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RESUMEN. La doctrina y la jurisprudencia han trazado las diferencias -de naturaleza y de régi-
men jurídico- entre la prescripción y la caducidad a partir de los preceptos que las regulan. La
distinción entre ambas es clara en el plano sustantivo, pero presenta algunas sombras cuando
se proyecta en el ámbito del proceso, en el que constituyen dos excepeciones que se oponen,
de forma y con alcance diferentes, al fondo de la acción ejercitada en la demanda. La finali-
dad de este trabajo es analizar brevemente, a la luz de la jurisprudencia, ambas instituciones,
resaltando sus características diferenciadoras más importantes.
PALABRAS CLAVE. Prescripción, caducidad, excepciones, acción, jurisprudencia.
ABSTRACT. Legal doctrine and jurisprudence have clearly set out the differences, both in
nature and in applicable legal rules, between prescription and lapse from the legal precepts
themselves (scarce in the case of lapse) that govern them. The distinction between the two
is clear on a substantive level and even more so when dealing with the trial process. In this
case, they represent two opposing exceptions, each having a different form, and reach to the
substance of the lawsuit. The purpose of this study is to briefly examine, in light of applica-
ble case law, these two institutions, by highlighting their most important differentiating cha-
racteristics both on a substantive and a procedural level.
KEYWORDS. Prescription, lapse, exceptions, lawsuit, case law.
1. Este trabajo se enmarca dentro del Proyecto de Investigación "Especialidades procesales del
Fuero de Navarra" financiado por el Gobierno de Navarra. Departamento de Educación
(2007-2008).
SUMARIO
I. INTRODUCCIÓN. II. PRESCRIPCIÓN. III. CADUCIDAD. IV. DIMENSIÓN CONSTI
TUCIONAL DE LA PRESCRIPCIÓN Y LA CADUCIDAD.
I. INTRODUCCIÓN
2. La STS de 12 de febrero de 1996 (RJ 1996/1247) nos recuerda que fue “a partir de la STS de 30
de abril de 1940 (cuando) la jurisprudencia inició un camino constante y sostenido para dis-
tinguir la caducidad de la prescripción”.
3. STS 28 enero 1983 (RJ 1983/393).
II. PRESCRIPCIÓN
4. En cualquier caso, “la prescripción extintiva, institución bien conocida y admitida en todos
los ordenamientos jurídicos.... no es contraria ni a la Constitución de 1978 ni a ninguno de
los instrumentos internacionales que inexplicablemente se traen a colación. Las conse-
cuencias de haberse admitido la prescripción extintiva desde luego que son perjudiciales
para el recurrente, pero a él sólo se han de imputar, por su falta de diligencia en el actuar”
(STS 11 octubre 1991, RJ 1991/8230).
5. Por eso –continúa el auto citado-,“no puede ser objeto de recuperación en base a un supuesto
pago por error derivado de la posible extinción por prescripción de la deuda exigida una vez
abonada pues, como se ha señalado, tal hecho extintivo sólo tiene virtualidad en la medida
en que expresamente se opone como causa obstativa a la reclamación formulada”.
6. La SAP Córdoba, Sección 2ª, de 9 abril 2007 (JUR 2007/202243) contempla un supuesto en el
que el demandado, con fundamento en la prescripción, interpuso recurso de reposición con-
tra el auto de admisión a trámite de la demanda, dejando de contestarla una vez que dicho
recurso fue desestimado. “Por tal razón –dice-, la sentencia de instancia no acoge la excep-
ción dicha, y al hacerlo aplicó correctamente las consecuencias del principio de preclusión,
uno de los rectores del procedimiento civil y que consiste en esencia en que la ley dispone
de un momento preciso, dentro de la sucesión de actos que constituye el proceso, para la rea-
lización de una concreta actuación, de tal manera que su validez viene condicionada por el
cumplimiento de esa exigencia temporal;(...continúa en página siguiente)
artículo 1935 CC y la Ley 27 del Fuero Nuevo de Navarra disponen que se podrá
renunciar a la prescripción ganada, están reconociendo que dicha prescripción
–la “ganada”- genera un verdadero derecho del demandado, porque sólo los
derechos pueden ser objeto de renuncia (cfr. la Ley 9 del Fuero Nuevo). Más ade-
lante volveré sobre esta dimensión procesal de la prescripción extintiva.
2. La ley11 fija diferentes plazos de prescripción, según la naturaleza de las
acciones, aunque en ocasiones la propia norma declara que son imprescripti-
bles. Según la Ley 26 del Fuero Nuevo, la imprescriptibilidad de la acción debe
tener un fundamento legal (“Todas las acciones que no sean imprescriptibles
por declaración de la ley...”), pero la jurisprudencia ha admitido también otros
supuestos. Así:
11. En realidad, con excepción de las leyes 26, 27 y 40, que tienen un contenido general, todas
las demás incluidas en el Título IV del Libro Preliminar del Fuero Nuevo se limitan a fijar
estos plazos.
12. Cfr. SSTS 5 junio 2000 (RJ 2000/3587); 30 septiembre 1992 (RJ 1992/7414); 14 noviembre 1991
(RJ 1991/8241); etc.
13. STS de 9 marzo 1970 (RJ 1970/2224), que aparece recogida en la posterior STS de 14 febrero
1986 (RJ 1986/678).
