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LA TENENCIA DE LA TIERRA E N T R E LOS

ANTIGUOS MEXICANOS

por Alfonso CASO

Si se examinan con atención las informaciones que nos dan los


antigxios cronistas y autores españoles e indios que tratan especialmente
el asunto de la tenencia de la tierra entre los antiguos mexicanos, asom­
bra cómo ha podido llegarse a conclusiones tan falsas como las que,
partiendo de los estudios de Morgan y Bandelier, estuvieron en boga
en el primer cuarto de este siglo.^
A pesar de lo que generalmente se cree, las informaciones que
proporcionan las fuentes son concordantes en la mayoría de los ca­
sos, sobre todo en los aspectos fundamentales, aunque naturalmente
hay también en los antiguos autores, faltas de información o de inteli­
gencia de lo que les comunicaban los informantes indígenas.
Pero cuando un error se repite, deja de ser puramente individual
y debe haber causas objetivas que expliquen la coincidencia en la
falsa apreciación.
Creemos que en la materia que nos ocupa, esas causas son claras y
pueden ser enumeradas, como ya lo hicimos desde que en 1930 nos
ocupamos de esta materia, v en un trabajo anterior.'
La primera causa de error es hablar de mexicanos, entendiendo por
tales todos los indígenas que habitaban a principios del siglo xvi el te­
rritorio de lo que es actualmente la República Mexicana.
1 Morgan, L. 1878. Bandelier, 1880.
- Caso, A. 1954.
29
30 M E M O R I A DEL COLEGIO NACIONAL

Ahora bien, ya los mismos habitantes de Tenochtitlan, Tezcoco,


Tacuba y las otras ciudades del Valle de México, informaron a los
españoles que había unos indios que llamaban chich'míecas que tem'an
un genero de vida muy diferente al de las naciones indígenas estable­
cidas en los Valles del Altiplano.
En consecuencia, es un error fundamental confundir las noticias
que se tienen sobre las naciones sedentarias del centro y sur de México
y de otras partes de Mesoamérica, con lo que sabemos sobre la orga­
nización social y económica de las tribus nómadas y semi-nómadas
que habitaban en la Meseta, fuera de los límites de iMesoamérica, y en
el norte del país.
El segundo error fundamental consiste en aplicar lo que sabemos
de una nación indígena a todas, creyendo que se trata de una organiza­
ción idéntica en todos los lugares de México, sin comprender que la
situación política, social y económica era muy diferente entre los dife­
rentes pueblos y que no podemos aplicar lo que se sabe de un pequeño
poblado, en el que la diferenciación social casi no existía y en el que
las diferencias eran más que nada de sexo, edad y rango, con una ciu­
dad como Tenochtitlan, capital de un verdadero estado y cabeza de
un imperio.
El tercer error consiste en confundir lf)s datos que dan las fuentes
y que se refieren a un momento de la historia del pueblo azteca, por
ejemplo, a su pereorinación antes de fundar Tenochtitlan, con lo que
sucedió después de la fundación y sobre todo, después que los aztecas
derrotaron a los tcpanecas de Atzcapotzalco.
Para que se comprenda la magnitud de este error, es como si se
quisiera explicar la organización social y política de Atenas en la épo­
ca de Pericles, utilizando como fuentes la Ilíada y la Odisea.
El cuarto error, es la falta de profundidad histórica. Se piensa
ingenuamente que los aztecas inventctron el tipo de organización social
y política que tenían en el momento de la conquista española, sin
considerar que en esta materia, como en tantas otras, los aztecas conti­
nuaban las tradiciones de sus predecesores y recibían las influencias
culturales de pueblos más adelantados, que ya habían desaparecido en
LA TENENCIA DE LA IIERRA ENTRE LOS ANTIGUOS MEXICANOS 31

el siglo XVI, pero no sin dejar una fuerte huella en sus herederos en el
dominio del Anáhuac.
Antes de los aztecas existió en el Valle de México una cultura em­
parentada con la cultura Mixteca-Pucbla, y una ciudad: Tula, cuya
influencia se extendía hasta lugares tan distantes como Sinaloa y Yu­
catán, los Altos de Guatemala y Guerrero.
Pero claro es que no se podía tomar en cuenta a los toltecas a
principios de este siglo, pues tanto Seler^ como Brinton'* los conside­
raban mas bien como antepasados míticos de los aztecas, que como un
pueblo que realmente hubiera existido y lo que entonces se conside­
raban los restos miserables de Tula, en el Tintado de Hidalgo, no po­
dían alegarse en favor de la existencia de esta gran metrópoh.
Lo que resulta increíble es que la indudable existencia de las pirá­
mides de Teotihuacán, no haya hecho pensar que en el Valle de Mé­
xico debió haber existido, antes de los aztecas, un pueblo con una or­
ganización social y política suficientemente compleja para poder
emprender obras como la construcción de esas pirámides.
Creer que los aztecas inventaron la organización social y política
que tenían en el momento de la Conquista, es olvidarse de la historia
de Mesoamérica antes de que los aztecas aparecieran en el \^alle de
México.
Por último, la gran autoridad de Morgan, a fines del siglo pasado,
y la inmensa erudición de su amigo y discípulo Bandelier, impusie­
ron a la organización azteca los mismos principios que a la confedera­
ción iroquesa y pocos quisieron tomarse el trabajo de volver a estudiar
un punto que parecía ya esclarecido, y discutir una teoría que parecía
apoyada sobre tan formidable conjunto de citas, que agotaban práctica­
mente las informaciones que se tenían entonces sobre este asunto.
Sin embargo, los hechos estaban allí y hablaban por sí mismos.
No podía existir igualdad social si los tlacatecuhtUs mexicanos derivaban
su poder del dios Qíictzcíícoatí; si la sociedad se dividía en nobles y
plebeyos; si las tierras del calpiíííi eran comunales y las tierras de los
piíÜ eran de propiedad individual.
3 Scler, E. 1912.
* Brincon. D. 1890.
32 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL

