con los regí-
menes vigentes en materia de contrataciones del Estado, procede establecer un marco de
legalidad que garantice la vigencia de los principios de Libre Competencia, Concurrencia e
Igualdad, Legalidad, Publicidad y Difusión, Eficiencia y Eficacia, Economía, Razón habilidad y
Transparencia, consagrados en la Ley N° 2.095.”

Este decreto no obtuvo pronunciamiento de la Legislatura, que se encontraba de período


de receso. Ni la Legislatura ni el Poder Ejecutivo convocaron a sesiones extraordinarias para su
tratamiento, por lo cual procedió su perdida de vigencia. Pero en este caso, se debe destacar que
aún cuando el decreto no fue ratificado, el mismo tenía vigencia a partir de su firma hasta tanto
la Legislatura se pronunciara. Por eso, lo nueva legislación fue utilizada por la administración
para cumplimentar los fines que la misma perseguía, que era contratar los micros escolares para
las colonias de vacaciones.
El otro decreto de necesidad y urgencia dictado durante el primer año de gestión Macri es el
Nº 1/08 mediante el cual se determinaba la intervención de la Obra Social de la Ciudad Autóno-
ma de Buenos Aires. La norma se fundó en:

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“Que sin perjuicio de los cometidos y responsabilidades ordinarios asignados al síndico


de la entidad, el Ministerio de Salud del Gobierno de la Ciudad, en su carácter de autori-
dad jurisdiccional en la materia, ha impulsado la realización de evaluaciones y controles de
los servicios y prestaciones de salud que consideró pertinentes, cuyas conclusiones resultan
altamente preocupantes en cuanto revelan un estado de señalada irregularidad en el otor-
gamiento de las correspondientes prestaciones.

Que a idénticos resultados alarmantes condujeron los exámenes efectuados por la Au-
ditoría General de la Ciudad tras la realización de diversos procedimientos de control pre-
viamente determinados en la gestión de la entidad, concluyendo en advertir una auténtica
situación de emergencia denotada por el déficit operativo crónico y estructural de la Obsta.

Que el artículo 37 de la Ley N° 472 estableció como plazo máximo el 1° de enero de


2003, para que la ObSBA dispusiera su adhesión al régimen del Sistema Integrado Nacional
de Salud, regido actualmente por las Leyes Nacionales Nros. 23.660 y 23.661, sus normas
complementarias y reglamentarias. A partir de dicha fecha sus afiliados podrían, en igualdad
de condiciones con los restantes trabajadores del país, ejercer la libertad de elección de su
obra social y ésta quedaría adherida a las normas legales citadas.

Que en cumplimiento del deber inexcusable que le cabe al Gobierno de la Ciudad de


velar por la salud de sus agentes dependientes y sus respectivos grupos familiares, así como
de los jubilados, pensionados y retirados, resulta imperioso el dictado de una norma que dis-
ponga, respondiendo a la urgencia del caso, de un régimen de regularización de la ObSBA,
a efectos de facilitar el cumplimiento de la manda contenida en la Ley N° 472 y adherir al
Sistema Integrado Nacional de Salud.”

La sanción de este decreto se dio durante la primera jornada de paro dispuesta por el gremio
de los empleados estatales de la Ciudad a raíz de la no renovación de 2.300 contratos vencidos
el 31 de diciembre. Este enfrentamiento entre el gobierno y el sindicato tuvo un nuevo episodio
con la decisión de Macri de intervenir la Obra Social. En su edición del 3 de enero de 2008,
Clarín titulaba “Choque frontal de Macri con el gremio municipal”, lo cual mostraba el estado
público que había asumido la cuestión. Esta medida fue cuestionada ante los tribunales, los que
decidieron en contra de la intervención.
Por otro lado, la Legislatura que se encontraba en receso, fue convocada a sesión extraor-
dinaria por el Poder Ejecutivo para el tratamiento del citado decreto de necesidad y urgencia, al
mismo tiempo la justicia dictaba el fallo contrario a la intervención.
La Legislatura, en función de esta situación, optó por no pronunciarse sobre el decreto. Sí

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lo hizo sobre la cuestión de fondo, sancionando una nueva ley que declaraba la intervención
de la obra social y creaba una Comisión Interdisciplinaria integrada por el Poder Ejecutivo, el
Legislativo y representantes gremiales para la elaboración de un proyecto de reorganización de
la institución.

Vetos

El Poder Ejecutivo constituye un actor constitucional con capacidad de veto que dispone
el poder formal de bloquear aquella legislación con la que no acuerda. En este sentido, el veto
constituye un recurso institucional para oponerse a cambios en el status quo, el cual le permite
al Jefe de Gobierno frenar decisiones promovidas por la Legislatura.
El presente análisis se centra en cuestiones tales como la cantidad de leyes vetadas en
cada gestión, los tipos de vetos, el origen de la iniciativa, los fundamentos de la utilización de
tal recurso y las configuraciones y dinámicas de poder en la cual se inscriben. Asimismo se con-
templa cuál es la respuesta que la Legislatura dio en los diferentes casos, en particular, en qué
situaciones insistió con los textos aprobados originalmente.
La proporción de normas vetadas en relación al total de leyes fue, en promedio, del 6,4%
(7,5% en el primer gobierno de Ibarra, 7,8% en el segundo mandato, 7% en el de Telerman y
4% en el de Macri). Estos porcentajes son mayores a los que hallan Araujo y Oliveros para el
período 1997- 2000 en su estudio sobre la primera Legislatura. La cifra correspondiente a estos
años es del 3,2%, ya que el Poder Ejecutivo vetó dieciséis leyes sobre un total de quinientas16.
Aún así, estos cálculos indican que los Jefes de Gobierno utilizaron este recurso con menor fre-
cuencia que a nivel nacional, cuyo promedio para el período 1983-2007 es del 11%.
Por otra parte, de la lectura del cuadro se aprecia también que el recurso al veto total fue
más frecuente que al parcial, ya que sólo el 30% de los vetos fueron parciales.

16 Araujo, M.F. y Virginia Oliveros (2008) “La Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Un estudio sobre las relacio-
nes ejecutivo-legislativo en el nuevo marco institucional (1997-2000)” en Revista Saap, Volumen 3, Nº 2 p. 370.

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Al analizar los primeros meses de gestión, una situación que aparece con frecuencia es la de
un Jefe de Gobierno recién asumido que veta leyes sancionadas por una composición anterior.
De este modo, frena la legislación propuesta por una composición parlamentaria previa. Esto se
repite en todos los gobiernos analizados, a excepción del de Telerman ya que su asunción a la
jefatura no coincidió con una renovación legislativa.

Si se considera el origen de la iniciativa, se observa que casi la totalidad de los vetos corres-
ponden a proyectos presentados por los legisladores. Los casos que constituyen la excepción a
regla, esto es, los vetos a iniciativas del Poder Ejecutivo, se produjeron cuando el texto de la ley
sancionada por la Legislatura difería de la redacción propuesta por el Jefe de Gobierno. Los di-
putados introdujeron modificaciones durante el tratamiento del proyecto y, como contrapartida,
el Poder Ejecutivo utilizó sus poderes reactivos para intentar hacer prevalecer su criterio en la
discusión de la norma.
Durante la gestión de Telerman se dio una situación especial. Se trata de la Ley N° 1956 que
ampliaba las causas de solicitud de licencias previstas en el Estatuto Docente. Ésta fue aprobada
por la Legislatura con la misma redacción del proyecto enviado por el Poder Ejecutivo para su
tratamiento ¿Cuál fue entonces la razón del veto? La particularidad es que esta iniciativa había
sido remitida por el antecesor en el cargo, Ibarra, lo cual pondría en evidencia más una diferencia
de criterios entre las distintas gestiones que un desacuerdo con la propia Legislatura.