14. Cfr., entre otras muchas: SSTS de 18 septiembre 1987 (RJ 1987/6066), 14 febreto 1989 (RJ
1989/833), 14 marzo 1989 (RJ 1989/2043), 25 junio 1990 (RJ 1990/4889), 27 mayo 1991 (RJ
1991/3738), 12 julio 1991 (RJ 1991/5381), 15 marzo 1993 (RJ 1993/2284), 20 junio 1994 (RJ
1994/6025), 27 mayo 1997 (RJ 1997/4142), 22 noviembre 1999 (RJ 1999/8618), 19 diciembre
2001 (RJ 2001/2491).
15. En el mismo sentido ha dicho la STS de 20 de octubre de 1988 (RJ 1988/7591): “la doctrina de
este Tribunal, abandonando la rigidez de la interpretación estrictamente dogmática de la pres-
cripción que venía siguiéndose hasta aproximadamente el último decenio e inspirándose en
unos criterios hermenéuticos de carácter lógico-sociológico, siempre más dúctiles y acomo-
dables a las exigencias de la vida real, criterios que el artículo 3.º, 1, del Código Civil más que
pregonar, impone, ha señalado como idea básica para la exégesis de los artículos 1969 y 1973
del Código Civil, el que siendo la prescripción una institución no fundada en principios de
estricta Justicia sino en los de abandono o dejadez en el ejercicio del propio derecho y en el
de la seguridad jurídica, su aplicación por los Tribunales no debe ser rigurosa sino cautelosa
y restrictiva (...). Consecuencia de todo ello, es que, cual tiene igualmente declarado esta Sala
reiteradamente en su indicada última fase o etapa interpretativa de la prescripción, cuando
la cesación o abandono en el ejercicio de los derechos no aparece debidamente acreditada y
sí por el contrario lo está el afán o deseo de su mantenimiento o conservación, la estimación
de la prescripción extintiva se hace imposible a menos de subvenir sus esencias”.
16. Así, por ejemplo, alude la STS de 20 de octubre de 1988 (RJ 1988/7591), antes citada, a que
"las innegables, profundas brechas que la nueva dirección doctrinal de esta Sala ha ido
abriendo en la rigurosa exégesis que de los artículos 1969 y 1973 CC hacía la anterior a la
reforma del artículo 3.1 CC, puede verse en la interrupción del plazo de prescripción en los
casos de presentación del escrito de asistencia gratuita (STS de 17 de marzo de 1986, RJ
1986/1474) o de la presentación de demanda de pobreza (SSTS de 27 de mayo de 1983, RJ
1983/2916, y 19 de septiembre de 1985, RJ 1985/4279), y en los casos de reclamación previa
en vía administrativa, asimilable a la interpelación extrajudicial (STS de 28 de mayo de 1984,
RJ 1984/2800), o, en fin, en la STS de 7 de julio de 1983 (RJ 1983/4113), que pone de relieve en
su fundamento cuarto la incongruencia que supone conceder una mayor eficacia interrup-
tiva respecto de la prescripción extintiva a la reclamación extrajudicial que a la conciliación".
Y, en el mismo sentido, la abundante jurisprudencia que interpreta ampliamente el concepto
de reclamación extrajudicial, reconociendo que tienen la consideración de tales: la que se
formula mediante requerimiento notarial (STS 12 noviembre 1986, RJ 1986/6386), mediante
un simple telegrama (STS 16 marzo 1981, RJ 1981/916), a través de mandatario verbal (STS 10
marzo y 9 diciembre 1983, RJ 1983/1469 y 1983/6926), sin que obste que el mandato sea tácito
(STS 12 noviembre 1986, RJ 1986/6386) o de una persona no concretada en nombre de una
persona jurídica (STS 8 noviembre 1986, RJ 1986/6220); o incluso verbalmente (SSTS 10
marzo 1983, RJ 1983/1469, y 8 noviembre 1988, RJ 1988/6221). En definitiva, se puede afir-
mar que la reclamación extrajudicial posee eficacia interruptora de la prescripción extintiva
con tal de que contenga una declaración de voluntad dirigida a la conservación del derecho,
sin que se exija una forma determinada. En cambio, se sostiene que las disposiciones admi-
nistrativas no son actos interruptores del plazo legal de prescripción de acciones, "pues si se
les atribuye tan decisiva influencia para invalidar el terreno del fuero común quedaría a mer-
ced de los interesados no sólo al preparar solicitudes de tiempo en tiempo para conseguir
acuerdos gubernativos, dejando en la incertidumbre derechos a discutir, sino que incluso el
legislador podría añadir una imprescriptibilidad más en materia civil" (STS de 2 febrero 1995,
RJ 1995/729).
