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(2) Amparo 7532-2006, seguido por Lider Group contra Tribunal Arbitral de la
Cámara de Comercio, sentencia emitida el 8 de Noviembre de 2007.
(3) Amparo 4195-2006, seguido por Proime contra Tribunal Arbitral del Colegio
de Ingenieros del Perú, sentencia emitida el 16 de Noviembre de 2007.
(4) Amparo 5311-2007, seguido por Codisa contra Tribunal Arbitral de Cearco,
sentencia emitida el 5 de Octubre de 2009.
(7) Amparo 142-2011, seguido por Sociedad Minera Maria Julia contra la
Tercera Sala Civil de la Corte Superior de Lima, sentencia emitida en
mayoría, el 21 de setiembre de 2011, y que es la más importante, pues con
calidad de precedente vinculante establece las nuevas reglas en materia de
amparo contra las decisiones emanadas de la jurisdicción arbitral,
específicamente en el sentido que los recursos de apelación y anulación
para aquellos procesos sujetos a la Ley General de Arbitraje constituyen
vías procedimentales igualmente satisfactorias para la protección de
derechos constitucionales, que determinan la improcedencia del amparo
de conformidad con el artículo 5º, inciso 2), del Código Procesal
Constitucional, aun cuando éste se plantee en defensa del debido proceso
o de la tutela procesal efectiva; salvo las excepciones establecidas en el
fundamento 21 de dicha sentencia, esto es: 1) cuando el laudo arbitral
vulnera los precedentes vinculantes establecidos por el Tribunal
Constitucional; 2) cuando en el laudo se hace un indebido ejercicio del
control difuso de constitucionalidad; y, 3) en caso el amparo sea
interpuesto por un tercero que no forma parte del convenio arbitral y se
sustente en la afectación directa y manifiesta de sus derechos
constitucionales a consecuencia del laudo arbitral,
Esta lista no agota los antecedentes por cierto, pero constituye suficiente
demostración de la ambivalente postura del Tribunal Constitucional en la materia.
(2) Que la jurisdicción arbitral forma parte esencial del orden público
constitucional. La facultad de los árbitros para resolver un conflicto de
intereses no se fundamenta en la autonomía de la voluntad de las partes
del conflicto, prevista en el artículo 2º inciso 24 literal a de la Constitución,
sino que tiene su origen y, en consecuencia, su límite, en el artículo 139º de
la propia Constitución. Debe por tanto, respeto a la supremacía normativa
de la Constitución, dispuesta por el artículo 51º de la Carta Magna.
(5) Que el control constitucional deberá ser canalizado conforme a las reglas
establecidas en el Código Procesal Constitucional; vale decir que
tratándose de materias de su competencia, de conformidad con el artículo
5°, numeral 4 del precitado código, no proceden los procesos
constitucionales cuando no se hayan agotado las vías previas. En ese
sentido, si lo que se cuestiona es un laudo arbitral que verse sobre
derechos de carácter disponible, de manera previa a la interposición de un
proceso constitucional, el presunto agraviado deberá haber agotado los
recursos que la Ley General de Arbitraje prevé para impugnar dicho laudo.
Desde Setiembre de 2008 está en vigencia la nueva ley de Arbitraje. Según sus
autores, la reforma tuvo por principales objetivos proteger al arbitraje de
injerencias del Poder Judicial y flexibilizar el procedimiento arbitral,
específicamente, en lo que atañe a la forma del Convenio Arbitral, su extensión a
terceros que no lo hayan suscrito, la definición de la representación para celebrar
convenios arbitrales, una metodología más práctica en la designación de los
árbitros, la procedencia de medidas cautelares y la ejecución del laudo por los
propios árbitros, entre otros. Los cambios legales al respecto son claros y
precisos.
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Ahora bien, la tarea que entendemos tiene por delante el Tribunal Constitucional
para controlar que los árbitros respeten la Constitución en sus decisiones, no le
es exigible sólo a dicho órgano constitucional. Estimamos que hay una tarea del
legislador ordinario y junto con él, de las Cámaras de Comercio y de los propios
Árbitros en actividad, para mejorar la regulación legal vigente en aras de evitar la
distorsión de la justicia arbitral. En efecto, son muchas las circunstancias que
alientan su desnaturalización. Por ejemplo:
(1) Árbitros que al ser designados por la propia parte litigante, cumplen más el
papel de abogados de parte antes que jueces privados, afectando
gravemente la imparcialidad que la Constitución garantiza;
(3) Reserva exagerada sobre los casos en que los Árbitros intervienen, lo que
hace imposible que se pueda investigar sobre sus diferentes
pronunciamientos y comprobar la ilegalidad en que incurren al resolver
casos similares de manera distinta;
(7) Árbitros que interactúan unas veces como Abogados y otras veces como
Juzgadores, intercambiando roles con la defensa de una parte.
Tales circunstancias hacen más exigible el control sobre la idoneidad del árbitro.
