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Vilches, F., & Sarmiento, R. (2016). El lenguaje de la medicina. Retrieved from http://ebookcentral.proquest.com
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El lenguaje de la Medicina
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EL LENGUAJE DE LA MEDICINA
Fernando Vilches
Titular de Lengua Española
Ramón Sarmiento
Catedrático de Lengua Española
Universidad Rey Juan Carlos
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© Copyright by
Fernando Vilches - Ramón Sarmiento
Madrid, 2016
ISBN: 978-84-9085-797-7
Preimpresión por:
Besing Servicios Gráficos S.L.
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e-mail: besingsg@gmail.com
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ÍNDICE
PRESENTACIÓN ........................................................................................................... 11
INTRODUCCIÓN.......................................................................................................... 13
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Índice
TECNICISMOS............................................................................................................... 75
CODA ................................................................................................................................ 89
BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................. 91
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Yacen de un home en esta piedra dura
El cuerpo yermo y las cenizas frías:
Médico fue, cuchillo de natura,
Causa de todas las riquezas mías.
Y ahora cierro en honda sepultura
Los miembros que rigió por largos días;
Y, aun con ser Muerte yo, no se la diera
Si dél para matarle no aprendiera
(Francisco de Quevedo)
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PRESENTACIÓN
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Ángel Gil de Miguel - Presentación
nografía va, por consiguiente, más allá del lenguaje en sí mismo y nos adentra en la
necesidad de la comunicación e información. Y los autores han sabido ponerse a la
altura de todos, los médicos, los sanitarios en general y los pacientes.
Gracias de corazón a los autores por esta obra, y espero que los lectores la disfruten
tanto como la he disfrutado yo y seguro que será una obra que utilizaremos todos en
nuestro día a día.
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INTRODUCCIÓN1
Con toda seguridad dentro de cincuenta años, los médicos que lean sus publica-
ciones sentirán hacia ellas la misma simpática incredulidad con la que hoy día juzga-
mos muchos textos del siglo XIX o incluso del XX. Ello debería hacernos reflexionar
sobre la imprescindible humildad que debe regir el ejercicio de la Medicina y de las
profesiones sanitarias.
En el futuro, muchos problemas de salud se habrán resuelto, pero habrán surgido
otros. Muchos procedimientos diagnósticos y terapéuticos habrán sido superados y
sustituidos por otros más eficaces, pero lo que no ha cambiado nunca ni lo hará en el
futuro es la esencia del acto médico, la respuesta a la llamada de auxilio de quien se
siente enfermo.
La experiencia nos confirma que las palabras atenúan los dolores del cuerpo y mi-
tigan los sufrimientos del espíritu, suavizan las angustiosos interrogantes y poseen la
capacidad de hacernos sentir menos solos. No es extraño, por lo tanto, que la doctora
Heath afirme que “los médicos necesitamos ojos para ver la humanidad y la dignidad de
nuestros pacientes y para evitar apartarnos del sufrimiento y de la angustia”.
Para calibrar la influencia del lenguaje, hemos de partir de un supuesto básico: la
tarea médica, además de ser una labor científica, es una actividad social y un ejerci-
cio de intercomunicación personal que están orientados por ideas, por teorías, por
ideologías y, en consecuencia, por palabras. Como afirma Esteban Torre, el carácter
netamente humano de la profesión médica se pone especialmente de manifiesto en el
proceso de relación comunicativa con el enfermo. Este acude al médico porque nece-
sita ser oído, escuchado, atendido y, a ser posible, curado.
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1
Recogemos aquí, actualizadas, investigaciones realizadas por los dos autores de esta obra en el ám-
bito del lenguaje de la medicina que fueron en su día resultado de dos jornadas académicas patrocinadas
por la Fundacion Vodafone España y que se vieron reflejadas en dos volúmenes de la colección “Nuevos
discursos” de la editorial Dykinson.
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La Medicina científica aparece cuando brotan dos palabras -teckné y physis-. Estos
dos términos declaran la ruptura –la cesura– que se produce entre el mundo mágico-
animista y el horizonte de la racionalidad griega. En este momento, la Medicina pasa
de ser un rito mágico-chamánico a una tarea científica, técnica y natural. De ello hace
dos mil quinientos años.
Una de las mayores suertes que nos pueden sobrevenir cuando nos sentimos en-
fermos es la de encontrar a un profesional de la Medicina que
— nos comprenda,
— identifique las claves ocultas de nuestras dolencias,
— descifre el sentido profundo de nuestras preocupaciones, la razón última de
nuestros deseos íntimos y las raíces escondidas de nuestros temores secretos.
Todos los seres humanos, para llegar a ser nosotros mismos -sea cual sea el escalón
temporal o social en el que nos encontremos-, necesitamos que alguien nos explique,
con claridad y con tacto, qué nos ocurre: necesitamos que interpreten nuestras torpes
palabras. Poner nombre a lo que nos pasa. En realidad, esa es la última meta de todos
nuestros pensamientos sobre cualquier enfermedad: “Sin buena salud no existe li-
bertad para el individuo”.
Los adjetivos utilizados para calificar el lenguaje de la medicina traducen siempre
el mismo sentimiento de incomprensión: complejo, difícil, inaccesible, ininteligible,
abstruso, arcaico… De hecho, con 23 letras, se ha establecido que la palabra electroen-
cefalografista es la más extensa de todas las aprobadas por la Real Academia Española
de la Lengua.
El lenguaje sanitario adolece en la actualidad de imprecisión. Hace unos años, un
estudio del Departamento de Farmacología de la Universidad de Alcalá de Henares
[octubre de 2000] desveló que el lenguaje sanitario pecaba ya de escaso rigor idio-
mático, tanto en los textos legales (podemos leer, por ejemplo, en una información
de El Global, 5 al 11 de febrero de 2007: 26, “Dudas normativas suscitan el 60% de las
consultas. El farmacéutico debe dar respuesta a los cambios legislativos”, puesto que,
como se dice más adelante, en el encabezamiento de la noticia, “El usuario no siempre
entiende las nuevas obligaciones legislativas”), como en la traducción de los vocablos
ingleses.
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El lenguaje de la Medicina
Así se desprendía de los resultados de ese estudio que “en la graduación del dolor,
los términos ‘leve’ y ‘ligero’ son intercambiables, mientras que ‘grave’ supera a ‘serio’
(anglicismo), y que ‘escaso’ y ‘poco’ son equivalentes, y ‘eficaz’ es un término más ro-
tundo que ‘efectivo’ o ‘eficiente’”.