17. Cfr. en el mismo sentido las SSTS 18 septiembre 1987 (RJ 1987/9982), 12 julio 1991 (RJ
1991/5381), 20 junio 1994 (RJ 1994/6025), 3 marzo 1998 (RJ 1998/1036), y 30 noviembre 2000
(RJ 2000/9170). Distinta de la interpretación amplia de las causas de interrupción de la pres-
cripción es su interpretación extensiva, que está vedada por la jurisprudencia. Así, dice la
reciente STS de 14 febrero 2008 (RJ 2008/2927): “la doctrina y la jurisprudencia han venido
entendiendo que el artículo 1973 del Código Civil contempla una causa natural de interrup-
ción de la prescripción, de manera que estos actos son conservativos y de defensa del dere-
cho del titular (STS 23 de enero 2007, RJ 2007, 596), siendo jurisprudencia dictada en orden
a la correcta aplicación de este artículo, que los casos de interrupción no pueden interpre-
tarse en sentido extensivo, por la inseguridad e incertidumbre que llevaría consigo la exi-
gencia y virtualidad del derecho mismo (SSTS 31 de diciembre de 1917; 9 y 12 de mayo 2006
[RJ 2006, 2357]), habiendo señalando las sentencias de 3 de mayo de 1972, 14 de julio de 2005
(RJ 2005, 5278) y 23 de enero 2007 (RJ 2007, 596), entre otras, que la acción antes ejercitada y
la que después se use han de ser siempre la misma y no otra que con ella tenga mayor o
menor analogía y esa acción interruptora debe ser la procedente, como exigencia tanto legal
como jurisprudencial, pues no vale a tales efectos cualquiera, como ocurre en este caso en el
que la interposición de la primera de las demandas ante la jurisdicción laboral lo fue en recla-
mación de determinadas prestaciones amparadas en la normativa laboral..., mientras que
en la segunda se formula una reclamación civil derivada de un accidente de trabajo que nada
tiene que ver con el contenido de la relación laboral, sino con el deber general de no dañar
a otro, por culpa extracontractual o aquiliana del artículo 1902 del CC, por lo que no existió
la identidad requerida en el artículo 1973 para que pueda tenerse por interrumpida pres-
cripción, sin que tampoco tenga virtualidad suficiente para hacerla valer como reclamación
extrajudicial por la distinta identidad de las acciones ejercitadas en uno y otro orden juris-
diccional y porque, en definitiva, no contiene los elementos suficientes para hacer saber a
los demandados el propósito de los demandantes de ejercitar y conservar su crédito contra
estos, ni acredita una voluntad activa de reclamación de los daños producidos, incompati-
ble con la dejación y abandono que sanciona la prescripción; todo lo cual permite sostener
que al no haberse ejercitado la acción aquiliana, pudiendo haberlo hecho, antes del año
transcurrido desde del archivo de las diligencias penales, aquélla se ha extinguido por pres-
cripción”.
terminación de ese día inicial o las dudas que sobre el particular puedan surgir
no deben en principio resolverse en contra de la parte a cuyo favor juega el dere-
cho reclamado, sino en perjuicio de aquella otra que pretende su extinción pre-
cisamente con base en la supuesta extemporaneidad de la pretensión adversa,
sobre la que efectivamente pesa la carga probatoria de los hechos impeditivos o
extintivos del derecho en litigio (cfr. STS 10 marzo 1989, RJ 1989/2034).
Al respecto, dijo ya la STS 12 de diciembre de 1980 (RJ 1980/4747)19 que en
los casos de comportamiento ilícito continuado o permanente, el día inicial de
la prescripción será no el del comienzo del hecho, sino el de su verificación
total, ya que si prima facie parece justo iniciar el cómputo del tiempo para la
posible reacción contra el acto antijurídico el día de su plena efectividad e
incluso el de su cesación, la solución opuesta, limitando con rigor el ejercicio
del derecho al resarcimiento, fraccionaría de manera artificiosa la prescripción,
creando tantos términos iniciales cuantos fuesen los días en que se realizase,
a través del tiempo, la acción lesiva para la esfera jurídica ajena. Los casos en
que la jurisprudencia ha declarado que, en estos supuestos de daños conti-
nuados, el comienzo de la prescripción hay que situarlo en la fecha de inicia-
ción de la actividad perjudicial, contemplan actos dañosos presentados en su
realización con la sustantividad necesaria para iniciar el cómputo (cfr. SSTS 8
julio 1947, RJ 1947/939, y 25 junio 1966, RJ 1966/3549) y en los que consta
inequívocamente el tiempo de comienzo de la acción lesiva (cfr. STS de 31
enero 1968, RJ 1968/606)20.
Para estos casos de daños o lesiones que se mantienen durante un tiempo
continuado, habrá que atenerse, pues, al momento en que se conozcan de
modo definitivo los efectos del quebranto producido: "No puede entenderse
como fecha inicial del cómputo en el caso de reclamación de indemnizaciones
por lesiones, la del alta médica de la enfermedad cuando quedan secuelas cuyo
tratamiento prosigue, sino aquél en que pudo conocer el interesado de modo
18. La jurisprudencia exige la fijación de un término a quo claro para su cómputo y ha de inter-
pretarse restrictivamente (cfr. STS de 12 julio 1991, RJ 1991/5381), ya que al no estar fundado
en razones de justicia, sino de seguridad jurídica, que deben ceder ante las anteriores, no
debe ser objeto de una aplicación rigorista sino que ha de ser entendido con talante restric-
tivo y cauteloso (cfr. STS de 20 junio 1994 (RJ 1994/6025).
19. Con doctrina ratificada por sentencias posteriores. Por ejemplo, SSTS 12 de febrero de 1981
(RJ 1981/530), 6 mayo 1985 (RJ 1985/2260), 17 marzo 1986 (RJ 1986/1474) y 19 enero 1988 (RJ
1988/126).
20. En cualquier caso, no pueden ser identificados los supuestos de daños continuados en su
precisa acepción y daños permanentes u originados por la subsistencia en su efecto de un
acto instantáneo, con aquellas situaciones en que una serie de actos sucesivos provocan en
su perjudicial progresión un resultado lesivo de nocividad más acusada que la simple suma
de los repetidos agravios (cfr. STS de 26 octubre 1971, RJ 1971/4158).