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Un análisis comparativo de los distintos gobiernos lleva, por otro lado, a contemplar cuáles
fueron los motivos esgrimidos en cada caso, para lo cual se estudiaron los considerandos de
los decretos mediante los que se decidieron los vetos de los proyectos. Los fundamentos que
se expresan en los decretos de veto pueden ser agrupados bajo distintos criterios. Ana María
Mustapic elabora una clasificación de los argumentos frecuentemente empleados para justificar
la utilización de este recurso. Estos son: constitucionalidad, competencias-atribuciones, defectos
de la ley, diferencia de criterios y diferencias de políticas17.
En la mitad de los vetos considerados se pusieron en evidencia diferencias de criterios res-
pecto de las disposiciones aprobadas por la Legislatura. En estos casos, el Poder Ejecutivo asu-
mió una posición distinta sobre materias a las que el Legislativo le corresponde normar o sobre
una alternativa de solución planteada para una determinada cuestión.
Las diferencias de criterio también surgieron cuando el Poder Legislativo impuso la obliga-
ción de implementar una política que el Ejecutivo no estaba dispuesto a llevar adelante. Esta
situación puede observarse con la Ley N° 562, que encomienda al Gobierno de la Ciudad a
realizar en forma periódica una encuesta de distribución de uso del tiempo, destinada a cuan-
tificar el aporte económico del trabajo doméstico efectuado por varones y mujeres. Uno de los
argumentos para rechazar la ley fue que este tipo de estudios tienen una compleja metodología
que no hace posible realizarlos con la periodicidad prevista. Otro ejemplo es el veto a la Ley N°
2260 que dispone la creación de la “Casa Amiga” destinada a brindar contención a mujeres con
diagnóstico oncológico. En los fundamentos se planteó que el sistema de salud ya cuenta con
recursos para tratar esta problemática y que la creación de nuevos centros específicos distrae los
recursos que deben orientarse al cuidado de la salud integral.
Es durante el gobierno de Macri cuando aparecen una serie de vetos en los que no sólo se
manifestaron diferencias de criterios sino de políticas. Este tipo de divergencias se pusieron de

17 Las situaciones que se inscriben dentro de cada una de estas categorías son:
a) constitucionalidad, se veta una ley porque se considera que contraviene normas constitucionales o “vulnera principios de
igualdad o de libertad implícitos en las mismas”
b) competencias-atribuciones, cuando subyace una discrepancia respecto de la definición de competencias entre el Poder
Ejecutivo y el Poder Legislativo
c) defectos de la ley, cuando el Poder Ejecutivo veta la ley porque “contradice la normativa vigente, contiene aspectos
contemplados en otras normativas; es inconsistente; no es técnica o administrativamente factible; presenta dificultades de
interpretación”
d) diferencia de criterios, cuando el Poder Ejecutivo discrepa con el Poder Legislativo por “la oportunidad y/o conveniencia
de la sanción de la ley; la autoridad de aplicación, los instrumentos más idóneos para lograr los objetivos perseguidos por
la ley; diferencias en la interpretación de determinados aspectos tratados por la ley”
e) diferencias de políticas, cuando el Poder Ejecutivo considera que la norma se contrapone a sus políticas específicas. Se
incluyen en esta categoría las leyes observadas por entender que suponen incurrir en costos excesivos.
Mustapic, A.M.y Natalia Ferreti (1995). El veto presidencial bajo los gobiernos de Alfonsín y Menem (1983-1993), Working
Paper N° 14. Buenos Aires: Universidad Torcuato Di Tella.

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relieve respecto de la regulación de la venta en el espacio público, la creación del laboratorio


estatal de producción de medicamentos y el otorgamiento de un beneficio a las personas que
hubieran sido detenidas o procesadas por el Plan Conintes. De este modo, ambos poderes se
disputaron la definición de las políticas, planteando sus preferencias en la elaboración de la
agenda de gobierno.

En relación al origen partidario, se diferenció entre aquellas iniciativas en las que la perte-
nencia política del autor corresponde al partido de gobierno, de aquellas en las que el autor se
asume como opositor. También se identificó una tercera categoría de “aliados” políticos, esto
es, legisladores que no pertenecen al partido gobernante pero apoyan y comparten su línea
ideológica. Finalmente, la última categoría contempla aquellos casos en los que la autoría de los
proyectos corresponde en forma conjunta a miembros del partido de gobierno, de la oposición
o aliados.
En las dos gestiones de Ibarra las leyes vetadas son en igual medida iniciativas tanto del
partido de gobierno como de la oposición. Mientras que en las gestiones de Telerman y Macri
aparecen en su gran mayoría proyectos vetados a la oposición. En este sentido, cabe recordar
que si bien Telerman contaba con aliados en la Legislatura durante su primer año de gestión,
carecía de un bloque político propio, ya que éste recién se formalizó en abril de 2007.

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En el proceso de sanción de una ley, y frente a los posibles desacuerdos que puedan surgir,
es la Legislatura quien tiene la última palabra, ya sea aceptando o rechazando el veto. La insis-
tencia es el instrumento con el que cuenta para rechazar el veto y lograr la aprobación definitiva
de la ley.
La mayoría de los casos en los que la Legislatura sí se pronunció para manifestar su acepta-
ción se corresponden con aquellos proyectos vetados parcialmente o que, según la clasificación
utilizada, habían sido vetados por contener defectos.
Por su parte, los casos de insistencia coinciden con leyes vetadas por lo que se categorizó
como “diferencia de criterios”, por lo cual ilustran relaciones de conflicto entre el Poder Ejecutivo
y el Legislativo. Se pueden mencionar el establecimiento de un feriado por carnaval para los
empleados de la Ciudad, dos cambios de zonificación en el barrio de Caballito, el otorgamiento
de un destino específico a un inmueble o la creación de un espacio para la contención de mujeres
con cáncer. En estas circunstancias, la Legislatura insistió con sus iniciativas e impuso su criterio,
para lo cual debió reunir las mayorías especiales que al efecto establece la Constitución.
Un caso paradigmático de la diferencia de criterios que se presentan entre ambos poderes
se produjo en torno a la sanción de la Ley N° 1.287 por la que se aprobó el procedimiento para
la investigación y juzgamiento de competencias penales transferidas a la Ciudad. Éste es un
proyecto iniciado por el Poder Ejecutivo que la Legislatura sancionó con modificaciones respecto
del texto original de la iniciativa que le había sido enviada. Posteriormente, el Jefe de Gobierno
vetó esta ley, objetando precisamente aquellas modificaciones que la cámara había introducido.
Esta discrepancia fue resuelta a favor del Poder Legislativo, ya que logró alcanzar las mayorías
necesarias para insistir en la sanción de la ley. Cada uno de los poderes hizo uso de los recursos
con los que contaba, y en este juego institucional fue finalmente la Legislatura la que impuso
su criterio.
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Conclusiones

