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Introducción.
Este libro, es una colección de esas historias que un día se hacen presentes
en la mente, llaman la atención y se transforman en una especie de
“alliens”, que no descansan hasta que son trasformadas en una narración
más o menos coherente y con sentido.
Indice:
Sombra inoportuna
Angela
Mi cara en tu espejo
Pude, pero no.
Cielo mio
De excursión
Desamor
La multa
Lunático
Quemad mi casa
Noche de tiranos
Lamento por Caín
Oratorio por Ricard
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Sombra inoportuna
A la memoria del profesor Ricard Monforte.
—¿Vives?
—Amando; que es como caminar cuesta arriba sonriéndole al camino.
—¿Te importa el silencio?
—Hay un mar de voces y miradas que me acompañan.
—Sólo temo la quietud de los relojes, tengo prisa pero no por mí, sino
por la tarea inacabada.
—Si no te llevo ahora no te llevaré, no puedo esperar a que descanses; me
dices, espera un poco que termine esto y cuando me descuido, otra labor te
ocupa.
—Déjalo ya.
—Cesa tú y dame la mano. A otros me he llevado que ni siquiera han sido
conscientes de que han vivido.
—Quizá por eso me hiere tu presencia.
—Ven, mi mano es cálida y mi sombra acogedora y serena.
—Apuesto por el sol, la luz, los vientos, la piel humana, la voz amada y
las pasiones, el olor y los sabores.
—No sé de qué me hablas.
—De la vida, de la plenitud de la existencia apasionada.
—Sigo sin saber; mas no me importa, también yo tengo un trabajo
pendiente.
—Sombra inoportuna. Te encuentro decidida e inflexible. Qué prisas te
han entrado.
—Ven, ellos te amarán a través del recuerdo.
—Ellos a quienes amo. Mi cuerpo quizá te llame, pero mi alma está
sobrada de vida, de amor y de canto. ¿Tiene que ser ahora?
—Tiene que serlo
—No extiendas aún tu mano. ¿Qué siento?
—Son mis brazos rodeándote, todo ha terminado.
—¿Qué siento?.
—El amor de quienes dejas, que trasciende los espacios persiguiéndote.
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Angela
Mi cara en tu espejo.
Si miras verás mi cara en tu espejo, una mirada que se clava y te deja sin
hablar.
Porque me viste y me quisiste; como se canta un bolero.
Porque me miraste a los ojos y me amaste sin temblar, tu mirada cálida,
amorosa y sencilla.
Me dijiste que me amabas y no me olvidarías.
Con el paso del tiempo, una fuente de hielo creció entre tus ojos y mi
alma.
Y te añoro apasionado, como se quiere a un hijo, como se aguanta al dolor.
Y eres al fin un recuerdo plácido, frustrado abrazo, desatino doliente.
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Yo pude haberte amado; pero mis pasos me llevaban hacia otro lugar.
Pude haberte amado y te amé mientras te observaba con nostalgia a
medida que me alejaba.
Pude haber sido tu caricia, los ojos que te miraran expectantes, los labios
que humedecieran tu boca.
Tu frustración no fue peor que mi castigo, constantemente recordando las
nubes blancas bajo el cielo azul, de aquel día en que me alejé sin mirar al
suelo, para que las calles que conocí contigo no retuvieran mis pasos.
Pude haberte amado; pero caminaba hacia otro lugar.
El tiempo; caprichoso y perverso, ha querido cruzarte en mi camino.
Como dos barcos en alta mar.
Pude haberte amado, pero guardé silencio a tu paso.
No me reconociste; o sí, pero decidimos no vernos y nos alejamos de
nuevo, como barcos que se cruzan en alta mar, que de súbito se vienen
encima y de pronto de nuevo lejos; muy lejos.
Yo pude haberte amado como la sal está presente en la mar.
Pero ante el impulso de mi voz, prevaleció el ahogo del deseo, mas fui
feliz.
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Cielo Mío
De excursión.
La multa
Quien no tiene memoria...
