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ALUMNA:
- NINA LIMACHE KATHERINE MARGOTH
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DOCENTE:
CUAYLA MAMANI REYNALDO M.
CODIGO:
162061007A
CICLO:
-“B”
INTRODUCCIÓN
En este trabajo se analiza un delito que es producto de esta corrupción. Entonces, para
los efectos del análisis dogmático propuesto importa esa corrupción desde el gobierno;
aquella vista desde el lado de un actor que tiene una especial ubicación en la sociedad: el
servidor público.
Quizás igual o más compleja que esta corrupción es la que se presenta entre
particulares, exigiendo un profundo estudio multidisciplinario –psicológico, sociológico,
antropológico–; por ahora nos circunscribiremos al estudio del primer tipo de corrupción
enunciado: entre particular y servidor público. Teniendo entonces bien claro nuestro
objeto, consideraremos a la clase de corrupción aludida, como condictio sine qua non
para la presencia del delito que nos ocupa.
Pero esta indignación generalizada por el fenómeno como conjunto, que está bien
definida y consensada, no encuentra eco en lo particular. Así, si bien a todos nos molesta
y hiere que los funcionarios públicos a través de conductas deshonestas se enriquezcan
ilícitamente, no censuramos en la escala individual estas muestras de irregularidad: es
socialmente aceptado el mal servidor público que ha obtenido provechos ilegítimos por
conductas corruptas, sin que el malestar general se patentice en el caso concreto.
Algo parecido habrá que hacer con los malos servidores públicos: cuando sea evidente
que la solvencia económica de uno de ellos esté en función del dinero La cartilla de
entrada que tienen en la vida social estos individuos, tal y como aconteció con los
narcotraficantes, es la derrama económica que de ese dinero mal habido hacen. Pero no
es válido sucumbir nosotros como sociedad en esa tentación. Más bien debemos
denunciar estas situaciones para que esos recursos retornen a las arcas hacendarias. Somos
nosotros los miembros de la sociedad garantes también del honesto desempeño de las
funciones públicas por cuanto está a nuestro alcance.
Para que funcione la lacra de la corrupción se necesita del gobernado y del gobernante.
Comenzando con nuestra determinación por no contribuir con la corrupción, como se
explicará, disminuirá sensiblemente este fenómeno antisocial.
También tenemos como gobernados una obligación de hacer: si la autoridad nos invita
a la corrupción, esto es, si solicita de nosotros alguna dádiva, debemos inmediatamente
denunciarlos ante las autoridades correspondientes, para que se sancione al mal servidor
público. El resultado final de esta denuncia no es ya responsabilidad de nosotros, como
sí lo es el dar la notitia criminis de los hechos probablemente constitutivos de delito que
nos constan. Para que la corrupción exista, insistimos, se necesita de un corrupto del
lado del gobierno y de un corrupto del lado de los gobernados. Esta suma nefasta
produce como resultado la corrupción, que sabemos nos perjudica tanto a gobierno como
a gobernados.
1. ANTECEDENTES
La doctrina considera a la teoría del enriquecimiento sin causa como uno de los aciertos
más notables de la técnica jurídica, pues sin duda alguna lo que se pretende amparar con
tal figura son, precisamente, todos los casos de enriquecimiento sin causa que pasaron
inadvertidos al legislador, motivo por el cual los afectados no encuentran remedio alguno
en la norma; pero, no obstante ello, los principios de la moral, la equidad, la justicia y la
eficiencia no aceptan que exista una persona que se beneficie a expensas de otra,
sancionando así tal situación a través de la acción de enriquecimiento sin causa que se
otorga al perjudicado.
Así, Von Tuhr : señala que el enriquecimiento sin causa es otra fuente de obligaciones,
como lo son el contrato y los delitos. Agrega que esta fuente de obligaciones otorga al
empobrecido “la acción y el derecho a reclamar la restitución del enriquecimiento”.
En ese mismo sentido, Llambías, afirma que el enriquecimiento sin causa es fuente de la
obligación de restitución, denominada acción in rem verso, que no es otra que aquella
acción que la ley confiere a toda persona que ha experimentado sin justa causa, una
disminución patrimonial contra quien se ha beneficiado injustamente por ello.
Por su lado, Ludwig Enneccerus: señala que el fundamento del enriquecimiento sin causa
está en el derecho patrimonial, pues éste busca una regulación justa y equitativa de las
relaciones patrimoniales, siendo el enriquecimiento sin causa una pretensión que se dirige
contra el enriquecido para que entregue aquello en que injustificadamente se enriqueció.