El estudio proponía elaborar un glosario de expresiones médicas comunes para la
educación sanitaria y universitaria, una traducción más acertada de los términos an-
glosajones y la participación de técnicos especializados en lenguaje clínico para la ela-
boración de leyes y normas sanitarias. También aconsejaba acompañar a las palabras
con una explicación generosa que ayudase al paciente a mejorar la comprensión de los
consentimientos informados. Porque a los usuarios del sistema sanitario, que tarde
o temprano acabamos siendo todos (todo ser humano pasará indefectiblemente por
el médico, por la Administración y por el cementerio), no iniciados en el intrincado
mundo de esta jerga, la mayor parte de la terminología utilizada por los profesionales
nos parece neologismos puros y duros.
El profesor Alloza, catedrático del Departamento en el que se elaboró el estudio,
resaltó que “siete de cada diez encuestados habían calificado de inapropiado el con-
cepto de ‘síndrome menor’, tal como se recoge en la Ley General del Medicamento, y
proponían el de ‘síntomas leves o ligeros’”. Así, la ‘medicina de la evidencia’ (como se-
ñalamos más adelante) parte de una traducción errónea de ‘medicine of evidence’, ya
que su significado más correcto sería “medicina de los hechos o de las pruebas”. Esos
problemas, según el precitado estudio, se reproducían en el lenguaje farmacológico:
“Falta un acuerdo internacional de equiparación de términos”.
Desafortunadamente, años después de ese estudio, los pacientes de un nivel cul-
tural medio (no digamos ya los de escasa formación) siguen teniendo parecidos pro-
blemas de comprensión a los que este oportuno estudio denunciaba. Muchos medi-
camentos y muchos informes médicos están escritos como las instrucciones de un
conocido almacén sueco sobre cómo montar un banco, es decir, aunque ponga espa-
ñol, lo están en otro idioma. He aquí el ejemplo que resalta con su gracejo aragonés el
recordado profesor Lázaro Carreter:
Instruction de montage
1. Ponga los pies uno al lado del otro [como los bancos suelen tener patas,
piensa que debe juntar los propios y une enérgicamente los talones].
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2. Coloquén el asiento sobre los pies y fijé los tornillos facil [se pone el tablero
de canto sobre los empeines -por suerte se trata de un banco ligero- pero ya
no sabe qué hacer con los tornillos que debe fijé facil].
3. Fijén el apoyo y atornillélo [su mujer y sus hijos lo contemplan inquietos al
verlo inmóvil]. Ansioso, continúa:
4. Montén la escuadra medial y appretén los tornillos fuerte [ya desesperado...]
5. Tapén los bujero con los tapones.
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Hubiera acertado con solo apoyar las patas del banco en el suelo y atornillar a
ellas ligeramente el respaldo; colocando después el asiento, y atornillándolo; haciendo
lo propio con la pieza en escuadra que une el asiento al respaldo; apretando ahora
con fuerza todos los tornillos, y ocultando, por fin, las cabezas de estos (‘los bujero’)
con los tapones de plástico. Eso es lo que pasa por no saber idiomas... redactados por
antropoides catatónicos, remataba el maestro.
Porque la lengua de la medicina debe evolucionar como lo han hecho los estudios
de esta importantísima disciplina en España. Como señala la profesora Herranz Ru-
bio, refiriéndose a El Informe sobre la Sanidad española de Charles A. Bailey publicado
en 1926 (Report on Public Health in Spain, Rockefeller Archive Center, Collection
Rockefeller Foundation, Record Group 1.1. (Projects), Series 795 (Spain), Box 1,
Folder 2), a principios del siglo XX, en España “LaLa calidad de la enseñanza universi-
taria quedaba en entredicho por su carácter principalmente teórico, en detrimento de
las clases prácticas que solo realizaba una minoría de estudiantes; la ausencia de ins-
talaciones básicas como los laboratorios, tal era el caso de la Universidad de Madrid,
que solo contaba con cuatro; y la falta de profesorado cualificado para impartir ma-
terias como Higiene, cuya cátedra estaba vacante en cuatro universidades” (Herranz
Rubio, 2013: 56).
España ni siquiera contaba entonces (1923) con un Ministerio de Sanidad que ya
existía en países como Inglaterra, Francia, Polonia, Checoslovaquia, Austria, Rusia,
Turquía, Cuba o Canadá. Se trataba, además, una sociedad en la que “las enfer-
medades más comunes eran: fiebre tifoidea, fiebre de Malta, tuberculosis, viruela,
malaria, tracoma, difteria, tos ferina, lepra, enfermedades venéreas y mortalidad
infantil” (Íd.: 61).
Incluso se promulgó un Real Decreto (10 de enero de 1919), hoy impensable, re-
lativo a la prevención de las enfermedades infecciosas, en el que se imponía la decla-
ración obligatoria de cuantos casos de este tipo de produjeran. Así, se recoge en el
artículo 1.º dichas enfermedades, que se dividían en dos grupos: “Grupo A. –Exóticas
o pestilenciales: cólera, peste y fiebre amarilla. Grupo B. –Infecciosas comunes: fiebre
tifoidea, viruela, difteria, escarlatina, sarampión, meningitis cerebroespinal, septice-
mia (especialmente puerperal), tos ferina, tuberculosis, parálisis infantil, lepra, traco-
ma, infección parasitaria infantil y, las añadidas posteriormente, Encefalitis letárgica
y enfermedades transmitidas por los animales: rabia, ántrax, muermo2, enfermedades
de los pies y la boca, triquinosis y fiebre de Malta” (Íd. 73).
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2
Según el DRAE, muermo es una “enfermedad virulenta y contagiosa de las caballerías, caracterizada
principalmente por ulceración y flujo de la mucosa nasal e infarto de los ganglios linfáticos próximos. Es
transmisible al hombre”.
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LA LENGUA COMO INSTRUMENTO DE
COMUNICACIÓN
Pues bien, en este mundo repleto de signos y de señales que adornan la caverna
platónica, el homo videns de la sociedad actual está siendo asaeteado inmisericorde-
mente por multitud de mensajes técnicamente muy complejos contra los que, para
sobrevivir, se ve obligado a guarecerse. Pero la técnica (tékne) ha existido siempre,
3
Comprender los medios de comunicación. Las extensiones del ser humano, véanse los capítulos. 8: “Pa-
labra hablada” y 9: “Palabra escrita”. Barcelona: Paidós Comunicación, 1996.
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desde que el primer homo sapiens utilizó instrumentos y conocimientos para ganar
efectividad en sus propósitos de caza, defensa y ataque.
Desde siempre, el hombre ha desarrollado ‘artes’, esto es, tecnologías (téknes) de la
comunicación y de la información: desde el gruñido, el gesto y las señales más simples
hasta la invención del sistema de signos, palabras y frases estructuradas ha mediado
un abismo; desde la invención de la escritura que dio origen al mito de Cadmus y a la
pervivencia de la memoria colectiva que denominamos culturas hasta la revolución
audiovisual actual, todo puede ser considerado, en efecto, tecnología (Marshal McLu-
han 1996: 99-105). Para la moderna sociología, no es posible imaginar una sociedad
sin algún tipo de lenguaje por rudimentario que este sea; como tampoco tiene sentido
una lengua sin una sociedad que la utilice, escriba o hable.
