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Introducción a la neuropsicología de las funciones ejecutivas.

Flores Mendoza Adriana, Gaistardo Callejas Juan Daniel, Sánchez Cortés Yoali Ameyatl,

Zepeda Domínguez Carlos Roberto.

Definición de las funciones ejecutivas

Las funciones ejecutivas pueden definirse como el conjunto de procesos cognitivos

cuyo objetivo es mantener de manera efectiva una conducta dirigida (Manes, 2015).

Engloban un amplio conjunto de funciones de autorregulación que controlan, organizan y

coordinan otras funciones cognitivas, respuestas emocionales y comportamientos. Las

funciones cognitivas son necesarias para la resolución de situaciones novedosas, imprevistas

o cambiantes de una manera adaptativa puesto que participan en la síntesis de estímulos

externos, la formulación de metas y estrategias, preparación de la acción y verificación de los

planes y acciones (Lozano y Ostrosky, 2011).

Pese a que abarcan un gran número de procesos cognitivos tales como la anticipación,

la selección de metas, la planeación, la iniciación de la actividad, la flexibilidad mental, el

control de la atención, el uso de la retroalimentación y el mantenimiento de la información en

línea (Lozano y Ostrosky, 2011), se han clasificado en 3 grupos: la flexibilidad cognitiva; la

actualización y monitoreo de representaciones en la memoria de trabajo; y la inhibición de

respuestas automáticas (Balbi, 2015).

Las funciones ejecutivas engloban procesos implicados en el mantenimiento y la

organización de información orientada hacia la formulación de planes y la acción

prospectiva. Están especializadas en la detección y abordaje de situaciones novedosas y

complejas mediante la puesta en marcha de mecanismos de supervisión y control. Además,

cuentan con importantes recursos de recolección, integración y orquestación de fuentes de

información sensorial, afectiva, cognitiva y motora (Climent et al., 2014).


El término de funciones ejecutivas fue acuñado por primera vez por Lezak en 1982,

definiéndolas como “las capacidades mentales esenciales para llevar a cabo una conducta

eficaz, creativa y aceptada socialmente” (Tirapu et al., 2012). Además, menciona cuatro

componentes esenciales:

● Formulación de metas: capacidad de generar y seleccionar estados deseables en el

futuro.

● Planificación: selección de las acciones, elementos y secuencias necesarios para

alcanzar un objetivo.

● Desarrollo: habilidad para iniciar, detener, mantener y cambiar entre acciones

planificadas.

● Ejecución: capacidad para monitorizar y corregir actividades.

No obstante, los antecedentes al término de funciones ejecutivas datan desde los trabajos

de Luria, quien clasificó la actividad cerebral en tres unidades funcionales y relacionó a la

tercera a los lóbulos frontales, señalando que sería esta la responsable de la programación,

regulación y verificación de la conducta humana (Climent et al., 2014). Además, John

Hughlings, un siglo antes que Luria, indicó que existen funciones superiores que rigen a las

inferiores, conforme la teoría general de la evolución (Tirapu et al., 2012).

El término de funciones ejecutivas es reciente y, por tanto, controversial por su falta de

consenso. Por ejemplo, frecuentemente se hace el cuestionamiento de si constituye un

conjunto de procesos interrelacionados o uno solo e, inclusive, se ha confundido

frecuentemente con el término de inteligencia. En vista de que Thurstone definió a una

persona inteligente como aquella que “posee la capacidad de controlar sus impulsos con el fin

de examinar y poder decidir analíticamente entre las diferentes alternativas que se le

presentan” y parece concordar con la definición de Lezak, en momentos pareciera consistir en

el mismo constructo (García et al., 2010). No obstante, García et al. proponen que la
coincidencia entre inteligencia y funciones ejecutivas es parcial. Si bien, la inteligencia,

clasificada en cristalizada y fluida, se relaciona fuertemente con el componente de

actualización, las pruebas de inteligencia no son sensibles a los otros aspectos de las

funciones ejecutivas. Es por esto que Wood y Loisi separaron al factor g de inteligencia y al

factor e (o factor i), relacionado a las funciones ejecutivas.

Además, García et al. (2010) consideran que, aunque las funciones ejecutivas

intervienen activamente en todas aquellas conductas consideradas inteligentes, no son el

único componente relevante en la inteligencia. Es necesario identificar el objetivo, como la

motivación para comportarse de manera conducente a este y el conocimiento del entorno que

le permita seleccionar los medios óptimos para su consecución.

Las funciones ejecutivas son las operaciones cognitivas que más tardan en

desarrollarse ontogenéticamente ya que tienen un desarrollo negativamente acelerado,

mostrando etapas o períodos de aceleración durante la infancia. Esto se debe a la interacción

de dos tipos de procesos madurativos dan forma al sistema nervioso central: progresivos y

regresivos. Los procesos progresivos son la proliferación celular, la arborización dendrítica y

la mielinización. Se dan principalmente en edades tempranas. Los procesos regresivos son la

apoptosis y la poda sináptica ocurren posteriormente a los procesos progresivos y permiten

optimizar las conexiones sinápticas y el gasto metabólico del cerebro. No obstante, los

cambios estructurales y funcionales de la corteza prefrontal no garantizan por sí solos la

aparición y adecuado desarrollo de las funciones cognoscitivas. Por ejemplo, se ha

encontrado que el nivel socioeconómico tiene una relación inversamente proporcional al

desarrollo de las funciones ejecutivas (Lozano y Ostrosky, 2012).

Modelos teóricos de las funciones ejecutivas.


