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FE Y RAZÓN

"Omne verum, a quocumque dicatur, a Spiritu Sancto est"

Toda verdad, dígala quien la diga, viene del Espíritu Santo

(Santo Tomás de Aquino)


LA SUBSTANCIA Y EL ACCIDENTE

Hablando con propiedad, el número de esencias reales y posibles es inmenso. Podemos,


sin embargo, clasificarlas por géneros según los caracteres comunes que pueden ofrecer.
De género según los caracteres comunes que pueden ofrecer. De género en género,
llegamos a diez géneros supremos de ser, a los cuales Aristóteles ha dado el nombre de
categorías.

El estudio de las categorías forma parte del objeto de la Ontología, porque los géneros
supremos son también los diversos modos de ser entre los cuales se distribuyen todas
las cosas creadas. Dios se halla fuera y por encima de las categorías; y no debemos
maravillarnos de ello, puesto que ya las divisiones del ser en acto y potencia, esencia y
existencia, no le convienen y solo los trascendentales pueden propiamente serle
aplicados. El posee un modo de ser que le es absolutamente propio. En cuanto a las
cosas creadas, no ofrece una indefinida cantidad de modos de ser: o bien son en sí, esto
es, subsisten en sí mismas, sin hallarse en sujeto alguno, o bien aparecen en otro ser
donde subsisten como en su propio sujeto. En el primer caso, tenemos una substancia.
Ejemplos: un ángel, un hombre, un caballo, una piedra. En el segundo caso tenemos un
accidente.. Ejemplos: una latitud, un color, una semejanza, una acción, un movimiento,
una emoción, un recuerdo, una virtud, un vicio, una situación.

La substancia y el accidente son seres, pero la substancia es en sí, esto es, no tiene
necesidad del accidente para subsistir; ella es, por tanto, de una manera más perfecta
que el accidente. Es evidente que un cuerpo es de una manera más perfecta que el
accidente. Es evidente que un cuerpo es de una manera más perfecta que sus cualidades
físicas, las cuales son el él transitorias. Un espíritu es de una manera más perfecta que
los fenómenos de conciencia de que es sujeto. El accidente tiene más necesidad de la
substancia para subsistir; él es en ella y por ella y no podría existir solo[1]. Así el color
en el sujeto colorado y la sensación de color en el que ve.

La substancia constituye una sola categoría, porque no hay más que una manera de ser
en sí para las cosas creadas, al paso que hay nueve categorías de accidentes que
constituyen nueve maneras de ser en otra cosa, nueve modos de ser accidental
diferentes.
La substancia es en sí, y se define: una esencia a la cual es propio existir en sí y no en
otro. Tiene dos caracteres distintivos: el primero es el de subsistir (subsistire en latín),
esto es, de ser en sí; el segundo es ser sujeto de accidentes, de llevarlos, de soportarlos,
de comunicarles en cierto modo su existencia real, de ser su raíz y su principio, de ser
-para expresarnos mediante una imagen- detrás de ellos o bajo ellos (en latín substare,
estar debajo).

En esta segunda propiedad de la substancia de donde proviene su nombre y con todo la


primera es aún más importante, porque ¿quién no comprende que la substancia no
podría ser sujeto de accidentes, si no subsistiese en sí misma? Sería entonces necesario
que de sí fuese ya accidente con referencia a un sujeto primero, mas tal sujeto sería la
verdadera substancia. Porque nosotros llamamos substancia al sujeto primero de los
accidentes, subsistente en sí.

La propiedad que tiene la substancia de ser sujeto de los accidentes es, con todo, muy
digna de ser considerada, en razón a que ella nos conduce a la comprensión del
procedimiento mediante el cual nos elevamos a la idea de substancia: o sea,
comprendiendo que lo transitorio se funda en lo estable y lo permanente, e investigando
el fondo de las cosas, porque los accidentes que, de buen principio, impresionan a
nuestros sentidos, pueden ser considerados constituyendo en cierto modo la periferia de
lo real. Pero esas modalidades importan una realidad más fundamental, más profunda,
que no varía cuando ellas varían , que permanece, que subsiste en sí: la substancia: La
substancia no puede, pues, ser alcanzada por los sentidos, ni aún la de las cosas
corpóreas: ella, de sí, no es visible ni tangible, por más que nosotros veamos y toquemos
una cosa que es una substancia. La substancia no puede, pues, ser alcanzada por los
sentidos, ni aún la de las cosas corpóreas; ella, de sí, no es visible ni tangible, por más
que nosotros veamos y toquemos una cosa que es una substancia. Porque mientras
decimos que la vemos y la tacamos, en realidad de verdad no vemos más que colores y
figuras y no tocamos otra cosa que una periferia subsistente o suave, sólida o líquida; es
nuestro espíritu que, a partir de esos antecedentes percibidos, concibe su fundamento
como una realidad substancial- Concepción tan rápida, razonamiento tan simple, que
basta para él el sentido común.

Algunos filósofos han negado la substancia, pero ¿acaso puede darse algo más
incoherente que esto? Ellos no se han dado cuenta de que al decir. "No hay más que
cualidades, y conjuntos de cualidades, fenómenos y conjuntos de fenómenos" atribuían,
sin darse cuenta, a las cualidades y a los fenómenos, en una palabra, a los accidentes, la
propiedad fundamental de la substancia, que es la de subsistir.
Creyendo negar la substancia, la ponían en todas partes y no hacían otra cosa que negar
los accidentes. Es que el espíritu no puede prescindir de la noción de substancia que en
él se halla cuando decimos: "una cosa, alguna cosa, esta cosa" . La substancia puede,
por tanto, ser fácilmente concebida: en cambio, no lo es ya tanto una perfecta
comprensión de los accidentes.

En efecto, contrariamente a la substancia, el accidente es una esencia a la cual conviene


existir en otra cosa. El completa y acaba a la substancia. Más que un ser, él es "de un
ser", dicen los escolásticos; pero esto no le imposibilita para ser real, bien que con una
realidad relativa, en cierto modo.

Entre las nueve categorías de accidentes, las más importantes son: la cantidad, que
presta a la substancia corpórea sus propiedades de ser extensa, mensurable,etc; la
relación, por la cual una cosa es realmente puesta en relación con otra cosa; la acción ,
por la cual obra; la pasión, por la cual recibe; y final y principalmente la cualidad,
cuyas naturalezas, indefinidamente variadas, adjudican a cada cosa su fisonomía propia;
porque la cualidad aporta a la substancia una determinación y un modo particular, tanto
si se trata de cualidades innatas como de cualidades adquiridas.

[1] A no ser milagrosamente sostenido por la omnipotencia divina, como acontece en los accidentes eucarísticos.

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