Subí las escaleras corriendo, había dejado el coche aparcado en una zona
prohibida.
Abrí la puerta y entré como un “cohete” hacia la cocina, había dejado allí
el teléfono móvil.
Al volver hacia la puerta de la casa, pasé junto a la figura de una cabeza
tallada en madera; me pareció que levantaba las cejas con expresión de
desagrado. Me sorprendió y me quedé observándola sin apreciar nada raro;
al fin y al cabo, es una figura de madera.
Le dije a mi cerebro que me dejara de líos que tenía prisa; sin embargo y a
pesar de que era imposible, habría jurado que la talla de madera movió las
cejas.
Al bajar a la calle, vi que mi coche estaba siendo multado por un policía
de tráfico; es inútil poner excusas, lo mejor es dejarle redactar la multa y
acabar, no tenía tiempo de discutir con un policía.
Cuando me dio el resguardo de la denuncia, el papel era rosa tirando a
fucsia, me sorprendió y al levantar la mirada... la cara del guardia era
redonda, completamente circular y blanca y unos labios enormes cubrían
la parte inferior del círculo.
Me sentí mareado, raro, algo asustado también, caminé hacia el coche sin
querer mirar a mi alrededor, abrí la puerta y entré. Fuera estaba el guardia,
ya con el aspecto normal que todo guardia debe tener; me miraba
fijamente, desconfiando de mí por algún motivo.
—Tiene que ser un sueño—pensé —, una pesadilla, tengo que despertar y
todo será normal.
De manera que me quedé quieto al volante, veía como las gentes y el
guardia me miraban, todos me observaban y yo me reía de ellos.
—¡Idiotas residentes en mi imaginación, iros a la mierda!— , les dije yo.
Entonces el guardia se me acercó decidido y me dijo:
—Salga usted del coche por favor.
Me quedé dentro del vehículo y observé que a mi alrededor se
amontonaban ojos, sólo ojos, ni bocas ni orejas, sólo ojos que me
observaban.
Me enfadé, salí del coche airado y la emprendí a golpes con esos ojos;
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gritaba:
—¡Ya está bien pesadilla asquerosa, vete ya!
Escuchaba sonidos que no podía identificar, de pronto, caí al suelo y las
cosas a mi alrededor volvían a ser reconocibles.
Entre varias personas me habían reducido, estaba de cara al asfalto con los
grilletes puestos en mis manos, pegadas a la espalda.
Ante mis ojos caminaba una hormiga, indiferente a mi presencia, se me
ocurrió pensar en que quizá otros ojos me observaban y yo era tan
indiferente a su presencia, como la hormiga era indiferente a mía.
Mientras, las cosas pasaban sin importarme mucho, yo reflexionaba acerca
de la existencia de la hormiga y de cómo ella hacía su vida, sin saber de mi
existencia y de que muchas compañeras suyas, habían sido aplastadas o
gaseadas por gentes de mi especie.
Lunático
Ashar
Pasaron varios meses desde que llegué por primera vez a aquella taberna,
mi segunda visita fue deseada; sentí una profunda paz en aquel lugar, un
lugar de acomodo para alguien como yo.
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hizo ir por la vida como recubierto de grasa, una cobertura adiposa, que
impedía que los acontecimientos calaran en mi alma, resbalándose sin
mojarme.
—Estará anocheciendo— me dijo—me gusta salir a ver el ocaso.
Se levantó y fue hacia la puerta, sin despedirse dejó el dinero de lo
consumido en la mesa, yo lo cogí y pagué lo que ambos habíamos
consumido, era ciertamente, la hora en que el sol cierra los ojos, las
sombras se alargan y los ángeles, cepillan sus alas acabado su turno.
Tenía una pequeña embarcación, de casi seis metros de eslora y poco más
de dos de manga, solo un mástil y una pequeña cabina, suficiente para
pasear por el litoral sin mayores pretensiones.
Aquel amanecer era hermoso, el horizonte anaranjado, los azules y los
grises... nunca me fijé tanto en un amanecer como aquella mañana.