Los modelos teóricos tratan de dar una explicación sobre las funciones ejecutivas y al

mismo tiempo sobre su definición. Se han hecho varias propuestas o modelos, los cuales

consideran la configuración de distintos subcomponentes que interactúan entre sí para

permitir la actividad mental y el comportamiento consciente (Ramos y Pérez, 2015).

De acuerdo con Chan (2008, en Marino, 2010), existen seis modelos básicos para

explicar las Funciones Ejecutivas:

1. Modelo de las unidades funcionales de Luria

2. Modelo Jerárquico de Stuss y Benson

3. Modelo de Norman y Shallice

4. Modelo centrado en la memoria de trabajo de Goldman-Rakic

5. Modelo somático de Damasio

6. Modelo de Duncan

A pesar de que este autor considera los modelos anteriores como los básicos en la

literatura, se han propuesto otros, por lo que a continuación se explicarán los modelos

encontrados.

Modelo funcional de Luria

En este modelo, las funciones ejecutivas están inmersas en un sistema complejo que

responde a la interacción de distintos componentes. Como se sabe, Luria postuló que el

sistema nervioso podría dividirse en tres unidades funcionales: 1) se encarga de regular el

tono y vigilia, 2) recibe información del medio externo y la procesa a nivel sensorial y

perceptivo y 3) es un sistema ejecutivo, encargado de planificar, ejecutar y verificar la

actividad mental y comportamental consciente (Ramos y Pérez, 2015).Asimismo, Luria

identificó que el lóbulo frontal tiene la capacidad de organizar datos, definir estrategias para

seleccionar operaciones y comprobar el éxito de las respuestas emitidas. Con esto, se retoma

a la tercer unidad funcional, ya que se encarga de programar el comportamiento a través de


metas, de regular el lenguaje y de verificar las consecuencias de los actos realizados, con lo

que se estaría observando la participación del lóbulo frontal (Marino, 2010).

Modelo de Lezak

A pesar de que Luria planteó la participación del Lóbulo Frontal en las Funciones

Ejecutivas, fue Lezak a quien se le atribuye este término, ya que planteó un modelo en el que

se contempla el logro de la conducta como autosatisfactoria, independiente y socialmente

responsable, además de ser influenciada por la teoría funcionalista de William James (Figura

1).

Modelo Jerárquico de Stuss y Benson

Este modelo, también está influenciado por las ideas funcionalistas de W. James. De

acuerdo con Tirapu y Luna (2008), en este modelo, el córtex prefrontal realizaría un control

supramodal en las funciones mentales básicas, las cuales estarían llevándose a cabo por

estructuras basales y retrorrolándicas. El control del córtex frontal, sería por medio de las

funciones ejecutivas, las cuales estarían distribuidas de manera jerárquica pero con una
relación interactiva, para estos autores las funciones que estaría desempeñando esta estructura

cerebral sería del control de la activación de las acciones por medio de la anticipación, la

elección de objetivos, la planificación y la selección adecuada, en la que se incluiría el elegir

una respuesta e inhibir otras, y no se estaría hablando de funciones de ejecución. (Fig. 2).

En la cima de la pirámide, estaría la autoconciencia o autoanálisis, en el que se

representan las experiencias subjetivas actuales con las anteriores, en donde se vigilaría la

propia actividad mental, además de utilizar la información o conocimiento adquirido para

resolver problemas y guiar la toma de decisiones. En el segundo nivel estarían las funciones

que realizan el control ejecutivo o cognitivo, en la que observaría la anticipación, selección

de objetivos, formulación y planificación de posibles soluciones, iniciación de la respuesta en

conjunto con la verificación de ella y de las consecuencias (Tirapu, et al., 2008).

En el tercer nivel se encontrarían funciones como el impulso, que implica la

capacidad para iniciar y mantener una actividad mental, además de una conducta motora, lo

que en otros aspectos involucraría la motivación por realizar una conducta; asimismo, este

nivel incluye la organización temporal, el cual involucra la capacidad de mantener secuencias

de información y percibir los sucesos con un orden temporal.


Figura 2. Modelo Jerárquico de Stuss y Benson (Tirapu y Luna, 2008).

Más tarde, Stuss replantea el modelo descrito anteriormente, en el que cada uno de los

componentes tendría subsistemas, así como mecanismo de control compuesto por: entrada de

información, sistema comparador y un sistema de salida (Fig. 3). El primer componente,

corresponde al sistema sensorial y perceptual, en donde las conductas son sobreaprendidas,

automáticas y rápidas, además de formar parte de nuestra vida cotidiana. En este sistema no

se contempla la participación de la conciencia, por lo tanto la actividad del córtex prefrontal


no estaría involucrado o sería muy poca. El segundo componente, está asociado con el control

ejecutivo o con la función de supervisión de los lóbulos frontales. En este sistema estaría

involucrada la anticipación, selección de objetivos y elaboraciones de planes, tiene que ver

más con situaciones novedosas, por lo que las áreas de asociación multimodal

retrorrolándicas, el sistema límbico y el cerebro anterior participarían ello.

El tercer sistema, incluye el concepto de autoconciencia y autorreflexión, en donde el

ser es consciente de sí mismo y tiene la capacidad de reflejar pensamientos y conductas

patrones que son propios de esa persona. La información de entrada la recibe del sistema

sensorial-perceptual y de control ejecutivo, asimismo las respuestas o conductas emitidas

influyen en la naturaleza y grado del control ejecutivo (Tirapu, et al., 2008).


Figura 3. Modelo de Stuss (Tirapu y Luna, 2008).

