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Parábola del Águila y la Vid

Ed. Ramírez Suaza, P.ThM

Dios nos ha contado historias.


La vida humana se ha tejido y se teje con hilos de historias, narrativas, cuentos, mitologías y
leyendas. Desde niños nos han fascinado las historias.
Recuerda cuando infante pedías a los abuelos o a los padres que le leyeran un cuento, que contaran
cómo fueron sus días de amores. Recuerdo de niño una vez que mi abuela Olivia empezó una noche
a contarnos sus historias de niña, de joven, de amores. Aquellas historias que contaron los abuelos de
antaño de mitología paisa, de cuando se le apareció la pata sola, cuando escuchó la llorona, en fin. El
cine, para mi gusto, jamás contará mejores historias que aquellas que se cuentan en casa al calor del
cariño y del café.
Dios conoce nuestra fascinación por las historias, y nos contó muchas. Las Sagradas Escrituras
contienen decenas de historias teológicas, donde en cada una de ellas se refleja el carácter de Dios y
la necesidad humana de él.
He aquí una de ellas:
“Un águila grande con alas anchas y plumas largas, cubierta de plumaje de varios colores,
llegó al Líbano. Agarró la copa de un cedro y arrancó la rama más alta. Se la llevó a una
ciudad llena de mercaderes. La plantó en una ciudad de comerciantes. También tomó de la
tierra una planta de semillero y la sembró en tierra fértil. La colocó junto a un río ancho,
donde podría crecer como un sauce. Allí echó raíces y creció hasta convertirse en una amplia
vid de poca altura. Sus ramas se extendieron hacia arriba, en dirección al águila, y sus raíces
penetraron en el suelo. Produjo ramas robustas y le salieron retoños. Pero luego llegó otra
águila grande con alas anchas y cubierta de plumaje. Entonces la vid extendió las raíces y las
ramas hacia esa águila para obtener agua, aunque ya estaba plantada en buena tierra y tenía
agua en abundancia para crecer y convertirse en una vid espléndida y producir hojas
frondosas y frutos suculentos”.

PARÁBOLA DE LAS ÁGUILAS Y LA VID

El libro del profeta Ezequiel es un universo de fascinaciones, en mi caso me siento tentado a decir:
un universo de alucinaciones. La complejidad de los oráculos del profeta, quizá, sea la principal
razón por la cual evadimos leer con dedicación orante y obediente a Ezequiel.
Pese a nuestras limitaciones para entender esta sagrada obra literaria, no será para nosotros excusa
en desatender la voz de Dios. Todo lo contrario, haremos un esfuerzo por entender, digerir y vivir la
Palabra de Dios en este fascinante texto.

Una de las luces que podemos arrojar sobre este pasaje bíblico es un acercamiento al profeta.
Digamos algunas cosas sencillas: Ezequiel vivió en uno de los momentos más dramáticos de la
historia de Israel: el exilio babilónico. La deportación de los habitantes del reino del Sur a la región
mesopotámica tuvo lugar en dos fases importantes. La primera siguió a la conquista de Jerusalén por
el ejército de Babilonia en el año 597 a.C. La ciudad fue saqueada, el rey Joaquín (rey de los judíos)
hecho prisionero y deportado a Babilonia junto a la parte más activa de la población (2 R 25, 11-21).
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Parábola del Águila y la Vid
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Entre los deportados se encontraba Ezequiel, entonces muy joven. Diez años después, los babilonios
regresaron a Judá con más violencia, destruyeron la ciudad y deportaron de entre los judíos las clases
más cultas y con mayores capacidades (intelectuales y artesanales: 2 R 24, 10-17).
En Jerusalén quedaron escombros, cenizas, ruinas y las gentes enfermas, ancianas e inservibles para
la esclavitud.
Desde nuestro punto de vista, aquí en occidente, 2.500 años después, sospechamos de no saber qué
es peor: si haber quedado entre las tragedias y miserias de Jerusalén o entre los esclavos en
Babilonia. Ambas son desgracias lamentables que el Señor permitió sobre la casa de Israel por
persistir en el pecado.
Resulta que, en tanto los israelitas estaban esclavos en Babilonia, consiguieron el contacto de Egipto,
otro gran imperio político-militar del entonces, para confiar en ellos su liberación y quizá, preferían
ser esclavos de Egipto en lugar de Babilonia. Esto no agradó al Señor.

