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(STC Nº 0023-2003-AI/TC, caso Defensoría del Pueblo vs.

Congreso de la
República).
El principio de independencia de la función jurisdiccional tiene
pues dos dimensiones: a) Independencia externa. Según esta dimensión, la
autoridad judicial, en el desarrollo de la función jurisdiccional, no puede
sujetarse a ningún interés que provenga de fuera de la organización judicial
en conjunto, ni admitir presiones para resolver un caso en un determinado
sentido. Las decisiones de la autoridad judicial, ya sea que esta se desempeñe
en la especialidad constitucional, civil, penal, penal militar, laboral, entre
otras, no pueden depender de la voluntad de otros poderes públicos (Poder
Ejecutivo o Poder Legislativo, por ejemplo), partidos políticos, medios de
comunicación o particulares en general, sino tan solo de la Constitución y de
la ley que sea acorde con esta. (…) b) Independencia interna. De acuerdo con
esta dimensión, la independencia judicial implica, entre otros aspectos, que,
dentro de la organización judicial: 1) la autoridad judicial, en el ejercicio de
la función jurisdiccional, no puede sujetarse a la voluntad de otros órganos
judiciales, salvo que medie un medio impugnatorio; y, 2) que la autoridad
judicial, en el desempeño de la función jurisdiccional, no pueda sujetarse a
los intereses de órganos administrativos de gobierno que existan dentro de
la organización judicial. En cuanto al primero de los puntos mencionados,
cabe mencionar que el principio de independencia judicial prohíbe que los
órganos jurisdiccionales superiores obliguen a los órganos de instancias inferiores
a decidir de una determinada manera, si es que no existe un medio
impugnatorio que dé mérito a tal pronunciamiento. De este modo, siempre que
medie un medio impugnatorio, las instancias superiores podrán corregir a las
inferiores respecto de cuestiones de hecho o de derecho sometidas a su conocimiento,
según sea el caso (STC Exp. Nº 0004-2006-PI/TC, caso Fiscal de la
Nación vs. el Congreso de la República).
La independencia del juez está íntimamente ligada al derecho a ser juzgado
por un juez imparcial, de ahí que se ha reconocido la relación de complementariedad
que existe entre ambas garantías al expresar que “mientras la garantía
de la independencia, en términos generales, alerta al juez de influencias
externas, la garantía de la imparcialidad se vincula a exigencias dentro del
proceso, definidas como la independencia del juez frente a las partes y el
objeto del proceso mismo. De este modo, ambas deben ser entendidas como
una totalidad, por lo que no puede alegarse el respeto al principio de independencia
mientras existan situaciones que generen dudas razonables sobre
la parcialidad de los jueces” (STC Exp. Nº 02465-2004-AA/TC, caso Jorge
Barreto).
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BERLY JAVIER LÓPEZ FLORES
Solo un tercero puede asegurar que el conflicto puesto a su conocimiento
sea resuelto con objetividad. Esta posición de neutralidad implica un compromiso
de respeto hacia las partes, por lo que crear desajustes durante el
proceso que inclinen la balanza a favor o en contra del imputado resultaría
una grave violación a esta responsabilidad y desnaturalizaría la esencia del rol
del juez (STC Exp. Nº 02568-2011-PHC/TC, caso Lina del Carmen Amayo).
Así las cosas, se respetará y dará cumplimiento a la independencia
judicial cuando la demanda de “amparo contra resolución judicial” dictada
en cualquier instancia jurisdiccional se ponga en conocimiento de un juez o
tribunal independiente (no vinculado con ninguna de las partes procesales).
Sabido es que en nuestro sistema judicial, las decisiones de los jueces del
Poder Judicial son muy criticadas por la sociedad civil y la comunidad jurídica
en general, situación que a la par involucra el cuestionamiento a la honestidad,
independencia e imparcialidad en las decisiones de los jueces.
En este sentido, resultaría ineficiente e ineficaz, de cara a una protección
urgente de los derechos fundamentales, que a otros jueces de la misma
estructura del Poder Judicial y de inferior jerarquía jurisdiccional, se les
encargue la revisión o el control de decisiones judiciales, ya que se afectan
los principios jurisdiccionales de independencia e imparcialidad; máxime si
existe desconfianza y el escondido espíritu de cuerpo entre los mismos jueces
del Poder Judicial, posibilitándose así la injerencia en las decisiones que se
adopten.
Por consiguiente, también resultaría desacertado el cambio de competencia
judicial establecido por el legislador, toda vez que afecta el derecho de
los justiciables a ser juzgados por jueces independientes.
Teniendo en cuenta las distorsiones o anomalías que genera esta competencia
judicial, existen pues razones suficientes para que la competencia
judicial del “amparo contra resolución judicial”, sea atribuida al Tribunal
Constitucional en una única y definitiva instancia, tal como sucede en el
modelo español, es decir, que este órgano jurisdiccional sea el único competente
para conocer los amparos contra las decisiones judiciales ordinarias
expedidas por los jueces del Poder Judicial, a través de un “amparo directo”.
Para dicho fin, en caso no exista voluntad legislativa del Congreso que
confíe esta competencia única y exclusiva en el Tribunal Constitucional, el
juez constitucional, civil o mixto que conoce en primera instancia del “amparo
contra resolución judicial” puede ejercer el control difuso de constitucionalidad
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AMPARO CONTRA RESOLUCIONES JUDICIALES
de las leyes, en específico de los artículos 51, 57 y 58 del Código Procesal
Constitucional, que regulan el agotamiento de las dos instancias del Poder
Judicial antes de que llegue a conocimiento del Tribunal Constitucional. Ello,
por cuanto el recorrido de esas dos instancias del Poder Judicial afectaría el
principio de independencia judicial, y el derecho a un recurso sencillo
y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales
competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales
reconocidos por la Constitución, la ley o la Convención (artículo
25.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos).
Y es que el Tribunal Constitucional, al ser un órgano constitucionalmente
autónomo, que ocupa la cúspide en la justicia constitucional, es ajeno a los
órganos judiciales del Poder Judicial, por lo que ostenta la garantía de la
independencia para revisar o controlar las decisiones ordinarias emitidas por

los jueces del Poder Judicial.

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