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EL CUIDADO
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MANUAL PRÁCTICO
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DE CONSERVACIÓN
Y RESTAURACIÓN

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CLAN
EDITORIAL

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;: ART-E��y OFICl��L LIBRO
ÍNDICE

• Introducción________________________ 11
• ¿Qué es la conservación preventiva?..................................................................................... 13
• Tres normas vitales a tener en cuenca cuando se restaura un documento o un
libro, o casi cualquier otra cosa..................·----··················································· 15
• La naturaleza de los materiales...............................................................................-................ 17
• Los enemigos de los libros y de los documentos y la batalla por su neutralización.. 33
• Algunos instrumentos para medir la acidez y las condiciones ambientales pre-
sentes en las salas y los depósitos .................... -.................................................................... 45
• Cómo guardar los libros y documentos y otros materiales afines....................... 51
• Un poco de seguridad y control y mucha protección.................................................. 65
• ¡Dios mío, qué desastre! Plan de emergencia para archivos y bibliotecas, gran-
des o pequeñas.............................................................................................................................. 71
• La congelación: el gran estabilizador···························----································· 77
• El secado de libros, documentos y otros materiales empapados o congelados.. 81
• El secado de las pieles y los pergaminos----······················································ 89
• Los hongos y su control......................____............................................................. 93
• Los insectos, los roedores y su control_____ -----..................... 103
• La conservación para profan os.....................___________ 115
• Las exposiciones, fotocopiados y demás: cómo evitar disgustos.............................. 143
• Bibliografía recomendada...................____.............................................................. 161
• Anexo I: Los proveedores de materiales. ____ ..................................................... 163
• Anexo II: Recomendaciones para la preservación y el mantenimiento de
colecciones con soporte de pape\...______........................... _____ 165
A mis editores, Del.fin y Marina, por impregnarme con su increíble capacidad de
trabajo e ilusión.
A mis padres, a Chus, a Nacho y a mis amigos, especialmente a Ana y Pepe. Pero
sobre todo 11 john por su inacabable generosidad y cariño.
Para todos ellos las palabras de Chuang Ku: "]untos, contemplamos las aguas dis­
tantes; solo, me siemo en un bote solitario''.

Luis Crespo
INTRODUCCIÓN

Es un hecho triste, pero científicamente demostrado, que los millones de


libros y documentos bajo la custodia de los archivos y bibliotecas del mundo,
sean instituciones públicas o privadas, grandes o pequeñas, incluyendo las
modestas colecciones de un particular, tendrán que enfrentarse a una amenaza
común: su deterioro y, por desgracia, su consiguiente desaparición.
Existen múltiples razones para este pavoroso fenómeno: para e;.. pezar, los
componentes intrínsecos a los libros y documentos --el papel, el pergamino, las
pieles, las tintas, los adhesivos y los productos químicos utilizados para su fabri­
cación- llevan consigo la semilla de su autodestrucción. Podemos añadir diver­
sas causas interrelacionadas con esta certidumbre: factores ambientales inade­
cuados en el lugar donde se guardan las colecciones, malos hábitos de manejo
de los materiales y un almacenamiento inadecuado. Debemos añadir a esta lista
los desastres naturales y el descuido, o la insensatez, del hombre.
Hace unos años en una reunión de bibliotecarios noneamericanos, un experto
en el tema dio una conferencia sobre el deterioro del libro. Utilizó unas diapositi­
vas para mostrar diversos problemas habituales derivados de lo anteriormente
expuesto: unos libros infectados y manchados por hongos, otros con daños por
insectos, libros secos y quebradizos, otros con lomos rotos, tapas distorsionadas,
páginas desgarradas y el desolador aspecto de una colección después de una
inundación. Al final de su charla, el conferenciante hizo una pregunta en forma
jocosa, "¿qué harían ustedes si después de un fin de semana se encontraran con
un desastre así en sus respectivas bibliotecas?". Una joven alzó su mano, se puso
de pie y dijo: "lo primero que yo haría sería rezar". Cuando las risas de la audien­
cia disminuyeron, continuó: "luego buscaría a un conservador profesional".
Los conservadores profesionales son personas altamente especializadas, entre
otras cosas, en la aplicación de procedimientos químicos y físicos utilizados en
la restauración de libros y documentos. Pero no abundan. Sólo las instituciones
grandes y económicamente fuertes pueden disfrutar de sus servicios como
miembros de su plantilla.
La mejor táctica a utilizar para combatir el problema del deterioro es no dejar
que llegue a pasar o, dicho con más precisión, tratar de frenar o detener d dere-
12

rioro de la colección. De aquí surge el propósito de este manual: el proporcio­


nar a las personas o al personal no-conservador de archivos y bibliotecas y al
modesto coleccionista o al librero, una información básica y práctica sobre la
conservación preventiva, disciplina utilizada para retardar el deterioro y prolon-
gar la vida de los libros y documentos.
¿Qué es la conservación preventiva?

Antes de responder a esta pregunta conviene definir lo que se quiere expresar


cuando se habla de la conservación del documento gráfico. Esta disciplina se
compone del conjunto de trabajos bien pasivos, usando métodos que no modi­
fican la estructura física del objeto, bien activos, caso de las restauraciones, lle­
vados a cabo para prolongar la vida del formato físico y/o lo escrito o impreso
en un documento o libro. La conservación preventiva se engloba entre los
métodos pasivos utiÍizados para lograr este fin.
El método pasivo no .:.:; nuevo. Los antiguos mesopotámicos guardaban sus
tabletas de arcilla en jarras en las que el fondo se rellenaba con paja a modo de
cojín amortiguador de golpes y las rapaban, etiquetando finalmente las jarras
para su identificación. Las tabletas de arcilla cocida se protegían con una envol­
tura de arcilla fresca. Para poder leerlas se daban un par de golpes ligeros encima
de la «cubierta», rompiéndola, y dejando al descubierto la tablilla escrita. En el
caso de los pergaminos, éstos se enrollaban y se metían en unos cilindros hechos
de marfil y madera. Cuando descubrieron que un ambiente seco afectaba el
estado físico de los pergaminos, haciendo difícil el desenrollarlos sin romperlos,
desarrollaron la idea del codex con sus hojas de pergamino planas.
Los antiguos también usaban insecticidas: en el siglo X en Bagdad prevalecí­
an ciertos productos químicos para el control de las termitas. En China se utili­
zaba el extracto de las semillas del alcornoque como repelente de insectos. En el
siglo XIII, el rey Federico II ordenó que los documentos oficiales escritos sobre
papel y que se habían infectado con hongos fueran copiados nuevamente, esta
vez sobre hojas de pergamino. Los libreros del siglo XVI conocían los peligros
de la humedad y solían orear -secar por ventilación- sus libros húmedos,
exponiéndolos al sol durante algún tiempo.
Como verá el lector en el texto de este libro, las medidas preventivas emplea­
das hoy día son más sofisticadas debido a las nuevas tecnologías pero, en el fon­
do, sus principios son básicamente iguales a los que los antiguos tenían sobre el
hecho de preservar los objetos que para ellos tenían valor.
La otra cara de la conservación son las técnicas o tratamientos de conserva­
ción llevados a cabo para dcvol\'erle al objeto, siempre hasta cierro grado, su
14

estado original. En este caso, es imprescindible que sólo un conservador profe­


sional las lleve a cabo. Su responsabilidad es la estabilización química y la repa­
ración física de los materiales y técnicas que componen las obras: el papel, el
pergamino, las pieles, las tintas, las encuadernaciones, etc. Más adelante el lec­
tor podrá encontrar algunos capítulos sobre este tipo de conservación y cendrá
una idea global de su complejidad.
'I'res normas vitales a tener en cuenta: \
cuando se restaura un docun1ento o un
libro, o casi cualquier otra cosa

Compatibilidad entre el problema y la solución

Esta norma se refiere a la importancia de no recetar remedios que «curan la


enfermedad pero matan al paciente». Una laguna o zona perdida de un docu­
mento o página de libro no debe restaurarse con un material distinto al original.
La restauración del papel debe hacerse con papel, la del pergamino con pergami­
no, la de un sello de cera con cera, etc. Los materiales afines se componan, en
mayor o menor medida, dependiendo de su composición específica, de un modo
similar; sin embargo, el uso de materiales de naturaleza distinta en una restaura­
ción implica riesgos a corto plazo: el perjudicado siempre será el más débil.
Este último concepto relativo a h relación de las fuerzas de los materiales se
debe aplicar a todos los productos implicados en una restauración: siempre se
han de buscar aquellos papeles, adhesivos y demás materiales que tengan, apro­
ximadamente, la misma fuerza y carácter que el documento o página del libro
original. Por ejemplo, el añadir un injerto o «parche» con un tisú o papel de un
grosor inferior al del documento a restaurar dará lugar a una restauración débil
y de poca duración; por otra parte, un papel de injerto más fuerte que el docu­
mento o página del libro originales provocará tensiones dañinas, pudiendo lle­
gar, incluso, al desgarro del papel objeto de la restauración.
Otro ejemplo: las manchas. Cuando en un grabado, dibujo, etc., aparecen
manchas que «afean» la imagen, surge el impulso de hacerlas desaparecer del
mismo. Si éstas son de una naturaleza permanente e inerte y el texto es legible,
¿por qué intentar quitarlas con un disolvente y provocar alteraciones de las cin­
tas o de los colores solubles? Existen, fundamentalmente, dos grupos de produc­
tos «quitamanchas»: el primero comprende diferentes tipos de disolventes orgá­
nicos, que se usan para eliminar manchas de grasa, restos de adhesivos, etc.; el
segundo comprende diferentes tipos de productos que se denominan genérica­
mente como blanqueadores, que suelen utilizarse para mejorar, por ejemplo, el
aspecto estético de un grabado. Estos últimos son especialmente dañinos aun
con el máximo cuidado en su aplicación. ¿Vale la pena su uso? No, si se tiene en
cuenta que las fibras celulósicas del papel pueden sufrir daños irreversibles. De
todos modos, si se estima que es absolutamente preciso usar estos productos
químicos, debe hacerse siempre bajo la supervisión de un profesional a fin de
reducir al mínimo el trauma que pudiera sufrir el papel.
16

Restauraciones perceptibles
Esta segunda norma podría llevar un subtítulo: no se permiten falsificaciones.
La norma tiene origen en el propio carácter del documento como una pieza de
archivo o un libro raro o único, formando parte de las colecciones especiales de
una biblioteca. Cuando se restauran este tipo de documentos o libros, se hace
de modo que se asegure que su integridad y autenticidad no .;e pondrán en
duda; esto implica un tratamiento que se limita a devolver a la pieza una condi­
ción física lo suficit· ttemente fuerte como para que admita un utilización cuida­
dosa por parte del coleccionista o del investigador. Una escritura o tipografía
desvanecida o parcialmente perdida no se retoca. Las zonas restauradas tampoco
deben retocarse para encubrir el contraste entre el material nuevo y el documen­
to o libro original. La restauración debe verse claramente; la selección de los
materiales apropiados junco con un trabajo hábil debe ser suficiente para evitar
cualquier ofensa estética.

Reversibilidad
La aplicación de esta norma está indicada especialmente en los documentos
de carácter archivístico ya que, en contraste con los libros, su contenido singular
y único posiblemente no sea reemplazable. Por lo tanto, sería un grave error uti­
lizar un tratamiento sin posibilidad de vuelca atrás, o utilizar materiales y pro­
ductos que no sean en gran medida reversibles.
De todas formas, tanto el archivero, como el bibliotecario o el coleccionista
tienen la misma meca: guardar sus fondos para que duren el máximo posible.
Aunque es una meta algo difícil de realizar, la selección de los materiales utiliza­
dos en la restauración debe tener, al menos, la misma probabilidad de vida que
el objeto original. Es conveniente buscar materiales que puedan ser retirados
con seguridad dentro de unos años si fuera necesario por su desgaste.
Además; se recomienda no utilizar productos que tendrán una reacción quí­
mica nociva en el documento, por ejemplo, aquéllos que puedan comunicarle
acidez, alteraciones en los colores, olores desagradables, etc. También, uno debe
ser cauteloso en la selección de telas, pieles, papeles, cartones, adhesivos o cual­
quier producto que no se haya probado y utilizado ampliamente a lo largo de
los años. Los tratamientos con productos químicos deben restringirse al máxi­
mo y sólo se ll�varán a cabo por personas cualificadas y de amplia experiencia.
Hay muchos productos químicos que «curan» milagrosamente en cuestión de
rninucos, pero a largo plazo pueden provocar daños irreversibles o la destrucción
del documento.
La naturaleza de los materiales

Rcpresenraáón gráfica de la fubricaáón del papel a mano en un rallcr del

El papel hecho a mano siglo XVI.

El papel es, actualmente, el material más importante y voluminoso, por cali­


dad y cantidad, en la mayoría de los fondos y colecciones de las bibliotecas y
archivos del mundo. Cada vez surgen con más fuerza e implantación popular las
tecnologías electrónicas, ya sea en forma de discos, cintas magnéticas o con la
digitilización de los diferentes tipos de textos, y aunque estos nuevos sistemas
están cambiando la manera de almacenar y registrar la información, tanto los
grandes archivos y bibliotecas como las pequeñas colecciones privadas, conti­
nuarán ocupándose y preocupándose por este noble y tradicional soporte
durante muchos años más, ya que gran parte de la historia, canco en occidente
como en oriente, está escrita sobre papel en forma de maravillosos libros irrepe­
tibles tecnológicamente.
Mucha gente, incluyendo los profesionales responsables de estos libros y
documentos, apenas sabe algo acerca de cómo se fabriC.:. el papel y qué materia­
les se utilizan en su elaboración. Por esta razón h_emos creído conveniente hacer
un breve apunte sobre su historia y los momentos y descubrimientos más signi­
ficativos en su evolución de forma que ayuden a conocerlo. La vida del papel,
en cualquiera de sus variantes, se puede equiparar en cierta medida con la de los
seres vivos: nace, respira, reacciona a las condiciones de su entorno, tiene una
duración de vida relacivamenre larga y luego, inevirablemence, muere.
18

Tradicionalmrntc: se atribuye su invención a Ts'ai-Lun, resi<ll"lllC: c:11 Lc:i-yan,


China, hacia el año 105 a. de J. C., aunque muchos expertos han seguid u la pis­
ca del papel a lo largo de codo el siglo II a. de J. C.. El nuevo invenco llegó a
Japón vía Corea en el año 61 O, y en el 751 unos prisioneros chinos recluidos en
Samarkanda revelan el secreto de la fabricación del papel a sus captores árabes.
El arte llega a Bagdad, donde Haroun-al-Rashid, quien mandó traer artesanos
de China, empieza a fabricar papel en el 793. El secreto liega a Egipto en el año
906 y de aquí pasa a Marruecos donde aparece en el año 11 OO. Los árabes
introducen el papel en Eurorya con la instalación en Xátiva, España, hacia el año
1151 del primer molino papelero. El arte de fabricar el papel se propaga rápida­
mente por toda Europa: se traslada con Fabriano a Italia en el 1276; a Troyes,
Francia, en el 1338; a Núremberg, Alemania, en el 1390; a Holanda en el 1405
y a Inglaterra en el 1494.
El papel se fabricaba, principalmente, bien con las fibras de plantas cales como
el algodón, el lino, la morera, bien con la madera y la paja. En occidente, cuando
se elaboraba manualmente, la mayor parce de las fibras se obtenían de trapos vie­
jos de algodón y lino, con un alto contenido de celulosa que es la parte funda­
mental de las paredes de las célúlas vegetales formadas por hidratos de carbono.
El algodón, yute, lino y ramio son casi celulosa pura y las frondosas y coníferos
úenen más del 50% de celcl.osa. Las moléculas de celulosa son polímeros com­
puestos por unas 2000 unidades (monómeros) de glucosa, formando una cade­
na. Las distintas cadenas se van uniendo lateralmente para formar la fibra.
El primer paso en la fabricación del papel a mano era la preparación de la pul­
pa -también llamada pasta papelera. En primer lugar los trapos, que eran la

Apartado de las diferentes calidades de trapo (Lalandc, CLAN EDITORIAL)


EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 19

Representación gráfica de un arresano haciendo una hoja de


papd a mano en la fam111 o molde.

materia prima, se rasgaban, posteriormente se convertían en una pulpa grumosa


(semi-pasta) y ésta, finalmente, se reducía a una pasta fina con la que ya se fabrica­
ba el papel. Antiguamente esto se lograba utilizando métodos manuales pero con
el tiempo se desarrollaron molinos con mazos de madera impulsados por agua
que deshacían con más rapidez y efectividad las fibras. En el siglo XVII se inventó
la llamada pila holandesa, una máquina de cilindro giratorio dorada en su superfi­
cie de cuchillas, de fácil construcción y manejo que, en unas cuatro horas, fabrica­
ba la misma cantidad de pulpa que antes se tardaba 24 horas en producir con los
mazos. La importancia de este máquina queda patente en el hecho de que este
mismo principio de la pila holandesa, debido a su sencillez y eficacia, sigue utili­
zándose, con nuevas variantes, en la industria papelera moderna.
Después del batido de la fibra convirtiéndola en esa pasta fina, ésta se volcaba en
una tina llena de agua donde se mantenía bajo una agitación continua a fin de que
las fibras no se apelmazasen y se asentasen en el fondo de la misma ya que esto
impediría al artesano conseguir una hoja de papel lo suficientemente homogénea.
Para conseguir sacar una hoja de papel de la tina con la pulpa disgregada el artesa­
no se valía de un molde, compuesto de un bastidor de madera y una serie de hilos de
bronce dispuestos de forma vertical y horiwntal; estos hilos, que dejan en el papel
seco unas líneas muy finas que son visibles al trasluz, eran los denominados ponti:wnes
(son las líneas más abundantes y juntas) y los corondeles (las líneas más espaciadas
entre sO. Todo el conjunto se encajaba finalmente en un marco de madera.
El artesano, sujetando el conjunto, marco y molde, por los lados opuestos, lo
sumergía verticalmente en la tina, poniéndolo en posición horizontal dentro de
20

ésra y extrayéndolo con la pulpa ya depositada sobre la uama de hilos. Lo sacu­


día emonces de izquierda a derecha y de adelante hacia atrás a fin de eliminar el
agua que sobraba de forma que, al escurrirse ésta entre la rejilla, arrastrase las
fibras en suspensión depositándolas de forma entrecruzada entre sí, lo cual crea­
ba una mejor unión de las mismas. El marco exterior que llevaba el molde evita­
ba el escurrimiento de las fibras por los bordes quedando así coda la fibra sobre
la rejilla.
La unión mecánica de las fibras conseguidas a través de las sacudidas de la
formadora no basta para mantener las fibras unidas entre sí, también actúan
otra serie de fuerzas imprescindibles: la unión de moléculas contiguas (este
fenómeno se llama enlace por puentes de hidrógeno), la cual se acrecienta a través
del prensado del papel y la unión debida a la tensión superficial y la acción
adherente que proporcionan las cargas químicas que se añadirán al papel.
Técnicamente, la hoja que reposaba sobre la rejilla del molde se podía llamar
papel. Pero necesitaba unos procesos intermedios para poder utilizarlo: el pren­
sado para eliminar el exceso de agua, el secado sobre cuerdas colocadas, normal­
mente, en una zona con una buera circulación de aire, el reapresto, que era una
cola hecha a base de huesos para eliminar la porosidad y, finalmente, el satinado
con un bruñidor de ágata o con el llamado rollo calandrador inventado por los
holandeses en el siglo XVIII. Con esrns pasos terminados, el papel estaba final­
mente listo para escribir sobre él o para ser usado en la imprenta.
Este proceso, empleando ligeras variantes en los tipos de fibra empleados así
como en algunos de los compuesrns que se añaden a la tina que contiene la pul­
pa de papel, se sigue manteniendo prácticamente idéntico en su funcionamien­
to tanto en los principales molinos papeleros de todo el mundo como en los
pequeños talleres que se dedican a la fabricación de los distintos tipos de papeles
hechos a mano. 1

Filigrana sobre la rejilla de la forma o molde emp\e:ida


para hacer hojas de papel.

Detalle de un papel hecho• n:.ano en d que se apre­


cian los restos sin desfibrar ir uno de los trapos de
.tl¡!odón ..:on los que se fahnm h hoja.
Proceso Je m:udid, de la pulpa de papel para asentarl.i
un,formemcntc ,obre la re1ill. de b fonna o molde.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 21

Pila holandesa. En este antiguo modelo aún es posible apreciar las ruedas dentadas que hadan girar el conjunto del engranaje.

Decadencia de la calidad del papel


Desgraciadamente, la calidad del papel ha ido en declive constante desde
finales del siglo XVIII. Anteriormente la fabricación de papel era un proceso
manual y se utilizaban en el mismo trapos de algodón y lino por ser unos mate­
riales con un alto contenido de celulosa. Las fibras que se refinaban en un moli­
no de pisones eran largas, fuertes y sin los aditivos nocivos que se emplearían
con posterioridad. Prueba de su durabilidad es que el papel fabricado antes de
esa época sigue fuerte y flexible.
Un fuerte crecimiento en la demanda de papel obligó a desarrollar e implan­
tar la mecanización de los procesos: se empezaron a utilizar procesos y materia­
les que dieron lugar a la fabricación de papel de pobre calidad. Así, la introduc­
ción del alumbre (sulfato alumínico potásico, una sal ácida que se descompone
en presencia de ciertos niveles de humedad formando así ácido sulfúrico dentro
del propio papel) para endurecer la gelatina utilizada en el encolado; el uso de
22

trapos de color (no bastaban los blancos existentes para satisfacer la fabricación)
obligó a usar, desde el año 1774, el doro -uno de los peores enemigos del
papel si no se eliminan cocalmeme los residuos del mismo durante el tratamien­
to-- para el blanqueo de estos trapos.
Ya a principios de 1850 el alumbre se combinó con la colofonia -una resina
obtenida de los pinos- para precipitar este material en las fibras. La colofonia
había reemplazado a la gelatina para encolar porque se podía añadir directamen­
te en la tina con la suspensión de fibras evitando su aplicación después de la for­
mación de las hojas, lo cual quiere decir menos trabajo y más rapidez de elabo­
ración y, por lo tanto, beneficio económico para el fabricante. Pero la combina­
ción del alumbre, una sal ácida, con la colofonia, un oxidante, provocaba una
friabilidad -fragilidad física- prematura y un oscurecimiento del papel fabri­
cado a máquina.
En 1719, René Réaumur, científico y naturalista francés, sugiere que la
madera podía ser una buena fuente de fibras después de observar que las avis­
pas. fabricaban «papel» de madera para construir sus nidos.
Al final del siglo XVIII y principio del XIX, Nicolas-Louis Robert en Francia
y los hermanos Fourdrinier, ent;e otros, desarrollaron la máquina papelera.º Las
primeras máquinas eran muy sencillas: se formaban las hojas sobre una cinca
continua hecha de trapos o con una rejilla metálica, dejando escurrir el exceso
de agua o utilizando una fuente de succión para eliminarla. Y aunque era un
proceso «mecánico» gran parte del mismo se tenía que hacer manualmente.
A mediados del siglo XIX se empezó a usar la madera para la fabricación del
papel barato; de hecho, dio unos resultados tan excelentes en la relación calidad
del papel-precio final del mismo, que en la actualidad la madera sigue siendo la
fuente principal de fibras celulósicas para la fabricación del papel. La pulpa,
conocida corno pasta mecánica, se obtiene de los troncos de los árboles, sin la
corteza, cuando se trituran con una rueda de piedra giratoria. La pulpa obtenida
por este método retiene todos los componentes de la madera, incluyendo la
dañina lignina, aunque algunos compuestos solubles en agua se eliminan duran­
te el proceso de la trituración.
Aunque la pasta mecánica es un producto inestable para la fabricación de
papel, hay una forma de convertirlo en otro más o menos estable. Es posible
producir un papel de una calidad bastante alta si se elimina químicamente el
contenido de lignina. La pulpa resultante, llamada pasta química de madera,
requiere el tratamiento de las astillas del t,ronco de madera. Se hace bajo presión
y altas temperaturas en una disolución de sales, normalmente de sulfuro sódico
o de sulfito sódico. Las fibras resultantes se dejan en una disolución acuosa y
luego se lavan para eliminar la lignina y otros compuestos que no contribuyen a
la estabilidad del papel.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 23

l·.1,·mplu Je I• JL1Jn 111Juc1JJ por un p•pcl de nu!J


GtliJ.,J u11i11..1Ju ,umo maraJor o .eñalador pmvisio­
nJI y <jUc- ,e <jucdó olvidado en d i111crior de un dic-
cionario de principios del siglo XX.

La acidez

La acidez provoca la pérdida de fuerza en el papel por un proceso llamado


hidrólisis -un término utilizado para describir la descomposición de una sus­
tancia por la acción del agua, en este caso las moléculas de la celulosa. Sus cade­
nas moleculares sufren una ruptura, el papel se debilita y se vuelve frágil y que­
bradizo. Es triste saber que a gran parte del papel fabricado hoy día se le estima
una vida media máxima de cincuenta años. ¡Menuda esperanza de vida cuando
se compara con la de los papeles de tiempos pasados que ya han cumplido
muchos cientos de años en un estado de conservación perfecto!
Se cree de un modo casi unánime que la época del papel verdaderamente
malo empezó desde mediados del siglo XIX en adelante y aunque, en general,
sigue siendo de mala calidad (siempre pensando desde el punto de visea de su
conservación futura), se están realizando grandes esfuerzos a escala internacional
por parte de la comunidad de conservadores del papel así como por otros secto­
res para mejorar la calidad del papel utilizado en la fabricación de los libros y
documentos oficiales. La calidad del papel decayó progresivamente debido a la
utilización del encolado de alumbre-colofonia y de la pasta mecánica, ambos
culpables de un contenido alto de acidez en el producto final.
Para agravar la situación existían, y existen aún hoy, otras fuentes de acidez:
los residuos de los productos químicos utilizados para blanquear; los gases pre­
sentes en la atmósfera que invaden las ciudades por la combustión de los deriva­
dos del petróleo que consumen los coches, calefacciones, etc.; las fábricas que
vomitan gases nocivos al aire cales como el anhídrido sulfúrico, los óxidos de
nitrógeno, los peróxidos y el ozono. Para más inri, hay otras fuentes menos
espectaculares y que, sin embargo, debilitan enormemente el papel: cienos tipos
de cintas usadas en la escritura; el contacto directo con materiales con un alto
contenido ácido cales como los papeles, las cajas o las carpetas fabricadas con pas­
ta mecánica; el contacto con objetos cales como cajas y estanterías de madera.
La acidez del papel se puede medir gracias a que los compuestos ácidos
producen iones de hidrógeno en una disolución acuosa. A la vez, su no aci­
dez, es decir, el contenido alcalino, también se puede medir. Lo que utili­
zan los conservadores o químicos en los laboratorios de restauración son
24

diferences tipos de medidores de pH, llamados pHmetros (léase (<peachíme­


tro») que tienen una pantalla de lectura de medición acoplada a un electro­
do que se coloca sobre la superficie del papel a medir. Un valor de pH 7
indica un punto central o neutro, es decir, ni alcalino ni ácido, un valor
muy satisfactorio. Un pH inferior a 6 indica la presencia de acidez; un
valor superior a 7 indica la presencia de alcalinidad, un estado deseable
dentro de ciertos límites.
El profesional no-conservador o el particular tiene una serie de medios a
su alcance que puede utilizar sin tener que comprar instrumentos poco ase­
quibles tanto por su precio como por el rendimiento que podrán extraer de
los mismos. Más adelante,,en el aparcado "Algunos instrumentos para medir la
acidez y las condiciones ambientales presentes en las salas y los depósitos", descri­
bimos diferentes sistemas de fácil uso y con precios al alcance de cualquier
bolsillo.

El papel moderno

La calidad del papel al iniciarse el siglo XX, y hasta la mitad del mismo, con­
tinuó siendo precaria puesto que los papeleros seguían haciendo un producto
muy inestable químicamente. No se les puede acusar de ser los principales res­
ponsables puesco que estaban respondiendo a la presión económica --este papel
era mucho más barato de producir y, por lo tanto, de comprar- impuesta por
los editores de libros, revistas, periódicos, etc. La venta y '"ampra de papel ácido
era hasta ese momento un hecho inexorable.
Pero había personas conscientes del peligro que representaba la fabricación
de libros utilizando papel inestable, que dieron la voz de alarma.
Uno de ellos fue un indomable científico español, el doctor Amalio Gimeno.
Fue, quizá, uno de los primeros en dedicar su tiempo al estudio de las causas
físicas y químicas del deterioro de los libros. En 1932, durante un discurso ante
la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, enumer6 las causas del
deterioro de los libros: el polvo, la humedad, las temperaturas altas y el alum­
brado de gas. A la vez que acusaba a la industria papelera de plantar la "semilla
de la destrucción" en sus productos y citó un estudio llevado a cabo en 1924
por la Escuela Central de Ingenieros Industriales en el que se comparaba el
papel fabricado a máquina frente al papel hecho a mano.
Al leer el estudio, que había sido encargado por el Ministerio competente,
el doctor Gimeno concluyó que ninguno de los procesos mecánicos seguidos
en la fabricación del papel era culpable de la pobreza del mismo. La culpa
había que buscarla en la naturaleza de la fibra utilizada, en el reapestro y en
las cargas químicas que utilizaban los fabricantes de papel. Los ingenieros
recomendaron que el Gobierno estableciera normas para la fabricación del
papel para evitar su prematuro deterioro. La recomendación, según el doctor
Gimeno, "cayó en el vacío".
Hubo mejor suerte allende los mares. En 1959 el Council on Library Sources
(Consejo de Recursos Bibliotecarios) de Estados Unidos, inquieto por el mal
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 25

esc::i<lo general del papel usado para la elaboración de libros, solicitó una investi­
gación científica. La rarea fue encomendada a William J. Barrow, investigador,
como su homólogo español, de las causas del deterioro del papel.
Barrow llevó a �bo una investigación cuyas conclusiones eran desalentadoras: uti­
lizando un cierro· �úmero de libros publicados entre los años 1900 y 1939, observó
que el 90% de los libros se había hecho con un papel con una esperanza. de vida
aproximada de 50 años y que sólo el l% del papel investigado podía clasificarse como
durable. El siguiente paso fue el desarrollo de una pasea tratada químicamente para
que fuera igual o superior al papel de alca calidad. La investigación, hecha conjunta­
mente con químicos industriales, confirmó que esca mera era posible con la selección
de una pulpa con una mayor resistencia de sus fibras, con el refino -un proceso con
el que se consigue que la fibra sea más o menos «pura.»-- cuidadoso de su celulosa, la
utilización de un reapresco sintético en lugar de la combinación alumbre/colofonia y
con la introducción de cargas de carbonato para neutralizar cualquier residuo ácido.
El cambio por parte de los fabricantes de papel no tuvo lugar de un día a
otro. Tenían la capacidad tecnológica para fabricar un papel sin acidez con las
especificaciones deseadas, pero preveían un problema: el estrictamente econó­
mico. Para absorber los gastos de un cambio de los procesos, ¿cuánto papel libre
de ácido, seguramente más caro, compraría realmente el consumidor?
Mientras tanto, los responsables de los principales archivos y bibliotecas en
muchas partes del mundo, junco con los conservadores, administradores de con­
servación y organizaciones afiliadas, presionaban a los políticos y a los fabricantes
para que reconocieran la necesidad de hacer y utilizar el papel libre de ácido. Esta
inquietud se tradujo en la obtención de compromisos por parte de las Adminis­
traciones de diferentes países para la implantación de unas normas estrictas res­
pecto a la fabricación y el uso de papeles de calidad permanente para la documen­
tación de un determinado valor, generada por los diferentes organismos públicos.
En Estados Unidos, uno de los países pioneros en la búsqueda de un papel de
mejor calidad, tanto por el interés de los profesionales relacionados de un modo u
otro con los libros como por el poder económico para llevar a cabo su desarrollo e
implantación, fue un camino largo y dificil de atravesar. Sin embargo, en el mes
de octubre de 1990, una resolución política sobre la necesidad de utilizar el papel
permanente fue convertida en una Ley Pública (núm. 102-423) que regulaba las
normas a seguir en la fabricación y en el uso estatal para dos tipos de papel.
En primer lugar, la obligación de usar papeles permanentes libres de ácido, con
un pH no inferior a 6.5, para publicaciones federales a las que se les estime un
valor documental permanente; en segundo lugar, la obligación de usar papeles de
calidad de archivo libres de ácido para aquellos documentos federales a los que se
les asigne un valor documental permanente. Los papeles así designados son
aquellos con un valor de pH no inferior a 7.5 y con una reserva mínima de car­
bonato cálcico del 2% (el cual actúa como una barrera protectora frente a los
residuos ácidos) más ciertos requerimientos físicos cales como una cierra resis­
tencia al plegado, al desgarro y el mantenimiento de su color.
Finalmente, conviene destacar que el 8 de septiembre de l 996, el Nacional
Archives and Records Adminiscracion (Administración Nacional de Archivos y
26

Documentos) publicó una guía para la aplicación de la Ley Pública (núm. 1 O 1-


423) que daba las siguientes definiciones sobre los papeles estables:
Papel alca.lino:
Papel con una duración de, por lo menos, 100 años bajo condi­
ciones normales de utilización )' almacenamiento. El papel alcali­
no no tiene en su composición pasta de madera mecánica, con
un valor pH mínimo de 7 y una reserva alcalina de un 2% o más.
Papel genérico:
Papel sin un valor de pH específico y sin reserva alcalina. La
duración del papel genérico varía y es incierta pero muchos osci­
larán entre 50 y 100 años. Este tipo de papel es el empleado para
la elaboración de guías telefónicas, anuncios, boletines, etc.).
Papel permanente:
Papel que durará cientos de años sin un deterioro significativo
bajo condiciones normales de uso y almacenamiento. El papel
permanente no contiene pasta de madera mecánica, tiene un pH
de 7 .5 o más, c�n una reserva alcalina del 2% o más, y otras pro-·
piedades de comportamiento que permiten la utilización y conser­
vación de los documentos durante un enorme período de tiempo.
En Australia, desde 1991 y después de una larga pugna por parte de los conser­
vadores, archiveros y bibliotecarios para que se fabricara papel permanente, l�
batalla se ganó. La Asociación Nacional de Fabricantes de Papel y de Pulpa ha
redactado una lista de normas que deberán cumplir aquellos productos elaborados
por las industrias papeleras que quieran obtener la denominación de permanentes.
En Canadá, en enero 1992, el Ministerio de Comunicaciones anunció su
decisión de usar a nivel nacional el papel permanente para los documentos de
un valor documental permanente, y delegó en sus Archivos Nacionales para que
éstos decidieran, en concomitancia con otras agencias gubernamentales, qué
tipo de documentos requerirían tal tipo de papel.
En Europa, el European Librarians and Publishers Working Group -
ELP- (Grupo de Trabajo de Bibiotecarios y Editores Europeos) anunció que
el uso del papel libre de ácido, resistente al envejecimiento, es urgente y publi­
có al respecto una lista de recomendaciones como base para la salvaguarda a
largo plazo de la palabra impresa. El ELP ha recalcado que las normas relativas
al papel deben ser compatibles dentro de fa Comunidad Europea y que la pro­
ducción del papel libre de ácido es cada vez mayor y más asequible económica­
mente, por lo que el precio no puede continuar siendo una objeción para el
uso de dicho papel.
Acrualmente en España, los diferentes tipos de papeles y cartones disponibles comer­
cialmente se describen de varias maneras según la calidad atribuida a los mismos por los
fabricantes: pemument-es o libres de ácido, o también como papeles alcalinos o papeles de
calidad de archivo. A veces se combina un término con el otro con lo que se genera cier­
ta confusión para los compradores. En la jerga de la conservación se suele usar el térmi­
no papel alcalino en lugar de papel libre de ácido por ser técnicamente más preciso.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 27

. ,
LI
_,¡;.

Ejemplo de la acción de,'a.Stadora de una rima ferrogálica en un documento manuscrito.

Las tintas
En este apartado hemos querido incluir aquéllas que han tenido, y tienen en
la actualidad, un uso más amplio y que, por lo tanto, son más fáciles de encon­
trar en los diversos tipos de documentos, ya pertenezcan a colecciones públicas
o privadas. Aparte de su descripción hacemos una sucinta enumeración de los
problemas que se suelen plantear en su conservación.
Tintas de carb6n. La tinta de carbón es la más antigua de las tinta� para
escribir. Es permanente, sólida a la luz y no daña el papel. La mayoría de estas
tintas son suspensiones de negro de humo en goma arábiga (un aglutinante
soluble en agua fabricado del árbol acacia). Antiguamente, las tintas chinas se
fabricaban de hollín de carbón mezclado con cola vendiéndose en forma de
barritas; al diluirlas en agua se hacía tinta. Cuando el aglutinante envejece,
empieza a perder su capacidad de adhesión, lo cual se traduce en un desprendi­
miento más o menos perceptible del pigmento. Este fenómeno es apreciable
fácilmente si se pasan las yemas de los dedos sobre la superficie del papel: en
ellos se quedará un ligero rastro negro.
Tmtas ferrogálicas. La tinta ferrogálica se fabri.caba a partir de una mezcla de
sulfato ferroso (vulgarmente conocido como caparrosa verde) con las agallas del
roble y con agua; el extracto se mezclaba con goma arábiga para espesar la diso­
lución. Esca tinta permanece durante siglos pero es susceptible al descolora-
28

miento. Cuando se seca tiene un intenso color negro pero a largo plazo cambia
a color marrón. El producto químico que se utiliza en su elaboración -el sulfa­
to ferroso- se oxida para formar ácido sulfúrico, el cual quema el papel y pue­
de dar lugar a su destrucción (lo perfora, literalmente}. Cómo detener este pro­
ceso es uno de los principales retos para la comunidad conservadora y restaura­
dora del papel en España y, en general, en todos los países con una documenta­
ción de similares características, pues cientos de miles de hojas de papel se ven
en grave riesgo de desaparición por su causa en la actualidad.
Tintas de imprenta. Antiguamente, las tintas de imr ·enta se fabricaban de
hollín o carbón hervidos en linaza. Las tintas se oxidaban con el oxígeno del
aire durante el secado, produciendo una imagen bastante estable. En cambio,
las tintas de imprenta modernas contienen aditivos o sustitutos necesarios para
un secado rápido debido a la velocidad de trabajo de las imprentas actuales.
Son menos permanentes que las tintas de imprenta antiguas que no tenían
tales aditivos.
Tintas modernas. Las tintas modernas se fabrican en base a multitud de
recetas y fórmulas. Como resu\tado, varían en sustancia, apariencia y perma­
nencia. Cierto tipo se fabrica especialmente para plumas estilográficas con la
coletilla de permanentes utilizando sulfato de hierro y ácido tánico. Sin embar­
go, los colorantes que llevan para entonar provocan que las tintas se corran
sobre el soporte al mojarse éste. Algunas tintas para escribir no son más que una
disolución acuosa de uno o más colorantes. Otras supuestas tintas permanentes,
como aquellas fabricadas con compuestos férricos, se disuelven en agua a no ser
que hayan envejecido. En cuanto a las tincas de colores, la mayoría son solubles
en agua con o sin envejecimiento.
Las tintas para los bolígrafos son una mezcla de tintes para inhibir su fácil eli­
minación. Sin embargo, son solubles en varios tipos de disolventes. Existen tin­
tas comerciales que son permanentes pero sólo son aptas para utilizar con plu­
milla. Las tintas de cintas para máquinas de escribir se elaboran con· pigmentos
suspendidos en un tipo especial de aceite, se secan por absorción dentro del
papel y son permanentes.
Las llamadas tintas pennanentes de calidad
de archivo soil tincas químicamente esta­
bles, elaboradas con un material inorgá­
nico, resistentes a la luz, el calor y el agua
(algo muy apreciado por los expertos en
conservación puesto que garantizan su
estabilidad en caso de que se mojen acci­
dentalmente de forma que no dañen al
resto del documento}. Están libres de
impurezas que afectarían la permanencia
del papel y no se deterioran a largo plazo.
Pruebas de laboracorio pan comprobar la cscabilidad de divcl'S2S tincas Estas tintas se utilizan para poner
tampón frente a l a acción d d agua y d ccanol. improntas en libros y documentos.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 29

Dos momentos de la elaboración de un pergamino


en un taller de mediados del siglo XV1 según un
grabado alemán de la época. En el primero se
observa una primera limpieza y raspado de la piel
antes de su tratamiento químico. En el segundo se
pueden apreciar las pieles ya tratadas en el momen­
to de su limpieza final y secado bajo la tensión de
los bastidores.

Las pieles animales

Desde finales del siglo XVII hasra el siglo XIX la demanda de pieles aumentó,
provocando la masificación en la producción que conllevó, al igual que ocurrió
con el papel, una merma notable en la calidad de las pieles a partir de ese período.
Se introdujeron métodos rápidos en el cunido y secado que eliminaron las sales
protectoras; esto acortó la vida de la piel debido al ácido sulfúrico introducido
durante el proceso de fabricación. Otro factor decisivo fue la creciente contamina­
ción ambiental debida a la implantación de fábricas y el desarrollo de máquinas
de codo cipo que emitían productos de deshecho por combustión del perróleo.
Las pieles normalmente utilizadas hasta finales del siglo XV fueron de becerro.
Son pieles que se caract:erizan por t:ener poco grano y por ser muy apeas para el
dorado pero son blandas y delicadas. Otras pieles muy usadas han sido la de cabra,
empleada desde el siglo VII, y la badana -la piel de la oveja- que se caracteriza
por ser blanda y porosa. A esra últ:ima se la puede crear grano artificialmente para
imitar el de las pieles de mejor calidad, pero carece de la resistencia de éstas.
30

Pieles de curtido vegetal. Éstas son pides que se han elaborado con caninos
cales como la corteza o las agallas del roble, proceso utilizado para transformar
el colágeno y ciertas proteínas en una piel acabada. El empleo del curtido vege­
ral para fabricar pieles aptas para la encuadernación de libros fue de uso corrien­
te hasta el siglo XIX. Las pieles más estables se fabricaron hasta el siglo XVI,
también con curtido vegetal, gracias a sus lentos procesos de elaboración.
Piel de cerdo curtida con alumbre. El curtido de la piel del cerdo se hace
mediante sales de alumbre o con una disolución acuosa de alumbre potásico. El
tratamiento produce una piel blanquecina muy resistente y apta rara encuader­
nar aunque sea algo difícil de trabajar, especialmente a la hora de rebajar y chi­
flar. Con el tiempo, adquiere un color cremoso pero, a la vez, atractivo.
Pergamino y vitela. Estas pieles se utilizaron ampliamente, entre otras muchas
cosas, como soporte para escribir manuscritos y para encuadernar libros durante la
Edad Media. Existe una cierra confusión sobre lo que se considera qué es la vitela:
la auténtica es la elaborada a partir del lado carnoso de una piel exfoliada de una
ternera de no más de seis semanas de edad generalmente. Esta piel se limpia y
macera en una disolución de cal para mejorar su conservación, tras lo cual es cuida­
dosamente raspada para eliminar Í:odo rastro del pelo del animal; finalmente se
dej:.. secar en llI1: bastidor especial bajo tensión. La vitela más fina (algunas, especial­
mente las italianas, parecen casi papel) se elaboraba a parcir de la piel de la ternera
no nacida y, durante la Edad Media, también se hacía con el intestino del buey.
El pergamino, normalmente, se hacía con la piel no exfoliada de las ovejas.
Se usaba tanto para cubrir libros como para hacer de soporte de la escritura y
decoración de los manuscritos. El ¡.,ergamino se elaboraba de la misma manera
que la vitela: se limpiaba la piel, se favorecía su conservación mediante la mace­
ración con cal, se raspaba y se dejaba secar bajo tensión en un bastidor.
Estas pieles son fuertes y durables pero muy sensibles a los cambios de humedad
del entorno donde se guarden, especialmente si estos cambios son bruscos. Pueden
sufrir tremendas contracciones, y formar ondulaciones o arrugas que afectan grave­
mente tanto a las encuadernaciones como a los manuscritos iluminados, llegando a
provocar el desprendimiento de la capa pictórica en los mismos. Esto es debido a
que el cambio estructural que sufre el pergamino cuando se seca bajo tensión duran­
te su elaboración se deshace cuando en el ambiente hay una humedad excesiva.

