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METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN HISTÓRICA

Nombre: Joseph Gómez Semestre: Cuarto

Facultad: Ciencias Humanas Carrera: Historia

Fecha: 2018-05-21

METODOLOGÍA PERSONAL

Para comprender el tipo de metodología que se trabajará, es necesario remontarse a un inicio.


La gran corriente que determinaría el estudio no solamente histórico, sino de las ciencias
sociales tempranas en un inicio, fue el positivismo. Se podría entender a este como la
validación de las experiencias empíricas, es decir, aquellas que nacen desde la experiencia.
Primará el hecho y acontecimiento como la única ventana hacia el aprendizaje y la realidad
científica, siendo la experiencia e inducción los únicos métodos científicos.

Se hace alusión al carácter objetivo del hecho por su interpretación, así mismo, el registrar y
guardar todo acontecimiento sin un aparente carácter subjetivo, sino “relatando lo sucedido
sin lugar a interpretaciones”. “El ideal del positivismo histórico es llegar a la exactitud fría,
neutra, impersonal de las ciencias naturales, como la botánica, la biología, la química. Se
mantiene rigurosamente en el nivel de los hechos, en su pura materialidad” (Mercaba, s/f).

Un representante imprescindible de esta postura será Augusto Comte (1798-1857). Quien,


siendo un pionero de la sociología moderna, establecerá varios postulados con respecto al
tipo de investigación que se debe llevar a cabo en el estudio de sucesos históricos. Ergo,
basado en el método positivista, Comte estipulará una nueva ciencia que se acerque a los
sucesos sociales, partiendo de los hechos. Mencionando que se debe uno aplicar y ceñir a las
leyes, ya que estas se derivan de la experiencia; confiriéndoles un inherente carácter
positivista. (Vallet de Goytisolo, 2006, pág. 381).

Se ha mencionado al positivismo, como prefacio al establecer el tipo de metodología que se


quiere elaborar; para contrastarlo con el cambio que la Escuela de los Anales suscita en la
metodología de la investigación. Como se ha mencionado previamente, el acontecimiento en
la investigación positivista era aquello que primaba, la labor historiográfica se veía relegada
a la mera escritura y conservación de los acontecimientos y hechos de mayor relevancia con
un supuesto carácter “objetivo”, ergo, obedecía a los intereses de quienes narraban dichos
acontecimientos.

Una revolución radical e integral de todas las formas hasta entonces dominantes de ejercer
el oficio de historiador, que no tiene parangón alguno dentro del mismo siglo xx -u n siglo
que no obstante, está lleno de importantes transformaciones de los "modos de hacer"
historiográficos-, y que sólo puede ser comparada en cuanto a su magnitud y sus efectos,
a la otra enorme revolución en la teoría de la historia que en el siglo XIX, ha representado
el desarrollo de la concepción marxista de la historia. (Rojas, 1999, pág. 71).

Veremos que, en la metodología de los Annales, estará implícito el cambio de temática


investigativa, pues estará enfocada ya no en acontecimientos, sino en coyunturas, es decir,
buscará la historia a través de las distintas ciencias sociales en una unión que tomará ciertas
pautas investigativas y metodológicas de las mismas para obtener una conclusión.

Como las experiencias de otras ciencias sociales como la sociología, la etnología, la


lingüística o la literatura que en estas mismas épocas "aclimatan" y refuncionalizan dentro
de sus distintos espacios a este mismo método comparativo, esos primeros Annales en
general, y muy en particular Marc Bloch, van a profundizar y a recuperar creativamente a
este primer paradigma metodológico de todo su proyecto intelectual. (…) Comparar es
incontestablemente lo siguiente: elegir, dentro de uno o varios medios sociales diferentes,
dos o más fenómenos que aparenten a primera vista, mostrar entre ellos ciertas analogías,
describir luego las curvas de su evolución, comprobar sus similitudes y sus diferencias y,
en la medida de lo posible, explicar tanto las unas como las otras". (Rojas, 1999, pág. 75)

Ahora bien; una vez mencionado los caracteres fundamentales de la escuela de los Annnales,
hay que mencionar el carácter científico que posee el historiador. Dentro de estas inferencias
están estipulados ciertos preceptos con respecto a la función tanto de la historia como objeto
de estudio y el historiador como científico social.