Con estas aclaraciones sobre el tapete, tratemos de entender la parábola de las águilas y la vid.
En las Escrituras, especialmente en los libros proféticos, es común ver la metáfora de la vid como
una referencia directa a los hijos de Israel, a la casa de Judá.
Así que la vid en la parábola de Ezequiel sostiene la referencia directa a los judíos.
Un poeta que vivió esta tragedia, en la que Babilonia destruyó a Jerusalén y se llevó las gentes
esclavas a su país, escribió el salmo 80.8-19, dice así:
Desde Egipto trajiste una vid; expulsaste a las naciones, y la plantaste. 9 Limpiaste el
terreno delante de ella, hiciste que echara raíces, y ésta llenó la tierra. 10 Los montes se
cubrieron con su sombra; los cedros de Dios se cubrieron con sus sarmientos. 11 Y la vid
extendió sus vástagos y sus renuevos hasta el mar, y hasta el gran río. 12 ¿Por qué
derribaste sus cercas? ¡Todos los que pasan le arrancan uvas! 13 ¡Los jabalíes le hacen
destrozos! ¡Las bestias salvajes la devoran! 14 Dios de los ejércitos, ¡vuélvete a nosotros!
Desde el cielo dígnate mirarnos, y reconsidera; ¡ven y ayuda a esta viña! 15 ¡Es la viña que
plantaste con tu diestra! ¡Es el renuevo que sembraste para ti!
16 ¡La han cortado! ¡Le han prendido fuego! ¡Déjate ver, y repréndelos, para que perezcan!
17 Pero posa tu mano sobre tu hombre elegido, sobre el hombre al que has dado tu poder.
18 Así no nos apartaremos de ti. Tú nos darás vida, y nosotros invocaremos tu nombre. 19
Señor, Dios de los ejércitos, ¡restáuranos! ¡Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvados!

Las águilas en las profecías bíblicas hacen referencia a poderes, gobiernos del mundo.
En la parábola de Ezequiel hay una águila más grande, quizá más poderosa que la otra. Una es el
águila que arranca la vid de entre los campos del Líbano y la trasladó a un país de mercaderes. Allá,
en territorio desconocido fue plantada de nuevo en lugares fértiles y con abundantes aguas. El águila
que arranca la vid de entre los campos del Líbano es Babilonia en cabeza del emperador
Nabucodonosor. El país de mercaderes, de terrenos fértiles y de aguas abundantes es Babilonia. Y
allí, aunque cautivos, empezó la vid a florecer, a reverdecer, a robustecer, a embellecer. Mejor dicho,
en la cautividad, Dios cuidó de su pueblo.
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Parábola del Águila y la Vid
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En el escenario aparece una segunda águila. Ezequiel en el vv. 7 la describe como muy grande, de
largas alas y hermoso parecer en los colores de su plumaje. Cuando la vid vio la segunda águila,
extendió hacia ella sus ramas, le pidió auxilio, confió en ella. No tuvo en cuenta que como vid estaba
bien plantada, en buenos terrenos, junto a abundantes aguas. En Babilonia contaba con garantías para
sobrevivir con ciertos privilegios. La segunda águila es el imperio egipcio. Los judíos estaban
esclavos en Babilonia, pero extendían sus manos a Egipto en señal de ayuda, de socorro, de
liberación. No sé si estaban conscientes, pero estaban eligiendo un verdugo peor del que ya tenían.
Dios esperaba que la vid levantara sus ramas hacia el cielo, hacia él.
Pero los judíos prefirieron confiar en un sistema político en lugar de confiar en el Señor.