Por eso cuando Moreno'^ publicó su estudio sobre la organización


azteca, se pudo comprobar que existía otra forma de interpretar, sin
violentarlas, las informaciones que nos daban las fuentes españolas e
indííjenas. Pero la tesis de Aloreno, publicada en una corta edición y en
español, a pesar de su importancia, tuvo muy poca influencia entre
los investigadores europeos y norteamericanos.
En el punto concreto de la organización social que ahora nos ocu­
pa: la tenencia de la tierra, para evitar las causas de error que hemos
mencionado, advertimos que sólo vamos a ocupamos de la tenencia
de la tierra entre los tenochcas y tlatelolcas, aun cuando haciendo re­
ferencia a otros estados indígenas cuando tenían la misma organización.
No tomaremos, por supuesto, en consideración, la organización tribal
de los chíchÍ7necas ni de otros nómadas.
En segundo lugar, no nos referiremos a los aztecas cuando salie­
ron de Aztlán y emprendieron su peregrinación, ni cuando se esta­
blecieron en otros puntos del Valle o cuando fundaron Tenochtitlan.
Tampoco describiremos otros momentos de su vida poh'tica, como
cuando reciben al primer rey de ascendencia tolteca, Accnnapichtli,
que funda la dinastía, o a los momentos anteriores a la derrota de
Atzcapotzalco.
La organización que nos interesa describir, es la que encontraron
los conquistadores españoles, consecuencia de las reformas internas rea­
lizadas por Itzcoatl y afirmadas por los reyes que siguieron a éste, hasta
llegar al poder semidivino de Motecíihzonra / / y a k nobleza palaciega
de este monarca.
Veremos, por el análisis de la tenencia de la tierra, una sociedad
nniv compleja en la que existían, además de los plebeyos y los nobles,
una clase media ya bien constituida; siervos que trabajaban las tierras
de los nobles; trabajadores libres que alquilaban las tierras de los seño­
res o alquilaban su trabajo, y esclavos que se empleaban en los que­
haceres domcsricos, en labrar la tierra y en trabajos industriales.
F^ decir que la sociedad azteca que encontraron los españoles era
muy diferente de una sociedad tribal, en la que no existiera una estra­
tificación social.
5 Moreno, M. 1931.
LA TENENCIA DE LA TIERRA ENTRE LOS ANTIGUOS -MEXICANOS 33

Pero si por una parte existe este error de considerar que los az­
tecas eran una tribu, miembro de una confederación tribal, pt)r otra
parte hemos oído afirmar que el i/mcehihil o plebeyo era el pobre ai
que explotaba el noble, y que el individuo popular era un esclavo en
manos de las "clases" sacerdotal y militar.
Ahora bien, no es cierto que existieran en la organización azteca
"clases" sacerdotal y militar. Las clases aztecas no estaban determina­
das por la función que desempeñaban los individuos, ni es cierto que
sólo por pertenecer a una clase social, se pudiera ser sacerdote o militar.
Plebeyos y nobles eran una u otra cosa y a veces ambas, como en el
caso de los sacerdotes que iban a la guerra y capturaban prisioneros,
como nos dice el Códice Alendocino."
Por otra parte, no es cierto que el plebeyo o inacehiia} trabajara
las tierras particulares de los nobles. El plebeyo, como vamos a verlo,
trabajaba la tierra de su clan v le pertenecía el usufructo de su par­
cela; las tierras de los nobles eran trabajadas por otros individuos que
no pertenecían al clan.
Pero antes de entrar al estudio de la tenencia de la tierra entre los
antin'uos mexicanos, es indispensable, aunque sea licrcramente, hablar so­
bre estas clases sociales a las que nos hemos referido, y explicar cómo
estaban formadas v cuál era su origen.
Por lo menos desde los tiempos en que la ciudad de Tula domi­
naba el centro de .México, pero quizá desde la época teotihuacana, el
rey (tlafojui. tíaccttecubtíi) no era simplemente un jefe de tribu, ni
un conductor religioso (teommna) ni un jefe militar (cuaubtlato) como
distingue Chimalpahin," sino un descendiente del dios Quetzalcoatl que,
a su vez, era hijo de los dioses creadores.
'Vciioch el jefe azteca, es sólo un jefe militar, mientras que Acavia-
pichtVu hijo de la princesa tolteca AtotoztÜ, era por esa razón, descen­
diente de Quetzalcoatl. Cuando llesjaron al Valle los mexicanos, no
había entre ellos señor, sino principales o capitanes v no eran tenidos
por gente de linaje."^

« Clark, Coopcr. T h e ATendoza Codex. 1938.


' 7^ Relación, p. 66-67.
S Relación de Genealogía 272.
34 M E M O R I A DFL COLEGIO NACIONAL

En consecuencia, para ser rey se necesitaba este origen divino o


esta confirmación en Tula, de que nos hablan el Popol V'uh para los
quiches, y el Memorial de Solóla para los cakchiqueles"' y que no signifi­
ca otra cosa sino la ascendencia divina a la que no podía aspirar nincjún
jefe militar por muy importantes que hubieran sido sus hazañas. Por
ejemplo, los señores de Tochimilco^^ procedían de un tal Izcouüít que
vino de Tula.
Cuando una tribu mesoamericana llegaba a alcanzar cierta impor­
tancia, pedía un príncipe que tuviera sangre tolteca y éste era conside­
rado rey, pues tenía sangre divina y era quien podía trasmitir a sus
descendientes esta sangre real y el derecho a reinar.
Pero no sólo el rey tenía que ser descendiente de los dioses, tam­
bién los nobles o pipUtiv debían tener esta ascendencia que los hacía
distinguirse de los 'Diacehualtin.
Esto lo explican con toda claridad los autores antiguos. Así la
Relación de Geiieaología y el Origen de los Mexicanos^^ dicen que a
Acaincípichtli lo tenían en mucha veneración los mexicanos porque de
él descienden los primeros linajes y lo tienen por tronco y principio
de todos. Y añaden que casó con 20 mujeres hijas de los principales de
la comarca porque rodos querían darle sus hijas "por ser de hnaje"
y "de allí descienden casi todos ios señores que hav en esta co­
marca".
Tovar^- dice que los grandes v principales le dan sus hijas, y sus
hijos fueron reyes, capitanes v grandes dictados y Durán^^ confirma
lo anterior y dice que los principales v fundadores le dan sus hijas
"para que quede sucesor del reino" y "para que de allí sucediese línea
de los señores de la tierra", y dice que eran hijos, hermanos o sobri­
nos de grandes y que la nobleza mexicana "eran las plumas ricas caídas
de las alas de los reyes pasados" y que todos los señores eran parientes,
los de México, Tlaxcala v Michoacán. E Itzcoatl diriméndose a los

í* Pnpr)l Xwh ¥ Parte. Cap. Vl-233 y sigts. Alemorial de Solóla. 1* P a n e . Cap.