Uno de los propósitos de la Reforma Constitucional de 1994 era cambiar el status jurídico de
la Ciudad de Buenos Aires. Esta intención quedó plasmada en el artículo 129° de la Constitución
Nacional que establecía que la ciudad podía ejercer un gobierno autónomo con facultades de
legislación y jurisdicción y contar con un gobernante elegido directamente por sus habitantes.
Sin embargo, esa autonomía quedó restringida por dos normas del Congreso Nacional. Por
un lado, la Ley N° 24.588, de garantías de los intereses del Estado Nacional mientras la Ciudad
sea Capital de la República, que tuvo gran trascendencia para su evolución institucional pero sin
impacto directo en el diseño de los poderes constitucionales de las autoridades locales.
La Ley N° 24.620, en cambio, regulaba la convocatoria de la elección de convencionales y
Jefe de Gobierno y determinaba la cantidad de legisladores y sistema electoral a utilizar, lo cual
significó un avance sobre los poderes constituyentes. De igual modo, el Congreso de la Nación
se arrogó una competencia de la asamblea constituyente al determinar que el Poder Ejecutivo de
la Ciudad iba a estar compuesto por un binomio, incorporando a través de la legislación nacional
la figura del Vice-Jefe. Ya el artículo 129 de la Constitución Nacional hacía referencia a la figura
del Jefe de Gobierno y a la elección popular directa del mismo, poniendo un freno a la posibilidad
de diseñar un tipo de sistema de gobierno parlamentarista en el que el Jefe de Gobierno surgiera
del voto de confianza del Parlamento.
Aún así, nada decía la Constitución Nacional y la Ley N° 24.620 sobre el tipo de relaciones
entre poderes o los recursos institucionales con que contarían uno y otro para garantizar un buen
sistema de pesos y contrapesos.
El Estatuto Organizativo porteño sancionado en 1996 organizó las relaciones entre los po-
deres siguiendo el modelo presidencialista. Sin embargo, los debates dentro de la Constituyente
dejaron traslucir el interés de los convencionales por atenuar los defectos del “hiperpresidencia-
lismo” imperante en el modelo nacional. Así entonces, la Carta Magna local revalorizó el órgano
legislativo e impuso limitaciones a las facultades de los Jefes de Gobierno de la Ciudad.
El supuesto planteado al comienzo del trabajo sostenía que los poderes otorgados por la
Constitución a los que ejercen el Poder Ejecutivo local configuraban una constelación reactiva.
Esto es, en términos de Mainwaring y Shugart, Jefes de Gobierno con un poder de veto fuerte
y un poder de decreto restringido. El análisis de la utilización de estos recursos durante las dos
gestiones de Ibarra, la de Telerman y la de Macri permite confirmar esa aseveración. En efecto,
¿cuáles fueron los patrones de utilización de sus poderes constitucionales durante el primer año
de gestión?
Respecto a los decretos de necesidad y urgencia:
• Los cuatro Jefes de Gobierno hicieron un uso limitado de este poder constitucional (cinco
decretos en el primer gobierno de Ibarra, uno en su segundo mandato, uno en el gobierno de
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Telerman y dos en el de Macri).


• En las cuatro gestiones analizadas, casi la totalidad de los decretos giraron alrededor de
temas relacionados con la gestión, por lo cual puede pensarse que su intención era acelerar los
plazos legislativos.
• La respuesta de la Legislatura durante los dos mandatos de Ibarra fue la de ratificar los
decretos, excepto el DNU N° 3/01 sobre el cual la Legislatura no se pronunció. Luego, es sig-
nificativo el silencio del cuerpo que optó por no ratificar o rechazar los decretos de necesidad y
urgencia restantes, dictados en las gestiones de Telerman y Macri.
• El único caso en el que se utilizó este recurso constitucional con fines políticos fue para la
intervención de la obra social sindical. Este decreto no se inscribió en una situación de necesidad
y urgencia sino en el desarrollo de un conflicto con el sindicato de empleados públicos. Con él
se inauguró una dinámica desconocida para la Ciudad, en la que intervinieron y reaccionaron
los demás poderes: el Poder Judicial revocando la medida y el Poder Legislativo no ratificando el
DNU y sancionando una ley en su reemplazo.
• Se puede concluir, entonces, que los Jefes de Gobierno analizados, fueron conscientes de
los límites que la propia Constitución establece para la utilización de este recurso, y así evitaron
abusar de la transferencia de poder al Ejecutivo que implica el dictado excesivo de decretos de
necesidad y urgencia.
En relación a los vetos:
• Los cuatro Jefes de Gobierno vetaron un número similar de leyes en forma total.
• También vetaron en forma parcial un número muy acotado de leyes. Si bien el Jefe de Go-
bierno cuenta con recursos institucionales para frenar una decisión que vaya contra su programa
de gobierno, no es un poder absoluto que le permita incluir modificaciones sustanciales a las
leyes a través de la promulgación parcial.
• En algunos casos los vetos se orientaron a frenar la legislación propuesta por una compo-
sición anterior de la Legislatura.
• Los vetos estuvieron dirigidos a iniciativas del Poder Legislativo. Cuando se vetaron leyes
iniciados por el Poder Ejecutivo fue un modo de expresar su discrepancia respecto de las modifi-
caciones que el Poder Legislativo había introducido durante el tratamiento del proyecto.
• Los vetos se concentraron mayormente en leyes promovidas por los partidos de oposición.
• En la mitad de los casos, en los fundamentos del veto se plantearon diferencias de crite-
rios. En el período de Macri se utilizó este recurso esgrimiendo diferencias de políticas respecto
de la voluntad del legislativo.
En cuanto a la respuesta frente a la decisión del Ejecutivo de vetar una ley, en la mayoría
de los casos la Legislatura no se pronunció. Por lo general, los vetos fueron aceptados cuando
se trataba de leyes vetadas en forma parcial o que contenían defectos formales. Las insistencias
fueron infrecuentes: se dieron tres casos en el segundo mandato de Ibarra, tres en el gobierno
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AIRES: ANALISIS COMPARATIVO DE LAS GESTIONES DE IBARRA, TELERMAN Y MACRI PP: 139 - 171 163

de Telerman y uno en el de Macri. Estas insistencias corresponden a vetos por “diferencia de


criterios”, ninguno a “diferencia de políticas”. Este hecho es un indicador de la dificultad que
conlleva lograr las mayorías especiales necesarias para la insistencia en Legislaturas con alta
fragmentación, dado que se requiere contar con el apoyo de varios partidos, incluido el de
gobierno.
En síntesis, el análisis comparado de la utilización de los poderes constitucionales por parte
de Ibarra, Telerman y Macri permite concluir que los Jefes de Gobierno no pudieron sustraerse a
las restricciones que el diseño institucional creó para recortar las facultades ejecutivas. Los go-
bernantes no se diferenciaron significativamente entre ellos en cuanto a la cantidad de decretos
dictados y vetos a las leyes sancionadas por la Legislatura.
El modelo porteño, pues, representa un avance en la división y equilibrio entre los poderes
del Estado, jerarquizando el rol del Legislativo e intentando poner un freno a posibles abusos del
Ejecutivo. Esto confirma que las instituciones constituyen oportunidades y restricciones, ya que
generan incentivos o establecen obstáculos en el ejercicio del poder.
De todas maneras, es importante destacar que ninguno de los Jefes de Gobierno analizados
contó con mayoría absoluta propia en la Legislatura. La utilización de los poderes constituciona-
les de veto y decreto ¿seguirían las mismas pautas si los gobernantes contaran con el apoyo de
sus partidos? Esta pregunta queda pendiente para ser respondida en otra investigación.

