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CURSO: CIENCIA Y DESARROLLO SUSTENTABLE

CIENCIA Y DESARROLLO

RUY PÉREZ TAMAYO*


* Miembro del Consejo Consultivo de Ciencias de la Presidencia, Profesor Emérito dela Universidad Nacional Autónoma de México, Miembro de la
Academia Mexicana de la Lengua.

ALGUNAS DEFINICIONES
Conviene iniciar este texto precisando en forma específica el significado que se dará a los dos
términos de que consta su título, en vista de que con frecuencia se usan con sentidos muy distintos.
a) Ciencia se define como aquella actividad humana creativa cuyo objetivo es la comprensión de
la naturaleza cuyo producto es el conocimiento, obtenido por medio de un método científico
organizado en forma deductiva y que aspira a alcanzar el mayor consenso entre los expertos. En
esta definición, la ciencia se concibe no como una colección de hechos y teorías, como la describe
el Diccionario de la Real Academia Española ("conjunto de conocimientos obtenidos mediante la
observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y
leyes generales ...") sino más bien como un proceso activo desarrollado por el hombre, en virtud de
que es la única especie capaz de llevarlo a cabo; este proceso se considera creativo porque no se
limita a recoger información sino que incluye formulación de hipótesis sobre la posible
configuración de la naturaleza, que serán más acertadas y más fecundas mientras mejor sea la
imaginación y más perspicaz la intuición del científico: la meta última de la ciencia es explicar los
fenómenos que constituyen la realidad, o sea que su ámbito se restringe al mundo natural y no tiene
nada que ver con lo que salga de esos límites (si es que hay algo) el único producto de la actividad
científica es el conocimiento científico, lo que no es una redundancia porque hay otros tipos de
conocimiento, como el filosófico o el intuitivo; este conocimiento se obtiene por medio de un
método científico, lo que significa siguiendo ciertas reglas generales que son distintas para
diferentes ciencias pero que tienen en común estar organizadas en forma deductiva, o sea haciendo
predicciones particulares a partir de proposiciones más generales; finalmente, la ciencia es un
fenómeno social y basa su fortaleza en el consenso sobre su contenido entre los sujetos
técnicamente capacitados para opinar con autoridad sobre él. En la definición de ciencia señalada
no se mencionan varios aspectos que aparecen en otras definiciones y que conviene señalar
brevemente. En primer lugar, no se mencionan leyes o teorías en vista de que su importancia, que
es grande en la física y en la astronomía, es mucho menor en las ciencias biológicas y en las
sociales; en segundo lugar, no se habla de experimentos u observaciones porque constituyen
acciones variables y electivas según las ciencias y los problemas de que se trate; en tercer lugar,
no se citan hechos o conceptos nuevos como los resultados de la ciencia porque ni siempre se trata
de hechos ni los conceptos nuevos son exclusivos de la ciencia; en cuarto lugar, no se hace
referencia a la reproducibilidad de los fenómenos estudiados porque quedarían fuera varias
disciplinas que se ocupan de acontecimientos únicos (geología, economía, historia); y en quinto
lugar, no se mencionan ni la predicción ni el control de la naturaleza como objetivos de la ciencia,
otra vez porque sólo se aplican a algunas ciencias, como la física o la fisiología, pero son
irrelevantes para otras disciplinas, como la geografía o la sociología. Cuando una actividad humana
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cumple con los requisitos de la definición de ciencia enunciada arriba, debe considerarse como
miembro integrante de las ciencias genuinas. Sin embargo, durante el largo proceso de
documentación de las observaciones o (cuando es posible) de la reproducibilidad de los fenómenos,
así como el establecimiento del consenso general entre los expertos sobre el conocimiento derivado
de ellas, la actividad mencionada no cumplirá con los requisitos de la definición. En este caso sigue
siendo ciencia, pero se considera como incipiente o incompleta. Puede ser que el conocimiento
generado por la actividad en cuestión no se confirme o no sea reproducible, y de esta manera se
demuestre que estaba equivocado; esto puede ocurrir antes de que se haya alcanzado consenso
sobre él, o bien después de un tiempo más o menos largo en que se aceptó como verdadero. En
ambos casos se trata de ciencia perfectamente legítima, en vista de que así es como se da la
investigación científica en la vida real. Lo importante es reconocer que el conocimiento científico
no tiene que ser "verdadero" para ser aceptable; de hecho, nunca lo es en forma absoluta. Lo que
sí debe buscarse es que sea una mejor explicación de la que se cuente en ese momento para los
hechos a que se refiere. b) El término desarrollo es menos específico que ciencia, al grado que
cuando se usa sin adjetivo o adverbio puede querer decir casi cualquier cosa, como ocurre con el
verbo desarrollar en el Diccionario de la Real Academia: "1. Extender lo que está arrollado,
deshacer un rollo... 2. Acrecentar, dar incremento a algo de orden físico, intelectual o moral... 3.
Explicar una teoría y llevarla hasta sus últimas consecuencias... 4. Exponer o discutir con amplitud
cuestiones, temas, lecciones, etc.". En el lenguaje cotidiano, se habla de desarrollo físico con
referencia a los atletas, de desarrollo cultural cuando se discute la música o la pintura, de
desarrollo social cuando se analizan las carencias o beneficios de la comunidad, de desarrollo
económico cuando se piensa en la balanza de pagos o en el producto interno bruto, de desarrollo
científico cuando se repasan las instituciones dedicadas a esta actividad o sus resultados se
comparan numéricamente con los de otros países, de desarrollo tecnológico cuando se cuentan el
número de patentes registradas, etcétera. En general, en nuestro medio el término desarrollo tiene
dos usos coloquiales: 1. Sirve para designar el estado actual de un proceso histórico, como por
ejemplo "el desarrollo de la pintura a partir de los impresionistas y hasta el presente", y 2. Se usa
para referirse al futuro de una situación contemporánea, como por ejemplo: "el desarrollo de la
medicina genómica en el siglo XXI". En el lenguaje político habitual en México hoy, la palabra
"desarrollo" casi siempre va seguida, actual o implícitamente por el adjetivo "económico". Desde
un punto de vista humano, tal restricción refleja una estrechez de objetivos que no sólo es grotesca
sino absurda, porque representa la sustitución de una realidad inmensamente rica y variada, por el
reducido y poco interesante mundo de los economistas, una reducción de Homo sapiens (el hombre
que sabe que sabe), a Homoo economicus (el hombre que cuenta). En lo que sigue el término
desarrollo se usa en el sentido humano más amplio y generoso, lo que incluye la realización de una
extensa pluralidad de valores culturales, morales, políticos, sociales, personales y (también)
económicos. Mi postura es que el desarrollo económico del país no es un fin sino un medio para
alcanzar fines o sólo verdaderos sino cultural y oralmente deseables, o sea fines individuales y
colectivos de carácter plenamente humano. Esta postura se basa en mi convicción de que la única y
última justificación de un gobierno en mi país (y en todos los países del mundo) es que yo, y
conmigo todos los demás ciudadanos de México y del mundo, vivamos mejor.
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LOS USOS DE LA CIENCIA