21. Aunque también puede hacerse valer accionando (cfr. STS de 21 de febrero de 1997, RJ
1997/1906).
22. La mencionada línea jurisprudencial se basa en lo dispuesto en el art. 1935 CC (y en la Ley 27
del Fuero Nuevo), ya que si el favorecido por la prescripción puede renunciar, expresa o táci-
tamente, a ella, resulta obvio que la institución está íntegramente regida, en este aspecto, por
el principio de la autonomía de la voluntad.
escritos rectores del proceso que definen el debate procesal y delimitan su objeto”.
Por eso no es suficiente con que conste en los autos23, como ocurre, por ejemplo,
con el pago o con los hechos determinantes de la nulidad radical de los contratos.
La esencial renunciabilidad de la prescripción, y la consiguiente necesidad
de que sea alegada por el demandado, no impide, sin embargo, que, en oca-
siones, puedan examinarse sus consecuencias sin la previa declaración judi-
cial de su existencia y, por lo tanto, sin que haya sido invocada por el
demandado. Así en el supuesto resuelto por la STSJ Navarra de 9 diciembre
1997 (RJ 1997/9414), en el que se plantea la cuestión de si la demanda de res-
ponsabilidad frente a un abogado por haber dejado transcurrir el plazo de pres-
cripción de una acción a ejercitar en la jurisdicción laboral exige la previa
apreciación por ésta de la prescripción y, en consecuencia, la previa alegación
por la parte favorecida por la misma. El Tribunal, partiendo de la doctrina con-
tenida en la STS 4 abril 1987 (RJ 1987/2488), considera que no es exigible una
previa declaración judicial de prescripción, sino que es suficiente partir del
hecho cierto del transcurso del plazo prescriptivo24.
23. En el supuesto contemplado por la STS de 12 mayo 2003 (RJ 2003/3898) el recurrente reco-
noció que no formalizó la excepción de modo expreso, pero señaló hechos en la que se
basaba, lo que a su juicio, obligaba al Juzgado a aplicarla por el principio iura novit curia. Sin
embargo el TS desestimó el motivo porque “es sabido que desde siempre se ha sostenido la
necesidad de alegar la prescripción de una manera expresa como hecho impeditivo de la
demanda, y en esa labor no puede ser suplida la actividad de parte, que es el único intere-
sado en su oposición. El principio iura novit curia en modo alguno permite al órgano judi-
cial suplir con su actuación la dirección de los intereses privados de los litigantes”.
24. “Dispuestos ya a profundizar más en este punto, continúa la sentencia, no podemos obviar
que nadie pone en cuestión el transcurso del plazo de un año del reiterado artículo 59 ET
como tampoco se sugiere la existencia de alguna suerte de interrupción: sólo se apunta la
posibilidad de que la prescripción fuese renunciada..., evento que nosotros nos atrevemos a
calificar de sumamente infrecuente y atípico en el normal acontecer de los Tribunales. Así
las cosas, no nos queda sino respaldar el brillante argumento que aquí despliega la Audien-
cia Provincial. No se trata, viene a decir, de declarar una prescripción, sino de anudar el
hecho objetivo del transcurso del tiempo con la relación jurídica de arrendamiento de ser-
vicios y con las obligaciones que pesaban sobre el abogado rebelde en virtud de este contrato
arrendaticio (artículo 1544 CC) y de lo prevenido en el Estatuto General de la Abogacía (artí-
culos 53 y 54), de tal suerte que dicho transcurso del tiempo sin presentar las demandas labo-
rales es denotador de «una grave negligencia en el desarrollo de la actividad profesional del
letrado». Por otra parte, coincidimos también con la sentencia recurrida cuando afirma que
«la probabilidad de oposición de la excepción de prescripción por la contraparte procesal es
[...] abrumadora». Con estos contornos, consideramos pues que no cabía exigir de los acto-
res otra conducta, que supondría un retraso y gasto de difícil explicación obligarles a obte-
ner previamente en otro Tribunal una declaración formal de prescripción, que de seguro
sería invocada por la parte demandada”.