La imposibilidad de un control efectivo permite que malos árbitros hagan de la
jurisdicción arbitral una actividad ilícita, impregnada de arbitrariedad, la que
además esta injustamente protegida por el carácter inmutable de sus decisiones.
No quiero con esto decir que los malos profesionales pululen, pero tampoco
puedo aceptar que se sostenga que el arbitraje esta santificado y no es posible
que los malos árbitros consigan sus nefastos objetivos.
Esta situación se viene ampliando, razón por la cual el papel contralor del
Tribunal Constitucional se hace no solo deseable, sino que es inevitable. A tal
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Mario Castillo Freyre, “Lo Bueno, lo Malo y lo Feo en el Arbitraje”; Suplemento Jurídica del diario El
Peruano, 16 Marzo 2010, Pág. 3 y ss.
efecto, los procesos constitucionales constituyen una vía de control en el caso
concreto, más aún si se aprecia que el recurso de nulidad de laudo tiene tantos
candados formalistas que es imposible lograr que la Justicia ordinaria controle
tales excesos.
Sin perjuicio de ello, y como lo dejamos anotado líneas arriba, la solución de este
problema no radica en la sola conducta vigilante del Tribunal Constitucional.
“La experiencia nacional acumulada en los últimos años ha sido una guía
constante en esta nueva regulación pero también el interés de aprovechar
la experiencia comparada a nivel de tratados, leyes, reglamentos arbitrales,
jurisprudencia y en general práctica arbitral internacional. Así en la
revisión de fuentes se ha tomado en cuenta, entre otras, las legislaciones
arbitrales de España, Suecia, Bélgica, Alemania, Inglaterra, Suiza, Holanda,
Francia y Estados Unidos y los reglamentos arbitrales de la Cámara de
Comercio Internacional (CCI), de la Asociación Americana de Arbitraje
(AAA), de la Corte de Arbitraje Internacional de Londres (LCIA) y del Centro
Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (CIADI) y,
de manera especial, se ha considerado la versión 2006 de la Ley Modelo de
Arbitraje Comercial Internacional de la Comisión de las Naciones Unidas
para el desarrollo del Derecho Mercantil Internacional (UNCITRAL) así
como los recientes documentos de trabajo sobre la revisión de su
Reglamento de Arbitraje. Asimismo se ha tenido en cuenta la Convención
sobre Reconocimiento y Ejecución de Sentencias Arbitrales Extranjeras de
1958 (Convención de Nueva York), la Convención Europea de Arbitraje
Comercial Internacional de 1961 (Convención de Ginebra), la Convención
Interamericana de Arbitraje Comercial Internacional de 1975 (Convención
de Panamá) y la Convención sobre arreglo de diferencias relativas a
inversiones entre Estados y nacionales de otros Estados de 1965
(Convención de Washington).”
Creemos que una ley de Arbitraje no puede dejar de regular dicho aspecto de
manera más cuidadosa, pues de fijarse parámetros objetivos, se dificultaría la
designación de árbitros que nunca deberían haber asumido tan importante papel.
A guisa de ejemplo me permito abordar los siguientes aspectos:
(1) VACÍOS PROCEDIMENTALES: La Ley de Arbitraje impone una restricción
incomprensible, que además, considero inconstitucional. En efecto:
Este es una de las varias situaciones que solo pueden ser llenadas
aplicando supletoriamente el Código procesal civil. No es casualidad que el
referido Código, en su primera disposición complementaria y final, deje
sentada su aplicación supletoria a los demás ordenamientos procesales,
siempre que sean compatibles con su naturaleza. Por cierto, no vemos
problema de naturaleza alguna para que dicha supletoriedad funcione
respecto del proceso arbitral. Este es un procedimiento como cualquier
otro, con reglas más flexibles, pero su esencia es la misma: Proceso de
conocimiento, que necesita del aporte de pruebas, de la adecuada
actuación de las mismas, y de una justa valoración para definir la
controversia. Esa es la esencia de todo proceso que sirve a la Justicia.
Hay que reconocer que el arbitraje tiene sus propias características. Esa
singularidad del proceso arbitral descansa en aspectos que le son muy
propios, como el de la competencia acordada por las partes celebrantes, la
conformación del tribunal arbitral, la definición en el caso concreto sobre
si la materia discutida es disponible, la extensión de la cláusula arbitral a
terceros no intervinientes, la ley material aplicable en el arbitraje
internacional, etc., pero los aspectos de fondo, sobre el conflicto mismo y
su solución jurídica (hablamos del arbitraje de derecho), son de la misma
esencia de un proceso común. El árbitro debe “conocer” el conflicto para
poder resolverlo. Por ende, mal hace el legislador cuando no quiere que la
actividad arbitral “se contamine con la normativa del proceso judicial o
común”. Su raíz es la misma y, por tanto, debe tenerla como norma
supletoria.
REQUISITOS:
(iv) Poseer las calificaciones convenidas por las partes y las exigidas por
la ley.