Modelo de Sistema Atencional Supervisor de Norman y Shallice

Este modelo se conoce como Sistema Atencional Supervisor, el cual se activa durante

una situación novedosa y se ponen en acción procesos ejecutivos de anticipación, selección

de objetivos, planificación y monitorización. Para que exista una regulación de este sistema,
se postula la existencia de dos mecanismos adaptativos: el programador de contienda y el

Sistema Atencional Supervisor o SAS (Fig. 4). (Tirapu, et al., 2008).

De acuerdo con Ramos y Pérez (2015), en este modelo se consideran tres niveles de

control de comportamiento:

1. control totalmente automático

2. control sin dirección consciente

3. control deliberado y consciente

En el nivel uno y dos, actúan los procesos cognitivos básicos como: percepción,

atención y memoria, además de ser conductas rutinarias y automáticas. Igualmente se

menciona el diprimidor de conflictos, el cual es un elemento que estaría evaluando la

importancia de una acción y que ajustaría el comportamiento rutinaria para dar una respuesta.

En el tercer nivel, se considera que hay un control deliberado y consciente del

comportamiento, y estarían actuando las funciones ejecutivas en el sistema atencional

supervisor.
Figura 4. Sistema Atencional Supervisor de Norman y Shallice (Tirapu, et al., 2008).

Modelo de Goldman-Rakic

El modelo que plantea Goldman-Rakic, es basado en un sistema ejecutivo central

(SEC), a través de éste se llevan tareas cognitivas en las que interviene la memoria de trabajo

y además, realiza operaciones de control y selección de estrategias. Goldman-Rakic retoma el

concepto de “mantenimiento”, el cual es un proceso cognitivo asociado a la memoria de

trabajo, pues es un sostén de la información mientras se realiza una tarea. Sugiere que hay

diferentes partes de la corteza prefrontal que se especializan en realizar diversas tareas de

memoria de trabajo, para esta neurocientífica, el córtex prefrontal tiene un papel

importantísimo en las funciones de memoria de trabajo y tendría que ser entendida como una

red de integración de áreas, en las que cada área se concentraría en un dominio específico

(Tirapu, et al., 2008).


De esta manera, cada subsistema de la memoria de trabajo estaría asociado e

interconectado con diferentes áreas corticales. Como las siguientes: áreas prefrontales

relacionadas con la memoria de trabajo espacial estarían conectadas con porciones del

lóbulo parietal posterior, por otro lado la memoria de

trabajo relacionada con formas de objetos tendría

conexiones entre el córtex prefrontal inferior y el lóbulo

temporal. Otra red sería entre áreas de asociación como

la sensorial, premotora y límbica. Finalmente, este

modelo plantea que el resultado del procesamiento del

Sistema Ejecutivo Central es debido a la interacción de

múltiples módulos de procesamiento de la información

independientes, los cuales tendrían sus propios sistemas

de control motor, sensorial y mnésico (Fig. 5).

Figura 5. Modelo de Goldman-Rakic

Modelo somático de Damasio

Damasio propone este modelo por las observaciones clínicas que surgieron en

pacientes neurológicos afectados de daño frontal focal, por lo que trata de explicar a través de

este modelo, la implicación que tiene el córtex prefrontal en el proceso de razonamiento y

toma de decisiones.

En dichas observaciones, Damasio encontró que pacientes con daño cerebral

adquirido en la corteza prefrontal ventromedial, realizaban test neuropsicológicos de manera

adecuada, pero la habilidad para expresar emociones estaba comprometida, por lo que dedujo

que el procesamiento de la información no era el problema, sino que había otros factores que

afectan la parte de razonamiento y toma de decisiones, las cuales están relacionadas con las

funciones ejecutivas. Desde este modelo se plantea que algunas lesiones que afectan la
corteza prefrontal están asociadas con alteraciones en el razonamiento-toma de decisiones y

con la emoción-sentimiento, por lo que la relación entre razonamiento (cerebro) y emoción

(cuerpo), estaría afectando al organismo como un todo (Tirapu, et al, 2008).

Modelo de codificación adaptativa de Duncan

Tirapu y Luna (2008) mencionan que para este autor, la inteligencia general proviene

de un sistema frontal específico, determinante para el control de diferentes formas de

conducta, lo que generaría que el ser humano se adapte a diversas situaciones. Con las

investigaciones que ha realizado sobre inteligencia y lóbulo frontal, en el 2001 propone el

modelo de codificación adaptativa, el cual se basa en lo siguiente:

● Las neuronas de la corteza frontal son adaptables y programables, dependiendo de las

exigencias de la conducta, provocando una representación temporal de la información.

● El córtex prefrontal funciona como un sistema de atención global y se centra

selectivamente en información relevante.

● El córtex prefrontal permite una representación selectiva de la información importante

para llevar a cabo una tarea.

● Los lóbulos frontales tienen funciones de supervisión inespecíficas que se adaptan a

diversas tareas.

Modelo integrador de Tirapu, Muñoz-Céspedes y Pelegrín

Tirapu y Luna (2008) describen este modelo en el que el primer componente está

representado por el sistema sensorial y perceptual. El estímulo es reconocido gracias al

acceso a la memoria a largo plazo (declarativa o procedimental), las respuestas que se

emitirán pueden ser simples o complejas, pero siempre serán conductas sobreaprendidas,

automáticas y rápidas, por lo que este primer componente puede ser sin la participación de la

conciencia y sería parte de la vida cotidiana. Por otro lado, mencionan que este proceso se da
a través de la agenda visoespacial y el bucle fonológico, implicados en la memoria de trabajo

propuesta por Baddeley. En este proceso estaría participando el bulbo raquídeo, lo que

permite ser más rápidos y consumir menos energía.