Las telas
Dos son los tipos de telas que más ampliamente se han utilizado para hacer las
cubiertas de los libros: las telas tratadas con piroxilina y las telas impregnadas con
almidón. Ambos tipos utilizan la cela de algodón como base. Las celas tratadas
con piroxilina son de una calidad superior debido a su fuerza y su resistencia al
ataque de insectos u hongos. Las telas impregnadas con almidón tienen una
durabilidad inferior y se utilizan, fundamentalmente, para cubrir libros baratos,
se manchan fácilmente con agua y son propensas a ataques de insectos y hongos.
Otras telas para cubrir libros son el terciopelo y la pana; también se han usado
el lino, el algodón y la seda para reforzar mapas, planos y documentos frágiles.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 31

Distintos tipos de celas y cincas c�rnleadas en la encuadernación.

Los adhesivos

Con este término genérico se describen una enorme variedad de sustancias


capaces de adherir un material a ouo mediante una acción mecánica o química
o por acción de ambas. Se pueden activar con agua, mediante disolventes no
acuosos, por presión o con calor. También se pueden clasificar por la tempera­
tura requerida para su endurecimiento (frío, calor o temperatura ambiente), por
el tipo de disolvente a utilizar (ya sea el agua u otros disolventes orgánicos), por
la manera de aplicación (brocha, spray, etc.) y por su origen (animal, vegetal,
sintético).
De la amplia gama de adhesivos disponibles, se han seleccionado los siguien­
tes por ser los más adecuados y de más frecuente uso en la conservación:
Engrudos. Es, quizá, el adhesivo del que se tiene más antigua constancia de
uso ya que se venía utilizando en oriente varios siglos a. de J. C. Poseen cierta
flexibilidad dependiendo del método de preparación (como anécdota baste
deci� que los japoneses, para montar sus caligrafías sobre seda, elaboran un tipo
especial de engrudo que tarda ¡diez años! en adquirir la flexibilidad necesaria).
Son solubles en agua caliente, por lo que se consideran reversibles. Son de una
adherencia fuerte y pegajosa y, aunque susceptibles de infección fúngica bajo
condiciones extremas de humedad y temperatura, se usan abundantemente en
32

la encuadernación y reparación de documentos por su magnífico comporta­


miento. Los más usados son los de arroz y trigo aunque actualmente ha empeza­
do a extenderse el uso del de maíz.
En España, se ha desestimado durante muchos años su uso en la restauración
y la conservación debido a los supuestos ataques de hongos e insectos que pade­
ce. Es cierto que en regiones con condiciones climáticas extremas (mucha
humedad y calor) se producen este cipo de ataques, pero no es menos cierro que
estos ataques se producen en todo el bloque del libro (papel, piel y engrudo). De
hecho, la celulosa y el alm·· ión presentan una estructura química muy similar.
Metilcelulosa. Es un adhesivo sintético obtenido químicamente de la celulo­
sa natural. Al secarse permanece flexible siendo reversible en agua. A menudo se
mezcla con colas sintéticas, como el acetato de polivinilo, para mejorar sus
· características de adhesión. Al no ser susceptible a los ataques de hongos se utili­
za para la reparación de documentos en aquellos países con condiciones climáti­
cas extremas que desaconsejan el uso de los engrudos.
Acetato de polivinilo. Es una resina sintética disponible en forma de emul­
sión que se diluye muy bien en agua. No requiere preservativos ni fungicidas
porque no se deteriora fácilmente y prácticamente no es susceptible al ataque de
insectos o de hongos. Es un buen adhesivo para superficies porosas y no porosas
pero difícilmente reversible; la gran mayoría se hincha en agua pero no se
disuelve, aunque recientemente han aparecido en el mercado algunas variantes
que se venden como solubles en agua aunque su fuerza de adhesión es algo
menor. No se considera apropiado para la restauración de documentos de valor
aunque sí tiene un amplio uso en el mundo de la encuadernación moderna.
Los enemigos de los libros y de los docu­
mentos y la batalla por su neutralización

Las colecciones de libros y documentos contienen una amplia gama de mate­


riales orgánicos -sustancias cuyo componente constante es el carbono- que
incluyen pieles, pergaminos, papeles, telas, adhesivos, etc. Por desgracia, estos
materiales con el transcurso del tiempo, debido a que se componen de un com­
plejo de polímeros moleculares (un polímero es una macromolécula), por su
naturaleza, envejecen y se deterioran hasta llegar a la ruptura de sus cadenas
moleculares. Este fenómeno se llama despolimerización. La velocidad de dete­
rioro depende de la estabilidad inherente al material, en combinación con cier­
tas inflm...cias externas tales como el ambiente y las condiciones de uso y de
almacenaje.
Es difícil cambiar el carácter intrínseco de los mai:eriales, pero, y esto es
muy importante, se puede trabajar firmemente para controlar los factores
externos que aceleran la degradación y para retardar este envejecimiento. Los
factores ambientales que apresuran el deterioro incluyen la temperatura, la
humedad, la luz -la natural y la artificial-, la contaminación y los agentes
biológicos.
Cada uno de estos factores, si no es controlado, puede provocar por sí sólo
daños específicos. Pero combinados entre sí pueden provocar daños muy graves,
a veces irreversibles, en los documentos gráficos. Por ejemplo, la velocidad de
muchas reacciones químicas depende de la temperatura y la presencia de agua
en forma de vapor (esta presencia se expresa en tantos por ciento y se denomina
humedad relativa). Así, la combinación de una temperatura y humedad altas
acelera la acción química del encolado con resina/ colofonia para generar ácido
sulfúrico en el papel.

La humedad relativa y la temperatura


En realidad, no existe la solución perfecta para su control. Una de las razo­
nes es que los fondos y las colecciones de libros y documentos se componen de
una gran variedad de materiales que responden de distintas maneras a los cam-
34

Ejemplo típico de la acción del agua en una hoja de papel manuscriro. El tono más oscuro corresponde a las zonas más afectadas por el
agua en las que la suciedad intrínseca del papel ha dejado esas marcas.

bios del ambiente de su entorno. En esta categoría se encuentran, entre otros,


los libros escritos o impresos en papel y encuadernados con pieles o con perga­
minos; todos los materiales «secundarios» restantes de la encuadernación -
adhesivos, broches metálicos, etc.- requieren de un medio ambiente adecua­
do propio.
El ambiente ideal para el control sería aquel en el que predominase el frío,
como sería el caso de una cámara frigorífica, en donde las reacciones orgánicas
se ralentizan. La desventaja de esta solución es que, cuando un investigador en
una institución o un particular en su biblioteca privada quisiera estudiar un
documento así mantenido, al ser éste trasladado a un ambiente con temperatura
normal, pongamos a 20 ° C, surgiría un grave problema de condensación de
humedad en el documento -fenómeno natural que aparece cuando un objeto
muy frío se introduce en un ambiente cálido.
Lo práctico es la búsqueda de una temperatura que, si bien no será la ideal, al
menos no comprometerá la integridad del material bibliográfico. Todo buen
aficionado a los libros sabe que en muchas ocasiones un libro o documento se
han conservado en un estado excepcionalmente bueno gracias a una lenta adap­
tación al entorno en el que han sido almacenados por decenas, a veces cientos,
de años aunque este entorno no sea el más apropiado para su conservación
según los cánones científicos. El peligro reside en extraer estos documentos de
este entorno de forma traumática.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 35

La humedad relativa trabaja en pro y en cunera de lm libros y los Jocuna:n­


cos. La complejidad del problema provoca paradojas: la humedad relativa baja
puede provocar la rigidez de un pergamino, mientras que el manccnimielltO de
una humedad más o menos alca le devolverá su flexibilidad. Pero este nivd de
alta humedad relativa puede acelerar la velocidad de las reacciones químicas
degradantes, favoreciendo un ataque de hongos.
La prestigiosa Norrheast Document Conservation Center (Centro Nordeste
para la Conservación de Documentos), con sede en Estados Unidos, confirma
que las autoridades científicas no están de ac. .1erdo con cuáles son la tempea.ru­
ra y la humedad relativa ideales. Tras examinar exhaustivamente toda la infor­
mación disponible a través de multitud de ensayos científicos han llegado a la
siguiente conclusión: la temperatura debe ser estable con un valor no superior a
20° C y la humedad relativa debe situarse entre un mínimo del 30% y un máxi­
mo del 50%.
El término estable es fundamental en este caso: los científicos insisten en la
importancia que tienen unos valores permanentes: si, por ejemplo, se tienen

Manchas de humedad en el techo de un depó­


sito de una biblioteca debidas a filtraciones de
agua de las cañerías del edificio.
36

unos valores medios de 15° C de temperatura y un 45% de humedad relativa,


hay que esforzarse para que se mancegan así puesto que una fluctuación de 5°C
en la temperatura o de un 15% de humedad relativa suponen, en realidad, fluc­
tuacioh� de más del 30% en el ambiente. En este supuesro, aunque la docu­
mentación se encuentre entre los valores establecidos como seguros, en realidad
estaría sufriendo más que si se encontrase almacenada con una temperatura de
25°C y una humedad relativa del 55% estables.
Estos niveles, que son aceptables para la gran mayoría de los materiales que
se pueden encontrar en un depósito, tienen en cuenta los siguientes factores:

-Las fluctuaciones recomendadas no provocan tensiones indeseadas en los


materiales ni en sus interrelaciones.
-Una humedad relativa entre el 30% y el 50% es lo suficientemente alca
como para evitar el secado de los materiales.
-Además, una temperatura de 20°C no acelera indebidamente las reacciones
químicas dañinas y es lo suficientemente agradable para el trabajo del hombre.

Por desgracia, el sistema de climatización necesario para mantener estos niveles


de temperatura y humedad relativa no es fácilmente asequible o factible para codo el
mundo. Una alternativa sería la utilización de humidificadores, deshumidificadores
y de unidades portátiles de aire acondicionado. Pero estos medios tienen sus limita­
ciones y dillcilmente mantienen las condiciones deseadas en espacios muy amplios.
Pero en aquellos casos donde el archivero, el bibliotecario, el librero o el
coleccionista particular no dispone de los medios para adquirir estas máquinas
más o menos sofisticadas, ¿qué puede hacer?
Primero, familiarizarse con las condiciones ambientales en donde están guar­
dados sus libros y sus documentos a través de la medición periódica de la hume­
dad relativa y la temperatura del depósito, biblioteca, etc. Esto se hace mediante
un instrumento, bastante asequible, tanto en su coste como en su manejo, y de
gran pn:cisión, que se llama psicrómetro. Las lecturas deben anotarse para así
tener un testimonio fiable de las variaciones anuales de las temperaturas y de las
humedad.es relativas.
Si la temperatura supera la normas recomendadas, hay varias cosas que se
pueden hacer para paliar la situación:

-Se debe buscar la circulación del aire dentro del depósito para eliminar las
bolsas de aire estancadas -un detalle muy importante debido a que estas
bolsas suelen tener sus propios microclimas con una temperatura y hume­
dad relativa altas.
-Se deben abrir las ventanas en ambos lados del depósito o de la habitación,
tmiendo en cuenta la dirección de los vientos dominantes, si los hay. Si
fu.era necesario, se pueden utilizar ventiladores eléctricos, siendo los de
ventana los más útiles.
Si dsol incide directamente sobre el depósito o la sala donde están guardados los
librosycdocumentos, se deben buscar aquellos métodos que reduzcan al máximo los
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 37

rayos del sol y que, además, logren bajar la temperacura del recinto. Todos estos
métodos también ayudan a bajar la humedad relativa. En caso de que ésta continua­
se siendo alta, se debe considerar la posibilidad de utilizar uno o más deshumidifica­
dores, en función de los metros cúbicos del recinto. Hay países en los que existe un
servicio de alquiler de estos aparatos ofrecido por las tiendas que venden electrodo­
mésticos. En España los proveedores de estos aparatos asesoran sobre la capacidad de
los diversos modelos e indican cuál es el que mejor se adapta a cada circunstancia.
El hecho de que un recinto tenga una humedad muy baja se refleja especial­
mente en k; libros que suelen tener, como es normal, cierta cantidad de hume­
dad. Si a los libros le falca esta humedad, se puede oír claramente el crujido de
sus lomos secos al abrirlos. Además el papel del libro o del documento seco tie­
ne un tacto distinto, falcándole flexibilidad. Se puede remediar esta situación
con el uso de un humidificador del tipo de los que se usan en los hogares o, al
menos, se pueden colocar bandejas o cubos llenos de agua en varios puntos del
depósito para aumentar la humedad relativa.
Muchas colecciones suelen ubicarse en sótanos donde apenas hay circulación
del aire y con un aleo contenido de humedad. La temperatura varía con la época
del año aunque en los sitios bien cerrados los cambios no son tan perceptibles
como en el caso de la humedad.
La humedad de los depósitos de los libros en muchos casos proviene del exte­
rior del edificio debido, entre otros motivos, a regadíos, filtraciones, etc. que
atraviesan los muros, quizá no en forma de grandes manchas de humedad sino
que simplemente pueden surgir como sutiles condensaciones de agua en las
paredes. Está claro que las anomalías estrucmrales del edificio que favorecen
este hecho deberi corregirse. Una solución de urgencia, jamás definitiva, es la de
pintar los muros con productos impermeables. La circulación del aire es aún
más importante en aquellos casos donde el sótano no tiene ventanas u orificios
para facilitar la circulación del aire en el interior.

L, luz miar Jq;rJJ.1 v .ln:ulor.1 lo, lihrm �xpu�-,;ms • db.


38

Ekctu J.:culurJnt,· J,· IJ lu, dd ,ul


,nlirc d lomo Je un liliro ,·n.u,Jcr­
nado con rcla. Esrc mismo Í<:nóme-
110 "' Ja sobre los libros encu;,Jcr­
nados en piel, espccialmcmc si óra
es[á curtida con 1aninos ,·ege1ales.

La luz
La luz que se utiliza para iluminar las salas y los depósitos donde se guardan
los libros y documentos proviene principalmente de dos fuentes: una es natural
y otra artificial. Por ser tan normal en nuestras vidas tratamos la luz con cierra
indiferencia. Sin embargo, de entre los agentes físicos y químicos dañinos para
los documentos gráficos, la luz es sin duda el más pernicioso.
El daño se manifiesta de dos maneras: en primer lugar, por el deterioro
más conocido y fácilmente apreciable -el cambio de color que sufre el papel
expuesto a la luz. Todos lo hemos visto en alguna ocasión: ya haya sido por
el blanqueo del papel, por su amarillamiento o por su oscurecimiento. El
daño no se limita al soporte, también los elementos sustentados se ven afec­
tados: las tintas y los colores, en general, de cualquier tipo de obra enmarca­
da y colgada en una pared durante _mucho tiempo se desvanecen perdiendo
su tonalidad, brillo e intensidad originales llegándose, en ocasiones, a la casi
ilegibilidad de los mismos. Los lomos de los libros, ya estén encuadernados
en piel, tela o papel, se decoloran en las estanterías expuestas a la luz, crean­
do grandes contrastes con las tapas del libro que no lo han sido. El segundo
daño es el envejecimiento prematuro del papel: éste se vuelve quebradizo,
junto con el decoloramiento ames comentado, produciéndose el debilita­
miento de su estructura debido a la ruptura de las cadenas moleculares de la
celulosa.
Por si faltaba algo, los daños que ejerce esta especie de jinete del Apocalipsis
no cesan cuando llega la puesta del sol o cuando se apaga la luz del depósito
puesto que el deterioro, que tiene una carácter químico, es acumulativo e irre­
versible. Este fenómeno se llama degradación fotoquimica.
Aunque rodas las longitudes de onda de la radiación de la luz provocan
daños, la enemiga número uno es la radiacion ultravioleta (UV) por su potente
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 39

energía. No es visible pt:ro prw:ba de que existe es la piel achicharrada de los


turistas que han tomado más sol español de lo debido. El sol y las lámparas
fluorescentes son fuentes de altísimas emisiones de energía UV. Los conservado­
res miden la cantidad de radiación UV con un aparato llamado uftraviolimetro.
La comunidad científica ha determinado que los libros y documentos no deben
recibir más de 75 microvacios por lumen. (Querido lector, no se preocupe si
esto le parece demasiado complejo, lo realmente importante es saber que se han
puesto límites en la cantidad de rayos UV que pueden aguamar los libros y
documentos 5in daños irremediables para su estructura).
Cuando se miden y controlan las radiaciones UV, se hace, a la misma vez, la
medición de la luz visible. Esta última se mide en lux (unidad internacional de
iluminación o de iluminancia) y su lectura se puede obtener, bien mediante un
dispositivo muy conocido por los entusiastas de la fotografía, el luxómetro, que
incorporan las máquinas réflex de fotografía en forma de fotómetro, o bien
usando un dispositivo portátil específico. El lux es la cantidad de luz recibida
sobre una superficie determinada iluminada con una fuente cuya emisión de luz
es constante.
La cantidad de luz visible que debe incidir sobre los objetos de arte según
recomiendan los científicos, generalmente, es la siguiente:

La lu1., artificial o nacural, si incide direccameme sobre los


libros los deteriorará rápidamente.

Amarilleo de un papel de mala cali­


dad expuesto parcialmente a la
acción de la lui. solar.
40

-para los materiales sensibles a la luz se aconseja un máximo de 50 lux. En


esca categoría se engloban las acuarelas, los manuscritos, el guache, las
miniaturas y materiales cales como las pieles ceñidas.
-para aquellos materiales menos sensibles, se aconseja una exposición máxi­
ma de 150 lux. En esta categoría se engloban las pinturas al óleo, las pin­
curas a la tempera, las pieles no teñidas, el marfil y los utensilios de hueso.
A modo de síntesis diremos que: el sol emite radiaciones visibles y un alto por­
centaje alto de radiaciones infrarrojas y UV; /,as lámparas fluorecentes emiten radia­
ciones visibles, muy pocas radiaciones infrarrojas, y en general, un porcentaje alto
de radiaciones UV; Ú1.s lámparas incandescentes de tungsteno emiten radiaciones
visibles, un porcentaje alto de radiaciones infrarrojas y muy pocas de UV. La más
peligrosa de todas es la luz del día en cualquiera de sus formas: el sol directo, cie­
los nublados, luz del norte, luz difusa, etc. La luz artificial no es menos peligrosa:
tan sólo tarda más tiempo en producir los mismos efectos devastadores.
Dicho todo esto, ¿qué puede hacer el profesional no-conservador, el librero o
el coleccionista? La situación ideal sería la de disponer de un depósito sin venta­
nas y sin luz artificial lo cual, ,evidentemente, es una solución poco práctica.
Pero sí se pueden tomar ciertas precauciones y medidas bastante asequibles, téc­
nica y económicamente, lo suficientemente eficaces como para reducir, e inclu­
so eliminar, el peligro de las radiaciones visibles e invisibles.

Filtros de "manga" de plásrico especial para filtrar la radiación de


rayos W de los rubos Auorcscenccs.

Si todos los materiales se envuelven con papeles o se meten en sobres, intro­


duciéndolos a su vez en cajas, en archivadores o planeros, la luz se convertirá en
una amenaza menos seria.
Si hay ventanas, se pueden pintar los cristales con pinturas reflectoras o
taparlas con algún material refractario a la luz y el calor que impida un recalen­
tamiento del interior.
Si las estanterías con los libros reciben luz del día directamente a cravés de las ven­
tanas, se deben poner en posición perpendicular a escas últimas.
Si bs ventanas se necesitan por razones estéticas, por diseño del edificio o,
simplemente, para poder ver, se pueden cubrir con filtros UV transparentes dis­
ponibles en forma de láminas adherentes.
Como paso intermedio, se pueden utilizar visillos, cortinas opacas o persia­
nas para limitar la cantidad de luz que entra en el depósito.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 41

Para reducir el nivd Je radiación L'\', se pueden pincar los muros, las paredes
y los techos con pinturas que absorben los rayos UY. Estas pinturas son aquéllas
que en su composición incluyen el óxido de zinc o el dióxido de titanio. La luz
de cualquier fuente de iluminació!l reflejada por las superficies pintadas con
estos pigmentos contiene pocas radiaciones.
En caso de tener instaladas lámparas fluorescentes, se deberán forrar éstas
con filtros UV en forma de «manga». Escas cubiertas flexibles de plástico están
impregnadas con un material absorbente que filtra la luz. Deben cambiarse, en
función del uso, cada siete o diez años. Algunas lámparas fluorescentes ya tienen
el filtro incorporado pero puede ser una alternativa algo cara.
Las lámparas incandescentes no emiten energía UV y son preferibles como
fuente de luz. El costo de su instalación es algo más aleo que el de un sistema de
fluorescentes pero hay razones a su favor: se pueden ahorrar gastos al poder uti­
lizar la mínirna cantidad de luz necesaria para ver, pudiéndose instalar interrup­
tores que funcionen al abrir la puerca del depósito u otros que incorporan un
sistema de relojería de autoapagado. El esfuerzo vale la pena. Además de elimi­
nar el peligro de las radiaciones UV, se eliminan los costes de los filtros UV para
las lámparas fluorescentes de las que tienen un bajo nivel de radiaciones UV, lo
cual, a medio y a largo plazo, ahorra bastante dinero.
Como práctica general, los niveles de luz en los depósitos deberían bajarse
tanto como fuese posible. Suele suceder que, cuando se instalan las lámparas
fluorescentes, se hace en número excesivo. Se puede apagar una fila sí y otra no
desde el cajecín de entrada al depósiro lo cual sigue proporcionando la suficieme
luz para ver o, incluso, llegar a bajar los vatios.
Finalmente, el nivel de luz -natural y artificial- debe comprobarse periódica­
mente. Los instrumentos disponibles para medir ambos son caros; además no vale la
pena comprar unos instrumentos de ucilización ocasional. En muchos países las insti­
tuciones públicas -museos, bibliotecas, archivos- que están provistas de laborato­
rios/talleres de restauración ofrecen al ciudadano de a pie su ayuda para este servicio.

Ejemplo de lo que siempre debería


evi= en una b1bliorcca o archi­
vo: colocar las estanrerías con los
libros y/o los documenros junro a
una ventana sin filcro de ningún
ri po o sin haberlos provisto de
.1l !!ún ripo de envolrorio prorector.
42

Contaminantes ambientales

Los contaminantes gaseosos presentes en el aire de nuestras ciudades pueden


afectar a los libros y documentos en papel e, incluso, a las pieles y los pergaminQs,
de manera muy desfavorable. Dichos contaminantes incluyen el dióxido de azu­
fre, el dióxido de nitrógeno, y el ácido sulfhídrico. Estos producros de combustión
y otras reacciones químicas se generan, especialmente, en las grandes urbes en las
que existe una alca concentración de automóviles, camiones y de industrias. El
dióxido de azufre y el dióxido de nitrógeno se combinan con la humedad del aire
para formar diversos ácidos; entre ellos se encuentran dos de los más perjudiciales
para los documentos gráficos: el ácido su/farico y el ácido nítrico.
El oz.ono, otro agente contaminante en forma de gas, provoca la oxidación de
los materiales bibliográficos y, por ende, su fragilidad. El ozono es un producto
de la combinación de la luz del sol con los gases resultantes de la combustión de
los derivados del petróleo que emiten los automóviles, autobuses, camiones, etc.
También se puede generar en algunos sistemas de aire acondicionado a causa de
los filtros electroescáticos que se emplean en su diseño.
El polvo, el hollín y otras partíéulas sólidas pueden dañar por su acción abra­
siva. En presencia de humedad, estas partículas pueden provocar manchas que
se eliminan difícilmente. Además, algunas partículas absorben contaminantes
ácidos que de este modo se depositan más fácilmente sobre las colecciones.
Finalmente, el polvo es portador de esporas fúngicas que, con la temperatura y
humedad favorables, pueden crecer y desarrollarse rápidamente sobre los libros
en forma de devastadoras infecciones fúngicas.
Todo esto tiene fácil arreglo ... siempre que se cuente con unos grandes
fondos económicos destinados a la conservación. Primero, se añaden a su sis­
tema de climatización (se da por descontado que lo tiene) unos carísimos
dispositivos para eliminar gases nocivos, polvo y otras partículas del aire
entrante en los depósitos y salas. Los gases dañinos de la atmósfera se elimi­
nan mediante sistemas de adsorción que incluyen filtros de carbón activado
o bolitas de cerámica. El polvo y el resto de partículas se eliminan mecáni­
camente con filtros hechos a base de fibras de vidrio. También existen siste­
mas de «lavado» donde el aire entrante pasa a través de un circuito con agua
alcalina que puede incorporarse en el sistema de climatización para eliminar
el dióxido de azufre y otros gases similiares, etc., ere ... y así hasta el infinito
de variaciones técnicas.
Dicho todo esto, ¿qué puede hacer una persona normal y corriente que tiene
al lado de su edificio una parada de autobuses que están expulsando continua­
mente un humo que entra por las ventanas del edificio y acecha a sus libros y
documentos día y noche? Puede pedirle a las autoridades que coloquen las para­
das, semáforos, etc. en otro sitio (y hasta puede que le hagan caso), o puede
cerrar las ventanas que necesita para la circulación del aire.
En realidad, la solución es difícil y, en la mayoría de los casos, se puede hacer
muy poco de un modo pragmático para lograr la situación ideal. Pero no hay que
abandonarse al desaliento o a la fatalidad del destino: hay cosas que sí se pueden, y
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 43

se deben, hacer. Las vencanas de los depósitos o de las salas de estudio deben estar
siempre bien cerradas por lo que lo idea1 sería sellarlas a condición de que el depó­
siro- mantenga la circulación del aire mediante el empleo de ventiladores de ventana
provistos de filtros. Esto no eliminará absolutamente los contaminantes gaseosos,
por supuesto, pero sí una cantidad significativa. La colocación de cortinas gruesas
en las ventanas es otr<1 barrera que contribuye eficazmente a su reducción.
Si hay ubicados documentos de valor cerca de las ventanas por donde se fil­
tran los contaminantes exteriores, se deberían trasladar a otra zona en el interior
del edificio en la que su exposición a estos residuos químicos fuese mucho
menor. Finalmente, existe una protección bastante eficaz y que a medio plaw
saldrá mucho más barata para aquellas instituciones y particulares con recursos
escasos: guardar todo en cajas de cartón robustas fabricadas, si fuera posible,
con reserva alcalina.
Un aspecto habitualmente olvidado en todos estos sistemas de conservación,
llamémosles caseros, es el de su limpieza y mantenimiento: de nada sirve poner
ventiladores de ventana, gruesas cortinas, o lo que sea, si no se limpian periódi­
camente. De hecho, la acumulación de agentes contaminantes así atrapados
mulriplica su acción en grandes concentraciones, por lo cual se debe preveer
este aspecto durante la elaboración del plan de choque contra estos productos
nocivos.
44

-���i ����;i'

,&),.,,, :_:,
Momento de la coma del valor del pH de las hojas de un documento mediante un sofisticado medidor de pH elec­
trónico.
Algunos instrumentos para medir la aci­
dez y las condiciones ambientales pre­
sentes en las salas y en los depósitos

Ya hemos comentado anteriormente que, entre los «enemigos» de los libros y


los documentos, destaca la acidez que acorta la vida del papel y del cartón, y de
los efectos dañinos de la temperatura, la humedad y los gases contaminantes. En
este capítulo trataremos de describir y explicar, en cierta medida, los medios dis­
ponibles para la detección de la acidez y la medición de las condiciones ambien­
tales. Para ello se utilizan una serie de instrumentos sofisticados, aunque tam­
bién existen en el mercado otros más simples que ofrecen unas mediciones muy
fiables que permiten a los profesionales de los archivos y bibliotecas que no sean
conservadores así como a los particulares hacerse una idea precisa y correcta de
las condiciones del ambiente que rodea sus fondos y colecciones.

Medidores de pH
El medidor de pH electrónico.

Es un instrumento que mide la concentración de iones de hidrógeno (éstos


son átomos con carga eléctrica positiva; las propiedades de los ácidos en disolu­
ción acuosa se deben a la presencia de estos átomos).
Los medidores llevan un contador con una escala de pH de O a 14. En el
centro de la escala está el punto neutro, o sea, pH 7: un valor entre O y 7 en la
escala indica acidez; un valor entre 7 y 14 indica basicidad o alcalinidad.
Para la toma de estos vapores se utiliza un electrodo especial de vidrio que se
conecta mediante un cable al circuito del medidor. Cuando el electrodo se
introduce en una disolución acuosa se puede medir la acidez o alcalinidad de la
misma. También se utiliza el electrodo por contacto directo para medir las mis­
mas características en el papel o el cartón.
Estos intrumentos, que no son precisamente baratos, están disponibles en
una amplia variedad de modelos, desde los más sencillos a los más complejos:
de lectura normal o digital, modelos portátiles o de banco, etc. Sus lecturas sue­
len ser precisas pero requieren una calibración exacta y periódica llevada a cabo
por una persona experimentada.
46

Los indicadores de pH.

El orro mérodo a utilizar son los indica9ores de acidez-alcalinidad, empleados


en lugar de los medidores sofisticados que ofrecen lecturas exactas y que en reali­
dad, y por lo general, el profesional no-conservador o el particular no necesitan.
El indicador es baraco, fácil de manejar e indica, mediante colores, cuál es el nivel
de acidez o alcalinidad de una sustancia o si bien es neutro.

El tornasol

Se presenta en forma de tiras de papel o de cintas de papel, enrolladas en un


carrete, que tienen una materia colorante de color azul violáceo. En análisis quí­
micos se introduce una tira de tornasol en las disoluciones cuando se desea tener
una idea aproximada de su acidez o alcalinidad. El cambio de color de la tira se
compara con la carta calorimétrica que viene con el carrete para determinar la aci­
dez o alcalinidad. Para tomar el pH de un papel o cartón se humedece una zona
pequeña en donde se coloca una tira del tornasol y se sujeta con la presión del
dedo por unos minutos. El cambio de color se compara con la carta colorimétrica.
Una adverte�cia: el cornasol deja una mancha difícil de eliminar; nunca se
debe utilizar con materiales de valor.

Tiras indicadoras de pH

Este indicador tiene cuatro cuadraditos de papel adheridos en un extremo de


unas tiras de plástico que miden 5mm por 7,5mm. Los cuadricos están impregna­
dos con una mezcla de colorantes ligeramente distintos entre sí. Los colorantes están
químicamente adheridos al papel y no se destiñen al cocar superficie alguna lo cual
garantiza que no dejarán rescos de color. Una advertencia: al comprarlos asegúrese
que llevan en su caja las palabras "No se destiñen" (léase: "aún húmedas").
Para utilizar este indicador, la punta de la tira que lleva los cuadraditos se colo­
ca con una ligera presión sobre el papel donde se han puesto unas gotas de agua,
preferiblemente destilada (el agua de grifo, con sus sales, puede dar falsas lecturas).
Después de unos dos o tres minutos el cambio de color de los cuadraditos se com­
para con la carta colorimétrica que viene en la caja para determinar el pH del
papel. Aunque con estas tiras no se corre el peligro de manchar, las gotas de agua
pueden dejar una mancha debido a su acción sobre las sustancias solubles que
puede llevar el papel. En vista de esta posibilidad, la prueba debe hacerse en una
zona discreta de un documento, preferiblemente en una esquina del reverso.
De entre los métodos baratos y fiables, éste es el mejor y más aconsejable
Un modelo de rotula­ para codo los tipos de documentación y libros, ya sean baracos o de gran valor.
dor indicador de pH y
de tiras indicadoras de
pH. El rotulador indicador de pH

Hay gente que prefiere la utilización del llamado archivist's pen o rotulador
indicador de pH por su comodidad de uso. Este indicador, que tiene el tamaño
de una estilográfica, lleva un depósito lleno de un producto químico llamado
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 47

verde de bromocresol. Para tomar el pH, la punta <ld indicador Jebe tocar la
superficie del documento, impreso, grabado, ecc.; el inconveniente es que da
lecturas de poco alcance -pH 5.2 a pH 6.5. Es preferible que el depósito del
indicador lleve el rojo de clorofenol por cener un alcance más amplio: da un
color amarillo para .indicar un pH inferior a 6.0, un color az.ul rojizo para indi­
car un pH neutro y en la zona alcalina da un color púrpura brillante. Debido a
que este indicador deja unas rayitas de color que son difíciles de eliminar, debe
utilizarse en una zona discreta preferentemente en el reverso del papel.
¡Ojo, no debe usarse nunca sobre documentos de valor puesto que, para reci­
rar las marcas de los reactivos, éstas deben ser tratadas químicamente!

Medidores de humedad relativa y temperatura

En cuanto a la humedad relaciva y la temperarura lo ideal sería ayudarse de algu­


no de los diferentes instrumentos sofisticados y precisos que permiten registrar la
temperarura, la humedad relativa y la hora y día en que se realizaron las mediciones
hasta una semana. Sin embargo, existen ouas técnicas y otros instrumentos menos
complicados y más asequibles que le servirán al profano con fiabilidad.

El psicrómetro giratorio

Lo ideal para conuolar la humedad relativa y la temperatura es realizar algunas lec­


curas precisas diarias durante, al menos, una semana. De este modo se obtiene una
serie de mediciones con la que se puede extraer el valor medio para cada zona medida
(el valor se obtiene sumando todas las lecruras y dividiéndolas entre el número total
efecruado). Hay que tener en cuenca que los valores dentro de un depósito grande
pueden variar mucho por lo que será necesario hallar los valores medios de cada znna
medida dentro del depósito. Con este fin uno se puede comprar un aparato caro y
sofisticado, bien calibrado, o bien adquirir un instrumento de construcción y manejo
sencillos, muy asequible económicamente y que da lecruras muy precisas de la hume­
dad relaciva y la temperatura. El instrumento es el psicrómetro gjratorio.
Este aparato se compone de dos termómetros exactamente iguales, teniendo
uno de ellos recubierto su bulbo con una mecha de trapo de algodón, montados
sobre una carcasa con un mango que permite la rotación del instrumento como
si se tratara de una carraca. De hecho, siendo un poco «manitas» puede evitarse
la compra fabricándoselo uno mismo.
Para medir la humedad relativa, se humedece la mecha de algodón con agua
destilada (no del grifo puesto que sus sales pueden acumularse en la mecha y
provocar lecturas erróneas) haciéndose girar la carcasa unos tres minutos, hasta
que la lecrura del termómetro se estabilice. En ese momento, con rapidez y sin
respirar sobre la mecha, se anota la lecrura, que, como se comprobará, ha bajado
unos grados; también se anota en ese momento la temperatura del segundo ter­
mómetro. La bajada de la temperatura está relacionada con el contenido de la
humedad del aire. Para determinar la humedad relativa se utiliza una regla de
48

cálculo que suele venir con el psicrómetro. Sin embargo, la lectura de algunas
reglas de cálculo no son precisas por lo que es preferible utilizar un cuadro
higrométrico.
Dibujo de un piscrómecro y modo en
que se hace girar para obtener los
valores que determinarán el grado de
humedad relativa de una habitación.

------ .......

Fabricación casera de un psiaómetro: basta con monear dos


termómetros comentes sobre una czbla; a uno de ellos se le rccu-

,,
bre cotalmeme d bulbo de memuio con un trozo de cela de
aigodón. Para sustituir d cfcao dd giro en uno profesional basta
con abanicar los bulbos duranrc dos minutos para obtencc los
,•a.lores que determinarán d grado de HR de una habitación.
)/
Para hallar d valor de la humedad relativa en una habita-

i,
ción basta con mojar d bulbo ro::ubierto con cela del cermóme-
ero correspondiente. Hacer girar {si d psicrómetro es casero,
abanicar) el conjunco unos dos minutos, De este modo obten-
dremos una diferencia de valores corre d ccnnómerro seco y el
húmedo (como rdi:rencia, d seco siempre dará un valor más
aleo).
El valor del hulbo húmedo se busca en la columna verrical

---
de la izquierda. La diferencia airre d bulbo seco y d húmedo se
\\
busca sobre la llnca horizoncú superior. El punto de encuentro _,,,,
entre la linea verrical y la horizontal nos dará d grado de hume-
dad relaciva.

Diferencia de temperatura
o 0,5 1,0 1,5 2,0 25 3.0 3,5 4,0 4,5 5,0 5,5 6,0 6,5 7,0 7,5 8,0 8,5 9,0 9,5 10,0 10,5 11.0 11,5 12.0 12,5 13,0 13.5 14,0 14,5 15.0

o 100
.,, .,,
91
.,,
83
%
75
.,, .,,
67 61
%
54
'4
48
'4
42 37
% %
31
%
27
%
22
'4
18
'4
14
%
10
%
7
%
4
%
1
% , % % % % % % . % % % % %

,.
1 100 92 83 76 69 63 56 50 44 39 34 30 25 21 17 14 10 7 4 1
2 100 92 84 77 70 84 58 52 47 42 37 33 28 24 21 17 14 11 8 5
3 100 93 85 78 72 66 60 54 49 44 39 35 31 27 23 20 17 11 8
4 100 93 86 79 73 67 61 56 51 46 42 37 33 30 26 23 20 17 14 11 2
5 100 93 86 80 74 68 63 57 53 48 44 40 38 32 29 25 22 19 17 14 12 10 7 5 3 2
75 15!1 64 59 54 50 42 38 34 31 19 15 12 10 8 5 3
o
"C
6
7
100
100
93
94
87
87
81
81 76 70 65 60 56 52
46
48 44 40 37 33
28
30
25
27
22
24 22
17
19 17 15 13 11
6
9 7 6


8 100 94 88 82 76 71 66 62 57 53 49 46 42 39 35 32 29 27 24 22 19 17 15 13 11 10 8 4
9 100 94 88 83 77 72 68 63 59 55 51 47 44 40 37 34 32 29 26 24 22 20 18 16 14 12 10 6
,:j 10 100 88 83 78 73 69 64 60 56 52 49 45 42 39 38 33 31 28 26 24 22 20 18 16 14 13 11 10 8 7
.e
,.
11 100 89 84 79 74 69 65 61 57 54 50 47 44 41 38 35 33 30 28 26 24 22 20 18 16 15 13 12 10 9
12 100 89 84 79 75 70 66 62 59 55 52 48 45 42 40 37 35 32 30 28 26 24 22 20 18 17 15 14 12 11
") 13 100 90 85 80 76 71 67 63 60 56 53 50 47 44 41 39 36 34 32 29 27 25 24 22 20 19 17 16 13
l 14 100 90 85 81 76 72 68 64 61 57 54 51 48 45 43 40 38 35 33 31 29 27 25 24 22 20 19 17 16 1 5
,:j
.o 15 100 90 86 81 r. 69 65 62 59 55 52 50 47 44 42 39 37 35 33 31 29 27 25 24 22 21 19 18 16

' �"'
16 100 90 86 82 78 70 66 63 60 57 54 51 48 45 43 41 38 36 34 32 30 29 27 25 24 22 21 19 18
17 100 91 86 82 71 67 6,4 61 58 55 52 49 47 44 42 40 38 36 34 31 30 28 27 25 24 22 21 20
18 100 91 87 83 71 68 65 62 59 56 53 50 48 45 43 41 39 37 35 32 31 30 29 27 25 24 22 21
91 83 l'9 72 69 65 62 59 57 54 51 49 47 44 42 40 38 36 34 33 31 29 28 26 25 24 22
!!! 19 100 87
::J 20 83 73 66 63 60 58 55 52 50 48 45 43 41 39 37 35 33 32 31 29 28 26 25 24
67 64 61 58 56 53 51 49 46 44 42 40 39 37 35 33 32 30 29 28 26 25
i 92 n 71 68 65 62 59 57 54 52 50 47 45 43 41 40 38 36 35 33 31 30 29 27 26
.ñ 92 78 71 68 65 63 60 58 55 53 51 48 46 44 42 41 39 37 36 34 33 31 30 28 27
92 78 72 69 66 63 61 58 56 54 51 49 47 45 43 42 40 38 37 35 34 32 31 30 28

2 25 100 92 89 85 81 78 75 72 69 67 64 62 59 57 54 52 50 48 46 44 43 41 39 38 36 35 33 32 31 29
26 100 92 89 85 112 79 76 73 70 67 65 62 60 57 55 53 51 49 47 45 44 42 40 39 37 36 34 33 32 30
27 100 92 89 86 112 79 76 73 71 68 65 63 60 58 56 54 52 50 48 46 44 43 41 39 38 37 35 34 32 31
28 too 93 90 86 112 80 77 74 71 68 66 63 61 59 57 55 53 51 49 47 45 43 42 40 39 37 36 35 33 32
29 100 93 90 86 83 80 77 74 72 69 66 64 62 60 57 55 53 51 49 48 48 44 43 41 40 38 37 35 34 33
30 100 97 93 90 86 ll4 ao 77 75 72 69 67 65 62 60 58 56 54 52 50 48 47 45 43 42 40 39 38 36 35 34
31 100 97 93 90 87 1M 81 78 75 73 70 68 65 63 61 59 57 55 53 51 49 47 46 44 43 41 40 38 37 36
32 100 97 93 90 87 114 81 78 76 73 70 68 66 63 61 59 57 S5 53 52 50 48 46 45 43 42 41
100 97 93 91 87 l!,5 a, 79 76 73 71 68 66 64 62 60 58 56 54 52 50 49 47 46 44 43
100 97 93 91 87 l!5 82 79 76 74 71 69 67 64 62 60 58 56 S5 53 51 49 48 46
35 100 97 94 91 87 15 82 79 77 74 72 69 67 65 63 61 59 57 55 53 52 50
100 97 94 91 88 85 82 79 77 74 72 70 68 65 63 61 59 58 56 54
37 100 97 94 91 88 l!S l!2 eo n 75 72 70 68 66 64 62 60
100 97 94 91 88 il6 83 ao 78 75 73 71 68 66 64
100 97 94 92 88 ilii 63 ao 78 75 73 71 69 67
,o 100 97 94 92 88 IE 83 81 78 78 73 71
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 49

El lm ·nwhigní_<J n �Ji,

El termohigrógrafo es un instrumento de bastante precisión que registra los


cambios de humedad relativa y temperatura, por horas y días, durante una
semana entera. Es un instrumento algo más--caro que los otros y requiere una
calibración periódica.
El aparato se compone de un sensor de crin de caballo y un tambor que gira
con un mecanismo de relojería que se recubre con una gráfica calibrada de
papel. El sensor responde a los cambios de humedad relativa y temperatura
moviendo a la· vez unos brazos de metal ,igero que llevan en el extremo unos
pequeños tinteros. Éstos van marcando las condiciones de la sala o del depósito
sobre la gráfica de papel que cubre el tambor.
Dependiendo del tamaño del archivo o biblioteca es útil tener unos cuantos
termohigrógrafos en diferentes puntos del archivo. Al final de la semana se pue­
den cambiar de sitio para examinar otros puntos de los depósitos. Estos aparatos
deben calibrarse, por los menos, una vez al mes.