Las lenguas se inventaron porque ayudan a estructurar las sociedades y posibi-
litan su organización (J. A. Fishman 1970)4. Al socaire de ello, fueron surgiendo los
idiomas y pueblos diversos con sus correspondientes culturas diferenciadas. Y, a me-
dida en que la complejidad, la diversidad y precisión de los conocimientos lo exigió,
aparecieron los códigos especializados (Samuel Gili Gaya 1964.271-2)5 entre los cua-
les sobresale el lenguaje de los médicos, compendio de términos ininteligibles para
el profano en la materia; suma de tecnicismos esotéricos y científicos, de acrónimos,
abreviaturas y siglas, de fórmulas y barbarismos, de nombres propios y comunes que
hacen de este peculiar lenguaje uno de los más extraños y ajenos al vulgo. Este es el
lenguaje de la medicina que exige un espacio y presencia divulgativa en los medios de
comunicación (Fernando A. Navarro González 2001)6.
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4
“The Sociology of Language”, en Fishman (Ed.): Readings in the Sociology of Language. The Hague/
Paris: Mouton.
5
A este respecto escribió lo siguiente: “Cuando el latín fue perdiendo su uso como lengua universal
del saber, las lenguas modernas heredaron sus tecnicismos sin más que un ligero reajuste de las termi-
naciones, y heredaron sobre todo la facultad de formar neologismos de base griega y latina, capaces de
expresar las nuevas ideas (...) De tales tecnicismos nada podemos temer, puesto que son para nosotros tan
patrimoniales como los que el romance ha creado con sus propios recursos”, en “El lenguaje de la ciencia y
de la técnica”, en Presente y Futuro de la Lengua Española-II, Madrid: Ediciones de Cultura Hispánica.
6
“La traducción médica ante el siglo XXI: Tres retos para el lenguaje científico en español”. Actas del II
Congreso Internacional de Lengua Española: El español en la sociedad de la información. Valladolid, 2001.
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¿POR QUÉ ESTÁ DE MODA EL LENGUAJE DE LOS
MÉDICOS?
7
Conocido bajo los nombres de Miguel de Vilanova y Serveto, médico y teólogo español, nacido en
Tudela (Navarra) o Villanueva de Sigena (Huesca), y muerto en Ginebra. Parece que observó la circula-
ción pulmonar de la sangre.
8
Anatomista italiano, que hizo notables descubrimientos en fisiología circulatoria.
9
Debe su fama al descubrimiento de la circulación de la sangre pues, si bien Servet había descrito la
circulación pulmonar y Colombo comprobó la llegada al corazón de la sangre proveniente de la venas
pulmonares y cava inferior, lo hicieron de una forma confusa e incompleta. Harvey verificó y demostró
irrefutablemente el mecanismo de la circulación en los circuitos mayor y menor.
10
Considerado el padre de la microbiología.
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de los lenguajes técnicos no solo de su componente léxico, sino también del funcio-
namiento para facilitar su procesamiento automatizado. Y, en tercer lugar, y detrás de
todo ello, porque vivimos en un mundo que se mueve por razones económicas cuyos
parámetros se miden por el tiempo y por la eficacia.
Por estas razones, y porque el lenguaje científico de la medicina debe ser porta-
dor de las tres características de todo texto científico: veracidad, precisión y claridad,
debemos cuidarlo (J. L. Herranz 2004.1-2)11 para evitar el progresivo deterioro en el
uso, hecho diariamente constatable en la lectura de textos de publicaciones científicas
y en la comunicación oral, debemos procurar dignificarlo mediante estudios e inves-
tigaciones en las que se resalte no solo su lógico interés inmediato, sino también su
trascendencia social.
Por consiguiente, nos ocuparemos, en primer lugar, en este aspecto preliminar, de
la delimitación del concepto de lenguas de especialidad y lengua general; en segundo
lugar, de señalar los caminos más apropiados y seguros para un estudio exacto del len-
guaje de la medicina y, también, de describir sus peculiaridades idiomáticas; en tercer
lugar, procuraremos señalar los principales fenómenos lingüísticos que en los medios
de comunicación se reflejan como usos neológicos en expansión creciente y, en cuar-
to, de la comunicación entre el profesional de la sanidad y el paciente.
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11
Boletín de la sociedad de pediatría de Asturias, Cantabria, Castilla y León, Vol. 44 n.º 187, 2004.
— 22 —
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LAS LENGUAS ESPECIALES. LAS JERGAS O ARGOTS
En la Edad Media francesa, la palabra “argot”, cuyo origen es muy discutido, no de-
signaba una lengua, sino una especie de cofradía de malhechores, ladrones, falsarios
y mendigos que, para entenderse entre sí, usaban un lenguaje secreto, incomprensible
para sus víctimas y para la policía. El “argot” –vocablo francés– ha recibido en espa-
ñol numerosos nombres. Entre ellos, jerga (si bien esta alude, con mayor exactitud, al
habla usada por un determinado grupo social), jerigonza (término provenzal en su
origen) o germanía.
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Entre otras causas que motivan o facilitan el uso de la jerga, señaladas por Eric
Partridge, están las siguientes:
1.º Expresar desenvuelta jovialidad;
2.º Ejercitar el ingenio, la inventiva o el humor.
3.º Sentar plaza de originalidad.
4.º Realzar o reprimir el énfasis.
5.º Inspirar cordialidad o familiaridad.
6.º Mantener un secreto u ocultar lo que se quiere decir mediante el uso de pala-
bras convenidas.
Para H. W. Fowler es un “Lenguaje producto del placer que encuentra la gente joven
y dicharachera en jugar con las palabras y en dar nuevos nombres a las cosas y a las ac-
ciones; unos inventan palabras nuevas o mutilan o dan distinta aplicación a las ya exis-
tentes en su afán de originalidad y otros adoptan tales vocablos para estar a la moda”.
Las fuentes de donde puede surgir la jerga son tan diversas que su catalogación
completa se hace una tarea casi imposible. No obstante, se pueden mencionar algu-
nas:
t 1VFEFJOJDJBSTFFOBMHÞOHSVQPPDMBTFTPDJBMEFUFSNJOBEPTZMVFHPTFSBEPQ-
tados por otras clases o grupos. Ejemplo: marcarse un farol (jugadores de car-
tas).
t "MHVOBTGSBTFTIFDIBTQVFEFOVUJMJ[BSTFDPNPGSBTFTEFjerga. Ejemplo: que lo
haga Rita.
t &M MFOHVBKF jergal puede derivar también de palabras sincopadas. Ejemplo:
capi (capitán).
t -BTKFSHBTVSCBOBTTFOVUSFOFOCVFOBQBSUFEFMPTUSPQPT
FTEFDJS
EFMBEF-
formación voluntaria de palabras españolas o la adopción de expresiones para
otros contextos. Ejemplo: cacha (nalga) que sirve para denominar a cada una
de las dos chapas que recubre el mango de las navajas o la culata de una pisto-
la, pasó a través de una metáfora a significar nalga.