I. p. 47.
1'^ Hist. de los Mcx. 262.
1' Relación de Genealogía. 274, 275; Origen de los Mex. 297.
1- Tnv.ir. 34.
1^ Duran, T-48, 11-162; 1-410; 1-348.
LA TEN'EN'CIA DE LA TIERILA. ENTRE LOS ANTIGUOS MEXICANOS 35

nobles les dice: *'Aqui estáis rodos los señores y principales, tíos, her­
manos V sobrinos míos".^''
Motccuhzoma II dice que ios nobles hijos de reyes, deben preva­
lecer sobre los viacehuales aunque éstos tengan dictado de valientes.^"
Son estos nobles los que Zorita^" llama Cíurtos señores y dice
que no tenían señorío sino linaje. Se llaman pilli y en plural pipiltm y
eran hijos, nietos y biznietos de los señores supremos, por lo que se
llamaban tlacopUtzin y pipUt-zmtU. Formaban los cuadros superiores
del c)ército y la burocracia y eran utilizados como embajadores. Sa-
ha^iín^' por su parte dice que "los principales y nobles y generosos. . .,
hijos V descendientes de señores y reyes y senadores, y hijos v criados
de nuestro señor e hijo Quetzaícoatl los cuales en los tiempos pasados
ritrieron y gobernaron el imperio y señoríos y por esto nacieron se-
ñahidos v elegidos de nuestro señor e hijo Quetzaícoatl".
l.ntrc el pilli, hijo o nieto de rey, y el macebual, aunque fuera Cal-
pillee es decir, jefe de su barrio o calpiiUi, hay una diferencia esencial.
El primero tiene sangre divina, por ser descendiente de los dioses, pero
puede no tener cargo ni autoridad. El Calpidlec, aunque no tenga san­
gre noble, (pues podía tenerla por lo que después explicaremos) tiene
autoridad de por vida y es el representante de los intereses de su cal-
piilli o barrio y está sostenido con las prestaciones que le dan sus co­
terráneos. Zorita lo llama "Pariente mayor" y dice que la organización
del Ciilpídli es semejante a ciertas organizaciones montañesas y viz­
caínas.
Pero el víacehual se distingue del noble desde que fueron crea­
dos sus antepasados. Los macehualtin fueron creados en el año 8 Calli,
mientras que parece que los nobles lo fueron antes, en el año 1 Tochtli
y a\"udaron a los dioses a le\'antar el cielo que había caído durante el
diluvio.'"^
Sabemos que AcaiJiapichtli casó con 20 doncellas, que probable­
mente \cnían de los diferentes barrios de Tenochtitlan, así es que sus
" DiiHn. 1-71.
'"• Tczoz. Mexicana, 578.
i« Zorita. 98.
1' Sali;igún, 11-114.
'■^ Hisr. de los Mexicanos 2:8. 2 H , 263.
36 M F M O R I A DEL COLEGIO XACIONAL

hijos va fueron descendientes de los antiguos pobladores de cada ba­


rrio por el lado materno y de los reyes toltecas por el lado paterno y
probablemente entre los nietos y biznietos de Acay/mpichtli se eligieron
a los Calpiillec que eran como los gobernadores de los barrios o c\i!pul¡is.
Los Códices Cozcatzin''' de Ixhuatepec-" y de Sta. Isabel Tota-^ así
parecen indicarlo.
Xaturalmente el rey de México tenía, como todos los revés, la
facultad de ennoblecer a los plebeyos que se distinguían; eran los fa­
mosos "caballeros pardos" de que nos hablan los cronistas."
Despucs de conocer esta diferencia profunda que existía entre el
plebevo o r/mcehjial y el noble o pilli por causa de la sangre, podemos
estudiar ya cómo era la tenencia de la tierra entre los antiguos mexi­
canos.
Es conocido el hecho de que Itzcoatl, el 4*? rey de México, celebró
un pacto con los plebeyos o vmcehiialñn habitantes de los calpiiHis, en
el sentido de que, si ganaban la guerra contra Arzcapotzalco, los ma-
cebitahiu se comprometían a servir a los plpihin que como hemos \isto
eran tíos, hermanos o sobrinos de lízcoatír''
Pero es precisamente después de la guerra de Arzcapotzalco que
la diferencia entre las dos clases sociales de nobles y plebeyos, se en­
cuentra reforzada por dos disposiciones de Itzcoatl.
La primera es otorcar los más altos títulos religiosos, militares,
judiciales v administrativos a sus parientes nobles, creando así una bu­
rocracia o nobleza palaciega que excluía de las más altas dignidades a
los plebeyos.
La segunda, y para nosotros la más importante, creando la pro­
piedad privada de la tierra para los nobles v estableciendo así una
diferencia económica que venía a reforzar la diferencia de saneare.
F,n este punto tenemos abundantes noticias y pinturas jeroglíficas
que comprueban la entrega de las tierras conquistadas a la nobleza
'O Códice Cozcatzin.
-'* Códice de Ixhuatepec.
-í Tirulos de Sta. Isabel T o l a .
'-"-' Titrquem;ida, 11-545; Tovar, 76, T c z o z o m n c . .Mexicana 363; Duran, 11-160,
164; Acosta. 11-219. Ramíre?, de Fuenleal. a la Emperatriz, 222.
' ^ Tovar, p. 50; T e z o z o m o c . Mexicana 243; D u r a n 1-75.
i.\ ir.NEXCIA DE LA TIERRA ENTRE LOS ANTIGUOS Í M E X I C A N O S 37