Son excepción, pues, los casos de solidaridad, en los que, alegada la excep-
ción por uno de los deudores solidarios, aprovecha a los demás, aunque hayan
permanecido en rebeldía: “habiéndose acreditado en el caso de autos la pres-
cripción de la acción que ejercita la entidad tenedora de la cambial frente a las
libradoras de la misma, conforme a lo dispuesto en el citado artículo 88, párrafo
segundo de la Ley Cambiaria y del Cheque, y habiéndose invocado dicha pres-
cripción por una de las demandadas, ha de entenderse extinguido el crédito
cambiario por prescripción de la acción frente a las dos libradoras demanda-
das, aun cuando la apelante, dada su situación procesal de rebeldía durante la
primera instancia, no hubiera alegado dicha excepción, lo que no puede enten-
derse como una renuncia a la prescripción puesto que no concurren todos los
requisitos que al respecto se establecen en el artículo 1935 del Código Civil. En
efecto, partiendo de la base de que la necesidad de invocar la prescripción ha
de exigirse sólo en cuanto que la misma no es apreciable de oficio, pero no en
el sentido de que deba ser invocada por todos aquellos a quienes dicha excep-
ción haya de beneficiar, ha de estimarse que la prescripción constituye una
excepción de carácter objetivo que afecta a la acción cambiaria, y ha de reper-
cutir en todos los deudores unidos por vínculos de solidaridad, a tenor de lo dis-
puesto en los artículos 1137 y siguientes, en relación con el artículo 1974, del
Código Civil, pues como ha declarado nuestro Tribunal Supremo, resulta de
toda lógica que la absolución de uno de los obligados solidarios «por inexisten-
cia objetiva de la obligación de indemnizar, afecte, con igual extensión, a los
demás que con él fueron solidariamente condenados, ya que otra cosa iría con-
tra la naturaleza y conexidad del vínculo solidario proclamado en los artículos
1141, 1148 y concordantes del Código Civil» (Sentencia del Tribunal Supremo
de 17 de julio de 1984, RJ 1984\4075), de manera que «si se declara que la única
acción ejercitada contra todos ellos no existe o se ha extinguido, por prescrip-
ción de la misma, los efectos de la actuación procesal de uno de los condena-
dos ha de alcanzar a sus coobligados solidarios por virtud de la fuerza
expansiva que la solidaridad comporta (Sentencias de esta Sala de 17-7 y 26-9-
1984, RJ 1984\4075 y RJ 1984\4358, 28-4-1988, RJ 1988\3297, 29-7-1990, entre
otras), ya que entrañaría una ilegalidad, además de un absurdo jurídico, el
absolver a uno de los demandados (el recurrente) por prescripción de la acción
ejercitada y mantener la condena solidaria de los otros codemandados (no
recurrentes) con base en esa misma inexistente acción» (Sentencia del Tribu-
nal Supremo de 30 de enero de 1993, RJ 1993\355)” (SAP Sevilla 22 febrero 1999,
AC 1999/3491).
Esta excepción que suponen los casos de solidaridad aparece recogida en
el artículo 1974 del Código Civil, aunque a los efectos de aprovechar o perjudi-
car a todos los deudores la interrupción: “la interrupción de la prescripción de
acciones en las obligaciones solidarias aprovecha o perjudica por igual a todos
los acreedores y deudores”. Si bien el precepto es solo aplicable a los supuestos
de solidaridad propia: “(...) debe significarse que la sentencia impugnada, al
considerar extensibles los efectos interruptivos de la prescripción a todos los
deudores solidarios por la reclamación contra cualquiera de ellos, sin ningún
otro matiz, no se ajusta al criterio de esta, recogido en la Sentencia de 14 de
marzo de 2003 (RJ 2003/3645), cuyo fundamento jurídico primero reza así: "el
párrafo primero del artículo 1974 del Código civil únicamente contempla efecto
interruptivo en el supuesto de las obligaciones solidarias en sentido propio
cuando tal carácter deriva de norma legal o pacto convencional, sin que pueda
extenderse al ámbito de la solidaridad impropia, como es la derivada de res-
ponsabilidad extracontractual cuando son varios los condenados judicial-
mente... sin perjuicio de aquellos casos en los que por razones de conexidad o
dependencia, pueda presumirse el conocimiento previo del hecho de la inte-
25. La cuestión relativa a si el efecto interruptivo ex art. 1974 CC debe aplicarse a las obligacio-
nes solidarias impropias ha sido resuelta por el Tribunal Supremo que, con a partir de un
acuerdo en Junta General de los magistrados de Sala, expone su doctrina por ejemplo en la
STS 14 marzo 2.003: "La presente sentencia cuya deliberación originó discrepancias entre los
miembros de la Sala de Justicia que la autoriza, acerca de la cuestión jurídica básica que sus-
tenta el recurso, se dicta previa consulta a la Junta general de los Magistrados de la Sala Pri-
mera del Tribunal Supremo, celebrada el día 27 de marzo de 2.003, que adoptó, por amplia
mayoría de votos el acuerdo que transcribe: "el párrafo primero del art. 1974 CC únicamente
contempla efecto interruptivo en el supuesto de las obligaciones solidarias en sentido propio
cuando tal carácter deriva de norma legal o pacto convencional, sin que pueda extenderse
al ámbito de la solidaridad impropia, como es la derivada de responsabilidad extracontrac-
tual cuando son varios los condenados judicialmente". Este punto de vista cuenta con signi-
ficativos precedentes jurisprudenciales, pero no es, sin embargo, pacifico en la doctrina.
26. En palabras de la STS 20 noviembre 1995 (RJ 1995/8359), “es reiterada y constante la juris-
prudencia de esta Sala, según la cual no cabe plantear extemporáneamente cuestiones no
suscitadas en los escritos fundamentales del proceso, puesto que producen absoluta inde-
fensión y violan el principio de preclusión procesal”.
27. La STSJ Navarra de 8 octubre 1997 (RJ 1997/7098) recoge con claridad esta doctrina tradi-
cional: “La prescripción, en cuanto excepción perentoria plenamente renunciable (Ley 27
del Fuero Nuevo y art. 1935 del Código Civil), que introduce en el proceso un hecho exclu-
yente enervador del derecho afirmado de contrario, no es apreciable de oficio por los Tribu-
nales, sino que ha de ser alegada u opuesta por la parte a quien favorezca y, en razón a los
principios de audiencia, contradicción y preclusión procesal, ha de serlo precisamente en
los escritos rectores del proceso -demanda, contestación y, en su caso, réplica y dúplica- que
definen el debate procesal y delimitan su objeto, resultando pues inadmisible, por intem-
pestivo o extemporáneo, su planteamiento posterior. Y es que, concluida, sin su formal opo-
sición la fase inicial de alegaciones del juicio, no puede sino tenerse por tácitamente
renunciada la prescripción extintiva que eventualmente hubiera podido esgrimirse en ella”.
