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EL POLLITO INQUIETO

Había una vez un pollito al que su madre y sus cuatro hermanos le llamaban “El
Inquieto”, ya que siempre se aislaba en algún rincón de su corral buscando
aventuras, y cuando era la hora de comer o dormir, le ordenaban con energía para
que volviera pronto.

Cierto día, la mamá gallina, juntó a sus cinco pollitos para ir a dar un paseo por
el bosque, era tan divertido el paseo que no se dieron cuenta que no estaba con
ellos “El Inquieto“. Cuando se dieron cuenta de su ausencia, optaron por
repartirse y tomar decisiones distintas para así buscarlo más rápido.

Después de mucho tiempo de búsqueda y de haber recorrido un largo tramo del


bosque, los hermanos y la mamá gallina le llamaba gritando sin parar. Uno de los
pollitos escuchó que por encima de los árboles recorría en raudo vuelo, un gavilán
hambriento. Al pollito le entró el pánico, porque su hermano había sido cazado por
el ave rapiña. Se fue corriendo en busca de su mamá y sus hermanos para pasarle
la voz del peligro. La madre gallina una vez alertada por su hijo, les ordenó a
todos que se camuflaran dentro de las ramas para no ser vistos por el gavilán.

Mientras tanto “El Inquieto” también había escuchado los chirridos del depredador
y se había puesto a salvo bajo unas ramas secas, y se prometió firmemente que
en otra ocasión no se separaría del grupo.

Después de esperar un buen rato pasó el peligro del ave hambrienta y


nuevamente la mamá gallina y los hermanos del “Inquieto” lo llamaban por todos
los lados, hasta que por fin el pollito perdido escuchó la llamada y corrió hacia
ellos. Llegó arrepentido y abrazó a su madre y a sus hermanos. Les prometió que
a partir de ese momento nunca se separaría de ellos.

Todos juntos regresaron contentos a su corral.

FIN

– Moraleja del cuento: En el momento de salir todos juntos, debemos de estar y


regresar juntos. Así se evitará cualquier peligro que pueda ocurrir.

– Valores del cuento: Responsabilidad. Prudencia. Obediencia.


DANIEL, EL NIÑO TRISTE
Erase una vez, un niño llamado Daniel de ocho años, que vivía solo con Juana. Ella
era la chica que lo cuidaba cuando sus padres iban a trabajar. Daniel era muy
estudioso, pues solo vivía en la biblioteca de su casa.

Juana le decía que fuese a jugar al parque con otros niños, pero Daniel siempre se
negaba, él siempre estaba triste porque sus padres estaban todo el día en la oficina.
Cuando se cansaba de estudiar se paraba en su ventana y observaba a otros niños
como se divertían en el parque.

Daniel pensaba en lo bien que se lo pasaría con ellos.

Hasta que un día los niños jugando rompieron el vidrio de la ventana, fueron a reclamar
su pelota, llamaron a la puerta, pero como Juana estaba muy ocupada abrió la puerta
Daniel.

– ¿Por favor, nos devuelves la pelota? – Dijo uno de los niños.

Y Daniel muy amable se la dio si ni siquiera reclamar por los vidrios rotos.

– ¿Como te llamas? Le preguntó Sara; una de las niñas que estaban jugando ese día. –
¿Por qué no vienes a jugar con nosotros?

– ¡No! No puedo.

Pero cuando sus padres llegaron lo encontraron llorando y le preguntaron que le sucedía
y el les contó como se sentía. Sus padres lo entendieron y se ocuparon más de él, todas
las tardes empezaron a ir al parque y desde entonces Daniel fue un chico muy muy feliz
junto a sus padres y a sus nuevos amigos.

FIN

– Moraleja del cuento: A veces el dinero no es tan importante como el bienestar y la


felicidad de nuestros hijos.

– Valores del cuento: El amor, la amistad y sobre todo el respeto.


LA NIÑA Y LAS TRES FLORES
Había una vez una niña llamada Claudia, que iba caminando por un pequeño bosque, cuando
de pronto escuchó un susurro que hizo así: ¡shhhhh!. Claudia miró en un tronco y we
encontró tres hermosas flores, la primera era un tulipán, la segunda una rosa, y la tercera
una orquídea.