Algunos de Uds. quizá pensarán, “Edison tan creativo, cómo interpretó esa parábola así no más.”
Ojalá pudiera hacer algo así; la interpretación de la parábola de las águilas y la vid la encontramos en
Ezequiel 17.12-16, que dice:
12 «Dile ahora a ese pueblo rebelde: “¿Todavía no entienden lo que esto significa?” Y diles
también: “Como ustedes saben, el rey de Babilonia vino a Jerusalén y tomó prisionero al rey y
a los príncipes de ustedes, y se los llevó a Babilonia; 13 se llevó también a la gente más
importante del país, y tomó prisionero a un miembro de la familia real, con el que hizo un
pacto bajo juramento. 14 Con esto, el reino quedaría totalmente sometido, aunque podría
subsistir mediante el cumplimiento del pacto.15 Pero ese personaje se rebeló contra el rey de
Babilonia y envió embajadores a Egipto para conseguir caballos y muchos soldados.” ¿Acaso
creen que quien hizo esto logrará su propósito y saldrá bien librado? ¿Acaso podrá salvarse
quien no respetó el pacto? 16 Yo les juro que morirá en Babilonia, allí donde habita el rey que
le permitió reinar, y cuyo pacto y juramento menospreció y no respetó. Palabra de Dios el
Señor.

El oráculo evidencia que el Señor está dispuesto a castiga a los israelitas exiliados en Babilonia
porque insisten en pecar, en incumplir las promesas e incumplir el pacto con su Dios.
Esclavos en Babilonia, llegaron a unos acuerdos con el rey; pero a espaldas de Nabucodonosor
tramaron un golpe bajo con el patrocinio de Egipto. Esa hipocresía y doble moral abominó el Señor.
Y advierte, por más poderoso que sea Egipto no escapará también del juicio divino.

Ahora hagamos otro esfuerzo, juntos vamos a discernir la voz del Señor para nosotros, de la que
propongo desempacar cuatro ideas:
La Iglesia como voz profética
La Iglesia y las alianzas políticas
La Iglesia y la santidad
La Iglesia, parábola de Dios
La Iglesia como voz profética
En el lenguaje teológico muchos términos han sido degradados, entre ellos la palabra “profecía”,
“profeta”, “profético”. Pero en su sentido más puro, teológicamente hablando, ¿qué significa
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Parábola del Águila y la Vid
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“profético”? Para iniciar, debemos aclarar que los profetas eran hombres de Dios y a la vez,
hombres del pueblo. En muchas ocasiones los profetas hablaron a los pueblos en nombre de Dios,
como también hablaron a Dios en nombre de los hombres. Estar como “mediador” entre Dios y los
hombres, fue la primera tarea de los profetas. Por razones de tiempo no alcanzo a hacer
demostraciones bíblicas, pero sí haré algunas referencias. Moisés, muchas veces habló a los hombres
de parte de Dios, como también fueron muchas las veces que habló a Dios de parte de Israel. Yo
creería que Moisés fue el primer “mediador” entre Dios y los hombres.
Con las palabras “voz profética”, a la luz del AT, se hace referencia a la denuncia del pecado
comunitario en relación con la Torá. Si las prácticas israelitas fueron incongruentes con la Torá, los
profetas levantaron sus voces para denunciar sus pecados. Fueron unos intérpretes extraordinarios de
sus realidades, y en base a esas correctas interpretaciones pudieron discernir el futuro.