mexicana, aunque también, desde Itzcoatl se entregaron tierras a los


clanes o dilpiiUis especialmente para sus templos y también a los plebe­
yos que más se distinguieron en la lucha.""*
rú rey y a los nobles, se dan estas tierras "para ellos, sus hijos y
herederos"-'' constituyendo algo muy semejante a lo que en el derecho
feudal se llamarían "mayorazgos". Así Tezozomoc menciona 11 pue­
blos donde se dieron tierras a Tlacaelel después de la derrota de Coyoa-
cán'-'' V después de la derrota de Xochimilco, el señor de ese lugar
ofrece para cada uno de los hijos y sobrinos de Tíacaelel una parcela
de 400 brazas en cuadro, (aproximadamente 45 hectáreas).
Duran hace una distinción importante cuando nos dice que las
tierras de Atzcapot/alco, que después de la derrota se señalaron a la
Corona, fueron de señorío y patrimonialesr-'
La parcela de 400 brazas en cuadro parece que era la unidad,
pues ¡ztcoatl después de la derrota de Xochimilco ordena que se den
a cada noble dos parcelas de esas dimensiones y a los soldados plebeyos
que se habían distinguido, una parcela.-^
Inclusive se dieron tierras a tres soldados de fortuna, procedentes
de Culhuacan. que avudaron a los mexicanos en la lucha contra Co-
yoacán.-'^
1 Orquemada nos dice que todavía en su tiempo, es decir a prin­
cipios del siíjlo x\ii, había muchos mexicanos y tlatelolcas que labraban
tierras en la provincia de Chalco, por las mercedes que hizo a sus pa­
dres -Morecuhzoma ílhuicamina.'"' \^cmos entonces cómo se constituyo
por la conquista y la merced real, la propiedad privada del rey y de los
nobles o pipiítin.
Zorita^^ Pedro de Ahumada^" Vasco de Puga^^ e IxtlilxochitP
-'"' Códices Cozc:irzin, Ixhuatepcc y Sta. Isabel T o l a i T o v a r 52; T e z o z o m o c . M e ­
xicana 248. 249, 253; Acosta Il-28>.
"■"' Tc707,omoc ¡Mexicana 268.
-*"' T e z o z o m o c Mexicana 271, 276.
-" D u r a n . 1-78.
-^ Duran, I-1I3; IxtUlxocliitl I M 6 9 .
'^ Acosta. 11-286.
■'■" Torqucinada, 1-164.
■■1' Zorita.
■''- Ahumada.
38 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL

nos ha dado una clasificación bien conocida de las diferentes clases de


tierras que existían conforme al derecho azteca y podemos hacer una
división jurídica en dos grandes clases: las tierras de dominio público
y las de dominio privado.

Tien-as de dovmiio píibÜco

Eran las que pertenecían al rey, pero no particularmente, sino en


cuanto que ejercía una función. Eran rierras del Estado que se dedi­
caban a senicios concretos, mantenimiento de determinados servidores
del palacio, tecpmiponhqíie o tecpantlaccr^^ o de los jueces^^ por lo que
se llamaban TecpamlaUi o sea "tierras del Palacio". Los tecpmipoiihqiie
seguramente nobles o gente distinguida por sus hazañas, eran muy es­
timados V recibían por sus servicios los productos de esas tierras y las
dejaban a sus hijos, pero no podían venderlas. Parece que formaban
parte de las tierras de los barrios y eran trabajadas por los tecalec o
trabajadores de los que Zorita llama "Segundos señores" que eran los
que tenían un cargo. Había otras tierras que el señor podía alquilar,
pero no vender, llamadas tlatocmiñUi o tlatocatlali o Itoiial m tlacatl
"tierras del señorío" o de "su día" que servían para los gastos gene­
rales de ia adiuinistraciiHi, o para los que señalaba el rcv para el man­
tenimiento de determinado funcionario.^'^
Hay que considerar que ios aztecas no usaban la moneda (patol-
aijchtli, mantas, cacao, polvo de oro) sino para sus transacciones co­
merciales; pero si se trataba del pago de Tiieídos a funcionarios, les dedi­
caban los productos de detennínadas sementeras y los senicios perso­
nales de los que las cultivaban.
Los servicios extraordinarios los pagaban los reyes con jovas de
oro o de jade. con adornos de plumas o armaduras de lujo y con man-
3^ \'n,sco de Puga, 35.
^ Ixtlilxochitl (n-169).
■''■' Torqucnuida. 11-546.
■'"' .Mcndieta, 135.
3' Zorita, 157, 158, 167; Anónimo, p. 146. Ixtlilxochitl 11-170, Ahumada. Ramírez
de Fucnlcal. a la Emperatriz 221.
LA lEKENXIA DE LA TIERRA EN r R E LOS ANTIGUOS MEXICANOS 39

tas ricamente tejid:is o bordadas; pero sólo en casos excepcionales, por


méritos de guerra, el rey ennoblecía a un plebeyo o le daba tierras.
Las segundas tierras públicas eran propiedad de los templos y las
escuelas. Se llamaban TeothiHP^ que podríamos traducir por "tierras
de los dioses o sagradas"."^ Estas tierras eran trabajadas por terrazgue­
ros especiales, por lo que dice Roman^*^ que los templos tenían vasallos
propios V Torqucmada"'^ dice que además de las ofrendas que recibían
los templos contaban con las tierras con las que todos los reyes los
dotaron y que eran trabajadas por terrazgueros que tributaban maíz,
pulque, gallinas, leña, carbón, etc. También Ahumada menciona estas
tierras de los templos.''- Además, había pueblos especiales que tribu­
taban a los templos o tenían obligación de repararlos y de proporcio­
narles leña para los fuegos sagrados'''' y tierras que eran labradas por
devotos del dios. Los mancebos del Cahnecac y los del TelpocbcaUi,
las escuelas sacerdotales y militares, labraban las tierras de sus escuelas.^'^
Ya hemos visto que además de estas tierras cedidas por los reyes
V trabajadas por los terrazgueros, sin duda para los grandes templos
de la ciudad, existían otras dedicadas al servicio de los templos de los
barrios o calpíilÜs y estas tierras de los templos locales, les habían sido
concedidas desde ios tiempos de ItzcoatJ v eran trabajadas, segura­
mente por turno, por los inaccbíiaícs habitantes del CúípiííU.
La tercera clase de tierras públicas era la que estaba destinada a
los gastos de la guerra. Ahumada dice que eran las tierras que pagaban
tributo a los señores de México para las guarniciones de guerra y eran
las in:n"orcs v mejores en cada pueblo;''' lo que parece indicar que estas
llamadas lto¡?a!l¡ o Itiinaíes que hemos mencionado antes, servían para
el mantenimiento de los soldados tenochcas en los puebhís en que ha­
bía guarnición.