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t -BTGVFOUFTNÈTIBCJUVBMFTEFBQSPWJTJPOBNJFOUPEFMBTKFSHBTFOMBBDUVBMJEBE
son el rock, la droga y la cárcel.
t :FMJOTVMUPTFOVUSF
BWFDFT
EFMMFOHVBKFNÏEJDPestar alzheimer, se le cruzan
las neuronas, esquizofrénico…
“Los llamados lenguajes de especialidad, apunta Francisco Moreno Fernández en
su atinadísimo artículo ‘Lenguas de especialidad y variación lingüística’ (Cfr.1999:
— 24 —
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El lenguaje de la Medicina
12
“Lenguas de especialidad y variación lingüística” en S. Barrueco, E. Hernández & Luis Sierra (eds.):
Lenguas para fines específicos (VI). Investigación y enseñanza. Universidad de Alcalá de Henares.
— 25 —
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LAS LENGUAS DE ESPECIALIDAD: CUESTIONES
PREVIAS
o trabazón movible de un hueso con otro” (DRAE 2014), que se utiliza para designar
entre los economistas la situación favorable o desfavorable de los factores económicos
en un momento dado.
La actividad inventora, al multiplicar los neologismos, deja fuera de uso o inservibles
muchos conceptos y términos antiguos; ya lo advirtieron Q. Horacio (65-8 a. C.) en la
13
Introducción a la Lexicografía moderna. Madrid: CSIC, pág. 278-293.
14
Art. cit.
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Fernando Vilches - Ramón Sarmiento
15
‘Prólogo’ del Diccionario Vox, Barcelona, pág 17.
16
“Terminologie, dénomination et langues minoritaires face à la modernité: vers une interrogation
soucieuse du social”, Contributions.
17
Véase Julián Marías (1974, 97-115): “Karl Bühler y la teoría del lenguaje” en Doce Ensayos sobre el
lenguaje en Madrid: Publicaciones de la Fundación Juan March Rioduero.
— 28 —
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Y el profesor Rodríguez Adrados (“Los orígenes del lenguaje científico”, 1997: 300)
señala que
“en términos generales hay que decir que en Grecia se dio un fenómeno único: la
creación de una lengua científica a partir de la lengua griega, mientras que Occidente
lo que ha hecho es o bien tomar en préstamo esa lengua científica o bien tomar sus
elementos –o los latinos, que en un cierto momento se unieron a ellos en un sistema
único–, así como sus procedimientos formativos. Así, nuestra lengua científica es una
especie de semigriego o criptogriego, aunque a veces se trata de calcos o de traduccio-
nes no transparentes o de formas muy alteradas fonéticamente”.
palabra, la lengua española no cuenta todavía con un diccionario que recoja no solo
los objetos, sino también las relaciones significadas.
18
Las ideas lingüísticas en España durante el siglo XVIII. Barcelona: Editorial Crítica. El latín fue utili-
zado como lengua de la ciencia hasta el siglo XVII y todavía después (“El latín era el idioma diplomático y
científico por excelencia”, escribió el Maestro Rodríguez Adrados).
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Y, de otra parte, también hemos de ser conscientes de que no existe un límite claro
entre lengua general y las lenguas de especialidad (Alexandra Cunita 2002:31-96)19.
Ningún sistema permite medir si se está en presencia de uno o de otro ámbito. Estas
intersecciones, o interferencias entre las partes que conforman el todo que es la len-
gua, no son el menor obstáculo para la información o para el tratamiento electrónico,
pero condicionan, y mucho, la investigación y el avance del conocimiento.
Sin embargo, Calonge apunta que
“Los vocablos pertenecientes a la lengua propiamente dicha tienen valor real
dentro de ella y son patrimonio de todos sus hablantes, es decir, son la lengua en sí
misma, mientras que los significantes correspondientes a campos especializados solo
significan dentro de un sistema y no tienen sentido mas que para los conocedores de
ese sistema, no son patrimonio de la comunidad lingüística” (p. 6).
mención.
b) Los lenguajes sectoriales: lenguajes de actividades y profesiones, en los cua-
les no existe finalidad críptica (lenguaje de la política, del deporte, adminis-
trativo, jurídico, etc.).
19
En Paul Miclau (eds.): Les Langues de Spécialité: Cap. 3, “La structure lexicale”, pp. 29-96. Publicacio-
nes de la Universitatea din Bucuresti 2002.
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El lenguaje de la Medicina
La noción de uso
Si consideramos el ejemplo del verbo tomar: “coger o asir con la mano algo” (1.ª
acepción del DRAE 2014) en la expresión tomar el autobús (7.ª acepción: “servirse de
un medio de transporte”), la polisemia aparece clara e impide dar cuenta de la reali-
dad del fenómeno que evoca. Todavía más, si reemplazamos en tomar el autobús el
complemento autobús por otros términos como tren, automóvil, o metro, constatamos
que el sentido del verbo tomar no varía. Ahora bien, si, por el contrario, se combina
dicho verbo con palabras autopista, carretera nacional, o comarcal, obtenemos un sen-
tido diferente (“empezar a seguir una dirección, entrar en una calle, camino o tramo,
encaminarse por ellos”, acepción 29.ª del DRAE 2014). Y, si también combinamos to-
mar con el término bisturí, significa “ponerse a ejecutar la acción o la labor para la cual
sirve un determinado instrumento”, es decir, ‘disponerse a operar’, acepción 28.ª.
Se denominará, pues, uso idiomático toda ocurrencia del predicado con clases es-
pecíficas de sustantivos en posición de argumento. Sin embargo, el término polisemia
no da cuenta de la totalidad de los fenómenos que se pretende describir. Un predicado
polisémico no tiene solamente un sentido; estos sentidos se caracterizan por poseer
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propiedades diferentes. Y esto exige investigarlos en todos los usos y niveles de len-
gua.
Volvamos al ejemplo en que se ha observado que tomar no tiene el mismo sentido
según el complemento (argumento) sea un alimento: tomar un café (‘beberlo’) o un
medicamento: tomar una aspirina (‘seguir la prescripción médica’). Estos dos usos
tienen otros empleos diferentes, entre ellos el de la nominalización. En el práctica mé-
dica, el verbo tomar tiene una forma nominal asociada (tomar un medicamento, se no-
minaliza como la toma de un medicamento), que no es el caso del empleo ‘alimentario’
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(*‘la toma de una tarta’, contexto en donde el uso pide la nominalización con ingesta:
“conjunto de sustancias que se ingieren”, DRAE 2014).
Esta noción de argumento nos parece una de las más importantes de la lingüística
más reciente. Para describir el uso, es necesario reconocer las clases de argumentos
que permiten combinar todo nombre, verbo o adjetivo.