INCOMPATIBILIDADES:
De la norma glosada fluye que una conducta de éste tipo, incompatible con
el papel de un Juez, suele presentarse y por eso, se adoptan medidas
legales para impedir que el proceso arbitral se trunque. Siendo así, resulta
criticable que la norma no haya cuidado de regular otros aspectos
igualmente importantes.
“Artículo 13.
La comisión de arbitraje designará a persona justa y honesta como
árbitros. Los árbitros deben cumplir con una de las siguientes
condiciones:
1. Que han participado en el trabajo de arbitraje por lo menos
durante ocho años;
2. Que han trabajado como abogado por lo menos ocho años;
3. Han sido un juez por lo menos durante ocho años;
4. Que se dedican a la investigación jurídica o legal y en la
enseñanza superior, y
5. Tienen conocimientos jurídicos y se dedican al trabajo
profesional en el ámbito de la economía y el comercio, y en los altos
cargos o de su equivalente nivel profesional. La comisión de
arbitraje deberá establecer una lista de árbitros de acuerdo con las
diferentes profesiones.”
(1) Las calificaciones que deben tener los Árbitros. Por ejemplo, exigir un
mínimo de experiencia profesional en la materia a controvertir o que
tenga experiencia en la temática discutida, sea esta de derecho
público o derecho privado.
La cosa juzgada que tiene su decisión, la que no puede ser objeto de ningún tipo
de control por el Poder Judicial, según lo dispone la ley de arbitraje 4, constituyen
efectos muy graves como para que esa conducta pueda estar al margen de las
responsabilidades civiles.
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Artículo 3.4. Ninguna actuación ni mandato fuera de las actuaciones arbitrales podrá dejar sin efecto las
decisiones del tribunal arbitral, a excepción del control judicial posterior mediante el recurso de anulación
del laudo contemplado en este Decreto Legislativo. Cualquier intervención judicial distinta, dirigida a
ejercer un control de las funciones de los árbitros o a interferir en las actuaciones arbitrales antes del laudo,
está sujeta a responsabilidad.
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9ª. Disposición Complementaria: Queda sin efecto la interrupción de la prescripción cuando se declara
nulo un laudo o cuando de cualquier manera prevista en este decreto legislativo se ordene la terminación de
las actuaciones arbitrales.
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Artículo 3º.- Principios y derechos de la función arbitral.
La legislación comparada si cuida de regular este sensible tema. En efecto, un
sucinto repaso nos demuestra lo siguiente:
1. En los asuntos que se rijan por este Decreto Legislativo no intervendrá la autoridad judicial, salvo en los
casos en que esta norma así lo disponga.
2. El tribunal arbitral tiene plena independencia y no está sometido a orden, disposición o autoridad que
menoscabe sus atribuciones.
3. El tribunal arbitral tiene plenas atribuciones para iniciar y continuar con el trámite de las actuaciones
arbitrales, decidir acerca de su propia competencia y dictar el laudo.
4. Ninguna actuación ni mandato fuera de las actuaciones arbitrales podrá dejar sin efecto las decisiones del
tribunal arbitral, a excepción del control judicial posterior mediante el recurso de anulación del laudo
contemplado en este Decreto Legislativo. Cualquier intervención judicial distinta, dirigida a ejercer un
control de las funciones de los árbitros o a interferir en las actuaciones arbitrales antes del laudo, está
sujeta a responsabilidad.
1. Contra el laudo sólo podrá interponerse recurso de anulación. Este recurso constituye la única vía de
impugnación del laudo y tiene por objeto la revisión de su validez por las causales taxativamente
establecidas en el artículo 63º.
2. El recurso se resuelve declarando la validez o la nulidad del laudo. Está prohibido bajo
responsabilidad, pronunciarse sobre el fondo de la controversia o sobre el contenido de la decisión o
calificar los criterios, motivaciones o interpretaciones expuestas por el tribunal arbitral. (resaltados
agregados)
El legislador nacional ha preferido ir a contracorriente al omitir regular estas
conductas como una de las causales de nulidad de laudo en el Art. 63,
demostrando con ello falta de atención a tan sensible aspecto de la actividad
arbitral.
De todo lo expuesto podemos aseverar que en estos casos los árbitros no pueden
estar exonerados de responsabilidad. El sistema previsto en el derecho civil les
es aplicable integralmente, pues lo contrario sería establecer una excepción
claramente inconstitucional. No bastaría, para eximirse de la misma, con la
simple devolución de los honorarios a que se refiere la décimo primera
disposición complementaria de la ley7, pues ella se circunscribe a la nulidad del
laudo cuando es emitido fuera del plazo legal, sin contemplar todas las otras
hipótesis antes desarrolladas, que por su naturaleza, son más graves. Es de
desear que una reforma de la ley de arbitraje regule esta situación.
CONCLUSIÓN
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Vía ejecutiva. Para efectos de la devolución de honorarios de los árbitros, tiene mérito ejecutivo la
decisión del tribunal arbitral o de la institución arbitral que ordena la devolución de dichos honorarios, así
como la resolución judicial firme que anula el laudo por vencimiento del plazo para resolver la
controversia.