•'S Cortés, Martín, 444.


^5> \ ' a s c o de Puga, 35.
^" Román. 1-120.
'1 Torquemada, 11-164.
■■2 Ahumada.
-"^ Zorita, 217.
■" Zorita, 121; Motolinía. .Memoriales, 253; Sahagún, 1-292.
■*"• Ahumada.
40 M E M O R I A DEL COLEGIO NACIONAL

Se llamaban MUch'wialH o cacalovnlii'^^ las que se dedicaban a


producir el mantenimiento del ejército en tiempo de guerra. MUchi-
mcdíi quiere decir "tierra del escudo" v éstas, según Torquemada, pro­
ducían el maíz que se tostaba para hacer pinole y con él una bebida,
mientras que las tierras llamadas caciíovúlÜ^ seguramente producían
el maíz con el que se hacían las tortillas tostadas, llamadas generalmente
"totopos", pero que todavía en algunas regiones se llaman cácalas y
sincn de bastimento, pues duran varios días sin descomponerse.
Las tierras conquistadas al enemigo, que se repartían entre Tenoch-
titl.in. Tczcoco y Tacuba. se llamaban Yaotlalli'*' aunque Moroiinía'*^
reserva este nombre para la tierra donde se daba la batalla y la llama
también Qiiiaiihtlule "tierra de lluvia", aunque creo que su verdadero
nombre debió ser Qnmihtlalli o sea "tierra de águilas", que era como
se llamaba a los guerreros.
Herrera dice que cuando se derrotó a los matlatzincas se conce­
dieron parcelas de 800 brazas de largo por 400 de ancho, es decir dos
veces la unidad que hemos dicho arriba, v que el producto de estas
scmcnrcras se dedicaba exclusivamente a los gastos de guerra."*^

T¡cn\is de doiiñmo privado

Las tierras de dominio privado eran de tres clases. Las tierras


patrimoniales del rev. que le venían por herencia o porque se las ad­
judicaba después de alguna conquista. En este punto tenemos un am-
pliit iiinirnic formulado por un noble indígena, Dn. Pablo Nazareo
en su nombre y en el de su esposa Doña María Axayacatzin/'" Aunque
se trata de un peticionario v probablemente sus pretensiones al do­
minio de todas esas tierras eran exageradas, lo que nos importa es la
relaciim que hace de tierras que pertenecían en dominio propio a los
antepasados de su mujer, que era descendiente de los reyes de A'Iéxico,
"• l'urq.. II-5-Í6.
'" Ixtlilxocliitl. 11-169; An.Hiimo, 145.
■•^ Motolinía. Memoriales, 296.
•"« Herrera. Decada III, Libro IV. Cap. 18. Vol. II, p. 140.
■"'> Nazareo, 113.
I.A IKNKNCIA DK LA T U R R A EN I RE LOS ANTIGUOS MEXICANOS 41

V llc\a la noticia de esos bienes hasta el segundo rey, HuitziHhuitl, de


quien dice que tenía a su sen'icio 20 pueblos y 17 estancias, lo que nos
parece bastante dudoso.
De Motecuhzovia llbuiccnmna, dice que tenía para su sen^icio
particular 32 pueblos y 26 estancias, sin nombrarlos, pero en cambio,
menciona las 21 estancias propiedad de Axayacatl y dice que tenía
además parcelas de tierra en 26 pueblos.
Otro peticionario, Juan Cano, casado con la hija de Motecuhzovia
II, dice que tanto éste como su esposa teinan bienes propios, además
de ¡os de! señorío, que eran suyos antes antes que fuera señor'^ y tanto
el Origen de los Mexicanos, como la Relación de Genealogía,'- con­
firman que Tecalco, la esposa de Motecvhzovía, tenía tierras propias
que había comprado o heredado de sus antepasados, y la Relación
insiste en (|uc las tierras y estancias patrimoniales del rey "las tenía de
su patrimonio, fuera aparte el señorío".
Duran''' dice que los colonos que fueron a üztoman y Alahuiztan,
en el actual FAIO. de Guerrero, se comprometieron a sembrar y cose­
char para el rev de México unas huertas de cacao, e IxtlilxochitP*
señala 10 pucbhis, como propiedad particular que se reservó Nez-ahiial-
coyotí.
Por último la autoridad de Zorita es definitiva:
"laidos estos señores supremos e inferiores, y otros particulares,
tenían tierras propias patrimoniales, y en ellas sus iijayeqites o tJalviai-
tcs. . . Los tributos que estos daban al Señor, y dellos y de lo que
rentaban sus tierras patrimoniales, podían disponer a su voluntad, como
de cosa suva propia".''"'
Lo (]uc hasta ahora no he encontrado, es si las tierras propias del
rev ten'hiu un nombre especial.
Otras tierras del dominio privado eran las que pertenecían a los

•'•1 Cani>. Petición, 137-139.


•■- Origen. 506; Relación, 280, 281.
■"'^' I)ur;in. I-Í65.
■■+ Ixtlilxochid, 1-234.
"• 7(>rir;i. 162. Ramírez de Fucnlcal. ■x la Emperatriz. 221.
42 M E M O R I A DEL COLEGIO XACIOXAL

nobles o pipiltin, (piUi en singular).^'^ Estas tierras se llamaban pilaHi;