Veamos algunos aspectos metodológicos.
Hay verbos que aceptan todo tipo de argumentos. Es el caso de verbos de signi-
ficado amplio como dar. Todo sustantivo puede ser complemento directo del verbo
dar (V+N): dar remedio, dar fruto, dar el pésame, dar clase, dar un tiro, dar la luz, dar
las diez, dar la comida, dar el texto...; da lugar a locuciones verbales (V+N/Adj.): dar
gusto, dar igual, tanto da...; admite complementos preposicionales (V+Prep.): dar al
norte, dar en la locura, etc.; incluso acepta un complemento oracional: dar que ha-
blar, dar que pensar. Se puede aplicar a una epidemia: le dio la gripe, el sarampión...; a
una enfermedad: le dio una angina de pecho, le dio un ataque al corazón,...y, así, otros
ejemplos para dar y tomar.
2. Predicados que seleccionan entre todos los sustantivos grandes clases semán-
ticas, que se corresponden con los rasgos sintáctico-semánticos clásicos siguientes:
+/-animal, +/- humano, +/-concreto, locativo, temporal
Se dan en oraciones como la siguiente: Carlos sacrifica pollos con el hacha por las ma-
ñanas en el matadero. Estas clases semánticas constituyen la primera herramienta para
deshacer las ambigüedades que caracterizan algunos predicados. Por ejemplo, el verbo
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reducir puede tener diferentes usos gracias a estos rasgos: si el argumento exige el rasgo
+humano, obtenemos: “reducir al enemigo, reducir a alguien a la esclavitud” (someter-
lo); si el argumento presenta el rasgo +concreto, da como resultado: “reducir una piedra
a pedazos” (deshacerla); si es el rasgo es +locativo, se obtiene el significado “reducir la
distancia entre dos lugares” (atajar); si el rasgo es +tiempo, significa “reducir la duración
del trayecto” (acortar). No obstante, el DRAE 2001, en la 15.ª acepción, acuñaba un uso
específico de reducir en el lenguaje médico: “restablecer en su situación natural los hue-
sos dislocados o rotos, o bien los tejidos protruidos en las hernias”.
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Son los verbos que permiten tres argumentos. Por ejemplo, uno de los empleos
del verbo nombrar puede ser descrito como poseedor de tres argumentos, nombrar
(+hum, +hum, -hum). Corresponde a usos del tipo: A Felipe lo han nombrado presi-
dente los vecinos20. Pero esta descripción de nombrar, aplicada correctamente a ora-
ciones como la anterior, puede generar oraciones falsas como *nombraron a Pablo
vecino, donde aparentemente presentan el rasgo +humano los tres argumentos. Pero
el análisis prueba que no son argumentos iguales. Aquí vecino está utilizado como
adjetivo relacional (habitante: ‘cada una de las personas que constituyen la población
de un barrio, ciudad, provincia o nación’, DRAE 2014, 2.ª acepción). Por consiguiente,
hay que tener presente que los rasgos no tienen la precisión que habría de esperar; no
son totalmente decisivos. Aquí el segundo complemento vecino (habitante) designa
una subclase de humano, pero no las funciones como en presidente, diputado, adjunto,
delegado.
Como vemos, es conveniente analizar las clases y sus relaciones, razón por la cual
a estas las denominaremos subclases de las clases de objeto. Si, de una parte, elabora-
mos la lista de todos los sustantivos de función, o categoría, y, si, de otra, tenemos la
de sustantivos con el rasgo +humano, estamos en condiciones de generar, por ejem-
plo, todas las oraciones posibles con el verbo nombrar (‘decir el nombre de alguien’):
Los padres nombraron a Pablo; (‘elegir o señalar a alguien para un cargo, un empleo
u otra cosa’): Los médicos nombraron a María delegada. No se confunde este uso de
nombrar con otro.
Ocurre algo similar al uso de llevar que, en español a diferencia del inglés, no exi-
ge distinguir la clase de objeto: Si se trata del ejemplo español Pablo lleva una maleta
de 30 kilos en el avión, en inglés se traduce por to carry; pero, cuando decimos Pablo
lleva un pantalón vaquero azul, y por tanto, también objeto concreto, en inglés se dice
to wear. Como hemos señalado ya, a veces no basta el rasgo de +concreto, sino que es
preciso distinguir la clase de objetos (+/-humano).
4. Cuarto grupo
Está formado por verbos como suturar (tr. “coser una herida”); o diseccionar que
solo admiten un argumento (tr. “dividir en partes un vegetal o un cadáver para su exa-
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Como señalamos arriba, no solo los verbos pueden tener argumentos; también
los nombres, sobre todo, los derivados de verbos. Así, Tomar una medicina se puede
20
Según el DRAE 2014, 2.ª acep.: ‘[persona] que tiene casa y hogar en un pueblo’.
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21
M.ª Victoria Escandell (1995:17-38): Los complementos del nombre. Madrid: Arco/Libros, S. L.
— 34 —
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El lenguaje de la Medicina
predicado crimen se puede actualizar por cometer o perpetrar un crimen; de las crisis
se dice que se agudizan; de las órdenes se dice que se dan o se cumplen; y de la lucha se
dice que se entabla o se libra. Y, así, otros ejemplos.
22
Se entiende una muestra representativa de los usos orales y escritos de una lengua en un momento
dado, gestionada mediante programas informáticos.
23
“Description de la langue de la médecine” en Meta, XLVI.1.68-81.
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HACIA LA CARACTERIZACIÓN
DEL LENGUAJE DE LA MEDICINA
Las lenguas y sus hablantes, por obra del proceso de mundialización (que no de
‘globalización’) que empezamos a soportar, están interaccionando, auxiliándose e
intercambiándose experiencias y, sobre todo, descubrimientos, como nunca anterior-
mente había ocurrido, y prueba de ello son las huellas (marcas neológicas) que dicho
proceso deja en todas las lenguas del mundo, que siempre han cambiado y que cons-
tantemente se han renovado para cumplir con la función principal para la que fueron
inventadas: servir de instrumento de comunicación.
No obstante, esta internalización de la comunicación por causas económicas nos
está llevando a crear un lenguaje uniforme, de estructura simple y flexible, que permita
obtener el rendimiento máximo de las máquinas trasmisoras que utilizan programas
como Internet. Esa lengua que se está imponiendo imparablemente en los ámbitos
económico y científico es un uso internacionalizado del idioma inglés (sistema bas-
tante ‘artificial’) cuya bondad consiste en facilitar la difusión instantánea de aconteci-
mientos y hacer llegar a través de la imagen las nuevas realidades cuyo conocimiento
inmediato demanda una ‘nueva élite mundial’ desde cualquier rincón del Planeta. En
este sentido, más que de neologismos en las lenguas cabe hablar ya de supraneologis-
mos interlingüísticos (Alessio Petrali 1996b:1824).