Cuando Claudia llegó a su casa buscó un florero y las metió en agua. Ella se las llevaba a
todos lados.

Un día, una de las flores le habló y ella asustada miraba a los lados, pero Claudia no miraba a
las flores.

Después salió corriendo y fue a ver a su madre. De pronto se dio cuenta que era el tulipán el
que le había hablado. En cuanto llegó, una mariposa cogió el polen de las flores. La pequeña
Claudia miraba curiosamente la mariposa.

Pero la espantó con la mano y su ala se le había roto. Ella lloraba, pero Claudia se la reparó.
A partir de ese momento, las flores y la mariposa vivieron felices por siempre siendo buenas
amigas.

FIN

– Moraleja del cuento: Nunca espantes a las mariposas con la mano, es peligroso, le podrías
romper un ala.

– Valores del cuento: Amistad. Comprensión. Amabilidad.


LA NIÑA QUE SOÑABA SER PRINCESA
Paula era una niña, que vivía en una granja con sus padres, rodeada de animales, frutas y un
río de agua cristalina que adornaba el lugar.

La niña soñaba siempre con ser una princesa y viajar por el mundo. Todos los días, al salir de
la escuela, se sentaba en la orilla y veía su cara reflejada, pero imaginaba que vestía con
corona.

– “Algún día, mi sueño se hará realidad”.

Y así fue, en la escuela informaron que se haría un concurso de canto, y la ganadora tendría
un bello obsequio. Paula que era muy alegre, se apuntó inmediatamente para cantar y día tras
día se fue preparando.

Llegó el día tan esperado, Paula concursó y gano! La felicidad fue grande, y más a un cuando
ve que el regalo era un lindo traje de princesa, no lo podía creer y decía:

– “Mi sueño, Dios mío, mi sueño, ahora si viajaré por el mundo”.

La niña muy alegre se puso el traje, de color amarillo como el sol.

– “Recorreré el universo si es posible”, – decía en voz alta.

Y así lo hizo, vestida de princesa, como las más linda de todas las princesas, se fue por un
camino y no volvió jamás. Como decía su abuela:

– “PAULA ES UN ALMA LIBRE”.

Y aquí la extrañamos, solo nos consuela que en su corta vida, fue muy feliz…

FIN

“Este cuento dedicado a la memoria de mi sobrina Paula Estefania Gamboa Henao”

– Moraleja del cuento: Los sueños se pueden ser realidad.

– Valores del cuento: La alegría y la perseverancia.


EL GATO DORMILON
Había una vez un gato muy dormilón que se pasaba los días y las tardes enteras echado en
el sofá. Siempre se preguntaban que es lo que hacía para quedar tan exhausto, pero nadie lo
veía haciendo otra cosa que no fuera descansar.

Una noche su dueño tuvo la idea de ir a buscarlo y ver si también dormía toda la noche, pero
mientras bajaba la escalera pudo verlo… ahí estaba él, sentado frente al acuario, viendo cómo
dormía la tortuga. Sólo se quedó allí mirando en silencio a su gato, despierto y sereno estaba
cuidando el sueño de su amiga tortuga.

Al día siguiente pudo verlo como de costumbre, durmiendo en el sofá y entonces pudo
comprender el porqué de su sueño durante el día, pero no notó que la tortuga también lo
cuidaba desde su sitio.

FIN

– Moraleja del cuento: Los amigos siempre se cuidan,

– Valores del cuento: Amistad


ESTELA LA ESTRELLA DE MAR
Estela era una estrella muy bonita, su belleza iluminaba el mar, porque ese era el lugar donde
vivía con sus papás.Era bonita y despierta, era sensible, era especial. Pero Estela pese a ser
estrella nunca pisó el cielo, y es que Estela era una estrella de mar.

Cuando Estela miraba al cielo sentía ganas de estar allí, y se ponía triste cuando todos le
decían que era una estrella de mar, y le explicaban con cariño que las estrellas de mar no
podían volar.Nadar siempre le costó mucho, ella soñaba con volar, se imaginaba al lado de la
luna, que nunca dejaba de brillar.