pero también tecnbtíalli o "tierras de señores" ■'' o tecpiUalli.''^
N o creemos que sea importante la distinción que hace Torque-
mada entre estas tierras pUalli. Dice que eran de tres maneras:
1'^ de los descendientes de revés, que tenían tierras propias con
tcrrazgucnts \" que las podían vender a otro noble, si vo estaban Síí-
jetas a un vívenlo o viayora-zgo, porque, eran dadas por merced y si
morían sin heredero volvían al rey.
2^ Las tierras heredadas por el hijo de un noble, que las heredaba
con la noble:¿a.
3'^ Las tierras dadas por el señor a los que se distinguían v los
hacía nobles, como caballeros pardos, pero estos no podían tener te­
rrazgueros, aunque podían vender a nobles, siempre que el señor no
hubiera puesto condición contraria. Si no había heredero volvían al
señor, v si vendía a vmcehiial quedaban a beneficio del calpuUi.
Nos parece que Torqucmada se contradice en lo que afirma en
la primera clase de estas tierras, pues si son de los descendientes del
rev. estos las tenían por herencia v no por merced, a no ser que se
tratara de mercedes hechas por los nuevos reyes.
Tampoco es creíble lo que afirma de tierras sujetas a un vínculo
o mayorazgo, que no hemos visto citado por nincrún otro autor.
Xos parece que las tierras de su primera clase y las de la segunda,
son las mismas; en cambio sí podría haber una distinción en las que se
otorgaban a los ■niacchitales ennoblecidos o caballeros pardos, aunque
se dice que sus hijos las podían recibir en herencia v que podían ser
vendidas a otro noble; pero no es inreliuible que quedaran a beneficio
del calpiiUi. ¿El del plebeyo ennoblecido? ¿El del comprador?
Todos los autores están de acuerdo en afirmar que estas tierras
de nobles o pilalli eran trabajadas por ciertos terrazgueros o siervos,
que se llamaban viayeques o tlahnaitesr'' Estos viayeques eran como
los sicn-os de la gleba medievales.

■"' Torqiicniad;!. ÍI-'>4Í; Almniad.í.


"■^ Anunciación, 262.
■"■^ Ixtlilxochitl, 11-169.
•'^ Zorita, 162; A h u m a d a ; Anunciación 261. \ \ ' i t t e 58.
LA TENEN'CIA DE LA TIERRA EXTRE LOS AXTIGUOS MEXICANOS 43

N o podían abandonar las tierras en las que estaban y a las que


pertenecían. Estaban obligados a prestar senicios personales: ios hom­
bres construían las casas de sus señores, acarreaban agua y leña y
sembraban y cultivaban la tierra; las mujeres molían la masa y hacían
las tortillas. Pasaban con la tierra al poder del nuevo propietario, en
el caso de venta o sucesión y no podían ser arrojados de esas tierras
ni pagaban tributo al rey, pero iban como soldados a las guerras. Su
statíis se parece bastante al derivado del contrato de feudo en la Edad
.Media.
F^tos viayeques o tlalviaites eran mu>^ diferentes de los plebeyos
dueños de las tierras del clan o calpiilli que podían cambiar de barrio;
diferente también de los aparceros hbres o renteros, que podían aban­
donar la parcela cuando cumplían su contrato y que no daban ser­
vicios personales al dueño de la tierra, ni pasaban con ella al nuevo
propietario;"'^ pero también eran diferentes, estos vmyeqiícs, de los es-
cla\'os que el propietario utilizaba para labrar sus tierras y que no te­
nían ningún derecho sobre ellas, pues podían, a voluntad del amo, ser
dedicados a cualquier otra actividad por ejemplo a tejer las mantas.^'^
El origen de estos 7uayeqT.cs parece ser múltiple. Indudablemente
casi todos eran los viejos pobladores, propietarios de las tierras conquis­
tadas que eran repartidas entre los nobles, formando las propiedades
individuales de ellos o piíaUis. Tal se nos dice que pasó en Coyoacán
V era regla en México.^-
Parece también que algunos viayeques venían de otros pueblos,
bien sea porque las tierras que les tocaban en ellos no les alcanzaban
para vivir, o bien porque huían de la acción de la justicia.^'^
Por último, de acuerdo con ciertas leyes aztecas, un individuo po­
día perder el usufructo de la parcela de la tierra del calpídli, si se au­
sentaba de la ciudad o no trabajaba la tierra por más de dos años**"*
y también se imponían pérdidas de bienes como penas por delitos. T o ­
dos estos individuos desalojados de sus posesiones, indudablemente bus-
«'> Zorita, 04 V 166.
61 W i t t e , 57.
''■- Diiniti, 7-101; Zoritn. 221.
^ Zorita, 156.
^ Zorita, 95.
44 MEMORIA DEL COLEGIO NACIONAL

carian una forma de subsistencia en la agricultura, si no tenían alguna


habilidad especial, o no querían caer en la baja categoría de tonneines
que alquilaban su trabajo para transportar bultos.*'^
Todavía durante el primer siglo de la colonia, los mayeques lla­
mados entonces "terrazgueros", siguieron labrando las tierras de los ca­
ciques V hubo disposiciones de las autoridades españolas para que así
lo hicieran.''"
Por otra parte, como los viayeqiies no pagaban impuestos al rey
de Aléxico,*^' se quiso también eximirlos de pagar los impuestos a la
Corona Española y por eso pelearon los caciques contra las autoridades
y varios indígenas se hacían pasar por mayeqiies para no dar el tributo.
Estas discusiones nos han permitido contar con una buena infonna-
ción sobre los vmyeqiies c inclusive tenemos padrones completos con
sus nombres y los de los señores a los que pertenecían. Así en Yeca-
pixrla, Morclos. los señores censados son 52 entre ellos tres mujeres y
los ■iJh'íycqiics son 592.'^'* En Tepetlaoztoc los piííis eran 20, los viayeques
652 \- la población total era de más de 30.000 habitantes.
I.a propiedad de los nobles o pipiítin era en consecuencia indivi­
dual. Comprendía no tan sólo la propiedad de la tierra, sino la ser\'idum-
bre de los que la habitaban que tenían que darles a los nobles una
parte del producto y prestarles servicios personales. Además, era
una propiedad trasmisible por herencia o por venta y sabemos que el
rey podía transferirla por merced o por donación. En caso de muerte
del propietario sin herederos, volvía a la Corona.
Ahora bien, tenemos noticias de que esta organización de tierras
comunales para los plebeyos y tierras particulares para los nobles, no
era exclusiva de Tenochtitlan y las otras ciudades del Valle de México.
Ya hemos visto que existía en Mótelos y también lo dice Zorita para
Utatlan, Guatemala v entre los tarascos de Alichoacán, aunque dice
que allí tanto los nobles como los plebeyos podían tener tierras en
propiedad privada.
íís C o n é s . H e r n á n . Cartas de Relación W 99.
«o Zavala. Fuentes, \ ' o l . 11-248, etc.
"" Zorita, 168.
*^^ Ahumada; Puga, 36. Nuevos Documentos. Bienes H . Cortés 185-193. Códice
Kingsborougli, 209-218, vto.
LA TEXEN'CIA DE LA TIERRA EN rRE LOS ANTIGUOS MEXICANOS 45

W'itte dice que en la Huaxteca existía la distinción entre nobles


y plebeyos, y en la Mixteca tenemos abundantes documentos prchis-
pánicos V posteriores a la Conquista que claramente hablan de una
distinción entre noble (yya) y plebeyo (tay fniii) y de la existencia
de itiayeques para trabajar las tierras de los nobles, y sabemos por es­
tos documentos, inclusive el número de mayeques y lo que daban de
renta al señor,'"^ como se ve por ejemplo en los títulos de Tecomaztla-
huaca, cuya copia debo a la amabilidad del Sr. W o o d r o w Borah.