¿Para qué sirve la ciencia? La pregunta, a principios del siglo XXI, podría parecer superflua,
cuando no simplemente absurda. La respuesta más simple podría ser para casi todo. Repasando lo
que una persona normal hace durante la primera hora del día ¿qué es despertarse (quizá con ayuda
de un reloj despertador), prender la luz, bañarse con agua caliente (si es el caso y lo acostumbra,
rasurarse) vestirse para ir a trabajar, desayunarse o no, salir, transportarse al sitio de sus
ocupaciones por medio de su automóvil, de un bus o del Metro; absolutamente todo eso es producto
de la ciencia; el reloj despertador, la luz eléctrica, el calentador del agua, la espuma y la navaja para
rasurarse, la ropa que se pone, la estufe y la cafetera en que prepara su café y el vehículo que usa
para desplazarse. Antes de que se desarrollara la ciencia como la conocemos ahora, es decir, antes
del siglo XVI, las personas normales hacían lo mismo en la primera hora del día, pero en forma
completamente diferente: no había reloj despertador (quizá su función la desempeñaba un gallo), no
había luz eléctrica (prendía una vela), no había agua caliente en el baño, si había baño (no se
bañaba), se vestía para ir a trabajar (con ropa fabricada en casa), y se iba a trabajar a pie o a caballo.
Lo que deseo señalar es que la ciencia y la tecnología están presentes en casi todos los productos y
las facilidades que distinguen al mundo contemporáneo de la Edad Media y del Renacimiento,
porque la ciencia fue la fuerza que generó al mundo moderno y es la actividad creativa que lo
caracteriza. Así como en general se acepta que el pensamiento filosófico racional se originó y
representa la contribución más significativa de la Edad Clásica, que la religión prevaleció en forma
hegemónica en la Edad Media, y que el arte y el humanismo florecieron durante el Renacimiento,
de igual manera es aceptable que la ciencia y la tecnología sustentan y explican a la Modernidad y
no se vislumbra que en el futuro las cosas puedan ser diferentes. La razón por la que la ciencia
sirve para casi todo es porque genera el conocimiento, y éste a su vez confiere poder. Aquí el
término "poder" no se usa en su sentido político o económico, de autoridad o de riqueza, sino en su
sentido científico, que es "poder hacer" por medio del entendimiento. Si un dictador desea que
todos sus súbditos se vistan con ropas de color verde, tiene que contar con alguien que sepa cómo
producir suficientes vestidos, camisas y pantalones de ese color para toda la población; si este
personaje no existe, por más órdenes que firme el dictador sus deseos no podrán cumplirse.