Termohigr6mecro. Este aparato registra sobre una gráfica, durante un cieno ricmpu,
los cambios de la cemperatura y humedad relaciva ambientales.

Los higrómetros

Hay una amplia gama de higrómetros que sólo miden la humedad relativa. Los
más conocidos son los de forma redondeada de unos 8cm de diámetro. Se ven con
frecuencia en las vitrinas expositoras permanentes de museos, galerías de arte y en
las de las exposiciones itinerantes. Son baratos y cómodos de usar; la desventaja es
que con el transcurso del tiempo pierden su precisión y son de difícil calibración.

Tiras indicadoras

En el mercado se pueden encontrar unas tiras que reaccionan en presencia de


la humedad. Se fabrican con un papel impregnado con un producto químico
50

sensible a la humedad que cambia de color con la variación de la humedad relati­


va. El color se contrasta con la carra de color que se incluye en la caja para deter­
minar el valor de humedad presente. Las tiras no son muy exactas pero son útiles
para conocer la condiciones aproximadas de humedad dentro de una vicrina.
También existen tiras impregnadas con un producto químico capaz de detec­
tar la presencia de ciertos gases como, por ejemplo, el dióxido de azufre. El
cambio de color se compara con una tabla calibrada incluida con las tiras al
comprarlas que indica el grado de contaminación. No son de gran precisión
pero indican la presencia inequívoca de gases nocivos. Hay instrumentos de pre­
cisión que miden el grado de conta.ininación dentro de un edificio pero lo más
práctico sería acudir a las agencias de gobierno encargadas de vigilar el medio
ambiente para pedir ayuda si fuera necesario.

Diversos tipos de higrómetros.


Cón10 guardar los libros y docun1entos y
otros materiales afines

Si el lector cree que el contenido de este apartado puede parecer dirigi­


do a los responsables de un archivo o biblioteca de cierra envergadura,
tiene razón... a medias. Acrualmente, los principios básicos de almacena­
miento de libros y documentos que deben seguir las grandes bibliotecas o
archivos son iguales a los que puede y debería seguir un modesm colec­
cionista o, si vamos a eso, un librero de antiguo.

Estanterías, planeros y archivadores

En la distribución del mobilario del depósito se deben tener en cuenta tanm


la utilización eficaz del espacio, para cumplir con las necesidades físicas de los
fondos, como el cumplimiento de .unas normas mínimas de conservación para
asegurar la estabilidad física y química de los objetos que contendrán.
Las estanterías deben ser de hierro y acabadas con esmalte al horno. Esto aísla
al hierro evitando su corrosión. El revestimiento también permite un acabado
liso y sin cantos ni esquinas agudas. Tampoco deben tener tornillos o tuercas
salientes que puedan dañar los materiales bibliográficos que se colocan en ellas.
Para obtener una mayor resistencia, cada fila de estanterías debe ir unida a la
otra, espalda contra espalda, con tensores cruzados en esa zona.
Deben colocarse de forma que haya una libre circulación del aire. No nos
cansaremos de reincidir sobre este punto porque si no se eliminan las bolsas de
aire estancado, que llevan consigo un microclima de alta humedad relativa y
temperatura, es casi seguro que se favorecerá la aparición de un brote fúngico. A
propósito, las estanterías no deben colocarse totalmente pegadas contra un
muro o una pared por la misma razón: en caso de goteras o humedad también
puede dar lugar a que se mojen, provocándose manchas en el papel y un poten­
cial foco de infección de hongos.
La altura de las estanterías no tiene una norma fija: depende de la proximidad
de su parte superior a cualquier tubería y la proximidad a la instalación eléctrica. Diversos ejemplos d,
estanterías inadecuada,
Sin embargo, bajo ningún concepto deben llegar hasta la altura del techo del para albergar libros y/e
depósito, costumbre muy común, pues se dificulta así la circulación del aire. documentos.
52

La baldas inferiores deben escar, como mínimo, a unos 10cm del suelo, un
decalle frecuenremence ignorado, para aislar los materiales en ellas contenidos
de una posible inundación.
La madera, especialmente usada para hacer baldas, no debe utilizarse en un
depósito debido a los ácidos -y otras sustancias nocivas que emite. A pesar de su
tradicional popularidad para la construción de mobilario para archivos y biblio­
tecas, las maderas «nobles» en realidad no lo son. El roble, por ejemplo, se con­
sidera la madera con mayor contenido en acidez volátil. La madera no debe urili-
7:].rse para guardar libros y documentos.
En aquellos casos donde el mobilario que se utiliza para guardar libros y
documentos es de madera, deben tomarse ciertas precauciones: por ejemplo, se
puede sellar la madera para bloquear las emanaciones de ácidos y sustancias
volátiles. Los selladores que suelen utilizarse son los fabricados a base de poliure­
tanos (polímero termoplástico para revestimientos) aplicados con cepillo, aero­
sol o por inmersión, aunque los expertos dicen que la seguridad no es total.
También se pueden utilizar pinturas de látex y las acrílicas pero este sellado tam­
poco es ciento por ciento seguro. Otra posibilidad es la de colocar un material
que actúe como aislante, como por ejemplo, unas láminas de aluminio, de
vidrio, etc.

Foto de una de las salas del Archivo


General de Indias, Sevilla. Aunque la
luz entra hasta las cscanredas de made­
ra con documenración a rravés de los
gcandcs ventanales dd edificio históri­
co, coda la docurncnración aparece pcr­
fecramente mecida en cajas. Las salas
están coralmenre limpias y cxisre una
buena circulación dd aire.

Foco de un depósito de un archivo en


el que la mala colocación de la docu­
mentación. aún mecida en cajas, im­
plicará daños físicos. Además, serán las
primeras afccr;idas por una eventual
go1er;i.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 53

"- ---- -
� L_
/i
,- /
/ ·'/

---
,

(l), (2) y (3) Moddos de cajas apropiadas para almacenar libros de valor. Las cajas deben adapcarse al tamaño dd libro de
fonna que �e no quede excesivamente apretado o suelto en su interior cviclndole rozaduras o fo=mientos innecesarios.
(4) Ejemplo de escuche totalmente inadecuado para albergar encuadernaciones valiosas. El roce continuo al extraer e inuo­
ducir d libro termina por deteriorar la piel, los mosaicos, etc.

Cajas carpetas y envolturas

Los materiales de papel y cartón usados para la construcción de las cajas, carpe­
tas y envolturas deben estar libres de acidez (fabricadas con productos sin com­
puestos ácidos o que se puedan descomponer en compuestos ácidos) y haber sido
tratados con productos que dejen una reserva alcalina protectora y un pH 8.5,
apróximadamente. Además, hay que comprar productos libres de lignina, libres
de pasta mecánica y que aseguren que el reapresto utilizado en su fabricación no
es el altamente ácido alumbre/resina (toda esta información debe suminisuarla el
fabricante de las cajas). Otra cosa, las cajas bien contruidas suelen llevar refuerzos
metálicos: el fabricante debe dar garanóa de que éstos son inoxidables.
Un material bastante aceptado para guardar documentos, impresos, dibujos,
grabados, etc. es el plástico. Hay una amplia variedad pero en cualquier caso se
recomienda que sea inerte, es decir, químicamente estable, sin plastificantes o
revestimientos superficiales. Esto es imprescindible para una correcta protección
del papel y de los elementos sustentados (tintas, pigmentos, etc.).
El producto normalmente utilizado es un tipo de poliéster, el tereftalato de
polietileno, más conocido por el nombre dado por su principal fabricante, Mylar, y
que se utiliza para encapsular papeles, ya sea que estén en buen estado o que estén
frágiles, para hacer carpetas y para el montaje de obras que se vayan a exponer.
También se usa para hacer fundas y envolturas para fotograBas protegiendo así la
emulsión --de este modo se pueden ver y estudiar sin tocarlas directamente.
Una advertencia: debido a que dos láminas de Mylar puestas juntas generan
electricidad estática, no se debe introducir en ellas obras de arte o fotograBas sus­
ceptibles de desprendimientos de pigmentos o cualquier otro tipo de partículas
como, por ejemplo, los dibujos al pastel o al carboncillo puesto que si sus pigmen­
tos no están perfectamente fijados se pueden desprender y adherir al plástico. Este
fenómeno se acrecienta con unas condiciones de humedad y tem peratura extremas.
54

( J1.1 Jl1-1J-1. c,,.1 l..'...IJ.1. rcal11_1J..1 , 111,


L.lí(llll Je 1....1lid..1J Jl' lllU'.'ICO, CM.l
pcn.._,JJ p.rJ Jjusur..: pcrfo:1amc11-
1c JI lihru s..ih·ando en su lu� 1· su
conc dcbnicro el espacio c:mrc el
hloque de 1ex10 de papel y la_, cejas
de las 1apas. Para dio se le rc:aliz.an
unos calzos del mismo canón. Es10
evita que los libros cedan hacia
abajo hundiendo el lomo por efecto
de su propio peso.
La aja la diseñó Nicholas Pickwoad
cuando era consejero del Nacional
Trus1 en Inglaterra_ Su diseño co­
mercial corrió a cargo de Chrisco­
pher Clarkson dd Wesi. Dcan Co­
ll cge, Chichcster, Inglaterra, y de
Amhony Cains dd Trinicy Collcge,
Dublín, Irlanda.

Almacenamiento de documentos y planos


Documentos sueltos
Como es bien sabido, una gran parte de los documentos con valor, ya sean
testamentos, correspondencia, etc., aparece en forma de hojas sueltas que, en
muchas ocasiones, se han unido entre sí mediante un cosido simple o, más
recientemente, mediante alfileres, grapas, clips y demás objetos metálicos. No
codos estos sistemas son inocuos, al contrario, algunos han demostrado ser muy
dañinos. Por otra parte se plantea el problema del correcto almacenamiento del
papel para evitarle daños típicos cales como desgarros, arrugas, etc. A continua­
ción describimos algunas normas muy simples y fáciles de aplicar que pueden
ayudar a paliar, al menos, parte de estos problemas. Siempre que hablemos de
acomodar la documentación, de cualquier tipo, en cajas, archivadores, carpetas,
ere., nos referiremos siempre a las realizadas con una cierta reserva alcalina y
libres de productos ácidos.
Los documentos sueltos suelen guardarse en cajas que se colocan en posición
vertical en las estanterías. Para la mayoría de los documentos con un buen esta­
do físico este método es válido, pero no para los documentos frágiles ya que si
se almacenan verticalmente tienen que aguantar su propio peso y se pueden
dañar fácilmente. En estos casos lo más recomendable es colocar la documenta­
ción en las cajas poniendo éstas en posición horizontal para obtener un mejor
apoyo para los documentos. A fin de evitar los daños físicos, en las cajas se
deben intentar poner, en tanto en cuanto sea posible, aquellos documentos que
tengan un tamaño similar. Por lo general, los documentos gruesos de gran peso
se deben guardar en cajas separadas.
Los recortes de periódicos, debido a su alto contenido de acidez, no se deberían
mezclar con otros documentos de un tipo de papel distinto pues es probable que
acaben contaminándolos. Si por alguna razón estos recortes deben acompañar a la
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 55

documencación, lo a<lecua<lo es aislarlos metiéndolos en un una carpeta con reser­


va alcalina o una hecha de un plástico inerte como el ya mencionado /\�y/.11:
Los documentos plegados pueden sufrir danos físicos si se doblan y desdoblan
con cierra regularidad, además, los documentos con papeles muy quebradizos -
caso de los papeles vegetales y de croquis- tenderán a romperse con facilidad en
las zonas de plegado a medida que el papel se descomponga. En la medida de lo
posible, deben desdoblarse y colocarse en carpetas. Si hay riesgo de que la docu­
mentación de una carpeta se pueda manchar entre sí, debe interfoliarse con
papeles finos separadores -el papel manila es barato y bueno para este fin.
Cualquier objeto afíadido a los documentos que pueda descomponerse debe
ser retirado, incluimos aquí: grapas, sujetapapeles, alfileres, gomas elásticas, etc.
Estos objetos pueden dejar manchas que se eliminan difícilmente y con el tiem­
po deterioran la zona del papel donde están colocadas. Si se necesitan grapas
para sujetar los documentos sin valor valer histórico, se emplearán las de acero
inoxidable. En el caso de los clips también se recomienda emplear únicamente
los de acero inoxidable, evitando cualquier otro tipo -ya sean metálicos, recu­
biertos de plástico o aquéllos hechos sólo de plástico.
En la actualidad no se recomienda el uso de las cajas de plástico para guardar
los documentos de valor pues con el tiempo liberan en su interior ciertos gases
ácidos que se creen perniciosos y cuyos efectos a largo plazo sobre el papel no se
conocen -hay dudas más que razonables de que no son inertes. Además, hay
cajas de plástico que emanan gases nocivos en caso de incendio.

Ejemplos de elementos de sujección de papel habicualcs, que


al oxidarse provocan deterioro en el papel.
56

Los Ubros

Deben colocarse en posición verrical y nunca indinados para evitar innecesa­


rias tensiones estructurales de la encuadernación. Los libros de tamaños simila­
res deben guardarse juncos en las baldas intentando, tanto como sea posible, no
colocar uno grande al lado de uno pequeño para evitar que el grande se doble a
la altura del pequeño.
Los libros deben ocupar el espacio justo en las baldas sin apretarlos en exceso.
Esta precaución se toma para no dañar las encuadernaciones valiosas evitando
tener que ejercer una fuerza excesiva al meterlos o sacarlos de las estanterías.
Nunca se debe sacar un libro de la estantería tirando de su cabeza. Los que
trabajan en archivos o bilbiotecas están acostumbrados a ver libros destrozados
precisamente en esa zona de la encuadernación. Para evitar estos daños, la
manera correcta de extraer un libro de su sitio es empujar los dos libros conti­
guos hacía dentro: se deja así un espacio a lo largo del lomo del libro deseado
que permite sacarlo fácilmente sin tener que tirar de la cabezada.

Modos .correcto e inco­


rrecto de guardar libros en
una csramería: hay que
evitar por todos los me­
dios el poner aprccados
enrre si libros de difereme
tamaño ya que caminarán
deformándose con toda
seguridad.

El modo correcto de exaa­


cr e introducir un libro en
una estantería consiste en
coger el libro por la mitad
de su lomo y, devándolo,
cxuaerlo o volver a intro­
ducirlo de nuc:vo sin arras­
erario por la b:tl<b.. De este
modo no dañ:ucmos la
encuadernación.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 57

No se debe guardar nunca un libro apoyado sobre su con:e delanrcro. El peso, especialmenre si el libro es grueso. hundirá la zona
del lomo obligando a restaurar su encuadernación como fue el caso del libro de la foro.

Las encuadernaciones con cubiertas de tela o papel no deben guardarse al


lado de las encuadernaciones de piel: éstas suelen tener ácidos y grasas que pue­
den mancharlas de forma permanente.
La estructura del libro es tal que nunca debería guardarse con el corte delan­
tero hacia abajo. Con el tiempo, el bloque se desplazará en ese sentido con su
consiguiente daño al lomo del libro. Esto es especialmente visible en los libros
de medio y gran formato en los que el peso del bloque del texto se separa total­
mente del lomo, hundiéndose en esa zona y llegándose a rajar en ocasiones las
guardas.
Los volúmenes de gran tamaño no tienen la fuerza suficiente como para
poder soportar su propio peso. Este tipo de libros debe colocarse en posición
horizontal en una estantería con una profundidad más grande de lo normal Har que procurar que el
ramaño de los libros no
para evitar que el lomo sobresalga del borde de la balda, con el consiguiente sobrepase la profundi­
riesgo de tropiezos o enganchones involuntarios. dad de las baldas: se C'VÍ­
rar;in asi golpes fortuicos
Las cajas son ca.si imprescindibles para ciertos libros como por ejemplo los de )' deformaciones de las
cubiertas de pergamino, los libros frágiles de valor histórico o los libros dañados. cncuadan.1cioncs.
58

pero de poco uso, que se pueden n:�tJurar en una lc:cha próxima. Lm libros con
cubienas de pergamino dchen guardarse en cajas a medida fabricadas con carcón
alcalino. Esto ayuda a evitar las deformaciones que sufre el pergamino con los
cambios ambientales diarios y que, en caso de ser demasiado bruscos, resulcan en
un «encogimiento» paulatino de la encuadernación respecto al bloque de texto,
desfigurando el conjunto. A la vex, estas encuadernaciones, y en general cualquier
tipo de libro, tendrán una buena protección contra los contaminantes presentes
en el aire y frente a los cambios bruscos de la temperrura y la humedad relativa.
Los libros guardados en una vitrina cerrada deben estar a unos 10cm del
panel del fondo para permitir la circulación del aire, y el mueble debe estar
situado a unos 8cm de la pared para evitar crear bolsas de aire estancado.

Ejemplo de carpeta apropiada


para albergar planos y documen­
tos planos: siempre debe estar rea­
lizada de materiales no ácidos y
las dimensiones deben ser sufi­
cientes de modo que la documen­
tación no sobresalga ni quede al
ras de los bordes.

Mapas, planos y obras de granforniato

La mejor manera de guardar los documentos de gran formato es su colocación


en carpetas, meciendo éstas a su vez en planeros. Cada carpeta debe ser un poco
más grande que el documento de mayor tamaño que vaya a albergar para que sus
bordes sufran lo menos posible. El número de mapas, planos y carras guardadas
en cada carpeta depende de su estado físico y su valor, o de la relación -históri­
ca, artística ...- entre ellos. En el caso de los documentos que puedan perder
parte de los elementos sustentados a causa del roce entre sí, se pueden intercalar
papeles tisú o manila, ambos sin acidex, cortados según los tamaños. Hay que
evitar usar los materiales alcalinos para envoltorios con ciertas obras como son las
realizadas sobre los papeles cianotipos (de color azul) y cienos tipos de fotografí­
as ya que les afectan químicamente cambiando su aspecto.
Un método de ordenación muy usado en las instituciones con colecciones de
estampas, dibujos, etc. es el alinearlos codos en un lado de las baldas, general­
mente el izquierdo, poniendo el número de identificación a cada papel en ese
extremo. Esto permite buscar el documento rápidamente, evitando así tener que
cocar el resto de las obras.
Si las piezas son demasiado grandes, incluso para almacenarlas en planeros,
hay otra alternativa que se puede considerar: la de enrollar la pieza alrededor de
un rubo de cartón o de plástico. Debido a que estos tubos suelen ser ácidos,
deben llevar una barrera de papel neutro o una lámina de un material inerte
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 59

como, por ejemplo, d A�}·/a1: El rubo Jebe excder varios ccncímecros la pieza
de mayor tamaño y, cuando se enrollen, dehe hacerse jumo con un papel tisú
para mayor protección de la pieza. Finalmente el tubo enrero se envuelve para
protegerlo de la luz y otros ataques.
Hay al gu nos condicionantes a este método: hay que estar seguros de que el esta­
do físico de la obra es bueno de forma que pueda aguantar su enrollado y desenro­
llado sin problemas (los documentos frágiles se pueden romper rápidamente); algu­
nas piezas deben enrollarse separadamente; las que se puedan enrollar agrupada­
menee deberán tener un tamaño similar. Y aunque sea una tentación, un mapa,
plano o carta nunca debe enrollarse sobre sí mismo para que quepa dentro del rubo
de cartón; los daños tienen lugar en el acto y casi siempre de forma irreversible.

Los periódicos

Antes del año 1850 se utilizaban papeles hechos con trapos de algodón para
imprimir los periódicos. La calidad de este papel, gracias a las fuertes fibras
celulósicas de los trapos, ha logrado que los ejemplares conservados de aquella
época perduren hasta nuestros días en un estado de conservación muy bueno.
Tratando estos periódicos con cuidado y protegiéndolos con cajas de buena cali­
dad pueden durar muchos años más.
A finales del siglo XIX la revolución en la industria papelera hizo que casi todo
el papel utilizado para publicar periódicos fuese realizado con pasta mecánica, un
producto muy ácido. Como ya hemos comentado, éste es un papel que sufre

Ejemplos de periódicos en mal escado por múltiples razones: mala colocación, falca de espacio y la acción degradante de la hu. Todo
dio favorece la degradación de los papeles, especialmente los de peor calidad.
60

mucho anee unas condiciones ambientales medianamente a<lversas: la humedad


excesiva producía ácidos corrosivos y las temperaturas alcas completaban el ciclo
que terminaba con la friabilidad del papel.-En este momento empieza a surgir, ade­
más, otro de los fenómenos más pernicioso� para el papel y para codas las obras de
arte en general: la contaminación atmosférica debida a los residuos industriales.
Los periódicos hechos de pasta mecánica son una importante fuente de infor­
mación histórica. Muchos de estos periódicos se han encuadernado y se guardan en
estanterías igual que los libros. Hay conservadores que se oponen; a la encuaderna­
ción porque empeora el estado de un papel ya debilitado otros dicen e- ie la encua­
dernación es un mal menor. Todo depende del estado en que se encuentre el papel,
el modo en que se puede almacenar (espacio en las estanterías, por ejemplo), etc.
En la Biblioteca Nacional de Austria se ha desarrollado un proceso cuyo fin
es el reforzamiento de los periódicos de pasta mecánica. Se tratan los periódicos
en masa en una cámara de vacío en la que reciben una impregnación de ésteres
de celulosa y sales de magnesio o calcio, proceso que deja los documentos moja­
dos. Luego se congelan y se secan en la misma cámara de vacío. Finalmente se
procede a su encuadernación o colocación en cajas.
A pesar de los aparentes éxitos del reforzamiento del papel de pasta mecáni­
ca, la tendencia hoy día es la utilización del microfilme para guardar los datos
que portan los periódicos, tanto los del pasado como los actuales, desechando el
soporte de papel. Los periódicos originales no se guardan, generalmente, por
dos razones fundamentales: el aleo coste que supon_,� su restauración y conserva­
ción y el espacio que ocupan (y que, obviamente,-aumenca cada día). Los
microfilmes se sujetan a un proceso t ..... .:inario que incluye la creación de una pri­
mera copia, que es guardada cuidadosamente, y la elaboración de otras copias
para ser usadas por los investigadores.

Ejemplos de periódicos en mal estado por múltiples razones: mala colocación, falca de espacio y la acción degradance de la
luz. Todo ello favorece la degradaáón de los papeles, �specialmeme los de peor calidad.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 61

Las folografías

Cada positivo y negativo debe llevar su propia envoltura o funda para su


corre·cta protección. Si se utilizan fundas de un plástico especial, la imagen se
puede examinar sin dejar las huellas digitales. Las fundas, que suelen fabricarse
de papel de algodón opaco, tienen el inconveniente, si no se tiene la precaución
de usar guantes de algodón limpio, de tener que sacar las piezas para verlas con
el consecuente peligro de mancharlas. El sudor de las manos tiene un carácte-r
ácido y si se deja sin limpiar sobre la superficie de una emulsión fotográfic,.
puede llegar a descomponerla.
Lo conveniente es guardarlas en cajas para que la luz -su acción fotoquími­
ca- y los contaminantes del aire no sean una amenaza. Si se colocan en cajas, lo
ideal sería colocar éstas en posición horizontal para evitar su deslizamiento ya que
provocará ondulaciones indeseadas. Las cajas de fotografía son especiales ya que el
cartón debe ser de algodón puro 100% y con un pH neutro (no deben tener
reserva alcalina pues se sabe de reacciones químicas con algunas emulsiones).
· Las fotografías de gran formata deben permanecer planas. Si esto no es posi­
ble se pueden guardar enrolladas en tubos como ya se indicó para los mapas, los
planos y las cartas. Algunas de estas fotografías ya tienen sus propios marcos por
lo que lo menos traumático es almacenarlos así aunque, si el montaje incluye
materiales ácidos o corrosivos (cartón corrugado, clavos oxidados, celofanes... )
deben sustituirse f>Or otros de buena calidad.
Las fotografias del siglo pasado tales como los ferrotipos y los daguerrotipos
deben envolverse con papel tisú y colocarse en cajas en posición plana. Las pla­
cas de vidrio (negativos) y un símil de diapositivas con soporte de vidrio que
miden 82mm por 102mm requieren fundas individuales. Y si no vienen en
cajas propias con canales o ranuras donde encajarlas, deben guardarse en posi­
ción vertical con soportes rígidos separando cada grupo de diez placas. Nunca
deben almacenarse una encima de otra: el peso acumulado puede dañar las pla­
cas inferiores.

El microfilme

Las copias del microfilme original -no el negativo-- para su utilización por par­
te de los investigadores se pueden almacenar en las mismas condiciones ambientales
que el resto de los materiales que se guardan en el depósito: humedad relativa estable
entre el 45% y 50% y una temperatura estable no superior a los 20°C.
El microfilme debe guardarse en carretes de metal no corrosivo o de plástico
inerte que se colocan a su vez en contenedores o cajas construidas de metal, de
plástico inerte o en cajas de cartón de pH neutro. Los contenedores se pueden
guardar en posición vertical en archivadores de hierro con un revestimiento de
esmalte al horno.
Los contenedores deben inspeccionarse periódicamente para ver si existen
manchas y otras indicaciones de descomposición. Si la colección es grande se
puede hacer una inspección aleatoria de un número suficiente de microfilmes
como para extraer una estadística fiable.
62

Grabaciones sonoras
Los discos

Una de las cosas más importantes es el mantener la zona de almacenamiento


tan limpia de polvo como sea posible. Una de las barreras más simples que se
pueden emplear es el uso de armarios con unas puertas que permitan un buen
sellado. Los discos hay que almacenarlos en posición vertical en compartimen­
tos divididos para acomodar unos 20 discos con sus respectivas fundas de papel
neutro o libre de ácido -se debe eliminar la funda interior original. Si se
ponen los discos en posición horizontal se corre el peligro de que se doblen,
especialmente en el caso de los de vinilo.

Las casetes
Estas grabaciones deben permanecer lejos de campos magnéticos tales como
motores eléctricos {léase: aparatos de televisión, vídeos, etc.) o tranformadores y
redes de alta tensión. En realidad las grabaciones en casete no se aceptan como
soporte de calidad de archivo por no ser durables, pero puestos a conservarlas
deben guardarse jurito con su estuche en una funda de poliéster.
Si se consideran imprescindibles, es mejor guardar la información en las que
tienen menor duración puesto que la calidad de la cinta disminuye proporcio­
nalmente según la duración: cuanto más larga la duración, más susceptibles a la
rotura y al traslado de la impresión magnética de una a otra parte de la cinta.

Los cintas de vídeo


Para muchos escépticos, las videocintas no son un material apto en el que
archivar información gráfica a largo plazo. Consideran que la cima, compuesta
de pequeñísimas partículas de dióxido de cromo u otras combinaciones, adheri­
das a un substrato que recibe duros golpes cada vez que se mete en un video, no
puede resistir mucho tiempo.
Sin embargo, las videocintas se están utilizando cada vez más como vehículo
didático en instituciones de enseñanza y en la industria, entre otros campos, para
las necesidades a corto plazo. A la vez, su implantación en museos, bibliotecas y
archivos es cada vez mayor. A estas instituciones no les queda más remedio que
hacer un esfuerzo para tratar de mantener este material bajo las condiciones más
próximas al óptimo posible para prolongar su vida a pesar de su poca estabilidad.
Así, hay que tener en cuenta cuáles son los principales enemigos y algunas
recomendaciones básicas de mantenimiento:
El calor es uno de los grandes enemigos de las videocintas (el pegamento uti­
lizado para adherir las partículas de dióxido de cromo a la cinta no aguanta bien
las temperaturas altas). Otro enemigo es la humedad, debido a su reacción
negativa con otros compuestos que porta la cima. Además, la electricidad estáti­
ca que genera la cinta durante su utilización atrae a un peligroso abrasivo: el
polvo.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 63

Para prolongar la vida de las videocintas conviene:

-mantener el vídeo limpio y sin polvo; utilizar el rebobinado y avance rap1-


do unicamence partiendo de la posicion stop, nunca en reproducción acele­
rada (la cinta sufre grandes tensiones con este proceso); almacenar las cimas
en estuches herméticos de plástico, no de e.anón (éstos desprenden partícu­
las de papel); almacenar las videocintas en el ambiente sugerido para los
libros y documentos (humedad relativa estable entre un mínimo del 30% y
un máximo del 50% y una temperatura estable no superior a 20°C).
- almacenar las cintas en posición vertical con la parte rebobinada abajo, no se
deben guardar en posición horiwnral (esto añade peso sobre los vulnerable
bordes de la bobina) y lejos de campos eléctricos (la televisión, magnetosco­
pio, etc.). Si una cima de gran valor documental permanece sin utilizarse
durante unos 3 meses hay que introducirla en el aparato reproductor en
avance rápido y luego rebobinarla a fin de igualar la tensión de la bobina.

Como una medida de preservación, los archivos y las bibliotecas guardan las
cintas originales, especialmente si son de gran valor, haciendo una copia de las mis­
mas a parcir de las cuales se hacen copias de primera generación para los clientes.

El software
Con el aumento de la utilización de ordenadores personales y procesadores de
textos es inevitable que sus productos -los documentos impresos en impresoras,
cintas magnéticas, CD ROM y disquetes- terminen en algún archivo o biblioteca.
Con la excepción de los documentos sacados por impresora, los demás for­
man un bloque de material que hasta hace muy poco tiempo no habían sido
usados rutinariamente en un archivo o biblioteca.
El almacenamiento no plantea grandes problemas puesto que las condiciones
ambientales prescritas para los libros y documentos son aplicables a los productos
de los ordenadores. Las condiciones de almacenamiento y mantenimiento comen­
tadas para vídeos y casetes son las que deben emplearse para este cipo de material.
Un par de advertencias: el papel que se use para las impresoras debe ser alca­
lino o al menos con garantías de que no es ácido. De entre las tintas que se usan
en informática, las más estables, por la calidad de sus componentes y por las
características intrínsecas de fijación dentro de las propias máquinas, son las de
las impresoras láser. El único problema descrito con estas tintas parece residir en
una mala fusión de las resinas empleadas durante el proceso, lo que puede oca­
sionar un desprendimiento temprano de los pigmentos.
64

72
Un poco de seguridad y control y mucha
protección

En la gran mayoría de los países del mundo, las colecciones de libros y docu­
mentos, sean grandes o modestas, públicas o particulares, se guardan, bien en
edificios que en ocasiones son joyas arquitectónicas de siglos pasados, bien en
edificios relativamente nuevos. En muchos casos tienen algo en común: no fue­
ron diseñados para guardar y proteger esos materiales bibliográficos. Así, los
documentos tendrán que reposar en sus respectivos hogares y pasar allí sus
pequeños calvarios, unos por fallos en la construcción, otros por el estado de los
edificios (en muchos casos la situación es peor en las construcciones nuevas que
en las antiguas). Y s;.: embargo, allí están.
Pasarán malos ratos por la falta de preparación o, más probablemente, de concien­
ciación del personal encargado de su cuidado; se enfrentarán a la posible amenaza de
un incendio o a sufrir las consecuencias de las no tan infrecuentes inundaciones.
Podemos incluir daños físicos, químicos y biológicos junto con cuidados indiferentes
a manos de sus guardianes mientras reposan en sus carpetas, cajas y estanterías. Se
extraviarán, serán robados y desfigurados por los gamberros o los desaprensivos.
Por fortuna, habrá otras manos dispuestas a proteger los libros y documentos
para reestablecer su utilidad si es necesario y así prolongar su esperanza. de vida.
También habrá ocasiones en que los materiales únicos, raros o bellos tendrán que
ser vistos por el público en otras ciudades o países. Ojalá que su traslado sea pla­
neado detalladamente para que lleguen sanos y salvos y que, una ve:z. allí, sean
protegidos y tratados con el cuidado y cariño que se merecen estos tesoros.

La inspección hecha por uno mismo del edificio y del


depósito
La ficha o guión de aucoinspección que detallamos a continuación es, con
algunas excepciones, la recopilación de las medidas preventivas ya descritas en
este libro y cuyo fin es el cuidado de los libros y documentos. No es una ficha
universal puesto que cada archivo o biblioteca tiene sus propias características,
condiciones y problemas. Lo único que intentamos es proporcionar al profesio­
nal no-conservador y al panicular una ficha estándar que puedan ucilizar de un
66

modo pracr1co, para que al final de


una aucoinspección tengan una idea
global de la situación en sus respecti­
vos edificios y almacenes.
Con esta información se pueden esta­
blecer las prioridades a seguir para la
corrección de sus deficiencias, si las
hay, y mejorar cualquier situación
potencialmente peligrosa para el bie­
nestar de los libros y los documentos.

Caso épico de filcraciones de agua en un depósito de


archivo o biblioteca. Las filtraciones aumentan la
humedad rdativa, si esto se junta con una mala vcnri­
lación dd depósito dará como resultado casi seguro un
brote de hongos en los libros.

El edificio
Estructura. ¿De qué material son las vigas?, (hierro, hormigón, madera).
¿Hay evidencia de grietas en los sitios de su ubicación? Si las vigas son de made­
ra, ¿reciben una inspección periódica para comprobar su estado físico?, (sin sig­
nos de grietas profundas, pudrición, ataque de termitas u otros xilóagos).
Tejado. ¿Recibe una inspección periódica para comprobar su estado? ¿Se
mantiene limpio de hojas, ramas u otros despojos que pueden acumularse
durante el año?, (esto es especialmente importante en las épocas lluviosas del
año). ¿Hay evidencia de filtraciones de agua cuyo origen sea el tejado?, ¿Hay un
drenaje total del agua durante las épocas de lluvia o nieve?
Canalones y bajantes. ¿Se comprueba su estado periódicamente? ¿Se mantie­
nen limpios de despojos? Si las bajames están colocadas en el interior del edifi­
cio, ¿hay evidencia de filtraciones de agua en las zonas que recorren?
Muros, paredes, techos. ¿Hay grietas? ¿Hay evidencia de filtraciones de
humedad o agua?
Ventanas y claraboyas. ¿Están en buen estado? ¿Cierran bien? ¿Hay evidencia
de filtraciones de polvo o humedad?
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 67

l-J J,-...:uiJo en d nmtrul y man1c111mie1110 dd cd,fi-


' iu pucJc 11,·var a a.sm ex1r,·mm (cs1c d,bu¡o t"Sl;Í
basado en un hecho real r<-cicnu, ocurrido en España).

El depósito o el almacén

Ambiente. ¿Qué tipo de control se utiliza para la climatización del depósito?,


(aire acondicionado, ventiladores, ventilación natural, deshumidificadores,
humidificadores). ¿A qué nivel se mantiene la humedad relatiYa?, (ya sabe, la
comunidad científica recomienda una humedad relativa estable entre un míni­
mo del 30% y un máximo de 50% y una temperatura estable no superior a
20 ° C para una buena estabilidad de los materiales).
Iluminaci6n. ¿Se utilizan lámparas fluorescentes? ¿Son de baja emisión de
rayos ultravioleta? Si son lámparas de alta emisión, ¿llevan filtros UV? ¿Se nece­
sita que estén encendidas simultáneamente todas para obtener la iluminación
adecuada?, (las instalaciones de iluminación en los depósitos suelen hacerse con
un número excesivo de lámparas). ¿Se apagan después de su utilización?,
(manualmente o con interruptor automático).
¿Se utilizan lámparas incandescentes? ¿Están ubicadas en zonas donde el
calor que emiten puede afectar a los materiales de los fondos o colecciones? ¿Se
necesitan todas para iluminar el depósito? ¿Se apagan después de su utilización?
¿Incide y se trabaja con la luz del sol en el depósito? ¿Hay libros y documen­
tos expuestos directamente a esta luz? (de ser así lo correcto es colocar las estan­
terías en posición perpendicular a las fuentes de la luz incidente). ¿Hay manera
de controlar la entrada de luz natural?, (persianas, cortinas, etc.).
68

Seguridad. ¿Están las ventanas y claraboyas provistas de buenos cierres? ¿Tie­


nen rejillas las ventanas de las planeas bajas?
¿Son seguras las puertas del depósito? ¿Hay control de las llaves? ¿Hay com­
probación de seguridad al final del día?, (puertas, ventanas y llaves).
¿Hay sistema de detección y alarma de incendios? ¿Está el panel de mando en
un punto céntrico? ¿Se vigila las 24 horas del día? ¿Está conectado con el cuerpo
de bomberos? ¿Se comprueba el sistema periódicamente?
Prevención. ¿Está el depósito provisto de sistema contrafuego?, (los expertos
en el tema recomiendan los rociadores). ¿Hay sistema de mangueras para incen­
dios? ¿istá provisto el depósito de extintores portátiles? ¿de que tipo son?,
(agua, polvo gas). ¿Sabe el personal como utilizarlos?, (de modo sorprendente,
la gran mayoría no tienen ni idea). ¿Reciben inspecciones periódicas el sistema
contrafuegos, las mangueras y los extintores portátiles?
¿Hay vigilancia tanto nocturna como durante los días no laborales?
¿Existe un plan de emergencia para el caso de un desastre? ¿Existe un plan de
evacuación del personal y de los fondos?
Anote la ubicación de los sistemas de suministro y drenaje de agua (fregado­
ras, pilas, tinas, baños, duchas, retrétes, termos eléctricos, conducciones de vapor
y agua, depósitos, etc.). ¿Qué pasaría si hubiera una fuga de agua? Con un poco
de imaginación se pueden determinar los puntos de alta vulnerabilidad para las
estanterías ---especialmente si las últimas baldas están al nivel del suelo (deben
tener como mínimo 10cm de paso libre respecto al suelo)-y para los materiales
guardados en archivadores, planeros o las cajas que se apilan directamente sobre
el suelo. ¿Hay materiales bibliográficos almacenados en el ático o en el sótano?,
(dos sitios especialmente vulnerables en cuanto a goteras o filtraciones de agua).
¿Sabe el personal dónde están las llaves principales de corte del agua?
¿Cuál es el estado actual de la instalación eléctrica?, (el alumbrado, enchufes,
interruptores, cuadros, etc.). ¿Se cuida la instalación contra sobrecargas?, (�mpleo
de varios aparatos eléctricos a la vez tales como estufas eléctricas, secadoras,
motores, etc.). ¿Existe una protección adecuada para el caso de una sobrecarga?
¿Hay seguridad de que al final del día se apagan todos los aparatos eléctricos?
¿Conoce el personal la ubicación de los interruptores locales y el general?
Almacenamiento. ¿Con qué materiales están hechas las estanterías, planeros
y armarios? Si son de metal, ¿qué revestimiento llevan?, (esmalte al horno, pin­
tura normal, ninguno). ¿En qué estado están?, (pintura escamada, oxidaciones,
ángulos y esquinas o tornillos afilados, construcción endeble, etc.). Si son de
madera, ¿reciben una inspección periódica?, (esto permite tener evidencia de la
ausencia o presencia de una infestación por termitas u otros xilófagos, exudacio­
nes que manchen los materiales bibiográficos, etc.).
¿De qué material están fabricadas las cajas, carpetas y envolturas para guardar
la documentación y los libros?, {x-celulosa, pasta mecánica, pasta química, tra­
pos, etc.). ¿Se utilizaron productos químicos ácidos en su fabricación?, (encola­
do con alumbre-resina). ¿Cuál es el pH de las cajas, carpetas y envolturas?, (toda
esta información se le puede y debe exigir al fabricante o a la empresa que sumi­
nistrad material).
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 69

Limpieza. ¿Se limpia el depósito periódicamente? ¿Se utilizan materiales ade­


cuados para limpiar el polvo?, (no se deben usar trapos humedecidos con pro­
ductos líquidos; sí se pueden usar trapos cratados para retener el polvo estática­
men�e; se pueden usar aspiradoras a las que se adapte una rejilla o malla fina
(vale,-por ejemplo, una media de vestir) en la boca de entrada para eliminar pol­
vo de los libros, evitando que se trague pequeños fragmentos desprendidos de la
documentación). ¿El equipo de limpieza está supervisado por personal del cen­
tro? ¿Se vacían los contenedores de basura al final del día?
Estado de los fondos. ¿Hay olor a húmedo?, (de haberlo se requiere una
atención inmediata; puede ser debido a goteras de agua y/o una bolsa de aire
estancado). ¿Hay evidencia de un ataque biológico?, (cualquiera de los siguien­
tes síntomas debe provocar la alarma: aparecerá sobre los documentos algo pare­
cido a pelusillas o manchas de diversos colores provocados por hongos; finos
túneles producto del ataque de bibliófagos; insectos vivos o sus cuerpos muer­
tos; huellas de mordiscos de ratones; olor a orina). ¿Hay evidencia de un dete­
rioro fotoquímico?, (cantos de legajos, libros o volumenes encuadernados con
un color amarillento; lomos de libros u otras encuadernaciones decoloradas;
todo ello indica la clara evidencia de un exceso de luz, natural o arricial).
¿Hay evidencia de daños fisicos?, (desgarros, roturas, desgaste, etc.). ¿Hay
evidencia de materiales potencialmente dañinos?, (grapas, sujetapapeles o clips,
alfileres, cintas auroadhesivas, etiquetas engomadas, gomas elásticas, recorres de
periódicos u otros materiales ácidos).
70
¡Dios n1ío, qué desastre!
Plan de emergencia para los archivos y
bibliotecas, grandes o pequeñas

En teoría, hay dos situaciones bien distintas para la recuperación de los mate­
riales de un archivo o biblioteca en caso de que éste sufra un desastre: en la pri­
mera no hay límite de tiempo para la recuperación de todos los fondos; en' la
segunda el tiempo apremia: es preciso que la recuperación empiece cuanto antes
y continúe sin interrupciones hasta el final.
Caben en la primera categoría los daños provocados por los terremotos, la bom­
ba de un terrorista o un incendio que se autoconsume. En estos casos los daños al
material en los depósitos son de carácter físico. Aparte de la necesidad de restable­
cer los servicios para el público, el tiempo no es vital para la documentación.
En la segunda categoría tenemos fenómenos tales como los huracanes, tornados,
inundaciones, roturas o daños en los conductos de agua, fugas en depósitos de agua,
en termós eléctricos, etc. Los daños al material bibliográfico pueden ser no sólo físicos
sino químicos y biológicos, debido a la presencia del agua. Dependiendo de las con­
diciones ambientales, el tiempo correrá más o menos rápidamente en contra de los
libros y documentos empapados. Así si se dejan durante más de 48 horas con una
humedad relativa superior al 60% y una temperatura superior a 20°C, sin circulación
del aire, es seguro que el resultado será la aparición de un ataque de hongos.
De hecho hay pocos desastres en los que el agua no está involucrada. De una
manera u otra -ya sea por la rotura de una cañería, las goteras debidas a la llu­
via o la empleada por los bomberos para apagar un fuego- el agua tiende a
seguir su curso terminando finalmente en las estanterías de las plantas inferiores
o en las cajas o legajos colocados «provisionalmente» en el suelo. En estos casos
el agua puede ocasionar tantos o más daños que un incendio. Por lo tanto, en la
redacción de un plan de emergencia debe tenerse en cuenta que elprincipal ene­
migo en potencia de los libros y documentos es el agua.
Un plan de emergencia consta de tres partes: la prevención, la preparación y la
recuperación. La primera -la prevención- es el punto central de cualquier plan
de emergencia y debe incluir la revisión de las medidas disponibles para prevenir
incendios e inundaciones, ya discutidos en el apartado ''La inspección hecha por uno
mismo del edificio y el almacén': La segunda parte -la preparación- es, sencilla­
mente, una secuencia de pasos a tomar en el momento de descubrir un desastre. La
72

:cr.:erJ y úlcinu parce -la recuperación- es una guía a seguir para la recupera­
.::ión. d manejo y d cracarnienco de los libros )' Jncuméncos dañados por el agua.

