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valorar el quehacer

ANTROPOLÓGICO Mujeres
ocultas, hombres públicos; mujeres
públicas, hombres ocultos
Generaciones de antropólogos han aplicado el enfoque comparativo, transcultural y
biocultural de su disciplina al estudio del sexo y el género. El género, las preferencias
sexuales e incluso la orientación sexual son construcciones culturales al menos en cierta
medida. Aquí comento un caso en el que la cultura popular y los comentarios de
brasileños ordinarios acerca de la belleza y el sexo conducen a un análisis de algunas
diferencias llamativas de género entre Brasil y Estados Unidos. Durante varios años, uno
de los máximos símbolos sexuales de Brasil fue Roberta Close, a quien vi por primera vez
en un comercial de muebles. Roberta terminaba su discurso con un llamado a los
potenciales compradores de no aceptar sustitutos para el producto publicitado. “Las
cosas”, advertía, “no siempre son lo que parecen”. Tampoco Roberta. Esta pequeña e
increíblemente femenina criatura en realidad era un hombre. No obstante, a pesar del
hecho de que él, o ella (como dicen los brasileños), es un hombre que posa como mujer,
Roberta ganó un lugar seguro en la cultura popular brasileña. Sus fotografías decoraban
revistas. Era panelista en un programa de variedades por televisión y protagonizaba una
obra de teatro en Río con un actor conocido por su imagen de supermacho. Roberta
incluso inspiró a un bien conocido, y en apariencia heterosexual, cantante pop para
realizar un video que la homenajeaba. En el video, ella se pavoneaba en bikini por las
playas de Ipanema, en Río, mostrando sus amplias caderas. El video muestra el aprecio
masculino por la belleza de Roberta. Como confi rmación de esto, un hombre
heterosexual me dijo que recientemente estuvo en el mismo avión que Roberta y quedó
sorprendido por su belleza. Otro hombre dijo que quería tener sexo con ella. Me parece
que estos comentarios ilustran notables contrastes culturales acerca del género y la
sexualidad. Brasil es un país latinoamericano notable por su machismo, pero los hombres
heterosexuales no sienten que la atracción hacia un travesti manche sus identidades
masculinas. Roberta Close puede entenderse en relación con una escala de identidad de
género que abarca desde la feminidad hasta la masculinidad extremas, con poco en
medio. La masculinidad es estereotipada como activa y pública, la feminidad como pasiva
y doméstica. El contraste masculino-femenino en derechos y comportamiento es mucho
más fuerte en Brasil que en Estados Unidos. Los brasileños enfrentan un rol masculino
más rígido que los estadounidenses. La dicotomía activo-pasivo también ofrece un modelo
estereotípico para las relaciones sexuales entre hombres. Se supone que uno de los
hombres es el activo, el compañero masculino (que penetra), mientras que el otro es el
pasivo, el afeminado. A este último se le llama con menosprecio como bicha (gusano
intestinal), pero al que penetra se le estigmatiza poco. De hecho, muchos brasileños
“activos” (y casados) gustan de tener sexo con prostitutos travestis, que son
biológicamente hombres. Si un brasileño no está contento con buscar o masculinidad
activa o afeminamiento pasivo, tiene otra opción: la feminidad activa. Para Roberta Close,
y otros como él, la demanda cultural de ultramasculinidad cedió el valorar el quehacer
ANTROPOLÓGICO Mujeres ocultas, hombres públicos; mujeres públicas, hombres ocultos
masculino-femenino polarizada de Brasil. Los travestis, nada raros en Brasil, son miembros
de un género (usualmente masculino) que visten como otro (femenino). En la época del
caso descrito en “Valorar el quehacer antropológico”, un hombre brasileño que quería
convertirse quirúrgicamente en mujer (transgénero) no podía conseguir la operación
necesaria en su país. Algunos hombres, incluido Roberta Close, viajaron a Europa para el
procedimiento. En la actualidad, los transgénero brasileños son bien conocidos en Europa.
Tan comunes son los brasileños entre los travestis en Europa que en Francia, a los
travestis, sin importar la nacionalidad, comúnmente se les conoce como brésiliennes (la
forma femenina de la palabra francesa para brasileño). En Brasil, muchos hombres tienen
relaciones sexuales con travestis, con poca estigmatización al acto, como se describe en
“Valorar el quehacer antropológico”. El travestismo es acaso la forma más común de
formar géneros alternativos a hombres y mujeres. Entre los chukchee de Siberia, ciertos
hombres (por lo general chamanes o especialistas religiosos) copiaban el vestir, habla y
estilo de cabello femeninos y tomaron a otros hombres como esposos y compañeros
sexuales. Los chamanes femeninos podrían formar un cuarto género, al copiar a los