El poder de la ciencia y la tecnología es verdaderamente formidable, y para ilustrarlo sólo usaré dos
ejemplos. El primero, al final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, los países perdedores,
Alemania, Italia y Japón, estaban en ruinas, devastados tanto desde un punto de vista humano (la
pérdida de buena parte de toda una generación de jóvenes) como físico, social y económico; sin
embargo, en sólo treinta años ya se habían reconstruido casi por completo y estaban compitiendo
política y económicamente con los países vencedores, los Estados Unidos de América (que no
sufrió la guerra en su territorio, excepto Pearl Harbor), Inglaterra y Francia. Este "milagro" no se
logró rezando en las iglesias o haciendo peregrinaciones a lugares santos, sino trabajando a
marchas forzadas y usando todos los recursos de la ciencia y la tecnología más avanzadas, muchos
de ellos desarrollados por los mismos miembros de los países afectados. El segundo, en 1939
triunfó la rebelión de los militares franquistas (apoyados por los nazis alemanes y los fascistas
italianos) contra la República Española, con lo que cientos de miles de ciudadanos abandonaron su
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país, entre ellos un buen número de científicos e intelectuales; España se hundió entonces en una
dictadura militar feroz que se ensañó en contra de la cultura liberal y moderna que promovía la
República e instaló una estructura autoritaria, fanática y casi medieval. Sin embargo, con el tiempo,
los militares y los curas fueron cediendo parte de su poder (fueron envejeciendo) y el genio español
fue recuperando las universidades y los centros de cultura, hasta que con la muerte de Franco y la
instalación de la Monarquía Parlamentaria se recuperó la libertad del pensamiento. Los españoles
ya sabían lo que tenían que hacer para mejorar las condiciones de vida en su país, porque era
precisamente lo que estaban haciendo cuando estalló la Guerra Civil, que era modernizar España
por medio de la ciencia y la tecnología europea y estadounidense. En menos de una generación
España se recuperó de la noche franquista, se incorporó a la Comunidad Europea, y hoy es un país
del Primer Mundo, en donde los ciudadanos viven mejor. Quizá la función más importante de la
ciencia es que implica la racionalidad, requiere no sólo la consistencia interna de sus postulados
(una exigencia lógica) sino también su correspondencia con la realidad (una exigencia empírica). El
espíritu científico se caracteriza por su autonomía de la autoridad, o sea que lo importante es lo
que se dice y no quién lo dice: las proposiciones científicas se examinan en búsqueda de su
concordancia con la realidad objetiva, la que está "ahí afuera", y no contextos clásicos más o
menos venerables o con dogmas autoritarios no razonados.