AltcpetliiíH o Calpíilalli.

Las tierras del común del pueblo, se llamaban en conjunto Altepe-


tlvilíi '"tierras del pueblo";'" pero como dice Torquemada'^^ los pueblos
se dividían en parcialidades o Campaii; las parcialidades en Calpí/lHs o
barrios y los barrios en calles o tíiixUacallis."''
Ahora bien, cada barrio era propietario de una extensión de tierra
CalpiiliiHi que sen'ía para pagar los tributos al señor y para sustentar
a sus habitantes que eran los viacehiiaítw.
V\ propietario era el Ccilpuüi, que correspondía al antiguo clan,
a cuya cabeza estaba el Cdpiillec o Ch'wiancallec que ya hemos men­
cionado v que Zorita traduce por "Pariente mayor"."^
Cada familia individual, tenía el tisufnfcto de una parcela, y mien­
tras la trabajara no podía perder su derecho a ella; solamente si dejaba
de sembrar dos años o se ausentaba, volvía a la comunidad y el Cal-
pnüec podía darla a otra persona.
Las casas y las tierras en iisnfmcto, pasaban por herencia a los hijos.
Las tierras vacas del calpuJli podían rentarse a los de otro calpulli,
para pagar servicios comunales. Nunca podían sahr, por venta, he-
''■^ Zorir.1. 2.Í. 81, 167; "\Mrcc. 5S; Archivo Gnil. de h Nación. Tierras V o l . 2692.
TecomíiztUiluinca y Dalhgrcn A. G . N . Tierras. Yol. 26 fol. 92.
"" Anunciación 161: Clavijero 1-355.
TI T o r q . . I- Lib. li Cap. 8.
"'- Monzón.
"■* / o r i r a . 9,í ^ 96; Sahagún, 1-207. 209, 25?; Ahumada. Ramírez de Fuenleal. a la
Emperatriz, 218.
4<S M E M O R I A DEL COLEGIO NACIONAL

rencia o donación del patrimonio del caiptilli. La invasión de las tie­


rras de un cal¡ni¡¡i por otro, era motivo de grandes pleitos.
El cargo de Calptdlcc era vitalicio, y naturalmente debía ser del
calpiiHi, competente y viejo, pero también debía ser "principal" (¿no­
ble?) y aun cuando el cargo no era hereditario, los habitantes del cal-
pulli generalmente elegían a su hijo o a un pariente.
En la casa del Caipitlíec se hacían los consejos del clan y los gas­
tos cuantiosos eran por su cuenta. El CcilpiiUec tenía los planos de las
fierras del caípíiüi.
Torquemada y Clavijero'' mencionan mapas en los que las dife­
rentes clases de propiedad de la tierra, estaba indicada por el color.
Ambos csrán de acuerdo que las calpuíalü se indicaban con amarillo,
pero difieren en lo que concierne a las tierras del rey que el primero
dice se marcaban en rojo y el segundo púrpura. El primero dice que
las de los nobles eran rosa, mientras que Clavijero dice que eran grana.
Véase el artículo de Kirchhoff.'"
La casa en la que los ancianos del clan o calpulleques celebraban
consejo, se llamaba Calpitlco y era también la capilla en la que estaba
el sacerdote del barrio.
Estas tierras del ailp-nUi, que originalmente tocaron a los barrios
en la repartición primera de Tcnochtitlan, Tlatelolco y Nonoalco,
poco a poco se fueron aumentando porque los aztecas desde antes de
establecerse en Tcnochtitlan, ya estaban famiharizados con el sistema
de construcción de cbivaiiipas o camellones que según la tradición ya
practicaban en Aztlán, y construyeron varias durante la peregrina­
ción en Tcquixquiac, Xaltocan y EpcoacJ" y también, como ya hemos
visto, por las mercedes que hacían los reyes a los calpullis de las tierras
conquistadas, especialmente para el servicio de sus templos locales,
dedicados a los dioses Capiiheteo.
En los barrios había plebeyos y nobles. Por ejemplo, del barrio
de Attcpac, que quedaba en Tlatelolco, eran las dos princesas hijas de
TzotzoCiitzlf} que casaron con NezcíhiiaípiJJv''' y en Aztacalco, del ba-
' • T o r q u e m a d a , n-5'V»; Clnvijero, 1,353.
■■' Kirchhoff, 1954-55.
•■■ Tov.ir. 33, Acosta. 11-252.
"^ Tortiucmada, 11-184 \' 1-163; Durdn, 1-228; T c z o z o m o c . Mexicayotl, 38.
I.A TENENCIA DE LA TIERRA ENTRE LOS ANTIGUOS MEXICANOS 47

rrio de San Juan, por la región que está al oriente de la actual calle
de líucarcli. tenía tierras la hermana deAxayacatl, casada con Moqiú-
huix.''
En el Cuadro siguiente, resumimos lo que sabemos por las crónicas
e informaciones indígenas y españolas, sobre los nombres que tenían
las diferentes especies de tierras, los poseedores y los que las trabajaban.