La Iglesia de Cristo es profética en este sentido, por hoy, digamos que en dos direcciones: la
primera, como “mediadora entre Dios y los hombres”. Es decir, la Iglesia tiene que hablar al mundo
en nombre del Dios de Jesucristo. Igualmente tiene que hablar al Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo del mundo (intercesión). La segunda dirección profética de la Iglesia es la denuncia del
pecado. La Iglesia no puede cerrar su voz ni negociar las verdades eternas del evangelio en una
sociedad que quiere sepultar vivo a Dios. Por ejemplo, nos impusieron el aborto, el matrimonio gay,
las pedagogías LGBTI en las escuelas públicas, corrupciones de todos los tamaños en todas las
esferas de la sociedad. En fin. Como pueblo de Dios tenemos que entender nuestra labor en medio de
nuestro mundo, donde el pecado ya alcanzó las proporciones más degradantes de la humanidad sin
precedentes.
La voz profética debe denunciar los pecados internos de la Iglesia y los pecados de la sociedad,
señalando a Cristo como el Salvador eterno y sanador de las naciones.
El evangelismo es nuestra voz profética.
Estamos obligados -por el amor de Dios- a predicar todo el evangelio a toda criatura.

La Iglesia y las alianzas políticas


La historia de Israel y de la Iglesia se han tejido con hilos que unen política con religión, y esas
uniones, por siglos, han traído al mundo las peores desgracias. Pregúntale a la historia por EEUU,
Alemania, Reino Unido. Pregunte por el papel de la religión en las guerras mundiales. Pregunte por
la religión en las guerras árabes y palestinas. Esas uniones lo que han dejado en evidencia es que,
cuando la Iglesia pierde su razón de ser, se abre a los apetitos del poder. La Iglesia ha sido puesta en
el mundo, no para ejercer poder, sino para ejercer servicio. Jesús dijo, “quien quiera ser el grande
entre Uds., que sea el servidor.” Este no es un discurso en contra de la vocación política que tienen
algunos hermanos en Cristo, va en contra de las alianzas donde comunidades completas se vinculan
a partidos políticos que en últimas manchan su reputación, eclipsan la gloria de Dios y dejan pésimos
testimonios en el mundo.
Insisto en distinguir entre el político cristiano y las alianzas de comunidad con la política. Como
comunidad, como Iglesia, estamos obligados por el amor de Cristo a orar por todos nuestros
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gobernantes para vivir quieta y reposadamente; pero no estamos llamados, toda la comunidad -
insisto- en aliarnos con colores políticos, porque entre otras cosas, ningún partido político refleja los
valores del reino de Dios y su justicia. Algunas personas de la Iglesia tienen un llamado político, y
deben cumplirlo con integridad. Pero toda la Iglesia no está llamada a aliarse a la política, 1 Pd. 2.9
dice: Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios,
para que anuncien los hechos maravillosos de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz
admirable. Israel hizo alianza con águilas de este mundo, creyendo que así escaparían del juicio
divino. Sus alianzas con los gobiernos de este mundo, lo que provocó fue más ira de Dios.

La Iglesia y la santidad
Identifico en la explicación de la parábola dos reproches del Señor para su pueblo: 1. que no
cumplieron los acuerdos con Babilonia, 2. que no cumplieron el pacto. Estos dos incumplimientos se
relacionan directamente con la falsedad, la mentira y por otro lado, con la falta de santidad.
Mentirosos para con Babilonia, rebeldes para con Dios.

La parábola dice que la primera águila arrancó del Líbano la vid del Señor, pero la plantó de nuevo
en laderas fértiles de un país comercial, poderoso y junto a abundantes aguas. Una manera de decir
que, aunque exiliados, pues Dios cuidaba de ellos en aquel pagano país.
Su deber como pueblo de Dios era hacer quedar bien el nombre de Dios en Babilonia. La tarea de los
israelitas en Babilonia, era arrepentirse y glorificar a Dios. En lugar de ello, hicieron todo lo
contrario. Y bueno, su rebeldía contra los mandamientos del Señor los llevó al cautiverio y en
cautiverio perseveraron en sus pecados.