En sus sueños lo lograba, ¿pero cómo una estrella de mar iba a lograr ser estrella en el cielo?,
así sin más…Y pasaban los días y crecía nuestra estrellita, pero un poco triste siempre,
siempre se sintió vacía.

Un día la estrella de mar nadaba perdida en sus pensamientos, cuando vio un reflejo en el
agua y se acercó corriendo a verlo.Una enorme luna llena se reflejaba en su mar, entonces, la
luna la miró curiosa y le comenzó a preguntar:

L: – ¿Qué te pasa estrella bonita que caminas triste y sin hablar?


E: – Que a veces me siento triste, cuando miro al cielo, no lo puedo evitar.
L: – ¿Y dime pequeña estrella por qué será?
E: – Porque siempre soñé ser estrella en el cielo, y brillar y sin embargo nunca lo podré lograr.
L: – ¿Y por qué no puedes serlo?
E: – Porque me han dicho que soy una estrella de mar.
L: – Pequeña estrella, ¿cuál es tu nombre?
E: – Estela…
L: – Pues veras….
Estela, si me permites te contaré una verdad. Tú puedes ser cuanto quieras, nunca dejes de
soñar. Yo un día fui luna menguante, nunca deje de soñar, hoy orgullosa soy luna llena. Solo
hace falta luchar.
Si quieres ser estrella brilla, si quieres serlo no hay más, y nunca dejes que nadie te diga
donde puedes llegar.
E: – Gracias amiga luna. Ya me tengo que marchar.
¿Me ha dicho que suba al cielo? ¿Que puedo brillar si quiero?

No dejaba de pensar y agradeció a la luna su regalo, su verdad.


Estela tenía miedo, temía seguir su sueño, tendría que irse lejos de sus papás, de sus amigos,
de todo aquello.
Y dejo pasar el tiempo…….

Y cada día más triste Estela dejó de mirar al cielo.Pero aunque triste, siempre fue fuerte y un
día se miró al espejo. Y se dijo Estela tu brillas, Estela tú no eres esto, Estela persigue tus
sueños, nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacerlo.

Aquella noche soñó que brillaba, y mientras lo hacía y sin saberlo, su cuerpo comenzó a flotar
y enseguida subió al cielo, y creyendo que soñaba, disfrutó de todo aquello. Al despertar era
de noche, al despertar estaba en el cielo, brillaba como ninguna, por fin estaba en su cielo.
Pero y sus padres y amigos, ¿cómo explicarlo, como no echarlos de menos? Y lloraba aunque
contenta de haber alcanzado su sueño. Pero mientras lloraba miró a su mar, y encontró
consuelo, ella estaba allí, era su reflejo!.
Desde entonces Estela vive su sueño, y cuando extraña a sus padres su reflejo baja a verlos,
y ellos ahora, felices y orgullosos de su empeño, porque Estela no se rindió y luchó por
cumplir su sueño.Así que niños, Estela os quiere dar un consejo: Ser siempre vosotros
mismos y luchar por vuestros sueños y no dejéis que nadie os diga que vosotros no sois eso.

FIN

– Moraleja del cuento: Sé tú mismo y no dejes que nadie te desvíe de tu objetivo.

– Valores del cuento: Conocimiento de uno mismo. Confianza. Valor.