En ese momento debió escribirse el punto final, pero de nuevo abrí los
ojos, una luz débil me rodeaba, y voces cercanas—.
—¿Está usted bien?—me preguntó un muchacho.
—Está usted en un buque de la Armada, vimos la explosión y nos
acercamos, afortunadamente llegamos a tiempo.
A tiempo.
Quise llenar el aire de reproches, de expresión de mi furia y mi frustración,
pero en lugar de eso callé.
Desembarqué poco después, fue en el viaje de regreso a mi casa cuando
encontré esta taberna y un acomodo en las cercanías, poco me importan
las condiciones de vida, considerando que ninguna deseo.
Ella sonrió.
—Si se te sube a la cabeza... no hagas locuras.
¿El efecto del vino?, no lo sé, pero le sonreí feliz y relajado, al ver que
ella sonreía; amistosa y receptiva, pensé que las puertas del paraíso se
abrían para mí.
Sólo la llegada de Dos Batallas, provocó un momento de distracción.
Dos Batallas nos miró ausente, pero no indiferente, ...no sabría decir de
qué manera.
De modo que solo podía esperar allí en la oscuridad o bajar las escaleras e
improvisar alguna excusa, en el caso más que probable de que me
preguntaran la razón de mi presencia allí.
Las escaleras conducían a un pasillo alargado y estrecho, iluminado con
dos velas tan solo, de modo que más que iluminación, había dos
referencias luminosas.
Yo avanzaba a través de la oscuridad, tanteando con las manos las paredes
del pasillo, había algunas puertas pero el rumor procedía del fondo.
No sabía qué podría decirles, mi intromisión era imperdonable, esperaba
que el pasillo pudiera conducir a otras escaleras a través de las cuales
pudiera salir al exterior, pero el pasillo se cerraba al llegar al fondo, allí
mismo, en donde terminaba el oscuro túnel, estaba la puerta a través de la
cual se podían escuchar las voces mezcladas de todos ellos.
Me detuve al llegar, pero la presión de una mano en mi espalda me empujó
hacia adelante.
—Abrid —dijo quien estaba tras de mí.
La puerta se abrió y quienquiera que fuese, me empujó sin violencia hacia
adentro.
Temí reproches y enfados por mi presencia en aquel lugar, pero nada de
eso ocurrió.
Se trataba de una cueva cuadrada excavada en la tierra y sin apenas
iluminación, tan sólo unas velas; una en cada pared de la pequeña gruta y
dos velas más, una negra y otra blanca, juntas y encima de una gran
piedra, junto a la pared del fondo de la estancia.
Entre aquella gran piedra y el resto de personas presentes, había alguien de
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Así pasó mucho tiempo, no sé cuánto, pero cuanto más tiempo pasaba más
la deseaba.
QUEMAD MI CASA
Noche de tiranos
Se dejaba amar la tierra ilusionada, se dejaba preñar por aquel hombre que llegó
a conocerla y la escuchaba respetuoso, quien la observaba con atención hasta
llegar a amarla.
Los frutos recolectados eran el producto de la relación amorosa entre la tierra el
hombre.
Dejó así de sentir la tierra los rigores, de aquél que descubrió el poder de su ira,
nadie le advirtió del poder de su mano, y alzando su azada descubrió la muerte.
Comenzó a caminar con pasos pequeños y sin prisa, alejándose del tiempo
dorado; terminó de romper el pacto con el ser humano, en donde el Padre
estableció una ley.
Una voz y una guitarra para contar la historia de Caín.
Se asombra el polvo que mueve sus sandalias a medida que camina, y la sombra
de sus pies refrescan el suelo a su paso.
—Es él—piensa la tierra al sentir sus pasos de cadencia conocida, que
producen sobre ella un emocionado estremecimiento enamorado, sensación que
ella conoce y aprecia. La tierra emocionada le sigue, y deséa encarnarse para
amarle con pasión entregada, con sudor y tacto.