La posibilidad de que los seres humanos algún día adoptemos una postura racional frente a los
múltiples problemas que enfrentamos, tanto al nivel personal como al nivel de sociedades, naciones
o culturas, puede parecer utópica y probablemente lo es, pero la ciencia será responsable de la
medida en que tal meta se alcance. En ciertos círculos se acostumbra distinguir entre dos clases de
ciencia, la básica y la aplicada. Seguramente que esta clasificación no se le ocurrió a ningún
verdadero científico activo, o sea alguien ocupado profesionalmente en la generación de nuevos
conocimientos; más bien parece sugerida por algún funcionario o administrador, sin experiencia
personal en el campo. Los términos sugieren que el conocimiento derivado de la ciencia básica no
tiene un uso práctico inmediato, mientras que el producido por la ciencia aplicada sirve para
resolver algún problema. Pero los científicos sabemos muy bien que toda la ciencia es aplicada,
porque el conocimiento básico sirve, en primer lugar y de manera fundamental, para plantear
nuevas interrogantes y diseñar nuevos experimentos, que pueden llevarnos a más conocimientos.
Algo semejante pasa con la llamada ciencia pura (cuyo término opuesto no sería aplicada sino
impura) o no comprometida, con lo que sus detractores pretenden descalificar a la investigación
científica no orientada en principio a resolver algún problema prioritario, que con frecuencia es
simplemente tecnológico. La única clasificación de la ciencia aceptable para los científicos es en
función de su calidad: hay ciencia bien hecha y ciencia mal hecha. La distinción entre estos dos
tipos de ciencia es un asunto técnicamente muy complejo, que requiere criterios especializados y
conocimientos profundos del área específica de que se trate, por lo que se sale de la competencia de
burócratas no científicos. Arriba he señalado que la ciencia sirve para casi todo. Desde luego, como
el ámbito de la ciencia es la realidad, o sea el mundo natural, el todo mencionado es precisamente la
naturaleza, por lo que en principio se excluye a lo mágico y a lo sobrenatural (si es que hay algo).
Pero el casi contiene por lo menos tres cosas que existen en la realidad pero a lo que la ciencia no
les sirve, que son el arte, las leyes y la filosofía. Desde luego que el arte puede estudiarse
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científicamente (¿puede estudiarse de otra manera?) y hasta realizarse en forma científica, pero hay
artistas creativos cuya actividad no reconoce como objetivo la comprensión de la naturaleza sino
más bien la libre expresión de sus sentimientos y de sus interpretaciones, y cuyo producto no es el
conocimiento sino una emoción estética. Las leyes son normas que regulan el comportamiento
social del hombre y que se basan en la racionalidad, pero que carecen de existencia en el mundo
real, por lo que no tienen uso para la ciencia. Por otro lado, el pensamiento filosófico es racional
pero cuando se mantiene al nivel de conceptos y de formulaciones teóricas no posee un componente
empírico, por lo que no puede considerarse como científico. En otros tiempos se conoció a la
filosofía como la "reina de las ciencias", cuando incluía en sus dominios a todo el conocimiento y a
otras cosas más, pero de entonces a ahora ha venido sufriendo la merma progresiva de su contenido
hasta quedarse reducida a aquello no reclamado por la fe y por la ciencia. De acuerdo con Rusell:
La filosofía como ya lo entiendo es algo intermedio entre la teología y la ciencia. Como la teología,
consisten en especulaciones sobre asuntos en los que hasta hoy no se ha logrado alcanzar ningún
conocimiento definitivo; pero como la ciencia, se apoya en la razón en lugar de la autoridad, sea
tradicional o por revelación. Todo el conocimiento definitivo —yo afirmo— pertenece a la ciencia;
todos los dogmas que están más allá del conocimiento definitivo pertenecen a la teología. Pero entre
la ciencia y la teología persiste una tierra de nadie, sujeta a ataques de ambos lados; tal tierra de
nadie es la filosofía.