REVISTA SOCIEDAD GLOBAL VOL. 4. Nº 1/2 ENE-DIC 2010


164 SILVIA LA RUFFA, MARÍA CAROLINA MOLINARI Y MELINA ADELCHANOW

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AIRES: ANALISIS COMPARATIVO DE LAS GESTIONES DE IBARRA, TELERMAN Y MACRI PP: 139 - 171 165

FUENTES
Constitución de la Nación Argentina
Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
Debates de la Reforma de la Constitución Nacional de 1994
Debates de la Convención Constituyente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

ANEXOS Decretos de Necesidad y Urgencia

Aníbal Ibarra- Primer período


• DNU N° 1/2000 del 09/08/2000. Establece que la Ley N° 430 sobre infracciones contra-
vencionales de tránsito entra en vigencia a partir de su publicación en el Boletín Oficial. (Ratifi-
cado por Resolución LCABA N° 291/2000)
• DNU N° 1/2001 del 31/01/2001. Declara estado de emergencia para las zonas afectadas
por las inundaciones. Crea el fondo de emergencia para atender las necesidades derivadas de las
inundaciones ocurridas el 24 de enero de 2001. (Ratificado por Resolución LCABA N° 1/2001)
• DNU N° 2/2001 del 20/02/2001. Acepta la donación del predio de la calle Arroyo propie-
dad de la Embajada de Israel. (Ratificado por Resolución LCABA N° 6/2001)
• DNU N° 3/2001 del 16/03/2001. Requisitos para la habilitación del servicio de alquiler de
automóviles con conductor.
• DNU N° 4/2001 del 18/07/2001. Prorroga de plazos referidos al tratamiento administra-
tivo de las actas de infracción y beneficios por pago voluntario establecidos en la Ley N° 591.
(Ratificado por Resolución LCABA N° 146/2001)

Aníbal Ibarra- Segundo período


• DNU N° 1/2004 del 31/08/2004. Prorroga la duración en sus funciones de los Contro-
ladores Administrativos que conforman la primera integración de la Unidad Administrativa de
Control de Faltas. (Ratificado por Resolución LCABA N° 399/2004)

Jorge Telerman
• DNU N° 2/2006 del 12/07/2006. Interviene el Instituto de la Vivienda de la Ciudad por el
plazo de noventa días, a los fines de adoptar cambios organizativos y estructurales.

Mauricio Macri
• DNU N° 2/2007 del 20/12/2007. Faculta a áreas del Gobierno de la Ciudad para contratar
servicios de transporte para el programa de Colonia de Vacaciones 2008.
• DNU N° 1/2008 de 2/001/2008. Dispone la intervención de la Obra Social de la Ciudad de
Buenos Aires por ciento ochenta días.

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VETOS

ANÍBAL IBARRA- PRIMER PERÍODO

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ANÍBAL IBARRA- SEGUNDO PERÍODO

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168 SILVIA LA RUFFA, MARÍA CAROLINA MOLINARI Y MELINA ADELCHANOW

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JORGE TELERMAN

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170 SILVIA LA RUFFA, MARÍA CAROLINA MOLINARI Y MELINA ADELCHANOW

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MAURICIO MACRI

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RESEÑA

PP: 173 - 175 173

CARL SCHMITT

Dialogo sobre el poder y el acceso al poderoso

BUENOS AIRES, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, 2010, 96 PÁGINAS

Por María Alicia Cusinato

De gran valor propedéutico para quien se aventura a explorar las múltiples implicancias de
las construcciones humanas, el Dialogo sobre el poder y el acceso al poderoso resulta uno de
los grandes legados del jurista de Plettenberg.
De fácil acceso a la lectura pero con abundantes reflexiones, muchas de las cuáles fueron
realizadas en su reclusión carcelaria por los juicios de Nuremberg desde 1945 a 1947, el texto
evidencia la complejidad del pensamiento schmittiano. Complejidad que guarda una impertérrita
coherencia con toda su elaboración intelectual precedente: la crítica a las neutralizaciones a
manos del liberalismo.
Dichas neutralizaciones han potenciado los efectos de una dialéctica que en nuestra era
no reconoce ni buenos ni malos, ni héroes ni villanos, sólo la desnuda humanización del poder
reducto del arcano que reza: “homo homini homo”.
El poder, égida a través del cual se construyen los diálogos entre un joven universitario
(creado por Carl Schmitt) y el propio autor, es una construcción humana; es algo hecho por los
hombres y para los hombres pero que, sin embargo, los trasciende: “Ya no es el hombre como
tal, sino una reacción en cadena desatada por él la que logra todo esto. Al superar los límites
de la naturaleza humana, trasciende también todas las medidas humanas de cualquier poder
imaginable del hombre. También supera la relación de protección y obediencia. El poder se le
ha escapado de las manos al hombre mucho más que la técnica; los hombres que usan recursos
tecnológicos para ejercer su poder sobre otros ya no están entre iguales con los hombres ex-
puestos a su poder” (p.48).
El diálogo no repara meramente sobre la cuestión del poder (entendido como una magnitud
objetiva con reglas propias independiente de quien lo posea) sino que se extiende hacia las
dinámicas internas del mismo: la naturaleza del poderoso y la dialéctica interna del poder en la
modernidad.
En efecto, la modalidad en la que la relación de protección/obediencia logra materializarse
deja entrever su movimiento continuo en el desarrollo dialéctico del poder humano que crea,
inevitablemente, los poderes indirectos: “Se ve sobre todo la dialéctica interna del poder hu-
mano. Quien le presenta un proyecto al poderoso, quien lo informa, ya participa del poder, sea
REVISTA SOCIEDAD GLOBAL VOL. 4. Nº 1/2 ENE-DIC 2010
174 CARL SCHMITT

un ministro cofirmante del proyecto o alguien que sabe llegar de manera indirecta al oído del
poderoso. Es suficiente que le transmita impresiones y motivos al individuo en cuyas manos se
encuentran momentáneamente las decisiones. Todo poder está así sujeto a influencias indirec-
tas. (…) En la misma medida en que se forma un espacio de poder, se organiza también de
inmediato una antesala para dicho poder. Cada aumento del poder directo condensa y espesa la
atmosfera de las influencias indirectas.”(pp. 28-32).
¿Esto supone que el poder es independiente del consenso? Nuestro jurista, heredero de las
nociones weberianas (cabe preguntarse quien ha podido eludir los efectos de una definición tan
completa sobre el poder y la dominación) da cuenta de que el poder se sostiene en el consenso,
sin embargo el poder resulta más que la suma de los consentimientos: pese al avance irrefrena-
ble del dominio del hombre sobre la naturaleza, sus conquistas en el campo de la ciencia y sobre
los medios de comunicación para manipular el consenso, el poder es coyuntural al individuo y,
hasta el más poderoso de los hombres, asistido por las más innovadoras técnicas para aumentar
su longevidad debe descansar en su cama. “- el inglés Thomas Hobbes- toma esta debilidad
común a todo individuo como punto de partida para su construcción del Estado. Hobbes realiza
su construcción de la siguiente manera: la debilidad genera la situación de peligro; dicha situa-
ción de peligro genera temor; el temor, el deseo de seguridad, y éste a su vez, la necesidad de
un aparato de protección con un grado mayor o menor de complejidad organizativa. Pero –se-
gún Hobbes- a pesar de todas las medidas de protección, cualquiera puede matar a otro en el
momento preciso. Un hombre débil puede llegar a encontrarse en la situación de matar al más
fuerte y poderoso de los hombres. En este aspecto, todos los hombres son, en verdad, iguales,
en tanto todos están amenazados y en peligro” (pp.26-27).
Aún así fiel a su raigambre decisionista, el jurista alemán demuestra cómo con presupuestos
“a valorativos” la era de las neutralizaciones ha logrado imputarle (injustamente) una “maldad”
al poder. Efectivamente, tendemos a mirar al poderoso con prismas “maquiavelistas”, empati-
zamos con el buen samaritano que desdeña de la posesión del poder, asumimos que la carencia
del mismo equivale al sufrimiento. Schmitt, tal vez algo rendido por los avatares que le dejó su
incansable lucha por la reivindicación de la especificidad de lo político enuncia, taciturno, que
ya no importa elucidar sobre las imputaciones moralizantes del poder pues éste ha trascendido
al hombre mismo. “La realidad del poder va más allá de la realidad del hombre (…) el poder
es más fuerte que cualquier voluntad de poder, más fuerte que cualquier bondad humana y por
fortuna más fuerte también que cualquier maldad humana.”(pp. 50-51).
Pero como todo gran héroe trágico que mira con ojos posados sobre esa nostalgia del ab-
soluto; en la noche polar de helada oscuridad y dureza, el marinero Ishmael no suelta su arpón,
ni su pluma, pese a los desaires de la (su) fortuna: si el poder ha logrado ser más fuerte que la
bondad del hombre, hay aún un albor de esperanza que no reside más que en la autoconciencia
del individuo como sujeto político. Preguntarnos sobre la naturaleza mala o buena del poder
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DIALOGO SOBRE EL PODER Y EL ACCESO AL PODEROSO
PP: 173 - 175 175