28. Como ha dicho la STS de 16 enero 2006 (RJ 2006/165), “la mera cita en un escrito final de la
primera instancia como es el de resumen de pruebas no implica que se haya planteado, con-
trovertido y discutido en la instancia. Tal como dice la STS de 21 abril de 2003 (RJ 2003/3719),
las cuestiones nuevas no examinables en casación por no tener acceso a la misma, por no
haber sido propuestas en el período de alegaciones, afectan asimismo al derecho de defensa
y van contra los principios de audiencia bilateral y congruencia”.
III. CADUCIDAD
1. Distinta de la prescripción es, como decimos, la caducidad de la acción29
que, siendo como aquélla una excepción respecto al fondo de la cuestión, sin
embargo, puede ser estimada de oficio, tratándose, por tanto, de una excepción
impropia30.
La STS 28 enero 1983 (RJ 1983/393) ha precisado su ámbito y sus diferen-
cias con la prescripción: “como ya ha tenido también ocasión de declarar esta
Sala en Sentencia de 11 mayo 1968, la caducidad o decadencia de los derechos
surge cuando la Ley o la voluntad de los particulares31 señalan un término fijo
para la duración de un derecho, de tal modo que transcurrido ese término ya
no puede ser ejercitado, refiriéndose a los llamados derechos potestativos, y
más que a ellos propiamente hablando a las facultades o poderes jurídicos cuyo
fin es promover un cambio de situación jurídica32, nota característica que la
distingue de la prescripción, pues así como ésta tiene como finalidad la extin-
ción de un derecho ante la razón subjetiva de su no ejercicio por el titular, que
es el supuesto que precisamente se da en lo que afecta al precitado núm. 1.º del
art. 1968 del C. Civ., en la caducidad se atiende sólo al hecho objetivo de la falta
de ejercicio dentro del término prefijado, hasta el punto que puede entenderse
29. La SAP Castellón 22 junio 1998 (AC 1998/1975) ha fijado con claridad las diferencias entre
prescripción y caducidad de la instancia, que se mueven en un ámbito diferente del propio
de la caducidad de la acción: “(...) una vez en marcha el procedimiento y no finalizado el
mismo, sino sólo suspendido, no podía iniciarse de nuevo el cómputo de la prescripción extin-
tiva, pues pendía la resolución judicial que resolviera el litigio, que sólo podría haberse extin-
guido en virtud de la caducidad de la instancia, que aquí no ha tenido lugar, ya que no han
transcurrido, sin instarse el curso del proceso, los cuatro años que exigen en la primera ins-
tancia el art. 411 de la Ley de Enjuiciamiento Civil. No es, como sostiene la parte apelada, que
deba entenderse prescrita la acción por el transcurso del año sin instar el curso del proceso,
por entender que no puede el plazo de caducidad ser superior al de prescripción. La caduci-
dad de la instancia es una institución procesal diferente a la prescripción, con la que no puede
confundirse, pues es una de las especies del concepto más general de extinción del proceso,
entendiendo por extinción toda conclusión anormal producida sin que el proceso haya cum-
plido su fin, esto es, sin que se haya decidido sobre la pretensión en el mismo planteada.
Cuando la extinción se causa por una inactividad de los sujetos en el proceso se está ante la
caducidad, que se produce, pues, sin acto de clase alguna, por el simple hecho del transcurso
del tiempo sin realizar actividad procesal. Tiene como fundamento subjetivo la presunción
de abandono de la pretensión hecha por las partes litigantes y un fundamento objetivo como
es la necesidad de evitar la excesiva prolongación de los procesos (STS 29 junio 1993, RJ
1993/4793). Pero, mientras en el caso de la prescripción la interrupción del plazo extintivo por
alguno de los medios que señala el art. 1973 CC depende exclusivamente del interesado, la
prosecución del proceso en el que puede tener lugar la caducidad no es exclusiva responsa-
bilidad de la parte, pues en nuestro Derecho rige desde el Decreto 2 abril 1924 (NDL 29052) la
impulsión de oficio, proclamada hoy en el art. 307 LECiv, esto es, el deber de los órganos juris-
diccionales de continuar la tramitación sin necesidad de apremios, acuse de rebeldía o cual-
quiera otro acto de impulso de parte. No cabe entender que la caducidad de cuatro años es
sin perjuicio de que la acción haya prescrito por el transcurso de un plazo más breve sin ins-
tar el curso del proceso, que es lo que parece haber entendido el juzgador de primer grado y
lo que sostiene la parte recurrida al traer a colación el artículo 419 LEC en cuanto dice que la
caducidad no extingue la acción, que puede ejercitarse de nuevo, si no hubiere prescrito, con
arreglo a derecho. En primer lugar, porque no puede producirse una prescripción que ha sido
interrumpida mediante la reclamación judicial y que interrumpida permanece al no haberse
resuelto la demanda. Pero es que, además, hay que entender que el art. 411 LEC se refiere al
abandono del proceso con efectos distintos según en qué circunstancias se halle y el art. 419
se refiere al derecho material, que se conserva aun caducada la instancia (STS 29 junio 1993,
ya citada), lo que quiere decir que la extinción del proceso por caducidad de la instancia no
comporta la de la acción, que puede volver a ejercitarse siempre que no se hubiera producido
la prescripción de la misma. Por último, tampoco debe reducirse el plazo de caducidad pro-
cesal al de prescripción de la acción, si es éste más breve, como en este caso, pues si el plazo
de caducidad debiera ponerse siempre en relación con el de prescripción de cada acción,
sobraría la prolija regulación legal de la prescripción de las acciones y la relativamente sim-
ple y uniforme de la caducidad, pues bastaría una mera remisión de una a otra institución.