EL DESARROLLO DE LA CIENCIA
Existe la idea de que la ciencia, tal como la conocemos en la actualidad, nació en el mundo
helénico, entre los siglos V y I a.c., con los esfuerzos de los filósofos pre-socráticos por encontrar
explicaciones sobre la existencia del mundo y la inmensa variabilidad de la naturaleza, que no
incluyeran a fuerzas divinas o sobrenaturales. Desde luego estos antecedentes son reales, pero se
refieren sólo a un elemento de la ciencia, mismo que comparte con otras formas de pensamiento y
de actividad humana, que es la racionalidad. En cambio, los griegos no incluyeron a la
experimentación en su búsqueda del conocimiento, no postularon la necesidad de someter sus
especulaciones a la prueba de confrontarlas con la realidad. También se dice que los precursores de
los científicos modernos eran los alquimistas medievales, porque encerrados en sus cuevas
misteriosas realizaban experimentos dirigidos a lograr la transmutación de los metales en oro y a
encontrar la piedra filosofal. También esta opinión tiene algo de cierto, porque los alquimistas
manipulaban a la naturaleza haciendo destilaciones, fermentaciones, precipitaciones y
sublimaciones, pero siempre en el ámbito de lo sobrenatural y convocando la ayuda de distintas
deidades, de Hermes Trimegisto o del mismo Satanás. Los griegos no experimentaron y los
alquimistas no se sometieron a la racionalidad, por lo que aunque precursores de la ciencia, no
lograron la síntesis de la razón con la realidad, que es lo que caracteriza a la ciencia moderna. La
razón es necesaria pero no es suficiente para generar conocimiento científico, y lo mismo puede
decirse de la observación o la experimentación sin ideas, el tener ideas y ponerlas a prueba
representa lo que hoy conocemos como ciencia. Esta actividad humana surgió poco a poco durante
los siglos XVI a XV ni en Europa, y puede caracterizarse como una lucha en contra del llamado
principio de autoridad. De acuerdo con este principio, la verdad de una proposición depende de
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quien la hace y del documento en que se apoya; durante la Edad Media y a principios del
Renacimiento, en Europa la máxima autoridad era eclesiástica (el Papa y las Sagradas Escrituras),
de modo que sólo era verdadero lo que estuviera sancionado por el Papa y no contradijera a la
Biblia. Como este libro es una colección de textos escritos hace más de dos mil años, cuando los
conocimientos acerca de la realidad eran muy rudimentarios, era inevitable que con más años de
observación y mejores técnicas (como el telescopio) poco a poco se fueran haciendo observaciones
que no coincidían con las Sagradas Escrituras. El enfrentamiento entre Galileo y la Iglesia Católica,
Apostólica y Romana es bien conocido, pero hubo muchos otros episodios en los que la iglesia
rebatió los hallazgos de la ciencia que contradecían a la Biblia, usando para ello no sólo la
excomunión de los científicos sino la tortura y la hoguera, instrumentos favoritos de la Santa
Inquisición. No todos los científicos del siglo XV eran antirreligiosos, sino todo lo contrario: tanto
Newton como Hooke hacían sus estudios sobre cosmología y microscopía, respectivamente, para
"comprender mejor los designios de la Divinidad", mientras que Vesalio no desafió la autoridad de
la iglesia sino la de los libros de anatomía de Galeno. La revolución científica se realizó sobre todo
en Italia y los países del norte de Europa, y coincidió con la reforma religiosa luterana. La
importancia de este episodio ha sido subrayada por Butterfield como sigue: Como esta revolución
ha sido la que echó abajo la autoridad de que gozaban en la ciencia no sólo la Edad Media sino
también el mundo antiguo —acabó no solamente eclipsando la filosofía escolástica, sino también
destruyendo la física de Aristóteles—, cobra un brillo que deja en la sombra todo lo acaecido desde
el nacimiento de la Cristiandad y reduciendo el Renacimiento y a la Reforma a la categoría de
meros episodios, simples desplazamientos de orden interior dentro del sistema del cristianismo
medieval. Como cambió el carácter de las operaciones mentales habituales en el hombre, incluso en
las ciencias no materiales, al mismo tiempo que transformaba todo el diagrama del universo físico y
hasta lo más íntimo de la vida misma, cobra una extensión tan tremenda como la verdadera fuente
del mundo y de la mentalidad modernas, que la periodización que establecíamos habitualmente en
la historia europea ha pasado a ser un anacronismo y un estorbo. Durante las primeras etapas de la
revolución científica, en los siglos XVI Y XV, las disciplinas que avanzaron con mayor rapidez y
tuvieron sus mayores triunfos fueron las matemáticas, la física y la astronomía, de modo que hubo
la tendencia, reforzada en los dos siglos siguientes, a considerar a las ciencias físico-matemáticas y
a la astronomía como las más representativas, y finalmente se postuló que, en última instancia,
cuando ya se hubiera avanzado lo suficiente en el conocimiento, todas las ciencias se reducirían a
una sola, que sería la física. En esos tiempos se hablaba con gran convicción de "El método
científico" y lo que se describía con ese nombre incluía los conceptos a priori, la matematización
del conocimiento científico, el papel crucial de las teorías y de los criterios para seleccionar a la
mejor entre ellas, etc. Sin embargo, con el crecimiento de las ciencias naturales, sobre todo la
expansión de la biología y el desarrollo simultáneo de otras disciplinas relacionadas con el hombre,
el panorama científico ha cambiado radicalmente y requiere una reconsideración total de la filosofía
de la ciencia decimonónica. Hoy ya sabemos que no todos los fenómenos naturales son reducibles a
expresiones matemáticas, que no todos los hechos que constituyen la realidad son analizables
experimentalmente, que no todas las hipótesis válidas pueden confrontarse directamente con la
realidad a la que se refieren, que el mecanismo y el determinismo que prevalecieron en la física y en
la astronomía de los siglos XV a XX deben complementarse ahora con los procesos estocásticos, la
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pluralidad de causas, la organización jerárquica de gran parte de la naturaleza, la emergencia de