En el segundo componente, el estímulo o acción se reconoce como novedosa o no

rutinaria, lo que provoca que se activen procesos de anticipación, selección de objetivos,

planificación y monitorización. En este nivel participa la memoria de de trabajo y el sistema

atencional supervisor, por lo que los autores de este modelo mencionan que depende

prácticamente del realce de las pautas de una actividad neural que soporta una determinada

imagen mientras se reduce una pauta neural del resto, además de que participaría la memoria

operativa, ya que mantiene imágenes en un lapso necesario para crear representaciones

organizadas (Tirapu, et al., 2008).

En este componente, el marcador somático estaría involucrado y se encargaría de

forzar la atención hacia una posible solución o respuesta, lo que también permitiría extender

la memoria de trabajo y la atención hacia un siguiente proceso. Finalmente, una vez que se ha

realizado todo el proceso de selección de conducta, se pondría en acción las conductas

motoras llevadas a cabo por un sistema efector y que darán la respuesta deseada (Fig. 6).
Figura 6. Modelo Integrador (Tirapu y Luna, 2008).

Modelo propuesto por Anderson

Ramos y Pérez (2015), describen a este sistema de funciones ejecutivas en el que

participan cuatro habilidades mentales:

1. Flexibilidad cognitiva, en donde participa la atención dividida, memoria de trabajo,

transferencia conceptual y la retroalimentación.

2. Establecimiento de metas, en donde hay un razonamiento conceptual, planificación y

organización estratégica.

3. Procesamiento de la información, en el que hay eficiencia, fluidez y velocidad de

procesamiento.

4. Control atencional, el cual se construye a partir de la atención selectiva, la

autorregulación, automonitorización y velocidad de procesamiento.

Modelo propuesto por Gioia


Gioia (2002, en Ramos, et al, 2015), menciona que este modelo se basa en la

suposición teórica de que las funciones son separables en cierto grado y términos clínicos,

pero cada aspecto está relacionado en un sistema general ejecutivo, por lo que afirma que el

funcionamiento ejecutivo global se divide en tres dimensiones:

1. Metacognición, en esta dimensión participaría:

a) Memoria de trabajo, la cual sería la capacidad para mantener datos en la mente

mientras se realiza una actividad.

b) Iniciativa, que sería la capacidad para comenzar una actividad sin ser motivado

para realizarla.

c) Planificación y organización, en donde existen las funciones necesarias para la

solución de problemas, planear metas y ejecutar en secuencias las acciones para lograr

la meta.

d) Organización de materiales, que sería la habilidad para organizar elementos del

entorno.

e) Monitoreo de tareas, el cual sería la supervisión propio y consciente del

procesamiento cognitivo.

2. Regulación comportamental, en la que participan los siguientes elementos:

a) Inhibición, entendida como la capacidad de controlar impulsos y detener una

conducta cuando se requiera.

b) Monitoreo personal, en el que hay una supervisión consciente de los actos.

3. Regulación emocional, en donde se toma en cuenta:

a) Control emocional, en donde existe la capacidad de regular las emociones de

manera adecuada.

b) Cambio, el cual implica la habilidad para proponer y tolerar cambios inesperados,

así como la flexibilidad y adecuación a las exigencias del medio.


Modelos teóricos de Funciones Ejecutivas en niños

Arán y López (2013), retoman dos modelos para explicar las funciones ejecutivas en

una población infantil. Dichos modelos fueron propuestos principalmente para explicar el

Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad.

Modelo híbrido de Barkley

Barkley propone que la conducta inhibitoria favorece la autorregulación, así como la

realización de acciones ejecutivas, pues permiten una demora en la decisión de responder.

Este modelo plantea que las Funciones Ejecutivas maduran desde lo externo hacia lo interno,

ya que concibe a las funciones ejecutivas como formas de comportamiento autodirigido, las

cuales evolucionan de respuestas manifiestas a respuestas privadas, como medio de

autorregulación. Asimismo, estas funciones están separadas de la inhibición conductual, pero

ordenadas jerárquicamente, en donde participarían tres procesos interrelacionados (Arán, et

al, 2013):

1. Inhibición de una respuesta prepotente

2. Interrupción de una respuesta ya iniciada

3. Control de interferencia.

De esta manera, la inhibición conductual permitiría el funcionamiento adecuado de

cuatro funciones ejecutivas:

1. Memoria de trabajo no verbal

2. Memoria de trabajo verbal o internalización del lenguaje

3. Autorregulación del afecto-motivación-arousal

4. Reconstitución.

Así, este autor menciona que los niños con TDAH, presentan un déficit en el

desarrollo de las funciones ejecutivas por consecuencia de un déficit primario en la conducta

inhibitoria.
Modelo de Brown

En este modelo, Brown (2001, en Arán, et al, 2013) propone un modelo de funciones

ejecutivas para dar una explicación entre el déficit ejecutivo y el TDAH. En él se proponen

seis clusters de funciones cognitivas, en las que cada cluster tendría diversas funciones

cognitivas relacionadas:

1. Activación: organizar, priorizar y activar.

2. Focalización: focalizar, sostener y cambiar la atención entre tareas.

3. Esfuerzo: regular el estado de alerta, mantener el esfuerzo y velocidad de

procesamiento.

4. Emoción: manejar la frustración y regular emociones.

5. Memoria: emplear la memoria de trabajo y acceder al contenido de la memoria.

6. Acción: monitorear y autorregular la acción.

Estas funciones estarían interactuando y operando dinámicamente, además de ser

relativamente inconscientes al realizar tareas cotidianas en donde el niño debe autorregularse

para guiar sus conductas. Este modelo en el TDAH, supone que la alteración cerebral en este

trastorno no afecta a las funciones, sino a las redes centrales de dirección que las activan o

inhiben (Arán, et al, 2013).