A esta pretensión la denomina condictio, y precisa que la misma podrá dirigirse contra el
enriquecido, no por el solo hecho de enriquecerse, sino que tendrán que verificarse los
requisitos que, por lo regular y universalmente se asignan a esta figura jurídica:
Al respecto, nosotros sostenemos que para que proceda la acción de in rem verso, no es
necesario que el hecho por el cual una persona se enriquece a costa de otra tenga carácter
ilícito. Esto, debido a que “el hecho ilícito requiere siempre del dolo o culpa del obligado”
mientras que el enriquecimiento sin causa puede prescindir de esos elementos”
El artículo 401° del Código penal busca garantizar el normal y correcto ejercicio
de los cargos y empleos públicos, conminando jurídico penalmente a funcionarios y
servidores a que ajusten sus actos a las pautas de lealtad y servicio a la nación. No es
el patrimonio el punto de atención de la norma penal, no obstante que el sujeto público
se haya enriquecido ilícitamente con dinero del Estado o de procedencia particular y
que de su incremento significativo patrimonial como dato material se concluye la
existencia objetiva del delito, sino la necesidad de controlar los intereses crematísticos
desmedidos del funcionario y servidor público.
TIPO OBJETIVO
El artículo 401° del Código penal sanciona al funcionario o servidor público que
ilícitamente incrementa su patrimonio, respecto de sus ingresos legítimos durante el
ejercicio de sus funciones y que no pueda justificar razonablemente, lo que ha sido
criticado pues no se describe una conducta peligrosa para los bienes antes señalados,
sino una simple “situación” o “estado económico”.
El autor del delito de enriquecimiento ilícito sólo puede serlo el sujeto público
(funcionario y/o servidor) que durante el ejercicio de sus funciones incrementa
ilícitamente su patrimonio. No abarca al particular, ni al sujeto público que se
enriquece al margen del cargo o función, contexto de acciones este último cubierto
por otras figuras delictivas, civiles, administrativas o de irrelevancia penal. Los
sujetos públicos para ser merecedores de sanción penal deberán enriquecerse teniendo
una función o empleo del que abusan o utilizan violando los deberes institucionales y
funcionales que de los mismos se desprenden.
También puede ocurrir que el sujeto yerre sobre su condición de funcionario, por
ejemplo, el ganador de una licitación pública para construir una carretera se enriquece
indebidamente creyendo que sigue siendo un mero particular.
Solo puede ser autor el intraneus, no porque ostente el dominio del hecho, sino
porque le compete una obligación específica cuya infracción, deja de lado esa
prestación positiva con el bien, ese deber de cuidado especial, solidario e
institucionalmente garantizado que deriva de la asunción de la función pública. Desde
esta perspectiva no puede hablarse en estricto de una “coautoría” entre intranei sino a
lo sumo de una “autoría accesoria”, por ejemplo, dos funcionarios públicos se
enriquecen indebidamente de común acuerdo y cada uno presta aportes sin los cuales
no hubiera podido alcanzarse el resultado.
Lo contrario, exigir del intraneus que viola el deber, además el dominio del hecho,
determinaría que en los delitos especiales propios, como es el caso del
enriquecimiento ilícito, tanto el intraneus como el extraneus resulten impunes; así, la
conducta del extraneus sería atípica porque carecería del dominio del hecho y, por el
principio de accesoriedad limitada como por su vinculación del deber especial, la
participación del intraneus también sería irrelevante.
El Código penal peruano vigente no ha normativizado la situación jurídico-penal
de los terceros llamados “hombre de paja”, testaferros o personas interpuestas
(particulares allegados o extraños pero vinculados con el sujeto activo), quienes por
lo general son utilizados o concertados por los sujetos públicos para disimular u
ocultar el estado del enriquecimiento logrado por éstos; supuesto de hecho en el que
responderán por delito de encubrimiento o receptación según las particularidades del
caso46.
Aquellos supuestos en los que sean familiares de vinculación directa con el sujeto
activo del delito, quienes son utilizados para lograr el enriquecimiento ilícito del
agente o para disimularlo, deberán ser evaluados caso por caso para descartar
comportamiento desprovistos de tipicidad, al hallarse fundados en el principio de
confianza y no concurrencia de los elementos de tipicidad subjetiva exigibles a los
partícipes.
CONSUMACIÓN Y TENTATIVA
En este último caso siempre y cuando exista nexo causal imputable del resultado
enriquecimiento con el período de ejercicio funcional. Como se observa, no es sólo
un incremento patrimonial lo que va a consumar el delito, ya que un enriquecimiento
no explicado de por sí no es delictivo, tampoco son suficientes las presunciones que
al respecto se hagan ni la negativa a justificar del funcionario o servidor.
ALERTA ANTICORRUPCIÓN
Apuntes de tipicidad sobre el delito de enriquecimiento ilícito
Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad
Católica del Perú – IDEHPUCP
Erick Guimaray Coordinador del Área Penal del IDEH-PUCP