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Conocimiento, destreza y necesidad

Para desmentir y refutar pseudo-escépticos

“Toda enseñanza y todo aprendizaje por el pensamiento


se producen a partir de un conocimiento preexistente”
Aristóteles

Es mi intención más aguda presentar serios problemas que afectan el concepto de “principios” en
Aristóteles, presentados los problemas revisaremos pasajes selectos que nos permitan dilucidar el
problema o, si es el caso (lo cual es más probable), problematizarlo aún más; luego de este encuentro
con los problemas acerca de los principios indemostrables procuraremos dar con una plausible
respuesta de Aristóteles a dichos problemas y, finalmente, tomaremos partido en dichos problemas y
plausibles respuestas con un compromiso de fondo, compromiso que pueda llevarnos a dilucidar cómo
ciertas perplejidades contemporáneas se llegan a presentar o, al menos, qué preguntas pertinentes
podríamos hacernos al respecto.

Imagine que este texto será como un recetario filosófico, iremos yendo paso a paso para construir un
argumento tan sólido como sea posible, y, como buen recetario necesitamos dar un esquema general
antes de entrar en las engorrosas descripciones que nos llevarán al argumento que mejor consideren
los daimones presentes, para bien o para mal y sujetos a la voz latente y metafísica de Sócrates
dubitativo y de su honestidad intelectual, que bien lo caracterizaba.

1. Analíticos segundos
a. Libro 1, Capítulo 10
b. Libro 1, Capítulo 18
c. Libro 1, Capítulo 33
d. Libro 1, Capítulo 34
2. Dilucidación o problematización
3. Interpretación ​a la ​Aristóteles (¿pseudo-aristóteles?)
4. Compromiso final

Analíticos segundos

El capítulo 10 inicia con la siguiente aseveración: “Llamo principios, en cada género, a aquellos que
no cabe demostrar que son”, acá empieza nuestro periplo, ¿si no caben demostrarse y se justifican de
acuerdo a las proposiciones que se derivan de este, tenemos entonces un sistema de conocimiento
auto-referencial?, si bien creo que dicho asunto no es el caso, ello lo revisaremos más adelante.
Siguiendo, Aristóteles arroja pistas, que bien podríamos decir que apoyan la posibilidad del
‘conocimiento auto-referencial’ mas luego de una lectura cuidadosa podríamos llegar a otras
conclusiones, más agudas y menos aparentes:

“Aquello que necesariamente es y necesariamente debe parecer por sí


mismo no es una hipótesis ni un postulado. En efecto la demostración no se
refiere a la argumentación exterior, sino a la que se da en el alma, como
tampoco el razonamiento. Pues siempre es posible objetar contra la
argumentación exterior, pero no siempre contra la argumentación interior.”

Antes de proseguir, debo hacer ciertas aclaraciones, en el momento de consultar el texto de


“Analíticos Segundos” hice un parangón con la versión inglesa de Bouchier, puesto que allí algunos
términos son mucho más precisos que la versión española de Gredos. Dicho esto, en la versión inglesa
cambian “como tampoco el razonamiento” por “como lo es el silogismo en general”, luego de revisar
y considerar parece más precisa la traducción inglesa para la problematización de este pasaje y la
relación con los principios, ¿la argumentación interior (o “significancia interna” en Bouchier) qué
significa exactamente, por qué esta puede ser menos objetable que la argumentación externa, qué las
distingue y cómo dicha distinción puede soportar los principios indemostrables?

Sabiendo que allí (capítulo 10) no hay mucho más que agregar, prosigamos a la aseveración final del
capítulo 18: “En efecto, la sensación lo es de los singulares: pues no cabe adquirir ciencia de ellos; ni
a partir de los universales sin comprobación, ni a través de la comprobación sin sensación”,
enfrentados a un problema que parece circular, la primera pregunta que cabe hacerse es, ¿existe
realmente una relación entre la sensación, la comprobación y los principios indemostrables? ¿Esta
relación puede dar cuenta de alguna distinción entre la argumentación externa y la interior? ¿Existe la
posibilidad que lleguemos a un problema de circularidad que nos lleve, de nuevo, al primer problema,
el de un conocimiento auto-referencial? ​¿De no ser así, cuál sería nuestro caballo de troya para lidiar
con interpretaciones escépticas hacia la constitución de un conocimiento científico sólido?