El objetivo de la historia no es «hacer revivir el pasado», sino comprenderlo. Para esto


hay que desconfiar de los documentos brutos, de las supuestas experiencias vividas, de los
juicios probables y relativos. Para hacer un trabajo de historiador no basta con hacer
revivir una realidad política, sino que debe someterse un momento y una sociedad a un
análisis de tipo científico. (…) El sentido esencial de la investigación causal del
historiador consiste en dibujar los grandes rasgos del relieve histórico, gracias a los cuales
la incertidumbre aparente de los acontecimientos particulares se desvanece ante la
información global de la que carecían sus contemporáneos, y que nosotros podemos tener.
(Vilar, 1980, pág. 22).

Vilar también mencionará como punto clave –y aquí daremos inicio a la explicación de
nuestra metodología- que toda sociedad humana requiere un conocimiento histórico-
sociológico, ya que una sociedad sin conciencia histórica simplemente no lograría existir.
Menciona que la existencia de formas de historia no científica, no determina la imposibilidad
de determinar un conocimiento e interpretación de las sociedades pretéritas. (Vilar, 1980,
pág. 28) Asimismo, en las personas, la memoria jugará el papel de constructora. Jacques Le
Goff en su libro “Pensar la Historia” (1991, pág. 32), señalará que existen dos tipos de
historias: la memoria colectiva y la de los historiadores. La primera será una memoria mítica,
deformada y anacrónica. Es decir, esta memoria corresponde a aquella que nos es otorgada
dentro de la enseñanza más escueta de la historia, siendo el historiador quien debe
transformarla y rectificarla, sin embargo, el historiador no puede ser objetivo del todo, ya que
se ve atado a su contexto, por ende, siempre le impondrá una interpretación a la misma.

Basado en los postulados de Vilar y Moniot, mi metodología se enfocará en la investigación


desde fuentes “no científicas”. Utilizaré un enfoque hacia las fuentes míticas y tradiciones
orales, es decir, la historia de los pueblos sin historia. El motivo de este será la profundización
en materia poco conocida; a raíz de la metodología de la escuela de los Annales, podré
profundizar en tradiciones históricas de sociedades sin fuentes científicas, es decir,
únicamente con tradición oral o, a lo sumo, pictórica. Es menester comprender que “toda
sociedad precisa preservar un saber, y su formulación misma; si sus intereses vitales, en sus
valores máximos, sus empresas importantes están en juego, dará a las técnicas utilizadas sus
mejores garantías de ejercicio, no las más débiles” (Moniot, 1978, pág. 121).
De hecho, se puede abarcar inclusive más que las sociedades invisibilizadas; también se
puede estudiar el pasado de sociedades más occidentalizadas que no poseyeran fuentes
escritas, o que sus narraciones le atribuyesen gran valor al contexto. Vilar inferirá en el
carácter del mito, siendo este uno de los preferidos para estudios etnológicos y psicológicos,
en busca de elementos comunes entre las estructuras comunicativas. Afirma esto ya que “es
sabido que la arqueología ha verificado algunos datos bíblicos u homéricos considerados
durante mucho tiempo como imaginarios” (Vilar, 1980, pág. 29).

Ahora bien, Moniot mencionará que “si la oralidad y memoria significasen fantasía y
fragilidad perpetuas, no se comprendería cómo unas sociedades sin escritura pudieron
conservar unas prácticas y unas realizaciones políticas, económicas y culturales… a veces
complejas, extensas, durables…” (pág. 121). Toda sociedad buscará una forma de conservar
su historia, de un modo u otro. Veremos el avance de las fuentes escritas en occidente, pero
otros pueblos únicamente poseerán información de carácter oral. Este englobará genealogías,
principios jurídicos, formulas, poesía, cuentos, códigos, rituales, etc.