24
Neologismo e nuovi media. Verso la “globalizzazione multimediale” Della communicazione? CLUEB.
Bologna.
25
“El lenguaje de la técnica” en Doce ensayos sobre el lenguaje. Madrid Publicaciones de la Fundación
Juan March. Madrid: Rioduero 1974.
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flujo26 es término del léxico científico; flujo magnético, término semiespecífico; y flujo
de un vector, término técnico, pero flujo blanco es término que se usa exclusivamente
en la praxis médica; pertenece al léxico de especialidad.
Para Calonge,
“Lo único que el léxico científico y técnico puede tener en común con el léxico
general es su forma gramatical. Pero, si considerarnos, como es obligado hacerlo, que
lo que caracteriza al léxico es su condición de depositario de significados, el compor-
tamiento contextual de cada uno de estos dos tipos de léxico es absolutamente distinto
y sus rasgos diferenciales son numerosos y profundos” (p. 10).
26
Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales: Diccionario esencial de las Ciencias. Madrid:
Espasa ,1999.
27
En Paul Miclau (Ed.): Les Langues de Spécialité, “La structure lexicale”, ob. cit.
28
Sigue afirmándose en el DRAE que televisión e insulina se formaron a partir del latín; cierto, pero
fueron tomadas a través de la traducción inglesa television e insulin.
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El lenguaje de la Medicina
vidan, sin embargo, que la influencia del inglés es muchísimo más extensa e intensa,
y afecta a todos los niveles del lenguaje: fonético (ortografía), morfológico, sintáctico
y semántico.
29
“Desde luego, en el siglo pasado y comienzos de este [el autor, obviamente, habla de los siglos XIX
y XX] es a través del francés como nos llegó la mayor parte del vocabulario científico, hoy es a través del
inglés” (Rodríguez Adrados, 1997: 314).
30
En “Tres retos para el lenguaje científico español”, Revista El Hornero. N.º XXXVII:1-23.
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Pongamos como ejemplo la palabra inglesa disorder: puede ser desorden, solo que
no en todos los casos.
“No, por ejemplo, en medicina para significar que se ha producido un trastorno o
una alteración del funcionamiento del organismo, porque desorden, en español, es lo
mismo que falta de orden y concierto en las cosas, alboroto, motín, exceso, abuso (el
desorden reinaba en la ciudad; tenía los vestidos en desorden; vive en el desorden).
Desórdenes menstruales, desórdenes inflamatorios del intestino, desorden hormonal
y tantas otras expresiones que se les semejan y a las que se han aficionado algunos es-
pecialistas y traductores son impropias de nuestra lengua. Lo correcto en tales casos es
decir y escribir “trastorno” y, en algunos casos, alteración: trastornos menstruales, al-
teraciones inflamatorias del intestino, trastorno hormonal” (Rodolfo Alpízar, 2004:
65), o las diferentes traducciones de las siguientes patologías:
31
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fr. cicatrice cicatriciel), aceptados ambos por el DRAE 2001, sin indicación
alguna del criterio que ha de guiar el uso; adjetivos formados a partir de un
nombre siguiendo reglas distintas: quiste quístico; próstata prostático;
trauma tramático; melanoma melanómico; sarcoma sarcómico, pero
vávula valvular en usos como ligamento articular, membrana reticular.
3) Recurso a la formación de nuevas palabras por la combinación de varias raí-
ces para obtener una forma compleja (composición neológica), por ejem-
plo, de aorta + coronaria aortocoronaria (ing.: aortocoronary). Las raíces de
composición más frecuentes en el lenguaje de la medicina parecen ser fibr-,
hepat-, inmuno-, linfo- como en fibrovascular, inmunodeficiencia, linfoblásti-
co; o formaciones por prefijación culta con hiper-, poli-, para-: hiperglucemia,
hiperplasia, politraumatismo, parálisis, paramédico, paramnesia.
Pasamos ahora a estudiar cómo afecta a la lengua de la medicina el aluvión de neo-
logismos que diariamente están exigiendo carta de naturaleza hispánica.
34
Afirma en la pág. 147 que “El español no ha incorporado ningún fonema árabe”, en Historia de la
lengua española, con prólogo de Ramón Menéndez Pidal, 8.ª edición refundida y muy aumentada. Ma-
drid, Editorial Gredos.
35
Rafael Lapesa sostienen en su Historia antes citada, pág. 210, que, a partir del siglo XIII, el español
fue regularizando y fijando como consonantes finales de palabra las siguientes: /r/, /s/, /l/, /n/, /z/ y /d/.
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lenguaje médico posee una base culta, hay muchas palabras esdrújulas que en nuestro
idioma exigen pronunciarse con acento tónico en la antepenúltima sílaba36:
t -BTQBMBCSBTUFSNJOBEBTFO–ólisis como bacteriólisis, electrólisis, epidermóli-
sis, epifisiólisis, espondilólisis, fibrinólisis, hidrólisis, lipólisis, litólisis, necrólisis,
neurólisis, osteólisis, proteólisis, queratólisis, sinfisiólisis, toracólisis y electrone-
urólisis; o en –ómetra como hematómetra, miómetra, hidrómetra y piómetra
deben pronunciarse como esdrújulas.
t -BTQBMBCSBTUFSNJOBEBTFOoocrito como hematocrito o en –olito como copro-
lito, electrolito (aunque el DRAE 2014 admite también como menos culta la
pronunciación esdrújula) tienen pronunciación como llanas.
t -BTQBMBCSBTUFSNJOBEBTFO–eolo la Academia sigue criterio dispar: maléolo,
roséola pero nucleolo y rubeola como forma de uso preferente (DRAE 2014).
t 1BMBCSBTUFSNJOBEBTFOoPJEFPtifoideo, pero vídeo.
t &OoJPMPcentríolo.
t &OoPJEJDPparatifóidico [preferible paratífico] y tifóidico [preferible tifoideo].
Ninguna de las palabras de los grupos que ahora siguen tiene acento ortográfico
en la antepenúltima sílaba, por lo que es un barbarismo pronunciarlas como si fueran
esdrújulas. Tampoco pueden ser agudas porque, como terminan en vocal o consonan-
te -s, tendrían que llevar acento ortográfico en la última sílaba. Por este simple análisis
se concluye que todas son llanas y el acento fonológico recae siempre en la penúltima
sílaba. Son la mayoría de las palabras de este lenguaje, como también las de la lengua
general:
t 1BMBCSBTFOPTJTBOBTUPNPTJT
BORVJMPTJT
FYPTUPTJT
GJNPTJT
t 1BMBCSBTUFSNJOBEBTFOBTJTelefantiasis, estasis, epistasis, pero metástasis,
t 1BMBCSBTFODJB
QJBalopecia, epilepsia, pederastia, anoscopia, citoscopia, col-
poscopia, endoscopia esofagoscopia, estetoscopia, fluoroscopia, gastroscopia la-
paroscopia, otoscopia, rectoscopia o sigmoidoscopia.
t &OMBTQBMBCSBTUFSNJOBEBTFOÓB
FMBDFOUPPSUPHSÈGJDPTF×BMBMBFYJTUFODJBEF
un hiato y se trata de palabras llanas, por lo que es incorrecto pronunciarlas
como esdrújulas: hemeralopía, hipocondría, menarquía, mioclonía, nictalopía,
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pubarquía y telarquía.
t 1BMBCSBT DPO PUSBT UFSNJOBDJPOFT DPNP cándida (enfermedad causada por
dicha especie de hongo), libido [muy extendida la pronunciación incorrecta
esdrújula], estadio.