Preparación
En no,·iembre de 1978 la Biblioceca Meyer de la Universidad de Stanford en
California sufrió la inundación del sótano en donde se guardaba una importante
colección de libros. La causa fue la fractura de una cubería en el exterior del edifi­
cio; el resultado: más de 50.000 volúmenes se empaparon -un desastre de enor­
mes proporciones. Sin embargo, 43 horas después del momento en que se cortó el
agua (20 minutos después de la rotura), los libros se habían sacado de las estante­
rías. cada uno envuelto con el papel adecuado, colocados en cajas y transportados
a cámaras frigoríficas para su congelación y, por lo tamo, su estabilización.
De este modo, el peligro de infección fúngica terminó rápidamente, dando
tiempo para planear la próxima etapa: el secado. Éste se llevó a cabo semanas
más carde utilizando una cámara de vacío que proporcionó una empresa de
fabricación de aviones.

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EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 73

Esta fase, la preparación, no es complicada. Se basa en unas normas generales


a seguir que permiten dar, con calma y confianza, los pasos que conducen a la
recuperación de una gran parte de los materiales dañados. La preparación per­
mite que la persona que descubre el desastre sepa qué hacer, a quién avisar y
dónde obtener ayuda material y técnica.
Pero el momento en el que hay que obtener esa información es antes y no
cuando ya ha tenido lugar el desastre. No basta con sacar datos de las páginas
amarillas de la guía telefónica. Se deben hacer contactos personales previos para
asegurar la disposición, al menos a priori, de la ayuda y materiales que harán fal­
ta en una emergencia.
La parte del plan de emergencia dedicada a la preparación no tiene por que ser
detallada exhaustivamente, pero como mínimo debe contener los siguientes datos:
-Nombre, teléfono (hogar y oficina) del personal a avisar. Debe incluir al
director o autoridad en funciones, el encargado del plan de emergencia, los
técnicos de conservación/restauración y a cualquier miembro del personal
al que se le haya encomendado careas prácticas en caso de emergencia.
-Teléfono del parque de bomberos más próximo, p_olida, fontanero, electri­
cista y de cualquier persona o institución que pueda ser útil.
-Ubicación real, dentro del archivo o biblioteca, de los materiales «ami­
agua» (cubos, fregasuelos, trapos, toallas de papel, herramientas, etc.).
-Dirección y teléfono de los proveedores de materiales cales como rollos
de plástico, rollos de papel prensa, papel encerado, parafinado o con
polietileno (vale cualquiera de los tipos de papel que se emplean para
envolver comida en los mercados y supermercados) que serán empleados
para envolver los libros y documentos mojados, cajas de plástico, como
las utilizadas para transportar las bolsas de leche, o cajas robustas de car-

Es absolutamente necesario tener


preparado un plan de emergencia
que incluya teléfonos del personal
avisado de .intemano, de empresas
suministradoras de los diferentes
ti po s de materiales, planos dd cen-
ero, etc.
74

rón, para rransporrar los libros y documentos empapados, ventiladores


eléctricos, deshumidificadores y, mu)' importante, las señas de las empre­
sas con cámaras frigoríficas dispuestas a almacenar la documentación
mojada.
-Un plano sencillo de las plantas del edificio con la situación de los inte­
rruptores, incluido el cuadro principal, claramente indicados junto con las
llaves para cortar el agua. Sería útil indicar la ubicación de los extintores
portátiles, las mangueras y las salidas de emergencia.
- Teléfonos de las principales instituciones nacionales provistas de laborato­
rios de conservación/restauración que puedan prestar ayuda.

Recuperación

Para mantener el orden y evitar la confusión, la supervisión de la operación


debe ser responsabilidad de una sola persona. Normalmente este papel le corres­
ponde al conservador o, en su defecto, al restaurador de la institución o a
alguien ajeno a la misma que tenga los conocimientos necesarios para llevar a
cabo la recuperación. En todo casó, el responsable tendrá que calcular el alcance
de los daños. establecer las prioridades, decidir qué tratamiento darle a los
documentos y libros dañados y determinar qué tipo y cantidad de suministros
necesita para llevar a cabo la operación.
Lo que sigue a continuación constituye los pasos básicos que deben darse
para la recuperación y tratamiento de los documentos y libros dañados por el
agua (en las publicaciones que enumeramos en la bibliografia podrá encontra1<,e
una información más detallada):
Busque el asesoramiento de un conservador experimentado. Éste es el primer
consejo que dan los expertos. Sin embargo, son muy pocas las personas con
experiencia real. Suelen encontrarse a través de o en los grandes archivos y
bibliotecas nacionales, o de las autonomías, especialmente en aquellas institu­
ciones que están provistas de laboratorios de restauración.
Estabilizar el ambiente. Su finalidad es la eliminación de las condiciones que
favorecen la infección fúngica. Hay que cortar la calefacción para evitar que
suba la temperatura. Si hay aire acondicionado, se debe poner en la posición de
máximo frío. Si se carece del mismo, y a fin de conseguir una corriente de aire
alrededor de los materiales mojados, habrá que valerse de ventiladores eléctri­
cos o proceder a la apertura de todas las _ventanas y puertas (ya sabe, hay que
evitar las bolsas de aire estancado). Si los materiales se dejan durante más de 48
horas en temperaturas superiores a 20° C y una humedad relativa superior al
60% sin una buena corriente de aire, es seguro que el resultado será un fuerte
ataque de hongos.
Reunir al personal. Es fundamental formar un equipo de recuperación
entrenado con el que realmente se pueda contar en caso de un desastre que
tenga lugar, por ejemplo, durante un fin de semana. En el momento del
desastre se le deberá reunir junto con los suministros que se vayan a utilizar
en la operación de salvamento. Se tiene que determinar qué se recuperará en
primer lugar.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 7

En el caso de grandes archivos o bibliotecas


es posible que acuda gente volumaria para ayu­
dar ame un desastre de grandes proporciones.
El personal que forme el equipo de recupera­
ción deberá saber de antemano la forma correc­
ra en que se deben manejar los libros y docu­
mentos empapados siguiendo para ello los
pasos básicos que figuran abajo, de forma que
sean capaces, a su vez, de dirigir y enseñar a
esos posibles colaboradores voluntarios:
-El papel mojado es extremadamente frá­
gil; con sólo tocarlo se le pueden producir
desgarros.
-Nunca se retirarán con la mano las prime­
ras hojas de un montón de hojas empapa­
das; si hay que hacerlo existe una técnica
segura como veremos en el apartado
''Secado de documentos por ventilación':
-Los materiales bibliográficos que se encuen­
cran en los pasillos deben levantarse tal y
como se encuentren. Por ejemplo, los libros
empapados no deben abrirse ni cerrarse;
hacerlo es una invitación a provocar daños a
las estructuras de las encuadernaciones.
-Los materiales pueden llevarse hasta la
zona seca seleccionada haciendo una
cadena humana.
-No deben quitarse las tapas de un libro
mojado puesto que ayudarán a sostenerlo
en pie durante el" secado al aire.
-No deben prensarse los libros mojados ya
que esto puede forzar la introducción de
cualquier suciedad (barro, etc.) que ten­
gan dentro de los intersticios del papel.
De hacerlo será muy difícil eliminarla
cuando se sequen.
-Debido al riesgo de provocar daños físi­
cos, no deben separarse los mapas planos,
cartas, etc. de tamaño grande que se
hayan empapado. Si están en planeros, los
cajones deben sacarse con la documenta­
ción que alberguen y llevarse a la zona
seca. Si es precisa la congelación, se debe
hacer junto con los cajones.
-En general, el material bibliográfico empa­ Diferentes ejemplos de la acción del agua y la humedad
pado debe ser el primero en salvarse y ser sobre los libros de la biblioteca universitaria ames cirada.
76

llevado a la zona seca; le seguirán los materiales parcialmente mojados y,


finalmente, los que sólo estén húmedos.
-El resto del material, que sería el más seco, se debe llevar a una zona con
un ambiente controlado y con una buena circulación del aire para evitar
una infección fúngica superficial. Es posible que estos materiales no nece­
siten tratamientos ulteriores.
-Cualquier limpieza y lavado debe llevarse a cabo bajo la supervisión de
una persona experimentada que sepa qué materiales -libros abiertos,
manuscritos dibujos, fotografías y otros con componentes solubles- pue­
den aguantar dicho lavado.
-La suciedad y el barro de un libro pueden eliminarse con agua fría del gri­
fo, uno por uno. Se sumerge el libro, que se ha de mantener siempre fir­
memente cerrado con la mano, en el agua y con una esponja, sin frotarlo ni
cepil/arlo, se le eliminan suavemente las concreciones de suciedad de la
superficie. El exceso de barro se puede eliminar con un rociado fino de
agua a baja presión. Cualquier mancha o depósito de barro resistente debe
dejarse para su tratamiento posterior.
-El agua que retiene el libro después de su lavado se puede exprimir presio­
nando suavemente sobre las tapas con las palma� de las manos, nunca
mediante presión mecánica (prensas, rodillos, pesas, etc.).
-Si los documentos y libros van a secarse al aire deben trasladarse a una
zona amplia y ventilada mediante corrientes naturales del aire, con las
venranas abiertas y, si es necesario, valiéndose de ventiladores. Será necesa­
rio utilizar mesas o cubrir el suelo con plástico en el que colocar el mate­
rial mojado; la zona de trabajo debe mantener estabilizadas la temperatura
y la humedad relativa (véase "Secado de libros por ventilación'').
-En caso de tener que congelar los documentos, se envolverán con papel
(dd cipo no adherente empleado para los alimentos ya comentado). La
envoltura es imprescindible a fin de evitar la formación de grandes blo­
ques de hielo. Los documentos se colocarán en cajas de plástico (como las
utilizadas para transportar leche, preferentemente) para su congelación en
la cámara frigorífica. Los lomos se pondrán apoyados en el fondo para evi­
tar que el peso del papel mojado deforme el libro.
-Si los libros y documentos se van a secar al vado (en caso de que el trasla­
do sea inmediato no es necesaria la congelación) se deben utilizar las cajas
de plástico citadas, teniendo la misma precaución de colocación de los
iibros en las mismas (véase "Secado ténnico al vacío'').
-Si los libros y documentos requieren una fumigación por haber aparecido
una infección por hongos de una extensión imposible de manejar, es impres­
cindible el consejo de un e.xperto debido a la complejidad de la técnica.
-Ames de colocar el material ya tratado y seco en su ubicación original ésta
debe haber sido rehabilitada y estabilizada (la temperatura y la humedad
relativa fundamentalmente).
-Durante cada etapa de la operación un miembro del archivo o biblioteca
debe seguir la pisca del material para facilitar su colocación en las ubica­
ciones originales al terminar el ciclo de secado y rehabilitación.
La congelación: el gran estabilizador

La congelación se realiza a bajas temperaturas ya que es el método más eficaz


conocido hasta el momento para la estabilización de los materiales de archivos y
bibliotecas que han sufrido una inundación. La temperatura de congelación
determina la rapidez con que se congelarán los documentos y algo que es muy
importante, delimitará el tamaño de los cristales de hielo que se formarán
durante el proceso.
Está establecido por los científicos que lo adecuado para los documentos
empapados por una inundación o por el efecto del apagado de un incendio es
aplicar una temperatura muy baja de forma que el proceso de congelación sea
muy rápido y los cristales así formados sean más pequeños y perfectos, lo cual se
traduce en una disminución considerable del riesgo de que los cristales de hielo
puedan cortar las cadenas de celulosa.
Sin embargo, existe cierto desacuerdo entre los expertos sobre la temperatura
ideal exacta a emplear en la congelación de los documentos. Una gran parre cree
que lo adecuado es aplicar la llamada congelación por chorro forzado de aire a
muy bajas temperaturas, alrededor de -50°C, y después mantener el material
congelado en la cámara frigorífica a -18 °C.
Está claro que no siempre se podrán encontrar las condiciones ideales -de
hecho se habla de márgenes de temperatura muy amplios (de entre -20 ° C y -
30 °C). En una cosa sí que está todo el mundo de acuerdo: ante una emergen­
cia, hay que intentar conseguir cualquier método que permita obtener una tem­
peratura inferior a 0 ° C.
78

Si el desastre es de gran magnicud, es posible que tengan que Ulilizarse


varias cámaras frigoríficas. Lo ideal para el transpone a las cámaras sería emple­
ar camiones frigoríficos pero, si no se puede acceder a estos lujos, hay que
valerse de la rapidez del tranporte convencional que, trabajando de una forma
coordinada y eficiente, puede llevar igualmente los materiales a las cámaras fri­
goríficas. (Damos por supuesto que ya se sabría de antemano la ubicación de
las cámaras frigoríficas y que alguien del archivo o biblioteca ya habría acorda­
do con los dueños de las cámaras de congelación la posibilidad de su uso, al
menos en principio, para almacenar materiales bibliográficos en caso de una
inundación).
Las empresas con cámaras de congelación se pueden encontrar con relativa
facilidad en la guía telefónica (en las páginas amarillas) bajo el título "Alma­
cenes frigoríficos". También hay cámaras para la congelación de comestibles,
conservadores de productos cárnicos, productores de hielo y de helados .
. Incluso, en un caso a pequeña escala, se pueden utilizar los congeladores
caseros.
Lo que se gana con la congelación de los libros y documentos dañados por
una ·inundación o cualquier otro hechó que los pueda mojar es lo siguiente:
-Se frena el ata.que fúngico. La congelación detiene la infección fúngica ya
que las esporas no encuentran las condiciones que necesitan para su repro­
ducción y crecimiento. En realidad la congelación no destruye las esporas
del hongo ya que éstas son muy difíciles de erradicar y se limitan a mante­
nerse en estado latente hasta que aparecen las condiciones ambientales
favorables para su desarrollo. El hecho práctico es que la infección se
detiene y sus efectos perniciosos no tienen lugar.
-Se estabilizan las tintas y los colorantes solubles. La congelación tiene la
ventaja adicional de estabilizar las tintas, los tintes, las tinturas, los colo­
rantes y demás sustancias similares solubles en agua, utilizadas profusa­
mente en la realización de los manuscritos, mapas, bocetos, dibujos y
documentos similares. Más tarde, cuando se efectúa el secado por congela­
ción al vado, es posible contener el traspaso o corrimiento de las tintas y
colorantes puesto que no existe la fase líquida en el proceso.
-Se evita la adhesión de las hojas. El problema de que las hojas se peguen
o adhieran entre sí se circunscribe fundamentalmente a los libros y publi­
caciones impresas en papel cuché (revistas, folletos, etc.), en cuya fabrica­
ción se utiliza un revestimiento de arcilla china y caseína, dos sustancias
que se desprenden rápida y fácilmente de este tipo de papeles en presencia
de agua. Si el material de papel cuché que se ha mojado se deja secar libre­
mente, sin tratamiento alguno, el libro se convertirá en algo parecido a un
ladrillo de arcilla y papel y será imposible de restaurar. Por ahora, el único
método de recuperación conocido que se considera práctico para este tipo
de papeles, especialmente cuando el volumen de los materiales dañados
por el agua es muy grande, es el de su congelación mientras está mojado y
su posterior secado.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 79

-Permite una planificación metódica y pausada. La estabilización por


congelación de los materiales de archivos y bibliotecas dañados por el
agua quita un peso enorme a quienes sufren este tipo de desastre. La con­
gelación permite: disponer del tiempo suficiente para consultar a exper­
tos en recuperación de desastres acerca de la selección del método de
secado más apropiado, hacer una valoración de los daños, viendo qué se
puede desechar, sustituir y microfilmar, determinar qué tipo de repara­
ción o restauración se necesita y, finalmente, para reesrablecer la funcio­
nalidad de la zona de almacenamiento afectada o, si es necesario, para
encontrar otra ubicación.

¿Y si no hay medios disponibles para la congelación?

Responderemos a esta pregunta con otra. ¿Qué debe hacerse si un archivo o


biblioteca o coleccionista particular sufre una inundación desastrosa en una
planta cualquiera del edificio (ático, sótano... ) con unas condiciones ambienta­
les intolerables? La respuesta es fácil y casi obvia: hay que sacar todo cuanto
antes de allí y trasladarlo a otro sitio limpio. Evidentemente esta nueva ubica­
ción tiene que estar seca y provista de los elementos necesarios para mantener
unas condiciones ambientales favorables para el secado de los materiales por
ventilación (véase "Secado por ventilación'').
80

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.
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.
En zonas de .mun d ción se pueden emplear venriladorcs para crear corrientes de aire que evuen .
"' """" d, "� �'"ªdo,. ésre es res-
ponsable de la apanaon
� . . de broces de hongos.
El secado de libros, documentos y otros
materiales empapados o congelados

Actualmente hay, básicamente, cinco métodos disponibles para secar los


materiales bibliográficos que han sufrido daños debidos a la acción del agua ya
sea por culpa de inundaciones o como resultado de la intervención de los bom­
beros para apagar un fuego en un edificio sin un sistema de extinción de incen­
dios específico propio. De entre estos cinco métodos hay dos, el secado por des­
humidificación y el secado por congelación, que no tienen tanta aceptación en el
mundo de la conservación como los otros tres restantes: el secado térmico al
vacío, el secado por congelación al vacío y el tradicional y universalmente método
del secado por ventilación (oree_ l del material dañado.

El secado por deshumidificación


Es un sistema comercial que conlleva el uso de enormes máquinas deshumi­
dificadoras como las normalmente utilizadas para secar edificios, bodegas de
barcos, etc. Este sistema se basa en la idea de que, si se dejan en sus estanterías
los libros afectados por el agua, mediante la utilización de unos desecadores
especiales, y creando una corriente de aire muy seco, se puede conseguir evapo­
rar la humedad haciendo que la humedad relativa se reduzca hasta el nivel dese­
ado. El aire seco empleado puede ser fresco o cálido. La técnica se ha utilizado
con buenos resultados pero requiere de más ensayos prácticos para su acepta­
ción de forma absoluta por parte de los conservadores.

El secado por congelación


En este método, los materiales dañados por el agua, ya colocados en sus cajas
de plástico, se introducen en una cámara frigorífica provista de un sistema de frío
forzado que congela los materiales con gran rapidez. Gracias a un fenómeno for­
mulado según leyes físicas, el material se descongela (es el mismo principio físico
que hace que los cubos de hielo que llevan mucho tiempo dentro del congelador
empiecen a disminuir de tamaño). Pero el sistema es poco práctico: la desconge-
82

!ación puede cardar semanas o meses. El método no es \':Ílido para los documen­
tos de papel cuché puesto que las hojas acaban por pegarse de forma irreversible.
El único método viable para el papel cuché es el secado por congelación al vacío.

El secado térmico al vacío


En este caso, los libros y documentos mojados o congelados se colocan en una
cámara de vacío de la que se extrae el aire con una bomba de succión poniéndola
finalmente a una temperatura superior a los 0 °C. Es un método para el secado
de los documentos de bajo valor intrínseco tales como la documentación de ofi­
cinas, papeleo rutinario de ministerios, etc. El secado al vacío puede producir
deformaciones en las encuadernaciones, provocar la adhesión irreversible de las
hojas de los documentos en papel cuché y llevar al corrimiento de las tintas solu­
bles. A pesar de estos inconvenientes, se considera una buena solución para el
secado de este tipo de materiales. No se considera el mejor sistema para la docu­
mentación valiosa pero, si no se puede acceder a nada mejor, habría que usarlo.
En este método de secado, el aguá que contienen los diferentes materiales (pie­
les, pergaminos,. adhesivos, papeles) pasa a fase vapor durante el ciclo programado
de la cámara, en contraste con el método de secado por congelación al vado. Los
materiales quedan como bloques de hielo que luego se subliman, es decir, pasan
del estado de congelación al estado vapor sin pasar por el estado líquido (�crua).

El secado por congelación al vacío (liofilización)


Este método de secado es el preferido por los conservadores. La liofilización
requiere un equipo muy sofisticado y es el idóneo para el secado de un gran
número de libros y documentos. El costo sería muy elevado para el secado de
una cantidad pequeña de libros y documentos, aunque en varios países ya exis­
ten pequeñas empresas provistas de cámaras de vacío, incluso portátiles median­
te camiones, que aceptan el secado de cantidades limitadas de libros dañados
por la acción del agua. Otras instituciones provistas con este método de secado
son las universidades o centros de investigación que tienen cámaras de vado uti­
lizadas para experimentos que requieren la liofilización. En Estados Unidos hay
cierras empresas con cámaras de vacío que, al haber llegado a su fin su propósito
inicial, han optado por reconvertirlas para trabajos de liofilización de todo tipo.
La liofilización tiene un significativo número de ventajas sobre el sistema de
secado térmico al vacío: el agua en los libros y documentos a secar permanece
congelada durante la sublimación, proceso que permite al hielo pasar directa­
mente al estado gaseoso sin pasar por la fase líquida. Esto elimina la mayor parte
de los problemas relacionados con las capilaridades, ensanchamientos, pegados Y,
en general, cualquier tipo de deformación de los medios solubles y/o sensibles en
agua. Por contra, el secado al vacío térmico, considerado como un proceso que
transforma el líquido en vapor, resulta más susceptible a los riesgos relacionados
con ensanchamientos, pegados, manchas y cualquier otro tipo de anomalías.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS S 83

Secuencia de la liofilización de un gran contingente de libros mojados:


(1) Modelo de cámara de vacío empleada. Se traca de una cámara originalmente empleada para pruebas aeroespaciales (pruebas con módu­
los lunares) )', eras caer en desuso, recuperada para la liofilización de libros.

(2) Ll egada y recepción de los libros, ya congelados. envueltos en papel y empaquetados convenientemente para su secado.
84

:olocación de libros congelados en las estanterías para su secado.

Tocbs las baldas csún rccubicrus con rerdi:alaco de policcilcno (M,·lar/,\ielinexl.


EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 85

Examen visual eras el proceso de liofilización.

6t.1do del condensador de la cámara: lo que parece un gran panel blanco es en realidad coda el agua exrraida de los libros congelada.

Foco, reproducidm por cone,í,1 de l.o.-kíwd ;\(ú,iler e- Sp,1u Co


86

Cámara de vacío del Museo de la ciudad de Trondheim empicada para el secado de libros mojados.

El secado por ventilación (oreo)


Los libros

El oreo sigue siendo el método clásico y tradicional para secar los libros
dañados porºel agua ya que está al alcance de todo el mundo. Es un sistema que
se adapta muy bien en el supuesto de cantidades no muy grandes de libros o
documenros de valor afectados por el agua y que no requiere el uso de otros
métodos más sofisticados y costosos.
Bien es cierto que si la cantidad de libros dañados es tan grande que los
recursos -personal, espacio, tiempo, dinero- no son los suficientes como
para poder llevar a cabo este método de secado, debe tomarse la única
alternativa segura conocida hoy día: la congelación tan prontamente como
sea posible. Así, con los materiales ya estabilizados, hay tiempo de sobra -
semanas, meses o más- para planear una estrategia que implique, por
ejemplo, sacar periódicamente de la cámara frigorífica una cantidad razo­
nable de libros o documentos para su descongelación por ventilación o, si
hay posibilidades y dinero al alcance, considerar otros métodos de secado.
En cuanto a los libros de papel cuché, la situación es algo distinta. Hasta el
momento, el único método viable para su secado es a través de la liofilización. La
dificultad en el secado por oreo radica, como hemos comentado anteriormente, en
la composición del papel cuché: cuando se deja secar libremente un libro de papel
cuché empapado acaba por ponerse como un ladrillo de arcilla y papel. Sin embar­
go, si este tipo de libros tan sólo están ligeramente húmedos, se pueden seguir con
ellos los pasos recomendados para el secado por oreo de los libros de papel normal.
Los pasos básicos recomendados para el secado de libros por ventilación son
los siguientes:
-El secado debe llevarse a cabo en un sitio amplio, seco y �ien ventilado en
el que se pueda mantener una humedad relativa inferior al 50% y una
temperatura inferior a 2O°C (volvemos a la carga: si los materiales biblio­
gráficos permanecen en un ambiente con una humedad relativa superior
al 60 ° 0 y una temperatura superior a 2O°C durante más de 48 horas, en
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 87

un sitio sin una buena circulación del aire, el resultado será un broce masi­
vo de hongos). En caso necesario habrá que valerse de deshumificadores
para mantener los niveles ambientales adecuados.
-Acuérdese de utilizar su psicrómetro: las lecturas de humedad relativa y la
temperatura deben comarse periódicamente en varios puntos del lugar de
trabajo anotando los resultados para tener un buen control de la situación
ambiental.
-La ventilación constante es imprescindible. Si es necesario, hay que abrir
las ventanas y puc1 tas y, si aun así no se consiguen los niveles de tempera­
tura y humedad deseados, será necesario el uso de ventiladores eléctricos
para crear ligeras corrientes de aire dirigiendo su aire siempre por encima,
nunca directamente, de los libros. Todo este esfuerzo va dirigido a la eli­
minación de las insidiosas bolsas de aire estancado y para acelerar simultá­
neamente el secado de los documentos evitando así una infección fúngica.
-Los libros se tienen que poner de pie sobre algún tipo de material absor­
bente. El papel secante sería ideal aunque en su lugar se pu�de · utilizar
papel prensa (viene en rollos grandes no impresos) aunque en caso de
extrema urgencia se puede llegar incluso al uso de hojas de periódicos ya
impresas pero no las hojas que tengan colores distintos del negro.
-Convendría intercalar en las hojas del libro, cada seis o siete, papel prensa
u otro similar que absorba humedad. Dicho papel debe sustituirse perió­
dicamente en cuanto se obeserve que está saturado de agua con otro nue­
vo seco. Hay que tener cuidado en no excederse en la cantidad de hojas
absorbentes que se intercalan en los libros pues, si se introducen en núme­
ro excesivo, se corre el riesgo de deformar los lomos.
-Los papeles usados que ya estén empapados deben sacarse fuera de la zona
de trabajo o meterse en bolsas de plástico para que no contribuyan al
aumento de la humedad del ambiente.
-Cuando los libros aparenten estar secos pero desprendiendo al tacto una
cierta sensación de humedad, se deben poner en posición horizontal for­
zándolos ligeramente con las manos para intentar devolverles su forma ori­
ginal (la convexa del lomo y la cóncava de la delantera). Finalmente se le
colocará un peso ligero sobre el libro para prensarlo.
-Hay que llevar a cabo inspecciones periódicas de los libros que se mojen
puesto que la humedad acumulada en su interior tarda más tiempo en
desaparecer; esta humedad puede provocar fácilmente un brote de hon­
gos. Existen en el mercado unos aparatos que constan de unos sensores
planos y de una pantalla que refleja las mediciones y que se emplean para
medir los niveles de humedad en el interior de los libros. Los expertos
recomiendan como seguros unos valores entorno al 8% de humedad
interna.
-Si lo único que permanece ligeramente húmedo son los cortes de los libros
se pueden poner éstos en posición vertical dirigiéndoles una ligera corrien­
te de aire por encima mediante un ventilador eléctrico. Sabemos de casos
en los que se han llegado a usar secadores caseros de pelo con tal fin.
88

-Los libros de papel normal que tengan sus corees ligeramente húmedos se
pueden secar en unos l O o l 5 días si se ponen en un sitio en el que se
pueda mantener una humedad relativa alrededor del 25% y una cempera­
cura_Ae entre 10 °C y l2°C.

Los documentos

Las recomendaciones descritas para el secado de los libros por ventilación tam­
bién son aplicables al secado de los documentos. El sitio seleccionado para el proyec­
to debe ser amplio, seco, bien ventilado y en el que se puedan mantener una hume­
dad relativa y temperatura estables. La ventilación constante es importante: al igual
que para los libros, se deberán crear corrientes de aire abriendo puercas, ventanas,
usando ventiladores y, si aun así no es suficiente, empleando deshumificadores.
Los pasos a seguir para el secado por ventilación, que figuran a continuación,
darán resultados satisfactorios con la excepción de la posible aparición de algu­
nas arrugas y deformaciones de los soportes, pero los textos se salvarán:
-Cuando se dejan secar los documentos al aire libre, hay que tener en cuen­
ta que una exposición prolongada al sol puede dañar la estructura del
papel, decolorar sus tintas y acelerarar el envejecimiento de-ambos.
-Los documentos sueltos deben colocarse en cualquier superficie (el suelo,
mesas, estanterías, etc.) protegidos, si es posible, con plástico, papel prensa
sin imprimir o, en caso de exrrema necesidad, con hojas de periódicos sin
colores distintos al negro.
-Es imprescindible separar las hojas de los documentos impresos sobre papel
cuché para evitar que las hojas se peguen entre sí (ya sabe, la capa de caolín
y caseína que lleva este tipo de papel actúa como un adhesivo cuando se
humedece haciendo imposible la recuperación de los textos y las imágenes).
-Si hay que separar un montón de hojas empapadas, sean de papel cuché o
de papel normal, no se hará tirando simplemente con los dedos. Para evitar
daños irreversibles se utiliza la siguiente técnica: se coloca una lámina de
poliéster (o cualquier material parecido) algo más grande que el. documento
sobre la primera hoja del montón, se frota la lámina cuidadosamente con la
mano para que se una bien con la hoja de debajo de forma que al levantar la
lámina de poliéster, y gracias a la adherencia creada por el agua entre el plás­
tico y el papel, la hoja empapada se pueda separar fácilmente del resto.
Finalmente, se cuelga el conjunto de plástico y hoja empapada en una cuer­
_ da de tendedero hasta que esta última se empiece a desprender (cosa que
sucederá a medida que se seque el papel) entonces la hoja, todavía húmeda,
se colocará sobre una superficie limpia y lisa para acabar el secado.
El secado de las pieles y los pergaminos

El secado de pieles y pergaminos dañados por el agua es un tema complicado


en el que los expertos no han dictado unas normas fijas pues los resultados de
. los diferentes ensayos no han arrojado en ningún caso resultados plenamente
satisfactorios. Aun con todo, el camino recomendado como el más seguro pasa
por la congelación en primer lugar para estabilizar los materiales seguida de su
liofilización. A pesar de que tanto las pieles de encuadernación como los perga­
minos se hacen con las pieles de las mismas especies animales, la diferencia de
elaboración de las mismas hace que sus características específicas difieran consi­
derablemenre.
Las pieles empleadas para encuadernación se preparan tanto con taninos
vegetales como con otros compuestos químicos que les imparten cierras caracre-

Secado y esriramienco de un pergamino. Detalles de la colocación


de los clips metálicos y del recubrimiemo incerno de los mismos con
algún tipo de material (en este caso burlete de vencanas) que evite
el concacto directo del metal del clip con el pergamino; si no se
toma esta precaución el metal puede oxidarse manchando la piel.

. 1
90

rísticas propias. Una de las más imporcances en este caso es la de que ;1bsorbcn y
desprenden agua más lenramenre que el pergamino, presentando, en general.
buena resistencia al agua.
El pergamino se suele hacer con una piel a la que se le quita el pelo, que se
adoba con cal y se estira mediante cuerdas en un marco de madera. La acción
simultánea del secado de la piel sometida a esa tensión tiene como resultado la
reorganización de la red dermal fibrosa dando como resultado una piel distinta
que destaca porque no puede volver a su estado natural (salvo que se moje en
exceso y no se seque en el modo en que se elaboró). Lo que se obtiene es un
producto final tenso e inelástico que puede durar cientos de años si se mantiene
con unas condiciones de humedad estables.
A diferencia de las pieles tratadas con taninos, que presentan una buena resis­
tencia al agua, el pergamino tiene la capacidad de absorber agua rápidamente y
en grandes cantidades (ya sea en forma de vapor de agua o como resultado de
un accidente cualquiera). Esto explica el porqué es corriente encontrarse con
hojas o con cubiertas de pergamino más o menos arrugadas: todo depende del
entorno en el que se almacenen.
A menudo, se encuentran libros que llevan una combinación de pieles, per­
gamino y papel. Cada uno tiene sus propias características y, por consiguente,
tienen distintas �eacciones cuando se humedecen. Al secarse, las tensiones sufri­
das por la piel y el pergamino serán más pronunciadas que las sufridas por el
papel. Estas diferencias de tensiones pueden llegar a provocar daños más graves
si el secado no es cuidadosamente controlado.
Un conocido experto de la Libra,y of Congress (Biblioteca del Congreso de
Estados Unidos, con sede en Washington, D.C.) ha observado que los libros
encuadernados con pieles, especialmente los de los siglos X.V, XVI y XVII, sue­
len recuperarse con éxito en caso de un desastre si se secan bajo procesos riguro­
samente controlados. Sugiere que puede ser preciso el consejo de un conserva­
dor profesional para poder llevar a cabo con seguridad los métodos apropiados.
Advierte que codos los materiales de valor deben prepararse separadamente
para su congelación en diferentes categorías de forma que se puedan encontrar e
identificar rápidamente antes de su secado por liofilización. Éste es un punto
imprescindible ya que cada categoría puede necesitar un tipo distinto de aten­
ción. Por ejemplo, los primeros libros impresos y los manuscritos encuaderna-
. dos están compuestos de una gran variedad de materiales entre los que se inclu­
yen el pergamino, la piel, el papel, la madera, el metal, el marfil, las tintas y los
colores al agua; por ello tendrán que secarse cuidadosamente y, si se u�iliza el
secado por liofilización, debe llevarse a cabo empleando la mínima cantidad de
calor interno posible de la cámara de vado.
La British Library (Biblioteca Británica, con sede en Londres) también ha lle­
vado a cabo ensayos para estudiar los resultados de la congelación y posterior
liofilización de los libros o documentos de pergamino. Los ensayos se realizaron
bajo la supervisión del jefe de conservación de la biblioteca en una cámara de
vacío y una cámara de chorro de aire congelado. Ambas cámaras, propiedad de
la biblioteca, tienen una capacidad de hasta 2000 volúmenes.
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 91

Estado de un libro eras hincharse por efecto de la humedad.

En estos ensayos se buscaba la respuesta a tres preguntas: ¿se puede congelar


el pergamino?, ¿se puede secar por congelación al vacío?, ¿se puede secar junco
con los materiales de papel? La respuesta a cada pregunta fue, en términos gene­
rales, afirmativa.
En sus conclusiones, sin embargo, se hace hincapié en que las cubiertas de
pergamino de los libros tienden a contraerse y, por lo tanto, a deformar el con­
junto del libro cuando se congelan y se secan conjuntamente con el bloque de
papel del texto mediante la liofilización. Siendo las cosas así, sugiere que se
separen las cubiertas de pergamino del resto del libro cuando están mojadas y
que se utilizen los métodos tradicionales para estirarlas y alisarlas. Este estudio
ofrece otra alternativa: congelar la cubierta por separado, secarla mediante lio­
filización, humidificarla (los pergaminos suelen salir de la cámara bastante
secos) y utilizarla de nuevo para encuadernar el bloque original.
La conclusión de los expertos de la British Library es que la técnica es idónea
para la mayoría de los materiales presentes en archiYos y bibliotecas aunque
sujeta a una prueba final: provocar una inundación en un depósito en el que se
hayan colocado libros y documentos con la máxima variedad de materiales y sus
posibles combinaciones. Las excepciones serían el papel cuché y los pergaminos
iluminados. Estos últimos aguantan la liofilización pero existe un alto grado de
riesgo para los pigmentos a la hora de prensar el pergamino. En su opinión, se
deberían seguir haciendo pruebas con estos dos tipos de materiales hasta encon­
trar algún sistema más seguro y eficaz.
A propósito del tratamiento de cubiertas de pieles y pergaminos dañados por
agua, en septiembre de 1985, en Noruega, se tuvo que llevar a cabo la recuperación
92

de unos libros valiosos que se vieron afectados por una inundación, utilizando
unos medios relativamente modestos, que puede servir como modelo a emular.
En ese año, la Biblioteca Kleist en Trondheim sufrió una inundación debido a
una filtración de agua. Algunos de los libros raros almacenados en el sótano
sufrieron daños de diferente consideración; gran parte de ellos estaban encua­
dernados en pergamino y en piel.
Se solicitó asesoramiento al Laboratorio de Conservación de Arqueología del
Museo de la ciudad donde, entre otros proyectos, se dedicaban al congelado y
secado de utensilios de madera y cuero. Con cal fin el museo poseía una máquina
de liofilización de modesta capacidad: 40 kilogramos. Dado el estado del mate­
rial se optó por su congelación y posterior secado siguiendo los siguientes pasos.
En primer lugar se separaron de los libros las cubiertas de pergamino, aún
mojadas, para su restauración en el taller de la biblioteca. Las cubiertas de piel
de los libros se frotaron con una baja concentración de poliecilenglicol 400 (un
producto utilizado como ablandador y humecrante). D� aquí los materiales se
llevaron a una cámara para su congelación a baja temperaturas. 0/éase fotos en
pág. 86).
Debido a que la cámara de vacío del museo estaba ocupada en ese preciso
momento con otros proyectos, se tuvo que aplazar durante algún tiempo el
secado de los libros congelados, hecho que no supuso quebranto alguno ya que
la congelación los mantenía estabilizados. Cuando la cámara se desocupó, los
libros fueron secados en ciclos de ocho a catorce días; el tiempo coral que se tar­
dó en el proceso fue de 25 días.
Como la liofilización suele deshidratar algunos de !"e; materiales que se secan,
se siguió con especial atención el papel de los libros que se trataron, observándo­
se que sufrió una ligera caída en su contenido de humedad. Este problema se
resolvió fácilmente colocando los libros en una habitación con un 50% de
humedad relativa. Algunos libros se quedaron arrugados cosa que se arregló apli­
cándoles un ligero prensado.
Los hongos y su control

Resultado de un ataque de hongos a un pergamino: las manchas oscuras son los residuos dejados por
los hongos.

Seguramente, la persona que está


leyendo esta página o la contigua no
sabe que sobre la superficie de ambas
hay un número tremendo de cuerpos
unicelulares reproductivos conocidos
como esporas. Es normal ya que no se
pueden ver a simple vista: tienen un
tamaño microscópico.
¿Cómo sabemos que están allí? Se
puede hacer una prueba hipotética. Se
mete el libro en un cubo de agua de­
jándolo ahí hasta que esté bien empa­
pado. Luego, por seguir con la prueba,
se coloca en un sótano donde las con­
diciones ambientales sean pésimas. Le
garantizamos al lector que en dos o tres Otro ataque por hongos, en este caso sobre papd.
días el libro tendrá una abundante can-
tidad de manchas negras, rojas, verdes o amarillas que corresponden al florecimien­
to de unas plantas diminutas conocidas genéricamente como hongos.
El hongo que dará más guerra a los fondos y las colecciones de material
bibliográfico es el llamado saprofito (nombre que se da a los microorganismos y
a las plantas que se alimentan de material orgánico muerto o en descomposi­
ción}; para su desarrollo necesita básicamente tres elementos: humedad, una
temperatura relativamente alta y una fuente nutritiva.
94

El primer demcnm, b h11m1·tÍ,u/, está prcscnce en cantidades alu� cuando un


archivo, biblioceca o cualquier sitio en d que se guardan libros y documemos sufre
una inundación. Las 11/IIZS re111pemturas aparecen si la época del año es cálida, o si
aún queda parte del calor generado por un incendio y su extinción (otra fuente de
mucha agua), o si hay calefacción central en el edificio. Los nutrientes son impres­
cindibles: el voraz organismo no está provisto del mecanismo necesario para con­
vertir el dióxido de carbono del aire en hidratos de carbono para el desarrollo de su
tejido. Sin embargo, encuentra manjares sin límite cuando reposa sobre un libro: la
celulosa del papel, las proteínas del pergamino y las pieles, los adhesivos de cola
animal y de almidón utilizados para encolar las hojas y para pegar.
La primera evidencia que se tiene a simple vista de la presencia de una infec­
ción de hongos es la aparición de un masa grisácea y de aspecto aterciopelado
sobre la superficie de un libro o documento. Cuando ha llegado a este punto, el
organismo extiende unas «raíces» que son como filamentos de hilo a través del
sustrato donde busca sus alimentos.
Mientras que el organismo está metabolizando las sustancias que requiere
para vivir, empieza un fenómeno extraño: produce diversos ácidos -cítricos,
oxálicos, lácticos y otros. Estos ácid;s dañan el material que le sirve de alimen­
to. A la vez, el hongo descarga pigmentos de color verde, azul, marrón, negro,
rojo o amarillo que manchan el documento (se cree que las pequeñas manchas
marrones que aparecen en los papeles llamadas foxing o moteado también son,
en muchos casos, de origen biológico). Escas manchas pueqen borrar un manus­
crito o el texto de un libro y son casi imposibles de eliminar sin dañar de alguna
manera la estructura física del documento.
Con una infección fúngica tienen lugar otras reacciones: la fuerza que el
encolado proporciona al papel disminuye y, cuando la celulosa sufre el ataque,
la estructura del papel se daña tanto que se vuelve blanda y frágil y, por lo tanto,
se puede romper con suma facilidad. Además, cuando los cuerpos frutales del
hongo penetran entre los intersticios de las hojas de un libro o un legajo, hacen

Los hongos descomponen la celulosa de modo que las hojas de papel


atacadas por ellos llegan a formar hinque, inseparables.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 95

_.:�i·-·
.........._-,

Orro ejem plo del ataque de hongos sobre un documento manuscrico.

que éstas se peguen entre sí haciendo que su separación sea muy difícil, si no
imposible, de llevar a cabo.
Llegados a este punto estamos casi seguros que si algún día el lector descubre
sobre sus libros esas manchas o la masa aterciopelada que hemos descrito, le
entrará un coque de pánico y buscará en las páginas amarillas el teléfono de
algún fumigador. No lo haga: en la mayoría de los casos se curarían los síntomas
pero no se eliminaría el foco de la infección. Hay tratamientos sencillos que
uno mismo puede realizar y bastante efectivos.