hombres y tomar esposas. Entre los indios crow, ciertas actividades rituales se reservaron
a los berdaches, hombres que rechazaban el papel masculino de cazador de bisontes,
incursor
256 PARTE 2 Valorar la diversidad cultura
paso a una actuación de ultrafeminidad. Estos hombres-mujeres forman un
tercer género en relación con la escala de identidad masculino-femenino
polarizada de Brasil. Los travestis como Roberta son particularmente
prominentes en el carnaval anual de Río de Janeiro, cuando la inversión
gobierna el ambiente de la ciudad. El popular novelista estadounidense
Gregory McDonald, sitúa uno de sus libros en Brasil en la época de carnaval y
comenta en las palabras culturalmente precisas: Todo se voltea de cabeza...
Los hombres se convierten en mujeres; las mujeres se convierten en
hombres; los adultos se convierten en niños; los ricos pretenden que son
pobres; los pobres, ricos; los sobrios se emborrachan; los ladrones se vuelven
generosos. Muy alrevesado. (McDonald, 1984, p. 154) Lo más notable en tal
inversión disfrazada (DaMatta, 1991) es que los hombres se visten de
mujeres. Conforme la vida social se pone de cabeza, el carnaval revela y
expresa tensiones y confl ictos normalmente ocultos. La realidad se ilumina a
través de una presentación drástica de su opuesto. Ésta es la clave fi nal del
signifi cado cultural de Roberta. Ella surgió en un escenario en el que la
inversión masculino-femenino es parte del festival más popular del año. Los
travestis son las pièces de résistance en los bailes del carnaval de Río, donde
visten tan escasamente como las mujeres reales. Portan bikinis minúsculos,
en ocasiones con sólo la parte de abajo. Las fotografías de mujeres reales y
las transformadas compiten por el espacio en las revistas. A menudo, es
imposible distinguir la mujer de verdad del hombre oculto. Roberta Close es
una encarnación permanente del carnaval, un recordatorio durante todo el
año del espíritu de los carnavales pasados, presentes y por venir. Roberta
surgió de una cultura latina cuyos roles de género contrastan fuertemente
con los de Estados Unidos. Desde las pequeñas villas hasta las ciudades más
grandes, los hombres brasileños son públicos y las mujeres brasileñas son
criaturas privadas. Las calles, las playas y los bares pertenecen a los hombres.
Aunque los bikinis adornan las playas de Río los fi nes de semana y días
festivos, hay muchos más hombres que mujeres durante la semana. Los
hombres ostentan su sexualidad. Mientras se asolean y juegan fútbol y
voleibol, regularmente manipulan sus genitales para mantenerlos fi rmes.
Viven en un mundo de hombres que es público, asertivo y sexual. Los
brasileños se esfuerzan en crear su imagen pública, y actuar constantemente
de acuerdo con la defi nición de comportamiento masculino de su cultura. La
vida pública es un juego cuyos roles importantes pertenecen a los hombres.
Roberta Close, desde luego, era una fi gura pública. Dado que la cultura
brasileña defi ne el mundo público como masculino, acaso ahora pueda
entenderse mejor por qué el símbolo sexual número uno de la nación haya
sido un hombre que destacó en su actuación en público como mujer. Roberta
Close, en la cúspide de su fama. y guerrero, y formaban un tercer género
(Lowie, 1935). El travestismo no caracterizaba el sexo varónvarón entre los
azande sudaneses, quienes valoraban el papel del guerrero (Evans-Pritchard,
1970). Los potenciales guerreros, jóvenes de entre 12 y 20 años de edad,
dejaban sus familias y compartían cuarteles con hombres adultos guerreros,
quienes pagaban un precio por tener sexo con ellos. Durante este
aprendizaje, los jóvenes realizaban las labores domésticas de las mujeres. Al
alcanzar el estatus de guerrero, estos jóvenes tomaban sus propias esposas
varones más jóvenes. Más tarde, al retirarse del papel de guerrero, los
hombres azande se casaban con mujeres. Los hombres azande eran fl exibles
en su expresión sexual; no tenían difi cultad para cambiar de relaciones
sexuales con hombres adultos (como esposas varones), a sexo con hombres
más jóvenes (como guerreros), y con mujeres (como maridos) (vea Murray y
Roscoe, eds., 1998). Los etoro de Papúa Nueva Guinea ofrecen un ejemplo
extremo de tensión en las relaciones sexuales hombre-mujer (Kelly, 1976).
Ellos forman un grupo de 400 personas que subsiste de caza y horticultura en
la región Trans-Fly (fi gura 9.3). Los etoro ilustran el poder de la cultura en el
moldeado de la sexualidad humana. El siguiente relato, basado en el trabajo
etnográfi co de campo de Raymond C. Kelly a fi nales de la década de 1960,
sólo se aplica a los hombres etoro y sus creencias. Las normas culturales
etoro evitaron

Capítulo 9 Género 257

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