Bases neurobiológicas de las funciones ejecutivas

Bausela, (2014) menciona que las funciones ejecutivas han sido vinculadas con las

regiones anteriores del cerebro, concretamente la corteza prefrontal. Estudios hechos por

Stuss (1992) en pacientes con lesiones con daño en la región prefrontal, así como estudios por

neuroimagen funcional hechos por Beker y colaboradores (1966) apoyan la premisa sobre las

funciones ejecutivas en las regiones frontales (citado en Bausela, 2014). Sin embargo, Delia

Sala, Gray, Spinnler y Trivelli, (1998) mencionan que la corteza prefrontal es necesaria pero
no suficiente para un funcionamiento intacto de las funciones ejecutivas (citado en Bausela,

2014).

Apoyando la premisa anterior, Alexander y colaboradores, (1986) Bechara et al

(2000) Clark y colaboradores (2008) Collette y colaboradores (2005) y Robbins( 2009)

mencionan que en estudios realizados con pacientes lesionados y de neuroimagen funcional

han demostrado que las funciones ejecutivas requieren la participación conjunta de sistemas

dinámicos integrados por la corteza frontal, distintas regiones corticales posteriores y otras

estructuras paralímbicas (hipocampo, amígdala o ínsula) y basales (ganglios basales y tronco

cerebral) (citado en Verdejo y Bachara, 2010).

Stelzer, Cervigni y Martino (2010) mencionan que las funciones ejecutivas

constituyen un controvertido constructo, en el cual se han agrupado diferentes procesos al

control consciente de pensamiento, así mismo mencionan la memoria de trabajo, control

atencional, el control inhibitorio, la toma de decisiones, entre otros como parte fundamental

de los procesos ejecutivos. Con lo anterior, Stelzer, Cervigni y Martino (2010) realizaron una

recopilación de diversos estudios con fRMI realizada durante la ejecución de diversas tareas

de funciones ejecutivas.

Memoria de trabajo

Involucrado en la mantención on-line de la información y la manipulación de la

misma (Baddeley,1986) así como de control cognitivo (Hitch, 2002; Baddeley, 2003).

Respecto al aspecto anatómico funcional, estudios hechos por Wager y Smith (2003) y Owen,

McMillan, Laird, y Bullmore (2005) mencionan la participación de la corteza prefrontal

dorsolateral, corteza prefontral ventrolateral y la corteza parietal superior. Existen diferencias

de actividad del área de acuerdo al tipo de información que este implicada y el proceso

implicado. Conklin, Luciana, Hooper y Yarger (2007) mencionan que la corteza prefrontal
dorsolateral se encarga de la manipulación de la información, mientras que la corteza

prefrontal ventrolateral se encarga de la mantención de información (citado en Stelzer,

Cervigni y Martino, 2010)

Control inhibitorio

Espy y Bull (2005) mencionan que es la capacidad de supresión de una respuesta a

nivel motriz, afectivo o representacional. Garavan, Ross y Stein (1999) mencionan que el

control inhibitorio depende de una compleja red neuronal lateralizada en el hemisferio

derecho, por lo que las regiones involucradas serían las circunvoluciones frontal, media e

inferior, área frontal límbica, porción anterior de la ínsula y lóbulo parietal. Bunge,

Dudukovic, Thomason y colaboradores (2005) mencionan que dependiendo de la tarea a

realizar puede activarse la corteza prefrontal dorsolateral y la corteza prefrontal ventrolateral,

lóbulos parietales izquierdos, lóbulo temporal derecho y la porción derecha del cerebelo

(citado en Stelzer, Cervigni y Martino, 2010).

Atención

Posner y Rothbart (2009) postulan la existencia de tres sistemas neurales, que

corresponden con las funciones atencionales de alerta, orientación y ejecución, los cuales han

sido asociados a diferentes regiones anatómicas y diversos sistemas de neuromodulación y

son los siguientes: El sistema de alerta está involucrado con el estado de alerta tónico y

fásico. Esta se halla anatómicamente asociada a la actividad del tálamo de la corteza cerebral

frontal y parietal. Así mismo, ha sido vinculada con la actividad de norepinefrina. El sistema

de orientación está implicado en la selección de información por medio de diferentes inputs

sensoriales y se relaciona con el cambio rápido o lento del foco atencional. En lo anatómico,

respecto a la orientación para el sistema visual se ha identificado la región superior e inferior

del lóbulo parietal, los campos frontales de la visión y ciertas áreas subcorticales como el
colículo superior, núcleo pulvinar y reticular del tálamo y el sistema colinérgico asentado en

el prosencéfalo. La red de control ejecutivo está involucrada en operaciones complejas que

incluyen la capacidad de monitoreo, detección y resolución de conflictos. Las áreas

cerebrales involucradas son la corteza cingulada anterior, corteza prefrontal dorsolateral y el

sistema dopaminérgico tegmental ventral (citado en Stelzer, Cervigni y Martino, 2010).

Toma de decisiones

Stelzer, Cervigni y Martino (2010) mencionan que es una habilidad para elegir entre

alternativas vinculadas a determinados montos desconocidos de recompensa y castigo.

Bechara y colaboradores (2000) Cohen, Heller y Ranganath (2005) Windmann, Kirsch, Mier,

Stark, Walter, Gunturkun (2006) mencionan la actividad de las redes neuronales, fronto-

estriatales, la actividad de la amígdala, la corteza anterior del cíngulo y la corteza

orbitofrontal (citado en Stelzer, Cervigni y Martino, 2010).

