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Perú, la necesidad de perspectivas

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11. 06. 2018


Por:
Vicente Otta R.

Los cocodrilos lloran por Eyvi. Cada vez que algún crimen excede el límite
de lo “normal” un coro de cocodrilos exhibe sus lágrimas. Son los mismos
que desde el púlpito, el Congreso y los medios, refieren que los derechos
humanos son una cojudez o que el enfoque de género es “una ideología”
nociva y disociadora. Y en nivel de escándalo, la señora que funge de
lideresa del partido populista y mafioso dice, hago un llamado para ponerle
fin a la "violencia y el odio" en contra de las mujeres, la misma que cuando
su madre, en los 90, era torturada por Fujimori, callaba en cuatro idiomas y
la remplaza presta como primera dama.

El dramatismo de los personajes mediáticos ante las cámaras


Aquellos que celebran la incursión del general gasolinero en el LUM, que
quedan desnudos de tanto rasgarse las vestiduras cada vez que un
sentenciado por terrorismo sale en libertad tras cumplir su condena. Lanzan
ayes cuando las cámaras los enfocan. Luego siguen su rutina promoviendo
la impunidad y despotricando contra los derechos humanos.
Mientras, el Congreso rebosa de habitués del SIN de Montesinos y
patrocinadores del irrito indulto a Fujimori. Integrantes de este poder del
estado exhiben prontuario en lugar de Currículo. Con el agravante que en
los últimos años el narcotráfico es el gran elector de muchos de ellos, que
han encontrado en el Congreso su American Way of Live sin tener que ir a
California. Cobradores de micro o vendedores de sandalias que en 10 años
se han convertido en millonarios, mecenas de partidos políticos y “padres”
de la patria.

El huevo de la serpiente, lo vivido en los 80-90, años de insania y odios sin


límite. Lo que empezó con perros colgados en el centro de Lima, con
embadurnamientos de sangre en las prácticas soldadescas, devino en
masacres horrendas y actos inhumanos contra campesinos y gente
humilde, tanto por el terrorismo que decía aspirar a un mundo de justicia,
como por militares que decían proteger al estado y a los peruanos. Ambos
condujeron al Perú al infierno de Dante, que es el peor de los infiernos.

Los actos aberrantes y perversos de unos y otros han producido un enorme


número de peruanos con pérdidas afectivas y emocionales irreparables. Son
los hijos de la violencia y las perversiones producidas en el conjunto de la
sociedad, especialmente en la sierra sur y en la amazonia. Muchos de ellos
asentados en Lima actualmente. Estos son los “monstruos” que hoy azotan
a la sociedad y nos llenan de horror y asco hasta la náusea.

Trastrocados los valores morales, se convirtieron en falaces y débiles


referentes conductuales. Una sensibilidad abotagada por la violencia sin
límites, se hizo tolerante al sufrimiento ajeno No condenamos ni
rechazamos al terrorismo sanguinario ni repudiamos y sancionamos a los
criminales de una y otra banda.

Los responsables de muertes como la de Eyvi, de las violaciones


sistemáticas de niños y niñas, del feminicidio son los que ayer produjeron el
horror y el espanto y hoy, aquellos que rechazan la pacificación y
reconciliación verdadera, aquella que promovió infructuosamente la
Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR). Estos promotores del odio
y la venganza (el Cardenal Cipriani y los fujimoristas como Becerril o
Tubino) siguen defendiendo la impunidad de los responsables de crímenes
de lesa humanidad. El indulto a Fujimori es su expresión mayor.

No existe paz sin justicia ni reconciliación sin perdón. No entender


que ahora cosechamos lo que se sembró en los años 80-90 se explica
porque seguimos siendo una sociedad profundamente fracturada, sin
sentido de nación ni civismo. Aquellos que controlan el poder del estado,
que se consideran parte de los que ganaron la guerra al terrorismo, sienten
que este “triunfo” les otorgan patente de corso. Como los antiguos cónsules
romanos, por salvar a Roma de un peligro extremo Lo quieren todo.
Impunidad y riqueza mal habida. El fujimorismo se sustenta en esta
premisa, por eso considera que todo lo actuado por Fujimori y Montesinos
es válido y legítimo. No hay sentido de culpa ni propósito de enmienda.
Este sentido de inimputabilidad y ausencia de responsabilidad autocrítica se
da también en la gran mayoría de la gente que se considera de izquierda.
Sigue creyendo que el terrorismo senderista fue consecuencia de errores
estratégicos, de una visión dogmática, etc. Cuando se trata de terrorismo
sanguinario simple y llanamente. Acciones ajenas de un proyecto que se
considera socialista-marxista.

No ver esta terrible y dolorosa realidad y todas sus implicancias es lo que


genera nuestra carencia de espíritu nacional y de patria. Son los “otros” los
únicos responsables y hay que estigmatizarlos y castigarlos con la mayor
severidad. A los “nuestros” hay que protegerlos y evitarles cualquier
sanción o penalidad. Seguimos sin ser una comunidad nacional.

La profunda revolución moral y cultural que urgimos empieza por asumir la


responsabilidad, la autocrítica sincera, y se consagra con el perdón que
como un todo nacional procesemos y logremos.

De esta confusión perversa y de la corrupción y banalidad de las altas


autoridades públicas se nutre la violencia doméstica y la conducta criminal
de psicópatas y malhechores. Las autoridades que debieran ser, ejemplo de
ética y responsabilidad cívica, han devenido en símbolos de la corrupción y
el mal vivir.

Ante la muerte de Eyvi, el Presidente: “me siento muy apenado. Pero a


veces esos son los designios de la vida". Con esta infeliz expresión el señor
Martín Vizcarra superó las impertinentes frases de su predecesor. Como
PPK, muestra falta de criterio y compromiso social para gobernar. Pensar y
decir que la horrible muerte de Eyvi Agreda es un designio de la vida, no
revela otra cosa que desinterés por combatir el feminicidio, crasa
ignorancia de su responsabilidad como gobernante, y carencia de
compromiso con los más débiles.

¡El adelanto de elecciones generales es una necesidad urgente. No


esperemos más!

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