Control
Hoy en día se le está dando más importancia a las medidas preventivas y se
está frenando la utilización de pesticidas y fumigantes, aun aquellos menos agre­
sivos. La razón parece ser que la fumigación no tiene efecto residual y, debido a
la abundancia de las ubicuas y casi indestructibles esporas del hongo, en el
momento que se termina la fumigación en cámara o por spray (¿se sabe qué
daños puede causar el producto químico en las pieles, pergaminos o papeles?),
el objeto se «reinfecta».
Los científicos abogan por los sigu ientes medios preventivos: control continuo
de la humedad relativa para que no supere el 60%, sellado del suelo y muros de
los sótanos para frenar la penetración de la humedad, uso de ventiladores para
96

pt:rmicir la circulación <le! aire por codas las plamas <ld edificio (como scguramcn­
ce recuerda d lecrnr, venimos insisciendo en la necesidad de conseguir una hume­
dad relaciva escable no inferior_ al 30% y no superior al 50% y una cemperatura no
superior a los 20° C, junco con una buena vencilación para eliminar las bolsas de
aire escaneado con sus microcHmas de humedad relativa y temperatura alcas).

Tratamiento de una infección de hongos

Uno de los métodos más efectivos y económicos para el tratamienco de una


infección fúngica de los materiales bibliográficos consiste en la modificación del
medio ambiente_ y la eliminación del mismo brote mediante un método que
para muchos puede parecer poco ortodoxo. Se trata del propuesto por una afa­
mada conservadora norteamericana que en un estudio monográfico para la
UNESCO sostiene que, por encima de los complejos tratamiencos actualmente
disponibles, lo mejor y más sencillo para eliminar brotes de hongos en la supefi­
cie de libros y documentos es una aspiradora.
La aspiradora permite eliminar todos los elementos del brote (esporas, condiófo­
ros y micelios) empaquetándolos limpiamente en bolsas desechables. Es un trata­
miento no tóxico que, cuando se utiliza con el debido cuidado, no provoca daños
estructurales a los materiales infectados. Además, la aspiradora es una máquina que
se puede encontrar fácilmente para su utilización tanto con corriente eléctrica
como con pilas (se recomienda que su potencia no e.xceda de 1,5 caballos).
Se han establecido ::versas categorías de infecciones en función del número
de libros y documentos afectados:

l'n:i :ispir:1dor:1 de baja potencia con u.boquilla recubierta con un tiltro, gasa o similar es ideal para limpiar un documento que sufre un
ar-J..¡ue fúngico.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 97

Infección de libros a pequeña escala. Se aplica esta clasifiLación en aque­


llos casos en los que la infección fúngica tan sólo afecta a unos pocos cen­
tenares de libros en una zona limitada en la que el brote puede ser el resul­
tado de un aumento local de humedad relativa. Como anécdota hemos
sabido recientemente de un brote limitado de hongos en unas estanterías
de libros de una biblioteca: un día el equipo de limpieza no secó total­
mente el agua utilizada para limpiar el suelo y los pasillos; durante la
noche hubo un brusco aumento de humedad relativa que favoreció un
repentino brote de hongos que infectó decenas de libro... en una sección
aislada de un sótano sin ventilación.
Infección de libros en magnitud moderada. Esta clasificación recoge
aquellas situaciones en las que se hayan mojado centenares de libros y, a la
vez, miles de otros algo más secos han sufrido una infección de hongos.
Infección de libros en grandes proporciones. Este escenario se sitúa allí
donde hayan tenido lugar desastres naturales y la documentación se haya
visto expuesta durante prolongados períodos de tiempo a unas condicio­
nes ambientales pésimas.

Infección de libros y documentos a pequeña escala


La localización y el tratamiento de la causa del brote deben empezar inme­
diatamente. Un psicrómetro giratorio es de gran ayuda para tomar lecturas de la
humedad relativa y temperatura periódicamente en varios puntos de la zona y
así poder localizar la posible causa del brote (goteras de tuberías, filtraciones en
aseos, pilas, duchas, etc.). Cuando se haya localizado y controlado el origen se
debe estabilizar la zona (apertura de ventanas, utilización de ventiladores elécrri­
cos, etc.).
Los brotes de escasa magnirud suelen limitar su actividad a las cubiertas y los
lomos de los libros pero si no se efectúa el tratamiento con rapidez la infección
crecerá, empeorando y dificultando su eliminación.
Mientras tanto, los libros infectados deben trasladarse conjuntamente a un
sirio de ambiente estable metidos en cajas o bolsas de plástico, en lugar de uno
por uno, para evitar la difusión del brote.
La boquilla del aspirador (se debe emplear la de plástico con una apertura
oblicua en el extremo y no la boquilla con cepillo) se pasará suave y lentamente
sobre el brote incluyendo las zonas del libro que no parezcan infectadas. Si el
lomo es de fuelle, se buscarán con un foco de luz (linterna, lámpara ... ) posibles
ramos de la infección. De haberla, habrá que limpiarla utilizando un hisopo
humedecido en alcohol o formaldehído (disponible en droguerías). Estos pro­
ductos nunca se deben utilizar sobre las cubiertas de los libros por el riesgo a
mancharlas.
Finalmente se colocarán los libros en pie, ligeramente entreabiertos para
que se sequen bien, volviendo a ubicarlos en su sitio original a condición,
claro estt de que se haya subsanado el problema que provocó el brote origi­
nal: que el depósito o sala se haya estabilizado y las esranrerías limpiado con
98

trapos ligeramente humedeci<los (hay que escurrirlos muy bien) en alcohol o


formaldehído.
En el caso de los documentos sueltos, debido a que no pueden aguantar la
fuerza de la succión de una aspiradora normal sin la casi segura probabilidad de
que resultarán dañados por ello, la mejor alternativa para eliminar en ellos una
infección fúngica es utilizar el tipo de mini-aspiradora que se emplea para lim­
piar los equipos electrónicos o las máquinas fotográficas.
Debe desenmarcarse cualquier documento que lo esté, desechándose y
meciendo todo el material del enmarcado (no el marco ni el cristal), que estará
mojado sin duda, en una bolsa de plástico para basura. Se deberá hacer una lim­
pieza general con la mini-aspiradora incluyendo ambos lados del cristal del mar­
co, si lo tiene.
Es necesario limpiar todos los documentos por el anverso y el reverso con la
mini-aspiradora. Para conseguir una limpieza más exhaustiva se pueden utilizar
saquitos con goma de borrar en polvo limpiando sus residuos con la misma
aspiradora portátil. Si no se puede disponer de ninguna aspiradora así, también
se puede limitar la limpieza al empleo de los saquitos de goma; limpieza que no
será tan efectiva,. pero será mejor que nada.
En caso de evidencia de infección fúngica en los muebles -armarios, escri­
torios y sus cajones, mesas, etc.- se les puede inducir corrientes de aire con
cualquiera de los aparatos que se venden con tal fin asegurándose de que todos
los cajones están abiertos. Las carpetas mojadas o simplemente humedecidas
deben introducirse en bolsas de plástico para basura tras anotar cualquier infor­
mación que pudieran llevar escritas.
Las obras de arte tales como los dibujos al pastel, al carboncillo y otras reali­
zadas con pigmentos fácilmente desprendibles nunca se podrán limpiar con
aspiradoras por razones evidentes. Los broces fúngicos sobre este tipo de obras
de arte deben eliminarse mecánicamente. Esto se suele hacer empleando pince­
les puntiagudos de pelos semirígidos ayudándose de una lupa o de unas pinzas
de punta fina para arrancar los elementos del broce.

Infección de magnitud moderada de libros y documentos

Para el tratamiento del brote que han padecido los libros menos húmedos
(como resultado de una exposición prolongada a niveles de humedad relativa
muy altos), lo primero que se debe hacer es bajar la humedad relativa de la zona
mediante el mejoramiento de la circulación de aire con los sistemas ya comenta­
dos en otras partes del texto. Si el número de libros es muy grande y, por consi­
guiente, difícilmente trasladadables a un sitio de ambiente estable, lo más prác­
tico es su limpieza in situ con las aspiradoras.
En cuanto a los libros que estén mojados recomendamos que se sigan los
pasos citados en el apartado "Púm de emergencia para archivos y bibliotecas"y en
el de "El secado por ventiÚlción (oreo)". Si los libros, además, sufren un brote de
hongos sólo se les podrá retirar con las aspiradoras cuando estén lo b·astante
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 99

Ejemplos de difcrcmes tipos de hongos cultivados en laboratorio. Los hongos cultivados se


cxuajeron de las zonas que aparecen manchadas en los bordes del libro.

secos. Es arriesgado y difícil intentar eliminar un brote de hongos con aspira­


doras cuando la documentación está aún mojada.
Los documentos sueltos que W1 sólo estén algo húmedos se deben sacar de la
zona afectada secándolos mediante corrientes de aire naturales o haciéndoles llegar
corrientes de aire mediante ventiladores (nunca haciendo incidir el aire directamente
sobre ellos). Los grabados, mapas, ere. no suelen necesitar congelación debido a que
se realizan sobre papeles más o menos buenos y más o menos gruesos que se secan
con relativa rapidez. En cambio, los documentos encuadernados si deben congelarse
para conseguir su estabilización. El proceso ideal de secado para los documentos
sería la liofilización aunque en su lugar se puede utilizar el secado por ventilación,
sacando cada vez pequeñas cantidades de los mismos de la cámara frigorífica.

Prevención de brotes fúngicos en el sitio de la inundación


Una vez trasladados los materiales dañados a un sirio adecuado para su seca­
do, y ya resuelto el origen de la inundación, deben tomarse las medidas necesa­
rias para sanear la zona donde ocurrió. Este paso es imprescindible para reesta­
blecer las condiciones que prevalecían en el depósito, antes del siniestro, rarea
que puede tardar mucho tiempo en completarse.
Como primer paso, debe eliminarse todo foco de agua estancada, empleando
para ello bombas portátiles si es necesario, para facilitar la entrada en la zona y
bajar también la humedad. Tras esto conviene abrir rodas las ventanas y puertas
y usar ventiladores eléctricos que puedan trabajar día y noche sin parar. Tam­
bién se pueden usar deshumificadores si la humedad se resiste a bajar.
100

La cortinas, alfombras y moquetas mojadas contribuyen en gran medida a


mantener los niveles de humedad relativa altos, por lo canco una de las priorida­
des debe ser el sacarlas y dejarlas secar fuera del edificio.
Las estanterías, planeros, armarios y otros muebles deben limpiarse con trapos
humedecidos con alcohol o formaldehído. Se debe inspeccionar toda la zona,
incluyendo esquinas, paredes, muros, escaleras, etc. para asegurarse de que no
quedan broces aislados. Durante todo este tiempo conviene hacer mediciones
para observar a que ritmo van bajando la humedad relativa y la temperatura.

Una limpi= a fondo de un depósito inundado es fundamencal para prevenir la aparición de brotes de hongos. La
foro muestra b limpieza con cepillos del sudo de los depósitos de una biblioteca que sufrió una inundación.
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS S 101

Infecciones de libros y documentos a gran escala


En estos casos es imperioso concretar una decisión sobre el método de estabi­
lización y tipo de secado elegidos para llevarse_ a cabo. Mientras tanto, los mate­
riales secos deben trasladarse a un sitio seco y bien ventilado para evitar su con­
tagio con los materiales ya infectados.
Si hay señales de un brote de hongos, tanto el edificio como sus materiales
deben recibir la mayor ventilación posible. En un primer momento todos los
esfuerzos deben concen�i:arse en mejorar el medio ambiente: disminución de la
humedad relativa y de la temperatura.
La nebulización con productos químicos de las zonas afectadas para tratar de
erradicar los hongos debe llevarse a cabo sólo cuando no haya otra alternativa.
Pero teniendo en mente que esta medida no lleva consigo una garantía absoluta
de que el problema esté resuelto si la causa sigue allí (grandes cantidades de
agua -líquida o en forma de vapor-, aire viciado sin posibilidad de renova­
ción, etc.). Además, los residuos de la fumigación pueden afectar a los miem­
bros del equipo de salvamento, sin contar con el posible daño al material biblio­
gráfico (en forma de manchas y otros).
Como ya hemos afirmado, nos parece que la acción más viable para situaciones
como éstas es la estabilización de los materiales dañados con la bendita congela­
ción. Con este largo respiro, uno dispone de todo el tiempo necesario para pensar y
planear las próximas decisiones a tomar. En aquellos casos extremos donde no hay
posibilidad de disponer de cámaras de vacío o de cámaras de liofilización, y el seca­
do por ventilación sería imposible, el material congelado (al menos el que se haya
desi gnado como especialmente valioso) incluso se puede trasladar en este estado a
un país vecino que puede tener los medios necesarios para ese tipo de secado.
102
Los insectos, los roedores y su control

Cuando un ama de casa enciende la luz de la cocina y ve un par de cucara­


chas salir disparadas hacia su escondite detrás del cubo de basura suele salir
corriendo en busca de algún spray insecticida aplicando una nube letal por la
ranura por donde se escaparon los bichos, segura de que éstos no volverán a
aparecer.
La reacción de algunos responsables de archivos y bibliotecas es casi idéntica:
un día, al abrir una caja o un mueble en el depósito, se encuentran con sobresal­
to unos pequeños insectos semejantes· a pececillos plateados corrriendo por
todos lados en busca de abrigo. ¿Cuál suele ser su reacción?: la de llamar a un
fumigador.
Es bastante común tener una excesiva confianza en el control químico de
una infestación de insectos sin darnos cuenta de que, en muchos casos, el proce­
so tiene la eficacia de un parche: se descubren los insectos (cuando seguramente
ya habrán hecho el daño), se roda la zona con un producto químico más o
menos potente s.egún el alcance de la infestación (sin pensar en los daños poste­
riores que el producto pueda provocar sobre los libros y documentos tratados) y,
si dejan de aparecer más insectos, a los pocos días se olvida el incidente. El ciclo
comenzará de nuevo cuando éstos reaparezcan.
Los productos químicos -ya sean insecticidas, pesticidas o fungicidas­
eliminan muchos enemigos biológicos, pero como medio preventivo no tie­
nen utilidad alguna puesto que, como siempre, la naturaleza (en este caso en
forma de plagas de insectos) desafía continuamente a los productos más
potentes volviéndose cada vez más y más fuerte. Si los productos tuvieran
poder residual (es decir, si sus efectos permanecieran durante un período de
tiempo lo suficientemente largo) quizá podrían ser usados como medida pre­
ventiva. Pero los posibles daños físicos en los materiales bibliográficos podrían
tener un carácter irreversible. No se puede tener una confianza ciega en la efi­
cacia de estos métodos.
104

Los indeseables
La mayoría de los in_seccos que suelen infestar los libros y documentos lo
hacen no porque el papel les sea especialmente apetecible; en realidad, su atrac­
ción se debe al encolado que llevan esos materiales y a algunos de los adhesivos
y almidones empleados en su elaboración. Otros muchos atacan el papel y el
carcón por su contenido de celulosa y, en fin, hay otros que se alimentan de las
proteínas de los pergaminos y las pieles. En cualquier caso, es frecuente que un
mismo tipo de insecto ataque simultáneamente codos los materiales de un libro
en su búsqueda de alimento.
Esta búsqueda se traduce en las típicas perforaciones en forma: de túneles o
galerías que hacen en los libros y documentos. También es frecuente la apari­
ción de restos de sus nidos o de sus excrementos (más o menos apreciables a
simple vista dependiendo, claro está, del tamaño del insecto).

Cucarachas. Son insectos de hábitos nocturnos que necesitan ambientes


húmedos para sobrevivir. Son omnívofos, comen desechos animales pero
también se comen, y con buen apetito, las proteínas, los materiales feculen­
tos, el papel de los libros, las encuadernaciones, los adhesivos, las pieles y los
papeles pintados de las paredes. Las cucarachas producen desperfectos super­
ficiales e irregulares en las tapas de los libros y dejan agujeros en el papel y el
pergamino.

Pececillos de plata. Tienen un tamaño que puede llegar hasta los 12mm.
Prefieren los sitios húmedos y tienen hábitos nocturnos. Se alimentan de mate­
riales que contienen almidón, de los encolados del papel y de encuadernaciones;
también hacen agujeros en el papel pintado para llegar a los adhesivos. Otras
fuentes de alimento son telas como el lino, el algodón y el rayón. Los desperfec­
tos que producen en las superficies de los libros son similares a los de las cucara­
chas pero de menor tamaño.

Piojos del libro. Se alimentan de hongos microscópicos que se encuentran


en el papel (lo cual indica que existe un problema de excesiva humedad y de fal­
ta de ventilación en el depósito). Son más pequeños que los pececillos de plata,
miden alrededor de 2mm y también se alimentan de engrudos y colas pero no
producen agujeros en el papel para llegar a los nutrientes.

Escarbajos y carconws. Los adultos son pequeños; valga como ejemplo


la llamada carcoma de las drogas, fiel visitante a los archivos y las bibliotecas, que
mide entre 2,2mm y 3,7mm llegando a medir su larva hasta 4mm. Lo que le
fu.Ita en tamaño lo gana en la capacidad para provocar daños a los libros y docu­
mentos.
Ponen sus huevos en pequeños huecos de los libros. En poco tiempo las
voraces larvas que emergen de los primeros empiezan a cavar sus galerías en el
bloque de papel y se comen parte de la celulosa, haciendo los característicos
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS S 105

túneles, digiriéndola y excretándola. Cuando las larvas se han desarrollado se


transforman en pupas y finalmente en adultos. Escavan galerías para llegar has­
ta la superficie de los libros poniendo allí nuevos huevos para reiniciar así su
ciclo vital.

Termitas. También conocidas como hormigas blancas� se pueden dividir


en dos importantes grupos: las subterráneas y las de madera seca; sus tamaños
varían entre 4mm y 8mm. Las primeras construyen sus nidos en la tierra y en
la madera en contacto con ella. Las segundas suelen construir sus nidos en
madera seca o madera permanentemente erosionada. Ambas atacan cualquier
cosa que tenga celulosa: libros, documentos, muebles y vigas de madera.
Debido a su aversión a la luz, a veces se cobijan en bloques de madera o en
materiales compactos en donde sus grandes daños no pueden ser ahervados
desde el exterior.

Ratones. Son los roedores que se encuentran con más frecuencia en los
archivos y las bibliotecas. Si encuentran en su entorno las condiciones ideales -
clima, alimentos y un poco de agua-, tienden a quedarse en el interior del edi­
ficio. De hecho,. suelen vivir en el exterior, invadiendo en el otoño los edificios
de las zonas de clima templado. Los daños que causan en los libros y documen­
tos se deben a la necesidad de obtener materiales para construir sus nidos. Las
señales de su paso suelen ser el olor de su orina, los excrementos y las marcas de
sus dientes puntiagudos. Suelen alimentarse de los desechos de productos elabo­
rados por los seres humanos y de los insectos muertos que se encuentran en los
edificios; no suelen necesitar agua en abundancia.

En busca del nido ideal

Para cualquier tipo de insecto, su «paraíso» deberá constar de un clima agra­


dable, con presencia de agua, una fuente abundante de alimentos y un lugar
tranquilo para la reproducción. El depósito de un archivo o una biblioteca pue­
de responder fácilmente a esas exigencias. Y para llegar allí tanto los insectos
como los roedores necesitan un sendero de fácil tránsito. La obligación de los
guardianes de los libros y documentos es la de ponerles todos los obstáculos
necesarios para dificultarles y hacerles desistir de llevar a cabo el viaje.
Es muy común que los edificios, tanto los de las grandes instituciones como Diferentes cipos d,
ataques de insecros '.
los de los pequeños coleccionistas, presenten fallos en su estructura que permi­ roedores. Cada insec
tan a los insectos y roedores un fácil acceso a sus depósitos o salas: a través de las co deja un rasero dife
rente perceptible par,
ranuras de las puercas, por cualquier puerta o ventana que esté abierta (ya sea
un experro. Aquí no,
porque tengan las cerraduras defectuosas o los cristales rotos), por la zona de la limitamos a mostr�,
instalación de las tuberías que atraviesan los muros o las paredes, por las con­ rastros que deber.
haca que d responsa­
ducciones del aire acondicionado o de los ventiladores eléctricos, ere. ble de un archivo
El agua es otra importante fuente de atracción para los insectos que puede bihliote<:J o lihreri.1
sepa que, se está pro­
hacer que se decidan a habitar un edificio determinado. Los almacenes o duciendo un Jtai¡u,
depósitos, especialmente en el caso de aquellos que se encuentran en los sóra- Je Jll�t'L{OS.
106

nos, suelen cumplir los requisiros: filtraciones de las rnbcrías y cañerías, gote­
ras en los aseos, pilas o duchas, filrraciones exteriores ( rejados, cornisas... ), ecc.
El agua escaneada produce una humedad que también es muy atractiva para
los insectos.
Como ya hemos comentado, los insectos, en general, necesitan unas buenas
condiciones de humedad relativa para sobrevivir. Normalmente se desarrollan
mejor en ambientes que tengan una humedad entre el 60% y el 80%. En lo
referente a la temperatura la mayoría se mueve en sitios que tengan unos valores
entre 20° C y 30°C; en muchos casos mueren si padecen temperaturas inferiores
a -2°C o superiores a 45 ° C durante un cierro período de tiempo.
Cierras especies de insectos prefieren ocultarse y desarrollarse en sitios peque­
ños, tranquilos y oscuros -lugares como estos abundan ·en muchos depósitos.
A los insectos les gustan los sitios estrechos como los huecos del cartón ondula­
do, el espacio entre periódicos olvidados o las cajas que llevan mucho tiempo
almacenadas sin tocarse. Prefieren sirios tranquilos como puedan ser los rinco­
nes más descuidados del depósito, la parte inferior de la última balda de una
estantería o aquellas parres de los muebles que están contra la pared. Finalmen­
te, el polvo y la suciedad dan el toque necesario para encuentren su «hogar dul­
ce hogar».

L-t recnologla punta no es la única manera de eliminar ratones en una bilioreca o archivo.
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 107

Cómo dificultar su entrada al depósito


En términos globales, esca mera se alcanza haciendo codo lo posible para cre­
ar un ambiente inhóspito para escas criaturas mediante un mantenimiento con­
tinuo que implica: limpieza e inspección sistemática del depósito y el edificio,
control del medio ambiente, restricción de comidas y bebidas en los sitios no
autorizados, restricción de maceras con plantas o flores, almacenamiento ade­
cuado de los materiales bibliográficos, inspección de los mismos a su entrada en
el archivo o la bibloceca antes de formar parte de los fondos, inspección periódi­
ca de las huellas que delaten la presencia de insectos y/o roedores.
Se pueden llevar a cabo ciertos trabajos previos con vistas a bloquear o difi­
cultar el máximo posible su entrada: sellar las ventanas, arreglar las cerraduras
defectuosas, arreglar los cristales rotos, si es imprescindible abrir las ventanas
ocasional o permanentemente deben instalarse telas metálicas, instalar burlete
en las puertas para que cierren perfectamente, instalar tiras de caucho a lo largo
de la parte baja de las puertas (lugar de fácil entrada para los insectos y roedo­
res). Recalcar dos cosas: primero, cualquier sirio que tenga grietas o ranuras
(especialmente allí donde las cuberías atraviesan los muros, las paredes o los sue­
los) es una entrada potencial y, segundo, conviene poner cela metálica en cual­
quier orificio de ventilación y colocar filtros en las instalaciones de ventiladores
eléctricos.
El control del clima en el depósito es un buena medida disuasoria, de hecho,
unas adversas condiciones controladas les pueden resultar mortales.
Los alimentos que necesitan para sobrevivir provienen de varias fuentes:
plantas y flores cortadas o los alimentos y las bebidas consumidas por los traba­
jadores fuera: de las zonas destinadas a tal fin. Si hay una cocina en el edificio
debe vigilarse que todo rastro de comida sea colocada en contenedores herméti­
cos y/o conservarlos en la nevera y que cualquier tipo de desperdicios se meta en
bolsas de plástico introduciendo éstas en cubos de basura con tapaderas hermé­
ticas -es importante recoger la basura diariamente.
La búsqueda de pistas que delaten la presencia o actividad tanto de insectos
como de roedores en un depósito debe ser parte de una rutina periódica de inspec­
ciones. Entre las pistas más comunes podemos incluir: agujeros en los papeles, pér­
didas en la superficie de las cubiertas de los libros, pequeños montones de polvo
típicos que dejan cienos insectos al hacer perforaciones, cuerpos de insectos muer­
tos, resros de huevas y/o de larvas, aparición de insectos vivos, restos de excremen­
tos, marcas de los clientes de los roedores o el fuerte olor a orina que dejan.
Estos rastros se deben buscar no sólo entre las estanterías, planeros o arma­
rios, sino también en sitios cales como los umbrales de las ventanas por donde
pueden haber entrado, en los rincones menos visitados (y, por lo tanto, menos
vigilados) del depósito, en el interior de las cajas y los cajones de los armarios,
etc. No debe ser motivo de alarma todo resto que se encuentre pero, en caso de
encontrar rastros de una actividad reciente, sí que se debe extremar la vigilian­
cia, con una atención extra si han aparecido cerca de donde se guardan los
libros y la documentación.
108

Otro método útil para detectar la actividad de los insectos son las trampas
pegajosas. Se venden ya preparadas en riendas especializadas y las hay de
diversos tipos, pudiendo colocarse en varios puntos estratégicos del depósito o
en otras parces del edificio que puedan servir a las plagas (de insectos y/o de
roedores) corno puntos potenciales de entrada a las instalaciones. También se
pueden colocar en ventanas, puercas y, en general, en todos aquellos sitios sus­
ceptibles de ser visitados por los insectos cales como las fuentes de calor y/o
humedad.
Es conveniente mantener un registro que incluya la ubicación de las rra·,i.pas
(esto, en edificios grandes, es absolutamente necesario ya que lo normal es olvi­
dar el emplazamiento exacto de las mismas una vez que pasan unos días), así
como las fechas de colocación y descripción de lo que vaya apareciendo en las
mismas.
Finalmente, es casi imprescindible llevar a cabo un control independiente de
todos los materiales bibliográficos que entran en un archivo o una biblioteca y
que van a formar parte de la colección o de los fondos permanentes. Debe ins­
peccionarse a fondo toda nueva adquisición para ver si existen indicaciones de
actividad de insectos (esta regla·es igualmente aplicable para los papeles con
problemas de hongos: si se aprecian manchas de hongos como las ya descritas
en su momento, hay que vigilar si se mantienen estables o si siguen creciendo
en cuyo caso habría que optar por aplicar a la documentación los procesos reco­
mendados para infecciones de hongos).
Hacer una inspección exhaustiva cuando la adquisición � sido muy grande
es difícil y casi impracticable, por ello se recumiendan las inspecciones aleatorias
de una cantidad representativa de los libros y/o de la documentación nueva. El
sitio elegido para esta actividad debe ser seco y fresco, es decir, un medio
ambiente perjudicial para la salud de los insectos y hongos. El material inspec­
cionado que se encuentre en buen estado debe colocarse en cajas y carpetas lim­
pias y nuevas desechando los materiales viejos.

Y si los bichos no hacen caso, ¿qué hacemos?


·Buena pregunta. A veces, aunque se esté llevando a cabo el mejor plan preven­
tivo posible para un edificio, archivo o biblioteca, y a pesar de que este tipo de
planes suelen ser muy eficaces para evitar la presencia de insectos, es posible que
por alguna razón u otra aparezcan pequeños broces de insectos o roedores o indi­
caciones de una ci�na actividad de los mismos entre los libros y los documentos.
En estos casos suelen utilizarse métodos «no-duros» a fin de eliminarlos, ya
sea en forma de trampas pegajosas, polvos y cebos envenenados o de sprays
(éstos nunca se deben aplicar directamente sobre los libros ya que las manchas
que dejan puc::den ser irreversibles).
A continuación, y de modo específico para cada especie de insecto, expone­
mos una serie de productos, la mayoría disponibles en droguerías, que pueden
servir como solución a corto plazo para erradicar broces esporádicos. También
incluimos, de un modo sintético, su toxicidad para los seres humanos (a veces,
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 109

con el afán de destruir a coda cosca la presencia de cualquier cipo de bicho, se


aplican tratamientos desmedidos, químicamente muy fuerces, que hacen peli­
grar incluso al propietario o custodio de los libcos). ·
Cucarachas. La instalación de trampas pegajosas debe hacerse en sitios cales como
los sótanos, fosos de los ascensores, en el forjado del· techo, ranuras de ruberías y
cañerías y, en general, en codos aquellos lugares que habitualmente emplean las
cucarachas para sus incursiones nocturnas en su búsqueda de alimentos. Otra posi­
bilidad es la utilización de cebos industriales como los de la marca comercial Baygón
(o semejantes) que se compone de salvado mezclado con melaza y con un aspecto
parecido al serrín. También se puede aplicar un spray insecticida en aquellos sitios
por donde suelen aparecer. También suele utilizarse el ácido bórico en forma de pol­
vo (moderadamente tóxico para el ser humano) como producto insecticida ya que
actúa contra la regulación del agua interna del insecto, provocando su muerte.
Pececilw de plata. Al igual que con las cucarachas, es necesario poner trampas
pegajosas en las zonas donde hayan sido avistados. En sitios como los armarios o
las vitrinas expositoras se puede colocar gel de sílice en forma de polvo fino debajo
de la última balda o cajón o en zonas discretas de la vitrina. Este producto quí­
mico es un desecante que consigue, cuando el insecto se arrastra por encima del
polvo, provocar su muerte en poco tiempo.. Se pueden encontrar productos quí­
micos en forma de polvo que combinan el gel de sílice con el pelitre para poder
usarlos en las zonas por donde suelen salir en busca de alimento. Otra posibili­
dad es la aplicación de un spray insecticida en la base de las estanterías (cuidado
con los materiales ubicados en las últimas baldas: las finas gotas de aceite del
insecticida pueden ocasionar manchas permanentes), rendijas, zócalos, etc.
Piojo del libro. El mejor «pesticida» utilizable para controlar a este insecto,
cuyo tamaño es igual a la cabeza de un alfiler, es eliminar la humedad que nece­
sita para sobrevivir. Si se descubren en una proporción grande en cualquier sitio
del depósito, podemos estar seguros de que la humedad está demasiado alta y
que no hay ventilación. Corregidos estos dos elementos, el problema se resuelve.
El calor también es mortal para este insecto: un buen oreo del material infecta­
do seguido de una corta exposición al sol elimina el problema.
Escarabajos y carcomas. Se pueden utilizar diversos productos para eliminar
el insecto adulto como, por ejemplo, una mezcla en polvo de pelitre y Jloruro
sódico. Sin embargo, los huevos del insecto y su voraz larva, que es la verdadera
enemiga por el daño que ocasiona, quedan inmunes.
Por el momento, existen dos alternativas «limpias» que evitan, en caso de ata­
ques masivos de este tipo de insecto, tener que sellar el depósito y pulverizarlo
con un insecticida mortífero (con los posibles daños a las cubiertas de los libros
y otros materiales expuestos bajo la nube tóxica): una es la fumigación de la
documentación en cámara de vado con óxido de etileno, un producto muy
tóxico para el ser humano; la otra posibilidad es la utilización de la congelación.
Ambos métodos se e..xplican más adelante.
Termitas. Parece que no existen los métodos de exterminación del tipo
,<hágalo usted mismo» cuando se trata de eliminar una plaga de termitas. Se ali­
mentan principalmente de la celulosa de la madera atacando la celulosa de un
110

libro de forma secundaria. Cuando se comen los libros es porque se cncucncran


sobre la estancería de madera que están devorando.
Por lo complicado que es la eliminación de termitas y porque su presencia en
un depósito plantea problemas complejos, lo mejor que se puede hacer en caso
de infestación es pedir el consejo de un exterminador de termitas profesional.
Ratones. Ante codo, y esto es muy importante, nunca se deberán utilizar
cebos tóxicos para su eliminación: lo único que conseguiremos es que sus cuer­
pos sirvan para alimentar insectos. Lo mejor es atraerlos utilizando trampas
mecánicas con cebos. Hay una gran variedad de trampas, algunas incluso no
utilizan cebos, que se aprovechan de la curiosidad innata del ratón. Otros
modelos pueden cazar más de uno. La trampa típica se hace con un cartón
pegajoso del cual le resulta difícil desprenderse una vez que lo pisa.

Métodos de fumigación «limpios»


El término «limpio» aplicado a la fumigación hace referencia a la no utiliza­
ción de productos químicos, digamos caseros (sprays comerciales, por ejemplo),
con sus consiguientes daños a los materiales bibliográficos alcanzados por la
nebulización del producto. También debe quedar claro que los métodos «lim­
pios» pueden set' muy venenosos para el ser humano. El ejemplo clásico es el
óxido de ecileno en cámara de vacío: absolutamente mortal para los insectos en
cualquiera de sus estados -adulto, huevos, larva, pupa- y, a la vez, altamente
tóxico para el ser humano.
El óxido de etileno en cániara de vacío. Este método fue empleado
de forma rutinaria durante la década de los ochenta para fumigar libros y docu­
mentos. Se llevaba a cabo aplicando a la documentación infectada el óxido de
etileno, un gas incoloro, inflamable, con un alto riesgo de incendio o explosión
por sí solo. Sin embargo, este peligro se eliminó cuando el óxido de etils_no se
mezcló con dióxido de carbono o Freón sin alterar su eficacia como eliminador
de insectos.
El método era tan sencillo y eficaz que muchos archivos y bibliotecas adqui­
rieron sus propias cámaras de Vacío para fumigar in situ las nuevas adquisicio­
nes, eliminando así cualquier brote de escarabajos, carcomas u hongos con la
seguridad de su erradicación rotal.
El óxido de ecileno era, y continúa siendo, altamente eficaz cuando se aplica en
una cámara de vado. De esta manera se asegura la plena penetración del gas y de este
modo la destrucción no sólo de los hongos activos, sino también de los insectos junto
con sus huevos, larvas y pupas. El ciclo de fumigación suele durar unas 12 horas.
El método era perfecto, pero había un detalle preocupante: aunque al mezclarlo
con dióxido de carbono o Freón desaparecía el peligro de explosión, existía un alto
riesgo de envenenamiento para el ser humano. Además, después del ciclo de fumiga­
ción, los materiales retenían el producto químico residual desprendiéndolo lentamen­
te, sabiéndose de casos en los que se seguían deL :.:cando rastros del óxido de etileno
hasta tres meses después de sacar los libros y documentos de la cámara. Los gobiernos
dieron la alanna e impusieron normas muy estrictas en la utilización del gas morral.
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS S 111

Muchas instituciones --grandes archivos y bibliocecas, entre orras- provis­


tas de cámaras originalmente diseñadas para utilizar con el óxido de etileno
decidieron suspender su uso. Hay países, sin embargo, en los que continúa
haciéndose la fumigación con esce gas, pero los tratamientos sólo se dejan en
manos de empresas especializadas provistas de los medios requeridos para cum­
plir con las estrictas normas de uciliz.ación, control y seguridad impuestas por
los respectivos gobiernos.

Atmósferas controladas

Esta técnica es usada ampliamente por los fabricantes de comestibles y pro­


ductos agrícolas para el control de las plagas de insectos. Básicamente, requiere
la suscicución del oxígeno de la atmósfera por un gas no tóxico como el anhídri­
do carbónico, el argón o el nitrógeno: la falca de oxígeno en el aire que respiran
es morral para los insectos.
Sin embargo, la aplicación de esta técnica para el control del biodecerioro de
las colecciones de los objetos de los museos y de los materiales bibliográficos de
los archivos y las bibliotecas es reciente. Con el control adecuado de la tempera­
tura, la humedad y el oxígeno presentes en la atmósfera se pueden eliminar pla­
gas de insectos en todas las fases del ciclo biológico de los coleópteros (carco­
mas, escarabajos), las termitas y los lepidópteros (las mariposas).

Ejemplo de bolsa empleada para la fumigación medianre gases inertes. El proceso consisre en eliminar insectos por anoxia al despla:z.ar el
aire por una atmósfera con muy bajo concenido en oxigeno. Se puede utilizar un gas inerte, argón o nitrógeno, para la susricución del aire.
F.sre sistema fue ideado y desarrollado por Nieves Valencin, bióloga del lnstiruro dd Patrimonio Histórico Español.
112

Para el tratamiento individual de los materiales bibliográficos que han sufri­


do un ataque de instectos se emplean bolsas de plásticos especiales de baja
impermeabilidad donde se introduce el material contaminado. La bolsa incluye
un absorbente de oxígeno junto cqn los instrumentos necesarios para poder
controlar la temperatura y la humedad relativa. Las bolsas llevan dos válvulas:
por una entra el gas inerte y por la otra se mide la salida del oxígeno.
Cuando se llega a la concentración deseada, las válvulas se cierran y se deja la
bolsa en ese estado durante un tiempo que depende de varios factores: la tem­
peratura, la humedad, tipo y tamaño del ohjeto contaminado y el tipo de insec­
to (en el caso de los escarabajos ycarcomas, por ejemplo, se tardan unos cuatro
o cinco días en eliminar todas las fases de su ciclo biológico).
En algunos países, los fabricantes de las cámaras de vacío originalmente ven­
didas a los archivos, las bibliotecas y otras entidades para urilizar con el óxido de
etileno, han anunciado que se pueden modificar para conseguir atmósferas con­
troladas utilizando nitrógeno como sustituto del oxígeno; modificación que
incluye el control de la humedad interior de la cámara.