Cerebelo

Andreasen y Pierson (2008) Baillieux, De Smeta, Paquier, De Deyn, y Marien (2008)

Lagarde, Hantkie, Hajjioui y Yelnik, (2009) han demostrado la implicación activa del

cerebelo en diferentes funciones cognitivas y específicamente en las funciones ejecutivas.

Baillieux y colaboradores (2008) Heyder, Suchan y Daum (2004) mencionan que la principal

participación que establece el cerebelo es en la conectividad anatómica que establece con la

corteza prefrontal, esta consiste en un bucle cerrado donde participan el cerebelo, la corteza

prefrontal, el núcleo pontino, el núcleo dentado y el tálamo. Estos circuitos neuroanatómicos

del cerebelo están lo suficientemente relacionados con las regiones de la corteza prefrontal

como para pensar que la alteración de estas vías o de algunos de estos núcleos podría generar

una alteración de las funciones ejecutivas (citado en Dorado, 2012)


Verdejo, Bechara (2010) presentan una tabla donde con base en diversos estudios

realizar una aproximación de la función ejecutiva y las estructuras anatómicas relacionadas:

Componente Bases Cerebrales

Actualización: Actualización y ● Cx prefrontal lateral /dorsolateral

monitorización en la memoria de trabajo izquierda

● Cx parietal

Inhibición: Cancelación de respuestas ● Cx cingulada anterior

automatizadas, predominantes o guiadas por ● Giro frontal inferior derecho

recompensas inminentes que son ● Área pre-suplementaria

inapropiadas para las demandas actuales ● Núcleo subtalámico

Flexibilidad: Habilidad para alternar entre ● Cx prefrontal superior /inferior

distintos esquemas mentales, patrones de ● Cx orbitofrontal lateral

ejecución o tareas en función de las ● Núcleo estriado

demandas cambiantes del entorno

Planificación/ Multitarea: Habilidad para ● Polo frontal.

anticipar, ensayar y ejecutar secuencias ● Corteza prefrontal dorsolateral

complejas de conducta en un plano derecha

prospectivo. ● Corteza cingulada posterior.


Toma de decisiones: Habilidad para ● Corteza prefrontal ventromedial

seleccionar la opción más ventajosa para el ● Ínsula

organismo entre un rango de alternativas ● Amígdala/ Núcleo estriado

anterior.

Enfermedades Neuropsiquiátricas Asociadas a las a Alteraciones de las Funciones

Ejecutivas

El origen del concepto de Funciones Ejecutivas puede remontarse en el área de

conocimiento de la neurología comportamental, es allí donde se comenzaron a cimentar bajo

un mismo concepto distintas funciones cognitivas que en apariencia compartían aspectos

tanto neuroanatómicos como funcionales. Sin embargo, estas fueron nombradas dentro del

concepto ya mencionado por Muriel Lezak en 1982 (Balbi, 2016). Actualmente se tiene

conocimiento acerca las alteraciones de las funciones ejecutivas en numerosas patologías

como la Demencia Fronto-Temporal, el Alzheimer, el Parkinson, la Esquizofrenia, el Abuso

de Sustancias y el TDAH. Tales funciones también son afectadas por un gran número de

patologías, cuadros, y síndromes más allá del campo de la salud mental y del enfoque clínico

tradicional en la psicología, como pueden ser traumatismos encéfalo craneanos, encefalitis,

alteraciones metabólicas, etcétera.


La clasificación en psiquiatría depende en gran medida de los síntomas clínicos y el

curso de la enfermedad. Esto ignora el papel crítico que desempeñan los problemas

cognitivos en los trastornos neuropsiquiátricos que afectan a diferentes dominios a lo largo de

la vida, desde el TDAH y el autismo hasta la esquizofrenia y la enfermedad de Alzheimer. En

este punto, no está claro si los mecanismos cognitivos son específicos de los trastornos, si

múltiples procesos pueden contribuir al mismo trastorno, o si el procesamiento neuronal

aberrante puede dar lugar a muchos resultados fenotípicos diferentes. Comprender esto

permitiría captar mejor la función cerebral normal y patológica; podría informar los

diagnósticos basados en la comprensión de los procesos neurofisiológicos y el desarrollo

consecuente de nuevas terapias.

El fuerte vínculo entre el deterioro de la funciones ejecutivas y la psicopatología

aparece a lo largo de la vida y se documenta en múltiples trastornos neuropsiquiátricos

(Moore, Reise, Gur, Hakonarson y Gur, 2015, en White, et al, 2017), tanto en

manifestaciones clínicas como subclínicas de los trastornos. Sin embargo, aún quedan

preguntas sobre la especificidad de estos déficits (Snodgrass y Corwin, 1988, en White, et al,

2017). Se necesita más investigación para comprender completamente si el deterioro es

similar o varía a través de diferentes dimensiones de la psicopatología y si los diferentes

componentes de las funciones ejecutivas tienen contribuciones comparables dentro y entre

dominios clínicos.

Si bien existen enfoques teóricos y empíricos alternativos para el estudio de las

funciones ejecutivas (Jurado y Roselli, 2007; Banich, 2009, en White, et al, 2017), es

ampliamente aceptado que éstas son una construcción jerárquica que abarca los procesos

como la capacidad de orientar y mantener la atención (es decir, vigilancia de la atención),

cambiar la atención y pensar con flexibilidad (es decir, flexibilidad atencional y conceptual),

inhibir las respuestas y mantener y actualizar la información relacionada con el objetivo en la


memoria de trabajo. Tanto en niños como en adultos, estos procesos cognitivos son

componentes distintos pero interrelacionados de las funciones ejecutivas (Best y Miller,

2010; Miyake, et al, 2000, en White, et al, 2017).