en los tiempos actuales redunda fútil y nos hace olvidar quiénes deciden ejercerlo. Conciente
del riesgo de redundar en iteraciones, Schmitt nos recuerda enfático que el poder es construido
desde los hombres y para los hombres, y si aun queda el primero en las antípodas de lo inefable
el jurista con valía heroica contrarresta: “Pues, ser un hombre sigue siendo, a pesar de todo,
una decisión” (p. 56).
La edición incluye un intercambio epistolar entre Carl Schmitt y Ernest Jünger que gira en
torno al mismo diálogo y a la dialéctica del poder en la modernidad seguida de un posfacio que
contextualiza ilustrativamente la obra schmittiana y lo humaniza a los ojos del lector.
Los diálogos tuvieron su primera aparición en un debate radiofónico emitido en 1954 al
que le siguió una amplia recepción dentro del ámbito intelectual y una gran polémica, tiempo
después, cuando se realizaran las primeras publicaciones del escrito. Pese a las disputas y a los
cruces que debió afrontar (por su vinculación con el nacionalsocialismo) Schmitt insistió tenaz-
mente para que los diálogos pudieran salir finalmente a la luz. El éxito en su empresa implicó
traducciones en varios idiomas (entre los que se incluyen el francés, español, japonés, húngaro
y coreano), un gran reconocimiento de su labor intelectual tanto de sus detractores como de sus
defensores así como numerosas ediciones agotadas.

REVISTA SOCIEDAD GLOBAL VOL. 4. Nº 1/2 ENE-DIC 2010


RESEÑA

PP: 177 - 180 177

DANIEL MIGUEZ

Los Pibes Chorros: Estigma y Marginación

BUENOS AIRES, CAPITAL INTELECTUAL, 2010, 144 PÁGINAS

Por Juan Gabriel Cristante

El Doctor Daniel Miguez presenta un libro en el cual desde su inicio, explica el escenario
con el cual el lector se encontrara en su desarrollo. Un aporte sociológico, sobre uno de los
temas más recurrentes en la sociedad Argentina – tomando como periodo de análisis los años
posteriores a la crisis económica y política más importante de su historia moderna (2001) – en
el cual el problema del delito juvenil, se presenta como un conjunto de asociaciones entre las
transformaciones de la estructura social y su percepción pública.
”En los últimos años se ha escrito y dicho mucho en la Argentina sobre la delincuencia juve-
nil. Teorías y opiniones de variada suerte y seriedad se han propalado por los medios, asentando
o confirmando ideas en la población que se han transformado en verdades incuestionables. El
sociólogo que escribe para una audiencia que no está especializada en el estudio del delito (…)
escribe sobre una superficie que remeda un palimpsesto” (p. 21). De este modo, el autor resume
en sus propias palabras la tarea que pretende abordar y, los problemas que deberá afrontar al
indagar sobre una problemática sobre la cual abundan textos académicos y científicos, que ya
han instalado en la sociedad tanto preceptos como prejuicios.
Con una visión crítica, Daniel Miguez ofrece un esquema de trabajo que puede diferenciarse
en tres grandes pilares dentro de su libro. En primer término, indaga sobre datos de carácter
cuantitativo, proporcionados por documentos oficiales tales como son el del “Sistema Nacional
de Información Criminal” y la “Encuesta Nacional de Victimización”. A partir del cruce de da-
tos, presenta una serie de interrogantes que giran alrededor del papel del Estado frente a esta
problemática y el rol que juegan los medios – de carácter superior – en la configuración de un
modelo (tipo ideal) de sujeto / individuo a analizar. “Es posible pensar que esto, en parte, se
debe a la acción de los medios de comunicación y la llamada “noticiabilidad” del delito. Es decir,
la atracción que ejerce este tipo de noticias en la audiencia predispone a los medios a priorizarlas
y esto hace que tengan una repercusión desproporcionada en relación a la evolución concreta de
los hechos. Pero también es posible que la experiencia de haber vivido en una sociedad con muy
bajas tasas de delito haga que en la memoria social la actual situación parezca inaudita” (p. 35).
El autor aduce con sobrados fundamentos, que gran parte del origen del conflicto, se debe
al cuestionable accionar llevado a cabo por parte del Estado en los últimos años. Un accionar
REVISTA SOCIEDAD GLOBAL VOL. 4. Nº 1/2 ENE-DIC 2010
178 DANIEL MIGUEZ

que se identifica, con un sistema político que no dirige sus estrategias de prevención tomando
como parámetro central la información que él mismo genera, sino por el contrario, permite que
prime un peso de carácter desproporcionado sobre los interés corporativos (dentro de estos,
los medios de comunicación masivos como máximos exponentes) y la lógica electoral. Con más
dudas que certezas y, luego de bosquejar posibles (e incipientes) líneas de acción, el autor
comienza apartarse de su aspecto más teórico, y de análisis de datos duros, para sumergirse en
la irreverente praxis.
Dentro del segundo pilar de su trabajo, el enfoque proporcionado sufre un atinado viraje. El
análisis del conflicto, pasa a manos del trabajo de campo. “Pibe chorro no se nace: se hace. Y el
proceso por el que se llega a serlo resulta de la interacción entre los individuos y las condiciones
sociales en la que éstos se desarrollan. Este proceso en realidad es más o menos generalizable;
queremos decir que lo que cada uno es dentro del orden social al que pertenece es resultante de
muy complejos fenómenos que se producen entre el contexto social en el que se desenvuelve un
delincuente joven y las posibilidades reales que tiene como individuo” (p.59). El mundo del pibe
chorro, se presenta en todas sus facetas posibles a través de incontables entrevistas y vivencias
del autor para con sus protagonistas y, su entorno.
El camino que emprende Daniel Miguez al abordar, analizar, interpretar y exhibir este
mundo para aquellos que no se especializan en el estudio del delito juvenil, tiene un riesgo
constante. El riesgo, de no convertirse en un mero difusor de una problemática, que aliente
a la estigmatización de aquellos que la integran y, contribuya a la marginación de los mismos
en todos sus aspectos (incluso el teórico). Con tal fin, el mundo del pibe chorro es presentado
por el autor, a partir de cuatro grandes aspectos: el primero de ellos, su ámbito; el segundo, su
entorno; el tercero, su relación con el sistema policial y judicial; y finalmente, el cuarto, como
una expresión cultural.
Dentro del primer y segundo aspecto, el trabajo sociológico de Miguez se presenta como un
estado del arte. El ámbito (u otro ámbito) del pibe chorro se establece como consecuencia de que
la familia y los compañeros de trabajo o la escuela, dejan de ser el lugar de integración principal
del joven. Estos nuevos ámbitos, pasan a ser “el barrio” y “la calle”, y serán considerados como
espacios en donde los pibes chorros establecerán vínculos de amistad significativos. El alejarse
de sus familias o compañeros de escuela, arraiga en si mismo, un nivel de desconformidad con
la situación percibida diariamente por el joven. El sentirse diferente al resto de sus pares, ver que
su estilo de vida no es compatible con el que los rodea, en muchas ocasiones, conforma uno de
los principales estímulos que llevan a buscar esa igualdad, puertas afuera.
Aquí es donde comienza a jugar un papel fundamental el segundo de los aspectos, el en-
torno. “Algo que no suele percibirse desde afuera del mundo del delito es que quienes se en-
cuentran en conflicto con la ley (como cualquier otra persona) tienen familia, amigos, conocidos,
vecinos. Y que eso implica que poseen muchas veces sentimientos iguales o similares a los de
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LOS PIBES CHORROS: ESTIGMA Y MARGINACIÓN
PP: 177 - 180 179