36
Es interesante el trabajo al respecto del doctor cubano Claudio J. Puente Fonseca acerca de los vicios
del lenguaje médico, que puede encontrarse en internet [última entrada, 11 de febrero de 2016].
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Desde esta perspectiva, también es digno de reseñar el hecho de que voces cientí-
ficas y técnicas, formadas con el prefijo des-, hayan perdido la s-por influjo del inglés
y del francés, especialmente cuando el componente que se le une empieza por conso-
nante: en la terminología médica, aparece en términos que denotan ‘privación o se-
paración’ (cfr. Juan Antonio Díaz Rojo, 2001:83):37 decorticación es más frecuente que
descorticación, y defoliación, que desfoliación, admitidas las primeras como formas
únicas (DRAE 2001), pero se prefiere la forma con des- en las palabras siguientes: des-
calcificación, descerebelación, desgenitalización, descontaminación, despigmentación,
desmetilación, desvitalización, desmielinización…
Hoy es más difícil acertar con la grafía de un extranjerismo que en siglos pretéri-
tos por la sencilla razón de que ahora los neologismos penetran por la vía oral, pero,
últimamente, entran por la vía audiovisual: es el caso de whisky, palabra para la cual la
Academia de la Lengua propuso la grafía güisqui con un rotundo fracaso. El problema
que se plantea es grave y exige análisis rigurosos.
Cuando una palabra se toma de otra lengua por necesidad, la Academia (Orto-
grafía de la Real Academia Española, en adelante, ORAE 2010, en el epígrafe 2.1.1)38
exige que “deben escribirse siempre en los textos españoles con una marca gráfica que
destaque su condición de palabras pertenecientes a otra lengua: preferentemente en
cursiva en la escritura tipográfica (siempre que el texto base esté escrito en redonda;
pero en redonda si el texto base está escrito en cursiva) y entre comillas en los textos
manuscritos, donde no es posible establecer la oposición entra la letra redonda y la
cursiva”.
Dejaremos constancia de dos hechos ortográficos:
1) En los compuestos con post-, debe escribirse sin la letra t siempre que la pa-
labra con que se une comience por consonante sonora: posparto y no post-
parto, pero si comienza por h+vocal o por vocal debe de utilizarse post-: pos-
tanémico, posthemorrágico, etc.
2) También el neologismo afecta a la grafía. Entran palabras como colorectal co-
lorrectal; fue el caso de amfetamina anfetamina.
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3. Adaptación morfológica
37
“Nociones de neología. El prefijo des-“, en Panace@, vol. 2, n.º 6.
38
Real Academia Española. Madrid: Espasa Calpe.
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4. Extensión semántica
39
El DRAE 2001 en la 2.ª acepción, añadía: “también se utiliza forma masculina para designar el feme-
nino: Julia es médico”. Ahora, en la edición de 2014, esta acepción reza así: “Persona legalmente autorizada
para profesar y ejercer la medicina”.
40
Análisis de la incidencia de riesgo de la utilización de acrónimos en la historia clínica digital en pacien-
tes especializados, Tesis doctoral defendida en la URJC el 20 de noviembre de 2015 y calificada con Apto
cum laude por unanimidad y que esperamos verla pronto publicada.
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Acrónimo Acepciones
H Horas, Historia, Hospital.
MC Motivo de Consulta, Médico de Cabecera.
MP Marcapasos, Médico Primaria.
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41
Tomados de J. M. Igea, P. Mugüerza, M. Lázaro2001 : 16.227-230 en Alergol Inmunol. Salamanca.
42
Muchos de estos términos que hemos ido recopilando aparecen ya en los estudios de J. L. Herranz
2004, vol. 44 n.º 187 págs. 1-2.
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rutinario (de rutinary): lo que se hace de forma habitual sin razonar ni mostrar pre-
ocupación; es mejor utilizar ‘habitual’.
seguimiento (de follow-up): por el uso español control clínico.
seguro (de safe): se usa en vez de de inocuo.
severo (de severe): se confunde con ‘grave’ (Las enfermedades pueden ser graves, pero
no severas, porque carecen de carácter permanente).
sofisticado (de sophisticated): en español debe utilizarse ‘complicado, elaborado’.
titulación (de titration): aplicado en la práctica médica en vez de escalonamiento o
ajuste de dosis.
testar: en español es un neologismo innecesario utilizado por ‘experimentar’.
visualizar: formar en la mente la imagen de un concepto abstracto. Es concebir, idear,
imaginar.
Y también hay que cuidarse en el lenguaje de la medicina de la utilización de vo-
cablos impropios. Es decir, utilizar algunas palabras con un significado inadecuado
bien por ignorancia, bien por las clonaciones que se producen del inglés. Siguiendo al
precitado doctor Puente Fonseca (vid. nota 36), enumeramos algunas de estas impro-
piedades (aunque algunos de estos vocablos solo se pueden encontrar en diccionarios
médicos):
t Artejo: significa nudillo de los dedos, por tanto, no debe llamarse así a los
dedos de los pies.
t Criptórquido o criptorquídico: persona cuyos testículos no han descendido
al escroto, razón por la cual es impropio atribuirle este adjetivo al testículo no
descendido.
t Emuntorio: cualquier conducto, canal u órgano excretor del cuerpo de los
animales, glándulas de los sobacos, de las ingles y de detrás de las orejas. Por
estos significados consideramos inexacto llamar “vaciamiento de los emunto-
rios” a la evacuación exclusiva de la vejiga y del recto en los seres humanos.
t Ingesta: término general para los alimentos y bebidas destinados a ser intro-
ducidos por ingestión, de modo que no debe usarse como sinónimo de indi-
gestión.
t Injuria: agravio, ultraje de obra o de palabra, hecho o dicho contra razón y
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justicia, daño o incomodidad que causa una cosa. No debe traducirse como
“injuria” la palabra injury del inglés, cuando significa lesión o daño corporal
u orgánico.
t Meiopragia o miopragia: incapacidad funcional o disminución funcional de
una parte del cuerpo, por tanto, no debe calificarse de “meioprágico” un pa-
ciente porque esté débil o desnutrido.