La creciente evidencia sugiere que dentro de un fenotipo clínico dado, diferentes

componentes de las funciones ejecutivas tienen patrones únicos de asociación con el trastorno

en turno (White, et al, 2011; Gustavson y Miyake, 2015; Bunford, et al, 2015; Lockwood,

Marcotte y Stern, 2001; en White, et al, 2017). Para el TDAH, los déficits en ciertos

componentes son más grandes (es decir, inhibición de la respuesta) que otros (es decir, la

atención cambia) (Willcutt, et al, 2005; en White, et al, 2017). Esto sugiere que los

componentes específicos pueden ser mejores marcadores de ciertas psicopatologías. Aunque

menos se ha examinado a los déficits de las funciones ejecutivas en la ansiedad, estudios

previos sugieren que se producen diferentes patrones de deterioro en los subtipos de ansiedad,

como en trastornos de ansiedad generalizada, fobia social, trastornos de estrés postraumático

(Airaksinen, Larsson y Forsell, 2005; Mogg, et al, 2015; Polak, et al, 2012; Moser, et al,

2014; en White, et al, 2017). En particular, algunos trabajos han encontrado vínculos entre la

mayor capacidad de las funciones ejecutivas y la sintomatología de ansiedad en niños y

adultos. (Shanmugan, et al, 2016; White, et al, 2011, en White, et al, 2017)

Está claro que la mayoría de los trastornos neuropsiquiátricos, e incluso las

manifestaciones subclínicas de los trastornos, están asociados con alteraciones de funciones

ejecutivas; sin embargo, la especificidad de estas asociaciones no está clara.( White, et al,

2017)

Si bien el impacto del deterioro cognitivo es bien reconocido en pacientes con

demencia, ahora se reconoce cada vez más que el deterioro cognitivo es un factor clave del

deterioro en pacientes con trastornos afectivos principales, esquizofrenia, trastorno obsesivo

compulsivo y trastorno de estrés postraumático (McNally, 2006, en Miller, 2007). La carga


aditiva que la disfunción cognitiva impone a la carga de la enfermedad ha sido bien descrita

en pacientes con esquizofrenia, para quienes la disfunción cognitiva es tan significativa como

los síntomas positivos en la determinación del resultado funcional. La sintomatología

psiquiátrica puede, sin embargo, limitar las evaluaciones cognitivas que se basan en los

métodos estándar de evaluación escritos y verbales (Velakoulis y Walterfang, 2007, en

Miller, 2007).

Las alteraciones del comportamiento como la agitación, la desinhibición y el retraso

psicomotor pueden impedir la capacidad de los pacientes para sentarse con un médico y

concentrarse en la tarea que tienen entre manos. La psicosis activa puede impedir el

compromiso con el médico a través de la ideación o la interpretación errónea de las tareas de

evaluación. Los pacientes con deterioro de la comunicación física y verbal pueden ser

desfavorecidos o tener una calificación incorrecta debido a la dificultad de cumplir con los

requisitos de las pruebas estandarizadas. Las presentaciones dirigidas psicológicamente,

como la conversión o los trastornos facticios, pueden ser inadecuadas para las pruebas

formales debido a la influencia distorsionante del comportamiento de la enfermedad en la

validez de las pruebas cognitivas estándar (Miller y Cloninger, 1998, en Miller, 2007).

Alzheimer

Los pacientes con Alzheimer también muestran anormalidades en los dominios

cognitivos, conductuales en las actividades de la vida diaria. Las asociaciones entre funciones

cognitivas y síntomas conductuales y psicológicos de la demencia se han examinado en

varios estudios, siendo necesario para refinar nuestra comprensión sobre su relación. La

ocurrencia de los síntomas conductuales y psicológicos de la demencia es variable ya que

tienden a coincidir, fluctuar, recurrir o incluso anunciar la aparición de demencia (Holtzer et

al., 2003; Spalletta et al., 2004; Bakker et al., 2005; Craig et al. , 2005; Lam et al., 2006, en

García-Alberca, et al, 2011 ). La prevalencia de los síntomas conductuales y psicológicos de


la demencia en pacientes con Alzheimer parece aumentar paralelamente con la progresión de

la enfermedad y correlacionarse con el nivel de discapacidad funcional y cognitiva. Se ha

evidencia de fuertes asociaciones entre los déficits cognitivos en la memoria (episódica y

semántica), el lenguaje y las funciones ejecutivas y los síntomas conductuales y psicológicos

en la demencia que no estaban relacionados con las características demográficas y clínicas de

los pacientes. (García-Alberca, et al, 2011)

Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad

El TDAH es un trastorno que implica alteraciones en la atención, autorregulación,

nivel de actividad y control de impulsos. Se ha destacado las similitudes conductuales que se

observan entre pacientes con lesiones en el lóbulo frontal y niños hiperactivos: impulsividad,

inatención, baja tolerancia a la frustración, escasa demora de la gratificación, conductas

antisociales frecuentes, escasa planificación, labilidad emocional y relaciones interpersonales

conflictivas (Sell, 2003, en Bausuela-Herreras, 2012). La disfunción de estos mecanismos

frontales pueden estar en la base del déficit atencional de los niños hiperactivos por falta de

regulación verbal de su actividad, tal como postula la neuropsicología de Luria para el

cerebro en desarrollo y sugieren los datos de la evaluación neuropsicológica de niños

hiperactivos. (Bausuela-Herreras, 2012)

En los últimos años se ha puesto énfasis en un modelo específico de disfunción del

sistema directivo en niños con TDAH. Barkley (1997, en Bausuela-Herreras, 2012) propone

una clasificación de las funciones ejecutivas que pueden agruparse en cuatro actividades

mentales: I. Memoria operativa: mantener la información almacenada en la memoria mientras

se trabaja en una tarea, aunque ya no exista el estímulo que dio origen a esa información, II.