quienes no pertenecen a esos grupos” (p.89). Al momento de profundizar sobre el entorno, el


autor se instala en el centro de la problemática y en conjunto con sus entrevistados configura los
denominados “códigos y comportamientos” que el mundo delictivo admite, con su correspon-
diente “escala moral” de tipificación, de orden jerárquica de los delincuentes.
Dentro del tercer aspecto, vinculado a la relación existente entre el pibe chorro y el sistema
policial y judicial; la realidad comienza a poner tenso al lector. Con afirmaciones de sentido
común tal como “entran por una puerta y salen por otra” y “salen de la cárcel peor de lo que
entraron”; Daniel Miguez comienza a construir un entramado político - social que poco deja
librado al azar.
Los vínculos humanos dentro de las instituciones penales (ya sean institutos de menores
y/o unidades penitenciarias), las condiciones edilicias e higiénicas de las mismas y la existencia
de personal a cargo mal entrenado y participe de una cultura institucional perversa; son los
elementos que tomara Miguez para manifestar y demostrar que la experiencia carcelaria de un
delincuente, refuerza su marginalidad en vez de reducirla. En palabras del autor, “Todas estas
condiciones predominantes en las instituciones penales hacen que ellas estén lejos de favorecer
la reintegración social de los presos luego del período de internación. La cárcel y los institutos de
menores - cabe insistir - favorecen la reproducción de la marginalidad. Y, en definitiva, contribu-
yen directa e indirectamente a la naturalización de la violencia que luego cuestan tantas vidas a
la población civil” (p.109).
El último aspecto profundizado por el sociólogo, es el referido a la construcción del pibe
chorro como una expresión cultural (forma que tiene la sociedad de generar la existencia exterior
de las representaciones de la realidad). Aquí se vale del surgimiento de la “cumbia villera” - fe-
nómeno musical que alcanza notoriedad hacia fines de la década del ´90 desde las bailantas de
la periferia de Buenos Aires, hasta las casas y boliches propios de la clase media - para mostrar
un estilo de vida y forma original de digerir una realidad que los representa.
Según el estudio elaborado por el autor, las letras, el estilo musical y la estética (la forma
de vestirse, bailar, moverse) de estos grupos, expresan muy claramente esa cultura y generan
una notoria identificación entre los pibes chorros que la comparten. Sin embargo, además de
la cumbia, existe otro elemento que viene a complementar al expresado y, es el referido a la
religiosidad dentro este sector social. La baja de un pibe chorro en un enfrentamiento armado
con la policía, puede convertirlo de un minuto a otro, en un santo digno de devoción entre todos
sus pares. Violencia, confrontación, divinidad, rituales, ofrendas, promesas, peticiones y relatos
populares; todos elementos necesarios para que un pibe chorro pase a formar parte del panteón
de bandidos popularmente santificados junto al Gauchito Gil y Bailoreto, entre otros tantos.
Como expresa Miguez: “Santos y cumbias, son entonces, expresiones culturales importantes
para entender mejor el complejo mundo espiritual de los pibes chorros” (p.116).
Dentro del tercer pilar y a modo de epílogo de todo análisis, el doctor Daniel Miguez elabora
REVISTA SOCIEDAD GLOBAL VOL. 4. Nº 1/2 ENE-DIC 2010
180 DANIEL MIGUEZ

una guía que todo individuo debería tener en cuenta al momento de pensar una solución al pro-
blema del delito dentro de nuestro país. Esta guía, consta de cuatro niveles bien diferenciados
que permitirán desarrollar políticas generales que afronten las problemáticas planteadas: 1)
políticas destinadas a combatir factores de tipo estructural vinculados al delito como la pobreza,
el desempleo y la desigualdad social extrema; 2) políticas destinadas a favorecer la integración
de la población evitando la marginalidad y la exclusión; 3) políticas destinadas a la reintegración
social del delincuente y; 4) políticas destinadas a la disuasión y represión del delito. El autor
considera que políticas del primer, segundo y tercer nivel son las necesarias en nuestros días,
para reducir el problema del delito y volver a ser una sociedad segura; mientras que el cuarto
nivel, no es más que una solución paliativa momentánea, pero ineficaz en el largo plazo, para la
verdadera resolución del problema.

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RESEÑA

PP: 181 - 183 181

ANÍBAL PÉREZ-LIÑÁN

Juicio Político al Presidente y nueva inestabilidad en América


Latina

BUENOS AIRES, FONDO DE CULTURA ECONÓMICA, 2009, 383 PÁGINAS

Por Leonardo Granato

El libro de Aníbal Pérez Liñán constituye una bisagra visionaria y sustantiva dentro de la
literatura sobre consolidación y calidad de la democracia en América Latina, desde que abre una
línea de estudio pionera que brinda los primeros pilares explicativos de un nuevo escenario que
plantea el presidencialismo -como forma de gobierno- en el nuevo siglo.
La premisa que instala el libro es contundente, y es resumida por el propio autor de la si-
guiente manera: “Ha surgido un nuevo patrón de inestabilidad política en América Latina. Cobró
forma en los años noventa y se consolidó a comienzos de la década de 2000 (…) es probable
que esta tendencia no comprometa la estabilidad de los regímenes democráticos, pero es letal
para los gobiernos democráticos. En el lapso de unos pocos años, las crisis políticas sin quiebre
del regímen se han convertido en un acontecimiento común en la política de América Latina y
el juicio político presidencial se ha convertido en la principal expresión constitucional de esta
tendencia” (p. 321).
¿Por qué se trata de una bisagra visionaria? Ante la reinstauración democrática en Latino-
américa que supuso la “Tercera Ola” señalada por Samuel Huntington, la consolidación y esta-
bilidad de dicho regímen se tornaron un objeto de estudio nodal que cimentó una profusa labo-
riosidad académica, repleta de perspectivas y de debates. Uno de estos debates fue el iniciado
por Juan Linz en 1984, bajo la afirmación de que los rasgos institucionales del presidencialismo
hacían a efectos negativos sobre el regímen democrático, que determinaban la ruptura de este
último. El sistema presidencialista, para este autor, suponía -en voz baja- el principal responsa-
ble del advenimiento de las alternativas no democráticas en América Latina. Esta línea cristalizó
el debate de los beneficios y perjuicios de los sistemas presidencialistas y parlamentaristas, que
congregó a autores como Linz, Mainwaring, Shugart, Carey y Jones; entre los principales.
El enfoque institucional de estos debates, suscitados entre las décadas de los ’80 y ’90, te-
nía como núcleo una inestabilidad política en Latinoamérica que llevaba al quiebre del regímen
democrático. La bisagra que representa Pérez-Liñán está dada por una “nueva inestabilidad”
en las democracias latinoamericanas: un patrón que tiene como característica principal el sur-
gimiento de crisis políticas que llevan al desplazamiento institucional o renuncia de presidentes
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182 ANÍBAL PERÉZ-LIÑÁN

