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INTRODUCCION
Entre los juristas se acepta generalmente que una disciplina es autónoma de sus
afines cuando tiene un objeto propio, un campo de normas jurídicas diferenciadas de
las demás. El objeto del Derecho ambiental no puede ser otro que el ordenamiento
jurídico ambiental y, por lo tanto, conviene comenzar por la delimitación del concepto
de Derecho ambiental del que, ya de entrada, podemos proponer las dos definiciones
siguientes:
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2. El Derecho ambiental es el sistema de normas, principios, instituciones, prácticas
operativas e ideologías jurídicas que regulan las relaciones entre los sistemas
sociales y sus entornos naturales.
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ELEMENTOS
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¿CUANDO ES AMBIENTAL UNA NORMA JURIDICA?
1. La primera diría que forman parte de la normativa ambiental sólo aquellas normas
promulgadas en los últimos 25 años que ya entienden el medio ambiente como
entorno complejo que interactúa con sistemas vivos, es decir sólo las normas
posteriores al diagnóstico de la crisis ecológica en virtud del cual hay límites al
intercambio metabólico entre el hombre y la naturaleza.
4. Y, finalmente, una cuarta forma de responder que se contrapone a las otras tres y
que vamos a intentar defender en las páginas siguientes diría así: el Derecho
ambiental está compuesto por las normas de relevancia ambiental, y son normas de
relevancia ambiental aquellas que se seleccionan desde un caso jurídico ambiental, y
un caso jurídico es ambiental cuando al menos uno de los intereses concurrentes
responde en líneas generales al.
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hacerlo, debemos incluir dentro del Derecho ambiental todas aquellas normas (ya
sean leyes o reglamentos, ya sean de conducta o de estructura, primarias o
secundarias) y principios relevantes (ya tengan relevancia positiva o negativa) para la
tutela del equilibrio de los sistemas sociales con sus entornos naturales.
Por lo tanto, entre las normas jurídicas de relevancia ambiental, siguiendo a Brañes
(1994), se pueden encontrar tres tipos: normativa de relevancia ambiental casual,
aquella expedida sin ningún propósito ambiental, pero que deviene útil para la tutela
del equilibrio ecológico en un caso determinado; normativa sectorial de relevancia
ambiental, expedida para la protección de ciertos elementos ambientales como el
agua, la atmósfera o el paisaje; normativa propiamente ambiental o ecológica,
expedida recientemente para la tutela de relaciones sistema/entorno y con
conciencia de la crisis ecológica.
Tan ridículo es creer que un buen sistema normativo ambiental es suficiente para
alcanzar el fin ambiental del Estado, como creer que el sistema jurídico ambiental es
innecesario o que las normas no sirven de nada sin prácticas
Si consideramos que las normas de relevancia ambiental casual forman parte del
conjunto del Derecho ambiental, entonces se puede afirmar que la normativa
ambiental es tan antigua como los propios sistemas jurídicos. En realidad, lo que se
debería afirmar es que muy antiguas instituciones jurídicas --no pocas provenientes
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del Derecho Romano-- son utilizables hoy en la resolución ecológica de conflictos
ambientales inimaginables por las sociedades en que nacieron.
Es, sin embargo, bien entrada la modernidad cuando se pueden encontrar normas
sectoriales de relevancia ambiental. Podrían citarse tempranas disposiciones
relativas a la emisión de humos de la legislación inglesa del siglo XVIII. Y ya del siglo
XIX, con su revolución industrial, emanarían dos grandes ríos de legislación que hoy
llamaríamos ambiental: por un lado, el relativo a las emisiones a la atmósfera o la
polución de las aguas; por otro, el relativo a la conservación del medio natural, de los
hábitats y de las especies de flora y fauna silvestres. Toda esta normativa está
atravesada por la idea central de la, presente ya en las primeras codificaciones,
constitucionalizada y no por ello menos discutible como en su momento tuvimos
oportunidad de exponer (Serrano, 1992). Esta normativa sectorial de relevancia
ambiental se ha incrementado notablemente en los últimos 50 años y, hoy día, es
aún el componente principal del Derecho ambiental. A este capítulo pertenecen
normas como el Reglamento de Actividades Molestas (1961), la Ley de Protección
del Ambiente Atmosférico (1972), la Ley de Aguas (1985) o la misma Ley de
Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestre (1987).
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de los (entonces nueve) Estados miembros adoptaron una Declaración que
subrayaba e invitaba, asimismo, a .