Que no se haya hecho así demuestra la diferente naturaleza de ambas figuras”.
30. Dicho con palabras de la STS 6 de junio de 1990, RJ 1990/4739), “no cabe calificar a la cadu-
cidad como requisito formal, sino que se trata de una excepción respecto al fondo de la cues-
tión, incluso estimable de oficio, que en cuanto produce la extinción del derecho ejercitado,
no cabe decir no se entra en el fondo del asunto”.
31. Por tanto, "la caducidad puede surgir tanto de la ley cuanto de la voluntad de los particulares",
por lo que si "convencionalmente puede establecerse..., menos problemática plantea el que
las partes interesadas amplíen o prorroguen mediante pacto el término legalmente estable-
cido, dando lugar a una caducidad atenuada" (STS de 18 de octubre de 1988, RJ 1988/7587); en
palabras de la STS 28 febrero 1985 (RJ 1985/807), el referido pacto de prórroga es eficaz en vir-
tud del principio básico de imperio de la autonomía de la voluntad, provisto de fuerza de Ley
entre las partes contratantes, al no contrariar a las leyes, a la moral ni al orden público. En cam-
bio, no es posible modificar convencionalmente los plazos legales de prescripción (Ley 27 FN).
que es un plazo preclusivo, llamando así al plazo dentro del cual y sólo dentro
de él, puede realizarse un acto con eficacia jurídica”.
34. En cambio, a juicio de la SAP Alicante 22 septiembre 2007 (JUR 2007/16048), resulta incon-
gruente, “por no ajustarse a las previsisones contenidas en el art. 218.2 LEC”, la sentencia que
aprecia la caducidad existiendo una absoluta falta de alegaciones fácticas sobre la misma.
“Por otra parte, continúa la sentencia, puede estimarse también que tal decisión, la sorpre-
siva apreciación en la sentencia de una caducidad no planteada y por ello no debatida en el
litigio con base y teniendo en cuenta hechos novedosos no alegados por las partes, extraídos
por el Tribunal de determinadas respuestas que dos testigos pudieran haber dado a pregun-
tas que el indicado Tribunal les formuló por propia iniciativa ha podido causar efectiva inde-
fensión a la demandante que tampoco pudo articular medios de prueba a los fines de poder
en su caso desvirtuar tales hechos novedosos”.
35. Por ejemplo, la Ley 449 del Fuero Nuevo: “En caso de impugnación del precio, se suspenderá
el plazo de ejercicio del retracto hasta que aquélla se resuelva”.
36. “(...) junto a la doctrina acabada de expresar (sobre la no interrupción del plazo de caduci-
dad), está la derivada de las sentencias de 22 de mayo de 1965 (RJ 1965/3013), y 20 de mayo
de 1972 (RJ 1972/3589), y 17 de febrero de 1979 (RJ 1979/517), con arreglo a las cuales, el acto
de conciliación, es válido en punto a impedir la caducidad de la acción, a las que cabrían adi-
cionar las de 8 de noviembre de 1983 (RJ 1983/6065), que admite la interrupción de la cadu-
cidad en presencia de un acto procesal válido, y 23 de diciembre del mismo año (RJ
1983/6996), que reconoce, que los plazos de caducidad pueden admitir excepcionalmente
interrupción, sin que haya razón para sostener que sólo se ejercita el derecho a través de la
presentación de la demanda” (STS 11 de marzo de 1987, RJ 1987/1430). En cambio, solución
opuesta ha sido la aplicada por la jurisprudencia territorial al caso de que tal intento se pre-
tenda invocando el ejercicio sin éxito del derecho de retracto sobre el mismo bien en un pro-
ceso anterior (cfr. SAP Madrid de 16 de febrero de 1993, RGD 1993, págs. 6230 y ss.) o por
conducto notarial (cfr. STS de 12 de febrero de 1996, RJ 1996/1247)36 . En especial, la mani-
festación ante notario de la voluntad de retraer carece de efectos enervatorios de la caduci-
dad del derecho, dice la SAP Granada de 29 de octubre de 1990 (RGD 1991, pág. 8438). Al
respecto, como ha dicho la STS de 12 de febrero de 1981 (RJ 1981/391), carece de toda con-
sistencia "pretender establecer un distingo entre el reconocimiento del derecho a retraer, que
es para lo que (a juicio del recurrente) le vincula el término de caducidad, y el de ejercicio de
la acción para obtener la declaración de tal derecho, pues ello conduciría a que, verificada
por él la exteriorización de su deseo de retraer, a través de una manifestación de futuro por
conducto notarial, su acción para hacerlo efectivo quedaría viva mientras no transcurriera
el término prescriptivo de quince años afectante a las acciones personales". En palabras de
la STS 30 septiembre 1992 (RJ 1992/7419), no es admisible “esta disección de la realidad legis-
lativa, que no pasa de ser una abstracción puramente doctrinal que no tiene en cuenta que,
de admitirse, llevaría a que la situación jurídica del comprador se encontrase amenazada
durante un larguísimo período de tiempo (treinta años, art. 1963 CC), lo que es contrario con
toda evidencia a la intención del legislador, que por ello establece unos inexorables plazos
de ejercicio (60 días naturales en el art. 48 LAU) deseando la consolidación de aquella situa-
ción lo antes posible. Ello no obsta, por supuesto, a que el retrayente intente evitar la con-
tienda judicial para la efectividad de su derecho, pero siempre ha de tener en cuenta en sus
actuaciones el límite temporal para lograrlo por la vía del litigio si no tiene éxito por la extra-
judicial”.