(del gobierno democrático), no afectando en ello la continuidad del regímen democrático, des-
de que se produce una resolución institucional que supera la crisis e inestabilidad política sin la
irrupción de factores funestos del pasado (como los golpes militares que instauraban regímenes
autoritarios).
De este modo, Pérez-Liñán expone que la inestabilidad política pasa de una lógica difusa
(que afectaba el regímen democrático) a una lógica específica (que afecta la figura presidencial
y, por ende, al gobierno democrático), y que ello supone una tendencia, un patrón que se va
vislumbrando y cristalizando en América Latina a partir del nuevo milenio: “Este libro afirma que
los juicios políticos recientes constituyen la punta del iceberg de una tendencia mucho más am-
plia que está apareciendo en la política latinoamericana. América Latina se está enfrentando a
un patrón característico de inestabilidad institucional que representa una ruptura con el pasado.
Como en décadas anteriores, los gobiernos elegidos democráticamente siguen cayendo, pero
a diferencia de las décadas anteriores, no se derrumban los regímenes democráticos” (p. 19).
De esta manera, y tomando como base la cita anterior, el énfasis analítico es puesto en las
modalidades que llevan a esta nueva inestabilidad política: el proceso de juicio político o im-
peachment. De allí que el libro de Pérez-Liñán tome como núcleo empírico siete casos de juicios
políticos a presidentes latinoamericanos que comprehenden el lapso 1997-2004, cuatro de ellos
que llevaron a la destitución efectiva de presidentes latinoamericanos (Collor de Melo en 1992;
Pérez en 1993; Bucaram en 1997; y Cubas Grau en 1999), y tres de ellos que resultaron juicios
políticos fallidos (Samper en 1996; y González Macchi en dos oportunidades: 2002 y 2003).
A partir de un análisis sistemático, preciso, claro y sustancial en contenido teórico y en con-
traposiciones argumentales sobre esa matriz de estudio, Pérez-Liñán va delineando una identifi-
cación de factores que rodearon estos siete juicios políticos, llegando a aislar cuatro engranajes
clave que forman parte de este nuevo tipo de inestabilidad política en la región. Esos cuatro en-
granajes son: 1) la incapacidad o desestimación de la esfera castrense/militar para intervenir en
la arena política; 2) la relevancia, peso y nuevas facetas que adquiere la movilización y protesta
social ante las investiduras institucionales (específicamente, la investidura presidencial en este
caso); 3) el rol activo de los medios masivos de comunicación en el registro, la creación o magni-
ficación de escándalos políticos que repercuten negativamente en la imagen presidencial frente
a la opinión pública; y 4) la capacidad del presidente para construir una coalición legislativa que
funcione como escudo ante la eventualidad de un juicio político y la capacidad del Congreso de
asegurar la transferencia constitucional del poder ante la debacle política que atinge al gobierno
(y no al regímen) democrático.
Son estos cuatro engranajes los que se convierten en los puntos clave a tener en cuenta
ante este nuevo tipo de inestabilidad política en la región, y es su conjugación lo que determinó
en sus patrones comunes y en sus puntos disímiles los siete casos analizados. Estos cuatro
engranajes resultan de sumo interés en el libro, desde que -no siendo el objeto principal de
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JUICIO POLÍTICO AL PRESIDENTE Y NUEVA INESTABILIDAD EN AMÉRICA LATINA
PP: 181 - 183 183

estudio- su original tratamiento por parte de Pérez-Liñán ofrece una rica interpretación y aporte
en sí mismo, en el que se conjuga la ingeniería institucional, la cultura política, la comunicación
política y los movimientos y protestas sociales; constituyendo categorías a seguir trabajando
para hacer a un análisis cada vez más hondo y certero sobre el nuevo patrón de inestabilidad
política en América Latina.
Como se dijo al principio de estas líneas de reseña, la obra de Pérez-Liñán se destaca en su
singularidad y carácter pionero: como bisagra analítica introduce una nueva veta de estudio so-
bre las democracias latinoamericanas, una veta que va más allá del clásico debate de presiden-
cialismo VS parlamentarismo y que plantea nuevos procesos en curso que inciden en su estabili-
zación y desestabilización, relacionados ahora con el gobierno y no con el regímen democrático.
La detección y explicación de este nuevo factor de inestabilidad política en las democracias de la
región supone un primer gran paso que traerá muchos más, desde que Pérez-Liñán ha abierto
con esta obra un sendero profuso de estudio que -en sus propias palabras- será transitado con
más aportes y perspectivas encontradas: “Los estudiantes de política comparada han empezado
a abordar estos temas de manera muy reciente; en nuestra opinión, seremos testigos de debates
encendidos en los años por venir” (p. 322).

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NORMAS DE PUBLICACIÓN

SOCIEDAD GLOBAL es una publicación semestral orientada a favorecer el intercambio


académico a través de la apertura de un espacio crítico – reflexivo en las áreas de relaciones
internacionales, ciencia política, filosofía política, economía política internacional, derecho
internacional, psicología política, análisis de conflictos internacionales, sociología y estudios
latinoamericanos y de la integración regional.

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reflexiones, ponencias de congresos, reseñas bibliográficas, entrevistas a personalidades
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sangrados a acepción de los títulos y los subtítulos. Los títulos se escribirán en negrita, cuerpo
14. Los subtítulos en negrita pero en el mismo cuerpo del texto.

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Citas de Referencias en el texto:

A. Ejemplos para citar en el texto una obra por un autor:


1. De acuerdo con Sarmiento (1880), la educación es considerada….
Cuando el apellido del autor está inserto en el texto, como en este caso, se incluye el año de
publicación del libro o artículo entre paréntesis.
2. En un estudio publicado por (Jáuregui, 1997), la creación del Comité de las Regiones
obedeció…
Aquí, el apellido y la fecha de publicación no forma parte del texto, por lo tanto se incluyen
entre paréntesis, separados por una coma.
3. En el año 1995, Kenneth Waltz estudió…
En este caso no lleva paréntesis.

B. Obras de varios autores


1. Si un trabajo tiene dos autores se citan los apellidos cada vez que la referencia ocurre en el
texto.
2. En el caso de que sean hasta cinco autores, la primera vez se citan todos los autores. En las
citas subsiguientes, se escribirá solamente el apellido del primero seguido de la frase et. al y el
año de la publicación.
Ejemplo: Andrés Saénz de Santa María, González Vega y Fernández Pérez (1999) describen…
Andrés Sáenz de Santa María, Paz et al. (1999). Introducción al Derecho de la Unión
Europea. Madrid: Eurolex.
3. En el caso de que la obra se componga de seis o más autores, se escribe solamente el
apellido de la primera.
4. Cuando se citen dos o más obras por diferentes autores en una misma referencia, se
escriben los apellidos y años respectivos de la publicación separados por punto y coma dentro
del mismo paréntesis.
Ejemplo: En varios trabajos (Ferrer, 1996; Rapoport, 1997) concluyeron…

C. Citas directas
En los casos de citas textuales de otro autor se incluye su apellido, año de publicación y
la página donde aparece la cita. Si son cortas (no más de dos renglones) se incluyen entre
comillas en la narrativa del texto.
Ejemplo: (Ferrer, 1986, p. 4)
Si constan de más de tres renglones, las citas se destacan en un párrafo separado del texto
principal y con una sangría mayor, sin comillas.

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Ejemplo: En palabras de Krippendorff (1993):


Hablar de ‘política internacional’ significa hablar de Estado. Parece una verdad sobreentendida
que el Estado constituye el verdadero objeto de las relaciones internacionales, su ‘actor’ y
‘autor de las acciones’ (p. 65)

D. Construcción de citas bibliográficas


Se titula Referencias
1. La lista debe estar en orden alfabético, por apellido del autor y el nombre de pila.
2. Los títulos de libros o revistas se escriben con letra itálica, en el caso de las revistas, la letra
itálica comprende desde el título hasta el número de volumen.

Libros:
Aldecoa Luzarraga, Francisco y Michael Keating (2001). Paradiplomacia: las relaciones
internacionales de las regiones. Madrid: Marcial Pons.