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pero, sin duda, como suele decirse: y están implícitas en lo que hasta ahora se ha
dicho y publicado sobre Derecho ambiental.
Como explica Brañes (1994), las posiciones a este respecto van desde la negación
de la existencia del Derecho ambiental como disciplina jurídica autónoma, pasando
por las afirmaciones que se hacen sobre su posible futura configuración como una
disciplina de esa naturaleza, hasta la aceptación de su existencia como una
disciplina jurídica autónoma, pero bajo concepciones que difieren entre sí no sólo en
lo que se refiere a lo que deba entenderse por , sino también sobre la manera como
debe enfocarse la asignatura de Derecho ambiental que, dicho sea de paso, ha
nacido antes y con más fuerza en las licenciaturas de Ciencias Ambientales que en
las de Derecho.
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En segundo lugar, estarían los que, con mucha más inteligencia a mi juicio, sostienen
que debe distinguirse entre y, de forma que lo ambiental sería un problema común a
múltiples disciplinas jurídicas, pero en ningún caso una disciplina autónoma.
Los argumentos son fáciles de rebatir. Bastan dos contra argumentos: en primer
lugar, que hay una y, en segundo lugar --como ya sostuvimos cuando hablábamos
del concepto de Derecho ambiental--, que no hay desde el punto de vista
metodológico ningún obstáculo en que una misma norma jurídica pertenezca a
diversos subsistemas jurídicos. Es más, en el ordenamiento de un Estado
constitucional de Derecho como el nuestro, toda norma particular y concreta está
impregnada de elementos que provienen de diversos cuerpos normativos. Para
empezar, el juicio de constitucionalidad a que obliga el artículo 163 de la Constitución
impregna toda decisión jurídica de elementos de Derecho constitucional. Es evidente
también que toda decisión jurídica tiene elementos procesales y elementos
sustantivos. Y es claro, finalmente, que las normas no son que se puedan agrupar
por para contarlas después, como hacen los niños con las piezas de sus juguetes
desmontables, sino efectuadas por el aplicador en el interior del sistema jurídico,
pasando necesariamente por diversos de sus sectores.
Es algo más difícil, sin embargo, responder a aquellos que sin caer en un torpe
anexionismo corporativo sostienen la necesidad de distinguir entre y. Este argumento
de apariencia contundente está basado, sobre todo, en la penetración de la
problemática ambiental en ciertos sectores de los sistemas jurídicos, que a otras
disciplinas, como el Derecho administrativo, el civil o el penal. De forma que sus
sostenedores no llegan a decir que el Derecho ambiental es Derecho administrativo o
civil o comunitario o penal, sino que existe un Derecho administrativo ambiental, un
Derecho penal ambiental, etc. Creo que sólo hay una forma de responder a esta
argumentación: dándole la razón. Es cierto que lo ambiental no es una rama de la
ciencia, sino un problema de las sociedades y es cierto que lo ambiental impregna
todos los saberes jurídicos. Ahora bien, esta afirmación es predicable de cualquier
otra rama del saber jurídico. Se puede decir, por ejemplo, que el Derecho mercantil o
el Derecho Internacional Privado no son ramas autónomas de la ciencia jurídica, sino
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problemas específicos a abordar por los cultores del Derecho civil, del laboral o del
internacional público; se puede decir que el Derecho penal es Derecho constitucional
aplicado o que el Derecho financiero es sólo un problema más de los que afectan al
Derecho administrativo contemporáneo.
Esta reducción al absurdo nos permite establecer con toda claridad que la forma en
que las disciplinas jurídicas se organizan, se diferencian de y se comunican con sus
afines tiene naturaleza histórica. Es decir, que la constitución de nuevas disciplinas
no se debe a una suerte de, sino a complejos procesos espacio temporales que
determinan no menos complejas estructuras de saber.
Es evidente que al decir esto afirmamos que no sólo hay una especificidad del objeto
del Derecho ambiental, sino también una especificidad de método. Demostrarlo nos
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llevaría lejos y exige un tratamiento aparte. Aquí sólo procede enunciar
telegráficamente lo siguiente: que la relación entre Ecología y Derecho es
bicondicional. De la misma forma que el Derecho ambiental es un importante
instrumento de intervención en las relaciones entre el sistema social y el entorno
natural, así también la Ecología, en cuanto paradigma, aporta a la ciencia jurídica los
instrumentos metodológicos por los que deberá pasar su refundación
contemporánea. Dicho más brevemente: de la misma forma que existe un Derecho
ambiental, existe también una Ecología jurídica. Lo que ocurre es que esta última no
es sólo el método del Derecho ambiental, sino una metodología compleja utilizable
por cualquier rama del ordenamiento jurídico.