La congelación
Esta técnica va captando cada ve:z. más partidarios. En la mayoría de los casos
las opiniones de los usuarios son positivas: la técnica es relativamente sencilla y
limpia, no se utilizan productos químicos, no es tóxica para el ser humano y la
destrucción Jel ciclo biológico del insecto es prácticamente total.
También se cree que la congelación se puede utilizar para la mayoría de los
materiales bibliográficos aunque no hay suficiente información sobre el efecto
de la congelación sobre los libros o los documentos muy frágiles o sobre los
libros hechos con materiales diversos como, por ejemplo, aquellos hechos con
tapas de madera, cubiertas de piel y páginas de pergamino (miniadas o tan sólo
manuscritas).
La primera vez que una biblioteca utilizó esta técnica no tóxica fue en 1976
cuando miles de libros valiosos de la Universidad de Yale sufrieron un ataque
masivo de escarabajos. El resultado del experimento fue un éxito rotundo y,
aunque ya han pasado un par de décadas, continúa siendo el modelo a seguir en
caso de padecer ataques de plagas similares a la sufrida por esta Universidad. Por
esta razón hemos creído oportuno incluir un resumen del proceso.
En el mes de marzo de 1976, una bibliotecaria de la Universidad descubrió
unos pequeños montones de polvo al lado de un libro depositado en la sección
de libros y manuscricos raros. Éstos estaban colocados en estanterías ubicadas en
el segundo sótano del edificio. La sección contaba en esa época con 37 .000
libros, muchos de ellos del siglo XVI.
Se dio la alarma y, tras una minuciosa inspección, se descubrió que los daños
estaban muy extendidos y que el causante de los mismos era un escarabajo iden­
tificado como el Gastrallus, un tipo con gustos muy exquisitos: atacaba los
libros con cubiertas de pergamino. Hasta ese momento era un tipo de escaraba­
jo desconocido en las bibliotecas de Estados Unidos.
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS S 113

Las autoridades de la biblioteca llegaron a la conclusión de que los libros,


que se inspeccionaron durante su recepción y catalogación, estaban limpios de
insectos y sus huellas típicas, pero que seguramente portaban huevos muy
pequeños y difíciles de apreciar con un examen visual rutinario. A pesar del sis­
tema de climatización, teóricamente desfavorable para los insectos (temperatura
de 21° C y humedad relativa de 50% con pequeñas variaciones), los huevos
encontraron un ambiente favorable para su incubación.
Los entomólogos de la Universidad recomendaron emplear tiras de un pro­
ducto comercial llamado Vapona para arrapar a los insectos adultos, y, mientras
tanto, acudir a una empresa exterminadora que utilizase las técnicas corrientes
en estos casos para fumigar la biblioteca con gases o productos químicos líqui­
dos. La idea no gustó a los gestores de la biblioteca ya que suponía cerrarla al
público durante algún tiempo, justo durante el año académico. Además, debido
al diseño del edificio, la ventilación después de la fumigación sería difícil: se
temía que la permanencia de los gases en el edificio fuera un peligro para la gen­
te y nadie sabía con certeza el efecto del fumigante sobre los libros.
Un biólogo de la Universidad resolvió el dilema. Sugirió la utilización de una
técnica tan eficaz como la fumigación con productos químicos, pero que no era
tóxica para al ser humano, no dejaba residuos, no dañaba los libros y era más
económica que la fumigación: la congelación.
En seguida las autoridades de la biblioteca obtuvieron un congelador provis­
to con aire forzado mediante ventilador para poder congelar con rapidez cual­
quier objeto colocado en la cámara. Este congelador tenía una capacidad de
hasta 24 metros cúbicos y era capaz de proporcionar bajas temperaturas; ade­
más, tenía el suficiente espacio y altura para permitir la entrada de una persona
con un carro con baldas (como los usados en pastelerías y cafeterías).
Mientras tanto, los libros se metieron en bolsas individuales de polierileno que
se sellaron con calor para evitar la propagación de la plaga. Este tipo de bolsas
también sirvió para evitar la condensación directamente sobre los libros a la hora
de sacarlos del congelador (evitando así la aparición de colonias de hongos).
Cuando llegó la hora de empezar la congelación, se cargaron los carros con
libros y se dejaron, carros y libros, dentro del congelador. Se ajustó la tempera­
tura a -30° C y se dejó así durante 72 horas. Al final de este ciclo, se sacaron los
carros dejando los libros unos días a temperatura ambiente hasta que se descon­
gelaron y la condensación en las bolsas de poüetileno había desaparecido.
La operación empezó en el mes de julio de 1977 y terminó en el mes de
agosto de 1978. A pesar de la duración de la operación, las autoridades de la
Universidad la consideraron un rotundo éxito.
A un nivel más modesto, en caso de que una biblioteca de un particular sufra
un ataque de carcomas o escarabajos en unos cuantos libros, se puede optar por
mecerlos en un congelador casero o, quizá pueda localizar un supermercado del
barrio que tenga un congelador que esté vacío y no le importe prestarlo por
unos días para mecer ahí los libros. En cualquier caso, lo primero es colocar los
libros en bolsas de plástico y sellarlas para que no se escapen los insectos, luego
ya se podrán meter en el congelador.
114

La remperacura d el congelador d e
be rardar unas cuatro ho ras para
0 °C y lueg o co nsegui r -20° C en un ll egar a
as 8 horas, d ejand
o los l ibros mecid o s en e
co ngelad o r unas 72 horas . Pasado est l
e tiempo , se sa�
las bolsas a temperatura ambiente 1 d el mismo y se d ejan en
y
d o la co nd ensación s o bre l as bols
por unos días hasta que se haya
as d e plástico haya
d esaparecido.
n d escongela­
La conservación para profano�

Después de todo lo visto hasta d momento puede que uno se sienta derrotado y
hasta casi angustiado, especialmente si tiene a la vista una magnífica colección de libros
en sus estanterías inrumpliendo, probablemente, lo que los expertos consideran romo
medidas seguras de almacenamiento. Si realmente se tiene amor por los libros (y hay
que tenerlo para haber llegado hasta este punto de nuestro libro) no hay que desani­
marse y simplemente empezar, poco a poco, a hacer las cosas dd modo correcto. Este
cambio de actitud exige un cambio de mentalidad.. Sabemos que esto no se consigue
de un día para otro pero, como todo en la vida, es cuestión de ponerse a ello.
En este sentido recordamos una anécdota surgida. a raíz de un comenrario"'de un
fumoso articulista de un diario madrileño de difusión nacional. En su artículo seña­
laba algo así como "d m.:__-avilloso olor a viejo de los buenos libros". John McCleary
tuvo a bien escribir unas líneas a la sección de Cartas al Director indicándole a este
articulista que ese olor tan característico es el del polvo acumulado en los libros y
que ese polvo indica la descomposición del papel de los libros. La recomendación
era clara: evite el polvo si quiere seguir disfrutando de sus maravillosos libros.
Sabemos que el personal de muchos archivos y bibiliotecas, incluso en el caso
de particulares con buenas colecciones de libros, se ven en más de una ocasión
en la necesidad de hacer algún cipo de reparación o mejora en alguno de sus
libros o documentos no históricos porque, de no hacerlo, pueden deteriorarse
rápidamente. También nos consta que hay conservadores/restauradores que
desaprueban rotundamente la idea de que un profano trate de «restaurar» un
libro o documento. Quizá tengan razón; después de todo llevan años trabajando
en su oficio y conocen las peculiaridades y el comportamiento del papel, las pie­
les y el pergamino cuando reciben cualquier tratamiento físico y/o químico.
Sin embargo, no todo el mundo se puede permitir pagar los servicios de un
profesional de la restauración para trabajos de poca monta y, puesto que sabe­
mos que el profano al final suele optar por la pequeña chapucilla para salir del
paso, creemos conveniente indicar algunos métodos de trabajo y algunos mate­
riales básicos y simples para hacer que esas chapucillas sean lo más inocuas posi­
bles para los libros y los documentos. Evidentemente, siempre que se trate de
restaurar un documento de valor, se debe acudir a un profesional de la restaura­
ción/conservación y no creerse aurosuficiente: los daños que se pueden ocasio­
nar pueden ser terribles e irreversibles.
116

Aquí trataremos de respetar los deseos de ambos. Para los profanos, hacia
quienes está dirigido este capítulo, hemos puesto unos límites que creemos son
razonables en cuanto a la restauración de los materiales bibliográficos que pue­
den llevar a cabo sin meter la pata.
Para mayor tranquilidad de los conservadores, no le vamos a recomendar a un pro­
fano que haga un baño acuoso porque ésta sea una magnífica técnica para limpiar la
suciedad de un manuscrito y que, al hacerlo, vean cómo las tincas se le disuelven por
falta de un fijativo o por no conocer otras técnicas más complejas. No queremos estar
presentes cuando se saca un documento de un baño en agua alegremente agarrándolo
por una esquina y ver cómo se parte por la mitad debido a sti peso y debilidad en su
estado empapado. Tampoco vamos a recomendar un disolvente para eliminar una
mancha de un documento y que el atrevido vea cómo se extiende y crece en diámetro
haciendo aparecer nuevas manchas debidas a otras sustancias que lleva el papel.
Tampoco podemos recomendar el uso de un blanqueador (caso de las lejías
usadas por algunos restauradores autodidactas de cierto renombre entre algunos
libreros de antiguo y bibliófilos que, absolutamente incoscientes de la salvajada
que están haciendo, las emplean indiscriminadamente dejando la semilla de la
muerte dentro de libros preciosos, valiosísimos y únicos) para quitar milagrosa­
mente las manchas de alguna obra de arte sin saber que los residuos del producto
no fueron totalmente eliminados por desconocer en profundidad las complejida­
des del tratamiento y, por lo mismo, no queremos ser testigos de la secuela: los
residuos del blanqueador se convierten en ácidos que casi seguro dejarán las
zonas blanqueadas en un estado quebradizo y pulverilento a corto o medio plazo.
En la actualidad, los científicos dedicados al mundo de la conservación
rechazan la utilización de los compuestos de blanqueo para el tratamiento de
manchas en el papel. la. razón es clara: la mayoría de estos productos generan
una reacción inmediata en el papel -provocan la ruptura de las cadenas celuló­
sicas que se traduce claramente en una perceptible debilidad del papel. Aunque
abogan por no utilizarlos, reconocen que hay casos excepcionales: cuando la
estética lo exige y/o cuando la lectura de un texto es imposible debido a una
mancha. Pero aun en esos casos se imponen restricciones: las manchas de, por
ejemplo, un grabado se blanquean para mejorar su aspecto pero no para dejarlo
peifectamente impoluto; en el caso de las manchas sobre un texto, se recomienda
blanquear hasta llegar al punto en que se pueda leer el texto yno más. En ambos
casos, el proceso debe llevarse a cabo en un laboratorio donde una persona
experimentada pueda mantener un control total del tratamiento.
Lo que tratamos de hacer en este apartado es mostrar técnicas básicas y senci­
llas pero de incalculable importancia desde el punto de vista de la conservación ya
que son técnicas que pueden frenar el deterioro de los libros y los documentos.
Los materiales implicados en la conservación para profanos son básicamente
tres: los diversos tipos de adhesivos, los diferentes papeles y las cintas adhesivas
especiales (éstas con muchos reparos). Dentro de los adhesivos se incluyen los
engrudos, las colas y los acrílicos sintéticos; todos ellos, idealmente, deben ser
flexibles y reversibles. El papel debe estar libre de acidez, o sea, tener un pH
neutro o tamponado con agentes alcalinos. Las herramientas que se van a utili­
zar, que detallarnos más abajo, son de un manejo sencillo y nada caras.
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 117

Uno de los procesos de restauración de los documemos es el lavado. Con él se eliminan muchos productos ácidos solubles y se recuperan
parte de las propiedades de la celulosa.

Herramientas
-Agujas de zurcir: metálicas o plásticas para reparar libros con
cuadernillos o bloques de texto desprendidos totalmente del
cajo.
-Bisturí: se utilizan continuamente en la restauración de libros Diferentes tipos de espátulas, pinzas :
bisturí. Todas están realizadas con acere
y documentos. Se emplean los que permiten intercambiar sus inoxidable.
cuchillas. Dentro de éstas se usan sobre todo las de los núme­
ros 15 y 21 (son números estándares para cualquier marca).
-Brochas: se usan para aplicar engrudos y limpiar superficies
con polvo o con resros de borrados. Las brochas que se
empleen para aplicar engrudos no deben tener partes de
metal para evitar que su oxidación pueda manchar el papel.
-Cuchillo: como el llamado cuchillo de zapatero para cortar
Diferentes tipos de brochas y plegaderas.
cartón o papel con la ayuda de una regla metálica. En la
actualidad se emplean cada vez más los "cúter" de diferente
ancho de hoja para estas aplicaciones.
-Espátula: varilla de acero inoxidable con una hoja aplastada y
flexible en cada extremo; se hacen de acero inoxidable y se
usan sobre todo las que miden entre 18cm y 20cm de punta a
punta. Son muy útiles para levantar pieles, aplicar engrudo en
sitios inaccesibles, etc.
Modelo simple de espátula térmica de
-Espátula eléctrica de calor: son aparatos que incorporan un calor regulable junco con algunas de b.,
dispositivo para controlar la temperatura. Permiten incercam- pumas Je larón con que se complcmcnra.
118

biar diversas pumas (<le lacón u cromadas) que tienen sus superficies puli­
das. Se utilizan para acelerar el secado de los adhesivos empleados para
pegar desgarros. También se usan con adhesivos que se funden con calor,
empleados con los mismos fines que los anteriores.
-Pinceles: se emplean para aplicar cantidades pequeñas de adhesivo en las
zonas donde se deben poner injertos de papel nuevo. También se utilizan
para reintegrar los colores en aquellas obras que lotaecesitan. Para aplicar
adhesivos no hacen falta pinceles de gran calidad, sí en cambio para hacer
trabajos de reintegración de colores.
-Plancha eléctrica (opcional): plancha más pequeña que el cipo normal domés­
tico con control de la temperatura; tienen la base cromada o con teflón y son
útiles para adherir papeles impregnados con adhesivo en grandes desgarros ya
que secan más superficie de una ve:z que las espátulas termostáticas. ·
-Plegaderas: se fabrican de hueso, madera dura o plástico. La más utilizada
tiene un extremo en forma de punta de flecha redondeada y el otro plano.
Son muy útiles para plegar papel y, en general, para múltiples funciones
en trabajos de encuadernación.
-Punzón: los más corrientes ·son los· de los guarnicioneros. Se emplean
sobre todo en encuadernación.
-Regla: preferentemente una metálica y robusta
como ayuda para cortar el papel, el cartón, etc.
-Tijeras: se emplean dos tamaños. Las pequeñas de
costurero y otras más grandes (de unos 25cm de largo).
-Pinzas: se usan de dos tipos: unas de tamaño y punta
normal y otras de punta muy fina. Son útiles para multi­
tud de tareas.

Diversos procesos de res­


tauración aplicando las
diferentes herramientas
comentadas al principio
de este capírulo.
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 119

Materiales
Los adhesivos

Las tiendas especializadas venden multitud de adhesivos cuyos fabricantes


afirman y garantizan que su producto es el mejor de todos: escables, inocuos,
reversibles, con un perfecto envejecimiento ... Los conservadores suelen tomar
cales afirmaciones con reservas. En conservación no existe el adhesivo ideal:
debe ser aquel que tenga la fuerza necesaria para mantener la unión entre dos
superficies por un tiempo indefinido y permanecer libre de acidez, que no man­
che la obra a restaurar, que no cambie de color, que sea reversible (manteniendo
esca facultad a largo plazo) y, finalmente, que resista el ataque de hongos, insec­
tos y demás bichos.
Hay pocos adhesivos comerciales que cumplan la mayoría de estos requisitos.
Con el tiempo o bien pierden su poder adhesivo dejando rastros nocivos deriva­
dos de su propia composición (los adhesivos hechos de caucho o las colas anima­
les, por ejemplo, se oscurecen o dejan manchas a cono plazo) o bien se eliminan
con dificultad (es el caso de la mayoría de las colas acrílicas que, aunque más o
menos estables en color, son muy diRciles -a veces imposibles- de reci�ar).
No se para aquí la cosa. Los adhesivos que llevan las cimas auroadhesivas son
responsables de multitud de daños en el papel, destacando el deterioro de las
fibras y las terribles manchas permanentes que dejan. Seguramente, muchos lec­
tores han visto las manchas amarillentas o marrón oscuras que dejan las cimas
de celofán que desfiguran el papel debido a la descomposición del adhesivo que
incorporan. ¿Se pueden eliminar? Pues más o menos. Se require un proceso
complejo y muy técnico en el laboratorio, empleando disolventes tóxicos para el
ser humano, para poder retirar tanto los soportes de las cintas como para elimi­
nar las manchas que dejan los adhesivos -en cualquier caso, el papel nunca
recuperará su aspecto original. Está de más decir que la cinta auroadhesiva nun­
ca debe utilizarse en documentos de valor.

Engrudo de almidón.
Los almidones de trigo y de arroz (recientemente se ha empezado a usar el de
maíz también) se llevan empleando desde hace cerca de dos mil años por los
orientales para trabajos tales como sus conocidos rollos colgantes con caligrafías
y dibujos con tincas, los rollos de mano, biombos, etc. Sería difícil encontrar
mejor testimonio de su aceptación, eficacia y durabilidad.
· Para nuestros fines, estos engrudos, utilizados conjuntamente con el papel
tisú japonés, son ideales para las reparaciones del papel. Son engrudos blancos,
de gran fuerza de adherencia y reversibles en agua más o menos caliente, mante­
niendo gran parte de su adherencia incluso después de rebajarse su espesor con
agua. Esca propiedad permite adaptarlos a las características del papel o del car­
tón con que se vaya a trabajar.
Hay poca diferencia entre los diferenttes tipos de engrudo. Sin embargo, por
cosrumbre más que por otro motivo, parece que el almidón de trigo es el más
120

urilizado en muchos países. Sea cual sea el que se decida usar, se exige que para
rrabajos de conservación debe tener una pureza alta con, aproximadamente,
entre un 85% y un 90% de almidón y un pH neurro (= 7).

La preparación del engrudo: materiales y proceso

Las proporciones varían siempre dependiendo de la cantidad de engrudo


preparado que se vaya a necesirar. No conviene hacer más cantidad de la pre­
vista (eso sólo se adquiere con la experiencia) porque es un adhesivo que tien­
de a descomponerse con facilidad si no se vigila diariamente. Hay varias
maneras de preservarlo para que aguante sin descomponerse: se le pueden
echar unas gotas de un fungicida (formaldehído) o bien tener la paciencia de
cambiar diariamente el agua que se forma sobre él en el recipiente por nueva
agua limpia (esto asegura largos períodos de manterfmiento del adhesivo en
perfecto estado).
Como anécdota podemos comentar la manera en que preparan los japoneses
el almidón empleando para realizar sus rollos de caligrafía: es normal que el
aprendiz del taller al entrar a crabájar en su primer año elabore una cantidad de
almidón que introduce en un tarro y guarda en un sirio fresco y oscuro (nor­
malmente se entierra bajo tierra). Al año lo abre y le retira la masa negra que se
forma en su superficie (hongos) y le cambia el agua, posteriormente lo vuelve a
enterrar. Este proceso lo repite durante diez años momento en el que el almidón
ha adquirido unas propiedades de elasticidad especiales e imprescindibles para
poder montar los rollos de escritura.
Este proceso, que puede parecer descabellado a los impacientes occidentales,
no es de uso exclusivo en oriente. En la actualidad centros tan importantes
como el British Museum y la British Library preparan parte de su almidón así
para restaurar sus colecciones de rollos orientales. Además, sus científicos, jumo
con otros de origen japonés, han demostrado que los hongos que aparecen en
su superficie, una vez retirados y cambiada el agua sucia, no afectan a las obras
sobre las que se aplica, desechando así algunas teorías que habían �nterrado el
almidón para usos de conservación y preservación.
Es cierro que en los países tropicales en los que las condiciones climáticas son
extremas (mucho calor y altísimos valores de humedad relativa) es imposible
usar este tipo de adhesivos porque son fuente de alimento para los hongos e
insectos y que por ello se deben emplear los modernos derivados celulósicos,
pero no es menos cierto que España no padece, salvo las islas Canarias y alguna
otra región, ese tipo' de climatología, por lo que el uso del engrudo no debería
mirarse con tan malos ojos por parte de la comunidad de restauradores.

Preparación
Paniremos de una cantidad aproximada de una taza de almidón y de cuatro
de agua destilada o del grifo pero filtrada (bastan los filtros que se venden para
el consumo humano).
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 121

En primer lugar, conviene mezclar agua y almidón en un recipiente y dejarlo


así durante 12h para que se hinchen los gránulos del almidón. Pasado este tiem­
po se pone a fuego medio al baño María alrededor de una hora. Durante todo el
proceso conviene remover la mezcla con cierta regularidad para evitar que se
agarre. El removido se debe hacer con una cuchara de madera o una varilla de
cristal, nunca de metal para evitar que deposite impurezas en la mezcla.
Llegará un momento en el que el engrudo se pondrá espeso y translúcido; en
ese momento la agitación será algo más dificultosa pero poco antes del final del
proceso s<:! volverá más fácil; al llegar a este punto se debe retirar de la fuente de
calor. Poco antes del final del proceso se pueden añadir unas gotas de un fungi­
cida como el formaldehído que alargan la vida del engrudo así preparado. Otra
posibilidad es diluir unos cristales de ortofenilfenol en un poco de etanol (alco­
hol puro) y añadirlos al engrudo y removerlo unos dos minutos. Con cualquiera
de estos productos químicos se conseguirá que el engrudo dure en buen estado
entre tres y cuatro semanas.
Finalmente, se cuela el engrudo con un tamiz fino (se puede utilizar una
media de nailon de mujer), se mete en un frasco que cierre herméticamente
(como los de las mermeladas) y se guarda en un sitio oscuro y fresco. A no ser
que se consiga hacer mediante un proceso al vado no debe guardarse en la nevera
porque se acelera su descomposición.
El engrudo durará muchos días si se tiene la precaución de cambiar diaria­
mente el agua que se le forma en la superficie. Debe tirarse en cuanto se le detec-:­
te un olor fuerte a húmedo o si se detectan pequeñas manchas oscuras-señal de
una infección fúngica. Muchos conservadores prefieren preparar el engrudo día a
día para tener la seguridad de tener un producto fresco y no contaminado.

El engrudo precocinado

Dado el engorro que supone la preparación del engrudo digamos clásico, los
científicos han desarrollado un nuevo tipo de almidón en polvo que suprime
casi todos los pasos de preparación y se puede usar incluso diluyéndqlo en agua
destilada fría. Sin embargo, en caso de tener que hacer pequeñas reparaciones
en objetos de valor, merece la pena calentarlo un poco al baño María para obte­
ner una mejor calidad.
Otra posibilidad aún más cómoda es comprar los actuales almidones de maíz
y trigo finamente tamizados en fábrica y que incorporan ya un fungicida. Una
ve::z abierto el bote duran perfectamente meses sin tener que almacenarlos en
condiciones especiales.

La metilcelulosa

Es un polvo fibroso de color blanco amarillento derivado de la celulosa y pre­


parado en laboratorio. En suspensiones acuosas se convierte en una disolución
viscosa que tiene un pH neutro. El polvo es combustible pero no tóxico; tiene
varios usos, entre ellos como adhesivo o para dar apresto, dependiendo de su
fabricación y de su elaboración.
122

Se prepara en frío con agua destilada en una proporción aproximada del


12%. Al igual que el almidón, permite que, una vez preparado (proceso que car­
da unas 24h), se pueda rebajar añadiéndole más agua. Como siempre, la expe­
riencia delimita cuál_ es el grado apropiado para cada erabajo.

La mezcla nz.etilcelulosa y acetato de polivinilo (PVA)

Ya conocemos la mecilcelulosa pero no el producto conocido informalmente


como cola blanca. El PVA es una resina sintética termoplástica que se vende en
forma de emulsión (dispersión estable de un líquido en un segundo líquido
inmiscible) que se diluye fácilmente en agua. No lleva disolventes inflamables y
no es susceptible a infecciones fúngicas; se emplea en multitud de productos,
entre ellos en la fabricación de películas, lacas, pinturas y colas.
La mezcla con la metilcelulosa se hace para incrementar el poder de adhesión
de esta última (y lo hace sobremanera). Se suele mezclar en una proporción de
diez parces de metilcelulosa por cada una o dos de cola blanca.
Esta mezcla es idónea para trabajos con carcones y marcos de carcón. No
debe utilizarse para la restauración de materiales bibliográficos de valor ya que
la mezcla es ligeramente ácida y no es soluble sólo con agua. Cuando ha secado
y se le aplica agua, la mezcla se hincha y se reblandece pero se necesita un disol­
vente orgánico para completar su eliminación. Acmalmli.-ite se vende un nuevo
tipo de acetato de polivinilo del que se afirma que es totalmente reversible. Des­
graciadamente, no tenemos la certeza de que esto sea seguro al cien por cien.

Preparación del almidón.


EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 123

Limpieza en seco
En conservación, cuando hablamos de limpieza en seco nos escamas refirien­
do al conjunro de procesos que buscan la eliminación del polvo, mugre y algu­
nas manchas mediame mérodos no químicos, es decir, mediante cepillos, gomas
de borrar, saquiros de goma en polvo y aspiradoras.
Con estas técnicas se pueden eliminar de la superficie de los libros, de las
páginas de los libros, de sus cubienas (si son de pergamino), de los manuscri­
ros, de los mapas, etc. el polvo y la mugre que no estén demasiado incrusta­
dos en el papel. Sin embargo, no deben utilizarse en objetos frágiles o que­
bradizos, en pieles,· en grabados en hueco (con la excepción de los bordes),
obras de arte sobre papel como las acuarelas, dibujos con lápices de grafito,
pasteles, carboncillos o cualquier técnica en que el pigmento no esté fir­
memente adherido al papel. Éstos son trabajos para los restauradores/conser­
vadores profesionales.
Aunque no se puede eliminar roda la suciedad de la superficie de los objetos
nombrados, la limpieza en seco sí puede mejorar su aspecto. Para este fin se utiliza
el material que enumeramos a continuación:

- Brochas de pelo suave de caballo (como las usadas por los dibujantes y deli­
neantes para retirar los resros de la goma de borrar).
- Gomas de borrar (por ejemplo la Staedtler Mars Plastic núm. 52650 o la
Magic Rub de la casa Faber-Castell).
- Saquitos de goma en polvo (se hacen con gránulos de goma de borrar y se
recomiendan las marcas Opaline, Skum-X, Archival Aids o similares).
- Lápiz de borrar (como el Faber-Castell Peel OffMagic Rub).
- Guantes blancos de algodón limpios (no es raro ver a gente trabajar con
guantes sucios con los que manchan otras zonas del documento al arras­
trar la suciedad).

Para llevar a cabo la limpieza se debe apoyar la obra sobre una superficie amplia,
limpia y totalmente lisa puesto que cualquier bulto saliente, no importa su tamaño,
puede perforar un documento cuando se pasa una goma de borrar por encima de él.
Si se dispone de secantes blancos limpios mejor que mejor. No siempre se aplicarán
todos los métodos que se detallan a continuación. Es posible que un cepillado con­
cienzudo elimine mucho del polvo. Como ya hemos señalado anteriormente, sólo la
experiencia dictamina cuando es suficiente.
En primer lugar se debe limpiar roda la superficie del libro, grabado o similar
con las brochas de pelo suave ya comentadas. Este trabajo es delicado, especial­
mente si el papel presenta roturas y/o desgarros: si se aplica con demasiado
ímpetu se pueden romper aún más o incluso hacer otros nuevos. Recalcar que
este proceso y los que vienen a continuación no se deben hacer en obras con pig­
mentos que se puedan desprender fácilmente (pasteles, carboncillos ... ).
Es preciso mantener el material siempre limpio y las brochas no son una
excepción. Cuando se observe que están sucias hay que limpiarlas bajo un cho-
124

rro de agua de grifo aplicándolas un poco de jabón líquido. Luego se aclaran a


conciencia y se dejan secar para volver a estar de nuevo en perfectas condiciones
de uso.
El segundo paso es la limpieza con un saquito de goma en polvo. Ya que su
superficie es de cela de algodón y que se mancha fácilmente, lo que se suele hacer
es darle unos golpecitos para que desprenda cierra cantidad de la goma en polvo
que contiene sobre la superficie del documento a limpiar. Posceriormence, con
algodones limpios, se presiona ligeramente sobre la superficie del papel donde se
espolvoree la goma y se borra siempre haciendo círculos (no se debe hacer lineal­
mente porque casi seguro que se producirán nuevas arrugas y hasta desgarros).
Debe evitarse la limpieza con los gránulos en cualquier zona del documento
debilitado por las cincas, en zonas de color o en cualquier parte que tenga signos o
anotaciones en lápiz normal o de colores. Si los gránulos coman un color que no
es de mugre, algo va mal; se está levantando el color de alguno de los elementos
sustentados que puede llevar el documento. Es básico eliminar periódicamente los
gránulos de la superficie del documento para que no se filtren por debajo del mis­
mo, donde pueden causar daños durante la limpieza supeficial; para esca tarea se
utilizan las mismos tipos de brochas que empleamos para quitar el polvo.
La última posibilidad es el empleo de las gomas y los lápices de borrar. En
general, es raro que no se haya eliminado gran parce de la suciedad general con los
saquitos de goma en polvo pero puede suceder que haya alguna mancha más per­
sistente. El tratamiento con gomas es mucho más complicado de lo que aparenta
y debe hacerse con gran cuidado. Al aplicar fuerza para borrar estamos corriendo
el riesgo de romper el papel o de dejar más blanc...� unas zonas que otras o incluso
de romper el papel violentamente en cuanto la goma se adhiera con más fuerza en
alguna pane del papel. Siempre deberá borrarse en círculos y con mucha pacien­
cia; los borrados impacientes o apresurados pueden ser nefastos.
1-.

'.1qui10 de goma de borrar en polrn ,. rres modelos de ¡;ornas espccialmcme buenas para us,u con documentos y obras
: .irte de valor. Para este fin no ,-:ilr c:,alquicr goma Je borrar.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 125

Las «pequeñas» restauraciones en los libros y


documentos
Uno de los problemas más comunes en los libros y documentos pert�ne­
cienres a un archivo o una biblioteca, sea pública o de un particular, es el desga­
rro de las páginas de los mismos. Para arreglarlos de un modo «casero» (emplea­
mos este término para indicar las reparaciones que se hacen sin tener que des­
montar un libro) hay dos opciones: una es la utilización de papel tisú japonés y
engrudo; la otra es el uso de tisú comercial autoadhesivo. (Existe una ·tercera
«opción»: el uso de cincas adhesivas especiales que, aunque aparentemente segu­
ras durante un período de tiempo corco, nunca se deben aplicar en libros o docu­
mentos de valor).
Como ya hemos indicado, para reparar desgarros con engrudo y papel no
hay ninguno mejor que el japonés. Si bien los que se venden ya no tienen, por
lo general, la increíble calidad de los de antaño {los papeles japoneses buenos
son tremendamente caros), sí que siguen teniendo muchas de sus virtudes:
fibras largas que se solapan perfectamente sobre el papel roto, transparencia y
una gran flexibilidad. Cuando se adquiera papel japonés debe hacerse en tiendas
especializadas cerciorándose de que es importado de Japón (actualmente se
fabrica en otros países fuera de allí y las calidades no son iguales). Una última
advertencia: si le ve mocitas de color marrón rechácelo, son partículas metálicas
producto de los procesos de su fabricación que pueden afectar con el tiempo al
documento que repare (si puede encerarse de su pH, mejor. ·.m valor entre 6 y 7
es aceptable en los papeles japoneses).
La otra posibilidad, la de usar papeles preparados comercialmente con un
adhesivo termofundible, es también muy interesante. Los adhesivos con que
se preparan son muy estables químicamente y fácilmente reversibles con eta­
nol o acetona {químicamente puros). Como ya hemos comentado, cuando
se hacen reparaciones con engrudo se corre el riesgo de que la suciedad del
papel se «mueva» y aparezcan cercos de suciedad alrededor del parche; por
arra parte, si se aplica humedad sobre algunas tintas o pigmentos, se corre el
riesgo de que éstos se corran desfigurando el texto y la imagen.
Esca última razón llevó al grupo de responsables de la sección de manuscritos
indios e islámicos del British Museum a buscar un adhesivo en láminas estable y
de fácil aplicación desarrollando uno a base de un copolímero acrílico (Paralloid
B-72) conocido comúnmente por el nombre comercial que le dio la casa que lo
fabricaba: Archibond. El adhesivo se presenta sólo en láminas y puede venir con
o sin tisú {para necesidades de restauraciones complejas). En caso de necesidad
se puede retirar rápidamente con etanol o acetona.
En cualquier caso, y a pesar de que aparenta ser un adhesivo magnífico, no
tenemos al alcance de la mano la prueba definitiva de su auténtica calidad: el
paso del tiempo. En este sentido, siempre recomendaremos el uso del engrudo
porque él si lo ha pasado y con magníficas notas.
La última «opción», que en realidad convendría evitar a toda costa, es el uso de
una cinca autoadhesiva. Reiteramos que bajo ningún concepto se debe utilizar
para la reparación de libros y documenros de valor. Los conservadores profesiona-
126

les las rechazan mcalmeme. Los adhesivos de estas cincas, induso el de las mejores,
se oxidan con el ciempo y dejan manchas permanentes en el papel que sólo pue­
den ser eliminadas por expertos, empleando disolventes muy cóxicos y siendo casi
imposible hacerlas desaparecer por complem. Además, los fabricantes suelen hacer
cambios periódicos de los productos que ucilizan para la fabricación de las cincas:
lo que hoy puede estimarse de buena calidad y seguro para los documentos,
mañana puede ser un material pésimo para utilizarlo en conservación.
En cualquier caso a veces es imprescindible usar estas cintas en algún tipo de
papel. Si se va a hacer, recomendamos que se empleen las de dos marcas en con­
creto por ser, aparentemente, las más estables: una es la Document Repair Tape y
otra la Filmoplast Po la Filmoplast P90 (ambas sólo se venden en tiendas espe­
cializadas, no en papelerías comunes).
Desde aquí queremos hacer una advertencia contra otro producto autoadhe­
sivo muy empleado para intercalar notas entre los libros y la documentación: el
Post-it. En las publicaciones especializadas de restauración se advierte que, en
caso de dejar durante largos períodos de tiempo una nota de Post-it en un papel,
ésta puede pegarse en exceso sobre el original y requerirse la ayuda de un restau­
rador profesional para retirarla. Otra costumbre nefasta es el empleo de las eti­
quetas autoengomadas (tanto las que hay que humedecer como las ya-listas­
para-pegar): pegadas sobre los lomos de los libros de piel y pergamino los man­
chan de forma irremediable y absolutamente imposible de eliminar.

(1) Ejemplos de cintas adhesivas apropiadas


p:ir.2 usar con documentos de cieno valor.
Aunque son más estables qulmicamence que
las cintas comunes de celo no deben ucilizar­
sc en libros de valor.
(2) En los libros en01ademados en pid
i,unás debecln usarse celofanes o cintas
adhesivas de ningún ópo. Para pegar tcjudos
deber.! hacerse oon engrudo o algún otro
:iJhesivo como la mecilcelulosa o similar.
<3) Las cintas de celo ordinarias se oxidan y
descom ponen rápidamente desprendiéndo­
!-<: del documento. Tras de s/ dejan manchas
de difícil o imposible eliminación.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 127

Reparaciones sencillas: cómo hacerlas uno mismo

A conrinuación decallamos una serie de técnicas de realización bastame sim­


ple y que sólo requiere de algo de paciencia. Como ya señalamos en la imroduc­
ción a este capítulo, las técnicas que aquí se describen están pensadas para apli­
carse en libros que no tengan un gran ,,alar histórico, artístico o de cualquier
otro tipo. En otros países estas técnicas se enseñan a los responsables de las
bibliotecas populares, universitarias y demás con el fin de que puedan hacer
pequeños arreglos de sus fondos. Como casi siempre, no pueden disponer de los
servicios de un taller de restauración y encuadernación propios ni tampoco se
pueden permitir contratarlos por lo que es imprescindible que ellos mismos
sean los que hagan este bricolaje.
Nuestro consejo es que antes de atreverse con un libro, la persona que inten­
te llevar a la práctica estas técnicas empiece por practicar con hojas sueltas y
libros sin ningún valor. Es muy difícil que salga bien a la primera, pero con un
poco de interés al final se conseguirán resultados sorprendentes.

Reparaciones con papel japonés y engrudo

Cu.ando se aplica un papel japonés con engrudo sobre un papel roto o


desgarrado hay que hacerlo aplicando el adhesivo al papel japonés y no
al original. Normalmente el original tendrá algún tipo de suciedad no
perceptible a simple vista que, en caso de aplicarle directamente el
engrudo y por efecto de la humedad que éste contiene, se removerá y
dejará manchas en forma de cercos marrones o pardos. Para secar el
desg.u;_ro hay que apoyar el papel sobre una superficie lisa y plana (una
plancha de zinc, por ejemplo) y ponerle un peso ligero. Es imprescin­
dible intercalar un papel parafmado o siliconado entre la plancha, la
pesa y el papel restaurado para evitar que éste se manche accidental­
mente.
Los pasos básicos a seguir para la reparación de desgarros en las
páginas de un libro o el desgarro de un documento son los siguientes:
- Se supone que la página o el documento a reparar se ha limpiado
en seco concienzudamente.
- Los bordes del desgarro deben «recolocarse» cuidadosamente,
especialmente si el documento lleva texto o algún tipo de ima­
gen.
- Con frecuencia los desgarros dejan «solapas» o superficies que
permiten que un lado del desgarro coincida con el otro; en estos
casos es posible que lo único que se necesite para la reparación
sea la aplicación de un poco de engrudo en ambas solapas.
- Los desgarros casi «rectos» se repararán con tiras de tisú con la \..

longitud y anchura adecuadas (la anchura de la mayoría de las


(1), (2) Método para cortar el P'­
tiras que se emplean en restauración oscilan entre 1cm y 1,5cm). tisú utilizando un p incel húme,
- Los desgarros en «curva» necesitan tiras de tisú conadas de igual una regla.

forma.
128

- En caso de desgarros muy largos es mejor repararlos con una


serie de corcas tiras para mejor control del tisú y de la hume­
dad que transmite el engrudo.
- Cada tira de tisú debe cortarse de tal manera que__ permica
que las fibras crucen el desgarro perpendicularmente.
- Para determinar en qué dirección van las fibras de un papel
japonés basca con corcar dos tiras del mismo: una de un
lado de la hoja de tisú y la otra del lado perpendicular. El
El engrudo se debe aplicar desde lado que se corta con más facilidad y ccn un corte más rec­
el cenero del papel hacia sus bor­ to es el de la dirección de las fibras (se observa muy fácil­
des para mantener estiradas las fi­
bras del papel japonés. mente).
- Un método para cortar el papel tisú es aplicar humedad al
papel japonés con un pincel mojado en agua y con la ayuda
____,., de una regla para luego desgarrarlo a mano en esa zona. Las
.
-. _-::-=: barbas que quedan en los bordes del tisú tienen gran impor­
--::-l� ·-..
,\, tancia: la tira de papel japonés se fija mejor al papel y dejan
'-.._\ \"_,
____
- un borde biselado.
.....
- El engrudo se, aplica al papel tisú con una pequeña brocha
plana (para esta operación sería útil una plancha de plásti­
co o el cristal limpio de un marco y debe tener una consis­
Calco de la zona perdida del origi­
nal realizada sobre el papel de injer­ tencia similar a una papilla). Se levanta la tira de tisú con
to mediante un pincel húmedo. unas pinzas y se coloca sobre el desgarro. Si el documento
tiene escritura por una sola cara, el tisú se colocará en el
reverso. �;_ el desgarro es irregular y largo, será más mane­
jable y seguro pegar una serie de tiras cortas que una sola
tira larga.

Una última observación: no se pueden reforzar papeles con des­


garros muy finos con un papel japonés muy grueso ni viceversa.
Las tensiones que se producen deformarán mucho. el original
pudiendo llegar a romperlo. Siempre se deben buscar papeles de
similar grosor y color.
El injerto de papel japonés ya listo
para ser pegado en la zona perdi­
da del documento original.

Manera de reparar un desgarro en la página de un libro.


Hay que ir pegando pequeños trozos de papel japonés
con almidón (de unos 3 ó 4 cms máximo) y solaparlos li­
geramente entre sí.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 129

Las reparaciones con tisú y termoadhesivo

Como ya hemos dicho, el adhesivo (a partir de aquí lo denominaremos siem­


pre archibond para abreviar) se vende en láminas muy finas y se presenta de dos
maneras: sin soporte de papel y con soporte de papel. Este último emplea un
papel manila con un buen pH y libre de acidez. Para desgarros de papeles no
muy gruesos se suele utilizar el que ya viene así preparado. En caso de tener que
reparar papeles muy gruesos {como los usados para los grabados calcográficos)
conviene comprar sólo la lámina de adhesivo y utilizar algún tipo de papd japo­
nés más grueso. Como ya hemos comentado en las reparaciones con engrudo,
hay que usar papeles de similar grosor y color para evitar tensiones no deseadas.
- Se coloca la tira sobre el desgarro (si hay texto en una sola cara, se coloca
la tira en el lado del reverso) y se frota ligeramente con la punta de una
espátula eléctrica para activar el adhesivo. Conviene no aplicar el calor
(entre 100 ° y 120° C) directamente sobre el tisú ya que es fácil manchar el
papel de refuerzo o que le salgan brillos. Para evitar esto, lo correcto es
intercalar una hoja de papel siliconado entre la punta de la espátula y el
papel de refuerzo. El archibond se vende enrollado a un papel siliconado
que sirve perfectamente para este fin.
- Aunque el archibond es fácil de usar, a veces su adhesión puede resultar
laboriosa y no tan perfecta como la del engrudo. Sin embargo, el tisú se
adhiere bien a los papeles modernos, como los que llevan un revestimien­
to de caolín -papel cuché-, que no se debe reparar con engrudo {esto es
debido a las características especiales de este tipo de papeles que se des­
compone con el agua).

(1) y (2) Dos métodos de obtener el calco de una zona per­


dida sobre d papel de injerto: el primero se rcaliz.a median­
te una estilográfica o similar rellena de agua; d segundo se
consigue arrastrando un punzón o similar sobre el papel de
injerto. Es muy importante intercalar entre d original y el
papel de injerto una hoja de acecaco o mylar para �car
dañar el original.

(3) Método de aplicar calor al cisú cermoadhcsivo; siempre


se deber:! colocar un papel siliconado encre la esp:írula eléc­
crica y el cisú. Un contacto direcco puede dejar manchas
permanences en d Jocumcnco original.
130

Lu reparación de zonas perdidas

Un problema muy común es la pérdida de las esquinas


de las páginas de un libro debido a los lectores descuida­
dos que las doblan a �odo de recordatorio de lectura. Su
arreglo es relativamente fácil: basta utilizar un papel japo­
nés que tenga el grosor, textura y apariencia de la hoja de
Dcigarro del papel de injerto. la página a reparar y aplicar un poco de adhesivo (ya sea
engrudo o sintético).
Se puede tener una nueva esquina mediante esta técni­
ca: se coloca encima de la página sin esquina una placa
de cristal o de plástico semirígido y uansparente (un ace­
tato por ejemplo). Encima de ésta se coloca el papel de
injerto (que tiene que ser algo transparente) y se calca
una nueva esquina con un pincel fino ligeramente hume­
Estiramiento de las fibras del injerto. decido con agua. Posteriormente, se separa el parche a

�'..F�::·­
mano, dejando las barbas en los bordes y se pega al borde
de la página sin esquina con engrudo. Para secar el con­
junto se aplica un peso ligero en la forma que se indicó
para las reparaciones con papel y engrudo.

-�- - /
Otra posibilidad es recortar un trozo de archibond con
tisú con un tamaño similar al de la zona perdida (requie­
I '�¿l /-. re el uso de un papel vegetal donde se calca la huella de la

---
Aplicación del engrudo solamente en el
zona perdida que luego se traspasará al archibond con

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borde de las fibras. tisú) y pegarlo con la espátula de calor.

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Colocación del injerto sobre el original.

Secado del exceso de adhesivo. Secado acelerado del adhesivo con una espátula de calor.
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 131

Lu rei1 1sercfo11 de 7xígi1ws sueltas

- Se le aplica en el reverso de la hoja suelta {en la parce del borde interior)


una fina línea de engrudo (unos 2mm utilizando el borde de un papel
como ayuda). Se alínea la hoja suelta con la que le sigue inmediatamente
en el libro y se pega sobre el margen interior de ésta. Se coloca una hoja de
papel no adherente (parafinado o siliconado) en ambos lados de la hoja
reinsercada para evitar que se pegue a otras hojas, se cierra el libro y se
coloca un peso encima en la zona próxima al lomo dejando secar varias
horas.

Reparación de un bloque suelto

- Uno de los problemas más comunes que se presenta en los libros es que el
bloque de papel se separe de los cajas. Esto suele suceder en libros con una
utilización frecuente y se complica por un desgaste general de la encuader­
nación. El remedio es relativamente sencillo:
- Se pone el libro de pie en una mesa con el lomo mirando hacia la persona
que lleva a cabo la reparación, se abre el libro y se empuja el bloque hacia
adelante para que se vea claramente el hueco que deja el cajo. Se roma una
aguja de zurcir a lo largo de la cual se ha aplicado un adhesivo (se supone
que el libro no es de valor histórico en cuyo caso el adhesivo puede ser
PVA o una mezcla de merilcelulosa con PVA) y se introduce en el hueco
haciendo rodar la aguja por la superficie a unir asegurándose de que el
adhesivo está bien distribuido.
132

- El siguiente paso es el prensado utilizando dos tablas de madera entre las


que se coloca el libro. Anees se tiene que haber colocado una aguja de zur­
cir gruesa en cada uno de los cajas del libro junco con una hoja de papel
parafinado o siliconado, en la zona entre las guardas donde se ha llevado a
cabo la reparación. Finalmente, se coloca un peso de unos 5 kilos en la
tabla superior y se deja secar de un día para otro.

(l) Prensado del libro con d bloque dd texto suelto: se coloca una aguja de zurcir en cada uno de los cajas del libro y éste se pone entre
dos rabias con un peso encima.
(2) La reparación de un bloque de libro suelto mediante la aplicación de un adhesivo con una aguja de zurcir que se mete en la zona des­
prendida.