Capítulo de Libro:
Aguirre Zabala, Iñaki (2001). “¿Qué sentido tiene hablar de paradiplomacia? Una encuesta
intertextual entorno a un neologismo polisémico”. En Aldecoa Luzarraga, Francisco y Keating,
Michael. Paradiplomacia: las relaciones internacionales de las regiones. Madrid: Marcial Pons.

Artículos en Revistas:
Alburquerque, Francisco (2004). “Desarrollo económico Local y descentralización en América
Latina”. Revista de la CEPAL, Nro. 82. Santiago de Chile: CEPAL.

Artículos Periodísticos:
Castells, Manuel (2003). “Globalización Asimétrica”, La Vanguardia, 27 de septiembre.

Tesis no publicadas:
Barandiarán, Jorge Tomás (1998). El Peronismo, la búsqueda de autonomía y sus proyectos
de integración: 1946-1948. Tesis de Maestría en Relaciones Internacionales, Facultad de Ciencias
Humanas de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires. Tandil.

Recursos electrónicos
Formato básico:
- Martínez Coll, Juan Carlos (2007). EUMED.NET. Disponible en: http://www.eumed.net
(Recuperado Junio 30, 2007).

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Documentos con acceso en la red:


- Libro: Martínez Coll, Juan Carlos (2002). Las Flechas. Economía del Tiempo y de la
Información. Málaga, Grupo de Eumed.net de la Universidad de Málaga. Disponible en: http://
www.eumed.net/cursecon/libreria/pedidoflechasgrat.html (Recuperado Junio 30, 2007).
- Artículo: Alburquerque, Francisco (2002). “Desarrollo económico Local y Cooperación
descentralizada para el desarrollo”. Instituto de Estudios sobre Desarrollo y Cooperación
Internacional (HEGOA). Desarrollar lo local para una globalización alternativa. Bilbao: HEGOA.
Disponible en: http://www.bantaba.ehu.es/coop/files/view/Desarrollo%5fecon %f3mico%5floc
al%2epdf?revision%5fid=64849&package%5fid=64833 (Recuperado Junio 30, 2007).

Artículo de revista localizado en bancos de datos


Beltrán Llavador, José (2004). “La ciudad como experiencia: figures desde el imaginario
social”.
Revista Teína, Nro. 4. Valencia. Disponible en: http://www.revista teina.com/teina/libros/
ciudades.pdf (Recuperado Junio 30, 2007).

Artículo de periódico en formato electrónico


Frieria, Silvina. “El nuevo mundo está glocalizado. Entrevista a Andreas Huyssen”, Página
12, 31 de agosto de 2006. Disponible en: http://www.pagina12.com.ar/diario/ suplementos/
espectaculos/4-3636-2006-08-31.html (Recuperado Junio 30, 2007).

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SOCIEDAD GLOBAL ES UNA PUBLICACIÓN DE LA REVISTA DE RELACIONES
UNIVERSIDAD ABIERTA INTERAMERICANA (UAI) INTERNACIONALES Y CIENCIAS POLÍTICAS 189
ISSN 1851-6262
CHACABUCO 90- PISO 3 (C1069AAB). BUENOS AIRES, VOL 3 - Nº 2. SEGUNDO SEMESTRE 2009
ARGENTINA.
TEL: (54-11) 4342-7788 INT. 185 / 292

Sumario .................................. 2-3


Presentación
Por María Susana Durán Sáenz .................................. 7-8

ARTÍCULOS
Discurriendo sobre el pasado, presente y futuro de la ciencia política en Italia y Europa
Por Sergio Fabbrini (en diálogo con Juan Cruz Vazquez) ............................ 9 - 28
La integración europea como respuesta a los desequilibrios producidos en la
relación institucional Estado-mercado en el último cuarto de siglo
Por Julio Pinto y Alicia Cusinato ............................ 29 - 46
Las “Mesas Separadas” de la Ciencia Política: el caso del concepto de “Estado”
Por Leticia Vita ............................ 47 - 60
Rorty y las cosas dichas
Por Gonzalo García Vilá ............................ 61 - 78
Tendencias internacionales de la Educación Superior
Por Mabel Dávila ............................ 79 - 101
Reforma policial en el Brasil: el rol del sector privado en las políticas públicas sobre
seguridad
Por Gustavo Javier Gómez ............................ 102 - 113
Relación entre cambio climático y comercio internacional: un ensayo
Por Leila Devia ............................ 114 - 121
Cambio climático, el desafío de pensar el desarrollo
Por Ana Fernández Equiza ............................ 122 - 135
Teoria do comércio internacional e política ambiental: uma análise “empíricosim-
biótica”?
Por Thauan y Luan Santos ............................ 136 - 145
Integração econômica no contexto da economia política internacional:
classificações, razões e vantagens
Por Thauan Santos ............................ 146 - 156
El sistema capitalista en expansión: fundamentos de una lectura sudamericana
Por Leonardo Granato ............................ 157 - 170
Proyectos de integración regional sudamericana: hacia una teoría de la convergencia
regional
Por Gian Luca Gardini ............................ 171 - 194
Frontera brasileño-paraguaya: los territorios fronterizos de mato Grosso do Sul con
los Departamentos norte de Alto Paraguay, Canindeyú, Amambay y Concepción
Por Tito Carlos Machado de Oliveira y Nahuel Oddone ............................ 195 - 225
Los procesos de integración en América Latina ¿salida viable para el crecimiento
en la región?
Por Susana Durán Sáenz ............................ 226 - 235
Venezuela: uma abordagem antissistêmica
Por Charles Pennaforte ............................ 236 - 247
Un nuevo gobierno en Colombia: desafíos y oportunidades
Por José Luis Rhi Sausi y Nahuel Oddone ............................ 248 - 260

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A globalização e a Integração Regional


Por Graziele Oliveira Saravia ............................ 261 - 274
La autonomía heterodoxa de la política exterior de Kirchner
Por Bruno Alfredo Bologna ............................ 275 - 294
Estados Unidos como actor imperial: una revisión del debate a los albores del siglo XXI
Por Luciano Anzelini ............................ 295 - 323

PONENCIA
Algunas hipótesis comparativas Brasil-Argentina en el siglo XIX
Por Vicente Palermo ............................ 324 - 335

ENSAYO
La política exterior del presidente Mujica
Por Álvaro Álvarez Carcabelo ............................ 336 - 340

ESTADO DEL ARTE


Los estudios sobre política exterior y sistema internacional en Argentina. Entrevista a
Juan Archibaldo Lanús
Por Juan Cruz Vazquez ............................ 341 - 359

PRESENTACIÓN DE PROYECTOS
Fronteras Abiertas. Red Interregional de Cooperación Transfronteriza e Integración
Regional en América Latina
Por Raffaela Colleti ............................ 360 -369

RESEÑA
América Latina, una y diversa: Teorías y métodos para su análisis (de Heriberto Cairo
y Jerónimo de Sierra / comp.)
Por Ingrid Sarti ............................ 370 - 371
Las ciudades y los poderes locales en las relaciones internacionales contemporáneas
(de Miguel Ángel Martín López y Nahuel Oddone / coordinadores)
Por Eva Peñas ............................ 372 - 373
Entre la integración y la fragmentación social. El desafío político de nuestro tiempo
(de Julio Pinto / compilador)
Por Giselle Nadra ............................ 374 - 376
Saludos a Vandor (de Fabián Bosoer y Santiago Senén González)
Por Néstor Legnani ............................ 377 - 379
Pensadores sociales contemporáneos (de Marta Fernández / compiladora)
Por Bárbara Ciminari ............................ 380 - 382

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La revista “Sociedad Global” está incluida en el sistema QUALIS de la CoordenaÇāo de


AperfeiÇoamento de Pessoal de Nivel Superior (CAPES) de Brasil.

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