La Iglesia de Jesucristo reconoce que, aunque está en el mundo no pertenece al mundo. En este
mundo nos entendemos “peregrinos y extranjeros”. El proyecto divino no consiste en que la Iglesia
escape del mundo, sino en que sea la sal y la luz al mundo.
Daniel por ejemplo, vivió el cautiverio en Babilonia, su vida integral agradó a Dios en tanto fue
esclavo de Nabucodonosor. Inclusive, recibió honores y participaciones en el poder muy
significativos. Dios lo bendijo, lo respaldo y se glorificó en su vida, aunque viviera el cautiverio. Eso
que Dios hizo a través de Daniel, quiso hacerlo a través de todo israel.

La santidad, hasta donde Dios me permite comprenderla, es alegría + amor. Y de ellos debemos
contagiar la humanidad y la creación entera: de alegría y amor. Eso es santidad.

La Iglesia, parábola de Dios


Muchas son las cosas que se precisan para entender la palabra “parábola”, como para entender las
parábolas de la Escritura. Entre toda la riqueza que hay en las parábolas bíblicas, por hoy comparto
un poco para explicar lo que deseo comunicarles: la Iglesia como parábola de Dios.

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Parábola del Águila y la Vid
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Las parábolas fueron un lenguaje especial de Dios. Un recurso de comunicación. Una manera de
hacer presente a Dios entre lo sencillo, lo cotidiano, lo vivido una y otra vez.
La Iglesia, entre otras, es parábola de Dios en tanto se comunica a través de ella al mundo entero. La
Iglesia se integra de todos aquellos que son salvados por la obra extraordinaria e inigualable de Jesús
en la cruz del calvario. De entre todos los salvados, hay carpinteros, panaderos, diseñadores, artistas,
administrativos, abogados, recicladores, constructores, médicos, amas de casa, profesores,
académicos, campesinos. Note pues que son personas de todos los pueblos y de todas las profesiones
que existen en lo ordinario del día a día. Cada una de estas personas refleja fielmente a Jesús.
Anuncia de Jesús en sus círculos sociales. Demuestra y proclama a Cristo en sus relaciones
interpersonales. Evangelizamos. Somos un recurso de comunicación, a través del cual Dios hace
contacto con el mundo. Así, hacemos presente a Dios en la tierra, en el trabajo, en el deporte, en las
diversiones, en las artes, en las comunicaciones, en las tecnologías.
Por la Iglesia, Dios está en el mundo. Somos parábola, no sólo en lo comunicativo; somos parábola
en lo dramático. Es decir, protagonizamos las parábolas de Jesús. Ud. y yo somos el buen
samaritano. Ud. y yo somos el sembrador que sale a sembrar. Ud. y yo somos el panadero que leuda
la masa. Ud. y yo somos aquel que perdonó las deudas a su prójimo. Somos la parábola viva,
tangible, perceptible, palpable de Dios en la tierra. No somos la vid, pero sí somos las ramas de la
vid verdadera. Nosotros, las ramas, no podemos estar extiendo nuestros gritos de auxilio a las águilas
de este mundo, a los sistemas políticos en los que nos sentimos tentados a confiar. Quienes confían
en algún color o sistema político son idólatras; nosotros como el salmista levantamos los ojos al
cielo y preguntamos, ¿de dónde vendrá mi socorro? Y encontramos esta hermosa respuesta en la
Escritura: “mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra”.
La Iglesia como voz profética
La Iglesia y las alianzas políticas
La Iglesia y la santidad
La Iglesia, parábola de Dios

Conclusión
● Si la iglesia no está denunciando el pecado, quizá sea porque se está aliando con él.
● Hay que evangelizar la política. No politizar el evangelio.
● Cuando nos encontremos en diversas condiciones de dolor o sufrimiento, extendamos
nuestras manos al cielo, no a los vecinos. Quienes confían en los hombres quedan bajo
maldición; quienes confían en el Señor son benditos por siempre.

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