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Y, en la línea que comentábamos más arriba, también crean –sin ser conscientes
de ello– neología por sincopación: “Nosotros empleamos muchas abreviaturas para
nombrar fármacos e instrumental: ‘sevo’, en vez de sevorane; ‘propo’, en vez de propo-
fol; ‘remi’, por remifentanilo; ‘bupi’, por bupivacaina; ‘mepi’, por mepivacaina; ‘laringo’,
por laringoscopio; ‘pulsi’ por, pulsioxímetro”. “Se dice, añaden nuestros interlocutores,
ponle el pulsi, prepara el laringo que le pongo el propo y, luego, sevo y remi, como
ejemplo de ahorro en el lenguaje. Y, si el enfermo tarda en despertar, decimos que se
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nos ha pasado el arroz o, si el cirujano tarda mucho en operar, es que ‘nos ha cagado el
palomo’. Es una manera común de hablar entre nosotros”.
“Estas son, nos dice ahora el doctor Uña, algunas de las palabras con las que ‘sole-
mos asustar’ a nuestros pacientes en el preoperatorio. La mayoría hace referencia a
técnicas propias de la anestesia y otras a efectos adversos”:
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COMUNICACIÓN ENTRE EL PERSONAL SANITARIO Y
EL ENFERMO
rés por él, cuando le proporciona voluntariamente mucha información y le explica las
cosas en términos que él pueda entender. Los pacientes recordarán con más probabili-
dad la información médica cuando les sea presentada de una forma simple, específica
y en categorías explícitas y cuando haya sido repetida. Recordamos aquí, como hemos
hecho en otros foros, las palabras de una jurista que, aunque dichas para el ámbito
jurídico-administrativo, son perfectamente aplicables al mundo sanitario: “Para que
se nos obedezca, es imprescindible que se nos entienda”.
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una palabra corta a una larga, una concreta a otra abstracta y, si es posible, en
español mejor que en otra lengua. Como esto último es más un desideratum
que una realidad, todo aquel tecnicismo que se emplee en este ámbito debe ir
acompañado de la pertinente explicación.
Todo ello está estrechamente vinculado al aspecto persuasivo de la comunicación
ya que, para que un mensaje sea persuasivo, necesita ante todo ser fácil de compren-
der y fácil de recordar. Es decir, que el profesional sanitario ha de ponerse siempre en
lugar del receptor de la información (empatía) y pensar: qué le voy a decir; cuánto
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sabe de lo que le voy a comunicar, y qué quiero que haga con la información que le es-
toy dando. Solo así podremos tener una cierta garantía de que las instrucciones que se
derivan de un diagnóstico pueden ser entendidas y seguidas por el paciente. El profe-
sional de la sanidad debe utilizar siempre ante el paciente la expresión “¿Me explico?”,
que es la misma que deberíamos utilizar todos los profesores con nuestros alumnos.
En esta estrecha relación que se produce en el centro de salud, sea cual sea la cate-
goría de este (ambulatorio, clínica, hospital) el médico tiende muchas veces a utilizar
el lenguaje que para él es cotidiano y que adquirió en la Facultad de Medicina y olvida
que no tiene enfrente a un colega que está como él habituado a este lenguaje lleno de
tecnolectos.
De nuevo recurrimos a nuestro buen amigo el doctor Uña, pues su especialidad
–anestesista– es con la que primero conectan los pacientes que van a ser intervenidos
quirúrgicamente: el ya precitado “preoperatorio”, absolutamente esencial en la prác-
tica quirúrgica y, una vez terminada la intervención, la mayoría pasa un tiempo en el
servicio de reanimación.
Y, con su habitual modestia, nos remite una serie de términos que “sin querer”, nos
dice textualmente, “se nos escapan cuando informamos a los familiares de los pacientes
ingresados en Reanimación”:
TECNICISMO TRADUCCIÓN
Agentes patógenos que originan y desarrollan enfermedades infec-
Microorganismos
ciosas
Sepsis Infección con afectación inflamatoria generalizada
Shock Cuadro de hipotensión e hipoperfusión
Peritonitis Inflamación del peritoneo
Colecistitis Inflamación de la vesícula biliar
Pancreatitis Inflamación del páncreas
Meningitis Inflamación de las meninges
Parámetros que hacen referencia a la tensión arterial y frecuencia
Hemodinámica
cardiaca
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El lenguaje de la Medicina
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deciden si son respetados, si se espera que mejoren, si resultan repugnantes,
desvalorizados o intratables.
B) Expresividad
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rante la exploración del especialista, sobre todo si presiente que nada bueno le
está pasando. Este miedo, que no se suele experimentar en grado tan preciso
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El lenguaje de la Medicina
A pesar de los esfuerzos por mejorar la relación entre los profesionales de la sani-
dad y los ciudadanos en los últimos años, las críticas siguen siendo graves, compren-
sibles y justificadas. No es fácil redactar bien. El aprendizaje de la gramática y de la
ortografía permiten al redactor escribir con corrección, pero esto no basta para que
el mensaje sea legible. Tampoco es cuestión de simplificar y hacer pasar un mensaje
que sea bien retenido y comprendido por el destinatario.
Para escribir de manera legible, es necesario conocer los mecanismos que deter-
minan la buena percepción del mensaje y adaptar su redacción a las exigencias de una
recepción más fácil. No existe una receta para lograrlo, sino criterios objetivos y preci-
sos que hemos de tener en cuenta a la hora de la redacción. Son las reglas psicológicas
de la legibilidad.
Legibilidad
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La memoria inmediata
Características de la legibilidad
La oración tiene que estar construida por sujeto, verbo y complementos, el espacio
que va de 8 a 20 segundos para que la memoria inmediata retenga la información. El
principio de funcionamiento de la memoria a corto plato es el que permite formular
la primera regla de legibilidad: las oraciones deben ser cortas y tienen que estar bien
construidas. Una vez percibido el mensaje, se almacena en la memoria a largo plazo
para formar parte de nuestros conocimientos.
La memoria a largo plazo permite retener las informaciones durante 24 horas por
si vienen nuevas informaciones a completarlas o modificarlas. La memoria a largo
plazo funciona sin que se preste atención mientras se lee algo relevante que pertenece
al dominio común de los conocimientos. Esto permite establecer la segunda regla de
legibilidad: el lenguaje debe ser simple y preciso sobre todo si no se conoce el nivel de
conocimientos del lector.
Para mejorar la redacción, los mecanismos descritos revelan que la longitud de la
oración constituye un problema o defecto hoy para el lenguaje de la medicina: 1. Las
oraciones dirigidas a un público entendido no deben pasar de 20 a 25 palabras. 2. Las
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oraciones dirigidas a un gran público no entendido deben ser más cortas y no pasar
de 12 a 17 palabras. 3. Las oraciones dirigidas a un público no familiarizado deben ser
todavía más cortas y no pasar de 8 a 10 palabras.
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