propiedades no anticipables en sistemas complejos, y otros aspectos nuevos más, derivados no sólo
de las ciencias biológicas sino también de las sociales y humanísticas, como la economía, la historia
y la política. Con su fenomenal crecimiento y desarrollo durante el siglo XX, los límites entre la
ciencia real y las seudociencias se han vuelto tenues y a veces difíciles de percibir, sobre todo
porque ya no existe "El método científico", o sea una serie definida de pasos sistemáticos que
cuando se siguen en forma rigurosa invariablemente terminan por generar la respuesta correcta a
cualquier pregunta en cualquier disciplina. En la definición de ciencia propuesta en páginas previas
se incluye la exigencia de que el conocimiento se obtenga por "un método científico organizado en
forma deductiva", lo que implica la existencia de varios métodos diferentes que comparten dos
características: ser científicos y ser deductivos. El carácter científico de un método se identifica
cuando sigue las "reglas del juego"de la ciencia, que en mi experiencia son las siguientes seis:1) No
decir mentiras. Debe distinguirse ente la mentira, que es la afirmación de que algo es verdadero
cuando sabemos que es falso, y el error, que es la afirmación de que algo es verdadero porque así lo
creemos pero en realidad es falso. El error es inevitable porque la perfección no forma parte de la
condición humana, pero el científico debe ejercer toda su capacidad para reducirlo al mínimo
posible. En cambio, la mentira está proscrita en la ciencia, como lo está en otras actividades
humanas, como el amor, la publicidad o la política. 2) No ocultar verdades. El científico debe
presentar todos los datos que han permitido llegar a la conclusión que propone, para que otros
investigadores puedan reproducir sus observaciones. Cuando se oculta parte de la información que
ha permitido alcanzar un resultado no se está diciendo una mentira, pero se está impidiendo que la
ciencia ejerza sus funciones críticas. Esto ocurre sobre todo en campos muy competitivos, en los
que un científico que ha inventado una técnica desea aprovecharla al máximo antes de que sus
colegas la conozcan; como todos sabemos, es la regla entre fabricantes y empresas productivas y
constituye la base del sistema de patentes. 3) No apartarse de la realidad. Se ha señalado que la
ciencia es una actividad limitada a la naturaleza, a lo que constituye la realidad. Pretender incluir
dentro de la ciencia a aspectos sobrenaturales o fantásticos es ir en contra de su espíritu. Casi
siempre es fácil distinguir entre lo irreal y lo verdadero, pero ocasionalmente el nuevo conocimiento
puede ser tan inesperado que al principio se rechace como inexistente; la historia de la ciencia
revela varios episodios de este tipo.4) Cultivar la consistencia interna. Las conclusiones del
científico no pueden ser internamente contradictorias, pero en cambio los descubrimientos
importantes con frecuencia contradicen ideas o conceptos previamente aceptados. Esta regla es
válida para todas las formas de comportamiento humano racional, pero puede ser violada por los
poetas, a veces con resultados admirables. 5) No rebasar el conocimiento. La extrapolación de la
información a lo desconocido (la hipótesis) en una operación mental perfectamente válida siempre
que se haga con carácter provisional, de especulación o de predicción, lo que incluye el
compromiso de verificación, y de cambio o hasta de rechazo, en caso de no resultar correcta. El
problema surge cuando la hipótesis no permite su examen analítico, porque entonces cae fuera de la
ciencia. 6) Los hechos también se "equivocan". Los científicos sabemos muy bien lo difícil que es
estar seguros de que las cosas son como parecen ser, o como creemos que deberían ser. Podemos
equivocarnos muy fácilmente si tomamos a nuestras primeras experiencias de un fenómeno como la
realidad. Hemos aprendido que debemos observarlo muchas veces, con distintas técnicas, hacer
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toda clase de analogías, de comparaciones y de experimentos, volver a él cuantas veces sea


necesario, esperar las observaciones y las críticas de otros investigadores, y aun así, las cosas
todavía pueden ser muy distintas de lo que creemos. La ciencia progresa gracias a la incorporación
de nuevos conocimientos, que muchas veces sólo son la demostración de que la realidad que ya
aceptábamos como buena no era realmente así sino de otra manera, más o menos distinta. La
ciencia de principios del siglo XXI es muy distinta de la ciencia delos siglos XVI y XV: de una
actividad privada, desarrollada por unos cuantos individuos excéntricos, sin apoyo oficial alguno y
hostilizada por la iglesia, se ha transformado en una inmensa fuerza internacional que no sólo
influye sino que regula y determina casi todos los aspectos de la vida individual y social
contemporánea del mundo occidental.