ción, pero extensible a otros- los supuestos en que se invoque una interpreta-
ción arbitraria o irrazonable o un error patente: “el cómputo de los plazos de
prescripción o caducidad ... sólo adquiere relevancia constitucional cuando la
interpretación de la normativa aplicable al supuesto controvertido sea mani-
fiestamente arbitraria, irrazonable o incurra en error patente y de ello derive
una conculcación de los derechos consagrados en la Constitución y suscepti-
bles de amparo constitucional”; si no incurre en ninguno de estos defectos, no
será susceptible de control, aunque puedan existir otras interpretaciones jurí-
dicamente más correctas, “porque el derecho a la tutela judicial efectiva no
incluye el hipotético derecho al acierto judicial, no comprende la reparación o
rectificación de equivocaciones, incorrecciones jurídicas o incluso injusticias
producidas en la interpretación o aplicación de las normas”.
38. Es lo que ocurre, por ejemplo, en el supuesto contemplado por la STC 220/1993, de 30 de
junio: "(...) dentro de la función de garante de los derechos fundamentales que le está enco-
mendada, corresponde a este Tribunal determinar si las resoluciones judiciales impugna-
das, por prescindir de la falta de notificación de la providencia de archivo de las actuaciones
penales a la perjudicada, es contraria al derecho de acceso al proceso en el orden civil, que
el art. 24.1 CE le reconoce". Y al respecto, “ha de tenerse en cuenta, en primer lugar, que el
perjudicado en el proceso penal no puede reiniciar el ejercicio de la acción civil para la repa-
ración del daño causado hasta que hayan terminado las actuaciones penales (art. 111 y 114
LECr). Dato que, por sí sólo, pone de relieve que el conocimiento de la fecha en que han fina-
lizado dichas actuaciones constituye un presupuesto necesario para el ulterior ejercicio de
la acción civil ante otro orden jurisdiccional. En segundo término, el conocimiento de este
hecho ha de valorarse en atención a las consecuencias negativas que puede sufrir el perju-
dicado cuando no ha renunciado al ejercicio de la acción civil. Y es evidente que si el perju-
dicado ignora el momento en el que ha finalizado el proceso penal, por no haberse
personado en las actuaciones, ese desconocimiento puede suponer que transcurra el plazo
de prescripción de un año y, si así ocurre, que se vea privado del acceso a la jurisdicción en
el orden civil para la defensa de sus pretensiones y que se extinga, de este modo, su derecho
a obtener reparación por el daño sufrido. Lo que no se compadece con la plena efectividad
del derecho a la tutela judicial que el art. 24.1 CE reconoce".
túan aquellos casos en que la ley prevé su inadmisión expresamente (art. 403.1
LEC). Y como dice la STC 11/1988, de 2 de febrero, "en punto a la valoración de
las decisiones judiciales de inadmisión..., la doctrina reiterada de este Tribunal
es la de que para que aquellas sean constitucionalmente legítimas han de apo-
yarse en una causa a la que la norma legal anude tal efecto"; o con palabras más
precisas de la STC 39/1999, de 22 de marzo, el derecho a la tutela judicial efec-
tiva, como derecho fundamental... “resulta vulnerado bien por la aplicación de
una causa de inadmisión carente de cobertura legal, bien porque, aun exis-
tiendo ésta, tal aplicación sea rigorista o exclusivamente formalista".
Pues bien, los casos en que la ley prevé expresamente la inadmisión de la
demanda son poco numerosos en nuestro ordenamiento, todos ellos, como
decimos, de interpretación restrictiva y, además, fundados no en la falta de
requisitos internos de la demanda misma o del derecho a la tutela, sino, gene-
ralmente, en el incumplimiento de algún requisito procesal o la no aportación
de algún documento cuya falta lleva aparejada semejante sanción. En nuestro
ordenamiento no es posible que el Juez inadmita una demanda por razones de
fondo, por ejemplo, porque se pide una tutela jurídica manifiestamente infun-
dada o no prevista en la ley39. Y no se discute que, en el pronunciamiento sobre
la caducidad de la acción comporta una decisión que se pronuncia sobre el
fondo.
39. Cuestión distinta son los supuestos excepcionales en los que la tutela jurídica concreta que
se solicita esté expresamente privada de accionabilidad. La ley contempla este supuesto en
los casos en que se pretenda judicialmente el cumplimiento de la promesa de matrimonio, en
los que, dice el art. 42, II CC, "no se admitirá a trámite la demanda"; y también en los de deu-
das de juego, en los que la ley “no concede acción” (art. 1798 CC). En los demás casos es
cierto que el artículo 11.2 LOPJ dispone que "los Juzgados y Tribunales rechazarán fundada-
mente las peticiones... que se formulen con manifiesto abuso de derecho o entrañen fraude
de ley o procesal". Pero este precepto no puede fundamentar la declaración de inadmisión de
la demanda, porque el juez no puede formar su criterio sobre la cuestión de fondo (la exis-
tencia o no del fraude o abuso de derecho) con base exclusivamente en los datos que le pro-
porciona la demanda misma.