Avanzando al capítulo 33, luego de presentar varias distinciones entre la opinión y la ciencia (que
trataremos a fondo más adelante) Aristóteles asevera: “A partir de estas consideraciones queda de
manifiesto que tampoco es admisible opinar y saber al mismo tiempo lo mismo”, nos enfrentamos
frente al principio que evita la contradicción (otro principio, ¿acaso auto-referencial?), que parece
evitar que alguien mantenga opiniones y saberes sobre un mismo objeto, pero: ¿es suficiente distinguir
entre opiniones y saberes para dilucidar qué permite principios indemostrables no auto-referenciales?
¿Acaso la relación entre percepción, sensación, silogismos, conocimiento científica es mucho más
estrecha y requiere diseccionarse para separar esta posibilidad de que todo el conocimiento sea una
ilusión, vacua y prescindible, ​presa perfecta de escépticos radicales​?

Capítulo 34: “La vivacidad mental consiste en acertar, en un tiempo imperceptible, con el término
medio”, o dicho de otra manera, cierta destreza intelectual permite dar cuenta de las causas de las
cosas, si es así, ¿todo el asunto se reduce a un mero entrenamiento en el silogismo, en reconocer los
términos extremos y dar cuenta del término medio o de las causas? O, acaso, ¿Aristóteles,
auto-engañado, nos lleva a pensar que se trata acerca de sagacidad cuando en realidad no tenemos
acceso alguno a dichas causas?

A partir de ahora procuraremos presentar todos los pasajes en un sólo gran problema, que permita
avanzar a la siguiente parte de nuestro recetario filosófico.
Dilucidación o problematización

Por economía de términos, de hojas, de espacio procuraremos establecer una pregunta general y
relevante que tome en cuenta la mayor cantidad de aspectos presentados en nuestro paso anterior:

¿Cómo podríamos justificar una noción de conocimiento no auto-referencial


y dar cuenta de dicho conocimiento y los principios indemostrables como suficientes
para conocer y hacer ciencia?

Interpretación ​a la ​Aristóteles (¿pseudo-aristóteles?)

Así como el geómetra que Aristóteles menciona en el Capítulo 10, esbozaré algunas líneas (de texto) y
dejaré de lado ciertos elementos accidentales que en éstas se presenten, procuraré acercarme a una
interpretación aristotélica que responda el problema anteriormente planteado. Es claro que ninguno de
nosotros es o tiene acceso a la mente de Aristóteles, por lo tanto, creo que ésta no puede ser más que
una interpretación pseudo-aristotélica que ojalá si Aristóteles viviera, y Zeus así lo quisiera, aceptaría.

Lo primero que debe ser dicho, que debe hacerse manifiesto es la alta improbabilidad que Aristóteles
fuera un realista ingenuo o un idealista (tipo Berkeley). Dicho esto podemos proceder a examinar lo
que está en medio de estos dos extremos, que parece ser más cercano a Aristóteles. En el capítulo 18,
como habíamos anticipado (y siguiendo la traducción de Bouchier), la percepción sensorial es
necesaria para lograr la inducción, y la inducción resulta necesaria para obtener el conocimiento de lo
universal, queda claro que: 1. Los hechos no se presentan tal y como son 2. La única manera para
obtener conocimiento de los universales y hacer demostraciones derivadas de ellos es por medio de un
ejercicio deliberado de la razón sobre aquello que se presenta a nuestros sentidos:

“(...)puesto que, incluso las cosas que se dicen procedentes de la abstracción,


sólo será posible hacerlas cognoscibles mediante la comprobación de que en cada
género se dan algunas y, si no existen separadas, mediante la comprobación cada una
en cuanto precisamente tal.”

Sin embargo, el camino es largo y arduo, aunque sentemos lo sensorial como infraestructura esencial
para dar cuenta de principios indemostrables, no es claro aún porque creer en una teoría que permita
objetividad desde la subjetividad. Indefectiblemente debemos procurarnos de algo que distinga las
percepciones inmediatas de las inducciones mediatas. Dicho ‘algo’ será, como Aristóteles lo advierte
en el Capítulo 33, la noción de contingencia y necesidad… ¿cómo exactamente se relaciona lo
contingente y lo necesario con la percepción sensorial? Aristóteles se pregunta así:

