Si a los audios donde aparece el juez Hinostroza haciendo negociados de todo tipo, que muestran el severo nivel de corrupción del Poder Judicial, le sumamos la información que ha salido a la luz con el caso Lava Jato, que ilustra cómo las grandes empresas se levantan el país en peso, la imagen que queda es la de una democracia ficticia, donde las instituciones reales son producto del manejo de poder de diversas redes que imponen sus intereses de formas legales o ilegales. Estamos ante un sistema político y un Estado corrompidos hasta el tuétano, capturados por grupos que tienen su raíz fundamental en la gran empresa legal e ilegal, pero que la exceden. La información que vemos es solo la punta del iceberg. Estamos ante una suerte de cáncer que debe ser extirpado de raíz y es claro que las propias instituciones están impedidas de auto-reformarse. Pero no "colapsan". Siguen "funcionando" (a su manera). ¿Por qué no caen? ¿Qué mantiene todo tan perversamente estable? Mi impresión es que este orden mafioso, encabezado por los grandes grupos económicos (diversos internamente, por cierto, pero sin dejar de ser los que tienen la última palabra en este entramado de redes de poder), se sostiene en, por lo menos, tres cosas: la estabilidad económica, la apatía política y la debilidad de los sectores organizados de oposición. Las tres cosas se presentan combinadas. Mientras esta realidad no toque el bolsillo de la gente, es difícil que tengamos grandes masas en las calles. La indignación puede movilizar, pero esa indignación es difícil de despertar si ya asumimos que toda la política está corrompida, si todo el Estado está podrido, y es más difícil si la información la controlan un puñado de medios de comunicación, de gran importancia para mantener viva la farsa de democracia que vivimos. En ese escenario, el único aspecto en el que podemos incidir es en nuestra capacidad de enfrentar el tercer punto: la organización de la oposición social y política. Es clave articular a los sectores organizados y promover la organización de quienes no lo están. Hay que hacerlo, así seamos pocos. Es el primer paso para dejar de serlo. Para lograrlo es importante salirnos de los cánones de este orden: no podemos seguir jugando al discurso de "fortalecer instituciones" ni tratando de apelar solo a la indignación moral. No es sencillo, pero es necesario empujar una agenda de refundación popular constituyente, como una consigna grande que agrupe a muchas otras a nivel nacional: de maestros, obreros, mujeres, pueblos indígenas, estudiantes, etc. No tendremos éxito de forma inmediata, pero podemos llegar a constituir un canal de representación de la oposición, que si es contundente puede llegar a escalar, dependiendo de cómo evolucione la economía (en desaceleración, por lo pronto). Si no construimos un polo de poder popular que altere el equilibrio actual y nos convierta en un actor dentro de esta coyuntura, es probable que si la economía se deteriora y el malestar popular crece (ambas cosas van pasando poco a poco, producto del interés empresarial por obtener más riqueza ante el estancamiento económico), aquello sea aprovechado justamente por los mismos que son responsables de cómo está el país ahora. En fin, en estas circunstancias, para salir de la parálisis tiene mucha importancia lo que hagamos los que estamos organizados. Aun con límites, los aciertos y errores de ahora pueden ser clave para alterar este equilibrio perverso de saqueo y corrupción.
Riesco Chueca, Pascual (2020) Acción Verbal y Cultura Campesina en Los Nombres de Lugar Zamoranos. Anuario 34, Año 2019, Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, Pp. 499-594.