La planta carnívora y el carnicero

Flora era una planta carnívora, pero carnívora de verdad, que vivía en
un supermercado junto al puesto de Paco, su gran amigo carnicero.
Paco la trataba con cariño y atención y siempre tenía algún trocito de
carne que darle al final de cada día. Pero un día, Flora no recibió su
ración de carne, y al día siguiente tampoco, y empezó a preocuparse
tanto, que decidió espiar a Paco.
Así fue como descubrió que el carnicero no le daba nada de carne
porque guardaba grandes trozos en una gran caja amarilla.
Haciéndose la despisatada, Flora llegó a pedirle un poco de aquella
comida guardada en la caja, pero Paco respondió muy severo que no, y
añadió:
- ¡Ni se te ocurra, Flora! No se te ocurra tocar la carne de esa caja.
La planta se sintió dolida, además de hambrienta, y no dejaba de
pensar para quién podría estar reservando el charcutero aquellas
delicias. Con sus malos pensamientos se fue llenando de rabia y de ira,
y aquella misma noche, cuando no quedaba nadie en la tienda, llegó
a la caja, la abrió, y comió carne hasta ponerse morada...
A la mañana siguiente, justo cuando llegó Paco para descubrir el
robo, Flora comenzó a sentirse fatal. Su amigo le preguntó varias veces
si había sido ella quien había cogido la carne, y aunque comenzó
negándolo, viendo la preocupación y el nerviosismo del charcutero,
decidió confesar.
- ¿Pero qué has hecho, imprudente?- estalló Paco- ¡¡Te dije que no la
tocaras!! ¡Toda esa carne estaba envenenada!! Por eso llevo días sin
poder darte apenas nada, porque nos enviaron un cargamento
estropeado...
A la carrera, tuvieron que ir a buscar un quimijardioveterinario
con un invernadero-hospital que pudo por poco salvar la vida de
Flora, quien se pasó con grandes dolores de raíces y cambios de
colores en las hojas durante las siguientes dos semanas. El susto
fue morrocotudo para todos, pero al menos la planta aprendió
que obedecer las normas puestas por quienes más nos quieren,
es mucho más seguro que obrar por nuestra cuenta sin más.
El tesoro de Barba Iris