El alisado de documentos enrollados o plegados

Cualquier documento, mapa, carta u otro objeto enrollado o plegado que lle­
va mucho tiempo en un ambiente seco corre el peligro de fracturarsé si se fuerza
para estirarlo en un intento de devolverle su estado plano original.
Este fenómeno se produce debido a que las fibras de la celulosa han perdido
gran parte de su humedad original y, con ello, mucha de su elasticidad y flexibi­
lidad. Si se consigue introducirles de nuevo parre de esa humedad, se puede
contrarrestar ese fenómeno para así poder estirarlos.
Este fin se puede lograr mediante la creación de un ambiente cuya humedad
relativa sea cercana al 100% durante el tiempo necesario y suficiente como para
reblandecer la fibras· de un documento enrollado o plegado. En instituciones
dotadas con la parafernalia de un laboratorio sofisticado se utilizan cámaras cli­
máticas especiales para este trabajo. Nosotros vamos a producir el ambiente
requerido con una cámara más casera.
Primero hay que hacer un examen de los documentos a tratar. Sin duda ten­
drán una capa de suciedad en su exterior que debe eliminarse mediante goma en
polvo y algodón (del mismo modo que se recomendó para la limpieza de papeles
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 133

-------- -----
·---- �--
...

·l

.:.1

!. 1
i1
2

(l) Una nevera en desuso puede convertirse en una cámara de humectación de documencos. Para ello sólo hay que colocar una bandeja de
agua en su parre baja.
(2) El desenrollar un documenco, especialmence si el papel está quebradizo, no es carea fácil.

y obras de arte en papel o pergamino mediante saquitos de goma de borrar), para


no extender la suciedad sobre su superficie, o con una aspiradora de baja succión
(esto es más arriesgado y exige más cuidado). Esta limpieza se debe hacer sólo en
el exterior del objeto enrollado o plegado. La limpieza es muy importante porque
evita que la suciedad se fije al documento cuando se humedece. Además de la lim­
pieza exterior, hay que asegurarse de q� no lleve gomas, cuerdas, clips, etc., evi­
tando hacer intentos de abrirlo o desenrollarlo aunque tan sólo sea parcialmente.
Una cámara de humedad casi perfecta sería una nevera en desuso (que no se
desanime el lector; más adelante aparece una alternativa más sencilla). Sus ven­
tajas son que se puede cerrar herméticamente, está provista de rejillas inoxida­
bles para colocar los documentos a rrarar y permite colocar en la parre de abajo
una bandeja con agua como fuente de humedad.
Suponiendo que la cámara-nevera está disponible, el áempo necesario para el
reblandecimiento de los documentos varía según el ápo de papel, su fragilidad y el
grado de tensión del enrollarniemo o del plegado. Sin embargo, se pueden dejar per­
feccamente en la cámara varios días examinando su estado día a día para comprobar
cómo evolucionan. Cuando se observe que han llegado a un buen estado de flexibi­
lidad, cesará el cracamiemo. Si después de sacarlos parece que necesitan más tiempo
en la cámara se vuelven a la misma, esta ve:z con más vigilancia debido a que puede
existir el peligro de un brote fúngico, especialmente si la temperatura interna es
superior a 20°C. Éste es un punto muy importante: no se puede colocar la nevera o
cualquier otro tipo de recipiente que vaya a hacer esta función en una zona de e..xce­
sivo calor ya que los hongos aparecen con suma facilidad en condiciones de alta
humedad y calor. Si no se está plenamente seguro de obtener una temperatura por
debajo de 18°C o 20°C hay que dejar el erabajo en manos de un profesional.
134

Un proceso ucili7.a<lo por los conservadores cuando se cree que puede haber
un brote fúngico es el mismo que se usa para que perdure el engrudo de almi­
dón: emplear los cristales de onofenilfenol. En este caso se toman unas dos
cucharillas de los cristales y se disuelven en dos cucharas de etanol (alcohol quí­
micamente puro) añadiendo esca disolución al agua de la bandeja en la cámara.
El siguiente paso es el prensado. Éste se lleva a cabo ya sea con planchas de
cristal, de plástico o con tableros de madera forrados perfectamente lisos (similar
al forrado de los muebles de cocina) de unos 6mm de grosor y con papel secante
(disponible en tiendas de materiales de conservación o en buenas papelerías: el
más usado es el secante de alrededor de 300g). Hay que hacer una especie de
«sándwich» dispuesto del siguiente modo: tablero, secante, obra húmeda, secan­
te, tablero. Es necesario aplicar un peso uniforme sobre toda la superficie para
evitar arrugas en la obra. Para ello lo ideal es usar una prensa pero son caras para
un particular. A cambio se suelen utilizar varias pesas de unos 5 kilos (empleando
un mínimo de cinco: una en el centro y cuatro hacia los extremos) o apilar varios
tableros de madera que pesen o bien planchas viejas de mármol o similares.
Después de una hora hay que cambiar los primeros secantes húmedos por
otros secos nuevos. Este proceso ·se repetirá periódicamente hasta que el docu­
mento esté absolutamente seco. Este proceso puede tardar hasta dos días.
Para aquell� personas que no disponen de un nevera ofrecemos otra alterna­
tiva: una cámara de humidificación casera «fabricada» con cubos plásticos de
basura (nuevos y limpios, por supuesto).

Esquema de una cámara deshumificadora utilizando un


cubo de plástico (como los de la basura) con una capa que
cierra herméticamente. En su interior se coloca un cubo
similar sin tapa, más pequeño, en el que se introducen los
documentos a tratar. En el interior del cubo grande se echa
agua hasca que el pequei10 Aote ligeramente.
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 135

La encapsulación: la protectora de los documentos


frágiles
La encapsulación con láminas de poliéster (tereftalato de polietil.eno) es un
método profusamente utilizado para la protección de documentos, manuscritos,
mapas o cualquier otro tipo de material (siempre que se componga de una o dos
hojas) que se encuentre en un estado frágil o quebradizo y para el que su mane­
jo puede resulcar arriesgado. Una vez encapsulado, el documento se puede estu­
diar, fotocopiar y microfilmar sin ningún peligro t'ara su integridad.
En esta técnica el documento se mete entre dos láminas de un plástico trans­
parente cuyos bordes se sellan, bien con cinta de doble cara estrecha, bien con
algún tipo de máquina especial (las hay que sellan por ultrasonidos y otras que
sellan al calentarse una resistencia metálica, escas últimas son mu·cho más eco­
nómicas). Sin embargo, cuando la cantidad de encapsulaciones va a ser peque­
ña, es más práctica la utilización de la cinta de doble cara debido a su bajo coste
en comparación con el de las máquinas de sellado.
Los documentos frágiles encapsulados quedan «fijados» dentro debido a la elec­
tricidad estácica que se genera entre las láminas de poliéster. Esca electricidad hace
inviable el mecer en estos sobres de plástico obras hechas con pigmentos que no
estén perfectamente fijados al soporte: la probabilidad de que se desprendan de la
obra adhiriéndose al plástico es enorme. Entre las obras que nunca se deben meter
en un encapsulado están los dibujos con carboncillo o al pastel, por ejemplo.
Otra advertencia: la encapsulación proporciona un eficaz apoyo físico al
documento frágil, pero no ofrece coral protección desde el punto de vista quí­
mico. Unas investigaciones hechas por la Library of Congress, en Estados Uni­
dos, revelaron que los documentos con problemas de acidez pueden envejecer
con más rapidez si están encapsulados con los cuatro bordes totalmente cerra­
dos. Durante cierto tiempo se pensó que un pequeño espacio abierto en un bor­
de era suficiente como para que el documento pudiera «respirar» y así evitar los
cambios químicos del documento. En ensayos de laboratorio se demostró que
eso no era cierto y que es imprescindible que los documentos que así se guarden
deben tener completamente abiertos dos lados del sobre.
Los documentos deben alcalinizarse (es decir, desacidificarse) antes de su
encapsulación. Si no se puede llevar a cabo este proceso, se puede reducir la
velocidad del deterioro debido a la acidez colocando el documento dentro del
sobre de plástico junto con una hoja de papel alcalino o tampón (se venden con
cualquiera de esos nombres en las riendas especializadas) en la parte posterior de
la obra, coreándola al tamaño de la misma.
El poliéster es un producto resistente, flexible y químicamente inerte siempre
que esté hecho sin plasrificantes, revestimientos e inhibidores de UV. Los consi­
derados como seguros para su utilización con documentos valiosos son los
siguientes: Mylar D de la casa Dupont y el Melinex 516 de la casa ICI.
El poliéster se elabora en varios grosores. El que se usa habitualmente es el de
100 micras aunque para planos excepcionalmente grandes o para papeles espe­
cialmente gruesos se puede usar también el de 125 micras.
136

La cinta de cara doble cara tiene que ser la Scotch Bmnd 516 de la casa 3M.
Es la única cinta de las probadas por la Library of Congress como aceptable para
la encapsulación de documentos y obras de arce. Los anchos más usados son los
de 3 y 6mm {las últimas noticias de nuestros proveedores indican que la de
3mm ha dejado de fabricarse o, por lo menos, de comercializarse para pequeñas
adquisiciones).

Córrw hacer una encapsulación

Como presuponemos que no codo el mundo puede (ni debe) comprarse una
máquina selladora especial, haremos un supuesto de encapsulación con cinca
adhesiva de doble cara:
- Se cortan dos hojas de poliéster que sean, al menos, 5cm más grarides en
longitud y anchura que el documento.
- Sobre una mesa de trabajo perfectamente lisa y limpia se coloca una hoja
de papel cuadriculada (con cuadrículas de entre 1 y 2cm pintadas con
rotulador). Encima de esta hoja cuadriculada se coloca una de las hojas de
poliéster (que deben ser exa�ramente iguales) alineándola en las cuadrícu­
las del papel de abajo.
- Se limpia la superficie de la hoja de poliéster con un paño limpio (cuidado
con que no sea de ésos que sueltan pelusa continuamente). Así, no sólo se
eliminan las huellas dactilares y el polvo, sino que también se incrementa
la carga elecrroestática de la hoja.
- Se coloca y se cenera el documento sobre la hoja de poliéster y se coloca
un peso encima de ella para que no se mueva de esta posición.
- Se adhiere una cara de la cinta en dos lados contiguos de la hoja de
poliéster, dejando un espacio de 3mm entre el borde interior de la cinca
y el borde del documento. Hay que dejar un espacio de unos 1,5mm
enrre las esquinas para que por ahí salga el aire al final de la encapsula­
ción. El papel protector de la segunda cara de la cinta se deja sin tocar
(así no hay peligro de que el adhesivo se arrastre involunrariamence
manchando la obra original). Es importante colocar la cinta a una dis­
tancia entre 0.5 y 1cm (máximo) del documento para que este no «bai­
le» dentro del encapsulado.
- Se limpia una cara de la segunda hoja de poliéster con el paño de algodón,
se retira momencánearnenre la pesa de encima del documento y se coloca
este segundo poliéster encima del documento (teniendo la precaución de
hacerlo por el lado que se ha limpiado con el paño de algodón). Se vuelve
a colocar la pesa sobre la segunda hoja de poliéster.

-A parcir de aquí todo es cuestión de práctica y de habilidad: hay que


levantar uno de los bordes del poliéster de encima (se puede pillar con la
pesa que está en el centro del montaje) y se retira el papel protector de la
cinta de doble cara que está adherida al poliéster de abajo df ese lado. Con
calma y valiéndose del trapo de algodón, se deposita lentamente el poliés­
ter hasta conseguir pegarlo. Este proceso hay que repetirlo con el resto de
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 137

los lados hasta que se deje el documento totalmente encerrado dentro del
sobre.
- Con un «cúter» y una regla metálica se cortan los bordes de la encapsula­
ción, dejando un borde máximo de unos 0.5cm (para ello es normal cor­
tar algo del poliéster adherido con la cinta).

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2

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3

( 1) Se coloca una hoja de poliéster sobre la superficie de trabajo. Es conveniente emplear debajo del poliéster una
su¡xrficie cuadriculada que sirva como ayuda para cuadrar la obra y la cinta adhesiva. Encima del poliéster se coloca
la obra con un peso ligero.
(2) Se quira el.papel protecror de un lado de cada una de las cimas de doble cua que enmarcarán la obra pegándolas
sobre la superficie del poliéster. Es imporranre que los extremos de las cimas no se solapen entre sí. Por otra parte, hay
que dejar un espacio de unos dos milímetros en uno de los extremos para expulsar el aire del interior del conjunto.
La obra debe quedar a un centímetro, aproximadamente, dentro del marco formado por las cintas adhesivas sobre la
lámina de poliésrer.
(3) Se coloca una segunda lámina de poliéster sobre el conjunro manteniendo el peso encima. Se levanta cada vez una
esquina y se quira el papel protector de cada una de las cintas para pegar las dos láminas de poliésrer entre sí. Al final
com·iene pasar un rodillo o un trapo de algodón sobre el conjunto para sacar el aire de su interior.
138

Una manera eficaz. de limpiar las encuadernaciones en piel es emplear brochas de pelo suave y una aspiradora que recoja la suciedad.

El cuidado y la limpieza de los libros


Hay millares de libros guardados en estanterías dentro de archivos, bibliotecas,
particulares o públicas, que están condenados a vivir un incierto futuro como
receptores de polvo y materias contaminantes que son la herencia del progreso
industrial de nuestra era.
Aparee de la mala impresión que da un pobre libro descuidado, hay otros
problemas más acuciantes que afectan sobremanera su bienestar. El polvo es un
agente abrasivo que afecta la cubierta de los libros por el simple roce que se pro­
duce entre ellas cuando se sacan y se meten en las estanterías. Retiene la hume­
dad y los residuos contaminantes del exterior procedentes de la combustión de
los derivados del petróleo que emplean los vehículos y las fábricas industriales:
estos residuos pueden originar problemas cuando el hollín grasiento que trans­
porta el polvo se asienta sobre el libro.
En nuestro entorno interior hay mulcitud de fuentes del polvo que cae sobre
los libros, especialmente sobre su parce superior (la zona denominada cabeza. del
libro) y que es la parte más vulnerable a las panículas que arrastra el polvo.
Muchas de estas partículas son ácidas y actúan juntamente con la humedad para
crear compuestos corrosivos y de deterioro.
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 139

Aunque es imposible eliminar las infiltraciones de polvo dentro de un archi­


vo o biblioteca, sí se pueden disminuir los posibles daños que provocan. La
solución que, por desgracia, no suele llevarse a cabo ni del modo adecuado ni
con la periodicidad debidos es sencilla: la limpieza concienzuda.
Para llevar a cabo una buena limpieza hay que extraer los libros de las estan­
terías limpiándolos, preferenremenre, con cualquiera de los trapos que se ven­
den en supermercados o droguerías y que llevan una carga electroesrárica (en las
riendas especializadas en productos de conservación hay varios. modelos como,
por ejemplo, el Dust Bunnv o el Dust Magnet). Una advertencia: no utilice nin­
gún trapo que lleve producto químico alguno, puede manchar los libros perma­
nentemente.
Por otra parre, si las estanterías llevan tiempo sin limpiarse, es un buen
momento para utilizar un detergente suave. Cuando se limpian las estanterías
deben emplearse trapos o gamuzas muy escurridas asegurándose que en las bal­
das inferiores no hay ningún libro al que le pueda caer agua, ya esté sucia o
limpia.
Para limpiar un libro hay que sujetarlo firmemente cerrado por la wna del
lomo para evitar daños a las páginas. La limpieza se debe empezar donde está
concentrada la mayor parte del polvo: la cabeza del libro. Se puede utilizar el
trapo electroestático en combinación con un cepillo suave; si la acumulación de
suciedad es muy grande, conviene valerse de una aspiradora portátil. Para evitar
que la succión de la aspiradora arrastre fragmentos de papel, hay que colocar un
tamiz fino o un trozo de media de nailon entre el extremo del rubo de la aspira­
dora y la boquilla con cepillo.
Hay que aprovechar la limpieza de los libros para sacar de sus páginas cual­
quier objeto que puedan llevar (por ejemplo, clips, marcadores, recortes de
periódicos, fotografías, etc.). Cada uno de estos artículos es un portador poten­
cial de agentes de deterioro o de corrosión de las páginas de un libro. Este sim­
ple paso, junto con la eliminación del polvo y de las partículas dañinas, es de
máxima importancia para la vida del libro. Sin embargo, por ser una tarea tan
básica y porque consume bastante tiempo, se suele posponer hasta que se pierde
en el olvido.

Las cremas para los libros, ¿amigas o enemigas?

La utilización de cremas para la preservación de las pieles para los libros es un


proceso que se ha establecido como una cosa tradicional entre los bibliotecarios,
coleccionistas y conservadores. Se han utilizado en las pieles de encuadernación
para disminuir su deterioro, mantener su faerza, su flexibilidad y mejorar su
aspecto, tal y como dicen las etiquetas que llevan en sus botes.
Los expertos que fabrican pieles y los profesionales que las cuidan aconsejan
que siempre, antes de cualquier tratamiento, se lleve a cabo un análisis químico
que incluya aspectos tales como el estado físico de su superficie, el contenido de
sulfatos, la cantidad de grasas libres, el contenido de humedad, el pH, etc., etc.
Demasiadas cosas para el profano que quiere untar un poco de crema en su
libro para darle un mejor aspecto.
140

Sin embargo, viendo lo que los científicos y expertos exigen anees del craca­
mienco de cualquier piel, podemos suponer que no existe una sola crema «mági­
ca» para curar o mejorar todos los males de las pieles; por lo visto, el tratamien­
to siempre dependerá del estado y de las características de la piel.
Hace pocos años se empezaron a oír voces expresando ·consternación por el
uso de codo tipo de cremas sin tener en cuenta los posibles daños que podrían
ocasionar en las pieles de encuadernación. Varios conservadores de gran presti­
gio opinaron que las cremas se estaban utilizando indiscriminadamente, o dicho
de otro modo, sin tener una sólida base científica que justificara su uso indiscri­
minado.
Las cremas para la pieles no son para efectuar una restauración de sus propie­
dades simplemente porque no tienen esa capacidad. En cuanto a la fle.."Cibilidad
de las pieles, debe tenerse en cuenta que es la humedad junto con las grasas y
aceites con que se elaboran lo que les proporciona la flexibilidad: una crema no
le devuelve esa flexibilidad inicial. Una piel seca, sin grasas y aceites naturales, se
dañará aún más si se le aplica una crema pudiendo imposibilitar una nueva
hidratación.
También sabemos que un jaboncillo cuya traducción al castellano es algo así
como "Jaboncillo preparado para pieles y sillas de montar", utilizado tradicio­
nalmente para limpiar todo tipo de objetos de piel y cuero, incluidos los libros
encuadernados en piel, va a sumirse en el olvido por parte de la comunidad
conservadora y restauradora internacional, por lo menos en lo que se refiere a su
utilización para las pieles de los libros. La razón es sencilla de encender: una vf1
que el jaboncillo penetra en la piel allí, se queda, no existe reversib;�:dad posible
y no se conocen los daños que puede sufrir una piel a largo plazo. Además, el
jaboncillo tiene un pH muy alto (lo hemos comprobado: tiene un pH 12) aun­
que no sabemos cómo repercute un pH can alto sobre la piel.
Los expertos dicen que las cremas deben utilizarse para mantener las pieles en
condiciones sanas (pero tienen que estar sanas para empezar) y añaden que la
crema se debe aplicar en cantidades «pequeñas». Aquí tenemos una pega, ¿qué
es una cantidad pequeña?
Hay un caso muy conocido que es testigo de una interpretación errónea de
lo que es una cantidad pequeña. En una de las bibliotecas de un College de
Cambridge se aplicó una crema muy conocida en nuestro mundillo a centenares
de libros antiguos para mejorar el estado de sus pieles. El triste final del proyec­
to fue que con el tiempo las cubiertas se volvieron pegajosas haciéndose bloques
de difícil extracción de las baldas. Cuando se aplicó la misma crema a unas
encuadernaciones espléndidas, el disolvente que llevaba provocó su decolora­
miento además de dañar las grasas y aceites que formaban parte de la composi­
ción original de la piel. No sabemos si al día de hoy los restauradores, que esta­
ban quitando la pegajosidad de las pieles con éter de petróleo, habrán termina­
do su carea.
Hay otro aspecto del deterioro de las pieles conocido como la "pudrición
roja". Se da en pieles que han envejecido y degradado hasta volverse pulverulen­
tas. El origen de este fenómeno hay que buscarlo en una exposición excesiva del
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 141

libro a la luz, el calor y el aire contaminado con dióxido de azufre, producido en


la combustión de los carburantes de vehículos, fábricas y calefacciones urbanas.
Las pieles curtidas con taninos vegetales, especialmente, absorben este contami­
nante con gran facilidad. Pero hay algo que sí se puede hacer con los libros que
tienen sus pieles en tan lamentable estado: para empezar, reforzarlas con un pro­
ducto que evite que se sigan desprendiendo más fragmentos, por diminutos que
sean, es decir, emplear un consolidante.
El laboratorio de conservación de la Trinity College en Dublín refuerza las pie­
les que presentan este tipo de problema diluyendo hidroxipropilcelulosa (más
conocida por su marca comercial Klucel G de la casa Hercules) en alcohol. Para
ello se prepara una disolución con 10 gramos por litro de etanol o isopropanol
(ambos alcoholes) y se aplica con brocha sobre la piel. Es un proceso reversible
en agua y alcohol.
Cuando este producto consolidante está seco se le aplica una _crema para pie­
les que contenga una mezcla de cera de abeja, lanolina y aceite de pata de buey;
esta mezcla se vende ya comercialmente (una de las marcas comerciales más usa­
das es la Marney 's Conservation Leather Dressing). Esta mezcla se debe utilizar
con mucha moderación: nosotros sugerimos tomar un poco de crema del bote
con un algodón, frotarlo sobre un papel blanco limpio para retirarle el exceso y
aplicarlo así sobre la piel. Si se aplica directamente desde el bote se corre el ries­
go de que la primera zona de contacto se quede más oscura, de este modo, ade­
más, se controla el tono que va adquiriendo la piel. En cuanto empiece a oscu­
recer debe cesar el tratamiento.
Parece que actualmente la mayoría de conservadores abogan por la limpie'"''l
de los libros con trapos electroestáticos y nada más. Mientras tanto, allí están
todo los anuncios exaltando las virtudes de las cremas limpiadoras listas para ser
utilizadas en libros encuandernados en piel. Si persiste en la búsqueda de una
respuesta, algún conservador se atreverá a decirle que si existe un problema de
limpieza de una piel, una crema ayudaría, pero al mismo tiempo va a sugerir
que se busque el consejo de un experto en pieles.
También parece que hay unanimidad en una· cosa: las cremas no deben utili­
zarse en encuadernaciones muy valiosas a no ser que estén absolutamente des­
trozadas (por su mala conservación, por haberse quemado o algo similar).
La impresión que tenemos es que, a pesar de los avances que se han logrado
en el campo de la conservación de libros y documentos, la investigación sobre el
cuidado de las pieles no ha seguido el mismo ritmo. Nos dicen que las cremas
pueden contribuir al bienestar de los libros encuadernados en piel si se analizan
de antemano para seleccionar la crema que le iría bien. ¿En dónde y cómo se
hacen esos análisis?, además, el laboratorio capaz de hacer un análisis así necesi­
ta ineludiblemente un trozo de la piel original. ¿Cómo lo podrán hacer enton­
ces, desfigurando el libro?
Por todo ello sugerimos que, a menos que se tengan libros en un estado de
conservación nefasto, no se apliquen más que limpiezas de polvo y de consoli­
dación en las pieles de los libros, especialmente si las encuadernaciones son
valiosas.
142

Limpie:::a de cubicrlas de pergm,úno

Las cubiertas de libros en pergamino en buenas condiciones (no quebradizas


o frágiles) que han acumulado polvo y mugre se prestan perfectamente a la lim­
pieza en seco, es decir, con gomas de borrar como las ya recomendadas. Tam­
bién se pueden usar algodones mojados con agua, perfectamente escurridos
(nunca mojados debido al daño que puede causar la absorción del agua en un
material can higroscópico). Siempre hay que tener cuidado en las pieles que tie­
nen inscripciones de que éstas no se vean afectadas por la limpieza.

Las encuadernaciones de pergamino permiten eliminar mucha suciedad borrando con alguna de las gomas que
hemos recomendado }' cepillando los restos.
Las exposiciones, fotocopiados y demás:
cómo evitar disgustos

Cada archivo, biblioteca o particular poseedor de una importante colección


de libros y documentos, que recibe peticiones para el préstamo de un dorumen­
to histórico, un grabado de un artista famoso o un libro raro para exponerlo en·
al guna sala o galería, debe sopesar muy cuidadosamente los posibles daños que
pueden sufrir en manos de personas bien intencionadas, a menudo descuidadas
y sin la menor idea de lo que es la conservación.
En caso de que se decida hacer finalmente el préstamo se pueden, y
deben, seguir ciertos pasos para mayor tranquilidad de los responsables o
dueños del objeto de valor histórico-artístico y para asegurar que éste per­
manecerá sano y salvo durante los preparativos y el traslado y la estancia en
la �xposición. Es imprescindible requerir ciertas condiciones al patrocinador
de la exposición para el bienestar del documento (las indicaremos más ade­
lante).
Los primeros preparativos para salvaguardar el documento prestado p�eden
empezar con la fabricación de un protector que acompañará al documento
antes, durante y después de la exposición. El conjunto será unz. combinación de
marco-protector.
El modelo básico de un marco-protector es senci­
llo y evita que el documento sufra daños innecesa­
rios. Primero se pegan un par de tiras de unos 2 o
3cm de ancho y 5 o 6cm de largo de papel tisú (el
papel japonés es, con diferencia, el más adecuado ----..____
para este fin) en el reverso del documento (con
pegar 2 o 3cm de las tiras en la obra es más que sufi­
ciente), luego estas tiras se pegan sobre el cartón y se
refuerzan con otras de igual anchura formando una
especie de cruz sobre el cartón; como adhesivo reco­
mendamos utilizar engrudo de almidón (da igual
que sea de maíz, trigo o arroz), por ser una sustancia
fácilmente reversible y de gran versatilidad). Este L a mejor manera de conser\'ar una obra es montándc
sobre un passe-partout empleando cualquiera de los � éc
mismo montaje se puede hacer fabricando una espe­ dos aqu/ indi dos. Lo que jamás debe hac� rsc es fiJar
ca
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cie de bisagra de papel japonés en la parte superior obra directamente sobre el carcón de montaJe. Las rens1
ncs pueden llegar a desgarrar la obra.
del documento.
144

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(l) Monr.ajc con tiras en forma de cruz.


(2) Monc.jc con tiras haciendo una bisagra con el carcón.

Lo más adecuado es pegar el conjunto y dejarlo secar bajo una ligera presión
. (para ello se puede emplear u�a plancha metálica o algo similar intercalando
siempre una lámina de algún material como el acetato que venden en las pape­
lerías). Este sistema tiene la ventaja de que permite que el papel tenga cierta
capacidad de contracción y de dilatación (hay que considerar el papel como una
sustancia viva que necesita «respirar» y que modifica sus dimensiones depen­
diendo del medio ambiente en que se encuentre; por esta razón hay que recha­
zar radicalmente los métodos de trabajo que implican la fijación total de las
obras al cartón de montaje). Finalmente, se colocará en un cartón con una ven­
tana (este tipo de montaje se denomina comúnmente passe-partout). Bajo nin­
gún concepto se permitirá sacar el documento de su marco-proctector durante
el traslado y la exposición.
En caso de tener que exhibir el documento por ambas caras se puede emplear
el mismo sistema valiéndose de una doble ventana. Para este tipo de documen­
tos e.xiste otra alternativa de montaje que es una variante de los métodos emple­
ados para exhibir pergaminos sueltos. En este sistema se fijan con almidón una
serie de tiras de papel japonés entre 1,5 o 2cm alrededor del papel dejando unos
centímetros de separación entre ellas (la distancia suele oscilar entre 5 y 10cm,
dependiendo del tamaño de la obra). Los extremos libres de las tiras se fijan con
acetato de polivinilo a uno de los cartones con ventana y, finalmente, se unen
ambos canones con ventana. La distancia entre la obra y el marco deberá ser de
1cm aproximadamente. Este método tiene una clara ventaja para la persona o
institución que cede la obra: si las condiciones ambientales de la sala de exposi­
ción difieren mucho del lugar en el que se montó, las tiras se desprenderán por
su parte más débil {la pegada con almidón sobre la obra original).
Este mismo sistema es perfectamente válido para exhibir documentos de per­
gamino u hojas sueltas de este material, sólo hay que tener cuidado de que las
tiras se encuentren más próximas entre sí (aproximadamente a la misma distancia
que el ancho elegido para hacer las tiras). Ya se trate de un documento en papel
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 145

y.1 <.:11 p<.:rgamino, el 1111:roJo <le fij:Kión al c.món Jebe ser el mismo, con cuidado
Je ir fijando tiras opuestas. Se empieza primero por fijar rres tiras de uno de los
lados, el derecho por ejemplo, y luego las rres opuestas del lado contrario, en este
caso el izquierdo. Las últimas tiras en fijarse serán las de las esquinas.

��Li�-, ��:
�i!}��p���' .�!'
;;�.;�i-_�

(1, 2, 3) Ejemplo de monraje de un pergami1


con tiras de papel japonés. Sistema desarroll
do por Nicholas Pickwoad.

(4, 5, 6) Ejemplo de monraje de un


pergamino con hilos de lino. Sistema
dcs.irrollado por Chriscopher Clark­
son.
Ambos sisiemas permiten que d per­
gamino csié perfecumcnte cs1irado a
la \·cr que se ,dapta a los cambios cli­
,6 máticos de su entorno.
146

Hay que tener en cuenca algunas consideraciones:


- El mejor papel, con gran diferencia, para hacer montajes es el japonés. El
papel que se use para montajes, sea cual sea, siempre debe ser menos grue­
so que el del documento.
- Nunca se deberán usar cincas adhesivas, de ningún tipo, para montar obras
de valor. Los componentes de estos adhesivos siempre se descomponen
dejando manchas muy difíciles de eliminar con riesgo de romper el docu­
mento. El almidón es barato, tiene un magnífico comportamiento y es de
fácil acceso para todo el mundo (hay otros adhesivos derivados de la celu­
losa igualmente buenos pero son más caros y difíciles de localizar para los
no profesionales).
- Nunca se pegará la obra a un cartón totalmente ni tampoco a todo lo lar­
go de sus bordes. Las tensiones que puede sufrir el papel por sus contrac­
ciones y dilataciones lo romperán seguramente por alguna parte.
- Recomendamos llevar cualquier obra de gran valor ya montada a un restau­
rador profesional de documentos gráficos para que examine el tipo de mon­
taje que tiene. Sabemos por experiencia que hay muchas posibilidades de
que el modo en que esci hecho ese montaje puede ser nefasto para la obra.
- El cartón ·utilizado para montajes siempre deberá de ser de los denomina­
dos de calidad de archivo o del cartón de montaje para museos (ambos se
encuentran fácilmente en tiendas especializadas).

Para las personas que les horroriza pegar algo sobre su valioso documento
(aunque sólo sean unas pequeñas tiras de papel japonés con un adhesivo reversi­
ble, es decir, soluble en agua) hay otra posibilidad: emplear un tipo de esquinas
semejantes a las que se utilizan para montar fotografías en los álbumes. Son de
tamaño algo mayor y se fabrican de papel o poliéster. Es imprescindible que el
documento esté hecho con un papel fuerte, que se encuentre en perfectas con­
diciones (sin grandes restauraciones) porque la tensión que puede sufrir en este
tipo de montaje puede dañarlo seriamente.
Otro tipo de marco-protector bastante empleado debido a la alta protección que
proporciona al documento que se prepara para una exposición es la llamada encap­
sulación con láminas de poliéster. El nombre químico de este producto es tereftalato
de poliéster. Es un plástico fuene, inerte y estable fabricado sin plastificantes (un
producto químico aceitoso que se le añade a los plásticos para darles flexibilidad).
Entre los nombres de las marcas comerciales. que fabrican este tipo de plásticos se
suelen recomendar las siguientes: Mylar tipo D de Dupont, Melinex de ICI,
Scotchpar película poliéster de grado industrial de 3M y Hostaphan de Hoechst.
Las láminas de poliéster se adhieren entre sí bien con un sellador provisto de
una cabeza ultrasónica bien con una pequeña máquina portátil que utiliza calor.
El costo de estos selladores puede ser un poco alto para pequeños archivos,
bibliotecas y particulares debido a que la relación precio/uso puede ser despro­
porcionada. Para estos casos hay una solución más sencilla aunque no tan boni­
ta estéticamente: unir las láminas con una cinta de doble cara fina (de uno
3mm de ancho). Entre las marcas comerciales disponibles está el tipo de cinta
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 147

número 415 de la casa 3M. (Véase el aparrado "La encapsula.ción: la. protectora.
de los documentosfragiles').
Oua alternativa, poco usada en realidad, para aquellas personas que tienen
acceso a una máquina de coser es la unión de las láminas de poliéster en la posi­
ción zi gzag.
La encapsulación de documentos tiene muchas ventajas: proporciona protec­
ción contra el manoseo de los curiosos o anee u.na manipulación descuidada y es
resistente al agua y la suciedad en general.
Sin embargo, la unión de las dos láminas de poliéster con una cinta adhesiva
de doble cara no puede tener la misma fuerza que la unión realizada mediante
fusión ultrasónica o por calor. La unión con cinca aguanta bien el peso de un
documento normal pero tiene limitaciones: es arriesgado colocar en el encapsu­
lado un objeto de mucho peso ya que en posición vertical terminará rompién­
dolo por su parte inferior. En climas calurosos o en exhibiciones en que que
soporta un excesivo calor, existe el peligro añadido del reblandecimiento del
adhesivo de la cinta que puede alcanzar a la obra. A pesar de estos inconvenien­
tes, sigue siendo una manera segura para salvaguardar un documento valioso
antes, durante y después de una exposición. Una v� de vuelta a casa se le puede
retirar el encapsulado o dejar dentro el documento pero siempre, por posibles
reacciones químicas complejas de explicar aquí, con dos de sus la.dos abiertos.
El ceder obras en préstamo para exposiciones tiene sus ventajas de las que
conviene sacar el máximo partido para las obras:
- Los documentos, que a lo mejor han permanecido en sus carpetas o en una
caja fuerce por un largo período de tiempo, van a recibir una atención y tra­
tamiento minuciosos. En el caso de museos, bibliotecas y archivos desperta­
rá, sin duda, el interés de la dirección en este apartado de la conservación.
- La exposición puede llamar la atención del público y quizá infundir un sen­
tido de orgullo en lo que forma parre de su patrimonio cultural; esto hace
aumentar el prestigio de la institución que custodia y ha cedido esos tesoros.
- Finalmente, tenemos las exigencias políticas: a menudo los restauradores y
conservadores se oponen a ceder cierras obras, pero sus consejos son desoí­
dos porque no se pueden ignorar las peticiones de instituciones importan­
tes; tampoco se pueden soslayar los deseos de los responsables políticos o
de los grandes patrocinadores que están en una posición de extender favo­
res de otro tipo. Así es la vida.

Desde el punto de vista de la conservación, ¿valen la pena estas cesiones? ¿son


realmen�e inocuas para las obras prestadas?
Sin lugar a dudas las exposiciones no contribuyen a la preservación de un
documento a largo plazo, incluso bajo las mejores condiciones; siempre estaría
más seguro en casa con unas condiciones estables y mejor controladas. Como ya
hemos comentado en otro apartado de este libro un documento está más seguro
en un medio ambiente que, aunque no sea técnicamente perfecto, es el que le
ha abrigado durant� mucho tiempo; es más, es mejor exigir al exhibidor unas
condiciones lo más parecidas posibles a las que tiene la obra en su emplaza-
148

miénro original. aunque no sean bs csrablccidas como idealmente mejores por


la comunidad científica (ya sabe: temperarura de unos 20° C y una humedad
relativa entre el 30% y el 50%).
En las exposiciones, y a pesar de su marco-protecror, el documento sufre y
está expuesco a más variaciones ambientales del aire, la luz, la humedad relativa
y la temperatura que en su entorno habitual. Cualquier cambio es altamente
perjudicial para el bienestar del documento en un plazo más o menos largo.

Esa malévola luz


Ya hemos hablado en términos generales de los efectos de la luz sobre los
materiales orgánicos. En este apartado el enfoque se dirige a un documento soli­
tario que será expuesro a condiciones ambientales desconocidas en la vitrina de
una sala de exposiciones durante unas semanas o meses, lejos de casa.
Uno de los grandes dilemas de la conservación presente en cualquier tipo de
exposición (ya sea de papeles, pergaminos, pinturas, ere.) es el exceso de luz en
cualquiera de sus formas -visible, invisible (radiaciones ultravioletas) y las
radiaciones infrarrojas (radiaciones que emiten calor)- que recibe el documen­
to. Los múltiples exámenes científicos no dejan duda alguna: la luz es una for­
ma de energía radiante que decolora y altera las tintas, los tintes, colorantes y el
mismo soporte.
Además, el efecto de la luz sobre el papel y sus componentes es acumulativo:
el daño no desaparece cuando se apaga la luz. En otras palabras, el efecto de la
luz es como una ecuación t:.1. matemáticas: es el producto de la intensidad de la
luz y la duración de la exposición. Lo triste del asunto es que en la mayoría de
los casos, al no poder ejercerse un control riguroso, es imposible saber cuántas
veces y por cuánto tiempo cierto documento ha sido expuesto a la luz.
Es posible dar un paso de gigante en la disminución del nivel de las radiacio­
nes nocivas que recibirá un documento si se puede evitar la presencia directa en
la sala de exposiciones de esa luz del sol que tanto gusta a los respónsables de
algunas exposiciones. La luz natural varía mucho en intensidad pues suele tener
unos valores muy superiores a 100 lux, demasiado para materiales sensibles
como el papel. Un nivel de iluminación durante la exposición situado entre 50
lux y I 00 lux es suficiente: el ojo humano se adapta y percibe perfectamente los
objetos y los dibujos con esos niveles.
Las personas habituadas a visitar exposiciones bien montadas saben que antes
de acceder directamente a las salas se les hace pasar previamente por una especie
de sala oscura: su fin es el de habituar la vista a esos niveles de radiación más
bajos. (El lector encontrará más detalles sobre la luz artificial y natural y su con­
trol en el apartado "Luz").
No hay normas definitivas para saber con exactitud los límites de horas/lux
que pueden aguantar los materiales sensibles a la luz. Sin embargo, el doctor
Roben Feller del Melúm lmtitute, dependiente de la Carnegie Mellon University,
ha llevado a cabo unas investigaciones que proporcionan una idea global sobre
el tema.
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 149

Se debe limitar la exposición de los materiales muy sensibles a la luz a 50.000


horas/lux al año. Esca cifra es equi\'alence a SO días a l 00 lux o 100 días a 50
lux durante 1 O horas al día. El doctor Feller sugiere que los materiales muy sen­
sibles deben retirarse de cualquier exposición en cuanto se haya alcanzado esa
cifra límite.
La energía infrarroja es invisible pero bastante perceptible: calienta cualquier
superficie que toca. Cuando se instala dentro de una vitrina cualquier tipo de
iluminación sin la adecuada ventilación, el calor que genera la luz puede acele­
rar enormemente el deterioro del documento exhibido dentro de la m:._ma. Las
variaciones de temperatur;,. :1demás, ocasionan cambios en los niveles de hume­
dad relativa, fenómeno este que tiene una incidencia inmediata y fácilmente
visible en el documento: provoca la expansión y contracción del soporte del
documento (los pergaminos sufren más) favoreciendo su desecación, deforma­
ción y, con el tiempo, su friabilidad.

La humedad relativa, la temperatura y los gases


contaminantes: «los tres amigos»
El pobre documento expuesto en una pared en la sala de exposiciones sufre
más los cambios de la humedad relativa y temperatura, aun teniendo el mejor
de los marcos protectores, que si reposa en el interior de una vitrina sobre un
simple soporte de cartón de buena calidad. Esto es debido a que está expuesto a
un volumen de aire más grande y a que así es más sensible a los cambios
ambientales. Simultáneamente, es más vulnerable a los gases contaminantes que
se encuentran en el aire. En las ciudades, donde se localizan la mayoría de las
exposiciones, los efectos de la contaminación (espccialmcntt la generada por los
automóviles y las fábricas) son más perniciosos.
Lo ideal para una sala de exposiciones sería un sistema de climatización que
pudiera controlar la humedad relativa y la temperatura sin muchas fluctuacio­
nes durante las 24 horas del día. Además, debería incluir un sistema para la fil­
tración del aire entrante desde el exterior.
Puesto que esto es mucho a pedir, una solución sería la creación de un micro­
dima para controlar la humedad relativa y frenar los gases contaminantes. Esto
se puede lograr con la construcción de una vitrina sofisticada y bastante cara o
se puede recurrir al bricolaje. Nosotros optamos por la segunda opción.
El primer paso es la construcción del clásico passe-partout (el marco de cartón
que protege y enmarca un documento, grabado, dibujo, etc.). Luego se obtie­
nen dos hojas de po1iéster de un tamaño ligeramente inferior al del passe­
partout, se coloca la obra entre ambas láminas de poliéster y se sellan los bordes
del sándwich con una cinca de doble cara de entre 3 y 5mm de ancho (véase el
aparrado "La encapsulación: la protectora de los documentosfrágiles').
Hemos creado un microclima. Sin embargo, por la nacuralez.a de los materia­
les empleados, habrá un intercambio del aire interior del marco con el del exte­
rior, pero ahora a una velocidad muy lenca.
150

,.,,.----

-1
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 151

Cómo evitar daños a los libros e}..rpuestos


Un libro nuevo o antiguo, encuadernado o simplemente bien cosido}' que se
encuentre en buen estado, siempre ofrece resistencia cuando se abre en exceso.
Las tensiones suelen concentrarse a través de varios puntos del conjunto, espe­
cialmente allí donde las tapas se unen a los cajos del lomo. Por esr.as razones,
antes de exhibir un libro abierto en una sala (esperamos que sea ubicado en una
vitrina para mayor protección), se debe estudiar cuál será el sop�rte más adecua­
do para el mismo.
El soporte que se suele utilizar se compone de tres cuñas: dos de dimensiones
similares a las tapas del libro colocadas una bajo cada rapa y otra más pequeña
para la parte del lomo. Habitualmente se fabrican con algún tipo de espuma
plástica semi-rígida (el poliexpan o cualquiera de los materiales empleados para
embalajes de obras de arte valdría) intercalando una hoja de papel neutro entre
ellos y la cubierta para prevenir posibles daños. Hay que evitar abrir el libro más
de 140° ya que a partir de ese punto pueden ocasionarse daños estructurales
irreversibles. Las hojas se suelen sujetar mediante tiras de Mylar o Melinex
(tereftalato de polietileno) de unos 2cm de ancho dispuestas a modo de bandas
que enfajen el conjunto. Otra posibilidad es poner sobre las hojas unas pesas
especiales largas y finas.
En caso de exhibir los libros en un ángulo distinto de la horizontal habrá que
tener especial cuidado en cómo se calza el libro de forma que las panes más
débiles de la estructura no se hundan por el peso. Para mantener abiertas las
hojas se empleará cualquiera de los métodos antes indicados.