Nombre Poseedor Trabajador

Tecpantialli — Tccpanpou hque — T e calce


'ierras de Tlatocatlalli Tlatoani Alacehualrin
o (el rey) Tributarios
dominio Tlatocnmilli
Tcopantlalli — Templos Maveques, macehuales
público. Ironalcs Ejército tributarios.
AlilchimaLU Tributarios
o
Cacalomilli

Tierras patrimo­ Tlatoani .Maveques


niales — (el rey)
(Propiedad
Tierras privada)

del Pillallis — Pipiltin — .Maveques


0 y
dominin Tccpilallis "Caballeros Par-
(Propiedad dos"
privado. privada)

Calpulallis — Cilpulli — Alacchualtin


(Pi'üpicdad
Comunal)

Como se ve. el sistema agrario azteca es fácil de entender, si no se


pretende reducirlo a la organización iroqucsa o a la propiedad roma­
na; es más. como decíamos al principio y lo hemos podido demos-

~'^ T o r q u e m a d a . 1-163.
48 MEAK>RIA DEL COLEGIO X.^CIONAL

trar ,1a concordancia entre las fuentes es muy grande en los puntos
fundamentales.
¿Cómo pudieron .Morgan, y sobre todo Bandelicr, llegar a una re­
construcción tan diferente, partiendo casi de las mismas fuentes que
nosotros hemos utilizado?
En todo error hay un fondo de verdad. Nos parece que sería
una hipótesis digna de investigarse en el futuro, comprobar si la or­
ganización social y política de los aztecas, y probablemente de sus
predecesores roltccas y teotihuacanos, sería el resultado de dos tenden­
cias que se manifiestan en diversos aspectos de la cultura mesoameri-
cana: en la religión, la arquitectura y la escultura, la lapidaria, el ves­
tido, las armas y la cerámica, y que podríamos llamar, la influencia
del Norte, que baja especialmente por la costa del Pacífico, v h in­
fluencia del Sur, que parece penetrar al Altiplano por Guerrero, Oaxa­
ca y la costa de Veracruz.
La primera parece presentarse en forma de oleadas sucesivas que,
desde tiempos muy antiguos, penetraron en Mesoaniérica en diferen­
tes momentos y que traerían una organización tribal, es decir, fundada
en el parentesco, de la que sería una supervivencia hasta nuestros días,
los clanes o calpiiHis y barrios."^
La scgimda, quizá partiendo originariamente de esa misma orga­
nización tribal, habría evolucionado desde muv antiguo, logrando aglu­
tinar grandes masas de población, orcfanizar la división del trabajo y
preparar a individuos especializados. Tendría también la idea de re­
yes, descendientes de los dioses, la división de la sociedad en nobles
y plebeyos, la clase media de los comerciantes (pochtcca) y los traba­
jadores de la pluma (aunwteca) v quizá también de otros artesanos,
la propiedad comunal de la tierra para los plebeyos, e individual para
los nobles, V por último la existencia de ciudades-cstados que podían,
en virtud de su poder religioso o militar, convertirse en ciudades im­
periales, que dominaban vastos territorios.'^"
"^ Rcdficld. Robcrr. 1928; VilU Rojas, 1947.
*"^ Muj" diferentes sistemas de gobierno existían en Mesoamcrica. Era conocida
la división del poder entre 2. 3 v 4 personajes con icual r a n g o o bien subordinados
dos (le ellos a nn tercero. Del gobierno diuil tenemos noticias, por ejemplo, en O r i -
zaba V Cotaxtla ( T c z o z o m o c Mexicana 348).
LA TENF.NCIA DE LA TIERRA ENTRE LOS ANTIGUOS MEXICANOS 49

Los aztecas, últimos descendientes de las viejas culturas, en reli­


gión, en arte y en ciencia, serían también por su organización social
un ejemplo de la fusión de ambas corrientes; por una parte la tribal,
con el dominio comunal de la tierra y la igualdad social y por otra
parte la organización teocrática e imperial, con las ciases sociales, los
nobles con la propiedad privada y el rey o Hatoajji, descendiente del
dios Quetzal coatí y cada vez más lejano del inacehual^ el antiguo dueño
del territorio de Anáhuac en los tiempos primitivos.
Pero por el momento sólo me limito a hacer esta sugestión como
un programa de investigación futura.

México, diciembre de 1959.

Del gobierno de tres, hay noticias entre los matlatzincas y en Utatlan, Guatemala
(Zorita, 79).
Del gobierno de ciuitro, el ejemplo más conocido es Tlaxcala; pero también
existía esta forma en Cholula, y entre los quichés y cakchiqueles, que hemos mencio­
nado ( N o t a 9).
Sin embargo, el gobierno unitario era el más frecuente, p o r ejemplo entre los
tnronacas ( T o r q . . 1-278) en Yucatán (Román, 1-314) entre los Tarascos (Re), de JMÍ-
choacán) y en el \'alle de .México, pero en época antigua, durante el reinado de
Huitzilihuitl. según Chimalpahin, pág. 79, no sólo gobernaba el rey sino el tlacateccatl,
que era ¡K-coatl y el tlacochcalcatl que era Cu-atlecojtl, por lo que dice: "eran tres
para gobernar".
B I B L I O G R A F Í A

1560. AHUMADA, Pedro de. Traslado de los capítulos que (Pedro de Ahu­
mada) hizo para dar a la Real Audiencia de México, sobre avisos
de Gobernación importantes, al ser\-icio de su Majestad, bien co­
mún de los naturales v República Mexicana, en fin del año de 1560.
Ms. Archivo General de Indias. Indiferente General 1624. Sevilla,
V Patronato 181.

1940. ANÓNIMO. Relación anónima, describiendo la división que tenían los


indios en sus tierras en tiempo de Moctezuma y el orden que tenían
en l;i sucesión de las mismas. Epistolario de Nueva España, Vol. 14,
p. 145. México. Ternaux Compans, X-223.
1554. ANIXCIACIÓN, Fray Domingo de la. Parecer de , sobre
el modo que tenían de tributar los indios en tiempo de la gentilidad.
Chimalhuiícán, cabecera de la provincia de Chalco a 20 de septiembre
de 1554. Epistolario de Nueva España. VII-259-266.
1880. lÍANDFLH-iR, AD. F . O H thc art of VVar and mode of VVarfare of the
ancient Mexicans.
. On the distribution and tenure of lands and the customes with
respcct to inhcritance, among the ancient Mexicans.
. On the social ort^anization and mode of governmcnt of the ancient
Mexicans.
(Los tres estudios publicados en Reports of the Peabodv^ Museum.
\'ol. ID.
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