Según contaba la leyenda, Barba Iris había sido el pirata de las golosinas más increíble
que había existido nunca. Durante años asaltó cientos de tiendas de golosinas y según
decían, en algún lugar perdido almacenaba el mayor tesoro que ningún niño
podría imaginar. Por eso, cuando Toni y sus amigos encontraron un extraño y
antiguo cofre con lo que parecía ser un mapa de un tesoro para niños, se llenaron de
emoción y se prepararon para la gran búsqueda del tesoro de Barba Iris.
Así, siguiendo las pistas, llegaron hasta una cueva oculta junto al lago, donde
encontraron otro pequeño cofre. En él encontraron unas pocas golosinas, un gran
cartel con la letra D, y otro mapa con más instrucciones para encontrar el tesoro, que
les ayudó a superar la decepción inicial de pensar que no se tratara de un
gran tesoro. Toni y los demás consiguieron descifrar el mapa, para lo que necesitaron
algunos días y leer unos cuantos libros, y así llegaron hasta un gran árbol hueco en
medio de un gran bosque, donde volvieron a encontrar un cofre con algunas golosinas,
un nuevo mapa, y una hoja con la letra O.
Entre muchas aventuras encontraron dos cofres más con sus golosinas, sus
mapas y las letras C y B. Pero el último mapa era un tanto extraño. Más que un mapa,
parecían unas instrucciones bastante incomprensibles:
"Al tesoro ya has llegado
pero tendrás que encontrarlo;
si juntas un buen retrato
del hijo de tus abuelos,
y lo pones justo al lado
de la hija de tus yayos,
si luego añades las letras
que cada tesoro ha dado
se desvelará el secreto
que lleva tanto guardado.
Ese que acerca tus sueños
para poder alcanzarlos."
Mucho tiempo discutieron sobre el significado del enigma, y sólo consiguieron
ponerse de acuerdo en que el mensaje hablaba de las fotos de unos padres,
pero no alcanzaban a entender el resto. Hasta uno de los numerosos días que discutían
sobre el asunto en el salón de casa de Toni, mirando como siempre aquellas cuatro
letras. Alex, distraído, miraba la foto de los padres de Toni que había sobre la
mesa, y entonces dio un salto:
- ¡¡Lo tengo!!
Todos le miraron con interés, pero en lugar de hablar, Alex se acercó a la
mesa. Reordenó las letras y al final acercó la foto de los padres de Toni.
- O... B... D.. C..... ¡obedece a tus padres! - gritaron todos a la vez.
Y aunque no hubo millones de golosinas, todos estaban dispuestos a seguir aquel
gran consejo. ¡¡Cómo no iban a hacerlo, si se trataba del mismísimo tesoro del pirata
Barba Iris!!
Tripón, el gato panzudo
Andresín nunca quería acostarse a su hora. Sus papás le habían
explicado lo importante que era acostarse temprano y descansar
bien, pero él no hacía ningún caso, y ya no sabían qué hacer.
Hasta que un fin de semana que estaban en el pueblo con los
abuelos, el abuelo Paco se enteró y dijo:
- Esto es un trabajo para Tripón, mi gato panzudo.
Y diciendo eso, les endosó el gato y se lo tuvieron que llevar de
vuelta a la ciudad. Era un gato lento y gordinflón, y tampoco
daba mucho trabajo, pues nadie sabía nunca dónde se metía. Esa
misma noche, a la hora de acostarse, volvieron los problemas:
Andresín no tenía intención de ir a la cama. Y aunque sus papás
esperaron un rato para ver si ocurría algo especial y Tripón
solucionaba el problema, no pasó nada.
- Vaya cosas tiene el abuelo - dijo el padre- igual está
empezando a chochear.
Cuando horas después Andresín fue por fin a acostarse, al llegar
a la habitación se llevó un buen susto. Tripón estaba en su cama,
totalmente espanzurrado, durmiendo a pierna suelta y roncando
por todo lo alto. Andresín trató de apartar al gato, pero no hubo
forma, y aquella noche apenas pudo dormir nada, arrinconado en
una esquinita...
Al día siguiente, la historia se repitió, pero además Andresín
estaba mucho más cansado por no haber dormido. Cuando llegón
el tercer día, el niño había comprendido que si quería dormir en
su cama tendría que llegar antes que Tripón, así que en cuanto
sus padres empezaron tan sólo a hablar de acostarse, Andresín
salió como una bala directo al dormitorio y se metió rápidamente
en la cama.
Sus papás no podían creérselo. No sabían lo del gato, ni por qué
Andresín se acostó a su hora sin protestar. Y estaban tan
contentos, que se quedaron celebrándolo hasta bastante tarde,
pero...
...¿adivináis dónde durmió Tripón aquella noche? :-))
La hormiga rebelde
Había una vez una hormiga que estaba harta de ser hormiga. No le
gustaba nada: las normas le parecían muy estrictas, se hartaba de
tener que esperar larguísimas colas y odiaba hacer lo mismo que
todo el mundo, siguiendo las órdenes generales. Ella quería ser
como las mariquitas y los escarabajos, y vivir despreocupadamente.
Y tanto se esforzó por conseguirlo, que finalmente un día de viento,
se agarró a una gran hoja y se fue volando arriba y arriba. Cuando
estaba muy alto, tanto que ya no se distinguían los insectos, miró
abajo y no pudo creer lo que vio: de entre las hierbas se alzaba el
magnífico hormiguero, que podía verse a gran distancia. No había
rastro de nidos de escarabajos, mariquitas ni ningún otro: sólo el
hormiguero.
Y la hormiga se dio cuenta de que eran precisamente las normas, el
espíritu de sacrificio, la obediencia y el esfuerzo de todas las
hormigas, lo que hacía posible que su obra conjunta fuera
muchísimo mayor que lo nunca pudiera haber conseguido insecto
alguno, y se sintió realmente orgullosa de ser hormiga.

Los papás más orgullosos


En un pequeño país estaban decididos a averiguar qué era lo que de
verdad agradaba a los papás, así que planearon un concurso,
utilizando el último invento del profesor Cuchufleto: la máquina de
la alegría, capaz de medir la alegría verdadera de la gente. Así que
cada niño exhibiría sus habilidades ante sus padres, y la máquina
mediría cuánto se alegraban estos. Llegó un niño con un cerdo
amaestrado que bailaba y cantaba, una niña con un violín que
tocaba como los ángeles, y un niño sabio con su gran libro, y la
alegría fue muy grande. Finalmente, apareció un niño que no
llevaba nada, ni sabía hacer nada, y cuando le preguntaron que
entonces qué hacía allí, sólo dijo: "yo soy muy obediente". Al decir
eso, la máquina midió tanta alegría en todos los padres, que llegó a
estallar, y aquel niño se llevó todos los premios por resolver el
misterio de qué es lo que más gusta a los papás.

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