Interiorización habla, III. Control de las emociones, la motivación y la direccionalidad de los

procesos atencionales; y IV. Reconstitución, consta de dos procesos distintos, que son la
fragmentación de las conductas observadas y combinación de sus partes en nuevas acciones

no aprendidas de la experiencia

Trastornos del Espectro Autista

La característica principal de este grupo de trastornos es una grave deficiencia en

diversos contextos de habilidades de interacción social, al igual que problemas significativos

de comunicación o conductas, intereses y actividades estereotipadas. En los niños autistas se

han encontrado déficits en la función ejecutiva en relación a la flexibilidad cognitiva y

memoria operativa y en la memoria de trabajo. Se considera que la severidad del déficit

ejecutivo es diferente en el TDAH y el autismo (Bausuela-Herreras, 2012). Así, en el TDAH

hay déficit en la inhibición motriz pero en el autismo no, mientras que en éste hay déficits en

la memoria de trabajo verbal y no en el TDAH (Rubble y Scott, 2002, en Bausuela-Herreras,

2012)

Trastornos del Aprendizaje

Las anomalías de los sistemas frontales no son exclusivas de los niños con TDAH,

sino que también están presentes en los niños con dificultades de lectura y dificultades de

aprendizaje (Semrud, 2005, en Bausuela-Herreras, 2012). Así las personas con dificultades en

la lectura muestran déficits en la velocidad de procesamiento de la información,

nombramiento de objetos y pobre control inhibitorio. Las alteraciones de las funciones

ejecutivas influyen en la habilidad cognitiva general, tales como la adquisición de habilidades

lectoras y en habilidades aritméticas. Los niños con dificultades en esta habilidad presentan

baja capacidad inhibitoria y una pobre memoria de trabajo.

Esquizofrenia

Son numerosos los estudios que señalan semejanzas con los déficits que presentan los

pacientes con lesiones en el lóbulo frontal y los pacientes esquizofrénicos (Morris, et al,

1997, en Bausuela-Herreras, 2012). De este modo, se observa en estos pacientes déficits en


los mecanismos inhibitorios atencionales implicados en la red ejecutiva que depende

principalmente del córtex cingular (Fuentes, et al, 2010, en Bausuela-Herreras, 2012). Otros

estudios neuroanatómicos han demostrado déficit cuando los pacientes ejecutan tareas con

clara implicación del lóbulo frontal (Goldberg y Seidman, 1991, Bausuela-Herreras, 2012).

Vladar 1997, (Bausuela-Herreras, 2012) muestra como regiones prefrontales,

incluyendo el área de Broca, son significativamente más pequeñas en el grupo de

esquizofrénicos que en el grupo de control. A su vez, Posner (1994, en Bausuela-Herreras,

2012) confirma la correlación entre la función ejecutiva y déficits en la estructura prefrontal

con rasgos de personalidad esquizotípica. También se confirmado la relación existente entre

un circuito que liga la corteza prefrontal con estructuras subcorticales y presencia de síntomas

negativos, objetivados por la reducción significativa de la actividad metabólica de dichas

estructuras (Walker y Gale 1995, en Bausuela-Herreras, 2012)

Los estudios anteriores ofrecen datos relevantes para apoyar la tesis de que el

mecanismo ejecutivo atencional, localizado en áreas frontales, es el más deficitario en la

esquizofrenia, también se obtienen hallazgos de que los déficits en este mecanismo están

asociados a los procesos inhibitorios. De cierta manera, la investigación realizada sobre

déficits atencionales en la infancia establece una relación entre esta característica y la

patología de la esquizofrenia (Cornblatt y Keilp, 1994, en Bausuela-Herreras, 2012) se

especula que la deficiencia atencional se manifiesta en la infancia es la causa de otra

característica preesquizofrenia, como es la disminución de la capacidad para el procesamiento

de información interpersonal lo que conduciría a un aislamiento social; a la sintomatología de

tipo negativo. Se considera incluso que el funcionamiento ejecutivo y los problemas

atencionales un indicador de vulnerabilidad a padecer trastornos relacionados con el espectro

de la esquizofrenia. (Bausuela-Herreras, 2012)


La esquizofrenia está asociada además con patologías corticales, en especial con el

sistema atencional anterior relacionado con la corteza cingulada anterior y no con el sistema

atencional posterior (Ole, Sundet y Rishovd, 1999, en Bausuela-Herreras, 2012). Así pues, el

pobre rendimiento de los esquizofrénicos en tareas de memoria de trabajo y abstracción se ha

asociado también con daños en las áreas frontales y problemas en los mecanismos ejecutivos.

Las disfunciones del lóbulo frontal subyacen en las deficiencias de planificación y

abstracción, con frecuencia asociadas a la esquizofrenia. Del mismo modo, los fallos

observados en los mecanismos inhibitorios relacionados con la red ejecutiva podrían explicar

también síntomas característicos de la esquizofrenia, como por ejemplo las alucinaciones,

éstas pueden surgir por una hiperactivación semántica debido a un pobre control atencional

ocasionado por un déficit dopaminérgico. Finalmente, las alteraciones del pensamiento

también podrían ser causados por deficiencias en la inhibición de la información lingüística

irrelevante que entra en el discurso del paciente y lo convierte en inteligible. (Bausuela-

Herreras, 2012).

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