Es menester enfocarse en quienes cuentan esta historia, pues la misma, como la tradicional,
estará sujeta a las necesidades contextuales a las que el pueblo responda. Para ello deberemos
contrastar las fuentes –escuchar una historia de guerra de dos pueblos, comparando ambas
versiones- para obtener un criterio y, en base a eso, formar una hipótesis sobre el
acontecimiento. Moniot menciona que el “comparativismo organizado de sociedades, medios
y situaciones sociohistóricas, para ceñir mejor unas instituciones, pesar unos factores,
apreciar la formulación de problemas… haciendo variar su contexto (pág. 131), como
metodología de investigación. Es obvio, que el manejo del discurso dentro de la historia,
estará siempre presente, independientemente de quién lo cuente, debido a las coyunturas
sociales, culturales y políticas que existan.

Si la imparcialidad no exige por parte del historiador nada más que honestidad, la
objetividad requiere algo más. Si la memoria es un lugar de poder, si autoriza
manipulaciones conscientes e inconscientes, si obedece a intereses intelectuales o
colectivos, la historia, como todas las ciencias, tiene como norma la verdad. (Le Goff,
1991, pág. 35)
Usando esta cita de Le Goff, detallaré la importancia de la interpretación en mi metodología;
no llegando a afirmar acontecimientos como verdades absolutas, sino como hipótesis de
sucesos pasados, contados desde ciertas perspectivas, en las cuales estas memorias han
pervivido durante mucho tiempo y, de hecho, las mismas serán modificadas de acuerdo al
contexto al que se sometan, para afianzar el discurso y ayudar a la creación de una identidad
al momento de ser relatadas por los mayores hacia los niños, a modo de historia.

Aquí también entrará en juego la metodología de Braudel. Quién también mencionará que
“una civilización es siempre un pasado, de este modo, un cierto pasado vivo. Por
consiguiente, la historia de una civilización no sería sino el intento de entresacar de sus
coordenadas antiguas las que siguen siendo válidas para la actualidad” (Goberna, 2003, pág.
218). Además de mencionar, nuevamente, que se debe trabajar en conjunto con las ciencias
sociales. “Es igualmente imprescindible que la reunión de las ciencias sea completa, que no
se menosprecie a la más antigua en provecho de las más jóvenes, capaces del prometer
mucho, aunque no siempre de cumplir mucho” (Braudel, 1968, pág. 62). En el mismo libro,
mencionará los conceptos de corta, larga y mediana duración en el estudio histórico. Estos
conceptos serán sumamente útiles a la hora de determinar qué tanto se ve intrínseco en la
memoria un suceso o un relato; puede bien ser de un reciente conflicto –siendo de corta
duración- o podría tratarse de un mito fundacional –en cuyo caso sería de larga duración- de
igual modo, los conceptos de Braudel son un pilar dentro de la metodología presente.

BIBLIOGRAFÍA
 Braudel, F. (1968). Historia y duraciones. En F. Braudel, La Historia y las ciencias
sociales (págs. 64-76). Madrid: Ediciones Castilla.

 Goberna, J. R. (2003). Fernand Braudel, la civilización y la larga duración.


Cuadernos de Estudios Gallegos, 213-255.

 Le Goff, J. (1991). La Historia. En J. L. Goff, Pensar la Historia (págs. 19-143).


Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica.

 Mercaba. (s/f). Positivismo Histórico. Obtenido de Mercaba:


http://www.mercaba.org/DicTF/TF_positivismo_historico.htm
 Moniot, H. (1978). La historia de los pueblos sin historia. En J. Le Goff, & P. Nora,
Hacer la historia (págs. 118-133). Barcelona: LAIA.

 Rojas, C. A. (1999). Los primeros Annales (1929-1941): una revolución en la teoría


de la historia. En C. A. Rojas, Escuela de los Annales: ayer, hoy, mañana (págs. 71-
96). Barcelona: Editorial Montesinos.

 Vallet de Goytisolo, J. (2006). El positivismo científico de Augusto Comte y lo


utilizado de él por la ciencia del derecho en el siglo XX. Anales de la Real Academia
de Ciencias Morales y Políticas, 361-384.

 Vilar, P. (1980). Historia. En P. Vilar, Iniciación al vocabulario del análisis histórico


(págs. 14-47). Barcelona: Editorial Crítica.

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