Caín deambula pensativo por el desierto, alimentándose de carne de
holocausto y reflexionando acerca de su suerte; se acerca a las aldeas, en donde
las gentes le miran con recelo, recuerdan haberle visto pasar por allí tiempo
atrás, cuando los labradores, hoy curtidos por el sol y el castigo, eran aún niños,
se apartan de él temerosos, recelosos de quien lleva oculta ensu frente el
estigma maldito.
Y se aparta de las aldeas y mora en los desiertos, acompañado por los ruidos y
las sombras.
Duerme abrazado al suelo entre zarzas, y la tierra se siente amada.
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Conflicto Arcano
Antes de que el ser humano fuera capaz de medir el tiempo, antes incluso
de que la humanidad pisara la Tierra, existieron entidades sin forma, que
regulaban la actividad del Universo.
La historia de esas entidades y sus caracteristicas, llegó a nosotros
explicada a través de formas reconocibles, de manera que nuestra limitada
comprensión, pudiera hacerse una idea de su relevancia.
Era un reino sin suelo ni tronos, ni siquiera un Rey en donde el poder se
concentrara.
Sin embargo poseía una capital, que no estaba ubicada en ningún lugar
fisico, sino en la personalidad de dos de sus miembros más relevantes, el
Emperador y la Emperatriz.
Todo funcionaba bien y en armonía, sin necesidad de que existieran leyes
ni nada que regulara la conducta de estas entidades, porque ellas mismas
eran las reguladoras de todo.
El nombre de ese reino, al menos el que ha llegado a nosotros, es el del
Reino del Tarot.
No todo es perfecto siempre ni la armonía puede ser eterna, tampoco aquel
reino en el que todo parecía querer funcionar bien, se iba a librar del
conflicto
ineludible que cambiaría las cosas para siempre.
La Torre corría por las calles del reino, gritaba alarmada por lo ocurrido y
que ella misma había presenciado.
Todos se concentraron en la plaza principal. La Torre comenzó la
narración de lo ocurrido.
—...y entonces llegaron el Diablo y La Muerte y se llevaron a la
Emperatriz—. Dijo la Torre nerviosamente.
—Escuchad-, dijo el Emperador con voz de trueno —Es necesario que
demos una respuesta adecuada a estos arcanos, que han realizado esta
transgrtesión tan grave, restableceremos el orden que ha sido alterado y
por mi naturaleza y atributos, soy el apropiado para liderar la liberación
de Emperatriz.
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—¡Carguemos contra ellos!—dijo el Emperador al ver a sus rivales—,
Pero procurad no separaros, mantengámonos juntos.
Nada más decir esto, avanzaron con decisión contra el diablo y la Muerte,
éstos no les hicieron frente, retrocedieron haciendo que los tres miembros
de la coalición iniciaran la persecución planificada por la Luna.
El Carro, seguro de su fuerza y de su poder, influenciado por el ánimo de
la Estrella, avanzaba como si fuera llevado por los vientos de cien
huracanes. La Estrella le seguía todo lo rápido que podía, pero el
entusiasmo del Carro la separaba cada vez más de él, dejándola atrás.
El Emperador entonces, se vio envuelto en una oscuridad mayor, tan solo
una leve luz alumbraba sus pasos, un sendero plateado entre nieblas.
—¡Carro, Estrella!— gritó al perderlos de vista.
El Emperador se vió conducido por el camino, como llevado por una
fuerza hipnótica.
El Carro seguía avanzando, cargando contra la nada en la cada vez mayor
oscuridad; mientras tanmto, el Emperador, caminaba siguiendo la vereda
que la tenue luz le mostraba, sin percatarse de que al hacerlo, se alejaba de
sus compañeros de coalición, y siendo llevado por la Luna precisamente
hacia la Emperatriz.
—Encontré a la Emperatriz al fin— dijo el Emperador.
—En absoluto—rió la Luna—, no la encontraste, yo te he conducido a
ella.
