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cl/node/1965
Valeria Radrigán
Es sobre este punto que quisiera reflexionar en este artículo. Pienso que esta realidad a
la que aludo, en la que lo precario comienza a formar parte de los procesos desde un
lugar de toma de consciencia, de crítica y de gestación de discurso, logra engendrar
poéticas insospechadas, que, en el marco de procesos transmediales, se conectan en
gran medida con un uso doméstico de los dispositivos tecnológicos y su consecuente
reflexión desde este territorio.
Por otro lado, creo que esta forma de crear y pensar, desde el margen, hace frente a un
estado de crisis del sistema artístico actual, proponiendo una libertad necesaria y
renovadora a procesos que requieren efectivamente de un nuevo marco institucional para
su desarrollo.
“En particular, el caso que ha llevado Medialab Bogotá a la mesa de trabajo ha sido la de
una propuesta de muy pequeña escala, la de un medialab doméstico, un medialab de
bolsillo, e incluso la posibilidad de existencia de un medialab sin medios.”[3]
Imagen: Taller doméstico Pablo Ripollés sobre Theo Jansen, Medialab Bogotá.
“De esta manera, un medialab doméstico se plantea como un espacio para pensar los
medios no de una manera separada, como sucede con los medialabs de gran escala, sino
directamente en el ambiente privado, donde los medios son usados y posiblemente
subvertidos de acuerdo con las necesidades mismas que el entorno o las dinámicas
sociales particulares proponen. Medialab-Bogotá podría acercarse a la idea de un
medialab sin medios, un espacio donde se facilita la reflexión sobre las implicaciones
sociales y culturales de la tecnología pensándolas directamente desde el ambiente
doméstico”.[4]
Esta doble ficción y funcionalidad del actor, como técnico y personaje a la vez, evidenció o
fortaleció el juego entre dispositivos y materialidades análogas y digitales. Los
componentes virtuales como avatares o proyecciones de los actores, manejados o
programados por ellos mismos en vivo, proponían una nueva realidad en la ficción,
virtualidad en cuanto a potencia de ser, activa pero a la vez en constante activación.
Algunas conclusiones:
Nos hallamos, en un tiempo en el que la lógica centro periferia articula la creación desde
el espacio fronterizo o el establishment. Si bien podemos considerar ambas estrategias
como lógicas de operación superpuestas, lo cierto es que siguen determinando un lugar
desde el cual se emite discurso desde el territorio artístico. Desde la frontera o margen,
toda intervención es, por obligación, precaria. Sin embargo, el margen otorga la libertad
necesaria para una serie de procesos que requieren de una cierta exploración de
sistemas paradójicos e inusuales, no comprendidos o inclasificables dentro del
establishment artístico… arte de formularios, de concurso, de beca, de sala, de academia.
Efectivamente, el tema del dinero es engañoso, “el poder funciona y se nos impone como
el código “tener dinero/no-tener dinero”. Este código organiza la vida y, haciéndolo,
precariza nuestras vidas. El objetivo debe ser cortocircuitar este código. El dinero gratis
fue un intento.”[5] Bajo esta lógica, es innegable que la creación fuera del ámbito de lo
institucional, el mecenazgo o la norma del auspicio otorga efectivamente un marco óptimo
para la creación, dotando a los procesos de una capa adicional a los procesos de
investigación.
Sin embargo, hay un tema consecuente con esto, y es que la precariedad no está
solamente en la ausencia de medios económicos, sino en la fragilización del individuo que
emite este discurso, que por situarse en un espacio fronterizo, no tiene –o tiene muy
poco- eco en sus pares o validación en el medio que lo cobija. Este tema me parece
fundamental de considerar, ya que es evidente que cualquier proceso reflexivo sólo crece
en el diálogo y no en la anulación de discurso.
Otro tema importante, es que el trabajar desde la precariedad o incluso desde la ausencia
dota al proceso creativo de nuevas condicionantes que hacen mutar formas, contenidos y
discursos, haciendo emerger nuevas estrategias y nuevos usos para materiales en des-
uso. Particularmente en los dos casos que he citado en este artículo, se devela un interés
por la poética de lo domestico, donde el uso diario, o cotidiano de los elementos hace
surgir una lógica de integración usuario-cyborg, proponiendo la tecnología como una
prolongación del individuo en la cultura actual.
Es importante decir que si bien Medialab Bogotá y el Translab reconocen una importancia
en asumir estos contextos creativos precarios y generar un discurso desde estas
realidades, ninguna de estas iniciativas se articula en una defensa de la estética de lo
precario, ni mucho menos en la idealización de este modelo y condición creativa.
Simplemente son instancias que proponen una reflexión ante una realidad que muchas
veces, en estas latitudes, se nos plantea como ineludible.
[2] Por otro lado, es evidente que estos dispositivos no son más que la puerta de entrada
a un mundo llenísimo de recursos y que no es tan accequible como uno quisiera…
[3] http://medialab-bogota.org/
[4] http://medialab-bogota.org/
[5] López Petit, Santiago, “Algunas reflexiones muy provisionales sobre la precariedad”,
www.cinosargo.bligoo.com