Y no sólo eso: tal vez sea innecesario decir que precisamente la investigación
jurídica es, con toda seguridad, una de las vías más fecundas para generar nueva
normativa ambiental más eficaz y más adecuada y que, a su vez, este tipo de
normativa es uno de los instrumentos civilizatorios más fuertes con que contamos
para detener el ecocidio.
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b) Compromiso intergeneracional de preservación del medio ambiente, para las
generaciones presentes y futuras, dentro de un concepto de desarrollo que amplía la
gama de opciones para las personas, inspirado en las metas de largo plazo de una
sociedad; lo que significa que el consumo y/o producción actual no puede financiarse
incurriendo en deudas económicas que otros tendrían que reembolsar en el futuro, y
por ende, “los recursos naturales deben utilizarse de forma que no creen deudas al
sobreexplotar la capacidad de sostenimiento y producción de la tierra”.
d) Apto para el desarrollo humano: concepto del cual la Argentina fue la primera
Constitución en incorporarlo, de acuerdo a la visión de Naciones Unidas en sus
Programas para el Desarrollo. Este organismo define al desarrollo humano como “el
proceso mediante el cual se amplían las oportunidades del ser humano” en donde se
anotan las de disfrutar de una vida prolongada y saludable y tener acceso a los
recursos necesarios para una vida decente, es decir que los beneficios sociales
deben verse y juzgarse en la medida que promueva el bienestar humano. Por lo que
el concepto de desarrollo humano es amplio e integral. No es simplemente un
llamado a la protección ambiental, sino que implica un nuevo concepto de
crecimiento económico, que provee justicia y oportunidades para toda la gente del
mundo. Este es el gran interrogante y el gran problema para los países en desarrollo,
donde el atraso económico muchas veces produce el equívoco de presentar a la
necesidad de “industrializarse” de elaborar productos con mayor valor agregado,
como contrapuesta a la preocupación ambiental.
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resarcir los daños que se ocasionen al medio ambiente y a la salud de las personas,
y establecerán las medidas de seguridad necesarias para neutralizar los efectos
posibles de los pasivos ambientales.
El derecho Ambiental como parte del Derecho Internacional se ocupa del desarrollo
jurídico multilateral y bilateral, originado en Tratados y Convenios. Pero también tiene
una faz nacional que representa las particularidades propias de cada Estado.
MARCO NORMATIVO
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proceso, las normas se iban desarrollando más aceleradamente que las
instituciones, es así que no existían autoridades competentes que velaran por el
cumplimiento de la nueva legislación, evidenciándose, además, limitaciones
presupuestarias y la escasa disponibilidad de capacidades técnicas para cumplir los
mandatos normativos.
PROYECTO DE LEY
Producto de este foro se inicia el diseño del anteproyecto de ley de medio ambiente,
proceso que concluyó en 1992 con la aprobación de la Ley 1333. Esta norma fue
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elaborada en un proceso de amplia participación de los diferentes sectores y
organizaciones sociales.
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LEY 1333
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Se elaboran una serie de leyes y normas para efectivizar la participación de los
pueblos indígenas en la gestión ambiental, especificando que cuando se trate de
proyectos productivos en sus territorios se procedía a la consulta previa libre e
informada antes de otorgar concesiones, en cumplimiento de la Constitución Política
del Estado, del Convenio 169 de la OIT y de los Derechos de los Pueblos Indígenas
de Naciones Unidades; sin embargo, en la práctica no se ha ejercido este derecho y
se han otorgado concesiones mineras e hidrocarburíferas al margen de lo
establecido en dichas normas.
Revertir la tendencia que convierte sistema jurídico en un mero apéndice del status
quo jurídico-político, en campo singular de la inflación legal, apenas distinguible de
las otras ramas del derecho por los nuevos bienes jurídicos asignados a su tutela, las
nuevas técnicas periciales, algunos cambios procesales y la tipificación de nuevas
conductas delictivas.
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En esta agenda hay dos tareas sobresalientes: la primera, democratizar la justicia
ambiental; la segunda, identificar procedimientos judiciales y no judiciales para tratar
los conflictos ambientales.
CONCLUSIÓN
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bilateral, especialmente el sistema nacional de áreas protegidas, las instancias
encargadas de la gestión forestal en los ámbitos nacional y municipal, la temática de
aguas y, últimamente, el tema de cambio climático.
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