LA CIENCIA Y EL DESARROLLO
a) La ciencia para el desarrollo. En nuestro tiempo y en nuestro medio, la forma habitual de
concebir a la ciencia por políticos, locutores de televisión, diarios, revistas y otros medios de
comunicación masiva es como un elemento más para el desarrollo económico del país. De acuerdo
con todos estos formadores de opinión pública (no sólo los actuales, sino todos sus equivalentes
hacen por lo menos cinco sexenios). México debe apoyar a su ciencia por que representa un factor
importante para alcanzar su ansiado desarrollo económico. Se trata del antiguo concepto
utilitarista de la ciencia, que la define como simple generadora de tecnologías para resolver
problemas locales y mejorar la competitividad de las empresas nacionales en el mercado
internacional. De acuerdo con esta postura, el subdesarrollo de la ciencia y la tecnología mexicanas
es un síntoma más, otra consecuencia, del subdesarrollo general de todo el país, que no cuenta con
los recursos necesarios para apoyar a la ciencia como ésta lo necesita, pero "en cuanto empecemos a
salir del hoyo aumentaremos del 0.3% al 1.0% del PIB el gasto anual en ciencia y tecnología". Un
punto de vista diferente, y por lo tanto minoritario e impopular (además de poco conocido) sobre el
tema es que la ciencia y la tecnología no están subdesarrolladas en México porque nuestro país sea
subdesarrollado, sino que México es un país subdesarrollado porque su ciencia y su tecnología no
se han desarrollado. En esta postura, por lo que se considera como síntoma o consecuencia de
nuestro subdesarrollo pasa a ser una de sus causas principales, si no es que la más importante. Un
breve resumen de la evolución histórica del desarrollo de la ciencia y la tecnología en nuestro país
en el siglo XX sería el siguiente: Durante los treinta años de "paz porfiriana", la ciencia en México
empezó a desarrollarse en forma incipiente pero positiva, su crecimiento se interrumpió durante los
diez años de la Revolución armada pero se reanudó tímidamente en la Universidad Nacional de
México a partir de1929, adquirió carácter más oficial en 1939, con la fundación del Instituto de
Salubridad y Enfermedades Tropicales, continuó en forma acelerada en 1943, con la fundación del
Hospital Infantil de México, en 1944 con la fundación del Instituto Nacional de Cardiología, y en
1946 la del Hospital de Enfermedades de la Nutrición. Todas estas instalaciones médicas tenían
un doble carácter, asistencial y científico, y fueron el núcleo inicial de lo que hoy son los diez
Institutos Nacionales de Salud, el grupo más importante de dependencias oficiales con funciones
científicas en el sector salud del país. Por decreto presidencial, en 1943 también se creó el Instituto
Nacional de la Investigación Científica, pero con un presupuesto tan limitado que sólo alcanzaba
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para otorgar unas cuantas becas anuales a estudiantes graduados que deseaban continuar sus
estudios en el extranjero; en 1960 este Instituto se reorganizó pero siguió sufriendo las mismas
limitaciones económicas, por lo que en 1970 fue sustituido por el CONACYT, organismo oficial
formalmente encargado de promover y apoyar el desarrollo de la ciencia y la tecnología en el país.

En el seno de la UNAM, en 1938 se crearon los Institutos de Geografía y de Física, en 1939 empezó
a funcionar la Facultad de Ciencias, en 1941se fundaron el Instituto de Química y el Laboratorio de
Estudios Médicos y Biológicos (precursor del Instituto de Investigaciones Biomédicas), en 1942 el
Instituto de Matemáticas, y en 1945 el Instituto de Geofísica, el Consejo Técnico de la
Investigación Científica y la Coordinación de la Investigación Científica. En 1959 se fundó la
Academia de la Investiga-ción Científica (que en 1996 se convirtió en la Academia Mexicana de
Ciencias) y en 1961 se creó el Cinvestav, que fue la última institución autónoma dedicada a la
investigación científica y a la enseñanza de posgrado fundada por el Estado en el siglo XX. Entre
1940, año en que la Casa de España se transformó en el Colegio de México, y 1994, en que se
fundó el Centro de la Frontera Sur, el CONACYT estableció 27 centros de investigación científica
y humanística, así como de desarrollo tecnológico, 19 de ellos en provincia, que en la actualidad
conforman el Sistema SEP-CONACYT En el año 2002 había registrados en el Sistema Nacional
de Investigadores 8018 científicos, lo que representa menos de un investigador porcada 10 000
habitantes (cinco por cada 10 000 miembros de la población económicamente activa, mientras que
en los Estados Unidos hay 74, en Suecia 58 y en Francia 59). El promedio de edad de los
científicos que laboran en la UNAM (la institución con el mayor número de científicos en todo el
país) es de casi cincuenta años. La productividad científica de México, expresada en el porciento de
las publicaciones generadas por diferentes países, es del 0.64%, mientras que la de los Estados
Unidos es del 34.06%, la de Canadá es del 4.48%, la de España es del 2.92%, y la de Brasil es del
1.33%. Mientras en México, en el año 2000, se graduaron 1000 doctores, en los Estados Unidos se
graduaron 45 000, en España 5 000 y en Corea 4 000. El gasto anual en ciencia y tecnología,
expresado en el por ciento del PIB, es de 0.4% en México (el más bajo en todos los países de la
OCDE, aún en comparación con Chile o Brasil), mientras que en España es de 0.9%, en Alemania
es de 2.4%, en los Estados Unidos es de 2.6% y en Japón es de 3.0%. Las cifras anteriores retratan
mejor que las palabras el estado de profundo subdesarrollo de la ciencia y la tecnología en
México. Dadas las circunstancias señaladas, y otras muchas que sería redundante mencionar, el
diagnóstico del gran atraso científico del país es obvio. Conviene señalar que en ciertos campos de
la ciencia México ha contado y actualmente cuenta con científicos individuales del más alto nivel,
comparables en su calidad académica y su creatividad original con los mejores del mundo; el
subdesarrollo de la ciencia mexicana no es de calidad sino de cantidad. Para que nuestra ciencia y
nuestra tecnología pudieran contribuir de manera significativa al desarrollo cultural, social y
económico del país tendría que ser cuando menos veinte veces más grande, tanto en números de
científicos como en inversión presupuestal, para alcanzar la masa crítica necesaria para hacer algo
más que sobrevivir.