“Así, pues, ¿cómo es posible opinar y saber la misma cosa y por qué la
opinión no ha de ser ciencia, si se sostiene que es admisible opinar sobre todo aquello
que se sabe? En efecto, el que sabe y el que opina van juntos a través de los mismos
medios hasta llegar a las cuestiones inmediatas, de modo que, si aquél realmente sabe,
también el que opina sabe. Pues, igual que es posible opinar sobre el que, también lo
es sobre el porque: y éste es el medio. ”
Luego de dicho cuestionamiento sobre si el que opina y el que sabe son o no son el mismo, se
plantean dos propuestas que procurarían resolver el asunto (dichas propuestas serán problematizadas
en el siguiente paso), la primera consiste en distinguir que se puede mantener la opinión que se quiera
sobre algo sin embargo esta puede ser verdadera como falsa en tanto dé cuenta de atributos esenciales
del objeto o del hecho en cuestión; una vez Aristóteles hace esta distinción procede a decir que, de
manera similar, sucede con la opinión y el conocimiento, en tanto el conocimiento atañe a lo necesario
y la opinión a lo contingente. El conocimiento a la hora de hablar de un animal puede decir que dicho
animal necesariamente no puede ser otra cosa que un animal, mientras que la opinión podría decir que
dicho objeto podría no ser animal, lo cual sería contingente; dicha distinción es para Aristóteles una
que tiene impacto y fuerza, en tanto que el conocimiento tiene referencia en atributos esenciales del
objeto mientras que la opinión no tiene referencia alguna, entonces pues el conocimiento y la opinión
tienen como su objeto lo mismo sin embargo visto desde puntos diferentes. La segunda propuesta
consiste en dar cuenta de que una persona no puede opinar y conocer un mismo objeto, puesto que
hacerlo presentaría una contradicción, sería decir que algo es necesario y contingente al tiempo, que
algo es esencialmente tal y, a su vez, que algo no es esencialmente tal.

La interpretación pseudo-aristotélica concluiría que los principios indemostrables son aquellos


principios que se conocen mediatamente vía la percepción sensorial y la inducción, que una vez se
llega a ellos, se admiten como necesarios, dicha necesariedad vive en el objeto pero es trabajo del
hombre hacerse diestro en distinguir el conocimiento de la opinión, y, para dar con dicha distinción el
hombre sagaz (y diestro) ha de aplicar el silogismo (al parecer un conocimiento necesario de cómo
conocemos), identificar los términos extremos y el medio en múltiples situaciones e inferir,
agudamente, las causas de un determinado hecho.

Compromiso final

Llegando al final de nuestro recetario filosófico debemos dejar algunas cuestiones presentes antes de
proseguir:

● ¿Es totalmente verídico decir que el conocimiento y la opinión sobre un objeto son totalmente
opuestas? ¿No es el caso que ciertos eventos cotidianos parecen demostrar lo contrario?
● ¿Cómo puede contra-argumentarse un posible uso de la argumentación previa para sostener
que no existen atributos esenciales a las cosas?
● ¿Cuáles podrían ser los criterios para dar con inducciones sólidas que permitan obtener el
conocimiento de universales?
● ¿Qué hace a la ‘significancia interna’ menos objetable que las ‘expresiones externas’?

Ahora: el compromiso. Presentados los problemas, parece ser que la propuesta aristotélica permite
comprometernos con un mundo entendible, o inteligible, como se quiera, un mundo en donde
podemos dar cuenta de ciertas características inmutables de las cosas, y dichas características nos
brindan un campo de acción y predictibilidad sobre los fenómenos; para nadie es un misterio que el
“forecast” de google sobre el clima de la semana es increíblemente preciso. Apelar a dicha
experiencia común para todos, al menos en mi caso, me proporciona un fuerte compromiso a descartar
cualquier tipo de escepticismo radical, cualquier forma de ilusión absoluta de lo objetivo, ilusión que
llevada a campos morales puede sustentar atrocidades como suicidios colectivos, cultos
inescrupulosos, sociedades enfermas; si bien existen buenos argumentos de una ilusión absoluta, no
objetiva, al menos, aunque paradójico, parece que gracias a silogismos, mecanismos para argumentar
y razonar nos hemos vuelto bastante diestros y sagaces en dar cuenta de esta ilusión permanente,
entenderla e incluso anticiparla.

Bibliografìa

- Aristóteles.​ ​Analíticos Segundos​. ​Gredos editorial


- Aristotle.​ ​Posterior Analytics​. ​Wikicommons

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