(1) Soporte en wV" para exhibir libros abiertos.


(2) Calzo para exhibir libros abiertos por sus primeras
páginas.
3 (3) Soporte para exhibir libros cerrados (cubierras o
concracubiertas).
152

Transporte seguro del documento


Es imprescindible buscar o hacerse un contenedor o caja bien construido
para proporcionar la mayor protección posible a las obras durante el transporte
(ida y vuelta). El embalaje debe ser diseñado de forma que permita la máxima
protección posible frente a golpes, sacudidas, vibraciones y, muy importante,
para proporcionarle un ambiente interno estable frente a las variaciones externas
de humedad relativa y temperatura.
La UNESCO ha puhlicado una guía de normas a seguir para el transporte de
obras de arce a exposiciones que incluimos en el apartado final de ''Bibliografia
recomendada". El autor, un reputado experto en el campo de las exhibiciones
temporales, describe los diferentes tipos de contenedores que se pueden utilizar,
dependiendo del tipo de obra a transportar, para su máxima seguridad durante
el traslado.
Casi codos los contenedores descritos exceden la capacidad de autofabrica.­
ción que puede tener la gran mayoría de los archivos y las bibliotecas ya que son
trabajos que deben realizar especialistas en la construcción de cajas de madera.
Sin embargo, describe una caja sencilla que puede ser construida por cualquier
persona que sea algo manitas. La caja se puede utilizar para transportar cual­
quier tipo de obra enmarcada.

(I) Caja de protección contra


vibraciones o gol pes, para d
rransporre de obras de arre. Se
puede consrruir. por ejemplo,
de madera cona-a.chapada de
buena calidad. La caja convie­
ne embalarla con un papel
fuerce como d krafi:. En caso
de que vay.a a zonas de lluvia se
debe envolver todo el conjun­
to, adcrruís. con polietileno.

(2) Sección de b caja en la que se muestra la protección interna pensada para transportar una obra de arte
ya enmarada. El interior de la caja se puede forrar ,on cartón corrugado o alguna Je las resinas especiales
empicad.as en la actualidad para prmeger las obras del fuego y la humedad.
En el interior se pueden .1preciar la colocación Je los olzm Je espuma para evitar las sacudidas o golpes.
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 153

Si d marco lleva cristal, éste debe sustituirse por una plancha de plástico (el
metacrilaro es perfectamente válido). Se debe envolver el conjunto con papel kraft
o papel japonés fuerte para protegerlo contra el polvo. La caja puede ser de cartón
fuerte, de madera prensada o de madera normal, forrando el interior con cartón
corrugado para reforzar la caja. Tanto el marco con el forro de papel como el exte­
rior de la caja se pueden envolver con plástico de burbujas para una mejor absor­
ción de posibles golpes. Si la caja se hace de madera, hay que procurar que el dise­
ño únicamente contemple el uso de tornillos evitando emplear clavos porque
siempre se corre el riesgo de que se d�:,:-1.rre o perfore la obra accidentalmente.
Esca caja es idónea para viajes de poca distancia y siempre que una persona,
preferentemente de la institución que presta el documento, sea la que cuide y
entregue la obra en el lugar de la exposición.

Esquema del modo correcto de enmarcar obras de arce en papel.

l. Pasu-partout.
9
2. Cristal.
3. Obra de arre.
4. Soport� del pmse-partoi,t.
5. Cartón posterior del marco.
6. Sellado con cinca engomada.
7. Clavos que sujetan todo el conjunto al marco por su parte de
atrás.
8. Posición de tira de cartón si no se usa un passe-partout; así la
obra de arce no toca el cristal. 7 -t--c==
9. Marco.
5

Las obligaciones del patrocinador


La enádad que pide en préstamo cualquier material bibliográfico para una expo­
sición tiene las siguientes obligaciones: proporcionar al archivo o biblioreca que ha
prestado el objeto un registro de las condiciones ambientales tales como la humedad
relativa, la temperatura y los niveles de iluminación de la sala de la exposición, infor­
mación sobre las medidas de seguridad contta el robo, gamberrismo e incendios.
El acuerdo del préstamo debe especificar los valores de humedad relativa,
temperatura e iluminación que el patrocinador debe mantener durante la expo­
sición; las condiciones bajo las que se permite la toma de fotografías y las condi­
ciones de seguridad. En cuanto a las condiciones a observar después de la expo­
sición, se debe especificar el tipo de embalaje que se desea, si el contenedor debe
ser acompañado por una persona responsable y qué procedimientos deben lle­
varse a cabo (restauraciones y ortos) en caso de daños.
Sabemos que las obligaciones anotadas pueden ser bastante utópicas. Sin
embargo, éstos son los procedimientos rutinarios que se llevan a cabo en insti­
tuciones de muchos países, tanto en el caso de las que tienen generosos medios
económicos y están doradas con sistemas de climatización y seguridad muy
sofisticados como en el caso de las más modestas pero con un aleo sentido de la
responsabilidad (y con capacidad para exigir dichas condiciones).
154

Los libros son seres vivos que sufren en silencio el ataque de los bárbaros: fotocopiarlos no debe convertirse en una suerre de pelea.
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 155

Las fotocopiadoras: las rompelomos


Romper el lomo de un libro es muy fácil. Se roma un libro, indiferente­
mente de su estado físico, tipo de papel o como esté unido el lomo (cosido
o encolado) y se coloca sobre la platina de cristal de una fotocopiadora.
Luego con una mano sobre el lomo del libro se presiona con fuerza hasta
que las páginas del libro están totalmente pegadas a la platina, con la mano
libre se pulsa el bocón que dice "Copy" y con rapidez se col�ca esa mano
encima de la otra, hay un momento de bril!. nte luz ultravioleta y sale una
copia de las páginas del desafortunado libro. Repitiendo este proceso unas
cuantas veces (no hacen falca muchas) tendrá una bonita encuadernación
destrozada.
La fotocopia es uno de los métodos más utilizados para la reproducción -de
algunas parces o del total de los libros y documentos. Es rápida y relativamente
barata. Sin embargo, su utilización en manos de personas sin la más remota idea
de la estructura de un libro y el daño que sufre con su manejo brusco ha desper­
tado serias discrepancias en cuanto al uso, más o menos libre, de las fotocopia­
doras sin supervisión ni vigilancia. 1
Se deben imponer unos límites o restricciones que definan qué materiales
no se pueden fotocopiar en el modo en que se hace en la actualidad casi
mayoritariamente. En esca categoría se incluyen los libros de mucho peso
por ser de difícil manejo, los libros con cubiertas de pergamino por ser éste
un material vulnerable que no aguanta ni presión ni calor, los libros con
papel frágil o que estén necesitados de reparaciones o de una reencuaderna­
ción, los libros no cosidos cuyos lomos estén unidos con adhesivos, los
manuscritos frágiles en papel o los de hojas de pergamino, mapas, planos,
carcas de gran tamaño ...
Aquellas instituciones que tienen una o más fotocopiadoras disponibles
para sus investigadores deben pensar en la necesidad de establecer una políti­
ca adecuada de reproducción mediante fotocopia de su documentación. La
primera norma es prohibir la extendida práctica de aplicar fuerza sobre el
lomo de un libro para pegarlo bien sobre el cristal; nunca se debe abrir el
libro más de 160 ° ; las hojas del libro se abren lo suficiente por sí solas al
colocarlo sobre la platina de la copiadora (evidentemente puede que el texto
del interior del libro se vea algo deformado pero raramente será ilegible en
esas condiciones); si se require más de una copia de una misma hoja o bloque
de hojas se obtendrán a partir de la primera realizada; limitar el número de
aperturas que se pueden hacer por cada libro dependiendo de su estado físi­
co; no dejar libros sobre la fotocopiadora (el calor es muy perjudicial para los
adhesivos y los materiales en general).
Hay muchos archivos y bibliotecas que han resuelto el problema de las
máquinas y usuarios rompelomos con la instalación de fotocopiadoras especial­
mente diseñadas que tienen en un extremo de la platina un borde en pendiente
que permite apoyar bien el libro consiguiéndose la impresión perfecta de una
página cada vez de un libro. La ventaja de esta «rampa» es que el cosido y la
156

En el mercado existen hace riempo fotocopiadoras "amigables" para con los libros.

estructura del libro no sufren tensiones indebidas; sin embargo, siempre debe
manejarse cualquier libro con cuidado.
En el campo de lo más sofisticado (más caro por lo tanto) existe una fotoco­
piadora con un dispositivo óptko -una especie de cabezal explorador- colo­
cado al lado de la fotocopiadora; ambos están en una mesa. Debajo del disposi­
tivo hay una cuña en forma de "V" con una apertura máxima de unos cien gra­
dos sobre la que se coloca el libro. La cuña se eleva automáticamente hasta lle­
gar cerca del dispositivo óptico de lectura, finalmente el operador pulsa un
interruptor que activa el mecanismo de la fotocopiadora. El libro no sufre nin­
guna tensión estructural en ningún punto del proceso y la radiación UV es
insignificante debido a que la iluminación procede de una lámpara tipo tungs­
teno-halógeno.
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOSL 157

Los robos y su control

A continuación citamos una frase dicha por alguien en Inglaterra en la Edad


Media; no sabemos de qué siglo ni siquiera quién lo dijo, pero sus palabras tie­
nen un algo familiar:
Las inclinaciones al robo de algunos que entran en las bibliotecas con malas
intenciones han hecho necesario proteger a los inocentes libros, incluso libros
sagrados, con cadenas que serían más merecidas para esas personas que tienen
demasiada cul rura para la horca pero no la suficiente para ser honrados.
Después de tantos siglos nada ha cambiado con la excepción de la desapari­
ción de las cadenas -éstas se han eliminado. Hoy en día existen otros tipos de
mecanismos disuasorios. Aun con todo, los robos si guen produciéndose de for­
ma inexorable; no ya sólo de libros, sino incluso de documentos, piezas únicas,
raras e irreemplazables.
¿Por qué roba la gente? Pregunta de difícil respuesta. Sin embargo, los exper­
tos escin de acuerdo en el perfil general de la persona que roba y los motivos
que le llevan a robar.
- Son personas con un fuerte deseo de poseer un documento, carta o
manuscrito único del que disfruta a solas con la misma obsesión que un
coleccionista de arte disfruta una obra única obtenida ilícitamente.
- La cleptomanía. Si un archivo o una biblioteca tiene una gran dispositivo
de seguridad, ya tiene el cleptómano el desafío que necesita para actuar.
- Las personas que sienten aversión o tienen algún tipo de hostilidad contra,
por ejemplo, una institución se desahogan mediante la mutilación de sus
libros o documentos.

(2) Detalle de la ubicación de


la anilla en que se colocaba la
cadena-

--
( 1) Un modo drástico usado para evitar el robo de los libros en las bibliorccas del medievo.
159

- El invesrigador que se lleva un documenro o libro a casa para escudiarlo


tranquilamente durante las tardes o un fin de semana; no tiene mala
conciencia porque es un «présramon a corro plazo. La «pega» es lo fácil
que resulta convertir lo provisional en permanente.
- El deseo de eliminar o mutilar un documento con alguna información
indeseable o molesta para la persona afectada.
- La persona que se lleva un documento histórico que hace referencia a un
pariente o un antepasado tiene la fuerte convicción de que, en justicia, es
suyo.
- La persona que busca lucro. Los expertos están de acuerdo en que el móvil
principal en un robo es el dinero. Esta faceta ha crecido en los últimos
años con el aumento del coleccionismo de sellos autógrafos o documentos
históricos y la aparición de nuevos especialistas y vendedores de grabados,
mapas y libros raros.

El control

La protección de los materiales bibliográficos de un archivo o biblioteca con­


tra el robo y el gamberrismo puede extenderse sobre un amplio abanico de posi­
bilidades que incluyen desde el uso de unas sencillas cerraduras hasta los más
sofisticados sistemas de seguridad.
Lo primero que se aconseja, como mínimo, es que durante las horas de tra­
bajo lo mejor es tener una sola puerta de entrada y salida para los investigadores
y los empleados. Las otras puertas deberían estar provistas de sistemas de alarma
para que se pueda detectar una utilización no autorizada de las mismas. Las
ventanas, incluso las de los servicios, deben permanecer cerradas (hay muchos
casos conocidos donde el ladrón tira documentos o libros por una ventana que
al momento recoge un cómplice).
Debe controlarse y restringirse el número de personas autorizadas a usar las
llaves y/o los sistemas electrónicos codificados de acceso al edificio y a los depó­
sitos de los materiales de gran valor. Debe existir una lista del personal autoriza­
do con acceso a las llaves u otros dispositivos de acceso. Las llaves y las tarjetas
de acceso deberían devolverse al final del horario de trabajo. El acceso a los
depósitos debe estar estrictamente limitado.
Los investigadores deben firmar un registro, presentar su carné y dejarlo en
manos del personal encargado de la obtención del material pedido. La solicitud
de préstamo debe guardarse como ficha de información sobre la persona que ha
solicitado y utilizado cualquier material bibliográfico..
Los investigadores deben dejar sus abrigos, bolsas, carteras, bolígrafos, plu­
mas y libros personales en un sitio fuera de las salas de lectura (hay instituciones
en las que los caballeros tienen que dejar sus chaquetas en unos armarios ubica­
dos en los pasillos cerca de la entrada). Lo único que pueden llevar a la sala es el
lápiz y el papel para tomar apuntes (hay instituciones que no permiten la utili­
zación de papel particular, proporcionando ellas mismas un papel de cierto
color para los apuntes y hasta los lápices).
EL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 159

Nunca se <lebe dejar a un investigador a solas con documentación del cenero.


Si se piden varios documentos a la vez, el personal debe concarlos en presen­
cia del investigador anees y después de su utilización. Además, el personal debe
hacer una comprobación visual para asegurarse de que el material no ha sido
mutilado (hojas arrancadas o cortadas, por ejemplo). El carné se le devuelve al
investigador cuando el personal ve que todo está en orden.
Bibliografía recomendada

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bibliotecas y archivos. RAMP PGI-88/\VS/6. París: UNESCO, 1990.
Chinery, Michael. Insectos de España y Europa. Barcelona: Ediciones Omega,
1977.
-f Cunha, George M. Métodos de evaluación para determinar las necesidades de
conservación en bibliotecas y archivos. RAMP PGI 88/WS/16. París: UNESCO
1988.
Hendricks, Klaus. Preservación y restauración de materiales fotográficos en
archivos y bibliotecas. RAMP PGI 84/WS/1. París: UNESCO 1984
Lee, Mary Wood. Prevención y tratamiento del moho en las colecciones de
bibliotecas, con particular referencia a los que padecen climas tropicales. RAMP
PGI-88/WS/9. París: UNESCO, 1988.
McCleary, John Secado por congelación al vacío: método para salvar materiales
de archivos y documentos dañados por agua. RAMP PGI-87/WS/7. París: UNES­
CO, 1987.
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don: American Library Association, 1986.
Ogden, Sherelyn, ed. Preservation of Library and Archiva/ Materials: A
Manual. Andover, Massachusetts: Norrheast Document Conservation Center,
1994.
Pascoe, M.W. La Pollution de L'Environnment et Ses Ejfets Sur les Documents
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Raphael, T. y McCrady Ellen. Leather Dressing: A Misguided Tradirion?
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Riczenthaler, Mary Lynn, Preserving Archives and Manuscripts. Chicago:
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planos y sus reproducciones. RAMP PGI-87/WS/6. París:UNESCO, 1987.
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Stolow, Narhan. Conservation Standards far U'lorks of Art in Transit and 011
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Vaillon Callol, Milagros y Valemin Rodrigo Nieves. Principios básicos de la
conservación documental y causas de su deterioro. Madrid: Ministerio de Educa­
ción y Cultura, 1996.
Zycherman, Lynda, ed. A Cuide to Museum Pest Control. Washington DC:
American lnsticure for Conservation of Historie and Arrisric Works, 1988.
Anexo I Los proveedores de materiales

Nuestra intención inicial era la de facilitar una lista que incluyera d nombre
de las principales empresas suministradoras de material de restauración, conser­
vación y preservación.
Desgraciadamente no hay tantas empresas que se dediquen a este campo
tan específico, es más, hay una empresa que es la principal importadora de la
mayoría de los productos aquí citados (de hecho tienen la exclusiva para su
importación y distribución). Aunque pueda parecer un abuso y un monopo­
lio no lo es tal en realidad ya que fueron pioneros en este campo y han inver­
tido mucho tiempo y esfuerzo en sacar adelante su proyecto. En la actualidad
han empezado a surgir nuevos valientes quijotes que desean introducir nue­
vos productos, todos ellos enfocados a la mejor preservación del material
bibliográfico.
Hemos considerado que citar tan sólo uno o dos nombres sería un grave
agravio comparativo para el resto de comercios que venden alguno de estos pro­
ductos, lo que finalmente nos ha conducido a la siguiente conclusión:
1° Puesto que no todas las ciudades disponen de tiendas tan especializa-
das, creemos que lo más conveniente es que cualquiera que esté interesado bus­
que en las Páginas Amarillas de su respectiva ciudad bajo el epígrafe "Artículos
de Bellas Aites" (o similar), donde se guro que aparecen tiendas que tienen algu­
no de los materiales recomendados.
2° La se gunda posibilidad pasa por ponerse en contacto con algún archi-
vo o biblioteca estatal con laboratorio de restauración propio: allí sabrán indi­
carle con seguridad dónde puede encontrar este tipo de materiales.
164

3° No tenga reparos en llamar a cualquiera de los centros arriba comenta-


dos para pedir consejo o respuesta a cualquier duda que tenga sobre los métodos
aquí expuestos: sus restauradores y conservadores están para resolver esas com­
prensibles dudas.
Anexo II Recomendaciones para la preservación y el
mantenimiento de colecciones con soporte
de papel

Preservación por etapas (phasedpreseroation) es el término empleado en la Biblio­


teca del Congreso para describir una de las partes en los procesos básicos de preser­
vación dirigidos a estabilizar y prolongar la vida de nuestros materiales. La fase ini­
cial es la de proporcionar a los materiales un ambiente de almacenamiento estable.
Este primer paso se basa en la necesidad que la Biblioteca del Congreso tiene de res­
ponder con la preservación a largo plazo de sus materiales, la cual no puede orien­
tarse a cada objeto de forma individual, sino que necesariamente tiene que conside­
rar las colecciones en su conjunto. La ventaja de proporcionar a los materiales unas
condiciones de almacenamiento estables es la reducción de costosos tratamientos de
laboratorio para algunas colecciones y, ocasionalmente, para cada obra en particular.
La Biblioteca del Congreso está empeñada en perfeccionar las condiciones de
almacenamiento y manipulación de sus materiales, en desarrollar una investiga­
ción continua en este campo evaluando los resultados obtenidos.
Las actividades específicas a las que se refieren las siguientes recomendaciones
están incluidas en lo que llamamos preservación por etapas.

Limpieza del polvo


El mantenimiento regular de los ambientes de exhibición y almacenamiento
limpios y sin polvo ayudará en gran medida a la preservación de las obras en papel:
documentos, grabados, mapas, carteles, fotografías y libros. El mantenimiento de
los ambientes limpios y sin polvo es el mejor y menos tóxico de los pesticidas.
1. Las estanterías, las cajas de los documentos y el exterior de los volúmenes
encuadernados deben limpiarse antes de su uso para prevenir el traspaso de
suciedad y de contaminación durante su manipulación. Una aspiradora es muy
útil porque elimina el polvo y no lo traslada de un lado para otro. Los lugares
de trabajo también deben mantenerse limpios y secos.
2. El personal que participe en las careas de limpieza debe usar mascarillas
para el polvo y, si es posible, guantes y delantales. Se puede mantener un juego
de cepillos o paños limpios en las estanterías para hacer mejor el proceso, pero
166

se deben guardar por si:pJraJo los trapos usados i:n IJ limpii:za di: las escanci:rí.1�
de aquellos usados para l.1 limpieza de las encuadi:rnaciones.
3. Los documentos que han estado expuestos al ambiente deben limpiarse
con cuidado con un cepillo de cerdas suaves antes de su manipulación o de su
ubicación en carpetas y cajas limpias y nuevas. Con los folios de papel la limpie­
za se debe realizar pasando un cepillo de cerdas suaves desde el centro del docu­
mento hacia los bordes. La limpieza puede ser a1 riesgada en documentos dete­
riorados, frágiles o débiles. En estos casos se recomienda precaución.
4. Los paños de limpieza no deben usarse para limpiar las superficies de los
documentos o de las fotografías. La suciedad puede penetrar de forma perma­
nente dentro de las fibr� o dañar la emulsión de las fotografías. Los paños pue­
den ser usados para limpiar la cubierta de los libros. Los paños para la limpieza
de las estanterías deben ser diferentes a los empleados para limpiar las cajas de la
documentación.
5. Al limpiarlos, los libros deben mantenerse firmemente cerrados para evitar
que el polvo penetre en su interior. Se debe tener especial precaución con aque­
llos volúmenes cuyas páginas tienen los bordes frágiles o irregulares (como en
los papeles hechos a mano) donde el polvo puede penetrar en las fibras. Una
aspiradora en la que se haya acoplado una gasa en su tubo de succión puede ser
muy útil en la eli;ffiinación del polvo sin que éste penetre entre las páginas del
libro. La gasa también sirve para recoger los fragmentos sueltos que pudieran
desprenderse.
Si se usa un cepillo de cerdas suaves, éste debe pasarse desde la cabezada
hacia el corre delantero para reducir la posibilidad de que la suciedad penetre en
el lomo.
6. Al limpiar las estanterías se debe comenzar por el plano superior e ir
bajando para evitar el traslado de la suciedad a las superficies limpias.
7. Los cepillos de limpieza se ensucian rápidamente por lo que deben ser
lavados regularmente con agua y jabón, enjuagados cuidadosamente y dejados a
secar completamente antes de volver a usarlos. Los paños de limpieza, una vez
que se hayan ensuciado, deberían ser reemplazados por otros nuevos.

Reubicación
En el momento de volver a ubicar una colección es útil realizar una ficha de
inspección de la misma. Ayuda en la planificación de futuros tratamientos resal­
tando los problemas existentes (p. ej. hongos, pudrición roja en el cuero, materia­
les ácidos, etc.). Las fichas de inspección pueden ser usadas para registrar la canti­
dad de obras que se han almacenado y los materiales usados. Además pueden
informar sobre el espacio original de almacenaje y el nuevo requerido, y asimismo
consignar el tiempo que se necesitará para reubicar una colección determinada.
Esta información puede ser usada en la estimación de nuevos proyectos, en la soli­
citud de fondos y, por último, porque cuantificar el alcance y tamaño de los pro­
blemas ayuda moralmente al personal en el desarrollo de su trabajo.
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 167

Carpetas y recomendaciones para su uso


1. Los papeles sueltos (no encuadernados) dehen colocarse en carpetas de
archivo libres de ácido, en passe-p,mouts o en algún tipo de estructura diseñada
para servir como soporte y protección. Para facilitar la lectura del texto, en ade­
lante nos referiremos a todas las esrrucruras genéricamente como carpetas.
2. Aquellas carpetas que se encuentren físicamente deterioradas y no sean
aptas para servir como soporte o protección para los documentos deben ser
reemplazadas por otras nuevas. A las carpetas de calidad y edad desconocida se
les debe medir el pH y el contE, .ido de lignina para determinar si deben ser
reemplazadas. La decisión de usar carpetas de archivo libres de ácido debe basarse
en el costo de los materiales de almacenamiento relacionado con la naturaleza y
el valor de los documentos y considerar el deterioro que puede ocasionar en ellos
el contacto con materiales de almacenamiento de rápido deterioro que conten­
gan residuos químicos dañinos, fibras con lignina o acidez. Las fotografías y las
obras de gran valor deben ser almacenadas en carpetas ácidas.
3. Las obras o documentos deben ser colocados en carpetas de un tamaño
adecuado a los mismos para evitar que se deformen, doblen o deterioren. Si se
coloca más de un documento en una carpeta, deberán estar perfectamente orde­
nados de manera que se apoyen entre sí, sin sobrepasar la estructura de la carpe­
ta, de lo contrario se pueden deformar, romper o rasgar fácilmente.
4. Las carpetas y los sobres no deben estar sobrecargados o colocados muy
apretados entre sí. Durante su manejo, los objetos pesados o apretados son más
susceptibles de deterioro. Una carpeta ordenada del modo correcto raramente
excede de un centímetro de espesor o de contener entre 25 ó 30 folios.
5. En el almacenamiento vertical de los materiales en gabinetes de archivo o
cajas, la base de la carpeta sobre la que se apoyan los documentos debe estar
perfectamente doblada a fin de que la carpeta y los documentos que están en
ella puedan descansar sobre una superficie plana.
6. Para los rótulos u otras indicaciones, se debe usar un lápiz ya que la mayo­
ría de las cintas son ácidas, se pueden decolorar y son solubles en agua. Otra
manera de realizarlos son mediante copias electrostáticas estables o impresas
pegadas a las carpetas con un adhesivo adecuado o con engrudo.
7. Los materiales ácidos insertados en un grupo de documentos (p. ej., recor­
tes de periódicos o telegramas) deben separarse por medio de carpetas de poliés­
ter, poliecileno o papel de calidad permanente, con reserva alcalina o pueden ser
copiados en este cipo de papel quitando los originales "contaminados"; (para
más información ver "Copias inestables"). La migración de la acidez desde estos
documentos ácidos puede ocasionar manchas permanentes a aquellos con los
que están en contacto. Los papeles no documentales (p. ej., marcadores o
referencias) se deben sacar o copiar en papel de calidad permanente. Todos los
papeles que estén en contacto con los documentos originales deben ser de cali­
dad permanente contrastada. Los papeles de color, en general, algunos papeles
oscuros de envolver y los papeles de copia son inestables o contienen times sen­
sibles al agua.
168

Cajas y recomendaciones para su uso


1. Aquellas cajas que se encuentren físicamente deterioradas (bisagras rocas o
que les falten las capas) y que ya no sean aptas para contener o proteger la docu­
mentación, deben ser reemplazadas por otras nuevas. A las cajas de calidad desco­
nocida se les debe medir el pH y el contenido en lignina para determinar si deben
ser reemplazadas. La decisión de usar cajas de archivos libres de ácido debe tener
en cuenta el coste de las cajas en relación a la naturaleza y el valor de los docu­
mentos y considerar el daño que puede ocasionar en el.los la presencia de materia­
les de almacenamiento ácidos o de rápido deterioro. Las fotografías y las obras de
gran valor no deben ser almacenadas en contenedores de deterioro rápido.
2. También es posible colocar una barrera de papel de calidad permanente
con reserva alcalina alrededor de los documentos para protegerlos del contacto
directo con el material de las cajas y los adhesivos.
3. Las obras o documentos deben ser colocados en cajas de un tamaño ade­
cuado a ellos a fin de evitar que se deformen, doblen o deterioren. Deben consi­
derarse varios tamaños de cajas para los diversos tamaños y formatos de las
obras o de los documentos.
4. Las cajas no deben estar sobrecargadas ni con huecos libres. Se pueden
. usar espaciadores de cartón corrugado libre de ácido para mantener los docu­
mentos seguros y protegidos en aquellas cajas parcialmente llenas, evitando el
deslizamiento y la aglomeración de los documentos en el fondo. Las cajas sobre­
cargadas provocan deterioros en los documentos debido a la dificultad para
extraerlos y volverlos a colocar en su sitio. Una caja ordenada del modo adecua­
do debe dejar un espacio suficiente que permita la extracción y reposición de los
documentos sin forzarlos y sin deslizamientos en el interior de la caja.

Documentos de gran formato


Deben considerarse objetos de gran formato a aquellos documentos que no
quepan en las carpetas, cajas, contenedores o en las estanterías normalmente
disponibles sin ser enrollados o doblados. Éstos se deformarán y deteriorarán si
son almacenados en contenedores demasiado pequeños para ellos. Este tipo de
obras incluye mapas, planos, copias de planos, carteles, diplomas grandes o cer­
tificados, folios de gran tamaño encuadernados·, etc.
1. Las obras de gran formato no deben ser cortadas o seccionadas con el fin
de incluirlas en los conte�edores existentes. Si es necesario, se le puede hacer a
un documento un único doblez siempre que el soporte sea resistente y flexible.
Las obras de valor, el papel frágil, los materiales fotográficos, los carteles y las
obras de arte originales no deben ser almacenados doblados.
2. Cuando sea posible, las obras de gran formato deben ser guardadas hori­
zontalmente o en un sistema vertical como la encapsulación (ver "Documentos
doblados y enrollados" más adelance). Si las encapsulaciones están hechas con
cima adhesiva, se deben intercalar papeles que no permitan el contacto de los
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 169

origi1ulcs con el a<lhcsivo. Esca precaución es especialmente importante en el


caso de bs encapsulacioncs que se cuelguen ya que la gravedad puede hacer que
el objeto se deslice en su interior.
3. Algunas obras pueden ser can grandes que el almacenamiento plano o
vertical es demasiado difícil. Estas obras deben ser enrolladas alrededor de un
cubo (no metidas en su interior) de diámeuo amplio, lo suficientemente largo
como para proteger los bordes de la obra. Si el ti:ibo no está hecho con mate­
riales libres de ácido, se debe cubrir con un material que sí lo sea o con un
poliéstc� o una lámina de polietileno antes de enrollar la obra. Finalmente, se
debe envolver codo con un papel libre de ácido o con una cela limpia no blan­
queada y/o con una lámina de poliéster y polietileno y atarlo con una cinta
plana de algodón lo suficientemente suelta para evitar aplastar o arrugar la
obra.
4. Para el traslado de las obras de gran formato se debe contar con un soporte
cuya estructura reduzca la posibilidad de deterioro. Un soporte temporal satis­
factorio puede ser una carpeta resistente hecha de cartón corrugado y/o un
carro con una base lo suficientemente ancha como para apoyar la obra en su
contenedor. Si es posible, la manipulación y el traslado de las obras de gran for­
mato se debe realizar entre dos personas.

Documentos doblados y enrollados

1. Se debe tener precaución durante la manipulación de documentos fuerte­


mente enrollados o doblados. Si los objetos de papel o las fotografías son forza­
das para su apertura se pueden romper o rasgar, especialmente si es papel está
débil, rígido o quebradizo. Si se resisten a una tentativa de apertura suave,
deben dejarse en el estado en que se encuentran hasta que puedan ser humidifi­
cadas y alisadas por un conservador eras una cuidadosa limpieza. Las humidifi­
cación de obras con polvo puede provocar la penetración de la suciedad y hacer
difícil, aunque no imposible, su posterior eliminación.
2. Las obras en papel dobladas pueden ser abiertas con cuidado si el papel es
fuerce y flexible. La obra debe ser colocada sobre una superficie limpia y seca
aplanando suavemente el doblez con la punta· de los dedos limpios, haciendo
presión sólo en las áreas sin imagen y sin texto o, preferiblemente, por el lado
sin imagen de la obra. Se puede colocar un trozo de papel tisú limpio entre los
dedos y la obra para una mayor protección de la superficie del papel. No se
debe forzar el doblez hacia atrás para tratar de aplanarlo.

Anotaciones sobre las obras en papel

1. No se debe escribir anotación o información alguna sobre las obras sin la


autorización del personal responsable.
2. Las anoraciones aurorizadas deben ser escritas en forma clara y a la vez dis­
creta, siempre en el mismo lugar, en el reverso o �n el margen, con un lápiz de
170

grafico del 2B o más blando entre parénrcsis, !anotación], para indicar que la
información fue colocada por la inscirución )' no por la persona que generó la
obra o por el coleccionista original.
3. Las anocaciónes con cinca (y las manchas accidentales) son a menudo ácj­
das, solubles en agua (p. ej., exposición prolongada a una humedad relaciva aira
o al agua directamente producro de un accidence o desastre) o son permanentes
en un modo no deseado. Si para identificar la propiedad o para otros propósitos
se debe usar tinca, ésta no debe ser ácida, no debe corroerse y debe ser colocada
en un punto en el que no moleste a la imagen o al texto. Se debe dejar secar
completamente la cinca.

Documentos unidos entre sí

1. No se debe tratar de separar documentos que se encuentren unidos entre


sí por sellos de papel, cera u obleas o que estén pegados con gotas o líneas de
adhesivo. Algunas uniones, incluyendo sellos, obleas, cincas y ataduras son
importantes históricamente por lo que no deben ser eliminados. Si es necesario
deshacer estas unio·nes por razones de manipulación, uso o reproducción, ésta
debe ser realizada por un conservador preparado.
2. Otro tipo de sujetapapeles (aquí se incluyen clips de metal, grapas,
gomas, alfileres, cintas de colores, etc.) a menudo provocan deterioro físico
o químico a los papeles y deben ser retirados. Algunos ganchos metálicos
pueden haber penetrado firmemente en el papel y en ese caso es preferible
dejarlos.
3. En la medida de lo posible, se deben usar las carpetas y las cajas para orde­
nar y dar secuencia a una colección de obras o documentos. Cuando es impres­
cindible, se deben usar sujetapapeles (clips) de acero inoxidable. Entre éstos y el
documento conviene intercalar un pedazo de papel de calidad permanente que
sirva de soporte adicional y de aislante entre ambos y así evitar cualquier daño
al documento.
4. Nunca se deben colocar sujetapapeles en fotografías, carteles o en obras de
arce originales puesco que pueden ocasionar un daño permanente a la imagen.
5. El retirar los sujetapapeles de metal o de goma requiere un gran cuidado,
especialmente si el metal se ha oxidado o el elástico se ha deteriorado pegándose
al papel o la encuadernación. Para retirar los sujetapapeles, la obra debe estar
completamente apoyada en una mesa y se debe colocar una de las manos sobre
el objeco a fin de mantenerlo fijo mientras que con la otra se quita el sujetapa­
peles. Siempre que sea posible, se recomienda colocar una barrera de protec­
ción, tal corno un trozo de poliéster, entre la superficie de la obra y el instru­
mento usado. Una microespácula es útil para es fin.
6. Se debe usar un vaso de papel u otro recipiente similar para recoger los
sujetapapeles que se vayan quitando para no ocasionar daños accidentales con
éstos y otros restos.
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTOS 171

Volúmenes encuadernados y cajas para volúmenes en­


cuadernados
1. Las cajas permanentes o cajas dobles son una muy buena procecc1on
para las encuadernaciones valiosas e históricamente importantes y/o para
aquéllas extremadamente vulnerables. Las cajas preventivas son una buena
protección para los volúmenes que se encuentren rotos o que tengan encua­
dernaciones débiles hasta el momento en que sea posible su restauración. Las
cajas pre :entivas proporcionan también un microclima que protege a los
volúmenes encuadernados valiosos del polvo, la contaminación, de los cam­
bios bruscos de temperatura y humedad relativa y de la manipulación. Sin
embargo, las cajas preventivas, por su diseño tipo envoltorio, son apropiadas
sólo para colecciones con poco uso. Se debe considerar que los volúmenes en
caja requerirán más espacio en las estanterías y se debe planificar esta expan­
sión. Los materiales usados en la confección de cajas preventivas deben ser de
reconocida calidad para evitar agregar materiales de deterioro rápido o ya
deteriorados a la colección.
2. Si no es posible contar con cajas preventivas, aquellas encuadernaciones
rotas o débiles pueden ser envueltas o atadas para mantener unidos la cubierta y
el lomo que se hayan separado del cuerpo del libro. Los volúmenes con encua­
dernaciones de cuero deterioradas (afectadas por la "pudrición roja") pueden ser
protegidos envolviéndolos con láminas de poliéster o polietileno; este tipo de
protección da estabilidad a las cubiertas y a los lomos rotos o sueltos permitiendo·
la ,1.sión del volumen sin necesidad de colocarle nuevas etiquetas. Si se ata el
volumen, se debe usar una cinta blanca plana de algodón, con un nudo firme
pero nunca tan apretado que pueda producir deformaciones. El nudo debe colo­
carse en el azona del corte delantero o en una posición que no interfiera en el
correcto almacenamiento en las estanterías, que no dañe la encuadernación y que
pueda ser fácilmente desatado.
3. Cualquier papel incluido corno marcador o referencia debe ser retira­
do. Estos papeles abultan y pueden romper la estructura de la encuaderna­
ción. Si contienen información importante, ésta debe ser reproducida o
copiada a mano en papel de calidad permanente; así se evita que los papeles
incluidos manchen las hojas del volumen. El personal debe consultar a los
supervisores antes de quitar, copiar o descartar cualquier nota incluida en el
volumen.
4. Los volúmenes grandes y pesados pueden ser colocados horizontal­
mente en las estanterías para proteger tanto el cuerpo del libro como la
encuadernación. Las estanterías pueden ser adaptadas de forma que los
materiales encuadernados de gran formato queden totalmente apoyados. Se
debe colocar una mesa de trabajo cerca para facilitar el manejo de los volú­
menes sin riesgo para ellos. Para la seguridad del personal y de las encuader­
naciones no se pueden apilar entre sí más de tres o cuatro volúmenes gran­
des y pesados.
172

Cuadernos de apuntes y álbumes


1. Los cuadernos de apuntes y los álbumes, debido a su estructura, a las téc­
nicas de montaje de los materiales que contienen, a lo abultados que son y al
hecho de que generalmente no cierran bien, deben ser colocados en cajas para
proteger las fotografías y demás materiales del polvo. Hay que almacenarlos en
forma horizontal en las estanterías para que los materiales sueltos que contienen
no se caigan y se deterioren.
2. Los materiales que se han desprendido deben ser colocados 1::n sobres o car­
petas de calidad permanente y dejarlos sueltos en su ubicación original o entre­
garse a un conservador para su tratamiento. Los materiales nunca deben ser
pegados con cincas adhesivas, adhesivos comerciales de composición desconocida
o usando cualquier cipo de sujetapapeles que no renga calidad permanente.

Fotografías
Existen algunas buenas obras de referencia disponibles para la identificación
de técnicas fotográficas y para el mantenimiento de colecciones de fotografías o
de otros tipos de películas o cimas. Se recomienda acudir a un conservador de
fotografías o a alguna de las obras de referencia de calidad y recientes cales
como: J.M. Reilly, Care and Identification of 19th Century Photographic Prints,
Kodak Publicacions nº G-2S, y Conservation ofPhotographs, Kodak Publicacion
nº F-40. En el caso de películas �e nitrato de celulosa, negativos de diacetato de
celulosa, fotografías a color y otras películas más recientes, es especialmente
importante contactar con un conservador de fotografías o consultar una obra de
referencia actualizada.
l. Idealmente, canco las copias como los negativos deben ser colocados en
sobres individuales de papel de calidad permanente o en sobres de plástico de
poliéster o de polipropileno. Estos últimos son más apropiados cuando los
investigadores deben examinar las fotografías sin usar guantes limpios de
algodón o éstas no tienen marcos de protección. Los sobres individuales den­
tro de los contenedores de almacenamiento son una buena barrera entre los
materiales fotográficos y los documentos adyacentes cuando se encuentran
intercalados.
2. Si es necesario, a bs fotografías se les puede limpiar el polvo con mucha deli­
cadeza mediante un cepillo de cerdas suaves y limpias. Las fotografías deterioradas
(con desgarros, emulsiones sueltas o levantadas, etc.) no deben ser limpiadas.
3. Cualquier anotación que deba hacerse en una copia de papel debe ser hecha
delicadamente en su parte de atrás (en el margen) con un lápiz de grafito del 2B o
más blando. La información archivística debe ser escrita en los sobres anees de colo­
car los negativos dentro. Los sobres de poliéster deben colocarse dentro de sobres
de papel que contengan la información necesaria (ver "Anotaciones escritas").
4. No debe hacerse ningún intento de separar las copias fotográficas de sus
montajes o soportes.
EEL CUIDADO DE LIBROS Y DOCUMENTO 173

5. Los negativos en placas de vidrio, las fotografías en escuches (como los


daguerrotipos) y otros formatos frágiles o vulnerables requieren soportes de apo­
yo, una manipulación mínima y un almacenamiento cuidadoso para protegerlos
_ de cualquier deterioro o pérdida y también para protegerlos de los documentos
adyacentes. Una posibilidad para el almacenamiento de materiales en escuches u
otros formatos de negativos frágiles es el uso de cajas especialmente diseñadas
para ellos.

Copias inestables
Muchos de los primeros procesos de reproducción tienen un carácter inesta­
ble a causa de la calidad del papel, de los problemas con las tintas, cintes y pro­
ductos químicos usados durante el proceso y a un fijado débil de la imagen al
papel. Los documentos de archivo realizados con mimeógrafo, stencils, y los pri­
meros procesos xerográficos, fotoescáticos diazo, T hermofax y Verifa.x son a
menudo muy fugaces y deben ser copiados en papel de calidad permanente a
través de un proceso más estable.

Fotocopias para preservación


1. En función de su preservación, las fotocopias deben ser realizadas con tin­
tas de carbón en máquinas de copiado electrostáticas usando papel de calidad
permanente. La máquina debe estar funcionando correctamente y examinada la
estabilidad y calidad de las copias. Los Archivos Nacionales (National Archives)
han desarrollado unas pruebas que se describen en su publicación: Archiva!
Copies of Thermofax, Verifax and Other Unstable Records, Nacional Archives,
Technical Informacion Paper, nº 5 (inglés).
2. Se debe tener mucho cuidado para que los documentos no se deterioren,
rasguen o rompan durante el fotocopiado. Se deben quitar todos los sujetapape­
les anees del copiado para eyitar que las esquinas o bordes superiores se rompan
por las repetidas dobleces. Los documentos deteriorados o frágiles pueden ser
fotocopiados dentro ·de sus sobres de poliéster para asegurar su protección física.
Los documentos de gran formato no deben ser copiados sobre superficies
pequeñas y los volúmenes encuadernados no deben ser aplanados a la fuerza
sobre la superficie de copiado ya que ello producirá daño a la escrucrura de la
encuadernación; en estos casos pueden ser apropiados otros métodos de copiado
cales como la fotografía o la microfilmación.
174

cn:(Lilos:

Escas recomendaciones han sido desarrolladas a partir del libro Preserv,ttio11 of


Archi11a! Records: Holdings Mainteuance ar the National Archives, de Mary Lynn
Ritzenchaler, Nacional Archives, Technical Informarion Paper nº 6, 1990. El
personal del Departamento de Cons(lrvación de la Biblioteca del Congreso
aportó útiles comentarios basados en las experiencias con las colecciones de
dicha institución. Paloma Mújica hizo la traducción al castellano.

Ann Seibert, Senior Paper Conservacor,


Library of Congress, Washington, D.C.
Mayo 1991
Este libro se terminó
de imprimir el día
· 19 de Noviembre,
Luna Nueva

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