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ENSAYO

LA
BRUTALIDAD
Leyder Lasprilla Barreto e Ismael Enrique
De Aguas Lasprilla

13/04/2018
LASPRILLA & DE AGUAS
13-4-18

“Cuanto mayor es la ignorancia,

mayor es el dogmatismo”.

William Osler

“La mayoría de personas son como

alfileres: sus cabezas no son

lo más importante”.

Jonathan Swift

Introducción
La brutalidad es un fenómeno innegable en este mundo. Todos los que han descollado en algún
sector de la realidad, a través de la historia y en los cinco continentes, se han referido a ella sea
con dolor, compasión, desprecio, enojo, indignación, depresión, burla, etc. Es una condición que
no respeta edad, clase socioeconómica, marco científico, paradigma tecnológico, schema
artístico, sistema filosófico, nivel académico, tipo de profesión o actividad comercial. Donde
quiera uno se meta, encuentra esta penosa condición mental que absolutamente nada positivo le
ha dejado a este planeta. Los niños con mayor potencial y los genios de mayor envergadura han
visto destruidos sus sueños por ella en su dimensión interpersonal. Solo unos pocos han podido
escapar de sus garras.

Negar la brutalidad en este mundo es tan insensato como negar la politiquería de la mayor parte
de los países latinoamericanos y africanos. Si usted se siente ofendido por este término, muy
probablemente algo de afinidad tiene con él.

Este ensayo tiene como finalidad clarificar qué es realmente la brutalidad y cuáles han sido sus
peores consecuencias sobre la faz de la tierra, de tal manera que el lector cobre consciencia de
dicho mal y colabore activamente en su erradicación.
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13-4-18

Desarrollo del tema


El significante bruto derivó del latín brutus, que significa irracional. Este, a su vez, derivó del
indoeuropeo gwruto, que significa pesado. Por lo tanto, bruto es condición de irracional;
condición de pesadez mental (es decir, con poca heurística). Puede definirse técnicamente como
el escaso o nulo desarrollo de una o más inteligencias (teniendo en cuenta la propuesta de
Howard Gardner, ampliada por Ken Wilber). Es decir, que brutalidad es sinónimo de poca
evolución, pues esta última, en la psicología, es el desarrollo de cada una de las líneas
(inteligencias múltiples) en las que se despliega la consciencia. Y, poca evolución, no es más que
inferioridad. De esta manera, ser bruto es ser inferior. Duélale a quien le duela.

El término infierno derivó del latín inferus, que significa inferior. Esto no es casualidad, pues la
brutalidad, al ser una condición inferior, genera infiernos por todas partes. Jesús dejó esto claro
cuando expresó que el samsara era un “valle de lágrimas”. ¿Será que en el cielo hay “valles de
lágrimas” en virtud de los “horrores que se dan allá”? No. Este mundo es un valle de lágrimas,
en gran medida, por la presencia de la brutalidad, pues todo lo que toca lo vuelve el reducto de
una deyección (a no ser que lo estocástico entre en escena). Por esta razón, no debe causar
extrañeza el que la brutalidad haga de una fiesta, un espacio de dolor; de la academia, una plaza
pública; de una gran amistad, una retorcida enemistad; de un excelente negocio, un cúmulo de
pasivos casi que sin solución; de un matrimonio con potencial de éxito, un mar de llantos; de un
exquisito sexo, una concentración de emociones y sensaciones desagradables (productos de la
falta de buen tacto y la ausencia de higiene); de un problemita, una tremendo lío; de una noble
solución, una espantosa crisis; de un dulce hogar, un agrio y terrorífico ambiente familiar; de la
pedagogía, una pedantería de pura cepa; de un salón de clases, un campo de batalla; de un
potencial buen libro, un texto para descargar odios; de una conferencia, un espacio de toxicidad;
de la política, politiquería; del capitalismo solidario, capitalismo salvaje; del filosofar, un
especular; de un diálogo, una conversación; de un debate, una polémica; de una plática, una
discusión; de unas vacaciones, un caos; de un acto médico, un acto cruel; de la música, un horrible
ruido; de la espiritualidad, una religión; del misticismo, una teología; de la meditación, una
reflexión; de una historia con moraleja, un chisme de pasillo; del ejercicio sano del voto, un
ejercicio corrupto del mismo; de una intercesión, una intromisión; de la libertad, libertinaje; de
lo lógico, algo ilógico; de lo limpio, algo sucio; de lo elegante algo, vulgar; de lo sano, algo
enfermo; del buen uso, un abuso; de la juventud, un poder sin querer; de la vejez, un querer mas
no poder; del rechazo a la corrupción, una sumisión a la misma; de la ortografía, una horrografía;
etc.