b) La ciencia en el desarrollo. La ciencia genera conocimiento sobre la realidad, y esto confiere


poder. Como ya se ha referido, este poder se traduce en poder hacer, en modelar y transformar a la
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realidad en beneficio de los seres humanos. La primera realidad que se modifica es nuestro
comportamiento, que se convierte en racional. Con el espíritu científico se abandonan las
tradiciones mágico-religiosas, las supersticiones, los mitos y todas las otras formas de relación
espuria con la realidad, generadas por la ignorancia y la capacidad del hombre de vivir sin
explicaciones sobre los fenómenos que todavía no comprende. La ciencia enseña a decir "no sé"
cuando la comprensión de la realidad se nos escapa, en lugar de inventar dioses o patrañas para
ocultar nuestra ignorancia. La ciencia también nos libera de la esclavitud a la que nos condena lo
sobrenatural: cuando la enfermedad se consideraba como una maldición o un castigo divino, lo
único que podía hacerse para combatirla era rezar y pedir perdón por nuestros pecados, mientras
que al descubrirse que la enfermedad es un fenómeno natural, lo que se hizo fue estudiarla
científicamente para conocer sus causas y sus mecanismos, y encontrar los medios eficientes para
curarla. La contribución más importante de la ciencia al desarrollo humano es el don de la
conciencia racional, es el freno a la imaginación no confrontada con la realidad, es el despertar de
los sueños infantiles, poblados de seres fantásticos y de aventuras imposibles, al mundo de la
naturaleza y de lo que realmente existe, es el ingreso del hombre a la madurez de su inteligencia y a
la objetividad de sus juicios. Si lo anterior fuera la única contribución de la ciencia al desarrollo
humano, sería más que suficiente para promoverla y apoyarla como una de las más altas prioridades
de la sociedad. Pero la ciencia proporción a muchos otros beneficios al hombre, derivados del poder
que confiere el conocimiento. Un ejemplo es la posibilidad de mejorar la estructura las sociedades
con base en su análisis científico, no sólo de su localización geográfica y las condiciones del clima,
sino también de sus tradiciones y costumbres, que forman parte fundamental de su naturaleza como
grupo humano. El problema que enfrenta hoy México, que es adaptarse a su realidad de país
pluricultural y darse la estructura más justa para todos los mexicanos, requiere de un estudio
multidisciplinario profundo y riguroso, realizado con bases científicas, que todavía no se ha hecho,
en vez del pobre espectáculo que están dando los legisladores actuales, más preocupados por
intereses de sus respectivos partidos políticos que por la realidad urgente del país. La ciencia
también debería aplicarse al estudio del problema educativo del país. ¿Dónde están los estudios
cuidadosos y confiables sobre la realidad de las necesidades educativas de México, en las que
deberían basarse los programas actuales de "un país de lectores" y "poner computadoras en todas las
escuelas"? Las decisiones educativas que afectan amillones de mexicanos no se toman
científicamente sino con base en in-tuiciones, creencias o adivinanzas, guiadas por la mejor buena
fe pero con tantas probabilidades de estar en lo justo como las que daría echar un volado para
decidir si compramos más libros o reparamos los vidrios delas ventanas. Y nada puede estar más
alejado de la ciencia que la prohibición de la lectura de ciertos libros a la juventud. La ciencia puede
contribuir a hacer que estas actitudes oscurantistas y medievales sean cada vez menos frecuentes, y
desde luego que no se acepten en funcionarios federales. Finalmente, otra forma de participación de
la ciencia en el desarrollo de la sociedad es generando tecnología para mejorar la productividad de
las empresas y contribuir al crecimiento económico del país. Pero considero que ésta es realmente
la función menos importante de la ciencia

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