El Emperador se dio cuenta del fracaso de su misión, y a pesar de ello, no
se sentía apesadumbrado, sino incluso mas bien aliviado.
—No te sientas mal, no has fracasado, todo lo contrario, estás apunto de
tener una gran victoria— le decía la Luna.
—Tu coalición—dijo la Muerte —, está dispersa y ya no representa
peligro alguno para nosotros.
—Te unirás a la Emperatriz—dijo la Luna —, vuestra unión dará vida a
una nueva entidad andrógena que gobernará en la oscuridad de la Tierra y
en la superficie del mundo.
La Luna condujo al Emperador hasta la Emperatriz, ella le esperaba y su
aspecto era radiante como los ojos de una novia, el Emperador se acercó
a ella, tanto, que ambos podían sentir el aliento del otro.
—Es el momento de vuestra unión—les dijo la Luna—, responded a
vuestras naturalezas y abrazaos—tras un pequeño silencio volvió a decir
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—, compañeros, rodeemos a la pareja y que nuestra energía les impregne e
influya.
Felices y satisfechos, la coalición oscura gozaba de su triunfo, pero
entonces se escuchó una voz en grito.
—¡Detenéos!.
La Luna se giró y gritó—, ¡demasiado tarde para vosotros!
El Juicio salió de la oscuridad, acercándose a la Luna, tras él el Ermitaño y
la Sacerdotisa, acompañados todos por la Justicia.
—¿Cómo habéis llegado hasta aquí?— preguntó el Diablo.
—No habéis podido notar nuestra incursión en la tierra—manifestó el
Ermitaño—, el sonido de nuestros pasos, quedaron disimulados con el
ruido del Carro.
—No importa—dijo la Luna —, ya es tarde para vuestras aspiraciones.
—No es posible destruir a las fuerzas de la solución, como tampoco es
posible destruir a las fuerzas de la disolución— dijo la Justicia—,
establezcamos acuerdos de convivencia.
—Crearemos un Orden Nuevo—dijo el Diablo.
—¿Un orden sin armonía?—preguntó el Ermitaño—, será estéril.
—Será—dijo la Luna—, el Orden más fecundo y creativo, del que
surgirán todas las cosas.
—Habéis tenido mucho valor para venir hasta nosotros, sabiendo que
vuestras fuerzas aquí están mermadas— dijo la Muerte.
—Habéis de saber, que nadie es fuerte sin conocer sus debilidades, ni
bueno sin conocer su capacidad para la maldad, y a pesar de ello,
comportarse de manera benéfica—dijo el Juicio—, no seréis nada sin
vuestro aspecto opuesto.
—A nada lleva la guerra entre partes de un mismo cuerpo—dijo la justicia
—, tan solo a la autodestrucción.
—Marchaos—dijo la Luna, podréis salir de nuestros dominios sin sufrir
daño, son inútiles vuestras advertencias.
Pasado el tiempo, la guerra entre la luz y la oscuridad, se extendió por
todas partes, una gran batalla que está teniendo lugar desde hace mucho
tiempo, pero en la que nadie puede vencer sin perder.
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Voz 2
Derramar amor sobre los papeles y los poemas, caiga como lluvia que
refresque el aire, así sera por el amor a tu amor, por la generosa sonrisa.
Voces 1 y 2
Corazón homicida,
tu paso detuviste,
los ojos que cerraron
obligada quietud.
Voz 1
Te conocí en la tormenta y el Sol trajo el abrazo, creció el respeto y el
aprecio, mi homenaje a tu amor, porque amor es dar por dar, y tus manos
generosas dieron lo que tu alma quiso compartir.
Voz 2
Que la belleza baile con la sabiduría gozándose en la esperanza de la
resurrección en el amor, regresado de la muerte para sembrar la paz en
campos luminosos de fraternidad.
Embriaguémonos componiendo cantos y danzas, demos a la tristeza
motivos de alegría.
Amor al canto del alma sensible, de las manos generosas, del alma
inquieta que trabaja y labora para construir sueños de metafísica belleza.