Asimismo, la brutalidad impide la visión, requisito indispensable para alcanzar éxitos en la vida.
Jamás se ha visto un ser exitoso sin visión de lo que quería llegar a ser. Por esto, ante las
oportunidades con gran potencial que se le ponen en frente, el sujeto víctima de la brutalidad hace
caso omiso de ellas con altivez considerándolas una pérdida de tiempo o una “guarrada” (como
dicen los españoles), obligándose a sí mismo a permanecer en la rutina insípida de su vida, en la
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que los grandes logros brillan por su ausencia y la ignorancia enciclopédica deslumbra por su
presencia.

Por otra parte, la brutalidad es enemiga de la priorización de las actividades. El sujeto bruto no
sabe tipificar lo importante y urgente, lo no importante y urgente, lo no importante y no urgente
y lo importante y no urgente (como explica Brian Tracy) en su vida cotidiana. Esto lo lleva a ser
improductivo, pues confunde hacer algo con lograr algo. No por azar se la pasa postergando lo
que debe hacer hoy. Por ello, signos claros de brutalidad son la postergación y las excusas (para
explicarla) que caracterizan a los fracasados. Donde quiera haya posposición y “excusitis”
frecuentes, lo mejor es retirarse en silencio para más nunca volver a aparecer.

En el hedonismo inveterado, que constriñe la percepción del sujeto al inmediato presente,


descuidando el futuro, también se puede “palpar” la brutalidad. Quien vive doblegado por lo
sensual, haciendo caso omiso de los sacrificios presentes para tener un mañana mejor, ¿podría
tildarse de inteligente, sobre todo si tiene canas? Jamás.

En la brutalidad, lo malo se ve como bueno; lo feo, como bello; los desaciertos como aciertos, lo
incorrecto, como correcto; lo antihigiénico, como higiénico (“lo que no mata engorda”); lo
enfermo, como sano; la supresión, como curación; lo antinatural, como natural; lo infernal, como
celestial; la parresía, como retórica; la falsedad, como verdad; la broma, como chanza sana; la
corrupción, como la mejor forma de gobierno; el sexo, como acto de suciedad; la sumisión, como
obediencia; el miedo, como respeto; la casa, como un hogar; la crueldad animal, como arte; al
politiquero, como político; el parlanchín, como filósofo; el profesional, como intelectual; el
erudito, como sabio; el virtuoso, como genio; el burócrata, como empresario; el franco, como
veraz; el descarado, como honesto; la concepción, como maternidad; la fecundación, como
paternidad; la docencia, como maestría; el estudioso, como investigador; el mojigato, como
santo; el hipócrita, como prudente; el vicioso, como virtuoso, entre muchas locuras más.

La brutalidad es afín a la falta de aprendizaje ante los errores cometidos, mientras que la
inteligencia los toma como un excelente apalancamiento para su optimización. No por casualidad
en la brutalidad abundan la terquedad, la contumacia y la obstinación.

Ahora bien, sumamente conocido es el fenómeno de que la brutalidad, en la inmensa mayoría de


los casos, se fastidia con la inteligencia1. No hay nada más amargo para la primera que estar en
presencia de la última, pues queda como lo que es: una condición inferior que debe ser superada
y que ha protagonizado las ignominias más espantosas de este planeta. Es por ello que la
brutalidad, como registra la historia, siempre se ha opuesto al desarrollo de la inteligencia. Los
brutos son amantes de lanzarles piedra a los “árboles que dan frutos”, pues en su absurdo razonar
es mejor eliminar a los que sobresalen por sus méritos que hacer todo lo posible por mejorar para
obtener méritos propios. Por eso el bruto, orgulloso de su brutalidad, no escatima nada para
impedir la iluminación pública del inteligente; hace todo lo posible por dejar en las sombras al

1
De ahí el comentario: “Sabe tanto que sabe a mierda”, que los menos dotados expresan contra los más dotados.
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que elogios, por sus méritos, merece. Es muy común encontrar docentes y padres de familia que
pisotean a sus alumnos e hijos, respectivamente, con grandes potenciales, porque los ven como
una amenaza para el estatus que han conseguido, olvidando que por biología la descendencia
debe ser cuidada y promovida para apoyar la optimización de las competencias en la especie.
¿Será que son inteligentes?

Al lado de esto, es muy común ver a la brutalidad generando orgullo en aquellos sujetos que
tienen poco o ningún mérito. Es la brutalidad la que está detrás de aquellos que los autores llaman
autorrealizados de poca monta: individuos que transpiran soberbia por logros para nada
superiores y que no los diferencian, en nada, de la masa parlante. Por esto, no es para nada casual
encontrar autorrealizados de poca monta sentirse científicos por tener una maestría; considerarse
filósofos por tener un doctorado; y creerse sabios por tener un postdoctorado. O, peor aún,
autocalificarse de estrellas de renombre artístico por desfilar en los bailes del Carnaval de
Barranquilla.

Igualmente, es muy común ver a los autorrealizados de poca monta sintiéndose pensadores de la
más alta y profunda estirpe (a la altura de Inmanuel Kant o Miguel de Unamuno), porque
“analizan” con detalle los partidos de balompié que escuchan por la radio o ven por televisión.
“Apaga y vámonos”.

Por otra parte, algo mucho más preocupante sucede, casi siempre, con la brutalidad. Esto es el
hecho de que ella no se apercibe; no se percata de sí misma; no es consciente de que lo es (el
bruto normalmente no sabe que lo es). El desarrollo encefálico (¿o coproencefálico?) que la
acompaña no da para tanto. Es por esta razón que la inmensa mayoría de individuos con esta
condición infernal se sienten las lumbreras más geniales de este mundo, hasta el punto de
pretender superar a los ilustrados del siglo XVIII que promovieron los movimientos de
independencia de finales del mismo siglo, todo el siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Es
muy frecuente verlos en los eventos sociales dando cátedra de aquello que no han estudiado por
el solo hecho de ser “intelectuales del bronceado y eruditos del supermercado” (como diría el
cantante Ricardo Arjona), pretendiendo que los verdaderos inteligentes e intelectuales pierdan
su tiempo escuchándolos. Por ello, cuando intervienen en temáticas de alto calibre mental, como
si se tratara de “soplar y hacer botella”, hacen el ridículo ante los últimos nombrados. Llegando,
incluso, a cuestionar a los más sabios apalancándose en la inconsciencia de su deplorable
condición. ¡Qué vergüenza!

Es a la brutalidad a la que se le deben las constantes desgracias que vive este mundo. Las peores
atrocidades que se puedan imaginar. La defensa de los corruptos ante su mal gobierno. La
persecución de aquellos cuya única misión ha sido traer la verdad para emancipar. Es uno de los
peores males que aquejan a la población mundial. Es esta plaga, orgullosa de sí misma, la que
mandó crucificar a Jesús; decapitó a Mansur (después de desprender sus pies y manos); quemó
vivo a G. Bruno; asó vivo a M. Servet; decapitó a Juan el Bautista; le quitó al doctor R. G. Hamer
su licencia para ejercer la medicina y lo encarceló dos veces; trató de loco al genial sordo alemán
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L. van Beethoven; enterró a A. Vivaldi en una fosa común; vituperó a C. F. S. Hahnemann una
vez publicó sus descubrimientos homeopáticos; encerró a Mandela 27 años en una prisión, le
negó a G. Verdi los estudios en la academia de Milán; obligó a Sócrates a tomar la cicuta;
arrodilló a Galileo por sus descubrimientos; le negó a J. W. F. Piaget la oportunidad de publicar
su primer artículo de investigación por tener solo 9 años, etc.

Para finalizar, debe quedar totalmente claro que la brutalidad es un fenómeno intersubjetivo. Esto
significa que está dentro de las personas, al igual que la inteligencia. Por ello, quien no cobre
consciencia de las brutalidades que alberga en su ser y no haga nada para reemplazarlas por la
inteligencia2, lleva consigo a todas partes a un poderoso enemigo que tiene a la ecología destruida
y a la mayor parte de la población empobrecida. Si usted es bruto, usted es parte del gran problema
mundial. Si usted es inteligente, es parte de la añorada solución.

Post scriptum: Si consideró la lectura del artículo muy agradable, muy probablemente sea usted
una persona inteligente que ha sido víctima del mal aquí descrito. Si no, muy probablemente
“tenga velas en el entierro” y no se haya dado cuenta. Dura veritas, sed veritas.

Conclusiones
 La brutalidad es nociva para la salud.
 La brutalidad impide el retroprogreso (evolución).
 L brutalidad promueve la involución.
 La brutalidad mata los sueños.
 La brutalidad contamina el medio.
 La brutalidad elogia al perdedor y rechaza al ganador.
 La brutalidad es la madre de la necedad.
 La brutalidad hace malos gobiernos.
 La brutalidad construye autorrealizaciones de poca monta.
 La brutalidad no apoya el relevo generacional.
 La brutalidad mancilla la lengua.
 Brutalidad, inferioridad e infierno van de la mano.
 Brutalidad y coproencefalia son hermanas gemelas.
 Brutalidad y emprendimiento son incompatibles.
 Brutalidad y éxito en el hogar son antitéticos.
 Brutalidad y buena sexualidad se excluyen recíprocamente.
 Brutalidad e higiene viven en mundos diferentes.
 Brutalidad e intromisión caminan juntas.

2
La inteligencia es un conjunto de habilidades (como probó Howard Gardner) y todas las habilidades pueden ser
desarrolladas.

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